89. Reflexiones sobre no aceptar la verdad

Carta a Ai Xi

Por Shi Jing, China

Querida Ai Xi:

¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado? No nos vemos desde hace más de un año, pero tengo la sensación de que fue ayer lo que ocurrió cuando desempeñábamos juntas nuestro deber. Como no acepté la verdad, te hice daño y nos alejamos. Siempre que lo pienso, me lo reprocho. Realmente quiero decirte que lo siento. Te escribo esta carta para contarte mis reflexiones y entendimiento.

En aquel momento, éramos responsables del trabajo de riego. Como yo acababa de empezar, no sabía mucho sobre el deber y me ayudabas con frecuencia. Cuando veías que no lo había hecho bien, me dabas recordatorios e indicaciones. Sabía que era tu forma de ayudarme. Pero, a medida que me ibas señalando más cosas, me sentía incómoda. En una ocasión, las personas que estaban haciendo el trabajo de riego no lo hacían en armonía, así que tuve que escribir una carta para resolver la situación. Sentí cierto desprecio hacia ellos y los reprendí con un tono interrogativo. Al ver esto, me preguntaste que cuál era mi estado mental al escribir la carta, y remarcaste con franqueza mis problemas. Dijiste que no estaba bien escribir una carta así, que estaba actuando con superioridad y que fácilmente causaría que las personas se sintiesen constreñidas. Me dijiste que hiciese autorreflexión y que corrigiese la carta. Aunque yo también me di cuenta de que estaba revelando un carácter arrogante, en mi corazón, seguí buscando argumentos en contra y pensando: “¿Cómo es posible que, cada vez que escribo una carta, le encuentres un problema? Me hiciste quedar mal hablándome así, como si no pudiera resolver un problema tan sencillo. ¿Qué pensarán los demás de mí si se enteran?”. Mi corazón no pudo aceptarlo, y formé un prejuicio en tu contra. También pensé que, cuando viese un problema tuyo en el futuro, también te lo señalaría para que no pensases que se me puede importunar así como así. Una vez, alguien a cargo de la custodia de los libros de la palabra de Dios fue irresponsable y tuvo una actitud holgazana. Le escribiste una carta en la que hablabas y diseccionabas la naturaleza y las consecuencias de tales acciones, y el lenguaje que utilizaste fue bastante duro. Me aproveché de la situación y te dije que la manera en la que la habías escrito no era la correcta, que estabas actuando con superioridad y reprendiendo a la gente, y que hablar de esa manera era algo difícil de aceptar para los demás. Me compartiste en qué circunstancias podíamos podar a los demás, en qué circunstancias podíamos hablar y ayudar a otros y dijiste que esta persona comprendía todo y que era, sencillamente, irresponsable y que, en tales circunstancias, podíamos podarla. Sabía que lo que decías era correcto y beneficioso para la obra, pero mi corazón no lo aceptaba. Sentía que todo lo que tú decías estaba bien y que todo lo que yo hacía estaba mal, y que siempre estabas buscando fallos en mí. Parecía que debía ser más consciente en el futuro para evitar revelar cualquier corrupción o decir algo incorrecto a fin de que no me pusieses al descubierto y me avergonzases. Desde ese momento, me volví dubitativa y reservada en mi deber y no sentía ni un ápice de liberación. Me sentía muy desgastada por dentro. Normalmente, cuando me veías ser negligente en mi deber, me lo señalabas. Y, cuando se me acumulaba el trabajo con el que no había lidiado a tiempo, decías que era vaga y que codiciaba comodidades, y que no estaba soportando la carga de mi deber. Sabía que estabas hablando de mis problemas, pero me hervía la sangre cada vez y me sentía como si siempre estuvieses exponiendo mis problemas y hablando muy directamente, sin tacto y sin considerar mi orgullo y mis sentimientos, poniéndome en una situación incómoda. Mi corazón no podía aceptarlo. Lo único que podía hacer era cumplir mi deber apresuradamente, sintiéndome desvalida y reacia, para evitar que volvieses a señalar mis problemas. Ya que no había buscado la verdad ni hecho autorreflexión, los problemas en mi deber nunca se resolvieron.

Más adelante, hubo una ocasión en la que escribí una carta en la que comunicaba a los regadores algunas desviaciones que había que corregir en el trabajo. Mientras escribía, vi que no estaba expresando las cosas con claridad, pero no me molesté en corregirlas. Cuando viste mi carta, me volviste a señalar mis problemas y dijiste que no había explicado las cosas con claridad, que no sabías qué problema quería resolver. Me pediste considerar esto cuidadosamente y no ser superficial, y hablaste conmigo en detalle sobre cómo escribir la carta. Sentí resistencia en mi corazón de nuevo y pensé: “¿Por qué siempre estás destacando mis defectos y poniéndome las cosas difíciles? Nunca antes había tenido tantos problemas escribiendo cartas, así que, ¿cómo es posible que encuentres tantas cosas mal? Si el líder o los hermanos y hermanas lo descubren, ¿qué pensarán de mí? ¿Creerán que no puedo resolver ni siquiera los problemas más insignificantes y que fue un error elegirme para encargarme del trabajo de riego? Ya no sé cómo seguir colaborando en este trabajo. Siempre estás exponiendo mis defectos y haciéndome de menos. Pues hazlo tú misma y también escribe tú la carta. ¡Trabajar contigo me hace sentir tan constreñida!”. Cuanto más lo pensaba, más molesta me sentía, e incluso llegué a pensar en vengarme: “Si las cosas no funcionan, escribiré una carta al líder en la que le comunico tus problemas y le propondré renunciar. Así, el líder sabrá que no soy yo la que no está haciendo el trabajo, sino que eres tú, que estás siendo demasiado arrogante y me haces no querer cooperar, y el líder de seguro te podará. Si me marcho y el trabajo se ve afectado, será tu transgresión y sentirás culpa y autorreproche. ¡Eso te mereces por estar siempre señalando mis problemas!”. Sabía que no debía hacerlo, ya que era una falta de humanidad, pero no podía evitar sentir prejuicios hacia ti. En las reuniones, hablaba de lo que había estado revelando recientemente, pero, como no tenía autoconocimiento, detrás de todo lo que decía había quejas y culpabilización, lo cual te hizo sentir constreñida. Sentía que, después de aquello, eras muy prudente a la hora de hablar conmigo, te preocupaba señalar mis problemas por si no los aceptaba, así que hiciste lo posible por hablar conmigo con tacto. No obstante, como yo no tenía autoconocimiento, cuando volviste a mencionar mis problemas, me callé inmediatamente y te ignoré. Una vez, estuve sin hablarte durante más de un día, lo que atrasó el trabajo del cual teníamos que hablar. Me sentí muy ahogada y dolida y me fui al baño a llorar. Te vi ir a otra habitación a trabajar con una computadora y sabía que tu estado tampoco era bueno. Las palabras “abuso emocional” me vinieron entonces a la mente, y sentí que así me estaba comportando y causándote dolor. Pero yo, sencillamente, no podía liberarme del estado en el que estaba y lloraba mientras oraba a Dios con el deseo de corregir este estado.

Leí algunas de las palabras de Dios en ese momento y hubo un pasaje que me conmovió. Dios dice: “Algunos dicen: ‘Antes de mi poda, sentía que tenía una senda a seguir, pero después de enfrentarla, no sé qué hacer’. ¿Por qué no saben qué hacer después de la poda? ¿A qué se debe? (Cuando se enfrentan a la poda, no aceptan la verdad ni intentan conocerse a sí mismos. Albergan algunas nociones y no buscan la verdad para resolverlas. Esto los deja sin una senda. En lugar de encontrar la causa dentro de sí mismos, afirman lo contrario, que fue la poda la que los hizo perder su camino). ¿No es un reproche? Es como decir: ‘Actué de acuerdo con los principios, pero tu poda deja en claro que no me permites manejar las cosas conforme a los principios. Entonces, ¿cómo se supone que debo practicar en el futuro?’. Eso es lo que las personas que dicen tales cosas quieren decir. ¿Aceptan la poda? ¿Admiten el hecho de que cometieron errores? (No). ¿Acaso este enunciado no significa en realidad que saben cómo cometer fechorías de manera imprudente, pero cuando se las poda y se les pide que actúen según los principios, no saben qué hacer y se confunden? (Sí). Entonces, ¿cómo hacían las cosas antes? Cuando alguien se enfrenta a la poda, ¿no es porque no actuó conforme a los principios? (Sí). Cometen fechorías con imprudencia, no buscan la verdad ni actúan conforme a los principios o a las reglas de la casa de Dios, así que reciben la poda. El propósito de la poda es permitirles a las personas que busquen la verdad y actúen conforme a los principios, para evitar que vuelvan a cometer fechorías imprudentemente. Sin embargo, cuando se enfrentan a la poda, dicen que ya no saben cómo actuar ni cómo practicar. ¿Hay en estas palabras algún indicio de que se conocen a sí mismas? (No). No tienen intención de conocerse a sí mismas ni de buscar la verdad. En su lugar, insinúan: ‘Solía cumplir muy bien con mis deberes, pero desde que me podaste, has sumido a mis pensamientos en un caos y confundido mi enfoque hacia mis deberes. Ahora mi forma de pensar no es normal, ya no soy tan resolutivo ni valiente como antes, no soy tan audaz, y todo esto se debe a la poda. Desde que me podaste, mi corazón ha sufrido una profunda herida. Por eso, debo decirles a los demás que tengan mucho cuidado al cumplir con sus deberes. No deben poner en evidencia sus defectos ni equivocarse; si cometen un error, los podarán, y luego se volverán tímidos y perderán el empuje que antes tenían. Su espíritu valiente se desanimará considerablemente y su deseo de entregarse y su valentía juveniles por completo desaparecerán y serán personas sumisas, cobardes y miedosas que temblarán ante su propia sombra y sentirán que nada de lo que hacen es correcto. Ya no percibirán la presencia de Dios en su corazón, y se sentirán cada vez más alejadas de Él. Incluso orar y clamar a Dios parecerá no tener respuesta. Sentirán que no tienen la misma vitalidad y euforia, que ya no son dignas de afecto, y llegarán a despreciarse a sí mismas’. ¿Son estas las palabras sinceras que comparte alguien que posee experiencia? ¿Son genuinas? ¿Edifican o benefician a las personas? ¿No es esto precisamente distorsionar los hechos? (Sí, estas palabras son totalmente absurdas)” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (17)). Tras leer las palabras de Dios, pensé de repente en mi propio comportamiento y revelaciones. Siempre había pensado que era yo la que estaba constreñida. Pensaba que nunca antes había tenido tantos problemas escribiendo cartas, pero ahora, contigo, parecía haber muchísimos, y yo ya no sabía cómo seguir trabajando juntas en esta tarea. De hecho, todos estos pensamientos estaban distorsionados. Cuando escribía cartas, revelaba un carácter arrogante y constreñía a la gente. A la hora de resolver problemas, era superficial y normalmente vaga, y no tenía ninguna carga por mi deber. Al señalarme estos problemas, estabas haciéndote responsable del trabajo y ayudándome, y permitiéndome reflexionar sobre mis propios problemas y conocerlos a tiempo para cumplir mi deber de acuerdo con los principios-verdad y lograr resultados resolviendo problemas. Pero no lo aceptaba y, en vez de eso, pensaba que señalarme los problemas para que dejase de hacer mal las cosas me hacía sentir constreñida, así que me volví dubitativa en mi deber. No podía escribir cartas tan bien como antes y no sabía cómo trabajar juntas en el deber. La inferencia era que el modo en que yo estaba haciendo las cosas era conforme a la verdad y que tu orientación era incorrecta y que, si me dejases cumplir mi deber como quería, lo haría perfectamente. Veía tu buena guía como negativa y mis maneras erróneas de hacer las cosas, como algo positivo. ¡Realmente no estaba aceptando la verdad, no podía distinguir lo positivo de lo negativo y hacía oídos sordos a toda razón!

En aquel momento, solo tenía este entendimiento superficial. ¿Te acuerdas? Más adelante, nos abrimos la una a la otra y hablamos sobre nuestros estados. Dijiste que no me menospreciabas y que no era que me estabas complicando las cosas, y que no sabías cómo comunicarte conmigo cuando te ignoraba. Que sentías que era muy difícil cumplir el deber así e incluso que querías renunciar a cumplir tu deber aquí. Déjame decirte que, cuando te escuché decir eso, me sentí totalmente deshecha por dentro. Nunca me había dado cuenta de que te hacía sentir tan constreñida y herida. Siempre pensé que mi humanidad era buena y que, aunque revelase algo de corrupción, no constreñiría ni haría daño a nadie. Pero así fue y tenía que enfrentarme a la situación y hacer autorreflexión. Durante esos dos días, me reasignaron a otro deber y me marché sintiéndome culpable y arrepentida.

Más adelante, busqué y reflexioné para comprender mis propios problemas. Leí estas palabras de Dios: “En lo referente al asunto de ser podados, los anticristos son incapaces de aceptarlo. Y existen razones para que esto sea así, siendo la principal que cuando se les poda, sienten que pierden su imagen, que pierden reputación, estatus y dignidad, que se les ha quitado la capacidad de ir con la cabeza alta frente a todo el mundo. Estas cosas tienen un efecto en su corazón, así que les cuesta aceptar ser podados, y sienten que quienquiera que los pode les tiene manía y es su enemigo. Esa es la mentalidad de los anticristos cuando se les poda. Puedes estar seguro de ello. De hecho, es en la poda donde más se revela si alguien puede aceptar la verdad y realmente puede someterse. Que los anticristos se resistan tanto a la poda basta para demostrar que sienten aversión por la verdad y no la aceptan en lo más mínimo. Ese es entonces el quid de la cuestión, y no su orgullo; el hecho de que no acepten la verdad es la esencia del problema. Cuando se les poda, los anticristos exigen que sea con un buen tono y actitud. Si el tono del que lo hace es serio y su actitud severa, el anticristo se resiste y se muestra desafiante, y la vergüenza lo hará ponerse furioso. Les trae sin cuidado que lo que se deje en evidencia de ellos sea correcto o si es un hecho, y tampoco reflexionan sobre en qué han errado o en si deberían aceptar la verdad. Solo piensan en el golpe que haya podido sufrir su vanidad y orgullo. Los anticristos son enteramente incapaces de reconocer que la poda es útil para las personas, que se trata de algo amoroso, salvador, beneficioso para la gente. No pueden ver siquiera eso. ¿Acaso no es un poco carente de discernimiento e irracional por su parte? Entonces, al enfrentarse a la poda, ¿qué carácter revela un anticristo? Sin duda alguna, un carácter de aversión por la verdad, además de arrogancia e intransigencia. Esto revela que la esencia-naturaleza de los anticristos consiste en sentir aversión por la verdad y odiarla(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). A partir de lo que exponían las palabras de Dios, vi que, cuando los anticristos quedan mal a raíz de que otra persona los guíe, ayude y pode, incluso cuando saben que la otra persona está exponiendo la verdad, nunca reflexionan sobre sus propios problemas y creen que es la otra persona la que les está complicando las cosas y sienten odio, aversión e incluso quieren vengarse de esa persona. Vi que la naturaleza de un anticristo siente aversión por la verdad y la odia. Al leer las palabras de Dios, llegué a comprender parte del carácter corrupto que estaba revelando. Pensé en lo negligente que había sido, en la falta de carga en mi deber, en la poca atención que ponía cuando escribía cartas y en mi falta de claridad cuando expresaba las cosas. Que me señalases problemas era para que pudiese corregirlos rápido, y esto habría sido beneficioso para la obra, pero yo solo pensaba en que me estabas complicando las cosas y rechacé aceptar la situación para guardar las apariencias. Te eché a ti la culpa y quise desacreditarte ante el líder, e incluso te ignoré, lo que te causó dolor y retrasó el progreso del trabajo. Tu ayuda siempre fue algo positivo para mí y estaba de acuerdo con la verdad, y debería haberla aceptado y haber corregido las cosas de inmediato. En vez de eso, consideré tu amable ayuda como menosprecio, y ello incluso generó aversión, odio y el deseo de vengarme. A simple vista, parecía no aceptar tu guía, pero, en esencia, no estaba aceptando las cosas positivas ni la verdad, me estaba oponiendo a ella y esto demostraba que yo era, fundamentalmente, una persona que no se sometía a la verdad. No me gustó que expusieras la realidad de la situación. Me encantaba que me estimaran y me elogiaran. Vi que, en mi naturaleza, era una persona vana, perversa, que no amaba la verdad, y que estaba recorriendo la senda del anticristo. Me dolía tanto vivir con este carácter corrupto, ¡pero era exactamente lo que me merecía! Pensé en las palabras de Dios: “El que una persona sienta aversión por la verdad es, sin duda, fatal para su posibilidad de obtener la salvación. Eso no es algo que pueda o no ser perdonado, no es una forma de comportarse ni algo que se revele fugazmente en el individuo: es la esencia-naturaleza de la persona, y esa es la gente que a Dios más le repugna(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber). Sentí cómo Dios odiaba y detestaba a quienes tenían aversión por la verdad. Sabía bien que el hecho de que tú señalases mis problemas estaba de acuerdo con los hechos y conforme a los principios-verdad, pero no lo aceptaba. En su lugar, lo analizaba demasiado, al igual que un incrédulo. Al hacerlo, mi corrupción no se podía resolver y no había manera de cumplir mi deber según los principios. Todo lo que hacía era causar pérdidas y obstaculizar la obra de la iglesia y hacer que Dios me detestara.

Leí otro pasaje de las palabras de Dios y llegué a comprender parte de los venenos satánicos que hay detrás de no aceptar una poda. Dios dice: “¿Qué debes hacer si alguien no deja de señalarte tus defectos? Podrías decir: ‘Si tú me llamas la atención a mí, ¡yo también te llamaré la atención a ti!’. ¿Es bueno atacarse así? ¿Así debe comportarse, actuar y tratar a los demás la gente? (No). Quizá la gente sepa que no debe hacer esto por cuestiones de doctrina, pero muchas personas no pueden vencer esas tentaciones y trampas todavía. Es posible que no hayas oído a nadie que te llame la atención por tus defectos, que te ataque o te juzgue a tus espaldas, pero cuando oigas a alguien decir semejantes cosas, no lo soportarás. Se te acelerará el corazón y te acalorarás: ‘¿Cómo te atreves a increparme? Si eres desagradable conmigo, yo te haré daño. Si me llamas la atención por mis defectos, ¡no creas que yo no te señalaré tu talón de Aquiles!’. Otros dicen: ‘Según el dicho, “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, así que no te llamaré la atención por tus defectos, pero buscaré otra manera de ocuparme de ti y de bajarte los humos. ¡A ver quién es el duro!’. ¿Son buenos estos métodos o no? (No). Para casi todo el mundo, si se entera de que alguien le ha llamado la atención, lo ha juzgado o ha dicho algo malo de él a sus espaldas, su primera reacción es de ira. Explota de ira, no puede comer ni dormir y, si consigue dormir, ¡hasta dice palabrotas en sueños! ¡Su impetuosidad no conoce límites! Es un asunto realmente insignificante, pero no puede superarlo. Esta es la repercusión de la impetuosidad sobre la gente, los resultados adversos derivados de las actitudes corruptas. Cuando un carácter corrupto se convierte en la vida de alguien, ¿en qué se demuestra principalmente? En que, cuando la persona se encuentra con algo que le resulta desagradable, esa cosa afecta primero a sus sentimientos y luego estalla la impetuosidad de esa persona. Y, al hacerlo, esta vive inmersa en la impetuosidad y contempla el asunto en virtud de su carácter corrupto. Las ideas filosóficas de Satanás brotan en su interior y comienza a pensar en la manera de vengarse, lo que deja al descubierto sus actitudes corruptas. Las ideas y opiniones de la gente al abordar problemas como este, y los medios y recursos que se le ocurren, e incluso sus sentimientos y su impetuosidad, son fruto de sus actitudes corruptas. ¿Y qué actitudes corruptas surgen en este caso? La primera es, ciertamente, la malicia, seguida de la arrogancia, el engaño, la perversidad, la intransigencia, la aversión por la verdad y el odio hacia ella. De estas actitudes corruptas, la arrogancia puede ser la menos influyente. ¿Cuáles son, entonces, las actitudes corruptas más capaces de dominar los sentimientos y pensamientos de una persona y de determinar cómo abordará finalmente este asunto? La malicia, la intransigencia, la aversión por la verdad y el odio hacia ella. Estas actitudes corruptas son el abrazo de la muerte para una persona, y es obvio que esta vive en la red de Satanás. ¿Cómo aparece la red de Satanás? ¿No son las actitudes corruptas las que la propician? Tus actitudes corruptas han tejido toda clase de redes satánicas para ti. Por ejemplo, cuando te enteras de que alguien hace algo como juzgarte, maldecirte o señalar tus defectos a tus espaldas, dejas que las filosofías satánicas y las actitudes corruptas sean tu vida y dominen tus pensamientos, ideas y sentimientos, lo que genera una serie de actos. Estos actos corruptos son, principalmente, fruto de tu naturaleza y tu carácter satánicos. Sean cuales sean tus circunstancias, mientras estés ligado, controlado y dominado por el carácter corrupto de Satanás, todo lo que vives, todo lo que revelas y todo lo que exhibes, o tus sentimientos, pensamientos y puntos de vista, además de tu manera de hacer las cosas, todo ello es satánico. Todas estas cosas vulneran la verdad y son hostiles a las palabras de Dios y a la verdad. Mientras más te alejes de la palabra de Dios y de la verdad, más te controla y te enreda la red de Satanás. Si, en cambio, puedes liberarte de las cadenas y el control de tus actitudes corruptas, rebelarte contra ellas, presentarte ante Dios, y actuar y resolver los problemas con los métodos y principios que te indican las palabras de Dios, te liberarás paulatinamente de la red de Satanás. Ya libre, dejas de vivir a la antigua semejanza de una persona satánica controlada por sus actitudes corruptas y vives a semejanza de una persona nueva que considera las palabras de Dios su vida. Cambia toda tu manera de vivir. Sin embargo, si cedes a los sentimientos, pensamientos, puntos de vista y prácticas a que dan lugar las actitudes satánicas, obedecerás una letanía de filosofías satánicas y técnicas diversas, como ‘Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos’, ‘La venganza siempre se sirve en plato frío’, ‘Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero’ y ‘Quien no se venga no es hombre’. Las llevarás dentro y dictarán tus actos. Si basas tus actos en estas filosofías satánicas, la naturaleza de aquellos cambiará y estarás haciendo el mal y resistiéndote a Dios. Si basas tus actos en estos pensamientos y puntos de vista negativos, es obvio que te has apartado mucho de las enseñanzas y palabras de Dios y que has caído en la red de Satanás y no puedes salir(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (8)). Habiendo leído las palabras de Dios, comprendí que Satanás adoctrina a las personas con filosofías satánicas como: “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, “Si eres cruel, no seré justo” y “Toma una dosis de tu propia medicina”. Incitan a la gente a actuar de manera impetuosa y dicen que, quien haga daño a la reputación y a los intereses de uno, deberá pagarlo de igual forma. Esto provoca que las personas se peleen, se ataquen y se hieran unas a otras. Por lo tanto, se vuelven más y más crueles y siniestras y pierden toda su humanidad corriente. Vi que estaba viviendo constantemente bajo esos venenos satánicos. Cuando escuchaba a alguien exponer mi corrupción y mis problemas, no lo aceptaba con humildad, sino que, en su lugar, revelaba impulsividad y trataba a esa persona con frialdad y hostilidad. Al igual que en esa época, consideraba tu guía y ayuda como algo negativo, y creía que estabas exponiendo mis defectos y dañando mi reputación e intereses, de modo que le di la vuelta al asunto y me fijé en tus problemas, y dije que tu poda, que estaba de acuerdo con los principios, era tu manera de actuar con superioridad, e incluso quise que el líder te podase y que te reprocharas a ti misma cuando yo renunciara. Fingí ser una víctima y te ignoré y marginé intencionadamente. Mi objetivo era que dejases de hablar de mis problemas y, por tanto, proteger mi reputación e intereses. Realmente era como un oso enfadado al que nadie se atreve a atizar, ¡sin el más mínimo atisbo de humanidad o razón! Cuando me señalabas mis problemas, incluso tenías que fijarte en mi cara y te sentías constreñida por mí, y querías huir de esta situación y dejar de cumplir tu deber, por lo que, finalmente, el trabajo se retrasó. ¿De qué modo mi manera de actuar era algo que haría un humano? Así era yo, ¡haciendo el mal y oponiéndome a Dios! Me daban asco mis propios comportamientos, y mi corazón se llenó de odio hacia mí misma. Estaba viviendo bajo venenos satánicos y me había vuelto arrogante, cruel y egoísta. No solo te hice daño, sino que cometí transgresiones y me causé remordimientos. ¡Realmente estaba haciéndome daño a mí misma y a los demás! Pensé en cómo reaccionan los anticristos cuando los hermanos y hermanas que persiguen la verdad con sentido de la rectitud les dan sugerencias y exponen las cosas que hacen que están en conflicto con los principios-verdad, lo cual afecta a su reputación y estatus. Sienten aversión, resistencia, y la vergüenza motiva su enfado. Distorsionan los hechos y les echan la culpa a los hermanos y hermanas, suprimiendo y atormentando a quienes tienen sentido de la rectitud, a fin de reforzar su posición. Sus acciones dañan a los hermanos y hermanas, trastornan, perturban y destrozan la obra de la iglesia y ofenden el carácter de Dios, lo que hace que los terminen expulsando de la iglesia. ¿Acaso la naturaleza de mi comportamiento no era así? Vi que el comportarme y actuar según mi carácter satánico realmente estaba provocando que Dios me detestara y que, si no me arrepentía, tarde o temprano terminará haciendo cosas malas que destruirían y perturbarían la obra de la iglesia, al igual que los anticristos y las personas malvadas, y, por tanto, ofendería el carácter de Dios y conduciría a que Él me descartase. ¡Estaba en verdadero peligro! Al pensar en esto, sentí miedo y muchísimos remordimientos y estuve dispuesta a ponerme ante Dios para arrepentirme y confesar.

Entonces, empecé a buscar la senda de práctica y vi un pasaje de las palabras de Dios: “¿Qué deberías hacer si desearas mantenerte alejado de la senda del anticristo? Deberías tomar la iniciativa de acercarte a las personas que aman la verdad, a las que son rectas, a las que señalan tus problemas, a aquellas que cuando los descubren pueden hablarte con sinceridad, hacerte reproches y, en especial, son capaces de podarte; estas son las personas que más te benefician y deberías apreciarlas. Si excluyes y te deshaces de gente tan buena, perderás la protección de Dios y poco a poco te alcanzará el desastre. Al acercarte a la buena gente y a los que entienden la verdad, tendrás paz y alegría, y podrás mantener el desastre a raya; al acercarte a la gente ruin, a los desvergonzados y a los que te adulan, estarás en peligro. No solo te engañarán y te embaucarán con facilidad, sino que el desastre te sobrevendrá en cualquier momento. Has de saber qué tipo de persona puede beneficiarte más, y se trata de aquellos capaces de advertirte que estás haciendo algo mal o que te ensalzas y das testimonio de ti mismo y desorientas a los demás, esas son las personas que más pueden beneficiarte. La senda correcta que hay que tomar es la de acercarse a tales personas(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). A partir de leer las palabras de Dios, encontré la senda de práctica. Debía acercarme a quienes pudieran guiarme y ayudarme y no evitarlos. Pensé en que tus intenciones no eran malvadas cuando señalabas mis problemas. Aunque a veces hablases con franqueza, lo que decías era objetivo y estaba de acuerdo con los principios, así que no debería haber reaccionado de manera impetuosa. Aunque no pudiese aceptarlo o no lo comprendiese en el momento, debería haber tenido un corazón que buscase la verdad, reflexionado sobre lo que sería beneficioso para la obra de la casa de Dios y, luego, haber hecho eso, lo que hubiera minimizado los problemas y las desviaciones. Pensé en que no tenía sentimiento de carga en mi deber, en mi tendencia a sonar superior cuando escribía cartas, en que no consideraba las dificultades y los sentimientos reales de la otra persona, y en que era superficial y poco atenta. Que señalases mis problemas y expusieses mis actitudes corruptas era tu manera de ayudarme a hacer autorreflexión, algo que sería de ayuda para mí a la hora de cumplir mi deber de manera seria y atenta y lograr resultados. Debería haberte dado las gracias y aceptado más tu supervisión y ayuda. Que señalases mis problemas fue positivo y me contuvo; si no, habría seguido viviendo con mis actitudes corruptas sin saberlo, habría seguido cumpliendo mi deber de manera superficial y sin sentimiento de carga, y esto habría conducido a pérdidas en el trabajo y me habría vuelto una persona poco de fiar detestada por Dios. Al darme cuenta de esto, cambié de manera consciente y comencé a tener, más que antes, un sentimiento de carga en mi deber. Cuando surgían problemas, me centraba en abordarlos sin confiar en la impulsividad ni en mi carácter arrogante, y reflexionaba sobre cómo hablar de una manera que diese frutos. Sentí mi corazón mucho más estable al practicar de esta manera. También sentí de verdad que, al poder desprenderse de la reputación, aceptar y someterse a la verdad, una persona puede realmente tener integridad, dignidad, humanidad y razón. Si uno siente aversión por la verdad, no solo no la comprende, sino que tampoco puede cumplir bien su deber y Dios lo detestará. Comportarse así nos hace inferiores y de escaso valor.

Más adelante, cuando trabajaba en mi deber junto con otros hermanos y hermanas, seguía revelando estas actitudes corruptas y entonces, conscientemente, oraba a Dios, renunciaba a mí misma, aceptaba la guía y la ayuda de otros y practicaba la entrada. Poco a poco, estas actitudes dejaron de ser tan graves. Sentí que adoptar las sugerencias de los demás era, de hecho, una gran ayuda para mí y beneficioso para la obra. Sentí mi corazón libre y estable, y fue una manera estupenda de practicar. Al pensar en esas cosas, me siento muy agradecida a Dios. Si Dios no me ponía en evidencia así y si no tenía el juicio y la revelación de Sus palabras, simplemente no tendría nada de autoconocimiento ni podría ver que Satanás me había corrompido tanto que mi carácter se había vuelto cruel y reacio a la verdad. Cuando mis intereses se vieron afectados, descargué mi enfado en el deber, sin mostrar ninguna sumisión a Dios y viviendo con una falta total de semejanza humana. Estaba tan inmunda y corrompida con una humanidad negativa, pero, aun así, Dios no me descartó por esto. En su lugar, Él me dio una oportunidad de reflexionar y arrepentirme para poder saber cómo comportarme. Me condujo poco a poco a comprender y aceptar la verdad, y le doy gracias a Dios desde lo más profundo de mi corazón. Aunque aún sigo estando muy corrompida y tengo muchas deficiencias, estoy dispuesta a perseguir la verdad y a resolver mi corrupción. ¡Le doy gracias a Dios por Su guía y salvación!

En fin, esto es todo por ahora. Si crees que hay algo que no he comprendido, dímelo, ya que sería de gran ayuda para mí.

Atentamente,

Shi Jing

19 de septiembre de 2023

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