Palabras diarias de Dios: Conocer a Dios | Fragmento 110

16 Mar 2021

Aunque Satanás parece humano, justo y virtuoso, es cruel y malvado en esencia

Satanás se gana su fama engañando al público. A menudo se establece como una vanguardia y un modelo de justicia. Bajo la bandera de salvaguarda de la justicia, lastima al hombre, destruye su alma, y emplea toda clase de medios para paralizar, engañar y provocar al hombre. Su objetivo es que el hombre apruebe y siga con su conducta malvada, hacer que el hombre se una a él en oposición a la autoridad y la soberanía de Dios. Sin embargo, cuando uno se vuelve más sabio ante sus artimañas, conspiraciones y rasgos viles y no desea continuar siendo pisoteado y engañado por él o seguir esclavizado por él o ser castigado y destruido junto a él, Satanás cambia sus rasgos previamente santos y se quita su falsa máscara para revelar su verdadera maldad, su rostro malvado, despiadado, feo y salvaje. No querría nada más que exterminar a todos aquellos que se niegan a seguirle y a aquellos que se oponen a sus fuerzas malvadas. En este punto, Satanás ya no puede asumir más un aspecto digno de confianza, caballeroso; en su lugar, sus rasgos verdaderamente feos y diabólicos se revelan bajo el disfraz de oveja. Una vez que las estratagemas de Satanás salen a la luz, una vez que quedan expuestos sus verdaderos rasgos, este montará en cólera y exhibirá su barbarie; su deseo de lastimar y destruir a las personas sólo se intensificará. Esto es debido a que está enfurecido por el despertar del hombre; desarrolla un fuerte carácter vengativo hacia el hombre por su aspiración de anhelar la libertad y la luz, y escaparse de su prisión. Su furia tiene el propósito de defender su maldad, y es también una revelación verdadera de su naturaleza salvaje.

En todo asunto, el comportamiento de Satanás pone de manifiesto su naturaleza malvada. A partir de los actos malvados que Satanás ha llevado a cabo sobre el hombre —desde sus primeros esfuerzos para engañar al hombre a seguirle, hasta su explotación de este, en la que lo arrastra hacia sus hechos malvados, y el carácter vengativo de Satanás hacia el hombre después de que sus verdaderos rasgos hayan quedado expuestos y el hombre lo haya reconocido y abandonado— ninguno es incapaz de descubrir la esencia malvada de Satanás; ninguno es incapaz de demostrar el hecho de que Satanás no tenga relación con las cosas positivas; ninguno es incapaz de demostrar que Satanás es la fuente de todas las cosas malas. Cada una de sus acciones salvaguarda su mal, mantiene la continuación de sus actos malvados, va en contra de las cosas justas y positivas; destruye las leyes y el orden de la existencia normal de la humanidad. Son hostiles a Dios, y son aquello que la ira de Dios destruirá. Aunque Satanás tiene su propia furia, esta es un medio de dar rienda suelta a su naturaleza malvada. La razón por la que Satanás está exasperado y furioso es esta: sus artimañas indecibles han quedado expuestas; sus conspiraciones no se saldrán fácilmente con la suya; su ambición y deseo salvaje de reemplazar a Dios y actuar como si Dios hubiese sido herido y bloqueado; su objetivo de controlar a toda la humanidad ha quedado en nada y nunca se podrá conseguir. La repetida invocación por parte de Dios de Su ira es lo que ha evitado que las conspiraciones de Satanás lleguen a buen término y lo que ha cortado la difusión y propagación de la maldad de Satanás; por tanto, Satanás aborrece y teme la ira de Dios. Cada aplicación de la ira de Dios no sólo desenmascara ese aspecto vil de Satanás; también expone a la luz sus deseos malvados. Al mismo tiempo, las razones de la furia de Satanás contra la humanidad se ponen totalmente de manifiesto. La erupción de la furia de Satanás es una revelación verdadera de su naturaleza malvada, una exposición de sus artimañas. Por supuesto, cada vez que Satanás se enfurece, se anuncia la destrucción de cosas malas; se anuncia la protección y continuación de cosas positivas, y se anuncia la naturaleza de la ira de Dios, ¡una que no puede ofenderse!

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II

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