El engaño y el recelo solo traen sufrimiento

4 Dic 2022

Por Zhang Han, Grecia

Me estaba formando continuamente en producción de videos en la iglesia; en junio de 2020, un día me dijo una líder que la iglesia necesitaba gente para asuntos generales y que quería trasladarme. Al enterarme, reflexioné que ese trabajo era cansado y que no lucía tan bien como mi deber de entonces, que requería habilidades. No obstante, me reconfortó saber que era porque les faltaba gente. Sin embargo, luego me enteré de que a bastantes los habían trasladado a ese deber solo porque los habían destituido y que algunos eran muy mayores. En ese momento emergieron todo tipo de malentendidos y resistencias en mi interior. Si era un trabajo no cualificado, cualquiera podía hacerlo. También pensé en los hermanos y hermanas de mi entorno a quienes siempre ascendían y les daban trabajos más importantes. Sin embargo, a punto de concluir la obra de Dios, a mí me daban un puesto así de corriente. ¿Tenía oportunidad de salvarme? No obstante, por entonces no lo admitía. Me sumí en la negatividad. Me embargaban las dudas: ¿Por qué me cambiaron de deber en realidad? ¿Era necesario para el trabajo? Nunca había gestionado los asuntos generales y no tenía esas habilidades. Puede que la líder creyera que me faltaba aptitud y que no valía la pena formarme en la producción de videos, por lo que buscó una excusa para trasladarme. No dejaba de dudar al respecto y tenía muchas ganas de saber cuál era la evaluación real de la líder sobre mí. Quería saber si era un “ascenso” o una “degradación”. Estuve bastante deprimida unos días. Sobre todo cuando pensé que, sin duda, la líder me puso en esa labor porque me faltaba aptitud, sentí que mis perspectivas de futuro eran sombrías y estaba muy triste. Me presenté ante Dios y clamé en oración: “Dios mío, no acepto esta situación en que me hallo y me embargan los malentendidos sobre Ti. No sé cómo salir adelante. Te pido esclarecimiento y guía para conocerme a mí misma y salir de este estado negativo”.

Tras orar leí este pasaje de las palabras de Dios: “Si siempre te acercas a Dios según las nociones e imaginaciones del hombre y las utilizas para evaluar todo lo que Dios hace, para evaluar las palabras y la obra de Dios, ¿esto no es encasillarlo, no es resistirse a Él? ¿Podría encajar todo lo que Dios hace con las nociones e imaginaciones del hombre? Y si no encaja, ¿tú no lo aceptas ni obedeces? En esas ocasiones, ¿cómo debes buscar la verdad? ¿Cómo debes seguir a Dios? Esto guarda relación con la verdad; se debe buscar respuesta en las palabras de Dios. Cuando la gente cree en Dios, debe mantener la posición de un ser creado. En todo momento, sin importar si Dios está oculto para ti o se te ha aparecido, sin importar si percibes el amor de Dios o no, debes saber cuáles son tus responsabilidades, obligaciones y deberes, entender estas verdades sobre la práctica. Si todavía te aferras a tus nociones y dices: ‘Si veo claro que este asunto está en consonancia con la verdad y con mis imaginaciones, obedeceré; si no lo tengo claro y no puedo corroborar que estos sean actos de Dios, primero esperaré un poco y obedeceré una vez que esté seguro de que esto lo hizo Dios’; entonces, ¿es esta una persona que obedece a Dios? No. […] ¿Cuál es el deber de un ser creado? (Estar en la posición de un ser creado, aceptar la comisión de Dios y obedecer Sus disposiciones). Así es. Y ahora que has descubierto la raíz, ¿no es fácil resolver este problema? Estar en la posición de un ser creado y obedecer al Creador, tu Dios, es la cuestión más importante que todo ser creado debe cumplir(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La sumisión a Dios es una lección fundamental para alcanzar la verdad). Con las palabras de Dios aprendí que, como ser creado, mi razonamiento más básico debe ser el de someterme a lo que Él disponga en toda situación. Aunque no lo entienda durante algún tiempo, debo orar y buscar con un corazón de aceptación y sumisión. Al comparar aquello con mi conducta, vi que ponía demasiadas condiciones a la sumisión. Normalmente, en una situación que encajara con mis nociones y no chocara con mis intereses, podía someterme y aceptarla. Pero este cambio de deber guardaba relación con mi futuro y mi destino, así que no podía someterme a él y me moría por preguntar por ello, por averiguar qué pasaba realmente. Tras años de fe, aún no tenía la más mínima sumisión a Dios. Un pequeño cambio de deber me agitó de ese modo y era así de reacia, por no hablar de que había surgido un gran problema. ¿Tenía estatura? Sentí vergüenza y bochorno al percatarme de esto, y me sentí preparada para someterme y cumplir bien mi deber.

Cuando me lancé en serio a ello, descubrí que, en contra de lo que pensaba, no era tan fácil abordar los asuntos generales como el trabajo duro. En todo momento hay principios en los que hay que entrar, y verdaderamente creía que, fuera cual fuera el trabajo, había lecciones que aprender y verdades en las que entrar. Sin embargo, con el tiempo vi que no gestionaba tan hábilmente las cosas como los demás hermanos y hermanas y que, además, era más lenta que ellos. En habilidades y eficacia, estaba muy lejos de ellos. Una noche vino una líder a hablar conmigo, y me dijo que no necesitaban a tanta gente en ese trabajo y que había un proyecto de video en el que me necesitaban. Me quedé totalmente en blanco al oír aquello. Quería preguntar a la líder los motivos concretos de mi cambio de deber, pero me pareció que no sería razonable preguntar tan bruscamente. Me tragué lo que iba a decir. Después, no paraba de acordarme de nuestra conversación y quería averiguar el motivo de mi traslado a partir de sus palabras. ¿Era ineficaz en el deber y por eso se deshacían de mí? No obstante, según ella, me necesitaban para el trabajo en video, así que quizá era un traslado normal. Pero si solo era por necesidades de trabajo, podría volver poco después y no habría necesidad de sacarme. Debía de pensar que me faltaba aptitud y que no sabía cumplir ese deber. “No necesitar mucha gente para gestionar los asuntos generales” debía de ser la excusa para echarme. Sin duda, esta hermana no me dijo que me faltaba aptitud porque no quería molestarme. En ese momento se me cayó el alma a los pies. Jamás imaginé que, tras todos mis años de fe, no sabría gestionar bien ni los asuntos generales. ¿Para qué servía? ¿Era una basura? ¿Todavía tenía esperanza de salvación en mi fe? ¿Iba a quedar en evidencia y descartada? Pero tenía muchísimos pensamientos complejos y cada vez estaba más deprimida. No escuché con atención cuando aquella hermana me habló del trabajo en video, y cuando me llevó a una reunión en la que se resumía su labor, no estuve centrada del todo. Hasta me quedé dormida al final. En esa época era negligente y perezosa en el deber, sin carga alguna. Cuando me preguntaban por mi traslado, fingía no haberlo oído y no quería responder. En realidad no quería afrontar el hecho de no haber cumplido bien ningún deber. Tenía ganas de esconderme a solas y no ver a nadie. Pasé un tiempo totalmente perdida en las tinieblas, sin ver la voluntad de Dios. Creía que mi senda de fe había llegado a su fin y sufría muchísimo.

En cierta ocasión leí unas palabras de Dios sobre cómo ven los anticristos el cambio de deber y comprendí un poco mi estado. Dios dice: “En circunstancias normales, una persona debería aceptar y someterse a los cambios en su deber. También debería reflexionar sobre sí misma, reconocer la esencia del problema y sus propios defectos. Esto es algo muy beneficioso, y es muy fácil de lograr para la gente, no es tan difícil. Los cambios en el deber no son un obstáculo insuperable; son lo suficientemente simples y cualquiera puede analizarlos con claridad y abordarlos correctamente. Cuando se realizan cambios en sus deberes, como mínimo, la gente debería someterse, beneficiarse a partir de hacer introspección, a la vez que lograr una valoración precisa acerca de si su cumplimiento del deber es adecuado. No obstante, esto no se cumple con los anticristos. Son diferentes a las personas normales, independientemente de lo que les ocurra. ¿En qué consiste tal diferencia? No obedecen, no cooperan de manera proactiva, ni buscan la verdad en lo más mínimo. Por el contrario, sienten repulsión hacia ello y se resisten, lo analizan, lo contemplan y se devanan los sesos especulando: ‘¿Por qué no se me permite cumplir este deber? ¿Por qué me transfieren a un deber de poca importancia? ¿Es esta una manera de revelarme y descartarme?’. No dejan de darle vueltas a lo sucedido en su mente, analizándolo y rumiándolo sin parar. Cuando no ha pasado nada están perfectamente bien, pero cuando sí sucede algo, eso comienza a removerse en su interior como aguas turbulentas, y la cabeza se les llena de preguntas. Por fuera, puede parecer que son mejores que los demás para analizar las cosas, pero en realidad los anticristos simplemente tienen más maldad que la gente normal. ¿Cómo se manifiesta esta maldad? Sus consideraciones son extremas, complejas y reservadas. Las cosas que no se le ocurrirían a una persona normal, una persona con conciencia y razón, son comunes para un anticristo. Cuando introduzcan una sencilla modificación en su deber, la gente debe responder con una actitud de obediencia, hacer lo que le diga la casa de Dios, lo que pueda y, sea lo que sea, lo mejor que sepa dentro de sus posibilidades, de todo corazón y con todas sus fuerzas. Lo que Dios ha hecho no es un error. Una verdad tan simple puede practicarla la gente con un poco de conciencia y racionalidad, pero esto está más allá de las posibilidades de los anticristos. Cuando se trata del cambio de los deberes, los anticristos de inmediato oponen razonamientos, argucias y resistencia, y en el fondo se niegan a aceptarlo. ¿Y qué hay en su corazón? Sospecha y duda, así que sondean a los demás utilizando toda clase de métodos. Tantean el terreno con sus palabras y sus actos, e incluso coaccionan y tientan a las personas a través de medios inescrupulosos para que digan la verdad y sean sinceros. Intentan comprenderlo: ¿Por qué los transfirieron? ¿Por qué no se les permitió cumplir con su deber? ¿Quién, exactamente, estuvo moviendo los hilos? ¿Quién estuvo intentando complicarles las cosas? En su corazón, no dejan de preguntarse por qué, de intentar entender qué está sucediendo realmente, para poder encontrar con quién discutir o arreglar cuentas. No saben cómo ir ante Dios para hacer introspección, a analizar cuál es el problema en ellos, no buscan una razón en sí mismos, y no oran a Dios, hacen introspección y dicen: ‘¿Cuál es el problema con mi manera de cumplir con el deber? ¿Será que soy descuidado y superficial y que carezco de principios? ¿Acaso ha habido algún efecto?’. En lugar de alguna vez formularse estas preguntas, constantemente dudan de Dios en su interior: ‘¿Por qué me cambiaron de deber? ¿Por qué me tratan así? ¿Por qué son tan poco razonables? ¿Por qué son injustos conmigo? ¿Por qué no piensan en mi orgullo? ¿Por qué me atacan y aíslan de esta manera?’. Todos estos ‘porqués’ son una revelación vívida del carácter y temperamento corruptos de los anticristos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12). Al leer las palabras de Dios vi que mi conducta era tan malvada como la de los anticristos. Cuando me cambiaban de deber, parecía que no pestañeaba, pero, de hecho, me hallaba en estado de agitación. Dudaba y analizaba el motivo de los cambios y el sentido real de cada palabra de las líderes en ambas ocasiones. Llegué a sospechar que me trasladaban por no tener aptitud suficiente para gestionar los asuntos generales, y malinterpreté el hecho de que Dios me hiciera pasar por varios traslados para dejarme en evidencia como una inútil y descartarme por ello. ¡Qué malvada y astuta era mi naturaleza! Le daba demasiadas vueltas a mi cambio de deber investigándolo y analizándolo, intentando averiguar, por las palabras de las líderes, su opinión real sobre mí y utilizando aquello para comprobar lo alta o baja que era mi posición en la iglesia, si de verdad me llevaba Dios en Su corazón y hasta qué punto tenía la oportunidad de salvarme y recibir bendiciones. Desconfiaba, me embargaban las dudas, era reacia y estaba tanteando, actitudes todas ellas de un anticristo. Recordé que Dios dice: “Valoro en gran manera a aquellos que no sospechan de los demás y me gustan los que aceptan de buena gana la verdad; a estas dos clases de personas les muestro gran cuidado, porque ante Mis ojos, son personas honestas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo conocer al Dios en la tierra). Los honestos piensan con sencillez. Son francos y sinceros con Dios y con la gente, sin dudas ni cautelas. Saben aceptar la verdad y buscan y meditan la voluntad de Dios es las situaciones que Él dispone. Dios permite que cada vez aprendan más y alcancen la verdad. A esas alturas entendí que mi astucia y mis dudas me hacían sentir muy deprimida y triste y me alejaban más de Dios. Oré a Dios: “Dios mío, ya no quiero vivir de acuerdo con mi carácter astuto. Estos cambios de deber no encajaban con mis nociones, pero quiero someterme y aceptarlos y aspirar a conocer Tu voluntad”.

Luego me estuve preguntando por qué reaccionaba tan enérgicamente a mis cambios de deber. Leí entonces unas palabras de Dios que me ayudaron a comprender las impurezas de mi fe. “A juzgar por la actitud y la perspectiva de un anticristo sobre un cambio en su deber, ¿dónde yace su problema? ¿Es este un gran problema? (Sí). Su mayor error es que no deberían asociar un cambio en su deber con recibir bendiciones; esto es algo que definitivamente no deberían hacer. De hecho, no hay relación entre ambos, pero como el corazón del anticristo rebosa de deseos de bendiciones, sin importar el deber que cumplan, lo asocian y relacionan con si serán bendecidos o no. Así, son incapaces de cumplir adecuadamente con su deber y solo pueden ser puestos en evidencia y descartados; esto es culpa suya, ellos mismos se embarcaron en esa senda desesperada(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12). “Era un cambio de deberes perfectamente apropiado, pero los anticristos dicen que se hace para atormentarlos, que no se les trata como a un ser humano, que la familia de Dios carece de amor, que se les trata como a una máquina a la que se recurre cuando se les necesita y se les aparta cuando no. ¿No es eso retorcer la lógica? ¿Acaso alguien que dice ese tipo de cosas tiene conciencia o razón? Carecen de humanidad. Distorsionan un asunto perfectamente razonable; tergiversan una práctica totalmente apropiada hasta convertirla en algo negativo: ¿no es esto la maldad de un anticristo? ¿Puede alguien tan malvado entender la verdad? No, en absoluto. Este es el problema de un anticristo; retorcerán la lógica de cualquier cosa que les ocurra. ¿Por qué piensan de manera retorcida? Porque son extremadamente malvados por naturaleza, malvados en esencia. La naturaleza y la esencia de un anticristo es principalmente malvada, aderezada de perversidad, y estas son sus principales características. La naturaleza malvada de los anticristos les impide comprender correctamente cualquier cosa, y en su lugar distorsionan y malinterpretan todo, se van a los extremos, hacen un alboroto, y no pueden manejar las cosas correctamente o buscar la verdad(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12). Con las palabras de Dios descubrí que me comportaba como un anticristo, pues creía inseparable mi deber del hecho de si recibiría bendiciones o no. Creía que un ascenso y un deber que consideraba más importante suponían más posibilidades de salvación. Sin embargo, una destitución o un deber que consideraba trivial me hacían pensar que tenía menos posibilidades de salvación. A causa de esta perspectiva equivocada, cuando la iglesia me cambiaba de deber, me ofendía mucho y les daba demasiadas vueltas a las cosas. No era capaz de abordarlo correctamente por miedo a perder toda esperanza de salvación y de bendiciones si no era prudente. En mi fe priorizaba las bendiciones y, ante estos traslados, lo primero en lo que pensaba era en si era un ascenso o una degradación. Si parecía un puesto inferior, creía estar siendo degradada, que quedaría en evidencia y descartada. Estaba triste y me consideraba un fracaso por una minucia. ¡Deseaba en exceso las bendiciones! Es totalmente normal que la iglesia cambie de deber a la gente. A veces es por la estatura, la aptitud o las habilidades de una persona, lo que favorecerá el trabajo de la iglesia y su propia entrada en la vida. Otras veces tiene un problema de actitud hacia el deber y vive inmersa en la corrupción, por lo que, con un cambio de deber, puede presentarse ante Dios a reflexionar, conocerse, arrepentirse delante de Él y abandonar la senda equivocada. Esta es la gran salvación de Dios. En ocasiones es lo que exige el trabajo, y es preciso hacer los cambios adecuados en el momento adecuado. La líder se atenía a las necesidades del trabajo y, como los asuntos generales me resultaban muy agotadores, me dio un deber adaptado a mis habilidades para que fuera útil. Era algo bueno. Pero, como era tan malvada y taimada por naturaleza, solo pensaba en recibir bendiciones, vinculaba los sucesos a las bendiciones y veía las cosas de forma retorcida. Creía que me cambiaban de deber para dejarme en evidencia y descartada. ¡Qué ridiculez! Tenía conceptos erróneos y reparos hacia a Dios. Así, ¿cómo podría aprender y entrar en la verdad? ¿Y cómo podría cumplir bien mi deber? Esta idea me hizo sentir cierto pesar y me odié por estar ciega y no buscar la verdad. Ya no quería ser de esa manera. Estaba dispuesta a renunciar a mi motivación por las bendiciones, a buscar la verdad en toda situación dispuesta por Dios y a cumplir mi deber.

Luego leí otro pasaje de las palabras de Dios. “Lo principal para saber si la gente puede salvarse o no es, por encima de todo, si tiene conciencia y sentido. Si la gente es capaz de seguir esta línea, tiene conciencia y sentido. La gente que es así tiene esperanza de salvación. Si se extralimita de esto, será descartada. ¿Cuál es vuestro límite? Tú dices: ‘Aunque Dios me golpee, reprenda y rechace y no me salve, no tendré ninguna queja. Seré como un buey o un caballo: seguiré sirviendo hasta el fin, retribuyendo el amor de Dios’. Todo eso suena bien, pero ¿de veras puedes lograrlo? Si realmente tienes ese temperamento y esa determinación, te lo digo claramente: tienes esperanza de salvación. Si no tienes ese temperamento, si no tienes esta conciencia y esta razón, tu servicio no llegará hasta el final. ¿Sabes cómo actuará Dios contigo? No. ¿Sabes cómo te probará Dios? Tampoco. Si careces de un fundamento, de un límite, de un medio correcto de búsqueda, y tu moralidad y tus valores no están en consonancia con la verdad, entonces, cuando te encuentres con un revés, un fracaso o pruebas y refinamiento, no sabrás mantenerte firme, en cuyo caso estarás en peligro. ¿Qué papel desempeñan la conciencia y la razón? Si dices: ‘He oído todos estos sermones y, de hecho, comprendo algo la verdad. Sin embargo, no la he puesto en práctica, no he satisfecho a Dios, Dios no me respalda; y si, al final, Él me abandona y ya no me quiere, esta será Su justicia. Aunque Dios me castigue y condene, no lo abandonaré. Dondequiera que vaya, soy una criatura de Dios, siempre creeré en Dios, y aunque tenga que trabajar como un buey o un caballo, nunca dejaré de seguirlo y no me importa cuál sea mi final’; si esta es tu auténtica determinación, bien: sabrás mantenerte firme. Si os falta esta determinación y nunca habéis pensado en estas cosas, sin duda tenéis un problema de temperamento, de conciencia y razón. Eso se debe a que, en el fondo, nunca habéis querido hacer nada por Dios. Lo único que hacéis es exigirle bendiciones. Siempre estáis calculando mentalmente qué bendiciones recibiréis por esforzaros o por padecer dificultades en la casa de Dios. Si lo único que hacéis es calcular estas cosas, a ti te resultará muy difícil mantenerte firme. Que puedas salvarte o no depende solamente de si tienes conciencia y sentido. Si no tienes conciencia y razón, no eres apto para salvarte, pues Dios no salva a demonios ni a bestias. Si decides ir por la senda de búsqueda de la verdad, si vas por la senda de Pedro, el Espíritu Santo te dará esclarecimiento y guía para comprender la verdad, provocará situaciones que te harán experimentar muchas pruebas y refinamiento, y serás perfeccionado. Si no optas por la senda de búsqueda de la verdad, sino por la de Pablo, el anticristo, lo lamento: Dios continuará probándote y examinándote. No obstante, es innegable que no resistirás el examen de Dios; cuando te ocurra algo, te quejarás de Él, y cuando seas probado, lo abandonarás. En ese momento, tu conciencia y sentido no servirán de nada, y serás descartado. Dios no salva a quienes no tienen conciencia ni sentido; son los requisitos mínimos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). La lectura de las palabras de Dios me hizo pensar en serio. Tras el cambio de deber, creí que apenas tenía esperanza de salvación. Me resistí a Dios y me quejé. Era negligente y negativa en el deber, cosa que utilizaba para desahogar mi insatisfacción. Realmente carecía de humanidad y razón y no tenía ni siquiera la conciencia más básica. Era como aquellos que dejan de cumplir su deber cuando se hunden sus esperanzas de recibir bendiciones. Sin el esclarecimiento y la guía oportunos de Dios, gracias a los cuales entendí mis motivaciones y deseos de bendiciones y vi mi feo rostro satánico una vez perdidas mis esperanzas de futuro, no quiero ni pensar lo bajo que habría caído. Seguro que habría sido incapaz de cumplir con ningún deber y al final me habría descartado Dios. Me asustaba pensar en esa posibilidad. También me di cuenta de lo decisiva que es la búsqueda subjetiva de la gente en su fe. Quienes realmente buscan a Dios son sinceros en el deber y no piden bendiciones en él ni en su fe. Están felices de servir incluso sin un buen resultado y un buen destino. Hace falta un temperamento así para soportar las pruebas de todo tipo de ambientes. Además, hallé una senda de práctica a partir de las palabras de Dios. He de someterme sea cual sea mi deber, centrarme en buscar la verdad y purificar y transformar las impurezas de mi fe.

Una vez, en mis devociones, leí un pasaje de las palabras de Dios que me aportó cierta comprensión práctica de Sus criterios de salvación. “Muchos no tienen claro lo que significa salvarse. Algunas personas creen que, cuantos más años lleven creyendo en Dios, más probabilidades tienen de salvarse. Hay quienes piensan que, cuantas más doctrinas espirituales comprendan, más probabilidades tendrán de salvarse, y los hay que creen que, desde luego, los líderes y obreros se salvarán. Todas estas son nociones y fantasías humanas. La clave de esto es que la gente debe entender lo que significa la salvación. Salvarse significa, principalmente, librarse de la influencia de Satanás, librarse del pecado y volverse a Dios y obedecerlo sinceramente. ¿Qué debéis tener para ser libres de pecado y de la influencia de Satanás? La verdad. Si la gente espera recibir la verdad, debe dotarse de muchas palabras de Dios, ser capaz de experimentarlas y practicarlas, para que pueda comprender la verdad y entrar en su realidad. Será entonces cuando podrá salvarse. No tiene nada que ver que uno pueda salvarse o no con cuánto tiempo lleve creyendo en Dios, con cuánto conocimiento tenga, con cuánto sufra ni con si posee dones o puntos fuertes. Lo único que guarda relación directa con la salvación es si una persona es capaz o no de recibir la verdad. Así pues, el día de hoy, ¿cuántas verdades has comprendido realmente? ¿Y cuántas palabras de Dios se han convertido en tu vida? De todas las exigencias de Dios, ¿en cuáles has logrado entrar? En tus años de fe en Dios, ¿cuánto has logrado entrar en la realidad de Su palabra? Si no lo sabes o no has logrado entrar en ninguna realidad de la palabra de Dios, francamente, no tienes esperanza de salvación. Es imposible que te salves(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). En las palabras de Dios descubrí que el hecho de que alguien se salve, o no, no guarda relación con su deber. La salvación depende de si ha alcanzado la verdad, de si ha rechazado el pecado y su carácter satánico y de si se somete sinceramente a Dios. Alcanzar la verdad depende de la búsqueda de la persona y de la senda que tome. Dios es justo, siempre imparcial. Sin importar la aptitud ni el deber de alguien, mientras busque la verdad y se centre en la transformación de su carácter, poco a poco podrá aprender la verdad, rechazar la corrupción y salvarse. Me acordé de un par de líderes que conocí anteriormente. Como parecían decididos a buscar y enseñaban de forma muy clara en las reuniones, suponía que era seguro que iban a salvarse. Los adulaba y admiraba. Para mi sorpresa, luego los revelaron por tomar la senda de un anticristo. Parecían fervientes en su fe y enseñaban estupendamente, pero todo era doctrina, una imagen falsa para extraviar a los demás. En realidad iban en pos de la reputación y el estatus, creando un proyecto propio y sin hacer un trabajo práctico. Por ello, la labor de la iglesia se vio gravemente interrumpida y fueron descartados. También me acordé de muchos hermanos y hermanas en deberes normales, que no impresionaban, pero que se centraban en buscar la verdad. Exhibían corrupción cuando se presentaban las cosas, pero eran capaces de reflexionar, de conocerse a sí mismos y de practicar la verdad para corregir su corrupción. Estaban transformando su carácter vital. Sin embargo, yo era creyente desde hacía años sin buscar realmente la verdad, así que aún no había entrado en su realidad. Al afrontar nada más que un pequeño cambio de deber, tenía una incomprensión y unas quejas enormes sin sumisión alguna. No podía librarme de la negatividad. Sin centrarme en buscar y practicar la verdad, a la conclusión de la obra de Dios, seguro que me habría quedado sin nada y descartada.

El hecho de pasar por estos cambios de deber me hizo entender un poco mi carácter astuto y malvado. También vi que mi perspectiva de la fe y mi motivación por las bendiciones no habían cambiado y que la salvación de una persona no guarda relación con su deber. La clave es si es capaz de buscar la verdad, si se transforma su carácter vital y si se somete a Dios.

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