40. Regreso a casa
“De manera gratuita, Dios le concede al hombre Su amor desbordante y lo rodea; el hombre es inocente y puro, sin trabas ni preocupaciones, vive feliz bajo el ojo de Dios. […] Pero como persona con conciencia y sentido de humanidad, te sentirías diferente. Sentirías calidez, te sentirías cuidado y amado y sentirías felicidad” (‘Cuán importante es para el hombre el amor de Dios’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Cada vez que empiezo a cantar este himno de la palabra de Dios, me resulta difícil controlar las emociones que se remueven en mi interior. El motivo es que una vez rechacé a Dios y me rebelé contra Él. Era como un cordero perdido, incapaz de encontrar el camino a casa, y fue el amor inquebrantable de Dios lo que me llevó de regreso a Su casa. En el siguiente artículo, deseo compartir con mis hermanos y hermanas en el Señor, así como con amigos que aún no se han vuelto a Él, mi experiencia de regreso a la casa de Dios.
De niña, vivía a diario con miedo porque mi madre y mi padre siempre se estaban peleando. Después de graduarme en la escuela secundaria, mi madre comenzó a creer en el Señor Jesús ante la insistencia de un vecino, y yo la seguí a la iglesia. Desde aquel momento supe que Dios es el Señor de todos los seres creados, y que para redimir a la humanidad del pecado, crucificaron a Dios mismo encarnado como ofrenda por el pecado del hombre; ¡es tan grande el amor de Dios hacia el hombre! Inspirada por el amor del Señor, decidí creer en Él con sinceridad para retribuirle Su amor, y así encontré un camino y un propósito en la vida. Después de eso, asistía frecuentemente a reuniones, leía las Escrituras y alababa al Señor, y con el tiempo empecé a sentirme feliz. En especial, cuando leía en la Biblia que en los últimos días el Señor vendría de nuevo sobre una nube para darnos la bienvenida al reino de los cielos, mi corazón se llenaba aún más de esperanza. Por si fuera poco, el pastor a menudo nos exponía este versículo de las escrituras en las reuniones: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Me quedé todavía más convencida de que el Señor Jesús descendería sobre una nube blanca para darnos la bienvenida a nuestro hogar celestial.
En 2005, conocí a un coreano, nos hicimos novios y me fui con él a Corea. Debido a la barrera del idioma, traté de buscar una iglesia de chinos emigrados, pero no encontré ninguna, así que mi espíritu se fue debilitando cada vez más. Sin saberlo, me alejé de Dios. Nos casamos, pero como la diferencia cultural era demasiado grande, no aguantamos vivir juntos, así que nos divorciamos muy pronto. Este contratiempo en mi matrimonio fue una gran conmoción para mí espiritualmente, y me causó mucho dolor. Al encontrarme en un país extranjero sin amigos ni familia, me sentía aún más sola. Lo único que podía hacer era orar en silencio a Dios y relatarle a Él el sufrimiento de mi corazón. Le pedí a Dios que me guiara a una iglesia china para así poder regresar a Su casa.
Un año después encontré un ministerio chino en una iglesia presbiteriana, y me sentí muy feliz. Al fin podía alabar a Dios de nuevo en la iglesia. Sin embargo, me decepcionaba que, cada vez que teníamos una reunión, los pastores nos leían pasajes de las escrituras y nos explicaban un poco el significado literal de las palabras. Sus sermones estaban totalmente desprovistos de luz o de cualquier cosa disfrutable. No aportaban nada en absoluto a nuestras vidas, y las reuniones se convirtieron en una mera formalidad. Durante dichas reuniones, algunas personas murmuraban entre sí, otras jugaban con sus teléfonos móviles o dormían, algunas solo iban allí a buscar novia o novio, e incluso había personas que ponían el brazo encima del hombro de otras. Pensé: “La iglesia es un templo, un lugar para venerar a Dios. Venimos aquí para asistir a las reuniones, pero aquí nadie tiene el más mínimo temor a Dios en el corazón. ¡Él tiene que estar tan disgustado con lo que ve! ¿Acaso no abandonaría el Señor un lugar tan sórdido como este?”. Pero los pastores y predicadores actuaban como si no se dieran cuenta de que todo aquello estaba sucediendo, y no prestaban ninguna atención.
Viviendo en esta enorme caldera de maldad que es el mundo, poco a poco empecé a tomar caminos disolutos, y a menudo salía a beber con amigos en mi tiempo libre, sin comportarme nunca como una creyente en Dios. Sin embargo, siempre que mi corazón comenzaba a distanciarse del Señor, sus palabras aparecían en mi mente: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso y no lo halla. Entonces dice: ‘Volveré a mi casa de donde salí’; y cuando llega, la encuentra desocupada, barrida y arreglada. Va entonces, y toma consigo otros siete espíritus más depravados que él, y entrando, moran allí; y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero” (Mateo 12:43-45). Las palabras del Señor me frenaron y protegieron, evitaron que me alejara demasiado de Dios o hiciera algo que fuera demasiado lejos, por miedo a ofender al Señor y que se disgustara conmigo. Temía que el Señor me abandonara y acabara cayendo en manos de la impureza de espíritu.
En la Navidad de 2016, la iglesia organizó que un grupo de talentosos hermanos y hermanas montaran un espectáculo para levantar los ánimos. Una hermana a la que nunca había visto antes nos cantó una alabanza a Dios: “La escena de la Biblia de ‘El mandato de Dios a Adán’ conmueve y reconforta. La imagen describe a Dios a solas con el hombre; la relación entre ambos es tan íntima que empezamos a sentir asombro y admiración. I) El amor de Dios es desbordante, sin reservas y envuelve al hombre. El hombre, inocente y puro, sin preocuparse por atarlo, vive en la dicha a los ojos de Dios. Dios cuida al hombre, y el hombre vive bajo Sus alas. Todo lo que el hombre hace está unido a Dios, no se separa. II) Desde el primer momento que Dios creó a la raza humana, la tuvo a Su cargo. ¿Qué clase de cargo es este? Proteger al hombre y cuidarlo. Y del hombre Dios espera confianza, confianza y obediencia a Su palabra. Fue lo primero que Dios esperó de la raza humana. III) Con esta primera esperanza, dijo Dios estas palabras: ‘Puedes comer de cualquier árbol del jardín; menos del árbol del conocimiento del bien y del mal, de ese árbol no comerás; si lo haces, seguramente morirás’. Estas simples palabras que son voluntad de Dios, muestran que preocuparse por el hombre ya estaba en Su corazón. IV) Con estas simples palabras, vemos lo que hay en el corazón de Dios. Amor, cuidado y atención, es algo que se siente. Si eres una persona de conciencia y humanidad, te sentirás acogido, cuidado y amado, bendecido y lleno de felicidad. V) Cuando sientas esto, ¿cómo obrarás hacia Dios? ¿Te aferrarás a Él? ¿Acaso no crecerá el amor reverencial en tu corazón? ¿Se acercará tu corazón a Él? Así vemos cuán importante es el amor de Dios para el hombre. Pero es incluso más importante que el hombre pueda sentir y comprender el amor de Dios” (‘Cuán importante es para el hombre el amor de Dios’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”).
Con cada palabra del himno, mi corazón se aceleraba y no paraban de caerme lágrimas de emoción. Sentía que estaba en ese hermoso cuadro acompañada por Dios, que Él me amaba, y disfrutaba de todas las cosas que Él otorga a la creación. El aire, la luz, el agua, etc., todo estaba lleno del amor de Dios. Disfrutaba de todo lo que Dios nos había concedido, pero mi corazón se había alejado de Él, y eso debía entristecerle mucho. Sentí especialmente que las palabras “Si eres una persona de conciencia y humanidad, te sentirás acogido, cuidado y amado, bendecido y lleno de felicidad” eran como si Dios llamara a mi corazón y a mi espíritu. En 2007, cuando ya no podía seguir viviendo con mi marido y no tenía un lugar al que considerar un hogar, Dios dispuso que conociera el Centro de Derechos Humanos de Mujeres Migrantes de Corea. Allí me dieron comida y alojamiento gratuitos y me buscaron un abogado. Ellos se encargaron de los procedimientos legales de mi divorcio sin costo alguno. Cuando llegó el momento de solicitar la nacionalización, Dios dispuso que un ministro de la iglesia presbiteriana fuera mi padrino. Normalmente, los coreanos rara vez están dispuestos a apadrinar a nadie, sobre todo porque era extranjera y, además, solo había ido tres o cuatro veces a aquella iglesia en particular. Sabía que todo esto era posible gracias a la oculta asistencia de Dios. También estaba el hecho de que los extranjeros que solicitan nacionalizarse tienen que tener 30 millones de wones en activos fijos, pero yo ni siquiera llegaba a 3 millones. La Oficina de Inmigración me pidió que proporcionara pruebas de empleo para demostrar que era capaz de mantenerme a mí misma, y no me lo pusieron nada difícil… Dios siempre obraba milagros para mí cuando más necesitada estaba, y todo era una muestra de Su soberanía. El amor de Dios es vasto y profundo, y sin embargo yo era demasiado rebelde. Hacía tiempo que había olvidado a Dios y le había roto el corazón. Este himno de alabanza tocó mi espíritu, y decidí recuperar mi fe y nunca más cometer actos de desenfreno y causarle dolor a Dios.
El 19 de febrero de 2017, me comenzaron a doler terriblemente la cabeza y los ojos. Fui al hospital pero el tratamiento que recibí no funcionó. La hermana Li, que estaba en nuestra iglesia, me presentó a una de sus amigas que conocía la medicina tradicional china y me aseguró que el tratamiento solo tardaría una semana en resultar efectivo. Fui con ella a que me trataran, y ese día conocimos a un hermano apellidado Jin, que era amigo de la que conocía la medicina china. No esperaba encontrarme con un hermano en el Señor, y pensé que debía haber sido dispuesto por Dios. Empecé a hablar de la Biblia con el hermano Jin, que luego nos leyó la parábola de las diez vírgenes de la Biblia. Me preguntó: “Hermana, ¿esperas el regreso del Señor?”. Le dije: “¡Por supuesto!” El hermano dijo: “Entonces, ¿cómo volverá el Señor?”. Dije sin dudarlo: “Las Escrituras dicen que descenderá sobre una nube”. El hermano dijo: “¿Sabes qué? El Señor ya ha regresado”. Yo me quedé asombrada al oír aquello, y dije: “En Marcos, capítulo 13, versículo 32, dice: ‘Pero de aquel día o de aquella hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre’. Nadie sabe cuándo vendrá el Señor. Estás diciendo que el Señor ha regresado, pero ¿cómo lo sabes?”. El hermano Jin no me dio una respuesta directa, sino que buscó algunas profecías en la Biblia sobre el regreso del Señor. Lucas 12:40 dice: “Vosotros también estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no esperéis”. Lucas 17:24-26 dice: “Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación. Tal como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre”. Apocalipsis 3:20 dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”. Juan 10:27 dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen”.
En cuanto terminó de leer, el hermano Jin dijo: “El Señor nos pide que permanezcamos en constante vigilia porque nadie sabe el día que vendrá. Pero según lo que dicen las profecías, cuando el Señor vuelva, será en la forma del Hijo del hombre. El Hijo del hombre es Dios hecho hombre, lo que implica que es Dios encarnado. Aunque no sepamos el momento exacto en que vendrá el Señor, lo reconoceremos por Su voz. Esto se debe a que las ovejas de Dios oirán la voz de Dios, y cuando la oigan, le seguirán…”. Pensé entonces en mi pastor, que decía que cualquiera que diera testimonio de que el Señor Jesús había regresado en la carne era un farsante. Ya no podía escuchar lo que decía el hermano Jin, así que le envié este mensaje de texto al pastor: “Alguien me está diciendo que el Señor ha vuelto encarnado. ¿A qué iglesia pertenecen?”. El pastor respondió: “Son del Relámpago Oriental”. Me dijo que me fuera enseguida y que no tuviera más contacto con ellos. Además, quería que nunca leyera sus libros y me envió algunos sermones sobre cómo protegerme de la herejía. Pensé que cualquier cosa que dijera el pastor debía ser correcta, así que decidí no volver a escuchar lo que comunicaban y simplemente ignorarlos.
Para mi sorpresa, la tarde del día 20, el hermano Jin y su hermana menor vinieron al lugar donde yo estaba recibiendo tratamiento y él me habló mucho sobre la obra del regreso del Señor. Sin embargo, como esa mañana acababa de recibir la noticia del fallecimiento de mi madre, además de tener algunas dudas sobre lo que estaban predicando, era incapaz de aceptar nada de lo que decían. Esto continuó así durante tres días, y daba la impresión de que el hermano Jin no había renunciado a predicarme el evangelio. Sin embargo, debido a mi tumulto interno, le pedí que me dejara en paz. Le dije: “Basta. ¡Si sigues hablando conmigo, me iré yo si no te vas tú!”. El hermano Jin notó que de verdad no le estaba escuchando y no tuvo más remedio que marcharse. Pensé que el hermano Jin no intentaría volver, pero para mi sorpresa al día siguiente trajo a alguien llamado hermano Cheng y continuó predicándome el evangelio. Pensé para mis adentros: “¿Por qué continúa?”. Para guardar las apariencias, lo único que podía hacer era aguantarlo, pero no entré en ninguna discusión con ellos. Aunque los traté con frialdad, el hermano Cheng me hablaba con paciencia. Dijo: “El Señor ya se ha encarnado en el mundo y está llevando a cabo la obra de juicio y castigo…”. Viendo lo paciente y amoroso que era y que no le molestaba predicarme, pensé: “La gente de nuestra iglesia es débil. Su fe y su amor se han enfriado. ¿Por qué son tan grandes la fe y el amor de la gente que cree en el Relámpago Oriental? ¿Qué poder les ayuda a perseverar en sus esfuerzos por transmitirme el evangelio? Si no fuera por la obra del Espíritu Santo, sus propias fuerzas no serían suficientes para hacer esto”.
En ese mismo periodo, había otro hermano apellidado Yang que estaba contemplando la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días como yo. Mientras que yo siempre tuve una actitud descuidada y distraída, el hermano Yang estudió a la Iglesia de Dios Todopoderoso con seriedad. Decía que había rechazado el evangelio de Dios Todopoderoso cuando se lo habían predicado antes, pero que volver a escucharlo ahora debía ser una oportunidad que Dios le había concedido, y por eso estaba dispuesto a estudiarlo. El hermano Yang se dio cuenta de que solo me interesaba escuchar las palabras del pastor y no buscar con la mente abierta. Me encontró un pasaje, en Mateo 5:3-6: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. […] Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados”. Después de leer la palabra del Señor, me pregunté: “¿Por qué no puedo sosegarme en presencia del Señor y buscar la verdad? Si por casualidad el Señor ha regresado realmente, y yo no escucho ni estudio sus predicaciones, ¿no me quedaré atrás? También debería ser un poco más abierta de mente, y no debo llegar ciegamente a conclusiones basadas en mis propias imaginaciones”. Justo cuando había decidido aquietar mi corazón y estudiar sinceramente, un predicador de mi iglesia me llamó de repente y me preguntó si todavía estaba con la gente de la Iglesia de Dios Todopoderoso. Dije que sí, y el predicador me recordó de nuevo que cesara el contacto con ellos. La exhortación del predicador disipó los pensamientos que acababa de tener sobre estudiar a la Iglesia de Dios Todopoderoso. Pensé: “El pastor y el predicador tienen una mejor comprensión de la Biblia que yo, y no reconocen que el Señor ha regresado. Tengo muy poca comprensión de la Biblia y carezco de discernimiento, así que será mejor que escuche lo que dicen el pastor y el predicador”. Cuando colgué el teléfono, le dije al hermano Cheng: “Si el hermano Yang quiere estudiarlo, entonces vosotros dos podéis continuar con vuestras charlas. Yo no escucharé más”. Así de fácil, una vez más rechacé abruptamente la salvación de Dios.
Volví a trabajar tras una semana de tratamiento. Debido al fallecimiento de mi madre, mi corazón estaba lleno de dolor y angustia y no podía dejar de pensar en ella. Todos los días, cuando volvía a casa del trabajo, miraba una foto de mi madre y le hablaba. Un día, de repente pensé: “Creo en el Señor y, cuando experimento alguna dificultad o debilidad, siempre puedo decirle a Él estas cosas”. Después de eso, cada vez que me veía en dificultades, acudía a la presencia del Señor y oraba, pidiéndole que me consolara. Pero no importaba cuánto oraba, nunca me sentía conmovida. A veces hasta me dormía en mitad de la oración. Durante esa época vivía en un estado de intensa ansiedad todos los días, hasta el punto de que el menor sonido a mi espalda me hacía sentir un miedo indescriptible. En mi temor e impotencia, oré fervientemente al Señor: “¡Oh, Señor! Mi corazón está lleno de oscuridad y estoy temblando de miedo. ¿Habré cometido un error en algún momento? ¡Oh, Señor! En los últimos días la gente me ha estado diciendo que has regresado como Dios Todopoderoso. ¡Oh, Señor! Si realmente has regresado y eres el Dios Todopoderoso del que me hablaron, te pido que fijes una hora y prepares las circunstancias apropiadas para que el hermano Yang me llame o me envíe un mensaje de texto. Cuando regresen, no importa lo que digan, dispondré mi corazón para aceptar Tu nueva obra y Tus palabras con obediencia y anhelo. Si no es Tu obra, y si el mensaje que me están predicando es falso y engañoso, entonces por favor bloquea su camino y no permitas que regresen nunca más”.
Para mi sorpresa, después de orar así, Dios cumplió exactamente lo que le había pedido. El hermano Yang me llamó y le conté todo lo que había pasado en los últimos días. Me aseguró que mi corazón se había oscurecido porque había rechazado la obra de Dios de los últimos días y me había rebelado contra Él. Esperaba que siguiera estudiando la obra de Dios de los últimos días, y esta vez no rechacé su sugerencia.
Poco después, el hermano Yang me envió una película del evangelio. En ella había una línea de diálogo que me despertó: “Puesto que creemos en Dios deberíamos escuchar a Dios, no a las personas”. “¡Así es!”, pensé. “¡Es en Dios en quien creo, y es la palabra de Dios la que debo escuchar! Pero durante ese periodo en el que el hermano Jin y el hermano Cheng me hablaron de la obra de Dios de los últimos días, seguí preguntándole al pastor al respecto. Hice caso a lo que el pastor y el predicador me decían y no quise estudiar seriamente la nueva obra de Dios Todopoderoso ni escuchar la palabra de Dios. Yo había creído en el Señor, pero no le había orado ni buscado, sino que había confiado ciegamente en lo que el pastor y el predicador me habían dicho. ¡Qué estúpida fui! La Biblia dice: ‘Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres’ (Hechos 5:29). Creí en el Señor pero no le obedecí. En vez de eso, obedecí a las personas, entonces ¿acaso no me he convertido en alguien que cree y sigue a los hombres? ¿No es eso oponerse y traicionar al Señor? Si Dios Todopoderoso es el Señor Jesús regresado y me he rebelado y opuesto a Él de esta manera, sin querer aceptar a Dios Todopoderoso, ¿no he sido una ciega tonta? ¿No he estado ignorando al Señor?”. Con esto en mente, me arrepentí profundamente de corazón y me brotaron las lágrimas.
Acudí de nuevo a la presencia del Señor y oré: “¡Señor Jesucristo! Alguien me ha predicado el evangelio y ha dicho que ya has vuelto encarnado y eres Dios Todopoderoso, Cristo de los últimos días. No puedo estar segura de ello, pero estoy dispuesta a acudir en Tu presencia para buscarte y pedirte que me esclarezcas, para que pueda reconocer Tu voz. Si de verdad has regresado y eres Dios Todopoderoso, quiero arrepentirme ante Ti y aceptar Tu obra y salvación. Te pido que me guíes de vuelta a Tu presencia”. Después de orar, sentí una especie de alegría y un sentimiento de ser consolada que no podía expresar en palabras. Era algo que no había sentido en mucho tiempo, y sabía que el Señor había escuchado mis oraciones, que era el Señor consolándome, una prueba que Dios me había dado. Quería ir de inmediato a la Iglesia de Dios Todopoderoso para estudiarla, pero pensé en lo mucho que habría ofendido a los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso, así que me sentí demasiado avergonzada para ir.
Justo en mitad de este dilema, el hermano Yang me llamó para preguntarme si tenía tiempo y me dijo que esperaba que pudiera continuar estudiando la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Le confié mis dudas. El hermano Yang dijo: “No hay problema, nosotros los creyentes en Dios somos todos una familia, y eso no molesta en absoluto a los hermanos y las hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso”. Cuando escuché al hermano Yang decir esto, supe que Dios estaba mostrando comprensión por mi estatura inmadura, así que al día siguiente fui a la Iglesia de Dios Todopoderoso con el hermano Yang.
Los hermanos y las hermanas se alegraron de ver que había encontrado la forma de regresar al camino. Me dieron testimonio formalmente de que el Señor Jesús había regresado para expresar la verdad y realizar la obra de juicio comenzando por la casa de Dios en los últimos días. También compartieron conmigo el significado de la obra de Dios encarnado en los últimos días, así como la importancia de la encarnación para la salvación de la humanidad. Después de eso, leí las palabras de Dios que dicen: “Os digo, aquellos que creen en Dios por las señales son sin duda la categoría que será destruida. Los que son incapaces de recibir las palabras de Jesús, que ha vuelto a la carne, son sin duda la progenie del infierno, los descendientes del arcángel, la categoría que será sometida a la destrucción eterna. Muchas personas pueden no preocuparse por lo que digo, pero aun así quiero decirle a cada uno de estos llamados santos que siguen a Jesús que, cuando lo veáis descendiendo del cielo sobre una nube blanca con vuestros propios ojos, esta será la aparición pública del Sol de justicia. Quizás será un momento de gran entusiasmo para ti, pero deberías saber que el momento en el que veas a Jesús descender del cielo será también el momento en el que irás al infierno a ser castigado. Ese será el momento del final del plan de gestión de Dios, y será cuando Él recompense a los buenos y castigue a los malos. Porque Su juicio habrá terminado antes de que el hombre vea señales, cuando sólo exista la expresión de la verdad. Aquellos que acepten la verdad y no busquen señales, y por tanto hayan sido purificados, habrán regresado ante el trono de Dios y entrado en el abrazo del Creador. Sólo aquellos que persisten en la creencia de que ‘El Jesús que no cabalgue sobre una nube blanca es un falso Cristo’ se verán sometidos al castigo eterno, porque sólo creen en el Jesús que exhibe señales, pero no reconocen al Jesús que proclama un juicio severo y manifiesta el camino verdadero de la vida. Y por tanto, sólo puede ser que Jesús trate con ellos cuando Él vuelva abiertamente sobre una nube blanca. Son demasiado tozudos, confían demasiado en sí mismos, son demasiado arrogantes. ¿Cómo puede recompensar Jesús a semejantes degenerados? El regreso de Jesús es una gran salvación para aquellos que son capaces de aceptar la verdad, pero para los que son incapaces de hacerlo es una señal de condenación. Debéis elegir vuestro propio camino y no blasfemar contra el Espíritu Santo ni rechazar la verdad. No debéis ser personas ignorantes y arrogantes, sino alguien que obedece la dirección del Espíritu Santo, que anhela y busca la verdad; sólo así os beneficiaréis” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. En el momento que contemples el cuerpo espiritual de Jesús, Dios ya habrá vuelto a crear el cielo y la tierra).
Tras leer la Palabra de Dios, pensé cuidadosamente en las verdades que mis hermanos y hermanas habían compartido conmigo y de las cuales habían dado testimonio. Comprendí que hay dos maneras en las que el Señor regresa en los últimos días; una es el advenimiento oculto y la otra es la venida del Señor a la vista de todos. Ahora, la obra de juicio del Dios Todopoderoso encarnado que comienza por la casa de Dios es sin duda la obra de advenimiento oculto del Señor. Debido a que Dios encarnado ha regresado entre la humanidad, Su apariencia es la de una persona corriente y nadie es capaz de decir con solo mirarlo que Él es Dios. Nadie conoce su verdadera identidad, y esto se mantiene en secreto para la gente. Solo aquellos que son capaces de distinguir la voz de Dios lo reconocerán, aceptarán y seguirán. Es exactamente lo que dijo el Señor Jesús: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen” (Juan 10:27). Aquellos que no reconocen la voz de Dios, sin duda tratarán a Dios encarnado como una persona corriente. Negarán, se opondrán y rehusarán seguir a Dios, tal como lo hicieron los fariseos judíos en su tiempo. Vieron al Señor Jesús pero no conocieron Su identidad, y condenaron ciegamente al Señor. El tiempo presente es la etapa de la obra oculta de Dios para salvar a la humanidad. Dios Todopoderoso expresa la palabra para juzgar, purificar y perfeccionar a las personas. Antes de los desastres, Él convertirá a un grupo de personas en vencedores, y una vez que este grupo de vencedores se complete, la obra de Dios encarnado del advenimiento oculto llegará a su fin. Cuando comiencen los desastres, Dios recompensará a los buenos y castigará a los malvados, y se aparecerá abiertamente a todas las naciones y pueblos. En ese momento, se cumplirán las profecías de que el Señor vendrá a la vista de todos, tal como dice la Biblia: “Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y entonces todas las tribus de la tierra harán duelo, y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). “He aquí, viene con las nubes y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por Él” (Apocalipsis 1:7). Por eso todos los linajes de la tierra se lamentarán cuando el Señor descienda sobre una nube. En ese momento, mi corazón se llenó repentinamente de luz, y vi que la obra del Señor en el advenimiento oculto es una gran salvación para nosotros. Solo podemos ser purificados y alcanzar la salvación de Dios aceptando el juicio de Su palabra durante el advenimiento oculto del Señor. Si no aceptamos la obra de juicio de Dios ahora, entonces cuando Él venga abiertamente con las nubes nos habremos convertido en aquellos que se opusieron al Señor, y seguramente nos tocará llorar y rechinar los dientes. En ese momento, nuestro pesar llegará demasiado tarde, porque Dios Todopoderoso dice: “Su juicio habrá terminado antes de que el hombre vea señales, cuando sólo exista la expresión de la verdad”.
¡Demos gracias a Dios Todopoderoso! La palabra de Dios revela todos los misterios y explica claramente la verdad en todos los aspectos: me abrió los ojos y después me convenció de corazón y de palabra. En los días siguientes, acudí regularmente a la iglesia para leer las palabras expresadas por Dios en los últimos días junto con los hermanos y las hermanas. Escuchamos himnos y vimos vídeos musicales, vídeos de recitaciones de la palabra de Dios y películas evangélicas, todos producidos por los hermanos y las hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso. Me parecía que ganaba algo nuevo en cada reunión y me sentía incomparablemente feliz. Sobre todo en las películas evangélicas, los hermanos y las hermanas comunicaban sobre cada asunto con tanto detalle y claridad que todas las dudas y confusiones que había albergado en mi creencia en el Señor durante tantos años se fueron resolviendo poco a poco. Me di cuenta de que la Iglesia de Dios Todopoderoso tiene de verdad la obra del Espíritu Santo, y que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús que ha regresado. Lo que me emocionó aún más fue que, al tercer día de unirme a la iglesia, vi a la hermana que había interpretado en el escenario el cántico de alabanza en la Navidad de 2016. También había aceptado la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Le doy sinceras gracias a Dios, porque fue Su guía y esclarecimiento lo que nos llevó a seguir las huellas del Cordero, lo que nos llevó a alcanzar la buena tierra de Canaán desde el desierto y a regresar a la casa de Dios, y lo que nos llevó a disfrutar de la abundancia y el suministro de las palabras de vida de Dios junto a Él.
Creo que se debió a una especial bondad de Dios que pudiera regresar a Su casa. Dada mi naturaleza rebelde, ¿cómo podría haber acogido el regreso del Señor sin el liderazgo y la guía de Dios o la paciencia de los hermanos y hermanas para comunicarme Su palabra? ¡El amor de Dios por mí es tan grande que me resulta imposible describirlo! ¡Solo quiero cantar mi alabanza a Dios mediante los himnos y seguir incondicionalmente a Dios Todopoderoso!