52. Lo que gané al ser destituida
En 2016, me eligieron líder en la iglesia. Colaboraba con la hermana Zhang Jing como encargada del trabajo de la iglesia. En ese momento solo llevaba creyendo en Dios algo más de dos años. Zhang Jing llevaba mucho tiempo siendo líder y contaba con amplia experiencia en el trabajo. Asimismo, hablaba con bastante claridad en las reuniones. Fueran cuales fueran las dificultades que tuvieran los hermanos y hermanas, ella era capaz de encontrar enseguida palabras de Dios relevantes para compartirlas con ellos y ayudarlos. Todo el mundo la admiraba de veras. Yo envidiaba mucho a Zhang Jing y esperaba ser algún día como ella y ganarme la admiración y aprobación de todos. Tras un periodo de intenso trabajo, si descubría durante las reuniones que alguien se hallaba en cierta clase de estado, yo también podía encontrar muy rápido algunas palabras de Dios y compartir enseñanzas en las que incorporaba mis propias experiencias o unos cuantos ejemplos. Mis hermanos y hermanas me escuchaban y tomaban notas atentamente. Me alegraba mucho contemplar esta escena y de veras sentía que mis hermanos y hermanas me daban su aprobación. A raíz de esto, compartí incluso con mayor energía.
En una ocasión, varios hermanos y hermanas denunciaron conjuntamente a un falso líder. En ese momento no supe cómo lidiar con ello, así que oré a Dios con insistencia y luego busqué compartir con mis hermanos y hermanas. Al final, se destituyó al falso líder y el trabajo de la iglesia regresó a la normalidad. Después de este incidente, empecé a admirarme a mí misma: “He resuelto un problema muy complicado en pocos días. Les tengo que mostrar a mis hermanos y hermanas cómo se hace. A pesar de que soy joven y del poco tiempo que llevo creyendo en Dios, soy capaz de manejar problemas complicados”. En las reuniones, hablaba muy animadamente sobre cómo había lidiado con la carta de denuncia, pero obviaba los detalles respecto a las dificultades entre las que vivía en ese momento, el hecho de que no podía discernir las cosas y que había sido negativa. Sobre todo, puse énfasis en lo complejo que había sido el incidente, lo mala que era la humanidad del falso líder y cómo había buscado la verdad, mantenido la compostura y resuelto el problema sin ningún miedo. En ese momento todos me escuchaban muy atentamente. Al observar la envidia en su mirada, me sentía bien en mi fuero interno. Mi sensación de tener capacidad de trabajo era incluso más fuerte. En otra ocasión, una hermana se veía limitada en el desempeño de su deber porque los miembros no creyentes de su familia la estaban obstaculizando. Hablé sobre el acoso al que me había sometido mi marido por creer en Dios y conté que, al final, había dejado atrás a mi familia y ahora dedicaba todo mi tiempo a hacer mi deber. Relaté con sumo detalle cuánto había sufrido, cómo había tomado esa determinación y cómo había dejado atrás a mi familia. Después de escucharme, la hermana me admiraba mucho. Me dijo: “Fuiste capaz de mantenerte firme, aunque tu marido te acosara de una manera tan horrible. En realidad, has sufrido mucho. ¡Tienes una gran determinación!”. Otros hermanos y hermanas dijeron: “De veras sabes cómo experimentar las cosas. Persigues la verdad más que nosotros. ¿Cómo es posible que no seamos capaces de practicarla?”. Entonces dije: “Todos tenemos la misma corrupción. Mientras estemos dispuestos a practicar la verdad, Dios nos guiará”. Sin embargo, en mi fuero interno me admiraba mucho a mí misma. Sentía que estaba persiguiendo la verdad y tenía mayor estatura que mis hermanos y hermanas. Si no, ¿cómo habría sido capaz de dejar atrás a mi familia para hacer mi deber? ¿Y por qué me habían elegido todos para ser líder? En realidad, mientras experimentaba el acoso de mi marido, me sentía muy negativa y débil. Incluso renuncié a mi deber durante un tiempo. Sin embargo, pasaba todo esto por alto o simplemente no lo mencionaba. Pensaba: “Si lo cuento todo, seguro que todo el mundo piensa que me falta estatura y que no soy mejor que ellos. En ese caso, ¿quién me seguiría admirando en el futuro? Además, si hablo más sobre la práctica positiva, eso también alentará a mis hermanos y hermanas. No tiene nada de malo”. Por tanto, no volví a pensar más en ello. En general, cuando compartía en las reuniones, hablaba más a fondo sobre la comprensión positiva, pero no mencionaba mis propias actitudes corruptas ni mis feos pensamientos e ideas. En lugar de eso, me limitaba a hablar con simpleza sobre las corrupciones generales y superficiales que revela todo el mundo. Temía que la gente dejara de admirarme si se enteraba. Además, de manera tanto consciente como inconsciente, hablaba de lo ocupada que estaba con mi trabajo, de las muchas cosas que tenía que hacer y de que siempre me quedaba trabajando hasta muy tarde. Por tanto, mis hermanos y hermanas me creían capaz de soportar sufrimiento y de pagar un precio, así como de llevar una carga al hacer mi deber. Asimismo, decían que sabía compartir la verdad para resolver problemas y que era alguien que perseguía la verdad. Todos me admiraban y confiaban en mí. Luego me di cuenta de que, cada vez que me reunía con mis colaboradores, todo el mundo se limitaba a desahogar uno detrás de otro los problemas de su trabajo y luego no decían mucho más. A lo largo de toda la reunión, yo era la única que debatía sobre cosas. Sentía que algo iba mal; ¿acaso las reuniones no se habían convertido en un espacio donde solo podía hablar yo? Cuando tenían dificultades, no buscaban la verdad, sino que se limitaban a esperar que yo se las resolviera. ¿Acaso no era esto traerlos ante mí? Les dije que debían orar más a Dios, buscar y compartir más y no confiar solo en las personas. Sin embargo, después siguieron igual.
Más tarde, me destituyeron por soltar constantemente palabras y doctrinas para alardear durante las reuniones y la enseñanza; no era capaz de resolver problemas y mi trabajo no había dado resultados. En ese momento, no le di demasiada importancia. Pensé que, si me destituían porque no podía hacer trabajo real, pues ya está; debían destituirme sin más. En cualquier caso, lo había dado todo y no había holgazaneado ni sido taimada. Sin embargo, no esperaba que algunos hermanos y hermanas no permitieran mi destitución y cuestionaran la decisión de los líderes. Los líderes me pidieron que reflexionara a fondo sobre mis propios problemas. Fue entonces cuando me asusté. Pensé para mis adentros: “Me destituyeron por cómo hacía mi trabajo y ahora mis hermanos y hermanas me están defendiendo ante lo que ven como una injusticia y me están protegiendo. ¿Acaso no los he traído ante mí? ¡Esto es caminar por la senda de los anticristos!”. Mientras más lo pensaba, más asustada me sentía. No pude contener las lágrimas y oré a Dios con insistencia: “Dios mío, dejé atrás a mi familia y mi trabajo y quise hacer mi deber adecuadamente. Nunca esperé que, no solo no lograría hacerlo bien, sino que además traería a la gente ante mí. ¡Soy muy rebelde! Dios mío, te pido que me guíes para entender mis problemas, de modo que me pueda arrepentir y cambiar”.
A continuación, empecé a reflexionar sobre mí misma. Durante mi búsqueda, leí estas palabras de Dios. “La humanidad corrupta es capaz de enaltecerse y dar testimonio sobre sí misma, de pavonearse, de intentar que la tengan en gran estima y la idolatren. Así reacciona instintivamente la gente cuando la gobierna su naturaleza satánica, lo cual es común a toda la humanidad corrupta. Normalmente, ¿cómo se enaltece y da testimonio sobre sí misma la gente? ¿Cómo logra el objetivo de hacer que la tengan en gran estima y la idolatren? Da testimonio de cuánto trabajo ha realizado, de cuánto ha sufrido, de cuánto se ha esforzado y el precio que ha pagado. Se enaltece hablando sobre su capital, lo cual le da un lugar superior, más firme y más seguro en la mente de las personas, de modo que son más las que la aprecian, la tienen en alta estima, la admiran y hasta la adoran, la respetan y la siguen. Para lograr este objetivo, la gente hace muchas cosas que en apariencia dan testimonio de Dios, pero en esencia se enaltece y da testimonio sobre sí misma. ¿Es razonable actuar así? Se sale del ámbito de la racionalidad y no tiene vergüenza, es decir, da testimonio descaradamente de lo que ha hecho por Dios y de cuánto ha sufrido por Él. Incluso presume de sus dones, talentos, experiencias, habilidades especiales, de sus métodos inteligentes para las cosas mundanas, de los medios por los que juega con las personas, etcétera. Se enaltece y da testimonio sobre sí misma alardeando y menospreciando a otras personas. Además, se camufla y disimula para ocultar sus debilidades, defectos y deficiencias a los demás y que estos solo lleguen a ver su brillantez. Ni siquiera se atreve a contárselo a otras personas cuando se siente negativa; le falta valor para abrirse y hablar con ellas, y cuando hace algo mal, se esfuerza al máximo por ocultarlo y encubrirlo. Nunca habla del daño que ha ocasionado al trabajo de la iglesia en el cumplimiento del deber. Ahora bien, cuando ha hecho una contribución mínima o conseguido un pequeño éxito, se apresura a exhibirlo. No ve la hora de que el mundo entero sepa lo capaz que es, el alto calibre que tiene, lo excepcional que es y hasta qué punto es mucho mejor que las personas normales. ¿No es esta una manera de enaltecerse y dar testimonio sobre sí misma? ¿Es enaltecerse y dar testimonio sobre uno mismo algo que haría alguien con conciencia y razón? No. Así pues, cuando la gente hace esto, ¿qué carácter revela normalmente? La arrogancia. Es uno de los que principalmente revela, seguido de la falsedad, lo que implica hacer todo lo posible para que otras personas la tengan en gran estima. Sus palabras son completamente herméticas y es evidente que entrañan unas motivaciones y tramas, hacen alarde de sí, pero quieren ocultarlo. A resultas de lo que dicen, hacen creer a los demás que son mejores que nadie, que no hay nadie igual, que el resto es inferior a ellas. ¿Y no consiguen este resultado por medios solapados? ¿Qué carácter se halla detrás de esos medios? ¿Y hay algún elemento de perversidad? (Sí). Este es un carácter perverso” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). Tras leer las palabras de Dios, mi reflexión fue que la razón principal de que mis hermanos y hermanas no aceptaran mi destitución fue que, a menudo, me había enaltecido a mí misma, me había exhibido y no me abrí respecto a mis propias deficiencias y corrupciones, lo que llevó a que todo el mundo solo viera mi lado bueno. Lucharon en mi nombre contra lo que pensaban que era una injusticia solo porque yo los había desorientado. Pensé en cómo me había ocupado de la carta de denuncia. Al principio, también mostré confusión y no supe cómo lidiar con ella. Luego, solo resolví el problema orando a Dios con insistencia y buscando, discutiendo y trabajando junto a mis hermanos y hermanas. Sin embargo, delante de ellos hablé largo y tendido sobre cómo había buscado, cómo había discernido al falso líder de acuerdo con los principios-verdad y cómo, al final, lo había manejado y resuelto. Solo destacaba lo que yo había hecho, para que todo el mundo me mirara con otros ojos. Además, a menudo aprovechaba cualquier oportunidad para hablar sobre el acoso que había sufrido por parte de mi familia, con el fin de exhibirme. Hablaba con todo detalle sobre cómo me habían acosado y cuánto había sufrido, pero pasaba por alto mis propias debilidades. No decía ni una palabra sobre cómo había abandonado mi deber y traicionado a Dios, de modo que todo el mundo pensara que tenía estatura y sabía experimentar las cosas. También resaltaba con frecuencia cuánto había sufrido y el precio que había pagado en el desempeño de mi deber y hablaba en mayor detalle sobre la manera positiva de practicar y entrar. Mantenía a buen recaudo mi propia negatividad y dificultades para que la gente pensara erróneamente que perseguía la verdad más que ellos y poseía realidad. Usé estas quimeras para engañar y embaucar a mis hermanos y hermanas. ¡Era sumamente perversa y vil! Mis hermanos y hermanas me respetaban y admiraban porque yo los embaucaba. Incluso alzaron la voz para protegerme cuando la iglesia me destituyó de acuerdo con los principios por no ser capaz de hacer trabajo real. Todo fue consecuencia de que me exaltara a mí misma y me exhibiera. ¿Acaso era esto hacer mi deber? ¡Me resistía a Dios de manera flagrante y perjudicaba a mis hermanos y hermanas! Pensé en que no le había hecho ningún bien a mis hermanos y hermanas cuando era líder, sino que, en su lugar, los desorienté y perjudiqué, por lo que me sentía especialmente mal en mi interior.
Durante ese tiempo, oré a Dios con insistencia todos los días para pedirle ayuda y que resolviera mis problemas. Un día, leí estas palabras de Dios: “Algunas personas idolatran de manera particular a Pablo: les gusta salir a pronunciar discursos y hacer obra, les gusta reunirse y predicar; les gusta que los demás las escuchen, que las adoren y las rodeen. Les gusta ocupar un lugar en el corazón de los demás y aprecian que otros valoren la imagen que muestran. Diseccionemos su naturaleza a partir de estos comportamientos. ¿Cuál es su naturaleza? Si de verdad se comportan así, entonces basta para mostrar que son arrogantes y vanidosos. No adoran a Dios en absoluto; buscan estatus elevado y desean tener autoridad sobre otros, poseerlos, y ocupar un lugar en sus corazones. Esta es la imagen clásica de Satanás. Los aspectos de su naturaleza que más destacan son la arrogancia y el engreimiento, la negativa a adorar a Dios, y un deseo de ser adorados por los demás. Tales comportamientos pueden darte una visión muy clara de su naturaleza” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). “Si, en el fondo, realmente comprendes la verdad, sabrás cómo practicarla y someterte a Dios y, naturalmente, te embarcarás en la senda de búsqueda de la verdad. Si la senda por la que vas es la correcta y conforme a las intenciones de Dios, la obra del Espíritu Santo no te abandonará, en cuyo caso serán cada vez menores las posibilidades de que traiciones a Dios. Sin la verdad es fácil hacer el mal, y no podrás evitar hacerlo. Por ejemplo, si tienes un carácter arrogante y engreído, que se te diga que no te opongas a Dios no sirve de nada, no puedes evitarlo, escapa a tu control. No lo haces intencionalmente, sino que esto lo dirige tu naturaleza arrogante y vanidosa. Tu arrogancia y vanidad te harían despreciar a Dios y verlo como algo insignificante; harían que te ensalzaras a ti mismo, que te exhibieras constantemente; te harían despreciar a los demás, no dejarían a nadie en tu corazón más que a ti mismo; te quitarían el lugar que ocupa Dios en tu corazón, y finalmente harían que te sentaras en el lugar de Dios y exigieras que la gente se sometiera a ti y harían que veneraras tus propios pensamientos, ideas y nociones como la verdad. ¡Cuántas cosas malas hacen las personas bajo el dominio de esta naturaleza arrogante y engreída!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo persiguiendo la verdad puede uno lograr un cambio en el carácter). Al tiempo que meditaba sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que mi deseo constante de que la gente orbitara a mi alrededor se debía a mi naturaleza demasiado arrogante. No entendía mi identidad ni mi estatus y no estaba dispuesta a ser una persona corriente, a desempeñar con firmeza mi deber. En su lugar, quería que la gente me admirara y venerara dondequiera que fuera. A fin de lograr este objetivo, soltaba palabras y doctrinas constantemente durante las reuniones con la intención de exhibirme, para que la gente pensara que tenía la realidad-verdad. También destacaba a menudo que era capaz de resolver problemas, soportar sufrimiento y esforzarme. De manera consciente, mantenía a buen recaudo las corrupciones que revelaba y mi negatividad y debilidad. Creaba en la gente el espejismo de que era muy decidida y perseguía la verdad con diligencia, para así ganarme la admiración de los hermanos y hermanas de manera fraudulenta. Esto les hacía pensar que tenía la realidad-verdad y era capaz de resolver problemas. Cuando les sucedía algo, no oraban a Dios ni buscaban la verdad, sino que, en cambio, confiaban en mí para resolverlo. Incluso lucharon contra lo que creían una injusticia cuando me destituyeron. Si lo pensaba, era líder en la iglesia. Todo lo relativo a ocuparse de las cartas y resolver problemas formaba parte de mi labor principal. Asimismo, fui capaz de manejar bien el asunto porque contaba con el liderazgo de Dios y con la enseñanza y la ayuda de mis hermanos y hermanas. Solo así se podían lograr estos resultados. No podría haber logrado nada confiando en mí misma. Simplemente, no tenía un capital que mereciera exhibirse. Además, sufrí un poco cuando experimenté el acoso de mi familia, pero si uno cree en Dios y lo sigue en el país donde el PCCh ostenta el poder, tiene que sufrir estas dificultades. Esto es para que pueda salvarme. Es más, a menudo era débil y negativa e incluso abandoné mis deberes y traicioné a Dios en una ocasión. De no ser por la guía de las palabras de Dios, no hubiera sido capaz de mantenerme firme yo sola. Sin embargo, no exaltaba a Dios ni daba testimonio de Él. En su lugar, me exaltaba a mí misma. Incluso me sentía feliz y disfrutaba de que todo el mundo me admirara. ¡No tenía la más mínima vergüenza! Vi que en mí no había lugar para Dios ni el menor rastro de un corazón temeroso de Dios. Era una persona corrupta de manera flagrante, sin realidad-verdad en absoluto, no obstante, seguía intentando buscar formas disimuladas de exaltarme a mí misma y exhibirme, quería ocupar un lugar propio en el corazón de mis hermanos y hermanas. ¡De veras era demasiado arrogante y carente de razón! Luego pensé en Pablo y en lo extremadamente arrogante y vanidoso que era. Siempre quería que todo el mundo lo admirara y venerara. En cuanto hacía un poco de trabajo, resaltaba lo que había sufrido y lo leal que era, pero nunca daba testimonio de las palabras del Señor Jesús. Al final, incluso dijo: “Para mí, vivir es cristo”. Esto es sumamente arrogante y blasfemo. Ofendió el carácter de Dios e incurrió en Su justo castigo. A través de la exposición de las palabras de Dios, comprendí por fin que mi comportamiento al hacer las cosas y el carácter que revelaba eran idénticos a los de Pablo. Caminaba por la senda de los anticristos, me resistía a Dios. Era algo que Él había condenado. Estaba aterrorizada en mi fuero interno. No esperaba que, después de creer en Dios durante varios años, acabaría siendo alguien que se resistía a Él. ¿Me salvaría Dios de todos modos? ¿Se serviría de esta destitución para revelarme y descartarme? Mientras más lo pensaba, más angustiada me sentía. Así que oré a Dios, le pedí que me esclareciera para poder entender Su intención.
Más tarde, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Hay quienes son especialmente sensibles respecto a su propio desenlace y destino, a los ajustes en su deber y a ser reemplazados en este. Algunos alcanzan a menudo conclusiones erróneas sobre esas cosas, piensan que, en cuanto se les sustituya en su deber y ya no tengan estatus, o Dios diga que ya no son de Su agrado ni los quiere, eso supondrá su final. Esta es la conclusión a la que llegan. Consideran: ‘No tiene sentido creer en Dios, Él no me quiere y mi desenlace ya se ha establecido, ¿de qué sirve seguir viviendo?’. Al oír esos pensamientos, otros piensan que son razonables y dignos, pero ¿qué clase de pensamiento es este en realidad? Se trata de una rebeldía contra Dios, supone abandonarse a la desesperación. ¿Por qué se abandonan así? Porque no entienden las intenciones de Dios, no pueden ver con claridad cómo salva a la gente ni tienen verdadera fe en Él” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se resuelven las propias nociones es posible emprender el camino correcto de la fe en Dios (1)). “Al oír una sola declaración de condena de Dios, piensas que, condenada por Él, la gente ha sido abandonada por Él y ya no se salvará, por lo que te vuelves negativo y caes en la desesperación. Esto es malinterpretar a Dios. A decir verdad, Dios no ha abandonado a la gente. Esta ha malinterpretado a Dios y se ha abandonado a sí misma. No hay nada más grave que cuando la gente se abandona a sí misma, como lo comprueban las palabras del Antiguo Testamento: ‘Los necios mueren por falta de entendimiento’ (Proverbios 10:21). No hay conducta más necia que cuando la gente se abandona a la desesperación. A veces lees palabras de Dios que parecen describir a la gente; en realidad no describen a nadie, sino que son expresión de las intenciones y opiniones de Dios. Son palabras de verdad y de principios, no describen a nadie. Las palabras pronunciadas por Dios en momentos de ira o cólera también plasman el carácter de Dios, estas palabras son la verdad y, además, pertenecen a los principios. La gente debe entenderlo. El objetivo de Dios al decir esto es que la gente comprenda la verdad y los principios; en absoluto se trata de circunscribir a nadie. Esto no tiene nada que ver con el destino y la recompensa finales de la gente, y ni mucho menos es su castigo final. Son meras palabras pronunciadas para juzgarla y podarla, son fruto de la ira por el hecho de que la gente no cumpla con Sus expectativas, y son para despertarla, para apremiarla, y salen del corazón de Dios. Sin embargo, algunos se derrumban y abandonan a Dios por una sola declaración de juicio Suya. La gente así no sabe lo que le conviene, es insensible a la razón, no acepta la verdad en absoluto” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se resuelven las propias nociones es posible emprender el camino correcto de la fe en Dios (1)). A partir de las palabras de Dios, entendí Su meticulosa intención. Cuando nos sobreviene el fracaso y se nos revela, esto no significa que seamos descartados. Si podemos buscar la verdad en medio del fracaso, aprender lecciones y arrepentirnos de veras, ahí está nuestra salvación. Pensé en que siempre me exaltaba y me exhibía cuando hacía mi deber. Sin darme cuenta, había estado caminando todo el tiempo por la senda de los anticristos. Cuando me destituyeron esta vez, solo pensé que, dado que no podía hacer trabajo real, me asignarían otro deber y eso estaría bien. No reflexioné sobre mí misma en absoluto. Solo cuando los líderes me recordaron que lo hiciera, junto a la exposición de las palabras de Dios, entendí que caminaba por la senda incorrecta desde hacía mucho y estaba haciendo maldad y resistiéndome a Dios. ¡Era demasiado insensible! Esta destitución me supuso una enorme protección. Estaba haciendo el mal y me detuvo en seco. De lo contrario, habría acabado por ser castigada y seguiría sin ser consciente de lo que estaba pasando. Comprendí que el fracaso y que me revelaran no implicaba que me descartaran; en cambio, servía para que me comprendiera a mí misma y lograra arrepentirme y cambiar. Experimenté la meticulosa intención de Dios y me conmoví mucho. Me había resistido a Él en muchas cosas, pero ni así abandonó Dios mi salvación. ¡Esto era el auténtico amor de Dios! Dejé de malinterpretarlo y estaba dispuesta a arrepentirme ante Él.
Más adelante, leí más palabras de Dios: “Cuando deis testimonio de Dios, principalmente debéis hablar de cómo Él juzga y castiga a las personas, y de las pruebas que utiliza para refinar a las personas y cambiar su carácter. También debéis hablar de cuánta corrupción se ha revelado en vuestra experiencia, de cuánto habéis sufrido, de cuántas cosas hicisteis por resistiros a Dios y de cómo Él os conquistó finalmente. Debéis hablar de cuánto conocimiento real de la obra de Dios tenéis y de cómo debéis dar testimonio de Dios y retribuirle Su amor. Debéis poner sustancia en este tipo de lenguaje, al tiempo que lo expresáis de una manera sencilla. No habléis sobre teorías vacías. Hablad de una manera más práctica; hablad desde el corazón. Esta es la manera en la que debéis experimentar las cosas. No os equipéis con teorías vacías aparentemente profundas en un esfuerzo por alardear; eso hace que parezcáis arrogantes e irracionales. Debéis hablar más sobre cosas reales a partir de vuestra verdadera experiencia y hablar más de corazón; esto es lo más beneficioso para los demás y es lo más apropiado de ver” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo persiguiendo la verdad puede uno lograr un cambio en el carácter). “Entonces, ¿cómo hay que actuar para no enaltecerse y dar testimonio de uno mismo? Si presumes y das testimonio a nivel individual con respecto a un determinado asunto, obtendrás como resultado que algunas personas te tengan en alta estima y te idolatren. Sin embargo, el acto de abrir tu corazón y compartir tu autoconocimiento sobre ese mismo asunto es de una naturaleza distinta, ¿no es cierto? Abrir el corazón para hablar del autoconocimiento que uno ha adquirido es algo que la humanidad normal debería poseer. Se trata de algo positivo. Si realmente te conoces a ti mismo y hablas de tu estado con fidelidad, sinceridad y precisión; si hablas de conocimientos basados en su totalidad en las palabras de Dios; si quienes te escuchan se ven edificados y se benefician de ello, y si das testimonio de la obra de Dios y lo glorificas, es que estás dando testimonio de Dios. […] La clave para discernir si un orador se está enalteciendo y dando testimonio de sí mismo radica en fijarse en su intención. Si esta consiste en mostrarle a todo el mundo cómo se reveló tu corrupción y cómo has cambiado, y en procurar que otros se beneficien de ello, es que tus palabras son sinceras y verdaderas, y conforme a los hechos. Tales intenciones son acertadas, y no estás presumiendo ni dando testimonio de ti mismo. Si lo que quieres es mostrarle a todo el mundo que tienes experiencias reales y que has cambiado y posees la realidad-verdad, a fin de que te tengan en alta estima y te idolatren, es que albergas intenciones erróneas. Eso es presumir y dar testimonio de uno mismo. Si transmites un testimonio vivencial falso, que está adulterado y cuyo propósito es engatusar a la gente, impedir que perciban tu verdadero estado y evitar que tus intenciones, corrupción, debilidad o negatividad se revelen a los demás, es que esas palabras son engañosas y desorientan. Esto es un falso testimonio, es engañar a Dios y dejarlo en vergüenza, y es lo que Él más odia por encima de todo. Existen diferencias claras entre estos estados, y todos ellos se distinguen en función de las intenciones” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). A partir de las palabras de Dios, encontré una senda de práctica. Cuando desempeñe mi deber, debo adoptar la intención correcta y exaltar a Dios a conciencia, dar testimonio de Él y honrar Su grandeza en mi corazón. Cuando hable sobre mi experiencia, debo tener un corazón temeroso de Dios. Ya se trate de mi propia negatividad y debilidad o de la revelación de mi propia corrupción, siempre debo abrirme y sincerarme al respecto para permitir que mis hermanos y hermanas ganen discernimiento de este tipo de carácter corrupto, sepan cómo entenderlo y resolverlo y obtengan edificación y beneficios de mi experiencia. Además, al abrirme y sincerarme, mis hermanos y hermanas podrán observar con claridad mi auténtica estatura y la verdad de mi corrupción. Además, verán que tengo mucha de la corrupción que revelan los demás, que algunas de mis actitudes corruptas puede que sean más graves que las de otras personas y que soy del todo indigna de que me admiren y veneren. Practicar de esta manera también es protegerme a mí misma.
Cuando entendí esto, pensé en que los líderes habían dicho que todo el mundo carecía de discernimiento sobre mí y me pidieron que reflexionara sobre mí misma. Por tanto, durante este periodo quise abrirme sobre mi introspección y conocimiento de mí misma en las reuniones y desnudé la corrupción que había revelado. Así, todo el mundo podría discernirme. Sin embargo, cuando de veras llegó la hora de hablar, me sentí un tanto conflictuada en mi fuero interno: “Si todos mis hermanos y hermanas descubren estas cosas que he revelado y mis conductas, ¿qué pensarán de mí? ¿Dirán que he sido una hipócrita todo el tiempo? ¿Me rechazarán?”. Entonces me sentí algo reacia a abrirme y compartir. En ese momento, recordé la charla de Dios sobre el arrepentimiento del pueblo de Nínive. Dios dice: “‘Apartarse de su propio camino de maldad’ significa que aquellos en cuestión nunca cometerán estos actos de nuevo. En otras palabras, nunca se comportarán de esa forma malvada de nuevo; el método, la fuente, el motivo, la intención y el principio de sus acciones han cambiado todos; nunca más usarán esos métodos y principios para traer disfrute y felicidad a sus corazones. El ‘despojarse’ en ‘despojarse de toda la violencia de sus propias manos’ significa deponer o desechar, romper totalmente con el pasado y nunca volver atrás. Cuando el pueblo de Nínive abandonó la violencia que había en sus manos, esto demostraba y representaba su arrepentimiento verdadero. Dios observa la apariencia exterior de las personas, así como sus corazones. Cuando Dios observó el arrepentimiento verdadero en los corazones de los ninivitas sin que ello le generara ninguna duda y también observó que habían dejado sus caminos malvados y abandonado la violencia que había en sus manos, cambió de opinión” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II). El pueblo de Nínive se arrepintió ante Dios vestido de cilicio y ceniza. Abandonó su maldad anterior y ya no cometió más acciones malvadas. Al final, se ganó la misericordia de Dios. En cambio, yo solo hablaba sobre mi voluntad de arrepentirme. Sin embargo, cuando de veras me sobrevino un entorno, solo quise volver a proteger mi propia imagen. ¡Esto no era auténtico arrepentimiento! Debo desprenderme de mi propia imagen y abrirme sobre la verdad de mi corrupción con mis hermanos y hermanas. Debo dejar que todo el mundo vea con claridad mi verdadera estatura, de modo que ya no me admiren ni me veneren y entiendan la justicia de Dios a partir de mi fracaso, que les sirva como advertencia. Cuando me di cuenta de esto, me abrí y compartí lo que había revelado y cómo me había comportado desde que me convertí en líder: cómo me había exaltado a mí misma y me había exhibido. Cuando terminé de compartir, sentí el corazón especialmente liberado.
Unos días después, los líderes superiores dispusieron un deber para mí. En ese momento, me emocioné tanto que me eché a llorar. Nunca hubiera esperado que, al arrepentirme de veras ante Dios, vería Su rostro sonriente. Dios no me abandonó ni me trató de acuerdo con mis transgresiones. Estaba sumamente conmovida. Tomé una secreta determinación: “En el futuro, debo tener un corazón temeroso de Dios cuando haga mi deber, exaltar a Dios a conciencia, dar testimonio de Él, dar lo máximo a la hora de perseguir la verdad, hacer mis deberes de manera sensata y dejar de exhibirme”. De ahí en adelante, me contenía mucho más al hacer mis deberes. Cada vez que quería exhibirme, oraba a Dios a conciencia, aceptaba Su escrutinio, me rebelaba contra mis intenciones incorrectas y dejaba de actuar según mis actitudes corruptas. Cuando practiqué de esta manera, sentí mucha calma en mi fuero interno.