¿Realmente el dinero trae la felicidad?

29 Sep 2024

Por Michael, Nueva Zelanda

Cuando tenía ocho años, mi familia sufrió un incidente imprevisto. Desde entonces, mi madre y yo dependíamos la una de la otra para salir adelante, y ella me llevó de vuelta a nuestra casa en el campo. En esa época, estábamos en la miseria. Aunque había personas que vivían en casas de varios pisos, nosotros estábamos en una choza con tejado de tejas. Envidiaba a los demás, y esperaba ganar mucho dinero cuando fuese mayor para que los dos pudiéramos tener seguridad financiera. Con tal de ganar dinero, dejé de estudiar después de la secundaria. Por aquel entonces, los hermanos y hermanas querían que me uniera a la iglesia y viviera la vida eclesial. Sin embargo, me preocupaba que estas reuniones me impidieran ganar dinero. Era muy joven, y tendría que casarme y ganarme la vida en el futuro. Necesitaría dinero para todo. Por eso, rechacé las palabras amables y los consejos de los hermanos y hermanas, y me adentré en la senda de la búsqueda del dinero, la fama y la ganancia.

Trabajé en la construcción y como cargador. Después, estudié marketing y monté un negocio con algunos familiares. Con el tiempo, el negocio fue en aumento, y la pequeña tienda con la que empezamos se convirtió en una pequeña empresa con una docena de empleados en pocos años. A esa edad me convertí en jefe y gané algo de dinero. La situación financiera de mi familia mejoró, me compré una casa, y pude cubrir todos los gastos básicos de la vida. Aunque ganaba más y más dinero y mi vida carnal estaba satisfecha, cada vez era más infeliz. Para ganar dinero, tenía que ser simpático con los clientes, halagarlos y adularlos, así que mentir y engañar a la gente se convirtió en mi rutina diaria. Nada me detenía para conseguir mis propios intereses y, desde luego, no vivía como un ser humano. En el pasado, había visto que las palabras de Dios nos dicen que seamos personas honestas. Cada vez que lo recordaba, me remordía la conciencia. Además, cada día dedicaba todo mi tiempo y energía al negocio, siempre de buen humor y buena actitud con los clientes. Cuando me llamaban para arreglar algo, iba enseguida, como si fuera una orden. Sin embargo, cuando mi madre quería que la ayudara con las tareas del hogar o hablara con ella, siempre le decía que estaba ocupado y que no me molestara. No asistía a las reuniones y apenas rezaba. Mi condición era igual que la de un ateo no creyente. Como las conexiones en el negocio eran muy importantes, todos los días pensaba en cómo mantener las relaciones con los clientes. No importaba con quienes tratara, si podían aportarme algún interés, los halagaba y utilizaba mentiras con tal de complacerlos. Me repugnaba mi propio comportamiento. Cada vez era más hipócrita y mentiroso, y llegué a tener dos caras. Cada vez me odiaba más y más, y detestaba esta forma de supervivencia.

Varios años después, cuando el COVID se extendió por el país, me contagié y me dolía mucho el cuerpo. Unas horas antes de que empezaran los síntomas, rebosaba energía, ocupado con diversos asuntos de negocios, cuando, de repente, no tenía fuerzas para levantarme. Tendido en la cama, con todos los músculos doloridos, y la cabeza a punto de explotarme. Como la fiebre alta no me bajaba, se me agrietaron los labios. Vomitaba y tenía diarrea. Me sentía fatal, como si la muerte estuviera cerca. Ahí descubrí lo frágil y pequeño que es el hombre. En ese momento, empecé a reflexionar y a pensar: “¿Por qué estaba viviendo así?”. Los acontecimientos del pasado aparecían en mi mente escena a escena, como fragmentos de una película, y pensaba: “Me he devanado los sesos para buscar formas de ganar más dinero, contando mentiras y engañando a las personas cada día. ¿De verdad vivo solo para ganar dinero y trabajar así? ¿Simplemente para satisfacer mi vanidad y amor propio, para que las personas piensen bien de mí? ¿Solo para darme el gusto de comer, beber y disfrutar? ¿Es este mi propósito en la vida? ¿En esto consiste toda mi vida? ¿De verdad voy a morir así?”. Al pensar en esto, me invadió un profundo remordimiento. Lamenté no haber creído en Dios correctamente y no haber vivido la vida eclesial desde el principio. Estaba arrepentido, y no deseaba morir así. Pensé en las palabras de Dios que había leído en el pasado: “Todo tipo de desastres sucederán, uno tras otro; todas las naciones y todos los lugares experimentarán calamidades: la plaga, el hambre, las inundaciones, la sequía y los terremotos están por todas partes. Estos desastres no ocurren solo en uno o dos lugares, ni terminarán dentro de un día o dos, sino que se extenderán sobre un área cada vez mayor y serán cada vez más severos. Durante este tiempo, surgirán, sucesivamente, toda clase de plagas de insectos, y el fenómeno del canibalismo ocurrirá en todos los lugares. Este es Mi juicio sobre todas las naciones y todos los pueblos(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 65). “Las personas gastan su vida persiguiendo el dinero y la fama; se agarran a un clavo ardiendo, pensando que son sus únicos apoyos, como si teniéndolos pudiesen seguir viviendo, eximirse de la muerte. Pero solo cuando están cerca de morir se dan cuenta de cuán lejos están estas cosas de ellas, cuán débiles son frente a la muerte, cuán fácilmente se hacen añicos, cuán solas y desamparadas están, sin ningún lugar adónde ir. Son conscientes de que la vida no puede comprarse con dinero ni fama, que no importa cuán rica sea una persona, no importa cuán elevada sea su posición, todas son igualmente pobres e insignificantes frente a la muerte. Se dan cuenta de que el dinero no puede comprar la vida, que la fama no puede borrar la muerte, que ni el dinero ni la fama pueden alargar un solo minuto, un solo segundo, la vida de una persona. Mientras más piensan eso las personas, más anhelan seguir viviendo, mientras más piensan eso las personas, más temen el acercamiento de la muerte. Sólo en este punto se dan cuenta realmente de que sus vidas no les pertenecen, de que no son ellas quienes las controlan, y de que no tienen nada que decir en cuanto a si viven o mueren, que todo esto está fuera de su control(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). De hecho, ya había leído estas palabras varias veces. Aunque tenía miedo de las calamidades, mientras no me ocurrieran a mí, siempre sentí que eran lejanas, y seguí persiguiendo la riqueza y la vida que quería, como había hecho antes. Ahora, tendido en la cama con todo el cuerpo dolorido, desesperado, comprendí que, aunque la riqueza puede traer placeres materiales a las personas, era inútil cuando se enfrentaba al COVID. Por fin me di cuenta de lo ignorante y ciego que había estado. ¡Qué terco! Al analizarlo de cerca, aunque creía en Dios, había ignorado por completo Sus palabras, y nunca detuve mi búsqueda de riqueza, fama y ganancia; esta había sido mi verdadera actitud hacia Dios y Sus palabras. Solo cuando me contagié de COVID empecé a reflexionar. Pensé en lo que dijo el Señor Jesús: “¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?(Mateo 16:26). Por fin comprendí de primera mano lo que significaban estas palabras. ¡La vida no se puede comprar con dinero! Conseguí darme la vuelta en la cama y me arrodillé para orar: “Dios Todopoderoso, soy muy ignorante y ciego. Solo puedo culparme a mí mismo por haber llegado a este punto de mi vida. Me has estado salvando todo este tiempo, usando a los hermanos y hermanas para invitarme repetidamente a participar en la vida eclesial, pero nunca quise aceptarlo, y rechacé Tu salvación. Dios, estoy muy arrepentido. Ahora comprendo que el dinero no puede comprar ni la salud ni la vida. Siempre he perseguido el dinero, lo quería para mejorar mi vida, pero para ganar ese dinero, he vivido en el agotamiento físico y emocional, y casi me mata. No quiero seguir viviendo con este dolor. No quiero seguir viviendo como un hipócrita en este ambiente de decepción mutua que está repleto de engaños y mentiras. Dios, por favor, perdóname y dame otra oportunidad. ¡Por favor, sálvame!”. Así fue como oré y me arrepentí. Aunque mi dolor físico no disminuyó ni un poco, en ese momento, mi corazón se sintió tan cálido como un niño acurrucado en el abrazo de sus padres.

Al día siguiente, mi madre se enteró de que me había contagiado y vino a cuidarme. Me leyó muchas palabras de Dios Todopoderoso, y algunas me impresionaron profundamente. Dios Todopoderoso dice: “De modo que Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “‘Por dinero baila el perro’ es una filosofía de Satanás. Prevalece en toda la humanidad, en cada sociedad humana; podríais decir que es una tendencia. Esto se debe a que se ha introducido en el corazón de cada persona que, al principio, no aceptaba este dicho, pero luego lo aceptó tácitamente cuando entró en contacto con la vida real, y empezó a sentir que estas palabras eran de hecho ciertas. ¿Acaso no es este un proceso por el que Satanás corrompe al hombre? Quizás las personas no entiendan este dicho en el mismo grado, pero cada uno tiene diferentes grados de interpretación y reconocimiento de este dicho en base a cosas que han acontecido a su alrededor y a sus propias experiencias personales, ¿no es ese el caso? Independientemente de cuánta experiencia tenga alguien con este dicho, ¿cuál es el efecto negativo que puede producir en el corazón de alguien? Algo es revelado por medio del carácter humano de las personas en este mundo, incluyéndoos a todos y cada uno de vosotros. ¿Qué es? Es la adoración al dinero. ¿Es difícil eliminar esto del corazón de alguien? ¡Es muy difícil! ¡Parece que la corrupción del hombre por parte de Satanás es realmente profunda! Satanás utiliza el dinero para tentar a la gente y la corrompe para que adore el dinero y venere las cosas materiales. ¿Cómo se manifiesta esta adoración por el dinero en las personas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio en su búsqueda del dinero? ¿No sacrifican muchos su dignidad y su personalidad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios por culpa del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas? ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña maliciosa?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). Al leer las palabras de Dios Todopoderoso, sentí que cada frase era verdad. Las palabras que Él pronunciaba eran muy ciertas y llegaban hasta lo más profundo de mi corazón. Era tal como Dios había expuesto: siempre adorando al dinero, actuando con la idea de “el dinero por encima de todo”. Creía que con el dinero lo tendría todo y podría llevar una vida de lujo, vivir como quisiera y que los demás pensaran que era importante, mientras que, sin dinero, no podría hacer nada. A través de lo que las palabras de Dios mostraban, vi la malevolencia y los motivos despreciables de Satanás. Satanás utilizaba el dinero, la fama y la ganancia para controlar mi mente, haciendo que me perdiera profundamente en estas cosas. Convirtió la búsqueda de dinero en la meta y la dirección que perseguía en la vida, haciéndome así evitar y traicionar a Dios. Me volví cada vez más mentiroso, perverso y codicioso, preparándome para ser destruido junto con Satanás al final. En el pasado, siempre había vivido según las ideas que Satanás me inculcó, con la mente enfocada únicamente en el dinero, la fama y la ganancia. Creía que las personas no podían hacer nada sin dinero, y que los que tenían dinero podían disfrutar de una vida mejor y conseguir que los demás pensaran bien de ellos. Esta creencia, aparentemente simple, me ataba con cadenas invisibles, manteniéndome con firmeza bajo el control de Satanás, sin el más mínimo coraje para liberarme. Así es como Satanás me había engañado y corrompido. Por el dinero, la fama y la ganancia, me volví indiferente y despiadado, haciendo las cosas de cualquier manera, lleno de mentiras y engaños. No vivía, en absoluto, como un ser humano. Después de ganar algo de dinero, me fui de viaje por el mundo, con ganas de aliviar mi dolor. Pero solo fue un alivio temporal. Aunque había puesto toda mi energía y tiempo en el trabajo, queriendo que esto enriqueciera mi vida, nunca pude deshacerme del vacío que sentía por dentro. Fueron las palabras de Dios las que despertaron mi corazón. Empecé a examinar de cerca mis afanes, y no quería seguir en busca del dinero, la fama y la ganancia. Estas cosas no eran tan omnipresentes como había imaginado. Cuando estaba tendido en la cama, incapaz de levantarme, los placeres materiales y el dinero me parecían insignificantes. El dinero no puede salvar al hombre y no es la raíz de su existencia. No nos libera del dolor.

Entonces, empecé a buscar cómo debía actuar para vivir una vida de valor y sentido. En ese momento, leí estas palabras de Dios: “Como alguien que es normal y que busca el amor a Dios, la entrada al reino para convertirse en uno del pueblo de Dios es vuestro verdadero futuro, y es una vida que tiene el mayor valor y significado; nadie está más bendecido que vosotros. ¿Por qué digo esto? Porque los que no creen en Dios viven para la carne y viven para Satanás, pero hoy vivís para Dios y vivís para seguir la voluntad de Dios. Es por esto que digo que vuestras vidas tienen el mayor significado. Solo este grupo de personas, que Dios ha seleccionado, puede vivir una vida con gran significado: Nadie más en la tierra puede vivir una vida de tal valor y significado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Conoce la obra más reciente de Dios y sigue Sus huellas). “No importa el deber que desempeñe uno, cumplirlo es lo más correcto, lo más bello y recto que podría hacer entre la especie humana. Como seres creados, las personas deben ejecutar su deber y, solo entonces, pueden recibir la aprobación del Creador. Los seres creados viven bajo el dominio del Creador y aceptan todo lo que Dios les proporciona, todo lo que viene de Él, así que deben cumplir con sus responsabilidades y obligaciones. Es perfectamente natural y está totalmente justificado y ha sido ordenado por Dios. Esto evidencia que, para la gente, cumplir el deber de un ser creado es más recto, hermoso y noble que ninguna otra cosa que se haga mientras se viva en la tierra; no hay nada en la humanidad más importante ni digno y nada aporta mayor sentido y valor a la vida de una persona creada que cumplir el deber de un ser creado. En la tierra, solo el grupo de personas que cumplen verdadera y sinceramente el deber de un ser creado es el que se somete al Creador. Este grupo no sigue las tendencias mundanas; se someten al liderazgo y la guía de Dios, solo escuchan las palabras del Creador, aceptan las verdades expresadas por Él y viven según Sus palabras. Este es el testimonio más auténtico y rotundo y es el mejor testimonio de creencia en Dios. Para un ser creado, poder cumplir su deber como tal, poder satisfacer al Creador, es lo más hermoso entre la humanidad y algo que se debe difundir como una historia que todos elogien. Cualquier cosa que el Creador encomiende a los seres creados debe ser aceptada incondicionalmente por ellos; para la especie humana es una cuestión tanto de felicidad como de privilegio y, para todo aquel que cumpla el deber de un ser creado, nada es más hermoso ni digno de conmemoración; es algo positivo(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Al leer las palabras de Dios, encontré una dirección en la vida. Entendí que, como ser creado, uno debe vivir para perseguir la verdad, satisfacer las intenciones de Dios y obtener la aprobación del Creador. Como ser creado, uno debe asumir su deber y cumplir con su responsabilidad; no hay nada más valioso o significativo que esto. Al seguir a Satanás y perseguir el dinero, la fama y la ganancia, no solo no se consigue la verdadera felicidad, sino que también se vuelve más egoísta y codicioso. Al final, caerán totalmente en las garras de Satanás y sufrirán un dolor infinito. Ahora, la obra de Dios de los últimos días estaba casi finalizada; si no aprovechaba esta oportunidad para creer en Dios correctamente, era demasiado tonto. No quería seguir sufriendo por las ideas que Satanás me había inculcado, y decidí romper con esta vida de dolor. Al tercer día tendido en la cama, todavía tenía fiebre, pero no tanto dolor. Le dije a mi madre: “Quiero asistir a las reuniones”. Al poco tiempo, empecé a vivir la vida eclesial y di las gracias a Dios en mi corazón. Dios me había dado otra oportunidad de volver a Su casa, y debía valorarla como es debido; no podía fallar en estar a la altura de Sus intenciones.

Sin embargo, seguía teniendo un dilema. Tenía algunos clientes antiguos en el negocio, y, aunque ya no intentaba expandirlo desesperadamente, seguía invirtiendo mi energía en él. Me sentía incómodo en las reuniones, incapaz de calmar mi corazón ante Dios. Cuando terminaban las reuniones, cogía el teléfono y solo veía llamadas perdidas y mensajes de clientes. En cada reunión experimentaba todo tipo de perturbaciones. Recuerdo que una vez estaba de camino a una reunión y recibí una llamada de un cliente que necesitaba con urgencia unos productos. Casi había llegado al lugar donde nos reuníamos, pero, ante la presión del cliente, fui al lugar de reunión e informé a los hermanos y hermanas de que había surgido algo, y me fui corriendo. Sentía que esto interfería demasiado con las reuniones, y quería desprenderme del negocio, pero tenía muchos conflictos. En el pasado, me pasaba el día de reuniones con clientes, manteniendo las relaciones con ellos como fuera. Si paraba ahora y desperdiciaba todos mis esfuerzos del pasado, sería una verdadera lástima. Quería asistir a las reuniones, pero no podía desprenderme del dinero, así que oré a Dios y le pedí que me mostrara una salida.

Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Si en estos momentos colocase dinero en frente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos tomaríais esa decisión, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En las competencias entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro, seguramente sois conscientes de las elecciones que habéis hecho entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la paz y la alteración, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados, y así sucesivamente. Entre una familia pacífica y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla; entre el lujo y la pobreza, elegisteis lo primero; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, una vez más, elegisteis la primera. Al enfrentarme a toda forma de malas acciones de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros. Estoy absolutamente asombrado de que vuestro corazón se resista tanto a ablandarse. Muchos años de dedicación y esfuerzo al parecer solo me han traído vuestro abandono y desesperación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo lo primero? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable? ¿Tendrían vuestros corazones un ápice de calidez? ¿Seguiríais sin ser conscientes de qué hacer para consolar a Mi corazón? En este momento, ¿qué escogéis? ¿Os someteréis a Mis palabras o sentiréis aversión por ellas?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). Tras leer las palabras de Dios, me di cuenta de que, tal como Dios dijo, yo era alguien que se aferraba al dinero en una mano y a la verdad en la otra. Aunque sabía claramente que el dinero no podía salvar la vida del hombre, que no era la raíz de la existencia humana, y que no liberaba a las personas del dolor, no podía resistir la tentación. Si tenía asuntos pendientes que entraban en conflicto con las reuniones, anteponía el dinero y era incapaz de tomar la decisión correcta. ¿De verdad era tan terco e insensato? Era tal como las palabras de Dios habían expuesto: “Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir”. Mi corazón era tan intransigente y obstinado, que no comprendía en absoluto la consideración de Dios, y no había entendido del todo cómo Dios persiste en esperar al hombre. Quería creer en Dios correctamente: ya no podía dejar de cumplir Sus intenciones. Sin embargo, sabía que mi estatura era pequeña y que no podía superar esto por mi cuenta. Oré a Dios con urgencia: “¡Dios! Quiero liberarme de esta vida. Estoy ocupado trabajando y ganando dinero todo el día, y soy incapaz de leer con calma Tus palabras y reunirme. Vivir así ha afectado seriamente mi vida eclesial. Dios, por favor, muéstrame una salida. Realmente quiero cambiar; por favor, dame la fe y la fuerza para liberarme de esta vida de dolor”.

Más tarde, en una reunión, leí dos pasajes de las palabras de Dios que me llegaron profundamente al corazón. Las palabras de Dios decían: “Las personas jóvenes no deberían tener los ojos llenos de engaño y de prejuicio hacia los demás, y las personas jóvenes no deberían llevar a cabo actos destructivos y abominables. No deberían carecer de ideales, de aspiraciones ni de un deseo entusiasta por superarse; no deberían desanimarse respecto a sus planes ni perder la esperanza en la vida ni la confianza en el futuro; deberían tener la perseverancia de seguir el camino de la verdad que han escogido ahora para hacer realidad su deseo de dedicar toda su vida a Mí. No deberían carecer de la verdad ni albergar hipocresía e injusticia, sino mantenerse firmes en la postura apropiada. No deberían simplemente dejarse llevar, sino tener el espíritu de atreverse a hacer sacrificios y luchar por la justicia y la verdad. Las personas jóvenes deberían tener la valentía de no sucumbir ante la opresión de las fuerzas de la oscuridad y de transformar el sentido de su existencia. Las personas jóvenes no deberían resignarse a la adversidad, sino ser abiertos y francos, con un espíritu de perdón hacia sus hermanos y hermanas. […] Las personas jóvenes no deberían carecer de la determinación para ejercer el discernimiento en los asuntos ni para buscar la justicia y la verdad. Deberíais ir tras todas las cosas bellas y buenas, y obtener la realidad de todas las cosas positivas. Deberíais ser responsables de vuestra vida y no tomárosla a la ligera(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Palabras para los jóvenes y los viejos). “¡Despertad, hermanos! ¡Despertad, hermanas! Mi día no se retrasará; ¡el tiempo es vida, y aprovechar el tiempo es salvar la vida! ¡El tiempo no está muy lejos! Si reprobáis los exámenes de ingreso para la universidad, podéis estudiar e intentar otra vez cuantas veces queráis. Sin embargo, Mi día no tolerará más demora. ¡Recordad! ¡Recordad! Os exhorto con estas buenas palabras. El fin del mundo se desarrolla ante vuestros propios ojos, y grandes desastres se acercan rápidamente. ¿Qué es más importante: vuestra vida o dormir, comer, beber y vestirse? Ha llegado el momento de que sopeséis estas cosas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 30). Al leer estas palabras de Dios, mi corazón se conmovió y pensé: “Ya he perdido varias oportunidades, y no recuperaré ese tiempo. Ahora, la situación en todos los países es complicada, con terremotos, guerras, la pandemia y otros desastres naturales y causados por el hombre. No tendré muchas más oportunidades para perseguir la verdad y seguir a Dios. Si sigo sin aprovecharlas, puede que sea para siempre; puede que nunca tenga otra oportunidad. ¿De verdad voy a esperar a enfrentarme a la muerte para creer en Dios? ¿No será demasiado tarde? ¿Qué es más importante, ganar dinero o mi vida? Es hora de que considere todo esto”. Pude comprender las intenciones y exigencias de Dios para los jóvenes a partir de Sus palabras: “Las personas jóvenes deberían tener la valentía de no sucumbir ante la opresión de las fuerzas de la oscuridad y de transformar el sentido de su existencia(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Palabras para los jóvenes y los viejos). Las palabras de Dios me dieron fe y fuerza. Ya no podía seguir siendo terco y necio. No debía vivir para el dinero, la fama y la ganancia; lo que debía hacer era seguir el camino de la fe en Dios y perseguir la verdad. Necesitaba poner fin a mi vida pasada, así que decidí dejar el negocio.

Entonces, les comenté la idea a mis familiares. Hicieron todo lo posible para convencerme de lo contrario, indicando que me subirían el sueldo de fin de año y el sueldo base. De esa forma, ganaría más de 10000 yuanes al mes, y sumado a la paga extra de final de año, conseguiría casi 200000 yuanes en un año. Era mucho dinero para alguien de una ciudad pequeña. Estuve muy tentado, y aunque la oferta era atractiva, ya había tomado una decisión. No quería seguir viviendo esta vida de aferrarme al dinero en una mano y a la verdad en la otra. Más tarde, leí más palabras de Dios: “Si tienes una posición alta, una reputación honorable, si posees un conocimiento abundante, si tienes muchas propiedades y muchas personas te apoyan, pero estas cosas no te impiden venir ante Dios para aceptar Su llamamiento y Su comisión, para hacer lo que te Él pide, entonces todo lo que haces será la causa más significativa de la tierra y el proyecto más justo de la humanidad. Si rechazas la llamada de Dios por causa de tu estatus o de tus propios objetivos, todo lo que hagas será maldito y será incluso detestado por Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios preside el destino de toda la humanidad). En el pasado, vivía para mi carne y para Satanás, solo me enfocaba en el dinero, la fama y la ganancia. Como resultado, me volví cada vez más perverso y corrupto, alejándome más y más de Dios y pasando los días como un muerto en vida. Ahora, quería cambiar mi forma de vida y seguir a Dios de corazón.

Más tarde, mis familiares me insistieron a quedarme una vez más, y como sabía que era Satanás quien los usaba para impedirme ir ante Dios, oré a Dios y le pedí que me mostrara una salida: “Dios, no quiero seguir persiguiendo el dinero, la fama y la ganancia, y seguir la senda equivocada. Quiero vivir una vida de sentido y valor. ¡Por favor, guíame y dame la fe para vencer esta tentación de Satanás!”. Entendí que era la forma que tenía Satanás de seducirme y conquistarme, así que con una carcajada, le dije a mis familiares, “Sé que sus intenciones son buenas, pero quiero aventurarme en el mundo mientras soy joven y no depender siempre de familiares y amigos. Ya lo he decidido: voy a emprender mi propio camino”. Mis familiares vieron que había tomado una decisión y la respetaron. Entendí que era Dios mostrándome una salida, y aproveché esta oportunidad para desprenderme de mi trabajo. Después de eso, pude creer en Dios y asistir a las reuniones con tranquilidad, y empecé a cumplir con mi deber. Al interactuar con los hermanos y las hermanas, ya no tenía que ponerme una máscara ni actuar de forma hipócrita como cuando tenía el negocio. En la iglesia, podía quitarme todas las cargas y pretensiones. Si tenía algún problema, podía rezar a Dios, abrir mi corazón a los hermanos y las hermanas y comunicarme con ellos, y me ayudarían de manera honesta y de corazón. Podía sentir lo genuinos y amables que eran los hermanos y las hermanas, y sentía calidez. Eran sentimientos que no había sentido antes. Era muy feliz viviendo así, ¡y esa paz y alegría eran cosas que ninguna cantidad de dinero podía comprar! Ahora, he encontrado un trabajo fácil y común, y para mí es suficiente tener ropa y comida. Dedico mi tiempo y mi energía a lo que tiene más sentido y valor: perseguir la verdad y cumplir bien con mi deber. Gracias, Dios, por permitirme contraer el COVID y despertar mi adormecido corazón, y por ayudarme a ver con claridad el camino y la dirección de mi vida, y a tomar la decisión más correcta.

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