35. Un remordimiento imborrable

Por Pan Li, China

Un día de noviembre de 2020, oí que la policía había arrestado a un líder de la iglesia llamado Zhao Jun. Como yo estaba relativamente familiarizada con la situación en la iglesia de Zhao Jun, mi líder superior me pidió que fuera a averiguar lo que había sucedido, cómo habían arrestado a Zhao Jun, y que me encargara, cuanto antes, del trabajo de lidiar con las consecuencias. Cuando se me encomendó ese deber, me sentí un poco intimidada y pensé: “Dado que acaban de arrestar a Zhao Jun, será muy peligroso que vaya ahora a esa iglesia. Si los policías que vigilan nuestra iglesia me atrapan, ¿qué me sucederá? ¿No estaré cayendo en una trampa?”. Pero luego pensé que Zhao Jun había estado en contacto con muchas personas y familias de acogida, y que todas estarían en peligro, dado que habían arrestado a Zhao Jun. Sabía que debía avisar a todo el mundo para que tomaran precauciones de inmediato. Tras tomar esa decisión, me dirigí rápidamente a la iglesia para avisar a los hermanos y hermanas. Al día siguiente, me enteré de que se habían producido incidentes con dos de las familias de acogida que había visitado la noche anterior. Poco después de que me fuera de sus casas, habían allanado la casa de una de las familias y habían arrestado al marido y la mujer de la otra. Si me hubiera ido un poco más tarde, también me habrían arrestado. En diciembre, hubo otra serie de detenciones a gran escala en varias iglesias. Arrestaron a la hermana con la que trabajaba y a más de treinta hermanos y hermanas, entre ellos, líderes y obreros, uno tras otro. Era una situación muy peligrosa, por lo que era crucial que yo avisara a los otros hermanos y hermanas que estuvieran expuestos a peligros ocultos, para que se escondieran y les dieran a otras personas los libros de las palabras de Dios para ponerlos a salvo. En ese momento, ya habíamos perdido contacto con algunas iglesias, no había hogares adecuados para guardar los libros de las palabras de Dios y los bienes de la iglesia, y algunos de nuestros hermanos y hermanas no tenían acceso a hogares de acogida seguros. Ante esa situación tan difícil, me sentía muy débil, temerosa e inquieta. Parecía que me iban a arrestar en cualquier momento. Pensé: “¿Qué pasará si me arrestan y me matan a golpes siendo tan joven?”. Pasaba todo el día con el ceño fruncido, y los días parecían transcurrir a paso de tortuga. No paraba de preguntarme cuándo llegaría a su fin aquella situación. En ese momento, oí que varias decenas de policías especiales de la provincia habían llegado con el objetivo de arrestar a creyentes. Me puse aún más nerviosa y tuve aún más miedo. Pensé: “La policía ya me está persiguiendo para arrestarme. Si me pongo a trasladar libros, ¿no me estaré entregando directamente a la policía? Si me siguen y me arrestan, seguro que la policía no me soltará fácilmente. El PCCh puede matar a los creyentes con impunidad. Si me arrestan, ¿me matarán a golpes? He creído en Dios, he renunciado a tanto y me he entregado durante tantos años, ¿solo para que me maten de una paliza? ¿Podré aún alcanzar la salvación? Si no puedo hacerlo, ¿no habrán sido en vano todos estos años de sufrimiento? Si me condenan a varios años de cárcel, ¿cómo aguantaré la vida allí?”. No podía soportar la idea de vivir en la cárcel, donde es preferible morir que vivir en semejantes condiciones. Vivía con temor constante y no me atrevía a trasladar los libros, así que escribí una carta al hermano Li Yi para pedirle que trasladara los libros lo antes posible. Sin embargo, aunque le escribí varias cartas, nunca recibí una respuesta. Pasaron algunos días más y aún no se habían trasladado los libros. Me preocupaba que mi líder superior me culpara de no ser responsable con mi deber, así que le pedí al líder que designara a otra persona para que se ocupara de las consecuencias. Para ocultar mis intenciones y motivos personales, dije que tenía poca estatura, que no tenía experiencia en ese tipo de situación y que necesitaba hablar y consultar con alguien sobre ciertos aspectos del trabajo. Eso haría pensar al líder que me estaba esforzando al máximo para realizar mi deber y que estaba asumiendo una carga del trabajo de la iglesia. De esa manera, incluso si surgían problemas, el líder no me echaría la culpa. Poco después, mi líder designó a la hermana Yun Qing para que trabajara conmigo a fin de lidiar con las consecuencias.

Tras eso, la situación se volvió cada día más tensa. Llegaban informes, uno tras otro, de hermanos y hermanas a quienes habían arrestado, y también oí que la policía había obtenido información sobre muchos hermanos y hermanas. Escribí cartas a los líderes de grupo instándolos a que avisaran a todos los hermanos y hermanas que se escondieran de inmediato, pero yo no estaba en condiciones de preocuparme por su seguridad. Me sentía muy ansiosa y asustada, y estaba preocupada de que también me arrestaran en cualquier momento, por lo que no conseguí hacer un trabajo muy minucioso y no avisé como debía haberlo hecho a las personas que debían esconderse, y por eso arrestaron a una hermana llamada Wang Lan. Más tarde, la enviaron de vuelta a casa y murió al cabo de diez horas. Me sentí muy culpable: si hubiera puesto un poco más de esfuerzo y hubiera cumplido con mi responsabilidad de avisar a tiempo a Wang Lan de que necesitaba esconderse, tal vez no la habrían arrestado ni habría muerto. Yo era responsable de que hubieran arrestado a Wang Lan y no había excusa para ello.

Poco después, mi líder superior vino a verme con un informe que los hermanos y hermanas habían redactado sobre mí, el cual ponía al descubierto que, en el momento más crucial, no había conseguido proteger a mis hermanos y hermanas, no había trasladado a tiempo los libros de las palabras de Dios, me había protegido a mí misma de forma egoísta y despreciable, y no había protegido ni defendido la obra de la iglesia. El líder procedió a destituirme en el acto. Me di cuenta de que había estado viviendo como una cobarde durante todo ese tiempo y no había realizado ningún trabajo real. Merecía que me destituyeran. Durante mis prácticas devocionales y mis reflexiones, encontré un pasaje de las palabras de Dios: “La primera tarea fundamental que deben llevar a cabo los líderes y obreros consiste en vigilar adecuadamente los diversos bienes materiales de la casa de Dios, llevar a cabo revisiones adecuadamente y hacer guardia por la casa de Dios, a fin de evitar que ningún bien sufra daños, despilfarros o sea apropiado por parte de personas malvadas. Esto es lo mínimo que deberían hacer. En el momento en que eres elegido líder u obrero, la casa de Dios te considera su administrador: perteneces a la clase directiva y las labores que asumes son más pesadas que las de los demás. Cargas con una gran responsabilidad. Es por eso por lo que cada una de tus conductas, cada una de tus acciones, cada uno de tus planes para manejar cualquier situación y cada uno de tus métodos para resolver los problemas afectan a los intereses de la casa de Dios. Si ni siquiera los contemplas ni te los tomas en serio, no sirves para ser un administrador de Su casa. […] Así pues, a la hora de elegir líderes y obreros, desde la perspectiva de su humanidad, ¿cuáles son los atributos más básicos que deben poseer? Deben poseer conciencia y sentido de la rectitud, y sus motivos deberían ser los apropiados. Su humanidad primero ha de estar a la altura. No importa cuánta capacidad de trabajo o qué nivel de calibre posean, las personas de ese tipo cumplirán con el estándar como administradores si sirven como supervisores. Como mínimo, serán capaces de defender los intereses de la casa de Dios, así como los intereses comunes de los hermanos y hermanas. Jamás traicionarán ni unos ni otros. Cuando los intereses de la casa de Dios y de los hermanos y hermanas estén a punto de verse dañados o perjudicados, estas personas lo habrán previsto y serán los primeros en dar un paso al frente y protegerlos, aunque eso afecte a su propia seguridad o les exija pagar un precio o sufrir. Todas estas son las cosas que las personas con conciencia y razón pueden hacer. Algunos falsos líderes y obreros se apresuran a buscar un lugar seguro donde esconderse cuando tienen que afrontar circunstancias peligrosas, pero no se preocupan ni se interesan por los bienes importantes de la casa de Dios: libros de las palabras de Dios, teléfonos móviles, ordenadores, etcétera. Si les inquietara el efecto que tendría su arresto en el panorama general del trabajo de la iglesia, podrían enviar a otros a ocuparse de estas cosas; sin embargo, estos falsos líderes solo se esconden por su propia seguridad. Están muertos de miedo y, para garantizar su propia seguridad, no hacen nada de lo que podrían hacer. Así, cuando se producen situaciones peligrosas, se dan muchos casos en los que la negligencia, la inacción y la irresponsabilidad de los falsos líderes provocan que el gran dragón rojo saquee y se lleve diversos bienes de la casa de Dios, así como las ofrendas a Él, todo lo cual genera importantes pérdidas. Cuando surgen estas situaciones en la iglesia, lo primero que deberían plantearse los líderes y obreros es guardar los equipamientos y bienes materiales de la casa de Dios en lugares adecuados, entregárselos a las personas adecuadas para que los gestionen; no debe permitirse jamás que el gran dragón rojo se los lleve. Sin embargo, los falsos líderes nunca tienen en mente estas cosas; nunca anteponen los intereses de la casa de Dios, sino que miran por su propia seguridad. La incapacidad de los falsos líderes para llevar a cabo un trabajo real a menudo provoca que varios bienes importantes de la casa de Dios sufran pérdidas o daños. ¿No es esto una grave negligencia en el cumplimiento de la responsabilidad por parte de los falsos líderes?(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (11)). Las palabras de Dios describen con claridad las responsabilidades de un líder. Un líder debe tener humanidad, sentido de rectitud y ser digno de confianza. En momentos cruciales, los líderes deben proteger siempre a los hermanos y hermanas, y deben salvaguardar los libros de las palabras de Dios, incluso si eso implica padecer sufrimientos y afecta sus intereses personales. Los falsos líderes son increíblemente egoístas y despreciables. Aunque trabajen de vez en cuando, siempre hacen el trabajo que les apetece. En todo, piensan en sus propios intereses y nunca anteponen los intereses de la casa de Dios. Las personas así tienen una calidad humana pobre, y Dios las desprecia. En comparación, vi que yo no era diferente a los falsos líderes a los que las palabras de Dios dejaban en evidencia. Cuando comenzaron las detenciones en la iglesia, delegué el trabajo peligroso en otras personas, le pedí a Li Yi que trasladara los libros y, cuando no respondió a mis cartas a tiempo, no trasladé los libros de inmediato por mi cuenta, sino que le escribí una carta a mi líder superior para explicarle que tenía poca estatura y pedirle que designara a alguien más para hacer ese trabajo. Puse excusas para protegerme a mí misma y delegué el trabajo peligroso en otras personas para no ponerme en riesgo. Mientras que nuestro entorno empeoraba cada vez más, yo no me sentía con ánimo de centrarme en lidiar con las consecuencias, sino que solo actuaba con negligencia, hacía como si estuviera trabajando, delegaba tareas gracias a mi alto cargo y les cargaba todo el trabajo de ocuparse de las consecuencias a los líderes de grupo, quienes se veían obligados a aparecer y resolver las situaciones por sí mismos. Cuando oí que Wang Lan estaba en peligro de que la arrestaran, debería haberle escrito una carta para avisarle que se escondiera de inmediato. De haberlo hecho, quizás no la habrían arrestado ni habría perdido la vida. Pero vivía con miedo y cobardía, y no avisé a la gente como debía haberlo hecho. Algunos hermanos y hermanas se habían vuelto negativos y débiles, pero no hablé con ellos ni los apoyé. Pensé en cómo proteger de daños mis propios intereses en todas las situaciones y no presté la más mínima atención al trabajo de la iglesia. ¡Qué egoísta y despreciable fui! Como líder de la iglesia, era mi responsabilidad proteger al pueblo escogido de Dios y los intereses de Su casa, pero, en el momento más crucial, rehuí mi deber. Fui egoísta, despreciable, solo me preocupaba por mí misma y no tenía ni la más mínima conciencia o razón. Como consecuencia, arrestaron y torturaron hasta la muerte a mi hermana, el trabajo de la iglesia se retrasó y cometí una transgresión eterna.

Más tarde, encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Hacer el deber de uno no es una cuestión menor; la gente queda muy en evidencia en el cumplimiento de su deber, y Dios determina los desenlaces de las personas en función de su continuado desempeño al hacer su deber. ¿Qué significa cuando alguien no hace bien su deber? Significa que no acepta la verdad ni se arrepiente de veras, y Dios lo descarta. Cuando se destituye a los falsos líderes y falsos obreros, ¿qué representa esto? Esta es la actitud de la casa de Dios hacia tales personas y, por supuesto, representa además la actitud de Dios hacia ellas. Por tanto, ¿cuál es la actitud de Dios hacia las personas inútiles como estas? Él las desdeña, las condena y descarta. Por tanto, ¿todavía queréis disfrutar de los beneficios del estatus y ser falsos líderes?(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Después de leer las palabras de Dios, las lágrimas corrían por mis mejillas. Vi que mi destitución era una señal de la ira de Dios y sentí que Su carácter justo es inofendible. Sentí un remordimiento increíble al darme cuenta de que siempre había pensado primero en mi propia seguridad, no había protegido el trabajo de la iglesia y no había tenido en consideración la seguridad de mis hermanos y hermanas, lo que había derivado en consecuencias irreversibles. Aunque había salido ilesa, no había cumplido con mis responsabilidades, había cometido una transgresión que nunca iba a poder compensar y había hecho que Dios me odiara y despreciara. Fue por mi culpa que mis hermanos y hermanas me denunciaron. Durante esa época, solía llorar cuando pensaba en ello y me odiaba a mí misma por ansiar tanto vivir y temer tanto la muerte. Cada vez que salía el tema, sentía un dolor sordo en el corazón y sentía que estaba en deuda con Dios y con mis hermanos y hermanas. Me odiaba a mí misma por no ser más que una bestia y pensaba que no había castigo de Dios que fuera demasiado severo para mí.

Tras eso, comencé a buscar entender por qué siempre intentaba protegerme a mí misma cuando enfrentaba situaciones difíciles. Encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Al leer las palabras de Dios, me di cuenta de que el veneno satánico “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” había echado raíces profundas en mí y se había convertido en mi norma de comportamiento como persona. Ante el peligro, siempre me protegía a mí misma y no me preocupaba en absoluto por los intereses de la casa de Dios. Solo me preocupaba por intentar evitar que me arrestaran y delegaba el trabajo peligroso en otras personas. Lo único en lo que pensaba era en mi propia seguridad, no me sentía con ganas de hacer el trabajo de lidiar con las consecuencias y no cumplía con mis responsabilidades. Si los intereses de la iglesia no se vieron comprometidos fue solo gracias a que otros hermanos y hermanas terminaron trasladando los libros de las palabras de Dios a tiempo. Estaba viviendo de acuerdo con los venenos de Satanás y me había vuelto increíblemente egoísta y despreciable, y carecía por completo de humanidad. Una y otra vez, no conseguía practicar la verdad y no tenía ni un ápice de lealtad hacia mi deber. Dios odiaba mi comportamiento y estaba indignado con él. Si no me arrepentía y me transformaba, perdería mi oportunidad de obtener la salvación. Fue entonces cuando comprendí lo profundamente corrupto que era mi carácter y que esa destitución era la manera que Dios había elegido para salvarme.

Luego, encontré este pasaje de las palabras de Dios: “¿Cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Fueron condenados, golpeados, vituperados y asesinados porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. […] En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redención que Él realizó para toda la humanidad le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Las palabras de Dios explican con claridad el significado de convertirse en mártir por Él. Los apóstoles y discípulos del Señor Jesús fueron leales a Dios hasta la muerte y entregaron sus valiosas vidas para difundir Su evangelio. Dedicaron sus vidas a dar testimonio de que el Señor Jesús es Dios y de la obra de Dios para redimir a la humanidad. Por difundir el evangelio del Señor Jesús, a Esteban lo lapidaron hasta la muerte y a Pedro lo crucificaron cabeza abajo. Aunque su carne pereció, sus muertes fueron significativas y honorables. Dios elogió que dieran sus propias vidas para dar testimonio de Él. Ahora, los miembros de la iglesia se enfrentaban a una persecución grave y a detenciones, tras las cuales habían torturado y atormentado a algunos hermanos y hermanas, pero ellos no se rendían ante Satanás y preferían ir a la cárcel antes que traicionar a Dios. En cuanto a Wang Lan, ella prefirió morir antes que convertirse en una judas. Por el contrario, en esa situación, yo solo pensé en mi propia seguridad, prioricé mi vida por encima de todo, no tuve la más mínima lealtad hacia mi deber y no cumplí con mis responsabilidades. Aunque no me arrestaron y salvé mi vida, no había dado ningún testimonio y era una humillación seguir con vida. Me sentía increíblemente culpable y ya no quería seguir viviendo una existencia tan innoble. También me di cuenta de que Dios utiliza al gran dragón rojo para que le sirva y para identificar quiénes son verdaderos creyentes y quiénes son falsos, quiénes dan testimonio y quiénes no, y luego los separa de acuerdo con cada clase de persona. Esa es la sabiduría de la obra de Dios. Después de darme cuenta de esto, tomé la determinación de cumplir bien con mi deber y de mantenerme firme en mi testimonio de Dios. Oré a Dios: “Dios mío, he sido demasiado egoísta y despreciable. Por temor a que me arrestaran y torturaran, no protegí la obra de la iglesia y cometí una transgresión eterna. De ahora en adelante, no importa la situación que enfrente, pondré mi vida en juego para defender los intereses de la iglesia. Ya no viviré una existencia innoble. Estoy dispuesta a poner mi vida en Tus manos y someterme a Tu soberanía y arreglos”.

Unos meses después, me eligieron de nuevo como una líder de la iglesia. A los pocos días de haber comenzado mi deber, recibí una carta de mi líder superior que decía que el PCCh había obtenido una imagen mía de una grabación de circuito cerrado de televisión. El líder me aconsejó que no me mostrara en público a menos que fuera absolutamente necesario. Estaba un poco preocupada tras recibir la carta, pero eso no influyó en cómo hacía mi deber. Si debía salir a la calle por trabajo, simplemente me disfrazaba un poco y luego salía a cumplir con mi deber. Poco tiempo después, arrestaron a varios hermanos y hermanas de mi iglesia y, una vez más, tuve que lidiar con las consecuencias. Me di cuenta de que Dios me estaba verificando. A pesar de estar un poco nerviosa y preocupada, pensé en lo egoísta y despreciable que había sido en el pasado, había delegado trabajos peligrosos en otras personas, había dejado una mancha permanente en mi historial con Dios y me había convertido en el hazmerreír de Satanás. Ante la situación a la que me enfrentaba, tenía que arrepentirme y dejar de vivir como antes. Oré en silencio a Dios y le dije que estaba dispuesta a confiar en Él para lidiar con las consecuencias lo más rápido posible. Tras eso, planifiqué de forma minuciosa y con rapidez, junto con los líderes de grupo, la manera de trasladar los libros de las palabras de Dios. Al poco tiempo, los hermanos y hermanas lograron transferir todos los libros. Al practicar de esa manera, me sentí mucho más en paz y supe que esa tranquilidad provenía de Dios. Dos meses después, arrestaron a más de diez hermanos y hermanas, así como a un exlíder de la iglesia. Ante esa situación, no me centré en mi propia seguridad como lo había hecho en el pasado, sino que confié en Dios para ocuparme de las consecuencias, proteger a mis hermanos y hermanas y evitar que los intereses de la casa de Dios se vieran comprometidos. Consulté con mis compañeros de trabajo la mejor manera de avisar con rapidez a los hermanos y hermanas para que se escondieran y trasladaran los libros. Con la colaboración de los hermanos y hermanas, se trasladaron con éxito todos los libros. Cuando oí las buenas noticias, me sentí muy feliz y di gracias a Dios por Su guía. Pensé en cómo, en el pasado, había protegido mis propios intereses en todo momento, había rehuido mi deber y había quedado en evidencia como una falsa líder. Esta vez, ya no me limitó mi miedo a la muerte y fui capaz de practicar la verdad y cumplir con mis responsabilidades. Se debió todo a las palabras de Dios, las cuales me permitieron realizar esa transformación.

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