182 La autoridad de la encarnación de Dios
I
Aunque la carne de Dios encarnado es la forma externa de una humanidad común y normal, los resultados conseguidos por Sus palabras muestran al hombre que Él está lleno de autoridad, que es Dios Mismo y que Sus palabras son la expresión de Dios Mismo. Por medio de esto, se muestra a toda la humanidad que Él es Dios Mismo, que es Dios Mismo hecho carne, que nadie puede ofenderlo ni puede superar Su juicio mediante la palabra, y que ninguna fuerza de oscuridad puede prevalecer sobre Su autoridad. El hombre se somete a Él debido enteramente a que Él es la Palabra hecha carne, debido a Su autoridad y debido a Su juicio por medio de la palabra. La obra traída por Su carne encarnada es la autoridad que Él posee.
II
La razón por la que Dios se hace carne es porque la carne también puede poseer autoridad, y Él es capaz de llevar a cabo la obra entre los hombres de una manera práctica, de modo que sea visible y tangible para el hombre. Esta obra es mucho más práctica que la realizada directamente por el Espíritu de Dios, quien posee toda la autoridad, y sus resultados también son evidentes. Esto se debe a que la carne encarnada de Dios puede hablar y obrar de una forma práctica. La forma externa de Su carne no tiene autoridad y los hombres pueden acercarse a ella, mientras que Su esencia conlleva autoridad, pero esta no es visible para nadie. Cuando Él habla y obra, el hombre es incapaz de detectar la existencia de Su autoridad; esto le facilita llevar a cabo obra de una naturaleza práctica.
III
Toda esta obra práctica puede producir resultados. Aunque ningún hombre es consciente de que Él tiene autoridad ni ve que no se le puede ofender ni ve Su ira, Él alcanza los resultados deseados de Sus palabras a través de Su autoridad velada, de Su ira oculta y de las palabras que Él pronuncia abiertamente. Es decir, el hombre se convence plenamente por medio de Su tono de voz, de la severidad de Su discurso y de toda la sabiduría de Sus palabras. De esta forma, el hombre se somete a la palabra de Dios encarnado, quien, aparentemente, no tiene autoridad, cumpliendo el objetivo de Dios de salvar al hombre. Este es otro aspecto del sentido de Su encarnación: hablar de forma más práctica y permitir que la realidad de Sus palabras tenga un efecto sobre el hombre de forma que este pueda presenciar el poder de la palabra de Dios.
de La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)