Así me convertí en una farisea contemporánea

29 Mar 2022

Por Lizhi, China

Empecé a seguir al Señor Jesús en 1989. Al asistir a los servicios y leer la Biblia, aprendí que Dios creó los cielos, la tierra y todas las cosas, y que el Señor Jesús se hizo carne personalmente y murió en la cruz para salvar a la humanidad de las garras de Satanás, lo que nos aportó una gracia, una paz y un gozo increíbles. Sentía muchísima gratitud hacia el Señor. Luego comencé a predicar el evangelio mientras trabajaba, e ir a la iglesia y leer la Escritura se convirtió prácticamente en mi vida. Durante unos años, el evangelio se difundió muy rápido y pronto fundamos muchas iglesias nuevas. Me eligieron para un puesto de líder, responsable del trabajo de dos provincias. Terminé dejando mi empleo y metiéndome de lleno en el trabajo de las iglesias. Cada día era muy gratificante.

A partir de 1997 empezaron a surgir todo tipo de problemas que no sabía resolver. La evangelización no iba bien, las enfermedades no se sanaban con las oraciones y no éramos capaces de expulsar demonios. Lo más obvio era que mis sermones carecían de inspiración y agudeza. Recuerdo que los colaboradores me preguntaban qué debían predicar y les contestaba: “Lean la Biblia si se quedan realmente atorados”. Sabía que esa no era una solución, que los hermanos y hermanas sabían leer solos la Biblia, con lo que no necesitaban que la leyéramos nosotros. Los miembros de la iglesia no recibían sustento espiritual y se sentían débiles. No solo no conseguíamos nuevos miembros, sino que los que había se estaban yendo de la iglesia. Algunos renunciaron del todo a la fe y algunos colaboradores incluso volvieron a salir al mundo. Los colaboradores y yo ayunábamos y orábamos constantemente clamando al Señor y también pedíamos ayuda al clero de la provincia de Henan, pero, hiciéramos lo que hiciéramos, no podíamos cambiar el desolado estado de la iglesia. Estaba nerviosa e inquieta y me costaba comer o dormir. Me preguntaba si, de seguir así las cosas, podrían desintegrarse de repente todas esas iglesias que habíamos implantado con tanto esfuerzo. ¿Qué tendría entonces para mostrarle al Señor a Su regreso? ¿Eso no haría de mí una pecadora? No, me di cuenta de que era preciso que viajara a ver otras iglesias.

Primero visité al anciano Wu, el más prestigioso de nuestra zona, pero predicaba lo mismo de siempre. Después fui a Pekín a ver al anciano Yuan por recomendación del anciano Wu. Era otro anciano respetado. Imaginaba que, sin duda, tendría algo esclarecedor que compartir y que pudiera reavivar la iglesia, pero, en los tres días que compartí con él, no habló más que de su vida, de cómo se había sacrificado por el Señor y lo había oprimido el Partido Comunista. Eso no tenía ningún esclarecimiento. Fue un viaje inútil a Pekín. Más adelante, una hermana me presentó a un par de evangelistas de Corea del Sur. Supuse que, como el evangelio llegó a China más tarde, probablemente compartirían algo elevado, así que había esperanza para nuestras iglesias. Lo mismo de siempre, nada que tuviera esclarecimiento. Entonces me sentí totalmente abatida. Clamé al Señor: “Oh, Señor, ¿qué hago? He hecho todo lo que sé y consultado a todos los que podía consultar. Estoy realmente frustrada, no sé cómo continuar”.

A finales de 1998. Cuando un líder superior de Henan nos estaba dando un servicio, citó una iglesia llamada Relámpago Oriental, que afirmaba que el Señor había vuelto. Me quedé boquiabierta y emocionada al oír aquello. Llevaba años esperando el regreso del Señor, ¡y por fin había llegado el día! Sin embargo, justo cuando me estaba emocionando, le oí afirmar: “Según el Relámpago Oriental, el Señor ha regresado y está realizando una nueva obra y pronunciando nuevas palabras. Ya ni siquiera leen la Biblia y dicen que el Señor ha regresado como mujer”. En cuanto salieron esas palabras de su boca, todos armaron jaleo hablando. Unos preguntaron: “¿Qué? ¿Regresó el Señor? ¿Por qué no lo sabíamos? ¿Cómo es posible que regresara como mujer? El Señor Jesús era hombre, ¡así que debería volver como hombre!”. Según otros: “La Biblia no dice que el Señor vaya a pronunciar nuevas palabras y a realizar una nueva obra a Su regreso. Lo que afirma el Relámpago Oriental es simplemente imposible”. Pensaba que la afirmación de que el Señor había vuelto, estaba realizando una nueva obra y se había encarnado en una mujer no se mencionaba en ningún momento en la Biblia. Por tanto, sin base bíblica, no podía tratarse de la obra de Dios. Como creyentes, hemos de seguir la Biblia, y quien se aparte de eso no es cristiano. Además, el padrenuestro dice: “Padre nuestro que estás en los cielos(Mateo 6:9). “Padre”, ¿no alude a un hombre? ¿Cómo podría encarnarse Dios en una mujer? Justo mientras meditaba todo esto, oí gritar a ese líder superior: “¡De ninguna manera crean en el Relámpago Oriental! Lo que afirman no concuerda con la Biblia. Hemos de estar alerta en todo momento para que no nos extravíen. A partir de ya, es preciso que estén en guardia y obedezcan los ‘tres noes’: no escuchar, no leer y no acoger. De ningún modo pueden permitir que nos roben las ovejas”. Tras la reunión charlé un rato con ese líder. Me dijo que muchos creyentes y colaboradores veteranos, buenos buscadores, ya habían aceptado el Relámpago Oriental. Algo confundida, le pregunté por qué había gente, que conocía bastante bien la Escritura y era ferviente en la fe, que se pasaba al Relámpago Oriental. ¿Qué enseñaban allí? No supo darme una respuesta clara. Solo dijo que eso no estaba en consonancia con la Biblia, que la fe en el Señor es fe en la Biblia y que no podemos creer nada que no se base en la Escritura. Y subrayó mucho esto: “Como líder de iglesia, la vida de tus hermanos y hermanas está en tus manos. De ninguna manera puedes dejarte confundir ahora, sino que has de atenerte a la Biblia. El Señor te ha encomendado Sus ovejas y has de protegerlas. Si dejas que te roben una sola oveja, no lo podrás justificar ante el Señor”.

Una vez que se marchó, les comenté a los demás hermanos y hermanas lo que había dicho: no acoger a ningún desconocido ni llevar a familiares a la iglesia sin permiso. Toda circunstancia especial debía recibir antes mi visto bueno. No había excepciones y sería expulsado todo aquel que no obedeciera esto. También les indiqué que eso era por su bien, pues eran inmaduros en la vida y les faltaba discernimiento, por lo que podían engañarlos fácilmente. Después, para espantar a la gente del Relámpago Oriental, me inventé unos rumores como me había dicho aquel líder. La verdad, fui capaz de todo por tratar de impedir a los hermanos y hermanas estudiar la obra de Dios de los últimos días. Sin embargo, para mi sorpresa, muchos se pasaron al Relámpago Oriental de todos modos. Me puse todavía más en guardia, y si algún desconocido hablaba de la más mínima materia de fe, sospechaba que fuera del Relámpago Oriental. Me volví muy susceptible en esa época y me preocupaba que cualquiera fuera predicador del Relámpago Oriental.

Recuerdo que, una vez, una colaboradora se encontró a una predicadora del Relámpago Oriental en una reunión. La escuchó un día entero, le gustó mucho lo que oyó y, de pronto, se acordó de que yo había dicho que sería expulsado todo aquel que hubiera mantenido contacto con el Relámpago Oriental. Tenía demasiado miedo como para seguir escuchando, así que volvió deprisa para informarme. Me dijo que había escuchado todo el día y que le había gustado mucho, pero que no se atrevió a aceptarlo por temor a que la echara. Al oír aquello, la miré airadamente y me desahogué: “Si les he reiterado que no tengan ningún contacto con ellos, ¿cómo pudiste hacer eso? Sabemos que el Señor Jesús era varón, pero, según ellos, ha regresado como mujer. ¡Es obvio que eso no puede ser! Y tú escuchaste mucho tiempo; ¿no temías que te expulsara?”. Se apresuró a explicarse, pero yo no lo aceptaba. Le señalé que no debía asistir más a esas reuniones, sino que iría yo. Luego sí acabé encontrándome a gente del Relámpago Oriental en esa reunión. Compartían su testimonio de la obra de Dios en los últimos días. Pensaba que podríamos debatirlo, pero entonces recordé que el clero de Henan dijo que nadie del Relámpago Oriental podía ser buena persona, así que me levanté para irme. La hermana anfitriona me pidió que me quedara a escucharlos, pero estaba tan disgustada que también le canté las cuarenta a ella. Regresé y les conté a otros colaboradores que había personas en ese lugar de reunión que sin duda habían aceptado el Relámpago Oriental y que teníamos que echarlas. Y también les comenté a mis colaboradores que, si no las echábamos y convertían a otros hermanos y hermanas, nuestro pecado sería aún mayor y jamás podríamos justificarlo ante el Señor.

A finales de marzo de 1999, un día, un amigo mío creyente vino a casa y me comentó que a su iglesia le iba muy bien. Yo no sabía qué pensar. A nuestra iglesia le iba tan mal que ya casi nadie venía, pero a ellos les iba genial. ¿También eran ellos del Relámpago Oriental? Como quería averiguar todo esto, llamé a la hermana Xin, una líder de su iglesia, La hermana Xing me informó de que ellos ya no leían la Biblia, solo el rollo que cita el Apocalipsis. Me desilusionó oír eso. Comprendí que también ella creía en el Relámpago Oriental. Era buena persona, conocedora de la Biblia y con buena reputación entre los creyentes. Si se había pasado al Relámpago Oriental, seguro que también otros la seguirían. No podía quedarme viendo cómo otros la seguían a esa fe. Al día siguiente me fui de la ciudad en tren. Al llegar allí comprobé que con ella habían aceptado el Relámpago Oriental más de 20 hermanos y hermanas. Le insté a que diera marcha atrás, pero, dijera lo que dijera, ella estaba decidida a seguir en ello. Cuando volví a la ciudad, avisé a todas las iglesias de que la hermana Xing y los demás habían aceptado el Relámpago Oriental, pero algunos hermanos y hermanas, como se había unido a ellos una buscadora tan ferviente y de opiniones firmes, ya no sintieron tanto rechazo hacia el Relámpago Oriental y empezaron a pensar que probablemente era el camino verdadero. Algunos incluso comenzaron a acoger en secreto a miembros del Relámpago Oriental. También me enteré del caso de una iglesia de Shandong de la cual se habían unido más de 100 miembros, incluidos algunos colaboradores bastante devotos que yo conocía.

Yo veía que prosperaba y no paraba de crecer y no entendía por qué lo aceptaba tanta gente, incluidos tantos colaboradores que conocían bien la Biblia y buscaban con devoción. Algunos hermanos y hermanas y otros colaboradores preguntaban por qué, si yo no les dejaba estudiarlo, cada vez se unía más gente sin parar y era imposible recuperarla. Sus preguntas me dejaban totalmente sin respuesta. Entonces, ¿qué predicaba el Relámpago Oriental y qué lo hacía tan atractivo? ¿Acaso era cierto que había vuelto el Señor? Pero luego pensé que era imposible que el Señor regresara como mujer ¡y que fuera correcto tener fe sin leer la Biblia! Probablemente, su iglesia estaba prosperando de esa forma de manera temporal, eso no podría durar, así que no estaba dispuesta a estudiarlo ni a permitir que lo aceptaran otros miembros de la iglesia. Después empecé a estar más pendiente de la iglesia, decidida a mantener a los hermanos y hermanas lejos del Relámpago Oriental.

No obstante, de repente, aquel mes de julio se me empezó a hinchar todo el cuerpo. Cuando empeoró, si me agachaba, ni siquiera podía levantarme. Los miembros de la iglesia ayunaban y oraban por mí, pero no había mejoría. Un médico me dijo que tenía un tumor del tamaño de un huevo en el útero. Aturdida por aquello, me fui a casa conteniendo las lágrimas. Comencé a reflexionar a nivel personal. Me preguntaba si mi grave enfermedad era castigo de Dios. Además, recordé este versículo: “No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos 13:2). Sin embargo, desde el principio había mantenido aislada la iglesia, me había negado a recibir a los del Relámpago Oriental y, dijeran lo que dijeran sobre el regreso del Señor, me negaba a escucharlos, a tener contacto con ellos o a dejar que los miembros de la iglesia estudiaran lo que decían. Con esa conducta era evidente que iba en contra de la Biblia. Realmente no sabía qué predicaba el Relámpago Oriental, pero me ponía en guardia frente a cualquiera de ellos. Tal vez me estaba precipitando mucho al respecto. Estaba tan mal que no tenía la voluntad, la energía, para seguir combatiendo el Relámpago Oriental. Durante un tiempo me sentí sola, desamparada y cada vez más lejos de Dios. Lloraba y oraba al Señor: “Señor, actualmente me siento muy débil. ¿De veras me vas a abandonar? Señor, ¿cómo pueden volver a ser las cosas como antes, contigo a mi lado? Señor, ¿dónde estás? ¡Te ruego que te muestres ante mí y me salves!”.

Pasaba los días en una desdicha terrible, pero veía a los miembros del Relámpago Oriental llenos de fe y espiritualmente muy animados. Y me acuerdo de que la madre de un colaborador había estado tan deprimida y débil que no quería mantener la fe, pero, tras aceptar el Relámpago Oriental, era como si hubiera resucitado; parecía muy animosa. Empezó a levantarse a las 5 de la mañana todos los días, salía a las 7 a compartir el evangelio y no se iba a casa hasta la noche. Su fe era muy firme. Era otra persona. Sin embargo, al observar a los miembros de nuestra iglesia, algunos estábamos enfermos, y otros, desmoronándose. Se sentía apagado y aburrido, sin vitalidad de ninguna clase.

No lo entendía. Según nuestro clero, el Relámpago Oriental no era bueno, provenía de una persona, no de Dios, y no duraría, pero en realidad cada vez prosperaba más sin parar. Eso me recordó unos versículos bíblicos: “Porque si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlos; no sea que os halléis luchando contra Dios” (Hechos 5:38-39). Si no tenían la obra del Espíritu Santo, ¿cómo podían edificar tanta fe y prosperar así solo con el esfuerzo humano? ¿Acaso eso provenía realmente de Dios? En tal caso, al combatir el Relámpago Oriental, combatía a Dios.

Algunos colaboradores llegaron a pedirme que buscara a alguien que nos diera un sermón de restauración espiritual. Eso me hizo sentir sumamente incómoda. Hacía años que era creyente y me consideraba una buscadora devota. Jamás imaginé que terminaría guiando a los demás por una senda sin salida. ¿Cómo podría responder ante el Señor por eso? A veces tenía muchas ganas de ir a hablar con los del Relámpago Oriental, a ver qué predicaban realmente y por qué los miembros de su iglesia tenían tanta energía.

En agosto, un día, la hermana Su trajo a un par de hermanos para que se quedaran en mi casa y los recibí con entusiasmo. En una conversación, el hermano Wang me preguntó por qué pensaba que la gente creía en Dios. Le respondí: “Para ir al cielo, para recibir vida eterna”. Luego me preguntó: “Si no pudiera ir la gente al cielo, ¿crees que tendría fe igualmente?”. “¿Quién tendría fe entonces?”, fue lo que se me escapó por la boca. Sonriendo, respondió: “Es evidente que, como seres creados, debemos adorar al Creador. Lo que debemos hacer es creer en Dios y amarlo, pero no para ir al cielo”. En unas pocas frases me habló directamente al corazón y yo, emocionada, asentí con la cabeza. En todos mis años de fe, nunca había oído nada semejante; no de parte de líderes de iglesias, de colaboradores de otras denominaciones y ni de predicadores extranjeros tan siquiera. Todos hablaban de lanzarnos a buscar para recibir bendiciones y entrar en el cielo, pero ninguno había predicado nada tan elevado sobre la fe, un entendimiento tan puro. De pronto creí ver un rayo de esperanza. Les pregunté inmediatamente cómo resolver la desolación de la iglesia.

El hermano Wang me contó primero por qué se quedó tan desolado el templo en la Era de la Ley. Afirmó que, anteriormente en la Era de la Ley, estaba lleno de la gloria de Jehová y nadie se atrevía a actuar arbitrariamente en él. No obstante, hacia el final de la Era de la Ley, se convirtió en un lugar de cambio de dinero y venta de ganado. Llevaba mucho tiempo sin la gloria de Dios y se había convertido en una cueva de ladrones, en un erial. Dijo que, a partir de las palabras de reprensión del Señor Jesús a los fariseos, podíamos apreciar que los sumos sacerdotes, escribas y fariseos que servían en el templo guiaban al pueblo para que llevara a cabo ritos y siguiera las reglas, pero no practicaban las palabras de Dios. Se habían apartado del camino del Señor. Por eso no obró el Señor Jesús en el templo cuando vino, sino que llevó a cabo una nueva obra fuera de él. Todos los que dejaron el templo y siguieron la nueva obra del Señor pudieron recibir sustento en vida y la obra del Espíritu Santo. La gracia de Dios los alcanzó. Sin embargo, los que se aferraron a la ley y se negaron a aceptar la nueva obra del Señor cayeron en tinieblas y se volvieron cada vez más depravados. Tal como manifiesta la Biblia, “He aquí vienen días, dijo Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová(Amós 8:11).* Después prosiguió diciendo que el mundo religioso actual es como el templo a finales de la Era de la Ley: desolado, oscuro y crecientemente díscolo. Los creyentes están perdiendo la fe y les falta amor porque el clero que los guía no practica las palabras del Señor; además, la obra de Dios ha dado un paso más y la obra del Espíritu Santo ha cambiado. ¡Tenemos que buscar la nueva obra de Dios para encontrar una salida! Lo que compartió el hermano Wang me ayudó a entender que la iglesia estaba así de desolada, no porque el Señor nos hubiera abandonado, sino porque estaba realizando una nueva obra que no estábamos siguiendo. Solo teníamos que buscar Su nueva obra e ir al compás de las huellas de Dios para recibir la presencia del Señor y la obra del Espíritu Santo. Al ver que yo empezaba a entender las cosas, me leyó un par de pasajes de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Dios cumplirá este hecho: Él hará que todas las personas en todo el universo vengan ante Él y adoren al Dios que está en la tierra, y Su obra en otros lugares cesará y las personas se verán obligadas a buscar el camino verdadero. Será como José: todos fueron a él por comida y se postraron ante él porque él tenía cosas para comer. Con el fin de evitar la hambruna, las personas serán obligadas a buscar el camino verdadero. Toda la comunidad religiosa sufrirá una severa hambruna y solo el Dios de hoy es la fuente de agua viva, que posee la fuente que siempre fluye provista para el disfrute del hombre, y las personas vendrán y dependerán de Él(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El Reino Milenario ha llegado). “Ninguno tiene fe en que verán Mi gloria; no los obligo, y más bien retiro Mi gloria de la humanidad y la llevo a otro mundo. Cuando los hombres se arrepientan una vez más, entonces tomaré Mi gloria y se la mostraré a más personas de fe. Este es el principio por el cual obro. Porque hay un tiempo en el que Mi gloria abandona Canaán y también hay un tiempo en el que Mi gloria abandona a los elegidos. Asimismo, hay un tiempo en el que Mi gloria abandona toda la tierra, haciendo que se desvanezca y se sumerja en la oscuridad. Ni aun la tierra de Canaán verá la luz del sol; todos los hombres perderán su fe, pero ninguno podrá soportar abandonar la fragancia de la tierra de Canaán. Sólo cuando entro en el nuevo cielo y la nueva tierra tomo la otra parte de Mi gloria y la revelo primero en la tierra de Canaán, haciendo que resplandezca un destello de luz en toda la tierra, que se encuentra sumida en la alquitranada oscuridad de la noche, para permitir que toda la tierra venga a la luz; que los hombres de toda la tierra vengan a fortalecerse con el poder de la luz, permitiendo que Mi gloria aumente y aparezca de nuevo en cada nación; y que toda la humanidad se dé cuenta de que hace mucho tiempo Yo vine al mundo humano y que hace mucho tiempo llevé Mi gloria desde Israel al oriente; porque Mi gloria brilla desde el oriente y fue traída de allí desde la Era de la Gracia hasta nuestros días. Pero fue desde Israel que Yo partí y desde allí que llegué al oriente. Sólo cuando la luz del oriente se vuelva gradualmente blanca, la oscuridad a través de la tierra comenzará a convertirse en luz, y sólo entonces el hombre descubrirá que hace mucho tiempo salí de Israel y que estoy volviendo a levantarme en el oriente. Habiendo descendido una vez a Israel y partido luego de allí, no puedo volver a nacer en Israel, porque Mi obra guía todo el universo y, lo que es más, el relámpago brilla directamente del oriente al occidente. Por esta razón, he descendido en el oriente y llevado Canaán al pueblo del oriente. Llevaré a los pueblos de toda la tierra a la nación de Canaán, y por eso sigo emitiendo declaraciones en la tierra de Canaán para controlar todo el universo. En este momento, no hay luz en toda la tierra a excepción de Canaán y todos los hombres están en peligro por el hambre y el frío. Le di Mi gloria a Israel y luego la retiré, y así llevé a los israelitas al oriente, así como a toda la humanidad. Los he traído a todos a la luz para que puedan reunirse y asociarse con ella, y que ya no tengan que buscarla. Dejaré que todos los que están buscando vuelvan a ver la luz y vean la gloria que tuve en Israel; les haré ver que hace mucho tiempo descendí sobre una nube blanca en medio de la humanidad, que vean las innumerables nubes blancas y frutos en sus racimos abundantes y, más aún, que vean a Jehová Dios de Israel. Dejaré que vean al Maestro de los judíos, al Mesías anhelado y a la aparición completa de Mí, quien ha sido perseguido por los reyes a lo largo de las eras. Obraré en todo el universo y realizaré una obra maravillosa, revelando toda Mi gloria y todas Mis acciones al hombre en los últimos días. Mostraré Mi semblante glorioso en toda su plenitud a quienes han esperado muchos años por Mí, a quienes han anhelado que Yo llegue sobre una nube blanca, a Israel, que ha anhelado que Yo aparezca de nuevo, y a toda la humanidad que me persigue, para que todos sepan que hace mucho tiempo retiré Mi gloria y la llevé al oriente, y ya no está en Judea. ¡Porque ya han llegado los últimos días!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los siete truenos retumban: profetiza que el evangelio del reino se extenderá por todo el universo). Me resultó una auténtica sorpresa oír esto. Era algo sumamente autorizado. Sabía que no podía haber salido de un ser humano. Prosiguió hablando de que el Señor había vuelto y estaba realizando una nueva obra con la que ha llevado Su gloria de Israel a Oriente; es decir, la obra del Espíritu Santo está avanzando y solo aquellos que vayan al compás de la nueva obra de Dios y acepten Sus palabras actuales pueden recibir la obra del Espíritu Santo, fuente eterna del sustento de vida.

Cuando el hermano Wang señaló que el Señor había vuelto, se me pasó por la mente que, en todo el mundo religioso, solamente el Relámpago Oriental daba testimonio de esto, así que debían de ser de ellos. Me sentí algo confundida. Recordé que el clero decía que los miembros del Relámpago Oriental no eran buenos, pero, para mí, esos dos hermanos eran muy dignos y rectos y de actitud cordial. También su mensaje era muy novedoso y práctico; era obvio que tenían la obra del Espíritu Santo. Además, aclararon por qué la iglesia estaba tan desolada, algo que me había tenido confundida durante años. Me convencieron totalmente. Reflexioné que aquel día me encontré con ellos por la benévola voluntad del Señor. Supuse que sería mejor escucharlos y hacerles preguntas para descubrir por qué los miembros del Relámpago Oriental rebosaban tanta fe y no daban marcha atrás una vez que lo aceptaban. Así pues, fui y les pregunté de golpe: “Sé que son del Relámpago Oriental. ¿Tiene base bíblica la afirmación de que el Señor ha regresado y está realizando una nueva obra? Toda obra y palabra de Dios está en la Biblia y, en nuestra fe, tenemos que seguir la Biblia. Lo que dicen se sale de la Biblia, por lo que no puedo aceptarlo”. Sonriendo, el hermano Wang contestó: “Tú dices que nuestra fe ha de seguir la Biblia. Entonces, ¿quieres decir que el Señor no puede realizar ninguna obra que no tenga base bíblica?”. Le contesté muy confiada: “Eso es”. Entonces me preguntó: “¿Cuál crees que vino primero: Dios o la Biblia?”. Esto me pilló desprevenida. Hacía años que era creyente, pero nunca lo había pensado. Lo pensé un poco y respondí que, por supuesto, Dios. El hermano Wang replicó: “Sí. La Biblia es un relato histórico de la obra de Dios. Es testimonio de Su obra en la Era de la Ley y la Era de la Gracia. El Antiguo Testamento relata la obra de Dios en Israel, y el Nuevo Testamento, la obra del Señor Jesús en la Era de la Gracia. Así pues, la obra de Dios vino primero, y después la Escritura. La obra de Dios no se basó en la Biblia, sino en Su plan de gestión”.

Leyó entonces un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “Durante Su época, Jesús guio a los judíos y a aquellos que le seguían según la obra del Espíritu Santo en Él en ese momento. Él no tomó la Biblia como base para lo que llevaba a cabo, sino que hablaba de acuerdo con Su obra; no prestó atención a lo que la Biblia decía ni buscó en ella una senda para guiar a Sus seguidores. Desde el mismo momento en el que empezó a obrar, difundió el camino del arrepentimiento, una palabra sobre la cual las profecías del Antiguo Testamento no mencionan una sola palabra. No solo no actuó según la Biblia, sino que también mostró una nueva senda y realizó una obra nueva. Nunca consultaba la Biblia cuando predicaba. Durante la Era de la Ley, nadie fue nunca capaz de llevar a cabo Sus milagros de sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios. Su obra, Sus enseñanzas, la autoridad y el poder de Sus palabras, también estaban por encima de cualquier hombre en la Era de la Ley. Jesús simplemente llevó a cabo Su obra más nueva, y aunque muchas personas lo condenaron usando la Biblia, e incluso usaron el Antiguo Testamento para crucificarlo, Su obra sobrepasó al Antiguo Testamento; si esto no fue así, ¿por qué lo clavaron en la cruz? ¿No fue porque el Antiguo Testamento no decía nada de Su enseñanza ni de Su capacidad para sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios? Su obra se llevó a cabo para guiar por un nuevo camino, no para buscar deliberadamente un enfrentamiento con la Biblia o para prescindir deliberadamente del Antiguo Testamento. Él vino simplemente a desarrollar Su ministerio, a traer la nueva obra a aquellos que lo anhelaban y lo buscaban. No vino a explicar el Antiguo Testamento ni a sostener su obra. La obra de Jesús no tenía como fin permitir que la Era de la Ley continuara desarrollándose, porque Su obra no tomó en consideración si tenía o no la Biblia como su base; Jesús simplemente vino a llevar a cabo la obra que debía realizar. Por tanto, no explicó las profecías del Antiguo Testamento ni obró según las palabras de la Era de la Ley del Antiguo Testamento. Ignoró lo que decía el Antiguo Testamento, no le importó si concordaba o no con Su obra, ni lo que los demás conocieran de esta o que la condenaran. Simplemente siguió realizando la obra que debía llevar a cabo, aunque muchas personas usaron las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento para condenarlo. Para las personas, parecía como si Su obra no tuviera base, y gran parte de esta entraba en conflicto con los registros del Antiguo Testamento. ¿No fue esto un error del hombre? ¿Debe aplicarse la doctrina a la obra de Dios? ¿Y debe obrar Dios según las predicciones de los profetas? Después de todo, ¿quién es más grande: Dios o la Biblia? ¿Por qué debe obrar Dios de acuerdo con la Biblia? ¿Podría ser que Dios no tuviera derecho a actuar más allá de la Biblia? ¿No puede apartarse Dios de la Biblia y realizar otra obra? ¿Por qué no guardaban el día de reposo Jesús y Sus discípulos? Si debía practicar a la luz del día de reposo y según los mandamientos del Antiguo Testamento, ¿por qué Jesús no respetó el día de reposo después de venir, sino que, en su lugar, lavó pies, cubrió cabezas, partió pan y bebió vino? ¿No está todo esto ausente de los mandamientos del Antiguo Testamento? Si Jesús respetaba el Antiguo Testamento, ¿por qué rompió con estas doctrinas? Deberías saber qué fue primero, ¡Dios o la Biblia! Si era el Señor del día de reposo, ¿no podía ser también el Señor de la Biblia?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Relativo a la Biblia (1)). Tras leer este pasaje, el hermano Wang compartió lo siguiente: “Cuando vino a obrar el Señor Jesús, trascendió la ley del Antiguo Testamento para realizar la obra de la Era de la Gracia. Tenía unas nuevas exigencias y prácticas para la humanidad, como no observar el sabbat o perdonar setenta veces siete. Para la gente, esto no se ajustaba a la ley del Antiguo Testamento y se salía totalmente de su Escritura. Esto nos indica que la obra de Dios no puede estancarse en la Escritura. Cuando los discípulos del Señor Jesús vieron lo poderosas y autorizadas que eran Su obra y Sus palabras y que ningún humano podría lograr eso, por lo que tenía que venir de Dios, siguieron al Señor. La Escritura literal no los frenó, sino que buscaron la obra del Espíritu Santo y siguieron las huellas de Dios. Por tanto, en nuestra fe no podemos juzgar la obra de Dios según la Escritura, sino que hemos de conocer a Dios por Sus palabras y Su obra”.

Al oír su enseñanza entendí que la Biblia es un mero relato histórico de la obra de Dios, no el fundamento de esta. Había sido predicadora todos esos años; entonces, ¿por qué no entendía la relación entre Dios y la Biblia? También había estado escuchando sermones por todos lados y jamás había oído nada semejante. Siempre pensé que la obra y las palabras de Dios estaban en la Biblia y que apartarse de eso era no tener fe. Una gran necedad de mi parte. El hermano Shi leyó después un par de pasajes más de las palabras de Dios Todopoderoso. “Durante muchos años, la forma de creencia tradicional de las personas (la del cristianismo, una de las tres religiones principales del mundo) ha sido leer la Biblia; apartarse de la Biblia no es una creencia en el Señor, es heterodoxia y herejía, e incluso cuando las personas leen otros libros, el fundamento de estos debe ser la explicación de la Biblia. Es decir, si crees en el Señor, debes leer la Biblia, y fuera de ella no debes adorar a ningún libro que no la involucre. Si lo haces, estás traicionando a Dios. Desde el momento en el que la Biblia existió, la creencia de las personas en el Señor ha sido la creencia en la Biblia. En lugar de decir que las personas creen en el Señor, es mejor decir que creen en la Biblia; en lugar de decir que han comenzado a leer la Biblia, es mejor decir que han empezado a creer en ella, y, en lugar de decir que han vuelto a la presencia del Señor, es mejor decir que han regresado delante de la Biblia. De esta forma, las personas adoran la Biblia como si fuera Dios, como si fuera su vida, y perderla sería lo mismo que perder su vida. Las personas consideran que la Biblia es algo tan elevado como Dios, y están incluso aquellas que la ven como algo superior a Dios. Si las personas no tienen la obra del Espíritu Santo, si no pueden sentir a Dios, pueden seguir viviendo, pero tan pronto como pierden la Biblia o sus capítulos famosos y sus dichos célebres, es como si hubieran perdido su vida(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Relativo a la Biblia (1)). “Creen en Mi existencia solo dentro del alcance de la Biblia y me equiparan con ella; sin la Biblia Yo no existo y sin Mí no existe la Biblia. No prestan atención a Mi existencia o acciones, sino que dedican una atención extrema y especial a todas y a cada una de las palabras de las Escrituras. Muchas más incluso creen que Yo no debería hacer nada que quisiera a menos que las Escrituras lo predijeran. Le atribuyen demasiada importancia a las Escrituras. Se puede decir que ven las palabras y expresiones como demasiado importantes, hasta el punto de que usan versículos de la Biblia para medir cada palabra que digo y para condenarme. Lo que buscan no es el camino de la compatibilidad conmigo, o el camino de la compatibilidad con la verdad, sino el camino de la compatibilidad con las palabras de la Biblia, y creen que cualquier cosa que no se ciña a la Biblia, sin excepción, no es Mi obra. ¿No son estas personas los descendientes sumisos de los fariseos? Los fariseos judíos usaron la ley de Moisés para condenar a Jesús. No buscaron la compatibilidad con el Jesús de esa época, sino que diligentemente siguieron la ley al pie de la letra, hasta el grado de que, después de haberlo acusado de no seguir la ley del Antiguo Testamento y de no ser el Mesías, al final crucificaron al inocente Jesús. ¿Cuál era su sustancia? ¿No era que no buscaban el camino de la compatibilidad con la verdad?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Deberías buscar el camino de la compatibilidad con Cristo). El hermano Shi habló: “Muchos juran por lo más sagrado que creen en Dios, pero realmente creen en la Biblia. Restringen a Dios al ámbito de la Escritura y comparan Su obra con los términos literales de la Biblia. Niegan y condenan cualquier cosa que no coincida con ella. ¿En qué se diferencian de los fariseos? Los fariseos compararon la obra del Señor Jesús con la ley del Antiguo Testamento, y al descubrir que se salía de esos límites, lo condenaron e hicieron que finalmente lo crucificaran. Una lección muy dolorosa de aprender. En nuestra fe debemos buscar la verdad y las huellas de Dios. En los últimos días, Dios Todopoderoso ha expresado muchas verdades para realizar la obra del juicio, purificarnos totalmente de pecado e introducirnos en el reino de los cielos. Esta etapa de obra es más profunda y elevada que la obra de redención del Señor y está completamente fuera del ámbito de la Biblia. Si la juzgamos según los términos literales de la Biblia y delimitamos la obra de Dios de los últimos días, ¿no cometeríamos el mismo error que los fariseos?”.

Siempre pensé que la obra de Dios no podía salirse de la Biblia, que era imposible que fuera obra de Dios lo que no estuviera registrado en ella. Tras todos esos años de fe, ¿cómo pude pensar que Dios estaba limitado a la Biblia? Nunca me había percatado de que ese no era el tipo correcto de fe. Hay una cita estupenda de Dios Todopoderoso: “Me equiparan con la Biblia; sin la Biblia Yo no existo y sin Mí no existe la Biblia. No prestan atención a Mi existencia o acciones, sino que dedican una atención extrema y especial a todas y a cada una de las palabras de las Escrituras. Muchas más incluso creen que Yo no debería hacer nada que quisiera a menos que las Escrituras lo predijeran(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Deberías buscar el camino de la compatibilidad con Cristo). Cada palabra me resultó tremendamente incisiva. ¿Cómo podía considerar la Biblia como si fuera el propio Dios? ¿Eso era priorizar a Dios? Me importaba la Biblia, ¡no Dios!

No comprendía lo maravillosa que era la predicación del Relámpago Oriental, sino que aún tenía muchas preguntas sin respuesta. Suponía que, ya que los estaba escuchando, bien podría recibir respuestas. No podía continuar siendo tan desorganizada en mi fe. Además, quería oír más cosas sobre las otras opiniones de esos dos hermanos sobre la fe. Así, les pregunté por Apocalipsis 22:18: “Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro”. Puesto que decían que Dios había llegado, pronunciado nuevas palabras y realizado una nueva obra, ¿cómo se explicaba ese versículo? El hermano Wang comentó: “En ese versículo, ‘añade’ significa no añadir nada a las profecías del Apocalipsis, no que Dios no fuera a regresar y a hablar más en los últimos días. Si nos guiáramos por tu idea de que Dios no iba a volver y a hablar más en los últimos días, recuerda que el Señor dijo: ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad(Juan 16:12-13). ¿Cómo se cumpliría eso? Y el Apocalipsis cita siete veces ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias(Apocalipsis Capítulos 2, 3). ¿Cómo se explicaría eso? ¿No estás negando y condenando las palabras del Espíritu Santo a las iglesias en los últimos días, las verdades que expresa? Todos sabemos que Dios es la fuente de la vida, el manantial inagotable del agua viva de vida. Por tanto, delimitar la obra y las palabras de Dios a la Biblia sería como afirmar que Dios solo pudo decir lo relatado en la Biblia y realizar la obra que hizo en el pasado. ¿Eso no sería faltar al respeto y restringir a Dios? Dios Todopoderoso ya ha hablado millones de palabras y está realizando la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios. Esto cumple la profecía del Señor Jesús: ‘El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final(Juan 12:48). Según 1 Pedro, ‘Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios(1 Pedro 4:17). Solo al aceptar las verdades de Dios en los últimos días y el juicio de Sus palabras podemos comprender la causa de nuestro pecado y liberarnos de las ataduras de la corrupción, así como dejar de pecar y de resistirnos a Dios. Entonces podemos obedecerlo, adorarlo sinceramente y, finalmente, ser llevados por Él a Su reino y recibir un hermoso destino”. Al oírlo, me di cuenta de que la Biblia realmente profetiza que el Señor pronunciará nuevas palabras y realizará una nueva obra en los últimos días. Antes siempre creí conocer muy bien la Biblia, pero descubrí que ni de lejos entendía su verdadera historia ni sabía cómo abordarla adecuadamente.

Esos dos hermanos compartieron luego muchas más enseñanzas sobre cómo abordar correctamente la Biblia. No me quedó ninguna duda. Pero también me resultó muy perturbador. No sabía por qué, tras todos esos años de fe, estaba tan equivocada. Siempre había creído que la fe en Dios implicaba fe en la Biblia y que ninguna otra cosa era fe en Dios. Creía que toda obra y palabra de Dios se limitaban a la Biblia, por lo que consideraba esta aún más grande que Dios. Me resistía y condenaba cualquier afirmación de que Dios estaba realizando una nueva obra y pronunciando nuevas palabras y no tenía deseos de buscar. Me aferraba, inflexible, a mis nociones y se las transmitía a mis hermanos y hermanas, con lo que extraviaban a los demás. Mi predicación de todos aquellos años me pareció una forma de engañar a los miembros de la iglesia, que los perjudicó. Entonces comprobé que solo era una predicadora ignorante y necia. Anteriormente había estado en contacto con muchos predicadores y debatido la Escritura con ellos, pero esos hermanos impartían las enseñanzas más claras. Soy una persona muy arrogante y nada fácil de convencer, ¡pero esta vez no tenía dudas!

Tenía muchas ganas de que me lo explicaran todo para que me aclararan toda confusión. Les dije: “Entiendo todas sus enseñanzas, pero aún tengo una pregunta importante. Según ustedes, el Señor ha regresado en la carne de una mujer, algo que yo no admito. El Señor Jesús era hombre, ¡así que debería regresar también como hombre!”. El hermano Wang dijo: “Dios es Espíritu, un Espíritu sin cuerpo físico ni sexo. Ha venido a obrar en la carne debido a lo que exige Su obra y solo por eso ha adoptado un sexo cualquiera. Sea hombre o mujer, puede realizar la obra de Dios. En la Era de la Gracia, Dios encarnado fue crucificado en ofrenda por el pecado de la humanidad. El Señor Jesús era un hombre y pudo redimir a la humanidad con Su crucifixión. Si el Señor Jesús hubiera venido como mujer, podrían haberlo crucificado igualmente. Concluida Su obra en la carne, Dios mutará en cuerpo espiritual, con lo que no será ni hombre ni mujer. Según la Biblia, ‘Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó’ (Génesis 1:27). Este versículo bíblico nos indica que Dios creó varón y hembra a imagen Suya. Si la encarnación de Dios como hombre pudo representar a Dios, ¿no podría representarlo también Su encarnación como mujer? Sea hombre o mujer, es una encarnación corpórea del Espíritu de Dios y, en ambos casos, Dios realiza Su obra. Antes no conocíamos esta verdad, por lo que, desde el momento en que la primera encarnación de Dios fue un hombre, muchos lo delimitaron porque creían que Dios encarnado solo podría ser hombre, nunca mujer”. El hermano Wang leyó después un par de pasajes de las palabras de Dios Todopoderoso. “Cada etapa de la obra realizada por Dios tiene su propio sentido práctico. En aquel entonces, cuando Jesús vino, lo hizo en forma de varón, y cuando Dios viene esta vez, toma la forma de mujer. A partir de esto se puede ver que la creación de Dios de ambos el varón y la mujer puede ser útil para Su obra y que con Él no hay distinción de género. Cuando Su Espíritu viene, Él puede adoptar cualquier carne que desee y esa carne puede representarlo. Sea varón o mujer, puede representar a Dios mientras sea Su carne encarnada. Si Jesús hubiera aparecido como mujer cuando vino —en otras palabras, si el Espíritu Santo hubiera concebido una niña, y no un niño— esa etapa de la obra se habría completado de todas formas. Si esto hubiera ocurrido, la etapa actual de la obra la hubiera tenido que completar un varón, pero de todas maneras la obra se habría completado. La obra llevada a cabo en cada etapa tiene su significado; ninguna de las dos etapas de la obra se repite ni entra en conflicto con la otra. En aquel momento, cuando Jesús llevaba a cabo Su obra, se le llamó el Hijo unigénito, e ‘Hijo’ indica el género masculino. ¿Por qué no se menciona, entonces, al Hijo unigénito en la etapa actual? Porque los requisitos de la obra han necesitado un género diferente al de Jesús. Con Dios no hay distinción de género. Él realiza Su obra como lo desea y, al llevarla a cabo, Él no está sujeto a ninguna restricción, sino que es particularmente libre. Sin embargo, cada etapa de la obra tiene su propio sentido práctico. Dios se hizo carne dos veces, y es obvio que Su encarnación durante los últimos días es la última vez. Él ha venido a revelar todas Sus acciones. Si Él no se hubiera hecho carne en esta etapa para realizar personalmente una obra de la que el hombre fuera testigo, este se aferraría siempre a la noción de que Dios es sólo varón, y no mujer”. “Si esta etapa de la obra no se llevara a cabo en la era final, toda la humanidad estaría envuelta en una sombra oscura en lo referente a Dios. Si así fuera, el hombre pensaría que es superior a la mujer y las mujeres nunca podrían levantar la cabeza, y ninguna mujer podría ser salva. Las personas siempre creen que Dios es varón y que Él siempre ha aborrecido a la mujer y no le dará la salvación. De ser así, ¿no sería cierto que todas las mujeres, que fueron creadas por Jehová y que también fueron corrompidas, nunca tendrían la oportunidad de ser salvas? ¿No habría sido inútil, entonces, que Jehová hubiera creado a la mujer; es decir, que hubiera creado a Eva? ¿Y acaso no perecería la mujer por toda la eternidad? Por ello, la etapa de la obra en los últimos días se lleva a cabo para salvar a toda la humanidad, no sólo a la mujer. Si alguien pensara que si Dios se encarnara como mujer sería únicamente para salvar a la mujer, ¡esa persona sería, en verdad, una insensata!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las dos encarnaciones completan el sentido de la encarnación). Prosiguió: “Que Dios se encarne en un hombre o en una mujer tiene un significado y una verdad que debemos buscar. Si Dios se encarnara en ambas ocasiones como hombre, la gente creería que Dios solo podría ser hombre, nunca mujer. ¿Eso no sería delimitar a Dios? Que Dios se encarne en una mujer en los últimos días nos indica que, tanto si adopta un cuerpo masculino como uno femenino, Su esencia nunca cambia: se trata del propio Dios y siempre puede expresar verdades y realizar Su obra. Esto nos aporta una comprensión más precisa de Dios. Además, la encarnación de Dios nos ayuda a entender que Él no es Dios solamente para los hombres, sino también para las mujeres. Si volviera a encarnarse en un hombre en los últimos días, habría prejuicios por siempre contra las mujeres y la gente podría llegar a pensar que Dios las aborrece, que no pueden salvarse. ¿No sería una mala interpretación? Que Dios se encarne en una mujer en los últimos días no encaja con las nociones de la gente, pero es importante y beneficioso para su salvación y su comprensión de Dios. El amor de Dios está en nosotros”.

Las palabras de Dios Todopoderoso revelaron mis nociones. Que Dios creara al hombre y a la mujer era mera palabrería para mí. Me pregunté por qué creía imposible que adoptara forma de mujer. ¿Cómo había podido ser tan ignorante? El hermano Wang me leyó luego más palabras de Dios Todopoderoso. “Dios no es sólo el Espíritu Santo, el Espíritu, el Espíritu siete veces intensificado, o el Espíritu que todo lo engloba, sino también es un ser humano, un humano normal, un humano excepcionalmente común. No es sólo varón, sino también mujer. Son parecidos en que ambos nacieron de humanos, y distintos en que uno fue concebido por el Espíritu Santo y el otro nació de un humano, aunque derivado directamente del Espíritu. Son parecidos en que ambas carnes encarnadas de Dios llevan a cabo la obra de Dios Padre, y distintos en que uno hizo la obra de redención mientras el otro hizo la de conquista. Ambos representan a Dios Padre, pero uno es el Redentor lleno de gracia y misericordia, y el otro es el Dios de la justicia lleno de ira y juicio. Uno es el Comandante Supremo que lanzó la obra de redención, mientras el otro es el Dios justo que cumple la obra de conquista. Uno es el Principio, el otro el Final. Uno es carne sin pecado, mientras el otro es carne que completa la redención, que continúa la obra y que nunca es pecaminoso. Ambos son el mismo Espíritu, pero moran en carnes diferentes y nacieron en lugares diferentes, y están separados por varios miles de años. Sin embargo, toda Su obra es mutuamente complementaria, nunca conflictiva, y se puede hablar de ellas en el mismo contexto. Ambos son personas, pero uno fue un bebé varón y el otro una niña recién nacida. Durante estos muchos años, lo que las personas han visto no es sólo el Espíritu y no sólo un ser humano, un varón, sino también muchas cosas que no están de acuerdo con las nociones humanas; así, los humanos no pueden desentrañarme totalmente. Siguen creyendo y dudando de Mí a medias, como si Yo existiera, pero como si fuera también un sueño ilusorio, razón por la cual hasta hoy, las personas siguen sin saber qué es Dios. ¿Puedes resumirme realmente en una simple frase? ¿Te atreves a decir realmente: ‘Jesús no es otro que Dios y Dios no es otro que Jesús’? ¿Eres realmente tan atrevido como para decir: ‘Dios no es otro que el Espíritu y el Espíritu no es otro que Dios’? ¿Dices tan a gusto: ‘Dios es solamente un ser humano vestido de carne’? ¿Tienes verdaderamente la valentía de afirmar: ‘La imagen de Jesús es la gran imagen de Dios’? ¿Eres capaz de usar tu elocuencia para explicar exhaustivamente el carácter y la imagen de Dios? ¿De verdad te atreves a decir: ‘Dios sólo creó a los hombres, no a las mujeres, a Su imagen’? Si dices esto, entonces ninguna mujer estaría entre Mis escogidos, ni mucho menos serían una clase de humanidad. ¿Sabes ahora realmente lo qué es Dios? ¿Es Dios un humano? ¿Es Dios un Espíritu? ¿Es Dios realmente un varón? ¿Sólo Jesús puede completar la obra que yo voy a hacer? Si sólo eliges una de las anteriores para resumir Mi esencia, entonces eres un fiel creyente extremadamente ignorante. Si obrara como carne encarnada una vez y sólo una, ¿me delimitaríais? ¿De verdad puedes entenderme por completo con sólo un vistazo? ¿De verdad puedes resumirme completamente basándote en aquello a lo que has estado expuesto toda tu vida? Si hiciera obra similar en Mis dos encarnaciones, ¿cómo me percibiríais? ¿Me dejaríais clavado en la cruz para siempre? ¿Podría ser Dios tan simple como aseguras?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cuál es tu entendimiento de Dios?). Estas palabras me conmovieron nada más oírlas. Siempre dije que Dios es el Espíritu que llena todas las cosas, omnipotente y omnipresente; así pues, ¿cómo pude delimitarlo? La primera vez se encarnó en un hombre; por ello, ¿no es completamente normal que esta vez venga como mujer? Cuando se encarna como hombre o como mujer, representa a Dios: puede expresar verdades y salvar a la humanidad. En realidad es muy simple; entonces, ¿por qué lo consideraba un gran misterio? Cuanto más lo reflexionaba, más percibía lo equivocada que estaba. Realmente no conocía a Dios, pero siempre lo delimitaba y limitaba. Era algo muy irracional.

Luego habló el hermano Shi: “Para determinar si se trata de la encarnación de Dios, la clave es comprobar si tiene esencia divina y puede expresar verdades, no basarse en el sexo o la apariencia externa. Dios Todopoderoso dice: ‘Aquel que es Dios encarnado poseerá la esencia de Dios, y Aquel que es Dios encarnado tendrá la expresión de Dios. Puesto que Dios se hace carne, Él traerá la obra que pretende llevar a cabo y puesto que se hace carne expresará lo que Él es; será, asimismo, capaz de traer la verdad al hombre, de concederle la vida y de señalarle el camino. La carne que no contiene la esencia de Dios definitivamente no es el Dios encarnado; de esto no hay duda. Si el hombre pretende investigar si es la carne encarnada de Dios, entonces debe corroborarlo a partir del carácter que Él expresa y de las palabras que Él habla. Es decir, para corroborar si es o no la carne encarnada de Dios y si es o no el camino verdadero, la persona debe discernir basándose en Su esencia. Y, así, a la hora de determinar si se trata de la carne de Dios encarnado, la clave yace en Su esencia (Su obra, Sus declaraciones, Su carácter y muchos otros aspectos), en lugar de fijarse en Su apariencia externa(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). Las palabras de Dios son muy claras. El que expresa la verdad, nos señala el camino y nos da vida es Dios en la carne. Cuando el Señor Jesús vino a obrar en la carne, parecía una persona normal; era hijo de un carpintero. Por eso muchos no lo reconocían como Dios. Entonces, ¿por qué siguió tanta gente al Señor Jesús? Porque Su obra y Sus palabras no podían ser logros humanos. Podía expresar la verdad y darnos el camino del arrepentimiento. Él era amor, misericordia y redención para la humanidad. Nadie poseía esas cosas ni podía hacer todo eso. Por tanto, el Señor Jesús era Dios encarnado. Y ahora ha llegado Dios Todopoderoso, que parece una persona normal por fuera, pero que ha expresado muchas verdades y está realizando la obra del juicio de los últimos días. Ya ha conquistado y formado un grupo de vencedores. Dios Todopoderoso ha hecho una gran obra y conmocionado al mundo entero al revelar el carácter justo de Dios a la humanidad y traernos el camino de vida eterna. Estas son cosas que no podría lograr ningún ser humano. Si lo único que consideramos es el sexo de la encarnación, pero no las verdades que expresa Dios, es una tremenda necedad y supone cometer el error de los fariseos de resistirse a Dios”.

Recordé que, durante años, muchas iglesias hablaron de que nos guardáramos de los falsos Cristos, pero nadie supo explicar claramente cómo saber si alguien es Dios en la carne. Solo Dios Todopoderoso supo aclarar este aspecto de la verdad. Me convencí del todo. También me sentía muy culpable. Llevaba siendo creyente todos esos años y leía mucho la Biblia, pero ni siquiera sabía cómo reconocer al Señor. Era como una persona mundana, que juzgaba por las apariencias y presuponía que Dios encarnado no podía ser una mujer. De haber nacido en la Era de la Gracia, habría condenado al Señor Jesús como los fariseos. Después hablamos de muchas más cosas, como los misterios del plan de gestión de Dios, las tres etapas de Su obra, cómo realiza Su obra del juicio en los últimos días para purificar y salvar al hombre, etc. Tuve una mayor certeza de que las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad y Él es el regreso del Señor Jesús. Nadie sino Dios puede revelar estos misterios de la verdad. Nadie puede purificar y salvar a otros ni nadie puede decidir el resultado y destino de las personas. Esto me abrió los ojos de verdad. Con razón aquellos hermanos y hermanas no volvían tras aceptar el Relámpago Oriental. Habían hallado la verdad en las palabras de Dios Todopoderoso y oído la voz de Dios. Habían recibido el regreso del Señor. ¿Quién querría marcharse tras hallar las huellas de Dios y asistir al banquete del Cordero? Sería una imbecilidad. Transcurrieron todos esos años. Si lo hubiera investigado antes y hubiera escuchado lo que decía el Relámpago Oriental, podría haberme liberado más pronto del dolor y haber disfrutado del agua viva de vida. Era demasiado ciega y necia y escuchaba sin pensar las tonterías del clero. Era muy arrogante, me aferraba obstinadamente a la Biblia y adoctrinaba a los hermanos y hermanas en mis nociones equivocadas, con lo que negaban y condenaban la nueva obra de Dios igual que yo. Impedía a los demás recibir el regreso del Señor. Ello me recordó la reprensión del Señor Jesús a los fariseos: “Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando(Mateo 23:13). Me comportaba justo igual que los fariseos al cerrar el reino de los cielos, no entrar y no dejar entrar. Perjudicaba a los hermanos y hermanas, era mucha maldad.

Al pensar en todas las cosas terribles que había hecho contra Dios Todopoderoso, me detesté de verdad y no pude evitar entrar corriendo a la cocina y romper a llorar. Después leí otro pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso. “Como crees en Dios, debes poner tu fe en todas Sus palabras y en toda Su obra. Es decir, como crees en Dios, debes obedecerle. Si no puedes hacerlo, entonces no importa si crees en Dios o no. Si has creído en Él muchos años, pero nunca le has obedecido y no aceptas todas Sus palabras, y, en cambio, le pides que se someta a ti y actúe según tus propias nociones, entonces eres el más rebelde de todos; eres un incrédulo. ¿Cómo podría una persona así obedecer la obra y las palabras de Dios, que no se ajustan a las nociones del hombre? Los más rebeldes de todos son los que intencionalmente desafían a Dios y se le resisten. Ellos son Sus enemigos y los anticristos. Su actitud siempre es de hostilidad hacia la nueva obra de Dios; nunca tienen la mínima tendencia a someterse y jamás se han sometido o humillado de buen grado. Se exaltan a sí mismos ante los demás y nunca se someten a nadie. Delante de Dios, consideran que son los mejores para predicar la palabra y los más hábiles para obrar en los demás. Nunca desechan los ‘tesoros’ que poseen, sino que los tratan como herencias familiares a las que adorar y las usan para predicar a los demás y sermonear a los necios que los idolatran. De hecho, hay una cierta cantidad de personas de este tipo en la iglesia. Se podría decir que son ‘héroes indómitos’, que, generación tras generación, residen temporalmente en la casa de Dios. Consideran que predicar la palabra (doctrina) es su tarea suprema. Año tras año y generación tras generación, se dedican vehementemente a hacer que su deber ‘sagrado e inquebrantable’ se cumpla. Nadie se atreve a tocarlos; ni una sola persona se atreve a reprenderlos abiertamente. Se convierten en ‘reyes’ en la casa de Dios y causan estragos mientras oprimen a los demás, era tras era. Este grupo de demonios busca unirse y derribar Mi obra; ¿cómo puedo permitir que estos demonios vivientes existan delante de Mis ojos? Ni siquiera quienes obedecen a medias pueden seguir hasta el final, ¡cuánto menos estos tiranos que no tienen ni una pizca de obediencia en su corazón!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que obedecen a Dios con un corazón sincero, con seguridad serán ganados por Él). Las duras palabras de Dios me sentaron como una puñalada al corazón. Parecía que me juzgaba cada palabra. Durante todos aquellos años pensé que, en la iglesia, nadie me superaba en fe, que era la creyente más devota. Consideraba mis sacrificios mi capital personal, como si tuviera la autoridad de una monarca en la iglesia. Tenía la última palabra en todo, fuera grande o pequeño. Los hermanos y hermanas creían en el Señor y leían la Biblia, pero era a mí a la que escuchaban. Era muy inflexible en cuanto a mis nociones sobre el recibimiento al Señor e intimidaba a los hermanos y hermanas para que no lo estudiaran. Aislé totalmente la iglesia. Los miembros de la iglesia tenían demasiado miedo como para recibir a los del Relámpago Oriental y no se atrevían a escucharlos. A algunos les gustaba mucho lo que decían, pero les daba demasiado miedo dejarles terminar por si yo los expulsaba. Descubrí que era una mala sierva que impedía que la gente recibiera al Señor. ¡Era una farisea contemporánea! Ofendí el carácter de Dios y Él me disciplinó permitiendo que enfermara. Pese a ello, no di marcha atrás y continué aferrada a mis nociones como si fueran la verdad, en vez de hacer el esfuerzo de estudiar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. ¡Tremenda arrogancia de mi parte! Hacía que, en la iglesia, todos me escucharan y consideraran mis ideas la verdad. Intentaba ocupar el lugar de Dios. ¿Eso no es ser como un anticristo, como el arcángel? Tras todos mis años como creyente, aún no conocía a Dios y lo combatía. No obstante, en vez de castigarme directamente, me paró mis malvados pies con un problema de salud e hizo que esos dos hermanos vinieran a predicarme el evangelio. La verdad, no era digna de la misericordia y salvación de Dios. Cuando me di cuenta, me embargó la gratitud y me sentí muy en deuda con Él. Me postré ante Dios llorando, y oré: “¡Dios Todopoderoso! Mis actos realmente merecen Tu condena y maldición. No merezco vivir en este mundo. Me has salvado y agraciado dejándome oír Tu voz. Dios mío, he cometido mucha maldad y no merezco pedir Tu misericordia. Solo te pido una oportunidad de expiar mis pecados, de subsanar mis transgresiones. Estoy dispuesta a pagar cualquier precio para predicar el evangelio, a fin de ayudar a Tus ovejas perdidas a hallar el camino de vuelta a Tu casa y a recibir Tu salvación”.

Durante un tiempo devoré las palabras de Dios Todopoderoso como una persona hambrienta y aprendí muchísimas verdades que no conocía, como lo que es la encarnación, lo que es la fe en Dios, lo que implica servir sinceramente a Dios, la transformación del carácter, la manera de amar y satisfacer de veras a Dios, etc. Me parecía haber aprendido mucho con todo el riego y sustento de las palabras de Dios. Estaba asistiendo de verdad al banquete del Cordero. Tenía la certeza de que esta era la aparición y obra de Dios, el camino que nos mostraba personalmente. Además, mi problema de salud desapareció sin dejar rastro. Por medio del trabajo con los hermanos y hermanas, logré que se presentaran ante Dios nuestros nueve colaboradores principales y más de 30 líderes de equipo. Luego empecé a predicar el evangelio y a cumplir con mi deber para que más creyentes pudieran recibir antes la salvación de Dios de los últimos días. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!

La cita bíblica marcada (*) ha sido traducida de AKJV.

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