51. El sufrimiento que padecemos también es amor de Dios
Cuando tenía diecisiete años, mi padre falleció debido a una enfermedad y, no mucho después, mi madre perdió la vista. Tuve que casarme y formar una familia para cuidar de mi madre. Después de casarme, me di cuenta de que la familia de mi esposo no era adinerada. Mi esposo me había ocultado que tenía muchas deudas, así que era frecuente que viniera gente a nuestra casa para exigirle que pagara. Yo suspiraba y lloraba a menudo por este motivo. Estaba muy llena de dolor y desesperación. No mucho después, un pariente me predicó el evangelio de Dios de los últimos días. Comprendí que Dios expresa la verdad y está llevando a cabo la obra de salvar a la gente. Fue como si lograra aferrarme a un salvavidas y me volví hacía Dios y le encomendé todas las dificultades de mi familia. Poco a poco, las cosas mejoraron algo en casa y, en secreto, se lo agradecí a Dios en mi corazón. Más tarde, mi marido cayó enfermo y murió. Gastamos todos nuestros ahorros y no recibimos ayuda de ninguno de nuestros amigos o parientes. Comprendí que la gente no es digna de confianza. Cuando me enfrentaba a dificultades en la vida, oraba y confiaba en Dios y percibía algunas de Sus bendiciones. Mi hija era débil y enfermiza cuando era pequeña, pero después de la muerte de mi marido, dejó de enfermar tan a menudo. Mi neurastenia también mejoraba poco a poco. Se me concedió también el subsidio mínimo vital que no pude obtener antes por no tener dinero para sobornar a los funcionarios. Noté la misericordia y protección de Dios y le estaba muy agradecida, tanto que tenía incluso una mayor certeza de que Dios es el Único en el que podemos confiar. Por tanto, estaba más motivada en mi búsqueda. Pensaba que, mientras hiciera mi deber adecuadamente, Dios siempre nos protegería y todo iría bien, sin desastres ni desgracias para nuestra familia. En esa época, me esforzaba al máximo en todo deber que la iglesia disponía para mí e, incluso si implicaba arriesgarme a transportar los libros de las palabras de Dios, no me negaba. A menudo, le hablaba a mi hija sobre las maravillosas acciones de Dios y sobre Su gracia y, cada vez que tenía tiempo, le leía las palabras de Dios. Más adelante, mi hija decidió renunciar a sus estudios y dedicarse a su deber.
Sin embargo, un día de abril de 2020, mi hija regresó de repente del lugar donde estaba haciendo su deber y dijo que sentía alguna molestia en el corazón y tenía que quedarse en casa a descansar unos cuantos días. Al principio no le di importancia. Pensé: “Siempre ha sido frágil y a veces le dan palpitaciones cuando está un poco cansada. Solo necesita descansar y luego estará bien”. Unos días después, la salud de mi hija mejoró un poco y salió a hacer su deber. Sin embargo, regresó no mucho después. Decía que, a veces, cuando salía a hacer sus deberes y recién llegaba a la casa de acogida, le faltaba el aliento y le temblaba todo el cuerpo. La llevé al hospital para un chequeo y el doctor dijo que tenía una enfermedad cardiaca congénita y que para esta condición no había ninguna medicina especial, así que solo se podía tratar mediante cuidados. El doctor dijo que, si no sufría ataques frecuentes, su condición se mantendría relativamente estable, pero que, si los ataques persistían, su cuerpo podría colapsar fácilmente y, si empeoraba mucho, tendría que operarse. Cuando oí lo grave que era el estado de mi hija me dio un vuelco el corazón y me invadió una sensación realmente desagradable: “¿Cómo puede ser tan grave el estado de mi hija? ¿Por qué no la ha protegido Dios? ¡Tiene veintipocos años! ¿Y si se sigue poniendo enferma? ¿Acaso no colapsará su cuerpo?”. Estaba constantemente en vilo, temía que el estado de mi hija siguiera empeorando. Oraba a Dios a menudo y le encomendaba la enfermedad de mi hija. Pensé que Dios es todopoderoso y que, mientras tuviéramos fe en Él y aprendiéramos las lecciones que había en esa situación, su enfermedad mejoraría. Una vez, cuando mi hija y yo acudimos a una reunión, le dio un ataque en cuanto llegamos a la casa de acogida. Temblaba de la cabeza a los pies, respiraba con dificultad y se le puso la cara roja. Parecía que le faltaba el aire y se iba a morir. Se me rompió el corazón al ver así a mi hija y brotaron quejas de mi interior: “Mi hija abandonó sus estudios para hacer sus deberes a tiempo completo, ¿cómo ha podido entonces tener una enfermedad grave? ¿La atormentará esta enfermedad el resto de su vida? ¿Y si le siguen dando estas crisis y no sobrevive? Si mi hija me deja, ¿cómo podré vivir yo sola? Se supone que Dios ama a las personas y tiene misericordia de ellas, así que, ¿por qué no nos ha protegido?”. Estos pensamientos oprimían y afligían mi corazón y a veces lloraba en secreto por las noches. Me regodeé en la negatividad y las quejas, ya no volcaba el corazón en mis deberes y le dejé la mayoría del trabajo a mi compañera. Apenas hojeaba lo que leía cuando comía y bebía las palabras de Dios, me limitaba a actuar por inercia con mis oraciones y mi relación con Dios se volvió distante. Mi hija me vio así y dijo: “Mamá, esta enfermedad es algo que tengo que experimentar. Veo que te has estado regodeando en la negatividad y las quejas, que has levantado una barrera entre tu corazón y Dios. Tienes que encontrar palabras de Dios para resolver esto”. También me di cuenta de que mi estado era el equivocado, así que oré a Dios y expresé mis sentimientos: “Dios, estoy sufriendo mucho ahora mismo. Me preocupa que la situación de mi hija no mejore y solo empeore. ¿Qué debería hacer yo si mi hija no puede sobrevivir a esto? Sé que Tú permites su enfermedad, pero no entiendo Tu intención. Por favor, guíame a aprender lecciones y ayúdame a escapar de este dolor”.
Una mañana, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Hay muchas personas que se enferman con frecuencia, y por mucho que oren a Dios no se mejoran. Sin importar cuánto deseen librarse de su enfermedad, no pueden. Algunas veces, incluso pueden enfrentarse a enfermedades que ponen en peligro sus vidas y se ven forzadas a encararlas. De hecho, si uno realmente tiene fe en Dios en su corazón, debe saber antes que nada que la duración de la vida de una persona está en manos de Dios. El momento del nacimiento y la muerte de una persona está predestinado por Dios. Cuando Dios provoca que las personas padezcan una enfermedad, hay una razón detrás de ella y tiene un significado. Lo que pueden sentir es enfermedad, pero, en realidad, lo que se les ha concedido es gracia, no enfermedad. Lo primero que deben hacer es reconocer y estar seguras de este hecho, y tomarlo en serio. Cuando las personas sufren una enfermedad, pueden acudir a menudo delante de Dios y asegurarse de hacer lo que deben, con prudencia y precaución, y cumplir su deber con mayor cuidado y diligencia que los demás. En lo que respecta a las personas, esto es una protección, no unos grilletes. Este es un método para tratarlo de manera pasiva. Además, Dios ha predeterminado la duración de la vida de cada persona. Una enfermedad puede ser terminal desde el punto de vista médico, pero desde la perspectiva de Dios, si tu vida debe continuar y aún no ha llegado tu hora, no podrías morir aún si lo quisieras. Si Dios te ha encargado una comisión, y tu misión no ha terminado, no morirás ni siquiera de una enfermedad que supuestamente es fatal: Dios no te llevará todavía. Aunque no ores ni busques la verdad, o no te ocupes de tratar tu enfermedad o incluso si aplazas el tratamiento, no vas a morir. Esto es especialmente cierto para aquellos que han recibido una comisión de Dios. Cuando la misión de tales personas aún no se ha completado, sin importar la enfermedad que les sobrevenga, no han de morir de inmediato, sino que han de vivir hasta el momento final del cumplimiento de la misión. ¿Tienes esta fe?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer las palabras de Dios, sentí una gran calma y mi corazón encontró mucha paz. Dios predestina todo lo relativo a la vida y la muerte de una persona. De nada servía que me preocupara. Si mi hija no había completado su misión, entonces, aunque contrajera una enfermedad mortal, no moriría. Y si había completado su misión, yo no podría retenerla cuando llegara su hora. Recordé que mi marido y mi padre habían gozado de buena salud hasta que, de repente, enfermaron y murieron poco después, mientras que mi suegra siempre estaba enferma y, aun así, vivió más de ochenta años. El momento de la muerte de una persona no guarda relación con que esté enferma. Depende de la soberanía y la ordenación de Dios. Tenía que contemplar las cosas de acuerdo con las palabras de Dios, buscar la verdad y aprender lecciones de esta situación.
Más adelante, busqué entender por qué me enfrentaba a tal situación. Encontré “Principios del sometimiento a las pruebas y la refinación” y vi este pasaje de las palabras de Dios: “En su creencia en Dios, lo que las personas buscan es obtener bendiciones para el futuro; este es el objetivo de su fe. Todo el mundo tiene esta intención y esta esperanza, pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas y refinamiento. En los aspectos en los que no estás purificado y revelas corrupción, en esos aspectos debes ser refinado: este es el arreglo de Dios. Dios crea un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción. Finalmente, llegas a un punto en el que preferirías morir para renunciar a tus propósitos y deseos y someterte a la soberanía y el arreglo de Dios. Por tanto, si las personas no pasan por varios años de refinamiento, si no soportan una cierta cantidad de sufrimiento, no serán capaces de deshacerse de la limitación de la corrupción de la carne en sus pensamientos y en su corazón. En aquellos aspectos en los que la gente sigue sujeta a la limitación de su naturaleza satánica y en los que todavía tiene sus propios deseos y sus propias exigencias, esos son los aspectos en los que debe sufrir. Solo a través del sufrimiento pueden aprenderse lecciones; es decir, puede obtenerse la verdad y comprenderse las intenciones de Dios. De hecho, muchas verdades se entienden al experimentar sufrimiento y pruebas. Nadie puede entender las intenciones de Dios, reconocer la omnipotencia de Dios y Su sabiduría o apreciar el carácter justo de Dios cuando se encuentra en un entorno cómodo y fácil o cuando las circunstancias son favorables. ¡Eso sería imposible!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer las palabras de Dios, entendí un poco más Su intención. Como hay demasiada impureza en la fe de las personas, se debe revelar mediante pruebas y refinamiento. Una persona solo puede mostrar su estatura real mediante el refinamiento y solo entonces puede llegar a conocer su corrupción. Antes era capaz de renunciar a cosas, esforzarme y hacer mi deber. Ni siquiera evitaba el peligroso deber de transportar los libros de las palabras de Dios y, además, llevé a mi hija ante Dios, así que pensaba que lo estaba haciendo muy bien en mi búsqueda. Pensaba que Dios vería mis sacrificios y esfuerzos y seguro que continuaba mostrándonos misericordia, así como guardándonos y protegiéndonos. Sin embargo, cuando mi hija contrajo una enfermedad de corazón que no paraba de empeorar y se puso débil, no vi el cuidado ni la protección de Dios y se reveló mi verdadera estatura. Me volví negativa y resentida. Incluso intenté discutir con Dios, saqué a relucir mis sacrificios y esfuerzos previos y dejé de dedicar mi corazón al deber. Comprendí que, en realidad, yo solo creía en Dios porque deseaba obtener de Él gracia y beneficios, así como que no creía en Dios con sinceridad ni perseguía la verdad. Solo entonces me di cuenta de que los esfuerzos meticulosos de Dios estaban presentes en la enfermedad de mi hija y que Él dispuso estas circunstancias para purificar y cambiar la corrupción y la impureza que había en mí. No podía seguir siendo negativa ni oponerme. Tenía que acudir a las palabras de Dios para resolver las intenciones y los puntos de vista equivocados de mi fe. Tras entender la intención de Dios, me pude someter un poco y el dolor en mi corazón disminuyó.
Leí entonces dos pasajes más de las palabras de Dios: “Lo que buscas es poder ganar la paz después de creer en Dios, que tus hijos no se enfermen, que tu esposo tenga un buen trabajo, que tu hijo encuentre una buena esposa, que tu hija encuentre un esposo decente, que tu buey y tus caballos aren bien la tierra, que tengas un año de buen clima para tus cosechas. Esto es lo que buscas. Tu búsqueda es solo para vivir en la comodidad, para que tu familia no sufra accidentes, para que los vientos te pasen de largo, para que el polvillo no toque tu cara, para que las cosechas de tu familia no se inunden, para que no te afecte ningún desastre, para vivir en el abrazo de Dios, para vivir en un nido acogedor. Un cobarde como tú, que siempre busca la carne, ¿tiene corazón, tiene espíritu? ¿No eres una bestia? Yo te doy el camino verdadero sin pedirte nada a cambio, pero no buscas. ¿Eres uno de los que creen en Dios? Te otorgo la vida humana real, pero no la buscas. ¿Acaso no eres igual a un cerdo o a un perro? Los cerdos no buscan la vida del hombre, no buscan ser limpiados y no entienden lo que es la vida. Cada día, después de hartarse de comer, simplemente se duermen. Te he dado el camino verdadero, pero no lo has obtenido: tienes las manos vacías. ¿Estás dispuesto a seguir en esta vida, la vida de un cerdo? ¿Qué significado tiene que tales personas estén vivas? Tu vida es despreciable y vil, vives en medio de la inmundicia y el libertinaje y no persigues ninguna meta; ¿no es tu vida la más innoble de todas? ¿Tienes las agallas de presentarte ante Dios? Si sigues teniendo esa clase de experiencia, ¿vas a conseguir algo? El camino verdadero se te ha dado, pero que al final puedas o no ganarlo depende de tu propia búsqueda personal” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). “Algunas personas se llenan de vigor tan pronto como ven que la fe en Dios les traerá bendiciones, pero luego se quedan sin energía en cuanto ven que tienen que enfrentarse a los refinamientos. ¿Eso es creer en Dios? Al final, debes lograr una sumisión completa y total delante de Dios en tu fe. Crees en Dios, pero todavía le exiges; tienes muchas nociones religiosas que no puedes abandonar, intereses personales que no puedes soltar e, incluso, buscas las bendiciones de la carne y quieres que Dios rescate tu carne, que salve tu alma; estos son todos comportamientos de personas que tienen la perspectiva equivocada. Aunque las personas con creencias religiosas tienen fe en Dios, no buscan cambiar su carácter ni buscan el conocimiento de Dios; en cambio, solo buscan los intereses de la carne. Muchos entre vosotros tenéis creencias que pertenecen a la categoría de convicciones religiosas; esa no es la verdadera fe en Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). Dios describía exactamente mi estado. Empecé a creer en Él cuando estaba indefensa y afligida. Vi Su gracia y bendiciones, así que traté a Dios como el Único en quien podía confiar para ayudarme y aliviar mis dificultades. En especial cuando mi marido murió y me quedé sola con mi hija, traté a Dios aún más como mi última esperanza. Creía que, mientras nuestra fe en Dios fuera sincera e hiciéramos nuestros deberes adecuadamente, Él nos protegería y nos mantendría a salvo. Creía en Dios con estas nociones, así que, cuando Él nos guardaba y protegía y no sufríamos ninguna desgracia, estaba dispuesta a renunciar a mí misma y a gastarme, así como motivada para hacer mis deberes. Cuando vi que la enfermedad cardiaca de mi hija empeoraba y Dios no la curaba, eso me desanimó y decepcionó y mi actitud cambió de inmediato. Mi negatividad y mis quejas reaparecieron e incluso saqué a relucir mis sacrificios y mi entrega para intentar discutir con Dios, pues pensaba que Dios no debería tratarnos de esa manera. Ya no quería dedicarme de corazón a mis deberes. Me volví negativa y me opuse a Dios. Recién entonces comprendí que solo creía en Él a fin de usarlo para que resolviera mis dificultades y nos guardara, protegiera y nos otorgara una vida pacífica. Mis años de sacrificio y esfuerzo no habían sido sinceros en absoluto. Me había llenado de exigencias irracionales y deseos extravagantes hacia Dios. Había tratado de negociar con Él, de engañarlo. ¡Realmente carecía de razón! Cuando recién empecé a creer en Dios, mi estatura era escasa y Dios, en Su misericordia, nos concedió algo de gracia. Esta ya era la gracia especial de Dios, pero mi avaricia nunca quedaba satisfecha. Siempre quería que Dios me concediera gracia y, cuando veía que no era así, me volvía hostil hacia Él. ¡Realmente no tenía humanidad! Aunque había aceptado la obra de Dios de los últimos días, leía Sus palabras a diario y, en cuanto a doctrina, entendía que Dios estaba haciendo la obra de juzgar y purificar a las personas, mis puntos de vista sobre la fe permanecían anclados en la Era de la Gracia. Solo quería seguir exigiéndole a Dios gracia y bendiciones. No era diferente a esos en la comunidad religiosa que solo se comen el pan y se sacian, a un incrédulo que meramente creía en la religión. Si seguía manteniendo esta clase de fe, nunca lograría la verdad y mi carácter no cambiaría; si no me arrepentía, jamás me salvaría.
Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios y obtuve un entendimiento puro de Su amor. Dios Todopoderoso dice: “La gente debe examinar con frecuencia lo que hay en su interior que es incompatible con Dios, o que es un malentendido sobre Él. ¿Cómo surgen los malentendidos? ¿Por qué la gente malinterpreta a Dios? (Porque se ve afectado su interés personal). Una vez que la gente conoce los hechos acerca del exilio de los judíos de Judea, se siente herida y dice: ‘Al principio, Dios amaba mucho a los israelitas. Los guio para que salieran de Egipto y a través del Mar Rojo, les brindó el maná desde los cielos y agua de manantial para que bebieran, y luego personalmente les impartió leyes que los guiaran y les enseñó a vivir. El amor de Dios por el hombre era desbordante; ¡cuántas bendiciones recibió la gente de aquella época! ¿Cómo pudo la actitud de Dios hacia ella dar un giro de ciento ochenta grados en un abrir y cerrar de ojos? ¿Adónde se fue todo Su amor?’. Los sentimientos de la gente no logran superarlo, y esta comienza a dudar y dice: ‘¿Dios es amor o no? ¿Por qué ya no es visible Su actitud original hacia los israelitas? Su amor ha desaparecido sin dejar rastro. ¿Acaso tiene algo de amor?’. Aquí es donde comienzan los malentendidos de la gente. ¿En qué contexto los crean? ¿Será porque las acciones de Dios no son compatibles con sus nociones y figuraciones? ¿Es esto lo que hace que la gente malinterprete a Dios? ¿Acaso las personas no malinterpretan a Dios porque restringen su manera de definir Su amor? Piensan: ‘Dios es amor. Por tanto, Él debería velar por la gente y protegerla, y regarla de gracia y bendiciones. ¡Eso es el amor de Dios! Me gusta cuando Dios ama así a las personas. En particular, pude ver cuánto amaba Dios a las personas cuando las condujo a través del Mar Rojo. ¡Cuántas bendiciones recibía la gente de esa época! Desearía ser uno de ellos’. Cuando te enamoras de esta historia, consideras que el amor que Dios reveló en ese instante era la suprema verdad y el único indicador de Su esencia. Restringes tu forma de definirlo en tu interior, y piensas que todo cuanto Dios hizo en aquel momento era la suprema verdad. Crees que ese es el aspecto más hermoso de Dios y el que más obliga a la gente a respetarlo y temerlo, y que ese es el amor de Dios. En realidad, las acciones de Dios en sí eran positivas, pero debido a tus definiciones acotadas, se convirtieron en nociones en tu mente y en la base sobre la cual defines a Dios. Hacen que malinterpretes Su amor, como si este no fuera más que misericordia, cuidado, protección, guía, gracia y bendiciones, como si el amor de Dios se limitara a eso. ¿Por qué valoras tanto estos aspectos del amor? ¿Porque están atados a tu interés personal? (Sí, así es). ¿A qué intereses personales están atados? (A los placeres de la carne y a una vida cómoda). Cuando la gente cree en Dios, quiere recibir estas cosas de Él, pero no otras. No quiere pensar en el juicio, el castigo, las pruebas, el refinamiento, en sufrir por Dios, renunciar a las cosas y esforzarse, o en, incluso, sacrificar su propia vida. La gente solo quiere gozar del amor de Dios, de Su cuidado, protección y guía, así que definen Su amor como la única característica de Su esencia, y como Su única esencia. Las cosas que hizo Dios cuando guio a los israelitas a través del Mar Rojo, ¿no se convirtieron en la fuente de las nociones de la gente? (Sí, así es). Esto generó un contexto en el cual la gente desarrolló nociones acerca de Dios. En tal caso, ¿podrán lograr una comprensión genuina de la obra y el carácter de Dios? Es evidente que no solo no los comprenderán, sino que los malinterpretarán y crearán nociones al respecto. Esto demuestra que la comprensión del hombre es demasiado acotada y, además, falsa, ya que no se trata de la verdad, sino de un tipo de amor y comprensión de parte de Dios que la gente analiza e interpreta según sus propias nociones, figuraciones y deseos egoístas; no es compatible con Su verdadera esencia. ¿De qué otras maneras ama Dios a la gente, además de a través de la misericordia, la salvación, el cuidado, la protección y escuchando sus oraciones? (A través de la reprensión, la disciplina, la poda, el juicio, el castigo, las pruebas y la refinación). Correcto. Dios demuestra Su amor de numerosas maneras: golpeando, disciplinando, reprochando, y mediante el juicio, el castigo, las pruebas, la refinación, etc. Todos estos son aspectos del amor de Dios. Esta es la única perspectiva integral y acorde a la verdad. Si lo entiendes, cuando te examinas a ti mismo y te das cuenta de que tienes malentendidos sobre Dios, ¿no eres capaz de reconocer tus distorsiones y de reflexionar de manera adecuada sobre aquello en lo que te equivocaste? ¿No puede ayudarte esto a resolverlos? (Sí). A fin de lograrlo, debes buscar la verdad. Siempre que la gente busque la verdad, puede eliminar sus malentendidos acerca de Dios, y una vez que los haya eliminado, puede someterse a todos Sus arreglos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al entender la verdad se pueden conocer los hechos de Dios). Después de leer las palabras de Dios, al fin me di cuenta de que la razón de mi fuerte reacción a la enfermedad de mi hija y de tener tanta negatividad y dolor era que había circunscrito el amor de Dios. En mi desamparo, oraba a Dios y notaba Su cuidado y protección, así que empecé a confiar en mis nociones e imaginaciones y circunscribí a Dios como un Dios misericordioso que le concede paz y gozo a las personas. Pensaba que, mientras la gente orara a Dios cuando tenía problemas, Dios le mostraría un camino y la ayudaría en cualquier momento o lugar. Pensé que solo esto era el amor de Dios. Cuando mi hija estuvo enferma, creí que, dado que Dios ama a las personas, seguro que la curaría, pero cuando la dolencia de mi hija no mejoró, empecé a dudar del amor de Dios y me invadían las quejas hacia Él. Medía el amor de Dios en función de si me beneficiaba. Cuando percibí el cuidado y la protección de Dios sobre nosotras, reconocí que era Su amor, pero cuando la situación que dispuso Dios no fue acorde a mis deseos ni me benefició, me negué a aceptarla y no reconocí que fuera el amor de Dios. ¡Comprendí que mi entendimiento del amor de Dios era totalmente parcial y distorsionado y no se conformaba en absoluto a la verdad! En este momento, Dios está expresando palabras y haciendo la obra de juicio y purificación, no la de concederle gracia a la gente. Cuando la gente empieza a creer en Dios y su estatura es escasa, Dios muestra misericordia hacia ella y le concede algo de gracia y bendiciones. Es una manera que tiene Dios de expresar Su amor. Cuando la gente entiende algo de verdad y crece su estatura, Dios dispone situaciones diferentes acordes con su estatura para tratar de refinarla. Esto permite a las personas conocerse a sí mismas y a Dios en diversas situaciones, conlleva un cambio en su carácter y les permite entender la verdad y lograr la salvación de Dios. Esto es, aún más, Su amor. Aunque ambas sufrimos un poco a raíz de la enfermedad de mi hija, eso reveló la impureza en mi fe y me di cuenta de que mi comprensión de la obra de Dios estaba llena de nociones y figuraciones, así que las pude corregir a tiempo. Mi hija también se dio cuenta de que sus esfuerzos y gastos habían sido con el fin de obtener bendiciones y de que había estado creyendo en el dios de sus propias nociones, de modo que cambió sus puntos de vista incorrectos y se acercó más a Dios. Esto era para nosotras el amor y la salvación de Dios. Al ser consciente de estas cosas, desaparecieron mis quejas y malentendidos respecto a Dios y fui capaz de hacer mis deberes con normalidad.
Más adelante, encontré una senda de práctica en estas palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Crees en Dios y lo sigues y, por tanto, debes tener un corazón amante de Dios. Debes desechar tu carácter corrupto, buscar satisfacer las intenciones de Dios y debes cumplir con el deber de un ser creado. Como crees en Dios y lo sigues, debes ofrecerle todo a Él y no hacer elecciones o exigencias personales; debes lograr satisfacer las intenciones de Dios. Como fuiste creado, debes someterte al Señor que te creó, porque inherentemente no tienes dominio sobre ti mismo ni capacidad para controlar tu propio porvenir. Como eres una persona que cree en Dios, debes perseguir la santificación y el cambio” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). Después de leer las palabras de Dios entendí que, en nuestra fe, no deberíamos buscar disfrutar de la gracia de Dios ni exigirle siempre que nos ame. En cambio, deberíamos colocarnos en la posición de seres creados para experimentar tanto la obra de Dios como todas las personas, acontecimientos y cosas que Él dispone. Aunque sobrevengan el sufrimiento y las pruebas, cuando no entendamos las intenciones de Dios, deberíamos someternos, orar y buscar a menudo, reflexionar sobre las actitudes corruptas que revelamos, arrepentirnos, cambiar y atenernos a nuestros deberes para satisfacer a Dios. Esto es lo que debería hacer un ser creado. Antes solo había vivido en entornos cómodos. Era como una flor en un invernadero, incapaz de soportar el viento y la lluvia. Era demasiado frágil y carente de estatura, me volvía negativa y débil ante la menor dificultad y, cuando me enfrentaba a las pruebas y los refinamientos, no era capaz en absoluto de mantenerme firme. Después de atravesar por esta situación, mi estatura creció un poco, obtuve algo de entendimiento sobre mi corrupción y además alcancé una mejor comprensión de la obra de Dios. ¡Esto me ha resultado realmente beneficioso!
En la actualidad, si bien mi hija no se ha curado del todo de su enfermedad y esta reaparece de vez en cuando —y me siento angustiada y se me parte el corazón cuando veo que se pone enferma— esto ya no me limita tanto y puedo hacer mis deberes con normalidad. Este cambio y entendimiento han surgido a raíz de las palabras de Dios.