25. Reflexiones después de admitir la responsabilidad y renunciar
En 2021, me eligieron líder de la iglesia. Como siempre había hecho trabajo de una sola tarea, estaba poco familiarizada con el trabajo general de la iglesia, así que me preocupaba que me despidieran si no lo hacía bien, lo cual sería realmente vergonzoso. Sin embargo, pensé: “Sea cual sea el deber que hagamos en cada etapa está predeterminado por Dios, así que, dado que los hermanos y hermanas me eligieron líder, ¿significa eso que piensan que estoy a la altura?”. Por tanto, decidí aceptar y formarme para intentarlo. Más adelante, cuando mi hermana asociada, Zhou Yun y yo estábamos repartiéndonos las tareas, elegí unas cuantas que más o menos se me daban bien. Pensaba que, si trabajaba con afán, sería capaz de hacer bien el trabajo. No mucho después, llegó el momento de resumir el trabajo y me di cuenta de que había muchos detalles que no captaba. A partir de entonces quería ocuparme del trabajo de una manera más específica. Sin embargo, cuando intenté hacerlo, descubrí que no era tan sencillo como pensaba. Había muchos problemas y dificultades que no sabía ni por dónde empezar a resolver. Pensé: “He estado haciendo este deber desde hace casi dos meses y todavía hay mucho trabajo que no he completado de manera adecuada. ¿Dirá el líder superior que carezco de capacidad de trabajo para encargarme de este deber?”. Mientras más pensaba en ello, más presión sentía, quería hablar con el líder superior sobre hacer trabajo de una sola tarea. De esa manera al menos no parecería tan incompetente. Por tanto, le dije al líder: “Me parece que mi calibre es escaso y no soy apta para liderar el trabajo de la iglesia. Preferiría hacer trabajo de una sola tarea”. El líder dijo: “Es normal sentir presión cuando empiezas a trabajar, te sentirás mejor después de formarte durante un tiempo”. Cuando oí al líder decir esto, pensé: “Así que solo se debe a que no llevo mucho tiempo formándome. Si me formo un poco más y dedico algo de esfuerzo, ¿podré hacer bien el trabajo?”. Después de eso, continué dedicándome a mi deber. Aprendía de Zhou Yun cada vez que me encontraba con algo que no entendía. Poco a poco, fui capaz de captar algo del trabajo.
En junio de 2022, A Zhou Yun la reasignaron a un deber distinto La hermana recién elegida líder, Wu Fan, y yo asumimos el trabajo de la iglesia. Sin embargo, yo no estaba muy familiarizada con el trabajo del que Zhou Yun había sido responsable y, dado que Wu Fan no se encontraba bien en ese momento, la mayoría del trabajo recaía sobre mis hombros y sentía mucha presión. Como carecía de muchas habilidades profesionales, durante las reuniones solo era capaz de compartir con los hermanos y hermanas para resolver algunos de sus estados, pero no abordaba los problemas y desviaciones que aparecían en el trabajo. En una ocasión en la que asistí a una reunión, los hermanos y hermanas dijeron: “Cuando Zhou Yun estaba aquí para las reuniones, cada vez que nos estancábamos en nuestro trabajo, ella realmente indagaba en las razones y resolvía los problemas, pero cuando tú acudes a las reuniones, solo resuelves los estados y rara vez nos ayudas a analizar y resumir nuestro trabajo. Nos enfrentamos a dificultades porque nuestro pobre desempeño del trabajo afecta a nuestro estado”. Los hermanos y hermanas me recomendaron que viera el video de testimonio vivencial: Cómo me convertí en una falsa líder. Pensé: “Dicen que no soy tan buena como Zhou Yun; ¿podría ser que piensen que no tengo ninguna capacidad de trabajo y estén empezando a discernirme? ¿Me van a denunciar? Los resultados generales del trabajo de la iglesia no habían sido muy buenos últimamente, y si terminan denunciándome y el líder superior indaga en mi trabajo, seguro que dirá que mi calibre es escaso y que sigo siendo incapaz de lidiar con el trabajo después de tanto tiempo. Si se llegara al extremo de que me denunciaran y me despidieran, sería muy embarazoso. Sería mejor admitir mi responsabilidad y renunciar por adelantado, y de ese modo al menos demostraría un poco de autoconciencia”. Durante esa época, la idea de admitir la responsabilidad y renunciar me venía a la mente de vez en cuando. Un día, oí por casualidad a Wu Fan y al líder superior discutiendo algunas de las desviaciones en mi trabajo. Pensé para mis adentros: “¿También consideran que carezco de calibre y capacidad de trabajo?”. Luego pensé en que el trabajo no había dado ningún resultado últimamente y en las cosas que los hermanos y hermanas habían dicho de mí, así que escribí una carta de renuncia.
Después de enviarla, me sentí inquieta. Oré a Dios y busqué si mi renuncia se ajustaba o no a los principios. Más adelante, leí lo que se dice en “Principios para admitir la responsabilidad y renuncia”: “(1) Todo falso líder u obrero que no acepte la verdad, que no pueda realizar obra práctica y que, durante algún tiempo, se haya visto privado de la obra del Espíritu Santo, debe admitir su responsabilidad y renunciar. (2) Quien se niegue a emitir o implementar disposiciones de la obra o sermones y comunicación, interponiéndose en el camino del pueblo escogido de Dios que es dirigido y pastoreado desde lo Alto, debe admitir su responsabilidad y renunciar. (3) Quien infrinja las disposiciones de la obra y se desvíe, causando que la obra de la casa de Dios y Su pueblo escogido sufran grandes pérdidas y desastres, debe admitir su responsabilidad y renunciar” (Los 170 principios de la práctica de la verdad, 65. Principios para admitir la responsabilidad y renuncia). Vi que es cuestión de principios que los líderes y obreros admitan la responsabilidad y dimitan. Los líderes y obreros que no pueden hacer trabajo real, que no ponen en marcha los arreglos del trabajo o lo obstruyen y que causan pérdidas importantes en la obra de la casa de Dios deben admitir la responsabilidad y renunciar. Al mirarme a mí misma a la luz de los principios, reparé en que, durante mi época como líder, aunque los resultados fueron un tanto pobres, no demoré ni obstruí el progreso del trabajo y no fui del todo incapaz de hacer trabajo real. Al igual que cuando el trabajo de riego estaba estancado, a través de mi búsqueda y enseñanza, el estado de los recién llegados a los que se estaba regando mejoró un poco y empezaron a hacer sus deberes lo mejor que podían. A veces, mi incapacidad para desentrañar los problemas conllevaba que la puesta en marcha del trabajo no se ejecutara adecuadamente y hubiera desviaciones. Sin embargo, al buscar los principios relevantes, pude darle la vuelta a la situación y no trastorné ni perturbé el trabajo de la iglesia. Además, antes no había sido líder ni obrera y no entendía los principios involucrados en diversas tareas, pero por medio del aprendizaje y la formación, poco a poco llegué a captar algunos principios y fui capaz de identificar algunos problemas. Aunque mis soluciones no fueran completas, no era del todo incapaz de hacer trabajo real. A juzgar por los principios, vi que no había llegado al punto en el que debería admitir mi responsabilidad y renunciar. Así que busqué y reflexioné, me pregunté a mí misma: “¿Por qué no busqué la verdad ni resumí las razones de la falta de resultados en mi trabajo cuando me enfrenté a estos asuntos, sino que sentí la necesidad de admitir la responsabilidad y renunciar?”. Pensé en las palabras de Dios: “En vez de buscar la verdad, la mayoría de la gente tiene sus propios planes mezquinos. Sus propios intereses, su imagen y el lugar o posición que ocupan en la mente de los demás tienen gran importancia para ellos. Estas son las únicas cosas que aprecian. Se aferran a ellas con mucha fuerza y las consideran como su propia vida. Y cómo los vea o los trate Dios tiene para ellos una importancia secundaria. Es algo que, de momento, ignoran. Lo único que les importa es si son el jefe del grupo, si otros los admiran y si sus palabras tienen peso. Su primera preocupación es la de ocupar esa posición. Cuando se encuentran en un grupo, casi todas las personas buscan este tipo de posición, este tipo de oportunidades. Si tienen un gran talento, por supuesto que quieren estar en lo más alto; si tienen una capacidad normal, querrán tener una posición superior en el grupo; y si están en una posición baja, siendo de calibre y habilidades normales, también desearán que los demás los admiren, no querrán que los miren por encima del hombro. La imagen y la dignidad de estas personas es donde marcan el límite: tienen que aferrarse a tales cosas. Puede que no tengan integridad, y no posean ni la aprobación ni la aceptación de Dios, pero en absoluto pueden perder entre los demás el respeto, el estatus o la estima por los que se han esforzado. Ese es el carácter de Satanás. Sin embargo, las personas no son conscientes de ello. Creen que tienen que aferrarse a ese poquito de imagen hasta el final. No son conscientes de que solo cuando renuncien por completo a estas cosas vanas y superficiales y las den de lado, se convertirán en una persona real. Si una persona protege como a su vida estas cosas que deberían desecharse, su vida está perdida. Desconocen lo que está en juego. Y así, cuando actúan, siempre se guardan algo, siempre tratan de proteger su propia imagen y estatus, los colocan en primer lugar, hablan solo para sus propios fines, para su propia defensa espuria. Lo hacen todo para ellos mismos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Dios expone que apreciar la propia imagen y estatus por encima de la propia vida revela un carácter satánico. Por medio de la reflexión, me di cuenta de que la razón por la que quería renunciar era sobre todo a fin de proteger mi imagen y estatus, además de que este último me preocupaba demasiado. Cuando el trabajo fue ineficaz y los hermanos y hermanas señalaron desviaciones y problemas en él, me daba miedo que dijeran que era una falsa líder y que ocupaba un puesto sin hacer trabajo real. No quería que otros me menospreciaran ni dijeran que no era buena, así que, para proteger mi imagen y estatus, quise retirarme por completo, a fin de que los hermanos y hermanas al menos vieran que todavía me quedaba algo de autoconciencia, con lo que conservaría mi último ápice de dignidad. En realidad, las desviaciones y defectos en mi deber que me señalaron los hermanos y hermanas eran ciertos y me ayudaban, al tiempo que protegían el trabajo de la iglesia, pero yo no los acepté de manera positiva. En su lugar, mi conjetura era que pensaban que yo tenía poco calibre y carecía de capacidad de trabajo y, lo que me daba incluso más miedo, que iban a decir que era una falsa líder incapaz de hacer trabajo real, ya que esto tal vez significaría que no podría volver a aparecer por allí. Prefería renunciar a perder imagen y estatus. Aunque los pobres resultados de mi trabajo estaban relacionados con mi falta de capacidades. Esa no era la razón principal de mi deseo de renunciar. La razón principal era que noté que no había hecho bien mi trabajo y había quedado mal delante de los hermanos y hermanas, así que preferí renunciar a mis deberes y responsabilidades en lugar de perder mi imagen y estatus en el corazón de los demás. Me di cuenta de que valoraba mi imagen más que mis deberes y la verdad y que, si no le daba la vuelta a este estado mío, ¡al final no ganaría nada!
Luego leí más palabras de Dios: “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido. La gente debe entender bien cómo tratar lo que Dios les confía y, al menos, debe comprender que las comisiones que Él confía a la humanidad son exaltaciones y favores especiales de Dios, y son las cosas más gloriosas. Todo lo demás puede abandonarse. Aunque una persona tenga que sacrificar su propia vida, debe seguir cumpliendo la comisión de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Medité una y otra vez sobre las palabras de Dios. Estas palabras contenían juicio y me sentí angustiada y culpable. Para proteger mi imagen y estatus, admití la responsabilidad y renuncié, e incluso pensé que estaba teniendo autoconciencia, pero, a ojos de Dios, la naturaleza de mi acto era la traición. La iglesia me había dado la oportunidad de ser líder para que protegiera el trabajo de la iglesia, y, al mismo tiempo, para hacerme practicar la entrada en diversos aspectos de la verdad. Con ello, Dios me elevaba y, además, me imponía una carga. Si hubiera tenido siquiera un poco de humanidad y razón, así como un corazón temeroso de Dios, no hubiera querido admitir la responsablidad y renunciar ni traicionarlo a Él y, por muy difícil que fuera el trabajo, me hubiera limitado a orar y confiar en Dios, a esforzarme al máximo para cumplir mis responsabilidades en la medida de mis capacidades y, como poco, no hubiera dejado que afectara al trabajo de la iglesia. Sin embargo, cuando me encontré con dificultades en mis deberes y el trabajo se vio afectado, no solo no logré proteger el trabajo de la iglesia, sino que además me achiqué. Era muy consciente de que Wu Fan se acababa de convertir en líder y no estaba familiarizada con el trabajo, así como de que todavía había muchos problemas sin resolver en el trabajo de la iglesia, sin embargo, elegí renunciar, supe que mi conciencia había perdido su función. Al darme cuenta de esto, oré a Dios, arrepentida: “Dios, ya no quiero vivir conforme a mi carácter corrupto. Sean cuales sean las dificultades a las que me enfrente en mis deberes, ya no desearé de nuevo renunciar y, mientras sea todavía capaz de desempeñar este deber, estoy dispuesta a confiar en Ti para hacerlo bien”.
Después de eso, empecé a buscar soluciones en función de mis defectos. Leí las palabras de Dios: “Como líder, tras organizar el trabajo, debes hacer un seguimiento del progreso de este. Aunque no conozcas ese campo del trabajo, aunque carezcas de conocimientos al respecto, puedes buscar una manera de hacer tu trabajo. Puedes buscar a alguien que lo capte de veras, que entienda la profesión en cuestión, para que lleve a cabo investigación y haga sugerencias. A partir de sus sugerencias podrás identificar los principios adecuados y, así, serás capaz de hacer seguimiento del trabajo. Estés o no familiarizado con la profesión en cuestión, la comprendas o no, al menos debes dirigir el trabajo, hacer un seguimiento de él, pedir información y preguntar en todo momento para informarte de su progreso. Has de mantenerte al tanto de esas cuestiones; es tu responsabilidad, parte de tu trabajo” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (4)). Dios ha compartido una senda de práctica muy específica en cuanto a cómo deberían hacer trabajo real los líderes y obreros. Los líderes y obreros tienen que participar realmente en el trabajo, indagar en las razones por las que el trabajo de los hermanos y hermanas es ineficaz, participar en discusiones para buscar soluciones y no solo poner en marcha el trabajo o proporcionar una simple charla sobre los problemas que se encuentran y creer que eso ya es suficiente. También deben identificar las razones que hay detrás de estos problemas y hacer un seguimiento detallado. Si se trata de un problema con los estados de los hermanos y hermanas, ellos tienen que compartir la verdad para resolverlo, y si es un problema de capacidad, deben resumir y aprender junto a los hermanos y hermanas para buscar soluciones. En el pasado pensaba que no entendía el trabajo relacionado con las habilidades profesionales y que bastaba con compartir para resolver el estado de los hermanos y hermanas. Sin embargo, ahora me daba cuenta de que esto era una desviación, pues compartir los estados no resuelve problemas reales y el trabajo seguirá sin dar ningún resultado. Esto requiere que los líderes y obreros trabajen en armonía con los hermanos y hermanas para buscar soluciones y encuentren principios relevantes para compartir y entren juntos en ellos. Cuando entendí estas cosas, mi estado mejoró. El líder superior también compartió conmigo y me ayudó durante los dos días siguientes y al final la iglesia no aceptó mi renuncia. Cuando vi lo rebelde que había sido y que, sin embargo, la casa de Dios me seguía concediendo una oportunidad, me sentí profundamente en deuda con Dios y dispuesta a cambiar mi actitud anterior hacia mis deberes y a empezar a trabajar de manera apropiada. A partir de entonces, cuando surgían problemas en el trabajo, los discutía con los hermanos y hermanas y me comunicaba con ellos, y si se trataba de un problema de habilidad, consultaba a los hermanos y hermanas y buscaba sus sugerencias, y, de hecho, también encontraba principios y conocimientos profesionales relativos a las dificultades en mis deberes y que me convenía aprender. Pasado un tiempo, los resultados que obtenían los hermanos y hermanas en sus deberes mejoraron un poco.
Más tarde, al compartir con los hermanos y hermanas obtuve un entendimiento más profundo de mis razones para querer renunciar. Leí algunas palabras de Dios: “Que nadie se crea perfecto, distinguido, noble o diferente a los demás; todo eso está generado por el carácter arrogante del hombre y su ignorancia. Pensar siempre que uno es especial sucede a causa de tener un carácter arrogante; no ser nunca capaz de aceptar sus defectos ni enfrentar sus errores y fallas es a causa del carácter arrogante” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). “Las personas arrogantes y sentenciosas suelen ser así. Dios dice que no hay que impacientarse por hallar soluciones, dice que hay que buscar la verdad y actuar con principios, pero la gente arrogante y santurrona no considera cuidadosamente estos requerimientos de Dios. En lugar de eso, insisten en tratar de lograr las cosas en un arranque de fuerza y energía, en realizarlas de una manera pulcra y hermosa, y superar a todos los demás en un abrir y cerrar de ojos. Quieren ser superhombres y se niegan a ser personas corrientes. ¿No va esto en contra de las leyes de la naturaleza que Dios ha establecido para el hombre? (Sí). Obviamente, no son personas normales. Carecen de humanidad normal y son demasiado arrogantes. Hacen caso omiso de los requisitos que están dentro del ámbito de la humanidad normal que Dios ha planteado para la humanidad. Ignoran los estándares que pueden alcanzar las personas con humanidad normal que Dios ha establecido para la humanidad. Por tanto, desdeñan los requerimientos de Dios y piensan: ‘Los requerimientos de Dios son demasiado bajos. ¿Cómo pueden Sus creyentes ser personas normales? Deben ser personas extraordinarias, individuos que trasciendan y superen a las personas normales. Deben ser figuras grandes y renombradas’. Hacen caso omiso de las palabras de Dios, pensando que aunque sean correctas y la verdad, son demasiado comunes y corrientes, por lo que las ignoran y las menosprecian. Pero es precisamente en estas palabras normales y corrientes, tan desdeñadas por los llamados superhombres y grandes figuras, donde Dios señala los principios y las sendas que la gente debe acatar y practicar. Las palabras de Dios son muy sinceras, objetivas y prácticas. No plantean grandes exigencias a la gente en absoluto. Son cosas que la gente puede y debe conseguir. Mientras la gente tenga un poco de razón normal, no debe tratar de flotar en el aire, sino que debe aceptar las palabras de Dios y la verdad con los pies firmemente plantados en la tierra, cumplir bien con sus deberes, vivir ante Dios y tratar la verdad como el principio de su conducta y sus actos. No deben ser excesivamente ambiciosos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que mi deseo de renunciar se debía a mi carácter arrogante. No me había colocado en la posición de una persona corriente y me sobreestimé. Pensaba que el hecho de que los hermanos y hermanas me eligieran líder indicaba que todos me veían positivamente. Así que quería hacer bien mis deberes para demostrarme que era competente y ganar la admiración de mis hermanos y hermanas. Sin embargo, como no lo logré, no pude enfrentarme a mis defectos y carencias y fui incluso menos capaz de afrontar mis fracasos como es debido. Cuando me convertí en líder, quería destacar en mi trabajo para que otros me admiraran, pero, pasado un tiempo, todavía no había captado los principios por completo y no paraban de aparecer problemas en mi trabajo. Sentía que era totalmente inadecuada. En especial después de que reasignaran a Zhou Yun, reparé en que, a pesar de trabajar mucho, mi trabajo seguía lleno de problemas y desviaciones. No solo los hermanos y hermanas no reconocían mi trabajo, sino que incluso los líderes señalaron mis desviaciones y problemas. Vi que carecía de capacidad de trabajo y de calibre, así que tiré la toalla e intenté renunciar. Comprendí que me había tenido en demasiada alta estima. Creía que, como líder, no podía permitirme cometer fallos ni desviaciones en mis deberes; de lo contrario, no estaría desempeñando mis deberes de liderazgo, lo que significaría que estaba causando problemas y carecía de razón. Es inevitable que una persona normal presente carencias y que haya cosas que no puede lograr en sus deberes. Esto es completamente normal a ojos de Dios, ya que los humanos solo son personas corrientes y no pueden sobrepasar el ámbito de la humanidad normal establecido por Dios. Antes yo solo había hecho trabajo de una sola tarea y no había participado en el trabajo general de la iglesia, lo que, unido a mi calibre mediano, hizo que entrara despacio en los principios de diversas tareas de la iglesia. Esto significaba que era normal que surgieran desviaciones y fallos en mis deberes. Debería haber entrado en los principios en el momento exacto en que los hermanos y hermanas señalaron esto, pero no traté la cuestión correctamente. Cada vez que surgían problemas y desviaciones en mi labor, los veía como una negación de mi capacidad de trabajo. Al reflexionar sobre estos comportamientos, me di cuenta de que, en efecto, era realmente arrogante e ignorante, y de que me había tenido en demasiada alta estima. Mi mayor fallo era mi arrogancia, pero no me conocía a mí misma. Los hermanos y hermanas me proporcionaron orientación, pero yo no la acepté. No me veía a mí misma como una persona corriente. Vi que estaba totalmente falta de razón.
Pasado un tiempo, los resultados del trabajo de video del que era responsable no fueron muy buenos y el líder superior señaló algunos problemas. Cuando vi los problemas expuestos en el trabajo, pensé para mis adentros: “¿Qué pensará de mí el líder? Seguro que dice que no fui capaz de supervisar el trabajo conforme a los principios y que no hice trabajo real”. Pero no me sentí demasiado limitada, pues entendí que el hecho de que el líder me señalara los defectos y carencias en mis deberes suponía una ayuda para que los desempeñara bien, así que fui capaz de afrontarlo de manera correcta. Posteriormente, en relación con las cuestiones planteadas por el líder, los hermanos y hermanas y yo estudiamos juntos los conocimientos técnicos pertinentes y luego analizamos y resumimos los problemas en los videos. Esta clase de cooperación real ayudó a rectificar algunos de los problemas y desviaciones del trabajo, y los hermanos y hermanas obtuvieron algo de orientación en sus deberes. Gracias a esta experiencia, me di cuenta de que evitar las dificultades no es la manera de resolver los problemas, que buscar la verdad y aprender a captar los principios es fundamental, y que solo al hacer los deberes de acuerdo con los principios se pueden obtener resultados en el trabajo. ¡Ahora me siento mucho más aliviada y le doy gracias a Dios por Su guía!