Palabras diarias de Dios: La entrada en la vida | Fragmento 461
6 Sep 2020
Hoy en día, muchas personas no reparan en qué lecciones hay que aprender al coordinarse con otras. He descubierto que muchos no aprendéis ninguna lección al coordinaros con los demás; la mayoría se aferra a sus puntos de vista. En el trabajo en la iglesia, tú haces una observación, otro hace la suya y no guardan relación entre ellas; en realidad no cooperáis en absoluto. Todos estáis muy concentrados nada más que en comunicar vuestras ideas o en liberar vuestras “cargas” internas sin buscar la vida en lo más mínimo. Parece que simplemente trabajas sin interés, creyendo siempre que debes seguir tu propia senda independientemente de lo que digan o hagan otros; piensas que debes enseñar a medida que te guíe el Espíritu Santo, sean cuales sean las circunstancias de los demás. No sois capaces de descubrir las fortalezas de los demás ni de examinaros a vosotros mismos. Vuestra aceptación de las cosas es verdaderamente pervertida y errada. Puede afirmarse que todavía demostráis mucha mojigatería, como si hubierais recaído en esa antigua enfermedad. No os comunicáis de manera que lleguéis a abriros del todo, por ejemplo, acerca del resultado que habéis conseguido trabajando en ciertas iglesias o sobre la situación reciente de tu estado interno, etc.; simplemente nunca comunicáis esas cosas. No os interesan nada prácticas tales como las de descartar vuestras propias nociones o renunciar a vosotros mismos. Los líderes y colaboradores únicamente piensan en cómo impedir que sus hermanos y hermanas sean negativos y en cómo darles la capacidad de seguir con dinamismo. Sin embargo, todos pensáis que seguir con dinamismo es suficiente de por sí y, fundamentalmente, no entendéis lo que significa conoceros y renunciar a vosotros mismos, y mucho menos comprendéis lo que significa servir coordinadamente con otros. Solo pensáis en tener voluntad para retribuir el amor de Dios, de tener voluntad para vivir a la manera de Pedro. Aparte de estas cosas, no pensáis en nada más. Tú incluso dices que, hagan lo que hagan los demás, no te someterás a ciegas y que, sean como sean otras personas, aspirarás a ser perfeccionado por Dios y eso bastará. El caso, no obstante, es que tu voluntad no ha encontrado ninguna expresión concreta en la realidad. ¿No son todas estas cosas el tipo de conducta que exhibís vosotros en la actualidad? Cada uno se aferra a su idea y todos deseáis ser perfeccionados. Veo que habéis servido mucho tiempo sin haber progresado demasiado; en concreto, ¡en esta lección de trabajar juntos en armonía no habéis logrado absolutamente nada! Cuando tú entras en las iglesias, te comunicas a tu modo y otros, al suyo. Rara vez se produce una coordinación armoniosa, lo que es aún más cierto entre los subordinados que te siguen. Es decir, rara vez alguno de vosotros entiende qué es servir a Dios o cómo hay que servirlo. Estáis confundidos y consideráis estas lecciones insignificantes. Incluso hay muchas personas que no solo no practican este aspecto de la verdad, sino que, además, actúan mal a sabiendas. Hasta aquellos que han servido muchos años riñen y conspiran unos contra otros y son celosos y competitivos; cada uno va a lo suyo y no cooperan en absoluto. ¿No representan todas estas cosas la estatura real que tenéis? Vosotros, que servís juntos a diario, sois como los israelitas, que servían directamente a Dios en el templo todos los días. ¿Cómo puede ser que vosotros, que servís a Dios, no tengáis ni idea de cómo coordinar ni de cómo servir?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Servid como lo hacían los israelitas
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