Mi elección

18 Feb 2025

Por Shara, Filipinas

Mis padres fallecieron cuando yo era muy pequeña, y mis dos hermanas y yo vivimos con nuestra abuela desde una edad muy temprana. Fue nuestra abuela la que nos predicó el evangelio del Señor Jesús. Solíamos orar al Señor e íbamos los domingos a la iglesia con la abuela. Cuando falleció, nos acogieron nuestros tíos, que nos trataron como si fuéramos sus propias hijas. Nuestra tía solía decirnos que estudiar era lo más importante en la vida y que era clave para tener un futuro brillante. Yo llevaba esas palabras grabadas en el corazón y pensaba que, pasara lo que pasara, no podía abandonar mis estudios. Estudiaba mucho e insistía en ir a la escuela incluso cuando estaba enferma. Siempre estaba entre las mejores de la clase y gané muchos premios y diplomas.

En 2020, tras el brote de la pandemia de COVID-19, dejé de ir a la iglesia y comencé a leer la Biblia en casa. Me inspiraron los santos de la Biblia que dedicaron sus vidas a Dios y, de a poco, desarrollé el deseo de servir a Dios. Empecé a buscar grupos en línea con los que reunirme y, en agosto de 2020, un amigo de Facebook me invitó a asistir a una reunión en línea. En la reunión, me dieron testimonio de la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días. La primera vez que leí las palabras de Dios Todopoderoso, me sentí profundamente conmovida y emocionada, porque tenían autoridad y revelaban muchos misterios que antes no entendía. Gracias a ello, tenía unas ganas enormes de asistir a las reuniones en línea y, en mi tiempo libre, veía muchas películas de la Iglesia de Dios Todopoderoso y de los testimonios vivenciales de los hermanos y hermanas. Mi corazón se llenó de alegría y sustento.

Poco después, empecé a practicar el riego de nuevos fieles en línea. Debido a la pandemia, solo podía completar mis estudios en línea y tenía mucho tiempo libre, así que no me resultaba demasiado difícil equilibrar mis deberes con mis estudios. Con el tiempo, mi tío y mi tía empezaron a preocuparse de que mis deberes afectarían mis estudios, así que me pidieron que dejara de asistir a las reuniones en línea. Estaba un poco preocupada y pensé: “Si no me permiten asistir a las reuniones en línea, ¿cómo voy a cumplir con mis deberes? Últimamente, hay cada vez más nuevos fieles que han venido a aceptar la obra de Dios Todopoderoso y, si no los riego adecuadamente, sus vidas sufrirán. Eso sería culpa mía y estoy segura de que me quedaría con cargo de conciencia”. Por eso, elegí seguir cumpliendo con mis deberes. Un día, el líder me envió un mensaje para preguntarme si quería cumplir con mis deberes a tiempo completo. Estaba eufórica y acepté apenas recibí el mensaje, ya que finalmente iba a poder dedicar todo mi tiempo a esforzarme por Dios y se haría realidad mi deseo de servirlo durante toda mi vida. Pero también tenía algunas preocupaciones y me preguntaba: “Si cumplo mis deberes a tiempo completo, ¿qué pasará con mis estudios? Si dejo la escuela, ¿qué será de mi futuro? ¿Cómo se sentirán mi tío y mi tía? Ellos esperan que algún día los cuide y retribuya tanto su amor como los esfuerzos que han hecho para criarme”. En ese momento, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “No importa el deber que desempeñe uno, cumplirlo es lo más correcto, lo más bello y recto que podría hacer entre la especie humana. Como seres creados, las personas deben ejecutar su deber y, solo entonces, pueden recibir la aprobación del Creador. Los seres creados viven bajo el dominio del Creador y aceptan todo lo que Dios les proporciona, todo lo que viene de Él, así que deben cumplir con sus responsabilidades y obligaciones. Es perfectamente natural y está totalmente justificado y ha sido ordenado por Dios. Esto evidencia que, para la gente, cumplir el deber de un ser creado es más recto, hermoso y noble que ninguna otra cosa que se haga mientras se viva en la tierra; no hay nada en la humanidad más importante ni digno y nada aporta mayor sentido y valor a la vida de una persona creada que cumplir el deber de un ser creado. En la tierra, solo el grupo de personas que cumplen verdadera y sinceramente el deber de un ser creado es el que se somete al Creador. Este grupo no sigue las tendencias mundanas; se someten al liderazgo y la guía de Dios, solo escuchan las palabras del Creador, aceptan las verdades expresadas por Él y viven según Sus palabras. Este es el testimonio más auténtico y rotundo y es el mejor testimonio de creencia en Dios. Para un ser creado, poder cumplir su deber como tal, poder satisfacer al Creador, es lo más hermoso entre la humanidad y algo que se debe difundir como una historia que todos elogien. Cualquier cosa que el Creador encomiende a los seres creados debe ser aceptada incondicionalmente por ellos; para la especie humana es una cuestión tanto de felicidad como de privilegio y, para todo aquel que cumpla el deber de un ser creado, nada es más hermoso ni digno de conmemoración; es algo positivo. […] Como tal, cuando se presenta ante el Creador, debe realizar su deber. Es algo muy correcto y debe cumplir con esa responsabilidad. Sobre la base de que los seres creados cumplen sus deberes, el Creador ha realizado una obra aún mayor entre los seres humanos y ha llevado a cabo una etapa de obra más a fondo en las personas. ¿Y qué obra es esa? Él les proporciona la verdad a los humanos permitiendo que la reciban de Él mientras cumplen su deber, para así deshacerse de su carácter corrupto y ser purificados. Así, satisfacen las intenciones de Dios y se embarcan en la senda correcta de la vida, y, en última instancia, son capaces de temer a Dios y evitar el mal, alcanzar la salvación completa y dejar de estar sujetos a las aflicciones de Satanás. Este es el objetivo que Dios desearía que la humanidad logre al final mediante el cumplimiento de sus deberes(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). “Como miembros de la raza humana y cristianos devotos, es responsabilidad y obligación de todos nosotros ofrecer nuestra mente y nuestro cuerpo para el cumplimiento de la comisión de Dios, porque todo nuestro ser vino de Él y existe gracias a Su soberanía. Si nuestras mentes y nuestros cuerpos no están dedicados a la comisión de Dios ni a la causa recta de la humanidad, nuestras almas se sentirán avergonzadas ante aquellos que fueron martirizados a causa de la comisión de Dios, y aún más ante Dios, que nos ha provisto de todo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios preside el porvenir de toda la humanidad). Las palabras de Dios nos dicen con claridad que dedicar nuestro cuerpo y nuestra mente a cumplir bien la comisión de Dios y difundir Su evangelio es nuestra responsabilidad y obligación. Si nuestro cuerpo y nuestra mente no se dedican a la comisión de Dios y simplemente nos pasamos la vida viviendo por la carne, entonces nuestras vidas no tienen sentido. Dios espera que podamos cumplir nuestros deberes y no desperdiciar nuestro tiempo. Soy un ser creado y mi vida proviene de Dios, así que debo cumplir mis deberes. Las palabras de Dios también me hicieron darme cuenta de que cumplir mi deber es la senda para alcanzar la salvación y la perfección, y que, si dejaba de cumplir mis deberes, mi vida estaría vacía y viviría en vano sin la aprobación de Dios Todopoderoso. Las palabras de Dios me dieron valor y desarrollé un deseo de satisfacer a Dios y dedicarle mi vida. Aunque estaba dispuesta a renunciar a todo junto con mis estudios para cumplir los deberes de un ser creado, también me preocupaba lo que sucedería con mi futuro si abandonaba mis estudios. Me preguntaba si podría conseguir un buen trabajo sin un título y si podría mantenerme por mi cuenta en el futuro. También recordé lo que mi tía solía decir: “La educación es lo más importante en la vida. El conocimiento es el activo más valioso que tenemos, algo que no se puede robar y que es la clave para tener un futuro brillante”. Pensaba que, si no me iba bien en mis estudios, no podría conseguir un buen trabajo y no tendría una vida estable. Ese pensamiento me hacía sentir aún más ansiosa y preocupada. A esa altura, estaba a solo dos o tres meses de graduarme de la escuela secundaria, así que, primero, quería terminar mis estudios secundarios. Por lo tanto, estudiaba mientras cumplía mis deberes en la iglesia. Quería hacer bien ambas cosas al mismo tiempo, pero la realidad es que era muy difícil. A veces tenía que hacer la tarea y regar a los nuevos fieles, y no conseguía sosegar mi corazón. Recuerdo que, un día, me dieron una tarea y, cuando vi todo lo que había que hacer, me pregunté qué sería de mis deberes si intentaba terminarlo todo. Además, cuando leía el material que estaba estudiando, me sentía muy incómoda porque la mayor parte del contenido del curso no estaba de acuerdo con la verdad e incluso la contradecía y negaba la existencia de Dios. Eso me causó mucho dolor y un conflicto interno. Sentía como si estuviera viviendo en dos mundos: un mundo de luz y otro de oscuridad, y que estaba parada con un pie en cada uno. En ese momento, finalmente me di cuenta de que debía elegir entre mis estudios y mis deberes.

Leí un pasaje de las palabras de Dios: “Algunas personas eligen una buena especialidad en la universidad y acaban encontrando un trabajo satisfactorio después de la graduación, dando una primera zancada triunfante en el viaje de su vida. Algunas personas aprenden y dominan muchas habilidades distintas, pero nunca encuentran un trabajo adecuado para ellas o nunca encuentran su posición, y mucho menos tienen una carrera; al principio del viaje de su vida se ven frustradas a cada paso, asediadas por los problemas, con sus perspectivas ensombrecidas y la vida incierta. Algunas personas se aplican diligentemente en sus estudios, pero se pierden por poco todas las oportunidades de recibir una educación superior, y parecen destinadas a no conseguir nunca el éxito y a ver cómo su primera aspiración en el viaje de la vida se esfuma. Sin saber si el camino por delante es liso o pedregoso, sienten por primera vez lo lleno de variables que está el porvenir humano, y contemplan la vida con expectación y temor. A pesar de no tener una educación demasiado buena, algunos escriben libros y consiguen algo de fama; algunos, aunque casi analfabetos, hacen dinero en los negocios y son por tanto capaces de sustentarse por sí solos… Qué ocupación elegir, cómo ganarse la vida: ¿tienen las personas algún control sobre la toma de buenas o malas decisiones en estas cosas? ¿Son estas cosas acordes con sus deseos y decisiones de las personas? La mayoría de las personas tienen los siguientes deseos: trabajar menos y ganar más, no trabajar al sol ni bajo la lluvia, vestir bien, resplandecer y brillar en todas partes, estar por encima de los demás y honrar a sus ancestros. La gente anhela la perfección, pero cuando dan sus primeros pasos en el viaje de su vida, llegan a darse cuenta poco a poco de lo imperfecto que es el porvenir humano, y por primera vez comprenden realmente la realidad de que, aunque uno pueda hacer planes atrevidos para su futuro y, aunque pueda albergar audaces fantasías, nadie tiene la capacidad ni el poder para materializar sus propios sueños y nadie está en posición de controlar su propio futuro. Siempre habrá alguna distancia entre los sueños y las realidades a las que se debe hacer frente; las cosas nunca son como a uno le gustaría que fuesen, y frente a tales realidades las personas no pueden conseguir satisfacción ni contentamiento. Algunas personas llegarán hasta un punto inimaginable, realizarán grandes esfuerzos y sacrificios por el bien de su sustento y futuro, intentando cambiar su propio porvenir. Pero al final, aunque puedan materializar sus sueños y sus deseos a través de su propio trabajo duro, nunca pueden cambiar su suerte. Por muy obstinadamente que lo intenten nunca podrán superar lo que la suerte les ha asignado. Independientemente de las diferencias de capacidades, inteligencia y la fuerza de voluntad, las personas son todas iguales ante la suerte, que no hace distinción entre grandes y pequeños, altos y bajos, eminentes y humildes. A qué ocupación se dedica uno, qué se hace para vivir y cuánta riqueza se amasa en la vida es algo que no deciden los padres, los talentos, los esfuerzos ni las ambiciones de uno: es el Creador quien lo predestina(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Después de leer las palabras de Dios, entendí que mi porvenir y mi futuro no están en mis manos ni dependen de mis esfuerzos. Esas cosas las determina el Creador en su totalidad. Mi tía siempre había dicho que el conocimiento era la clave para tener un futuro brillante y riquezas inimaginables, y esas palabras se habían arraigado profundamente en mi corazón y me hacían creer que eran la verdad. Me solía decir a mí misma que, pasara lo que pasara, no debía dejar de estudiar, ya que esa era la clave para tener un futuro exitoso y que, si dejaba de hacerlo, mi porvenir no cambiaría. No quería crecer pobre ni morir pobre, así que estudiaba mucho. Pero ahora, me di cuenta de que las palabras que me habían inculcado en el corazón eran las que usa Satanás para desorientar a las personas y hacer que se opongan a Dios y nieguen Su soberanía y arreglos. Esas palabras nos hacen creer que tener un buen porvenir depende de nuestros propios esfuerzos y que está en nuestras propias manos, lo que nos hace negar la verdad de que el sino humano está en las manos del Creador. Me preguntaba por qué hay tantas personas que tienen altas calificaciones académicas o han estudiado buenas carreras y terminan con trabajos y riquezas que están muy por debajo de sus expectativas. Algunos se convierten en niñeras después de graduarse, otros en granjeros o vendedores, y hay quienes ni siquiera encuentran trabajo. Por otro lado, muchas personas que no estudiaron en absoluto, o al menos no estudiaron mucho, ahora son ricas o famosas. Al reflexionar sobre estas cosas, entendí que nuestros destinos no están en nuestras manos, sino en las de Dios. Tal como dijo el Señor Jesús: “Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?(Mateo 6:25-26). Las palabras de Dios me ayudaron a entender que Dios es la fuente de todo lo que necesitamos, que Él colma todas nuestras necesidades y que no debía preocuparme de nada. En cuanto a mi futuro, tanto si tenía para comer como una casa en la que vivir, o si encontraba o no un buen trabajo, no debía preocuparme, ya que solo tenía que buscar a Dios y confiarle todo para que Él lo orquestara y dispusiera. En ese momento, me sentí tranquila y decidí dejar de estudiar y centrarme en mis deberes. Pero me preocupaba que mi familia no estuviera de acuerdo con mi decisión y sentía que estaba en deuda con ellos. Se habían esforzado mucho para criarme. Mi tío solía hacer horas extras y había empezado un trabajo a tiempo parcial para ganar más dinero para mantenernos. A veces, no comía para asegurarse de que tuviéramos suficiente comida. Esos pensamientos me causaban una enorme angustia, pero, si abandonaba mis deberes para recompensarlos, no tendría la conciencia tranquila.

Más tarde, me encontré con un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso que resolvió mi problema. Dios Todopoderoso dice: “Dios creó este mundo y trajo a él al hombre, un ser vivo al que le otorgó la vida. Después, el hombre tuvo padres y parientes y ya no estuvo solo. Desde que el hombre puso los ojos por primera vez en este mundo material, estuvo destinado a existir dentro de la predestinación de Dios. El aliento de vida proveniente de Dios sostiene a cada ser vivo hasta llegar a la adultez. Durante este proceso, nadie siente que el hombre esté creciendo bajo el cuidado de Dios. Más bien, la gente cree que lo hace bajo el amor y el cuidado de sus padres y que es su propio instinto de vida el que dirige este crecimiento. Esto se debe a que el hombre no sabe quién le otorgó la vida o de dónde viene esa vida, y, mucho menos, la manera en la que el instinto de la vida crea milagros. El hombre solo sabe que el alimento es la base para que su vida continúe, que la perseverancia es la fuente de su existencia y que las creencias de su mente son el capital del que depende su supervivencia. El hombre es totalmente ajeno a la gracia y la provisión de Dios y, así, desperdicia la vida que Dios le otorgó… Ni uno solo de esta humanidad a quien Dios cuida día y noche toma la iniciativa de adorarlo. Dios simplemente continúa obrando en el hombre —sobre el cual no tiene expectativas— tal y como lo planeó. Lo hace así con la esperanza de que, un día, el hombre despierte de su sueño y, de repente, comprenda el valor y el significado de la vida, el precio que Dios pagó por todo lo que le ha dado y la ansiedad con la que Dios espera que el hombre regrese a Él(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Las palabras de Dios me enseñaron que Él nos provee a todos y que, aunque parezca que es nuestra familia la que nos cuida, entre bastidores, es Dios el que dispone las cosas y nos cuida a lo largo de nuestras vidas. De repente, recordé que cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas, vivíamos bien incluso sin el cuidado de nuestros padres. No importaba dónde viviéramos, las personas que conocíamos siempre eran amables y nos trataban como a sus propias hijas. También recordé que, una vez cuando tenía siete años, mi hermana y yo cruzábamos la calle cuando un coche apareció de la nada y casi nos atropella. Ambas estábamos demasiado aturdidas como para movernos, pero el coche se detuvo de repente y no nos hizo daño. Otra vez, casi me atropella un triciclo mientras cruzaba la calle, pero también se detuvo súbitamente y volví a salir ilesa. Al recordar esos incidentes, me puse a llorar a lágrima viva. Dios siempre había estado a mi lado para cuidarme y protegerme, pero no me había dado cuenta. Pensaba que todo lo que tenía se debía a los sacrificios y el esfuerzo de mis tíos. Siempre tenía en mente la gratitud que sentía hacia ellos y esperaba poder retribuírsela. Las palabras de Dios me ayudaron a entender que todo lo que tenía era gracias a Su amor y cuidado, y que Él era el Único que se merecía mi amor y mi gratitud. Como ser creado, tengo la obligación y la responsabilidad de hacer los deberes de un ser creado. Luego, oré a Dios para pedirle que me diera el valor para contarle a mi familia sobre mi decisión.

Una tarde, envié un mensaje a mi tía y le escribí: “Tía, cuando era pequeña, la abuela compartió el evangelio del Señor Jesús conmigo y con mis hermanas, nos enseñó a orar a Dios y nos hizo entender que Él es el Creador. Vi lo maravilloso y bueno que es Dios, que sacrificó todo por la humanidad y que nos perdona, por muchos pecados que tengamos. Dado que Dios hace todo por nosotros, ¿por qué las personas no podemos cumplir nuestros deberes en medio de la gestión de Dios? Por esto, he decidido servir a Dios. El Señor se ha hecho carne de nuevo. Él es Dios Todopoderoso y está llevando a cabo la obra de juicio y purificación para liberar a las personas del pecado. Quiero dedicar todo mi tiempo a mis deberes y cumplir mi promesa a Dios. Espero que puedas aceptar mi decisión”. Después de enviar el mensaje, sentí como si me hubiera sacado una espina de la garganta y me sentí mucho mejor.

A la mañana siguiente, mi tía me dijo: “Shara, ¿estás segura de tu decisión? ¿Qué pasará con tu futuro? Tu tío ha hecho mucho por ti, ¿y tú abandonas tus estudios tan a la ligera?”. Mi tía también dijo muchas cosas hirientes y que me dejaron profundamente dolida. Luego me preguntó: “¿Todavía estás estudiando?”. Le respondí: “No, ya no lo hago”. Mi tía se enojó mucho al escuchar esto y levantó la voz: “¿Cómo? ¿No estás estudiando? ¿En qué estás pensando? Tu tío y yo trabajamos muy duro para que pudieras ir a la escuela, ¿y tú nos tratas así? Siempre pensé que eras la más amable e inteligente de tus hermanas, pero parece que me equivoqué. ¡Realmente nos has decepcionado!”. No pude impedir que las lágrimas me corrieran por las mejillas, ya que sabía que ellos habían pagado un gran precio por mí, pero sentía que estaba en lo cierto al elegir mis deberes. Sin embargo, por mucho que intentara explicárselo, mi tía no era capaz de entenderlo. Más tarde, en la cocina, envié un mensaje a una hermana para contarle lo que estaba viviendo. La hermana me dio ánimos y me envió un pasaje de las palabras de Dios: “Debes poseer Mi valentía dentro de ti y debes tener principios cuando te enfrentes a parientes que no creen. Sin embargo, por Mi bien, tampoco debes ceder a ninguna fuerza oscura. Confía en Mi sabiduría para seguir el camino perfecto; no permitas que triunfe ninguna de las tramas de Satanás. Dedica todos tus esfuerzos a poner tu corazón ante Mí, y Yo te consolaré y te traeré paz y felicidad. No te esfuerces por ser de cierta manera delante de otras personas; ¿acaso no tiene más valor y peso satisfacerme a Mí? Al hacerlo, ¿no estarás aún más lleno de paz y felicidad eternas y duraderas?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Las palabras de Dios conmovieron mi corazón y me dieron fortaleza. Sentí que Dios estaba animándome, recordándome y exhortándome. Sabía que Satanás estaba usando a mi familia para tentarme, atacarme, debilitarme y hacer que me retracte, pero no podía ceder ante él. No importaba cómo me tratara mi familia, ¡tenía que mantenerme firme en mi testimonio para humillar a Satanás! Oré a Dios: “Dios, Satanás me está atacando y me siento débil e impotente. Te ruego que me des fuerzas, cuides de mi corazón y me protejas de las tramas de Satanás”. Después de mi oración, gané valor y me sentí dispuesta a confiar en Dios para enfrentar la situación venidera. Un tiempo después, regresó mi tío. Al verlo, no pude evitar volver a sentirme nerviosa. Mi tío dijo: “¿Quieres ir a servir a Dios en la iglesia? ¿Es eso lo que realmente quieres?”. Asentí. Me preguntó de nuevo: “¿Estás segura de tu decisión?”. Dije: “Sí”. Pensé que mi tío se pondría furioso, pero, para mi sorpresa, dijo: “Está bien, si esa es tu decisión, no te lo impediré. Shara, le prometí a tu madre que cuidaría de ti y de tus hermanas, y que me aseguraría de tuvieras una educación. Ahora que ya te he dado todo eso, no interferiré más en tu decisión. Mientras no termines arrepintiéndote de tu decisión, haz lo que quieras”. En ese momento, no pude evitar llorar. No esperaba realmente que mi tío estuviera tan calmado. Vi que todos a mi alrededor estaban bajo la soberanía de Dios, que Él lo había dispuesto todo, ¡y le agradecí de todo corazón!

Pero, para mi sorpresa, un día mi tío cambió de opinión de repente y exigió reunirse con los hermanos y hermanas. Dijo que no podía irme de casa antes que él, que tenía que darle mi teléfono a las ocho de la noche y que no podía asistir a la reunión. Si me negaba a darle mi teléfono, me echaría de casa. Cuando lo oí decir eso me asusté mucho. Como mi tío era bastante estricto, no me atreví a desobedecer sus órdenes, pero también había nuevos fieles a los que debía regar a las ocho de la noche. Si mi tío me quitaba el teléfono, ¿cómo los iba a regar? Con eso en mente, no me podía calmar, así que oré a Dios: “Dios, no hay nada que pueda hacer ahora. Te encomiendo mi situación actual y te ruego que me ayudes”. Después de orar, pensé en cómo todo está en las manos de Dios y que tenía que confiar en Él, mantenerme a Su lado y no permitir que las tramas de Satanás tuvieran éxito. Con ese pensamiento en la cabeza, me sentí esclarecida y decidí regar a los nuevos fieles. Se hicieron las ocho de la noche y mi tío no me quitó el teléfono, por lo que asistí a la reunión en línea como de costumbre. Para mi sorpresa, mi tío no dijo nada ni interrumpió mi reunión en línea, y permaneció en silencio hasta que finalizó la reunión con los nuevos fieles. En ese momento, no pude evitar llorar. Vi que, por muy estricto que fuera mi tío, él también estaba en las manos de Dios y bajo Su soberanía y orquestaciones. Pensé que el acoso de mi tío había terminado, pero continuó poniéndome impedimentos. A veces, no podía evitar preguntarme: “¿Por qué mi tío cambió de opinión de repente y comenzó a oponerse a mí?”. Eso fue hasta que leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Cuando Dios obra, se preocupa por la persona y la escudriña, y cuando la favorece y aprueba, Satanás sigue de cerca, intenta desorientar a la persona y hacerle daño. Si Dios desea ganar a esta persona, Satanás hará todo lo que pueda para estorbarle usando diversas tácticas perversas para tentar, para perturbar y socavar la obra de Dios, todo ello con el fin de lograr su objetivo oculto. ¿Cuál es este objetivo? No quiere que Dios gane a nadie; él quiere robar la posesión de aquellos a los que Dios desea ganar, quiere controlarlos, hacerse cargo de ellos para que le adoren y entonces se le unan para cometer actos malvados y oponerse a Dios. ¿Acaso no es esta su siniestra motivación?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IV). “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla. […] Cuando Él y Satanás luchan en el reino espiritual, ¿cómo deberías satisfacer a Dios? Y ¿cómo deberías mantenerte firme en el testimonio de Él? Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que Dios quiere salvar a las personas y que Satanás no quiere que ellas sigan a Dios libremente ni que Dios se gane a nadie. Por lo tanto, cuando la gente quiere acercarse a Dios y adorarlo, Satanás hace todo lo posible para perturbarla y evitar que vaya ante Dios. ¡Vi lo malvado y desvergonzado que es Satanás! En apariencia, me estaba enfrentando a los impedimentos y las restricciones de mi familia, pero detrás de eso estaba la perturbación de Satanás. Satanás estaba usando a las personas, los acontecimientos y las cosas a mi alrededor para impedir que siguiera a Dios. Ese era el objetivo malévolo de Satanás, y llegué a odiarlo aún más. Dios dice: “Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio”. Por mucho que Satanás me perturbe y obstruya, ¡me mantendré firme en mi testimonio y lo humillaré! También pensé en lo que Job experimentó. Entre bastidores, Satanás le hizo una apuesta a Dios, y Job tuvo que padecer distintos sufrimientos físicos, emocionales y espirituales. Job soportó muchas adversidades sin rebelarse contra Dios ni distanciarse de Él, e, incluso cuando su esposa lo perturbó y lo atacó para hacerlo abandonar su fe en Dios, él se mantuvo firme. Al final, Satanás vio que Job seguía sin negar ni traicionar a Dios a pesar de soportar grandes tormentos, y se retiró humillado. Con esto en mente, se fortaleció aún más mi determinación de seguir a Dios. Más tarde, casi todos los días, mi tío traía a casa a mis parientes para tratar de persuadirme de que cambiara de opinión. Mi tío decía: “¿Qué es más importante para ti, ahora: tu deber o tu familia? ¡Elige!”. También dijeron muchas cosas que se oponían y negaban a Dios, y vi con claridad su verdadero rostro de resistencia y odio hacia Dios. Por mucho que intentaron persuadirme o ponerme impedimentos, nada me hizo cambiar de decisión. Seguí cumpliendo mi deber e hice las maletas para irme de casa. Ahora que hago mi deber con los hermanos y hermanas, siento una sensación de tranquilidad y paz. ¡Por fin puedo seguir a Dios y hacer mi deber libremente!

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

Contenido relacionado