90. Abrazo mi deber sin miedo
A finales de mayo de 2023, las iglesias de las que yo era responsable se enfrentaron a detenciones por parte del Partido Comunista Chino y había que trasladar rápidamente los libros de las palabras de Dios. Cuando los líderes superiores se enteraron, nos dieron instrucciones a la hermana Song En y a mí para coordinar urgentemente el traslado de los libros. No obstante, la policía estaba vigilando el traslado y confiscaron todos los libros. Cuando me enteré, no me lo podía creer y me hundí en la desesperación. Como líder de la iglesia, no había sido capaz de proteger los libros de las palabras de Dios y causé una gran pérdida. Fue un desastre total. Estaba estupefacta. Aunque me preocupaba que me despidieran, me inquietaba todavía más perder por completo la oportunidad de cumplir mis deberes y, si eso ocurría, ¿acaso no perdería totalmente mi posibilidad de salvación? Solo de pensarlo, el corazón se me llenaba de ansiedad. A menudo suspiraba de desesperación y, cuando pensaba en la gran transgresión que había cometido, me sentía realmente negativa, y solo me obligaba a cumplir mis deberes. Un día, conversando con la herman Song En, hablamos sobre la negligencia de Ye Qian en su deber cuando era líder, que había conducido a que muchos libros de las palabras de Dios hubieran sido confiscados por la policía y a que a ella la echasen. Mis pensamientos se hicieron todavía más intensos, ya que pensé en que yo también era líder de la iglesia y que era responsable directa del traslado de los libros. Sin duda, tenía la mayor responsabilidad en todo esto. Parecía seguro que me iban a despedir. Si hubiese sabido que este día llegaría, habría preferido que no me hubieran hecho líder para no tener que cargar con semejante responsabilidad. Durante esa época, siempre que pensaba en esto, me sentía abatida y tenía constantemente un profundo sentimiento de desolación. Aunque parecía que no me rendía, solo pensar en la posibilidad de que me despidieran me hacía perder el sentimiento de carga en mis deberes y terminaba haciendo las cosas por inercia.
A mediados de julio, los líderes superiores revisaron la situación de los libros confiscados y dijeron que fue una circunstancia especial que no podíamos haber previsto, que no ocurrió por culpa de un error humano. Por tanto, no nos hicieron responsables y simplemente nos recordaron que debíamos ser serias a la hora de resumir nuestras experiencias y las lecciones aprendidas, y que, para seguir adelante, cumpliésemos nuestros deberes con diligencia. Aunque sabía que debía valorar mi deber, aún pensaba: “Este incidente fue inesperado y no me han hecho responsable, pero ser líder implica mucho trabajo y conlleva grandes responsabilidades. Si en el futuro gestiono mal los asuntos y provoco pérdidas significativas, me podrían despedir, como mínimo, o, en el peor de los casos, echarme. Esto significa que perdería toda esperanza de salvación”. Teniendo esto en mente, quise cambiarme a un deber que conllevase menos responsabilidad y abandonar mi puesto de líder. Pero sabía que, si abandonaba mi deber, estaría traicionando a Dios y eso era un problema todavía mayor. Al pensar en ello racionalmente, me obligué a someterme y a seguir realizando mi deber. A principios de agosto, durante la elección de predicadores de la iglesia, oí que algunos hermanos y hermanas querían nominarnos a mí y a la hermana Gu Nan. Se me estrujó de repente el corazón y mis preocupaciones aumentaron, “Ya soy responsable de una iglesia y esto implica asumir mucha responsabilidad. Si me eligen predicadora y tengo que supervisar varias iglesias, ¿no supondría eso una responsabilidad y un peligro mayores? ¿Qué ocurriría si no hago bien el trabajo y provoco pérdidas significativas? Si me echan por esto, ¿tendré un buen desenlace y un buen porvenir?”. Al pensar en esto, me daba terror que me eligieran. Me di cuenta de que no ocuparme de mi estado era peligroso y estaba afectando al desempeño de mi deber, así que comencé a buscar respuestas en las palabras de Dios.
Un día, durante mis devociones, me topé con un pasaje de las palabras de Dios: “Vinisteis a cumplir vuestro deber. Tenéis que dar gracias a Dios sin importar lo duro que trabajéis, la cantidad de sufrimiento que soportéis o lo mucho que os poden. Dios os dio esta oportunidad para que pudierais experimentar todo tipo de situaciones diferentes y llegarais a tener todo tipo de experiencias y encuentros personales. Eso es bueno y todo se hace para que podáis entender la verdad. De manera que, ¿qué os preocupa? ¿De quién os protegéis? No hay necesidad alguna de ello. Solo tenéis que perseguir la verdad con normalidad, encontrar vuestro lugar, y cumplir vuestro deber y hacer el trabajo que os corresponde adecuadamente; con eso es suficiente. No es pediros demasiado” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). “No sigáis pensando en abandonar, debéis estar decididos a echar raíces aquí y desempeñar vuestro deber adecuadamente. No importa si podéis cumplir adecuadamente con vuestro deber o no, al menos esforzaos en cuerpo y alma y aseguraos al final de que habéis completado todas vuestras tareas. No seáis desertores. Hay quien dice: ‘Soy de pobre calibre y no muy culto; tampoco poseo ningún talento. Tengo una personalidad con defectos y siempre encuentro dificultades al cumplir mi deber. ¿Qué haré si no puedo desempeñarlo bien y me sustituyen?’. ¿De qué tienes miedo? ¿Acaso se trata de un trabajo que puedas completar por ti solo? Has asumido una función, no te han pedido que te ocupes de todo. Limítate a las cosas que tienes que hacer, con eso basta. ¿No habrás cumplido entonces tus responsabilidades? Es muy simple; ¿por qué recelas siempre tanto? Tienes miedo de que las hojas de los árboles te caigan encima y te abran la cabeza, y piensas por encima de todo en tus propios planes de contingencia; ¿no es cierto que esto no sirve para nada? ¿Qué significa que ‘no sirve para nada’? Significa que uno no intenta progresar, que no está dispuesto a dar lo mejor de sí mismo, que siempre quiere conseguirlo todo gratis y disfrutar de las cosas buenas; los individuos de este tipo son basura. Algunas personas son demasiado estrechas de miras. ¿Cómo las describimos? (Son sumamente mezquinas). Una persona sumamente mezquina es alguien vil, y alguien vil puede evaluar la calidad humana de un caballero en función de sus propios criterios viles y considerar a los demás tan egoístas y despreciables como él. Estos individuos no sirven para nada y, aunque crean en Dios, tendrán dificultades para aceptar la verdad. ¿Qué provoca que una persona no tenga demasiada fe? Lo provoca el hecho de no comprender la verdad. Si comprendes demasiado pocas verdades y lo haces de forma superficial y, como consecuencia, no puedes entender todas las obras que Dios emprende, todo lo que Dios hace y todos los requisitos que Dios te impone, si no puedes alcanzar este entendimiento, entonces surgirán en tu interior toda suerte de sospechas, figuraciones, malentendidos y nociones con respecto a Dios. Si esto es lo único que tu corazón alberga, ¿puedes tener verdadera fe en Dios? No tenéis verdadera fe en Dios y por eso os sentís siempre intranquilos y preocupados por no saber cuándo podrían sustituiros. Tenéis miedo y pensáis: ‘Dios podría venir en cualquier momento a efectuar una inspección’. Relajaos. Mientras desempeñéis bien el trabajo que la casa de Dios os encomienda, aunque tengáis alguna carencia en lo que atañe a vuestra búsqueda de la verdad y entrada en la vida, lo dejaré pasar” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). Tras leer las palabras de Dios, me sentí muy conmovida, como si Dios me hubiera hablado directamente. Sentí una sensación indescriptible, me había llegado al alma. Dios escruta cada uno de mis pensamientos e ideas. Él sabía que yo no comprendía los principios sobre el modo en que la iglesia maneja a las personas y que siempre me mostraba cauta y malinterpretaba las cosas. Por lo tanto, utilizó Sus palabras para esclarecerme y guiarme, diciéndome con sinceridad que no me preocupase y que no tuviese miedo y que Su casa trata con principios a las personas y no echa arbitrariamente a ningún creyente auténtico que cumple su deber. Dios nos anima a no tener miedo de asumir responsabilidades y a enfrentarnos a las situaciones diarias con calma, buscando la verdad para comprender Sus intenciones. Las exigencias de Dios para mí no son altas. Él solo espera que yo pueda cargar con las responsabilidades que debo asumir, que sea leal en mi deber y que sea una persona honesta y con humanidad. Dios no quiere que viva con miedo ni ansiedad, ni que me sienta perturbada. Sin embargo, fui demasiado falsa y, tras el incidente con la incautación de los libros de las palabras de Dios, me seguía preocupando que me despidiesen o que me echasen y perder toda esperanza de tener un buen desenlace y un buen porvenir. Más adelante, cuando la casa de Dios no me hizo responsable, en lugar de estar agradecida por la misericordia de Dios y cumplir mis deberes para devolverle Su amor, me volví cauta y malinterpreté a Dios, comencé a tener más miedo de cumplir mis deberes como líder y quise cambiar a un deber más “seguro”. Además, durante la elección de los predicadores de la iglesia, antes incluso de que me eligiesen, me empecé a preocupar. Me inquietaba que, con una supervisión ampliada, tendría mayores responsabilidades y me revelarían más rápido, así que no quise participar en la elección. Seguí sospechando de Dios y siendo cautelosa ante Él. ¡Estaba siendo tan falsa!
Más adelante, seguí leyendo las palabras de Dios para resolver mis problemas. Encontré un pasaje de Sus palabras: “Algunas personas tienen miedo de asumir responsabilidades en el cumplimiento de su deber. Si la iglesia les da un trabajo que hacer, consideran primero si el trabajo requiere asumir responsabilidad y, si es así, no lo aceptan. Sus condiciones para cumplir con un deber son, primero, que debe ser un trabajo ligero; segundo, que no sea cansado ni les quite tiempo; y tercero que, hagan lo que hagan, no asuman ninguna responsabilidad. Ese es el único deber que aceptan. ¿Qué clase de persona es esta? ¿Acaso no es una persona esquiva y taimada? No quieren asumir siquiera la menor responsabilidad. Incluso tienen miedo de que las hojas de los árboles les caigan encima y les abran la cabeza. ¿Qué deber puede cumplir una persona así? ¿Qué utilidad puede tener en la casa de Dios? La obra de la casa de Dios tiene que ver con la tarea de batallar contra Satanás, además de difundir el evangelio del reino. ¿Qué deber no conlleva responsabilidades? ¿Diríais que ser líder requiere responsabilidad? ¿Acaso sus responsabilidades no son aun mayores y no deben asumirlas en mayor medida? Por mucho que difundas el evangelio, des testimonio, hagas vídeos y cosas así, sea cual sea el trabajo que hagas, siempre que esté relacionado con los principios-verdad, conlleva responsabilidades. Si tu cumplimiento del deber no tiene principios, afectará a la obra de la casa de Dios, y si tienes miedo de asumir responsabilidad, entonces no puedes cumplir con ningún deber. ¿Es cobarde alguien que teme asumir responsabilidades al cumplir con su deber o es que existe un problema con su carácter? Hay que saber diferenciarlo. El hecho es que no se trata de una cuestión de cobardía. Si esa persona fuera en busca de riquezas o estuviera haciendo algo en su propio interés, ¿cómo no habría de ser tan valiente? Asumiría cualquier riesgo. Pero cuando hacen cosas por la iglesia, por la casa de Dios, no asumen ninguno. Tales personas son egoístas y viles, las más traicioneras de todas. Quien no asume responsabilidades al cumplir con su deber no es en absoluto sincero con Dios, ya no hablemos de su lealtad. ¿Qué clase de persona se atreve a asumir responsabilidades? ¿Qué clase de persona tiene el valor de llevar una pesada carga? Alguien que asume el liderazgo y da un paso adelante con valentía en el momento más crucial de la obra de la casa de Dios, que no teme cargar con una gran responsabilidad y soportar grandes dificultades, cuando ve la obra más importante y crucial. Se trata de alguien leal a Dios, un buen soldado de Cristo. ¿Es que todos los que temen asumir responsabilidades en su deber lo hacen porque no entienden la verdad? No; es un problema de su humanidad. No tienen sentido de la justicia ni de la responsabilidad. Son personas egoístas y viles, no son creyentes sinceros de Dios, y no aceptan la verdad en lo más mínimo. Por esta razón, no pueden ser salvados. […] Si te proteges cada vez que te acontece algo y buscas una vía de escape, una puerta trasera, ¿estás poniendo en práctica la verdad? Eso no es practicar la verdad, sino que es ser esquivo. Ahora cumples con el deber en la casa de Dios. ¿Cuál es el primer principio del cumplimiento de un deber? Cumplir primero con él de todo corazón, sin escatimar esfuerzos, y proteger los intereses de la casa de Dios. Este es un principio-verdad que has de poner en práctica. Protegerse a uno mismo buscándose una vía de escape, una puerta trasera, es el principio de práctica que siguen los no creyentes, y su filosofía más elevada. ¿Acaso no es ser un no creyente pensar primero en uno mismo en todas las cosas y anteponer los propios intereses a todo lo demás sin consideración por nadie, sin ninguna vinculación con los intereses de la casa de Dios ni con los intereses de los demás, pensar primero en los propios intereses y luego en buscar una vía de escape? Eso es precisamente lo que es un no creyente. Este tipo de persona no está en condiciones de cumplir con un deber” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Dios pone al descubierto que la naturaleza humana es realmente egoísta, despreciable, falsa y traicionera y que, independientemente del deber que cumplan, las personas consideran primero sus propios intereses y están dispuestas a asumir tareas que las beneficien, pero son reacias a aceptar las que conllevan responsabilidades o riesgos. Al reflexionar sobre mí misma a la luz de las palabras de Dios, vi que mi comportamiento en este sentido era particularmente obvio. Por ejemplo, cuando confiscaron los libros de las palabras de Dios, no pensé en cómo compensar las pérdidas para los intereses de la casa de Dios sino que, en su lugar, lamenté que, de haber sabido que la responsabilidad iba a ser tal, no habría aceptado el deber de líder. Aunque no parecía estar eludiendo mis deberes, me sentía realmente abatida. No me atrevía a abandonar mis deberes solo porque tenía miedo de traicionar a Dios y de no tener un buen desenlace o destino. Me di cuenta de que estaba siendo totalmente egoísta y despreciable y no una persona que ama a Dios o es leal a Él. Además, tras saber que la casa de Dios no me hacía responsable de ese asunto, no solo no valoré mis deberes, sino que me volví aún más cauta ante Dios y lo malinterpreté. Era como un pájaro asustado. Pensaba en eludir mis deberes antes incluso de tenerlos. Solo tenía en mente mis propios intereses, sin considerar en absoluto si mis comportamientos se ajustaban a los principios o qué pasaría con la obra de la iglesia. Me estaba comportando como una incrédula. Creyendo así, ¿cómo esperaba salvarme? Estaba constantemente en guardia ante Dios y no quería asumir responsabilidades y ya hacía tiempo que me había colocado fuera de la casa de Dios. No era que Dios quisiese descartarme, sino que yo estaba provocando que me descartaran. Al pensar en esto, me di cuenta de lo grave que era mi problema, así que oré a Dios en silencio: “Dios, estoy todo el tiempo pensando en mis propios intereses e intento dejarme margen de maniobra. He sido tan falsa. Dios, ahora sé que estaba equivocada y, a partir de ahora, independientemente de si me eligen predicadora o no, estoy dispuesta a someterme. Por favor, guíame para reflexionar y conocerme más profundamente”.
Más adelante, cuando estaba viendo el vídeo de un testimonio vivencial, encontré un pasaje de las palabras de Dios que me ofreció una mayor comprensión de mis problemas. Dios Todopoderoso dice: “Los anticristos albergan estas cosas en su corazón, que son malentendidos, oposición, juicio y resistencia contra Dios. No tienen ningún conocimiento de la obra de Dios en absoluto. Mientras indagan en las palabras de Dios, en Su carácter, identidad y esencia, llegan a tales conclusiones. Entierran estas cosas profundamente en su corazón y se advierten a sí mismos: ‘La precaución es la madre de la seguridad; es mejor pasar inadvertido; las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen; y ¡la cima es un lugar solitario! No importa cuándo, nunca seas esa espiga que sobresale, nunca escales demasiado alto; cuanto más alto trepes, más fuerte caerás’. No creen que las palabras de Dios sean la verdad ni que Su carácter es justo y santo. Consideran todo esto mediante las nociones e imaginaciones humanas, y abordan la obra de Dios con perspectivas, ideas y astucia humanas, empleando la lógica y el pensamiento de Satanás para delimitar el carácter, la identidad y la esencia de Dios. Obviamente, los anticristos no solo no aceptan ni reconocen el carácter, la identidad y la esencia de Dios, sino que, por el contrario, albergan multitud de nociones, oposición y rebeldía hacia Dios y no tienen ni el más mínimo conocimiento verdadero de Él. Para los anticristos, la definición de la obra, el carácter y el amor de Dios es un interrogante, una duda, y rebosan escepticismo, rechazo y calumnia hacia tal definición; y entonces, ¿qué pasa con Su identidad? El carácter de Dios representa Su identidad; tal como consideran ellos el carácter de Dios, es evidente su consideración de la identidad de Dios: de rechazo directo. Esta es la esencia de los anticristos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (VI)). Dios pone al descubierto que los anticristos niegan Su esencia y que están llenos de desconfianza hacia Él y que lo niegan y calumnian. Los anticristos no creen que Dios sea justo ni que lo que hace por la humanidad sea amor y salvación. Yo también tenía un importante carácter de anticristo. Igual que me sucedió esta vez después de que confiscaran los libros de las palabras de Dios, siempre vivía en un estado de negatividad y preocupación y me daba miedo que me echasen de la iglesia y no tener un buen desenlace o destino. Más adelante, cuando oí que a Ye Qian la habían echado por ser negligente en sus deberes y por provocar pérdidas significativas a la casa de Dios, sentí que el deber de predicadora implicaba inmensas responsabilidades y seguí mostrándome recelosa y malinterpretando las cosas, por miedo a que me eligiesen predicadora. Ni siquiera busqué el contexto o los principios que la casa de Dios aplica a la hora de ocuparse de las personas. Tal como yo lo veía, la casa de Dios era como el mundo de los no creyentes, en el que no había equidad ni justicia, y, cuanto mayor era el deber que cumplía, mayor la responsabilidad que soportaba y, por tanto, más graves las consecuencias a las que me enfrentaba si no gestionaba bien las situaciones. Vivía según creencias falaces como: “La cima es un lugar solitario” y “Cuanto más alto, más dura será la caída” y cuestionaba constantemente a Dios y me ponía en guardia en cada situación. Esto mostraba una falta de comprensión del carácter justo de Dios y era una forma de blasfemia contra Él. En realidad, a Ye Qian la echaron principalmente porque descuidó su deber, lo que provocó que muchos libros de las palabras de Dios fuesen confiscados por la policía del Partido Comunista. Por esta razón, la casa de Dios sufrió importantes pérdidas. Que yo no sufriera las consecuencias se debió fundamentalmente a que la iglesia estimó que las pérdidas no se debían a que alguien hubiera sido negligente o irresponsable, de modo que no se culpó a nadie. Esto demostró que, a la hora de asignar responsabilidades, la casa de Dios realmente evalúa los asuntos basándose en el contexto y en las razones que hay detrás de las pérdidas. Sin embargo, no logré buscar los principios-verdad y cuando vi que echaron a Ye Qian, malinterpreté a Dios Creí que cometer un error en mis deberes y provocar consecuencias negativas iba a conducir a que me echasen y descartasen. Mis pensamientos estaban llenos de duda y negación de la justicia de Dios. Aunque fui recelosa y malintepreté a Dios, Él no se centró en mis defectos y corrupción y todavía me dio la oportunidad de cumplir mis deberes, y empleaba a personas, acontecimientos y cosas para recordarme que debía reflexionar sobre mí misma y conocerme para poder despertar y retroceder en el tiempo y evitar avanzar por la senda de un anticristo. Al pensar en esto, me sentí muy culpable y en deuda con Dios. Sentí el deseo sincero de Dios de salvar a las personas y odié todavía más mi egoísmo y mi falsedad. Ya no quería vivir en un estado de cautela y malinterpretación y, si me elegían, estaba dispuesta a aceptar este deber. Más adelante, me eligieron predicadora, pero todavía estaba algo preocupada, ya que sentía que no captaba muchos de los principios y que mi carácter corrupto era bastante grave. Ahora que era responsable de varias iglesias, pensé que si cometía un error y provocaba pérdidas a la obra de la iglesia, perdería mi oportunidad de tener un buen desenlace y un buen destino. No obstante, al recordar mis experiencias durante esa época, me di cuenta de que, siempre y cuando pudiese aceptar la verdad, incluso si cometía transgresiones, si me arrepentía sinceramente, Dios no me condenaría ni me descartaría por algo momentáneo. Al comprender esto, me dispuse a hacerme a un lado y a someterme y aceptar este deber con calma.
Más adelante, leí algunas palabras más de Dios: “Que el hombre lleve a cabo su deber es, de hecho, el cumplimiento de todo lo que es inherente a él; es decir, lo que es posible para él. Es entonces cuando su deber se cumple adecuadamente. Los defectos del hombre durante su servicio se reducen gradualmente a través de la experiencia progresiva y del proceso de pasar por el juicio; no obstaculizan ni afectan el deber del hombre. Los que dejan de servir o ceden y retroceden por temor a que puedan existir defectos en su servicio son los más cobardes de todos. […] No existe correlación entre el deber del hombre y que él reciba bendiciones o sufra desgracias. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Recibir bendiciones se refiere a cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Sufrir desgracias se refiere a cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si reciben bendiciones o sufren desgracias, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para recibir bendiciones, y no debes negarte a actuar por temor a sufrir desgracias. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). Tras leer las palabras de Dios, me di cuenta de que siempre tenía miedo de aceptar responsabilidades, de correr riesgos y de que me descartaran y esto se debía principalmente a mi deseo abrumador de bendiciones y a que siempre vinculaba mi deber a mi desenlace y destino. A través de la exposición a las palabras de Dios, comprendí que cumplir mi deber no tiene nada que ver con obtener bendiciones o sufrimientos. Los deberes son las responsabilidades de los seres creados y son las responsabilidades y obligaciones que las personas deben cumplir. En el transcurso de nuestros deberes, también llegamos a conocernos a nosotros mismos y a Dios y a alcanzar la verdad. Al igual que en esta experiencia, me di cuenta de que un deber de liderazgo conlleva importantes responsabilidades y que gestionar las consecuencias del trabajo exige algo más que urgencia y rapidez; también requiere que uno se comporte según los principios, tenga sabiduría y ore y busque más. Además, mediante esta revelación, me di cuenta de que había sido realmente egoísta, despreciable, falsa y traicionera y, cuando me enfrentaba a las situaciones, siempre consideraba mis propios intereses y recorría la senda de oposición a Dios. Todo esto lo gané cumpliendo mi deber. Si vinculo mi deber a conseguir bendiciones o sufrimientos, cuando me encuentre con problemas, dudaré y querré abandonarlo, y con ello perderé muchas oportunidades de alcanzar la verdad. Sería como no comer por miedo a atragantarse; quienquiera que haga eso es totalmente necio y cobarde. Al darme cuenta de ello, dejé de rechazar mi deber por mis defectos; en cambio, lo abordé con un corazón honesto. Después de aquello, me centré en identificar los problemas en mis deberes y en buscar la verdad para resolverlos. Aunque mi entendimiento de la verdad era superficial, pude compensar mis carencias hablando las cosas con todo el mundo. A veces, cuando me enfrentaba a cosas que no comprendía, planteaba estas cuestiones y buscaba soluciones con los demás. Cuando no estaba segura de algo, buscaba orientación de los líderes superiores. Si teníamos algunas desviaciones, las corregíamos de inmediato y, si no lo lográbamos, las resumíamos. Al realizar mi deber de esta manera, no sentía demasiada presión y estaba mucho más tranquila. A través de esta experiencia, llegué a darme cuenta de que solo centrándonos en buscar la verdad, sometiéndonos a las situaciones que Dios orquesta y aprendiendo lecciones de esas cosas podemos alcanzar la verdadera libertad y liberación.