La encarnación

Palabras diarias de Dios  Fragmento 99

La “encarnación” es la aparición de Dios en la carne; Él obra en medio de la humanidad creada a imagen de la carne. Por tanto, para que Dios se encarne, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, es el requisito previo más básico. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre. Su vida y Su obra encarnadas pueden dividirse en dos etapas. Primero es la vida que vive antes de desempeñar Su ministerio. Dios vive en una familia humana ordinaria, en una humanidad totalmente normal, obedeciendo la moral y las leyes normales de la vida humana, con necesidades humanas normales (comida, vestido, descanso, refugio), debilidades humanas normales y emociones humanas normales. En otras palabras, durante esta primera etapa Él vive en una humanidad no divina y completamente normal, y se involucra en todas las actividades humanas normales. La segunda etapa es la vida que vive después de empezar a desarrollar Su ministerio. Sigue morando en la humanidad ordinaria con un caparazón humano normal, sin mostrar señal externa alguna de lo sobrenatural. No obstante, vive puramente por el bien de Su ministerio y durante este tiempo Su humanidad normal existe enteramente para sostener la obra normal de Su divinidad; y es que, para entonces, Su humanidad normal ha madurado hasta el punto de ser capaz de desempeñar Su ministerio. Por tanto, la segunda etapa de Su vida consiste en llevar a cabo Su ministerio en Su humanidad normal, cuando es una vida tanto de humanidad normal como de divinidad completa. La razón por la que durante la primera etapa de Su vida Él vive en una humanidad completamente ordinaria es que Su humanidad no puede mantener aún a la totalidad de la obra divina, todavía no está madura; solo después de que Su humanidad madura y es capaz de cargar con Su ministerio, Él puede ponerse a realizar el ministerio que debe llevar a cabo. Como Él, siendo carne, necesita crecer y madurar, la primera etapa de Su vida es la de una humanidad normal, mientras que en la segunda, al ser capaz Su humanidad de acometer Su obra y llevar a cabo Su ministerio, la vida que el Dios encarnado vive durante ese periodo es una tanto de humanidad como de divinidad completa. Si el Dios encarnado hubiera comenzado Su ministerio formal desde el momento de Su nacimiento, realizando señales sobrenaturales y maravillas, entonces no tendría una esencia corpórea. Por tanto, Su humanidad existe por el bien de Su esencia corpórea; no puede haber carne sin humanidad y una persona sin humanidad no es un ser humano. De esta forma, la humanidad de la carne de Dios es una propiedad intrínseca de la carne encarnada de Dios. Decir que “cuando Dios se hace carne es totalmente divino y no es en absoluto humano”, es una blasfemia, pues esta afirmación simplemente no existe y viola el principio de la encarnación. Incluso después de empezar a llevar a cabo Su ministerio, cuando realiza Su obra, sigue viviendo Su divinidad con un caparazón externo humano; solo que en ese momento, Su humanidad tiene el único propósito de permitirle a Su divinidad desempeñar la obra en la carne normal. Así pues, el agente de la obra es la divinidad habitando en Su humanidad. Es Su divinidad, no Su humanidad, la que obra, pero esta divinidad está escondida dentro de Su humanidad; en esencia, Su divinidad completa, no Su humanidad, es la que lleva a cabo Su obra. Pero el actor de la obra es Su carne. Se podría decir que Él es hombre, pero también es Dios, porque Dios se convierte en un Dios que vive en la carne, con un caparazón y una esencia humanos, pero también con la esencia de Dios. Al ser un hombre con la esencia de Dios, Él está por encima de todos los humanos creados y de cualquier hombre que pueda desarrollar la obra de Dios. Por tanto, entre todos los que tienen un caparazón humano como el suyo, entre todos los que poseen humanidad, solo Él es el Dios mismo encarnado, todos los demás son humanos creados. Aunque todos poseen humanidad, los humanos creados no tienen más que humanidad, mientras que Dios encarnado es diferente. En Su carne, no solo tiene humanidad sino que, más importante aún, también tiene divinidad. Su humanidad puede verse en la apariencia externa de Su carne y en Su vida cotidiana, pero Su divinidad es difícil de percibir. Como Su divinidad se expresa únicamente cuando Él tiene humanidad y no es tan sobrenatural como las personas lo imaginan, verla es extremadamente difícil para las personas. Incluso hoy es extremadamente difícil que la gente pueda comprender la verdadera esencia del Dios encarnado. Incluso después de haber hablado tanto sobre ello, supongo que sigue siendo un misterio para la mayoría de vosotros. De hecho, este asunto es muy simple: como Dios se hace carne, Su esencia es una combinación de humanidad y divinidad. Esta combinación se llama Dios mismo, Dios mismo en la tierra.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

Palabras diarias de Dios  Fragmento 100

La vida que Jesús vivió en la tierra fue una vida normal de la carne. Vivió en la humanidad normal de Su carne. Su autoridad —para llevar a cabo Su obra y hablar Su palabra, o para sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios, para hacer tales cosas extraordinarias— no se manifestó, en mayor parte, hasta que Él comenzó Su ministerio. Su vida antes de los veintinueve años de edad, antes de llevar a cabo Su ministerio, fue prueba suficiente de que Él era solo un cuerpo carnal. Por ello, y porque aún no había comenzado a realizar Su ministerio, las personas no vieron nada divino en Él, no vieron más que un ser humano normal, un hombre corriente; igual que en ese momento algunos creyeron que Él era el hijo de José. Las personas creían que Él era el hijo de un hombre corriente, no tenían forma de decir que Él era la carne encarnada de Dios; incluso cuando, en el transcurso de la realización de Su ministerio Él hizo muchos milagros, la mayoría de las personas seguía diciendo que era el hijo de José, porque Él era Cristo con el caparazón corporal de una humanidad normal. Su humanidad normal y Su obra existieron con el fin de cumplir el significado de la primera encarnación, para demostrar que Dios había venido enteramente en la carne, que se había hecho un hombre totalmente corriente. Su humanidad normal antes de empezar Su obra fue una prueba de que Él era una carne ordinaria; y que obrase después, también demostró que Él era carne ordinaria, porque Él llevó a cabo señales y maravillas, sanó a los enfermos y echó fuera a los demonios estando en la carne con una humanidad normal. La razón por la que podía obrar milagros era porque Su carne tenía la autoridad de Dios, era la carne de la que estaba vestido el Espíritu de Dios. Él poseía esta autoridad por el Espíritu de Dios, lo que no significaba que Él no fuese carne. Sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios era la obra que Él debía realizar en Su ministerio, una expresión de Su divinidad escondida dentro de Su humanidad, e independientemente de las señales que mostrara o de cómo demostrara Su autoridad, seguía viviendo en una humanidad normal y seguía siendo una carne normal. Hasta el momento en que resucitó después de morir en la cruz, Él habitó dentro de una carne normal. Conceder gracia, sanar a los enfermos y expulsar a los demonios era parte de Su ministerio, todo era parte de la obra que Él llevó a cabo en Su carne normal. Antes de ir a la cruz, Él nunca se separó de Su carne humana normal, independientemente de lo que estuviera haciendo. Él era Dios mismo llevando a cabo la obra propia de Dios, pero como Él era Su carne encarnada, comía alimentos y vestía ropa, tenía necesidades humanas normales, una razón y una mente humanas normales. Todo esto era prueba de que Él era un hombre normal, que a su vez demostraba que la carne encarnada de Dios era una carne con una humanidad normal y no sobrenatural. Su obra consistía en completar la obra de la primera encarnación de Dios y en cumplir con el ministerio que la primera encarnación debía hacer. El significado de la encarnación es que un hombre normal y corriente lleve a cabo la obra de Dios mismo; es decir, que Dios lleva a cabo Su obra divina en la humanidad y vence de este modo a Satanás. La encarnación significa que el Espíritu de Dios se hace carne, es decir, que Dios se hace carne; la obra que la carne realiza es la obra del Espíritu, la cual se materializa en la carne y es expresada por la carne. Nadie, excepto la carne de Dios, puede cumplir con el ministerio del Dios encarnado; es decir, que solo la carne encarnada de Dios, esa humanidad normal —y nadie más— puede expresar la obra divina. Si durante Su primera venida, Dios no hubiera poseído una humanidad normal antes de los veintinueve años de edad, si al nacer, hubiera podido obrar milagros, si tan pronto como hubiera aprendido a hablar, hubiera podido hablar el lenguaje del cielo, si en el momento en el que puso Su pie sobre la tierra por primera vez, hubiera podido comprender todos los asuntos mundanos, distinguir todos los pensamientos y las intenciones de cada persona, a esa persona no se le habría podido haber llamado un hombre normal y tal carne no podría haberse llamado carne humana. Si este fuera el caso con Cristo, entonces el sentido y la esencia de la encarnación de Dios se perdería. Que posea una humanidad normal demuestra que Él es Dios encarnado en la carne; que pase por un proceso de crecimiento humano normal demuestra aún más que Él es de carne normal; además, Su obra es prueba suficiente de que Él es la Palabra de Dios, el Espíritu de Dios, hecho carne. Dios se hace carne por las necesidades de Su obra; en otras palabras, esta etapa de la obra debe hacerse en la carne, en una humanidad normal. Este es el requisito previo para que “el Verbo se haga carne”, para “la aparición de la Palabra en la carne”, y es la verdadera historia detrás de las dos encarnaciones de Dios. Las personas pueden creer que Jesús hizo milagros durante toda Su vida, que no manifestó ninguna señal de humanidad hasta que Su obra en la tierra terminó, que Él no tuvo necesidades, debilidades ni emociones humanas normales y que no requirió necesidades básicas de la vida ni tuvo pensamientos humanos normales. Imaginan que Él solo tuvo una mente sobrehumana, una humanidad trascendente. Creen que, como es Dios, no debería pensar ni vivir como lo hacen los seres humanos y que solo una persona normal, un ser humano auténtico, puede tener pensamientos humanos normales y vivir una vida humana normal. Todas estas son ideas y nociones humanas, las cuales son contrarias a los propósitos originales de la obra de Dios. El pensamiento humano normal sustenta la razón humana normal y la humanidad normal; la humanidad normal sustenta las funciones normales de la carne; y las funciones normales de la carne permiten la vida normal de la carne en su totalidad. Solo obrando en dicha carne puede Dios cumplir el propósito de Su encarnación. Si el Dios encarnado solo poseyera un caparazón externo de la carne, pero no tuviera pensamientos humanos normales, entonces esta carne no poseería una razón humana, mucho menos una humanidad auténtica. ¿Cómo podría una carne como esta, sin humanidad, cumplir con el ministerio que el Dios encarnado debería desempeñar? Una mente normal sustenta todos los aspectos de la vida humana; sin una mente normal, uno no sería humano. En otras palabras, una persona que no tiene pensamientos normales está mentalmente enferma, y no se puede decir que un Cristo que no tiene humanidad, sino solo divinidad, sea la carne encarnada de Dios. Así pues, ¿cómo podría la carne encarnada de Dios no tener una humanidad normal? ¿No es una blasfemia decir que Cristo no tiene humanidad? Todas las actividades en las que se involucran las personas normales se apoyan en el funcionamiento de una mente humana normal. Sin ella, los humanos se comportarían de forma aberrante; serían incluso incapaces de distinguir las diferencias entre negro y blanco, bueno y malo; y no tendrían ética humana ni principios morales. Similarmente, si el Dios encarnado no pensara como un ser humano normal, entonces Él no sería una carne auténtica, una carne normal. Esa carne no pensante no podría acometer la obra divina. Él no podría normalmente involucrarse en las actividades de la carne normal y, mucho menos, vivir con los seres humanos en la tierra. Y así, el sentido de la encarnación de Dios, la propia esencia de Su venida en la carne, se habrían perdido. La humanidad de Dios encarnado existe para mantener la obra normal divina en la carne; Su pensamiento humano normal sustenta Su humanidad normal y todas Sus actividades corporales normales. Se podría decir que Su pensamiento humano normal existe con el fin de sustentar toda la obra de Dios en la carne. Si esta carne no poseyera una mente humana normal, entonces Dios no podría obrar en la carne y lo que Él debe hacer en la carne no se cumpliría jamás. Aunque el Dios encarnado posee una mente humana normal, Su obra no está adulterada por el pensamiento humano; Él emprende la obra en la humanidad con una mente normal, bajo la condición previa de que Él posee la humanidad con una mente propia, no por el ejercicio del pensamiento humano normal. No importa cuán elevados sean los pensamientos de Su carne, Su obra no está manchada con la lógica o el pensamiento. En otras palabras, Su obra no es concebida por la mente de Su carne, sino que es una expresión directa de la obra divina en Su humanidad. Toda Su obra es el ministerio que debe cumplir y nada de ella es concebida por Su cerebro. Por ejemplo, sanar a los enfermos, echar fuera a los demonios y la crucifixión no fueron productos de Su mente humana y ningún hombre con una mente humana podría haber logrado estas cosas. De igual forma, la obra de conquista actual es un ministerio que debe llevar a cabo el Dios encarnado, pero no es la obra de una voluntad humana, es la obra que Su divinidad debe llevar a cabo y que ningún humano carnal es capaz de realizar. Así pues, el Dios encarnado debe poseer una mente humana normal, debe poseer una humanidad normal, porque Él debe desempeñar Su obra en la humanidad con una mente normal. Esta es la esencia de la obra del Dios encarnado, la propia esencia del Dios encarnado.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

Palabras diarias de Dios  Fragmento 101

Antes de que Jesús llevara a cabo la obra, simplemente vivió en Su humanidad normal. Nadie podía darse cuenta de que Él fuera Dios, nadie descubrió que Él era el Dios encarnado; las personas solo lo conocían como un hombre totalmente corriente. Su humanidad normal, totalmente común, era una prueba de que Él era Dios encarnado en la carne y de que la Era de la Gracia fue la era de la obra del Dios encarnado y no la de la obra del Espíritu. Fue una prueba de que el Espíritu de Dios se materializara completamente en la carne, de que en la era de la encarnación de Dios Su carne llevaría a cabo toda la obra del Espíritu. El Cristo con humanidad normal es una carne en la que el Espíritu se materializa y posee una humanidad normal, un sentido normal y un pensamiento humano. “Materializarse” significa que Dios se hace hombre, que el Espíritu se hace carne; dicho de manera más clara, es cuando Dios mismo habita en la carne con una humanidad normal y expresa Su obra divina a través de ella. Esto es lo que significa materializarse o encarnarse. Durante Su primera encarnación, fue necesario que Dios sanara a los enfermos y echara fuera a los demonios, porque Su obra era redimir. Con el fin de redimir a toda la raza humana, necesitaba ser compasivo e indulgente. La obra que Él llevó a cabo antes de ser crucificado fue sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios, lo que presagió Su salvación del hombre del pecado y la inmundicia. Siendo la Era de la Gracia, era necesario que Él sanase a los enfermos, mostrando de esta forma señales y maravillas representativas de la gracia en aquella era; y es que la Era de la Gracia se centraba en la concesión de la misma, simbolizada por la paz, el gozo y las bendiciones materiales, todo aquello muestras de la fe de las personas en Jesús. Es decir que sanar a los enfermos, echar fuera a los demonios y conceder gracia eran capacidades instintivas de la carne de Jesús en la Era de la Gracia; eran la obra que el Espíritu materializó en la carne. Pero mientras llevaba a cabo tal obra, Él vivía en la carne y no la trascendió. Independientemente de qué actos de sanación llevara a cabo, seguía poseyendo una humanidad normal y seguía viviendo una vida humana normal. La razón por la que digo que, durante la era de la encarnación de Dios, la carne llevó a cabo toda la obra del Espíritu es que, independientemente de la obra que Él realizara, la realizaba en la carne. Pero debido a Su obra, las personas no consideraron que Su carne tuviera una esencia completamente corpórea, porque esta carne podía realizar maravillas y, en ciertos momentos especiales, podía hacer cosas que trascendían la carne. Por supuesto, todos estos acontecimientos tuvieron lugar después de que Él comenzase Su ministerio, como cuando fue tentado durante cuarenta días o transfigurado en la montaña. Por tanto, el sentido de la encarnación de Dios no se completó con Jesús, sino que solo se cumplió parcialmente. La vida que Él vivió en la carne antes de empezar Su obra fue totalmente normal en todos los aspectos. Después de empezar la obra solo retuvo el caparazón externo de Su carne. Como Su obra era una expresión de divinidad, excedía las funciones normales de la carne. Después de todo, la carne encarnada de Dios era diferente que la de los humanos de carne y hueso. Por supuesto, en Su vida diaria, Él necesitaba comida, ropa, descanso y refugio, tenía todas las necesidades normales y el razonamiento de un ser humano normal y pensaba como un ser humano normal. Las personas seguían considerándolo un hombre normal, excepto que la obra que realizaba era sobrenatural. Realmente, hiciera lo que hiciera, Él vivía en una humanidad ordinaria y normal; en tanto que realizaba la obra, Su razonamiento era particularmente normal y Sus pensamientos especialmente lúcidos, más que los de cualquier otra persona normal. Era necesario que el Dios encarnado tuviera esta forma de pensar y este razonamiento porque la obra divina debía expresarla una carne cuyo razonamiento fuera muy normal y cuyos pensamientos fueran muy lúcidos; solo así podía expresar Su carne la obra divina. A lo largo de los treinta y tres años y medio que Jesús vivió en la tierra, Él retuvo Su humanidad normal; sin embargo, debido a Su obra, durante Su ministerio de tres años y medio, las personas creían que Él era muy trascendente, que era mucho más sobrenatural que antes. En realidad, la humanidad normal de Jesús se mantuvo inmutable antes y después de comenzar Su ministerio; Su humanidad fue la misma durante todo ese tiempo, pero debido a la diferencia antes y después de empezar Su ministerio, surgieron dos opiniones diferentes en relación a Su carne. Independientemente de lo que las personas pensaran, Dios encarnado retuvo Su humanidad original y normal todo el tiempo, porque desde que Él se encarnó, vivió en la carne, la carne que tenía una humanidad normal. Independientemente de si estaba o no llevando a cabo Su ministerio, la humanidad normal de Su carne no podía eliminarse, porque la humanidad es la esencia básica de la carne. Antes de que Jesús llevara a cabo Su ministerio, Su carne se mantuvo completamente normal, involucrándose en todas las actividades humanas normales; Él no parecía sobrenatural en lo más mínimo ni mostraba ninguna señal milagrosa. En ese momento Él era simplemente un hombre muy común que adoraba a Dios, aunque Su búsqueda era más honesta, más sincera que la de cualquiera. Así fue cómo se manifestó Su humanidad totalmente normal. Debido a que Él no realizó obra alguna antes de asumir Su ministerio, nadie era consciente de Su identidad, nadie podía decir que Su carne fuera diferente a la de los demás, porque no obró ni un solo milagro y no realizó ni una pizca de la propia obra de Dios. Sin embargo, después de empezar a desarrollar Su ministerio, Él retuvo el caparazón externo de humanidad normal y siguió viviendo con un razonamiento humano normal; pero, como había empezado a realizar la obra de Dios mismo, a asumir el ministerio de Cristo y a llevar a cabo la obra que los seres mortales, los seres de carne y hueso, eran incapaces de realizar, las personas supusieron que Él no tenía una humanidad normal y que no era una carne del todo normal, sino incompleta. A causa de la obra que realizaba, las personas decían que Él era un Dios en la carne que no tenía una humanidad normal. Este entendimiento es erróneo, porque las personas no comprendían el sentido de la encarnación de Dios. Esta malinterpretación surgió del hecho de que la obra expresada por Dios en la carne era la obra divina, expresada en una carne que tenía una humanidad normal. Dios estaba vestido de carne, moraba en la carne y Su obra en Su humanidad ocultaba la normalidad de Su humanidad. Por esta razón las personas creían que Dios no tenía humanidad, sino solo divinidad.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 102

Dios, en Su primera encarnación, no completó la obra de la encarnación, sino solo el primer paso de la obra que Dios debía realizar en la carne. Así pues, con el fin de terminar la obra de la encarnación, Dios ha regresado en la carne una vez más y vive toda la normalidad y la realidad de la carne; es decir, manifiesta el Verbo de Dios en una carne totalmente normal y ordinaria, concluyendo de esta forma la obra que Él dejó sin realizar en la carne. En esencia, la segunda carne encarnada es en esencia como la primera, pero es incluso más real aún, incluso más normal que la primera. Como consecuencia, el sufrimiento que la segunda carne encarnada soporta es mayor que el de la primera, pero este sufrimiento es una consecuencia de Su ministerio en la carne, el cual es diferente del sufrimiento que el hombre corrupto tendría que padecer. También brota de la normalidad y de la realidad de Su carne. Como Él realiza Su ministerio en una carne totalmente normal y real, esta debe soportar muchas dificultades. Cuanto más normal y real sea esta carne, más sufrirá Él en la realización de Su ministerio. La obra de Dios se expresa en una carne muy común, que no es en absoluto sobrenatural. Como Su carne es normal y también debe cargar con la obra de salvar al hombre, Él sufre en mayor medida de lo que lo haría una carne sobrenatural; y todo este sufrimiento brota de la realidad y de la normalidad de Su carne. De los sufrimientos que han padecido las dos carnes encarnadas durante la realización de Sus ministerios, se puede ver la esencia de la carne encarnada. Cuanto más normal sea la carne, mayor la dificultad que debe soportar al emprender la obra; cuanto más real sea la carne que emprende la obra, más duras las nociones de las personas y mayores los peligros que probablemente puedan sobrevenirle. Sin embargo, cuanto más real sea la carne y cuanto más posea esta las necesidades y el sentido completo de un ser humano normal, más capaz será Él de asumir la obra de Dios en la carne. Fue la carne de Jesús la que fue clavada en la cruz, Su carne que Él entregó como ofrenda por el pecado; fue por medio de una carne con humanidad normal que Él derrotó a Satanás y salvó totalmente al hombre desde la cruz. Y es como carne completa, que Dios, en Su segunda encarnación, lleva a cabo la obra de conquista y derrota de Satanás. Solo una carne completamente normal y real puede realizar la obra de conquista en su totalidad y dar un testimonio convincente. Es decir, la conquista al hombre se hace efectiva por medio de la realidad y la normalidad de Dios en la carne, no a través de milagros y revelaciones sobrenaturales. El ministerio de este Dios encarnado consiste en hablar, y, de este modo, conquistar y perfeccionar al hombre; en otras palabras, la obra del Espíritu materializada en la carne y el deber de la carne, es hablar y, de este modo, conquistar, revelar, perfeccionar y descartar por completo al hombre. Por tanto, la obra de Dios en la carne se cumplirá en su totalidad en esta obra de conquista. La obra de redención inicial fue solo el comienzo de la obra de la encarnación; la carne que realiza la obra de conquista completará toda la obra de la encarnación. En cuanto al género, uno es varón y la otra es hembra; de esta manera se ha completado la relevancia de la encarnación de Dios y se han disipado las nociones del hombre sobre Él: Dios puede convertirse tanto en varón como en hembra y, en esencia, el Dios encarnado no tiene género. Él creó tanto al hombre como a la mujer y para Él no hay división de géneros. En esta etapa de la obra Dios no lleva a cabo señales y maravillas, de forma que la obra logrará sus resultados por medio de las palabras. Además, esto se debe a que la obra del Dios encarnado esta vez no consiste en sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino conquistar al hombre hablando; lo que quiere decir que la habilidad natural de esta carne encarnada de Dios es hablar palabras y conquistar al hombre, no sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios. Su obra en una humanidad normal no es realizar milagros, ni sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino hablar; y por eso la segunda carne encarnada les parece a las personas más normal que la primera. Las personas ven que la encarnación de Dios no es mentira; pero este Dios encarnado es diferente a Jesús encarnado y, aunque ambos son Dios encarnado, no son completamente iguales. Jesús poseía una humanidad normal y ordinaria, pero Él estuvo acompañado por muchas señales y maravillas. En este Dios encarnado, los ojos humanos no verán señales o maravillas, ni sanación de enfermos ni expulsión de demonios, ni lo verán caminar sobre el mar ni ayunar durante cuarenta días… Él no realiza la misma obra que Jesús llevó a cabo, no porque Su carne sea en esencia diferente a la de Jesús, sino porque no es Su ministerio sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios. Él no echa abajo Su propia obra ni la interrumpe. Como conquista al hombre a través de Sus palabras reales, no hay necesidad de someterlo con milagros y, por tanto, esta etapa consiste en completar la obra de la encarnación. El Dios encarnado que ves hoy es completamente una carne y no hay nada sobrenatural en Él. Se enferma como los demás, necesita comida y ropa como los demás; Él es completamente una carne. Si en esta ocasión, Dios encarnado llevara a cabo señales y maravillas sobrenaturales, si sanara a los enfermos, echara fuera a los demonios o pudiera matar con una palabra, ¿cómo se realizaría la obra de conquista? ¿Cómo se difundiría la obra entre las naciones gentiles? Sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios fue la obra de la Era de la Gracia, era el primer paso en la obra de redención, y ahora que Dios ha salvado al hombre de la cruz, Él ya no realiza esa obra. Si, durante los últimos días, apareciera un “Dios” igual a Jesús, uno que sanara a los enfermos, echara fuera a los demonios y fuera crucificado por el hombre, aunque ese “Dios” fuera idéntico a la descripción de Dios en la Biblia y fácil de aceptar para el hombre, no sería, en su esencia, la carne que vestiría el Espíritu de Dios, sino un espíritu maligno. Y es que el principio de la obra de Dios es no repetir nunca lo que Él ya ha completado. Así pues, la obra de la segunda encarnación es diferente a la de la primera. En los últimos días, Dios materializa la obra de conquista en una carne ordinaria, normal; Él no sana a los enfermos ni será crucificado por el hombre, sino que simplemente habla palabras en la carne y conquista al hombre en la carne. Solo una carne como esta es la carne de Dios encarnado; solo una carne como esta puede completar la obra de Dios en la carne.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 103

Tanto si en esta etapa Dios encarnado está soportando dificultades o desempeñando Su ministerio, lo hace para completar el sentido de la encarnación, porque esta es la última encarnación de Dios. Él solo puede encarnarse dos veces. No puede haber una tercera ocasión. La primera encarnación fue masculina, la segunda fue femenina, y así la imagen de la carne de Dios se completa en la mente del hombre; además, las dos encarnaciones ya han terminado la obra de Dios en la carne. La primera vez, Dios encarnado poseyó una humanidad normal con el fin de completar el sentido de la encarnación. En esta ocasión también posee una humanidad normal, pero el significado de esta encarnación es diferente: es más profundo y Su obra tiene un sentido más profundo. La razón por la que Dios se ha hecho carne de nuevo es para completar el sentido de la encarnación. Cuando Dios haya terminado por completo esta etapa de Su obra, el sentido completo de la encarnación, es decir, la obra de Dios en la carne, estará completa, y ya no quedará más obra que realizar en la carne. Es decir, de ahora en adelante, Dios ya no vendrá nunca más en la carne a realizar Su obra. Él solo realiza la obra de la encarnación para salvar y perfeccionar a la humanidad. Dicho de otro modo, no es en absoluto habitual para Dios venir en la carne, excepto por el bien de la obra. Al venir en la carne a obrar, Él muestra a Satanás que Dios es una carne, una persona normal, una persona ordinaria, ¡y aun así puede reinar triunfante sobre el mundo, puede vencer a Satanás, redimir y conquistar a la humanidad! El objetivo de la obra de Satanás es corromper a la humanidad, mientras que el objetivo de Dios es salvarla. Satanás atrapa al hombre en un abismo sin fondo, mientras que Dios lo rescata de él. Satanás hace que todas las personas lo adoren, mientras que Dios las somete a Su dominio, porque Él es el Señor de la creación. Toda esta obra se cumple por medio de las dos encarnaciones de Dios. Su carne es, en esencia, la unión de la humanidad y la divinidad, y posee una humanidad normal. Por tanto, sin la carne encarnada de Dios, Él no podría lograr los resultados en la salvación de la humanidad, y sin la humanidad normal de Su carne, Su obra en la carne no podría lograr estos resultados. La esencia de la encarnación de Dios es que Él debe poseer una humanidad normal; porque si fuera de otra forma, iría en contra del propósito original de Dios al encarnarse.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 104

¿Por qué digo que el sentido de la encarnación no se completó en la obra de Jesús? Porque el Verbo no se hizo enteramente carne. Lo que Jesús realizó fue solo una parte de la obra de Dios en la carne; Él solo llevó a cabo la obra de redención y no la de ganar completamente al hombre. Por esta razón, Dios se ha hecho carne una vez más en los últimos días. Esta etapa de la obra también se lleva a cabo en una carne ordinaria; la realiza un ser humano completamente normal, uno cuya humanidad no es en absoluto trascendente. En otras palabras, Dios se ha hecho un ser humano completo; es una persona cuya identidad es la de Dios, un ser humano completo, una carne completa, que está llevando a cabo la obra. Los ojos humanos ven un cuerpo carnal que no es en absoluto trascendente, una persona muy ordinaria que puede hablar el lenguaje del cielo, que no muestra señales milagrosas, que no obra milagros y que mucho menos exhibe la verdad sobre la religión en grandes asambleas. Para las personas, la obra de la segunda carne encarnada es totalmente diferente a la de la primera, tanto es así, que ambas parecen no tener nada en común y nada de la primera obra puede verse en esta ocasión. Aunque la obra de la segunda carne encarnada es diferente de la obra de la primera, eso no prueba que Su fuente no sea la misma. Que Su fuente sea o no la misma depende de la naturaleza de la obra realizada por las carnes y no de Sus caparazones corporales. Durante las tres etapas de Su obra, Dios se ha encarnado dos veces y, en ambas ocasiones, la obra de Dios encarnado inaugura una nueva era, abre el paso a una nueva obra. Las encarnaciones se complementan entre sí. Es imposible para el ojo humano percibir que ambas carnes provienen realmente de la misma fuente. Sobra decir que esto escapa a la capacidad del ojo humano o a la de la mente del hombre. Pero, en Su esencia, son lo mismo, porque Su obra se origina en el mismo Espíritu. Si ambas carnes encarnadas surgen o no de la misma fuente, no puede juzgarse por la era y el lugar en el que nacieron, o por otros factores similares, sino por la obra divina expresada por Ellas. La segunda carne encarnada no lleva a cabo nada de la obra que Jesús realizó, porque la obra de Dios no se ciñe a convenciones, sino que cada vez se abre una nueva senda. La segunda carne encarnada no pretende profundizar ni solidificar la impresión de la primera carne en la mente de las personas, sino complementarla y perfeccionarla, profundizar el conocimiento de Dios por parte del hombre, romper todas las reglas existentes en los corazones de las personas y barrer las imágenes erróneas de Dios en sus corazones. Puede decirse que ninguna etapa individual de la obra de Dios puede darle al hombre un conocimiento completo de Él; cada una da solo una parte, no el todo. Aunque Dios ha expresado Su carácter por completo, debido a las limitadas facultades de entendimiento del hombre, su conocimiento de Dios sigue siendo incompleto. Es imposible, usando un lenguaje humano, transmitir la totalidad del carácter de Dios; ¿cuánto menos puede una sola etapa de Su obra expresar plenamente lo que es Dios? Él obra en la carne bajo la cubierta de Su humanidad normal y uno solamente puede conocerlo por las expresiones de Su divinidad, no por Su caparazón corporal. Dios viene en la carne para permitir al hombre conocerlo por medio de Su obra variada, y no hay dos etapas de Su obra que sean iguales. Solo de esta forma puede el hombre tener un conocimiento pleno de la obra de Dios en la carne, no confinada a una sola faceta. Aunque la obra de las dos carnes encarnadas es diferente, la esencia de las mismas y la fuente de Su obra son idénticas; ellas solo existen para llevar a cabo dos etapas diferentes de la obra y surgen en dos eras distintas. Sea como sea, las carnes encarnadas de Dios comparten la misma esencia y el mismo origen; este es un hecho que nadie puede negar.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

Palabras diarias de Dios  Fragmento 105

El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne vestida con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente a cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y hueso; Él es la encarnación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne, mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. Sea Su humanidad o Su divinidad, ambas se someten a la voluntad del Padre celestial. La esencia de Cristo es el Espíritu, es decir, la divinidad. Por lo tanto, Su esencia es la de Dios mismo; esta esencia no interrumpirá Su propia obra y Él no podría hacer nada que destruyera Su propia obra ni tampoco pronunciaría ninguna palabra que fuera en contra de Su propia voluntad. Por lo tanto, el Dios encarnado nunca haría ninguna obra que interrumpiera Su propia gestión. Esto es lo que todas las personas deben entender. La esencia de la obra del Espíritu Santo es salvar al hombre y es por el bien de la propia gestión de Dios. De manera similar, la obra de Cristo también es salvar a los hombres, y lo es por causa de la voluntad de Dios. Dado que Dios se hace carne, Él hace realidad Su esencia dentro de Su carne de tal manera que Su carne es suficiente para asumir Su obra. Por lo tanto, toda la obra del Espíritu de Dios la reemplaza la obra de Cristo durante el tiempo de la encarnación, y la obra de Cristo está en el corazón de toda la obra, a través del tiempo de la encarnación. No se puede mezclar con la obra de ninguna otra era. Y ya que Dios se hace carne, obra en la identidad de Su carne; ya que viene en la carne, entonces termina en la carne la obra que debía hacer. Ya sea el Espíritu de Dios o Cristo, ambos son Dios mismo y Él hace la obra que debe hacer y desempeña el ministerio que debe desempeñar.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial

Palabras diarias de Dios  Fragmento 106

La esencia de Dios en sí misma ejerce autoridad, pero es capaz de someterse por completo a la autoridad que proviene de Él. Sea la obra del Espíritu o la obra de la carne, ninguna entra en conflicto con la otra. El Espíritu de Dios es la autoridad sobre toda la creación. La carne, con la esencia de Dios, también posee autoridad, pero Dios en la carne puede hacer toda la obra que obedece la voluntad del Padre celestial. Esto no lo puede alcanzar ni concebir una persona sola. Dios Mismo es la autoridad, pero Su carne puede someterse a Su autoridad. Esto es lo que implican las siguientes palabras: “Cristo obedece la voluntad de Dios Padre”. Dios es un Espíritu y puede hacer la obra de salvación, de la misma manera que lo puede hacer Dios hecho hombre. De cualquier manera, Dios Mismo hace Su propia obra; Él no interrumpe ni interfiere, ni, mucho menos, lleva a cabo una obra que se contradiga a sí misma, porque la esencia de la obra que hace el Espíritu y la carne es igual. Sea el Espíritu o la carne, ambos obran para cumplir una voluntad y para gestionar la misma obra. Aunque el Espíritu y la carne tienen dos cualidades dispares, sus esencias son las mismas; ambas poseen la esencia de Dios mismo y la identidad de Dios mismo. Dios mismo no tiene elementos de desobediencia; Su esencia es buena. Él es la expresión de toda la belleza y bondad, así como de todo el amor. Incluso en la carne, Dios no hace nada que desobedezca a Dios Padre. Incluso a costa de sacrificar Su vida, estaría dispuesto de todo corazón a hacerlo y no elegiría otra cosa. Dios no posee elementos de santurronería ni prepotencia, arrogancia o altivez; no posee elementos de ruindad. Todo lo que desobedece a Dios proviene de Satanás; Satanás es el origen de toda maldad y fealdad. La razón por la que el hombre tiene cualidades similares a las de Satanás es porque Satanás ha corrompido al hombre y ha trabajado en él. Satanás no ha corrompido a Cristo; por lo tanto, Él solo posee las características de Dios y ninguna de las de Satanás. No importa qué tan ardua sea la obra o débil la carne, Dios, mientras vive en la carne, nunca hará nada que interrumpa la obra de Dios mismo, y, mucho menos, abandonará la voluntad de Dios Padre en desobediencia. Él preferiría sufrir dolores en la carne que ir en contra de la voluntad de Dios Padre; así como Jesús lo dijo en la oración: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras”. La gente toma sus propias decisiones, pero Cristo no. Aunque tiene la identidad de Dios mismo, aún así busca la voluntad de Dios Padre y cumple lo que Dios Padre le confió, desde la perspectiva de la carne. Esto es algo inalcanzable para el hombre. Lo que proviene de Satanás no puede tener la esencia de Dios, solo puede tener una que desobedece y se resiste a Dios. No puede obedecer por completo a Dios, mucho menos obedecer de buen grado la voluntad de Dios. Todos los hombres excepto Cristo pueden hacer lo que resiste a Dios y ni uno solo puede llevar a cabo directamente la obra que Dios le confió; ninguno es capaz de ver la gestión de Dios como un propio deber que debe desempeñar. Someterse a la voluntad de Dios Padre es la esencia de Cristo; la desobediencia contra Dios es la característica de Satanás. Estas dos cualidades son incompatibles y cualquiera que tenga las cualidades de Satanás no se puede llamar Cristo. La razón por la cual el hombre no puede hacer la obra de Dios en Su lugar es porque el hombre no tiene nada de la esencia de Dios. El hombre obra para Dios por el bien de sus intereses personales y perspectivas futuras, pero Cristo obra para hacer la voluntad de Dios Padre.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 107

La humanidad de Cristo está gobernada por Su divinidad. Aunque Él está en la carne, Su humanidad no es del todo parecida a la de un hombre de la carne. Él tiene Su propio carácter único y a este también lo gobierna Su divinidad. Su divinidad no tiene debilidades; la debilidad de Cristo se refiere a la debilidad de Su humanidad. Hasta cierto punto, esta debilidad constriñe Su divinidad, pero esos límites están dentro de un cierto radio de acción y tiempo y no son ilimitados. Cuando llega el tiempo de ejecutar la obra de Su divinidad, se hace independientemente de Su humanidad. La humanidad de Cristo está completamente dirigida por Su divinidad. Además de la vida normal de Su humanidad, Su divinidad influye en todas las demás acciones de Su humanidad, las afecta y las dirige. Aunque Cristo tiene una humanidad, no interrumpe la obra de Su divinidad y esto es precisamente porque la humanidad de Cristo está dirigida por Su divinidad; aunque Su humanidad no es madura en Su conducta ante los demás, esto no afecta la obra normal de Su divinidad. Cuando digo que Su humanidad no se ha corrompido quiero decir que la humanidad de Cristo puede estar directamente comandada por Su divinidad, y que Él posee un sentido más elevado que el del hombre común. Su humanidad es la más adecuada para ser dirigida por la divinidad en Su obra; Su humanidad es la más capaz de expresar la obra de la divinidad y es la más capaz de someterse a tal obra. Mientras Dios obra en la carne, nunca pierde de vista el deber que el hombre en la carne debe cumplir; Él es capaz de adorar a Dios en el cielo con un corazón sincero. Tiene la esencia de Dios y Su identidad es la de Dios Mismo. Es solo que ha venido a la tierra y se ha vuelto un ser creado, con el caparazón exterior de un ser creado y que ahora posee una humanidad que antes no tenía; es capaz de adorar a Dios en el cielo. Este es el ser de Dios Mismo y que el hombre no puede imitar. Su identidad es Dios mismo. Es desde la perspectiva de la carne que Él adora a Dios; por lo tanto, las palabras “Cristo adora a Dios en el cielo” no son incorrectas. Lo que Él pide del hombre es precisamente Su propio ser; ya ha logrado todo lo que pide del hombre antes de que se lo demande. Nunca exigiría cosas a los demás para librarse Él de exigencias, porque todo esto constituye Su ser. Independientemente de cómo lleve a cabo Su obra, no actuaría de una manera en la que desobedeciera a Dios. No importa qué pida Él del hombre, ninguna exigencia excede lo que el hombre puede lograr. Todo lo que Él hace es hacer la voluntad de Dios y es en aras de Su gestión. La divinidad de Cristo está por encima de todos los hombres; por lo tanto, Él es la autoridad suprema de todos los seres creados. Esta autoridad es Su divinidad, es decir, el carácter y el ser de Dios mismo, que determina Su identidad. Por lo tanto, no importa qué tan normal sea Su humanidad, es innegable que tiene la identidad de Dios mismo; no importa desde qué punto de vista hable y la manera en la que Él obedezca la voluntad de Dios, no puede decirse que no sea Dios mismo. Los hombres necios e ignorantes muchas veces ven la humanidad normal de Cristo como un defecto. No importa cómo Él exprese y revele el ser de Su divinidad, el hombre es incapaz de reconocer que Él es Cristo. Y entre más demuestre Cristo Su obediencia y humildad, más a la ligera los necios considerarán a Cristo. Incluso están los que adoptan hacia Él una actitud de exclusión y desprecio; sin embargo colocan sobre la mesa a esos “grandes hombres” de imágenes elevadas para adorarlos. La resistencia del hombre a Dios y su desobediencia a Él vienen del hecho de que la esencia del Dios encarnado se somete a la voluntad de Dios y también de la humanidad normal de Cristo; este es el origen de la resistencia del hombre a Dios y la desobediencia a Él. Si Cristo no hubiera tenido la apariencia de Su humanidad y tampoco hubiera buscado la voluntad de Dios Padre desde la perspectiva de un ser creado, sino que en su lugar hubiera poseído una superhumanidad, entonces probablemente no habría habido ninguna desobediencia entre el hombre. La razón por la que el hombre siempre está dispuesto a creer en un Dios invisible que está en el cielo es porque Dios en el cielo no tiene una humanidad y no posee ni una sola cualidad de un ser creado. Por tanto, el hombre siempre le tiene la mayor de las estimas, pero tiene una actitud de desprecio hacia Cristo.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 108

Aunque Cristo en la tierra es capaz de obrar en nombre de Dios mismo, no viene con la intención de mostrarles a todos los hombres Su imagen en la carne. No viene para que todos los hombres lo vean; viene para permitirle al hombre que Su mano lo guíe y así el hombre entra en una nueva era. La función de la carne de Cristo es para la obra de Dios mismo; es decir, para la obra de Dios en la carne y no para permitirle al hombre entender por completo la esencia de Su carne. No importa cómo Él obre, nada de lo que hace excede lo que puede alcanzar la carne. No importa cómo obre, lo hace así en la carne con una humanidad normal y no le revela por completo al hombre el verdadero rostro de Dios. Además, Su obra en la carne nunca es tan sobrenatural o inestimable como la concibe el hombre. Aunque Cristo representa a Dios mismo en la carne y ejecuta en persona la obra que Dios mismo debe hacer, no niega la existencia de Dios en el cielo y tampoco proclama febrilmente Sus propias acciones. Más bien, humildemente permanece escondido dentro de Su carne. Excepto por Cristo, los que falsamente afirman ser Cristo no poseen Sus cualidades. Cuando se yuxtapone al carácter arrogante y de autoexaltación de esos falsos Cristos, se hace evidente qué clase de carne es verdaderamente Cristo. Entre más falsos son esos falsos Cristos, más alardean y más capaces son de obrar señales y maravillas para engañar a los hombres. Los falsos Cristos no tienen las cualidades de Dios; Cristo no está contaminado con ningún elemento que pertenezca a los falsos Cristos. Dios se hace carne solo para completar la obra de la carne y no simplemente para permitirles a los hombres verlo. Más bien, deja que Su obra afirme Su identidad y permite que lo que Él revela dé testimonio de Su esencia. Su esencia no es infundada; Su identidad no ha sido tomada por Su mano; Su identidad está determinada por Su obra y Su esencia. Aunque tiene la esencia de Dios Mismo y es capaz de hacer la obra de Dios Mismo, sigue siendo, después de todo, carne distinta al Espíritu. Él no es Dios con las cualidades del Espíritu; es Dios con un caparazón de carne. Por lo tanto, no importa qué tan normal y qué tan débil sea y de qué manera busque la voluntad de Dios Padre, Su divinidad es innegable. En el Dios encarnado existe no solo una humanidad normal con sus debilidades; existe también lo maravilloso e insondable de Su divinidad, así como todas Sus acciones en la carne. Por esto, tanto la humanidad como la divinidad existen de una manera real y práctica dentro de Cristo. Esto no es en absoluto algo vano o sobrenatural. Él viene a la tierra con el objetivo primordial de llevar a cabo la obra; es imperativo que posea una humanidad normal para llevar a cabo la obra en la tierra; de otro modo, por más grande que fuera el poder de Su divinidad, no se podría aprovechar su función original. Aunque Su humanidad sea de gran importancia, no es Su esencia. Su esencia es la divinidad; por lo tanto, el momento en el que Él comienza a desempeñar Su ministerio en la tierra es el momento en el que comienza a expresar el ser de Su divinidad. Su humanidad existe solo para sustentar la vida normal de Su carne, de modo que Su divinidad pueda llevar a cabo la obra normalmente en la carne; es la divinidad la que dirige Su obra por completo. Cuando Él complete Su obra, habrá cumplido Su ministerio. Lo que el hombre debe conocer es la totalidad de Su obra, y es por medio de Su obra que Él le permite al hombre conocerlo. En el transcurso de Su obra, expresa plenamente el ser de Su divinidad, que no es un carácter contaminado por la humanidad ni un ser contaminado por el pensamiento y el comportamiento humanos. Cuando llegue el momento en que todo Su ministerio haya llegado a su fin, ya habrá expresado de una manera perfecta y plena el carácter que debió expresar. Su obra no está guiada por las instrucciones de ningún hombre; la expresión de Su carácter también es bastante libre y no está controlada por la mente ni procesada por el pensamiento, sino que se revela de manera natural. Esto no es algo que pueda lograr ningún hombre. Incluso si el entorno es adverso o las condiciones no son favorables, es capaz de expresar Su carácter en el momento apropiado. Alguien que es Cristo expresa el ser de Cristo, mientras que los que no lo son no poseen el carácter de Cristo. Por lo tanto, incluso si todos lo resisten o tienen nociones acerca de Él, ninguno puede negar sobre la base de las nociones del hombre que el carácter que Cristo expresa es el de Dios. Todos los que van tras Cristo con un corazón sincero o buscan a Dios intencionalmente, admitirán que Él es Cristo, basándose en la expresión de Su divinidad. Nunca negarían a Cristo sobre la base de ningún aspecto de Él que no se ajuste a las nociones del hombre. Aunque el hombre sea muy necio, todos saben exactamente lo que es la voluntad del hombre y lo que emana de Dios. Es solo que muchas personas se resisten deliberadamente a Cristo, como resultado de sus intenciones. Si no fuera por esto, entonces ni un solo hombre tendría razón para negar la existencia de Cristo, porque la divinidad que Cristo expresa realmente existe y Su obra se puede ver a simple vista.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 109

La obra y la expresión de Cristo determinan Su esencia. Es capaz de completar con un corazón sincero lo que se le ha confiado. Es capaz de adorar a Dios en el cielo con un corazón sincero y con un corazón sincero buscar la voluntad de Dios Padre. Todo esto lo determina Su esencia. Y también Su esencia determina Su revelación natural; la razón por la que la llamo Su “revelación natural” es porque Su expresión no es una imitación o el resultado de la educación impartida por el hombre o el resultado de muchos años de cultivo en manos del hombre. Él no la aprendió ni se adornó con ella; más bien, es inherente a Él. El hombre puede negar Su obra, Su expresión, Su humanidad y toda la vida de Su humanidad normal, pero nadie puede negar que Él adora a Dios en el cielo con un corazón sincero; nadie puede negar que ha venido a cumplir la voluntad del Padre celestial y nadie puede negar la sinceridad con la que busca a Dios Padre. Aunque Su imagen no sea agradable a los sentidos, Su discurso no posea un aire extraordinario y Su obra no impacte la tierra ni estremezca el cielo como el hombre lo imagina, Él es, en realidad, Cristo, Aquel que cumple la voluntad del Padre celestial con un corazón sincero, que se somete por completo al Padre celestial y que es obediente hasta la muerte. Esto se debe a que Su esencia es la esencia de Cristo. Esta verdad es difícil de creer para el hombre, pero es un hecho. Cuando el ministerio de Cristo se haya cumplido por completo, el hombre podrá ver a partir de Su obra que Su carácter y Su ser representan el carácter y el ser de Dios en el cielo. En ese momento, la suma de toda Su obra podrá afirmar que Él es en realidad el Verbo que se hizo carne, y no la carne semejante a la de un hombre de carne y hueso. Cada paso de la obra de Cristo en la tierra tiene su significado representativo, pero el hombre que experimenta la obra actual de cada paso no es capaz de comprender el significado de Su obra. Esto ocurre así sobre todo en lo que se refiere a los varios pasos de la obra que Dios lleva a cabo en Su segunda encarnación. La mayoría de los que solo han escuchado o visto las palabras de Cristo pero que nunca lo han visto a Él, no tienen noción de Su obra; a los que han visto a Cristo y escuchado Sus palabras, y que también han experimentado Su obra, se les hace difícil aceptar Su obra. ¿No es acaso porque la apariencia y la humanidad normal de Cristo no agradan al hombre? Los que acepten Su obra después de que Cristo se haya ido no van a tener esas dificultades porque solo aceptan Su obra y no entran en contacto con la humanidad normal de Cristo. El hombre es incapaz de desechar las nociones que tiene de Dios y en cambio lo escudriña intensamente; esto se debe al hecho de que el hombre solo se enfoca en Su apariencia y no es capaz de reconocer Su esencia basándose en Su obra y en Sus palabras. Si el hombre cerrara los ojos a la apariencia de Cristo o evitara analizar la humanidad de Cristo y hablara solo de Su divinidad, cuya obra y palabras ningún hombre puede alcanzar, entonces las nociones del hombre disminuirán a la mitad, incluso al punto de que todas las dificultades del hombre se resolverían.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial

Palabras diarias de Dios  Fragmento 110

Aquel que es Dios encarnado poseerá la esencia de Dios, y Aquel que es Dios encarnado tendrá la expresión de Dios. Puesto que Dios se hace carne, Él traerá la obra que pretende llevar a cabo y puesto que se hace carne expresará lo que Él es; será, asimismo, capaz de traer la verdad al hombre, de concederle la vida y de señalarle el camino. La carne que no contiene la esencia de Dios definitivamente no es el Dios encarnado; de esto no hay duda. Si el hombre pretende investigar si es la carne encarnada de Dios, entonces debe corroborarlo a partir del carácter que Él expresa y de las palabras que Él habla. Es decir, para corroborar si es o no la carne encarnada de Dios y si es o no el camino verdadero, la persona debe discernir basándose en Su esencia. Y, así, a la hora de determinar si se trata de la carne de Dios encarnado, la clave yace en Su esencia (Su obra, Sus declaraciones, Su carácter y muchos otros aspectos), en lugar de fijarse en Su apariencia externa. Si el hombre sólo analiza Su apariencia externa, y como consecuencia pasa por alto Su esencia, esto muestra que el hombre es ignorante. La apariencia externa no puede determinar la esencia; es más, la obra de Dios jamás puede ajustarse a las nociones del hombre. ¿No contradecía la apariencia exterior de Jesús las nociones del hombre? ¿No eran Su rostro y Sus vestiduras incapaces de proporcionar pista alguna sobre Su verdadera identidad? ¿Acaso los antiguos fariseos no se opusieron a Jesús precisamente porque solo miraron Su aspecto exterior y no se tomaron en serio las palabras de Su boca? Tengo la esperanza de que todos y cada uno de los hermanos y hermanas que buscan la aparición de Dios, no repetirán la tragedia histórica. No debéis convertiros en los fariseos de los tiempos modernos y clavar a Dios de nuevo en la cruz. Deberíais considerar cuidadosamente cómo darle la bienvenida al retorno de Dios y tener claridad acerca de cómo ser alguien que se somete a la verdad. Esta es la responsabilidad de todo aquel que está esperando que Jesús vuelva montado sobre una nube. Deberíamos frotarnos los ojos espirituales para aclararlos y no empantanarnos en palabras de exagerada fantasía. Deberíamos pensar en la obra práctica de Dios y echar un vistazo al aspecto práctico de Dios. No os dejéis llevar demasiado ni os perdáis en fantasías anhelando siempre el día en que el Señor Jesús descienda repentinamente sobre una nube entre vosotros, y os lleve a vosotros, que nunca lo habéis conocido o visto y que no sabéis cómo hacer Su voluntad. ¡Es mejor pensar en asuntos más prácticos!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio

Palabras diarias de Dios  Fragmento 111

Dios hecho carne únicamente se manifiesta a una parte de las personas que lo siguen durante este período en el que Él lleva a cabo Su obra personalmente y no a todas las criaturas. Se volvió carne solo para completar una fase de Su obra y no con el fin de mostrar Su imagen al hombre. Sin embargo, Su obra debe llevarla a cabo Él mismo, por lo tanto es necesario que lo haga en la carne. Cuando esta obra concluya, partirá del mundo humano; no puede permanecer a largo plazo entre la humanidad para no interferir en la obra futura. Lo que le manifiesta a la multitud es únicamente Su justo carácter y todas Sus acciones, y no la imagen de cuando Él se hizo carne dos veces, pues la imagen de Dios únicamente se puede mostrar por Su carácter y no se puede reemplazar con Su imagen hecha carne. La imagen de Su carne únicamente se muestra a una cantidad limitada de personas, únicamente a quienes lo siguen según obra en la carne. Por esta razón, la obra actual se realiza en secreto. De la misma manera, Jesús se mostró únicamente a los judíos cuando hizo Su obra y no se mostró públicamente a ninguna otra nación. Por lo tanto, una vez hubo completado Su obra, rápidamente partió del mundo humano y no se quedó; más adelante no fue Él, esta imagen humana, quien se mostró a las personas, sino el Espíritu Santo quien llevó a cabo la obra directamente. Una vez que la obra de Dios hecho carne se finaliza por completo, partirá del mundo mortal y nunca más volverá a hacer ninguna obra similar a como lo hizo cuando estaba en la carne. Después de esto, la obra la hace toda directamente el Espíritu Santo. Durante este período, el hombre apenas puede ver la imagen de Su cuerpo carnal; Él no se muestra en absoluto al hombre, sino que permanece oculto para siempre. El tiempo de la obra de Dios hecho carne es limitado. Se lleva a cabo en una era, un período, una nación específicos y entre personas concretas. Esta obra representa únicamente la obra del período de la encarnación de Dios; representa una era y la obra del Espíritu de Dios en una era específica y no la totalidad de Su obra. Por lo tanto, la imagen de Dios hecho carne no se mostrará a todos los pueblos. Lo que se muestra a la multitud es la justicia de Dios y Su carácter en su totalidad, en vez de Su imagen de las dos veces que se hizo carne. No se muestra a las personas una imagen única ni las dos imágenes combinadas. Por lo tanto, es imperativo que la carne encarnada de Dios parta de la tierra tras completar la obra que necesita hacer, pues viene únicamente a hacer el trabajo que ha de hacer y no a mostrar Su imagen a las personas. Aunque Dios ya cumplió la relevancia de la encarnación al convertirse en carne dos veces, todavía no se manifestará abiertamente a ninguna nación que no lo haya visto antes. Jesús nunca más se mostrará a los judíos como el Sol de la justicia ni se levantará sobre el monte de los Olivos para aparecer ante todos los pueblos; lo único que vieron los judíos fue la imagen de Jesús durante Su tiempo en Judea. Esto es porque la obra de Jesús en Su encarnación finalizó hace dos mil años; no regresará a Judea con la imagen de un judío, y menos aún se mostrará Él con esa imagen a ninguna de las naciones gentiles, ya que la imagen de Jesús hecho carne es apenas la imagen de un judío y no la del Hijo del hombre que vio Juan. Aunque Jesús les prometió a Sus seguidores que regresaría, no se mostrará simplemente con la imagen de un judío a todos los que están en naciones gentiles. Habéis de saber que la obra de Dios hecho carne consiste en inaugurar una era. Esta obra está limitada a unos pocos años y Él no puede completar toda la obra del Espíritu de Dios, de la misma manera en que la imagen de Jesús como judío podía representar únicamente la imagen de Dios según obró en Judea, y únicamente pudo hacer la obra de la crucifixión. Durante el período en que Jesús estuvo en la carne, no pudo realizar la obra de finalizar la era o destruir a la humanidad. Por lo tanto, cuando hubo terminado la crucifixión y concluido Su obra, ascendió a lo más alto y para siempre se ocultó del hombre. Desde entonces, los creyentes fieles de las naciones gentiles no pudieron ver la manifestación del Señor Jesús, sino únicamente una imagen de Él que tenían en la pared. Esta imagen es apenas un dibujo del hombre y no la imagen de Dios cuando se muestra a Sí mismo al hombre. Dios no se mostrará abiertamente a la multitud en la imagen de cuando se volvió carne dos veces. La obra que realiza entre los seres humanos es permitirles entender Su carácter. Todo esto se muestra al hombre mediante la obra de las diferentes eras; se consigue mediante el carácter que Él dio a conocer y la obra que Él realizó en vez de por la manifestación de Jesús. Es decir, la imagen de Dios se da a conocer al hombre no mediante la imagen encarnada, sino mediante la obra realizada por el Dios encarnado que tiene tanto imagen como forma y, a través de Su obra, Su imagen se muestra y Su carácter se da a conocer. Esta es la relevancia de la obra que Él desea realizar en la carne.

Una vez finalice la obra de las dos encarnaciones de Dios, Él empezará a mostrar Su justo carácter por todas las naciones de los incrédulos y le permitirá a la multitud ver Su imagen. Manifestará Su carácter y de esta manera dejará claro el final de las diferentes categorías de hombre, dando fin por completo a la era antigua. La razón por la que Su obra en la carne no se extiende a un gran alcance (como Jesús únicamente obró en Judea y actualmente Yo obro únicamente entre vosotros) es que Su obra en la carne tiene límites. Únicamente lleva a cabo una obra durante un período reducido en la imagen de carne normal y corriente; no usa esta encarnación para la obra de la eternidad o la de aparecer ante los pueblos de las naciones de los incrédulos. La obra en la carne únicamente puede tener un alcance limitado (como trabajar únicamente en Judea o entre vosotros) y, entonces, mediante la obra realizada dentro de estos límites, su alcance se puede expandir posteriormente. Por supuesto, la obra de expansión la debe realizar directamente Su Espíritu y ya no será tarea de Su carne encarnada, pues la obra en la carne tiene limitaciones y no se extiende a todos los rincones del universo; esto es algo que no puede lograr. Mediante la obra en la carne, Su Espíritu lleva a cabo la obra que viene a continuación. Por lo tanto, la obra realizada en la carne es de una naturaleza inaugural que se lleva a cabo dentro de ciertos límites; después de esto, es Su Espíritu quien continúa con esta obra y además lo hace con un mayor alcance.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (2)

Palabras diarias de Dios  Fragmento 112

Dios viene a obrar en la tierra únicamente con el fin de guiar la era; Su intención es únicamente inaugurar una era nueva y poner fin a la anterior. No vino a vivir el curso de la vida de un hombre en la tierra, a experimentar por Sí mismo las alegrías y los pesares del mundo humano ni a perfeccionar a una persona concreta por Su mano ni a observar el crecimiento de una persona determinada. Esta no es Su obra: Su obra es únicamente comenzar la era nueva y poner fin a la antigua. Es decir, Él mismo abrirá una era, Él mismo pondrá fin a la anterior y derrotará a Satanás al llevar a cabo Su obra en persona. Cada vez que realiza Su obra en persona, es como si estuviera poniendo pie en el campo de batalla. Primero, vence al mundo y prevalece sobre Satanás mientras está en la carne; toma posesión de toda la gloria y levanta la cortina que cubre la totalidad de la obra de los dos mil años, y lo hace para que todas las personas de la tierra tengan la senda correcta para andar y una vida de paz y alegría por vivir. Sin embargo, Dios no puede vivir mucho tiempo en la tierra con el hombre, puesto que Dios es Dios y, después de todo, distinto del hombre. No puede vivir la vida de una persona normal, es decir, no puede residir en la tierra como una persona que no es nada extraordinaria, puesto que tiene únicamente una parte diminuta de la humanidad normal de una persona normal para mantener Su vida humana. En otras palabras, ¿cómo podría Dios fundar una familia, tener una carrera y criar hijos en la tierra? ¿No sería esto una desgracia para Él? El que esté provisto de humanidad normal tiene la única finalidad de llevar a cabo la obra de una manera normal, no de permitirle tener una familia y una carrera como una persona normal. Su sentido normal, Su mente normal y la alimentación y la vestimenta normales para Su carne son suficientes para demostrar que tiene una humanidad normal; no es necesario que tenga familia ni carrera para demostrar que está provisto de una humanidad normal. ¡Esto sería completamente innecesario! La venida de Dios a la tierra es la Palabra hecha carne; simplemente le está permitiendo al hombre entender y ver Su palabra, es decir, le permite al hombre ver la obra realizada por la carne. Su intención no es que las personas traten Su carne de una manera concreta, sino únicamente que sean obedientes hasta el final, es decir, que obedezcan todas las palabras que salgan de Su boca y que se sometan a toda la obra que Él haga. Únicamente está obrando en la carne; Él no está pidiendo intencionadamente que el hombre exalte la grandeza y la santidad de Su carne, sino que está mostrando al hombre la sabiduría de Su obra y toda la autoridad que ejerce. Por lo tanto, aunque tiene una humanidad extraordinaria, no hace anuncios y se centra únicamente en la obra que tiene que hacer. Vosotros debéis saber por qué Dios se hizo carne y aún así no lo publica ni testifica de Su humanidad normal, sino que simplemente lleva a cabo la obra que desea realizar. Por lo tanto, todo lo que podéis ver del Dios encarnado es lo que es Él divinamente; esto se debe a que nunca proclama lo que es humanamente para que lo emule el hombre. Únicamente el hombre, cuando lidera a las personas, habla de lo que es humanamente con el fin de ganarse su admiración y convicción y, de esa manera, lograr el liderazgo sobre otros. Dios, en cambio, conquista al hombre únicamente mediante Su obra (es decir, obra inalcanzable para el hombre); es irrelevante que el hombre lo admire o que Él haga que el hombre lo adore. Lo único que hace es inculcar en el hombre un sentimiento de veneración por Él, una sensación de lo insondable que es Él. Dios no tiene necesidad de impresionar al hombre; todo lo que necesita es que lo veneres cuando hayas sido testigo de Su carácter. La obra que realiza Dios es suya; no la puede hacer el hombre en su lugar ni la puede alcanzar el hombre. Solo Dios mismo puede realizar Su propia obra y marcar el inicio de una nueva era para llevar al hombre a una vida nueva. La obra que realiza es la de permitir que el hombre adquiera una vida nueva y entre en una era nueva. El resto de la obra se entrega a aquellos con una humanidad normal que son admirados por otros. Por lo tanto, en la Era de la Gracia, completó la obra de dos mil años en solo tres años y medio de Sus treinta y tres en la carne. Cuando Dios viene a la tierra para llevar a cabo Su obra, siempre completa la obra de dos mil años o de toda una era en un plazo muy breve de unos pocos años. No aplaza y no demora; simplemente condensa la obra de muchos años para que se complete en apenas unos pocos. Esto es porque la obra que realiza en persona es enteramente para la apertura de un camino nuevo y para dar entrada a una nueva era.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (2)

Palabras diarias de Dios  Fragmento 113

Cuando Dios lleva a cabo Su obra, Él no viene a participar en ninguna construcción o movimiento, sino a cumplir Su ministerio. Cada vez que se hace carne, es sólo para lograr una etapa de la obra e inaugurar una nueva era. Ahora ha llegado la Era del Reino y el entrenamiento del reino. Esta etapa de la obra no es la obra del hombre, y no es para obrar al hombre hasta un grado determinado, pero es sólo para terminar una porción de la obra de Dios. Lo que Él hace no es la obra del hombre, no es para lograr un cierto resultado al obrar al hombre antes de partir de la tierra; es para cumplir Su ministerio y para terminar la obra que debe hacer, que es hacer los arreglos apropiados para Su obra en la tierra y así obtener gloria. La obra del Dios encarnado es diferente a la de las personas usadas por el Espíritu Santo. Cuando Dios viene a hacer Su obra en la tierra, sólo se preocupa por el cumplimiento de Su ministerio. En cuanto a todos los demás asuntos que no se relacionan con Su ministerio, Él casi no toma parte en ellos, incluso hasta el punto de hacerse de la vista gorda. Él simplemente lleva a cabo la obra que debe realizar y, menos aún, está preocupado por la obra que el hombre debe llevar a cabo. La obra que Él hace es únicamente la que pertenece a la era en la que se encuentra y al ministerio que Él debe cumplir, como si todos los demás asuntos estuvieran fuera de Su alcance. Él no se proporciona más conocimiento básico acerca de vivir como parte de la humanidad, ni aprende más habilidades sociales, ni se equipa con alguna otra cosa que el hombre entienda. Todo lo que el hombre debe poseer no le concierne en absoluto y Él simplemente hace la obra que es Su deber realizar. Y así, como el hombre lo ve, el Dios encarnado es deficiente en tanto que ni siquiera presta atención a muchas de las cosas que el hombre debe poseer y, no tiene entendimiento alguno de tales asuntos. Cosas como el conocimiento común sobre la vida, así como los principios que rigen la conducta personal y la interacción con otros, parecen no tener ninguna relación con Él. Pero tú simplemente no puedes detectar del Dios encarnado el más mínimo indicio de anormalidad. Es decir, Su humanidad sólo mantiene Su vida como una persona normal y el razonamiento normal de Su cerebro, que le da la habilidad para discernir entre el bien y el mal. Sin embargo, Él no está provisto con nada más, todo lo cual es lo que el hombre (los seres creados) sólo debe poseer. Dios se hace carne sólo para cumplir Su propio ministerio. Su obra está dirigida a una era completa, no a una persona o lugar en particular, sino a todo el universo. Esta es la dirección de Su obra y el principio por el cual Él obra. Nadie puede alterar esto y el hombre no tiene forma de involucrarse en ello. Cada vez que Dios se hace carne, trae consigo la obra de esa era y no tiene intención alguna de vivir junto a los hombres por veinte, treinta, cuarenta o hasta setenta u ochenta años, con el fin de que ellos lo puedan entender mejor y obtener una profunda percepción de Él. ¡No hay necesidad de eso! Hacerlo así de ninguna manera profundizaría el conocimiento que el hombre tiene del carácter inherente de Dios; en cambio, sólo aumentaría sus nociones y haría que sus nociones y pensamientos se fosilizaran. Por lo que les corresponde a todos vosotros entender exactamente cuál es la obra del Dios encarnado. ¿Seguramente no podéis fallar en haber entendido las palabras que os hablé: “No ha sido para experimentar la vida de un hombre normal que Yo he venido”? ¿Habéis olvidado las palabras: “Dios no viene a la tierra a vivir la vida de un ser humano normal”? No entendéis el propósito de Dios en hacerse carne, ni conocéis el significado de: “¿Cómo podría Dios venir a la tierra con la intención de experimentar la vida de un ser creado?”. Dios viene a la tierra únicamente para terminar Su obra, por lo que Su obra en la tierra es de corta duración. Él no viene a la tierra con la intención de hacer que el Espíritu de Dios cultive Su cuerpo carnal en un ser humano superior que guiará la iglesia. Cuando Dios viene a la tierra, es la Palabra haciéndose carne; el hombre, sin embargo, no sabe de Su obra y le atribuye cosas por la fuerza. Pero todos vosotros os debéis daros cuenta de que Dios es la Palabra hecha carne, no un cuerpo carnal que ha sido cultivado por el Espíritu de Dios para asumir el papel de Dios por el momento. Dios mismo no es el producto de ser cultivado, sino que es la Palabra hecha carne y hoy Él oficialmente lleva a cabo Su obra entre todos vosotros. Todos vosotros sabéis y reconocéis que la encarnación de Dios es una verdad fáctica, sin embargo, hacéis como si la entendierais. Desde la obra del Dios encarnado hasta el significado y la esencia de Su encarnación, sois incapaces de captar estas cosas en lo más mínimo y sólo seguís a otros en recitar sin pensar palabras de memoria. ¿Crees que el Dios encarnado es como lo imaginas?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (3)

Palabras diarias de Dios  Fragmento 114

Dios se hace carne únicamente para guiar la era y poner en marcha una nueva obra. Es necesario que entendáis este punto. Esto es muy diferente de la función del hombre y las dos cosas no pueden mencionarse en conjunto. El hombre necesita ser cultivado y perfeccionado por un largo período de tiempo antes de que pueda ser usado para llevar a cabo la obra, y el tipo de humanidad que se necesita es de un orden especialmente elevado. El hombre no sólo debe ser capaz de mantener el sentido de humanidad normal, sino que además debe entender muchos de los principios y de las reglas que rigen su conducta en relación con los demás y, además, se debe comprometer a estudiar aún más sobre la sabiduría y el conocimiento ético del hombre. Esto es lo que se le debe proveer al hombre. Sin embargo, esto no es así para que Dios se haga carne porque Su obra ni representa al hombre ni es la obra del hombre; es, más bien, una expresión directa de Su ser y una implementación directa de la obra que Él debe hacer. (Naturalmente, Su obra se lleva a cabo en el momento apropiado, no casualmente ni al azar, y se inicia cuando sea el momento de cumplir con Su ministerio). Él no participa en la vida del hombre o en la obra del hombre, es decir, Su humanidad no está provista de ninguno de estos (aunque esto no afecta Su obra). Él sólo cumple Su ministerio cuando es hora de que lo haga; cualquiera que sea Su estatus, Él simplemente sigue adelante con la obra que debe hacer. Cualquier cosa que el hombre sepa de Él y cualquiera sea la opinión que el hombre tenga de Él, Su obra no se ve afectada en su totalidad. Por ejemplo, cuando Jesús llevó a cabo Su obra, nadie sabía con exactitud quién era Él, sino que Él simplemente siguió adelante en Su obra. Nada de esto le impidió llevar a cabo la obra que debía realizar. Por lo tanto, al principio Él no confesó ni proclamó Su propia identidad y simplemente hizo que el hombre lo siguiera. Naturalmente, esto no fue sólo la humildad de Dios, sino también fue la manera en la que Dios obró en la carne. Él sólo podía obrar de esta manera porque el hombre no tenía manera de reconocerlo a simple vista. Y aunque el hombre lo hubiera reconocido, no habría sido capaz de ayudarlo en Su obra. Además, Él no se hizo carne para que el hombre llegara a conocer Su carne; lo hizo para llevar a cabo la obra y cumplir Su ministerio. Por esta razón, no le dio importancia a hacer pública Su identidad. Cuando Él hubo completado toda la obra que debía hacer, toda Su identidad y estatus de manera natural se volvieron claros para el hombre. Dios hecho carne guarda silencio y nunca hace ninguna proclamación. No le hace caso ni al hombre ni a cómo el hombre se las está arreglando para seguirlo, sino que simplemente sigue adelante con el cumplimiento de Su ministerio y en llevar a cabo la obra que debe realizar. Nadie puede interponerse en Su obra. Cuando llegue el momento de que Él concluya Su obra, sin falta esta será concluida y llevada a su fin, y nadie podrá dictar lo contrario. Sólo después de que Él se aparte del hombre al terminar Su obra, el hombre entenderá la obra que Él realiza, aunque todavía no con entera claridad. Y pasará mucho tiempo antes de que el hombre entienda completamente la intención con la cual Él primero llevó a cabo Su obra. En otras palabras, la obra de la era del Dios encarnado se divide en dos partes: una parte consiste en la obra que realiza la carne encarnada de Dios mismo y en las palabras que habla la carne encarnada de Dios mismo. Una vez que el ministerio de Su carne se haya cumplido totalmente, la otra parte de la obra queda pendiente de ser llevada a cabo por aquellos usados por el Espíritu Santo. Es en este momento que el hombre debe cumplir con su función porque Dios ya ha abierto el camino y necesita ser transitado por el hombre mismo. Es decir, Dios hecho carne lleva a cabo una parte de la obra y luego el Espíritu Santo y aquellos usados por el Espíritu Santo lo sucederán para completarla. Por lo tanto, el hombre debe saber en qué consiste la obra que se lleva a cabo principalmente por Dios hecho carne en esta etapa, y debe entender exactamente cuál es el significado de que Dios se haga carne y cuál es la obra que Él debe hacer, y no hacer exigencias a Dios de acuerdo a las exigencias hechas al hombre. Aquí es donde radica el error del hombre, su noción y, aún más, su desobediencia.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 115

Dios se hace carne, no con la intención de permitir que el hombre conozca Su carne o para permitir que el hombre distinga las diferencias entre la carne de Dios encarnado y la del hombre; tampoco se hace carne para entrenar el poder de discernimiento del hombre y, menos aún, lo hace con la intención de permitir que el hombre adore la carne encarnada de Dios y, así, obtener gran gloria. Ninguna de estas cosas es la intención de Dios al hacerse carne. Tampoco Dios se hace carne con el fin de condenar al hombre ni para exponerlo deliberadamente ni para hacerle las cosas difíciles. Ninguna de estas cosas es la intención de Dios. Cada vez que Dios se hace carne, es una forma de obra que resulta inevitable. Es por el bien de Su obra más importante y de Su gestión más importante que Él actúa como lo hace y no por las razones que el hombre imagina. Dios viene a la tierra sólo según lo requiere Su obra y sólo cuando es necesario. Él no viene a la tierra simplemente con la intención de echar un vistazo, sino para llevar a cabo la obra que debe realizar. ¿Por qué más asumiría una carga tan pesada y correría riesgos tan grandes para llevar a cabo esta obra? Dios se hace carne sólo cuando tiene que hacerlo y siempre con un sentido único. Si sólo fuera en aras de permitir que la gente lo viera y para ampliar los horizontes de las personas, entonces Él, con absoluta certeza, nunca vendría tan a la ligera entre las personas. Él viene a la tierra por el bien de Su gestión y de Su obra más importante, y con el fin de obtener más seres humanos. Él viene a representar la era, a derrotar a Satanás y, con el fin de derrotarlo, Él mismo se reviste de carne. Aún más, Él viene para guiar a toda la raza humana sobre cómo vivir su vida. Todo esto concierne a Su gestión y a la obra de todo el universo. Si Dios se hiciera carne simplemente para permitir que el hombre llegue a conocer Su carne y para abrir los ojos de las personas, entonces ¿por qué no habría de viajar a todas las naciones? ¿No sería esto un asunto excesivamente fácil? Pero Él no lo hizo así; más bien eligió un lugar adecuado en el cual establecerse y comenzar la obra que debía realizar. Sólo esta carne es de importancia considerable. Él representa toda una era y también lleva a cabo la obra de toda una era; Él lleva la era anterior a su fin y marca el comienzo de la nueva. Todo esto es un asunto importante que concierne a la gestión de Dios y es la importancia de una etapa de la obra que Dios viene a la tierra a llevar a cabo.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 116

La salvación del hombre por parte de Dios no se lleva a cabo directamente utilizando el método del Espíritu y la identidad del Espíritu, porque el hombre no puede ni tocar ni ver Su Espíritu, ni tampoco acercarse a Él. Si Él tratara de salvar al hombre directamente utilizando la perspectiva del Espíritu, el hombre sería incapaz de recibir Su salvación. Si Dios no se hubiera vestido con la forma exterior de un hombre creado, no habría forma de que el hombre recibiera esta salvación, pues el hombre no tiene forma de acercarse a Él, igual que nadie podía acercarse a la nube de Jehová. Solo volviéndose un ser humano creado, es decir, solo poniendo Su palabra en el cuerpo de carne en el que está a punto de convertirse, puede Él obrar personalmente la palabra en todos los que le siguen. Solo entonces puede el hombre ver y oír personalmente Su palabra, y, además, poseer Su palabra y, por estos medios, llegar a ser totalmente salvo. Si Dios no se hubiera hecho carne, nadie de carne y hueso podría recibir una salvación tan grande ni se salvaría una sola persona. Si el Espíritu de Dios obrara directamente en medio de la humanidad, la humanidad entera sería fulminada o, sin una forma de entrar en contacto con Dios, Satanás se la llevaría totalmente cautiva. La primera encarnación fue para redimir al hombre del pecado; para redimirlo por medio de la carne de Jesús; es decir, Él salvó al hombre desde la cruz, pero el carácter satánico corrupto todavía permanecía en el hombre. La segunda encarnación ya no tiene como propósito servir como ofrenda por el pecado, sino, más bien, salvar por completo a los que fueron redimidos del pecado. Esto se hace de tal forma que quienes han sido perdonados puedan ser librados de sus pecados, sean purificados completamente, y, al lograr un cambio de carácter, sean liberados de la influencia de la oscuridad de Satanás y regresen delante del trono de Dios. Sólo así puede el hombre ser plenamente santificado. Después de que la Era de la Ley llegó a su fin, y al comenzar la Era de la Gracia, Dios inició la obra de salvación, la cual continúa hasta los últimos días, cuando, al juzgar y castigar a la raza humana por su rebeldía, Él habrá purificado totalmente a la humanidad. Sólo entonces Dios concluirá Su obra de salvación y entrará en el reposo. Por tanto, en las tres etapas de la obra, Dios solo se ha hecho carne dos veces para llevar a cabo Él mismo Su obra entre los hombres. Esto se debe a que sólo una de las tres etapas de la obra consiste en guiar al hombre sobre cómo debe llevar su vida, mientras que, las otras dos, consisten en la obra de salvación. Sólo haciéndose carne puede Dios vivir junto al hombre, experimentar el sufrimiento del mundo, y vivir en un cuerpo normal de carne. Sólo de esta forma puede proveer a los hombres con el camino práctico que necesitan como seres creados. El hombre recibe la salvación plena de Dios a través de la encarnación de Dios, no directamente del cielo en respuesta a sus oraciones. Y, como el hombre es de carne y hueso, no tiene forma de ver al Espíritu de Dios y, mucho menos, de acercarse a Él. Lo único con lo que el hombre puede entrar en contacto es con la carne encarnada de Dios y sólo a través de esto es el hombre capaz de entender todos los caminos y todas las verdades y recibir la salvación plena. La segunda encarnación será suficiente para eliminar los pecados del hombre y purificarlo plenamente. Por tanto, con la segunda encarnación se pondrá fin a la totalidad de la obra de Dios en la carne y se completará el sentido de la encarnación de Dios. A partir de ahí, la obra de Dios en la carne habrá llegado plenamente a su fin. Después de la segunda encarnación, Él no se hará carne una tercera vez para Su obra, porque toda Su gestión habrá llegado a su fin. La encarnación de los últimos días habrá ganado totalmente a Su pueblo escogido, y, en los últimos días, la humanidad habrá sido clasificada según su tipo. Él ya no hará más la obra de salvación ni regresará a la carne para llevar a cabo obra alguna.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

Palabras diarias de Dios  Fragmento 117

Lo que el hombre ha conseguido ahora —su estatura actual, su conocimiento, su amor, su lealtad, su obediencia y su perspicacia— es el resultado alcanzado a través del juicio de la palabra. Que seas capaz de tener lealtad y permanecer firme hasta este día se consigue a través de la palabra. Ahora el hombre ve que la obra de Dios encarnado es, ciertamente, extraordinaria, y que hay mucho en ella que el hombre no puede lograr, y que son misterios y maravillas. Por tanto, muchos se han sometido. Algunos nunca se han sometido a ningún hombre desde el día de su nacimiento, pero cuando ven las palabras de Dios hoy, se someten totalmente sin darse cuenta de que lo han hecho y no se atreven a examinar o a decir nada más. La humanidad ha caído bajo la palabra y yace postrada bajo el juicio de la misma. Si el Espíritu de Dios le hablara directamente al hombre, la humanidad entera se sometería a la voz, cayendo sin palabras de revelación, como cuando Pablo cayó al piso en medio de la luz de camino a Damasco. Si Dios continuara obrando de esta forma, el hombre nunca sería capaz de llegar a conocer su propia corrupción a través del juicio de la palabra y, así, alcanzar la salvación. Sólo haciéndose carne puede Dios transmitir personalmente Sus palabras a los oídos de todos los seres humanos de forma que todos los que tengan oídos puedan oír Sus palabras y recibir Su obra de juicio por la palabra. Sólo este es el resultado obtenido por Su palabra, y no que el Espíritu se manifieste con el fin de atemorizar al hombre para que se someta. Sólo a través de esta obra práctica, pero extraordinaria, puede el antiguo carácter del hombre, escondido profundamente en su interior durante muchos años, ser revelado plenamente de forma que el hombre pueda reconocerlo y cambiarlo. Todas estas cosas constituyen la obra práctica de Dios encarnado, en la cual, al hablar y ejecutar el juicio de una manera práctica, Él consigue los resultados del juicio sobre el hombre por la palabra. Esta es la autoridad de Dios encarnado y el sentido de Su encarnación. Se lleva a cabo para dar a conocer la autoridad de Dios encarnado, los resultados obtenidos por la obra de la palabra y que el Espíritu ha venido en la carne; además, demuestra Su autoridad a través de juzgar al hombre por medio de la palabra. Aunque Su carne es la forma externa de una humanidad común y corriente, los resultados conseguidos por Sus palabras muestran al hombre que Él está lleno de autoridad, que es Dios mismo y que Sus palabras son la expresión de Dios mismo. Por medio de esto, se muestra a toda la humanidad que Él es Dios mismo, que es Dios mismo hecho carne, que nadie puede ofenderlo y que nadie puede superar Su juicio por medio de la palabra, y que ninguna fuerza de oscuridad puede prevalecer sobre Su autoridad. El hombre se somete a Él debido enteramente a que Él es la Palabra hecha carne, debido a Su autoridad y debido a Su juicio por medio de la palabra. La obra traída por Su carne encarnada es la autoridad que Él posee. La razón por la que Él se hace carne es porque la carne también puede poseer autoridad, y Él es capaz de llevar a cabo la obra entre los hombres de una manera práctica, de modo que sea visible y tangible para el hombre. Esta obra es mucho más realista que la realizada directamente por el Espíritu de Dios, quien posee toda la autoridad, y sus resultados también son evidentes. Esto se debe a que la carne encarnada de Dios puede hablar y obrar de una forma práctica. La forma externa de Su carne no tiene autoridad y los hombres pueden acercarse a ella, mientras que Su esencia conlleva autoridad, pero esta no es visible para nadie. Cuando Él habla y obra, el hombre es incapaz de detectar la existencia de Su autoridad; esto le facilita llevar a cabo obra de una naturaleza práctica. Toda esta obra práctica puede producir resultados. Aunque ningún hombre es consciente de que Él tiene autoridad ni ve que no se le puede ofender ni ve Su ira, Él alcanza los resultados deseados de Sus palabras a través de Su autoridad velada, de Su ira oculta y de las palabras que Él pronuncia abiertamente. Dicho de otra forma, el hombre se convence plenamente por medio de Su tono de voz, de la severidad de Su discurso y de toda la sabiduría de Sus palabras. De esta forma, el hombre se somete a la palabra de Dios encarnado, quien, aparentemente, no tiene autoridad, cumpliendo, de esta forma, el objetivo de Dios de salvar al hombre. Este es otro aspecto del sentido de Su encarnación: hablar de forma más realista y permitir que la realidad de Sus palabras tenga un efecto sobre el hombre de forma que este pueda presenciar el poder de la palabra de Dios. Así pues, si esta obra no se hubiera hecho por medio de la encarnación, no habría obtenido los más mínimos resultados y no sería capaz de salvar por completo a las personas pecadoras. Si Dios no se hiciera carne, se quedaría como el Espíritu invisible e intangible para el hombre. El hombre es una criatura de carne, y él y Dios pertenecen a dos mundos diferentes y poseen distinta naturaleza. El Espíritu de Dios es incompatible con el hombre, quien es de carne, y sencillamente no hay forma de establecer relaciones entre ellos, sin mencionar que el hombre es incapaz de volverse espíritu. Así pues, el Espíritu de Dios debe convertirse en un ser creado para llevar a cabo Su obra original. Dios puede tanto ascender al lugar más elevado como humillarse para convertirse en una criatura humana, obrando y viviendo entre la humanidad, pero el hombre no puede ascender hasta el lugar más elevado y volverse un espíritu, y, mucho menos, descender hasta el lugar más bajo. Por esta razón Dios debe hacerse carne para llevar a cabo Su obra. Del mismo modo, durante la primera encarnación sólo la carne de Dios encarnado podía redimir al hombre a través de Su crucifixión, mientras que no habría habido forma de que el Espíritu de Dios fuera crucificado como una ofrenda por el pecado para el hombre. Dios podía hacerse carne directamente para servir como una ofrenda por el pecado para el hombre, pero este no podía ascender directamente al cielo para tomar la ofrenda por el pecado que Dios había preparado para él. Así pues, lo único posible sería pedirle a Dios que fuera y viniera unas cuantas veces entre el cielo y la tierra, y no hacer que el hombre ascienda al cielo para tomar esta salvación, porque el hombre había caído y, además, simplemente no podía ascender al cielo, y, mucho menos, obtener la ofrenda por el pecado. Por tanto, era necesario que Jesús viniera entre la humanidad y realizara personalmente la obra que el hombre simplemente no podía llevar a cabo. Cada vez que Dios se hace carne, es por absoluta necesidad. Si el Espíritu de Dios hubiera podido llevar a cabo directamente cualquiera de las etapas, no se habría sometido a la indignidad de estar encarnado.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 118

Dios se hizo carne porque el objeto de Su obra no es el espíritu de Satanás o alguna cosa incorpórea, sino el hombre que es de la carne y a quien Satanás ha corrompido. Precisamente porque la carne del hombre ha sido corrompida es que Dios ha hecho al hombre carnal el objeto de Su obra; además, ya que el hombre es objeto de la corrupción, Dios lo ha hecho el único objeto de Su obra a través de todas las etapas de Su obra de salvación. El hombre es un ser mortal, es de carne y hueso, y Dios es el único que puede salvar al hombre. De esta manera, Dios debe convertirse en una carne que posea los mismos atributos que el hombre con el fin de hacer Su obra, para que esta pueda lograr mejores efectos. Dios debe hacerse carne para hacer Su obra justamente porque el hombre es de la carne y es incapaz de vencer el pecado o de despojarse de la carne. Aunque la esencia y la identidad de Dios encarnado difieren grandemente de la esencia e identidad del hombre, con todo, Su apariencia es idéntica a la del hombre; tiene la apariencia de una persona normal y lleva la vida de una persona normal, y los que lo ven no pueden discernir ninguna diferencia con una persona normal. Esta apariencia y humanidad normales son suficientes para que haga Su obra divina en la humanidad normal. Su carne le permite realizar Su obra en la humanidad normal y le ayuda a hacerla entre los hombres, y Su humanidad normal, además, le ayuda a llevar a cabo la obra de salvación entre los hombres. Aunque Su humanidad normal ha causado mucho alboroto entre los hombres, tal alboroto no ha impactado los efectos normales de Su obra. En resumen, la obra de Su carne normal es de un beneficio supremo para el hombre. Aunque la mayoría de la gente no acepta Su humanidad normal, Su obra aún puede surtir efectos y estos se logran gracias a Su humanidad normal. De esto no hay duda. Por Su obra en la carne, el hombre gana diez veces o docenas de veces más cosas que las nociones que existen entre los hombres acerca de Su humanidad normal y, al final, todas esas nociones se las tragará Su obra, y el efecto que esta ha logrado, es decir, el conocimiento que el hombre tiene de Él, supera por mucho a las nociones que el hombre tiene de Él. No hay manera de imaginar o medir la obra que hace en la carne, porque Su carne es diferente a la de cualquier ser humano carnal; aunque el caparazón externo es idéntico, la esencia no es la misma. Su carne engendra entre los hombres muchas nociones acerca de Dios, sin embargo, Su carne también le puede permitir al hombre adquirir mucho conocimiento y puede, incluso, conquistar a cualquier persona que posea un caparazón externo similar. Porque no es solamente humano, sino que es Dios con el caparazón externo de un ser humano y nadie puede desentrañarlo o entenderlo por completo. Todos aman y acogen favorablemente a un Dios invisible e intangible. Si Dios es solo un espíritu que es invisible al hombre, a este le es muy fácil creer en Dios. La gente puede dar rienda suelta a su imaginación, puede escoger cualquier imagen que le guste como la imagen de Dios para sentirse complacidos y felices. De esta manera, la gente puede hacer lo que sea más agradable para su propio Dios y lo que este desee que hagan, sin escrúpulos. Es más, la gente cree que nadie es más leal y devoto que ellos con Dios y que todos los demás son perros gentiles y desleales a Él. Se puede decir que esto es lo que buscan aquellos cuya creencia en Dios es vaga y se basa en doctrina; lo que buscan viene a ser lo mismo, con poca variación. Lo que sucede es que las imaginaciones que tienen de Dios son diferentes, pero su esencia es de hecho la misma.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

Palabras diarias de Dios  Fragmento 119

La única razón por la que el Dios encarnado ha venido a la carne es por causa de las necesidades del hombre corrupto. Es por causa de las necesidades del hombre, no por las de Dios, y todos Sus sacrificios y sufrimientos son por el bien de la humanidad y no por el bien de Dios mismo. No hay pros y contras o recompensas para Dios; Él no va a segar una cosecha futura sino solo lo que desde el principio se le debía. Todo lo que hace y sacrifica por la humanidad no es para que pueda ganar grandes recompensas sino solo por el bien de la humanidad. Aunque la obra de Dios en la carne implica muchas dificultades inimaginables, los resultados que esta logra al final exceden por mucho los de la obra hecha directamente por el Espíritu. La obra de la carne conlleva muchas dificultades y la carne no puede poseer la misma identidad grandiosa que el Espíritu, no puede llevar a cabo los mismos hechos sobrenaturales que el Espíritu, mucho menos puede poseer la misma autoridad que este. Aun así, la esencia de la obra hecha por esta carne común y corriente es muy superior a la de la obra hecha directamente por el Espíritu, y esta misma carne es la respuesta a las necesidades de toda la humanidad. Para los que van a ser salvados, el valor de utilización del Espíritu es muy inferior al de la carne: la obra del Espíritu es capaz de cubrir todo el universo, a través de todas las montañas, ríos, lagos y océanos; sin embargo, la obra de la carne se relaciona de un modo más efectivo con cada persona con quien tiene contacto. Es más, el hombre puede entender mejor y confiar más en la carne de Dios que tiene una forma tangible, puede profundizar más en el conocimiento que tiene de Dios y puede dejar en el hombre una impresión más profunda de los hechos reales de Dios. La obra del Espíritu está envuelta en misterio; es difícil que los seres mortales la desentrañen y aún más difícil que la vean, y por eso solo pueden confiar en imaginaciones huecas. La obra de la carne, sin embargo, es normal y se basa en la realidad, y posee una rica sabiduría y es un hecho que el ojo físico del hombre puede contemplar; el hombre puede experimentar de forma personal la sabiduría de la obra de Dios y no tiene necesidad de emplear su profusa imaginación. Esta es la exactitud y el valor real de la obra de Dios en la carne. El Espíritu solo puede hacer cosas que son invisibles para el hombre y difíciles de que este se las imagine, por ejemplo, lo que el Espíritu esclarece, conmueve y guía, pero para el hombre que es capaz de pensar, esto no le aporta ningún significado claro. Solo lo conmueve, le proporciona un significado amplio, pero no le puede dar una instrucción con palabras. La obra de Dios en la carne, sin embargo, es muy diferente: implica la orientación exacta de las palabras, tiene una voluntad clara y requiere objetivos claros. Y así el hombre no tiene que dar palos de ciego o emplear su imaginación, mucho menos hacer conjeturas. Esta es la claridad de la obra en la carne y su gran diferencia con la obra del Espíritu. La obra del Espíritu solo es adecuada para una esfera limitada y no puede reemplazar la obra de la carne. La obra de la carne le aporta al hombre metas mucho más exactas y necesarias y un conocimiento mucho más real y valioso que la obra del Espíritu. La obra que es de mayor valor para el hombre corrupto es la que le proporciona palabras exactas, metas claras que perseguir y que puede ver y tocar. Solo la obra realista y la guía oportuna son idóneas para los gustos del hombre y solo la obra real puede salvar al hombre de su carácter corrupto y depravado. Esto solo lo puede lograr el Dios encarnado; solo el Dios encarnado puede salvar al hombre de su antiguo carácter corrupto y depravado. Aunque el Espíritu es la esencia inherente de Dios, una obra como esta solo la puede hacer Su carne. Si el Espíritu obrara completamente solo, no sería posible que Su obra fuera efectiva, esta es la pura verdad. Aunque la mayoría de las personas se han vuelto enemigas de Dios por causa de esta carne, cuando esta concluya Su obra, los que están en Su contra no solo dejarán de ser Sus enemigos sino que, por el contrario, se convertirán en Sus testigos. Se convertirán en testigos a los que ha conquistado, los testigos que son compatibles con Él e inseparables de Él. Hará que el hombre sepa de la importancia que tiene para él Su obra en la carne, y el hombre sabrá la importancia de esta carne para el significado de su existencia, conocerá Su valor real para el crecimiento de su vida y, además, sabrá que esta carne se convertirá en una fuente viva de vida de la que no soportará apartarse. Aunque la carne encarnada de Dios está lejos de ser igual a la identidad y posición de Dios, y al hombre le parece que es incompatible con Su estatus real, esta carne, que no posee la verdadera imagen o identidad de Dios, puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer directamente. Tal es el significado y valor verdaderos de la encarnación de Dios y es este significado y valor lo que el hombre no puede apreciar y reconocer. Aunque toda la humanidad eleva la mirada al Espíritu de Dios y la baja a la carne de Dios, más allá de cómo vea o piense, el significado y el valor reales de la carne superan con creces a los del Espíritu. Por supuesto, esto solo se refiere a la humanidad corrupta. Para cualquiera que busca la verdad y anhela la aparición de Dios, la obra del Espíritu puede solo proporcionar una emoción o una inspiración, y una sensación de asombro por ser ella inexplicable e inimaginable, una sensación de que es grandiosa, trascendente y admirable aunque también inasequible e inalcanzable para todos. El hombre y el Espíritu de Dios solo se pueden ver el uno al otro desde lejos, como si hubiera una gran distancia entre ellos, y nunca pueden ser iguales, como si el hombre y Dios estuvieran separados por una división invisible. De hecho, esta es una ilusión que el Espíritu le da al hombre, porque el Espíritu y el hombre no son de la misma especie, y nunca van a coexistir en el mismo mundo, y porque el Espíritu no posee nada del hombre. Así que el hombre no necesita al Espíritu, ya que este no puede hacer directamente la obra que el hombre más necesita. La obra de la carne le ofrece al hombre objetivos reales que buscar, palabras claras y una sensación de que Él es real y normal, humilde y corriente. Aunque el hombre lo pueda temer, a la mayoría de la gente le es fácil relacionarse con Él: el hombre puede contemplar Su rostro y oír Su voz y no tiene que contemplarlo desde lejos. Esta carne se siente accesible para el hombre, no resulta distante o insondable, sino visible y palpable, porque esta carne está en el mismo mundo que el hombre.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 120

Para todos aquellos que viven en la carne, cambiar su carácter requiere metas que perseguir, y conocer a Dios exige ser testigos de los hechos reales y del rostro real de Dios. Ambas cosas solo las puede lograr la carne encarnada de Dios, la carne normal y real. Por esta razón, la encarnación es necesaria y toda la humanidad corrupta la necesita. Ya que a las personas se les pide que conozcan a Dios, las imágenes de dioses ambiguos y sobrenaturales deben ser disipadas de sus corazones, y ya que se les pide que desechen su carácter corrupto, primero deben conocerlo. Si solo el hombre realiza la obra para disipar las imágenes de los Dioses vagos de los corazones de las personas, entonces fracasará en conseguir el efecto debido. Las imágenes de los Dioses ambiguos que están en los corazones de las personas no se pueden exponer, desechar o expulsar por completo solo con palabras. Al hacerlo así, a la larga no será posible disipar estas cosas que están profundamente arraigadas en las personas. Solo al sustituir estas cosas ambiguas y sobrenaturales por el Dios práctico y la verdadera imagen de Dios y hacer que las personas las conozcan poco a poco, se puede lograr el efecto debido. El hombre reconoce que el Dios al que buscó en tiempos pasados es ambiguo y sobrenatural. Lo que puede lograr este efecto no es la guía directa del Espíritu, mucho menos las enseñanzas de un cierto individuo, sino el Dios encarnado. Las nociones del hombre se ponen al descubierto cuando el Dios encarnado hace de manera oficial Su obra, porque la normalidad y la realidad del Dios encarnado es la antítesis del Dios ambiguo y sobrenatural que hay en la imaginación del hombre. Las nociones originales del hombre solo se pueden revelar cuando se contrastan con el Dios encarnado. Sin la comparación con el Dios encarnado, no se podrían revelar las nociones del hombre; en otras palabras, sin la realidad como contraste, las cosas vagas no se podrían revelar. Nadie es capaz de usar palabras para hacer esta obra y nadie es capaz de articular plenamente esta obra usando palabras. Solo Dios mismo puede hacer Su propia obra y nadie más puede hacerla en Su nombre. No importa lo rico que sea el lenguaje del hombre, es incapaz de articular plenamente la realidad y la normalidad de Dios. El hombre solo puede conocer a Dios de una manera más práctica y solo lo puede ver con mayor claridad si Dios personalmente obra entre los hombres y muestra por completo Su imagen y Su ser. Este efecto no lo puede lograr ningún ser humano de la carne. Por supuesto, el Espíritu de Dios también es incapaz de lograr este efecto. Dios puede salvar a los hombres corruptos de la influencia de Satanás, pero esta obra no la puede conseguir directamente el Espíritu de Dios; más bien, solo la puede hacer la carne que se pone el Espíritu de Dios, la carne encarnada de Dios. Esta carne es hombre y también es Dios, es un hombre que posee una humanidad normal y también es Dios que posee una divinidad completa. Y entonces, aunque esta carne no es el Espíritu de Dios, y difiere grandemente del Espíritu, todavía es el mismo Dios encarnado que salva a los hombres, que es el Espíritu y también la carne. No importa cómo se le llame, en última instancia sigue siendo Dios mismo el que salva a la humanidad. Porque el Espíritu de Dios es indivisible de la carne y la obra de la carne también es la obra del Espíritu de Dios; es solo que esta obra no se hace usando la identidad del Espíritu sino la identidad de la carne. La obra que el Espíritu ha de hacer de manera directa no necesita encarnación, y la obra que la carne tiene que hacer no la puede hacer directamente el Espíritu y solo la puede hacer el Dios encarnado. Esto es lo que se necesita para esta obra y lo que necesita la humanidad corrupta. En las tres etapas de la obra de Dios, solo una etapa fue llevada a cabo directamente por el Espíritu, y las dos etapas restantes son llevadas a cabo por el Dios encarnado y no directamente por el Espíritu. La obra de la Era de la ley que el Espíritu hizo no implicó cambiar el carácter corrupto del hombre y tampoco tuvo relación con el conocimiento que el hombre tenía de Dios. La obra de la carne de Dios en la Era de la Gracia y la Era del Reino, sin embargo, involucra al carácter corrupto del hombre y su conocimiento de Dios y es una parte importante y crucial de la obra de salvación. Por lo tanto, la humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado y de Su obra directa. La humanidad necesita al Dios encarnado para que la pastoree, la apoye, la riegue, la alimente, la juzgue y la castigue, y necesita más gracia y una mayor redención del Dios encarnado. Solo Dios en la carne puede ser el confidente, el pastor y el pronto auxilio del hombre, y todo ello es la necesidad de la encarnación tanto hoy como en tiempos pasados.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 121

Satanás ha corrompido al hombre y este es la más elevada de todas las criaturas de Dios, así que el hombre necesita la salvación de Dios. El objeto de la salvación de Dios es el hombre, no Satanás, y lo que será salvado es la carne y el alma del hombre, no el diablo. Satanás es el objeto de la aniquilación de Dios, el hombre es el objeto de Su salvación, y Satanás ha corrompido la carne del hombre por lo que esta es lo primero que debe ser salvado. La carne del hombre ha sido profundamente corrompida y se ha convertido en algo que se opone a Dios, tanto que incluso se opone y niega abiertamente Su existencia. Esta carne corrupta es simplemente demasiado indisciplinada y no hay nada más difícil con lo cual tratar o cambiar que el carácter corrupto de la carne. Satanás viene a la carne del hombre para provocar perturbaciones y la usa para alterar la obra de Dios y perjudicar Su plan, de tal manera que el hombre se ha convertido en Satanás y en enemigo de Dios. Para que el hombre sea salvado primero debe ser conquistado. Por eso Dios acepta el reto y viene a la carne para hacer la obra que pretende y librar la batalla contra Satanás. Su meta es la salvación del hombre, que se ha corrompido, y la derrota y aniquilación de Satanás, que se rebela contra Él. Derrota a Satanás por medio de Su obra de conquistar al hombre, mientras que al mismo tiempo salva a la humanidad corrupta. Así, es una obra que consigue dos objetivos a la vez. Obra y habla en la carne y emprende toda la obra en la carne con el fin de tener un mejor contacto con el hombre y conquistarlo de mejor manera. La última vez que Dios se haga carne, concluirá en la carne Su obra de los últimos días. Va a clasificar a todos los hombres de acuerdo a su clase, concluirá toda Su gestión y también toda Su obra en la carne. Después de que toda Su obra en la tierra llegue a su fin, resultará completamente victorioso. Al obrar en la carne, Dios habrá conquistado y ganado por completo a la humanidad. ¿No quiere decir esto que toda Su gestión habrá llegado a un fin? Cuando Dios concluya Su obra en la carne, cuando haya derrotado por completo a Satanás y haya salido victorioso, Satanás ya no tendrá oportunidad de corromper al hombre. La obra de la primera encarnación de Dios fue la redención y el perdón de los pecados del hombre. Ahora es la obra de conquistar y ganar por completo a la humanidad para que Satanás ya no tenga manera de hacer su obra, haya perdido completamente y Dios haya salido del todo victorioso. Esta es la obra de la carne y es la obra que Dios mismo hace.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

Palabras diarias de Dios  Fragmento 122

La obra inicial de las tres etapas de la obra de Dios la hizo directamente el Espíritu y no la carne. La obra final de las tres etapas de la obra de Dios, sin embargo, la hace el Dios encarnado y no el Espíritu directamente. La obra de redención de la etapa intermedia también la hizo Dios en la carne. A lo largo de toda la obra de gestión, la obra más importante es salvar al hombre de la influencia de Satanás. La obra clave es la conquista completa del hombre corrupto, restaurando así la reverencia original a Dios en el corazón del hombre conquistado y permitiéndole lograr una vida normal, es decir, la vida normal de una criatura de Dios. Esta obra es crucial y es el núcleo de la obra de gestión. En las tres etapas de la obra de salvación, la primera etapa de la obra de la Era de la Ley estaba lejos del corazón de la obra de gestión; solo tenía la ligera apariencia de la obra de salvación y no era el inicio de la obra de Dios de salvar al hombre del campo de acción de Satanás. La primera etapa de la obra la hizo directamente el Espíritu porque, bajo la ley, el hombre solo sabía acatarla y no tenía más verdad, y porque la obra en la Era de la Ley apenas involucraba cambios en el carácter del hombre, y mucho menos tenía que ver con la obra de cómo salvarlo del campo de acción de Satanás. Así, el Espíritu de Dios completó esta etapa supremamente simple de la obra que no tenía que ver con el carácter corrupto del hombre. Esa etapa de la obra tuvo poca relación con el núcleo de la gestión y no tuvo gran correlación con la obra oficial de la salvación del hombre y, por lo tanto, no requería que Dios se hiciera carne para hacer personalmente Su obra. La obra que el Espíritu hace está implícita y es insondable, y para el hombre es profundamente aterradora e inaccesible; el Espíritu no es el adecuado para hacer directamente la obra de salvación ni para proporcionar directamente vida al hombre. Lo más adecuado para el hombre es transformar la obra del Espíritu en un enfoque que esté cerca del hombre, es decir, lo que es más adecuado para el hombre es que Dios se vuelva una persona normal y corriente para hacer Su obra. Esto requiere que Dios se encarne para reemplazar al Espíritu en Su obra, y para el hombre no hay mejor forma de obrar para Dios. De entre estas tres etapas de la obra, dos las lleva a cabo la carne y son las fases claves de la obra de gestión. Las dos encarnaciones son mutuamente complementarias y se complementan perfectamente entre sí. La primera etapa de la encarnación de Dios puso el fundamento para la segunda etapa y se puede decir que las dos encarnaciones de Dios forman un todo y no son incompatibles entre sí. Estas dos etapas de la obra de Dios las lleva a cabo Dios en Su identidad encarnada porque son muy importantes para toda la obra de gestión. Casi se podría decir que, sin la obra de las dos encarnaciones de Dios, toda la obra de gestión se detendría por completo y la obra de salvar a la humanidad no sería nada más que palabras vacías. Que esta obra sea o no importante se basa en la necesidad de la humanidad, en la realidad de la depravación de esta, y en la seriedad de la desobediencia de Satanás y la perturbación que causa en la obra. El adecuado que está a la altura de esta tarea se basa en la naturaleza de la obra realizada por el obrador y en la importancia de la obra. Cuando se trata de la importancia de esta obra, en términos de qué método adoptar para obrar —la obra hecha directamente por el Espíritu de Dios o la realizada por Dios encarnado o por el hombre— la primera que se debe eliminar es la obra hecha a través del hombre y, basándose en la naturaleza de la obra y la naturaleza de la obra del Espíritu en oposición a la de la carne, en última instancia se decide que la obra hecha por la carne es más beneficiosa para el hombre que la realizada directamente por el Espíritu, y ofrece más ventajas. Este es el pensamiento que Dios tuvo cuando decidió si la obra la debía hacer el Espíritu o la carne. Hay una relevancia y una base para cada etapa de la obra. No son imaginaciones sin fundamento ni tampoco se llevan a cabo de un modo arbitrario; hay cierta sabiduría en ellas. Esta es la verdad detrás de toda la obra de Dios. En particular, hay más del plan de Dios en esa obra grandiosa como Dios encarnado obrando personalmente entre los hombres. Por lo tanto, la sabiduría de Dios y la totalidad de Su ser se reflejan en cada una de sus acciones, pensamientos e ideas en Su obra; este es el ser de Dios que es más concreto y sistemático. Es difícil que el hombre imagine estos pensamientos e ideas sutiles, es difícil que el hombre los crea y, además, que los conozca. La obra hecha por el hombre está de acuerdo a los principios generales que, para el hombre, es altamente satisfactoria. Pero comparada con la obra de Dios, hay simplemente una disparidad excesiva; aunque los hechos de Dios son grandiosos y la obra de Dios es de una magnífica escala, detrás de ellos hay muchos planes y arreglos minuciosos y precisos que son inconcebibles para el hombre. Cada etapa de Su obra no solo se realiza conforme a principios, sino que también contiene numerosas cosas que el lenguaje humano no puede articular plenamente, y estas son las que al hombre le son invisibles. Independientemente de si es la obra del Espíritu o la obra de Dios encarnado, cada una contiene los planes de Su obra. Él no obra infundadamente y no hace una obra insignificante. Cuando el Espíritu obra directamente, lo hace con Sus metas, y cuando se hace hombre (es decir, cuando transforma Su caparazón externo) para obrar, es aún más con Su propósito. ¿Por qué otro motivo cambiaría Su identidad a la ligera? ¿Por qué se convertiría sin reparos en una persona considerada insignificante y que es perseguida?

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 123

Su obra en la carne es de la máxima importancia, de la cual se habla con respecto a la obra, y Aquel que en última instancia concluye la obra es el Dios encarnado y no el Espíritu. Algunos creen que Dios puede en algún momento desconocido venir a la tierra y aparecerse al hombre, tras lo cual juzgará personalmente a toda la humanidad, probándola uno por uno sin omitir a nadie. Los que piensan de esta manera no conocen esta etapa de la obra de encarnación. Dios no juzga ni prueba al hombre uno por uno; hacerlo así no sería la obra de juicio. ¿Acaso no es la corrupción de toda la humanidad la misma? ¿No es la esencia de la humanidad la misma? Lo que se juzga es la esencia corrupta de la humanidad, la esencia del hombre que Satanás corrompió y todos los pecados del hombre. Dios no juzga los errores frívolos e insignificantes del hombre. La obra de juicio es representativa y no se lleva a cabo especialmente para una cierta persona, más bien, es la obra en la que un grupo de personas es juzgado con el fin de representar el juicio de toda la humanidad. Al llevar a cabo personalmente Su obra en un grupo de personas, Dios en la carne usa Su obra para representar la obra de toda la humanidad, después de lo cual se extiende gradualmente. La obra de juicio también es así. Dios no juzga a una cierta clase de persona o a un cierto grupo de ellas, sino que juzga la injusticia de toda la humanidad, la oposición del hombre a Dios, por ejemplo, o la irreverencia del hombre contra Él o su interferencia con la obra de Dios, etc. Lo que se juzga es la esencia de la humanidad en su oposición a Dios y esta obra es la obra de conquista de los últimos días. La obra y la palabra del Dios encarnado de las que el hombre es testigo, son la obra de juicio ante el gran trono blanco durante los últimos días, que el hombre concibió durante tiempos pasados. La obra que actualmente está haciendo el Dios encarnado es exactamente el juicio ante el gran trono blanco. El Dios encarnado de hoy es el Dios que juzga a toda la humanidad durante los últimos días. Esta carne y Su obra, Su palabra y carácter completo son la totalidad de Él. Aunque la esfera de Su obra es limitada, y no involucra de manera directa todo el universo, la esencia de la obra de juicio es el juicio directo de toda la humanidad; no es solo para el pueblo escogido de China ni para un reducido número de personas. Durante la obra de Dios en la carne, aunque la esfera de esta obra no involucra a todo el universo, representa la obra del universo al completo, y después de que Él concluya la obra dentro de la esfera de la obra de Su carne, de inmediato expandirá esta obra a todo el universo, de la misma manera que el evangelio de Jesús se esparció a todo el universo después de Su resurrección y ascensión. Independientemente de si es la obra del Espíritu o la obra de la carne, es la que se lleva a cabo dentro de una esfera limitada pero que representa a la obra de todo el universo. Durante los últimos días, Dios hace Su obra al aparecer en Su identidad encarnada y Dios en la carne es el Dios que juzga al hombre ante el gran trono blanco. Independientemente de si Él es el Espíritu o la carne, el que hace la obra de juicio es el Dios que juzga a la humanidad durante los últimos días. Esto se define basándose en Su obra y no de acuerdo a Su apariencia externa u otros diversos factores. Aunque el hombre alberga nociones de estas palabras, nadie puede negar el hecho del juicio de Dios encarnado y Su conquista de toda la humanidad. Independientemente de lo que piense el hombre, los hechos son, después de todo, hechos. Nadie puede decir que, “Dios hace la obra pero la carne no es Dios”. Esto es un disparate, porque esta obra nadie la puede hacer excepto Dios en la carne. Puesto que esta obra ya se ha terminado, después de ella la del juicio de Dios para el hombre no aparecerá por segunda vez; Dios en Su segunda encarnación ya ha terminado por completo toda la obra de gestión y no habrá una cuarta etapa de la obra de Dios. Porque el que es juzgado es el hombre, el hombre que es de la carne y se ha corrompido, y no es el espíritu de Satanás el que es juzgado directamente, la obra de juicio no se lleva a cabo en el mundo espiritual sino entre los hombres.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 124

Nadie es más adecuado y está más calificado que Dios en la carne para hacer la obra de juzgar la corrupción de la carne del hombre. Si el juicio lo llevara a cabo directamente el Espíritu de Dios, entonces no lo abarcaría todo. Además, sería difícil que el hombre aceptara esta obra, porque el Espíritu no puede enfrentarse cara a cara con el hombre y, por esta razón, los efectos no serían inmediatos, y mucho menos el hombre sería capaz de contemplar con mayor claridad el carácter de Dios que no se puede ofender. Satanás solo puede ser completamente derrotado si Dios en la carne juzga la corrupción de la humanidad. Al ser igual que el hombre que posee una humanidad normal, Dios en la carne puede juzgar directamente la injusticia del hombre; esta es la marca de Su santidad innata y Su extraordinariedad. Solo Dios está calificado y se halla en posición de juzgar al hombre, y es capaz de hacerlo porque posee la verdad y la justicia. Los que no tienen la verdad y la justicia no son aptos para juzgar a los demás. Si esta obra la hiciera el Espíritu de Dios, entonces no significaría una victoria sobre Satanás. Por naturaleza, el Espíritu es más exaltado que los seres mortales y, por naturaleza, el Espíritu de Dios es santo y victorioso sobre la carne. Si el Espíritu hiciera esta obra directamente, no sería capaz de juzgar toda la desobediencia del hombre y no podría revelar toda su injusticia. Porque la obra de juicio también se lleva a cabo por medio de las nociones que el hombre tiene de Dios y el hombre nunca ha tenido ninguna noción del Espíritu, y por eso el Espíritu es incapaz de revelar mejor la injusticia del hombre, mucho menos de descubrir por completo tal injusticia. El Dios encarnado es el enemigo de todos aquellos que no lo conocen. Por medio de juzgar las nociones del hombre y su oposición a Él, descubre toda la desobediencia de la humanidad. Los efectos de Su obra en la carne son más aparentes que los de la obra del Espíritu. Y así, el juicio de toda la humanidad no lo lleva a cabo directamente el Espíritu sino que es la obra del Dios encarnado. El hombre puede ver y tocar al Dios en la carne y el Dios en la carne puede conquistar por completo al hombre. En su relación con Dios en la carne, el hombre avanza de la oposición a la obediencia, de la persecución a la aceptación, de la noción al conocimiento y del rechazo al amor. Estos son los efectos de la obra del Dios encarnado. El hombre solo es salvo a través de la aceptación de Su juicio, solo llega a conocerlo poco a poco a través de las palabras de Su boca, es conquistado por Él durante su oposición a Él, y recibe la provisión de Su vida durante la aceptación de Su castigo. Toda esta obra es la obra de Dios en la carne y no la obra de Dios en Su identidad como el Espíritu. La obra que hace el Dios encarnado es la más grande y más profunda, y la parte crucial de las tres etapas de la obra de Dios son las dos etapas de la obra de encarnación. La profunda corrupción del hombre es un gran obstáculo para la obra de Dios encarnado. En particular, la obra que se lleva a cabo en las personas de los últimos días es tremendamente difícil y el ambiente es hostil y el calibre de cada clase de persona es bastante pobre. Sin embargo, al final de esta obra, todavía logrará el resultado debido, sin defectos; este es el resultado de la obra de la carne y este resultado es más persuasivo que el de la obra del Espíritu. Las tres etapas de la obra de Dios las concluirá en la carne y las debe concluir el Dios encarnado. La obra más importante y crucial la hace en la carne, y la salvación del hombre la debe llevar a cabo personalmente Dios en la carne. Aunque toda la humanidad sienta que Dios en la carne parece no tener relación con el hombre, de hecho, esta carne tiene que ver con el destino y la existencia de toda la humanidad.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 125

Cada etapa de la obra de Dios se implementa por el bien de toda la humanidad y se dirige a toda ella. Aunque es Su obra en la carne, todavía se dirige a toda la humanidad; Él es el Dios de toda la humanidad y de todos los seres creados y no creados. Aunque Su obra en la carne está dentro de una esfera limitada, y el objeto de esta obra también es limitado, cada vez que se hace carne para hacer Su obra, escoge un objeto de Su obra que es supremamente representativo; no selecciona a un grupo de gente simple y ordinario en el cual obrar, sino que escoge como el objeto de Su obra a un grupo de personas capaces de ser representativas de Su obra en la carne. Este grupo de personas se escoge porque la esfera de Su obra en la carne es limitada y porque está preparado especialmente para Su carne encarnada y se escoge especialmente para Su obra en la carne. La selección que Dios hace de los objetos de Su obra no es infundada sino que se hace de acuerdo al principio: el objeto de la obra debe ser de beneficio a la obra de Dios en la carne y debe ser capaz de representar a toda la humanidad. Por ejemplo, los judíos pudieron representar a toda la humanidad al aceptar la redención personal de Jesús y los chinos pueden representar a toda la humanidad al aceptar la conquista personal del Dios encarnado. Existe una base para que los judíos representen a toda la humanidad y también la hay para que las personas chinas representen a toda la humanidad al aceptar la conquista personal de Dios. Nada revela más el significado de la redención que la obra de redención que se hizo entre los judíos y nada revela más la minuciosidad y el éxito de la obra de conquista que la obra de conquista llevada a cabo entre las personas chinas. La obra y la palabra del Dios encarnado parece que solo se dirigen a un pequeño grupo de personas pero, de hecho, Su obra entre este pequeño grupo es la obra de todo el universo y Su palabra se dirige a toda la humanidad. Después de que Su obra en la carne llegue a su fin, los que lo sigan van a comenzar a esparcir la obra que Él ha hecho entre ellos. Lo mejor de Su obra en la carne es que Él puede dejar palabras y exhortaciones exactas y Su voluntad precisa para la humanidad para los que lo siguen, para que después Sus seguidores puedan, de una manera más exacta y concreta, transmitir toda Su obra en la carne y Su voluntad a toda la humanidad para los que aceptan este camino. Solo la obra de Dios en la carne entre los hombres logra realmente el hecho de que Dios esté y viva junto con el hombre. Solo esta obra cumple el deseo del hombre de contemplar el rostro de Dios, de presenciar Su obra, y de escuchar la palabra personal de Dios. El Dios encarnado da fin a la era cuando solo la espalda de Jehová se aparecía a la humanidad y también concluye la era en que la humanidad tenía la creencia en el Dios ambiguo. En particular, la obra del último Dios encarnado trae a toda la humanidad a una era más realista, más práctica y bella. Él no solo concluye la era de la ley y la doctrina; de mayor importancia aún, revela a la humanidad un Dios que es real y normal, que es justo y santo, que abre la obra del plan de gestión y demuestra los misterios y el destino de la humanidad, que creó a la humanidad y da fin a la obra de gestión y que ha permanecido oculto por miles de años. Da fin por completo a la era de ambigüedad y concluye la era en la que toda la humanidad deseaba buscar el rostro de Dios pero no era capaz de hacerlo, termina la era en la que toda la humanidad servía a Satanás y guía a toda la humanidad hasta llegar a entrar en una era completamente nueva. Todo esto es el resultado de la obra de Dios en la carne en vez de la del Espíritu de Dios. Cuando Dios obra en Su carne, los que lo siguen ya no buscan y andan a tientas por esas cosas que parecen existir y no existir a la vez, y dejan de tratar de suponer la voluntad del Dios ambiguo. Cuando Dios esparce Su obra en la carne, los que lo siguen transmitirán la obra que ha hecho en la carne a todas las religiones y denominaciones, y van a comunicar todas Sus palabras a oídos de toda la humanidad. Todo lo que escuchen los que reciban Su evangelio van a ser los hechos de Su obra, van a ser las cosas que el hombre personalmente haya visto y escuchado, y van a ser hechos y no rumores. Estos hechos son la evidencia con los cuales Él esparce la obra y también son las herramientas que usa para esparcir la obra. Sin la existencia de los hechos, Su evangelio no se esparciría a todos los países y a todos los lugares; sin los hechos, solo con las imaginaciones del hombre, Él nunca podría hacer la obra de conquistar a todo el universo. El Espíritu no es palpable para el hombre, le es invisible, y la obra del Espíritu es incapaz de dejarle al hombre cualquier otra prueba o hechos de la obra de Dios. El hombre nunca contemplará el verdadero rostro de Dios, siempre creerá en un Dios ambiguo que no existe. El hombre nunca contemplará el rostro de Dios ni nunca escuchará las palabras que Dios habló personalmente. Las imaginaciones del hombre son huecas, después de todo, y no pueden reemplazar el verdadero rostro de Dios; el hombre no puede imitar el carácter inherente de Dios y la obra de Dios mismo. El Dios invisible en el cielo y Su obra solo pueden ser traídos a la tierra por el Dios encarnado que personalmente hace Su obra entre los hombres. Esta es la manera más ideal para que Dios se aparezca al hombre, en la que el hombre ve a Dios y llega a conocer Su verdadero rostro, y esto no lo puede lograr un Dios no encarnado. Habiendo Dios llevado a cabo Su obra hasta esta etapa, Su obra ya ha logrado el efecto óptimo y ha sido un éxito total. La obra personal de Dios en la carne ya ha completado el noventa por ciento de toda Su gestión. La carne ha provisto un mejor comienzo a toda Su obra y un resumen para ella, y la ha promulgado y ha hecho la última reposición a fondo de toda esta obra. De ahora en adelante, no habrá otro Dios encarnado para hacer la cuarta etapa de la obra de Dios y ya no habrá ninguna maravillosa obra de una tercera encarnación de Dios.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 126

Cada etapa de la obra de Dios en la carne representa Su obra de toda la era y no solo un cierto periodo, como lo hace la obra del hombre. Y de esta manera el fin de la obra de Su última encarnación no quiere decir que Su obra ha llegado a un final completo, porque Su obra en la carne representa toda la era y no solo el periodo en el que hace Su obra en la carne. De lo que se trata es de que termina Su obra de la era al completo durante el tiempo que está en la carne, después de lo cual se esparce a todos los lugares. Cuando el Dios encarnado cumpla Su ministerio, confiará Su obra futura a los que lo siguen. De esta manera, Su obra de toda la era se llevará a cabo de un modo continuo. La obra de toda la era de la encarnación solo se va a considerar completa una vez que se haya esparcido a todo el universo. La obra de Dios encarnado da inicio a una nueva era y los que continúan Su obra son los que Él usa. Toda la obra hecha por el hombre está dentro del ministerio de Dios en la carne y no puede ir más allá de esta esfera. Si Dios encarnado no hubiese venido a hacer Su obra, el hombre no sería capaz de dar fin a la era antigua ni de dar inicio a la nueva era. La obra que hace el hombre sucede solamente dentro del rango de su deber, que es humanamente posible y no representa la obra de Dios. Solo el Dios encarnado puede venir y completar la obra que Él debe hacer y, excepto por Él, nadie puede hacer esta obra en Su nombre. Por supuesto, de lo que hablo es en relación con la obra de encarnación. Este Dios encarnado lleva primero a cabo una etapa de la obra que no se conforma a las nociones del hombre, después de lo cual hace más obra de esa misma clase. La meta de la obra es la conquista del hombre. En un aspecto, la encarnación de Dios no se conforma a las nociones del hombre, además, Él hace más obra que no se conforma a las nociones del hombre y, así, este desarrolla puntos de vista incluso más críticos acerca de Él. Solo hace la obra de conquista entre las personas que tienen múltiples nociones acerca de Él. Independientemente de cómo lo traten, una vez que ha cumplido Su ministerio, todos los hombres estarán sujetos a Su dominio. El hecho de esta obra no solo se refleja entre las personas chinas, sino que también representa cómo va a ser conquistada toda la humanidad. Los efectos que se logran en estas personas son precursores de los efectos que se van a lograr en toda la humanidad, y los efectos de la obra que Él hace en el futuro incluso excederán cada vez más los efectos en estas personas. La obra de Dios en la carne no involucra grandes fanfarrias ni tampoco está envuelta en misterio. Es real y actual y es la obra en la cual uno más uno son dos. No está escondida de nadie ni tampoco engaña a nadie. Lo que las personas ven son cosas reales y genuinas y lo que el hombre gana es conocimiento y verdad reales. Cuando la obra termine, el hombre tendrá un nuevo conocimiento de Él y los que verdaderamente estén en la búsqueda ya no tendrán ninguna noción acerca de Él. Este no es solo el resultado de Su obra en las personas chinas, sino que también representa el resultado de Su obra de conquistar a toda la humanidad, porque nada es más beneficioso para la obra de conquistar a toda la humanidad que esta carne, su obra y todo lo respectivo a esta carne. Resultan beneficiosas para Su obra actual y para Su obra en el futuro. Esta carne conquistará y ganará a toda la humanidad. No hay mejor obra por medio de la cual toda la humanidad contemple a Dios, lo obedezca y conozca. La obra que el hombre hace solo representa una esfera limitada, y cuando Dios hace Su obra no le habla a cierta persona sino que le habla a toda la humanidad y a todos los que aceptan Sus palabras. El fin que proclama es el fin de todas las personas, no solo el fin de una concreta. No le da un trato especial a nadie ni tampoco victimiza a nadie, Él obra y le habla a toda la humanidad. Por lo tanto, este Dios encarnado ya ha clasificado a toda la humanidad de acuerdo a su especie, ya ha juzgado y ha arreglado un destino adecuado para toda la humanidad. Aunque Dios solo haga Su obra en China, en realidad Él ya ha resuelto la obra de todo el universo. No puede esperar a que Su obra se haya esparcido entre toda la humanidad para hacer Sus declaraciones y arreglos paso a paso. ¿No sería eso demasiado tarde? Ahora es totalmente capaz de completar la obra futura por adelantado. Ya que el que está obrando es Dios en la carne, Él está haciendo una obra ilimitada dentro de una esfera limitada y después va a hacer que el hombre desempeñe el deber que debe desempeñar; este es el principio de Su obra. Solo puede vivir con el hombre por un tiempo y no puede acompañarlo hasta que la obra de toda la era haya concluido. Es así porque Él es Dios, y predice Su obra futura por adelantado. Después, clasificará a toda la humanidad de acuerdo a su especie según Sus palabras, y la humanidad entrará a Su obra paso a paso de acuerdo a ellas. Nadie escapará y todos deben practicar de acuerdo a esto. Así que, en el futuro Sus palabras guiarán la era y no el Espíritu.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 127

Satanás ha corrompido la carne del hombre, la ha cegado profundamente y la ha dañado de forma terrible. La razón fundamental por la que Dios obra personalmente en la carne es porque el objeto de Su salvación es el hombre, que es de la carne, y porque Satanás también usa la carne del hombre para perturbar la obra de Dios. La batalla contra Satanás es en realidad la obra de conquistar al hombre y, al mismo tiempo, el hombre también es el objeto de la salvación de Dios. De esta manera, la obra de Dios encarnado es esencial. Satanás corrompió la carne del hombre y el hombre se convirtió en la personificación de Satanás y se volvió el objeto que Dios debe derrotar. Así, la obra de librar la batalla contra Satanás y salvar a la humanidad ocurre en la tierra y Dios se debe hacer humano con el fin de librar la batalla contra Satanás. Esta es una obra de lo más práctica. Cuando Dios está obrando en la carne, en realidad está librando la batalla contra Satanás en la carne. Cuando obra en la carne, está haciendo Su obra en el reino espiritual y hace toda Su obra en el reino espiritual real en la tierra. El que es conquistado es el hombre, que lo desobedece a Él, el que es derrotado es la personificación de Satanás (por supuesto, este también es el hombre), que está en enemistad con Él, y el que es salvado a fin de cuentas también es el hombre. De esta manera, es hasta más necesario que Dios se haga un humano que tenga el caparazón externo de una creación, para que pueda librar la batalla real contra Satanás y conquistar al hombre, que lo desobedece y posee el mismo caparazón externo que Él, y salva al hombre, que es del mismo caparazón externo que Él y a quien Satanás ha dañado. El hombre, al que creó, es Su enemigo, el objeto de Su conquista y el objeto de Su salvación. Así que debe volverse humano y, de esta manera, Su obra se hace mucho más fácil. Es capaz de derrotar a Satanás y conquistar a la humanidad y, además, es capaz de salvarla. Aunque esta carne es normal y real, Él no es una carne común: Él no es carne que es solo humana sino carne que es tanto humana como divina. Esta es la diferencia con Él y el hombre y es la marca de la identidad de Dios. Solo carne como esta puede hacer la obra que Él tiene la intención de hacer, y cumplir el ministerio de Dios en la carne y terminar por completo Su obra entre los hombres. Si no fuera así, Su obra entre los hombres siempre estaría vacía y sería imperfecta. Aunque Dios puede librar la batalla contra el espíritu de Satanás y salir victorioso, la antigua naturaleza del hombre corrupto nunca se puede resolver y los que son desobedientes a Dios y se le oponen nunca pueden verdaderamente estar sujetos a Su dominio, es decir, Él nunca puede conquistar a la humanidad ni ganarla al completo. Si Su obra en la tierra no se puede resolver, entonces Su gestión nunca llegará a un fin y toda la humanidad no podrá entrar en el reposo. Si Dios no puede entrar en el reposo con todas Sus criaturas, entonces nunca habrá un resultado de esa obra de gestión y la gloria de Dios por consiguiente desaparecerá. Aunque Su carne no tiene autoridad, la obra que Él hace habrá logrado su efecto. Esta es la dirección inevitable de Su obra. Independientemente de si Su carne posee o no autoridad, siempre y cuando Él sea capaz de hacer la obra de Dios mismo, entonces es Dios mismo. Independientemente de cómo de normal y de corriente sea esta carne, Él puede hacer la obra que debe hacer porque esta carne es Dios y no solo un humano. La razón por la que esta carne puede hacer la obra que el hombre no puede es porque Su esencia interna es diferente a la de cualquier humano, y la razón por la que Él puede salvar al hombre es porque Su identidad es diferente a la de cualquier humano. Esta carne es tan importante para la humanidad porque es hombre y, más aún, Dios, porque puede hacer la obra que ningún hombre de carne común y corriente puede hacer, y porque puede salvar al hombre corrupto que vive junto con Él en la tierra. Aunque es idéntico al hombre, el Dios encarnado es más importante para la humanidad que cualquier persona de valor porque puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede, y es más capaz que el Espíritu de Dios para dar testimonio de Dios mismo, y es más capaz que el Espíritu de Dios para ganar por completo a la humanidad. Como resultado, aunque esta carne es normal y corriente, Su contribución a la humanidad y Su significado a la existencia de la humanidad, la hacen sumamente preciosa y el valor y el significado reales de esta carne son inmensurables para cualquier humano. Aunque esta carne no puede destruir directamente a Satanás, puede usar Su obra para conquistar a la humanidad, derrotarlo y hacer que Satanás se someta por completo a Su dominio. Debido a que Dios es encarnado, puede derrotar a Satanás y es capaz de salvar a la humanidad. No destruye directamente a Satanás sino que se hace carne para hacer la obra de conquistar a la humanidad, a quien Satanás ha corrompido. De esta manera, está en mejores condiciones para dar testimonio de Él mismo entre Sus criaturas y mejor capacitado para salvar al hombre corrompido. Que el Dios encarnado derrote a Satanás da un mayor testimonio y es más convincente que si el Espíritu de Dios destruyera directamente a Satanás. Dios en la carne está mejor capacitado para ayudar al hombre a conocer al Creador y está en mejores condiciones de dar testimonio de Él mismo entre Sus criaturas.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 128

Dios ha venido a la tierra para llevar a cabo Su obra en medio del hombre, aparecerse de forma personal a este y permitir que le contemple; ¿es este un asunto menor? ¡No es nada simple! Dios no ha venido, como el hombre imagina, para que los seres humanos puedan mirarle, entender que Dios es real y no algo impreciso o vano, y que Dios es noble pero también humilde. ¿Podría ser tan sencillo? Precisamente porque Satanás ha corrompido la carne del hombre y al ser este a quien Dios pretende salvar, Él tiene que adoptar forma de carne para librar batalla contra Satanás y pastorear personalmente al ser humano. Sólo esto es beneficioso para Su obra. Las dos formas encarnadas de Dios han existido con el fin de derrotar a Satanás, y también para salvar mejor al hombre. Esto se debe a que quien le libra batalla a Satanás sólo puede ser Dios, ya sea Su Espíritu o la carne de Dios encarnado. En resumen, los ángeles no pueden ser quienes luchen contra Satanás y mucho menos el hombre, que ha sido corrompido por Satanás. Los ángeles son incapaces de librar esta batalla y el ser humano lo es aún más. Por ello, si Dios desea obrar la vida del hombre, si quiere venir personalmente a la tierra para salvar al hombre, debe venir Él mismo en carne, es decir, debe adoptar personalmente la carne y, con Su identidad inherente y la obra que debe hacer, venir en medio del hombre y salvarlo de forma personal. De no ser así, si fuera el Espíritu de Dios o el hombre quienes llevaran a cabo esta obra, no se obtendría nada de esta batalla y jamás terminaría. Sólo cuando Dios se hace carne y va Él mismo a librar batalla contra Satanás, en medio de los hombres, el ser humano tiene una posibilidad de salvación. Además, sólo entonces se avergüenza Satanás y queda sin oportunidades que explotar o planes que ejecutar. La obra realizada por el Dios encarnado es inalcanzable para el Espíritu de Dios, y sería aún más imposible que cualquier hombre carnal la llevara a cabo en Su nombre, porque la obra que Él hace es en beneficio de la vida del hombre y para cambiar el carácter corrupto del hombre. Si el hombre participara en esta batalla, sólo huiría en desbandada y simplemente sería incapaz de cambiar su carácter corrupto. Sería incapaz de salvar al hombre de la cruz o de conquistar a toda la humanidad rebelde; sólo podría realizar un poco de la vieja obra que no va más allá de los principios o una obra que no está relacionada con la derrota de Satanás. ¿Para qué molestarse, pues? ¿Cuál es la relevancia de una obra que no puede ganar a la humanidad, y mucho menos derrotar a Satanás? Y así, la batalla contra este sólo puede ser llevada a cabo por Dios mismo, y sería sencillamente imposible que el hombre la hiciese. El deber del hombre consiste en obedecer y seguir, porque no es capaz de realizar obra semejante a crear los cielos y la tierra y, además, tampoco puede hacer la obra de pelear contra Satanás. El hombre sólo puede satisfacer al Creador bajo el liderazgo de Dios mismo, por medio del cual es derrotado Satanás; esto es lo único que el hombre puede hacer. Por eso, cada vez que empieza una nueva batalla, es decir, cada vez que empieza la obra de una nueva era, es Dios mismo quien la realiza personalmente; a través de ella, dirige toda la era y abre un nuevo camino para toda la humanidad. El alba de cada nueva era es un nuevo inicio en la batalla con Satanás, por medio de la cual el hombre entra a un ámbito más nuevo y más hermoso y en una nueva era que Dios dirige personalmente. El hombre es el amo de todas las cosas, pero los que han sido ganados se convertirán en los frutos de todas las batallas con Satanás. Él es el corruptor de todas las cosas; es quien sale derrotado al final de todas las batallas, y también es aquel que será castigado después de ellas. Entre Dios, el hombre y Satanás, sólo este último es quien será detestado y rechazado. Los que fueron ganados por Satanás, y no son recuperados por Dios, se convierten mientras tanto en aquellos que reciben el castigo en nombre de Satanás. De estos tres, sólo Dios debería ser adorado por todas las cosas. Los que fueron corrompidos por Satanás, pero son retomados por Dios y siguen Su camino, se convertirán en aquellos que recibirán la promesa divina y juzgarán a los malvados para Dios. Con toda seguridad, Él será victorioso y Satanás será derrotado; sin embargo, entre los hombres existen aquellos que ganarán y los que perderán. Los que ganen formarán parte de los vencedores y los que pierdan formarán parte de los perdedores, esta es la clasificación de cada uno según su especie, es el desenlace final de toda la obra de Dios. Es también el objetivo de toda Su obra y nunca cambiará. El núcleo central de la obra principal del plan de gestión de Dios se centra en la salvación del hombre, y Él se hace carne principalmente por el bien de este asunto central, por el bien de esta obra y para derrotar a Satanás. La primera vez que Dios se hizo carne también fue para vencer a Satanás: se hizo carne personalmente y fue clavado en persona en la cruz para completar la obra de la primera batalla, que era la de la redención de la humanidad. Del mismo modo, esta etapa de obra también la realiza Dios mismo; se ha hecho carne para realizar Su obra entre los hombres, para pronunciar personalmente Su palabra y permitir que el hombre le vea. Es, por supuesto, inevitable que haga alguna otra obra por el camino, pero la razón principal por la que lleva a cabo Su obra, de forma personal, es para derrotar a Satanás, conquistar a toda la humanidad y ganar a esas personas. Por tanto, la obra de la encarnación de Dios no es simple. Si Su propósito sólo fuera mostrarle al hombre que Dios es humilde y está escondido, y que Dios es real, si sólo fuera por hacer esta obra, no tendría necesidad de hacerse carne. Aunque Dios no se encarnara, podría revelarle directamente al hombre Su humildad y que está escondido, Su grandeza y Su santidad, pero tales cosas no tienen nada que ver con la obra de gestionar a la humanidad. Son incapaces de salvar al hombre o hacerlo completo, y mucho menos pueden derrotar a Satanás. Si la derrota de este sólo implicara que el Espíritu librara batalla contra un espíritu, dicha obra tendría incluso menos valor práctico; sería incapaz de ganar al hombre y arruinaría su destino y sus perspectivas. Como tal, la obra de Dios tiene hoy profunda relevancia. No sólo es para que el hombre pueda verle ni para que abra los ojos o le proporcione aliento y la sensación de estar un poco conmovido; una obra así no tiene relevancia. Si sólo puedes hablar de esta clase de conocimiento, esto demuestra que no conoces la verdadera relevancia de la encarnación de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso

Palabras diarias de Dios  Fragmento 129

Cada etapa de la obra realizada por Dios tiene su propio sentido práctico. En aquel entonces, cuando Jesús vino, lo hizo en forma de varón, y cuando Dios viene esta vez, toma la forma de mujer. A partir de esto se puede ver que la creación de Dios de ambos el varón y la mujer puede ser útil para Su obra y que con Él no hay distinción de género. Cuando Su Espíritu viene, Él puede adoptar cualquier carne que desee y esa carne puede representarlo. Sea varón o mujer, puede representar a Dios mientras sea Su carne encarnada. Si Jesús hubiera aparecido como mujer cuando vino —en otras palabras, si el Espíritu Santo hubiera concebido una niña, y no un niño— esa etapa de la obra se habría completado de todas formas. Si esto hubiera ocurrido, la etapa actual de la obra la hubiera tenido que completar un varón, pero de todas maneras la obra se habría completado. La obra llevada a cabo en cada etapa tiene su significado; ninguna de las dos etapas de la obra se repite ni entra en conflicto con la otra. En aquel momento, cuando Jesús llevaba a cabo Su obra, se le llamó el Hijo unigénito, e “Hijo” indica el género masculino. ¿Por qué no se menciona, entonces, al Hijo unigénito en la etapa actual? Porque los requisitos de la obra han necesitado un género diferente al de Jesús. Con Dios no hay distinción de género. Él realiza Su obra como lo desea y, al llevarla a cabo, Él no está sujeto a ninguna restricción, sino que es particularmente libre. Sin embargo, cada etapa de la obra tiene su propio sentido práctico. Dios se hizo carne dos veces, y es obvio que Su encarnación durante los últimos días es la última vez. Él ha venido a revelar todas Sus acciones. Si Él no se hubiera hecho carne en esta etapa para realizar personalmente una obra de la que el hombre fuera testigo, este se aferraría siempre a la noción de que Dios es sólo varón, y no mujer. Antes de esto, toda la humanidad creía que Dios sólo podía ser varón y que una mujer no podía ser llamada Dios, porque todos consideraban que el hombre tenía autoridad sobre la mujer. Creían que ninguna mujer podía asumir la autoridad; sólo los hombres. Aún más, incluso decían que el hombre era la cabeza de la mujer y que la mujer debía obedecer al hombre y no podía sobrepasarlo. Cuando se dijo en el pasado que el hombre era la cabeza de la mujer, se dijo con respecto a Adán y a Eva, a quienes la serpiente había engañado, y no al hombre y a la mujer creados por Jehová en el principio. Por supuesto, una mujer debe obedecer y amar a su marido, y un marido debe aprender a proveer de alimento y sustento a su familia. Son las leyes y decretos establecidos por Jehová que la humanidad debe cumplir durante sus vidas en la tierra. Jehová dijo a la mujer: “Tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti”. Esto solo se dijo para que la humanidad (es decir, tanto el hombre como la mujer) pudiera vivir una vida normal bajo el dominio de Jehová, y para que la vida de la humanidad tuviera una estructura y no perdiera el orden. Por ello, Jehová elaboró normas apropiadas en cuanto a cómo deberían actuar el hombre y la mujer, aunque esto solo se refería a todos los seres creados que vivían sobre la tierra y no tenía relación con la carne encarnada de Dios. ¿Cómo podría ser Dios lo mismo que Sus seres creados? Sus palabras solo iban dirigidas a la humanidad de Su creación; Él estableció reglas para el hombre y la mujer con el fin de que la humanidad pudiera vivir una vida normal. En el principio, cuando Jehová creó a la humanidad, hizo dos clases de seres humanos, tanto al varón como a la mujer; y, por eso, hay una división entre el varón y la mujer en Sus carnes encarnadas. Él no decidió Su obra con base en las palabras que habló a Adán y Eva. Las dos veces que se ha hecho carne se han determinado totalmente de acuerdo con Su pensamiento cuando creó por primera vez a la humanidad. Es decir, Él ha completado la obra de Sus dos encarnaciones con base en el varón y la mujer antes de ser corrompidos. Si la humanidad tomara las palabras habladas por Jehová a Adán y Eva, quienes habían sido engañados por la serpiente, y las aplicara a la obra de la encarnación de Dios, ¿acaso no tendría que amar Jesús también a Su esposa como debería hacerlo? ¿Seguiría Dios siendo Dios, entonces? Siendo esto así, ¿seguiría siendo capaz de completar Su obra? Si es incorrecto que la carne encarnada de Dios sea mujer, entonces ¿no habría sido también un error de la mayor magnitud que Dios creara a la mujer? Si la gente sigue creyendo que sería un error que Dios encarnara como mujer, entonces ¿no estaría Jesús —quien no se casó y que, por ende, no pudo amar a Su esposa— igual de errado que la presente encarnación? Ya que usas las palabras habladas por Jehová a Eva para medir la verdad de la encarnación de Dios en el presente, debes usar las palabras de Jehová a Adán para juzgar al Señor Jesús, quien se hizo carne en la Era de la Gracia. ¿No es lo mismo? Ya que juzgas al Señor Jesús por el varón a quien la serpiente no había engañado, no puedes juzgar la verdad de la encarnación de hoy por la mujer a quien la serpiente engañó. ¡Esto sería injusto! Medir a Dios de esta manera muestra tu falta de racionalidad. Cuando Jehová se hizo carne dos veces, el género de Su carne estaba relacionado con el varón y la mujer que no habían sido engañados por la serpiente. En dos ocasiones Él se hizo carne conforme al varón y la mujer que no habían sido seducidos por la serpiente. No penséis que la masculinidad de Jesús era la misma que la de Adán, quien fue engañado por la serpiente. No tienen ninguna relación; son dos varones de dos diferentes naturalezas. Ciertamente no puede ser que la masculinidad de Jesús demuestre que Él es la cabeza de todas las mujeres, pero no de todos los hombres. ¿No es Él el Rey de todos los judíos (incluidos hombres y mujeres)? Él es Dios mismo, no solo la cabeza de la mujer, sino del hombre también. Él es el Señor de todas las criaturas y la cabeza de todas ellas. ¿Cómo podrías determinar que la masculinidad de Jesús es el símbolo de la cabeza de la mujer? ¿No sería esto blasfemia? Jesús es un varón que no ha sido corrompido. Él es Dios; Él es Cristo; Él es el Señor. ¿Cómo podría ser Él un varón como Adán, que fue corrompido? Jesús es la carne con la que se viste el santísimo Espíritu de Dios. ¿Cómo podrías decir que Él es un Dios que posee la masculinidad de Adán? En ese caso, ¿no estaría errada toda la obra de Dios? ¿Habría incorporado Jehová dentro de Jesús la masculinidad de Adán, quien fue engañado por la serpiente? ¿No es la encarnación del presente otro ejemplo de la obra de Dios encarnado, que es diferente en género de Jesús, pero igual que Él en naturaleza? ¿Todavía te atreves a decir que Dios encarnado no podría ser una mujer, ya que fue una mujer la primera que fue engañada por la serpiente? ¿Todavía te atreves a decir que al ser la mujer la más impura y el origen de la corrupción de la humanidad, Dios no podía en absoluto encarnarse como una mujer? ¿Todavía te atreves a persistir en decir que “la mujer siempre obedecerá al hombre y nunca podrá manifestar o representar directamente a Dios”? No entendías en el pasado, pero ¿puedes seguir blasfemando ahora contra la obra de Dios, especialmente contra la carne encarnada de Dios? Si no tienes esto claro, mejor cuida tu lengua, para que no se revelen tu insensatez y tu ignorancia, y tu fealdad no quede expuesta. No pienses que lo entiendes todo. Yo te digo que todo lo que has visto y experimentado es insuficiente para que entiendas siquiera una milésima parte de Mi plan de gestión. ¿Por qué actúas, pues, con tanta arrogancia? ¡Esa pequeña porción de talento y el conocimiento exiguo que tienes son insuficientes para ser usados por Jesús siquiera en un solo segundo de Su obra! ¿Cuánta experiencia posees realmente? ¡Lo que has visto y todo lo que has oído durante tu vida y lo que has imaginado, es menos que la obra que Yo hago en un momento! Será mejor que no seas quisquilloso ni busques fallas. Puedes ser todo lo arrogante que quieras, pero ¡no eres más que una criatura que no puede compararse siquiera con una hormiga! ¡Todo lo que hay en tu barriga es menos que lo que hay en la barriga de una hormiga! No pienses que, porque tienes algo de experiencia y antigüedad, esto te da derecho a gesticular salvajemente y hablar con grandilocuencia. ¿No son tu experiencia y tu antigüedad un resultado de las palabras que Yo he pronunciado? ¿Crees que fueron a cambio de tu trabajo y esfuerzo? Hoy, ves que me he hecho carne y, como consecuencia de ello, en ti hay una sobreabundancia de conceptos y nociones sin fin. De no ser por Mi encarnación, por muy extraordinarios que fueran tus talentos, no tendrías tantos conceptos. ¿No es de aquí de donde surgieron tus nociones? De no ser por la primera vez que Jesús se hizo carne, ¿sabrías algo de la encarnación? ¿No es por tu conocimiento de la primera encarnación que tienes el descaro de tratar de juzgar la segunda? ¿Por qué la sometes a estudio en lugar de ser un seguidor obediente? Si entras en esta corriente y vienes delante del Dios encarnado, ¿te permitiría Él, acaso, investigarlo? Puedes estudiar tu propia historia familiar, pero si intentas estudiar la “historia familiar” de Dios, ¿te permitiría, acaso, llevar a cabo ese estudio el Dios actual? ¿Acaso no estás ciego? ¿No tienes desprecio por ti mismo?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las dos encarnaciones completan el sentido de la encarnación

Palabras diarias de Dios  Fragmento 130

Jesús y Yo venimos de un solo Espíritu. Aunque nuestra carne no tiene relación, nuestro Espíritu es uno; aunque el contenido de lo que hacemos y la obra que asumimos no son los mismos, somos iguales en esencia; nuestra carne adopta distintas formas, pero esto se debe al cambio en la era y a los diferentes requisitos de nuestra obra; nuestros ministerios no son iguales, por lo que la obra que traemos y el carácter que revelamos al hombre también son diferentes. Por eso, lo que el hombre ve y entiende hoy es diferente a lo del pasado, lo cual se debe al cambio en la era. A pesar de que son diferentes en cuanto al género y la forma de Su carne y de que no nacieron de la misma familia, y, mucho menos, en la misma época, Su Espíritu es uno. A pesar de que Su carne no comparte ni sangre ni parentesco físico de ningún tipo, no puede negarse que Ellos son la carne encarnada de Dios en dos períodos diferentes. Es una verdad irrefutable que ellos son la carne encarnada de Dios. Sin embargo, no son del mismo linaje ni comparten un idioma humano común (uno fue un varón que hablaba el idioma de los judíos y el otro es una mujer que sólo habla chino). Es por estas razones que Ellos han vivido en diferentes países para llevar a cabo la obra que le corresponde hacer a cada uno y en distintos períodos también. A pesar del hecho de que son el mismo Espíritu y poseen la misma esencia, no existe absolutamente ninguna similitud entre el caparazón externo de Su carne. Lo único que comparten es la misma humanidad, pero en lo que se refiere a la apariencia externa de Su carne y a las circunstancias de Su nacimiento, no se parecen. Estas cosas no tienen ningún impacto sobre Su respectiva obra o sobre el conocimiento que el hombre tiene de Ellos, porque, a fin de cuentas, son el mismo Espíritu y nadie puede separarlos. Aunque no tienen relación de sangre, la totalidad de Su ser está a cargo de Su Espíritu, el cual les asigna una obra diferente en distintos períodos, y Su carne es de diferentes linajes. El Espíritu de Jehová no es el padre del Espíritu de Jesús, y el Espíritu de Jesús no es el hijo del Espíritu de Jehová: ambos son el mismo Espíritu. De igual manera, el Dios encarnado de hoy y Jesús no tienen relación de sangre, pero son uno; esto se debe a que Su Espíritu es uno. Dios puede llevar a cabo la obra de misericordia y bondad, así como la del juicio justo y el castigo del hombre y la de lanzar maldiciones sobre el hombre. Al final, Él puede realizar la obra de destruir el mundo y castigar a los malvados. ¿Acaso no hace todo esto Él mismo? ¿No es esto la omnipotencia de Dios?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las dos encarnaciones completan el sentido de la encarnación

Palabras diarias de Dios  Fragmento 131

Dios es lo más grande en todo el universo y en el reino de lo alto; ¿podría explicarse plenamente a sí mismo usando la imagen de la carne? Dios se reviste de ella con el fin de llevar a cabo una etapa de Su obra. No hay significado en la imagen de la carne, y no guarda relación con el paso de las eras; tampoco tiene nada que ver con el carácter de Dios. ¿Por qué no permitió Jesús que Su imagen permaneciera? ¿Por qué no consintió que el hombre pintara Su imagen, y que esta pudiera transmitirse a generaciones posteriores? ¿Por qué no permitió que las personas reconocieran que Su imagen era la de Dios? Aunque la imagen del hombre fue creada a semejanza de la de Dios, ¿cómo podría el aspecto del ser humano representar Su imagen elevada? Cuando Dios se hizo carne, descendió meramente desde el cielo a una carne particular. Su Espíritu desciende a la carne, a través de la cual realiza la obra del Espíritu. Este se expresa en la carne y hace Su obra en ella. La obra realizada en la carne representa por completo al Espíritu, y la carne es por el bien de la obra, pero esto no hace de la imagen de la carne una sustituta de la verdadera imagen de Dios mismo; este no es el propósito ni el significado de Dios hecho carne. Él sólo se encarna para que el Espíritu pueda tener algún lugar adecuado donde residir cuando lleva a cabo Su obra, para que pueda lograr mejor Su obra en la carne; para que las personas puedan ver Sus acciones, entender Su carácter, oír Sus palabras y conocer el prodigio de Su obra. Su nombre representa Su carácter, Su obra representa Su identidad, pero Él nunca ha dicho que Su aspecto en la carne representara Su imagen. Esto es una mera noción del hombre. Por tanto, los puntos clave de la encarnación de Dios son Su nombre, Su obra, Su carácter y Su género. Él usa estas cosas para representar Su gestión en esta era. Su aspecto en la carne no tiene consecuencias en Su gestión, y es meramente por el bien de Su obra en aquel tiempo. A pesar de todo, es imposible que el Dios encarnado no tenga un aspecto particular y, por ello, escoge la familia adecuada que determine Su apariencia. Si el aspecto de Dios tuviera un significado representativo, todos los que poseen rasgos faciales similares a los de Él también representarían a Dios. ¿No sería este un enorme error? El retrato de Jesús fue pintado por el hombre para que este pudiera adorarle. En aquel tiempo, el Espíritu Santo no proporcionó instrucciones especiales, de modo que el hombre transmitió el retrato hasta el día de hoy. En realidad, según la intención original de Dios, el hombre no debería haber hecho esto. El celo del hombre es el causante de que el retrato de Jesús permanezca hasta hoy. Dios es Espíritu, y el ser humano nunca será capaz de abarcar con exactitud cuál es Su imagen. Esta sólo puede ser representada por Su carácter. Eres incapaz de condensar la imagen de Su nariz, Su boca, Sus ojos y Su pelo. Cuando Juan recibió la revelación, contempló la imagen del Hijo del hombre: de Su boca salía una espada afilada de dos lados, Sus ojos eran como llamas de fuego, Su cabeza y Su pelo eran blancos como la lana, Sus pies como bronce pulido, y un cinto de oro cruzaba Su pecho. Aunque sus palabras eran muy gráficas, la imagen de Dios que describió no era la imagen de una criatura. Lo que él vio era una mera visión, y no la imagen de una persona del mundo material. Juan había visto una visión, pero no había sido testigo de la verdadera apariencia de Dios. La imagen del Dios encarnado es la imagen de un ser creado y es incapaz de representar el carácter de Dios en su totalidad. Cuando Jehová creó a la humanidad, afirmó que lo había hecho a Su imagen y que los creó varón y hembra. En ese momento, dijo que había hecho hombre y mujer a la imagen de Dios. Aunque la imagen del hombre se parece a la de Dios, no significa que la apariencia del hombre sea la imagen de Dios. No puedes usar el lenguaje del hombre para epitomizar por completo la imagen de Dios, ¡pues Él es tan elevado, tan grande, tan maravilloso e inimaginable!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)

Palabras diarias de Dios  Fragmento 132

Esta vez, Dios viene a hacer la obra, no en un cuerpo espiritual, sino en uno muy corriente. Además, no solo es el cuerpo de la segunda encarnación de Dios, sino también el cuerpo a través del cual Él regresa a la carne. Es una carne muy corriente. No puedes ver nada que lo haga resaltar entre los demás, pero puedes recibir de Él las verdades que nunca antes se han oído. Esta carne insignificante es la personificación de todas las palabras de la verdad de Dios, la que emprende Su obra en los últimos días y la que expresa todo el carácter de Dios para que el hombre lo entienda. ¿No deseas enormemente ver al Dios del cielo? ¿No deseas enormemente entenderlo? ¿No deseas enormemente ver el destino de la humanidad? Él te contará todos estos secretos que ningún hombre ha sido capaz de contarte y Él te hablará también de las verdades que no entiendes. Él es tu puerta al reino y tu guía a la nueva era. Una carne tan corriente contiene muchos misterios insondables. Sus hechos pueden ser inescrutables para ti, pero el objetivo de toda la obra que Él realiza es suficiente para que veas que Él no es simple carne como la gente cree. Porque Él representa la voluntad de Dios, así como el cuidado mostrado por Dios hacia la humanidad en los últimos días. Aunque no puedes oír Sus palabras, que parecen sacudir los cielos y la tierra, aunque no puedes ver Sus ojos como llamas de fuego, y aunque no puedes recibir la disciplina de Su vara de hierro, sí puedes oír de Sus palabras la furia de Dios y saber que Dios muestra compasión por la humanidad; puedes ver Su carácter justo y Su sabiduría, y darte cuenta, además, de la preocupación que Él tiene por toda la humanidad. La obra de Dios en los últimos días consiste en permitirle al hombre ver al Dios del cielo vivir entre los hombres sobre la tierra y permitirles que lo conozcan, obedezcan, reverencien y amen. Por esta razón, Él ha regresado a la carne por segunda vez. Aunque lo que el hombre ve hoy es un Dios igual a él, un Dios con una nariz y dos ojos, un Dios sin nada especial, al final Él os mostrará que sin la existencia de este hombre el cielo y la tierra pasarían por un cambio tremendo; sin la existencia de este hombre, el cielo se volvería sombrío, la tierra se convertiría en caos y toda la humanidad viviría entre hambruna y plagas. Él os mostrará que, si Dios encarnado no viniera a salvaros en los últimos días, entonces Dios habría destruido a toda la humanidad hace mucho tiempo en el infierno; sin la existencia de esta carne, seríais para siempre archipecadores, seríais cadáveres eternamente. Deberíais saber que, sin la existencia de esta carne, toda la humanidad enfrentaría una calamidad inevitable y le resultaría imposible escapar del castigo más severo que Dios le impone en los últimos días. Sin el nacimiento de esta carne corriente, todos vosotros estaríais en un estado en el que rogar por la vida no haría posible vivir, y orar por la muerte no haría posible morir; sin la existencia de esta carne no podríais recibir hoy la verdad y venir ante el trono de Dios. Más bien, Él os castigaría por vuestros graves pecados. ¿Sabéis que si no fuera por el retorno de Dios a la carne, nadie tendría oportunidad de salvarse, y que si no fuera por la venida de esta carne, Dios habría acabado hace mucho la era antigua? Así las cosas, ¿podéis todavía rechazar la segunda encarnación de Dios? Ya que os podéis beneficiar tan enormemente de este hombre corriente, entonces ¿por qué no lo aceptáis con alegría?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Sabías que Dios ha hecho algo grande entre los hombres?

Palabras diarias de Dios  Fragmento 133

La obra de Dios es algo que no puedes comprender. Si no puedes comprender del todo si tu decisión es correcta ni saber si la obra de Dios puede tener éxito, entonces por qué no probar tu suerte y ver si este hombre corriente puede ser de gran ayuda para ti, y si Dios ha llevado a cabo una gran obra. Sin embargo, debo decirte que en la época de Noé, los hombres habían estado comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio hasta un punto que a Dios le resultó insoportable de presenciar, por lo que envió un gran diluvio para destruir a la humanidad y solo salvó a la familia de ocho miembros de Noé y a toda especie de aves y bestias. En los últimos días, sin embargo, aquellos a los que Dios salva son todos los que le han sido leales hasta el final. Aunque ambas fueron épocas de gran corrupción, insoportable de presenciar para Dios, y la humanidad fue tan corrupta en ambas eras y negó a Dios como el Señor, Dios solamente destruyó a todos los hombres del tiempo de Noé. En ambas épocas, la humanidad ha afligido a Dios en gran manera, pero Él ha seguido siendo paciente con los hombres en los últimos días hasta ahora. ¿Por qué? ¿Nunca habéis pensado en ello? Si de verdad no lo sabéis, permitidme decíroslo. La razón por la que Dios puede tratar a los hombres con gracia en los últimos días no es porque sean menos corruptos que los de la época de Noé ni porque hayan mostrado arrepentimiento a Dios, mucho menos se debe a que Él no pueda destruir a los hombres en los últimos días porque la tecnología haya avanzado tanto. Más bien, la razón es que a Dios le queda obra por realizar en un grupo de personas en los últimos días y que Dios la realizará Él mismo en Su encarnación. Además, Dios escogerá a una parte de este grupo como Sus objetos de salvación, el fruto de Su plan de gestión y llevará a esos hombres a la siguiente era. Por tanto, pase lo que pase, este precio pagado por Dios ha sido totalmente una preparación para la obra de Su encarnación en los últimos días. El hecho al que habéis llegado hoy es gracias a esta carne. Tenéis la oportunidad de sobrevivir porque Dios vive en la carne. Toda esta buena fortuna se ha obtenido gracias a este hombre corriente. Y no solo esto, sino que, al final, toda nación adorará a este hombre corriente, y dará gracias y obedecerá a este hombre insignificante, porque es la verdad, la vida y el camino que Él trajo lo que ha salvado a toda la humanidad, lo que ha mitigado el conflicto entre el hombre y Dios, lo que ha acortado la distancia entre ellos y lo que ha abierto una conexión entre los pensamientos de Dios y los del hombre. Él es también quien ha traído una gloria aún mayor a Dios. ¿Acaso no es tal hombre corriente digno de tu confianza y adoración? ¿No es apta esa carne común y corriente para ser llamada Cristo? ¿No puede ser ese hombre corriente la expresión de Dios entre los hombres? ¿No es ese hombre, que ayuda a la humanidad a ser perdonada del desastre, digno de vuestro amor y de vuestro deseo de aferraros a Él? Si rechazáis las verdades pronunciadas por Su boca y detestáis Su existencia entre vosotros, ¿qué os sucederá al final?

Toda la obra de Dios en los últimos días se lleva a cabo a través de este hombre corriente. Él te lo concederá todo y, además, podrá decidirlo todo sobre ti. ¿Puede un hombre así ser como vosotros creéis: un hombre tan simple como para no ser digno de mención? ¿No es suficiente Su verdad para convenceros totalmente? ¿No es el testimonio de Sus hechos suficiente para convenceros del todo? ¿O es que la senda que os trae no es digna de que vosotros la sigáis? Después de todo, ¿qué es lo que os provoca sentir aversión contra Él y que lo desechéis y lo eludáis? Él es quien expresa la verdad, quien la provee y os da una senda por la que transitar. ¿Podría ser que vosotros aún no podéis encontrar las huellas de la obra de Dios en estas verdades? Sin la obra de Jesús, la humanidad no podría haber bajado de la cruz, pero sin la encarnación de hoy, aquellos que bajan de la cruz no podrían nunca recibir la aprobación de Dios ni entrar en la nueva era. Sin la venida de este hombre corriente, nunca tendríais la oportunidad ni seríais aptos para ver el rostro verdadero de Dios, porque todos vosotros sois objetos que deberían haber sido destruidos hace mucho tiempo. Debido a la venida de la segunda encarnación de Dios, Él os ha perdonado y os ha mostrado misericordia. Independientemente de ello, las palabras con las que os debo dejar al final siguen siendo estas: este hombre corriente, que es Dios encarnado, es de una importancia vital para vosotros. Esta es la gran cosa que Dios ya ha llevado a cabo entre los hombres.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Sabías que Dios ha hecho algo grande entre los hombres?

Palabras diarias de Dios  Fragmento 134

¿Qué deberías saber acerca del Dios práctico? El Espíritu, la Persona y la Palabra forman el Dios mismo práctico, y este es el verdadero significado del Dios mismo práctico. Si sólo conoces la Persona, si conoces Sus hábitos y Su personalidad, pero no conoces la obra del Espíritu, lo que hace en la carne, y sólo prestas atención al Espíritu, a la Palabra, limitándote a orar delante de Él, pero no conoces la obra del Espíritu de Dios en el Dios práctico, eso demuestra que no le conoces. Conocerle implica saber y experimentar Sus palabras, así como comprender las normas y los principios de la obra del Espíritu Santo, y cómo obra el Espíritu de Dios en la carne. También implica saber que el Espíritu gobierna toda acción de Dios en la carne, y que las palabras que pronuncia son la expresión directa del Espíritu. Por tanto, para conocer al Dios práctico, es crucial saber cómo obra Él desde lo humano y desde lo divino; esto, a su vez, concierne a las expresiones del Espíritu, con las que todas las personas tienen contacto.

¿Cuáles son los aspectos de las expresiones del Espíritu? En unas ocasiones, Dios obra desde lo humano, y otras veces lo hace desde lo divino; pero, en ambos casos, el Espíritu está al mando. Según sea el espíritu dentro de las personas, así es su expresión externa. El Espíritu obra de un modo normal, pero existen dos partes en Su dirección: una parte es Su obra desde lo humano y la otra es Su obra a través de la divinidad. Deberías saber esto claramente. La obra del Espíritu varía de acuerdo con las circunstancias: cuando se requiere Su obra humana, Él dirige esta obra humana, y cuando se necesita Su obra divina, la divinidad aparece directamente para llevarla a cabo. Como Dios obra y aparece en la carne, lo hace tanto desde lo humano como desde lo divino. El Espíritu dirige Su obra desde lo humano y la hace con el fin de satisfacer las necesidades carnales de las personas, facilitar su contacto con Él, permitirles contemplar la realidad y la normalidad de Dios, y ver que Su Espíritu ha venido hecho carne, se encuentra entre los hombres, vive con ellos y tiene contacto con ellos. Su obra desde lo divino tiene lugar con el fin de proveer para la vida de las personas, y guiarlas en todo desde el lado positivo, cambiando su carácter y permitiéndoles contemplar realmente la aparición del Espíritu en la carne. En general, el crecimiento en la vida del hombre se consigue directamente por medio de la obra y las palabras de Dios desde lo divino. Sólo si las personas aceptan la obra de Dios desde lo divino pueden conseguir cambios en su carácter; sólo entonces pueden ser saciados en su espíritu. Solo si se añade a esto la obra desde lo humano —el pastoreo, el apoyo y la provisión de Dios desde lo humano— se podrán lograr plenamente los resultados de la obra de Dios. El Dios mismo práctico del que se habla hoy obra tanto desde lo humano como desde lo divino. Mediante Su aparición se logran Su obra y Su vida humanas normales, así como Su obra completamente divina. Su humanidad y Su divinidad se combinan en una sola, y la obra de ambas se logra por medio de las palabras; tanto desde lo humano como desde lo divino, Él hace declaraciones. Cuando Dios obra desde lo humano, habla el lenguaje de la humanidad, de forma que las personas puedan tener contacto con Él y entenderlo. Habla claramente y Sus palabras son fáciles de entender, de forma que pueden proveerse a todas las personas; independientemente de si estas poseen ciertos conocimientos o tienen una educación deficiente, todas pueden recibir las palabras de Dios. La obra de Dios desde lo divino también se lleva a cabo por medio de palabras, pero está llena de provisión, de vida, no está contaminada por ideas humanas, no implica preferencias humanas, no tiene límites humanos, está fuera de los límites de cualquier humanidad normal; se lleva a cabo en la carne, pero es la expresión directa del Espíritu. Si las personas sólo aceptan la obra de Dios desde lo humano, se confinarán dentro de cierto ámbito, y necesitarán un tratamiento, una poda y una disciplina permanentes a fin de que se produzca un mínimo cambio en ellas. Sin la obra o la presencia del Espíritu Santo, sin embargo, siempre volverán a sus viejas costumbres; sólo a través de la obra de la divinidad pueden rectificarse estos males y deficiencias y solo entonces pueden las personas ser completadas. En lugar de un tratamiento y una poda sostenidos, lo que se requiere es una provisión positiva, usando palabras para compensar todas las carencias, para revelar cada estado de las personas, para dirigir sus vidas, todos sus dichos, todos sus actos, y dejar al descubierto sus propósitos y motivaciones. Esta es la verdadera obra del Dios práctico. Así, en tu actitud hacia Él, deberías someterte de inmediato a Su humanidad, admitiéndolo y reconociéndolo a la vez y, además, aceptar y obedecer Su obra y palabras divinas. La aparición de Dios en la carne significa que toda la obra y las palabras del Espíritu de Dios se llevan a cabo a través de Su humanidad normal y de Su carne encarnada. En otras palabras, el Espíritu de Dios dirige Su obra humana y lleva a cabo la obra de la divinidad en la carne a la vez, y en Dios encarnado puedes ver Su obra desde lo humano y Su obra completamente divina. Este es el significado real de la aparición del Dios práctico en la carne. Si puedes ver esto claramente, serás capaz de conectar todas las diferentes partes de Dios; dejarás de dar importancia indebida a Su obra desde lo divino, y de dejarás de ver Su obra desde lo humano con indiferencia indebida; no te irás a los extremos, ni tomarás ningún desvío. En general, el sentido del Dios práctico es que la obra de Su humanidad y Su divinidad, dirigida por el Espíritu, se expresa por medio de Su carne, de forma que las personas puedan ver que Él está vivo y es natural, verdadero y real.

La obra del Espíritu de Dios desde lo humano tiene fases de transición. Al perfeccionar a la humanidad, permite que Su humanidad reciba la dirección del Espíritu, después de lo cual esta puede proveer a las iglesias y pastorearlas. Es una expresión de la obra normal de Dios. Por tanto, si puedes ver claramente los principios de la obra de Dios desde lo humano, será improbable que albergues nociones sobre ella. Independientemente de cualquier otra cosa, el Espíritu de Dios no puede estar equivocado. Está en lo correcto y libre de error; no hace nada de manera incorrecta. La obra divina es la expresión directa de la voluntad de Dios, sin la interferencia de la humanidad. No pasa por la perfección, sino que viene directamente del Espíritu. Sin embargo, el hecho de que Él pueda obrar desde lo divino se debe a Su humanidad normal; no es sobrenatural en lo más mínimo, y parece que una persona normal lo lleva a cabo. Dios vino del cielo a la tierra principalmente con el fin de expresar Sus palabras a través de la carne, para completar la obra del Espíritu de Dios mediante la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Deberías saber que el Dios práctico es Dios mismo

Palabras diarias de Dios  Fragmento 135

Hoy, el conocimiento de las personas del Dios práctico sigue siendo demasiado parcial, y su entendimiento del sentido de la encarnación demasiado escaso. Con la carne de Dios, las personas ven a través de Su obra y Sus palabras que el Espíritu de Dios incluye muchas cosas, que es muy rico. Pero, de todas formas, el testimonio de Dios viene en última instancia de Su Espíritu: lo que Dios hace en la carne, por medio de qué principios obra, qué hace desde lo humano y qué hace desde lo divino. La gente debe tener conocimiento de esto. Hoy puedes adorar a esta persona, pero en esencia estás adorando al Espíritu y esto es lo mínimo que debería conseguir la gente en su conocimiento del Dios encarnado: conocer la esencia del Espíritu por medio de la carne, la obra divina del Espíritu en la carne y la obra humana en la carne, aceptar todas las palabras y declaraciones del Espíritu en la carne, y ver cómo el Espíritu de Dios dirige la carne y demuestra Su poder en ella. Es decir, el hombre llega a conocer al Espíritu del cielo a través de la carne; la aparición del Dios mismo práctico entre los hombres ha disipado al Dios confuso de las nociones de la gente. La adoración del Dios mismo práctico por parte de las personas ha incrementado su obediencia a Dios; y a través de la obra divina del Espíritu de Dios en la carne y Su obra humana en la carne, el hombre recibe la revelación y es pastoreado, y en su carácter vital se producen cambios. Este es el significado real de la llegada del Espíritu en la carne, cuyo objetivo principal es que las personas puedan tener contacto con Dios, confiar en Él y llegar a conocerlo.

En general, ¿qué actitud deberían adoptar las personas hacia el Dios práctico? ¿Qué sabes de la encarnación, de la aparición de la Palabra en la carne, de la aparición de Dios en la carne, de los hechos del Dios práctico? ¿Cuáles son los temas principales de debate hoy? La encarnación, la llegada de la Palabra en la carne y la aparición de Dios en la carne: todos estos asuntos deben entenderse. En vuestra experiencia vital, en base a vuestra estatura y según la era, debéis llegar gradualmente a entender estos asuntos para tener un conocimiento claro de ellos. El proceso por el cual las personas experimentan las palabras de Dios es el mismo que aquel por el que conocen la aparición de estas en la carne. Cuanto más experimentan las personas las palabras de Dios, más conocen a Su Espíritu; por medio de la experiencia de las palabras de Dios, las personas comprenden los principios de la obra del Espíritu y llegan a conocer al Dios mismo práctico. En realidad, cuando Dios perfecciona a las personas y las gana, está haciendo que conozcan los hechos del Dios práctico; está usando Su obra para mostrar a las personas el sentido real de la encarnación y que el Espíritu de Dios ha aparecido realmente ante el hombre. Cuando Dios ha ganado a las personas y las ha perfeccionado, las expresiones del Dios práctico las han conquistado, Sus palabras las han cambiado y han introducido Su propia vida en ellas, llenándolas con lo que Él es (ya sea lo que Él es en Su humanidad o lo que Él es en Su divinidad), llenándolas con la esencia de Sus palabras y haciendo que las personas vivan Sus palabras. Cuando Dios gana personas, lo hace principalmente usando las palabras y las declaraciones del Dios práctico como un modo de ocuparse de las deficiencias de estas personas, así como de juzgar y revelar su carácter rebelde, haciendo que obtengan lo que necesitan y mostrándoles que Dios ha venido entre los hombres. Lo más importante de todo es que la obra realizada por el Dios práctico consiste en salvar a cada persona de la influencia de Satanás, sacándola de la tierra de la inmundicia y disipando su carácter corrupto. El sentido más profundo de ser ganado por el Dios práctico es ser capaz de vivir una humanidad normal con el Dios práctico como un ejemplo, como un modelo, ser capaz de practicar según Sus palabras y Sus exigencias sin la más mínima desviación o alteración, practicando de cualquier manera que Él disponga y siendo capaz de alcanzar lo que sea que Él pida. Así, Dios te habrá ganado. Cuando Dios te gana, no solo posees la obra del Espíritu Santo; principalmente, eres capaz de vivir las exigencias del Dios práctico. Tener simplemente la obra del Espíritu Santo no significa que tengas vida. Lo fundamental es si eres capaz de actuar según los requisitos del Dios práctico para ti, y esto guarda relación con que puedas ser ganado por Dios. Este es el mayor significado de la obra del Dios práctico en la carne. Es decir, Él gana a un grupo de personas apareciendo real y auténticamente en la carne, lleno de vida y natural, siendo visto por ellas, haciendo realmente la obra del Espíritu en la carne, y actuando como un ejemplo para las personas en la carne. La llegada de Dios en la carne tiene el objetivo principal de permitir a las personas ver Sus hechos reales, dar forma carnal al Espíritu sin forma, y permitir que las personas lo vean y lo toquen. Así, aquellos a los que Él ya ha hecho completos lo vivirán a Él; Él los ganará y serán conformes a Su corazón. Si Dios solo hablara en el cielo y no hubiese venido realmente a la tierra, las personas seguirían siendo incapaces de conocerle; solo podrían predicar Sus hechos usando teoría vacía y no tendrían Sus palabras como una realidad. Dios ha venido a la tierra principalmente para actuar como un ejemplo y un modelo para aquellos a quienes Él debe ganar; solo así pueden las personas conocer realmente a Dios, tocarlo y verlo, y solo entonces puede Dios ganarlas de verdad.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Deberías saber que el Dios práctico es Dios mismo

Palabras diarias de Dios  Fragmento 136

La obra de Dios encarnado incluye dos partes. La primera vez que Él se hizo carne, la gente no creyó en Él, ni lo conoció, y clavaron a Jesús en la cruz. Luego, cuando se encarnó por segunda vez, la gente siguió sin creer en Él, y ni qué hablar de conocerlo, y una vez más clavaron a Cristo en la cruz. ¿No es acaso el hombre el enemigo de Dios? Si el hombre no lo conoce, ¿cómo puede el hombre ser íntimo de Dios? ¿Cómo podría estar calificado para dar testimonio de Dios? ¿Acaso no son mentiras engañosas las declaraciones del hombre de amar a Dios, servir a Dios y glorificar a Dios? Si tú dedicas tu vida a estas cosas poco prácticas e irrealistas, ¿acaso no estarás trabajando en vano? ¿Cómo puedes ser un íntimo de Dios cuando ni siquiera sabes quién es Dios? ¿Acaso no es tal búsqueda vaga y abstracta? ¿Acaso no es engañosa? ¿Cómo puede ser alguien un íntimo de Dios? ¿Cuál es el significado práctico de ser un íntimo de Dios? ¿Puedes ser un íntimo del Espíritu de Dios? ¿Puedes ver cuán grande y exaltado es el Espíritu? Ser el íntimo de un Dios invisible e intangible, ¿no es eso algo vago y abstracto? ¿Cuál es el significado práctico de dicha búsqueda? ¿No es todo una mentira engañosa? Lo que tú persigues es convertirte en un íntimo de Dios, mas, de hecho, eres el perro faldero de Satanás ya que no conoces a Dios, y buscas a un inexistente “Dios de todas las cosas”, que es invisible, intangible y producto de tus propias nociones. Hablando vagamente, un “Dios” como este es Satanás, y hablando prácticamente, eres tú mismo. Buscas ser tu propio íntimo y aun así insistes en que buscas ser el íntimo de Dios, ¿acaso no es esto blasfemia? ¿Cuál es el valor de dicha búsqueda? Si el Espíritu de Dios no se hace carne, entonces la esencia de Dios no es más que un Espíritu de vida invisible e intangible, sin forma, amorfo, algo no material, inaccesible e incomprensible para el hombre. ¿Cómo podría ser el hombre íntimo de un espíritu incorpóreo, asombroso, insondable como este? ¿Acaso no es esto un chiste? Tal razonamiento absurdo es inválido e impráctico. El hombre creado es de una especie inherentemente diferente a la del Espíritu de Dios, entonces ¿cómo podrían ambos ser íntimos? Si el Espíritu de Dios no se hubiese manifestado en la carne, si Dios no se hubiese convertido en carne y se hubiese humillado al convertirse en un ser creado, el hombre creado no estaría calificado ni capacitado para ser Su íntimo, y aparte de esos devotos creyentes que podrían tener la oportunidad de ser íntimos de Dios después de que sus almas hayan entrado al cielo, la mayoría de la gente sería incapaz de convertirse en íntimos del Espíritu de Dios. Y si la gente desea convertirse en íntimo de Dios en el cielo bajo la guía de Dios encarnado, ¿acaso no son no humanos asombrosamente necios? La gente simplemente busca la “fidelidad” a un Dios invisible, y no presta la más mínima atención al Dios que se puede ver, debido a que es muy fácil buscar a un Dios invisible. La gente puede hacerlo de la forma que quiera, pero la búsqueda del Dios visible no es tan fácil. La persona que busca un Dios difuso es absolutamente incapaz de ganar a Dios, porque las cosas que son difusas y abstractas son todas imaginadas por el hombre, e incapaces de ser adquiridas por el hombre. Si el Dios que vino entre vosotros fuese un Dios elevado y exaltado que fuese inaccesible para vosotros, entonces, ¿cómo podríais palpar Su voluntad? ¿Y cómo podríais conocerlo y comprenderlo? Si Él sólo realizara Su obra, y no tuviera ningún contacto normal con el hombre, o no estuviera poseído de una humanidad normal y fuera inaccesible para los meros mortales, entonces aun cuando Él hiciera mucha obra por vosotros, si vosotros no tuvieseis contacto con Él, y no lo pudierais ver, ¿cómo podríais conocerlo? Si no fuera por esta carne poseída de humanidad normal, el hombre no tendría manera de conocer a Dios; es solo gracias a la encarnación de Dios que el hombre está calificado para ser el íntimo de Dios en la carne. La gente se vuelve íntima de Dios, porque entra en contacto con Él, porque vive con Él y le hace compañía, y así poco a poco llega a conocerlo. Si no fuera así, ¿no sería la búsqueda del hombre en vano? Es decir, no es enteramente a causa de la obra de Dios que el hombre es capaz de volverse íntimo de Dios, sino por la realidad y la normalidad de Dios encarnado. Es solo porque Dios se hace carne que la gente tiene oportunidad de cumplir con su deber, y de adorar al Dios verdadero. ¿Acaso no es esta la verdad más real y práctica verdad? Ahora bien, ¿todavía deseas ser un íntimo de Dios en el cielo? Solo cuando Dios se humilla hasta cierto punto, es decir, solo cuando Dios se hace carne, puede el hombre ser Su íntimo y confidente. Dios es del Espíritu: ¿Cómo puede la gente estar calificada para ser íntima con este Espíritu, que es tan elevado e insondable? Solo cuando el Espíritu de Dios desciende en la carne y se convierte en una criatura con la misma apariencia externa del hombre, la gente puede entender Su voluntad y de hecho ser ganada por Él. Él habla y obra en la carne, comparte las alegrías, penurias y tribulaciones de la humanidad, vive en el mismo mundo que la humanidad, protege a la humanidad y la guía, y a través de esto purifica a la gente, y le permite obtener Su salvación y Su bendición. Habiendo obtenido todas estas cosas, la gente en verdad llega a comprender la voluntad de Dios, y solo entonces puede ser íntima de Dios. Solo esto es práctico. Si Dios fuera invisible e intangible para la gente, ¿cómo podría entonces ser Su íntima? ¿No es esto acaso doctrina vacía?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Sólo los que conocen a Dios y Su obra pueden satisfacer a Dios

Palabras diarias de Dios  Fragmento 137

Cuando Dios viene a la tierra, solo hace Su obra dentro de la divinidad, que es lo que el Espíritu celestial le ha confiado al Dios encarnado. Cuando Él viene, va únicamente a hablar a lo largo de la tierra, para darle voz a Sus declaraciones por medios diferentes y desde perspectivas diferentes. Sus principales objetivos y principios de obra son proveer al hombre y enseñarle, y no se preocupa por cosas como las relaciones interpersonales o los detalles de las vidas de las personas. Su ministerio principal es hablar en nombre del Espíritu. Es decir, cuando el Espíritu de Dios aparece de manera tangible en la carne, Él sólo provee para la vida del hombre y libera la verdad. No se involucra Él mismo en la obra del hombre; es decir, no participa en la obra de la humanidad. Los seres humanos no pueden hacer la obra divina, y Dios no participa en la obra humana. En todos los años desde que Dios vino a esta tierra a hacer Su obra, siempre la ha hecho a través de las personas. Estas personas, sin embargo, no pueden considerarse el Dios encarnado, sino que son solo las que son usadas por Dios. Entretanto, el Dios de nuestros días puede hablar directamente desde la perspectiva de la divinidad, emitiendo la voz del Espíritu y obrando en nombre del Espíritu. Todos aquellos a los que Dios ha usado a través de los tiempos son, asimismo, ejemplos de la obra del Espíritu de Dios dentro de un cuerpo carnal, entonces ¿por qué no pueden ser llamados Dios? No obstante, el Dios de nuestros días es también el Espíritu de Dios que obra directamente en la carne, y Jesús también fue el Espíritu de Dios obrando en la carne; ambos son llamados Dios. Entonces, ¿cuál es la diferencia? Las personas que ha usado Dios a través de las eras han tenido la capacidad del pensamiento y el razonamiento normales. Todas han entendido los principios de la conducta humana. Han tenido nociones humanas normales, y han poseído todas las cosas que las personas normales deben poseer. La mayoría de ellas han tenido un talento excepcional e inteligencia innata. Al obrar sobre estas personas, el Espíritu de Dios aprovecha sus talentos, que son los dones que Dios les ha dado. El Espíritu de Dios pone sus talentos en funcionamiento, y usa sus fortalezas en el servicio de Dios. Sin embargo, la esencia de Dios está libre de ideas o pensamientos, no adulterada con intenciones humanas, e incluso carece de aquello que los humanos normales poseen. Es decir, Él ni siquiera es versado en los principios de la conducta humana. Esto es lo que sucede cuando el Dios de nuestros días viene a la tierra. Sus obras y Sus palabras no están adulteradas por intenciones ni pensamientos humanos, sino que son una manifestación directa de las intenciones del Espíritu, y obra directamente en nombre de Dios. Esto significa que el Espíritu habla directamente, es decir, la divinidad directamente hace la obra, sin incorporar en lo más mínimo las intenciones del hombre. En otras palabras, el Dios encarnado contiene la divinidad directamente, no tiene pensamientos ni nociones humanos, y no tiene comprensión de los principios de la conducta humana. Si solo la divinidad obrara (es decir, si solo Dios mismo obrara), no habría ninguna manera de que la obra de Dios se llevara a cabo en la tierra. Entonces, cuando Dios viene a la tierra, debe tener un pequeño número de personas a las cuales Él usa para obrar dentro de la humanidad en conjunto con la obra que Dios hace en la divinidad. En otras palabras, usa la obra del hombre para sostener Su obra divina. Si no, no habría ninguna manera de que el hombre contactara directamente con la obra divina. Así es como sucedió con Jesús y Sus discípulos. Durante Su tiempo en el mundo, Jesús abolió las antiguas leyes y estableció nuevos mandamientos. También pronunció muchas palabras. Toda esta obra se realizó en la divinidad. Los otros, como Pedro, Pablo y Juan, basaron su obra posterior en las palabras de Jesús. Es decir, Dios inició Su obra en esa era, dirigiendo el comienzo de la Era de la Gracia; esto es, comenzó una nueva era aboliendo la antigua, y también cumpliendo las palabras “Dios es el Principio y el Fin”. En otras palabras, el hombre debe hacer la obra humana sobre la base de la obra divina. Una vez que Jesús dijo todo lo que debía decir y terminó Su obra en la tierra, dejó al hombre. Después de esto, todas las personas obraron conforme a los principios expresados en Sus palabras y practicaron conforme a las verdades de las que Él habló. Todas estas personas obraron para Jesús. Si Jesús solo hubiera hecho la obra, sin importar cuántas palabras hubiera pronunciado, las personas no habrían podido tener contacto con Sus palabras, porque estaba obrando en la divinidad y solo podía pronunciar palabras de divinidad, y no podría haber explicado las cosas hasta el punto en el que las personas normales pudieran entender Sus palabras. Y por eso Él tuvo que tener a los apóstoles y profetas que vinieron después de Él para complementar Su obra. Este es el principio de cómo el Dios encarnado hace Su obra: utilizando la carne encarnada para hablar y obrar de manera tal que pueda completar la obra de la divinidad, y luego usando a unas pocas personas, o quizás más, que sean conformes al corazón de Dios para complementar Su obra. Es decir, Dios utiliza a las personas conformes a Su corazón para llevar a cabo en lo humano la obra de pastoreo y riego de modo que el pueblo elegido de Dios pueda entrar en la realidad de la verdad.

Si cuando se hace carne, Dios hiciera únicamente la obra de la divinidad, y no hubiera personas conformes a Su corazón que obraran en conjunto con Él, entonces el hombre sería incapaz de entender la voluntad de Dios o de tener contacto con Él. Dios debe usar a personas normales que sean conformes a Su corazón para completar esta obra, para cuidar y pastorear a las iglesias, para que el nivel que los procesos cognitivos del hombre, su cerebro, es capaz de imaginar se pueda conseguir. En otras palabras, Dios usa a un pequeño número de personas que son conformes a Su corazón para “traducir” la obra que Él hace dentro de Su divinidad, de manera tal que pueda abrirse, transformar el lenguaje divino en lenguaje humano, para que todas las personas puedan comprenderlo y entenderlo. Si Él no lo hiciera así, nadie entendería el lenguaje divino de Dios, porque las personas conformes al corazón de Dios son, después de todo, una pequeña minoría, y la capacidad del hombre para comprender es débil. Es por eso que Dios elige este método sólo cuando obra en la carne encarnada. Si solo hubiera obra divina, no habría manera de que el hombre conociera a Dios o tuviera contacto con Él, porque el hombre no entiende el lenguaje de Dios. El hombre puede comprender este lenguaje solo a través de la acción de las personas conformes al corazón de Dios que aclaran Sus palabras. Sin embargo, si solamente tales personas trabajaran dentro de la humanidad, eso solo podría mantener la vida normal del hombre; no podría transformar el carácter de este. La obra de Dios no podría tener un nuevo punto de partida; solo estarían las mismas antiguas canciones, los mismos antiguos lugares comunes. Solo a través de la acción del Dios encarnado, que dice todo lo que se debe decir y hace todo lo que se debe hacer durante el período de Su encarnación, después de lo cual las personas obran y experimentan según Sus palabras, solo de este modo el carácter de su vida podrá cambiar y podrán fluir con el tiempo. Aquel que obra dentro de la divinidad representa a Dios, mientras que aquellos que obran dentro de la humanidad son personas usadas por Dios. Es decir, el Dios encarnado es esencialmente diferente de las personas usadas por Dios. El Dios encarnado puede hacer la obra de la divinidad, mientras que las personas usadas por Dios no pueden. Al principio de cada era, el Espíritu de Dios habla personalmente e inicia la nueva era para llevar al hombre a un nuevo comienzo. Cuando Él ha terminado de hablar, esto significa que la obra de Dios dentro de Su divinidad está completa. A partir de entonces, todas las personas siguen la guía de aquellos usados por Dios para entrar en su experiencia de vida. Del mismo modo, esta es también la etapa en la que Dios trae al hombre a la nueva era y les da a las personas un nuevo punto de partida, momento en el cual concluye la obra de Dios en la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia esencial entre el Dios encarnado y las personas usadas por Dios

Palabras diarias de Dios  Fragmento 138

Dios no viene a la tierra para perfeccionar Su humanidad normal, ni para hacer la obra de la humanidad normal; Él viene sólo para llevar a cabo la obra de la divinidad dentro de la humanidad normal. Lo que Dios considera humanidad normal no es lo que el hombre se imagina. El hombre define la “humanidad normal” como tener una esposa o un esposo, hijos e hijas, que son prueba de que alguien es una persona normal. Sin embargo, Dios no lo ve de esta manera. Él concibe la humanidad normal como tener pensamientos humanos y vidas normales y haber nacido de gente normal. Pero Su normalidad no incluye tener una esposa o un marido, e hijos, tal y como el hombre habla sobre la normalidad. Es decir, para el hombre, la humanidad normal de la que Dios habla se refiere a lo que el hombre podría considerar ausencia de humanidad, casi carente de sentimientos y supuestamente libre de necesidades carnales, al igual que Jesús, quien sólo tenía el exterior de una persona normal y que asumió la apariencia de una persona corriente, pero en esencia no poseía enteramente lo que una persona normal debe poseer. De aquí se puede ver que la esencia del Dios encarnado no abarca la totalidad de la humanidad normal, sino sólo una parte de las cosas que las personas deberían poseer para mantener las rutinas de la vida humana normal y las facultades humanas normales de la razón. Pero estas cosas no tienen nada que ver con lo que el hombre considera humanidad normal. Ellas son lo que el Dios encarnado debe poseer. Algunas personas dicen, sin embargo, que puede decirse que Dios encarnado posee una humanidad normal sólo si tiene una esposa, hijos e hijas, una familia. Sin estas cosas, dicen ellos, Él no es una persona normal. Entonces te pregunto, ¿tiene Dios una esposa? ¿Es posible que Dios tenga un marido? ¿Puede Dios tener hijos? ¿Acaso no son estas falacias? Sin embargo, el Dios encarnado no puede surgir de grietas entre las rocas o caer desde el cielo. Él sólo puede nacer en una familia humana normal. Es por eso que Él tiene padres y hermanas. Estas son las cosas que la humanidad normal del Dios encarnado debe tener. Este fue el caso con Jesús. Jesús tuvo un padre, una madre, hermanas y hermanos, y todo esto fue normal. Pero si Él hubiese tenido una esposa, hijos e hijas, entonces Su humanidad normal no hubiese sido la que Dios quería en el Dios encarnado. De haber sido así, Él no habría sido capaz de representar la divinidad en Su obra. Fue precisamente porque no tuvo una esposa o hijos, aunque sí nació de gente normal en una familia normal, que Él pudo llevar a cabo la obra de la divinidad. Para aclarar, lo que Dios considera una persona normal es una persona nacida en una familia normal. Sólo una persona como esta está calificada para realizar una obra divina. Si, por otra parte, una persona tiene una esposa, hijos, o un marido, esta persona no sería capaz de hacer la obra divina porque poseería solamente la humanidad normal que los seres humanos requieren, pero no la humanidad normal que Dios requiere. Lo que Dios considera y lo que las personas entienden, a menudo son enormemente diferentes y se encuentran a leguas de distancia. En esta etapa de la obra de Dios, hay muchas cosas que van en contra y que difieren enormemente de las nociones de la gente. Se puede decir que esta etapa de la obra de Dios consiste por completo de que la divinidad obre directamente, con la humanidad desempeñando un papel de apoyo. Debido a que Dios viene a la tierra para llevar a cabo Su obra por sí mismo, en vez de permitir al hombre que le ponga la mano encima, Él se hace carne (se encarna en una persona normal incompleta) para llevar a cabo Su obra. Él usa esta encarnación para presentar a la humanidad una era nueva, para hablarle a la humanidad sobre el siguiente paso de Su obra, a fin de que las personas practiquen de acuerdo al camino descrito por Su palabra. Así Dios concluye Su obra en la carne. Él necesita dejar la humanidad, y ya no seguir habitando en la carne de la humanidad normal, sino más bien alejándose del hombre para realizar otra parte de Su obra. Luego Él utiliza a personas que son conformes a Su corazón para continuar Su obra en la tierra entre este grupo de personas, pero en su humanidad.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia esencial entre el Dios encarnado y las personas usadas por Dios

Palabras diarias de Dios  Fragmento 139

El Dios encarnado no puede permanecer con el hombre para siempre, porque Dios tiene mucha más obra por hacer. Él no puede estar sujeto a la carne; tiene que despojarse de la carne para hacer la obra que debe hacer, si bien Él hace esa obra en la imagen de la carne. Cuando Dios viene a la tierra, Él no espera hasta haber alcanzado la forma que una persona normal debe alcanzar antes de morir y dejar la humanidad. No importa cuán vieja sea Su carne, cuando Su obra ha terminado, Él se va y deja al hombre. No existe tal cosa como la edad para Él, Él no cuenta Sus días según el tiempo de vida del hombre; en vez de ello, termina Su vida en la carne de acuerdo con los pasos en Su obra. Algunas personas pueden sentir que Dios, que viene y entra en la carne, debe envejecer hasta cierto punto, debe llegar a ser adulto, alcanzar la vejez, e irse sólo cuando ese cuerpo falle. Esto es lo que el hombre imagina; Dios no obra así. Él entra en la carne sólo para hacer la obra que se supone que debe hacer, y no para vivir la vida normal de un hombre de nacer de unos padres, crecer, formar una familia y comenzar una carrera, tener y criar hijos, o experimentar los altibajos de la vida; todas las actividades de un hombre normal. La venida de Dios a la tierra es el Espíritu de Dios vistiéndose de la carne, viniendo en la carne, pero Dios no vive la vida de una persona normal. Él sólo viene a lograr una parte de Su plan de gestión. Después de eso, dejará la humanidad. Cuando Él entra en la carne, el Espíritu de Dios no perfecciona la humanidad normal de la carne. Más bien, en un momento predeterminado por Dios, la divinidad hace el trabajo directamente. Luego, después de hacer todo lo que Él tiene que hacer y completar plenamente Su ministerio, la obra del Espíritu de Dios en esta etapa estará completada, punto en el cual la vida del Dios encarnado también terminará, independientemente de si Su cuerpo carnal ya ha vivido su tiempo de longevidad. Es decir, cualquiera sea la etapa de la vida a la cual llegue el cuerpo carnal, no importa cuál sea el tiempo que este viva en la tierra, todo se decide por la obra del Espíritu. No tiene nada que ver con lo que el hombre considera que es la humanidad normal. Toma a Jesús como ejemplo. Él vivió en la carne durante treinta y tres años y medio. En términos de la duración de la vida de un cuerpo humano, no debió haber muerto a esa edad, y no debió partir. Pero eso no le importaba al Espíritu de Dios. Cuando Su obra fue terminada, el cuerpo fue arrebatado, desapareciendo con el Espíritu. Este es el principio por medio del cual Dios obra en la carne. Así que, en sentido estricto, la humanidad de Dios encarnado carece de importancia primordial. Para reiterar, Él no viene a la tierra para vivir la vida de un ser humano normal. Él no establece primero una vida humana normal para luego comenzar a obrar. Más bien, en la medida en que Él nazca dentro de una familia humana normal, puede llevar a cabo la obra divina, obra que no está manchada por las intenciones del hombre, que no es carnal, que con toda certeza no adopta las formas de la sociedad ni involucra los pensamientos o las nociones del hombre y, además, que no involucra las filosofías del hombre para la vida. Esta es la obra que el Dios encarnado quiere llevar a cabo y el significado práctico de Su encarnación. Dios entra en la carne primordialmente para cumplir con una etapa de la obra que hay que hacer en la carne. Él no lleva a cabo ningún otro proceso trivial y, en cuanto a las experiencias del hombre normal, Él no las tiene. La obra que la carne de Dios encarnado necesita hacer no incluye las experiencias humanas normales. Así que Dios entra en la carne sólo para llevar a cabo la obra que Él necesita cumplir en ella. El resto no tiene nada que ver con Él. Él no pasa por tantos procesos triviales. Una vez que Su obra esté hecha, el significado de Su encarnación termina. Terminar esta etapa significa que la obra que tiene que hacer en la carne ha concluido, el ministerio de Su carne se ha completado. Pero Él no puede seguir obrando indefinidamente en la carne; tiene que ir a obrar en otro lugar, en un lugar fuera de la carne. Sólo así puede su obra realizarse por completo y avanzar para tener un mayor efecto. Dios obra de acuerdo a Su plan original. Él conoce como la palma de Su mano lo que tiene que hacer y lo que ha concluido. Dios guía a cada individuo por un camino que Él ya ha predeterminado. Nadie puede escapar de esto. Sólo aquellos que siguen las instrucciones del Espíritu de Dios serán capaces de entrar en el reposo. Puede ser que, en la obra posterior, Dios no guíe al hombre hablando en la carne, sino que sea un Espíritu tangible el que guíe la vida del hombre. Solo entonces podrá este tocar concretamente a Dios, ver a Dios, y entrar mejor en la realidad que Dios requiere, con el fin de ser perfeccionado por el Dios práctico. Esta es la obra que Dios quiere lograr, y lo que planeó hace mucho tiempo. A partir de esto, ¡todos vosotros debéis ver el camino que debéis seguir!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia esencial entre el Dios encarnado y las personas usadas por Dios

Palabras diarias de Dios  Fragmento 140

El Dios que se hizo carne se llama Cristo, y así el Cristo que les puede dar a las personas la verdad se llama Dios. No hay nada excesivo en esto, porque Él posee la esencia de Dios, posee el carácter de Dios, y posee la sabiduría en Su obra, carácter y sabiduría que el hombre no puede alcanzar. Los que a sí mismos se llaman Cristo, pero que no pueden hacer la obra de Dios, son fraudes. Cristo no es sólo la manifestación de Dios en la tierra, sino que también es la carne particular asumida por Dios a medida que lleva a cabo y completa Su obra entre los hombres. Esta carne no puede ser suplantada por cualquier hombre, sino que es una carne que puede asumir adecuadamente la obra de Dios en la tierra, expresar el carácter de Dios y representarlo a Él bien, y proveer la vida al hombre. Tarde o temprano, aquellos que suplantan a Cristo caerán porque, aunque afirman ser Cristo, no poseen nada de Su esencia. Y así digo que la autenticidad de Cristo, el hombre no la puede definir, sino que Dios mismo la contesta y la decide. De esta manera, si realmente quieres buscar el camino de la vida, primero debes reconocer que es cuando Él viene a la tierra que Dios lleva a cabo la obra de otorgar el camino de la vida a los hombres y que es durante los últimos días que Él viene a la tierra para otorgarles ese camino. Esto no es el pasado; está pasando hoy.

El Cristo de los últimos días trae la vida y el camino de la verdad, duradero y eterno. Esta verdad es el camino por el que el hombre obtendrá la vida, y el único camino por el cual el hombre conocerá a Dios y por el que Dios lo aprobará. Si no buscas el camino de la vida que el Cristo de los últimos días provee, entonces nunca obtendrás la aprobación de Jesús y nunca estarás cualificado para entrar por la puerta del reino de los cielos, porque tú eres tanto un títere como un prisionero de la historia. Aquellos que son controlados por los reglamentos, las letras y están encadenados por la historia, nunca podrán obtener la vida ni el camino perpetuo de la vida. Esto es porque todo lo que tienen es agua turbia que ha estado estancada por miles de años, en vez del agua de la vida que fluye desde el trono. Aquellos que no reciben el agua de la vida siempre seguirán siendo cadáveres, juguetes de Satanás e hijos del infierno. ¿Cómo pueden, entonces, contemplar a Dios? Si sólo tratas de aferrarte al pasado, si sólo tratas de mantener las cosas como están quedándote quieto, y no tratas de cambiar el estado actual y descartar la historia, entonces, ¿no estarás siempre en contra de Dios? Los pasos de la obra de Dios son vastos y poderosos, como olas agitadas y fuertes truenos, pero te sientas y pasivamente esperas la destrucción, apegándote a tu locura y sin hacer nada. De esta manera, ¿cómo puedes ser considerado alguien que sigue los pasos del Cordero? ¿Cómo puedes justificar al Dios al que te aferras como un Dios que siempre es nuevo y nunca viejo? ¿Y cómo pueden las palabras de tus libros amarillentos llevarte a una nueva era? ¿Cómo pueden llevarte a buscar los pasos de la obra de Dios? ¿Y cómo pueden llevarte al cielo? Lo que sostienes en tus manos es la letra que solo puede darte consuelo temporal, no las verdades que pueden darte la vida. Las escrituras que lees solo pueden enriquecer tu lengua y no son palabras de filosofía que te ayudan a conocer la vida humana, y menos aún los senderos que te pueden llevar a la perfección. Esta discrepancia, ¿no te lleva a reflexionar? ¿No te hace entender los misterios que contiene? ¿Eres capaz de entregarte tú mismo al cielo para encontrarte con Dios? Sin la venida de Dios, ¿te puedes llevar tú mismo al cielo para gozar de la felicidad familiar con Dios? ¿Todavía sigues soñando? Sugiero entonces que dejes de soñar y observes quién está obrando ahora, quién está llevando a cabo ahora la obra de salvar al hombre durante los últimos días. Si no lo haces, nunca obtendrás la verdad y nunca obtendrás la vida.

Los que quieren obtener la vida sin confiar en la verdad de la que Cristo habló son las personas más absurdas de la tierra, y los que no aceptan el camino de la vida que Cristo trajo están perdidos en la fantasía. Y así digo que aquellos que no aceptan al Cristo de los últimos días Dios los detestará para siempre. Cristo es la puerta para que el hombre entre al reino durante los últimos días, y no hay nadie que pueda evitarle. Nadie puede ser perfeccionado por Dios excepto por medio de Cristo. Tú crees en Dios y por tanto debes aceptar Sus palabras y obedecer Su camino. No puedes simplemente pensar en obtener bendiciones sin ser capaz de recibir la verdad o de aceptar la provisión de la vida. Cristo viene en los últimos días para que a todos los que verdaderamente creen en Él les pueda proveer la vida. Su obra es en aras de concluir la era antigua y entrar en la nueva, y Su obra es el camino que deben tomar todos los que entrarán en la nueva era. Si no eres capaz de reconocerlo y en cambio lo condenas, blasfemas y hasta lo persigues, entonces estás destinado a arder por toda la eternidad y nunca entrarás en el reino de Dios. Porque este Cristo es Él mismo la expresión del Espíritu Santo, la expresión de Dios, Aquel a quien Dios le ha confiado hacer Su obra en la tierra. Y por eso digo que si no puedes aceptar todo lo que el Cristo de los últimos días hace, entonces blasfemas contra el Espíritu Santo. La retribución que deben sufrir los que blasfeman contra el Espíritu Santo es obvia para todos. También te digo que si te resistes al Cristo de los últimos días y si reniegas de Él, entonces no habrá nadie que pueda soportar las consecuencias en tu lugar. Además, a partir de este día no tendrás otra oportunidad para obtener la aprobación de Dios; incluso si tratas de redimirte tú mismo, nunca más volverás a contemplar el rostro de Dios. Porque al que tú te resistes no es un hombre, lo que niegas no es algún ser diminuto, sino a Cristo. ¿Sabes cuáles serán las consecuencias de esto? No habrás cometido un pequeño error, sino que habrás cometido un crimen atroz. Y así les aconsejo a todos que no tengan una reacción violenta contra la verdad, o hagan críticas descuidadas, porque solo la verdad te puede dar la vida y nada excepto la verdad te puede permitir volver a nacer y contemplar el rostro de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna

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