Mi elección para el resto de mi vida
De niño, mi familia era muy pobre y los aldeanos nos acosaban a menudo. Siempre me sentía mal cuando veía a mi madre llorando por su culpa. Era como si todo el mundo nos ninguneara por nuestra falta de estatus y nunca pudiéramos avanzar. En esa época, mis padres siempre me decían: “Los pobres están solos hasta en las grandes ciudades, pero los ricos tendrán visita hasta en una honda montaña, así que cuando crezcas tienes que hacerte un nombre y destacar entre los demás para honrar a tu familia”. Me tomé aquello a pecho y trabajé duro para conseguir estatus y el respeto de los demás.
En 1986 formé parte de un programa de contratación para una gran compañía. Durante la formación, estudié mucho y tuve las mejores notas y comportamiento todos los meses. Pero para mi sorpresa, se me asignó un puesto inferior, mientras que a otros con peores notas pero de mejor familia les dieron puestos altos. Me lo tomé muy mal, y me di cuenta de que si quería destacar, no bastaba con hacerlo bien, tenía que ganarme el favor del jefe. Entonces iba a menudo a su casa para trabajar juntos, y cuando enfermó y lo ingresaron, allí estaba yo para responder por él. Para ganarme su reconocimiento, compré toda clase de libros y estudié a destajo para mejorar mis dotes de gestión. Tras años de duro trabajo, me ascendieron a un puesto superior. En la fábrica, los obreros me saludaban con reverencias, y al volver a casa los vecinos se pasaban a visitarme. De repente, era un pez gordo de nuestra aldea. Venía cada vez más gente pidiendo favores, y los que nos miraban mal antes, habían cambiado de sintonía y eran muy amigables conmigo. Por vanidad, me resultaba muy satisfactorio ser el centro de atención y tan admirado.
En 1998, con 35 años, ascendí a director de la fábrica. Pese a tener estatus y autoridad, seguía intranquilo. Me preocupaba carecer de contactos, que si no hacía bien mi trabajo, no podría mantener mi estatus actual. Como si caminara sobre hielo, abordaba mi trabajo con gran precaución, muy temeroso de que me despidieran si algo iba mal. Para aumentar el negocio, convidaba a los clientes, salía con ellos a beber y al karaoke. Me fije en que algunos jefes sobornaban con dinero y prostitutas a los clientes. Detestaba ese modelo de negocio, pero tras considerar mis opciones, me amoldé a la realidad de la situación. En esa época, sufría ansiedad y me costaba dormir. Por estrés laboral y ansiedad, desarrollé diabetes, hipertensión, hiperlipidemia y más cosas. Luego, mi compañía paso de ser pública a privada. Doscientos o trescientos empleados compraron acciones y se hicieron propietarios. A los tres años, para maximizar ganancias, absorbimos a los accionistas minoritarios siguiendo el plan del presidente y, así, yo y algunos otros accionistas principales nos hicimos millonarios y la empresa se convirtió en una importante fuente de recaudación de impuestos en nuestra región. A menudo tenía que asistir a reuniones importantes en la sede del condado e incluso aparecí en la televisión. Se alimentó mi vanidad como nunca antes. En apariencia, parecía que estaba en la cima del mundo y viviendo el estilo de vida de la élite, pero por dentro me sentía vacío e inquieto. Cada noche, mientras yacía en la cama, pensaba para mis adentros: “Estos años, me he volcado de lleno en mi trabajo y he alcanzado estatus y reputación, pero he perdido mi dignidad y mi salud. ¿Es así como debería vivir mi vida? ¿Qué sentido tiene vivir una vida así?”.
Pero mi ajetreada vida no me dejaba mucho tiempo para reflexionar. Había estado ligado irremediablemente a mi estatus y reputación, así que lo único que podía hacer era seguir perseverando.
Pero para mi sorpresa, justo cuando estaba llegando a la cúspide de mi carrera, uno de nuestros productos tuvo un gran problema de calidad debido a una mala gestión mía, que costó a la empresa varios millones de yuanes. En ese momento, me sentí fatal. En todos mis años en esa empresa, había hecho mejoras constantes casi cada año, pero a pesar de haber trabajado a destajo durante los últimos seis meses, acabé arruinando mi reputación. Sentí que caía desde lo más alto hasta lo más bajo. En la agonía de mi dolor y angustia, algunos hermanos y hermanas vinieron a compartir el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días conmigo. Vi que las palabras de Dios decían: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que el hombre siempre está ocupándose para sí mismo, permanece incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo un ser creado?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). “El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, todas las cosas, vivas o muertas, se moverán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Tras leer esto, me di cuenta de que todo nuestro destino en la vida está en manos de Dios. No tenemos ningún control sobre si tendremos o no éxito en nuestras carreras. Pensando en ello, me di cuenta de que era cierto. Al principio me había propuesto avanzar en mi carrera a través de mis propios esfuerzos, pero en cambio fracasé rotundamente. Esto me demostró que no tenemos el control de nuestro destino. Me pareció que estas palabras eran realmente prácticas y correctas. A través de la lectura de las palabras de Dios Todopoderoso durante un período de tiempo, me aseguré de que esto era obra de Dios y acepté a Dios Todopoderoso.
Después, me encontré con otro pasaje de las palabras de Dios: “Insto a las personas de todas las naciones, de todos los países e incluso de todas las industrias a escuchar la voz de Dios, contemplar Su obra y prestar atención al destino de la humanidad, con el fin de hacer que Dios sea el más santo, el más honorable, el superior y el único objeto de adoración entre la humanidad, y permitir así a toda la humanidad vivir bajo la bendición de Dios, así como los descendientes de Abraham vivieron bajo la promesa de Jehová, y como Adán y Eva, a quienes Dios creó primero, vivieron en el jardín del Edén” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios preside el destino de toda la humanidad). Las palabras de Dios causaron un profundo impacto en mí. Había pasado la primera mitad de mi vida luchando por tener éxito y aunque había logrado mi objetivo de destacar sobre mis iguales, me había hecho un nombre y mis propios deseos vanales habían sido satisfechos, por dentro me sentía vacío y angustiado. Me di cuenta de que solo acudir ante Dios para buscar la verdad y adorarle es el camino correcto y ganará las bendiciones de Dios. Así que hice un juramento a Dios, por el que haría todo lo posible por practicar la fe y seguirlo en el futuro.
Dos meses más tarde, me había convertido en líder de grupo en mi iglesia y me encargaba de las reuniones de grupo. Estaba muy emocionado y a la vez decidido a cumplir con la voluntad de Dios y con mi deber. Como nuestro lugar de reunión estaba cerca de mi trabajo, a menudo me encontraba con colegas de camino a las reuniones. Con el paso del tiempo, empecé a ponerme nervioso. Si mi jefe se enteraba de que era creyente, como mínimo me criticaría y perdería prestigio, pero en el peor de los casos podría incluso ser despedido de la empresa. Entonces perdería la reputación y el estatus que había luchado durante media vida por conseguir. Pero entonces pensé, “Después de depositar fe en Dios, he llegado a comprender parte de la verdad y he podido evitar mucha maldad. Estoy profundamente convencido de que creer en Dios, buscar la verdad y cumplir con mi deber es el camino correcto, y es lo más valioso y significativo en mi vida, así que, pase lo que pase, no puedo abandonarlo”. Después de eso, dejé de estar limitado y continué reuniéndome y cumpliendo con mi deber. Como predije, después de un tiempo, el jefe descubrió que creía en Dios y asistía a las reuniones. Una vez, no me presenté a una asamblea que tenía nuestra empresa, así que el presidente envió a gente a buscarme por todas partes, incluso preguntó dónde era la reunión. En otra ocasión, me dirigía a una reunión y el presidente se enteró y convocó a propósito una asamblea de todos los mandos intermedios y se sentó a mi lado para que no pudiera salir. Toda esta situación me resultó muy difícil y cada vez que asistía a las reuniones me sentía limitado. Durante ese periodo, estaba realmente asfixiado y me di cuenta de que mi situación actual me impedía creer en Dios y cumplir con mi deber, así que le pedí a Dios que me guiara.
Luego vi un pasaje de las palabras de Dios que decía: “Debes saber cómo debes satisfacerme ahora y cómo te debes embarcar en el camino correcto de tu fe en Mí. Lo que deseo ahora es tu lealtad y obediencia, tu amor y tu testimonio. Incluso si en este momento no sabes lo que es el testimonio o lo que es el amor, debes entregarte por entero a Mí y entregarme los únicos tesoros que tienes: tu lealtad y tu obediencia. Debes saber que el testimonio de Mi derrota de Satanás se sitúa dentro de la lealtad y la obediencia del hombre, del mismo modo que lo hace Mi testimonio de Mi conquista completa del hombre” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?). Con las palabras de Dios, me di cuenta de que no importa lo que vivamos en nuestras vidas como creyentes, siempre debemos practicar la devoción y la obediencia a Dios y dar testimonio de Él. En ese momento, llevaba dos años practicando la fe, y aunque en apariencia cumplía con mi deber, estaba limitado por mi trabajo y siempre me preocupaba que me despidieran y perder mi estatus, así que era incapaz de aplicarme realmente a mi deber, e incluso a veces dejaba que mi trabajo influyera en mis reuniones y deberes. ¿Dónde estaba mi testimonio? Más tarde, me vino a la mente otro pasaje de las palabras de Dios. “En su creencia en Dios, Pedro buscó satisfacerle en todas las cosas y obedecer todo lo que viniera de Él. Sin la más mínima queja, fue capaz de aceptar el castigo y el juicio, así como el refinamiento, la tribulación y la necesidad en su vida, nada de lo cual pudo alterar su amor a Dios. ¿No era esto el máximo amor a Dios? ¿No era esto el cumplimiento del deber de una criatura de Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). En su fe, Pedro buscó someterse y amar a Dios. Cuando el Señor Jesús lo llamó, abandonó enseguida su barca de pesca para seguirlo, y cuando afrontó pruebas y dificultades, siguió buscando satisfacer la voluntad de Dios. Finalmente, lo crucificaron cabeza abajo y logró el amor definitivo a Dios y la obediencia hasta la muerte, dio un maravilloso y rotundo testimonio de Dios, y tuvo una vida llena de valor y significado. Dado que había decidido practicar la fe y seguir a Dios, debía emular a Pedro buscando amar y satisfacer a Dios, solo esa sería la decisión correcta. Pensé en cómo en la primera mitad de mi vida había aceptado y dado sobornos, me había revolcado en la decadencia y había mentido por estatus y poder, viviendo en la más absoluta miseria. Sin más, mi juventud pasó de largo. A pesar de que Dios me había guiado hacia la senda correcta, todavía estaba limitado por mi trabajo y no podía concentrarme en practicar la fe y cumplir con mi deber. Si seguía así, ¿podría progresar realmente mi vida? Sobre todo cuando pienso en las palabras de Dios: “¡El tiempo no espera a ningún hombre!” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único X). Tuve una sensación de urgencia. Pensé en cómo, después de más de 50 años en esta tierra, se me dio la oportunidad de aceptar la gracia salvadora de Dios en los últimos días, buscar la verdad y lograr la salvación de Dios, todo gracias a Su bondad. Debía dejar de tomar mi fe a la ligera. Después de eso, pensé en dejar mi trabajo para poder dedicar todo mi tiempo y energía a buscar la verdad y cumplir con mi deber.
Pero entonces se me ocurrió que había pasado más de la mitad de mi vida trabajando y finalmente me había convertido en un accionista importante con una cartera de varios millones e incontables admiradores. Si perdía mi trabajo, volvería a ser un tipo medio, y entonces ¿quién me prestaría atención? Mis amigos y parientes, mi jefe y mis compañeros de trabajo me mirarían con desprecio y dirían que era un necio. ¿Cómo iba a mantener la cabeza alta ante ellos después de eso? En cuanto lo pensé, me sentí confuso y le pedí a Dios que me diera fortaleza para liberarme de los grilletes y limitaciones de mi trabajo. En mitad de mi búsqueda, encontré este pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que uno no puede vivir sin fama y ganancia. Creéis que, si las personas dejan atrás la fama y la ganancia, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas, que su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío. Sin embargo, poco a poco, todos reconoceréis un día que la fama y la ganancia son grilletes monstruosos que Satanás usa para atar al hombre. Cuando llegue ese día, te resistirás por completo al control de Satanás y a los grilletes que Satanás usa para atarte. Cuando llegue el momento en que desees deshacerte de todas las cosas que Satanás ha inculcado en ti, romperás definitivamente con Satanás y detestarás verdaderamente todo lo que él te ha traído. Sólo entonces la humanidad sentirá verdadero amor y anhelo por Dios” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Por medio de las palabras de Dios, me di cuenta de que la razón por la que no podía dejar mi trabajo y enfocar mis energías en el deber era porque no veía cómo la fama y la fortuna son los grilletes que Satanás usa para atar y controlar a la gente; me había tendido una trampa. Satanás había usado la fama y la fortuna con el fin de engañarme y corromperme, haciéndome buscarla y apartarme y traicionar a Dios. Como mi familia vivía en la pobreza y había sido acosado y menospreciado desde que era pequeño, y como fui envenenado por filosofías satánicas como “Destaca por encima de los demás, y trae el honor a tus antepasados,” y “El hombre pugna por subir; el agua fluye hacia abajo,” Tomé estas ideas como las verdades más elevadas y juré que viviría la vida de la élite. Para ello, me tragué mi orgullo y me arrastré ante mi jefe y lo halagué. Luego, cuando gané estatus, me preocupaba mucho que los demás conspiraran contra mí, así que para consolidar mi estatus, atenté contra mi conciencia y soborné a clientes con dinero y prostitutas. Cada día me sentía asustado y al límite, aterrado de que todo lo que había hecho me afectara. Para alcanzar un estatus aún más alto, construí con esfuerzo nuestra empresa, pero era como nadar contra la corriente, nunca había un momento de descanso, y finalmente me agoté y sucumbí a la enfermedad. Cuando no tenía estatus ni poder, buscaba ganar estas cosas a toda costa, pero cuando por fin logré lo que quería, me pasaba el día de cenas y vinos y no tenía más remedio que seguir las malas tendencias mundanas, y no me sentía como una persona. No tenía el más mínimo sentido de paz ni era centrado y mi vida diaria era muy agitada y excesivamente agotadora. Satanás había utilizado la fama y la fortuna para torturarme. También pensé en que aunque los famosos y los ricos tienen riqueza y reputación y han tenido éxito en sus carreras, algunos se drogan, se suicidan o son condenados a prisión. La fama y la fortuna pueden haberles dado un prestigio temporal, pero solo han generado vacío y sufrimiento en su mente y su cuerpo. Solo entonces me di cuenta de que el deseo de buscar fama y fortuna que Satanás nos inculca es algo negativo, es la forma que tiene Satanás de jugar con la gente y dañarla y solo conduce a la corrupción y al daño. Le roba a la gente cada vez mas de su humanidad y los convierte en monstruos. Habiendo disfrutado del suministro y el riego de las palabras de Dios, llegué a comprender que solo buscando la verdad, reverenciando a Dios, rehuyendo el mal y cumplir con mi deber como ser creado me permitiría vivir una vida con sentido y valor. No podía caer en la trampa de entregar más mi vida a la búsqueda de fama y fortuna. Tenía que confiar en Dios para despojarme de los grilletes del estatus y la reputación, hacer bien mi deber, buscar la verdad y vivir una vida con sentido. Al darme cuenta de esto, tomé la decisión de dejar mi trabajo.
Sabía que, como desempeñaba un papel importante en la empresa, el presidente no estaría de acuerdo si intentaba dimitir directamente. Así que decidí solicitar al presidente una baja por enfermedad prolongada. Pero él debió adivinar mis motivos y me dijo, “No voy a aprobar esto. Si te permito coger una baja por enfermedad, después simplemente dimitirás”. Al oír eso, me sentí un poco perdido. Si el presidente no me dejaba dimitir y yo forzaba la situación, ¿acaso no le ofendería? Mi capital social todavía estaba invertido en la empresa, ¿y si me ponía las cosas difíciles y no me dejaba recuperar el dinero que había invertido? Durante ese tiempo, la renuncia al trabajo se convirtió para mí en un problema persistente y realmente no sabía qué debía hacer. Así que oré a Dios sin cesar, pidiéndole que me guiara.
Un día, se me vino a la mente un pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Cuando Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, ¿vio Dios sus acciones? Sí; las vio. Todo el proceso —desde el principio, cuando Dios le pidió a Abraham que sacrificara a Isaac, hasta el momento en que el hombre alzó el cuchillo para matar a su hijo— le mostró a Dios el corazón de Abraham, e independientemente de su insensatez, su ignorancia y su malinterpretación anteriores de Dios, en aquel momento su corazón era sincero, honesto; de verdad le iba a devolver a Isaac a Dios, ese hijo que Él le había dado. Dios vio obediencia en él, esa misma obediencia que Él deseaba” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II). La experiencia de Abraham me resultó muy inspiradora. Vi que Dios quiere la sinceridad y la obediencia de la gente. Cuando Dios le pidió a Abraham que sacrificara a su único hijo, Isaac, Abraham pudo soportar el dolor y abandonar a su ser querido para satisfacer a Dios. Mediante esto, Dios vio que el corazón de Abraham le era fiel. Entonces reflexioné sobre mis propios comportamientos. Aunque afirmaba que quería que lo más importante de mi vida fuera mi fe, y deseaba renunciar para poder cumplir con mi deber adecuadamente, todo era pura palabrería y en realidad no había ofrecido un corazón sincero. Me preocupaba ofender al presidente al insistir en la dimisión y no poder reclamar mi inversión. Solo me preocupaban mis propios intereses. Abraham ofreció su único hijo a Dios, lo único que tenía que hacer yo era renunciar a mi trabajo, pero no podía hacerlo. No tenía un corazón sincero para Dios; ¿acaso no lo estaba engañando? Al darme cuenta de todo esto, me sentí un poco culpable. Le oré a Dios: “¡Querido Dios! Sigo queriendo renunciar, para poder concentrarme en el cumplimiento de mi deber, pero no puedo hacerlo. ¡Oh, Dios! No quiero seguir engañándote. Estoy dispuesto a dejar mi trabajo y cumplir con mi deber a tiempo completo”. Después de orar, por fin tuve el valor de ir a hablar de mi dimisión con el presidente. Al final, solo me permitió una licencia de medio año, pero yo ya estaba decidido a dimitir.
Sin más, pasó medio año y planeé prolongar mi licencia para mantener mi relación con la empresa y, en última instancia, reclamar el dinero que había invertido. Pero el presidente dijo que se encontraba en nuestra empresa de ventas en la capital y me pidió reunirnos en persona para prolongar mi licencia. Sin embargo, cuando al fin nos reunimos, no mencionó en absoluto mi permiso y se limitó a llevarme a recorrer todas las divisiones de la empresa. Todas las oficinas estaban lujosamente decoradas y eran impresionantes, todo el mundo estaba ocupado en el trabajo y los gerentes de todas las divisiones se dirigían a mí cariñosamente como “Director Wang”. Antes de darme cuenta, volví a caer en la tentación. Pensé: “Aunque he pasado medio año fuera, todavía tengo influencia en esta empresa. Tengo una participación en esta enorme empresa ¡y sigo siendo un líder en esta empresa! Nuestra empresa se ha vuelto muy rentable en los últimos dos años. Si renuncio a mi deber y sigo trabajando aquí, podría ganar mucho dinero y vivir mi vida con riqueza; incluso mis descendientes podrían vivir con dignidad”. Cuando se me ocurrió esto, me sentí un poco tentado. Pero rápidamente me di cuenta de que yo estaba mal y entonces me apresuré a invocar a Dios en mi corazón. Justo entonces, recordé las palabras del Señor Jesús: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13). También recordé una historia de la biblia en la que Satanás tienta al Señor Jesús: “Otra vez el diablo le llevó a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrándote me adoras. Entonces Jesús le dijo: ¡Vete, Satanás! Porque escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y solo a Él servirás’” (Mateo 4:8-10). ¿No estaba el presidente tentándome para que me quedara en la empresa mostrando sus lujosas oficinas y su próspero ambiente de trabajo? ¿No era Satanás el que manipulaba todo esto entre bastidores? Satanás estaba tratando de usar el estatus y la fortuna para probarme y tentarme, para que abandonara a Dios y mi deber y siguiera dejando que jugara conmigo y abusara de mí. No podía caer en el astuto plan de Satanás.
Tras esto, extendí mi licencia otros tres meses. Cuando estaban a punto de cumplirse, pensé: “No puedo seguir solicitando la licencia de esta manera. Si quiero cortar los lazos con esta empresa para poder cumplir con mi deber en paz, tendré que vender todas mis acciones, pero solo se permite la venta un día al año. ¿Y si el presidente no me deja vender mis acciones? Y todavía tiene mis 1,5 millones de capital social, si no me lo devuelve, me quedaré sin dinero. Me he ganado ese capital con la sangre, el sudor y las lágrimas de mi juventud”. Durante ese tiempo, me preocupaba por esto todo el día y estaba tan molesto que no podía cumplir con mi deber adecuadamente. Así que le oré en silencio a Dios, pidiéndole que me abriera un camino para liberarme de este estorbo.
Más tarde, me reuní con el presidente para discutir la venta de mis acciones, pero no me dejó retirarme. Me puso las cosas difíciles, diciendo: “Si quieres dejar esta empresa, tendrás que renunciar a algunas de tus acciones”. No podía aceptar perder cientos de miles de yuanes, ¡Había trabajado duro para ganar ese dinero! En ese momento, me di cuenta de que Satanás estaba tratando de tentarme una vez más. Pensé en un pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “En su corazón, Job creía profundamente que Dios le había concedido todo lo que poseía, que no era el producto de su propio trabajo. Por tanto, él no consideró estas bendiciones como algo que se debía capitalizar, sino que fijó los principios de su supervivencia en aferrarse con todas sus fuerzas a la forma debería hacerse. Apreciaba las bendiciones de Dios, y daba gracias por ellas, pero no estaba enamorado de ellas ni buscaba más. Esa era su actitud hacia la propiedad. Tampoco hizo nada para obtener bendiciones ni se preocupó o apenó por la ausencia o la pérdida de las bendiciones de Dios; tampoco fue alocado o delirantemente feliz por estas ni ignoró el camino de Dios, ni olvidó Su gracia por las bendiciones de las que disfrutaba con frecuencia. La actitud de Job hacia sus propiedades revela su verdadera humanidad a las personas: primeramente, no era un hombre codicioso, y era muy poco exigente en su vida material. En segundo lugar, Job nunca se preocupó ni tuvo temor de que Dios le quitara todo lo que tenía, que era su actitud de obediencia a Dios en su corazón; es decir, no tuvo exigencias ni quejas acerca de cuándo Dios le arrebataba algo, o si lo hacía, ni preguntó las razones de ello; sino que sólo buscó obedecer los arreglos de Dios. En tercer lugar, nunca creyó que sus bienes procedieran de su propio trabajo, sino que Él se los concedió. Esta era la fe de Job en Dios, un indicativo de su convicción” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II). Las palabras de Dios me mostraron que pese a que Job había amasado grandes riquezas, no las atesoraba. En cambio, le dio importancia a someterse y adorar a Dios. Por eso, cuando perdió todas sus riquezas y propiedades, pudo seguir ensalzando y alabando a Dios. La historia de Job me resultó muy inspiradora. Sabía que debía emular a Job, dejar de aferrarme a mis riquezas y elegir satisfacer a Dios. Con la decisión tomada, acepté renunciar a 200000 yuanes en acciones, pero el presidente pensó que no era suficiente y exigió que renunciara a más. No podía soportar desprenderme de tanto dinero, así que oré en silencio a Dios. En ese momento, me di cuenta de que Satanás estaba intentando utilizar el dinero para atarme y controlarme. No debía sucumbir a la tentación de Satanás solo porque no podía desprenderme de mi riqueza, Tenía que mantenerme firme en el testimonio y humillar a Satanás. Después de eso, tuve que renunciar al equivalente a 500000 yuanes en acciones para que me dejara salir de la empresa. A partir de entonces, finalmente pude concentrarme en practicar la fe y cumplir con mi deber.
Más tarde, me enteré de que un secretario del comité del condado fue encarcelado con cargos de corrupción y soborno y acabó sufriendo un colapso mental por el estrés del encarcelamiento. Pensé para mis adentros: “Estas son las duras consecuencias de luchar por la fama y la fortuna”. Pensé que yo también había hecho regalos, dado y recibido sobornos, y me revolqué en la decadencia y la corrupción para ganar estatus. Si no hubiera abandonado la empresa, podría haber corrido la misma suerte. Las palabras de Dios Todopoderoso me liberaron de los grilletes de la fama y la fortuna y me alejaron de la tentación de Satanás. Agradecí a Dios su gracia y protección desde el fondo de mi corazón.
En estos años he cumplido sistemáticamente con mi deber y a menudo me reúno y comparto las palabras de Dios con mis hermanos y hermanas. He llegado a comprender gran parte de la verdad y he obtenido una visión de muchas cosas del mundo. A menudo pienso en estas palabras de Dios: “Toda la vida de las personas está en las manos de Dios y de no ser por su determinación ante Él, ¿quién estaría dispuesto a vivir en vano en este mundo vacío del hombre? ¿Por qué preocuparse? Si entran y salen apresuradamente del mundo, si no hacen nada por Dios, ¿no habrán malgastado toda su vida?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 39). En efecto, la vida es muy corta. Viví más de la mitad de mi vida bajo el dominio de Satanás. Busqué la fortuna y la fama, esforzándome por destacar por encima de los demás. Satanás jugó conmigo y me maltrató, viví una existencia vacía y miserable, carente de sentido. Solo la misericordia y la gracia de Dios me permitieron recibir Su salvación de los últimos días, y me permitieron gastarme por Él y cumplir mi deber como ser creado. Si no fuera por Dios, habría desperdiciado toda mi vida. Cumpliendo con mi deber en la iglesia, puede que no tenga el mismo estatus y riqueza que tuve una vez, pero vivo una vida libre y liberada y con la conciencia tranquila. Siento que he vivido un poco con semejanza humana. Todo esto se debe a que Dios me ha guiado por la senda correcta. Le doy gracias a Dios por Su amor y Su salvación.