¿Qué es un devocional cristiano y cómo se hace?

20 Jul 2019

Li Cheng

Creía que la devoción espiritual consistía en leer la Biblia, orar y cantar himnos con perseverancia

Recuerdo la primera vez que fui a la iglesia, escuché un sermón del pastor y luego conocí un poco la salvación del Señor Jesús y expresé mi deseo de creer en el Señor al instante. Cuando me marchaba, el pastor me recordó que “para vivir como los cristianos hay que practicar la devoción espiritual”. Le pregunté: “¿Qué es la devoción espiritual? ¿Cómo la practicamos?”. Entonces el pastor me dijo: “La devoción espiritual consiste en leer la Biblia, orar y cantar himnos de alabanza cada día. Al orar debemos hacerlo por nuestras familias, por los hermanos y hermanas débiles de nuestra iglesia y por los siervos de Dios. También debemos perseverar para leer la Biblia y cantar himnos cada día y tenemos que seguir haciéndolo ininterrumpidamente. Siempre y cuando practiques diligentemente la devoción espiritual a diario, tu espiritualidad continuará evolucionando, te acercarás cada vez más al Señor y entonces Dios se regocijará”.

Así, empecé a practicar como el pastor me había dicho. Cada mañana me levantaba de la cama a las 5 en punto para comenzar mi devoción espiritual. Primero leía dos capítulos de la Biblia, luego cantaba himnos y después oraba como me había indicado el pastor. Mantuve esta rutina en todas las estaciones y persistí en mis oraciones aunque a veces se me durmieran las piernas de estar tanto tiempo de rodillas. Pasaron varios años y creía que podría recibir un mayor esclarecimiento con la práctica de mi devoción espiritual, que entendería cada vez mejor las palabras del Señor y que tendría una creciente intimidad con Él. Pero en realidad, pese a ser capaz de recitar algunos versículos clásicos de la Biblia y de recordar algunas palabras que empleaba con frecuencia en oración, seguía sin entender en absoluto las palabras del Señor, Su voluntad o Sus exigencias. Llegó un punto en que incluso daba cabezadas o me adormilaba durante la devoción espiritual y no sentía la presencia del Señor en lo más mínimo.

Pregunté a numerosos predicadores, así como a muchos hermanos y hermanas, cómo había que practicar la devoción espiritual para acercarse al Señor, pero la manera en que ellos la practicaban era más o menos como la mía. También ellos madrugaban para orar, leían la Biblia y cantaban himnos de alabanza al Señor sin lograr tampoco ningún resultado evidente. Algunos hasta se dormían mientras oraban. Esto me produjo una enorme consternación: si llevaba algunos años practicando mi devoción espiritual tal como el pastor me había dicho, ¿por qué no había obtenido ningún resultado positivo? ¿Acaso el Señor no consideraba loable esta forma de practicar la devoción espiritual? ¿Cuál era exactamente la voluntad del Señor?

¿En qué consiste la auténtica devoción espiritual?

Un día visité a la hermana Song en su casa para estudiar la Biblia. Cuando le pregunté cómo había que practicar la devoción espiritual para poder recibir el elogio del Señor, la hermana Song sacó un libro titulado El Rollo Abierto por el Cordero y leyó un pasaje del mismo: “Una vida espiritual normal no se limita a prácticas como orar, cantar himnos, participar en la vida de la iglesia y comer y beber de las palabras de Dios. Más bien, implica vivir una nueva y dinámica vida espiritual. Lo que importa no es cómo se practica, sino qué fruto da la práctica. La mayoría de la gente cree que una vida espiritual normal implica necesariamente orar, cantar himnos, comer y beber de las palabras de Dios o reflexionar sobre ellas, sin que importe que tales prácticas tengan algún efecto o conduzcan a un verdadero entendimiento. Estas personas se centran en seguir procedimientos superficiales sin preocuparse por los resultados; viven en los rituales religiosos, no dentro de la iglesia, y ni mucho menos son personas del reino. Al orar, cantar himnos, y comer y beber de las palabras de Dios solo siguen reglas, lo hacen por obligación y para estar al día con las tendencias, no por voluntad propia ni de corazón. Por mucho que estas personas oren o canten, sus esfuerzos no darán ningún fruto, ya que solo practican las reglas y los rituales de la religión, no las palabras de Dios. Se centran solo en darle importancia a cómo practican, y tratan las palabras de Dios como reglas a seguir. Estas personas no están poniendo en práctica las palabras de Dios, solo están satisfaciendo la carne y actuando para que otras personas las vean. Todas estas reglas y rituales religiosos tienen un origen humano; no provienen de Dios. Dios no sigue reglas ni está sujeto a ninguna ley. En su lugar, Él hace cosas nuevas cada día, y así logra una obra práctica. […] Cuando las personas viven entre reglas y anclan su corazón a métodos de práctica, el Espíritu Santo no puede obrar, ya que su corazón está ocupado por reglas y nociones humanas. Por lo tanto, Dios es incapaz de intervenir y obrar en ellas, y solo pueden seguir viviendo bajo el control de las leyes. Tales personas nunca podrán recibir el elogio de Dios(“Acerca de una vida espiritual normal”).

El pasaje que leyó la hermana me conmovió el corazón. Anteriormente había estudiado Teología, había leído un gran número de libros espirituales, tanto antiguos como modernos, chinos y extranjeros, y había escuchado muchas grabaciones de sermones de predicadores famosos, pero jamás había visto ni oído una explicación tan meridianamente clara de en qué consistía la auténtica devoción espiritual y de los resultados que se consiguen al practicarla. Además, aquel pasaje exponía en qué situación había estado nuestra devoción espiritual desde un principio: ¡no cabía duda de que en ella había normas y errores!

Posteriormente, gracias a las enseñanzas de la hermana, llegué a comprender que la devoción espiritual no implica perseverar en la lectura de la Biblia, en cantar himnos y orar a diario, pues con la auténtica devoción espiritual da igual cómo sean las prácticas externas, lo bien que se observe el rito religioso o cuánto tiempo se practique al día. Lo importante, por el contrario, es el resultado: es decir, depende de si la devoción espiritual puede o no capacitarnos para recibir más esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo, de si puede o no capacitarnos para comprender mejor la voluntad de Dios y de si puede o no capacitarnos para que nos acerquemos más a Él. Por ejemplo, no cantamos himnos por puro formalismo, sino para entrenar el sosiego del corazón ante Dios. Al cantar himnos podemos recibir el esclarecimiento y la orientación del Espíritu Santo, con los cuales entendemos la voluntad de Dios. La oración no es sólo recitar las mismas palabras de siempre una y otra vez, día tras día, año tras año, ni creer que cuanto más tiempo oremos y más cosas digamos en oración más acorde es esta con la voluntad de Dios. La oración consiste más bien en abrir el corazón y confiarle a Dios todo lo que hay en él y todas nuestras dificultades prácticas. La oración supone presentarse ante Dios y buscar Su voluntad y el sendero de práctica. No leemos las palabras del Señor con la sola finalidad de entender su sentido literal y dotarnos de conocimientos y doctrinas espirituales para luego predicárselos a otros o para resolver los problemas de nuestros hermanos y hermanas. Por el contrario, leemos las palabras del Señor con el fin de meditarlas, comprender la voluntad y las exigencias del Señor hacia nosotros, practicar mejor Sus palabras y hacerlo de acuerdo con Su voluntad.

Nunca había buscado resultados en mi devoción espiritual, sino que la había practicado a diario como si solamente estuviera llevando a cabo una tarea. Cuando cantaba himnos, cantaba por cantar; cuando oraba, siempre repetía la misma secuencia, las mismas palabras muchas veces; cuando leía la Biblia, únicamente entendía algo del sentido literal de las palabras y me dotaba de un poco de teoría espiritual. Sencillamente, nunca reflexioné sobre por qué el Señor había dicho lo que había dicho, sobre cuáles eran Su voluntad y Sus exigencias subyacentes a las cosas que había dicho, sobre qué verdades entendía yo en Sus palabras, etc. Comparándome con el pasaje que había leído la hermana Song, al final comprobé que mi devoción espiritual no consistía sino en seguir unas normas y llevar a cabo un rito religioso; no era una auténtica devoción espiritual y, francamente, eso no podía granjearme el elogio de Dios. Medité con ahínco aquel pasaje y advertí que no sólo exponía la causa principal de por qué no logramos nada con nuestra devoción espiritual, sino que también nos mostraba el sendero de práctica. ¡Aquel pasaje fue verdaderamente de gran utilidad y provecho para mí! Quería leer más, por lo que le pedí prestado el libro a la hermana Song.

Cómo conseguir una auténtica devoción espiritual

Al llegar a casa leí varios pasajes seguidos. Uno de ellos decía: “La manera en que las personas creen en Dios, lo aman y lo satisfacen es llegando al Espíritu de Dios con el corazón, obteniendo de este modo Su satisfacción, y usando el corazón para comprometerse con las palabras de Dios y así poder ser conmovidos por Su Espíritu. Si quieres alcanzar una vida espiritual normal y establecer una relación normal con Dios, entonces tienes que entregarle primero tu corazón a Dios. Solo después de que hayas tranquilizado tu corazón ante Él y lo hayas derramado por completo en Él, podrás desarrollar poco a poco una vida espiritual normal. […] Si tu corazón se puede derramar en Dios, y mantenerse tranquilo delante de Él, tendrás la oportunidad y las cualificaciones para que el Espíritu Santo te use, para recibir Su esclarecimiento e iluminación y, es más, tendrás la oportunidad de que el Espíritu Santo compense tus deficiencias. Cuando entregas tu corazón a Dios, el aspecto positivo es que puedes lograr una entrada más profunda y alcanzar un plano más alto de entendimiento; el aspecto negativo es que tendrás más entendimiento de tus propias faltas y deficiencias, estarás más dispuesto a buscar satisfacer la voluntad de Dios y, no serás pasivo, sino que entrarás activamente. Así, te convertirás en una persona adecuada(“Es muy importante establecer una relación normal con Dios”).

Mientras meditaba este pasaje comprendí que, si quería tener una vida espiritual normal, primero tenía que olvidarme de todas aquellas viejas normas y prácticas del pasado, apartar el corazón de todas las personas, circunstancias y cosas del mundo exterior y sosegarlo ante Dios, orarle, leer Sus palabras y meditarlas con honestidad de corazón. En cuanto a aquello que no entendiera, supe que tenía que orar y buscar más con Dios; no podía limitarme a echar un vistazo rápido a las palabras de Dios y dejarlas pasar. La única forma de recibir el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo y de entablar una relación normal con Dios pasaba por practicar de este modo. Cuando nos volcamos de corazón en las palabras de Dios, al final descubrimos si nos comportamos según nuestros deseos en aquello que nos encontramos en la vida o si practicamos de acuerdo con las palabras de Dios; descubrimos que hay cosas en las que no practicamos totalmente de acuerdo con la voluntad de Dios y que sigue habiendo en nosotros errores, defectos y demás. Cuando reflexionamos acerca de estas cosas, buscamos el sendero de práctica en las palabras de Dios y después lo incorporamos a nuestra vida, lo practicamos y entramos en él a fin de resolver nuestros problemas reales. Sólo una vida espiritual que pueda lograr esta clase de resultados es una auténtica devoción espiritual. Una vez que lo hube comprendido, comencé a practicar y a entrar en ella: cuando practicaba la devoción espiritual, oraba al Señor por todos los problemas y dificultades que me encontraba a diario y buscaba el sendero de práctica en las palabras del Señor. Cuando oraba, le contaba al Señor todo lo que había en mi corazón, le hablaba sinceramente, le confiaba todas mis dificultades prácticas y le pedía ayuda; mis oraciones ya no consistían en seguir unas normas, en llevar a cabo un rito religioso ni en decir las mismas palabras de siempre. Cuando leía las palabras de Dios, ya no importaba cuánto leía ni cuánto era capaz de memorizar. Me centraba, en cambio, en meditar y buscar la voluntad y las exigencias del Señor, reflexionaba sobre si practicaba o no de acuerdo con las palabras del Señor ante los problemas y, de no ser así, sobre por qué no lo hacía, sobre qué debería hacer la próxima vez que me topara con el mismo problema, y así sucesivamente. Después de practicar de este modo durante un tiempo, percibía que mi relación con el Señor era cada vez más normal, a menudo notaba el esclarecimiento y la orientación del Espíritu Santo al leer las palabras del Señor y, cuando oraba, me emocionaba y presentía claramente que el Señor escuchaba mis oraciones. ¡Gracias al Señor!

El libro, El Rollo Abierto por el Cordero, también hablaba sobre qué es la auténtica vida espiritual, sobre cómo entablar una relación normal con Dios, sobre qué es una auténtica vida de iglesia y más cosas. Cuanto más lo leía, más nítido lo veía todo y más lo disfrutaba. Por otra parte, este libro explicaba muchas cosas que nunca antes había entendido en la Biblia. Con la lectura de este libro se resolvieron muchos problemas que antes me habían confundido y de pronto vi la luz, como si las nubes se hubieran alejado y hubieran dejado al descubierto la luz del sol. Me daba la impresión de que este libro no podía haber sido escrito por una persona corriente, pues era muy edificante y beneficioso, y no pude evitar pensar en las palabras del Señor Jesús: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir(Juan 16:12-13). El Señor afirmó claramente que, cuando regrese, nos contará todas las verdades que aún no entendemos. Este libro tenía la capacidad de explicarlo todo con gran claridad; ¿acaso las palabras que contenía provenían de las declaraciones del Espíritu Santo? Estudié minuciosamente el libro y leí el título, El Rollo Abierto por el Cordero. Me dio un vuelco el corazón cuando de repente pensé: ¿no sería este libro el pequeño rollo tantas veces profetizado en el Apocalipsis? Pero solamente el Cordero puede abrir el pequeño rollo sellado… En medio de estos pensamientos, no pude quedarme ahí por más tiempo y, tras orar al Señor, agarré el libro y me fui rápidamente a casa de la hermana Song…

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