Palabras diarias de Dios: Revelación de la corrupción de la humanidad | Fragmento 334
18 Ago 2020
Siempre que se menciona el destino lo tratáis con especial seriedad; todos vosotros sois particularmente sensibles en relación con este asunto. Algunas personas no pueden esperar a postrarse delante de Dios con el fin de conseguir un buen destino. Puedo identificarme con vuestra ansiedad, que no necesita expresarse en palabras. No queréis, en absoluto, que vuestra carne caiga en desgracia y, más aún, no queréis hundiros en el castigo perdurable en el futuro. Sólo esperáis vivir de un modo más libre y fácil. Así que os sentís particularmente angustiados cuando se menciona el destino y teméis profundamente que, si no estáis lo bastante atentos, podéis ofender a Dios y estar sujetos a la merecida retribución. No habéis dudado en transigir en cosas por el bien de vuestro destino, y muchos de vosotros que una vez fuisteis taimados y frívolos os habéis vuelto de repente especialmente amables y sinceros; vuestra sinceridad es, incluso, escalofriante. Independientemente de esto, todos vosotros tenéis corazones “honestos” y, de principio a fin, os habéis abierto a Mí sin esconder ninguno de los secretos de vuestro corazón, ya fuera la culpa, el engaño o la devoción. En general, me habéis “confesado” con gran franqueza esas cosas esenciales que tenéis en vuestros escondrijos más profundos. Por supuesto, nunca he evitado Yo tales cosas porque se han convertido en algo común y corriente para Mí. Preferiríais entrar en el mar de fuego por vuestro destino final que perder un solo mechón de cabello para obtener la aprobación de Dios. No es que esté siendo demasiado dogmático con vosotros; es que vuestro corazón de devoción es especialmente inadecuado para afrontar cualquier cosa que Yo hago. Es posible que no entendáis lo que quiero decir, así que dejadme proporcionaros una simple explicación: lo que necesitáis no es la verdad y la vida; no son los principios de cómo conduciros y, sobre todo, no es Mi laboriosa obra. Lo que necesitáis es todo lo que poseéis en la carne: riqueza, estatus, familia, matrimonio, etc. Tenéis una actitud totalmente desdeñosa hacia Mis palabras y Mi obra, de manera que puedo resumir vuestra fe en una palabra: tibia. Haríais cualquier cosa por lograr las cosas a las que estáis absolutamente dedicados, pero he descubierto que no lo desatendéis todo por el bien de los asuntos concernientes a vuestra creencia en Dios. Más bien sois relativamente fieles y serios. Por esta razón afirmo que quienes carecen de un corazón de absoluta sinceridad son un fracaso en su creencia en Dios. Pensad con cuidado: ¿Hay muchos fracasados entre vosotros?
Deberíais saber que el éxito en creer en Dios se logra debido a las propias acciones de las personas; cuando estas no tienen éxito, sino que fracasan, también se debe a sus propias acciones y no al impacto de otros factores. Creo que haríais todo lo necesario para conseguir realizar algo más difícil y que entrañe más sufrimiento que creer en Dios, y que lo trataríais con mayor seriedad. Incluso no estaríais dispuestos a cometer error alguno; estos son los tipos de esfuerzos incansables que todos vosotros habéis hecho en vuestra propia vida. Incluso sois capaces de engañarme en la carne en circunstancias en las que no lo haríais con vuestra propia familia. Esta es vuestra conducta sistemática y el principio que aplicáis en vuestra vida. ¿Acaso no seguís cultivando una falsa imagen para engañarme, por amor a vuestro destino, para que este sea hermoso y feliz? Soy consciente de que vuestra devoción y vuestra sinceridad no son sino temporales; ¿no son vuestras aspiraciones y el precio que pagáis sólo para ahora y no para después? Sólo queréis hacer un esfuerzo final para aseguraros un hermoso destino. Vuestro propósito consiste tan sólo en hacer un trato; no es que no os sintáis en deuda con la verdad, y en particular, no es para compensarme por el precio que Yo he pagado. En pocas palabras, sólo estáis dispuestos a emplear vuestra sagacidad, pero no queréis luchar por él. ¿Acaso no es este vuestro más sentido deseo? No debéis disfrazaros, y menos aún romperos la cabeza respecto a vuestro destino, hasta el punto de ser incapaces de comer o dormir. ¿No es cierto que vuestro desenlace habrá sido determinado al final? Debéis cumplir con vuestro deber al máximo de vuestra capacidad, con un corazón franco e íntegro y estar dispuestos a hacer lo que sea necesario. Como habéis dicho, cuando llegue el día, Dios no va a ser negligente con nadie que haya sufrido o pagado un precio por Él. Merece la pena aferrarse a este tipo de convicción, y no deberíais olvidaros nunca de ella. Sólo así puedo dar tranquilidad a Mi mente respecto a vosotros. De otro modo, nunca podré hacerlo, y seréis para siempre objetos de Mi aversión. Si todos vosotros podéis seguir vuestra conciencia y entregarlo todo por Mí, no escatimar esfuerzos por Mi obra y dedicar una vida entera de esfuerzo a la obra de Mi evangelio, ¿no saltará Mi corazón a menudo de gozo por vosotros? ¿No seré Yo capaz de dar completa tranquilidad a Mi mente en lo que os concierne a vosotros? Es una pena que lo que hacéis no es sino una lastimosa y diminuta parte de lo que Yo espero; en este caso, ¿cómo podéis tener las agallas de buscar obtener de Mí aquello que deseáis?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca del destino
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