343 Benditos son los que aman la verdad
I
Dios se hizo carne, redimió a la humanidad y, ahora, en los últimos días,
ha venido de nuevo para llevar a cabo Su obra de juicio.
Se ha humillado para vivir entre las personas y padece grandes afrentas y sufrimientos.
Expresa verdades para salvar a la humanidad y permite que las personas vivan en Su presencia.
La luz de la verdad ilumina a la humanidad y revela la corrupción y fealdad de todo tipo de personas.
La luz de Dios deja en evidencia a todos los que creen en Él, pero se le resisten.
Solo quienes aman la verdad han participado en el banquete del reino de los cielos.
II
La palabra manifestada en carne brilla como una gran luz que ilumina a quienes van a tientas en la oscuridad.
Al recibir el riego y el sustento de las palabras de Dios, entendemos la verdad y vivimos ante Él.
En las adversidades, las palabras de Dios nos guían y ya no nos sentimos negativos, confundidos ni desamparados.
El desenmascaramiento y el juicio de las palabras de Dios nos llevan a autoconocernos y a arrepentirnos de verdad.
Tras ver la justicia y la santidad de Dios, hemos llegado a odiar aún más al gran dragón rojo.
Tras aceptar la comisión de Dios, le demostramos lealtad y nos esforzamos por seguir Su voluntad.
III
Nuestra salvación se debe por completo a la gracia de Dios,
pues las personas son muy insignificantes e indignas de sentirse orgullosas.
Al confiarle todo a Dios, le permitimos que orqueste y disponga todo, sin quejarnos.
Cumplimos nuestros deberes lealmente y con los pies en la tierra,
y ofrecemos nuestra sinceridad para satisfacer el corazón de Dios.
Difundimos el evangelio del reino y damos testimonio de Dios, y nos esforzamos al máximo para cumplir Su comisión.
Entonamos nuevas canciones, bailamos nuevas danzas y alabamos a Dios por la gran obra que ha llevado a cabo.
Siempre amaremos a Dios y daremos testimonio de Él, y lo seguiremos y serviremos por el resto de nuestras vidas.