Cómo perseguir la verdad (12)

En las últimas reuniones, hemos hablado sobre temas relativos al matrimonio en “desprenderse de las búsquedas, los ideales y los deseos de las personas”, ¿verdad? (Sí). Básicamente ya hemos terminado de compartir sobre los temas referentes al matrimonio. Esta vez, debemos hablar sobre temas relacionados con la familia. Vamos a fijarnos primero en qué aspectos de la familia tienen relación con las búsquedas, los ideales y los deseos de las personas. A nadie le debería resultar ajeno el concepto de familia. Entre las primeras cosas que vienen a la mente cuando surge este tema, se encuentran la composición y los miembros de una familia, así como algunos asuntos y personas relacionados con ella. Existen muchos temas de esta índole que implican a la familia. Independientemente del número de imágenes y pensamientos que surjan en tu mente, ¿guardan estos relación con la cuestión de “desprenderse de las búsquedas, los ideales y los deseos de las personas”, sobre la que vamos a hablar hoy? Antes de comenzar con nuestra charla, ni siquiera sabes si esas cosas están relacionadas. Así pues, antes de seguir adelante con ella, ¿sois capaces de decirme qué entiende la gente por el concepto de “familia” o cualquier cosa que se os ocurra de la que haya que desprenderse en lo que respecta a la familia? Hemos hablado con anterioridad de varios aspectos relativos a las búsquedas, los ideales y los deseos de las personas. ¿Habéis identificado qué implica cada aspecto de este tema sobre el que hemos compartido? Con independencia de a qué aspectos nos refiramos, la cuestión no radica en las cosas de las que debe desprenderse la gente, sino en las ideas y los puntos de vista equivocados que tienen al respecto, así como en los diversos problemas que experimentan en relación con este asunto. Estos diversos problemas son la esencia de lo que debemos compartir sobre dichos aspectos. Se trata de asuntos que afectan a la búsqueda de la verdad de las personas, o para ser más precisos, todos son problemas que impiden a la gente perseguir y entrar en la verdad. Es decir, si experimentas desviaciones o problemas en tu conocimiento de algún asunto, también se producirán los problemas correspondientes en tu postura, enfoque o manejo de dicha cuestión, y estos últimos problemas son los temas sobre los que hemos de compartir. ¿Por qué hemos de hablar sobre ellos? Porque esos problemas tienen un impacto significativo o inmenso en tu búsqueda de la verdad y en tus puntos de vista correctos y conforme a los principios al respecto, y además afectan naturalmente a la pureza de tu método de práctica en relación con ese asunto y a tus principios para lidiar con él. Del mismo modo que compartimos sobre los temas de los intereses personales, las aficiones y el matrimonio, vamos a hablar del tema de la familia porque se tienen muchas ideas, puntos de vista y posturas incorrectos sobre ella, o porque la propia familia ejerce mucha influencia negativa sobre las personas, algo que las conduce de manera natural a adoptar ideas y puntos de vista incorrectos. Estas ideas y puntos de vista incorrectos afectarán a tu búsqueda de la verdad y te llevarán a los extremos, de tal modo que cuando te encuentres con cuestiones que atañan la familia o afrontes problemas relacionados con ella, no tendrás los puntos de vista ni la senda correctos para enfocar o afrontar estos asuntos y cuestiones ni para resolver los diversos problemas que se deriven de ellos. Este es el principio por el que se rigen nuestras enseñanzas sobre cada tema, y también constituye el problema principal que se ha de resolver. Entonces, en lo que respecta al tema de la familia, ¿se os ocurre qué influencias negativas ejerce esta sobre vosotros, y de qué maneras obstaculiza vuestra búsqueda de la verdad? En el transcurso de tu fe y el desempeño de tu deber, y mientras persigues y practicas la verdad o buscas los principios-verdad, ¿de qué maneras influye y pone trabas la familia en tu pensamiento, tus principios de conducta, tus valores y tu perspectiva de vida? En otras palabras, naciste en el seno de una familia, entonces ¿qué influencias, qué ideas y puntos de vista incorrectos, y qué obstáculos y trastornos te genera esa familia en tu vida diaria como creyente y en tu búsqueda y conocimiento de la verdad? Del mismo modo que la enseñanza sobre el tema del matrimonio se rige por un principio, igual sucede con el tema de la familia. No te exige desprenderte del concepto de familia en un sentido formal, ni en lo que respecta a tu pensamiento y puntos de vista, así como tampoco que te desprendas de tu familia física real ni de ningún miembro de esta. Lo que te exige es que te desprendas de las diversas influencias negativas que la propia familia ejerce sobre ti, así como de los obstáculos y trastornos que esta provoca en tu búsqueda de la verdad. Más en concreto, se puede decir que tu familia causa enredos y problemas específicos y precisos que puedes sentir y experimentar en el transcurso de la búsqueda de la verdad y el cumplimiento de tu deber, y que te limitan de tal manera que eres incapaz de liberarte o llevar a cabo eficazmente tus deberes y perseguir la verdad. Esos enredos y problemas dificultan que te deshagas de las restricciones e influencias que causa la palabra “familia” o de las personas o asuntos que esta conlleva, y hacen que te sientas oprimido en el trascurso de tu fe y en el cumplimiento de tu deber a causa de la existencia de la familia o de las influencias negativas que esta ejerce sobre ti. Esos enredos y problemas también afectan a menudo a tu conciencia e impiden que tu cuerpo y mente se liberen, y suelen hacer que pienses que, si fueras en contra de las ideas y los puntos de vista que adquiriste de tu familia, no tendrías humanidad y perderías tu moralidad y los estándares y principios mínimos de conducta. Cuando se trata de asuntos familiares, a menudo te debates entre la línea roja de la moralidad y la práctica de la verdad, incapaz de encontrar una salida y escapar de ahí. ¿Qué problemas concretos se plantean? ¿Se os ocurre alguno? ¿Sentís alguna vez en vuestra vida cotidiana algunas de las cosas que acabo de mencionar? (Por medio de la enseñanza de Dios, recuerdo que, debido a que tenía algunos puntos de vista erróneos acerca de mi familia, no podía practicar la verdad y me provocaba remordimientos hacerlo. En el pasado, cuando acababa de terminar mis estudios y quise dedicarme a cumplir con mi deber, sufrí un conflicto interior. Creía que, como mi familia me había criado y financiado los estudios durante todo ese tiempo, ahora que me había graduado en la universidad, si no ganaba dinero y la mantenía, no sería un buen hijo y carecería de humanidad, lo cual me pesaba en la conciencia. En aquel momento, me debatí acerca de esa cuestión durante varios meses, hasta que finalmente encontré una salida en las palabras de Dios, y decidí hacer todo lo posible por cumplir con mi deber. Creo que esas opiniones erróneas sobre la familia sí afectan a las personas). Este es un ejemplo típico. Son grilletes invisibles que la familia impone sobre las personas, y también son problemas que los sentimientos, las ideas o los puntos de vista de las personas respecto a su familia causan en relación con su vida, sus búsquedas y su fe. En cierta medida, esos problemas generan una presión y una carga en lo más profundo de tu corazón, que en el fondo dan lugar de vez en cuando a algunos malos sentimientos. ¿Quién puede añadir algo más? (Dios, albergo la opinión de que, como un niño que ya es mayor, debería mostrar piedad filial y encargarme de todas las preocupaciones y problemas de mis padres. Sin embargo, dado que me dedico a mis deberes a tiempo completo, soy incapaz de ser un buen hijo con mis padres o de hacer algunas cosas por ellos. Al ver que mis padres siguen afanándose por ganarse la vida, en el corazón siento que tengo una deuda con ellos. Cuando empecé a creer en Dios, estuve a punto de traicionarlo por ese motivo). Esto es también uno de los efectos negativos que la inculturación de la familia ejerce sobre el pensamiento y las ideas de alguien. Tú casi traicionaste a Dios, pero hay quienes realmente lo hicieron. Algunas personas no pudieron desprenderse de su familia debido a sus fuertes nociones familiares. Al final, optaron por seguir viviendo en aras de su familia y renunciaron a cumplir con sus deberes.

Todo el mundo tiene una familia, cada uno se cría en una familia distinta, y procede de un entorno familiar diferente. La familia es muy importante para todos, y es algo que deja una gran huella en la vida de una persona, algo que proviene de muy dentro y a lo que es difícil renunciar y desprenderse. Aquello de lo que la gente no puede desprenderse y a lo que les resulta difícil renunciar no es la casa familiar o todos los electrodomésticos, utensilios y objetos que hay en ella, sino los miembros que componen esa familia, o el ambiente y el afecto que la inundan. Ese es el concepto de familia que existe en la mente de las personas. Por ejemplo, los miembros de más edad de la familia (abuelos y padres), los de edad similar a la tuya (hermanos, hermanas y cónyuge) y la generación más joven (tus propios hijos) son los miembros importantes en el concepto que la gente tiene de familia, y también son componentes esenciales en todas las familias. ¿Qué significa la familia para la gente? Significa un sustento emocional y un apoyo espiritual. ¿Qué más significa la familia? Un lugar donde uno puede encontrar calidez, donde puede desahogarse o ser indulgente y caprichoso. Algunos dicen que la familia es un refugio seguro, un lugar donde uno puede obtener sustento emocional, donde comienza la vida de una persona. ¿Qué más? Describídmelo. (Dios, creo que el hogar familiar es un lugar para que las personas crezcan, un lugar donde los miembros de la familia se hacen compañía y dependen los unos de los otros). Muy bien. ¿Qué más? (Yo solía pensar que la familia era un refugio acogedor. Por mucha injusticia que haya sufrido en el mundo, siempre que vuelvo a casa, mi ánimo y mi espíritu se relajan en todos los aspectos gracias al apoyo y la comprensión de mi familia, así que me parecía que la familia era un refugio seguro en ese sentido). El hogar familiar es un lugar lleno de consuelo y calidez, ¿no? Para la gente, la familia es importante. Cuando alguien es feliz, espera compartir su alegría con su familia; cuando está afligido y triste, también espera poder confiar sus problemas a su familia. Siempre que alguien tiene sentimientos de alegría, ira, tristeza o felicidad, tiende a compartirlos con su familia, sin ningún tipo de presión o carga. Para toda persona, la familia es algo cálido y hermoso, una forma de sustento para el espíritu al que la gente no puede renunciar ni del que puede prescindir en ningún momento de su vida, y el hogar familiar es un lugar que proporciona un enorme apoyo a la mente, el cuerpo y el espíritu de las personas. Por consiguiente, la familia es una parte indispensable de la vida de cada uno. Ahora bien, ¿qué tipo de influencias negativas tiene ese lugar, el cual es tan importante en la existencia y la vida de las personas, en su búsqueda de la verdad? Para empezar, se puede afirmar con certeza que, por muy importante que sea la familia en la existencia y la vida de las personas, o por muy relevante que sea el papel que esta desempeña y la función que cumple en su existencia y su vida, también provoca algunos problemas, tanto grandes como pequeños, en su senda hacia la búsqueda de la verdad. Aunque desempeña un papel importante en el transcurso de la búsqueda de la verdad, también genera todo tipo de molestias y problemas difíciles de evitar. Es decir, a lo largo de la búsqueda y la práctica de la verdad de las personas, los diversos problemas psicológicos e ideológicos que crea la familia, así como los relacionados con los aspectos formales, les causan muchas complicaciones. ¿Qué conllevan exactamente esos problemas? Por supuesto, en el proceso de la búsqueda de la verdad, las personas ya han experimentado esos problemas en mayor o menor medida, lo único que ocurre es que no los han considerado ni analizado detenidamente para averiguar cuáles son exactamente las cuestiones inherentes. Es más, no han identificado la esencia de esos problemas, y mucho menos los principios-verdad que se deberían entender y acatar. Así pues, hoy hablaremos sobre el tema de la familia y acerca de los problemas y obstáculos que esta pone en el camino de la búsqueda de la verdad, así como sobre las búsquedas, los ideales y los deseos de los que las personas deberían desprenderse en relación con el tema de la familia. Se trata de un problema muy real.

Si bien el tema de la familia es importante, plantea problemas específicos. El problema sobre el que vamos a hablar hoy es la influencia negativa, la interferencia y el obstáculo a los que se enfrentan las personas en la senda de la búsqueda de la verdad como consecuencia de la familia. ¿Cuál es el primer problema del que uno debe desprenderse con respecto a la familia? La identidad que uno hereda de la familia. Se trata de un asunto importante. Hablemos en concreto de la importancia de esta cuestión. Cada persona procede de una familia distinta con unos antecedentes y un entorno de vida diferentes, su propia calidad de vida, y un modo y unos hábitos de vida específicos. Cada cual hereda una identidad propia de su entorno de vida y de sus antecedentes familiares. Esa identidad distintiva no solo representa el valor específico de cada persona en la sociedad y entre los demás, sino que también es un símbolo y un marcador diferenciado. ¿Qué indica ese marcador? Indica si una persona es considerada distinguida o inferior en el grupo al que pertenece. Esa identidad distintiva determina el estatus de una persona en la sociedad y entre las demás personas, y ese estatus se hereda de la familia en la que ha nacido. Por lo tanto, tu origen familiar y el tipo de familia en el que vives son muy importantes, porque influyen en tu identidad y estatus entre otras personas y en la sociedad. Así pues, tu identidad y estatus determinan si tu lugar en la sociedad es distinguido o inferior, si eres respetado, apreciado y admirado por los demás, o bien si te desprecian, te discriminan y pisotean. Justamente porque la identidad que la gente hereda de su familia afecta a su situación y a su futuro en la sociedad, dicha identidad heredada es muy decisiva e importante para cada persona. Debido precisamente a que esta influye en tu prestigio, estatus y valía en la sociedad, así como en tu sentido del honor o la humillación en esta vida, tú mismo tiendes a conceder gran importancia a tus antecedentes familiares y a la identidad que has heredado de tu familia. Dado que este asunto tiene un impacto abrumador en ti, te resulta muy importante y significativo en la senda de tu existencia. Al tratarse de una cuestión tan importante y significativa, ocupa un lugar crucial en lo más profundo de tu alma y, desde tu punto de vista, es sumamente trascendental. No solo concedes gran importancia a la identidad que has heredado de tu familia, sino que también observas la identidad de cualquier persona que conoces o desconoces desde el mismo punto de vista, con los mismos ojos y de la misma manera, y utilizas ese punto de vista para analizar la identidad de todas las personas con las que entras en contacto. Te sirves de su identidad para juzgar su talante y determinar cómo tratar e interactuar con ellas, ya sea en términos amistosos e igualitarios, sometiéndote a ellas y siguiendo cada una de sus palabras, o simplemente tratándolas y contemplarlas con una mirada despectiva y discriminatoria, o incluso asociándote e interactuando con ellas de manera inhumana y en términos no equitativos. Estas maneras de ver a los demás y enfocar las cosas vienen en gran medida determinadas por la identidad que una persona obtiene de su familia. El origen y la posición de tu familia determinan el tipo de estatus social que tendrás, y el tipo de estatus social que tienes condiciona los modos y principios con los que ves y tratas a las personas y las cosas. Por lo tanto, la actitud y los modos que adopta una persona para enfrentarse a las cosas dependen, en gran medida, de la identidad que heredó de su familia. ¿Por qué digo “en gran medida”? Existen algunas circunstancias particulares, de las que no hablaremos. Para la gran mayoría, la situación es la que acabo de describir. Todas las personas suelen estar influidas por la identidad y el estatus social que heredan de su familia, y los modos que adoptan para ver y tratar a las personas y las cosas también suelen estar relacionados con esa identidad y estatus social, lo que resulta muy natural. Precisamente porque se trata de algo inevitable y es un punto de vista sobre la existencia que la familia aporta de forma natural, el origen de dicho punto de vista y de la forma de vida de una persona depende de la identidad que esta hereda de su familia. Esa identidad determina los modos y principios con los que una persona ve y trata a las personas y las cosas, así como su actitud a la hora de elegir y tomar decisiones relativas a la forma de ver y tratar a las personas y las cosas. De forma ineludible, esto les genera un problema muy grave. El origen de sus ideas y puntos de vista a la hora de ver y tratar a las personas y las cosas se encuentra, por un lado, inevitablemente influido por la familia y, por otro, por la identidad que una persona hereda de esta, y es muy difícil que se desprendan de esa influencia. De ahí que sean incapaces de tratarse a sí mismas de forma correcta, racional y justa, o de tratar a los demás con justicia, y que también sean incapaces de tratar tanto a las personas como a todo lo demás de una forma que concuerde con los principios-verdad que enseña Dios. En lugar de eso, son flexibles en su manera de tratar los asuntos, aplicar los principios y tomar decisiones, en función de las diferencias entre su propia identidad y la de los demás. Dado que los modos en que las personas ven y tratan las cosas en la sociedad y entre los demás están influidos por la posición de su familia, estos modos deben contradecir los principios y modos de tratar las cosas que Dios les ha comunicado. Para ser más precisos, esos modos deben ser antagónicos a esos principios y modos que ha enseñado Dios, estar en conflicto con ellos y vulnerarlos. Si los modos de hacer las cosas de las personas se basan en la identidad y el estatus social que heredan de su familia, estas adoptarán de forma inevitable modos y principios diferentes o particulares de hacer las cosas, debido a sus propias identidades distintivas o especiales y a las de los demás. Esos principios que adoptan no son la verdad, ni están de acuerdo con ella. No solo vulneran la humanidad, la conciencia y la razón, sino que, lo que es aún más grave, también vulneran la verdad, porque determinan lo que alguien debe aceptar o rechazar en función de sus preferencias e intereses, así como el grado de sus mutuas exigencias. Por lo tanto, en ese contexto, los principios conforme a los que la gente ve y trata las cosas son injustos, no están de acuerdo con la verdad y se basan por completo en las necesidades emocionales de las personas y en su necesidad de obtener beneficios. Al margen de si has heredado de tu familia una identidad distinguida o inferior, dicha identidad ocupa un lugar en tu corazón, e incluso una posición muy importante en el caso de algunas personas. Así pues, si quieres perseguir la verdad, esa identidad influirá e interferirá forzosamente en tu búsqueda. Es decir, en el proceso de la búsqueda de la verdad, es inevitable que te encuentres con preguntas tales como de qué manera debes tratar a las personas y enfocar las cosas. En lo que respecta a esas cuestiones y asuntos importantes, no podrás evitar ver a las personas y las cosas a partir de las perspectivas o los puntos de vista asociados a la identidad que heredaste de tu familia, ni tampoco utilizar esa forma tan primitiva o socializada de observar a las personas y abordar las cosas. Tanto si la identidad que adquieres de tu familia hace que sientas que tu estatus en la sociedad es distinguido o bajo, sea como fuere, esa identidad tendrá un impacto en tu búsqueda de la verdad, tu perspectiva de vida adecuada y tu senda correcta de búsqueda de la verdad. Más concretamente, influirá en tus principios a la hora de abordar las cosas. ¿Lo entiendes?

Las distintas familias aportan a las personas diversas identidades y estatus sociales. Tener un buen estatus social y una identidad distinguida es motivo de disfrute y regocijo, mientras que quienes heredan su identidad de una familia humilde y modesta se sienten inferiores y avergonzados en su trato con los demás, y también consideran que no se les toma en serio ni se les tiene en alta estima. A menudo, también sufren discriminación, lo que les provoca angustia y baja autoestima en su interior. Por ejemplo, puede que los padres de algunos sean pequeños agricultores que trabajen la tierra y vendan verduras; los padres de otros pueden ser comerciantes y disponer de un pequeño negocio, como un puesto callejero o de venta ambulante; otros pueden trabajar en la industria artesanal, confeccionando y haciendo arreglos de ropa, o dedicarse a la artesanía para ganarse la vida y mantener a toda la familia. Algunos padres pueden trabajar en el sector de servicios como limpiadores o niñeras; otros, en mudanzas o transportes; algunos pueden ser masajistas, esteticistas o barberos, y otros reparan cosas, como zapatos, bicicletas, gafas, etcétera. Es posible que ciertos padres tengan conocimientos artesanales más avanzados y reparen objetos como joyas o relojes, mientras que otros pueden tener un estatus social aún más bajo y depender de la recogida y venta de residuos para mantener a sus hijos y sacar adelante a su familia. Todos esos padres tienen un estatus profesional relativamente bajo en la sociedad y, como consecuencia obvia, el estatus social de todos los miembros de su familia también será bajo. Así que, a ojos del mundo, las personas que proceden de esas familias tienen un estatus y una identidad inferiores. Justamente porque la sociedad adopta esa forma de ver la identidad de una persona y de medir su valía, si tus padres son pequeños agricultores y alguien te pregunta: “¿A qué se dedican tus padres? ¿Cómo es tu familia?”, responderás: “Mis padres… oh, es que… no vale la pena mencionarlo”, y no te atreverás a decir a qué se dedican, porque te da demasiada vergüenza. Cuando te encuentras con compañeros de clase y amigos o sales a cenar, la gente se presenta y habla de sus buenos antecedentes familiares o de su elevado estatus social. Sin embargo, si procedes de una familia de pequeños agricultores, pequeños comerciantes o vendedores ambulantes, no quieres decirlo y te avergüenzas. Hay un dicho popular en la sociedad que dice: “No le preguntes a un héroe por sus orígenes”. Este enunciado suena muy noble, y a quienes tienen un estatus social bajo les ofrece una pizca de esperanza y un rayo de luz, así como un ápice de consuelo. Pero ¿por qué es popular en la sociedad un dicho así? ¿Es porque la gente que vive en ella presta demasiada atención a su identidad, valía y estatus social? (Sí). Los que proceden de entornos humildes siempre carecen de confianza, así que utilizan este dicho para consolarse, además de para tranquilizar a los demás, pues piensan que, si bien su estatus e identidad son inferiores, cuentan con un estado mental superior, lo cual es algo que no puede adquirirse por medio del aprendizaje. Por muy humilde que sea tu identidad, si tu estado mental es superior, demuestra que eres una persona honorable, incluso más que aquellas con una identidad y un estatus distinguidos. ¿Qué problema sugiere esto? Cuanto más dice la gente: “No le preguntes a un héroe por sus orígenes”, más demuestra que se preocupan por su identidad y estatus social. Sobre todo cuando la identidad y el estatus social de alguien son muy humildes y bajos, dicha persona utiliza ese dicho para consolarse y compensar el vacío y la insatisfacción de su corazón. Los padres de algunas personas son peores incluso que los pequeños comerciantes, vendedores ambulantes, pequeños agricultores y artesanos, o que aquellos que realizan en la sociedad cualquiera de esos trabajos insignificantes, humildes y de muy bajos ingresos, de modo que la identidad y el estatus social que esas personas heredan de sus padres son aún más bajos. Por ejemplo, algunos padres tienen bastante mala fama en la sociedad, no hacen realmente lo que deberían y no tienen una ocupación socialmente aceptable ni unos ingresos fijos, por lo que les cuesta asumir los gastos de su familia. Otros apuestan con frecuencia y pierden dinero cada vez que lo hacen. Al final, la familia queda arruinada y sin un céntimo, incapaz de afrontar los gastos cotidianos. Los niños que nacen en esa familia visten ropas raídas, pasan hambre y viven en la pobreza. Cada vez que se celebran reuniones de padres y profesores en la escuela, los padres no acuden y los profesores saben que están enfrascados en sus apuestas. No hace falta decir qué tipo de identidad y estatus tienen esos niños a ojos de los profesores y entre sus compañeros de clase. Los niños que nacen en ese tipo de familia están condenados a sentir que no pueden mantener la cabeza alta ante los demás. Aunque estudien mucho y trabajen duro, y a pesar de que tengan una mentalidad fuerte y destaquen entre el resto, la identidad que heredan de esa familia ya ha determinado su estatus y valor a ojos de los demás, lo que puede provocar que una persona se sienta muy deprimida y angustiada. ¿De dónde procede esa angustia y depresión? De la escuela, de los profesores, de la sociedad y, sobre todo, de los puntos de vista incorrectos de la humanidad con respecto al trato con las personas. ¿No es así? (Sí). Algunos padres no tienen demasiada mala fama en la sociedad, pero han hecho cosas desagradables. Por ejemplo, en el caso de padres que han sido condenados y encarcelados por malversación de fondos y aceptación de sobornos, o porque infringieron la ley al cometer algo ilegal o dedicarse a la especulación y el lucro. El resultado es que tienen un impacto negativo y adverso en su familia, ya que obligan a sus familiares a sufrir esa desgracia junto a ellos. Por lo tanto, pertenecer a ese tipo de familia tiene en efecto un mayor impacto en la identidad de una persona. No solo su identidad y estatus social son bajos, sino que también se la desprecia, e incluso se la tacha con etiquetas como “malversador” y “miembro de una familia de ladrones”. Una vez que se tacha a alguien con este tipo de etiquetas, su identidad y su estatus social se verán aún más afectados, lo que agravará su situación en la sociedad y la hará sentirse aún más incapaz de levantar la cabeza. Por mucho que te esfuerces o por muy amable que seas, no podrás cambiar tu identidad ni tu estatus social. Desde luego, estas consecuencias son también el efecto que tiene la familia en la identidad de una persona. Luego hay estructuras familiares que son relativamente complicadas. Por ejemplo, hay quienes no tienen madre biológica, sino una madrastra, que no es muy amable ni considerada con ellos y que no les ofreció demasiados cuidados ni amor maternal cuando eran pequeños. Para esas personas, pertenecer a una familia así les confiere una identidad particular, la de ser indeseadas. En el contexto de esa identidad particular, en su corazón surgen más sombras y sienten que su estatus entre los demás es inferior al de cualquier otra persona. No tienen sentimientos de felicidad, ni sentido de la existencia, ni mucho menos un propósito por el que vivir, y se sienten especialmente inferiores y desafortunadas. Hay otras personas cuya estructura familiar es compleja porque su madre, debido a circunstancias especiales, pasó por una sucesión de matrimonios, de modo que tienen varios padrastros y no saben quién es su verdadero padre. Ni que decir tiene qué tipo de identidad obtendría una persona así por pertenecer a esa familia en concreto. Su estatus social sería bajo a los ojos de los demás, y de vez en cuando habría gente que utilizaría esas cuestiones o algunas opiniones relativas a la familia para humillarla, calumniarla y provocarla. Eso no solo rebajaría la identidad y el estatus de la persona en la sociedad, sino que también la haría sentirse avergonzada e incapaz de dar la cara ante los demás. En resumen, la identidad y el estatus social particulares que las personas heredan al formar parte de una familia determinada, como esas que he mencionado, o la identidad y el estatus social comunes y corrientes que heredan por pertenecer a una familia normal y corriente, es una especie de ligero dolor en lo más profundo de su corazón. Es tanto un grillete como una carga, pero la gente no soporta deshacerse de ello y no está dispuesta a dejarlo atrás. Porque para cada persona, el hogar familiar es el lugar donde nació y creció, y también es un espacio lleno de sustento. Para aquellos cuya familia les impone un estatus social y una identidad humildes y bajos, la familia es a la vez buena y mala, porque psicológicamente no pueden vivir sin ella, pero en lo que se refiere a sus necesidades reales y objetivas, la familia les ha acarreado desgracias de diverso grado, impidiéndoles obtener el respeto y la comprensión que merecen entre otras personas y en la sociedad. Así pues, para ese sector de la población, el hogar familiar es un lugar que aman y odian por igual. Nadie en la sociedad valora ni tiene en alta estima a ese tipo de familia, sino que más bien es discriminada y menospreciada por los demás. Precisamente por eso, los que nacen en ese tipo de familia también heredan la misma identidad, estatus y valor. La vergüenza que sienten por pertenecer a esa familia suele repercutir en sus emociones más profundas, en su visión de las cosas y también en su forma de afrontarlas. En gran medida, eso afecta inevitablemente a su búsqueda de la verdad, y también a la práctica de esta mientras la persiguen. Justamente porque esas cosas pueden afectar a la búsqueda y a la práctica de la verdad, con independencia de cuál sea la identidad que hayas heredado de tu familia, debes desprenderte de ella.

Hay quien puede decir: “Los padres de los que acabas de hablar son todos pequeños agricultores, pequeños comerciantes, vendedores ambulantes, limpiadores y los que desempeñan trabajos esporádicos. Esos estatus sociales son muy bajos, y resulta acertado que la gente deba desprenderse de ellos. Como dice el dicho: ‘El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo’. Se debe mirar hacia arriba y apuntar alto, y no hay que fijarse en esas cosas asociadas con el estatus bajo. Por ejemplo, ¿quién quiere ser un pequeño agricultor? ¿Y un pequeño comerciante? Todo el mundo quiere ganar mucho dinero, convertirse en funcionario superior, tener estatus en la sociedad y lograr un éxito meteórico. De pequeño, nadie aspira a ser un pequeño agricultor, a contentarse con trabajar la tierra y a ganar lo suficiente para comer y beber. Nadie considera eso triunfar, no hay gente que piense de ese modo. El hecho de que deban desprenderse de la identidad que heredan de su familia deriva precisamente de que semejantes familias causan vergüenza a la gente y son la causa de que sufran un trato injusto debido a su identidad”. ¿Es así? (No). No, no lo es. Si lo analizamos desde un ángulo diferente, algunos nacen en familias privilegiadas o que cuentan con un buen entorno de vida o estatus social alto, así que heredan una identidad y un estatus social distinguidos, y se les tiene en alta consideración en todas las esferas. Durante su infancia, sus padres y los ancianos de la familia los tratan con extremo cuidado, por no hablar del trato que reciben en la sociedad. Debido a sus antecedentes familiares especiales y nobles, sus profesores y compañeros los admiran y nadie se atreve a intimidarlos en la escuela. Los profesores les hablan con calma y cordialidad, y sus compañeros son especialmente respetuosos con ellos. Como proceden de una familia privilegiada con un pasado ilustre, lo que les otorga una identidad noble en la sociedad y hace que los demás los tengan en alta estima, ostentan un sentimiento de superioridad y les parece que poseen una identidad y un estatus social respetables. Como resultado, se muestran excesivamente seguros de sí mismos dentro de cualquier grupo, dicen lo que les apetece sin tener en cuenta los sentimientos de nadie y no se refrenan ante nada. A ojos de los demás, dan la impresión de ser sofisticados y elegantes, de no tener miedo de pensar a lo grande, alzar la voz y actuar, y no importa lo que digan o hagan, ya que cuentan con el apoyo de sus sólidos antecedentes familiares, siempre disponen de alguien distinguido cerca para ayudarles y todo aquello que emprenden les va sobre ruedas. Cuanto mejor les va, más superiores se sienten. Allá donde van, se empeñan en llevar la voz cantante, destacar y ser diferentes a los demás. Siempre que comen con alguien, se piden la mejor porción y se enfadan si no es la que les toca. Cuando viven con hermanos y hermanas, insisten en dormir en la mejor cama; ya sea la situada en el lugar más soleado, cerca de la calefacción o donde el aire sea fresco, les pertenece solo a ellos. ¿Acaso no es eso un sentimiento de superioridad? (Sí). Los padres de algunas personas ganan mucho dinero, o son funcionarios públicos, o profesionales talentosos con sueldos altos, por lo que su familia vive de manera especialmente desahogada y acomodada, y no tiene que preocuparse por cosas como la comida o la ropa. En consecuencia, estas personas se sienten muy superiores. Pueden llevar la ropa que quieran, comprar las prendas más modernas y desecharlas en cuanto pasan de moda. También pueden comer lo que quieran, les basta con pedirlo para que alguien se lo lleve. No tienen que preocuparse de nada en absoluto y se sienten muy superiores. La identidad que alguien hereda de este tipo de familia privilegiada implica que, a ojos de los demás, es toda una princesa, si es mujer, o un playboy, si se trata de un hombre. ¿Qué han heredado de ese tipo de familia? Una identidad y un estatus social nobles. Lo que han heredado de ese tipo de familia no es vergüenza, sino gloria. No importa en qué entorno o grupo de personas se encuentren, siempre sienten que están por encima de todos los demás. Dicen cosas como: “Mis padres son ricos empresarios. Mi familia tiene mucho dinero. Lo gasto como quiero y nunca tengo que hacer cuentas”, o “Mis padres son funcionarios superiores. Si necesito hacer cualquier papeleo, me basta con una palabra para conseguir lo que quiero, sin tener que pasar por los procedimientos habituales. Ya veis el esfuerzo que os supone conseguir algo. Tenéis que seguir los procedimientos adecuados, esperar vuestro turno y rogar a la gente que os ayude. Miradme a mí: solo tengo que decirle a uno de los ayudantes de mis padres lo que hay que hacer y me lo hace. Eso sí que es identidad y estatus social”. ¿Se sienten superiores? (Sí). Algunos dicen: “Mis padres son figuras públicas, puedes buscar sus nombres en internet y comprobar si aparecen”. Cuando alguien consulta la lista de celebridades y realmente aparecen allí los nombres de sus padres, surge en ellos un sentimiento de superioridad. Vayan donde vayan, si alguien les pregunta: “¿Cómo te llamas?”, responden: “No importa cómo me llame yo, mis padres se llaman tal o cual”. Lo primero que le dicen a cualquiera son los nombres de sus padres, para que los demás conozcan su identidad y su estatus social. Hay quien piensa: “Tu familia tiene estatus, tanto tu padre como tu madre son funcionarios, o famosos o ricos empresarios, lo que te convierte en el hijo privilegiado de unos funcionarios superiores o de unos millonarios. ¿Qué soy yo?”. Después de pensárselo, responde: “Mis padres no tienen nada de especial, son trabajadores normales con sueldos normales, así que no tengo nada de lo que presumir, pero uno de mis antepasados fue primer ministro durante cierta dinastía”. Otros dicen: “Tu antepasado fue primer ministro. Vaya, así que tienes un estatus especial. Eres descendiente de un primer ministro. Cualquiera que descienda de un primer ministro no es una persona corriente, eso significa que también eres descendiente de una celebridad”. Fíjate: una vez que alguien se asocia con una celebridad, su identidad se vuelve diferente, su estatus social se eleva de inmediato y se convierte en una persona respetada. Hay otros que dicen: “Mis ancestros pertenecieron a una generación de prósperos empresarios. Eran extremadamente ricos. Luego, debido a cambios sociales y variaciones en el sistema social, se les confiscaron sus bienes. Actualmente, muchas de las casas en las que vive la gente, en un radio de decenas de kilómetros a la redonda, eran propiedad de mis ancestros. En el pasado, la casa de mi familia tenía cuatrocientas o quinientas habitaciones o, al menos, doscientas o trescientas, y más de cien sirvientes en total. Mi abuelo era el propietario del negocio. Nunca trabajó, solo daba órdenes a los demás para que lo hicieran por él. La abuela llevaba una vida acomodada, y ambos tenían a criados que los vestían y les lavaban la ropa. Luego, al cambiar el entorno social, la familia cayó en la ruina, así que dejamos de formar parte de la nobleza para convertirnos en plebeyos. En el pasado, mi familia solía ser importante y prestigiosa. Si pisaban con fuerza en un extremo de la aldea, el temblor se podía sentir en el otro extremo de esta. Todo el mundo sabía quiénes eran. Esa es la clase de familia de la que provengo. ¿Qué te parece? Es bastante excepcional, ¿verdad? Deberías admirarme, ¿no?”. Sin embargo, otros dicen: “La riqueza de tus ancestros no tiene nada de impresionante. Un antepasado mío fue emperador, y además uno de los fundadores. Se dice que mi apellido proviene de él. Mi familia es su descendencia directa, no somos parientes lejanos. ¿Qué te parece eso? Ahora que conoces la historia de mi ancestro, ¿no deberías mirarme con renovada admiración y mostrarme un poco de respeto? ¿No deberías admirarme?”. Otros dicen: “Aunque ninguno de mis antepasados fue emperador, uno de ellos fue un general que mató a innumerables enemigos, realizó incontables hazañas militares y llegó a ser un importante ministro de la corte imperial. Toda mi familia es descendiente directa suya. Incluso a día de hoy, mi familia sigue estudiando los movimientos de artes marciales transmitidos por mis antepasados, que se mantienen en secreto para los de fuera. ¿Qué te parece? ¿Acaso mi identidad no es especial? ¿Acaso mi estatus no es distinguido?”. Esas identidades especiales que la gente hereda de sus supuestas lejanas familias ancestrales, así como de sus familias modernas, son consideradas honorables y gloriosas y, de vez en cuando, las mencionan y alardean de ellas como símbolo de su identidad y estatus social. Por un lado, lo hacen para demostrar que su identidad y su estatus son excepcionales. Por otro lado, al contar esas historias, se están esforzando también por labrarse una posición y un estatus social más elevados, a fin de aumentar su valor entre los demás y dar la impresión de ser excepcionales y especiales. ¿Cuál es el propósito de convertirse en excepcionales y especiales? Ganarse un mayor grado de respeto, admiración y estima de los demás para vivir una vida más cómoda, fácil y digna. En concreto, en algunos entornos especiales, por ejemplo, hay personas que se ven siempre incapaces de hacer valer su presencia en un grupo o de ganarse el respeto y la estima de los demás. Así pues, buscan oportunidades y de vez en cuando se sirven de la particularidad de su identidad o sus antecedentes familiares para reivindicar su presencia y hacer saber a cualquiera que son excepcionales, así como para conseguir que los demás las valoren y respeten, con el objetivo de adquirir prestigio entre la gente. Dicen: “Aunque mi propia identidad, estatus y calibre son corrientes, uno de mis antepasados fue consejero de la familia de un príncipe de la dinastía Ming. ¿Has oído hablar de fulano? Era mi antepasado, el abuelo de mi bisabuelo. Fue un importante consejero de la familia del príncipe. Se le conocía como ‘El Cerebro’. Era un experto en todo, desde astronomía hasta geografía, pasando por historia antigua y moderna, y asuntos chinos y extranjeros. También era capaz de hacer predicciones. En nuestra familia aún conservamos la brújula geomántica de fengshui que utilizaba”. Aunque no hablen de ello a menudo, de vez en cuando entretienen a los demás con relatos sobre la fascinante historia de sus antepasados. Nadie sabe si lo que cuentan es cierto o no, y puede que una parte sean meras fantasías, pero otra puede ser verdad. En cualquier caso, en sus mentes, la identidad que heredan de la familia es muy importante. Determina su posición y estatus entre los demás, el trato que reciben de estos, y también su situación y rango entre ellos. Precisamente porque se perciben en sus relaciones con los demás, la gente considera muy importantes estas cosas derivadas de su identidad heredada. Por consiguiente, presumen de vez en cuando de esos capítulos “gloriosos” y “extraordinarios” de su historia familiar, mientras que evitan una y otra vez mencionar aquellos aspectos de sus antecedentes familiares o aquellas cosas que hayan sucedido en su familia que resulten vergonzosos, o que podrían ser objeto de desprecio o discriminación. En resumen, la identidad que las personas heredan de su familia es muy importante en sus corazones. Al experimentar algunos acontecimientos concretos, suelen utilizar su particular identidad familiar como capital y como motivo para alardear, a fin de obtener el reconocimiento de la gente y ganarse un estatus entre los demás. No importa si tu familia te acarrea gloria o vergüenza, o si la identidad y el estatus social que heredas de tu familia son nobles o humildes, en lo que a ti respecta, la familia no es más que eso. No determina si puedes comprender y perseguir la verdad, o si puedes emprender la senda de la búsqueda de la verdad. Por lo tanto, la gente no debería considerarlo un asunto muy importante, porque no determina el destino ni el futuro de una persona, y menos aún la senda que esta toma. La identidad que uno hereda de su familia solo puede determinar sus propios sentimientos y percepciones entre los demás. Con independencia de que la identidad que heredes de tu familia sea algo que desprecies o de lo que merezca la pena presumir, no puede determinar si serás capaz de emprender la senda de la búsqueda de la verdad. Así pues, cuando se trata de perseguir la verdad, no importa qué tipo de identidad o estatus social hayas heredado de tu familia. Aunque la identidad que heredes te haga sentir superior y respetado, no merece la pena mencionarla. O, en caso de producirte sentimientos de vergüenza, inferioridad y baja autoestima, no afectará a tu búsqueda de la verdad. ¿Me equivoco? (No). No afectará a tu búsqueda de la verdad en lo más mínimo, ni a tu identidad como ser creado ante Dios. Al contrario, no importa qué identidad y estatus social heredes de tu familia; desde el punto de vista de Dios, todos tienen la misma oportunidad de salvarse, y cumplen con su deber y persiguen la verdad con el mismo estatus e identidad. La identidad que heredes de tu familia, ya sea honorable o vergonzosa, no determina tu humanidad ni la senda que sigas. Sin embargo, si le das mucha importancia y la consideras una parte esencial de tu vida y de tu ser, te aferrarás a ella con fuerza, no te desprenderás nunca de ella y te resultará motivo de orgullo. Si la identidad que heredas de tu familia es noble, la considerarás una especie de capital, mientras que, si es baja, la percibirás como algo vergonzoso. No importa que la identidad que hayas heredado de tu familia sea noble, gloriosa o vergonzosa, solo se trata de tu entendimiento personal, y es el mero resultado de enfocar la cuestión desde la perspectiva de tu humanidad corrupta. No es más que tu propia sensación, percepción y entendimiento, que no concuerdan con la verdad y no tienen nada que ver con ella. No es un capital para tu búsqueda de la verdad y, por supuesto, tampoco es un obstáculo para ella. Que tu estatus social sea noble y elevado, no significa que sea un capital para tu salvación. Que tu estatus social sea bajo y humilde, no significa que sea un obstáculo para tu búsqueda de la verdad, y mucho menos para tu búsqueda de la salvación. Aunque el entorno y los antecedentes de una familia, así como la calidad y las condiciones de vida de esta, derivan de la ordenación de Dios, no tienen nada que ver con la verdadera identidad de una persona ante Dios. Cualquiera, venga de la familia que venga o tenga un origen familiar ilustre o inferior, es un ser creado a ojos de Dios. Aunque tu familia sea de origen ilustre y poseas una identidad y un estatus nobles, sigues siendo un ser creado. Del mismo modo, si el estatus de tu familia es humilde y los demás te menosprecian, no dejas de ser un ser creado ordinario a ojos de Dios; no hay nada que te haga especial. Los distintos orígenes familiares otorgan a las personas diferentes entornos de crecimiento, y los diferentes entornos de vida familiar les proporcionan distintos puntos de vista a la hora de enfocar las cosas materiales, el mundo y la vida. El hecho de que alguien tenga una buena posición económica o sufra necesidades en la vida, o que sean o no ventajosas sus circunstancias familiares, solo significa que la experiencia es distinta para cada persona. En términos relativos, aquellos que son pobres y cuyas familias tienen un estándar de vida modesto cuentan con una experiencia más profunda de la vida, mientras que, quienes son ricos y cuyas familias ostentan una posición especialmente privilegiada, tienen más dificultades para adquirir ese grado de experiencia, ¿cierto? (Sí). No importa en qué tipo de entorno familiar hayas crecido, ni qué identidad y estatus social hayas obtenido de ese entorno familiar, cuando te presentas ante Dios, cuando Él te reconoce y acepta como un ser creado, a Sus ojos eres igual que los demás, igual que el resto, no tienes nada de especial, y aplicará los mismos métodos y estándares en las exigencias que tenga para ti. Si dices: “Tengo un estatus social particular”, ante Dios no deberás tener en cuenta esa “particularidad”. Si dices: “Mi estatus social es bajo”, tampoco deberás tener en cuenta esa “bajeza”. Ante Dios, cada uno de vosotros debe alejarse de la identidad que ha heredado de su familia, desprenderse de ella, aceptar la identidad que Dios le ha concedido como ser creado y adoptarla en el correcto cumplimiento del deber de un ser creado. Si procedes de una buena familia y eres de estatus noble, no tienes nada de lo que presumir ni eres más noble que los demás. ¿Por qué? A ojos de Dios, mientras seas un ser humano creado, rebosas de actitudes corruptas, y eres uno de aquellos a los que Él quiere salvar. Del mismo modo, si la identidad que has heredado de tu familia es baja y humilde, debes aceptar la identidad de ser creado que Dios te ha concedido y presentarte ante Él como tal para aceptar Su salvación. Es posible que digas: “El estatus social de mi familia es bajo y mi identidad también lo es. La gente me desprecia”. Dios dice que eso no importa. Hoy, ante Él, ya no apareces como una persona cuya identidad le fue otorgada por su familia. Tu identidad actual es la de un ser creado, y lo que debes aceptar son los requerimientos que Dios tiene respecto a ti. Él no muestra parcialidad hacia nadie. No se fija en tus antecedentes familiares ni en tu identidad, porque a Sus ojos eres igual que el resto. Has sido corrompido por Satanás, eres miembro de la raza humana corrupta y un ser creado ante Dios, así que eres uno de los que Él quiere salvar. No importa que desciendas de funcionarios superiores o de padres millonarios, que seas un joven privilegiado o una princesa, o que seas hijo de pequeños agricultores o de alguien corriente. Nada de eso tiene importancia, y Dios no lo tiene en cuenta. Porque lo que Él quiere salvar es a ti como persona. Quiere transformar tu carácter corrupto, no tu identidad. Ni tu carácter corrupto ni tu valía vienen determinados por tu identidad, y tu carácter corrupto no procede de tu familia. Dios no desea salvarte porque tu estatus sea humilde, y tampoco especialmente porque tu estatus sea distinguido. Más bien, Dios te ha escogido a raíz de Su plan y Su gestión, porque Satanás te ha corrompido y eres miembro de la raza humana corrupta. Ante Dios, no importa la identidad que heredes de tu familia, eres igual que los demás. Todos sois miembros de la raza humana, que ha sido corrompida por Satanás, y tenéis actitudes corruptas. No hay nada de especial en vosotros. ¿Me equivoco? (No). Por lo tanto, la próxima vez que alguien de tu entorno diga: “Yo era magistrado del condado”, o “Yo era gobernador provincial”, o alguien afirme: “Nuestros antepasados eran emperadores”, o asegure: “Yo era miembro del Congreso”, o “Me presenté a las elecciones presidenciales”, o diga: “Yo era presidente de una gran empresa”, o “Yo era el jefe de una compañía estatal”; ¿qué tiene eso de asombroso? ¿Tiene importancia que hayas sido un alto ejecutivo o un oficial al mando? Este mundo y esta sociedad conceden mucha importancia a la identidad y al estatus social de las personas, y determinan cómo tratarte en función de ambas cosas. Sin embargo, ahora te encuentras en la casa de Dios, y Él no te va a mirar de manera diferente por lo brillante que hayas sido en el pasado o por lo excepcional y gloriosa que fuera tu identidad. Sobre todo ahora que te exige que persigas la verdad, ¿existe algún motivo para alardear de tus cualificaciones, estatus social y valor? (No). ¿Sería una necedad hacerlo? (Sí). Los necios tienden a recurrir a esas cosas para medirse con los demás. Hay también algunos nuevos creyentes de poca estatura que no entienden la verdad y usan a menudo esas cosas propias de la sociedad y la familia para compararse con los demás. Por lo general, aquellos que tienen algo de fundamento y estatura en su creencia en Dios no harían nada semejante ni hablarían de tales cosas. Utilizar la identidad familiar o la posición social como capital no concuerda con la verdad.

Ahora que he compartido tanto sobre el tema, ¿entendéis lo que he dicho sobre la identidad que heredas de tu familia? (Sí). Habladme un poco de ello. (Dios, voy a decir algo. La gente a menudo le da una importancia especial a la familia en la que nació, y a la identidad y el estatus de esta en la sociedad. Quienes han nacido en una familia con un estatus social bajo tienden a pensar que en cierto modo son inferiores a los demás. Les parece que tienen unos orígenes muy humildes y son incapaces de ir por la sociedad con la cabeza alta, así que quieren esforzarse por mejorar su estatus social. Aquellos que nacen en una familia con una posición y un estatus relativamente altos tienden a ser bastante arrogantes y vanidosos, les encanta alardear y ostentan un sentido innato de superioridad. Pero en realidad, el estatus social no es lo más importante, pues ante Dios todo el mundo tiene la misma identidad y estatus; todos son seres creados. La identidad y el estatus de una persona no sirven para determinar si esta es capaz de perseguir la verdad, de practicarla o de salvarse, así que nadie debe coartarse a sí mismo por su identidad y su estatus). Muy bien. A aquellos que no persiguen la verdad les importa mucho la identidad y el estatus social de una persona, así que en circunstancias especiales dirán cosas como: “¿Conoces a fulano o mengano de nuestra iglesia? Proviene de una familia acomodada”. Sus ojos se iluminan al decir la palabra “acomodada”, dejando a las claras su mentalidad extremadamente envidiosa y celosa. Los sentimientos de envidia llevan tanto tiempo creciéndoles por dentro que llega un punto en que babean por tales personas y dicen: “Oh, ¿conoces a aquellos de allí? Su padre es funcionario superior, el suyo es magistrado del condado, el de ella es alcalde, y el de aquella es secretario de un departamento del Gobierno”. Cuando ven a alguien que lleva ropa bonita o viste bien, que tiene un poco de clase o conocimiento, o que utiliza cosas especialmente sofisticadas, les entra envidia y piensan: “Su familia es rica, deben de estar forrados de dinero”, y les consume la admiración y la envidia. Siempre que hablan de que este o aquel es el jefe de alguna empresa, les preocupa más la identidad de esa persona que lo que esta hace. No paran de hablar del trabajo que desempeña, aunque esa persona nunca lo mencione, e incluso votan por ella cuando llega el momento de elegir al líder de la iglesia. Tienen sentimientos particulares hacia las personas que ostentan un estatus social más alto que el suyo, y les reservan una atención especial. Siempre intentan complacerlas, acercarse a ellas y adularlas, mientras se detestan a sí mismos y piensan: “¿Por qué mi padre no es funcionario? ¿Por qué nací en esta familia? ¿Por qué no tengo nada bueno que decir de ella? Ellos han nacido en el seno de familias de funcionarios o de ricos empresarios, y en cambio mi familia no tiene nada. Todos mis hermanos son gente corriente, pequeños agricultores que trabajan la tierra y se hallan en el extremo inferior de la sociedad. Y de mis padres mejor no hablar, ni siquiera tienen estudios. Qué vergüenza”. En cuanto alguien menciona a sus padres, se muestran evasivos y dicen: “No saquemos este tema, hablemos de otra cosa. Fíjate en este o aquel de nuestra iglesia. Mira el puesto directivo que ocupa, sabe cómo ser un líder. Lleva décadas haciéndolo, es insustituible. Ese tipo nació para liderar. Ojalá se pudiera decir lo mismo de nosotros. Ahora que cree en Dios es como una bendición sobre otra. No cabe duda de que está bendecido, pues posee todo lo que cualquiera pudiese desear en la sociedad, y ahora que ha entrado en la casa de Dios, puede además entrar en el reino y tener un hermoso destino”. Creen que, cuando un funcionario entra en la casa de Dios, debería ser líder de la iglesia y tener un destino espléndido. ¿Eso quién lo decide? ¿Tienen ellos la última palabra? (No). Se trata claramente de algo que afirman los incrédulos. Si ven a alguien con un poco de capacidad y talento innato, que viste bien, disfruta de las cosas buenas de la vida, conduce un buen coche y vive en una casa grande, insisten en relacionarse con esa persona, la adulan y se congracian con ella. Luego están los que creen que tienen un estatus y una posición social elevados. Cuando entran en la casa de Dios, siempre exigen privilegios especiales, vociferan órdenes a sus hermanos y hermanas y los tratan como esclavos, porque se han acostumbrado a llevar la vida de un funcionario. ¿Acaso creen que sus hermanos y hermanas son sus subordinados? Llegado el momento de escoger a un líder de la iglesia, se enfadan si no son ellos los elegidos, y dicen: “Voy a dejar de creer. La casa de Dios no es justa, no le concede a la gente una oportunidad. En la casa de Dios se menosprecia a la gente”. Están acostumbrados a ser funcionarios en el mundo y se creen superiores, así que, cuando llegan a la casa de Dios, tratan siempre de llevar la batuta, de tomar la iniciativa en todo, exigen privilegios especiales y tratan a la casa de Dios igual que tratan al mundo y a la sociedad. Alguien que sea la esposa de un funcionario en el mundo pretende que la traten como tal al llegar a la casa de Dios, que la adulen y la sigan a todas partes. Si los hermanos o hermanas no la saludan en las reuniones, se enfada y deja de asistir a ellas, porque tiene la sensación de que no la toman en serio y que creer en Dios carece de sentido. ¿Acaso no es eso irracional? (Sí). Da igual lo especial que sea tu identidad en la sociedad, pues la pierdes al entrar en la casa de Dios. Ante Dios y ante la verdad, las personas solo tienen una identidad: la de un ser creado. No importa si en el mundo eres funcionario del gobierno o la esposa de un hombre con dicho cargo, si perteneces a la élite de la sociedad o eres un vulgar chupatintas, o si eres general o soldado, en la casa de Dios solo cuentas con una identidad: la de un ser creado. No tienes nada de especial, así que no busques privilegios especiales ni que la gente te venere. Luego hay otros que provienen de alguna familia cristiana especial o de una que lleva generaciones creyendo en el Señor. Tal vez su madre se formó en un seminario y su padre es pastor. La comunidad religiosa los recibe particularmente bien y los creyentes se congregan a su alrededor. Después de aceptar esta etapa de la obra de Dios, les sigue pareciendo que su identidad es la misma de antes, pero viven en un mundo imaginario. Es hora de que dejen de soñar y despierten de una vez. Da igual que seas pastor o líder, cuando entras en la casa de Dios, debes entender las reglas de esta y aprender a cambiar tu identidad. Eso es lo primero que tienes que hacer. No eres un funcionario superior, un vulgar chupatintas, un rico empresario ni tampoco un pobre sin un céntimo. Cuando entras en la casa de Dios, solo tienes una identidad, la que Dios te ha dado, la de un ser creado. ¿Qué deben hacer los seres creados? No debes alardear de tus antecedentes familiares, de la posición social que has heredado de tu familia, ni usar dicha posición superior para actuar sin control en la casa de Dios y pretender privilegios especiales, y desde luego no debes aprovechar la experiencia acumulada en la sociedad ni la sensación de superioridad que te otorga tu estatus social para obrar como un gobernante soberano en la casa de Dios y llevar la voz cantante. En lugar de eso, en la casa de Dios debes cumplir bien con tu deber como ser creado, comportarte de forma correcta, no mencionar tus orígenes familiares, no albergar ningún sentimiento de superioridad y no tener ningún complejo de inferioridad; no hay necesidad ni de sentirte inferior ni de creerte superior. En resumen, tienes que llevar a cabo adecuadamente y con obediencia aquello que le corresponde a un ser creado, y cumplir bien con el deber de este. Hay quien dice: “Entonces, ¿eso significa que tengo que controlarme y pasar desapercibido?”. No, no hace falta que te controles ni que pases desapercibido, como tampoco que seas servil ni desde luego que te las des de importante y poderoso. No es necesario que intentes destacar, que finjas ni que hagas concesiones para contentar a todo el mundo. Dios trata a las personas de manera justa y equitativa, porque Él es la verdad. Dios ha expresado muchas palabras a la gente y ha realizado muchas exigencias, y lo que Él requiere de ti en definitiva es que cumplas adecuadamente con tu deber como ser creado, y que hagas bien todo aquello que debe hacer uno. Cuando abordes este asunto de la identidad que la gente hereda de su familia, también debes contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar de acuerdo con las palabras de Dios y con la verdad por criterio, en lugar de hacer alarde de ese sentido de superioridad que tu familia te confirió. Y por supuesto, si procedes de una familia desfavorecida, no hace falta que seas directo y le cuentes a todo el mundo lo terrible que es. Puede que otros digan: “¿Requiere la casa de Dios que ‘no le preguntes a un héroe por sus orígenes’?”. ¿Es ese dicho la verdad? (No). No es la verdad, así que no hace falta que midas nada en base a ese dicho, ni que lo uses como criterio para acatar los requerimientos que te hace Dios. En cuanto a la identidad que heredas de tu familia, lo que Dios requiere de ti es que cumplas con tu deber. Ante Dios, tu única identidad es la de un ser creado, así que debes desprenderte de las cosas que pueden repercutir en el hecho de que seas un buen ser creado o impedírtelo. No debes tener cabida para tales cosas en tu corazón, ni darles demasiada importancia. Ya sea en términos de apariencia o de actitud, deberías desprenderte de la identidad distintiva que has heredado de tu familia. ¿Qué te parece? ¿Es factible? (Sí). Tal vez hayas heredado una identidad honorable de tu familia, o quizá tus antecedentes familiares ensombrezcan tu identidad. Sea como sea, espero que te liberes de ello, que te tomes este asunto en serio y que, más tarde, cuando te enfrentes con algunas situaciones especiales y tales cosas afecten al cumplimiento de tu deber, influyan en tu trato con la gente y repercutan en tus principios correctos para afrontar las cosas y en aquellos para entenderte con los demás, puedas dejar de estar sometido a la influencia de la identidad que heredaste de tu familia y trates a todo el mundo y gestiones todas las cosas de la manera correcta. Por ejemplo, digamos que alguien en la iglesia siempre se muestra superficial en su deber y todo el tiempo está molestando. ¿Cómo deberías tratar a esa persona? Te quedas dándole vueltas y piensas: “Debo podarla, si no la podo, repercutirá en el trabajo de la iglesia”. Así que te dispones a podarla. Pero ella se niega a ceder y se inventa multitud de excusas. No le tienes miedo, así que sigues hablando con ella y podándola. Ella pregunta: “¿Sabes quién soy?” y tú respondes: “¿Qué me importa a mí quién seas?”. Ella dice: “Mi marido es el jefe del tuyo. Si hoy me complicas las cosas, tu marido tendrá problemas”. Le contestas: “Esta es la obra de la casa de Dios. Si no la haces bien y sigues trastornándola, te destituiré de tu deber”. Entonces ella te dice: “Bueno, ya te he dicho lo que hay. Lo que hagas es decisión tuya”. ¿Qué quiere decir con que “es decisión tuya”? Te informa de que, si te atreves a expulsarla, ella hará que despidan a tu marido. Llegados a este punto, piensas: “Esta mujer cuenta con un gran respaldo, no me extraña que hable siempre con tanta arrogancia”. Así que cambias el tono y le dices: “De acuerdo, esta vez lo dejaré pasar, pero la siguiente no haré lo mismo. No era mi intención decirte nada, solo es por el bien de la obra de la iglesia. Todos somos hermanos y hermanas que creemos en Dios, todos formamos parte de la misma familia. Piensa en ello: soy la líder de la iglesia, ¿cómo no voy a asumir la responsabilidad en este asunto? Si no la asumiera, no me habríais elegido, ¿verdad?”. Empiezas a intentar limar asperezas. ¿Hay algún principio que lo justifique? Se ha caído el muro defensivo que albergas en el fondo de tu corazón, no te atreves a atenerte a los principios y cedes. ¿No es así? (Sí). Al final dejas que se salga con la suya. Te avergüenza que tu identidad no sea tan noble como la suya, y que su estatus social sea superior, así que te sientes obligada a dejar que sea ella la que te controle y a obedecerla. Aunque ambas creéis en Dios, permites que ella te chantajee. Si no puedes deshacerte de la influencia que el estatus social ejerce sobre ti, no podrás defender los principios ni practicar la verdad, y no serás fiel ante Dios. Si no eres fiel a Dios, ¿acaso Él te aceptará? ¿Confiará en ti? ¿Te seguirá encomendando un trabajo importante? No serás para Él una persona digna de confianza, porque en el momento crucial, vendiste los intereses de la casa de Dios para proteger los tuyos propios. En el momento crucial, te asustaste de las fuerzas malvadas que provienen de la sociedad y de Satanás, lo que provocó que vendieras los intereses de la casa de Dios y fracasaras a la hora de mantenerte firme en tu testimonio. Eso es una transgresión grave y una señal de haber deshonrado a Dios. ¿Por qué? Porque al hacerlo, traicionaste tu identidad como ser creado, y vulneraste el principio que dicta que un ser creado debe hacer aquello que le corresponde. Al gestionar este asunto, te dejaste influenciar por tu estatus social y tu identidad en la sociedad. Cuando te enfrentes a problemas, si no puedes desprenderte de las influencias negativas producto de la identidad que has heredado de tu familia, es posible que reacciones a ellos haciendo cosas inesperadas. Por una parte, esas cosas te harán vulnerar la verdad, y por otra, te dejarán totalmente perdido, sin saber qué decisión tomar. Eso te llevará fácilmente a la transgresión y al arrepentimiento, de modo que, ante Dios, estarás manchado y se te considerará una persona indigna de confianza que ha vulnerado el principio que Dios impone a la humanidad, que consiste en cumplir adecuadamente con tu deber como ser creado y hacer lo que te corresponde como tal. Piénsalo, en cierto modo este asunto es trivial, pero también muy significativo en cuanto a su gravedad, ¿no es cierto? (Sí).

Acabo de compartir sobre la cuestión de desprenderse de la identidad que heredas de tu familia. ¿Es fácil hacerlo? (Sí, es fácil hacerlo). ¿Es fácil de hacer? ¿En qué circunstancias te afectará y perturbará esta cuestión? Si no tienes un entendimiento correcto y puro al respecto, cuando te encuentres en un tipo determinado de entorno, dicha cuestión te influirá, afectará a tu capacidad para cumplir bien con tu deber y repercutirá en tus métodos a la hora de gestionar las cosas y en los desenlaces. Por lo tanto, el tema de la identidad que heredas de la familia es algo que debes tratar correctamente, y que no debe influirte ni controlarte; en lugar de eso, has de considerar a las personas y las cosas, comportarte y actuar con normalidad de acuerdo con los métodos que Dios confiere a la gente. De ese modo, tendrás la actitud y los principios que un ser creado aceptable debe tener a este respecto. A continuación, hablaremos acerca de desprenderse de los efectos condicionantes que la familia ejerce sobre ti. En esta sociedad, los principios de las personas para enfrentarse al mundo, sus métodos para vivir y existir, e incluso sus actitudes y nociones con respecto a la religión y la creencia, así como sus diversas nociones y puntos de vista sobre las personas y las cosas, están condicionados inevitablemente por la familia. Cuando la gente todavía no ha alcanzado a comprender la verdad —independientemente de su edad, su género, la ocupación que desempeñen o la clase de postura que adopten respecto a todo, ya sea esta extrema o racional—, su familia influye enormemente en sus pensamientos, puntos de vista y la postura que adoptan hacia todo tipo de cosas. Es decir, los distintos efectos condicionantes que la familia ejerce sobre una persona determinan, en gran medida, la actitud de esta ante las cosas y su método para afrontarlas, así como su perspectiva sobre la existencia, e incluso repercuten en su fe. Dado que la familia condiciona a las personas e influye en ellas de manera tan significativa, es inevitable que se encuentre en la raíz de los métodos y principios de estas a la hora de afrontar las cosas, así como en su perspectiva sobre la existencia y en sus puntos de vista sobre la fe. Debido a que el hogar familiar no es propiamente el lugar donde surge la verdad ni tampoco el origen de esta, a efectos prácticos solo hay una fuerza motivadora o un objetivo que impulsa a tu familia a condicionarte sobre cualquier idea, punto de vista o método de existencia, y es el de actuar en tu mejor beneficio. Todo aquello que resulta en tu mejor beneficio, sin importar de quién provenga, ya sea de tus padres, abuelos o de tus antepasados, resumiendo, tiene como fin permitirte defender tus propios intereses en la sociedad y entre los demás, evitar que te intimiden y permitirte vivir entre la gente de manera más libre y diplomática, y su meta es proteger tus propios intereses en la mayor medida posible. El objetivo del condicionamiento que recibes de tu familia es protegerte, evitar que te intimiden o sufras humillaciones, y convertirte en alguien superior, aunque eso signifique intimidar o hacer daño a terceros, siempre y cuando no seas tú el que salga perjudicado. Estas son algunas de las cosas más destacables con las que tu familia te condiciona, y también son la esencia y el objetivo principal que subyacen a todas las ideas sobre las que te condicionan. ¿Me equivoco? (No). Si analizas el objetivo y la esencia de todas las cosas sobre las que tu familia te ha condicionado, ¿hay algo que esté de acuerdo con la verdad? Incluso si esas cosas son conformes con la ética o los derechos e intereses legítimos de la humanidad, ¿guardan alguna relación con la verdad? ¿Son la verdad? (No). Se puede afirmar con toda certeza que, sin lugar a dudas, no son la verdad. Por muy positivas, legítimas, humanas y éticas que sean las cosas con las que tu familia te condiciona, no son la verdad, no pueden ser representativas de ella y, por supuesto, no pueden sustituirla. Por lo tanto, en lo que respecta al tema de la familia, esas cosas constituyen otro aspecto del que la gente debería desprenderse. ¿Cuál es ese aspecto en concreto? Se trata de los efectos condicionantes que la familia ejerce sobre ti; ese es el segundo aspecto del que debes desprenderte en relación con el tema de la familia. Ya que estamos analizando los efectos condicionantes que la familia ejerce sobre ti, hablemos primero de cuáles son exactamente esos efectos condicionantes. Si los diferenciamos según el concepto que la gente tiene del bien y del mal, algunos son relativamente correctos, positivos y aceptables, y se pueden poner sobre la mesa, mientras que otros son relativamente egoístas, despreciables, viles, negativos y nada más. En cualquier caso, esos efectos condicionantes de la familia son como una capa protectora que salvaguarda colectivamente los intereses carnales de una persona, preserva su dignidad ante los demás y evita que la intimiden. ¿Es así? (Sí). Vamos a hablar pues de qué efectos condicionantes ejerce tu familia sobre ti. Por ejemplo, cuando los ancianos de la familia te dicen que “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”, lo hacen para que otorgues importancia al hecho de tener una buena reputación, vivir con orgullo y no hacer nada que te haga caer en desgracia. Entonces, ¿guía este dicho a la gente de un modo positivo o negativo? ¿Puede conducirte a la verdad? ¿Puede llevarte a entenderla? (No). Te es posible aseverar con total certeza que no es así. Piénsalo, Dios dice que la gente debe comportarse con honestidad. Cuando has cometido una transgresión, has hecho algo malo o has llevado a cabo alguna acción que se rebela contra Dios y va en contra de la verdad, debes admitir tu error, lograr entenderte y analizarte a ti mismo para llegar al verdadero arrepentimiento, y de ahí en adelante actuar de acuerdo con las palabras de Dios. Así que, si las personas deben comportarse con honestidad, ¿se contradice eso con el dicho “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”? (Sí). ¿De qué manera se contradice? El objetivo de ese dicho es que las personas concedan importancia al hecho de llevar una vida alegre y colorida y de hacer cosas que las dejen en buen lugar —en vez de otras que sean malas o deshonrosas o de poner al descubierto su lado más desagradable— e impedir que vivan sin orgullo o dignidad. Por el bien de su propia reputación, orgullo y honor, uno no puede tirarse piedras en su propio tejado, y menos aún hablarle a los demás sobre su lado oscuro o sus aspectos más vergonzosos, ya que una persona debe vivir con orgullo y dignidad. Para tener dignidad se necesita una buena reputación, y para tener una buena reputación hay que aparentar y engalanarse. ¿Acaso no se contradice eso con comportarse como una persona honesta? (Sí). Cuando te comportas como una persona honesta, lo que haces se opone por completo al dicho “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”. Si quieres comportarte como una persona honesta, no le des importancia al orgullo; el orgullo de una persona no vale un céntimo. Ante la verdad, uno debe desenmascararse, no aparentar ni crear una imagen falsa. Uno debe revelar a Dios sus verdaderos pensamientos, los errores que ha cometido, los aspectos que vulneran los principios-verdad, etc., y también dejar al descubierto esas cosas ante sus hermanos y hermanas. No se trata de vivir por el bien de la propia reputación, sino más bien en aras de comportarse como una persona honesta, perseguir la verdad, ser un verdadero ser creado, satisfacer a Dios y ser salvado. No obstante, cuando no entiendes esta verdad ni las intenciones de Dios, las cosas con las que tu familia te condiciona tienden a prevalecer. Así que cuando haces algo malo, lo encubres y pones un pretexto, pensando, “No puedo decir nada acerca de esto, y tampoco permitiré que nadie que lo sepa diga nada. Si alguno de vosotros dice algo, no dejaré que se vaya de rositas. Mi reputación es lo primero. Vivir no sirve para nada si no es por el bien de la propia reputación, ya que esta es más importante que cualquier otra cosa. Si una persona pierde su reputación, se queda sin dignidad. Así que no puedes decir las cosas como son, has de fingir y encubrirlas, de lo contrario te quedarás sin reputación ni dignidad, y tu vida carecerá de cualquier valor. Si nadie te respeta, no vales nada; eres basura sin valor”. ¿Resulta posible comportarse como una persona honesta si se practica de esta manera? ¿Es posible ser completamente franco y analizarse a uno mismo? (No). Obviamente, al hacerlo estás defendiendo el dicho “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar” con el que tu familia te ha condicionado. Sin embargo, si te desprendes de ese dicho para perseguir y practicar la verdad, dejará de afectarte y ya no volverá a ser el lema o principio conforme al cual hagas las cosas, y en lugar de eso harás justo lo contrario al dicho “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”. No vivirás por el bien de tu reputación ni de tu dignidad, sino en aras de perseguir la verdad, comportarte como una persona honesta, buscar satisfacer a Dios y vivir como un auténtico ser creado. Si te atienes a este principio, te habrás desprendido de los efectos condicionantes que tu familia ejerce sobre ti.

La familia no solo condiciona a la gente con uno o dos dichos, sino con una sarta completa de citas y aforismos bien conocidos. En tu familia, por ejemplo, ¿mencionan los ancianos y padres a menudo el dicho “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”? (Sí). Lo que quieren decir es: “La gente debe vivir por el bien de su reputación. Las personas no buscan otra cosa en la vida que forjarse una buena reputación entre los demás y causar una buena impresión. Dondequiera que vayas, muéstrate más generoso en las felicitaciones, las cortesías y los cumplidos, y pronuncia más palabras amables. No ofendas a nadie, y en lugar de eso realiza más buenas obras y actos amables”. Este particular efecto condicionante ejercido por la familia tiene cierto impacto en el comportamiento o los principios de conducta de las personas, lo que da lugar de manera inevitable a que concedan gran importancia a la fama y el beneficio. Es decir, otorgan gran importancia a su propia reputación, a su prestigio, a la impresión que crean en la mente de los demás y a cómo valoran estos todo lo que hacen y todas las opiniones que expresan. Al conceder gran importancia a la fama y el beneficio, sin darte cuenta le otorgas muy poca al hecho de si el deber que llevas a cabo es conforme con la verdad y los principios, y si estás satisfaciendo a Dios y cumpliendo con tu deber adecuadamente. Consideras que esas cosas tienen poca importancia y no son prioritarias, mientras que el dicho “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”, con el que tu familia te ha condicionado, se vuelve extremadamente importante para ti. Te obliga a prestar mucha atención al modo en que los demás perciben en su mente cada detalle sobre ti. En particular, hay quienes prestan especial atención a lo que los demás piensan realmente de ellos a sus espaldas, hasta el punto de poner la oreja en las paredes, escuchar a través de puertas entreabiertas e incluso mirar de reojo lo que los demás escriben sobre ellos. En cuanto alguien menciona su nombre, piensan: “Tengo que darme prisa para escuchar lo que dicen sobre mí y saber si su opinión es buena. ¡Oh, cielos! Han dicho que soy vago y que me gusta la buena comida. Entonces debo cambiar, no puedo seguir siendo vago, he de ser diligente”. Después de obrar con diligencia durante un tiempo, piensan para sí: “He estado atento para comprobar si todo el mundo dice que soy vago, y parece que nadie lo ha dicho últimamente”. Sin embargo, permanecen inquietos, así que dejan caer el tema de manera casual en las conversaciones que mantienen con quienes les rodean, diciendo: “Soy un poco vago”. A lo que otros responden: “No eres vago, ahora eres mucho más diligente que antes”. Al oír eso, enseguida se sienten aliviados, encantados y reconfortados. “Fíjate, ha cambiado la opinión que todos tenían de mí. Parece que se han dado cuenta de la mejora en mi conducta”. Nada de lo que haces es en aras de practicar la verdad ni para satisfacer a Dios, sino por el bien de tu propia reputación. Así pues, en la práctica, ¿en qué se ha convertido todo lo que haces? En un acto religioso. ¿Qué ha sido de tu esencia? Te has convertido en el arquetipo de un fariseo. ¿En qué se ha convertido tu senda? En la senda de los anticristos. Así es como Dios la define. Por lo tanto, se ha manchado la esencia de todo lo que haces, ya no es la misma; no practicas ni persigues la verdad, sino que buscas la fama y el beneficio. En última instancia, en lo que respecta a Dios, el cumplimiento de tu deber es, en una palabra, inadecuado. ¿Por qué? Porque te dedicas solo a tu propia reputación, en lugar de a lo que Dios te ha encomendado o a tu deber como ser creado. ¿Qué sientes en tu corazón cuando Dios plantea semejante definición? ¿Que tu creencia en Dios durante todos estos años ha sido en vano? Entonces, ¿significa eso que no has estado persiguiendo la verdad en absoluto? No has estado persiguiendo la verdad, sino que tu atención se ha dirigido sobre todo a tu propia reputación, y la causa de ello radica en los efectos condicionantes provenientes de tu familia. ¿Qué dicho es con el que más te ha condicionado? El dicho “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela” se ha arraigado profundamente en tu corazón y se ha convertido en tu lema. Este dicho te ha influido y condicionado desde que eras joven, e incluso siendo ya mayor lo sigues repitiendo a menudo para influir en la siguiente generación de tu familia y en los que te rodean. Por supuesto, lo que es aún más grave es que lo has adoptado como tu método y principio para comportarte y afrontar las cosas, e incluso como el objetivo y el rumbo que persigues en la vida. Debido a lo equivocado de este objetivo y rumbo, el resultado final será seguramente negativo. Porque la esencia de todo lo que haces es solo por el bien de tu reputación, y su único fin es poner en práctica el dicho “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”. No persigues la verdad, y ni tú mismo te das cuenta de ello. Crees que ese dicho no tiene nada de malo, ¿por qué no debería la gente vivir por el bien de su reputación? Ese dicho tan común asegura que “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”. Parece algo muy positivo y legítimo, así que de manera inconsciente aceptas su efecto condicionante y lo consideras algo positivo. Una vez que consideras este dicho como algo positivo, inconscientemente lo estás persiguiendo y poniendo en práctica. Al mismo tiempo, sin saberlo y de forma confusa, lo interpretas erróneamente como la verdad y como un criterio de esta. Cuando lo consideras un criterio de la verdad, ya no escuchas lo que Dios dice ni eres capaz de entenderlo. Pones en práctica a ciegas el lema “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”, y obras de acuerdo con él, y lo que al final obtienes de ello es una buena reputación. Has conseguido lo que querías, pero al hacerlo has vulnerado y abandonado la verdad, y has perdido la oportunidad de salvarte. Dado que ese es el resultado final, debes desprenderte y abandonar la idea de que “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”, con la que tu familia te condicionó. No es algo a lo que debas aferrarte, ni es un dicho o idea al que debas dedicar los esfuerzos y energías de toda una vida. Esta idea y punto de vista que te han inculcado y condicionado son equivocados, por lo que debes desprenderte de ellos. El motivo por el que debes desprenderte de ese dicho no es solo porque no es la verdad, sino también porque te llevará por el mal camino y, finalmente, a tu destrucción, así que las consecuencias son muy graves. Para ti, no es un simple dicho, sino un cáncer, un medio y un método que corrompen a la gente. Porque, según las palabras de Dios, entre todos los requerimientos que impone a las personas, nunca les ha exigido perseguir una buena reputación, buscar prestigio, causar buena impresión a los demás, ganarse la aprobación del resto u obtener su visto bueno, ni tampoco les ha exigido que vivan por la fama o con el fin de dejar tras de sí una buena reputación. Dios solo quiere que cumplan bien con su deber, y que se sometan a Él y a la verdad. Por consiguiente, en lo que a ti respecta, ese dicho es un tipo de condicionamiento que proviene de tu familia y del que deberías desprenderte.

Existe otro efecto condicionante que tu familia ejerce sobre ti. Por ejemplo, para animarte, los padres o ancianos te dicen: “Para llegar a la cima, hay que soportar un gran sufrimiento”. Con esto pretenden enseñarte a aguantar el sufrimiento, ser diligente y perseverar, y a no temer al sufrimiento en ninguna cosa que hagas, pues solo aquellos capaces de soportarlo, los que tienen resistencia ante las adversidades, trabajan duro y poseen espíritu de lucha pueden llegar a la cima. ¿Qué significa “llegar a la cima”? Que no te intimiden, te menosprecien o discriminen; significa tener gran prestigio y alto estatus entre la gente, ostentar autoridad para hablar y que te oigan, y potestad para tomar decisiones; significa ser capaz de llevar una vida mejor y de mayor calidad que los demás, y que la gente te tenga en consideración, te admire y envidie. En esencia, significa que ocupes el escalón superior de toda la raza humana. ¿Qué significa el “escalón superior”? Significa que haya muchas personas a tus pies y no tengas que soportar ningún maltrato por parte de ellas; en eso consiste “llegar a la cima”. Pero, para llegar a la cima, hay que “soportar un gran sufrimiento”, lo que significa que has de ser capaz de tener un nivel de aguante del que otros carecen. Así pues, para llegar a la cima, debes ser capaz de soportar miradas desdeñosas, burlas, sarcasmos, calumnias, así como la falta de comprensión de los demás e incluso su escarnio y otras cosas. Además del sufrimiento físico, debes ser capaz de soportar el sarcasmo y la ridiculización de la opinión pública. Solo si aprendes a ser esa clase de persona podrás destacar entre el resto y hacerte un sitio en la sociedad. El objetivo de ese dicho es que la gente se convierta en el líder de la manada y no en un subordinado, ya que ser esto último es muy duro, porque has de aguantar que te traten mal, te sientes inútil y careces de dignidad y prestigio. Esto es también un efecto condicionante que tu familia ejerce sobre ti, con el objetivo de obrar en tus mejores intereses. Tu familia lo hace para que no tengas que aguantar los malos tratos de los demás, poseas fama y autoridad, comas bien y disfrutes, así como para que, vayas donde vayas, nadie se atreva a intimidarte, sino que puedas actuar como un tirano que lleva la voz cantante, y todo el mundo se incline y doblegue ante ti. En cierto sentido, al buscar destacar, lo haces en tu propio beneficio, y por otra parte, también para elevar el estatus social de la familia y honrar a tus antepasados, a fin de que tus padres y familiares también se beneficien de la relación que os une y nadie los someta a malos tratos. Si has soportado un gran sufrimiento y has llegado a la cima al convertirte en un funcionario superior con un buen coche, una casa lujosa y un séquito de gente pululando a tu alrededor, de igual modo tu familia se beneficiará del vínculo que os une, y sus miembros también podrán conducir buenos coches, comer bien y vivir la gran vida. Si quieres, podrás comer los manjares más caros, ir donde te apetezca, tener a todo el mundo a tu entera disposición, hacer lo que te venga en gana, vivir de manera obstinada y arrogante sin necesidad de pasar desapercibido ni de esconder el rabo entre las patas, y hacer lo que te plazca, aunque esté por encima de la ley, y llevar una vida audaz y osada. Ese es el objetivo de tu familia al condicionarte de tal manera, evitar que te agravien y hacer que llegues a la cima. Hablando sin rodeos, su objetivo es convertirte en alguien que lidere a los demás, que los dirija y les dé órdenes, que siempre sea el que intimide, nunca el intimidado, y que esté en lo más alto, en lugar de ser un subordinado. ¿No es así? (Sí). ¿Te beneficia este efecto condicionante de tu familia? (No). ¿Por qué dices que no te beneficia? Si todas las familias educaran de ese modo a la siguiente generación, ¿no aumentaría el conflicto social y la sociedad sería más competitiva e injusta? Todo el mundo querría situarse en lo más alto, nadie querría estar en el escalón inferior ni ser una persona corriente, todos querrían ser el que domina e intimida a los demás. ¿Crees que la sociedad podría seguir siendo buena si así fuera? Está claro que el rumbo de la sociedad no apuntaría hacia una dirección positiva, y no haría más que intensificar los conflictos sociales, aumentar la competitividad entre las personas y agudizar las disputas entre ellas. Tomemos como ejemplo la escuela. Los estudiantes intentan superarse entre ellos, y se esfuerzan una barbaridad por estudiar cuando están a solas, sin embargo, cuando se encuentran unos con otros, afirman: “Oh, otra vez no he estudiado este fin de semana. En vez de eso, estuve en un sitio estupendo y me pasé el día disfrutando. ¿Dónde fuiste tú?”. Otro dice: “Yo me he pasado todo el fin de semana durmiendo y tampoco he estudiado”. En realidad, ambos saben perfectamente que el otro se ha pasado todo el fin de semana estudiando hasta quedar exhausto, pero ninguno lo admite, ni tampoco que ha dedicado mucho esfuerzo cuando nadie lo observa, porque todos quieren llegar a la cima y no quieren que nadie los supere. Dicen que no han estudiado porque no quieren que los demás sepan que en realidad sí lo han hecho. ¿Qué sentido tiene mentir de esa manera? Estudias en tu propio beneficio, no en el de los demás. Si ya eres capaz de mentir a tan temprana edad, ¿podrás caminar por la senda correcta después de entrar en la sociedad? (No). La entrada en la sociedad conlleva intereses personales, dinero y estatus, por lo que la competencia sería cada vez más feroz. La gente no se detendría ante nada y utilizaría todos los medios a su alcance para lograr sus objetivos. Estarían dispuestos a hacer lo que fuera para alcanzar su meta, a cualquier precio, aunque eso supusiera sufrir humillaciones para llegar hasta allí. Si las cosas funcionaran así, ¿cómo podría la sociedad acabar bien? Si todo el mundo hiciera eso, ¿cómo podría avanzar la raza humana? (No podría). La raíz de todo tipo de costumbres sociales impropias y de las tendencias malvadas proviene del condicionamiento que la familia ejerce sobre las personas. Entonces, ¿qué requiere Dios a este respecto? ¿Requiere que las personas lleguen a la cima y no sean mediocres, mundanas, corrientes u ordinarias, sino excepcionales, famosas e ilustres? ¿Es eso lo que Dios requiere de las personas? (No). Está muy claro que el dicho con el que tu familia te ha condicionado —“Para llegar a la cima, hay que soportar un gran sufrimiento”— no te conduce por una dirección positiva y, por supuesto, tampoco guarda relación con la verdad. Los objetivos de tu familia al hacerte padecer sufrimiento resultan muy poco inocentes, se basan en maquinaciones y son muy despreciables y subrepticios. Dios hace que las personas padezcan sufrimientos porque poseen actitudes corruptas. Si alguien desea purificar sus actitudes corruptas, debe sobrellevar el sufrimiento; eso es un hecho objetivo. Además, Dios exige a las personas padecer sufrimientos. Es algo que debe hacer un ser creado, lo que una persona normal debería soportar y la postura que debería adoptar. Sin embargo, Dios no te exige que llegues a la cima. Solo te pide que seas una persona normal y corriente que entienda la verdad, escuche Sus palabras y se someta a Él, con eso basta. Dios nunca exige que le sorprendas ni que hagas nada trascendental, ni tampoco necesita que seas una celebridad o una persona destacada. Solo quiere que seas una persona normal, corriente y real, sin importar cuánto sufrimiento puedas soportar o si ni siquiera toleras el más mínimo; siempre y cuando al final seas capaz de temer a Dios y evitar el mal, serás la mejor persona posible. Dios no quiere de ti que llegues a la cima, sino que seas un auténtico ser creado, una persona que pueda cumplir con su deber como tal. Alguien así es común y corriente, posee humanidad, conciencia y razón normales, no es ilustre o maravilloso a ojos de los no creyentes o de los humanos corruptos. Hemos hablado mucho sobre este aspecto, así que ya no vamos a discutirlo más. Este dicho de “Para llegar a la cima, hay que soportar un gran sufrimiento” es algo de lo que claramente debes desprenderte. ¿De qué tienes que desprenderte exactamente? Del rumbo de búsqueda con el que tu familia te ha condicionado. Es decir, debes cambiar el rumbo de tu búsqueda. No hagas nada solo en aras de llegar a la cima, destacar, ser digno de atención o admirado por los demás. En lugar de eso, debes desprenderte de dichas intenciones, objetivos y motivaciones y hacer todo con los pies en el suelo, para así poder ser un auténtico ser creado. ¿Qué quiero decir “con los pies en el suelo”? El principio más básico es hacer todo de acuerdo con los modos y principios que Dios les ha enseñado a las personas. Supongamos que lo que haces no entusiasma ni impresiona a nadie, o que ni siquiera es objeto de elogio o estima por persona alguna. A pesar de ello, si se trata de algo que debes hacer, debes persistir y seguir haciéndolo, considerándolo como el deber que un ser creado debe cumplir. Si lo haces, serás un ser creado aceptable a ojos de Dios; es tan simple como eso. Lo que necesitas cambiar es tu búsqueda en lo que respecta a tu comportamiento y a tu perspectiva de vida.

La familia te condiciona e influye de otras maneras, por ejemplo, con el dicho “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud”. Los miembros de la familia te enseñan a menudo: “Sé amable y no discutas con nadie ni te crees enemigos, porque si te creas demasiados, no serás capaz de hacerte un sitio en la sociedad, y si hay demasiada gente que te odia y va a por ti, no estarás a salvo en ella. Siempre estarás amenazado, y tu supervivencia, estatus, familia, seguridad personal e incluso tus expectativas de desarrollo profesional correrán peligro y se verán obstaculizados por gente desagradable. Por lo tanto, debes aprender que ‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’. Sé amable con todo el mundo, no perjudiques las buenas relaciones, no digas nada de lo que no puedas retractarte luego, evita herir el orgullo de los demás y no pongas al descubierto sus defectos. Evita o deja de decir cosas que la gente no quiere escuchar. Limítate a hacer cumplidos, porque halagar a alguien nunca hace daño. Debes aprender a mostrar paciencia y a ceder en asuntos tanto grandes como pequeños, porque ‘Ceder facilita mucho la resolución de un conflicto’”. Piénsalo: al decirte esto, tu familia te inculca dos ideas y puntos de vista a la vez. Por una parte, te dice que seas amable con los demás; por otra, te pide paciencia, que no hables cuando no te toque y que, si tienes algo que decir, cierres la boca hasta que llegues a casa y se lo cuentes a tu familia. O mejor aún, que ni siquiera se lo cuentes a ellos, porque las paredes son delgadas; si el secreto llegara a salir a la luz, no te irían bien las cosas. Para hacerse un sitio y sobrevivir en esta sociedad, la gente ha de aprender a nadar entre dos aguas. En términos coloquiales, debes ser evasivo y astuto. No puedes decir sin más lo que tienes en la cabeza. El hecho de decir simplemente lo que se piensa, es propio de un estúpido, no de alguien inteligente. Algunas personas dicen lo que les viene en gana, son como bombas de relojería. Imagina a un tipo que hace eso y acaba ofendiendo a su jefe. Entonces el jefe le complica las cosas, cancela su bonificación y siempre está buscando tener una trifulca con él. Al final, ya no aguanta más en ese trabajo. Si lo deja, no tiene otro medio para ganarse la vida, pero si sigue en él, lo único que puede hacer es aguantar más tiempo en un trabajo que ya no soporta. ¿Cómo se le llama a eso, cuando estás entre la espada y la pared? Estar “atrapado”, en un aprieto. Su familia entonces le regaña, le dice: “Mereces que te traten así de mal, deberías haber recordado que ‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’. Te lo mereces por ser una bomba de relojería y darle tanto a la lengua. Te dijimos que tuvieras tacto y pensaras con cautela lo que dices, pero no quisiste hacerlo, tenías que ser directo. ¿Creías que te saldría tan barato meterte con tu jefe? ¿Pensabas que resultaría tan fácil sobrevivir en la sociedad? Siempre dices que eres muy franco. Pues bueno, ahora debes atenerte a las dolorosas consecuencias. ¡Aprende la lección! En el futuro, harás bien en recordar el dicho ‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’”. Una vez que le han enseñado esta lección, la recuerda y piensa: “No hay duda de que mis padres acertaron al educarme. Se trata de una perspicaz muestra de experiencia de vida, un tesoro de sabiduría, no puedo seguir ignorándola. Ignoro a mis mayores bajo mi propio riesgo, así que lo recordaré en el futuro”. Después de empezar a creer en Dios y de unirse a la casa de Dios, sigue recordando el dicho: “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud”, así que siempre saluda a sus hermanos y hermanas cuando los ve, y hace todo lo posible por brindarles palabras amables. El líder afirma: “Llevo tiempo siendo líder, pero no tengo suficiente experiencia en el trabajo”. Entonces él interviene con un cumplido: “Estás haciendo un gran trabajo. Si no fueras nuestro líder, creeríamos estar perdidos”. Otra persona dice: “He adquirido comprensión sobre mí mismo, y creo que soy bastante falso”. Así que él responde: “No eres falso, eres realmente honesto, yo soy el falso”. Alguien le hace un comentario desagradable y él piensa para sí: “No hay que temer los comentarios desagradables como este, puedo aguantar cosas mucho peores. No importa lo desagradables que sean tus comentarios, lo que haré será fingir que no los he oído, y seguiré haciéndote cumplidos y esforzándome por ganarme tu favor, porque hacer cumplidos nunca hace daño”. Cuando alguien le pide que dé su opinión o que se abra durante una charla, no habla con franqueza, sino que mantiene esa fachada alegre y jovial delante de todos. Alguien le pregunta: “¿Cómo es que siempre estás tan alegre y jovial? ¿Acaso eres un hipócrita?”. Y piensa para sí: “Llevo años siendo un hipócrita, y en todo este tiempo no se han aprovechado de mí, así que ese se ha convertido en mi principio fundamental para desenvolverme en el mundo”. ¿No es ese un comportamiento esquivo? (Sí). Algunos llevan deambulando así por la sociedad desde hace muchos años, y lo siguen haciendo tras llegar a la casa de Dios. Nunca dicen una palabra honesta, no hablan desde el corazón ni sobre su propia comprensión. Incluso cuando un hermano o hermana les abre su corazón, ellos no se expresan con franqueza y nadie puede figurarse qué se les está pasando realmente por la cabeza. Nunca revelan lo que piensan o cuáles son sus puntos de vista, mantienen una muy buena relación con todo el mundo y no sabes qué clase de persona o qué tipo de personalidad les gusta en realidad, o lo que piensan realmente de los demás. Si alguien les pregunta qué clase de persona es este o el otro, responden: “Lleva siendo creyente más de diez años y lo veo bien”. Por cualquiera que les preguntes, siempre dicen que lo ven bien o bastante bien. Si alguien le pregunta: “¿Has descubierto algún defecto o fallo en él?”, responden: “De momento no. Me fijaré más a partir de ahora”, pero muy en el fondo piensan: “Me estás pidiendo que ofenda a esa persona, y desde luego no voy a hacerlo. Si te digo la verdad y él se entera, ¿acaso no se convertirá en mi enemigo? Mi familia me lleva diciendo desde hace mucho que no me cree enemigos, y no he olvidado esas palabras. ¿Crees que soy estúpido? ¿Crees que olvidaría la educación y el condicionamiento que he recibido de mi familia solo porque tú hayas compartido dos frases de la verdad? Eso no va a ocurrir. Esos dichos —‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’ y ‘Ceder facilita mucho la resolución de un conflicto’— nunca me han abandonado hasta ahora y son mis talismanes. No hablo de los defectos de nadie, y si alguien me provoca, muestro paciencia. ¿Es que no has visto ese símbolo grabado en mi frente? Es el carácter chino de ‘paciencia’, que consiste en el símbolo de un cuchillo encima del de un corazón. A quienquiera que me haga comentarios desagradables, le muestro paciencia. A cualquiera que me pode, le muestro paciencia. Mi objetivo es llevarme bien con todo el mundo y mantener las relaciones en ese nivel. No te atengas a los principios, no seas tan estúpido, no seas inflexible, debes aprender a ceder según las circunstancias. ¿Por qué crees que viven tanto las tortugas? Porque se esconden dentro de su caparazón cuando las cosas vienen mal dadas, ¿no es así? De ese modo pueden protegerse y vivir miles de años. Así es como se llega a tener una larga vida, y también como se afronta el mundo”. No oyes a tales personas pronunciar nada sincero o genuino, y nunca revelan sus auténticos puntos de vista y el motivo de su comportamiento. Solo piensan en esas cosas y las consideran en su interior, pero nadie más las conoce. Esa clase de persona se muestra en apariencia amable con todo el mundo, parece tener buen carácter y no hace daño ni ofende a nadie. Sin embargo, lo que en realidad hace es nadar entre dos aguas y ser esquivo. Esa clase de personas siempre es del agrado de algunos en la iglesia, porque nunca cometen grandes errores, nunca se delatan y, según la opinión de los líderes de la iglesia y de los hermanos y hermanas, se llevan bien con todo el mundo. Su actitud hacia su deber es tibia, hacen solamente aquello que se les pide. Son particularmente obedientes y educados, nunca hacen daño a nadie al hablar o al gestionar asuntos, y nunca se aprovechan injustamente de nadie. Jamás hablan mal de ninguna persona y tampoco juzgan a otros a sus espaldas. Sin embargo, nadie sabe si son sinceros cuando cumplen con su deber, lo que piensan de los demás o qué opinión tienen sobre ellos. Tras considerarlo con detenimiento, hasta te parece que esa clase de persona es en realidad un poco rara y difícil de entender, y que puede causar problemas si permanece en la iglesia. ¿Qué deberías hacer? Es una decisión difícil, ¿verdad? Cuando están cumpliendo con su deber, puedes observar que se ocupan de sus asuntos, pero nunca les preocupan los principios que la casa de Dios les ha comunicado. Hacen las cosas como les apetece, actúan por inercia y así les vale, limitándose únicamente a evitar cometer errores graves. En consecuencia, no les hallas ninguna falta ni identificas ningún defecto. Hacen las cosas de manera impecable, pero ¿qué piensan en su interior? ¿Quieren cumplir con su deber? Si la iglesia no contara con decretos administrativos o no existiera la supervisión por parte del líder o de los hermanos y hermanas, ¿podría la gente así llegar a asociarse con personas malvadas? ¿Podrían hacer cosas malas y cometer maldades en colaboración con personas malvadas? Es muy posible, y son capaces de hacerlo, pero eso aún no ha ocurrido. Esa clase de persona es la más problemática, y son el arquetipo de la persona esquiva o del viejo zorro astuto. No le guardan rencor a nadie. Si alguien dice algo para hacerles daño o revela un carácter corrupto que atenta contra su dignidad, ¿qué es lo que piensan? “Mostraré paciencia, no te lo tendré en cuenta, pero un día quedarás en ridículo”. Cuando llega el día en que esa persona es tratada o queda en ridículo, se ríen para sus adentros. Se burlan fácilmente de los demás, de los líderes y de la casa de Dios, pero nunca de sí mismos. Lo que pasa es que no saben qué problemas o defectos propios tienen. Esa clase de personas se cuidan de no revelar nada que pueda dañar a otros, o cualquier cosa que permita que los demás los desentrañen, aunque piensen en ello en su interior. En cambio, cuando se trata de cosas que pueden entorpecer o confundir a los demás, las expresan libremente y permiten que la gente las conozca. Las personas así son las más traicioneras y difíciles de tratar. Entonces, ¿qué postura adopta la casa de Dios ante quienes son así? Si se puede, las utiliza, y si no, hay que deshacerse de ellas; ese es el principio. ¿Por qué? La razón es que las personas así están destinadas a no perseguir la verdad. Son incrédulos que se mofan de la casa de Dios, de los hermanos y hermanas, y de los líderes cuando las cosas van mal. ¿Qué papel desempeñan? ¿Es el papel de Satanás y los diablos? (Sí). Cuando muestran paciencia hacia sus hermanos y hermanas, no están expresando tolerancia ni amor genuinos. Lo hacen para protegerse y evitar atraer enemigos o peligros hacia sí. No toleran que sus hermanos y hermanas los protejan, y tampoco lo hacen por amor, y menos aún porque estén persiguiendo la verdad y practicando de acuerdo con los principios-verdad. La suya es una postura que se centra en ir a la deriva y desorientar a los demás. Tales personas nadan entre dos aguas y son evasivas. No les gusta la verdad y no la persiguen, sino que simplemente van a la deriva. Está claro que el condicionante que reciben de su familia afecta enormemente a los métodos conforme a los cuales se comportan y gestionan las cosas. Por supuesto, debe mencionarse que esos métodos y principios para afrontar el mundo son inseparables de su esencia-humanidad. Por si fuera poco, los efectos condicionantes de su familia solo sirven para que sus acciones sean incluso más pronunciadas y sólidas, y revelan su esencia-naturaleza incluso más a fondo. Por lo tanto, al enfrentarse a cuestiones fundamentales en relación con lo correcto y lo incorrecto, y a aquellas que afectan a los intereses de la casa de Dios, si tales personas pueden tomar decisiones apropiadas y desprenderse de las filosofías para los asuntos mundanos que albergan en sus corazones, como “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud”, a fin de defender los intereses de la casa de Dios, reducir sus transgresiones y disminuir sus acciones malvadas ante Dios, ¿qué beneficio obtendrán de ello? Como poco, cuando en el futuro Dios decida el desenlace de cada persona, conseguirán aliviar su castigo y disminuir la reprensión de Dios hacia ellos. Al practicar de esa manera, tales personas no tienen nada que perder y todo que ganar, ¿no es cierto? Que les hagan desprenderse íntegramente de sus filosofías para los asuntos mundanos no les resulta fácil, ya que es algo que atañe a su esencia-humanidad, y estas personas esquivas y que nadan entre dos aguas no aceptan la verdad en absoluto. Para ellas, no es tan simple y fácil desprenderse de las filosofías satánicas con las que su familia las ha condicionado, ya que, incluso dejando de lado esos efectos condicionantes de sus familias, creen de manera obsesiva en las filosofías satánicas, y les gusta este enfoque para afrontar el mundo, el cual constituye una visión muy individual y subjetiva. Sin embargo, si lo miran desde un punto de vista inteligente —si se desprenden de algunas de estas prácticas para así defender adecuadamente los intereses de la casa de Dios, siempre y cuando los suyos propios no se vean amenazados ni perjudicados—, verán que en realidad es algo bueno para ellas, porque como poco podría aliviar su culpa, disminuir la reprensión de Dios hacia ellas e incluso darle la vuelta a la tortilla de modo que, en lugar de reprenderlas, Dios las recompensaría y las recordaría. Qué maravilloso sería eso. ¿Acaso no sería algo bueno? (Sí). Con esto concluye nuestra enseñanza sobre este aspecto.

¿De qué otra forma te ha condicionado tu familia? Por ejemplo, tus padres suelen decirte: “Si tienes la lengua larga y te precipitas al hablar, tarde o temprano te meterás en problemas. Debes recordar que ‘Por la boca muere el pez’”. ¿Qué significa eso? Que si hablas demasiado, sin duda acabarás metiendo la pata. Sea cual sea la ocasión, no te precipites al hablar, espera a ver qué dicen los demás antes de abrir la boca. Si sigues a la mayoría, te irá bien. Sin embargo, si en todo momento intentas destacar, hablas siempre con precipitación y revelas tu punto de vista sin saber lo que piensa tu superior, tu jefe o todos los que te rodean, y luego resulta que tu superior o tu jefe opina diferente, sucederá que este te complicará la vida. ¿Puede salir algo bueno de ahí? Chico bobo, debes tener cuidado en el futuro. Por la boca muere el pez. Recuerda eso y no te precipites al hablar. Las bocas son para comer, respirar, adular a tus superiores y tratar de complacer a los demás, no para contar la verdad. Debes elegir tus palabras con prudencia, emplear artimañas y métodos, y usar el cerebro. Justo antes de que las palabras escapen de tu boca, trágatelas y repásalas una y otra vez en tu mente, y espera el momento adecuado para decirlas. Lo que llegues a decir también debe depender de la situación. Si empiezas a compartir tu opinión, pero luego te das cuenta de que la gente no se la toma bien o que su reacción no es muy buena, detente y piensa cómo decirlo de manera que satisfaga a todo el mundo antes de continuar. Eso es lo que haría un chico listo. Si haces eso, te mantendrás alejado de los problemas y le gustarás a todo el mundo. Y si le gustas a todo el mundo, ¿no actuará eso en tu favor? ¿No te permitirá tener más oportunidades en el futuro? Tu familia no solo te condiciona al explicarte cómo ganarte una buena reputación, cómo llegar a lo más alto y asentarte de manera estable entre los demás, también al decirte cómo engañarlos sirviéndote de las apariencias, sin contar la verdad y, peor aún, soltando todo lo que se te pasa por la cabeza. Aquellos que han sufrido después de decir la verdad recuerdan que su familia les enseñó el dicho “Por la boca muere el pez”, y extraen una lección de ello. A partir de entonces, están cada vez más dispuestos a practicar ese dicho y convertirlo en su lema. Otros no han sufrido, sino que aceptan de corazón el condicionamiento de su familia a este respecto, y ponen siempre en práctica ese dicho en cualquier ocasión. Cuanto más lo ponen en práctica, más les parece que: “Mis padres y mis abuelos son muy buenos conmigo, todos son sinceros y quieren lo mejor para mí. Menos mal que me han enseñado el dicho ‘Por la boca muere el pez’, porque si no, a menudo tendría problemas por ser tan bocazas, y mucha gente me lo haría pasar mal, me miraría con desdén o me ridiculizaría y se burlaría de mí. Es un dicho muy útil y beneficioso”. Obtienen multitud de beneficios tangibles al poner en práctica ese dicho. Por supuesto, cuando luego se presentan ante Dios, siguen pensando que ese dicho es de lo más útil y beneficioso. Cada vez que un hermano o hermana habla abiertamente sobre su estado personal, su corrupción o su experiencia y conocimiento, ellos también quieren compartir y ser personas francas y transparentes, y también quieren hablar con honestidad sobre lo que piensan o saben en su corazón, para aliviar temporalmente su estado mental, que se ha visto asfixiado durante tantos años, o para obtener cierto grado de libertad y liberación. Pero en cuanto recuerdan aquello con lo que sus padres los han machacado, es decir: “‘Por la boca muere el pez’, no te precipites, más que hablar, escucha y aprende a escuchar a los demás”, se tragan lo que querían decir. Cuando todos terminan de hablar, no dicen nada, sino que piensan para sí mismos: “Genial. Menos mal que esta vez no he dicho nada, porque en cuanto hubiera soltado mi discurso todo el mundo se habría formado una opinión sobre mí y puede que hubiera salido perdiendo. Es estupendo no decir nada. Tal vez así todos sigan pensando que soy honesto y no tan falso, sino simplemente una persona naturalmente taciturna y, por lo tanto, que no soy nada conspirador ni tampoco muy corrupto, y sobre todo que no tengo nociones sobre Dios, sino que soy más bien una persona simple y transparente. No tiene nada de malo que la gente piense así de mí, de modo que ¿por qué iba a tener que decir nada? De hecho, estoy observando algunos resultados desde que me atengo a este dicho: ‘Por la boca muere el pez’, por lo que seguiré actuando así”. La adhesión a ese dicho les produce una sensación agradable y gratificante, así que callan una vez, dos veces, y así hasta que llega un día en el que tienen demasiadas palabras reprimidas en su interior y quieren abrirse a sus hermanos y hermanas, pero sienten que tienen la boca sellada y vendada, y no pueden pronunciar ni una sola frase. Como no pueden contárselo a sus hermanos y hermanas, deciden intentar hablar con Dios, así que se arrodillan ante Él y le dicen: “Dios, tengo algo que decirte. Soy…”. Sin embargo, aunque lo han pensado bien en su corazón, no saben cómo decirlo, no pueden expresarlo, es como si se hubieran quedado mudos. No saben cómo elegir las palabras adecuadas, ni siquiera cómo hilvanar una frase. Tantos años de sentimientos reprimidos hacen que se sientan completamente asfixiados, y que estén viviendo una vida oscura y sórdida, y cuando se deciden a contarle a Dios lo que hay en su corazón y a confesar sus sentimientos, no tienen palabras y no saben por dónde empezar o cómo decirlo. ¿Acaso no son desdichados? (Sí). Entonces, ¿por qué no tienen nada que decirle a Dios? Se limitan a presentarse. Quieren decirle a Dios lo que albergan en su corazón, pero no tienen palabras, y al final lo único que les sale es: “Dios, te ruego que me concedas las palabras que he de decir”. Y Dios responde: “Deberías decir muchas cosas, pero no quieres decirlas ni lo haces cuando tienes la oportunidad, así que voy a quitarte todo lo que te he dado. No te lo voy a dar, no te lo mereces”. Solo entonces se dan cuenta de todo lo que han perdido en los últimos años. Aunque piensan que han llevado una vida muy digna, que se han contenido mucho y que su apariencia siempre ha sido perfecta, cuando observan que sus hermanos y hermanas no han parado de lograr beneficios, cuando los ven hablar de sus experiencias sin ningún reparo y abriéndose sobre su corrupción, llegan a la conclusión de que ellos no pueden decir ni una sola frase ni saben cómo hacerlo. Llevan muchos años creyendo en Dios y quieren hablar sobre el conocimiento de sí mismos y debatir sobre su experiencia con las palabras de Dios y su exposición a estas, así como lograr un poco de esclarecimiento, un poco de luz procedente de Dios y conseguir algo. Sin embargo, por desgracia, ya que se aferran con demasiada frecuencia a la opinión de que “Por la boca muere el pez”, y esta idea suele limitarlos y controlarlos, han vivido conforme a ese dicho durante muchos años, no han recibido ningún esclarecimiento o iluminación de Dios y, en lo que respecta a la entrada en la vida, siguen siendo pobres, miserables y tienen las manos vacías. Han practicado ese dicho y esa idea a la perfección y los han obedecido al pie de la letra, pero, a pesar de haber creído en Dios durante tantos años, no han obtenido nada de la verdad y siguen pobres y ciegos. Dios les dio bocas, pero no cuentan con habilidad alguna para compartir la verdad, ni con la capacidad de hablar sobre sus sentimientos y su conocimiento, y mucho menos con la habilidad de comunicarse con sus hermanos y hermanas. Lo más lamentable es que ni siquiera poseen la habilidad de hablarle a Dios, y han perdido esa capacidad. ¿Acaso no son desdichados? (Sí). Desdichados y lamentables. ¿No te desagada hablar? ¿No temes siempre eso de que “por la boca muere el pez”? Entonces no deberías decir nada. Escondes tus pensamientos más profundos y aquello que Dios te ha otorgado, lo reprimes, lo sellas e impides que escape. Constantemente tienes miedo de perder prestigio, de sentirte amenazado, de que los demás te desentrañen y de dejar de ser perfecto, honesto y buena persona a ojos de otros, así que te contienes y no dices nada sobre tus verdaderos pensamientos. ¿Y qué sucede al final? Te conviertes en un mudo en todos los sentidos de la palabra. ¿Quién te hizo tanto daño? En su origen, lo que te hizo daño fue el condicionamiento de tu familia. Pero desde tu perspectiva personal, también se debe a que te gusta vivir conforme a las filosofías satánicas, así que eliges creer que el condicionamiento de tu familia es correcto, y no crees que los requerimientos que te hace Dios sean positivos. Eliges considerar el efecto condicionante que tu familia ejerce sobre ti como algo positivo, y ver las palabras de Dios, Sus requerimientos y Su disposición, ayuda y enseñanza como cosas de las que protegerse, como cosas negativas. Por lo tanto, por mucho que Dios te haya concedido en un principio, a consecuencia de tu cautela y rechazo de todos estos años, el resultado final es que Dios te lo retira todo y no te da nada, porque no eres digno de ello. Así que, antes de llegar a eso, has de desprenderte del efecto condicionante que tu familia ejerce sobre ti a este respecto, y no aceptar la idea errónea de que “Por la boca muere el pez”. Este dicho hace que seas más cerrado, más falso y más hipócrita. Es del todo antiético y contrario al requerimiento de Dios de que las personas sean honestas, y a Su exigencia de que sean francas y transparentes. Como creyente y seguidor de Dios, debes estar completamente decidido a perseguir la verdad. Y cuando estés completamente decidido a perseguir la verdad, debes tener la completa determinación de desprenderte de lo que imaginas que son los buenos efectos condicionantes que tu familia ejerce sobre ti; no debería haber elección posible. No importa cuáles sean los efectos condicionantes que tu familia ejerce sobre ti, ni lo buenos o beneficiosos que te resulten, y da igual cuánto te protejan, pues provienen de las personas y de Satanás, y deberías desprenderte de ellos. Aunque las palabras de Dios y Sus requerimientos hacia la gente puedan entrar en conflicto con los efectos condicionantes de tu familia, llegar a perjudicar tus intereses y despojarte de tus derechos, e incluso si piensas que no te protegen, sino que pretenden dejarte en evidencia y hacerte quedar como un necio, debes seguir considerándolas cosas positivas porque provienen de Dios, son la verdad y debes aceptarlas. Si las cosas con las que tu familia te ha condicionado son una carga para tu pensamiento y conducta, tu perspectiva sobre la existencia y la senda que tomas, debes desprenderte de dichas cosas y no aferrarte a ellas. En lugar de eso, debes sustituirlas por las correspondientes verdades de Dios, y al hacerlo, debes también discernir y reconocer de manera constante los problemas inherentes y la esencia de esas cosas con las que tu familia te ha condicionado, y luego actuar y practicar siguiendo las palabras de Dios con mayor precisión, concreción y sinceridad. Aceptar ideas, puntos de vista sobre las personas y las cosas y principios de práctica que provienen de Dios es la responsabilidad vinculada al deber de un ser creado, es lo que este debe hacer y también la idea y el punto de vista que debe poseer un ser creado.

En algunas familias, además de inculcar cosas que se creen positivas y beneficiosas para la supervivencia, las perspectivas y el futuro, los padres también inculcan en sus hijos algunas ideas y puntos de vista relativamente extremos y retorcidos. Por ejemplo, tales padres dicen: “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero”. Se trata de un dicho que te dice cómo comportarte. Este dicho de “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero” te hace escoger entre una cosa u otra. Te hace elegir ser un auténtico villano, es decir, ser malo abiertamente, en lugar de hacerlo a espaldas de la gente. De este modo, aunque las personas piensen que lo que haces no está bien, te seguirán admirando y dándote su aprobación. Significa que, sin importar las cosas malas que hagas, debes hacerlas de frente, sin tapujos y con franqueza. Algunas familias condicionan y educan a sus hijos de este modo. No solo no desprecian a esas personas de la sociedad que tienen ideas y conductas desdeñables y viles, sino que incluso educan a sus niños diciéndoles: “No los subestimes. En realidad, no son necesariamente mala gente, pueden incluso llegar a ser mejores que los falsos caballeros”. Te dicen, por un lado, qué tipo de persona debes ser y, por otro, cómo discernir a la gente, a qué tipo de personas considerar positivas y a qué tipo negativas, enseñándote a distinguir lo positivo de lo negativo e instruyéndote sobre cómo comportarte; esa es la clase de educación y condicionamiento que te dan. Por lo tanto, ¿qué tipo de consecuencia tiene imperceptiblemente ese condicionamiento en las personas? (Hace que no sepan distinguir entre el bien y el mal). Eso es, hace que no sepan distinguir entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto. Echemos primero un vistazo a cómo ven los seres humanos a los denominados auténticos villanos y falsos caballeros. Para empezar, creen que los auténticos villanos no son malas personas, y que aquellos que en realidad son falsos caballeros sí lo son. Se conoce como falsos caballeros a ese tipo de personas que hacen cosas malas a espaldas de los demás mientras aparentan ser buenos. Hablan de benevolencia, rectitud y moralidad delante de la gente, pero cometen todo tipo de malas acciones a sus espaldas. Cometen todas esas maldades al mismo tiempo que se explayan diciendo cosas agradables; la gente así es objeto de desprecio. En cuanto a los auténticos villanos, son igual de malos a la cara que a las espaldas, y aun así se han convertido en modelos a reivindicar y estudiar, en lugar de en objetos de escarnio. Esta clase de dicho y punto de vista tiende a confundir los conceptos de la gente en relación con lo que es exactamente una buena y una mala persona. Por consiguiente, nadie está seguro de ello ni lo sabe, y sus conceptos se tornan muy vagos. Cuando la familia condiciona a las personas de esta manera, algunos llegan a pensar: “Al obrar como un auténtico villano estoy siendo íntegro. Hago las cosas a las claras. Si tengo algo que decirte, te lo digo a la cara. Si te lastimo, no me caes bien o quiero aprovecharme de ti, también debo hacerlo de frente para que seas consciente de ello”. ¿Qué tipo de lógica es esa? ¿Ante qué tipo de esencia-naturaleza nos encontramos? Cuando las personas malvadas hacen cosas malas y cometen acciones malvadas, han de buscar una base teórica que lo justifique, y esa es la lógica que se les ocurre. Dicen: “Mira, esto que hago no es muy bueno, pero es mejor que ser un falso caballero. Lo hago a la cara y todo el mundo lo sabe. ¡Eso es ser íntegro!”. Así pues, los villanos se hacen pasar por personas íntegras. Con esta clase de pensamiento en la mente de la gente, sus conceptos de integridad y maldad verdaderas están imperceptiblemente confusos. No saben qué es ser íntegro, y piensan: “No importa si lo que digo hace daño a los demás o si está bien o no, si es o no razonable, o si se ajusta a los principios y la verdad o discrepa de ellos. Mientras me atreva a hablar y no me importen las consecuencias, tenga un carácter sincero, una naturaleza directa y sea tan recto como una vela, y siempre y cuando no albergue objetivos ocultos, lo que diga resultará apropiado”. ¿No es eso invertir lo bueno y lo malo? (Sí). De ese modo, las cosas negativas se tornan positivas. Por consiguiente, hay quienes usan esto como base y se comportan de acuerdo con ese dicho, e incluso asumen que la justicia está de su parte, pensando: “En cualquier caso, no me estoy aprovechando de ti, no estoy urdiendo trampas a tus espaldas. Estoy haciendo las cosas con franqueza y al descubierto. Piensa lo que quieras. Para mí esto es ser íntegro. Como dice el dicho: ‘Uno no se tiene que preocupar por los rumores si es recto’, así que piensa lo que quieras”. ¿No es esta la lógica de Satanás? ¿No es la lógica de los ladrones? (Sí). ¿Tiene justificación hacer cosas malas, crear problemas sin razón, actuar como un tirano y hacer el mal? Hacer el mal es hacer el mal; si la esencia de tus acciones es hacer el mal, entonces el mal es lo que es. ¿Cómo se miden tus acciones? No se miden en función de si tenías tus motivos, si las hiciste sin tapujos o si tienes un carácter sincero. Se miden comparándolas con la verdad y las palabras de Dios. La verdad es el criterio para medirlo todo, y esta afirmación se aplica perfectamente en este caso. Según la medida de la verdad, si algo es malvado, es que es malvado; si algo es positivo, es que es positivo; si algo no es positivo, es que no es positivo. ¿Y cuáles son esas cosas que las personas consideran íntegras y que tienen un carácter auténtico y una naturaleza sincera? A eso se le llama retorcer las palabras y forzar la lógica, confundir los conceptos y decir tonterías, se le llama desorientar a la gente, y si desorientas a la gente, estás haciendo el mal. Al margen de que se cometa de frente o a espaldas de la gente, el mal es el mal. El mal cometido a espaldas de alguien es perversidad, mientras que el mal cometido de frente es realmente malicioso y despiadado, pero todos tienen relación con el mal. Así que decidme, ¿debe la gente aceptar ese dicho de “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero”? (No deben). ¿Cuáles son positivos? ¿Los principios de comportamiento de un falso caballero o los de un auténtico villano? (Ninguno de los dos). Eso es, ambos son negativos. Así que, no seas un falso caballero ni un auténtico villano, y no escuches las tonterías de tus padres. ¿Por qué los padres siempre dicen tonterías? Porque así es exactamente como se comportan tus padres. Siempre piensan: “Tengo un carácter sincero, soy una persona sincera, soy directo, soy honesto respecto a mis sentimientos, soy una persona caballerosa, soy recto y no tengo que preocuparme de los rumores, me comporto con decencia y camino por la senda correcta, ¿qué he de temer? No hago nada malo, así que no tengo miedo de que los demonios llamen a mi puerta”. Los demonios no están ahora mismo llamando a tu puerta, pero has cometido bastantes acciones malvadas y tarde o temprano serás castigado por ello. Eres recto y no temes los rumores, pero ¿qué representa ser recto? ¿La verdad? ¿Ser recto significa ajustarse a la verdad? ¿Entiendes la verdad? No te inventes excusas y pretextos para tu propia maldad, no tiene sentido. Mientras no se ajuste a la verdad, es maldad. Llegas incluso a pensar que tienes un carácter sincero. Si fuera así, ¿implicaría eso que pudieras aprovecharte de los demás? ¿O que pudieras hacerles daño? ¿Qué lógica es esa? (La lógica de Satanás). Esa es la lógica de los ladrones y los diablos. Cometes el mal y aun así finges que es algo correcto y apropiado, y pones excusas y buscas justificarlo. ¿No es una vergüenza? (Sí). De nuevo te digo que, en las palabras de Dios, jamás se hace mención alguna a permitir a las personas ser un auténtico villano o un falso caballero, ni existe tal requerimiento para ser una u otra cosa. Todos estos dichos son palabras endiabladas y descaradas para engañar y desorientar a la gente. Pueden desorientar a aquellos que no entienden la verdad, pero si en la actualidad la entiendes, no deberías aferrarte a esos dichos ni dejar que te influyan. Ya sean falsos caballeros o auténticos villanos, son todos diablos, bestias y bribones, ninguno es bueno, todos son perversos, y están asociados con el mal. Si no son malvados, entonces son despiadados, y la única diferencia entre un falso caballero y un auténtico villano radica en su manera de actuar: uno lo hace en público y el otro, en secreto. Además, emplean diferentes modos de comportamiento. Uno hace el mal abiertamente, mientras que el otro realiza sus sucias artimañas a espaldas de los demás. Uno es más falso y traicionero, mientras que el otro es más controlador, dominante y muestra los colmillos; uno es más sórdido y sigiloso, mientras que el otro es más despreciable y arrogante. Resulta que se trata de dos maneras satánicas de hacer las cosas, una abierta y otra encubierta. Si actúas abiertamente, eres un auténtico villano, y si lo haces de manera encubierta, eres un falso caballero. ¿Tiene eso algo de lo que se pueda presumir? ¿Acaso no eres un necio si consideras ese dicho como tu lema? Por lo tanto, si te han perjudicado profundamente las cosas con las que tu familia te ha condicionado o aquellas que ha inculcado en ti a este respecto, o si te estás aferrando a tales cosas, espero que puedas desprenderte de ellas, discernirlas y desentrañarlas lo antes posible. Deja de aferrarte a ese dicho y de pensar que te está protegiendo o convirtiendo en una persona auténtica, o en alguien con talante, humanidad y un carácter auténtico. Ese dicho no es un estándar de comportamiento. Desde mi posición, condeno enérgicamente ese dicho, que me desagrada más que nada. No solo me desagradan los falsos caballeros, sino también los auténticos villanos; ambas clases de personas son para Mí objeto de disgusto. Así pues, si eres un falso caballero, desde Mi perspectiva no eres bueno ni tienes remedio. Pero si eres un auténtico villano, eres incluso peor. Eres plenamente consciente del camino verdadero y, no obstante, pecas deliberadamente, posees un claro conocimiento de la verdad y, sin embargo, la vulneras con descaro y no la practicas, sino que te opones a ella abiertamente, y por lo tanto morirás antes. No pienses: “Tengo una naturaleza sincera. No soy un falso caballero. Si bien soy un villano, soy un auténtico villano”. ¿Qué tienes de auténtico? Tu “autenticidad” no es la verdad, no es una cosa positiva. Tu “autenticidad” es la manifestación de la esencia de tus actitudes arrogantes y despiadadas. Eres “auténtico” como un auténtico Satanás, los auténticos diablos y la auténtica maldad, en lugar de auténtico como lo es la verdad o algo que es verdaderamente real. Entonces, en lo que respecta al dicho “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero” con el que te ha condicionado tu familia, también debes desprenderte de él, porque no tiene conexión en absoluto con los principios de comportamiento que Dios enseña a las personas, ni se acerca siquiera lo más mínimo a estos. Por consiguiente, debes desprenderte de él lo antes posible, en lugar de continuar aferrándote a esa idea.

La familia ejerce otra clase de efecto condicionante. Por ejemplo, los miembros de tu familia siempre te dicen: “No destaques demasiado, debes refrenarte y ejercer un poco de contención en tus palabras y acciones, al igual que en tus talentos y habilidades personales, tu coeficiente intelectual, etcétera. Nunca seas el que despunte. Es como se asegura en los dichos: ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’, y ‘La viga que sobresale es la primera en pudrirse’. Si quieres protegerte y ostentar una posición estable y a largo plazo en el grupo al que perteneces, no seas la primera espiga que sobresale, debes contenerte y no aspirar a destacar por encima de todos los demás. Piensa en un pararrayos: es el primer lugar donde golpea una tormenta, ya que los rayos impactan antes en el punto más alto; y cuando hay un vendaval, el árbol más alto es el primero en llevarse la peor parte y salir volando; y cuando hace frío, la montaña más elevada es la primera en helarse. Ocurre lo mismo con las personas: si siempre sobresales entre los demás y llamas la atención, es posible que el Partido repare en ti y se plantee seriamente castigarte. No seas la espiga que sobresale, no vueles en solitario. Debes permanecer dentro de la bandada. De lo contrario, si se formara algún movimiento de protesta social a tu alrededor, serías el primero al que castigarían, por ser la espiga que sobresale. No seas líder o jefe de grupo en la iglesia. Si lo fueras, en caso de que se produjera cualquier pérdida o problema relacionado con el trabajo en la casa de Dios, serías el primero al que señalarían debido a tu condición de líder o supervisor. Por lo tanto, no seas la espiga que sobresale, pues es la primera que se corta. Debes aprender a esconder la cabeza y protegerte como una tortuga”. Cuando llega el momento de elegir a un líder, recuerdas estas palabras de tus padres, rechazas el puesto y dices: “Ay, no puedo. Tengo familia e hijos que me mantienen demasiado ocupado. No puedo ser líder. Encargaos vosotros, a mí no me elijáis”. Si de todos modos eres el elegido, sigues mostrándote reacio: “Me temo que he de dimitir”, y dices “Que uno de vosotros sea el líder, os cedo por completo esa oportunidad. Os dejo aceptar el puesto, yo me hago a un lado”. En tu corazón, reflexionas: “¡Eso es! Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen. Cuanto más alto subes, más fuerte es la caída, y la cima es un lugar solitario. Te dejaré a ti ser el líder y, cuando te escojan, llegará un día en el que darás un espectáculo. No quiero ser nunca líder, no quiero subir la escalera, con lo cual no me caeré desde muy alto. Piénsalo, ¿no destituyeron a fulano de su puesto como líder? Después de destituirlo, lo expulsaron, ni siquiera le dieron la oportunidad de ser un creyente corriente. Es un ejemplo perfecto de los dichos ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’ y ‘La viga que sobresale es la primera en pudrirse’. ¿Me equivoco? ¿Acaso no lo castigaron? Las personas deben aprender a protegerse a sí mismas, ¿para qué tienen cerebro si no? Si tienes cerebro, úsalo para protegerte a ti mismo. Hay quienes no son capaces de ver este asunto con claridad, pero así es como funciona en la sociedad y en cualquier grupo de personas; ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’. Te tendrán en alta consideración cuando despuntes, justo hasta el momento en que te corten. Entonces te darás cuenta de que la gente que se expone recibe tarde o temprano su merecido”. Son las enseñanzas sinceras de tus padres y de tu familia, y también la voz de la experiencia, la sabiduría destilada de su vida, que te susurran al oído sin reservas. ¿A qué me refiero con que “te susurran al oído”? A que, un día, tu madre te dice al oído: “Deja que te explique algo. Si hay una cosa que he aprendido en esta vida es que ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’. Con lo cual, si alguien destaca en exceso o llama demasiado la atención, es probable que lo castiguen. Mira lo sumiso y candoroso que es ahora tu padre; eso es porque lo castigaron en una campaña de represión. Tu padre tiene talento literario, sabe escribir y dar discursos, y posee dotes de liderazgo, pero como destacó demasiado, lo acabaron castigando en esa campaña. ¿Cómo es que, desde entonces, tu padre ya nunca habla de ser funcionario del gobierno y una figura importante? Ese es el motivo. Te hablo de corazón y te estoy diciendo la verdad. Debes escuchar y recordarlo bien. No te olvides, has de tenerlo presente vayas donde vayas. Es lo mejor que te puedo ofrecer como madre”. A partir de ese momento recuerdas sus palabras, y cuando rememoras el dicho “Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen”, te acuerdas de tu padre, y siempre que piensas en él, te viene ese dicho a la cabeza. Tu padre fue una vez la espiga que sobresalió y cortaron, y el aspecto abatido y desanimado que ahora ostenta te ha dejado una profunda huella. Así que, cada vez que quieras sobresalir, cada vez que te apetezca decir lo que piensas, que quieras cumplir con tu deber en la casa de Dios con sinceridad, el sentido consejo que tu madre te susurró al oído volverá a surgirte en la cabeza: “Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen”. Por lo tanto, de nuevo te encoges, pensando: “No puedo mostrar ningún talento o habilidad especial, debo contenerme y reprimirlos. Y en cuanto a la exhortación de Dios a las personas para que dediquen todo su corazón, mente y fuerzas al cumplimiento de su deber, debo practicar esas palabras con moderación y no destacar por esforzarme demasiado. Si destaco por mi excesivo esfuerzo y sobresalgo liderando el trabajo de la iglesia, ¿qué sucederá si algo sale mal en la obra de la casa de Dios y me hacen a mí responsable? ¿Cómo debo asumir semejante responsabilidad? ¿Se desharán de mí? ¿Me convertiré en el chivo expiatorio, en la espiga que sobresalió? En la casa de Dios, es difícil saber en qué acabarán estos asuntos. Por consiguiente, haga lo que haga debo mantener abierta una vía de escape, aprender a protegerme y asegurarme de haberme cubierto las espaldas antes de hablar y obrar. Es la manera más sabia de actuar, porque como dice mi madre, ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’”. Es un dicho profundamente enraizado en tu corazón y que influye también en tu vida diaria. Y por supuesto, lo más grave, afecta a tu postura en relación con el cumplimiento de tu deber. ¿No conlleva eso problemas graves? Así pues, cada vez que cumplas con tu deber y quieras entregarte con sinceridad, así como utilizar sin reservas todas tus fuerzas, este dicho de que “Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen” siempre te obligará a detenerte en seco, para al final decidir concederte algo de margen y espacio para maniobrar, y desempeñar tu deber solo de manera comedida después de asegurarte una vía de escape. ¿Tengo razón? Este tipo de condicionamiento de tu familia, ¿sirve para protegerte en gran medida de situaciones en las que quedes en evidencia y decidan qué hacer contigo? Para ti es otro talismán, ¿estoy en lo cierto? (Sí).

A la vista de todo lo que hemos compartido hasta ahora, ¿cuántos talismanes tienen las personas como resultado del condicionamiento de su familia? (Siete). Con tantos talismanes, ¿es cierto que ningún diablo ni demonio corriente se atreve a invadirte? Todos esos talismanes te han hecho sentir a salvo, muy reconfortado y feliz viviendo en este mundo humano. Al mismo tiempo, te hacen pensar en lo vital que te resulta la familia, y lo oportuna e importante que son la protección y los talismanes que te concede tu familia. Siempre que obtienes beneficios tangibles y protección como consecuencia de esos talismanes, te parece más que nunca que la familia es importante, y que siempre dependerás de ella. Cada vez que te encuentras con dificultades y te asaltan la indecisión y el desconcierto, recobras la compostura por un momento y piensas: “¿Qué me dijeron mi madre y mi padre? ¿Qué habilidades me enseñaron los mayores de mi familia? ¿Qué lema me transmitieron?”. Recurres rápida, instintiva e inconscientemente a las distintas ideas y entornos que te inculcó tu familia, en busca y demanda de su protección. En tales momentos, la familia se convierte en tu remanso de seguridad, en un ancla, un apoyo y una fuerza motriz siempre fuerte, inquebrantable e inmutable, una muleta psicológica que te permite seguir viviendo y evita que te sientas desconcertado e indeciso. En momentos así, te invaden sentimientos profundos: “La familia es muy importante para mí, me proporciona una inmensa fuerza mental, además de ser una fuente de apoyo espiritual”. A menudo te congratulas a ti mismo, pensando: “Menos mal que hice caso a lo que me decían mis padres; de lo contrario, ya habría acabado en una situación muy incómoda, al ser objeto de intimidación o sufrimiento. Por suerte, poseo esa baza, tengo un talismán. Así que, hasta en la casa de Dios y en la iglesia, incluso durante el trascurso del cumplimiento de mis deberes, nadie me intimidará, y no correré el riesgo de que me echen de la iglesia o de que esta se ocupe de mí. Nunca me pasará nada semejante, gracias a la protección que me otorga el condicionamiento de mi familia”. Pero olvidas algo. Has estado viviendo en lo que imaginas que es un entorno lleno de talismanes y donde puedes protegerte, pero no sabes si has cumplido o no la comisión de Dios. Has ignorado la comisión que Dios te ha hecho, tu identidad como ser creado y el deber que debes cumplir como tal. Asimismo, has ignorado la actitud que debes adoptar y todo lo que has de ofrecer en el cumplimiento de tu deber. Al mismo tiempo, la verdadera perspectiva de vida y los auténticos valores que debes albergar han sido sustituidos por los puntos de vista con los que tu familia te ha condicionado, y tus posibilidades de salvación también se ven afectadas e influidas por el condicionamiento de tu familia. Por lo tanto, es muy importante que todo el mundo se desprenda de los diversos efectos condicionantes de su familia. Este es un aspecto de la verdad que se debe practicar, y también es una realidad a la que hay que entrar sin demora. Porque, si la sociedad te dice algo, es probable que tomes la decisión racional o inconsciente de rechazarlo; si un extraño o alguien con quien no guardas parentesco te dice algo, tiendes a tomar la decisión racional o comedida de aceptarlo o no; pero si es tu familia la que te lo dice, sueles aceptarlo totalmente sin vacilación ni discernimiento, y eso realmente es algo peligroso para ti. Piensas que la familia nunca puede hacer daño a nadie y que todo lo que hace es por tu bien, para protegerte y en tu propio beneficio. Partiendo de ese principio asumido, la gente se deja perturbar e influir fácilmente por esas cosas intangibles y tangibles que forman la propia familia. Las tangibles son los miembros de la familia y todos los asuntos de esta, mientras que las intangibles son las diversas ideas y la educación que provienen de la familia, así como algunos condicionamientos que tienen que ver con la forma en que debes comportarte y gestionar tus propios asuntos. ¿No es así? (Sí).

Queda mucho por discutir respecto a los efectos condicionantes de la familia. Cuando terminemos hoy de hablar sobre estas cosas, deberíais reflexionar acerca de todas ellas y resumirlas, para pensar en qué ideas y puntos de vista, aparte de los que he mencionado hoy, podrían afectaros en vuestra vida diaria. La mayor parte de lo que hemos compartido ahora mismo está relacionado con los principios de las personas y sus modos de afrontar el mundo, y hay un pequeño número de temas relacionados con la forma en que la gente ve a los demás y las cosas. El ámbito de los efectos condicionantes que la familia ejerce sobre las personas abarca básicamente estas cosas. Existen también algunos problemas que no están relacionados con la perspectiva de vida o los modos de afrontar el mundo de las personas, así que no diremos nada más sobre ellos. Aquí termina entonces nuestra enseñanza de hoy. Hasta la próxima.

11 de febrero de 2023

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