Palabras diarias de Dios: La entrada en la vida | Fragmento 491
5 Oct 2020
Durante el tiempo de Dios en la carne, la sumisión que Él exige de las personas no implica abstenerse de emitir juicios ni resistirse, como ellos imaginan, sino que Él exige que las personas usen Sus palabras como principio para vivir y el fundamento de su supervivencia, que pongan absolutamente en práctica la esencia de Sus palabras, y que satisfagan por completo Su voluntad. Un aspecto de exigir que las personas se sometan al Dios encarnado se refiere a poner en práctica Sus palabras, mientras que el otro se refiere a ser capaz de someterse a Su normalidad y Su practicidad. Ambos deben ser absolutos. Los que pueden lograr ambos aspectos son todos aquellos que albergan en su corazón un amor genuino por Dios. Todas ellas son personas que Dios ha ganado, y que lo aman como a su propia vida. El Dios encarnado lleva una humanidad normal y práctica en Su obra. De esta forma, Su revestimiento exterior de humanidad normal y práctica se convierte en una prueba enorme para las personas, en su mayor dificultad. Sin embargo, la normalidad y la practicidad de Dios no pueden evitarse. Él lo intentó todo para encontrar una solución, pero al final no se pudo librar del revestimiento exterior de Su humanidad normal. Esto era porque, después de todo, Él es Dios hecho carne, no el Dios del Espíritu en el cielo. Él no es el Dios que las personas no pueden ver, sino el Dios que lleva el revestimiento de un miembro de la creación. Así, librarse del revestimiento de Su humanidad normal no sería en modo alguno fácil. Por tanto, pase lo que pase, Él sigue haciendo la obra que quiere hacer desde la perspectiva de la carne. Esta obra es la expresión del Dios normal y práctico; ¿cómo podría estar bien, pues, que las personas no se sometieran? ¿Qué diantre pueden hacer las personas respecto a las acciones de Dios? Él hace lo que quiere hacer; aquello con lo que Él esté contento es como tiene que ser. Si las personas no se someten, ¿qué otro plan sensato pueden tener? Hasta ahora, sólo la sumisión ha podido salvar a las personas; nadie ha tenido otras ideas brillantes. Si Dios quiere poner a prueba a las personas, ¿qué pueden hacer ellas al respecto? Sin embargo, todo esto no lo ideó Dios en el cielo, sino que es la idea del Dios encarnado. Él quiere hacer esto, por lo que ninguna persona puede cambiarlo. El Dios en el cielo no interfiere con lo que hace Dios encarnado; ¿no hay incluso más razón para que la gente deba someterse a Él? Aunque Él es tanto práctico como normal, es completamente el Dios hecho carne. En base a Sus propias ideas, Él hace lo que quiere hacer. El Dios en el cielo le ha asignado todas las tareas a Él; debes someterte a cualquier cosa que Él haga. Aunque Él tiene humanidad y es muy normal, Él ha dispuesto deliberadamente todo esto; ¿cómo pueden mirarlo entonces las personas con ojos llenos de desaprobación? Él quiere ser normal, así que es normal. Él quiere vivir en la humanidad, así que vive en la humanidad. Él quiere vivir en la divinidad, así que vive en la divinidad. Las personas pueden verlo como ellas quieran, pero Dios siempre será Dios, y los seres humanos siempre serán seres humanos. Su esencia no puede negarse por algún detalle menor ni se le puede empujar fuera de la “persona” de Dios por una pequeñez. Las personas tienen la libertad de los seres humanos, y Dios posee la dignidad de Dios; estos no se interfieren mutuamente. ¿No pueden darle las personas a Dios un poco de libertad? ¿No pueden tolerar que Dios sea un poco más distendido? ¡No seas tan estricto con Dios! Todos deberían ser tolerantes los unos con los otros; ¿no estaría todo solucionado? ¿Seguiría habiendo algún distanciamiento? Si no se puede tolerar una cosa tan trivial, entonces ¿cómo se puede pensar siquiera en ser una persona magnánima o un hombre verdadero? No es Dios el que causa dificultades a la humanidad, sino que es ella quien se las causa a Dios. Las personas siempre están manejando las cosas. Hacen una tormenta de un vaso de agua, de nada crean un verdadero problema, ¡y es tan innecesario! Cuando Dios obra en la humanidad normal y práctica, lo que hace no es la obra de la humanidad, sino de Dios. Sin embargo, los seres humanos no ven la esencia de Su obra; siempre ven únicamente el revestimiento exterior de Su humanidad. No han visto una obra tan grande, pero insisten en ver la humanidad normal y corriente de Dios, y no abandonarán esto. ¿Cómo puede denominarse esto someterse ante Dios? El Dios en el cielo se ha “convertido” ahora en el Dios en la tierra, y el Dios en la tierra es ahora el Dios en el cielo. No importa si Sus apariencias externas son iguales ni importa cómo sea Su obra exactamente. Quien hace la propia obra de Dios es Dios mismo. Debes someterte quieras o no; ¡esto no es un asunto en el que puedas elegir! Dios debe ser obedecido por los seres humanos, y estos deben someterse absolutamente a Dios, sin la más mínima pizca de fingimiento.
El grupo de personas a los que el Dios encarnado quiere ganar hoy es el compuesto por aquellos que se conforman a Su voluntad. Sólo tienen que someterse a Su obra, y dejar de preocuparse constantemente con las ideas del Dios en el cielo, vivir en la imprecisión y dificultarle las cosas al Dios en la carne. Los que son capaces de someterse son quienes escuchan absolutamente Sus palabras, y obedecen Sus disposiciones. Tales personas no prestan atención en absoluto a cómo pueda ser realmente el Dios en el cielo ni a qué clase de obra pueda estar haciendo Él en la actualidad, entre la humanidad. Entregan por completo su corazón al Dios en la tierra, y ponen la totalidad de sus seres ante Él. Nunca tienen ninguna consideración hacia su propia seguridad ni arman un escándalo por la normalidad y la practicidad del Dios en la carne. Los que se someten a Dios en la carne pueden ser perfeccionados por Él. Los que creen en el Dios en el cielo no ganarán nada. Esto se debe a que no es el Dios en el cielo quien concede las promesas y las bendiciones a las personas, sino el Dios en la tierra. Las personas no deberían magnificar siempre al Dios en el cielo mientras consideran al Dios en la tierra como una mera persona corriente. Esto es injusto. El Dios en el cielo es grande y hermoso, de maravillosa sabiduría, pero esto no existe en absoluto. El Dios en la tierra es muy corriente e insignificante, y también es muy normal. No tiene una mente extraordinaria ni realiza actos que estremezcan la tierra. Él simplemente obra y habla de una manera muy normal y práctica. Aunque no hable por medio del trueno ni convoque al viento y la lluvia, Él es realmente la encarnación del Dios en el cielo, y es realmente el Dios que vive entre los humanos. Las personas no deben magnificar como Dios a aquel a quien son capaces de entender y que se corresponde con sus propias imaginaciones, mientras consideran inferior a aquel a quien no pueden aceptar ni imaginar en absoluto. Todo esto viene de la rebeldía de las personas; todo es la fuente de la resistencia de la humanidad a Dios.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Aquellos que de verdad aman a Dios son los que pueden someterse completamente a Su practicidad
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