Bendecida por medio de una desgracia
Por Du Juan, Japón Dios Todopoderoso dice: “Cuando uno mira atrás el camino que ha recorrido, cuando uno rememora cada fase de su viaje, ve...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Nací en el seno de una familia rural pobre y provinciana. Incluso de niño, mi padre me exigía que estudiara mucho para, en un futuro, poder entrar en una buena universidad, tener buenas oportunidades y por lo tanto disfrutar de una vida próspera. Sin embargo, las cosas no salieron según lo planeado. Suspendí el examen de ingreso de secundaria tres años seguidos. Esto me dejó confundido acerca de mi senda futura en la vida, y perdí la confianza. Por entonces tuve mucho estrés mental y mucho dolor. Así fue hasta el cuarto año, cuando por fin me admitieron en una escuela de Ingeniería Ferroviaria; tras graduarme, conseguí un empleo seguro en una oficina de la Agencia Ferroviaria.
En marzo de 1999, mi esposa y yo aceptamos la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Yo cumplía con mi deber y participaba activamente en la vida de iglesia, y seis meses después me eligieron para liderarla. Sin embargo, una vez líder, al pasar más tiempo en reuniones y en el deber, surgieron conflictos con mi trabajo. Para no perderme reuniones, tenía que pedir varias licencias al mes. Aparte de las deducciones salariales, también perdía mi bonificación a fin de mes. Mi jefe, descontento, me dijo, “Acabas de empezar en este empleo, así que debes desempeñarte bien. Si siempre pides licencias, perderás gran parte de tu sueldo y tu bonificación; ¿no es una estupidez? Te he cuidado mucho, pero si sigues pidiendo licencias constantemente, será difícil ascenderte”. Luego, al volver a pedir licencia, me sentí muy incómodo. Pensé: “Mi jefe es bueno conmigo. Si me tomo días libres constantemente y le doy una mala impresión, será difícil ascender. No puedo pedir licencia esta vez o mi jefe no estará contento conmigo”. No obstante, reflexioné que, como líder de la iglesia, si no iba a las reuniones, no sabría mucho de la labor de la iglesia o los estados de mis hermanos y hermanas; entonces, ¿cómo podría hacer bien el trabajo de la iglesia? Por eso estaba muy conflictuado. No tenía forma de superar eso así que, varias veces, decidí quedarme en el trabajo. Esto ocasionó que el trabajo de la iglesia se retrasara, y yo me sentía muy culpable por ello.
En una ocasión, mi líder superior me notificó una reunión de colaboradores, y de nuevo comencé a sentirme conflictuado, por lo que oré a Dios para buscar Su intención. Leí entonces un pasaje de Su palabra: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla. […] Todo lo que las personas hacen exige un determinado precio en sus esfuerzos. Sin dificultades reales no pueden satisfacer a Dios; ni siquiera se acercan a ello, ¡y solo están repitiendo eslóganes vacíos! ¿Pueden estos eslóganes vacíos satisfacer a Dios? Cuando Él y Satanás luchan en el reino espiritual, ¿cómo deberías satisfacer a Dios? Y ¿cómo deberías mantenerte firme en el testimonio de Él? Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio. Aunque parezcan no ser importantes desde fuera, cuando estas cosas ocurren muestran si amas o no a Dios. Si lo haces, serás capaz de mantenerte firme en tu testimonio de Él y, si no has puesto en práctica el amor a Dios, esto muestra que no eres alguien que pone en práctica la verdad, que no tienes la verdad ni tienes la vida, ¡que eres cascarilla!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). En la palabra de Dios vi que, a simple vista, las personas, los acontecimientos y las cosas que nos encontramos todos los días parecen ser interacciones humanas. Sin embargo, detrás de ellas está la apuesta de Satanás con Dios, y hemos de mantenernos firmes en nuestro testimonio de Dios. Cuando a Job le llegaron las pruebas, perdió toda su riqueza de un día para otro. En la superficie, parecía que habían sido unos ladrones los que le habían robado sus bienes, pero la tentación y el ataque de Satanás estaban detrás de ello. Como Job se mantuvo firme en el testimonio de Dios, Satanás se replegó humillado. Yo me había encontrado frente a una elección entre ir a trabajar y asistir a una reunión, y había sentido las limitaciones de lo que mi jefe me había dicho. En la superficie, mi jefe había dicho, desde su preocupación y cuidado hacia mí, que quería ascenderme. Pero, en realidad, la perturbación de Satanás estaba detrás de ello. Con la reputación y la fortuna, Satanás me tentaba a centrarme solamente en trabajar y ganar dinero. El objetivo era destruir mi relación normal con Dios y alejarme de Él para que yo no tuviera tiempo de reunirme o cumplir mi deber. Detrás de esto estaba la malvada intención de Satanás. Mientras lo pensaba, oré a Dios para que nunca permitiera que el plan de Satanás tuviera éxito. Luego, tuve el valor de pedirle la licencia a mi jefe y asistí a la reunión de colaboradores.
Conforme había más y más trabajo en la iglesia, había que organizar y ejecutar pronto muchas cosas. Si quería cumplir bien mi deber, tendría que tomarme más tiempo libre. En esa época estaba muy atormentado, y muchas veces no podía superarlo, lo que afectaba al trabajo de la iglesia como resultado. En ocasiones, pensaba que podía dejar mi empleo para no demorar el trabajo de la iglesia, pero me preocupaba que, en tal caso, me fuera imposible tener una vida próspera. Era un empleo tan bueno que me sentía reacio a dejarlo, y era como si hubiera un constante tira y afloja dentro de mí. Al llegar a casa le dije a mi esposa que quería renunciar a mi empleo, y compartí mis pensamientos. Le dije, “No soporto la idea de renunciar a este empleo. Invertí muchos años de estudio duro para este empleo seguro y el sueldo es alto. Si lo dejo, ¿qué pensarán de mí mis familiares, amigos y compañeros de clase? Mis padres ciertamente se enfurecerán cuando se enteren. Además, si dejo el empleo, probablemente seamos pobres el resto de nuestras vidas. Pero ahora ya he leído muchas palabras de Dios Todopoderoso y entiendo las intenciones de Dios. Los hermanos y hermanas me han elegido líder de la iglesia. Si por mi trabajo demoro el trabajo de la iglesia, ¿no estoy abandonando mi deber?”. Tras escucharme, mi esposa me pidió que orara más a Dios y decidiera por mí mismo. Aquella noche daba vueltas en la cama y no me dormía, así que oré a Dios para pedirle que me guiara. Un día leí en la palabra de Dios Todopoderoso: “¿Quién puede en verdad esforzarse verdadera y enteramente por Mí y ofrecer su todo por Mi bien? Todos sois tibios, vuestros pensamientos dan vueltas y vueltas, pensáis en el hogar, en el mundo exterior, en la comida y en la ropa. A pesar de que estás aquí, delante de Mí, haciendo cosas para Mí, en el fondo, sigues pensando en tu esposa, tus hijos y tus padres, que están en casa. ¿Son todas estas cosas tu propiedad? ¿Por qué no las encomiendas a Mis manos? ¿No tienes suficiente fe en Mí? ¿O es que tienes miedo de que Yo haga disposiciones inapropiadas para ti? ¿Por qué siempre te preocupas de la familia de tu carne y echas de menos a tus seres queridos? ¿Ocupo Yo un lugar determinado en tu corazón? Sigues hablando de permitirme tener dominio sobre ti y de permitirme ocupar todo tu ser; ¡estas son todas mentiras engañosas! ¿Cuántos de vosotros estáis comprometidos con la iglesia con todo vuestro corazón? ¿Y quién de entre vosotros no piensa en sí mismo, sino que está actuando a favor del reino de hoy? Piensa muy detenidamente en esto” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 59). La palabra de Dios expone que, cuando la gente no tiene auténtica fe en Dios, no se atreve a poner su futuro y su porvenir en Sus manos. Siempre se preocupa y hace planes para su carne por miedo a que Dios no disponga bien las cosas. Esa gente no lleva a Dios en el corazón. ¿Acaso yo tampoco tenía fe en Dios? Siempre me preocupaba que, si dejaba el trabajo, las limitaciones financieras no me permitieran vivir. Tenía muy poca fe en Dios. No tenía la más mínima comprensión real de la soberanía de Dios sobre todas las cosas. Recordé lo que manifestó el Señor Jesús: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?” (Mateo 6:26). “Buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Era capaz de recitar estos versículos y a menudo usaba estas palabras para exhortar a otras personas, pero cuando realmente me pasaban las cosas a mí, no tenía auténtica fe en Dios. Al meditar las palabras de Dios, comprendí que el futuro y el porvenir de todos están en Sus manos y que Él siempre dispone cosas convenientes. Dios ha prometido que no maltratará a aquellos que se esfuercen sinceramente por Él. ¿Por qué no tenía yo esa confianza en Dios? En ese momento quería dejar mi empleo inmediatamente y cumplir bien con el deber. No obstante, al llegar a la oficina, mis compañeros estaban hablando de sus aumentos y bonificaciones, y empecé a dudar, reacio a renunciar a mi empleo. Como sabía que había que pagar un precio por practicar la verdad, oré a Dios para pedirle que me guiara para vencer la carne y poder dejar mi empleo y cumplir bien con mi deber.
Poco después viví algo aterrador que me hizo reflexionar sobre mi senda futura en la vida. Una noche, estaba trabajando con el maquinista, el supervisor de vías y otros para unir unos vagones. Estaba subido a la escalerilla de un tren en marcha dándole instrucciones por el walkie-talkie al maquinista de cómo unir el vagón. El tren se movía muy rápido. De acuerdo con el procedimiento de trabajo, di la orden de frenar cuando estábamos a diez vagones de distancia del vagón que íbamos a unir. Pero el maquinista no redujo la marcha y vi con impotencia que el tren iba a chocar con el vagón aparcado en la vía. Se movía tan rápido que no pude saltar y tan solo pude darme vuelta rápidamente e ir desde la escalerilla al interior del vagón en el que estaba. Cerré los ojos, agarrado al lateral del vagón para no salir despedido, y clamé una y otra vez a Dios Todopoderoso en mi interior. El tren y el vagón chocaron con un fuerte ruido. Al asistente del maquinista se le fracturó el brazo, y lo llevaron deprisa al hospital para que lo trataran esa noche. Yo estaba más asustado que herido; no tenía ni un rasguño. Después de ello, cuanto más lo pensaba, ¡más aterrado estaba por lo que había pasado! Muchos especialistas en la profesión de cambios de vía tenían accidentes. Algunos terminaban con los brazos o con las piernas destrozadas… Ante el peligro, un empleo seguro no podía proteger a las personas ni preservar su vida. Perseguir el dinero solo podía aportar un goce carnal temporal. Si perdía el cuidado y la protección de Dios por el afán de ganar dinero, al mismo tiempo que arriesgaba mi vida, ¿de qué servía este empleo seguro? No podía seguir dejando que mi trabajo fijo me dificultara el deber. Decidí vivir según la palabra de Dios, confiarle todo cuanto tenía, recurrir a Él y someterme a Su soberanía y Sus arreglos. Recordé unas palabras de Dios: “Como alguien que es normal y que busca el amor por Dios, la entrada al reino para convertirse en uno del pueblo de Dios es vuestro verdadero futuro, y es una vida que tiene el mayor valor y significado; nadie está más bendecido que vosotros. ¿Por qué digo esto? Porque los que no creen en Dios viven para la carne y viven para Satanás, pero hoy vivís para Dios y vivís para seguir la voluntad de Dios. Es por esto que digo que vuestras vidas tienen el mayor significado. Solo este grupo de personas, que Dios ha seleccionado, puede vivir una vida con gran significado: nadie más en la tierra puede vivir una vida de tal valor y significado” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Conocer la obra más reciente de Dios y seguir Sus huellas). Las palabras de Dios me resultaron muy conmovedoras. Es cierto. Quienes aman genuinamente a Dios no viven por la fama, la fortuna ni el goce carnal, sino para Dios. Vivir para Dios es la única vida que vale la pena y tiene sentido. Que hubiera tenido la suficiente suerte de oír la voz del Creador, comprender algo de la verdad y tener la ocasión de cumplir con un deber, era algo maravilloso. Me dí cuenta de que tenía que dejar de vivir en mi pequeño mundo, persiguiendo el dinero y el goce material. Debía someterme a las instrumentaciones y arreglos de Dios y cumplir bien mi deber de ser creado.
Luego, leí otro pasaje de la palabra de Dios: “¿Cómo transmitirás lo que has visto y experimentado a esos creyentes religiosos lastimosos, pobres y devotos, hambrientos y sedientos de justicia, y que están esperando a que tú los pastorees? ¿Qué tipo de personas están esperando a que tú las pastorees? ¿Puedes imaginarlo? ¿Eres consciente de la carga que llevas a cuestas, de tu comisión y tu responsabilidad? ¿Dónde está tu sentido de misión histórica? ¿Cómo servirás adecuadamente como señor en la próxima era? ¿Tienes un fuerte sentido del señorío? ¿Cómo describirías al señor de todas las cosas? ¿Es realmente el señor de todas las criaturas vivientes y todas las cosas físicas del mundo? ¿Qué planes tienes para el progreso de la siguiente fase de la obra? ¿Cuántas personas están esperando a que las pastorees? ¿Es pesada tu tarea? Son pobres, lastimosos, ciegos, están confundidos, lamentándose en las tinieblas: ¿dónde está el camino? ¡Cómo anhelan que la luz, como una estrella fugaz, descienda repentinamente y disperse a las fuerzas de la oscuridad que han oprimido a los hombres durante tantos años! ¿Quién puede conocer el alcance total de la ansiedad con la que esperan, y cómo anhelan día y noche esto? Incluso cuando la luz les pase por delante, estas personas que sufren profundamente permanecen encarceladas en una mazmorra oscura, sin esperanza de liberación; ¿cuándo dejarán de llorar? Es terrible la desgracia de estos espíritus frágiles que nunca han tenido reposo y han estado mucho tiempo atrapados en este estado por ataduras despiadadas e historia congelada. Y ¿quién ha oído los sonidos de sus gemidos? ¿Quién ha contemplado su estado miserable? ¿Has pensado alguna vez cuán afligido e inquieto está el corazón de Dios? ¿Cómo puede soportar Él ver a la humanidad inocente, que creó con Sus propias manos, sufriendo tal tormento? Después de todo, los seres humanos son las víctimas que han sido envenenadas. Y, aunque el hombre ha sobrevivido hasta hoy, ¿quién habría sabido que el maligno envenenó a la humanidad hace mucho tiempo? ¿Has olvidado que eres una de las víctimas? ¿No estás dispuesto a esforzarte por salvar a estos sobrevivientes por tu amor a Dios? ¿No estás dispuesto a dedicar toda tu energía para retribuir a Dios, que ama a la humanidad como a Su propia carne y sangre? A fin de cuentas, ¿cómo interpretarías el ser usado por Dios para vivir tu vida extraordinaria? ¿Tienes realmente la determinación y la confianza para vivir la vida llena de sentido de una persona piadosa y que sirve a Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo deberías ocuparte de tu misión futura?). Con la palabra de Dios sentí Su amor y preocupación por la humanidad, así como Su apremiante intención de salvarla. Ya estamos en los últimos días y los desastres se están haciendo mayores. Dios expresa la verdad y realiza la obra de juicio y castigo para salvar a la gente del poder de Satanás. Hoy he tenido la suerte de oír la voz de Dios y aceptar Su salvación, que es la gracia de Dios. Pero muchos que anhelan Su aparición no han recibido al Señor, todavía se desorientan y son controlados por pastores y ancianos del mundo religioso que son unos anticristos, y no tienen manera de oír la voz de Dios. Si todos fueran tan egoístas como yo, si solo les importara la comodidad de la carne y no predicaran el evangelio ni dieran testimonio de Dios, entonces ¿cuándo aquellos que anhelan y esperan la aparición de Dios vendrán a dar la bienvenida al Señor? Una vez meditada la intención de Dios, entendí qué debía elegir y perseguir. Así pues, decidí renunciar a mi empleo y cumplir bien con el deber para difundir el evangelio. Justo cuando quería renunciar, sin embargo, de pronto vino a verme el director asistente de estación a enseñarme cómo hacer regalos y quiénes podrían ayudarme a ascender. Mostró mucha preocupación y cuidado hacia mí. Yo sabía que no todos tenían ocasión de ascender, y me subirían mucho el sueldo. Tras hablar un poco, empecé a dudar de nuevo de mi decisión de renunciar al empleo.
No mucho después, experimenté otra cosa aterradora que me hizo cambiar totalmente de idea. Un día, en el turno de día, había que desacoplar un tren de mercancías y conducirlo después de entrar en la estación. Hecho esto, yo era el responsable de poner las cuñas bajo las ruedas. Tras el descanso para comer, antes de que el tren comenzara a moverse, se me olvidó quitarlas. El maquinista arrancó el tren y las ruedas arrastraron las cuñas por la vía. Él se dio cuenta de que algo no andaba bien y paró el tren justo antes de pasar por el cambio de vía, lo que evitó un descarrilamiento o incluso un vuelco. Ese día, sin la protección de Dios, si el tren hubiera descarrilado o volcado, las consecuencias habrían sido inimaginables. Asustado, no pude evitar hacer introspección y preguntar por qué pasó esto. Vi que, como líder de iglesia, sabía que mi empleo era un impedimento para mi deber que afectaba gravemente al trabajo de la iglesia. Sin embargo, codiciaba el dinero y el placer carnal, no estaba nunca dispuesto a renunciar a ellos, y con frecuencia tomaba determinación ante Dios y luego las quebrantaba. Pensé en las palabras de Dios: “Habéis recibido gracia infinita de Mí, y visto infinitos misterios del cielo, e incluso os he enseñado las llamas del cielo, pero no he tenido el valor de quemaros, ¿y cuánto me habéis dado a cambio? ¿Cuánto estáis dispuestos a darme?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¡Sois todos muy básicos en vuestro carácter!). Visto por fuera, lo que pasó no fue bueno, pero entendí claramente que se trató del amor de Dios, como así también de Su aviso hacia mí. Dios ha expresado muchísima verdad y los resultados y destinos de las personas con claridad meridiana. Solo quiere que comprendamos Su intención urgente, que busquemos correctamente la verdad, cumplamos los deberes de un ser creado y alcancemos Su salvación. Sin embargo, yo era terco. Dado que siempre me creí capaz de sobrevivir y vivir bien gracias a mi empleo seguro, no estaba dispuesto a renunciar a él, seguir a Dios y cumplir mi deber. Estos dos incidentes aterradores me despertaron del todo. Ante el desastre, no había dinero que pudiera salvarme la vida. Me acordé de lo que dijo el Señor Jesús: “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Era ahora cuando realmente entendía el sentido de las palabras del Señor Jesús. Cuando valoramos el dinero y el goce material, estas cosas se instalan en nuestro corazón y se hace imposible que amemos y sigamos sinceramente a Dios, nos esforcemos por Él y cumplamos nuestros deberes de seres creados. La gente así sigue anhelando la carne y el mundo y es indigna de ser seguidora de Dios. No quería rebelarme contra Dios ni decepcionarlo más. Tenía que cambiar de idea sobre las cosas, seguir a Dios incondicionalmente, esforzarme por Él y retribuir Su amor. Así, le dije a mi jefe que quería renunciar y pasé por los trámites de rescisión del contrato laboral. En ese momento estaba muy relajado. Me sentía como un pájaro que volaba de la jaula. Ya no tenía que preocuparme de pedir más licencias ni sufrir porque la labor de la iglesia se retrasara por mi empleo. Me alegraba mucho de haber decidido eso.
Mi padre se enojó mucho al enterarse de que renunciaba. Vino y me dijo, “Me esforcé en tu crianza. Pedí un préstamo para tus estudios. Al final conseguiste un empleo seguro, ¿y ya no lo quieres? ¿En qué estás pensando? Es estupendo tener trabajo en la Agencia Ferroviaria. Cree en Dios si quieres, pero ¿cómo puedes renunciar al empleo? Sin tu empleo, ¿cómo sobrevivirás en el futuro?”. Me entristeció la expresión de enojo de mi padre. Me acordé de cómo mis padres habían ahorrado para que estudiara, con la esperanza de que encontrara un buen empleo, huyera de la pobreza y tuviera una magnífica vida. Yo también quería llevarme a mis padres del campo a la ciudad para que vivieran en un rascacielos y tuvieran una vida próspera. Pero como había elegido la senda de la fe en Dios y ya no me afanaba por el dinero y el goce material, no podía darles ese tipo de vida y me sentía en deuda con ellos. Ante las palabras de mi padre, no supe qué responder. Se me llenaron los ojos de lágrimas y no me atrevía a mirarlo. Pero tenía claro en mi corazón que había elegido bien porque sabía que el Salvador de los últimos días ha aparecido y lleva a cabo Su obra en los últimos días. Él expresa la verdad para salvarnos de este oscuro y malvado mundo, lo cual es el único modo de que nos salvemos y entremos en el reino de los cielos. Es una oportunidad única en la vida. ¿Cómo podía renunciar a ello por anhelar la comodidad de la carne? ¿Cómo podía permitir que los líos del trabajo me impidieran perseguir la verdad y cumplir el deber de un ser creado? Con dolor, oré en silencio a Dios para pedirle que protegiera mi corazón de perturbaciones. Recordé unas palabras de Dios: “Dios creó este mundo y trajo a él al hombre, un ser vivo al que le otorgó la vida. Después, el hombre tuvo padres y parientes y ya no estuvo solo. Desde que el hombre puso los ojos por primera vez en este mundo material, estuvo destinado a existir dentro de la predestinación de Dios. El aliento de vida proveniente de Dios sostiene a cada ser vivo hasta llegar a la adultez. Durante este proceso, nadie siente que el hombre esté creciendo bajo el cuidado de Dios. Más bien, la gente cree que lo hace bajo el amor y el cuidado de sus padres y que es su propio instinto de vida el que dirige este crecimiento. Esto se debe a que el hombre no sabe quién le otorgó la vida o de dónde viene esa vida, y, mucho menos, la manera en la que el instinto de la vida crea milagros. El hombre solo sabe que el alimento es la base para que su vida continúe, que la perseverancia es la fuente de su existencia y que las creencias de su mente son el capital del que depende su supervivencia. El hombre es totalmente ajeno a la gracia y la provisión de Dios y, así, desperdicia la vida que Dios le otorgó… Ni uno solo de esta humanidad a quien Dios cuida día y noche toma la iniciativa de adorarlo. Dios simplemente continúa obrando en el hombre —sobre el cual no tiene expectativas— tal y como lo planeó. Lo hace así con la esperanza de que, un día, el hombre despierte de su sueño y, de repente, comprenda el valor y el significado de la vida, el precio que Dios pagó por todo lo que le ha dado y la ansiedad con la que Dios espera que el hombre regrese a Él” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes sacrificarte por la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio del disfrute de una vida familiar armoniosa y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios me dieron esclarecimiento. Pensaba que eran mis padres quienes me habían criado y se habían ajustado y ahorrado para que pudiera terminar de estudiar y que, si no les hacía caso y renunciaba al trabajo por mi deber, sería indigno de ellos. Pero esta opinión era ridícula y absurda. Dios es la fuente de vida humana y todas nuestras vidas provienen de Él. Todo cuanto tenemos es Su provisión y bendición. Sin Dios no tendríamos nada de esto. Que mis padres me criaran hasta la edad adulta fue por la soberanía y los arreglos de Dios. Debía estarle agradecido a Dios y retribuirle Su amor. A mis padres debía mostrarles un respeto y cuidado filial normal. Al mismo tiempo, debía compartir el evangelio con ellos y hacerles saber el significado de la fe en Dios. Si ellos no creían, no podía abandonar mi deber bajo sus limitaciones. Soy un ser creado, y cumplir mi deber es perfectamente natural y está justificado. Si no podía cumplir mi deber, aunque tuviera un empleo estable y una buena vida material con mi familia, eso no tendría ningún valor ni sentido. Estos placeres temporales no me permitirían comprender la verdad y alcanzar la vida. Además, para Dios, me estaría rebelando contra Él, y no me daría Su aprobación. Para ganar la verdad, tenía que sufrir y renunciar dolorosamente a las cosas que amaba. Sólo así podría vivir con integridad y dignidad, y solo entonces podría recibir la aprobación de Dios. Cuanto más lo pensaba, más fuerte me sentía. Por ello, volví a dar testimonio a mi padre sobre la aparición y obra de Dios y le dije que, sin fe en Dios, todo afán es vacío y carente de valor y sentido. Que el Salvador ya ha venido a expresar la verdad para salvar a la gente; solo creyendo en Dios, persiguiendo la verdad, rechazando el pecado y arrepintiéndose realmente ante Dios, la gente puede sobrevivir a los desastres y entrar en Su reino. Todos aquellos que se afanan por el mundo, por muy rica que sea su vida material, al final caerán en los desastres y serán castigados. Pero, dijera lo que dijera, mi padre seguía sin estar de acuerdo con mi renuncia, y quería hacerme regresar al trabajo. Finalmente, al ver que me mantenía firme, se marchó enojado.
Después, mi padre pidió a mis parientes que vinieran a convencerme. Según todos ellos, un puesto en la Agencia Ferroviaria era un empleo seguro, y que para mucha gente no era fácil conseguir un empleo así de manera ilegítima, con regalos y dinero. Decían que al renunciar no sabía lo que era bueno para mí, que era un tonto por creer en Dios, y que mis padres me habían criado en vano. Ante las acusaciones de mis familiares, supe que Satanás los utilizaba para atacarme e impedirme renunciar y esforzarme por Dios. Me acordé de las palabras de Dios Todopoderoso: “Debes poseer Mi valentía dentro de ti y debes tener principios cuando te enfrentes a parientes que no creen. Sin embargo, por Mi bien, tampoco debes ceder a ninguna fuerza oscura. Confía en Mi sabiduría para seguir el camino perfecto; no permitas que triunfe ninguna de las tramas de Satanás. Dedica todos tus esfuerzos a poner tu corazón ante Mí, y Yo te consolaré y te traeré paz y felicidad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Tras meditar las palabras de Dios, tuve la confianza y el valor de decirle a mis familiares, “Hoy día, la gente idolatra sobre todo el dinero, la reputación y el estatus. Por estas cosas, la gente pelea, intriga y lucha entre sí, y los esposos y esposas hasta se engañan y traicionan entre sí. Todo el mundo vive de esta forma por lo que, aunque encuentren buenos empleos seguros y no les falte nada en sus vidas, ¿les es realmente posible sentirse felices? Dios Todopoderoso dice: ‘Todo tipo de desastres sucederán, uno tras otro; todas las naciones y todos los lugares experimentarán calamidades: la plaga, el hambre, las inundaciones, la sequía y los terremotos están por todas partes. Estos desastres no ocurren solo en uno o dos lugares, ni terminarán dentro de un día o dos, sino que se extenderán sobre un área cada vez mayor y serán cada vez más severos. Durante este tiempo, surgirán, sucesivamente, toda clase de plagas de insectos, y el fenómeno del canibalismo ocurrirá en todos los lugares. Este es Mi juicio sobre todas las naciones y todos los pueblos’ (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 65). Actualmente, los desastres se están volviendo mayores. Solo creyendo en Dios Todopoderoso Él nos resguardará de los desastres. Mi fe en Dios y predicar el evangelio son más importantes que mi empleo. Tomar esta decisión no es la necedad que ustedes creen que es. Cuando Noé predicaba el evangelio, la gente decía que estaba loco; pero, cuando llegó el diluvio, de toda la humanidad solo sobrevivieron Noé y sus siete familiares. Noé no era un loco ni un idiota; era sabio y estaba bendecido por Dios. En los últimos días, la maldad y la corrupción de la humanidad y su resistencia a Dios son tales que Dios destruirá por completo a esta raza humana corrupta. Solo podremos recibir la protección de Dios y solo podremos sobrevivir si creemos en Dios Todopoderoso y lo adoramos. Hoy les doy esta maravillosa noticia con la esperanza de que ustedes también reciban la salvación de Dios Todopoderoso en los últimos días. No intenten convencerme, pues yo ya he elegido. Seguiré a Dios Todopoderoso el resto de mi vida”. Después de decir esto, mi tía, que creía en el Señor, dijo, “¡Gracias a Dios! Tu fe en Dios es fuerte, y que optes por predicar Su evangelio agrada a Dios”. Les dijo a los demás, “La senda que ha elegido hoy es la correcta. No importa ser rico. Lo que importa es la vida. Debemos respetar su decisión”. Los demás no dijeron nada después de eso. En ese momento yo estaba muy feliz. Cuando me planté y opté por satisfacer a Dios, no había nada que mis familiares pudieran hacer más que retirarse avergonzados. Desde entonces, ya no me limitan las personas, acontecimientos y cosas de mi entorno, y puedo cumplir el deber a tiempo completo.
Posteriormente, al ver a tanta gente aceptar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, he sentido un gozo indescriptible en mi corazón. Traer de vuelta a la casa de Dios a aquellos que lo anhelan sinceramente es algo con mucho sentido y lo que más le reconforta a Dios. Elegir dejar mi empleo seguro y tomar la senda de la fe en Dios es la elección más sabia que he tomado en mi vida. ¡Poder esforzarme y dedicar mi vida a predicar el evangelio y dar testimonio de Dios, tiene más valor y sentido que ninguna otra cosa que pudiera hacer!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
Por Du Juan, Japón Dios Todopoderoso dice: “Cuando uno mira atrás el camino que ha recorrido, cuando uno rememora cada fase de su viaje, ve...
(Dinero, fama y fortuna) Miaoxiao Introducción Soy una médico retirada tratante en obstetricia y ginecología. Gasté la mayor parte de mi...
Por Shunyi, ChinaNací en una remota aldea de montaña, en una familia de varias generaciones de granjeros. Cuando iba a la escuela, mi madre...
(Lugar de trabajo y empleo) Liu Jing Cuando yo era niña, siempre que mi madre me llevaba al hospital a ver a un doctor y yo veía a todos...