29. Cómo elegí en medio del peligro y la adversidad
A finales de abril de 2023, varias iglesias de Dongcheng fueron objeto de una fuerte campaña represiva, y me enteré de que arrestaron a muchos líderes y obreros y hermanos y hermanas. En ese momento, los líderes superiores me enviaron una carta para que me encargara del trabajo de las repercusiones. Al leer la carta, me sentí feliz y nerviosa a la vez. Estaba feliz porque este deber era la exaltación de Dios. A pesar de mis muchos años de creyente, no había cumplido bien con mi deber, y me habían despedido hacía poco por trastornar y perturbar la obra de la iglesia, lo que dejó transgresiones a mi paso. Pero Dios no me trataba conforme a mis transgresiones, sino que me daba la oportunidad de llevar a cabo un deber tan importante. Yo estaba muy agradecida y dispuesta a cooperar. Pero cuando pensé en los muchos hermanos y hermanas de estas iglesias que habían sido arrestados, no pude evitar que me entrara un sudor frío. En los últimos años, la policía del PCCh había apresado a hermanos y hermanas por todo Dongcheng en múltiples ocasiones, había cámaras de alta definición por toda la ciudad, y tuve la sensación de que, en ese momento, encargarme del trabajo de las repercusiones sería como ponerme en la línea de fuego. Además, esa labor implicaba trasladar las ofrendas y los libros de las palabras de Dios, ¡y no sabía a qué torturas me sometería la policía si me arrestaban! La policía había matado a golpes a un hermano solo por transportar libros de las palabras de Dios, y me preocupaba que, en caso de un arresto, era imposible saber si viviría o moriría. Me preguntaba: “Si muero, ¿aún tendré la posibilidad de ser salvada?”. Pero pensé que eludir mi deber no sería conforme a la intención de Dios, así que, oré: “¡Oh, Dios! Ser capaz de cumplir un deber tan importante es Tu exaltación, pero me siento tímida y tengo miedo de que me detengan, por favor, dame fe”. Tras la oración, noté que se me calmaba un poco el corazón. Pensé en los muchos hermanos y hermanas arrestados y en el trabajo subsiguiente que había que realizar con urgencia. Conocía bastante bien la situación de la iglesia, y no podía ser egoísta y despreciable y pensar solo en mi propia seguridad. Tenía que dar lo mejor de mí, orar a Dios y confiar en Él para manejar bien el trabajo de las repercusiones.
La noche siguiente, me reuní con una hermana que me dijo que esta campaña de represión había llevado al arresto de más de cien hermanos y hermanas en Dongcheng, y que era necesario reubicar los libros de más de diez casas. Pensé: “Con tantos hermanos y hermanas arrestados, será imposible terminar pronto de manejar el trabajo de las repercusiones. Aún necesito encontrar hermanos y hermanas que cooperen, pero no sé quién está detenido y quién está bajo vigilancia, y mientras que nosotros estamos al descubierto, la policía se oculta entre las sombras. Hay ojos electrónicos por toda la ciudad, y si nos quedamos mucho aquí, ¡solo es cuestión de tiempo que también nos detengan!”. Aquella noche, tendida en la cama, no pude pegar un ojo. Tenía la mente acelerada, intentando averiguar a qué hermanos y hermanas podría buscar para que cooperaran, y yo solo quería terminar rápido el trabajo de las repercusiones y marcharme. Como muchos hermanos y hermanas corrían peligro, nos topamos con multitud de dificultades a la hora de buscar las casas donde se guardaban los libros, y el trabajo progresaba muy despacio. Me sentí muy reprimida, con la sensación de que, si esto continuaba, seguro que me arrestarían tarde o temprano. Eso sin mencionar el sufrimiento físico: si no podía soportar la tortura y acababa convirtiéndome en una Judas, perdería mi buen resultado y destino. Pensando en todo esto, me sentí muy débil y creí que este era un deber demasiado difícil. Así que hablé con Dios sobre mi estado y le pedí que me guiara para someterme. Leí Sus palabras: “Si careces de auténtica fe, no resistirás la prueba del paso del tiempo o del entorno. Si no puedes resistir la prueba que te ha puesto Dios, Él no va a hablarte ni se te va a aparecer. Dios quiere ver si crees en Su existencia, si la reconoces y si tienes auténtica fe en tu corazón. Así es como escruta Él la profundidad del corazón de las personas. ¿Están en manos de Dios quienes viven entre el cielo y la tierra? Todos están en manos de Dios. Es exactamente así. No importa que estés en el desierto o en la luna, estás en manos de Dios. Así es exactamente como es. Si Dios no ha aparecido ante ti, ¿cómo puedes ver la existencia y soberanía de Dios? ¿Cómo puedes permitir que en tu corazón arraigue y nunca se desvanezca la verdad de que ‘Dios existe y es soberano sobre todas las cosas’? ¿Cómo puedes hacer de este enunciado tu vida, la fuerza que impulsa tu cotidianeidad y la confianza y la fortaleza que permite que sigas viviendo? (Orando). Eso es práctico. Es la senda de práctica. Cuando te hallas en tu momento más difícil, cuando eres menos capaz de percibir a Dios, cuando sientes más dolor y soledad, cuando te parece estar lejos de Él, ¿qué es lo que debes hacer por encima de cualquier otra cosa? Llamar a Dios. Llamar a Dios te da fuerzas. Llamar a Dios te permite sentir Su existencia. Llamar a Dios te permite sentir Su soberanía. Cuando llamas a Dios, le oras y pones tu vida en Sus manos, sientes que Él está a tu lado y no te ha abandonado. Cuando sientas que Dios no te ha abandonado, cuando de verdad percibas que está a tu lado, ¿crecerá tu confianza? Si tienes confianza real, ¿se desgastará y desvanecerá con el paso del tiempo? En absoluto. ¿Se resuelve así el problema de la confianza? ¿Puede la gente tener verdadera confianza simplemente llevando encima la Biblia y memorizando versículos con rigidez palabra por palabra? Todavía hay que orarle a Dios y confiar en Él para resolver este problema. ¿Cómo superó Moisés aquellos cuarenta años en el desierto? En aquella época no existía la Biblia y había poca gente a su alrededor. Únicamente le acompañaban ovejas. Sin duda, Dios guiaba a Moisés. Aunque la Biblia no registra cómo le guio Dios, si se le apareció, le habló o le hizo entender por qué le obligó a vivir en el desierto durante cuarenta años, resulta un hecho innegable que Moisés sobrevivió todo ese tiempo en el desierto. Es un hecho que no se puede negar. Sin nadie a su alrededor con quien compartir lo que tenía en el corazón, ¿cómo pudo sobrevivir solo en el desierto durante cuarenta años? Sin auténtica fe, a cualquiera le resultaría imposible. Sería un milagro. Por más que la gente reflexione sobre este asunto, piensa que esto nunca podría suceder. Es demasiado incongruente con las nociones y figuraciones humanas. Sin embargo, no se trata de una leyenda ni de un cuento fantástico, sino de un hecho real, inmutable e innegable. ¿Qué le demuestra la existencia de este hecho a la gente? Si tienes auténtica fe en Dios, Él no te abandonará mientras te quede aliento. Este es un hecho de la existencia de Dios. Si posees tanta confianza real y comprensión verdadera de Dios, entonces dicha confianza es lo bastante grande. No importa el entorno en el que te encuentres, ni cuánto tiempo pases en él, tu confianza no va a desgastarse” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo con sumisión sincera puede tenerse verdadera confianza). Dios dice que la fe verdadera puede resistir las pruebas del tiempo y el entorno. Recordé que, antes de venir a Dongcheng, decía que confiaría en Dios para experimentar esto, pero cuando vi cuán terrible era la situación y que el trabajo no progresaba, perdí la fe en Dios, temía que, si me quedaba aquí mucho tiempo, me arrestarían. Siempre pensaba en mi propia seguridad. Pensé en Moisés, que pasó cuarenta años en el desierto. Era un lugar desolado y las condiciones de vida eran extremadamente duras, pero sobrevivió confiando en Dios. En esos cuarenta años, Moisés experimentó verdaderamente que todo cuanto concierne al hombre está en manos de Dios, y su fe y perseverancia fueron perfeccionadas. Ahora, Dios también había permitido que me encontrara en una situación así, la cual había sucedido para perfeccionar mi fe, y tenía que dejar de ser tímida y de asustarme. Tenía que emular a Moisés y confiar en Dios para experimentar esto, y me capturaran o no, tenía que someterme a Sus orquestaciones y arreglos.
Más adelante, nos arriesgamos a buscar a la anterior líder de la iglesia, Li Zhen, para averiguar más sobre los lugares de custodia. Al reunirme con Li Zhen, me enteré de que la policía había entrado en su hogar, que habían hecho redadas en casas cercanas de varios hermanos y hermanas, y que también habían ido a otra de las casas de custodia, pero gracias a la protección de Dios, no se habían apoderado de los libros de Sus palabras. Sin embargo, cuando se fue la policía, el marido de la hermana a cargo de la custodia, que no era creyente, le dijo que se llevara rápido los libros de allí, y la hostigó, diciendo que si volvía a ver a alguien que creyera en Dios acercarse a su casa, llamaría a la policía. Se me ocurrió que debíamos trasladar rápido los libros guardados en la casa de la hermana, pero entonces pensé: “La policía ya ha estado en esta casa y el marido no creyente de la hermana ha dicho que llamaría a la policía. Si voy allí, ¿no me pondré en la línea de fuego? Si al final me atrapan de verdad, ¿la policía no me matará a golpes? Aunque no me maten, aún recibiré una dura sentencia. Pero debemos trasladar rápido los libros de las palabras de Dios, si mi miedo a la muerte lleva a que el gran dragón rojo se apodere de los libros, habré cometido una transgresión”. En mi corazón, oré en silencio a Dios para pedirle que me diera fe. Pensé en Sus palabras: “No debes tener miedo de esto o aquello; no importa a cuántas dificultades y peligros puedas enfrentarte, eres capaz de permanecer firme delante de Mí sin que ningún obstáculo te estorbe, para que Mi voluntad se pueda llevar a cabo sin impedimento. Este es tu deber […]. Debes soportarlo todo; por Mí, debes estar preparado para renunciar a todo lo que posees y hacer todo lo que puedas para seguirme, y debes estar preparado para pagar cualquier precio. Este es el momento en que te probaré, ¿me ofrecerás tu lealtad? ¿Puedes seguirme hasta el final del camino con lealtad? No tengas miedo; con Mi apoyo, ¿quién podría bloquear el camino? ¡Recuerda esto! ¡No lo olvides! Todo lo que ocurre es por Mi buena voluntad y todo está bajo Mi escrutinio. ¿Puedes seguir Mi palabra en todo lo que dices y haces? Cuando las pruebas de fuego vengan sobre ti, ¿te arrodillarás y clamarás? ¿O te acobardarás, incapaz de seguir adelante?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Sus palabras me dieron fe y fuerza. Con el apoyo de Dios, ¿qué tenía que temer? Mi vida estaba en Sus manos, y de Él dependía que me capturaran o no. Tenía que entregarme de corazón a cada una de mis acciones y hacer lo que debía hacerse. El resto se lo confiaría a Dios. Entonces acordamos llevarnos los libros cuando el marido de la hermana no estuviera en casa. Ese día, cuando el marido de la hermana salió, fuimos a toda prisa a la casa de custodia, pero para nuestra sorpresa, antes de poder intercambiar siquiera unas palabras con la hermana, regresó su marido. Me puse nerviosísima, y oré en silencio a Dios para que nos guiara. Tomé la iniciativa de saludar al marido de la hermana, y para mi sorpresa, no solo no nos denunció, sino que también nos ayudó a trasladar los libros de las palabras de Dios. De este modo, sacamos sin percance los libros de la primera casa. Esta experiencia me hizo sentir la guía de Dios, y mi fe en Él creció un poco.
A continuación, fui a la segunda casa de custodia para recabar información sobre la situación. La policía también había hecho una redada en el lugar, pero, por suerte, no habían encontrado ninguno de los libros de las palabras de Dios. Nos preocupaba que la policía volviera a registrar la casa, por lo que queríamos sacar los libros de allí lo antes posible. Sin embargo, había varias cámaras cerca del lugar, y una de ellas estaba directamente en frente de la puerta de la hermana. Además, la casa estaba justo al final de un callejón, y fueras por el camino que fueras, las cámaras lo captarían todo con claridad. Me puse muy nerviosa, y pensaba: “Hay cámaras por todas partes, si vamos a la casa de la hermana, nos meteremos en un callejón sin salida. Si una persona entrara, le costaría escapar, así que, si se movieran los libros, ¿no sería aún más complicado salir? Si el gran dragón rojo nos descubre, ¡no habrá escapatoria!”. En ese momento, me di cuenta de que me embargaba el arrepentimiento y pensé: “¿Por qué he venido a revisar este lugar? Ahora parece que trasladar los libros depende de mí”. Estaba preocupada y asustada, y me faltó valor para seguir explorando los alrededores. No me atreví a quedarme allí ni un segundo más y me fui a toda prisa. Al llegar a casa, le conté sinceramente a la líder lo que había visto, le transmití que, en la situación actual, era imposible trasladar los libros. Pero para mi sorpresa, la líder había estado en aquella casa de custodia y dijo: “El callejón de la casa de la hermana tiene salida. Hay un pequeño camino lateral por el que puedes entrar sin que las cámaras lo capten”. Al oír esto, me sentí un tanto avergonzada. Resultaba que la casa de la hermana no estaba realmente en un callejón sin salida. Pensé: “Había revisado físicamente la zona, ¿cómo pasé por alto que había una vereda que conduce fuera del callejón?”. Al rememorarlo, me di cuenta de que me había sentido intimidada por las cámaras, y por mi timidez y mi miedo, me había faltado valor para entrar en el callejón a revisarlo a fondo. Me di cuenta de que, en tal estado, me sería imposible desempeñar bien este trabajo, así que oré a Dios: “Oh, Dios, al ver cámaras por todas partes, me volví tímida y temerosa, tenía miedo de que me arrestaran y sufriera. Oh, Dios, por favor, esclaréceme y guíame para que pueda conocerme a mí misma y aprender una lección”.
Después de eso, busqué las palabras de Dios para resolver mis problemas. Leí estas palabras Suyas: “Aparte de considerar su propia seguridad, ¿en qué piensan además ciertos anticristos? Dicen: ‘Ahora mismo nuestro entorno no es favorable, así que vamos a mostrar menos nuestros rostros y a difundir menos el evangelio. De este modo, es menos probable que nos atrapen y no se destruirá la obra de la iglesia. Si evitamos que nos atrapen, no nos convertiremos en Judas y seremos capaces de persistir en el futuro, ¿verdad?’. ¿Acaso no hay anticristos que usen tales excusas para desorientar a sus hermanos y hermanas? A algunos anticristos les asusta mucho la muerte y llevan existencias innobles […]. No creen que Dios pueda proteger la seguridad de las personas y, desde luego, no creen que dedicarse a esforzarse por Dios sea consagrarse a la verdad ni sea algo que Él apruebe. No temen a Dios en su corazón; solo les asustan Satanás y los perversos partidos políticos. No creen en la existencia de Dios, no creen que todo esté en Sus manos y, por supuesto, no creen que Dios apruebe que una persona se gaste por completo para Él y en aras de seguir Su camino y de completar Su comisión. No son capaces de ver nada de esto. ¿En qué creen? Creen que, en caso de caer en manos del gran dragón rojo, tendrán un mal final, que se les sentenciará o incluso correrán el riesgo de perder la vida. En su corazón, solo consideran su propia seguridad y no la obra de la iglesia. ¿Acaso no son incrédulos? (Sí). ¿Qué dice la Biblia? ‘El que ha perdido su vida por mi causa, la hallará’ (Mateo 10:39). ¿Creen estas palabras? (No). Si se les pide que asuman un riesgo mientras hacen su deber, desearán esconderse y no permitir que nadie los vea; querrán ser invisibles. Así de asustados están. No creen que Dios sea el apoyo del hombre, que todo esté en manos de Dios, que si algo va realmente mal o de veras los atrapan es que Dios lo ha permitido y que esa gente debería tener un corazón sumiso. Estas personas no poseen este corazón, este entendimiento ni esta preparación. ¿Creen de verdad en Dios? (No). ¿No es la esencia de esta manifestación la de un incrédulo? (Sí). Así es. La gente como esta es excepcionalmente tímida, está muy asustada y teme el sufrimiento físico y que algo malo les ocurra. Se tornan en pájaros asustadizos y ya no pueden desempeñar su trabajo” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). “Los anticristos son extremadamente egoístas y despreciables. No tienen verdadera fe en Dios, y mucho menos lealtad a Él. Cuando se topan con un problema, solo se protegen y se salvaguardan a sí mismos. Para ellos, nada es más importante que su propia seguridad. Siempre y cuando puedan vivir y no los detengan, no les importa el daño causado a la obra de la iglesia. Estas personas son egoístas hasta el extremo, no piensan en absoluto en los hermanos y hermanas ni en la obra de la iglesia, solo en su propia seguridad. Son anticristos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Dios revela que los anticristos son egoístas y despreciables, y carecen de lealtad a Él, que ellos no creen que todo esté en Sus manos, y que frente a un peligro, solo miran por sus propios intereses y no contemplan en ningún caso los intereses de la casa de Dios. Este era el estado en que me encontraba. Sabía que la policía ya había hecho redadas en las casas donde se guardaban los libros y que yo tenía que trasladarlos lo antes posible, pero al ver que había varias cámaras monitorizando todo el entorno de esta casa, me entró el temor de que me atraparan, por lo que vivía en un estado de terror y miedo, ni siquiera tuve valor para inspeccionar los alrededores. Hasta me arrepentí de haber ido a evaluar la situación. A la vista de los hechos, me di cuenta de que solo me preocupaba por mi propia seguridad, y que en absoluto pensaba en cómo trasladar los libros sin peligro, como si lo único que importara fuera que no me atraparan. Me había comportado de forma egoísta y despreciable, ¡y había revelado el carácter de un anticristo! Pensé en cómo ha obrado Dios en China todos estos años. El PCCh ha perseguido a Cristo, ha hostigado a los cristianos y ha saqueado las ofrendas de Dios, pero muchos hermanos y hermanas ni siquiera contemplaban su propia seguridad en tan nefastas situaciones. No prestaban atención a cuestiones relativas a su propia vida o muerte, y eran capaces de asumir sus deberes para proteger la obra de la iglesia, cumplir bien con sus deberes para satisfacer a Dios, y dar un testimonio rotundo para Él. Volví a examinarme y vi que simplemente era una cobarde, como un pájaro asustado por la simple vibración de la cuerda de un arco, sin una pizca de estatura. Me sentía muy avergonzada, me odiaba a mí misma desde el fondo de mi corazón y ya no quería vivir más de una forma tan egoísta y despreciable. Estaba dispuesta a trasladar los libros de las palabras de Dios lo antes posible.
Al día siguiente, fuimos a hablar de ello con la hermana que los custodiaba, pero para nuestra sorpresa, su hijo, que no era creyente, estuvo dispuesto a ayudar, e incluso bajó los libros del piso de arriba y se los llevó en su automóvil. De este modo, trasladamos sin percance los libros de esa casa. Llegué a experimentar a fondo que Dios mismo mantiene Su obra, y sentí que Él había arreglado esta clase de situación para purificar y cambiar mi carácter corrupto, permitiéndome experimentar en la práctica Su obra y comprender Sus acciones. ¡Oré y di gracias a Dios desde el fondo de mi corazón!
Luego reflexioné: “Me preocupa constantemente que me atrapen y me maten a golpes, ¿cómo debería resolver este problema?”. Recordé un pasaje de las palabras de Dios: “¿Cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Fueron condenados, golpeados, vituperados y asesinados porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. No hablemos del fin último de esos mártires ni de la definición de su conducta por parte de Dios; en cambio, preguntémonos esto: al llegar al final, ¿las formas en que afrontaron el fin de su vida se correspondieron con las nociones humanas? (No). Desde la perspectiva de las nociones humanas, pagaron un precio muy grande por difundir la obra de Dios, pero al final los mató Satanás. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero es precisamente lo que les sucedió. Es lo que permitió Dios. ¿Qué verdad es posible buscar en esto? Que Dios permitiera que murieran así, ¿fue Su maldición y Su condena, o Su plan y Su bendición? Ninguna de las dos. ¿Qué fue? La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas. Los que creían en Dios morían de esa manera, ¿cómo se explica esto? Cuando mencionamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿se os entristece entonces el corazón y sentís un dolor oculto? Pensáis: ‘Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin y a tal resultado?’. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redimir a toda la especie humana que Él realizó le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Los discípulos del Señor Jesús fueron perseguidos por el gobierno romano y la comunidad religiosa mientras propagaban el evangelio, pero por mucho que las fuerzas de Satanás los persiguieran, continuaron propagando la obra de Dios y dando testimonio de ella. Prefirieron sacrificar su vida antes que doblegarse ante Satanás. Algunos murieron lapidados, otros arrastrados por caballos, y otros fueron crucificados. Dieron un testimonio rotundo para Dios con sus vidas. Aunque murieron físicamente, sus almas estaban en manos de Dios. Al pensar en su testimonio, me sentí muy avergonzada y conmovida en lo profundo. Dios ha venido a realizar Su obra en los últimos días y ha expresado muchas verdades, nos ha dado a conocer todas las verdades y los misterios. Yo había seguido a Dios durante muchos años, disfrutando del riego y la provisión de Sus palabras, pero había sido incapaz de dar testimonio para Él. En medio de la frenética persecución del gran dragón rojo, me preocupaba que me atraparan y me mataran a golpes, siempre hacía cálculos en función de mis propios intereses físicos, y no tenía ninguna lealtad a Dios. No podía compararme en absoluto con los santos de eras pasadas y no merecía ser una seguidora de Dios. La vida y la muerte de una persona están en manos de Dios, y Él aprueba a quienes entregan su vida por cumplir Su comisión. Bajo la guía de las palabras de Dios, dejé de estar constreñida por el miedo a que me arrestaran, y experimenté una gran sensación de liberación. Después de esto, cooperé con mis hermanos y hermanas, y trasladamos de forma segura todos los libros de más de diez casas de custodia.
A principios de noviembre, recibí una carta de los líderes de mi distrito en la que me informaban que la policía había arrestado a más de treinta personas de dos iglesias y que ya habían desaparecido tres líderes de las iglesias. Me pedían que fuera a ocuparme del trabajo de las repercusiones. Me sentía un tanto reticente, y pensaba: “¿Por qué me obligáis a volver? ¿Es que no hay nadie más que pueda ir?”. Pero entonces me calmé y medité sobre ello. Con tantos líderes y obreros y hermanos y hermanas detenidos, era en verdad difícil encontrar personas adecuadas, y como yo conocía bastante bien las iglesias de allí, era la más indicada para acudir. Ya no podía eludir este deber. Pero, aunque en realidad estaba en proceso de cooperar, aún me sentía muy tímida, así que oré a Dios para pedirle que me guiara. Pensé en Sus palabras: “Independientemente de lo ‘poderoso’, lo audaz y ambicioso que sea, de lo grande que sea su capacidad de infligir daño, del amplio espectro de las técnicas con las que corrompe y atrae al hombre, lo ingeniosos que sean los trucos y las artimañas con las que intimida al hombre y de lo cambiante que sea la forma en la que existe, nunca ha sido capaz de crear una simple cosa viva ni de establecer leyes o normas para la existencia de todas las cosas, ni de gobernar y controlar ningún objeto, animado o inanimado. En el cosmos y el firmamento no existe una sola persona u objeto que haya nacido de él o que exista por él; no hay una sola persona u objeto gobernados o controlados por él. Por el contrario, no solo tiene que vivir bajo el dominio de Dios, sino que, además, debe someterse a todas Sus órdenes y Sus mandatos. Sin el permiso de Dios, le resulta difícil incluso tocar una gota de agua o un grano de arena sobre la tierra; ni siquiera es libre para mover a las hormigas sobre la tierra, y mucho menos a la humanidad creada por Dios. A los ojos de Dios, Satanás es inferior a los lirios del campo, a las aves que vuelan en el aire, a los peces del mar y a los gusanos de la tierra. Su papel, entre todas las cosas, es servir a todas las cosas, a la especie humana y a la obra de Dios y a Su plan de gestión. Independientemente de lo malévola que es su naturaleza y lo malvado de su esencia, lo único que puede hacer es respetar sumisamente su función: estar al servicio de Dios, y ser un contraste para Él. Tales son la sustancia y la posición de Satanás. Su esencia está desconectada de la vida, del poder, de la autoridad; ¡es un simple juguete en las manos de Dios, tan solo una máquina a Su servicio!” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Dios decía que Satanás es una herramienta usada para rendir servicio a Su obra, y que no importa cuán agresivo sea Satanás ni cuán perversa sea su naturaleza, sin el permiso de Dios, Satanás no osará tocarnos un pelo de la cabeza. Si Dios llegara a permitir que me arrestaran, debería someterme a Sus orquestaciones y arreglos y emular a los discípulos del Señor entregando mi vida, pero como no me habían arrestado, debería manejar bien el trabajo de las repercusiones. Pensé en nuestra larga cooperación aquí, y aunque la situación era verdaderamente extrema, habíamos conseguido trasladar algunos libros sin percance. Esto era Dios guiándonos en cada paso, fue Su soberanía y protección. Teniendo eso presente, estaba dispuesta a confiar en Dios para experimentar esta situación.
Más adelante, me enteré de que dos líderes se habían convertido en Judas tras la detención, y habían vendido a todos los hermanos y hermanas de la iglesia, además de revelar la ubicación de las casas de custodia. La policía se apoderó de los libros de las palabras de Dios de tres lugares; en otro, cuando fue la policía, no encontraron ninguno, y los hermanos y hermanas se los llevaron esa misma noche. Sin embargo, esta casa de custodia llevaba bajo vigilancia policial desde entonces. La policía también amenazaba con haber tendido una trampa infalible para acabar con La Iglesia de Dios Todopoderoso. Había otra casa de custodia en la que la policía tampoco encontró los libros de las palabras de Dios, por lo que se hacía necesario trasladarlos enseguida. Ante una situación tan extrema, me asusté un poco, y pensé: “He estado en contacto a menudo con los detenidos, por lo que la policía podría venir a por mí en cualquier momento; ¿me arrestarán al final cuando vaya a trasladar los libros de las palabras de Dios?”. Me entraron ganas de echarme atrás. Sin embargo, sabía que mi estado era erróneo, así que seguí orando a Dios. Pensé en Sus palabras: “La fe es como un puente de un solo tronco: aquellos que se aferran miserablemente a la vida tendrán dificultades para cruzarlo, pero aquellos que están dispuestos a dar sus vidas pueden pasar con paso seguro y sin preocupación. Si el hombre alberga pensamientos asustadizos y de temor es porque Satanás lo ha timado por miedo a que crucemos el puente de la fe para entrar en Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 6). “No importa lo que Dios te pida, solo necesitas trabajar con todas tus fuerzas para lograrlo, y espero que seas capaz de cumplir tu lealtad a Dios ante Él en estos últimos días. Siempre que puedas ver la sonrisa de satisfacción de Dios mientras está sentado en Su trono, aun si esta es la hora señalada de tu muerte, debes ser capaz de reír y sonreír mientras cierras los ojos. Durante tu tiempo en la tierra debes llevar a cabo tu deber final por Dios. En el pasado, Pedro fue crucificado cabeza abajo por Dios, pero tú debes satisfacer a Dios en estos últimos días y agotar toda tu energía por Él. ¿Qué puede hacer por Dios un ser creado? Por tanto, debes entregarte a Dios con anticipación para que Él te instrumente como lo desee. Mientras Él esté feliz y complacido, permítele hacer lo que quiera contigo. ¿Qué derecho tienen los hombres de quejarse?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 41). Las palabras de Dios me inspiraron. Aunque no podía compararme con Pedro, tenía que seguir su ejemplo y dejar que Dios me instrumentara en todo momento como desee. Tenía que poner mi vida en peligro y trasladar los libros. Después de eso, los hermanos y hermanas y yo llevamos los libros a otro lugar sin percance.
Por medio de esta experiencia, gané una comprensión real de la autoridad de Dios y de Su omnipotencia y sabiduría, y también creció mi fe en Él. Al mismo tiempo, llegué a conocer mi naturaleza egoísta y despreciable. Esta comprensión y esta ganancia son cosas que no podría haber obtenido en un entorno cómodo.