d. Diferencias esenciales entre el Dios encarnado y aquellos que son usados por Dios

Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días

La “encarnación” es la aparición de Dios en la carne; Él obra en medio de la humanidad creada a imagen de la carne. Por tanto, para que Dios se encarne, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, es el requisito previo más básico. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre. […] Al ser un hombre con la esencia de Dios, Él está por encima de todos los humanos creados y de cualquier hombre que pueda desarrollar la obra de Dios. Por tanto, entre todos los que tienen un caparazón humano como el suyo, entre todos los que poseen humanidad, solo Él es el Dios mismo encarnado, todos los demás son humanos creados. Aunque todos poseen humanidad, los humanos creados no tienen más que humanidad, mientras que Dios encarnado es diferente. En Su carne, no solo tiene humanidad sino que, más importante aún, también tiene divinidad. Su humanidad puede verse en la apariencia externa de Su carne y en Su vida cotidiana, pero Su divinidad es difícil de percibir. Como Su divinidad se expresa únicamente cuando Él tiene humanidad y no es tan sobrenatural como las personas lo imaginan, verla es extremadamente difícil para las personas. Incluso hoy es extremadamente difícil que la gente pueda comprender la verdadera esencia del Dios encarnado. Incluso después de haber hablado tanto sobre ello, supongo que sigue siendo un misterio para la mayoría de vosotros. De hecho, este asunto es muy simple: como Dios se hace carne, Su esencia es una combinación de humanidad y divinidad. Esta combinación se llama Dios mismo, Dios mismo en la tierra.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

Cuando Dios viene a la tierra, solo hace Su obra dentro de la divinidad, que es lo que el Espíritu celestial le ha confiado al Dios encarnado. Cuando Él viene, va únicamente a hablar a lo largo de la tierra, para darle voz a Sus declaraciones por medios diferentes y desde perspectivas diferentes. Sus principales objetivos y principios de obra son proveer al hombre y enseñarle, y no se preocupa por cosas como las relaciones interpersonales o los detalles de las vidas de las personas. Su ministerio principal es hablar en nombre del Espíritu. Es decir, cuando el Espíritu de Dios aparece de manera tangible en la carne, Él sólo provee para la vida del hombre y libera la verdad. No se involucra Él mismo en la obra del hombre; es decir, no participa en la obra de la humanidad. Los seres humanos no pueden hacer la obra divina, y Dios no participa en la obra humana. En todos los años desde que Dios vino a esta tierra a hacer Su obra, siempre la ha hecho a través de las personas. Estas personas, sin embargo, no pueden considerarse el Dios encarnado, sino que son solo las que son usadas por Dios. Entretanto, el Dios de nuestros días puede hablar directamente desde la perspectiva de la divinidad, emitiendo la voz del Espíritu y obrando en nombre del Espíritu. Todos aquellos a los que Dios ha usado a través de los tiempos son, asimismo, ejemplos de la obra del Espíritu de Dios dentro de un cuerpo carnal, entonces ¿por qué no pueden ser llamados Dios? No obstante, el Dios de nuestros días es también el Espíritu de Dios que obra directamente en la carne, y Jesús también fue el Espíritu de Dios obrando en la carne; ambos son llamados Dios. Entonces, ¿cuál es la diferencia? Las personas que ha usado Dios a través de las eras han tenido la capacidad del pensamiento y el razonamiento normales. Todas han entendido los principios de la conducta humana. Han tenido nociones humanas normales, y han poseído todas las cosas que las personas normales deben poseer. La mayoría de ellas han tenido un talento excepcional e inteligencia innata. Al obrar sobre estas personas, el Espíritu de Dios aprovecha sus talentos, que son los dones que Dios les ha dado. El Espíritu de Dios pone sus talentos en funcionamiento, y usa sus fortalezas en el servicio de Dios. Sin embargo, la esencia de Dios está libre de ideas o pensamientos, no adulterada con intenciones humanas, e incluso carece de aquello que los humanos normales poseen. Es decir, Él ni siquiera es versado en los principios de la conducta humana. Esto es lo que sucede cuando el Dios de nuestros días viene a la tierra. Sus obras y Sus palabras no están adulteradas por intenciones ni pensamientos humanos, sino que son una manifestación directa de las intenciones del Espíritu, y obra directamente en nombre de Dios. Esto significa que el Espíritu habla directamente, es decir, la divinidad directamente hace la obra, sin incorporar en lo más mínimo las intenciones del hombre. En otras palabras, el Dios encarnado contiene la divinidad directamente, no tiene pensamientos ni nociones humanos, y no tiene comprensión de los principios de la conducta humana. Si solo la divinidad obrara (es decir, si solo Dios mismo obrara), no habría ninguna manera de que la obra de Dios se llevara a cabo en la tierra. Entonces, cuando Dios viene a la tierra, debe tener un pequeño número de personas a las cuales Él usa para obrar dentro de la humanidad en conjunto con la obra que Dios hace en la divinidad. En otras palabras, usa la obra del hombre para sostener Su obra divina. Si no, no habría ninguna manera de que el hombre contactara directamente con la obra divina. Así es como sucedió con Jesús y Sus discípulos. Durante Su tiempo en el mundo, Jesús abolió las antiguas leyes y estableció nuevos mandamientos. También pronunció muchas palabras. Toda esta obra se realizó en la divinidad. Los otros, como Pedro, Pablo y Juan, basaron su obra posterior en las palabras de Jesús. Es decir, Dios inició Su obra en esa era, dirigiendo el comienzo de la Era de la Gracia; esto es, comenzó una nueva era aboliendo la antigua, y también cumpliendo las palabras “Dios es el Principio y el Fin”. En otras palabras, el hombre debe hacer la obra humana sobre la base de la obra divina. Una vez que Jesús dijo todo lo que debía decir y terminó Su obra en la tierra, dejó al hombre. Después de esto, todas las personas obraron conforme a los principios expresados en Sus palabras y practicaron conforme a las verdades de las que Él habló. Todas estas personas obraron para Jesús. Si Jesús solo hubiera hecho la obra, sin importar cuántas palabras hubiera pronunciado, las personas no habrían podido tener contacto con Sus palabras, porque estaba obrando en la divinidad y solo podía pronunciar palabras de divinidad, y no podría haber explicado las cosas hasta el punto en el que las personas normales pudieran entender Sus palabras. Y por eso Él tuvo que tener a los apóstoles y profetas que vinieron después de Él para complementar Su obra. Este es el principio de cómo el Dios encarnado hace Su obra: utilizando la carne encarnada para hablar y obrar de manera tal que pueda completar la obra de la divinidad, y luego usando a unas pocas personas, o quizás más, que sean conformes al corazón de Dios para complementar Su obra. Es decir, Dios utiliza a las personas conformes a Su corazón para llevar a cabo en lo humano la obra de pastoreo y riego de modo que el pueblo elegido de Dios pueda entrar en la realidad verdad.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia esencial entre el Dios encarnado y las personas usadas por Dios

Si cuando se hace carne, Dios hiciera únicamente la obra de la divinidad, y no hubiera personas conformes a Su corazón que obraran en conjunto con Él, entonces el hombre sería incapaz de entender la voluntad de Dios o de tener contacto con Él. Dios debe usar a personas normales que sean conformes a Su corazón para completar esta obra, para cuidar y pastorear a las iglesias, para que el nivel que los procesos cognitivos del hombre, su cerebro, es capaz de imaginar se pueda conseguir. En otras palabras, Dios usa a un pequeño número de personas que son conformes a Su corazón para “traducir” la obra que Él hace dentro de Su divinidad, de manera tal que pueda abrirse, transformar el lenguaje divino en lenguaje humano, para que todas las personas puedan comprenderlo y entenderlo. Si Él no lo hiciera así, nadie entendería el lenguaje divino de Dios, porque las personas conformes al corazón de Dios son, después de todo, una pequeña minoría, y la capacidad de comprensión del hombre es débil. Es por eso que Dios elige este método sólo cuando obra en la carne encarnada. Si solo hubiera obra divina, no habría manera de que el hombre conociera a Dios o tuviera contacto con Él, porque el hombre no entiende el lenguaje de Dios. El hombre puede comprender este lenguaje solo a través de la acción de las personas conformes al corazón de Dios que aclaran Sus palabras. Sin embargo, si solamente tales personas trabajaran dentro de la humanidad, eso solo podría mantener la vida normal del hombre; no podría transformar el carácter de este. La obra de Dios no podría tener un nuevo punto de partida; solo estarían las mismas antiguas canciones, los mismos antiguos lugares comunes. Solo a través de la acción del Dios encarnado, que dice todo lo que se debe decir y hace todo lo que se debe hacer durante el período de Su encarnación, después de lo cual las personas obran y experimentan según Sus palabras, solo de este modo el carácter de su vida podrá cambiar y podrán fluir con el tiempo. Aquel que obra dentro de la divinidad representa a Dios, mientras que aquellos que obran dentro de la humanidad son personas usadas por Dios. Es decir, el Dios encarnado es esencialmente diferente de las personas usadas por Dios. El Dios encarnado puede hacer la obra de la divinidad, mientras que las personas usadas por Dios no pueden. Al principio de cada era, el Espíritu de Dios habla personalmente e inicia la nueva era para llevar al hombre a un nuevo comienzo. Cuando Él ha terminado de hablar, esto significa que la obra de Dios dentro de Su divinidad está completa. A partir de entonces, todas las personas siguen la guía de aquellos usados por Dios para entrar en su experiencia de vida.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia esencial entre el Dios encarnado y las personas usadas por Dios

Algunas personas preguntarán: “¿Cuál es la diferencia entre la obra llevada a cabo por Dios encarnado y la de los profetas y apóstoles del pasado? A David también lo llamaban el Señor, como también a Jesús; aunque las obras que ellos realizaron fueron diferentes, los llamaron igual. Dime, ¿por qué sus identidades no eran la misma? Lo que Juan presenció fue una visión, una que también vino del Espíritu Santo, y él fue capaz de decir las palabras que el Espíritu Santo pretendía decir; ¿por qué era la identidad de Juan diferente de la de Jesús?”. Las palabras habladas por Jesús eran capaces de representar totalmente a Dios y representaban totalmente la obra de Dios. Lo que Juan vio era una visión y él fue incapaz de representar completamente la obra de Dios. ¿Por qué es que Juan, Pedro y Pablo hablaron muchas palabras —tal como lo hizo Jesús— pero no tienen la misma identidad que Jesús? Esto se debe principalmente a que la obra que realizaron era diferente. Jesús representaba al Espíritu de Dios y era el Espíritu de Dios obrando directamente. Él llevó a cabo la obra de la nueva era, la que nadie había realizado antes. Él abrió un nuevo camino, representó a Jehová y representó a Dios mismo, mientras que Pedro, Pablo y David, independientemente de cómo se les llamara, sólo representaban la identidad de una criatura de Dios y fueron enviados por Jesús o Jehová. Así pues, no importa cuánta obra ellos llevaran a cabo ni cuán grandes los milagros que hicieran, seguían siendo sólo criaturas de Dios, incapaces de representar al Espíritu de Dios. Obraban en el nombre de Dios o después de que Él los enviase; además, obraban en las eras comenzadas por Jesús o Jehová y no hicieron ninguna otra obra. Después de todo, ellos eran simplemente criaturas de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca de los apelativos y la identidad

En la Era de la Gracia, Jesús también dijo muchas palabras y llevó a cabo mucha obra. ¿Cómo fue Él diferente de Isaías? ¿Cómo fue Él diferente de Daniel? ¿Fue un profeta? ¿Por qué se dice que Él es Cristo? ¿Cuáles son las diferencias entre ellos? Todos ellos fueron hombres que hablaron palabras y sus palabras les parecían más o menos iguales a los hombres. Todos dijeron palabras y obraron. Los profetas del Antiguo Testamento hablaron profecías y, de manera similar, también Jesús pudo hacerlo. ¿Por qué es esto así? La distinción aquí se basa en la naturaleza de la obra. Para discernir este asunto, no debéis considerar la naturaleza de la carne ni la profundidad o la superficialidad de sus palabras. Siempre debes considerar primero su obra y los resultados que su obra logra en el hombre. Las profecías que hablaron los profetas en ese tiempo no suministraban la vida del hombre, y las inspiraciones que recibieron personas como Isaías y Daniel eran, simplemente, profecías y no el camino de la vida. Si no hubiera sido por la revelación directa de Jehová, nadie hubiera realizado esa obra, la cual es imposible para los mortales. Jesús también dijo muchas palabras, pero esas palabras eran el camino de la vida a partir del cual el hombre podía encontrar una senda para practicar. Es decir, en primer lugar, Él podía suplir la vida del hombre porque Jesús es vida; en segundo lugar, Él podía revertir las desviaciones del hombre; en tercer lugar, Su obra podía suceder a la de Jehová con el fin de seguir adelante con la era; en cuarto lugar, Él podía comprender cuáles eran las necesidades internas del hombre y sus carencias; en quinto lugar, Él podía marcar el comienzo de una nueva era y dar por terminada la vieja. Es por esto que se llama Dios y Cristo; no solo es Él diferente de Isaías, sino también de todos los otros profetas. Considera a Isaías como una comparación de la obra de los profetas. En primer lugar, él no podía suplir la vida del hombre; en segundo lugar, no podía marcar el comienzo de una nueva era. Él obraba bajo el liderazgo de Jehová y no para marcar el comienzo de una nueva era. En tercer lugar, las palabras que él pronunció lo superaban. Él recibía revelaciones directamente del Espíritu de Dios y los demás no entendían, incluso después de haberlas escuchado. Tan solo estas cosas son suficientes para probar que sus palabras no eran más que profecías, no más que un aspecto de la obra hecha en lugar de Jehová. Sin embargo, él no podía representar completamente a Jehová. Era el siervo de Jehová, un instrumento en la obra de Jehová. Solo estaba haciendo la obra dentro de la Era de la Ley y dentro del alcance de la obra de Jehová; no obró más allá de la Era de la Ley. Por el contrario, la obra de Jesús era distinta. Él superó el alcance de la obra de Jehová; obró como Dios encarnado y padeció la crucifixión con el fin de redimir a toda la humanidad. Es decir, llevó a cabo una nueva obra fuera de la obra que había hecho Jehová. Esto marcó el comienzo de una nueva era. Además, pudo hablar de lo que el hombre no podía alcanzar. Su obra fue una obra dentro de la gestión de Dios e involucraba a toda la humanidad. No obró en solo unos cuantos hombres, ni Su obra fue guiar a un número limitado de hombres. En cuanto a cómo Dios se hizo carne para ser un hombre, cómo el Espíritu dio las revelaciones en aquel momento y cómo el Espíritu descendió sobre un hombre para hacer la obra, estos son asuntos que el hombre no puede ver o tocar. Es completamente imposible que estas verdades sirvan como una prueba de que Él es Dios encarnado. Así pues, solo se puede hacer una distinción entre las palabras y la obra de Dios, que son tangibles para el hombre. Solo esto es real. Esto es así porque los asuntos del Espíritu no son visibles para ti y sólo Dios mismo los sabe con claridad, y ni siquiera la carne encarnada de Dios lo sabe todo; solo puedes verificar si Él es Dios por la obra que Él ha hecho. De Su obra se puede ver que, en primer lugar, Él puede abrir una nueva era; en segundo lugar, puede suplir la vida del hombre y mostrarle el camino a seguir. Esto es suficiente para establecer que Él es Dios mismo. Como mínimo, la obra que Él hace puede representar completamente al Espíritu de Dios, y de tal obra se puede ver que el Espíritu de Dios está dentro de Él. Ya que la obra que llevó a cabo el Dios encarnado fue, principalmente, para marcar el comienzo de una nueva era, dirigir una nueva obra y abrir un nuevo reino, estas condiciones son suficientes para establecer que Él es Dios mismo. Esto lo diferencia de Isaías, Daniel y los otros grandes profetas.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre

La palabra de Dios no puede hacerse pasar por la del hombre, y menos aún puede hacerse que la palabra del hombre sea la de Dios. Un hombre usado por Dios no es el Dios encarnado, y el Dios encarnado no es un hombre usado por Dios. En esto, hay una diferencia esencial. Tal vez después de leer estas palabras no las reconozcas como palabras de Dios, sino sólo como el esclarecimiento que el hombre ha obtenido. En ese caso, la ignorancia te ciega. ¿Cómo pueden ser las palabras de Dios lo mismo que el esclarecimiento que el hombre ha obtenido? Las palabras del Dios encarnado abren una nueva era, guían a toda la humanidad, revelan misterios y le muestran al ser humano la dirección que ha de tomar en la nueva era. El esclarecimiento obtenido por el hombre no es otra cosa que simples instrucciones para la práctica o el conocimiento. No puede guiar a toda la humanidad a una nueva era ni revelar los misterios de Dios mismo. A final de cuentas, Dios es Dios, y el hombre es el hombre. Dios tiene la esencia de Dios y el hombre tiene la del hombre. Si este considera las palabras habladas por Dios como un simple esclarecimiento del Espíritu Santo y toma las de los apóstoles y profetas como palabras habladas personalmente por Dios, eso sería un error por parte del hombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio

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