48. Practica la verdad para vivir una semejanza humana
Yo solía creer que, al cumplir con mi deber, llevarme bien con mis hermanos y hermanas y no cometer ningún pecado obvio, estaba viviendo una semejanza humana. Pero fui juzgada y puesta en evidencia una y otra vez por las palabras de Dios hasta que por fin vi que tener una semejanza humana no se trata solo de nuestro comportamiento hacia el exterior. La clave está en poner en práctica las palabras de Dios, dejar de lado nuestros propios intereses y aferrarnos a los principios cuando nos ocurre algo, apoyar la obra de Dios y atender a Su voluntad.
En julio de 2018, una hermana de nuestra iglesia fue detenida mientras difundía el evangelio. Ella había estado en mi casa, así que la policía sabría dónde vivía yo si la hubieran estado siguiendo. Nos apresurarnos a mudarnos a otro lugar. Poco después de instalarnos, vino una supervisora y nos dijo: “Han seguido y detenido a tres hermanos y hermanas. Hemos trasladado a todos los que acudían a los mismos lugares de reunión. Deberían tener cuidado”. Me imaginé que, puesto que la policía ya había detenido a varios hermanos y hermanas, debían de haber estado vigilándolos algún tiempo. El Partido Comunista odia a Dios y la verdad. Se toman su tiempo para buscar pistas y atrapar a los peces gordos para destruir la iglesia de Dios y apresar a los creyentes. Todos nuestros lugares de reunión podrían haber estado bajo vigilancia y todos los que vivían en ellos deberían mudarse lo antes posible. Pero la supervisora informó solo de aquellos lugares en los que habían estado las personas detenidas, no de ninguno de los demás. Me pregunté si debería decirle algo. Si no lo hacía y ocurría algo, ¿quién sabe cuanta gente podría acabar detenida y torturada? Esto además dañaría la obra de la iglesia. Pero si yo hablaba y ella no me escuchaba o si decía que era cobarde, ¿no quedaría destruida su imagen positiva de mí? Cuando me preocupaba por esto, recordé estas palabras de Dios: “Haz todo lo que sea beneficioso para la obra de Dios y nada que vaya en detrimento de los intereses de la misma. Defiende el nombre, el testimonio y la obra de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la Era del Reino). Esto me recordó que, como creyente, debía defender la obra de Dios y los intereses de la iglesia. Y así pues, compartí con ella lo que pensaba y mi opinión. Aún no había terminado de hablar cuando ella puso mala cara y dijo: “¿¡Trasladarnos!? Si huimos por cualquier cosa, ¿estamos teniendo fe en el gobierno de Dios? Yo creía que tenías estatura y que podrías liderar al equipo, pero resulta que te achicas en cuanto pasa algo”. Me molestó mucho oír esto. ¿Qué iban a pensar los demás de mí después de que ella me tratara así? ¿Cómo iba a encararla después de esto? Pero entonces pensé en defender la obra de la iglesia y proteger la seguridad de mis hermanos y hermanas, así que quise volver a sacar el tema. Pero me preocupaba lo inflexible que era ella. Si insistía en el tema justo después de que ella hubiera tratado conmigo, diría que yo no tenía la realidad de la verdad y que era arrogante y tozuda. ¿Seguiría viéndome como alguien que busca la verdad? Ella siempre me había valorado, contaba conmigo para deberes importantes y me consultaba muchas cosas. Si yo insistía en dar mi opinión, quizá ella dejara de formarme y entonces los demás me mirarían con desprecio. Decidí dejarlo estar. Agaché la cabeza y no dije una palabra.
Cuando se fue, me sentí muy inquieta, así que oré en silencio. Entonces, estas palabras de Dios me vinieron a la mente: “Tanto la conciencia como la razón deben ser componentes de la humanidad de una persona. Ambas son las más fundamentales y importantes. ¿Qué clase de persona es el que carece de conciencia y no tiene la razón de la humanidad normal? Hablando en términos generales, es una persona que carece de humanidad, una persona de una humanidad mala. Analicemos esto en profundidad. ¿Cómo manifiesta esta persona una humanidad corrupta tal que las personas dicen que no tiene humanidad? ¿Qué características tienen todas las personas? ¿Qué manifestaciones específicas presentan? Tales personas son superficiales en sus acciones y se mantienen alejadas de las cosas que no les conciernen de manera personal. No consideran los intereses de la casa de Dios ni muestran consideración por la voluntad de Dios. No asumen ninguna carga de testificar por Dios o de desempeñar sus deberes y no poseen ningún sentido de responsabilidad. […] Incluso hay personas que, cuando ven un problema cuando cumplen con su deber, permanecen en silencio. Ven que otros están causando interrupciones y perturbaciones, pero no hacen nada para detenerlos. No consideran en absoluto los intereses de la casa de Dios ni piensan en su propio deber ni en las responsabilidades. Hablan, actúan, sobresalen, se esfuerzan, y gastan energía sólo para su propia vanidad, prestigio, posición, intereses y honor” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Las palabras de Dios revelaban exactamente mi estado. Sabía que esos lugares podían estar en peligro y las personas en ellos podrían ser detenidas si no se las trasladaba. Pero tenía miedo de que la supervisora dijera que era una cobarde y que no tenía fe y que ya no tuviera una buena opinión de mí. No me atreví a atenerme a los principios y defender la obra de la iglesia. Conocía la verdad, pero no la practicaba. Oré a Dios: “¡Oh, Dios! La realidad me ha demostrado que no practico la verdad en mi fe. No defiendo la obra de Dios. Solo pienso en mi propio prestigio, estatus e intereses. ¡Soy egoísta y despreciable! Por favor, Dios, dame Tu guía. Ansío arrepentirme de veras”. Entonces, recordé que “Una recopilación de los preceptos de la obra de la Iglesia de Dios Todopoderoso” establece que siempre tenemos que prestar atención a la seguridad al cumplir con nuestro deber. En un ambiente seguro, los hermanos y hermanas pueden cumplir con sus deberes tranquilamente y la obra de la casa de Dios no se ve fácilmente perturbada. Después de esto, compartí lo que pensaba con otra gente del equipo y estuvieron de acuerdo conmigo en que los otros lugares estaban en peligro y había que trasladarlos. Decidí que abordaría de nuevo el tema con la supervisora cuando la viera. También oré a Dios y le pedí coraje para practicar la verdad.
Unos días después, la hermana Zhang, otra supervisora, visitó a nuestro equipo. Nos preguntó si habíamos oído lo de las detenciones y que qué pensábamos. Rápidamente le dije: “Creo que quizá los otros lugares de reunión tampoco sean seguros. Deberíamos decirles que los trasladen de inmediato por si…”. Antes de que pudiera terminar, la hermana Zhang dijo con dureza: “¿Seguros? ¿En qué lugar de China es seguro creer en Dios? ¿Dónde estamos fuera de peligro? Este es un momento crucial para difundir el evangelio. ¿Cómo vamos a cumplir con nuestro deber si nos acobardamos a cada paso? ¿Quieres que nos escondamos hasta que la obra de Dios esté completa y caiga el Partido Comunista?”. Después de oír lo que dijo, pensé: “No es eso lo que quería decir. Dios nos dijo en la Era de la Gracia: ‘Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas’ (Mateo 10:16). ‘Pero cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra’ (Mateo 10:23)”. Cumplir con nuestro deber en China requiere sabiduría. Pero, por la respuesta de la hermana Zhang, pude ver que ella no quería trasladar estos lugares y que, si yo insistía, ella podía decir que yo no aceptaba la verdad y que tenía un problema. Luego siguió diciendo: “Los cobardes no cumplen con su deber. Se convierten en Judas cuando los detienen”. Esto me dejó muy confundida. Si yo seguía sugiriendo trasladar a todo el mundo, las supervisoras probablemente me verían como una cobarde. Puede que incluso me echasen. ¿Qué pensarían entonces de mí los demás? Gracias a mi entusiasmo, se habían formado una buena impresión de mí y me pedían enseñanzas sobre sus problemas. Si pensaban que yo era una cobarde y que no quería aceptar la verdad, ya no me verían de la misma manera y me avergonzaría enfrentarlos. Le di mil vueltas, pero mi deseo de hacer lo correcto se había desvanecido. No quería ser un problema para la supervisora. Dije: “Solo estaba compartiendo mi opinión. Lo que ocurra depende de ustedes”.
Una mañana unos días después, una hermana, muy agitada, nos dijo que, después de las detenciones, algunos de los lugares de reunión no habían sido trasladados con la suficiente rapidez. La policía los había estado vigilando y tres supervisores y algunas otras personas habían sido detenidas. Oír esto fue muy triste para mí. Si me hubiera ceñido a los principios y explicado lo importante que era en ese momento, o si hubiera hablado directamente con el líder de la iglesia, seguramente no habríamos acabado en esta situación. Mucha gente había sido detenida y la obra de la iglesia se vio seriamente entorpecida. Era consecuencia directa de que yo no había sido responsable ni seguido los principios. Pero ahora ya era demasiado tarde. Lo único que podíamos hacer era avisar a todos los que pudieran estar en peligro lo antes posible para que no cayeran en las malvadas manos del Partido Comunista de China. Puse a varios hermanos y hermanas a ello de inmediato.
Más tarde, reflexioné sobre esto. Sabía que debía proteger los intereses de la casa de Dios y la obra de la iglesia, entonces, ¿por qué en la práctica no lo había hecho? ¿Por qué era tan egoísta y protegía solo mis propios intereses? Entonces, leí esto en las palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y hayan obtenido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes emociones tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro de vosotros. En cuanto a qué es el veneno de Satanás, se puede expresar por completo con palabras. Por ejemplo, si les preguntas a algunos malvados por qué cometieron el mal, te responderán: ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La lógica de Satanás se ha convertido en la vida de las personas. Puede que hagan las cosas con un propósito u otro, pero solo lo hacen para sí mismas. Todos piensan que ya que el plan es cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda, deben vivir para ellos mismos, hacer todo lo que esté en su mano para asegurarse una buena posición y la comida y ropa de calidad. ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’: esta es la vida y la filosofía del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras de Satanás son precisamente el veneno de Satanás, y cuando la gente lo internaliza, se convierte en su naturaleza. La naturaleza de Satanás queda expuesta a través de estas palabras; lo representan por completo. Este veneno se convierte en la vida de las personas y en el fundamento de su existencia, y la humanidad corrompida ha sido sistemáticamente dominada por este veneno durante miles de años” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Las palabras de Dios revelan la raíz de nuestro egoísmo. Vivimos según filosofías satánicas, como: “Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda”, y “Guarda silencio para protegerte y sólo procura escapar de la culpa”. Se han convertido en nuestra mismísima naturaleza. Todo el mundo vive y lucha para sí mismo e incluso sacrifica los intereses de los demás por los suyos propios. Todas las personas corruptas viven así, volviéndose más egoístas y mentirosas, y el mundo se vuelve más oscuro y más malvado. Incluso siendo yo una persona de fe, las palabras de Dios no se habían convertido en mi vida. Mi forma de pensar todavía estaba carcomida por estos venenos satánicos y por eso, a pesar de conocer la verdad, no la practicaba. Me daba miedo ofender a las supervisoras y dañar mi reputación. Lo principal no eran ni la verdad ni la obra de la Iglesia, sino mi propio nombre y mi estatus. ¡Era tan egoísta! Dios determina cuál es mi deber y cuándo debo hacerlo. Pero fui tonta y pensé que mi destino estaba en manos de las supervisoras y que, si las ofendía, me privarían de mis deberes. ¿Acaso no estaba negando que, en la casa de Dios, gobiernan la verdad y la justicia? Veía las cosas como una descreída. No era una creyente. Entonces, pensé en esto en las palabras de Dios: “Por mucha que sea la pérdida para la obra de Dios y los intereses de Su casa, no sentirás ningún reproche de tu conciencia, lo que significa que serás una persona que vive de acuerdo con su carácter satánico. Satanás te controla y hace que vivas como algo que no es ni completamente humano ni completamente demoníaco. Comes de lo que es de Dios, bebes de lo que es de Dios y gozas de todo cuanto proviene de Él; ahora bien, cuando la obra de la casa de Dios sufre alguna pérdida, crees que no tiene nada que ver contigo y, cuando ocurre, incluso ayudas utilizando a tu propia gente y tú no tomas partido por Dios ni defiendes Su obra ni los intereses de Su casa. Esto quiere decir que Satanás tiene poder sobre ti, ¿no? Las personas que son así, ¿viven como seres humanos? Es evidente que son demonios, ¡no seres humanos!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo quienes practican la verdad temen a Dios). Las palabras de Dios Todopoderoso atravesaron mi corazón como una espada. Respiraba el aire y comía el alimento que Dios había creado y disfrutaba de la vida y la verdad que Él me había otorgado sin pensar en corresponder a Su amor. Vi cómo se perjudicaba gravemente la obra de la casa de Dios y a mis hermanos y hermanas en peligro, pero no me atreví a defender los principios, temiendo por mí misma. Esto significó que más de veinte personas fueron detenidas, encarceladas y torturadas, y nuestra obra evangelizadora se vio seriamente afectada. Vivir en la corrupción tuvo unas consecuencias atroces. Lo que yo estaba haciendo era el mal. Nunca comprendía por qué Dios odiaba a las personas egoístas, por qué Él decía que carecían de humanidad y pertenecían a Satanás. Ahora entendía que los egoístas solo piensan en sí mismos y no en los demás y que incluso protegen sus propios intereses en detrimento de la obra de la iglesia. ¿Qué tiene eso de humano? Hasta los animales son mejores. Los perros saben proteger las casas de sus dueños y ser fieles, pero, aunque Dios me había dado tanto, yo mordía la mano que me daba de comer. No era fiel en absoluto y no merecía ser llamada humana. Entonces vi que el hecho de que Dios llamara satánicos a los egoístas no era exagerado. Si no me arrepentía y cambiaba y practicaba la verdad, estaría haciendo el mal, oponiéndome a Dios y Él me castigaría. Este error me enseñó que, si no perseguimos la verdad y no resolvemos nuestro carácter satánico, no podemos practicar la verdad y obedecer a Dios. Así, nunca conseguiremos cambiar nuestro carácter ni salvarnos, por mucho tiempo que creamos en Dios o por mucho que sacrifiquemos y suframos. Entonces, oré a Dios: “¡Dios Todopoderoso! Tanto la obra de la iglesia como mis hermanos y hermanas han sufrido mucho porque yo no he practicado la verdad y no he seguido los principios. Dios, he hecho el mal. Estoy dispuesta a arrepentirme y a aceptar Tu escrutinio. Si aun así no cambio y sigo siendo egoísta y no apoyo la obra de la casa de Dios, te ruego que me juzgues y me castigues”.
Después de mi oración, leí esto en las palabras de Dios: “Cuando te revelas como alguien egoísta y vil y te haces consciente de ello, debes buscar la verdad: ¿qué debo hacer para estar en consonancia con la voluntad de Dios? ¿Cómo debo actuar en beneficio de todos? Es decir, debéis empezar por dejar de lado vuestros intereses, renunciando a ellos paulatinamente en función de vuestra estatura, un poco cada vez. Tras haber experimentado esto unas cuantas veces, los habréis dejado de lado completamente, y, a medida que lo hagáis, os sentiréis cada vez más firmes. Cuanto más dejéis de lado vuestros intereses, más sentiréis que, como ser humano, debéis tener conciencia y razón. Sentiréis que, cuando no tenéis motivaciones egoístas, sois una persona directa y recta y hacéis las cosas exclusivamente para satisfacer a Dios. Sentiréis que dicha conducta os hace digno de ser llamado ‘humano’ y que, al vivir así en la tierra, estáis siendo abierto y honesto, que estáis siendo una persona auténtica, que tenéis la conciencia tranquila y sois digno de todas las cosas que Dios os ha otorgado. Cuanto más vivas de esta manera, más firme y luminoso te sentirás. Así pues, ¿no habréis emprendido el camino correcto?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). “No siempre hagas las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres tu propio estatus, prestigio o reputación. Tampoco tengas en cuenta los intereses de la gente. Primero debes tener en cuenta los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu principal prioridad. Debes ser considerado con la voluntad de Dios y empezar por contemplar si has sido impuro o no en el cumplimiento de tu deber, si has hecho todo lo posible para ser leal, por completar tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has pensado de todo corazón en tu deber y en la obra de la casa de Dios. Debes meditar sobre estas cosas. Piensa en ellas con frecuencia y te será más fácil cumplir bien con el deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Entonces comprendí que, para un cristiano, la única manera de vivir con integridad, honor y humanidad es vivir de acuerdo a las palabras de Dios y a la verdad, observar Su voluntad, renunciar a nuestros intereses y proteger la obra de Dios en todos los aspectos. Así nos sentiremos en paz. Sabía que debía poner en práctica las palabras de Dios y procurar ser una persona recta.
Una noche de noviembre, pasadas las 10, la hermana Li, una nueva supervisora, vino a ver a nuestro equipo. Dijo que su compañera, la hermana Liu, se había ido hacía dos días a ver a una hermana de fuera de la ciudad y que nunca había vuelto. Tenía miedo de que la hubieran detenido. Si fuera el caso, había que avisar a los otros para que se trasladasen cuanto antes. También pensaba que quizá la hermana Liu se hubiera ido a su casa por algún motivo y que trasladar a todo el mundo afectaría a sus tareas. No sabía qué hacer. Al oír esto, pensé: “La hermana Liu cree en Dios desde hace años y es firme en su deber. Si se hubiera ido a su casa, nos lo habría dicho. Seguramente haya sido detenida. Debería decírselo a los líderes cuanto antes”. Pero luego pensé: “La hermana Li es una supervisora. Si ella no está segura y teme perturbar la obra de la iglesia, ¿cómo puedo estar segura yo? Si nos molestamos en trasladar a todo el mundo y resulta que la hermana Liu no está detenida, puede que el líder nos trate y nos diga que estamos perturbando la obra de la iglesia. ¿Debería hablar o no?”.
Muy indecisa, leí las palabras de Dios: “Haz todo lo que sea beneficioso para la obra de Dios y nada que vaya en detrimento de los intereses de la misma. Defiende el nombre, el testimonio y la obra de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la Era del Reino). “Si cuanto más crucial es un momento, más capaces son las personas de someterse y renunciar a sus intereses, su vanidad y su orgullo, y de cumplir apropiadamente con sus deberes, solo entonces las recordará Dios. ¡Todas esas acciones son buenas! Hagan lo que hagan las personas, ¿qué es más importante: su vanidad y orgullo o la gloria de Dios? (La gloria de Dios). ¿Qué es más importante: tus responsabilidades o tus intereses? Cumplir con tus responsabilidades es lo más importante y estás obligado a cumplirlas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Recibir a Dios y la verdad es la máxima felicidad). Dios nos dice claramente que defendamos Su obra y que cumplamos bien con nuestro deber. Ahora, ante un dilema entre mis intereses y los de la iglesia, Dios me estaba mirando. Si era egoísta como antes, eso significaría que me faltaba humanidad. La vez anterior había sido una lección dolorosa, un terrible precio a pagar. No podía volver a cometer el mismo error. Le dije a la hermana Li: “Es posible que la hermana Liu se fuera a su casa, pero no podemos estar seguros. Deberíamos prepararnos para lo peor y trasladar a esos hermanos y hermanas. Aunque nos equivocásemos, es por la obra de la iglesia y por la seguridad de todos. Estamos considerando el panorama general de la situación. Si percibimos un peligro y no actuamos a tiempo y más gente es detenida, seremos unos Judas y será demasiado tarde para arrepentirnos. El peligro aumenta cada día que pasa. Vamos a ocuparnos de esto inmediatamente”. Le conté que algunos miembros de la iglesia habían sido detenidos anteriormente y ella estuvo de acuerdo conmigo. Al día siguiente temprano, puso todo en marcha y, a la noche siguiente, también nosotros desalojamos nuestro lugar.
Mientras hacíamos todo esto, la supervisora me dijo: “La hermana Liu y la otra hermana fueron detenidas y la policía atrapó a cuatro más en un lugar de reunión. Nos trasladamos justo a tiempo. Si hubiéramos esperado, habrían atrapado a más gente aún”. Al oír esto, me enfurecí. ¡El Partido Comunista es muy malvado! En un país tan grande como China, ¡no hay ningún lugar en el que se puedan esconder los cristianos! También noté lo importante que es proteger los intereses de la iglesia. Me sentí mejor porque esta vez había podido practicar la verdad y ser responsable y evitamos daños mayores. Sentí que vivir de acuerdo a las palabras de Dios es la única forma de vivir con humanidad. También experimenté personalmente que, sin el juicio de las palabras de Dios, todavía estaría atada por el carácter y las filosofías satánicas, haciendo el mal y oponiéndome a Dios. No sería capaz de renunciar a mis propios intereses y atenerme a los principios y nunca tendría humanidad. Tal y como dicen las palabras de Dios Todopoderoso: “Si puedes cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y deberes, dejar de lado tus deseos egoístas y tus propias intenciones y motivos, tener consideración de la voluntad de Dios y poner primero los intereses de Dios y de Su casa, entonces, después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de vivir: es vivir sin rodeos y honestamente, sin ser una persona vil o un bueno para nada, y vivir justa y honorablemente en vez de ser de mente estrecha y perverso. Considerarás que así es como una persona debe vivir y actuar” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad).