Se acabaron los días de correr detrás del dinero

3 Sep 2024

Por Zheng Yi, China

Nací en una familia pobre, en la que mis padres, gente inocente y trabajadora, mantenían a la familia trabajando en el campo. De pequeño veía en el pueblo que los ricos tenían buena ropa y comida, y que los demás los admiraban y apoyaban. Les tenía envidia y creía que, si tenías dinero, lo tenías todo. Lo que yo quería era ganar mucho dinero, hasta soñaba con ello. Decidí en secreto que algún día me haría rico y que viviría una vida lujosa.

Después de casarme, para poder cumplir mi sueño lo antes posible, me mudé a la ciudad yo solo para trabajar de obrero de la construcción. Aunque trabajé varios años haciendo horas extras, mis ahorros seguían sin ser gran cosa. Reflexioné en lo más profundo de mi ser sobre que trabajar tan duro toda la vida no me llevaría a hacer realidad mis sueños. Tras pensarlo mucho, decidí contratar a otras personas y emprendí mi propio negocio de construcción. Pedí dinero prestado a amigos y familiares, compré un terreno en la ciudad y construí un edificio. Para conseguir contratos y ganar dinero rápido recurrí a contactos y a regalos para conseguir un proyecto de una empresa constructora. Para garantizar que se hiciese bien el trabajo, iba temprano todos los días a supervisar las obras, muchas veces sin desayunar, e inspeccionaba la obra por las tardes después de que terminasen los obreros. Cualquier cosa que no alcanzase el nivel de calidad se demolía y se reconstruía con horas extra. Con el tiempo, me gané la confianza de los ejecutivos de la empresa y conseguí más proyectos. Pasados dos años, había hecho algo de dinero, pagué las deudas y reformé mi casa. Sentía una dicha indescriptible por dentro. Durante el Año Nuevo Lunar, vinieron a mi casa amigos y familiares a celebrar. Algunos me decían sonriendo: “¡Jefe, hemos venido a desearte feliz Año Nuevo! Ojalá que sigan los éxitos y que tus negocios prosperen”. Otros me daban la mano y decían: “¡Confiamos todos en ti para ganar dinero!”. En momentos así me sentía el centro de atención, rodeado de admiración. Pensaba: “Tener dinero es increíble. Si tienes dinero, la gente te respeta y admira y puedes llevar una vida lujosa”. Pensar en esto me daba mucha satisfacción. Para ganar más dinero, abordé muchos más proyectos de construcción y trabajé cada día de la mañana a la noche sin descanso. Con el paso del tiempo, no podía dormir, me preocupaba que se cayese algún obrero de un andamio y hubiese accidentes, con las importantes pérdidas financieras que eso supondría. Sentía mucha presión todos los días y a menudo tenía fiebre, catarro o mareos. Aunque mido 1,73, solo pesaba unos 54 kg, hablaba con debilidad y me quedaba dormido hasta de pie. De verdad quería tomarme un descanso. Pero si dejaba de aceptar proyectos, no ganaría ni dinero ni la admiración de los demás. No me quedaba más remedio que reunir fuerzas y seguir trabajando. A medida que ganaba más y más dinero, sentía que todo el cansancio y sufrimiento merecían la pena. Y mientras la empresa prosperaba, mi mujer, que trabajaba en un muro subida a un andamio de tres pisos, se tropezó accidentalmente con una tabla y se cayó al primer piso, quedando inconsciente al momento. La llevamos corriendo al hospital y, tras atenderla una hora en urgencias, la estabilizaron y recuperó el sentido. Tuvo que estar ingresada más de un mes hasta que le dieron el alta.

Más tarde, cuando mi hermana mayor supo que mi mujer había vuelto a casa, nos hizo una visita. Compartió con nosotros la obra de Dios de los últimos días. Recuerdo que algunas de las palabras de Dios me conmovieron profundamente en ese momento. Dios Todopoderoso dice: “Desde el momento en el que llegas llorando a este mundo, comienzas a cumplir tu deber. Para el plan de Dios y Su ordenación, desempeñas tu papel y emprendes tu viaje de vida. Sean cuales sean tus antecedentes y sea cual sea el viaje que tengas por delante, nadie puede escapar de las orquestaciones y disposiciones de Cielo y nadie tiene el control de su propio destino, pues solo Aquel que gobierna sobre todas las cosas es capaz de llevar a cabo semejante obra. Desde el día en el que el hombre comenzó a existir, Dios siempre ha obrado de esta manera, gestionando el universo, dirigiendo las reglas del cambio para todas las cosas y la trayectoria de su movimiento. Como todas las cosas, el hombre, silenciosamente y sin saberlo, es alimentado por la dulzura, la lluvia y el rocío de Dios. Como todas las cosas, y sin saberlo, el hombre vive bajo la orquestación de la mano de Dios. El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, todas las cosas, vivas o muertas, se moverán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Al leer la palabra de Dios llegué a entender que el destino de todos está en Sus manos. Cuando mi mujer se cayó desde un tercer piso y sobrevivió, no fue porque tuviese suerte, sino por la protección de Dios. Pensé en los accidentes de obra que pasaban en otras empresas como la mía. Algunos obreros se caían de andamios de tres pisos y ni en el hospital los podían salvar. Otros se caían de andamios de uno o dos pisos y morían en el acto. ¿Acaso no era todo esto testamento de la palabra de Dios?: “Nadie tiene el control de su propio destino, pues solo Aquel que gobierna sobre todas las cosas es capaz de llevar a cabo semejante obra”. Que hoy mi hermana comparta con nosotros el evangelio también es obra de la soberanía de Dios. A través de su enseñanza, aprendí que tanto la humanidad como el resto de las cosas fueron creadas por Dios. Dios ha realizado tres etapas de Su obra para salvar a la humanidad, en las que lidera y provee a la humanidad hasta nuestros días. Esta obra de los últimos días es la etapa final de la obra de Dios para salvar a la humanidad, y es una oportunidad de salvación excepcional. Solo podemos tener un buen destino si creemos y adoramos a Dios ante Él. Mi mujer y yo aceptamos de buen grado el evangelio de Dios de los últimos días y desde entonces hemos participado activamente en encuentros. Durante los encuentros, los hermanos y hermanas enseñaban la palabra de Dios, lo que me llevó a entender algunas verdades que le dieron a mi corazón una paz y una calma especiales, y que aliviaron la opresión que sentía.

Más adelante, el líder vio como participaba en los encuentros de forma activa, y me quiso hacer líder de grupo para regar a tres nuevos creyentes. Pero tenía algunas dudas, porque durante el día dirigía mi negocio y por la noche llevaba las cuentas y registraba los avances. ¿De dónde iba a sacar tiempo para regar a los nuevos creyentes? No quería cumplir con este deber. Pero me sentía un poco culpable: cuando empecé a creer en Dios y estaba ocupado con mi trabajo, los hermanos y hermanas venían a regarme y a apoyarme por las tardes, ayudándome a entender la verdad por medio de las enseñanzas de la palabra de Dios. Ahora que la iglesia tenía más creyentes nuevos, pero no había gente suficiente para regarlos, tenía que poner mi grano de arena. Pensando en esto, oré a Dios, pidiéndole que me guiase y que me esclareciese para elegir correctamente. Leí estas palabras de Dios: “Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía. Es por medio del proceso de llevar a cabo su deber que el hombre es cambiado gradualmente, y es por medio de este proceso que él demuestra su lealtad. Así pues, cuanto más puedas llevar a cabo tu deber, más verdad recibirás y más real será tu expresión(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). Las palabras de Dios me ayudaron a entender que, como seres creados, llevar a cabo nuestro deber es algo perfectamente natural y justificado, ya que nuestras vidas provienen de Dios, y todo de lo que disfrutamos es un regalo de Él. Cumplir nuestro deber es como ser buenos hijos con nuestros padres: una obligación y una responsabilidad incuestionables. Si no aceptase este deber, sin duda me faltaría conciencia. Es más, el riego y apoyo a los nuevos creyentes solo era dos tardes a la semana, así que no interferiría demasiado con llevar mi negocio. Al comprender esto, acepté este deber. A veces, cuando no podía resolver los estados o nociones de los nuevos creyentes, oraba a Dios en busca de guía. Por medio de la lectura de la palabra de Dios, entendí algunas verdades sin darme cuenta. Los nuevos creyentes vieron sus estados y nociones resueltos, y mi entendimiento de la verdad de las visiones se volvió más claro. Me volví más activo en cumplir con mi deber, porque sentía que al llevar a cabo mi deber podía recibir el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo, entender más verdades, y conseguir una sensación de paz y certeza en mi corazón.

Más adelante, cuando los hermanos y hermanas vieron mi entusiasmo en perseguir la verdad, me eligieron para servir como diácono del evangelio. Me puse muy contento, ya que este deber que recaía en mí era una expresión del amor de Dios. Quería atesorar este deber y hacerlo bien. Sin embargo, dentro de mí había algunas preocupaciones: mi negocio de construcción había crecido bastante, y probablemente seguiría haciéndose más rentable. Si aceptaba el deber de diácono del evangelio, seguramente tendría menos fuerzas para dirigir la empresa, con lo que tendría menos ingresos. Me encontraba en un dilema. Entonces recordé que la obra de los últimos días es la obra final de Dios para salvar a la humanidad. Si solo me centraba en ganar dinero y dejaba de lado mi deber, ¿cómo iba a alcanzar la verdad? Así que oré a Dios, pidiéndole que me guiara para buscar la verdad y resolver mis dificultades. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “Hoy, lo que a vosotros se os exige lograr no son exigencias adicionales, sino el deber del hombre y lo que todas las personas deben hacer. Si ni siquiera sois capaces de hacer vuestro deber, o de hacerlo bien, ¿no os estáis acarreando problemas? ¿No estáis cortejando a la muerte? ¿Cómo podéis todavía esperar tener un futuro y perspectivas? La obra de Dios se hace por el bien de la humanidad, y la cooperación del hombre se entrega por el bien de la gestión de Dios. Después de que Dios haya hecho todo lo que le corresponde hacer, al hombre se le exige ser pródigo en su práctica y cooperar con Dios. En la obra de Dios, el hombre no debe escatimar esfuerzos, debe ofrecer su lealtad y no debe darse el gusto de tener numerosas nociones o sentarse pasivamente y esperar la muerte. Dios puede sacrificarse por el hombre, así que, ¿por qué no puede el hombre ofrecerle su lealtad a Dios? Dios solo tiene un corazón y una mente para con el hombre, así que, ¿por qué no puede el hombre ofrecer un poco de cooperación? Dios obra para la humanidad, así que, ¿por qué el hombre no puede llevar a cabo algo de su deber por el bien de la gestión de Dios? La obra de Dios ha llegado hasta aquí; sin embargo, vosotros veis pero no actuáis, escucháis pero no os movéis. ¿No son tales personas objetos de perdición? Dios ya le ha dedicado Su todo al hombre, así que, ¿por qué es incapaz el hombre hoy de llevar a cabo su deber con ahínco hoy? Para Dios, Su obra es Su prioridad y la obra de Su gestión es de suprema importancia. Para el hombre, poner en práctica las palabras de Dios y cumplir las exigencias de Dios son su primera prioridad. Todos vosotros deberíais entender esto(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la práctica del hombre). Leer la palabra de Dios me conmovió profundamente. Para redimir a la humanidad, Dios primero se encarnó en hombre y fue crucificado para perdonar los pecados de la humanidad. En los últimos días, Dios se volvió a hacer carne para expresar todas las verdades necesarias para la salvación completa de la humanidad, enseñando estas verdades clara y profundamente para ayudarnos a entender mejor la verdad, a alcanzarla, y conseguir la salvación. Todo lo que hace Dios es por nosotros. ¿Así que por qué no podía cumplir con mi deber para corresponder el amor de Dios? No estaba siendo nada considerado con las intenciones de Dios, y al preocuparme de que aceptar este deber afectaría a mis propios ingresos, quería rechazarlo. Mi atención estaba en cómo ganar dinero y no me importaba mi deber… ¡Era realmente egoísta y despreciable! Cuando los hermanos y hermanas me eligieron para servir como diácono del evangelio, era un deber que me había venido de Dios, una responsabilidad y una obligación, debía aceptarla y someterme. Si lo rechazaba, no sería digno de llamarme humano, y perdería la oportunidad de alcanzar la verdad y al final acabaría descartado. Aunque no podía librarme de mi apego al dinero de inmediato, quería actuar según la palabra de Dios y aceptar este deber, dando lo mejor de mí para cumplirlo bien.

Al principio, conseguía sacar tiempo para encuentros, formarme para difundir el evangelio y dar testimonio con los hermanos y hermanas. Pero, a medida que aceptaba más proyectos de construcción, acabé sacrificando tiempo que era para mi deber y los encuentros. Una vez, un propietario me pidió que construyese cuatro edificios de tres plantas, además de algunos proyectos adicionales. Dudaba: Este proyecto era grande, y todavía me tenía que preocupar de dirigir otro proyecto incompleto. Aceptar el nuevo proyecto significaría que tendría todavía menos tiempo para mi deber y para los encuentros. Intenté negociar con el propietario para posponer la fecha de inicio, pero no lo aceptó. Me sentí presionado, porque si no podía empezar a tiempo, se invalidarían los contratos firmados, lo que dañaría tanto mi reputación como mis finanzas. ¿Quién iba a confiar en mí para futuros proyectos si no podía cumplir mis compromisos? ¿Podría seguir ganando dinero sin proyectos? A pesar de mis inquietudes, al final accedí a las exigencias del propietario y estuve muy ocupado con el nuevo proyecto. A veces, cuando había demasiados problemas en la obra, simplemente echaba un vistazo a la palabra de Dios antes de salir por la mañana. Esto no solo trastornaba mi vida espiritual normal, también me dejaba sin tiempo para participar en trabajo evangélico. Durante ese periodo, al no ver resultados con el trabajo evangélico, sentí remordimientos. Llegué a una conclusión en mi corazón: sin importar lo ocupado que estuviese en adelante con el trabajo, debía priorizar asistir a los encuentros y cumplir con mi deber.

Un día, justo cuando había quedado en asistir a un encuentro, el teléfono sonó de repente mientras iba de camino. Había un problema en la obra que necesitaba mi atención inmediata. Tenía dudas: esta vez quería ir al encuentro al principio y hablar sobre el trabajo evangélico, pero ahora había surgido este problema. Si iba a atender el problema en la obra, no podría ir al encuentro… ¿no era esto engañar a Dios? ¿Pero y si no iba y el propietario se quejaba? Podría perjudicar mi reputación y mi situación financiera. Si esto seguía así, ¿como iba a gestionar mis proyectos de construcción? Decidí priorizar resolver el problema del trabajo y me prometí a mí mismo que sacaría tiempo para encuentros y para mi deber más adelante. Así que fui a la obra.

Al volver a casa por la tarde y reflexionar sobre lo que había pasado ese día, sentí remordimientos. Había planeado asistir al encuentro, pero permití que mis preocupaciones financieras interfiriesen con mi deber. Durante este periodo, mi concentración en el trabajo de construcción entorpecía el progreso de difundir el evangelio, y me di cuenta de que no había cumplido bien con mi deber. Sin embargo, si dejase de lado la construcción y dejase de ganar dinero, ¿cómo podría vivir una vida próspera y respetable? Me sentía en conflicto, me presenté ante Dios y oré: “Dios, mi corazón está afligido. Sé que creer en Ti y cumplir con mi deber es algo perfectamente natural y justificado, pero me cuesta desprenderme del dinero. Por favor, guíame para tomar la decisión correcta”. Después de orar, mi corazón se fue calmando. En mi búsqueda, leí un pasaje de la palabra de Dios: “Si en estos momentos colocase dinero en frente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos tomaríais esa decisión, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En las competencias entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro, seguramente sois conscientes de las elecciones que habéis hecho entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la paz y la alteración, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados, y así sucesivamente. […] Muchos años de dedicación y esfuerzo al parecer solo me han traído vuestro abandono y desesperación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). Lo que expuso Dios reflejaba mi estado. ¿Acaso no era yo alguien que con una mano tomaba el dinero y con la otra la verdad? Proclamé mi voluntad de cumplir con mi deber para satisfacer a Dios, y decidí en mi fuero interno rebelarme contra la carne y cumplir bien con mi deber. Sin embargo, cuando mi deber entró en conflicto con mis intereses financieros, no me pude resistir a la llamada del dinero y la fama. Sin quererlo, me encontré siguiendo mis propios deseos y eligiendo el dinero. Sabía que aceptar este gran proyecto de construcción exigiría más tiempo y esfuerzo, dejándome sin tiempo para cumplir con mi deber. Aun así, elegí aceptarlo para ganar más dinero y la admiración de los demás, aunque sabía que estaba mal. Mi corazón se había concentrado en ganar dinero, y dejé de lado seguir el trabajo evangélico durante más de un mes, paralizando la difusión del evangelio. Al tratar así el deber que me había dado Dios, realmente me ponía en deuda con Él.

Entonces, reflexioné sobre por qué no podía desprenderme del dinero, aunque sabía que cumplir con mi deber me llevaría a alcanzar la verdad. Mas tarde, en mi búsqueda, leí dos pasajes de la palabra de Dios: “Satanás usa un tipo de método muy sutil, un método muy de acuerdo con las nociones de las personas, que no es radical en absoluto, a través del cual hace que las personas acepten sin querer su forma de vivir, sus normas de vida, y para establecer metas y una dirección en la vida, y al actuar así, llegan, sin saberlo, a tener ambiciones en la vida. Independientemente de lo grandes que estas ambiciones parezcan, están inextricablemente vinculadas a la ‘fama’ y la ‘ganancia’. Todo lo que cualquier persona importante o famosa y, en realidad, todas las personas, siguen en la vida solo se relaciona con estas dos palabras: ‘fama’ y ‘ganancia’. Las personas piensan que una vez que han obtenido la fama y la ganancia, pueden sacar provecho de ellas para disfrutar de un estatus alto y de una gran riqueza, y disfrutar de la vida. Piensan que la fama y ganancia son un tipo de capital que pueden usar para obtener una vida de búsqueda del placer y disfrute excesivo de la carne. En nombre de esta fama y ganancia que tanto codicia la humanidad, de buena gana, aunque sin saberlo, las personas entregan su cuerpo, su mente, todo lo que tienen, su futuro y su destino a Satanás. Lo hacen sin dudarlo ni un momento, ignorando siempre la necesidad de recuperar todo lo que han entregado. ¿Pueden las personas conservar algún control sobre sí mismas una vez que se han refugiado en Satanás de esta manera y se vuelven leales a él? Desde luego que no. Están total y completamente controladas por Satanás. Se han hundido de un modo completo y total en un cenagal y son incapaces de liberarse a sí mismas. Una vez que alguien está atascado en la fama y la ganancia, deja de buscar lo que es brillante, lo recto o esas cosas que son hermosas y buenas. Esto se debe a que el poder seductor que la fama y la ganancia tienen sobre las personas es demasiado grande; se convierten en cosas que las personas persiguen durante toda su vida, y hasta por toda la eternidad sin fin. ¿No es esto verdad?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “De modo que Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Reflexionando sobre la palabra de Dios, llegué a entender que el propósito de Satanás al seducir a la gente para que persiga el dinero, la fama y las ganancias es corromperla y controlarla, alejando su corazón de Dios cada vez más, atrapándola finalmente en las redes de Satanás, de las que no se puede librar. Cada día, trabajaba sin descanso de sol a sol en proyectos de construcción para ganar dinero. Esto surgía de la influencia del veneno de Satanás desde mi infancia, cosas como “El dinero hace girar al mundo” o “El dinero no es omnipotente, pero sin él no se puede hacer absolutamente nada”. Creía que al tener dinero lo tenías todo, incluyendo la admiración de los demás y un estilo de vida superior. A medida que mis proyectos de construcción crecían y mis familiares y amigos me elogiaban generosamente, me convencí todavía más de que la riqueza te conseguía la admiración de la gente. Hice de la búsqueda del dinero mi meta vital, trabajando sin descanso por él cada día, viviendo en ansiedad y miedo constantes, siempre preocupado de accidentes en la obra y de sus consecuencias. Por fuera, parecía que estaba ganando dinero y fama, pero, por dentro, me sentía reprimido. Mi cuerpo sufría, y mi mujer estuvo a punto de morir. Aun así, a pesar de estas experiencias, seguía sin poder desprenderme de la búsqueda de dinero, fama y ganancias. Tras llegar a la casa de Dios, entendí que creer en Dios debía implicar perseguir la verdad. Sin embargo, era incapaz de desentrañar las artimañas de Satanás y sin querer me vi persiguiendo la fama y las ganancias. Como diácono del evangelio, mi deber era hacer bien el trabajo evangélico. No obstante, para ganar más dinero, abandoné el trabajo evangélico durante un mes, dejando de lado mi deber. La naturaleza de este comportamiento suponía engañar y traicionar a Dios. Además, me preocupaba de dirigir proyectos a diario en el trabajo, dejando de lado mi devoción espiritual y los encuentros, haciendo que mi corazón se alejase más de Dios y que mi vida sufriese pérdidas. Si seguía así, acabaría perdiendo la oportunidad de cumplir con mi deber y conseguir la salvación. Al final comprendí que perseguir el dinero, la fama y las ganancias no era una buena senda; es la forma que tiene Satanás de corromper y hacer daño a la gente, una herramienta de cautiverio que acaba llevando a ser manipulado y dañado por Satanás.

Después, leí otro pasaje de la palabra de Dios: “Lo que necesitáis no es la verdad y la vida, ni los principios de cómo conduciros; mucho menos Mi laboriosa obra. En vez de eso, lo que necesitáis es todo lo que poseéis en la carne: riqueza, estatus, familia, matrimonio y cosas así. Tenéis una actitud totalmente desdeñosa hacia Mis palabras y Mi obra, de manera que puedo resumir vuestra fe en una palabra: superficial. Haríais cualquier cosa por lograr las cosas a las que estáis absolutamente dedicados, pero he descubierto que no haríais lo mismo por el bien de los asuntos concernientes a vuestra creencia en Dios. Más bien, sois relativamente devotos y sinceros. Por esta razón, afirmo que quienes carecen de un corazón de absoluta sinceridad son un fracaso en su creencia en Dios. Pensad con cuidado: ¿Hay muchos fracasados entre vosotros?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca del destino). La palabra de Dios me ayudó a entender que creer en Dios exige perseguir la verdad y cumplir bien nuestro propio deber. Al cumplir con nuestro deber y entender la verdad, nos despojamos gradualmente de nuestro carácter corrupto y así podemos recibir la salvación de Dios. Recordé lo que el Señor Jesús dijo: “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo(Lucas 14:33). En la Era de la Gracia, Pedro no perseguía la riqueza, la fama o las ganancias. Cuando el Señor Jesús lo llamó, fue capaz de dejar atrás la pesca y siguió al Señor. Lo único que persiguió fue la verdad, cumpliendo con el deber de un ser creado, y conociéndose a sí mismo por medio de las palabras de Dios, despojándose de su carácter corrupto. Al final, dio un precioso y rotundo testimonio de Dios, fue perfeccionado por Él y le dio sentido a su vida. Al reflexionar sobre la experiencia de Pedro, entendí lo que significa para nosotros perseguir la verdad y cumplir con nuestro deber. Ahora que hemos sufrido grandes desastres, si me seguía aferrando a la búsqueda de dinero, fama y ganancias, descuidando la verdad y mi deber, sería demasiado tarde. Al final, solo conseguiría sufrir más catástrofes, lamentos y crujir de dientes. Debo seguir el ejemplo de Pedro y perseguir la verdad. No podía priorizar ganar dinero sobre llevar a cabo mi deber. Para poder asistir a reuniones con regularidad y cumplir con mi deber, hablé con mi mujer sobre la posibilidad de vender toda la maquinaria de obra a alguien y mantenernos con trabajos eventuales. Mi mujer no estaba de acuerdo al principio, pero le expliqué mis pensamientos y reflexiones, y dejó de oponerse. Después, vendí toda la maquinaria y me dediqué por completo a cumplir con mi deber. Al cumplir con mi deber, sentí la obra y la guía del Espíritu Santo al relacionarme con los hermanos y hermanas y me sentí liberado y libre. Siempre que revelaba corrupción, buscaba la verdad, reflexionando e intentando conocer mis intenciones, así como la naturaleza y las consecuencias de mis actos. Cuando podía rebelarme contra mí mismo y practicar según los principios-verdad, sentía dicha y paz interior. A través de esta experiencia, alcancé un entendimiento práctico del significado de perseguir la verdad y de llevar a cabo mi deber.

Pasado un tiempo, mientras hacía trabajos temporales, mi jefe me dijo: “Sé que puedes dirigir proyectos de construcción, aquí hay mucho trabajo y es bastante rentable. ¿Y si nos asociamos? Podemos ir a medias. Sería posible ganar cientos de miles de yuans cada uno”. Al escuchar lo que me decía mi jefe me sentí un poco tentado y pensé: “Esta es una oportunidad excepcional de ganar dinero. Si me dedico unos años a esto, podría ganar millones. Mi vida podría mejorar un poco. ¿Debería aceptar la propuesta de mi jefe?”. Pero entonces pensé otra cosa: “Si empiezo a dirigir proyectos para ganar dinero, ¿cómo voy a asistir a los encuentros y cumplir con mi deber? Perderé la oportunidad de alcanzar la verdad y la salvación de Dios. ¿No es esto una argucia de Satanás? Satanás me quiere seducir con dinero, pero no me puedo dejar engañar por sus tretas”. Así que rechacé la propuesta. Al ver lo decidido que estaba, mi jefe se fue decepcionado.

A través de estas vivencias, comprendí el daño y las consecuencias de perseguir la riqueza, la fama y las ganancias. Me di cuenta de que Satanás usa el dinero para tentar y corromper a la gente. También comprendí que Dios quiere que persigamos la verdad y nos desprendamos de las riquezas para librarnos del daño de Satanás y que podamos alcanzar la verdad y la salvación de Dios. Esto es lo más significativo y valioso. Ahora puedo dejar de lado el trabajo y el dinero y dedicarme por completo a cumplir con mi deber. Ha sido gracias a la guía de las palabras de Dios que pude conseguir este conocimiento y esta transformación. ¡Gracias a Dios!

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