Palabras sobre cómo decide Dios el resultado de la gente
Fragmento 77
Algunas personas tienen una aptitud demasiado mediocre y no aman la verdad. Sin importar el modo en que se comparta dicha verdad, no están a la altura para comprenderla. Han creído en Dios por muchos años y aun así no pueden hablar sobre ningún entendimiento vivencial real. Entonces, determinan que no forman parte del pueblo predestinado, escogido por Dios, y que no pueden ser salvos por Dios, sin importar cuántos años más crean en Él. Sostienen en el corazón la idea de que “solo aquellos predestinados y escogidos por Dios pueden ser salvos, y quienes tienen una aptitud demasiado mediocre y son incapaces de comprender la verdad no forman parte del pueblo predestinado, escogido por Dios; no podrían ser salvos, incluso si creyeran”. Opinan que Dios no determina el resultado de las personas basándose en sus manifestaciones y su conducta. Si piensas así, entiendes terriblemente mal a Dios. Si Dios actuara realmente de esta manera, ¿sería justo? Dios determina el resultado de las personas con un principio: en última instancia, el desenlace de las personas quedará determinado según sus manifestaciones y su conducta. Si no puedes ver el carácter justo de Dios y siempre lo malinterpretas y distorsionas Sus deseos, de modo que siempre eres pesimista y estás decepcionado, ¿no es eso autoinfligido? Si no entiendes cómo funciona la predestinación de Dios, debes buscar la verdad de Dios en Sus palabras y no determinar ciegamente que no formas parte del pueblo predestinado, elegido por Él. ¡Esta es una forma grave de malentender a Dios! Sencillamente no conoces en absoluto la obra de Dios ni comprendes Sus intenciones, y menos aún la intención meticulosa detrás de la obra de gestión de Dios de seis mil años. Te das por vencido, especulas y pones en duda a Dios, temes ser un servidor que será descartado una vez completado tu servicio, y siempre estás cavilando: “¿Por qué debo llevar a cabo mi deber? ¿Estoy prestando servicio mientras ejecuto mi deber? ¿No estaría cayendo en una trampa si se deshicieran de mí cuando termine de prestar servicio?”. ¿Qué opinas de este pensamiento? ¿Puedes discernirlo? Siempre malinterpretas a Dios, lo categorizas entre los reyes diabólicos que gobiernan el mundo, resguardas tu corazón de Él, siempre piensas que Él es tan egoísta y vil como los seres humanos. Nunca crees que Él ama a la humanidad ni confías en Su sinceridad al salvarla. Si siempre te caracterizas a ti mismo como servidor y temes ser descartado después de rendir servicio, entonces tienes la mentalidad falsa de los incrédulos. Los no creyentes no creen en Dios porque no admiten que hay un Dios ni creen que Su palabra es la verdad. Dado que tú crees en Dios, ¿por qué no tienes fe en Él? ¿Por qué no admites que la palabra de Dios es la verdad? No estás dispuesto a ejecutar tu deber y no afrontas dificultades para practicar la verdad y, como consecuencia de ello, todavía no has obtenido la verdad, a pesar de la gran cantidad de años de fe en Dios, y a pesar de todo eso, finalmente trasladas la culpa a Dios al decir que Él no te ha predestinado, que no ha sido sincero contigo. ¿Cuál es el problema? Malinterpretas los deseos de Dios, no crees Sus palabras y, cuando haces tu deber no pones la verdad en práctica y no eres devoto. ¿Cómo puedes satisfacer las intenciones de Dios? ¿Cómo puedes obtener la obra del Espíritu Santo y entender la verdad? Estas personas no son aptas siquiera para ser servidoras, ¿cómo pueden ser entonces aptas para negociar con Dios? Si piensas que Dios no es justo, ¿por qué crees en Él? Siempre quieres que Dios te diga personalmente: “Perteneces al pueblo del reino; esto no cambiará jamás” antes de esforzarte por Su casa, y si Él no lo hace, tú nunca le entregarás tu corazón. ¡Cuán rebelde e intransigente es este tipo de personas! Veo que hay tantas personas que nunca se centran en cambiar su carácter, mucho menos en practicar la verdad. Solo se centran en preguntar a cada rato si podrán obtener un buen destino, cómo los tratará Dios, si Él los ha predestinado para que ellos sean Su pueblo y otras habladurías similares. ¿Cómo pueden obtener la verdad estas personas que no se ocupan del trabajo que les corresponde? ¿Cómo pueden permanecer en la casa de Dios? Ahora os digo solemnemente: aunque una persona pueda estar predestinada, si es incapaz de aceptar la verdad y ponerla en práctica para lograr la sumisión a Dios, entonces el descarte será su resultado final. Solo aquellos que se entreguen a Dios con sinceridad, y pongan en práctica la verdad con toda su fuerza, podrán sobrevivir y entrar al reino de Dios. Aunque otros puedan verlos como alguien que no está predestinado a permanecer, tendrá un mejor destino que aquellos supuestamente predestinados que jamás han tenido lealtad a Dios, debido al carácter justo de Dios. ¿Crees estas palabras? Si no eres capaz de hacerlo y sigues descarriándote de forma obstinada, te digo que con toda certeza no serás capaz de sobrevivir, porque sencillamente no eres alguien que crea de verdad en Dios o que ame la verdad. Siendo así, la predestinación divina no es importante. La razón por la que digo esto es que, al final, Dios determinará el desenlace de las personas según sus manifestaciones y su conducta, mientras que la predestinación de Dios objetivamente solo cumple una pequeña función, no una destacada. ¿Lo entiendes?
Algunos dicen: “Tengo un mal carácter y no puedo cambiarlo, por mucho que lo intente. Así que dejaré que la naturaleza siga su curso. Si no puedo lograr el éxito en mi búsqueda, no hay nada que hacer al respecto”. Estas personas son extremadamente negativas; tanto que han perdido la esperanza por ellas mismas. Son irredimibles. ¿Te has esforzado tú? Si realmente lo has hecho y estás dispuesto a padecer dificultades, ¿por qué no puedes simplemente rebelarte contra la carne? ¿No eres una persona con corazón y cabeza? ¿Cómo oras cada día? ¿Acaso no buscarías la verdad y te ampararías en Dios? Para ti, dejar que la naturaleza siga su curso significa esperar pasivamente, no cooperar de forma activa. Dejar que la naturaleza siga su curso de ese modo es tanto como decir: “No es necesario que haga nada; de cualquier manera, Dios lo predestina todo”. ¿Es esta la verdadera intención de Dios? Si no, ¿por qué no te sometes a Su obra, en lugar de a menudo volverte negativo e incapaz de realizar tu deber? Algunas personas, tras transgredir un poco, conjeturan: “¿Me ha revelado y descartado Dios? ¿Me derribará?”. Dios no ha venido a obrar en esta ocasión para derribar a las personas, sino para salvarlas en la mayor medida posible. Nadie está libre de error; si todos fueran derribados, ¿sería eso salvación? Algunas transgresiones se cometen a propósito, mientras que otras son involuntarias. Si puedes cambiar después de reconocer las cosas que haces de manera involuntaria, ¿te derribaría Dios antes de que lo hagas? ¿Así salvaría Dios a las personas? ¡No es así cómo obra Dios! Independientemente de que tengas un carácter rebelde o que hayas actuado de manera involuntaria, recuerda esto: has de reflexionar y conocerte a ti mismo. Da un giro enseguida, y esfuérzate al máximo por alcanzar la verdad; y, sin importar las circunstancias que surjan, no caigas en la desesperación. La obra que está haciendo Dios es la de la salvación del hombre, y Él no derriba de manera arbitraria a aquellos a los que quiere salvar. Eso es cierto. Aunque hubiera de verdad algún creyente en Dios al que Él derribara al final, aquello que hace Dios aún estaría garantizado como justo. En su momento, te haría saber la razón por la que derribó a esa persona, para que quedes totalmente convencido. Por ahora, simplemente esfuérzate por la verdad, céntrate en la entrada en la vida y afánate por cumplir bien con el deber. ¡En esto no hay equivocación! Independientemente de cómo te trate Dios al final, la garantía es que será justo; no deberías poner esto en duda ni preocuparte. Aunque no puedas entender la justicia de Dios en este momento llegará un día en que quedarás convencido. Dios obra de manera justa y honorable; todo lo revela abiertamente. Si lo meditáis detenidamente, llegaréis a la conclusión sincera de que la obra de Dios consiste en salvar a las personas y transformar su carácter corrupto. Dado que la obra de Dios es la de transformar el carácter corrupto de las personas, es imposible que estas no tengan revelaciones de corrupción. Solo al revelar su carácter corrupto pueden conocerse a sí mismas, admitir que tienen un carácter corrupto y estar dispuestas a recibir la salvación de Dios. Si las personas no aceptan ninguna verdad en absoluto tras revelar un carácter corrupto, y continúan viviendo según su carácter corrupto, entonces es probable que ofendan el carácter de Dios. Él infligirá diferentes grados de retribución sobre ellas y pagarán el precio por sus transgresiones. Si te vuelves inconscientemente disoluto algunas veces y Dios te lo señala y te poda, y tú cambias para bien, Dios no lo esgrimirá en tu contra. Este es el proceso normal de la transformación del carácter; la verdadera importancia de la obra de salvación es evidente en este proceso. Esta es la clave. A modo de ejemplo sobre la problemática de las fronteras entre los géneros, digamos que te sientes atraído hacia una persona, y siempre buscas conversar con ella y decirle palabras seductoras. Luego reflexionas: “¿No es este un comportamiento sórdido? ¿No es un pecado? ¿No es causar vergüenza a Dios el hecho de no mantener clara la frontera entre los géneros? ¿Cómo podría hacer algo semejante?”. Cuando te das cuenta, corres ante Dios y oras: “¡Ay, Dios! He vuelto a pecar. Esto es horrible y absolutamente vergonzoso. Odio la corrupción de la carne. Te pido que me disciplines y castigues”. Decides mantenerte alejado de tales cosas en el futuro y no estar en contacto solo con el sexo opuesto. ¿Eso no será un cambio? Y al haber cambiado de ese modo, tus indiscreciones previas ya no serán condenadas. Si conversas con una persona y la seduces, y no crees que eso es algo vergonzoso, y mucho menos te odias a ti mismo, te adviertes, decides rebelarte contra la carne ni confiesas ni te arrepientes de tus pecados ante Dios, entonces podrías seguir cometiendo muchas más fechorías, y las cosas empeorarán cada vez más y te conducirán al pecado. Si haces eso, Dios te condenará. Si vuelves a pecar una y otra vez, eso es un pecado intencional. Dios condena el pecado intencional, y este es irredimible. Si realmente revelas cierto carácter corrupto de manera involuntaria, y puedes arrepentirte de verdad, rebelarte contra la carne y practicar la verdad, Dios no te condenará por ello y aún puedes ser salvo. La obra de Dios está destinada a salvar al hombre, y todo aquel que revele su carácter corrupto debe aceptar ser podado, juzgado y castigado. Mientras sea capaz de aceptar la verdad, arrepentirse y cambiar, ¿eso no habrá satisfecho las intenciones de Dios? Algunas personas no aceptan la verdad y siempre adoptan una actitud cautelosa hacia Dios. Esas personas no tienen entrada en la vida y, al final, todas ellas tendrán que sufrir pérdidas.
Como he citado anteriormente, los acontecimientos del pasado pueden borrarse de golpe; es posible hacer que el futuro sustituya al pasado; la tolerancia de Dios es infinita como el mar. No obstante, también hay unos principios en estas palabras. No es que Dios borre cualquier pecado que hayas cometido por muy grande que sea. Dios hace toda Su obra con principios. Tiempo atrás se estableció un decreto administrativo sobre esta cuestión: Dios perdona y absuelve todos los pecados que uno cometa antes de aceptar Su nombre. Pero en cuanto a aquellos que continúan pecando tras comenzar a creer en Él, es otra historia: a quien reitera un pecado una vez, se le da la oportunidad de arrepentirse, mientras que quienes lo vuelven a hacer dos veces o se niegan a cambiar a pesar de las reprimendas reiteradas son expulsados sin más oportunidades de arrepentirse. Dios siempre es tolerante con la gente en la medida de lo posible dentro de Su obra. Esto evidencia que la obra de Dios es, en verdad, la de la salvación de las personas. Ahora bien, si en esta etapa final de la obra cometes pecados imperdonables, eres realmente irredimible y no se te puede rescatar. Dios tiene un proceso de purificación y transformación del carácter corrupto de las personas: es en el proceso de la revelación constante por parte del hombre de su naturaleza corrupta que Dios alcanza Su objetivo de purificar y salvar a la humanidad. Algunos piensan: “Como es mi naturaleza, que se exhiba por completo. Una vez exhibida, la conoceré y pondré en práctica la verdad”. ¿Es necesario este proceso? Si eres alguien que realmente pone en práctica la verdad, y reflexionas sobre ti mismo cuando ves qué corrupciones revelan los demás y qué cosas malas han hecho, y cuando ves esos mismos problemas en ti mismo, los corriges de inmediato y nunca vuelves a repetirlos en el futuro, ¿acaso eso no es un cambio indirecto? O si a veces quieres hacer algo pero te das cuenta de antemano que está mal, y puedes rebelarte contra la carne, ¿no logra esto también el efecto de ser purificado? Practicar la verdad en cualquier aspecto requiere atravesar procesos repetidos. No es que un carácter corrupto desaparezca por completo después de practicar la verdad una vez. Uno debe buscar continuamente la verdad, ser reiteradamente podado, reprendido y disciplinado, así como también juzgado y castigado, para que su carácter corrupto pueda resolverse por completo, de modo tal que no tenga dificultad para practicar la verdad nuevamente. Si uno termina siendo capaz de practicar la verdad por completo conforme a las intenciones de Dios, así como de demostrar una verdadera sumisión hacia Dios después de haber sido podado, juzgado y castigado, eso manifiesta un cambio en su carácter.
Fragmento 78
En la obra de Dios de los últimos días, Dios determina los desenlaces de las personas según sus manifestaciones. ¿Sabéis a qué se refiere aquí “manifestaciones”? Podríais pensar que se refiere a las actitudes corruptas que revelan las personas al hacer las cosas, pero no es a eso a lo que se refiere en realidad. En este sentido, manifestaciones se refiere a si practicas o no la verdad; si eres o no devoto mientras haces tu deber; tu perspectiva detrás de creer en Dios, tu actitud hacia Dios, tu determinación a sufrir adversidades; tu actitud respecto a aceptar el juicio, el castigo y la poda; la cantidad de transgresiones graves que hayas cometido; y el grado en que finalmente logres el arrepentimiento y la transformación. Todas estas cosas combinadas son las que conforman tus manifestaciones. En este sentido, las manifestaciones no se refieren a cuántas actitudes corruptas hayas revelado o cuántas cosas malas hayas hecho, sino a los resultados que hayas obtenido y al nivel de cambio auténtico que hayas experimentado en tu fe. Si los desenlaces de las personas estuvieran determinados según cuánta corrupción se revela en su naturaleza, nadie podría alcanzar la salvación, ya que todos los seres humanos son profundamente corruptos, poseen una naturaleza satánica y se resisten a Dios. Dios quiere salvar a aquellas personas que pueden aceptar la verdad y someterse a Su obra. No importa cuánta corrupción revelen, siempre y cuando puedan finalmente aceptar la verdad, lograr el arrepentimiento verdadero y experimentar el cambio real, son personas salvas por Dios. Hay quienes no logran ver esto con claridad y piensan que cualquiera que ejerza como líder revelará más actitudes corruptas y aquel que revele más corrupción será descartado definitivamente y no será posible que sobreviva. ¿Este punto de vista es correcto? Aunque los líderes revelen más corrupción, si persiguen la verdad, entonces están calificados para experimentar el juicio y el castigo de Dios. Pueden embarcarse en la senda de ser salvos y perfeccionados, y finalmente serán capaces de dar hermoso testimonio para Dios. Estas son personas que verdaderamente han cambiado. Si los desenlaces de las personas se determinaran en función de cuántas actitudes corruptas revelan, entonces aquellas que sirven como líderes y obreros serían reveladas más rápido. Si ese fuera el caso, ¿quién se atrevería a ser líder u obrero? ¿Quién podría llegar al punto de ser usado y perfeccionado por Dios? ¿No es este punto de vista demasiado absurdo? Dios principalmente observa si las personas pueden aceptar y practicar la verdad, si son capaces de mantenerse firmes en su testimonio, y si verdaderamente han cambiado. Si tienen un testimonio verdadero y han experimentado el cambio real, entonces Dios las aprueba. Algunas personas parecen revelar poca corrupción, pero no tienen un testimonio vivencial verdadero y no han cambiado realmente. Dios no las aprueba.
Dios determina el desenlace de una persona en función de sus manifestaciones y de su esencia. Las manifestaciones aquí hacen referencia a si una persona es leal a Dios, si siente amor por Él, si practica la verdad y la medida en la que cambia su carácter. Es basándose en estas manifestaciones y en su esencia que Dios determina el desenlace de una persona, no a partir de cuánto revela su carácter corrupto. Si piensas que Dios determina el desenlace de una persona en función de cuánta corrupción revela, entonces has malinterpretado Sus intenciones. En realidad, todas las personas tienen la misma esencia corrupta y las únicas diferencias radican en si su humanidad es buena o mala, así como en si pueden aceptar o no la verdad. No importa cuánto reveles tu carácter corrupto, Dios sabe bien qué yace en las profundidades de tu corazón. No es necesario que lo ocultes. Dios observa las profundidades del corazón de las personas. Sin importar si se trata de algo que haces de frente a los demás o fuera de su vista o si es algo que quieras hacer en tu corazón, todo esto queda expuesto ante Dios. ¿Cómo sería posible que Dios no esté al tanto de lo que hacen las personas en secreto? ¿No es esto un autoengaño? En realidad, no importa cuán falsa sea la naturaleza de una persona, cuántas mentiras diga, cuán hábil sea para simular y engañar a otros, Dios lo sabe todo a la perfección. Dios conoce por completo a los líderes y obreros, por tanto, ¿no conocería igual de bien a Sus seguidores comunes? Algunos piensan: “Cualquiera que sirva como líder es necio e ignorante y provoca su propia destrucción porque, cuando una persona actúa como líder, revela inevitablemente corrupción ante Dios. ¿Se revelaría tanta corrupción si no hicieran ellos esta obra?”. ¡Qué idea tan absurda! ¿Crees que no revelarás corrupción si no actúas como líder? Si no eres un líder, incluso si revelas menos corrupción, ¿significa esto que te salvarás? De acuerdo con este argumento, ¿son todos aquellos que no sirven como líderes los que pueden sobrevivir y ser salvos? ¿No es esta afirmación demasiado ridícula? Las personas que sirven como líderes guían al pueblo escogido de Dios a comer y beber las palabras de Dios y a experimentar Su obra. Este estándar requerido es elevado, por lo que es inevitable que los líderes revelen algunos estados corruptos cuando comienzan su formación. Esto es normal y Dios no lo condena. Dios no solo no lo condena, sino que además esclarece, ilumina y guía a esas personas, les concede cargas. Siempre que logren someterse a la guía y obra de Dios, progresarán más rápido en la vida que la gente común. Si persiguen la verdad, pueden embarcarse en la senda de ser perfeccionadas por Dios. Esto es lo que Dios más bendice. Algunas personas no pueden verlo e incluso distorsionan los hechos. Según su comprensión, por mucho que cambien las personas en posiciones de liderazgo, Dios no se fijará en esto y solo se fijará en cuánta corrupción revelan los líderes y obreros y los condenará solo en función de eso. Y en cuanto a aquellos que no son líderes y obreros, al revelar poca corrupción, incluso si no cambian, Dios no los condenará. ¿No es esto absurdo? ¿No es una blasfemia contra Dios? Si te resistes tan seriamente a Dios en tu corazón, ¿puedes salvarte? No. Dios determina los desenlaces de las personas sobre todo en función de si tienen la verdad y un testimonio verdadero, y eso depende principalmente de si persiguen la verdad. Si alguien persigue la verdad, incluso cuando transgrede y afronta el juicio y el castigo, puede arrepentirse verdaderamente. Mientras no hable o actúe de maneras que blasfemen contra Dios, ciertamente puede lograr la salvación. Conforme a vuestras imaginaciones, todos los creyentes comunes que siguen a Dios hasta el fin pueden lograr la salvación, mientras que aquellos que sirven como líderes serán todos descartados. Si os pidieran a vosotros que fuerais líderes, pensaríais que no sería correcto no hacerlo, pero que si fuerais a servir como líderes, revelaríais constantemente la corrupción a vuestro pesar. Os sentiríais como si estuvierais solo esperando en el patíbulo. ¿Acaso no todo esto lo causan vuestros malentendidos de Dios? Si los desenlaces de las personas se determinaran por la corrupción que revelen, nadie podría ser salvo. En ese caso, ¿de qué valdría que Dios haga la obra de salvación? Si ese fuera el caso, ¿dónde radicaría la justicia de Dios? Las personas no serían capaces de ver el carácter justo de Dios. Por lo tanto, todos vosotros habéis malinterpretado las intenciones de Dios, lo cual demuestra que no tenéis un conocimiento verdadero de Él.
Dios determina los desenlaces de las personas en función de sus manifestaciones, y las manifestaciones aquí hacen referencia a los resultados de la obra de Dios en ellas. Os pondré una analogía para ilustrar esto: en un huerto, el dueño riega y abona los árboles, y después espera recoger sus frutos. Los árboles que dan fruto son buenos y se conservan, mientras que aquellos que no lo dan sin duda son árboles malos y no pueden conservarse. Considerad esto: un árbol da fruto, pero contrae una enfermedad y es necesario cortar algunas de sus ramas malas. ¿Creéis que se debería conservar este árbol? Sí, se debería conservar, y será un buen árbol una vez podado y tratado. Considerad otra situación: un árbol no sufre ninguna enfermedad, pero no da fruto; un árbol así no debería conservarse. ¿Qué significa “dar fruto” aquí? Se refiere a la obra de Dios que logra resultados. Como las personas han sido corrompidas por Satanás, inevitablemente revelarán su corrupción y transgreden en el transcurso de experimentar la obra de Dios. Sin embargo, al mismo tiempo, la obra de Dios logra algunos resultados en ellas. Si Dios no se fijara en estos resultados, sino que solo se fijara en el carácter corrupto que la gente revela, entonces no sería posible salvar a las personas. Los resultados de la salvación se manifiestan, principalmente, en la ejecución de los deberes de las personas y en su práctica de la verdad. Dios observa los resultados que la gente ha logrado en estas áreas, y luego se fija en la gravedad de sus transgresiones. Entonces, determina su desenlace y si permanecerán o no sobre la base de combinar estos dos aspectos. En tiempos pasados, por ejemplo, algunas personas revelaban mucha corrupción y demostraban tener una enorme consideración por la carne. No estaban dispuestas a esforzarse por Dios ni defendían los intereses de la iglesia. Sin embargo, después de escuchar sermones durante varios años, han cambiado de veras. Ahora saben esforzarse por obtener los principios-verdad en la ejecución de sus deberes y se están volviendo cada vez más efectivos en ellos. También son capaces de estar del lado de Dios en todas las cosas y hacer todo lo posible para mantener la obra de Su casa. Esto muestra que su carácter-vida ha cambiado y es esta transformación la que Dios desea. También hay algunas personas que siempre difundían sus nociones por ahí cada vez que las tenían, así como que solo se sentían en calma cuando otros tenían nociones. Pero ahora, cuando tienen nociones, son capaces de orar a Dios, buscar la verdad y someterse sin difundirlas ni hacer nada que se resista a Dios. ¿Acaso no han experimentado transformación? Algunos se resistían de inmediato cuando alguien antes los podaba, pero ahora, cuando se les poda, son capaces de aceptarlo y conocerse a sí mismos y, después, realmente han cambiado un poco. ¿Acaso no es esto un resultado? No obstante, por mucho que cambies, es imposible estar completamente libre de transgresiones y tu naturaleza no se puede transformar totalmente en un instante. Si alguien se embarca en el camino correcto de la fe en Dios y sabe que debe buscar la verdad en todas las cosas, entonces, aunque sea un poco rebelde, se dará cuenta de ello en ese momento. Después de hacerlo, se apresurará a confesar y a arrepentirse ante Dios, así como también a cambiar, y su estado no hará más que mejorar. Es posible que vuelva a cometer esa clase de rebeldía una o dos veces más, pero no una tercera o cuarta vez. Eso es la transformación. No es que esa persona haya cambiado en algún aspecto, de modo que ya no revela corrupción ni comete ninguna transgresión. No es el caso. Esta transformación implica que, tras experimentar la obra de Dios, una persona es capaz de practicar más de la verdad, de poner en práctica algo de lo que Dios requiere, de cometer cada vez menos transgresiones y de revelar cada vez menos corrupción; y la gravedad de su rebelión disminuye poco a poco. A partir de esto resulta claro que la obra de Dios ha logrado resultados. Lo que Dios quiere ver son manifestaciones específicas de que se han alcanzado estos resultados. Por tanto, la forma en la que Dios maneja el desenlace de las personas o cómo trata a una persona es completamente justa y razonable. Solo tienes que dedicar todo el esfuerzo a gastarte para Dios y practicar con audacia y confianza las verdades que debes practicar, sin preocupación alguna, y Dios no te tratará injustamente. Piénsalo: ¿Puede castigar Dios a aquellos que aman y practican la verdad? Muchos sospechan siempre del carácter justo de Dios, temerosos de ser castigados incluso tras poner en práctica la verdad. Temen que, aunque muestren lealtad a Dios, Él no la verá. Tales personas no tienen conocimiento del carácter justo de Dios.
Algunas personas se vuelven negativas después de que las podan. Pierden toda la energía para hacer sus deberes y también desaparece su lealtad. ¿Por qué ocurre esto? Este es un problema muy grave. Esta es una incapacidad de aceptar la verdad. Tales personas no aceptan la verdad, en parte, debido a su falta de conocimiento de sus actitudes corruptas, lo que las hace incapaces de aceptar ser podadas. Esto lo determina su naturaleza, que es arrogante y engreída, y carece de amor por la verdad. También se debe, en parte, a que la gente no entiende la importancia de ser podada. Creen que ser podado significa que su resultado ha sido determinado. Como consecuencia, creen equivocadamente que, mientras renuncien a su familia para esforzarse por Dios y tengan cierta lealtad hacia Él, no deberían ser podados y que, si son podados, entonces eso no es el amor o la justicia de Dios. Este tipo de malentendido hace que muchas personas no tengan el coraje de ser leales a Dios. En realidad, al fin y al cabo, se debe a que las personas son demasiado falsas, simplemente no quieren sufrir dificultades y solo quieren obtener bendiciones de una manera fácil. Las personas no comprenden en absoluto el carácter justo de Dios. Nunca creen que todas las acciones de Dios son justas, o que Su trato hacia cada persona es justo. Nunca buscan la verdad sobre este asunto, sino que siempre presentan sus propios argumentos. No importa qué cosas malas hayan hecho, cómo de grandes son los pecados que han cometido ni cuánto mal haya hecho, mientras le caiga el juicio y el castigo de Dios, pensará que el Cielo es injusto y que Dios no es justo. Ante los ojos de las personas, si las acciones de Dios no se ajustan a los propios deseos, o si Sus acciones no muestran consideración hacia sus propios sentimientos, entonces Él no es justo. Sin embargo, las personas jamás saben si sus acciones se ajustan a la verdad ni se dan cuenta nunca de que todo lo que hacen es un acto de rebelión y resistencia contra Dios. Si Dios nunca podara a las personas ni les reprochara su rebelión, fueran cuales fueran las transgresiones que cometieran y, en su lugar, fuera calmado y amable con ellas, solo ejercitando la tolerancia hacia ellas con amor y les permitiera cenar y disfrutar de las cosas con Él para siempre, entonces estas no se quejarían de Dios ni lo considerarían injusto. En su lugar, dirían de forma hipócrita que Dios es justo. ¿Conocen tales personas a Dios? ¿Pueden sentir y pensar en total sintonía con Dios? No tienen ni idea de que el juicio y la poda de Dios tiene como fin purificar y transformar su carácter-vida para que logren someterse a Él y amarle. Esa gente no cree que Dios sea un Dios justo. En cada ocasión que Dios reprende, pone en evidencia y poda a las personas, se tornan negativas y débiles, siempre quejándose de que Dios no es amoroso, de que el juicio y castigo de Dios al hombre es incorrecto; son incapaces de ver que Dios purifica y salva así al hombre y no creen que Dios determine los desenlaces de las personas en función de sus muestras de arrepentimiento. Siempre sospechan de Dios y se protegen de Él. Entonces, ¿qué resultado dará esto? ¿Podrán someterse a la obra de Dios? ¿Serán capaces de lograr un verdadero cambio? Eso será imposible. Si este estado suyo se mantiene sin resolver, estarán en grave peligro y les resultará imposible ser purificadas y perfeccionadas por Dios.