54. El egoísmo es vil

Por Yang Shuo, China

A principios de 2021, la hermana Zhang Yichen y yo asistíamos a una iglesia que se había establecido recientemente. Yichen era nueva en la fe y no tenía mucha experiencia de vida, pero tenía aptitud y buscaba de forma activa la verdad, así que quería cultivarla lo más pronto posible porque esto haría que la obra de la iglesia se desarrollara de mejor manera. Con toda intención, hice que Yichen se involucrara en los distintos proyectos de la obra de la iglesia y yo le brindaba apoyo cuando notaba que tenía alguna carencia. Tras un período de capacitación, Yichen progresó mucho. No obstante, varios meses después fue ascendida y trasladada. Yo era renuente a dejarla ir y sentía que estaba perdiendo a una asistente muy capaz. Pensaba que tendría que manejar toda la labor de la iglesia por mí misma de ahí en adelante; tener que trabajar más duro era una cosa, pero ¿qué tal si eso afectaba el desempeño de mi trabajo? ¿Qué pensarían de mí? Luego se me ocurrió que beneficiaría a la labor de la iglesia que ella asumiera una carga mayor. No debía ser tan egoísta. Cuando Yichen se fuera, yo podría promover a otra persona.

Poco después, algunas iglesias cercanas organizaron una reunión para los colaboradores de riego con el fin de que resumieran y compartieran sus experiencias. La líder me pidió que escogiera a un colaborador de riego para que asistiera. En ese momento, consideré recomendar a la hermana Wang Mingxi. Ella era una regadora eficaz y muy meticulosa y responsable. Si la enviaba a la reunión, podría cultivar todavía a más hermanos y hermanas cuando regresara y así la obra de riego de la iglesia sería aún más eficaz, lo que me permitiría dar una buena imagen. Así pues, envié a Mingxi a la reunión. Sin embargo, unos días después de que regresara Mingxi de la reunión, la líder siguió buscándola. Me preguntaba: “¿Acaso la líder va a ascender a Mingxi? Ella es una regante experimentada de nuestra iglesia. Si se va, ¿no se verá afectada nuestra labor? Y, entonces, ¿qué pensarán los hermanos y hermanas de mí? De haberlo sabido, jamás le habría permitido asistir a esa reunión”. Posteriormente, Mingxi me dijo que otra iglesia tenía una enorme necesidad de colaboradores de riego, así que la líder planeaba reasignarla. Era renuente a acceder a eso, pero me preocupaba que si yo no estaba de acuerdo, la líder diría que era egoísta y desconsiderada con la voluntad de Dios. No tenía otra opción más que dejar ir a Mingxi. Tras su partida, me sentí muy deprimida. Pensé: “Si los nuevos creyentes dejan la iglesia porque no hay obreros capaces de regarlos, ¿acaso la líder tratará conmigo y dirá que no cumplo con mi responsabilidad? ¿Cómo iba a lidiar con semejante humillación?”. Cuanto más pensaba, más resistencia sentía.

Un día, cuando regresaba a casa después de una reunión, dos hermanas que trabajaban en el riego de los nuevos fieles me dijeron: “Recibimos una carta de la líder donde te pide que encuentres dos colaboradores de riego más y que elabores evaluaciones de nosotras dos”. Mi descontento al escuchar eso fue evidente. Pensé: “¿Acaso la líder está planeando reasignarlas también? Acabo de formar a estas dos hermanas. Les he podido delegar una gran cantidad de trabajo y ahora tengo mucho menos por lo cual preocuparme. Si las reasignan, no solo aumentará mi carga de trabajo, sino que, definitivamente, mi desempeño laboral se verá afectado. Si eso ocurre, ¿no dirá la líder que no soy una buena líder?”. Tras pensar en eso, respondí apenada: “En verdad, no sé lo que está pensando la líder”. Ambas hermanas me vieron bajar la mirada y preguntaron con desconcierto: “¿Qué pasa? ¿Acaso la líder no está simplemente pidiéndote que encuentres dos colaboradores de riego más?”. Al oír su respuesta, me sentí un tanto avergonzada. Después de recuperar la compostura, respondí con cierta indiferencia: “Muy bien, entonces debemos escoger a algunos candidatos calificados”. Eso fue lo que dije en voz alta, pero por dentro cuestionaba la decisión: “¿Acaso la líder está tratando a nuestra iglesia como si fuera un centro de formación de talentos? Primero, quiere a esta, y, luego, a aquella. Por fin, el trabajo de la iglesia ha comenzado a avanzar, pero ¿cómo se supone que procedamos si ella reasigna a estos talentos?”. Cuanto más pensaba en ello, peor me sentía y comencé a tener cierta animosidad hacia la líder. Seguí cumpliendo con mis deberes, pero con menos entusiasmo que antes. Poco después, durante una reunión, la líder dijo que deseaba saber más sobre el hermano Zhao Chengzhi, porque quería ascenderlo y promoverlo. En cuanto escuché eso, aquel sentimiento de rencor resurgió. Pensé: “Chengzhi ha desempeñado bien sus deberes y yo quiero asignarlo para que se haga cargo de la obra de riego. Si se reasignan a todas estas personas, ¿cómo se supone que haga todo este trabajo yo sola? ¿En verdad puedo obtener resultados buenos?”. Cuanto más lo pensaba, más enojada me sentía: “Adelante, ¡reasígnenlos! No seré yo quien se interponga en la obra de la iglesia”. Después de eso, simplemente no pude calmarme y durante la reunión me sentí inquieta. Al terminar la reunión, volví a casa y decidí escribirle una carta a la líder donde le pedía que no trasladara a Chengzhi. En aquel momento, me di cuenta de que estaba siendo irracional, así que pensé que era mejor no escribir la carta. Sin embargo, seguía sintiéndome molesta y deprimida.

Posteriormente, la líder mantuvo una reunión con nosotros y yo conversé acerca de mi estado y comportamiento recientes. La líder me mostró un pasaje de la palabra de Dios: “La esencia del egoísmo y la vileza de los anticristos resulta obvia; sus manifestaciones de esta índole son particularmente destacadas. La iglesia les confía una tarea, y si esta les conlleva renombre y beneficios, y les permite mostrarse, estarán muy interesados y dispuestos a aceptarla. Si se trata de un trabajo ingrato o que implica ofender a la gente, o que no les da la oportunidad de mostrarse o no les aporta beneficio a su estatus o reputación, no les interesa y no lo aceptan, como si no tuviera nada que ver con ellos, y no fuera el trabajo que deberían estar haciendo. Cuando se encuentran con dificultades, es imposible que busquen la verdad para resolverlas, y ni mucho menos tratan de ver el marco general ni de tener en cuenta la obra de la iglesia. Por ejemplo, dentro del ámbito de la obra de la casa de Dios, en función de las necesidades generales de trabajo, puede haber algunos traslados de personal. Si se traslada a algunas personas de una iglesia, ¿cuál sería la forma sensata de tratar el asunto por parte de los líderes de esa iglesia? ¿Qué problema hay si solo les preocupan los intereses de su propia iglesia, en lugar de los intereses generales, y si no están dispuestos para nada a trasladar a la gente? ¿Por qué, como líderes de la iglesia, son incapaces de someterse a los arreglos generales de la casa de Dios? ¿Es esa persona considerada con la voluntad de Dios? ¿Está atenta al panorama general de la obra? Si no piensa en la obra de la casa de Dios como un todo, sino solo en los intereses de su propia iglesia, ¿acaso no es muy egoísta y despreciable? Los líderes de la iglesia deben someterse incondicionalmente a la soberanía y a los arreglos de Dios, y a los arreglos y coordinación centralizados de la casa de Dios. Eso es lo que se ajusta a los principios verdad. Cuando la obra de la casa de Dios lo requiera, sin importar quiénes sean, todos deben someterse a la coordinación y los arreglos de la casa de Dios, y en absoluto deben ser controlados por ningún líder u obrero individual como si fueran de su propiedad o estuvieran sujetos a sus decisiones. La obediencia de los escogidos de Dios a los arreglos centralizados de la casa de Dios es perfectamente natural y justificada, y nadie puede desafiarla. A menos que un líder u obrero individual realice un traslado irracional que no esté de acuerdo con los principios —en cuyo caso podrá desobedecerse— todos los escogidos de Dios deben obedecer, y ningún líder u obrero tiene derecho o razón alguna para tratar de controlar a nadie. ¿Diríais que hay algún trabajo que no sea obra de la casa de Dios? ¿Hay alguna obra que no implique la expansión del evangelio del reino de Dios? Todo es obra de la casa de Dios, toda obra es igual, y no hay ‘tuya’ y ‘mía’. Si el traslado se ajusta a los principios y se basa en los requisitos del trabajo de la iglesia, entonces estas personas deben ir a donde más se las necesita. Sin embargo, ¿cuál es la respuesta de los anticristos cuando se enfrentan a este tipo de situación? Encuentran diversos pretextos y excusas para mantener a estas personas adecuadas a su lado, y solo aportan a dos personas comunes y corrientes, y luego buscan algún pretexto para presionarte, ya sea diciendo que hay mucho trabajo, o que están cortos de personal, que es difícil conseguir gente y, si estos dos son transferidos, el trabajo se verá perjudicado. Y te preguntan qué se supone que deben hacer, y te hacen sentir que, de trasladar a la gente, estarías en deuda con ellos. ¿No es así como funciona el diablo? Así es como hacen las cosas los incrédulos. ¿Son buenas personas las que siempre tratan de proteger sus propios intereses en la iglesia? ¿Se trata de personas que actúan según los principios? En absoluto. Son incrédulos y no son creyentes. ¿Y no es esto egoísta y vil? Si alguien de buen calibre dependiente del anticristo es trasladado a otro cargo, en su corazón el anticristo se resiste y lo rechaza con obstinación: quiere abandonar, ya no tiene entusiasmo por ser líder o jefe de grupo. ¿Qué problema es este? ¿Por qué carecen de obediencia hacia los arreglos de la iglesia? Piensan que el traslado de su ‘mano derecha’ tendrá un impacto en la productividad y el progreso de su trabajo, y que en consecuencia su estatus y reputación se verán afectados, lo que les obligará a trabajar más duramente y a sufrir más para garantizar la productividad, cosa que es lo último que quieren hacer. Se han acostumbrado a la comodidad, y no quieren trabajar ni sufrir más, por lo que no quieren dejar escapar a esa persona. Si la casa de Dios insiste en el traslado, arman un gran alboroto e incluso se niegan a hacer su propio trabajo. ¿Acaso no es esto egoísta y vil? Los escogidos de Dios deben ser asignados de forma centralizada por la casa de Dios. Esto no tiene nada que ver con ningún líder, jefe de equipo o individuo. Todos deben actuar de acuerdo a los principios; esta es la regla de la casa de Dios. Cuando los anticristos no actúan de acuerdo con los principios de la casa de Dios, cuando constantemente maquinan en aras de su propio estatus e intereses, y hacen que hermanos y hermanas de buen calibre les sirvan para consolidar su poder y estatus, ¿no es eso egoísta y vil? En apariencia, al mantener a las personas de buen calibre a su lado y no permitir que la casa de Dios las traslade, parece que están pensando en la obra de la iglesia, pero en realidad solo están pensando en su propio poder y estatus, y en absoluto en la obra de la iglesia. Tienen miedo de hacer mal el trabajo de la iglesia, ser reemplazados y perder su estatus. Cuando los anticristos no piensan en la obra más amplia de la casa de Dios, solo piensan en su propio estatus, lo protegen sin preocuparse por el costo de los intereses de la casa de Dios, y defienden su propio estatus e intereses en detrimento de la obra de la iglesia, eso es egoísta y vil(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cuatro: Resumen de la naturaleza humana de los anticristos y de la esencia de su carácter (I)). Las palabras de Dios exponen que los anticristos son profundamente egoístas y despreciables. Para preservar su estatus y reputación, acaparan a las personas y no están dispuestos a compartirlas, sin considerar la obra de la iglesia en lo más mínimo. Vi que mi propia conducta era como la de un anticristo. Especialmente, cuando leí las líneas: “Cuando los anticristos no actúan de acuerdo con los principios de la casa de Dios, cuando constantemente maquinan en aras de su propio estatus e intereses, y hacen que hermanos y hermanas de buen calibre les sirvan para consolidar su poder y estatus, ¿no es eso egoísta y vil?”. Las palabras de Dios me calaron profundamente. Reflexioné sobre mi comportamiento reciente: cuando me enteré de que cabía la posibilidad de que ascendieran a Mingxi, me preocupó que la obra de riego se viera afectada y que mi reputación quedara dañada, así que no quería dejarla ir e, incluso, me arrepentí de haberla enviado para que asistiera a la reunión. Cuando la líder me pidió que encontrara a otros dos regadores y que elaborara evaluaciones de mis hermanas, supuse que la líder estaba planeando reasignarlas y me puse reticente y argumentativa. Incluso sentí animosidad hacia la líder. Cuando ella quiso ascender a Chengzhi, yo sabía que él cumplía los requisitos de ascenso y formación, pero al pensar en cómo afectaría su marcha a los trabajos de evangelización y riego de la iglesia, no quise dejarlo marchar. Yo trataba a los hermanos y hermanas como mi mano derecha y quería guardarlos para mí para que me ayudaran a consolidar mi estatus y reputación, y a satisfacer mis deseos egoístas. No pensé en los intereses de la iglesia y tampoco tomé en consideración cómo actuar para satisfacer a Dios. Yo era, simplemente, muy egoísta e inferior. Los incrédulos del mundo secular hacen lo que sea por mantener a sus mayores talentos a su lado para que los ayuden a expandir y desarrollar sus empresas. Yo me manejaba con mi deber de la misma manera. Lo trataba como si fuera mi empresa personal, actuaba de acuerdo con principios egoístas y solo tomaba en consideración mi reputación y estatus. Dios detestaba tales acciones y le disgustaban. Yo iba por la senda del anticristo de la resistencia a Dios.

Posteriormente, me topé con otro pasaje de las palabras de Dios: “Si alguien dice que ama y busca la verdad, pero, en esencia, el objetivo que persigue es distinguirse, alardear, hacer que la gente piense bien de él y lograr sus propios intereses; y el cumplimiento de su deber no consiste en obedecer o satisfacer a Dios, sino que en cambio tiene como fin lograr prestigio y estatus, entonces su búsqueda no es legítima. En ese caso, cuando se trata del trabajo de la iglesia, ¿son sus acciones un obstáculo o ayudan a que avance? Claramente son un obstáculo, no hacen que avance. Algunas personas enarbolan la bandera de realizar el trabajo de la iglesia mientras buscan su propio prestigio y estatus, se ocupan de sus propios asuntos, crean su propio grupito y su propio pequeño reino: ¿acaso esta clase de persona está cumpliendo con su deber? En esencia, todo el trabajo que hacen interrumpe, perturba y perjudica el trabajo de la iglesia. ¿Cuál es la consecuencia de su búsqueda de estatus y prestigio? En primer lugar, esto afecta la manera en la cual el pueblo escogido de Dios come y bebe Su palabra y entiende la verdad; obstaculiza su entrada en la vida, les impide ingresar en la vía correcta de la fe en Dios, y los conduce hacia la senda equivocada, lo que perjudica a los escogidos y los lleva a la ruina. Y, en definitiva, ¿qué ocasiona eso al trabajo de la iglesia? Lo perturba, lo perjudica y lo desorganiza. Esta es la consecuencia derivada de que la gente busque la fama y el estatus. Cuando cumplen con su deber de esta manera, ¿acaso no puede definirse esto como caminar por la senda de un anticristo? Cuando Dios pide que las personas dejen de lado el estatus y el prestigio, no es que les esté privando del derecho de elegir; más bien es porque, durante la búsqueda de prestigio y estatus, las personas interrumpen y perturban el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, e incluso puede que afecten al hecho de que otros coman y beban las palabras de Dios, comprendan la verdad y, así, logren la salvación de Dios. Es un hecho indiscutible. Cuando la gente se afana por el prestigio y el estatus, es indudable que no busca la verdad y no cumple fielmente con el deber. Solo habla y actúa en aras del prestigio y el estatus, y todo trabajo que hace, sin la más mínima excepción, es en beneficio de esas cosas. Esa forma de comportarse y actuar implica, sin duda, ir por la senda de los anticristos; es una interrupción y perturbación de la obra de Dios, y sus diversas consecuencias obstaculizan la difusión del evangelio del reino y el libre fluir de la voluntad de Dios en la iglesia. Así pues, se puede afirmar con certeza que la senda que recorren los que van en pos del prestigio y el estatus es la senda de resistencia a Dios. Es una resistencia intencionada a Él contrariándolo; es decir, cooperar con Satanás para resistirse a Dios y oponerse a Él. Esta es la naturaleza de la búsqueda de estatus y prestigio por parte de la gente. El problema de las personas que buscan sus propios intereses es que los objetivos que persiguen son los mismos que los de Satanás, unos objetivos malvados e injustos. Cuando las personas buscan sus intereses personales, como el prestigio y el estatus, se convierten involuntariamente en una herramienta de Satanás, en un canal de este y, además, se convierten en una personificación de Satanás. Desempeñan un papel negativo en la iglesia; el efecto que causan en el trabajo de la iglesia y en la vida normal de la iglesia y la búsqueda normal del pueblo escogido de Dios es el de perturbar y perjudicar. Causan un efecto negativo y adverso(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). Por medio de las palabras de Dios, me di cuenta de que la naturaleza y las consecuencias de no practicar la verdad y de siempre proteger los intereses propios son verdaderamente graves. Perturban y obstruyen la obra de la iglesia y son un servicio que se hace para Satanás. La iglesia cultiva y promueve a las personas para permitirles recibir capacitación en un puesto adecuado y les da la oportunidad de aprovechar al máximo sus habilidades. Esto es beneficioso para la entrada en la vida de nuestros hermanos y hermanas y para la obra de la iglesia, y está alineado con Su voluntad; es algo positivo que yo, como líder, debía preservar y apoyar. En lugar de ello, cuando veía que promovían a los hermanos y hermanas, no me sentía feliz por ellos, sino que solo consideraba mi propia reputación y estatus. Creía que estos hermanos y hermanas eran eficaces, que eran mi mano derecha, representantes capaces. Tendría mucho menos de qué preocuparme si ellos cumplían sus deberes en mi iglesia, podríamos trabajar de una manera mucho más eficaz y mi estatus se consolidaría. Así pues, cuando uno tras otro fueron promovidos y reasignados, yo me resistí, tuve resentimientos y no quise dejarlos ir. No pensé ni por un instante en lo que sería mejor para la obra de la iglesia y tampoco tomé en consideración qué tipo de ambiente les ofrecería la mejor capacitación y les permitiría poner en práctica sus habilidades. ¿Acaso podría llamarse a eso cumplir con mi deber? Evidentemente, actuaba como un emisario de Satanás y obstruía la obra de la iglesia. Yo solo cumplía con el deber por mi reputación y estatus y, sin importar lo mucho que hiciera, Dios no lo reconocería. Pensaba en los pastores y ancianos del mundo religioso que son plenamente conscientes de que la Iglesia de Dios Todopoderoso ha dado testimonio de que el Señor ha vuelto y, sin embargo, en aras del estatus y los ingresos, hacen grandes esfuerzos por impedir que los creyentes estudien el camino verdadero y reciban al Señor. Tratan a sus creyentes como si fueran de su propiedad y los mantienen firmemente en su poder. Luchan con Dios por los creyentes y se han vuelto anticristos y siervos del mal, condenados y maldecidos por Dios. ¿Acaso la forma como yo actuaba era distinta a la de esos pastores y ancianos? Si no me arrepentía, terminaría como los fariseos del mundo religioso, que ofenden el carácter de Dios y reciben Su castigo y Sus maldiciones.

En aquel momento, encontré otro pasaje de las palabras de Dios: “Para todos los que cumplen con un deber, da igual lo profundo o superficial que sea su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de practicar la entrada en la realidad verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los propios deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus personales. Poner los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo un deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber. Primero debes pensar en los intereses de la casa de Dios, tener en cuenta la voluntad de Dios y considerar la obra de la iglesia. Coloca estas cosas antes que nada; solo después de eso puedes pensar en la estabilidad de tu estatus o en cómo te consideran los demás. ¿No os parece que esto se vuelve un poco más fácil cuando lo dividís en dos pasos y hacéis algunas concesiones? Si practicáis de esta manera durante un tiempo, llegaréis a sentir que satisfacer a Dios no es algo tan difícil. Además, deberías ser capaz de cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y tu deber, dejar de lado tus deseos egoístas, intenciones y motivos. Debes tener consideración hacia la voluntad de Dios y poner primero los intereses de la casa de Dios, la obra de la iglesia y el deber que se supone que has de cumplir. Después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de comportarte. Es vivir sin rodeos y honestamente, y no ser una persona vil y miserable; es vivir justa y honorablemente en vez de ser despreciable, vil y un inútil. Considerarás que así es como una persona debe actuar y la imagen por la que debe vivir. Poco a poco, disminuirá tu deseo de satisfacer tus propios intereses(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios señalan una senda de práctica. La clave para llevar a cabo nuestros deberes es darles prioridad a los intereses de la iglesia y hacer a un lado nuestros intereses personales para proteger la obra de la iglesia. En realidad, aquellos con conciencia, racionalidad y humanidad considerarían lo que requiere la obra y se someterían a las disposiciones de la iglesia cuando se reasignaran personas. No tomarían en consideración sus propios intereses. El aspecto central de nuestro trabajo como líderes es regar a los hermanos y hermanas y cultivar el talento, permitiendo que cada hermano y hermana ponga en práctica sus talentos para que lleven a cabo los deberes más adecuados para ellos. Los elegidos de Dios pertenecen a Dios y no a una persona. La iglesia puede elegir reasignar a las personas según lo que sea necesario para la obra y quién sea más apropiado para uno u otro deber. Yo no tenía derecho a acaparar a las personas para mí misma. Una vez que comprendí esto, estuve dispuesta a abandonar mi carne y a no anteponer de forma egoísta y despreciable mis propios intereses.

Un día, recibí una carta de la líder donde me solicitaba que elaborara una evaluación sobre Chengzhi. Quería evaluar si podía ser promovido para dirigir la obra de riego. Pensé: “Actualmente, Chengzhi dirige las labores de evangelización y riego de la iglesia. Si se va y se ve afectado el desempeño de nuestra obra, ¿acaso la líder no dirá que soy incompetente?”. Justo en ese momento me di cuenta de que estaba siendo egoísta y que nuevamente estaba viendo por mis intereses. Chengzhi era un regador talentoso y sería más beneficioso para la obra de la iglesia que fuera responsable de una mayor parte de la obra. A su vez, él recibiría más capacitación, así que yo debía apoyarlo. En aquel momento, recordé las palabras de Dios que dicen: “Dios es por siempre supremo y para siempre honorable, mientras que el hombre es siempre bajo, siempre despreciable. Esto es porque Dios siempre está haciendo sacrificios y se entrega a la humanidad; sin embargo, el hombre siempre toma y se esfuerza solo para sí mismo. Dios siempre se está esforzando por la supervivencia de la humanidad; no obstante, el hombre nunca contribuye en nada en aras de la luz o la justicia. Aunque el hombre se esfuerza durante un tiempo, no puede resistir ni un solo golpe, pues el esfuerzo del hombre siempre es para su propio beneficio y no para el de otros. El hombre siempre es egoísta, mientras que Dios es siempre desinteresado. Dios es la fuente de todo lo justo, lo bueno y lo hermoso, mientras que el hombre es el que hereda y manifiesta toda la fealdad y maldad. Dios nunca alterará Su esencia de justicia y belleza, y sin embargo, el hombre es perfectamente capaz, en cualquier momento y en cualquier situación, de traicionar la justicia y alejarse de Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Es muy importante comprender el carácter de Dios). ¡Dios es tan santo! Él jamás es egoísta y, sea cual sea la obra que lleve a cabo o la situación que idee para las personas, siempre lo hace tomando en consideración la vida de estas y la finalidad es limpiar y transformar nuestro carácter corrupto, con lo que nos permite ser salvados y vivir una humanidad normal. Mientras reflexionaba sobre mí misma, me di cuenta de que, tan pronto como la situación que Dios ideaba amenazaba mis intereses, me quejaba y me resistía, y me portaba de manera terriblemente egoísta y despreciable. Cuando pensaba en la santidad y la abnegación de Dios, me sentía avergonzada, arrepentida y compungida. Me di cuenta de que vivir de esa forma era miserable, bajo y mezquino. Debía dejar de ser tan egoísta y despreciable y de considerar mi reputación y estatus. Necesitaba hacer que mi principal prioridad fueran los intereses de la iglesia. Así que reuní todas las evaluaciones de Chengzhi, se las envíe a la líder y, después de eso, fue ascendido a supervisor. Tras practicar de esa manera, me sentí centrada y en paz.

Tiempo después, noté que la hermana Li Hui tenía aptitud, que comunicaba la verdad de una manera detallada y ordenada, que era amorosa y paciente con los hermanos y hermanas, que tenía los talentos necesarios para difundir el evangelio y regar a los nuevos creyentes, y era adecuada para recibir capacitación. Después de que se fuera Chengzhi, la labor de evangelización no solo no se vio afectada sino que, incluso, mejoró un poco. Anteriormente, yo siempre había pensado que cuando estas personas se fueran nuestra obra se vería afectada. Ahora me doy cuenta de que estaba completamente equivocada. Era solo una excusa que ponía para depender de recursos preexistentes y no llevar a cabo una obra práctica. En realidad, es importante que nuestro corazón esté en el lugar correcto. Si puedes mostrar consideración hacia la voluntad de Dios, abstenerte de actuar según tus propios intereses, capacitar a nuevos talentos en cuanto se reasignen otros y resolver los problemas de tu trabajo de manera oportuna, recibirás la guía de Dios y tu labor mejorará continuamente. ¡Gracias a Dios!

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