50 El nombre de Dios Todopoderoso se atestigua en todas las naciones y todos los lugares
I
Desde que se ha dado testimonio de Dios Todopoderoso, el Rey del reino, el alcance de la gestión de Dios se ha desplegado por completo por todo el universo. No solo se ha dado testimonio de la aparición de Dios en China, sino también del nombre de Dios Todopoderoso en todas las naciones y lugares. Todos ellos están clamando este santo nombre, buscando la charla con Dios por todos los medios posibles. Están captando las intenciones de Dios Todopoderoso y sirviéndole en colaboración en la iglesia. Esta es la manera maravillosa en la que obra el Espíritu Santo.
II
Los idiomas de las diversas naciones difieren entre sí, pero hay un único Espíritu. Este aúna a las iglesias por todo el universo y es uno absoluto con Dios, sin la menor diferencia; esto está fuera de duda. El Espíritu Santo las llama ahora y Su voz las despierta. Es la voz de la misericordia de Dios. ¡Todas están clamando el santo nombre de Dios Todopoderoso! También alaban y cantan. En la obra del Espíritu Santo no hay desviación posible. Estas personas hacen cualquier cosa por avanzar por la senda correcta; no retroceden, las maravillas se acumulan, algo difícil de imaginar, imposible de especular.
III
¡Dios Todopoderoso es el Rey de la vida en el universo! Está sentado en el trono glorioso y juzga al mundo, tiene soberanía sobre todo y gobierna a todas las naciones; todos los pueblos se arrodillan ante Él, oran a Él, se acercan a Él y se comunican con Él. Sin importar cuánto llevéis creyendo en Dios, cuánto estatus o antigüedad tengáis, si os oponéis a Dios en el corazón, entonces debéis ser juzgados, debéis postraros ante Él y expresar con sonidos una súplica dolorosa; de hecho, esto es cosechar los frutos de los actos propios. Este sonido de lamento es el que se produce al ser atormentado en el lago de fuego y azufre, y es el clamor de estar siendo reprendido con la vara de hierro de Dios; este es el juicio ante el trono de Cristo.
de La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 8