El llamado autoconocimiento

17 Ene 2025

Por Joseph, Corea del Sur

Luego de aceptar la obra de Dios en los últimos días, siempre me reunía con los hermanos y hermanas que hace mucho tiempo que creían en Dios. Cuando vi que todos podían hablar sobre la corrupción que habían revelado mientras compartían las palabras de Dios y podían reflexionar, examinarse a sí mismos y diseccionar su corrupción acorde a las palabras de Dios, sentí mucha envidia y comencé a imitarlos. Poco a poco, también pude examinarme a mí mismo mediante las palabras de Dios y reconocer mi corrupción en las reuniones. Pensaba que eso era el autoconocimiento. Algunos hermanos y hermanas veían que yo solo llevaba dos o tres años creyendo en Dios, pero cuando hablaba sobre el autoconocimiento, lo hacía de una manera bastante clara y profunda, y me lanzaban miradas de admiración. Me sentía muy orgulloso y creía que tenía buena aptitud y sabía conocerme a mí misma. Pensaba que, si continuaba buscando de esa manera, pronto lograría cambiar mi carácter y alcanzar la salvación. Tras eso, centré mis esfuerzos en compartir mi autoconocimiento y cité con frecuencia las duras palabras de Dios que ponen en evidencia a las personas con el fin de examinarme a mí mismo y hacer que los demás vieran que mi comprensión era profunda e incisiva, y que mi entrada en la vida era mejor que la ellos. Nunca reflexioné si esta forma de comprensión era la correcta y no fue sino hasta después de haber sido podado varias veces que me di cuenta de que todo mi autoconocimiento era falso.

En noviembre de 2020, dos hermanas y yo estábamos revisando videos que habían hecho unos hermanos y hermanas. Por ese entonces, nos enviaron muchos videos y los hermanos y hermanas plantearon muchos problemas. Algunos de esos problemas no sabía cómo resolverlos. En ese momento, surgió mi actitud superficial. Pensé: “Soy responsable de varios grupos, así que estoy bastante ocupado y todavía tengo varios videos pendientes que debo revisar. Si reflexiono y evalúo cada video con cuidado según los principios y trato de resolver seriamente cada problema que plantean los hermanos y hermanas, me tomará un esfuerzo bastante grande. ¿Cuánto tiempo libre me quedará? Por ahora, dejaré de lado algunos de los problemas que no puedo resolver. Además, las dos hermanas que colaboran conmigo son un poco más lentas al revisar los videos, así que, si los reviso con rapidez, ¿no me estaré perjudicando a mí mismo? Trabajaré al ritmo de los demás. Además, nadie puede hacer su deber a la perfección. Hay muchas verdades que tampoco comprendo del todo. Es imposible resolver cada problema por completo, así que bastará con que haga lo suficiente”. Con esta mentalidad, no puse mucho esfuerzo en resolver algunos de los problemas que se mencionaban en los videos o las dudas de los hermanos y hermanas. Luego, terminé de revisar todos los videos que tenía y, como había revisado más videos que las hermanas con las que colaboraba, me sentí algo satisfecho conmigo mismo y pensé que estaba siendo bastante diligente y responsable en mi deber. Pero, un tiempo después, el supervisor revisó los videos que habíamos enviado, encontró muchos problemas con los principios y nos escribió una carta severa para podarnos. “Llevan mucho tiempo haciendo este deber y, sin embargo, estos problemas básicos de principios siguen ocurriendo. ¡Esto no debería suceder! No es que no comprendan los principios, sino que es más bien un caso grave de comportamiento superficial. ¡Necesitan reflexionar a fondo sobre su actitud hacia su deber!”. Al escuchar la severa poda del supervisor, me sentí agraviado y con cierta resistencia. Pensé: “He estado poniendo bastante esfuerzo en mi deber últimamente. ¿Por qué no mencionas nada positivo sobre nosotros? Solo te centras en poner en evidencia nuestros problemas. Además, nadie puede hacer su deber a la perfección y siempre hay deficiencias. Nuestro entendimiento de la verdad es superficial y no podemos resolver algunos problemas. Por eso es normal que algunos videos que enviamos tengan errores. ¿Por qué no puedes entenderlo?”. En mi interior, seguía discutiendo. Cuando hablaba con las hermanas con las que colaboraba, terminaba expresando mis opiniones de forma intencionada o involuntaria y decía: “El supervisor es demasiado exigente. No existe tal cosa como la perfección. No importa cuántas veces uno revise un video, siempre habrá problemas…”. Más tarde, cuando vi a las dos hermanas escribir sobre sus reflexiones y autoconocimiento, me di cuenta de que yo me había resistido por completo y quería discutir cuando me podaron, ¡y que eso no era autoconocimiento en absoluto! La poda provenía de Dios y tenía que aceptarla, reflexionar y conocerme a mí mismo. Así que busqué palabras relevantes de Dios para abordar mi estado superficial al hacer mi deber y reflexioné sobre cómo podía escribir sobre mi introspección de manera más profunda. Cité las palabras más severas de Dios que ponen en evidencia la superficialidad de las personas y dicen que tomar a la ligera mi deber es una grave traición a Dios, que ser superficial en mi deber refleja una humanidad mediocre y que difundir falacias para desorientar a las personas me convertía en una manzana podrida. Después de escribir mis reflexiones, las comparé con las de las dos hermanas y sentí que las mías eran más profundas. Me sentí bastante satisfecho conmigo mismo y pensé que era capaz de reflexionar y conocerme a mí mismo cuando me podaban. Sentía que podía diseccionarme a fondo a la luz de las palabras de Dios y creía que había aprendido una lección. También me sentí un poco orgulloso y pensé que, sin duda, el supervisor leería mis reflexiones y sentiría que yo, como líder del equipo, tenía una comprensión más profunda que las hermanas con las que colaboraba y que mi entrada en la vida era mejor que la de ellas. Además, había escrito de manera tan negativa sobre mí mismo que el supervisor no tendría mucho que decir esta vez. Pero, para mi gran sorpresa, unos días más tarde recibí otra carta del supervisor. Esta carta fue incluso más dura que la anterior y decía directamente que mi introspección y autoconocimiento eran superficiales, que en realidad no me conocía a mí mismo y que mis opiniones falaces habían desorientado a las hermanas y ocasionado que todos descuidaran su autoconocimiento. También decía que esto tenía consecuencias graves y que debía reflexionar más. Me costó aceptar estas duras palabras de desenmascaramiento y pensé: “¿Cómo es que no me he conocido realmente? He recurrido a las palabras de Dios para reflexionar y diseccionar mi corrupción, y mi entendimiento es más profundo que el de las hermanas con las que trabajo. ¿No es esto verdadero autoconocimiento? Si las hermanas no se conocen a sí mismas, ¿cómo puede ser que yo las haya desorientado? Solo estaba hablando a la ligera, ¿cómo las iba a desorientar?”. Durante varios días, sentí resistencia y un profundo agravio, al creer que el supervisor me estaba señalando y tratando de hacerme la vida difícil. Me centré por completo en él y no reflexioné ni me conocí a mí mismo de manera adecuada. Mi corazón se oscureció y se desanimó cada vez más, no lograba tener paz en mi deber y mis oraciones no podían encontrar a Dios. Me di cuenta de que algo malo ocurría con mi estado. En ese momento, recordé la carta que le había escrito al supervisor. La había escrito bien y había admitido que había generado negatividad, lo que había ocasionado que las hermanas con las que trabajaba se pusieran de mi lado y se sintieran descontentas con el supervisor. También había admitido que difundir falacias y desorientar a las personas me convertía en una manzana podrida, pero ¿por qué, cuando el supervisor me desenmascaró y me podó de esa manera, no fui capaz de aceptarlo y sentí tanta resistencia? ¿No significaba eso que mi comprensión anterior había sido falsa? ¡No había sido verdadero autoconocimiento! También me di cuenta de que solo me había forzado a escribir algunas palabras para examinarme y conocerme a mí mismo para darle una buena impresión al supervisor. ¿No era ese tipo de autoconocimiento falso y engañoso? En ese momento, poco a poco, comprendí que no había aceptado realmente que me podaran, que en realidad no tenía ningún autoconocimiento genuino y que la oscuridad y el abatimiento que sentía en el corazón eran porque Dios me ocultaba Su rostro, ya que le repugnaba lo que había hecho. Fui ante Dios y oré para pedirle que me esclareciera para ver con claridad los problemas en mi interior.

Más tarde, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Cuando algunas personas comparten su autoconocimiento, lo primero que sale de su boca es: ‘Soy un diablo, un Satanás viviente, alguien que se resiste a Dios. Me rebelo contra Él y le traiciono; soy una víbora, una persona malvada que debe ser maldecida’. ¿Es esto un verdadero autoconocimiento? Solo dicen generalidades. ¿Por qué no aportan ejemplos? ¿Por qué no sacan a la luz las cosas vergonzosas que hicieron a fin de diseccionarlas? Algunas personas sin discernimiento los escuchan y piensan: ‘¡Eso sí es verdadero autoconocimiento! Reconocerse a sí mismos como un diablo, e incluso maldecirse a sí mismos: ¡qué cotas han alcanzado!’. Muchas personas, en particular los nuevos creyentes, tienden a desorientarse con esta charla. Piensan que el orador es puro y tiene comprensión espiritual, que es alguien que ama la verdad, y que está calificado para el liderazgo. Sin embargo, una vez que interactúan con ellos durante un tiempo, descubren que no es así, que la persona no es quien imaginaban, sino que es excepcionalmente falsa y embaucadora, hábil en el disfraz y la pretensión, lo que provoca una gran decepción. […] Por ejemplo, una persona puede saber que es falsa, que rebosa de planes y conspiraciones mezquinos, y también, cuando otros revelan engaño, es capaz de discernirlo. Así que debes fijarte en si se arrepienten de verdad y se despojan de su engaño tras admitir que son falsos. Y si vuelven a revelar su engaño, fíjate en si sienten reproche y vergüenza por haberlo hecho, en si su arrepentimiento es sincero. Si no tienen sentido de la vergüenza, ni mucho menos se arrepienten, entonces su autoconocimiento es algo superficial y chapucero. Se limitan a actuar por inercia; el suyo no es un conocimiento verdadero. No les parece que el engaño sea una cosa tan mala ni que sea algo demoniaco y, desde luego, no lo consideran un comportamiento tan vil y descarado. Piensan: ‘La gente es falsa. Los únicos que no, son idiotas. Un poco de engaño no te convierte en mala persona. Yo no he hecho ningún mal; no soy la persona más falsa que existe’. ¿Puede una persona así conocerse realmente a sí misma? Es casi seguro que no, porque no tienen conocimiento de su carácter falso, no aborrecen el engaño y todo lo que proclaman sobre el autoconocimiento es fingido, son palabras vacías. No reconocer las actitudes corruptas propias de uno no constituye un auténtico autoconocimiento. La razón por la que las personas falsas no pueden conocerse realmente a sí mismas es que, para ellas, aceptar la verdad no es cosa fácil. Por lo tanto, no importa cuántas palabras y doctrinas salgan de su boca; no lograrán cambiar de verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El autoconocimiento es lo único que ayuda a perseguir la verdad). “¿Cómo distinguir si una persona ama la verdad? Por un lado, hay que mirar si esta persona puede llegar a conocerse a sí misma según la palabra de Dios, si puede reflexionar sobre sí misma y sentir un verdadero remordimiento; por otro lado, hay que mirar si es capaz de aceptar y practicar la verdad. Si puede aceptar y practicar la verdad, es alguien capaz de amarla y de someterse a la obra de Dios. Si solo reconoce la verdad, pero nunca la acepta ni practica, como dicen algunos: ‘Comprendo toda la verdad, pero no soy capaz de practicarla’, esto demuestra que no es una persona que la ame. Algunas personas admiten que la palabra de Dios es la verdad y que tienen actitudes corruptas, y también afirman estar dispuestas a arrepentirse y reconstruirse de nuevo, pero luego no se produce ninguna transformación. Sus palabras y actos siguen siendo los mismos de antes. Cuando hablan de que se conocen a sí mismas, es como si contaran un chiste o gritaran una consigna. No reflexionan o alcanzan a conocerse en absoluto desde lo más profundo del corazón; la clave es que no tienen una actitud de remordimiento. Y menos aún se abren respecto a su corrupción de una manera candorosa, a fin de reflexionar de un modo auténtico. Sin embargo, fingen conocerse siguiendo el proceso y las formalidades necesarios. No son gente que se conozca o acepte la verdad. Cuando estas personas hablan de que se conocen, lo hacen para cumplir con las formalidades, se dedican a disfrazarse y estafar, y a la falsa espiritualidad. Algunas personas son falsas y, cuando ven a otros comunicar su autoconocimiento, piensan: ‘Los demás se sinceran y diseccionan su falsedad. Si no digo nada, todos pensarán que no me conozco a mí mismo, ¡entonces tendré que cumplir con las formalidades!’. Después califican su falsedad de sumamente grave, la ilustran de forma dramática y su autoconocimiento parece especialmente profundo. Todos los que escuchan creen que se conocen de verdad a sí mismas y, por consiguiente, las miran con envidia, lo que a su vez hace que se sientan gloriosas, como si acabaran de adornarse con una aureola. Esta modalidad de autoconocimiento, lograda a base de cumplir con las formalidades, a lo que se unen el disimulo y la estafa, desorienta a los demás(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El autoconocimiento es lo único que ayuda a perseguir la verdad). Al examinarme a mí mismo a través del desenmascaramiento de las palabras de Dios, me di cuenta de que mi autoconocimiento no era más que hipocresía y engaño. Mi autoconocimiento solo había sido para aparentar y agradar a mi supervisor. Pensé que él había señalado nuestros problemas al decir que éramos irresponsables y superficiales en nuestros deberes. Como las hermanas con las que trabajaba estaban reflexionando sobre sí mismas, si yo no me conocía a mí mismo, habría parecido que no aceptaba que me podaran. Si mi reflexión como líder del equipo era más superficial que la de los demás, ¿no parecería que mi entrada en la vida era mediocre? Con estas intenciones, escribí a regañadientes algunas palabras de reflexión y autoconocimiento, pero no eran un conocimiento genuino desde el corazón ni una comprensión real que viniera de aceptar el juicio y castigo de las palabras de Dios. No sentí ningún dolor ni sentimiento de deuda. Solo era para que los demás lo vieran, como si solo recitara consignas y grandilocuencias. Reconocí de palabra mi actitud superficial, pero en mi corazón, realmente no lo creía. Incluso pensé: “No es gran cosa si hay algunos problemas o divergencias en mi deber. ¿Quién puede cumplir con su deber sin ningún problema? El supervisor solo está aprovechando un pequeño problema en mi deber para podarme y reprenderme. ¡Está siendo demasiado exigente!”. También estaba generando descontento contra el supervisor a sus espaldas. ¿De qué manera era eso verdadero autoconocimiento? Lo peor es que, aunque en mi interior no aceptaba la poda del supervisor, actuaba como si lo hubiera hecho y me aplicaba a mí mismo las palabras de Dios que ponen en evidencia la superficialidad de las personas. Vi que mi estado interno y externo no coincidían, que engañaba a los demás y les daba una impresión falsa. ¡Era verdaderamente falso! Solo la revelación de los hechos me convenció por completo. La verdad es que no me conocía a mí mismo en absoluto. Mi autoconocimiento no era más que palabras formales y vacías, nada más que una pretensión y un engaño. No importa lo profunda o concienzuda que pareciera mi reflexión, todo era una farsa y un engaño. Al darme cuenta de esto, finalmente entré en razón. En todos esos años como creyente en Dios, siempre había hablado de autoconocimiento y me había diseccionado en las reuniones, pero, incluso con todo ese conocimiento, no había cambiado mucho. Mi autoconocimiento solo había sido para ganar la admiración y el elogio de los demás y para alardear de mi supuesta buena entrada en la vida. Incluso para comparar en secreto mi plática y conocimiento en las reuniones con los de mis hermanas para ver quién tenía una comprensión más profunda y completa. Mi autoconocimiento solo existía en teoría. Aunque expresaba grandes consignas y me desenmascaraba con dureza incluso llegando a decir que era un diablo, un Satanás y un anticristo, eso no era realmente aceptar el juicio de las palabras de Dios ni provenía del corazón. En cambio, solo estaba citando las palabras de Dios para expresar grandes doctrinas que sonaban profundas, pero que en realidad estaban vacías, sin tener una verdadera comprensión de mi estado corrupto. Este tipo de autoconocimiento engañaba a los demás y me cegaba a mí mismo. Siempre pensé que, al admitir mi corrupción y examinarme mediante lo que las palabras de Dios ponen en evidencia sobre la esencia corrupta de los humanos, realmente me estaba conociendo a mí mismo. Incluso me admiraba por ello. Pero, en realidad, ni siquiera podía aceptar una sola opinión correcta y, cuando me podaban, discutía e intentaba justificarme. Si seguía así, incluso si creyera en Dios toda la vida y hablara de autoconocimiento todos los días, no lograría arrepentirme o cambiar de forma genuina. Al final, mi carácter satánico seguiría igual, y Dios ciertamente me abandonaría y descartaría. Al darme cuenta de esto, vi cuán necio había sido y el gran peligro en el que me encontraba.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Algunos anticristos poseen una especial habilidad para fingir, engañar a la gente y mostrar una fachada. Cuando se topan con personas que comprenden la verdad, empiezan a hablar acerca de su autoconocimiento y afirman ser un diablo y un Satanás, afirman que su humanidad es mala y que se merecen ser maldecidos. Imagínate que les preguntas: ‘Como dices ser un diablo y un Satanás, ¿qué acciones malvadas has perpetrado?’. Responderán: ‘No he hecho nada, pero soy un diablo. Y no solo soy un diablo; ¡también soy un Satanás!’. Entonces les preguntas: ‘Como dices ser un diablo y un Satanás, ¿qué acciones malvadas propias de un diablo y un Satanás has perpetrado, y cómo te has opuesto a Dios? ¿Puedes contar la verdad acerca de las cosas malvadas que has hecho?’. Responderán: ‘¡Yo no he hecho nada malvado!’. Les sigues presionando y preguntas: ‘Si no has hecho nada malvado, ¿por qué dices ser un diablo y un Satanás? ¿Qué intentas conseguir al decir eso?’. Cuando te pones así de serio con ellos, se quedarán sin nada que decir. En realidad, han hecho muchas cosas malas, pero no las confesarán de ningún modo. Se limitarán a soltar discursos grandilocuentes y pregonar unas cuantas doctrinas para hablar de su autoconocimiento de manera superficial. Pero no dirán una palabra en lo que atañe a especificar cómo atrajeron a la gente, cómo la engañaron, cómo se aprovecharon de ella apelando a sus sentimientos, cómo fracasaron a la hora de tomarse en serio los intereses de la casa de Dios, cómo se opusieron a los arreglos del trabajo, cómo engañaron a lo Alto, cómo les ocultaron cosas a sus hermanos y hermanas, y cuánto perjudicaron los intereses de la casa de Dios. ¿El verdadero conocimiento de uno mismo consiste en esto? (No). Al afirmar ser un diablo y un Satanás, ¿no están fingiendo autoconocimiento con el fin de enaltecerse y dar testimonio de sí mismos? ¿No se trata de uno de los métodos que emplean? (Sí). El individuo medio no logra desentrañar este método. […] Satanás a veces desorienta a las personas enalteciéndose y dando testimonio de sí mismo, y en ocasiones, cuando no le queda más remedio, puede admitir sus errores usando circunloquios, pero es todo fachada, su objetivo es granjearse la comprensión y simpatía de la gente. Llegará incluso a decir: ‘Nadie es perfecto. Todo el mundo tiene actitudes corruptas y todos pueden cometer errores. Mientras uno sea capaz de enmendar sus fallos, será buena persona’. Al oír esto, la gente tendrá la impresión de que es cierto y continuará adorando y siguiendo a Satanás. Su método consiste en reconocer sus errores de manera proactiva, así como en enaltecerse en secreto y ganarse un hueco en el corazón de las personas para que se lo acepten todo, incluso sus errores; luego se los perdonarán, los irán olvidando de forma gradual y, a la larga, aceptarán completamente a Satanás, serán leales hasta la muerte, no lo abandonarán nunca y lo seguirán hasta el final. ¿No es este el método que sigue Satanás? Así actúa él, y los anticristos emplearán también métodos de este estilo cuando busquen satisfacer sus ambiciones y objetivos de hacer que la gente los idolatre y los siga. Las consecuencias a las que esto conduce son las mismas, en modo alguno diferentes a las que conlleva la desorientación y la corrupción que Satanás genera en las personas(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). Al reflexionar sobre mí mismo, me di cuenta de que era exactamente como Dios había puesto en evidencia. Cuando me podaron, estaba claro que discutí y me negué a someterme en mi interior. Sin embargo, para que los demás dijeran que era capaz de aceptar la verdad y para reemplazar la mala impresión que el supervisor tenía de mí con una buena, diseccioné y reconocí mis problemas sin dudarlo, y usé algunas palabras duras para examinarme. Dije que me “faltaba humanidad”, que “desorientaba a los demás” y que “perturbaba y trastornaba el trabajo de la iglesia” para dar a entender que tenía un profundo y completo autoconocimiento. En verdad, estaba dando un paso hacia atrás para dar dos hacia adelante. Usaba mi inmediata admisión de culpa para silenciar a los demás y hacer que todos me aprobaran, me admiraran y dijeran que podía aceptar la verdad, que tenía entrada en la vida y que corregía mis errores al ser consciente de ellos. Usaba falsas apariencias y doctrinas vacías para pretender, cuando, en realidad, solo quería presumir, ensalzarme y engañar a los demás. Vi que mi conocimiento ocultaba muchos motivos y planes bochornosos destinados a limpiar mi imagen, desorientar a los demás y hacer que me admiraran. ¡Era verdaderamente repugnante! Además, en realidad no pensaba que mis problemas fueran tan graves, pero me describía a mí mismo como horrible y despreciable. En esencia, lo que estaba haciendo era dar falso testimonio para desorientar a los demás. Fue solo a través de esta revelación que vi cuán engañosa era realmente mi naturaleza, que incluso podía fingir y falsificar mi autoconocimiento. ¡El desenmascaramiento y la poda del supervisor fueron absolutamente correctos!

Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios y entendí un poco mejor la senda equivocada en la que había estado. Dios Todopoderoso dice: “Entre los que buscan vida, Pablo fue alguien que desconocía su propia sustancia. No era en absoluto humilde ni sumiso, ni conocía su esencia, la cual se oponía a Dios. Por tanto, era alguien que no había pasado por experiencias detalladas ni puso en práctica la verdad. Pedro era diferente. Conocía sus imperfecciones, sus debilidades y su carácter corrupto como un ser creado y, por tanto, tenía una senda de práctica por medio de la cual cambiar su carácter; no era uno de esos que solo tenía doctrina, pero no realidad. Las que cambian son personas nuevas que han sido salvadas, son las calificadas que buscan la verdad. Las que no lo hacen pertenecen a aquellas que son obsoletas por naturaleza; son las que no se han salvado, es decir, aquellas a las que Dios desdeña. Ellas no serán recordadas por Dios, por muy grande que haya sido su obra. Cuando comparas esto con tu propia búsqueda, debe ser evidente si al final eres el mismo tipo de persona que Pedro o Pablo. Si aún no hay verdad en lo que buscas y si todavía hoy sigues siendo tan soberbio e insolente como Pablo, y sigues siendo tan superficial y presuntuoso como él, sin duda eres un degenerado que fracasa. Si buscas lo mismo que Pedro, si procuras prácticas y cambios verdaderos y no eres arrogante ni obstinado, sino que buscas cumplir con tu deber, serás un ser creado que puede lograr la victoria. Pablo no conocía su propia esencia o corrupción y, mucho menos, su propia rebeldía. Nunca mencionó su desafío despreciable hacia Cristo ni se arrepintió demasiado. Solo ofreció una breve explicación y, en lo profundo de su corazón, no se doblegó totalmente ante Dios. Aunque cayó en el camino de Damasco, no miró en lo profundo de su ser. Se contentó simplemente con seguir obrando y no consideró que conocerse y cambiar su viejo carácter fueran los asuntos más cruciales. Se conformaba con simplemente hablar la verdad, con proveer para otros como un bálsamo para su propia conciencia y con no perseguir más a los discípulos de Jesús para consolarse y perdonarse por sus pecados pasados. La meta que perseguía no era otra que una corona futura y una obra transitoria, la meta que perseguía era la gracia abundante. No buscaba suficiente verdad ni buscaba progresar más profundamente en la verdad, la cual no había entendido previamente. Por consiguiente, se puede decir que su conocimiento de sí mismo era falso y que no aceptaba el castigo ni el juicio. Que fuera capaz de obrar no significa que poseyera un conocimiento de su propia naturaleza o de su esencia; su atención solo se centraba en las prácticas externas. Además, no se esforzaba por el cambio, sino por el conocimiento. Su obra fue, por completo, el resultado de la aparición de Jesús en el camino a Damasco. No fue algo que él hubiera decidido hacer en un principio ni fue una obra que ocurriera después de que aceptase la poda de su viejo carácter. Independientemente de cómo obrara, su viejo carácter no cambió y, por tanto, su obra no expió sus pecados pasados, sino que únicamente desempeñó cierto papel entre las iglesias de la época. Para alguien como él, cuyo viejo carácter no cambió —es decir, que no obtuvo la salvación y que, además, no tenía la verdad— era absolutamente incapaz de llegar a ser uno de los aceptados por el Señor Jesús(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). Las palabras de Dios ponen en evidencia las sendas que tomaron Pedro y Pablo. El éxito de Pedro en su fe en Dios radicó en que persiguió la verdad con sinceridad y se centró en el autoconocimiento. Se examinó rigurosamente a sí mismo acorde a las palabras del Señor Jesús que ponían en evidencia a la humanidad. Reflexionó sobre sí mismo a la luz de las palabras de Dios hasta que, finalmente, alcanzó un verdadero autoconocimiento. El fracaso de Pablo se debió a que le faltó conocimiento de su esencia corrupta. Se conformó con mero reconocimiento de palabra, llamándose a sí mismo pecador y el mayor de los pecadores. Pero nunca diseccionó ni puso al descubierto cómo se rebeló y se resistió contra el Señor Jesús, ni qué maldad cometió. Su autoconocimiento era vacío y falso. No solo no consiguió cambiar su carácter-vida, sino que lo hizo aún más arrogante y, al final, dio testimonio de sí mismo de forma descarada, diciendo que estaba viviendo como Cristo. A través del desenmascaramiento de las palabras de Dios, me di cuenta de que estaba caminando por la misma senda que Pablo. Durante todos esos años creyendo en Dios, había hablado sobre el autoconocimiento en reuniones y ante los hermanos y hermanas. Decía que era arrogante, egoísta, vil, que carecía de humanidad e incluso afirmaba ser un diablo y un Satanás. Las palabras de autoconocimiento me salían con facilidad, sin importar qué aspecto de mi carácter corrupto estuviera reconociendo, y podía hablar de ello durante diez o veinte minutos. Pero en mi corazón, no sentía ningún dolor ni angustia. No podía evitar preguntarme: “Con todo este autoconocimiento durante todos estos años, ¿he aceptado realmente el juicio de alguna de las palabras de Dios? ¿He llegado a odiarme realmente? ¿Qué aspecto de mi carácter corrupto ha cambiado de verdad?”. En las reuniones o cuando los demás me dejaban en evidencia, hablaba sobre algún conocimiento doctrinal de manera superficial solo para salir del paso, pero no sentía ningún remordimiento ni un sentimiento de deuda en el corazón. Después, nunca pensaba en cómo buscar un cambio. Cuanto más me reconocía a mí mismo de esa manera, más negligente me volvía y perdía la motivación para avanzar en mis deberes. Mi autoconocimiento no produjo ningún cambio en mí. En su lugar, me hizo sentirme satisfecho conmigo mismo y verme con admiración. Pensaba que había reconocido mi negligencia, egoísmo y naturaleza despreciable, y que había reconocido mi falta de humanidad. Incluso pensaba que mi comprensión era más profunda y completa que la de los demás, y que eso significaba que había entrado en la verdad. Ese tipo de autoconocimiento hipócrita no solo engañaba a los demás, sino que también me desorientaba a mí mismo, y, al final, el único que salió perdiendo fui yo. De hecho, algunos hermanos y hermanas discernieron este supuesto autoconocimiento mío. Un hermano incluso me dijo: “El autoconocimiento del que hablas parece grandioso y fuera del alcance de la mayoría de las personas. Al principio lo admiraba, pero, con el tiempo, no vi que lograras un cambio o una entrada”. En retrospectiva, ¡qué lamentable es! A lo largo de los años, mientras cumplía con mis deberes, Dios dispuso para mí muchos entornos y también me podaron mucho, pero dejé que se me escaparan todas esas oportunidades y no reflexioné ni me conocí a mí mismo adecuadamente con relación a esos asuntos. Dios ha expresado muchas palabras que ponen en evidencia todos los aspectos de las actitudes corruptas de los seres humanos, con la esperanza de que las personas puedan aceptar verdaderamente el juicio de Sus palabras, despojarse de sus actitudes corruptas y alcanzar la salvación. Pero solo usé las palabras literales de Dios como una herramienta para presumir y me armé de un montón de doctrinas, sin cambiar mi carácter corrupto en absoluto. Era como los hipócritas fariseos. Al pensar en esto, sentí que estaba en crisis y me di cuenta de que no podía continuar así, así que oré a Dios y le pedí que me guiara para enmendar mis búsquedas erróneas y conseguir conocerme a mí mismo de verdad.

A través de la oración y la búsqueda, encontré una senda de práctica y entrada en las palabras de Dios. Las palabras de Dios dicen: “Si tu autoconocimiento solo implica el reconocimiento superfluo de cosas superficiales, si te limitas a decir que eres arrogante y sentencioso, que te rebelas contra Dios y te opones a Él, eso no es verdadero conocimiento, sino doctrina. Debes incorporar los hechos a esto: debes sacar a la luz cualquier asunto sobre el que tengas intenciones y puntos de vista erróneos u opiniones distorsionadas para debatirlo y diseccionarlo. Solo esto es conocerse a uno mismo realmente. No debes obtener una comprensión de ti mismo basada solo en tus acciones; debes captar qué es lo fundamental y resolver la raíz del problema. Transcurrido un tiempo, debes reflexionar sobre ti mismo y resumir qué problemas has resuelto y cuáles siguen existiendo. Así pues, también debes buscar la verdad para resolver dichos problemas. No debes ser pasivo, no debes necesitar que otros estén constantemente persuadiéndote o empujándote a hacer cosas, o que incluso te controlen por completo; has de tener tu propia senda de entrada en la vida. Debes examinarte con frecuencia para ver qué cosas has dicho y hecho que se hallan en conflicto con la verdad, cuáles de tus intenciones son erróneas y qué actitudes corruptas has revelado. Si siempre practicas y entras de esta manera; si te pones exigencias estrictas, poco a poco podrás comprender la verdad y tener entrada en la vida. Cuando comprendas de veras la verdad, te darás cuenta de que en realidad no eres nada. Por un lado, tienes un carácter gravemente corrupto; por otro, te falta demasiado y no comprendes ninguna verdad. Si llega el día en que poseas de verdad tal autoconocimiento, ya no serás capaz de mostrar arrogancia y en muchos asuntos tendrás razón y podrás someterte. ¿Cuál es la cuestión fundamental en este momento? A través de la charla y la disección de la esencia de las nociones, las personas han llegado a comprender la razón por la que las generan; son capaces de resolver algunas nociones, si bien eso no significa que puedan percibir con claridad la esencia de cada una de ellas, sino que simplemente poseen cierto autoconocimiento, aunque aún no es lo suficientemente profundo o claro. En otras palabras, todavía no pueden ver con claridad su propia esencia-naturaleza, ni son capaces de percibir qué actitudes corruptas han arraigado en sus corazones. Existe un límite para el conocimiento que una persona puede adquirir de sí misma de esta manera. Algunas personas dicen: ‘Soy consciente de que mi carácter es extremadamente arrogante; ¿no significa esto que me conozco a mí mismo?’. Ese conocimiento es demasiado superficial; no puede solucionar el problema. Si realmente te conoces, ¿por qué sigues buscando el progreso personal, por qué sigues ansiando estatus y distinción? Esto significa que tu naturaleza arrogante no ha sido erradicada. Por tanto, el cambio debe empezar por tus pensamientos y puntos de vista y por las intenciones que hay detrás de tus palabras y acciones(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo cruza el hombre en la nueva era). Después de leer las palabras de Dios, obtuve cierta claridad sobre la senda para alcanzar el autoconocimiento. Reflexioné y me reconocí a mí mismo con relación a ese asunto y me pregunté: “¿Por qué era tan superficial en mi deber? ¿Por qué no estaba dispuesto a aceptar que mi supervisor me desenmascarase y podase por mi irresponsabilidad? ¿Qué intenciones y opiniones se escondían detrás de esto?”. Al reflexionar, me di cuenta de lo siguiente: por un lado, tenía demasiada consideración con mi carne y solo quería relajarme cada vez que debía soportar un sufrimiento carnal. Además, pensaba de manera despreciable que, como compartíamos el deber entre tres personas, si revisaba más, ponía más esfuerzo o sufría más que mis hermanas, sería un embaucador y me estaría perjudicando. Trataba mi deber como si trabajara para un empleador, siempre calculando mis ganancias y pérdidas y sintiéndome en desventaja si trabajaba o sufría un poco más que los demás. Parecía que estaba cumpliendo con mi deber, pero, en realidad, estaba lleno de planes perversos y solo pensaba en mi propio beneficio. ¡Era tan egoísta y despreciable! Además, descubrí que tenía otra opinión errónea. Creía que nadie es perfecto, que nadie puede hacer su deber a la perfección y que tener algunos problemas o divergencias era normal. Por lo tanto, cuando me podaron, no reflexioné ni me conocí a mí mismo y simplemente pensé que el supervisor estaba siendo demasiado exigente. Cuando realmente reflexioné y me diseccioné a mí mismo, me di cuenta de que esta opinión no se ajustaba a la verdad. Aunque Dios no nos exige que hagamos nuestros deberes a la perfección, sí espera que nos esforcemos al máximo al hacer nuestros deberes. Este es el principio que debemos seguir en nuestros deberes. Pero me aferraba a opiniones erróneas y no estaba dispuesto a esforzarme, incluso cuando prestar poco más de atención hubiera podido prevenir problemas. No intentaba dar lo mejor de mí, y mucho menos me dedicaba a ello con todo el corazón. Eso llevó a que surgieran más y más problemas en mi deber, lo que afectó de forma directa a mi deber y le ocasionó pérdidas. Al darme cuenta de esto, pude entender un poco sobre mi estado interior.

Justo cuando estaba ganando algo de comprensión, el supervisor vino a celebrar una reunión con nosotros y nos preguntó cómo habíamos entendido que nos podasen y desenmascarasen recientemente. Comencé a poner en orden mis pensamientos sobre lo que iba a decir y me pregunté: “¿Qué puedo decir para que el supervisor piense que tengo autoconocimiento? ¿Cómo puedo hacer que parezca que tengo una comprensión profunda? Si mi comprensión parece demasiado superficial, ¿acaso el supervisor y mis compañeras me mirarán con desdén por tener una entrada en la vida mediocre?”. Cuando pensé en esto, me di cuenta de inmediato: “¿No estoy tratando aún de disfrazarme con doctrinas profundas para ganarme la admiración de los demás?”. Sabía que esa era una oportunidad que Dios me había preparado para practicar la verdad y ser una persona honesta, así que oré a Dios con sinceridad y decidí que, independientemente de cómo me vieran los hermanos y hermanas, tenía que decir la verdad con el corazón y compartir tanto como entendía. Tras eso, compartí mis comportamientos de aparentar y desorientar a los demás, y las intenciones que había detrás de ellos. También confesé que, en ese momento, solo reconocía que mi comprensión previa había sido una farsa y un engaño, y era consciente de mi intención de ser superficial, pero no había comprendido del todo la naturaleza y las consecuencias de mi superficialidad. Después de expresar mis verdaderos pensamientos y lo que entendía, sentí paz en mi corazón, porque finalmente había dejado que los demás viesen mi verdadero yo, y ya no necesitaba devanarme los sesos para guardar las apariencias. Más adelante, solía comer y beber las palabras de Dios de juicio y desenmascaramiento con relación a mi estado superficial en mi deber, y reflexionaba y reconocía mi estado y comportamiento. Si no podía entender algo, buscaba a mis hermanos y hermanas. Con la guía y ayuda de todos, gané cierta comprensión real de mí mismo, y mi superficialidad disminuyó cuando volví a hacer mi deber. Cuando encontraba problemas y dificultades en mi deber y no sabía cómo resolverlos, oraba a Dios sobre ellos, confiaba en Él y buscaba los principios-verdad relevantes, hablaba con las hermanas con las que trabajaba o buscaba al supervisor y me esforzaba por comprender y aclarar por completo estas cuestiones. Aunque practicar de esta manera tomaba más tiempo y esfuerzo, y me hacía sufrir un poco más de lo habitual, a través de la búsqueda y la enseñanza llegué a entender algunas verdades con mayor claridad, resolvía los problemas con rapidez y la eficacia del trabajo mejoró poco a poco.

Gracias a esta experiencia, encontré algunas sendas de práctica con relación al autoconocimiento. También me di cuenta de que solo al captar mis pensamientos, intenciones y las revelaciones de mi corrupción, y al reflexionar sobre ellos y entenderlos a la luz de las palabras de Dios podía obtener el esclarecimiento del Espíritu Santo, ver la naturaleza de los problemas, reconocer mi carácter y esencia corruptos, odiarme de verdad a mí mismo y estar dispuesto a arrepentirme y cambiar. Adherirse a preceptos, catalogarse y reconocerse a uno mismo con hipocresía son cosas que se hacen para impresionar a los demás y no conducen a un verdadero remordimiento o arrepentimiento. Como mucho, derivan en seguir preceptos y tener autocontrol, pero los antiguos problemas reaparecen después de un tiempo. Es como las personas religiosas que pecan y luego se confiesan. No importan los años que crean en Dios, no pueden cambiar su carácter. Me di cuenta de lo crucial que es conocerse de verdad a uno mismo, ya que esto se relaciona directamente con nuestra capacidad de arrepentirnos, cambiar y salvarnos. Al recordar mis años como creyente en Dios, parecía que comía y bebía las palabras de Dios y cumplía mis deberes todos los días, pero no aceptaba realmente el juicio o el castigo de las palabras de Dios. Si no hubiera sido por esa experiencia de poda, seguiría viviendo acorde a mis nociones y figuraciones, y no me conocería a mí mismo. Doy gracias a Dios por disponer esa situación para que pudiera corregir las desviaciones en mi búsqueda.

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

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