30. Cómo afronté mi cáncer de huesos
Un día de octubre de 2019, me dolía mucho la pierna y los analgésicos no servían de nada. Recordé a una hermana que también tenía dolor de pierna y se recuperó después de tratarse en el hospital. Pensé: “Probablemente no sea nada serio. Después de todo, he creído en Dios muchos años y he estado haciendo mis deberes en la iglesia. Tiempo atrás, renuncié a mi trabajo estable y a mi matrimonio. Además, he sufrido persecución por parte del gran dragón rojo y la burla y la calumnia del mundo. Pero siempre he persistido en mi fe y mis deberes. He pagado un precio muy grande, así que, aunque esté realmente enferma, creo que Dios me protegerá y me curará”. Ni siquiera cojeando paré de hacer mis deberes.
En junio de 2020, mi pierna izquierda siguió empeorando y ya no podía caminar con normalidad. Después de ir al hospital para un chequeo, el doctor miró la radiografía de la pierna y me dijo: “Tienes cáncer, y el dolor en la pierna se debe a un tumor. Necesitas internarte y, por ahora, tendrás que evitar caminar”. Cuando oí al doctor decir que tenía cáncer, a mi cuerpo lo abandonaron las fuerzas y no podía contener las lágrimas. Estaba muy asustada, pensé: “¿Cómo podía ser cáncer? Ahora la obra de Dios está en su última etapa. Todos los hermanos y hermanas están haciendo sus deberes activamente, pero ahora que tengo cáncer, ¿significa eso que no podré desempeñar mis deberes? ¿No significará eso que no participaré de la salvación ni entraré en el reino?”. Pensé en mi mamá, que tuvo cáncer de colon. Solo le extirparon el tumor, no la trataron con quimioterapia, y, pasados muchos años, su cáncer no había regresado. Algunos hermanos y hermanas en la iglesia también se habían recuperado después de tener cáncer. Consideraba que, como había desempeñado mis deberes desde que encontré a Dios, Él me protegería. Entonces me realizaron una serie de pruebas en el hospital. El diagnóstico fue cáncer de huesos, y el tumor ya había crecido a 8 centímetros. El doctor dijo que, si no se trataba a tiempo, puede que hubiera que amputarme la pierna izquierda. También me hallaron una mancha en un pulmón. No estaban seguros de si las células cancerosas se habían extendido hasta allí, pero si era así, sería innecesaria la cirugía, ya que probablemente me quedaban solo tres meses de vida. Al oír este diagnóstico, no pude evitar volver a sentir ansiedad y pensé para mis adentros: “Si las células cancerosas se propagaron a los pulmones, ¿no moriré acaso?”. Esa noche, di mil vueltas en la cama sin poder dormir. Pensé en que había renunciado a todo para hacer mis deberes. Me había esforzado y corrido mucho de un lado a otro todos estos años, pero ahora, además de no haber recibido bendiciones de Dios, también tenía cáncer. Sentí que Dios no me había protegido. Mientras más lo pensaba, más pesar tenía en el corazón. Luego, no logré aquietar mi corazón para leer las palabras de Dios y me pasaba los días con una preocupación constante. Acudí a Dios y oré: “Dios, me preocupa que las células cancerosas se extiendan y que vaya a morir, y me encuentro viviendo con tristeza y ansiedad. Por favor, guíame a aprender una lección de esta situación”. Durante mi búsqueda, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Dios Todopoderoso, la Cabeza de todas las cosas, ejerce Su poder real desde Su trono. Él gobierna sobre el universo y sobre todas las cosas y nos está guiando en toda la tierra. Estaremos cerca de Él en todo momento, y vendremos delante de Él en quietud; sin perder nunca ni un solo momento, y con lecciones que aprender en cada instante. Todo, desde el ambiente circundante hasta las personas, asuntos y cosas, existe con el permiso de Su trono. No dejes, bajo ninguna circunstancia, que surjan quejas en tu corazón, o Dios no concederá Su gracia sobre ti. Cuando la enfermedad llega, esto es el amor de Dios, y ciertamente alberga dentro Su buena intención. Aunque tu cuerpo padezca un poco de sufrimiento, no albergues las ideas de Satanás. Alaba a Dios en medio de la enfermedad y disfruta a Dios en medio de tu alabanza. No flaquees ante la enfermedad, sigue buscando una y otra vez y nunca te rindas, y Dios te iluminará y te esclarecerá. ¿Cómo era la fe de Job? ¡Dios Todopoderoso es un médico omnipotente! Vivir en la enfermedad es estar enfermo, pero vivir en el espíritu es estar sano. Mientras tengas aliento, Dios no te dejará morir” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 6). Dios controla el universo y todas las cosas, así que, ¿acaso no está mi vida en Sus manos? Que yo tuviera cáncer era algo que Dios permitía, y tenía que aprender una lección de eso. Pensé en la experiencia de una hermana. Tenía cáncer de recto en una etapa avanzada, y todos los médicos decían que su enfermedad era incurable. Sin embargo, continuó orando a Dios, comiendo y bebiendo Sus palabras y superó esta situación confiando en la fe. Al final, su enfermedad se curó milagrosamente. Descubrí que la vida y la muerte del ser humano se hallan en manos de Dios, no las deciden los médicos. Aunque me había dado cáncer, si Dios quería que viviera, aunque las células cancerosas se propagaran, no moriría. Pero, si había llegado mi hora, nadie podría ayudarme. Todas estas cosas las predestinaba Dios. Debía encomendarme a Él y, mientras esperaba los resultados, tenía que comer y beber más de las palabras de Dios y acercarme más a Él. Tenía que confiar en Dios de veras y experimentar Sus palabras. Al igual que Job, obrara como obrara Dios, debía mantener un corazón temeroso de Dios y someterme a Él. Esto es lo que está de acuerdo con la intención de Dios. Sus palabras calmaron mi corazón y ya no estaba tan angustiada.
Quince días después, el doctor me dijo que el cáncer no se había propagado y que la cirugía se podía llevar a cabo. Me conmoví mucho y no podía parar de darle las gracias a Dios. Aunque el doctor decía que el tumor en mi pelvis era realmente grande y la cirugía, muy arriesgada, ya no estaba asustada. Gracias a la protección de Dios, la cirugía fue un gran éxito. Diez días después, acudí a un hospital de rehabilitación para empezar con mi recuperación. Debido al dolor en el hueso de la pelvis y al entumecimiento de la pierna, no podía pasarme sentada en la silla de ruedas más de una hora y tenía que tomar muchos analgésicos a diario. Tampoco me podía dar la vuelta en la cama y no paraba de despertarme dolorida por las noches. Pensaba para mis adentros: “¿Cuándo acabarán estos días de agonía? He estado orando y comiendo y bebiendo las palabras de Dios, por tanto, ¿por qué Dios no ha aliviado mi dolor? ¡Hasta un pequeño alivio sería bueno y no me sentiría tan miserable! El dolor en los huesos me hace sentir que estaría mejor muerta. Preferiría morir y librarme de esto”. Pero entonces pensé: “¿Acaso no estoy discutiendo con Dios?”. En medio de mi dolor, acudí a Dios y oré: “Dios, me siento muy débil y abatida, me duele demasiado el cuerpo, es insoportable. Por favor, no permitas que me siga quejando o que peque con mis palabras y, por favor, permíteme mantenerme firme en mi testimonio en esta situación”. En ese momento, volví a recordar la experiencia de Job y encontré un pasaje de las palabras de Dios para leerlo. Dios Todopoderoso dice: “Después de obtener el permiso de Dios, Satanás corrió a Job y extendió su mano para afligir su piel, provocándole llagas por todo su cuerpo, y Job sintió dolor en su piel. Este alabó las maravillas y la santidad de Jehová Dios, lo que hizo que Satanás fuera aún más flagrante en su osadía. Como había sentido el gozo de herir al hombre, extendió su mano y hurgó en la carne de Job, provocando que sus llagas supurasen. Job sintió inmediatamente un dolor y un tormento sin igual en su carne, y no pudo evitar masajearse de la cabeza a los pies con sus manos, como si aliviara así el golpe que este dolor de la carne le había asestado a su espíritu. Se dio cuenta de que Dios estaba a su lado viéndolo, e hizo lo que pudo para armarse de valor. Se arrodilló una vez más, y dijo: ‘Tú miras dentro del corazón del hombre. Tú observas su desgracia; ¿por qué te preocupa su debilidad? Alabado sea el nombre de Jehová Dios’. Satanás vio el dolor insufrible de Job, pero no le vio renegar del nombre de Jehová Dios. Así que extendió apresuradamente su mano para afligir los huesos de Job, desesperado por desgarrarlo miembro a miembro. En un instante, Job sintió un tormento sin precedentes; era como si su carne se hubiera separado de los huesos, como si estos fueran destrozados trozo a trozo. Este tormento agónico le hizo pensar que sería mejor morir… Su capacidad de soportar este dolor había alcanzado su límite… Quería gritar, desgarrar la piel de su cuerpo para disminuir el dolor, pero retuvo sus gritos, y no desgarró la piel de su cuerpo, porque no quería que Satanás viese su debilidad. Así que Job se arrodilló una vez más, pero esta vez no sintió la presencia de Jehová Dios. Sabía que Jehová Dios estaba frecuentemente delante, detrás y a cada lado de él. Pero durante su dolor, Dios nunca había mirado; cubría Su rostro y se escondía, porque el sentido de Su creación del hombre no era traerle sufrimiento. En ese momento, Job lloraba y hacía todo lo posible por soportar esta agonía física, pero no podía evitar dar gracias a Dios: ‘El hombre cae al primer golpe, es débil y está indefenso, es joven e ignorante; ¿por qué ibas a desear preocuparte tanto y ser tan tierno con él? Me hieres, pero te duele hacerlo. ¿Qué hay en el hombre que sea digno de Tu cuidado y Tu preocupación?’. Las oraciones de Job llegaron a los oídos de Dios, y Él se mantuvo en silencio, mirando sin decir nada…” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II). Después de leer las palabras de Dios, me conmoví hasta las lágrimas. Observé todas las maneras en las que Satanás perjudicó a Job. Las llagas de Job supuraban, y el dolor en la carne y los huesos le hacía sentir que morirse sería mejor que estar vivo, pero contuvo su llanto y se arrodilló para orar a Dios y soportó el inmenso dolor sin proferir una sola queja ni dejar de alabar el santo nombre de Dios. Al final, se mantuvo firme en su testimonio y humilló a Satanás. Al compararme con Job, me sentí de veras avergonzada y observé lo escasa y miserable que era mi estatura. Había dicho ante Dios que me sometería a Él y aceptaría Sus pruebas, pero el insistente dolor en mi cuerpo hizo que empezara a discutir con Dios, le pidiera que aliviara mi sufrimiento e incluso quisiera usar mi muerte para presionar a Dios. ¡Era realmente irracional! Quería seguir el ejemplo de Job y mantenerme firme en mi testimonio de Dios y, por mucho que me dolieran los huesos o grandes que fueran las molestias de mi cuerpo, ¡no podía quejarme! Aunque el dolor me causaba gran incomodidad, las palabras de Dios me proveían y todos los días leía testimonios vivenciales de mis hermanos y hermanas, escuchaba sermones y enseñanzas sobre la entrada en la vida, así que mi corazón empezó a sentir menos amargura.
Una tarde no mucho después, empecé a despedir de repente una gran cantidad de pus y sangre de la herida y, después de que el doctor me hiciera una radiografía, descubrieron que los soportes del muslo se habían caído y había que volver a colocarlos. Después de la cirugía, tuve una fiebre alta que no remitía y estuve al borde de la muerte. El doctor dijo que mi herida se había infectado gravemente, que mi vida corría riesgo, había que retirar los soportes y tendría que someterme a cirugía de desbridamiento dos o tres veces a la semana. Cada vez que me hacían una resonancia, tenía que quedarme tendida durante cuarenta minutos y el trasero me dolía una barbaridad, como si me pincharan con un objeto punzante. En aquel momento me quebré por completo, pensé: “Estoy muy enferma, ya no es cuestión de recuperarme y caminar de nuevo. Podría morir en cualquier momento. ¿Puede ser que Dios me esté castigando? ¿Acaso Dios no recuerda los sacrificios que he hecho y cómo me he gastado? Puede que no haya hecho ninguna contribución, pero he sufrido adversidades. Sería mejor morir que seguir así. Pero buscar la muerte no se conforma a la intención de Dios. Sin embargo, realmente ya no puedo soportar este dolor constante. Quisiera que Dios pudiera aliviarlo mi dolor al menos un poco. ¿Por qué Dios no me muestra misericordia y cura mi enfermedad?”. Luego me di cuenta de que estaba discutiendo con Dios y oponiéndome a Él de nuevo y me sentí profundamente culpable. Lloré y oré a Dios: “Dios, mi enfermedad ha empeorado de repente y he pasado días en agonía. Aunque sé que existen verdades en esta situación que debería buscar, sigo sin ser capaz de evitar discutir contigo. ¡Soy realmente rebelde! Por favor, Dios, esclaréceme y guíame para conocer mis problemas”. Después de orar, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Muchos creen en Mí solo para que pueda sanarlos. Muchos creen en Mí solo para que use Mi poder para expulsar espíritus inmundos de sus cuerpos, y muchos creen en Mí simplemente para poder recibir de Mí paz y gozo. Muchos creen en Mí solo para exigir de Mí una mayor riqueza material. Muchos creen en Mí solo para pasar esta vida en paz y estar sanos y salvos en el mundo venidero. Muchos creen en Mí para evitar el sufrimiento del infierno y recibir las bendiciones del cielo. Muchos creen en Mí solo por una comodidad temporal, sin embargo, no buscan obtener nada en el mundo venidero. Cuando descargo Mi furia sobre las personas y les quito todo el gozo y la paz que antes poseían, tienen dudas. Cuando les descargo el sufrimiento del infierno y recupero las bendiciones del cielo, se enfurecen. Cuando las personas me piden que las sane y Yo no les presto atención y siento aborrecimiento hacia ellas, se alejan de Mí para en su lugar buscar el camino de la medicina maligna y la hechicería. Cuando les quito todo lo que me han exigido, todas desaparecen sin dejar rastro. Así, digo que la gente tiene fe en Mí porque Mi gracia es demasiado abundante y porque hay demasiados beneficios que ganar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?). Cada palabra de Dios se me clavó en el corazón. Mi estado y mi comportamiento eran exactamente como Dios había expuesto. No estaba tratando a Dios como Dios en mi fe, solo lo trataba como a un doctor, como a alguien a quien podía exigirle gracia y bendiciones. Si fui capaz de renunciar a todo para hacer mis deberes en mi fe en Dios, fue con el único fin de recibir Su gracia y bendiciones. Pensé que, mientras hiciera mi deber con diligencia, sufriera y pagara un precio, aunque cayera enferma, Dios me protegería y me curaría. Creía que cuando llegara la gran catástrofe, sobreviviría, y Dios me salvaría, y entraría en Su reino. Por tanto, cuando mi familia se interpuso en mi camino, cuando me persiguió el gran dragón rojo y pese a lo mucho que sufrí en mis deberes, seguí a Dios igualmente. En especial, cuando vi que mi madre sanaba de su cáncer, pensé que Dios me curaría también a mí. Esto me volvió más activa en mis deberes. Sin embargo, cuando sufrí durante el tratamiento, cuando mi estado empezó a empeorar y me enfrenté a la muerte, le rebatí a Dios y me quejé. Exigí que Dios tuviera en cuenta todos mis años de sacrificio y gasto y me curara, que me aliviara de mi dolor. Estaba usando mis sacrificios y gastos para intentar hacer un trato con Dios e intentando negociar con Él. Traté a Dios como si fuera un doctor que podía curarme y como una herramienta multiuso. Estaba llena de demandas y exigencias hacia Dios. ¿Acaso tenía conciencia, razón o un corazón temeroso de Dios? Si no buscaba la verdad para resolver mi carácter corrupto, seguro que Dios terminaría detestándome y desechándome. Tenía que darle un giro a mi actitud.
Luego leí más de las palabras de Dios: “¿Qué problema hay con que las personas siempre le pongan exigencias a Dios? ¿Y qué problema hay con que siempre tengan conceptos sobre Dios? ¿Qué contiene la naturaleza del hombre? He descubierto que, independientemente de lo que les ocurra, o de aquello que estén afrontando, las personas siempre protegen sus propios intereses, prestan atención a su propia carne, y siempre buscan razones o excusas que les sirvan. No buscan ni aceptan la más mínima verdad, y todo lo que hacen tiene como fin defender su propia carne y conspirar en aras de sus propias perspectivas. Todas solicitan la gracia de Dios, y tratan de sacar todo el provecho posible. ¿Por qué le hacen tantas exigencias a Dios? Esto demuestra que las personas son codiciosas por naturaleza y que, ante Dios, no poseen razón alguna. En todo lo que hacen —ya sea que oren, compartan enseñanzas o prediquen—, sus búsquedas, pensamientos y aspiraciones son todas exigencias a Dios e intentos de ganar algo de Él; la gente hace todas estas cosas con la esperanza de obtener algo de Dios. Algunos dicen que ‘la naturaleza humana es así’, lo que es correcto. Además, que las personas le pongan demasiadas exigencias a Dios y tengan demasiados deseos extravagantes demuestra que son muy carentes de conciencia y razón. Todos exigen y solicitan cosas por su propio bien, o tratan de discutir y buscar excusas por su propio beneficio; hacen todo esto para sí mismos. En muchas cosas se puede ver que lo que hacen carece totalmente de razón, y esto es una prueba plena de que la lógica satánica de ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’ ya se ha convertido en la naturaleza humana. ¿Qué problema ilustra el hecho de que la gente formule exigencias excesivas hacia Dios? Que la gente ha sido corrompida por Satanás hasta cierto punto y que, en su fe en Dios, no lo tratan en absoluto como tal. Algunas personas afirman: ‘Si no tratamos a Dios como tal, ¿por qué seguiríamos creyendo en Él? Si no lo tratamos como tal, ¿podríamos haberlo seguido hasta hoy? ¿Podríamos haber resistido todo este sufrimiento?’. En apariencia, crees en Dios y eres capaz de seguirlo, pero en tu actitud hacia Él, y en tus opiniones sobre muchas cosas, no lo tratas en absoluto como al Creador. Si trataras a Dios como tal, como Creador, deberías mantenerte firme en tu posición de ser creado, y te sería imposible ponerle exigencias a Dios o tener deseos extravagantes. Por el contrario, en tu corazón, serías capaz de tener una sumisión verdadera, y serías plenamente capaz de creer en Dios conforme a Sus exigencias y de someterte a toda Su obra” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las personas le ponen demasiadas exigencias a Dios). Cuando leí la exposición de las palabras de Dios, pensé en mi propia conducta después de caer enferma. Mi estado era tal cual Dios lo había descrito. Llevaba muchos años creyendo en Él, pero había renunciado a mi matrimonio, familia y trabajo para hacer mis deberes a cambio de gracia y recompensas. El hecho de hacer mis deberes, sufrir y pagar un precio también fue en aras de mi propia salvación y mi entrada en el reino de los cielos. Cuando me empezó a doler la pierna, hice todo lo posible para seguir con mis deberes con la esperanza de que así Dios me protegería y curaría mi enfermedad. Cuando el dolor insoportable me atormentó, le pedí a Dios que lo aliviara. Y cuando mi condición empeoró y me enfrenté a la muerte una y otra vez, me encontré exigiéndole a Dios una cosa tras otra, pidiéndole que considerara mi debilidad y me quitara el dolor. Cuando Dios no hizo lo que yo deseaba, me quejé y discutí con Él. Me vi en un estado de oposición a Dios; no quería comer ni beber Sus palabras ni tampoco orar. Mi supuesta lealtad, sacrificios y gastos eran todos en mi beneficio, a fin de recibir la gracia y las bendiciones de Dios y sobrevivir a la gran catástrofe y salvarme y entrar en el reino de los cielos. ¡Trataba de hacer un trato con Dios y de engañarlo y aprovecharme de Él! Pensé en Pablo de la Era de la Gracia. Aunque hizo sacrificios y se gastó para propagar el evangelio del Señor Jesús a lo largo de gran parte de Europa, al final, dijo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:7-8). Los gastos y sacrificios de Pablo tenían como propósito obtener bendiciones y una corona y no se puso en la posición de un ser creado para hacer sus deberes. En su lugar, estaba tratando de hacer un trato con Dios, yendo totalmente en contra de Sus exigencias. Pablo caminó por una senda de resistencia a Dios y, al final, Él lo castigó. ¿Acaso mi perspectiva sobre qué perseguir y la senda que estaba transitando en la fe en Dios no eran iguales que las de Pablo? Dios es justo y santo y, aunque hacía muchos años que creía en Él, mi intención de buscar bendiciones no había cambiado. No tenía ninguna sinceridad ni amor hacia Él, y mi carácter no había cambiado en absoluto. ¿Acaso merecía bendiciones o entrar en el reino de Dios? Renunciar a todo no me proporciona el capital, y sufrir y gastarme para hacer mis deberes no es una condición que signifique que pueda tratar de hacer un trato con Dios. Es solo lo que debería hacer como ser creado. Si no abandonaba mi intención de buscar bendiciones, perseguía la verdad con sinceridad ni me centraba en lograr la transformación en mi carácter-vida y una verdadera sumisión a Dios, entonces, por mucho que me sacrificara y me gastara, aunque acabara agotada, no obtendría la aprobación de Dios y, al final, Dios simplemente me detestaría y castigaría.
De ahí en adelante, por mucho dolor que me causaran mis heridas, estuve dispuesta a someterme y a confiar en Dios para experimentar esta situación. Cuando la enfermedad volvió a empeorar, oraba en mi fuero interno y ya no le hacía exigencias irracionales a Dios como antes. En su lugar, me rebelaba en contra de mi carne y me sometía a las instrumentaciones y arreglos de Dios. Pasé mucho tiempo concentrada en orar a Dios, comer y beber Sus palabras, aprender himnos y mirar videos de testimonio vivencial. Un mes después, mi cuerpo se recuperó poco a poco. Cuando me dieron el alta, el doctor no mencionó para nada la quimioterapia. Solo me dijo que necesitaba hacerme chequeos cada tres meses.
Un día, durante un devocional, leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Recordáis lo que dijo Pedro? (‘Aun si Dios estuviera jugando con los seres humanos como si fueran juguetes, ¿qué queja tendrían estos?’). Esto está relacionado con la sumisión. Si la experimentas de esta manera, poco a poco entenderás la verdad y obtendrás resultados de forma natural. Primero, necesitas una actitud de sumisión hacia Dios y la verdad. No te preocupes del tipo de miradas que te lanza Dios, de cuál es Su actitud y con qué tono de voz te habla, de si siente aversión por ti o de si te va a poner en evidencia. Empieza por resolver tus propias dificultades y problemas. ¿Puede la gente corriente lograr con facilidad lo que dijo Pedro? (No. No es fácil). ¿Qué experiencias tuvo y qué realidades poseyó que le permitieron decir eso? (Tenía la firme certeza de que trate como trate Dios al hombre, lo hace para salvarlo y no es más que amor. Por eso se sometía contento). Pedro dijo: ‘Aun si Dios estuviera jugando con los seres humanos como si fueran juguetes’, y tú dices ‘no importa cómo trate Dios al hombre’. Te consideras a ti mismo un ser creado, un seguidor de Dios y un miembro de Su casa. Así pues, ¿existe una diferencia entre los dos? Sí que existe. ¡Hay una disparidad! ¿Cuál es la diferencia entre un juguete y un ser humano? Un juguete no es nada, no vale nada, es un miserable desgraciado. Llámalo juguete o llámalo bestia, es de esa calaña. Pero ¿y una persona? Una persona tiene pensamientos y cerebro; es capaz de hablar y de hacer cosas, y puede llevar a cabo actividades humanas normales. En comparación con los de un juguete, ¿son diferentes el valor y el estatus de un ser humano? […] Si te toman como a un ser humano, ¿qué tipo de trato exigirías? Que se te respete, que se te consulte, que se tengan en cuenta tus sentimientos, que se te den el espacio y la libertad suficientes, y que se tengan en cuenta tu dignidad y reputación. Así se trata a los seres humanos. Pero ¿qué pasa con los juguetes? (No son nada, se les puede tratar a patadas). (Puedes usarlos cuando quieras y dejarlos de lado cuando no los necesites). Es una forma apropiada de explicarlo. Esto es lo que tenéis que decir sobre el modo de tratar a los juguetes, así que, ¿cómo describiríais el hecho de tratar a un ser humano como a un juguete? (Los utilizas cuando los necesitas y los ignoras cuando no). Los tratas sin ningún respeto y no hay necesidad de proteger sus derechos. No les concedes ningún derecho, ni autonomía, ni libertad de elección. No hay necesidad de consultarles las cosas, ni de tener en cuenta su honor, ni nada por el estilo. Puedes ser amable con ellos cuando te sientes bien, pero puedes maltratarlos cuando no. Esa es la actitud que se adopta con un juguete. Si Dios tratara a las personas como juguetes, ¿cómo se sentirían? ¿Seguirían pensando que Dios es encantador? (No). Sin embargo, Pedro fue capaz de alabar a Dios. ¿Qué realidades-verdad poseía que le permitieron alcanzar la sumisión hasta la muerte? En realidad, Dios no trataba al ser humano como a un juguete. Sin embargo, cuando la comprensión de Pedro llegó a este nivel, pensó: ‘Aunque Dios me tratara de ese modo, aun así debería someterme a Él. Si Dios me tratara como a un juguete, ¿cómo no iba a estar listo y dispuesto?’. Pedro alcanzó esta presteza, esta disposición. ¿A qué se refiere estar ‘listo y dispuesto’? (A ponerse a merced de las instrumentaciones de Dios y someterse a ellas por completo). Esa es la verdad de la sumisión. ¿Acaso entregarte a Satanás no sería la forma de tratar a un juguete? Te desecharían cuando no te quisieran, te cederían a Satanás para que te tentara y te ridiculizara. ¿Cuál fue la actitud de Pedro? ¿Tenía alguna queja? ¿Se quejó de Dios? ¿Maldijo a Dios? ¿Se volvió hacia Satanás? (No). A esto se le llama sumisión. No se quejó, no mostró negatividad ni se resistió. ¿Acaso no se resolvió su carácter corrupto? Estaba en perfecta armonía con Dios. No era cuestión de si traicionaría a Dios o no. Era una cuestión de: ‘No importa dónde me coloque Dios, Él estará en mi corazón; no importa dónde me coloque Dios, no dejaré de pertenecerle. Aunque me convierta en cenizas, seguiré perteneciendo a Dios. Nunca me volveré hacia Satanás’. Fue capaz de alcanzar este nivel de sumisión. Decir esto es fácil, pero hacerlo es difícil. Tienes que estar provisto de la verdad durante cierto tiempo hasta poder ver todo esto completa y claramente, entonces poner la verdad en práctica será mucho más fácil” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La sumisión a Dios es una lección fundamental para alcanzar la verdad). No paraba de pensar en estas palabras de Dios y al final entendí por qué Dios usa la experiencia de Pedro como un ejemplo a seguir. Pedro dijo: “Aun si Dios estuviera jugando con los seres humanos como si fueran juguetes, ¿qué queja tendrían estos?”. Pedro pudo someterse a las instrumentaciones y arreglos de Dios e, incluso durante las pruebas y refinamientos, fue capaz de gozarse en el juicio y el castigo de Dios y tenía un corazón temeroso de Dios. Pedro dijo que, aunque Dios lo tratara como un juguete, no se quejaría. Pedro se hallaba en el lugar que le correspondía, no tenía deseos de hacer un trato con Dios ni de hacerle exigencias y se limitó a someterse y, sin importar lo que Dios hiciera, permitió que Él lo instrumentara todo. Al final, Dios perfeccionó a Pedro. Pensé en que yo no me había puesto en el lugar que me correspondía cuando caí enferma y en que solo busqué encontrar paz para mi carne. Cuando Dios no cumplió con mis exigencias, mi cuerpo estaba sufriendo y mi deseo de bendiciones se hizo añicos, intenté discutir y competir con Dios e incluso pensé en terminar con todo. Comparada con Pedro, ¿acaso tenía humanidad o razón? ¡Era totalmente indigna de vivir ante Dios! Dios creó a los humanos y, sin importar qué haga conmigo, será lo apropiado. Las intenciones detrás de las acciones de Dios exceden mi entendimiento. Desde una perspectiva humana, la gracia y la paz del cuerpo parecen cosas buenas. Pero en realidad, resolver el propio carácter corrupto requiere de incluso más juicio, castigo, sufrimiento y refinamiento. Es igual que cuando me sobrevino esta enfermedad; aunque no se ajustaba a mis nociones, en realidad fue beneficiosa para mi vida y lo fue incluso más para resolver mi carácter corrupto. Dios me bendijo así de manera especial. En ese momento, descubrí que tenía un objetivo que perseguir en el corazón. Quería seguir el ejemplo de Pedro, y daba igual cómo avanzara el cáncer o si me tocaba morir, estaba dispuesta a ocupar el lugar que me correspondía como ser creado y a someterme a las instrumentaciones y arreglos de Dios.
Más adelante, mi cuerpo empezó poco a poco a recuperarse, empecé a usar un bastón y aprendí a caminar con una pierna. Tres meses después, fui al hospital para un chequeo, y el doctor dijo que me había recuperado bastante bien y que, dado que el cáncer no había reaparecido, no necesitaba quimioterapia. En marzo de 2023, regresé a mi pueblo natal para una cita de seguimiento. El doctor se quedó sorprendido al ver los resultados de las pruebas y dijo: “Para este tipo de cáncer de huesos, el 99% de los pacientes necesita quimioterapia, pero tú no solo no has necesitado quimioterapia ni radioterapia, sino que además el cáncer tampoco ha reaparecido. ¡De veras es un milagro!”. Al oír al doctor decir esto, di gracias a Dios en silencio y lo alabé en mi corazón. Más adelante, retomé mis deberes en la iglesia. Aunque aún se me entumecía la pierna si me sentaba durante largos periodos y me dolían los huesos de la cadera, ya no estaba constreñida ni hacía exigencias a Dios por ese motivo. En cambio, llegué a sentirme muy agradecida y aprecié la oportunidad que tenía de desempeñar mi deber. Cuando me despojé de mi intención de buscar bendiciones, me sometí e hice mis deberes, sentí una gran sensación de calma en el corazón.