22. Cómo considerar la vida y la muerte
Palabras de Dios en la Biblia
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
“El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por mi causa, la hallará” (Mateo 10:39).
“Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte” (Apocalipsis 12:11).
Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días
En la vastedad del cosmos y del firmamento, innumerables criaturas viven y se reproducen, siguen la ley cíclica de la vida y se ciñen a una regla constante. Los que mueren se llevan consigo las historias de los vivos, y los que están vivos repiten la misma trágica historia de los que han perecido. Y así, la humanidad no puede evitar preguntarse: ¿por qué vivimos? ¿Y por qué tenemos que morir? ¿Quién está al mando de este mundo? ¿Y quién creó a esta humanidad? ¿Fue la humanidad realmente creada por la Madre Naturaleza? ¿De verdad controla la humanidad su propio destino?… Estas son las preguntas que la humanidad se ha hecho incesantemente durante miles de años. Por desgracia, cuanto más se ha obsesionado el hombre con ellas, más ha desarrollado una sed por la ciencia. Esta ofrece una breve satisfacción y un disfrute temporal de la carne, pero está lejos de ser suficiente para liberar al hombre de la soledad, del aislamiento, del terror y la impotencia que no pueden ocultarse y que existen en lo profundo de su alma. La humanidad simplemente utiliza el conocimiento científico que puede ver con sus propios ojos y que puede comprender con el cerebro para anestesiar su corazón. No obstante, ese conocimiento científico no es suficiente para impedir que la humanidad deje de explorar los misterios. La humanidad simplemente no sabe quién es el Soberano del universo y de todas las cosas y, mucho menos, conoce el principio y el futuro de la humanidad. Simplemente vive, por fuerza, en medio de esta ley. Nadie puede escapar a ella y nadie puede cambiarla, porque entre todas las cosas y en los cielos solo hay Uno de eternidad a eternidad que tiene la soberanía sobre todas las cosas. Él es Aquel al que el hombre nunca ha visto, a quien la humanidad nunca ha conocido, en cuya existencia la humanidad nunca ha creído y, sin embargo, es Aquel que insufló el aliento en los ancestros de la humanidad y le dio vida a esta. Él es Aquel que provee y alimenta a la humanidad y le permite existir, y Él es Aquel que la ha guiado hasta el día de hoy. Además, Él y solo Él es de quien depende la humanidad para su supervivencia. Tiene la soberanía sobre todas las cosas y rige sobre todos los seres vivos en el universo. Él tiene el mando sobre las cuatro estaciones, y es Él quien convoca al viento, a la escarcha, a la nieve y a la lluvia. Él trae la luz del sol a la humanidad y abre paso a la noche. Él fue quien ordenó los cielos y la tierra, y le brindó al hombre las montañas, los lagos y los ríos, así como todas las cosas vivientes que hay en ellos. Sus actos son omnipresentes, Su poder es omnipresente, Su sabiduría es omnipresente y Su autoridad es omnipresente. Cada una de estas leyes y normas es la personificación de Sus actos, y cada una de ellas revela Su sabiduría y Su autoridad. ¿Quién puede eximirse de Su soberanía? ¿Y quién puede liberarse de Sus designios? Todas las cosas existen bajo Su mirada; es más, todas viven bajo Su soberanía. Sus actos y Su poder no le dejan a la humanidad otra opción más que reconocer el hecho de que Él existe realmente y tiene soberanía sobre todas las cosas. Ninguna otra cosa aparte de Él puede comandar el universo, y, menos aún, proveer incesantemente a esta humanidad. Independientemente de si eres capaz de reconocer los actos de Dios y de si crees en Su existencia, no hay duda de que tu destino lo determina Dios, y no hay duda de que Él siempre tendrá soberanía sobre todas las cosas. Su existencia y Su autoridad no dependen de si el hombre las reconoce y las comprende o no. Solo Dios conoce el pasado, el presente y el futuro del hombre, y solo Él puede determinar el destino de la humanidad. Independientemente de que seas capaz o no de aceptar este hecho, no pasará mucho tiempo antes de que la humanidad presencie todo esto con sus propios ojos, y esta es la realidad que Dios pronto aplicará. La humanidad vive y muere ante los ojos de Dios. El hombre vive para la gestión de Dios, y cuando sus ojos se cierran por última vez, también se cierran para esta gestión. Una y otra vez, el hombre va y viene, de un lado para otro. Sin excepción, todo forma parte de la soberanía y los designios de Dios.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios
Si el nacimiento de uno fue destinado por su vida anterior, entonces su muerte señala el final de ese destino. Si el nacimiento de uno es el comienzo de su misión en esta vida, entonces la muerte señala el final de esa misión. Como el Creador ha determinado una serie fija de circunstancias para el nacimiento de una persona, no hace falta decir que Él también ha organizado una serie fija de circunstancias para su muerte. En otras palabras, nadie nace por azar, ninguna muerte es inesperada, y tanto el nacimiento como la muerte están necesariamente conectados con las vidas anterior y presente de uno. Las circunstancias del nacimiento y la muerte de uno están predeterminadas por el Creador; este es el destino de una persona, su sino. Como hay muchas explicaciones para el nacimiento de una persona, también es cierto que la muerte de una persona naturalmente tendrá lugar bajo una serie especial de varias circunstancias. Esta es la razón de la duración diferente de la vida de cada persona y las distintas formas y momentos de sus muertes. Algunos son fuertes y sanos, pero mueren jóvenes; otros son débiles y enfermizos, pero viven hasta la vejez y fallecen apaciblemente. Algunos mueren por causas no naturales; otros, por causas naturales. Algunos terminan su vida lejos de casa, otros cierran los ojos por última vez con sus seres queridos a su lado. Algunos mueren en el aire, otros bajo tierra. Algunos se hunden bajo el agua, otros se pierden en desastres. Algunos mueren por la mañana y otros por la noche… Todo el mundo quiere un nacimiento ilustre, una vida brillante y una muerte gloriosa, pero nadie puede llegar más allá de su propio destino, nadie puede escapar de la soberanía del Creador. Este es el destino humano. El hombre puede hacer todo tipo de planes para su futuro, pero nadie puede planear la forma y el momento de su nacimiento y de su partida de este mundo. Aunque las personas hacen todo lo que pueden para evitar y resistirse a la llegada de la muerte, aun así, sin que lo sepan, la muerte se les acerca silenciosamente. Nadie sabe cuándo o cómo morirá, mucho menos dónde ocurrirá. Obviamente, la humanidad no es la que tiene el poder de la vida y la muerte ni ningún ser del mundo natural, sino el Creador, cuya autoridad es única. La vida y la muerte de la humanidad no son el producto de alguna ley del mundo natural, sino una consecuencia de la soberanía de la autoridad del Creador.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III
Mientras más se acerque uno a la muerte, más querrá entender en qué consiste la vida; mientras más se acerque uno a la muerte, más vacío parecerá su corazón; mientras más se acerque uno a la muerte, más desamparado se sentirá; y así el miedo de uno a la muerte se incrementa día a día. Existen dos razones por las que estos sentimientos se manifiestan en la gente cuando se acerca a la muerte: primero, están a punto de perder la fama y la riqueza de las que han dependido sus vidas, a punto de dejar atrás todo lo que se puede ver en el mundo; y segundo, están a punto de hacer frente, completamente solas, a un mundo extraño, una esfera misteriosa y desconocida en la que tienen miedo de poner el pie, donde no tienen seres queridos ni ningún apoyo. Por estas dos razones, todo aquel que se enfrenta a la muerte se siente incómodo, experimenta pánico y una sensación de incertidumbre que nunca ha sentido antes. Solo cuando alguien ha alcanzado realmente este punto es conscientes de que lo primero que uno debe comprender, cuando uno pone el pie en esta tierra, es de dónde vienen los seres humanos, por qué están vivas las personas, quién dicta el destino humano, quién provee para la existencia humana y tiene soberanía sobre ella. Este conocimiento es el verdadero medio a través del cual una persona vive, la base esencial para la supervivencia humana, y no aprender cómo mantener a la propia familia o cómo lograr fama y riqueza o aprender cómo destacar entre la multitud o cómo vivir una vida más próspera y, mucho menos, cómo sobresalir y competir con éxito contra los demás. Aunque las diversas habilidades de supervivencia en cuya maestría las personas malgastan sus vidas pueden ofrecer abundantes comodidades materiales, nunca traen al corazón de uno verdadera paz y consuelo, sino que, en su lugar, hacen que las personas pierdan constantemente el rumbo, tengan dificultades para controlarse, y se pierdan cada oportunidad de conocer el sentido de la vida; estas habilidades de supervivencia crean un trasfondo de ansiedad acerca de cómo enfrentar la muerte apropiadamente. Las vidas de las personas se arruinan de esta manera. El Creador trata a todo el mundo de forma justa, da a cada uno toda una vida de oportunidades para experimentar y conocer Su soberanía, pero es solo cuando la muerte se acerca y su espectro es inminente, que uno comienza a ver la luz, y entonces ¡es demasiado tarde!
Las personas gastan su vida persiguiendo el dinero y la fama; se agarran a un clavo ardiendo, pensando que son sus únicos apoyos, como si teniéndolos pudiesen seguir viviendo, eximirse de la muerte. Pero solo cuando están cerca de morir se dan cuenta de cuán lejos están estas cosas de ellas, cuán débiles son frente a la muerte, cuán fácilmente se hacen añicos, cuán solas y desamparadas están, sin ningún lugar adónde ir. Son conscientes de que la vida no puede comprarse con dinero ni fama, que no importa cuán rica sea una persona, no importa cuán elevada sea su posición, todas son igualmente pobres e insignificantes frente a la muerte. Se dan cuenta de que el dinero no puede comprar la vida, que la fama no puede borrar la muerte, que ni el dinero ni la fama pueden alargar un solo minuto, un solo segundo, la vida de una persona. Mientras más piensan eso las personas, más anhelan seguir viviendo, mientras más piensan eso las personas, más temen el acercamiento de la muerte. Sólo en este punto se dan cuenta realmente de que sus vidas no les pertenecen, de que no son ellas quienes las controlan, y de que no tienen nada que decir en cuanto a si viven o mueren, que todo esto está fuera de su control.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III
En el momento en que una persona nace, un alma solitaria comienza su experiencia vital en la tierra, su experiencia de la autoridad del Creador que este ha organizado para ella. No es necesario decir que, para la persona, el alma, esta es una excelente oportunidad para obtener el conocimiento de la soberanía del Creador, de llegar a conocer Su autoridad y experimentarla personalmente. Las personas viven sus vidas dentro las leyes del destino establecidas para ellas por el Creador, y para cualquier persona razonable con conciencia, aceptar Su soberanía y llegar a conocer Su autoridad durante las décadas de su vida no es algo difícil de hacer. Por tanto, debería ser muy fácil para cada persona reconocer, a través de sus propias experiencias a lo largo de varias décadas, que todos los destinos humanos están predestinados, y debería ser fácil comprender o concretar lo que significa estar vivo. Al tiempo que uno adopte estas lecciones vitales, llegará gradualmente a entender de dónde viene la vida, a entender qué necesita realmente el corazón, qué llevará a uno al verdadero camino de la vida, cuáles deberían ser la misión y el objetivo de una vida humana. Uno reconocerá gradualmente que si uno no adora al Creador, si no se rinde a Su dominio, entonces cuando llegue el momento de enfrentarse a la muerte, cuando un alma está a punto de enfrentarse al Creador una vez más, su corazón se llenará de un temor y una intranquilidad ilimitadas. Si una persona ha estado en el mundo durante varias décadas y aún no ha entendido de dónde viene la vida humana, no ha reconocido aún en manos de quién está su destino, entonces no es de extrañar que no sea capaz de afrontar la muerte con calma. Una persona que ha adquirido el conocimiento de la soberanía del Creador en sus décadas de experiencia de la vida humana es una persona con una apreciación correcta del sentido y el valor de la vida; una persona con un conocimiento profundo del propósito de la vida. Este tipo de persona tiene una experiencia y entendimiento reales de la soberanía del Creador; e incluso más, es capaz de someterse a la autoridad del Creador. Tal persona entiende el sentido de la creación de la humanidad por parte de Dios, entiende que el hombre debería adorar al Creador, que todo lo que el hombre posee viene del Creador y regresará a Él algún día no muy lejano en el futuro. Este tipo de persona entiende que el Creador arregla el nacimiento del hombre y tiene soberanía sobre su muerte, y que tanto la vida como la muerte están predestinadas por la autoridad del Creador. Así, cuando uno comprende realmente estas cosas, será capaz de forma natural de afrontar la muerte con tranquilidad, de dejar de lado todas sus posesiones terrenales con calma, de aceptar y someterse alegremente a todo lo que venga, y de dar la bienvenida a la última coyuntura de la vida arreglada por el Creador en lugar de temerla ciegamente y luchar contra ella. Si uno ve la vida como una oportunidad para experimentar la soberanía del Creador y llegar a conocer Su autoridad, si uno ve su vida como una oportunidad excepcional para cumplir bien con su deber como ser humano creado y completar su misión, entonces tendrá sin duda la perspectiva correcta de la vida, tendrá una vida bendita y guiada por el Creador sin duda, andará en la luz del Creador sin duda, conocerá Su soberanía sin duda, se rendirá a Su dominio sin duda, se volverá un testigo de Sus obras milagrosas y Su autoridad sin duda. No hace falta decir que el Creador amará y aceptará necesariamente a tal persona, y solo una persona así puede tener una actitud calmada frente a la muerte, puede dar la bienvenida alegremente a la coyuntura final de la vida. Una persona que obviamente tuvo este tipo de actitud hacia la muerte es Job; estaba en posición de aceptar alegremente la coyuntura final de la vida, y habiendo llevado el viaje de su vida a una conclusión tranquila, habiendo completado su misión en la vida, regresó al lado del Creador.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III
En las escrituras se dice acerca de Job: “Y murió Job, anciano y lleno de días” (Job 42:17). Esto significa que cuando Job falleció, no tuvo remordimientos y no sintió dolor, sino que partió de este mundo con naturalidad. Como todo el mundo sabe, Job fue un hombre que temió a Dios y se apartó del mal cuando estaba vivo. Dios elogió sus acciones, las personas las recordaron, y se puede decir que su vida tuvo valor y sentido más que la de los demás. Job disfrutó de las bendiciones de Dios y fue llamado justo por Él sobre la tierra, y también fue probado por Dios y tentado por Satanás; se mantuvo firme en el testimonio de Dios y mereció ser calificado como una persona justa por Él. En las décadas posteriores a haber sido puesto a prueba por Dios, vivió una vida incluso más valiosa, llena de sentido, fundamentada y apacible que antes. Debido a sus obras justas, Dios lo puso a prueba, y también, debido a sus obras justas, Dios se le apareció y le habló directamente. Así, en los años posteriores tras haber sido puesto a prueba, Job entendió y apreció el valor de la vida de una forma más práctica, alcanzó un entendimiento más profundo de la soberanía del Creador, y obtuvo un conocimiento más preciso y definitivo de cómo el Creador da y quita Sus bendiciones. El libro de Job registra que Jehová Dios concedió a Job bendiciones incluso mayores que las que le había dado antes, colocándolo en una posición incluso mejor para conocer la soberanía del Creador y afrontar la muerte con calma. Así, cuando envejeció y afrontó la muerte, Job seguramente no habría estado preocupado por sus propiedades. No tenía preocupaciones, nada de lo que arrepentirse, y por supuesto no temía a la muerte; porque pasó toda su vida andando por el camino del temor de Dios y del apartarse del mal, y no tenía razón para preocuparse por su final. ¿Cuántas personas podrían actuar hoy de todas las formas en que Job lo hizo cuando afrontó su propia muerte? ¿Por qué no es nadie capaz de mantener esa actitud exterior tan simple? Sólo hay una razón: Job vivió su vida en la búsqueda subjetiva de la creencia, el reconocimiento y la sumisión a la soberanía de Dios, y fue con esta creencia, este reconocimiento y esta sumisión que él pasó por las coyunturas importantes en la vida, vivió sus últimos años y recibió la coyuntura final de su vida. Independientemente de lo que Job experimentó, sus búsquedas y objetivos en la vida no fueron dolorosos, sino alegres. Él no solo estaba feliz por las bendiciones o los elogios concedidos a él por el Creador, sino más importante, por sus búsquedas y objetivos en la vida, por el conocimiento gradual y el entendimiento real de la soberanía del Creador que alcanzó a través del temor de Dios y del apartarse del mal, y además, por su experiencia personal como objeto de la soberanía del Creador, de las maravillosas obras del Dios y de las experiencias y memorias íntimas pero inolvidables de la coexistencia, la familiaridad y el entendimiento entre el hombre y Dios. Job estaba contento por el consuelo y la felicidad que vinieron como consecuencia de conocer las intenciones de Creador y por el temor que surgió después de ver que Él es grande, maravilloso, adorable y fiel. Job fue capaz de afrontar la muerte sin ningún sufrimiento porque sabía que, al morir, regresaría al lado del Creador. Y fueron sus búsquedas y logros en la vida lo que le permitieron afrontar la muerte con calma, afrontar la perspectiva del Creador llevándose su vida de vuelta tranquilamente, y, además, levantarse, impoluto y libre de preocupaciones, delante del Creador. ¿Pueden las personas hoy en día conseguir el tipo de felicidad que Job poseía? ¿Tenéis las condiciones necesarias para hacerlo? Puesto que las personas hoy en día tienen estas condiciones, ¿por qué son incapaces de vivir felizmente, como Job? ¿Por qué son incapaces de escapar del sufrimiento del temor de la muerte? Cuando afrontan la muerte, algunas personas pierden el control y orinan; otras tiemblan, se desmayan, arremeten contra el cielo y los hombres por igual, incluso gimen y lloran. Estas no son en absoluto las reacciones naturales que tienen lugar repentinamente cuando la muerte se acerca. Las personas se comportan de estas formas embarazosas principalmente porque, en lo profundo de sus corazones, temen a la muerte, porque no tienen un conocimiento y una apreciación claros de la soberanía de Dios y Sus arreglos, y mucho menos se someten realmente a ellos. Las personas reaccionan de esta manera porque no quieren otra cosa que organizar y gobernarlo todo por sí mismas, controlar sus propios destinos, sus propias vidas y muertes, no es de extrañar, por tanto, que las personas no sean capaces de escapar del miedo a la muerte.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III
Si uno no tiene un conocimiento y una experiencia claros de la soberanía de Dios y de Sus disposiciones, su conocimiento del destino y de la muerte será necesariamente incoherente. Las personas no pueden ver claramente que todo esto descansa en la mano de Dios, no se dan cuenta de que Dios lo controla todo y tiene soberanía sobre todo, no reconocen que el hombre no puede desechar o escapar de esa soberanía. Por esta razón, cuando llega el momento de afrontar la muerte, no hay final para sus últimas palabras, preocupaciones y remordimientos. Están cargados con demasiado bagaje, demasiada reticencia, demasiada confusión. Esto causa que teman a la muerte. Para cualquier persona nacida en este mundo, el nacimiento es necesario y la muerte inevitable; nadie está por encima del transcurso de estas cosas. Si uno desea partir de este mundo sin dolor, si uno quiere ser capaz de afrontar la coyuntura final de la vida sin reticencias ni preocupaciones, el único camino es no dejar remordimientos. Y el único camino para partir sin remordimientos es conocer la soberanía del Creador, Su autoridad, y someterse a ellas. Solo de esta forma puede uno mantenerse lejos de los conflictos humanos, del mal, de la atadura de Satanás; solo de esta forma puede uno vivir una vida como la de Job, guiada y bendecida por el Creador, una vida libre y liberada, con valor y sentido, honesta y franca. Solo de esta forma puede uno someterse, como Job, a las pruebas y la privación del Creador, a las orquestaciones y arreglos del Creador. Solo de esta forma puede uno adorar al Creador toda su vida y ganarse Sus elogios, tal como Job hizo, y oír Su voz, verlo aparecerse. Solo de esta forma puede uno vivir y morir felizmente, como Job, sin dolor, sin preocupación, sin remordimientos. Solo de esta forma puede uno vivir en la luz, como Job, pasar cada una de las coyunturas de la vida en la luz, completar sin problemas su viaje en la luz, completar con éxito su misión —experimentar, aprender y llegar a conocer la soberanía del Creador como un ser creado— y morir en la luz, y permanecer desde entonces al lado del Creador como un ser humano creado y elogiado por Él.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III
Sea cual sea la cuestión de la que tenga que ocuparse una persona, siempre debe abordarla desde una postura activa, positiva, y esto es incluso más cierto respecto al tema de la muerte. Adoptar una postura activa y positiva hacia la muerte no implica aceptarla, esperarla o buscarla de un modo activo y positivo. Si no se trata de buscar la muerte, aceptarla ni esperarla, ¿qué implica entonces? (Someterse). La sumisión es un tipo de postura que se ha de adoptar ante la cuestión de la muerte, y la mejor manera de manejar esta cuestión es desprendiéndote y no pensando en ella. Hay quien dice: “¿Por qué no hay que pensar en ella? Si no lo pienso con detenimiento, ¿seré capaz de sobrellevarla? Si no lo pienso con detenimiento, ¿seré capaz de desprenderme?”. Sí. ¿Y eso por qué? Dime, cuando tus padres te tuvieron, ¿fue idea tuya nacer? El aspecto que tienes, tu edad, la profesión en la que trabajas, el hecho de que estés ahora aquí sentado y cómo te sientes en este momento, ¿ha salido todo ello de tus pensamientos? Nada de esto ha salido de tus pensamientos, sino que ha surgido con el paso de los días y de los meses, y a lo largo de tu vida normal, un día tras otro, hasta que has llegado donde estás ahora, y esto es muy natural. La muerte es exactamente lo mismo. Sin ser consciente de ello, te conviertes en un adulto, en una persona de mediana edad, en un anciano, llegan tus últimos años y luego la muerte. No pienses en ello. No puedes eludir las cosas en las que no piensas al no pensar en ellas, ni tampoco van a llegar antes de tiempo porque las pienses; la voluntad del hombre no puede cambiarlas, ¿me equivoco? No pienses en ellas. ¿Qué quiero decir cuando digo “no pienses en ellas”? Porque si se trata de algo que realmente está a punto de suceder en un futuro próximo, entonces pensar siempre en ello te hará sentir una presión invisible sobre ti. Esta presión hará que le tengas miedo a la vida y a vivir, que no adoptes una postura activa y positiva y que, en cambio, te deprimas aún más. Porque una persona que se enfrenta a la muerte no tiene interés ni adopta una postura positiva ante nada, solo se siente deprimida. Van a morir, todo ha terminado, ya no tiene sentido buscar nada ni hacer nada, ya no tienen perspectivas ni motivación, y todo lo que hacen es a modo de preparación para la muerte y en dirección a ella, así que ¿qué sentido tiene cualquier cosa que hagan? Por consiguiente, todo lo que hacen acarrea elementos y una naturaleza de negatividad y muerte. Así que, ¿es posible no pensar en la muerte? ¿Es eso fácil de lograr? Si esta cuestión es simplemente el resultado de tu propio razonamiento mental y de tu imaginación, entonces te has provocado una falsa alarma, te asustas a ti mismo, y simplemente no va a suceder en un futuro cercano, así que ¿para qué estás pensando en la muerte? Esto hace que pensar en ella sea incluso más innecesario. Lo que está previsto que ocurra, ocurrirá, lo que no, no ocurrirá por mucho o poco que pienses en ello. Temerla es inútil, al igual que preocuparse por ella. La muerte no puede evitarse preocupándose por ella, ni te pasará de largo por el mero hecho de temerle. Por tanto, un aspecto es que debes desprenderte del tema de la muerte desde tu interior y no darle importancia; debes confiársela a Dios, como si la muerte no tuviera nada que ver contigo. Es algo que Dios dispone, así que deja que Él se encargue; ¿no resulta sencillo entonces? Otro aspecto es que debes tener una actitud activa y positiva hacia la muerte. Decidme, ¿quién de entre los miles de millones de personas de todo el mundo tiene la bendición de escuchar tantas palabras de Dios, de comprender tantas verdades de la vida y de entender tantos misterios? ¿Quién puede recibir personalmente la guía y la provisión de Dios, Su cuidado y protección? ¿Quiénes están tan bendecidos? Muy pocos. Por tanto, que vosotros, que sois pocos, podáis vivir hoy en la casa de Dios, recibir Su salvación y Su provisión, hace que todo valga la pena, aunque fuerais a morir ahora mismo. ¿Acaso no sois muy bendecidos? (Sí). Mirándolo desde esta perspectiva, la gente no debe asustarse por el asunto de la muerte, ni debe sentirse constreñida por ella. Aunque no hayas disfrutado de la gloria y la riqueza del mundo, has recibido la compasión del Creador y has escuchado muchas de las palabras de Dios, ¿no es eso maravilloso? (Lo es). No importa cuántos años vivas en esta vida, todo vale la pena y no sientes remordimientos, porque has estado cumpliendo constantemente con tu deber en la obra de Dios, has comprendido la verdad, has entendido los misterios de la vida y has comprendido la senda y los objetivos que debes perseguir en tu existencia; has ganado mucho. Has vivido una vida que vale la pena. Aunque no puedas explicarlo con mucha claridad, eres capaz de practicar algunas verdades y de poseer cierta realidad, y eso demuestra que has ganado alguna provisión de vida y has comprendido algunas verdades de la obra de Dios. Has ganado mucho, una verdadera abundancia, y esa es una gran bendición. Desde el principio de la historia de la humanidad, nadie a lo largo de todas las épocas ha disfrutado de esta bendición, sin embargo, la estáis disfrutando. ¿Estáis ahora dispuestos a morir? Con semejante disposición, vuestra postura respecto a la muerte sería realmente sumisa, ¿verdad? (Sí). Un aspecto es que las personas deben tener una comprensión verdadera, deben cooperar positiva y activamente, y someterse de veras, y deben adoptar la postura correcta hacia la muerte. De este modo, ¿acaso no disminuyen en gran medida los sentimientos de angustia, ansiedad y preocupación de la gente ante la muerte? (Sí). Disminuyen en gran medida. […]
La muerte no es un problema fácil de resolver, y es la mayor dificultad del hombre. Te puedes sentir molesto durante un tiempo después de que alguien te diga: “Tus actitudes corruptas son muy profundas y tu humanidad tampoco es buena. Si no persigues la verdad a conciencia y cometes muchas maldades en el futuro, entonces descenderás al infierno y serás castigado”. Puede que reflexiones sobre ello y te sientas mucho mejor después de una noche de descanso, y luego ya no estés tan molesto. Sin embargo, si enfermas con una dolencia mortal y no te queda mucho tiempo de vida, entonces eso no es algo que se pueda resolver con una noche de sueño, y no puedes desprenderte tan fácilmente de ello. Se requiere que tengas temple en este asunto durante un tiempo. Aquellos que realmente persiguen la verdad pueden dejar atrás este asunto, buscar la verdad en todo y usarla para resolverlo; no hay problema que no puedan solucionar. Sin embargo, si utilizan los modos del hombre, al final solo podrán sentirse siempre angustiados, ansiosos y preocupados por la muerte. Cuando las cosas no tienen solución, toman medidas extremas para intentar resolverlas. Algunas personas adoptan un enfoque depresivo y negativo, y dicen: “Entonces moriré y ya está. ¿Quién teme a la muerte? Después de la muerte, me reencarnaré y volveré a vivir”. ¿Puedes cerciorarte de eso? Solo estás buscando palabras de consuelo, y eso no resuelve el problema. Todas las cosas, tanto lo visible como lo invisible, lo material o lo inmaterial, están controladas y las rigen las manos del Creador. Nadie puede controlar su propio destino y la única postura que el hombre debe adoptar, ya sea ante la enfermedad o la muerte, es la de comprensión, aceptación y sumisión; nadie debe confiar en sus figuraciones o nociones, no deben buscar una salida ante estas cosas, y menos aún deben rechazarlas o resistirse a ellas. Si intentas resolver a ciegas las cuestiones de la enfermedad y la muerte con tus propios métodos, cuanto más vivas, más sufrirás, más deprimido estarás y más atrapado te sentirás. Al final, seguirás teniendo que recorrer la senda de la muerte, y tu final será ciertamente el mismo que tu muerte; no cabe duda de que vas a morir. Si puedes buscar la verdad de un modo activo y, ya sea en cuanto a que comprendas la enfermedad que Dios ha dispuesto para ti o a enfrentarte a la muerte, puedes buscar positiva y activamente la verdad, buscar las instrumentaciones, la soberanía y las disposiciones del Creador respecto a este tipo de acontecimientos importantes, y lograr la verdadera sumisión, entonces eso concuerda con la voluntad de Dios. Si confías en la fuerza y los métodos del hombre para hacer frente a todas estas cosas, y te esfuerzas por resolverlas o escapar de ellas, entonces incluso si no mueres y logras evitar de forma temporal la dificultad de la muerte, puesto que no albergas la verdadera comprensión, aceptación y sumisión hacia Dios y la verdad, lo que te lleva a no dar testimonio sobre este asunto, entonces el resultado final será que cuando te encuentres de nuevo con este mismo problema, seguirá siendo una gran prueba para ti. Seguirás teniendo la posibilidad de traicionar a Dios y caer, y sin duda esto será algo peligroso para ti. Por tanto, si realmente te enfrentas ahora a la enfermedad o a la muerte, déjame decirte entonces que es mejor aprovechar esta situación práctica ahora mismo para buscar la verdad y resolver este asunto desde la raíz, en lugar de esperar a que la muerte acabe realmente por llegar y te pille desprevenido, que te haga sentir perdido, perplejo e impotente, y te lleve a hacer cosas de las que te arrepentirás durante el resto de tu vida. Si haces cosas de las que te arrepientes y sientes remordimientos, entonces esto podría hacerte perecer. Por consiguiente, da igual de qué asunto se trate, siempre has de comenzar tu entrada con la comprensión que debes tener sobre el asunto y con las verdades que debes entender. Si te sientes todo el tiempo angustiado, ansioso y preocupado por cosas como las enfermedades y vives envuelto en este tipo de emociones negativas, entonces debes empezar a buscar la verdad ahora mismo y resolver estos problemas lo antes posible.
La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (4)
La gente no sabe afrontar su muerte ni vivir de una forma que tenga sentido. Veamos, pues, la actitud de Dios ante la muerte de las personas. Independientemente del aspecto del deber que se cumpla, el objetivo de Dios es que la gente, en el transcurso de cumplir su deber, comprenda la verdad, la ponga en práctica, deseche su carácter corrupto, viva a semejanza de una persona normal y llegue al nivel necesario para alcanzar la salvación, en vez de precipitarse hacia la muerte. Algunas personas contraen una enfermedad grave o un cáncer, y piensan: “Dios me está pidiendo que muera y renuncie a vivir, ¡así que obedeceré!”. En realidad, Dios no dijo eso ni se le ocurrió semejante idea. No es más que un malentendido de la gente. ¿Y qué quiere Dios? Todo el mundo vive un determinado número de años, pero su esperanza de vida difiere. Todo el mundo muere cuando Dios lo decide, en el momento y lugar adecuados. Todo esto lo predestina Dios. Él hace que esto suceda de acuerdo con el tiempo de vida que ha predestinado para esa persona, así como el lugar y la forma de su muerte, en lugar de dejar que alguien muera por una cuestión arbitraria. Dios considera que la vida de una persona es muy importante y que también lo son su muerte y el final de su vida material. Todo esto lo predestina Dios. Desde este punto de vista, tanto si Dios le exige a la gente que cumpla su deber como que lo siga a Él, no le pide que se precipite hacia la muerte. ¿Qué significa esto? Que Dios no te exige que estés preparado para renunciar a vivir en cualquier momento por cumplir tu deber o esforzarte por Él, ni tampoco por Su comisión. No es preciso que hagas esos preparativos, que tengas semejante mentalidad ni, desde luego, que planees o pienses de ese modo, pues a Dios no le hace falta tu vida. ¿Por qué digo esto? Huelga decir que tu vida le pertenece a Dios, que Él te la concedió, así que ¿para qué la habría de querer recuperar? ¿Es valiosa tu vida? Desde la perspectiva de Dios, la cuestión no es si es valiosa o no, sino únicamente qué papel desempeñas tú en Su plan de gestión. En lo que respecta a tu vida, si Dios quisiera quitártela, podría hacerlo en cualquier momento, lugar e instante. Por tanto, la vida de cualquier persona es importante para ella misma, así como para sus deberes, obligaciones y responsabilidades, y también para la comisión de Dios. Por supuesto, también es importante para su papel en el plan de gestión de Dios en general. Aunque es importante, a Dios no le hace falta quitártela. ¿Por qué? Cuando te quitan la vida, te conviertes en una persona muerta y ya no tienes utilidad. Solo cuando estás vivo, viviendo entre la especie humana sobre la que Dios gobierna, puedes desempeñar el papel que te corresponde y cumplir con las responsabilidades y obligaciones que debes cumplir y los deberes que Dios te exige en esta vida. Solo cuando existes en esta forma, tu vida puede tener valor y dar cuenta de él. Así pues, no pronuncies a la ligera expresiones como “morir por Dios” o “dar mi vida por la obra de Dios”, ni las repitas ni las tengas en mente ni en lo más hondo del corazón; es innecesario. Cuando una persona quiere constantemente morir por Dios, ofrendarse y dar la vida por su deber, esto es lo más ruin, indigno y despreciable. ¿Por qué? Si tu vida ha terminado y ya no vives en esta forma carnal, ¿cómo puedes cumplir tu deber de ser creado? Si todo el mundo está muerto, ¿quién quedará para que Dios lo salve por medio de Su obra? Si no hay seres humanos que necesiten ser salvados, ¿cómo se llevará a cabo el plan de gestión de Dios? ¿Seguiría existiendo la obra de Dios para salvar al género humano? ¿Podría continuar? Desde estos puntos de vista, ¿no es importante que la gente cuide de su cuerpo y lleve una vida sana? ¿No merece la pena? Desde luego que sí, y la gente debería hacerlo. En cuanto a los idiotas que tranquilamente dicen: “En el peor de los casos, moriría por Dios”, y que son capaces de quitarle importancia a la muerte a la ligera, de renunciar a vivir y de maltratar su cuerpo, ¿qué clase de personas son? ¿Son gente rebelde? (Sí). Son la gente más rebelde que hay, a la cual hay que despreciar y desdeñar. Cuando alguien es capaz de afirmar alegremente que moriría por Dios, podría decirse que está pensando alegremente en poner fin a su vida, renunciar a su deber, renunciar a la comisión que Dios le ha confiado y evitar que se cumplan en él las palabras de Dios. ¿No es una forma necia de hacer las cosas? Tú puedes renunciar a tu vida alegremente y de buena gana y decir que quieres ofrendársela a Dios, pero ¿le hace falta a Dios que se la ofrendes? Si tu vida le pertenece a Dios y Él puede quitártela en cualquier momento, ¿de qué sirve ofrendársela? Si no se la ofrendas, pero Dios la necesita, ¿te la pedirá amablemente? ¿Será preciso que lo hable contigo? No. No obstante, ¿para qué querría Dios tu vida? Una vez que Dios recupere tu vida, ya no podrás cumplir tu deber y faltará una persona en el plan de gestión de Dios. ¿Le haría gracia y estaría satisfecho con ello? ¿A quién le haría gracia y estaría satisfecho realmente? (A Satanás). Si renuncias a tu vida, ¿qué puedes ganar con ello? ¿Y qué puede ganar Dios quitándotela? Si pierdes la ocasión de salvarte, ¿Dios sale ganando o perdiendo? (Perdiendo). Dios no sale ganando, sino perdiendo. Dios te permite, como ser creado, tener la vida y asumir el lugar de uno para cumplir con tu deber como tal, y así poder entrar en la realidad-verdad, someterte a Dios, comprender Sus intenciones y conocerlo, seguir Su voluntad, cooperar con Él en lograr Su obra de salvación del género humano y seguirlo hasta el final. Esto es rectitud, y estos son el valor y el sentido de la existencia de tu vida. Si tu vida existe y tú vives sanamente para esto, entonces es lo que más sentido tiene y, en lo que respecta a Dios, es auténtica consagración y cooperación: lo que más lo satisface a Él. Lo que Dios quiere es que un ser creado que viva en la carne se despoje de su carácter corrupto durante Su castigo y juicio, que rechace la infinidad de ideas falaces que le ha inculcado Satanás y que sea capaz de aceptar las verdades y exigencias de Dios, de someterse plenamente al dominio del Creador, de cumplir con el deber que corresponde a un ser creado y de convertirse en uno de verdad. Esto es lo que quiere Dios, y estos son el valor y el sentido de la existencia de la vida humana. Por consiguiente, para cualquier ser creado, la muerte no es el destino final. El valor y el sentido de la existencia de la vida humana no consisten en morir, sino en vivir para Dios, existir para Dios y para el propio deber, existir para cumplir los deberes y responsabilidades de un ser creado, seguir la voluntad de Dios y humillar a Satanás. Este es el valor de la existencia de un ser creado, así como el sentido de su vida.
En cuanto a las exigencias de Dios a las personas, la forma en que Dios trata la vida y la muerte de aquellas es completamente distinta a la expuesta en el dicho “muere con las botas puestas” de la cultura tradicional. Satanás desea constantemente que la gente muera. Se siente incómodo al ver a la gente viva y piensa constantemente en cómo cobrarse su vida. Una vez que las personas aceptan las ideas falaces de la cultura tradicional procedentes de Satanás, lo único que quieren es sacrificar sus vidas por su país y su nación, por su profesión, por amor o por sus familias. Desprecian constantemente sus propias vidas, están dispuestas a morir y a entregarlas en cualquier lugar y momento, y no consideran la vida que Dios les dio como lo más preciado y algo que haya que valorar. Incapaces de cumplir sus deberes y obligaciones en la vida, mientras todavía tienen la vida que Dios les ha dado, aceptan, por el contrario, las falacias y palabras endiabladas de Satanás, siempre con la intención de morir con las botas puestas y preparadas para hacerlo por Dios en cualquier momento. El caso es que, si realmente mueres, no lo haces por Dios, sino por Satanás, y Dios no te recordará: los vivos son los únicos que pueden glorificar a Dios, dar testimonio de Él, asumir el lugar propio de los seres creados y cumplir sus deberes, y, por tanto, no dejan tras de sí remordimiento alguno, pueden humillar a Satanás y dar testimonio de las maravillosas obras y la soberanía del Creador; los vivos son los únicos que pueden hacer estas cosas. Si tú ni siquiera tienes vida, todo esto deja de existir. ¿No es así? (Sí). Por ello, al postular el dicho sobre la conducta moral “muere con las botas puestas”, es incuestionable que Satanás está jugando con la vida humana y pisoteándola. Satanás no respeta la vida humana, sino que juega con ella para que las personas acepten ideas como la de “muere con las botas puestas”. Viven de acuerdo con esas ideas y no valoran su vida ni la consideran valiosa, de modo que renuncian alegremente a ella, lo más preciado que Dios les da. Esto es traicionero e inmoral. Mientras no haya llegado la fecha límite que Dios te ha predestinado, en ningún momento debes hablar a la ligera de renunciar a tu vida. Mientras te quede aliento, no te rindas, no abandones tu deber y no abandones la encomienda y comisión que Dios te ha confiado, pues la vida de todo ser creado existe únicamente para el Creador, Su soberanía, Su instrumentación y disposiciones y, asimismo, existe y da cuenta de su valor únicamente para dar testimonio del Creador y de Su obra de salvar al género humano. Ya ves que el punto de vista de Dios sobre la vida humana es completamente distinto al de Satanás. Entonces, ¿quién valora verdaderamente la vida humana? (Dios). Nadie sino Dios, mientras que la gente no sabe valorar su propia vida. Dios es el único que valora la vida humana. Aunque los seres humanos no sean entrañables ni dignos de amor y estén rebosantes de inmundicia, de rebeldía y de los numerosos tipos de ideas y puntos de vista absurdos que les ha inculcado Satanás, y aunque idolatren y sigan a Satanás tanto como para oponerse a Dios, sin embargo, como son creación de Dios y Él les otorga aliento y vida, solo Él valora la vida humana, solo Él ama a la gente y solo Él cuida y valora constantemente al género humano. Dios valora a los seres humanos —no sus cuerpos físicos, sino sus vidas— porque los seres humanos, a los que Dios ha dado vida, son los únicos que pueden, en última instancia, convertirse en seres creados que realmente lo adoren y den testimonio de Él. Dios tiene obras, comisiones y expectativas para las personas, dichos seres creados. Por tanto, Dios valora y atesora su vida. Esta es la verdad. ¿Lo entendéis? (Sí). Así pues, una vez que las personas logran comprender las intenciones de Dios el Creador, ¿no debe haber unos principios acerca de cómo deben tratar la vida de su cuerpo físico y cómo abordar las leyes y necesidades por las que este sobrevive? ¿En qué se fundamentan dichos principios? En las palabras de Dios. ¿Cuáles son los principios de su práctica? Por el lado pasivo, la gente debe abandonar los numerosos tipos de puntos de vista falaces que le ha inculcado Satanás, poner al descubierto y reconocer lo falaz de estos —como el dicho “muere con las botas puestas”—, que insensibilizan, perjudican y confinan a la gente, y abandonar esos puntos de vista; además, por el lado activo, debe comprender con precisión cuáles son las exigencias de Dios el Creador al género humano y fundamentar todos sus actos en las palabras de Dios. De este modo, la gente podrá practicar correctamente, sin extravíos, y perseguir sinceramente la verdad.
La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (12)
Si una persona desea tener una vida valiosa y significativa, debe perseguir la verdad. Ante todo, debe tener una visión correcta de la vida, además de los pensamientos y puntos de vista adecuados sobre los diversos asuntos grandes y pequeños a los que se enfrenta en la vida y en su senda vital. Además, debe contemplar todos estos asuntos desde la perspectiva y la postura adecuadas, en lugar de abordar los distintos problemas con los que se encuentra en el transcurso de su vida o en su cotidianeidad haciendo uso de pensamientos y puntos de vista extremos o radicales. Por supuesto, tampoco debe contemplar estas cosas desde una perspectiva secular, y en su lugar ha de desprenderse de pensamientos y puntos de vista tan negativos e incorrectos. […] Por dar un ejemplo, digamos que una persona contrae cáncer y tiene miedo a morir. Se niega a aceptar la muerte y le ora a Dios sin cesar para que la proteja de ella y alargue su vida unos cuantos años más. Lleva consigo las emociones negativas de angustia, preocupación y ansiedad en su vida diaria, aunque se las arregla para sobrevivir unos pocos años más, y así logra su objetivo y experimenta la felicidad que nace de evitar la muerte. Se siente afortunada y cree que Dios es muy bueno, que es realmente magnífico. Mediante sus propios esfuerzos, repetidas súplicas, amor y cuidado propios, elude la muerte y, al final, continúa viviendo, tal como deseaba. Expresa gratitud por la preservación, la gracia, el amor y la misericordia de Dios. Todos los días le da las gracias a Dios y se presenta ante Él para ofrecerle alabanzas por ello. A menudo llora mientras canta himnos y mientras reflexiona sobre las palabras de Dios, piensa en lo maravilloso que es Él: “En verdad, Dios controla la vida y la muerte; Él me ha permitido vivir”. Mientras desempeña su deber cada día, a menudo se plantea cómo anteponer el sufrimiento al placer, y cómo hacer para que le vaya mejor que a los demás en todo, para poder preservar su propia vida y evitar la muerte; acaba viviendo unos cuantos años más, y se siente bastante satisfecha y feliz. Sin embargo, un día su enfermedad empeora y el médico le da un ultimátum, y le aconseja que se prepare para el final. Ahora se enfrenta a la muerte, está realmente al borde de esta. ¿Cómo va a reaccionar? Su mayor miedo se ha apoderado de su persona, su mayor preocupación por fin se ha materializado. Ha llegado el día que más se resistía a contemplar y experimentar. En un instante, su corazón se hunde y su estado de ánimo toca fondo. Ya no está dispuesta a llevar a cabo su deber y no le quedan palabras para orar a Dios. Ya no quiere alabar a Dios, ni oírle decir palabras o verdades. Ya no cree que Dios sea amor, justicia, misericordia y bondad. Al mismo tiempo, siente remordimientos: “Todos estos años, me olvidé de comer buenos alimentos y de ir más a divertirme durante mi tiempo libre. Ahora ya no tengo la oportunidad de hacer esas cosas”. Su mente se llena de agravios y lamentaciones, y su corazón de dolor, así como de quejas, resentimiento y negación hacia Dios. Entonces, con remordimientos, deja este mundo. Antes de partir, ¿seguía Dios en su corazón? ¿Todavía creía en la existencia de Dios? (Ya no creía). ¿Cómo se llegó a esto? ¿Acaso no comenzó con los puntos de vista erróneos que tenía sobre la vida y la muerte desde el principio? (Sí). No solo defendió pensamientos y puntos de vista incorrectos al comienzo, sino que, lo que es aún más grave, después de esto siguió sus propios pensamientos y puntos de vista en su búsqueda futura, y se ajustó a estos. Nunca se dio por vencida, y siguió adelante y corrió por la senda equivocada sin mirar atrás. El resultado fue que al final perdió la fe en Dios; el trayecto de su fe llegó de esta manera a su fin, y así concluyó su vida. ¿Obtuvo la verdad? ¿La ganó Dios? (No). Cuando acabó muriendo, ¿cambiaron las perspectivas y actitudes hacia la muerte a las que se aferraba? (No). ¿Murió con consuelo, alegría y paz, o con pesar, desgana y amargura? (Murió con desgana y amargura). No ganó nada en absoluto. No alcanzó la verdad, y Dios tampoco la ganó. Entonces, ¿diríais que esta persona ha alcanzado la salvación? (No). No se ha salvado. Antes de su muerte, ¿acaso no corrió de aquí para allá y se gastó mucho? (Sí). Al igual que otras personas, creía en Dios y desempeñaba su deber, y en apariencia, no parecía haber ninguna diferencia entre ella y las demás. Cuando sufrió la enfermedad y la muerte, oró a Dios y aun así no abandonó su deber. Siguió trabajando, incluso al mismo nivel que antes. Sin embargo, hay algo que la gente debe entender y comprender. Los pensamientos y puntos de vista que albergaba esta persona eran sistemáticamente negativos y erróneos. Con independencia de la magnitud de su sufrimiento o del precio que pagara al desempeñar su deber, albergaba estos pensamientos y puntos de vista erróneos en su búsqueda. Estaba siempre gobernada por ellos y cargaba con sus emociones negativas en su deber; buscaba ofrecer el desempeño de su deber a Dios a cambio de su propia supervivencia, de lograr su objetivo. El objetivo de su búsqueda no era entender o ganar la verdad, o someterse a todas las instrumentaciones y arreglos de Dios. El objetivo de su búsqueda era justo lo contrario. Quería vivir de acuerdo con su propia voluntad y requerimientos, para obtener aquello que deseaba buscar. Quería arreglar y orquestar su propio destino e incluso su propia vida y muerte. Y así, al final, el resultado fue que no obtuvo nada en absoluto. No obtuvo la verdad y, en última instancia, negó a Dios y perdió la fe en Él. Incluso cuando se acercaba la muerte, seguía sin comprender cómo debe vivir la gente y cómo un ser creado debe tratar las instrumentaciones y arreglos del Creador. Eso es lo más lamentable y trágico acerca de ella. Incluso al borde de la muerte, no entendió que, a lo largo de la vida de una persona, todo está bajo la soberanía y los arreglos del Creador. Si el Creador quiere que vivas, aunque te aqueje una enfermedad mortal, no morirás. Si el Creador quiere que mueras, aunque seas joven, sano y fuerte, cuando llegue tu hora, vas a morir. Todo se halla bajo la soberanía y los arreglos de Dios, esta es Su autoridad, y nadie puede elevarse por encima de ella. Esta persona no consiguió comprender un hecho tan simple, ¿no es eso lamentable? (Sí). A pesar de creer en Dios, asistir a reuniones, escuchar sermones y desempeñar su deber, a pesar de su fe en la existencia de Dios, se negó repetidas veces a reconocer que el destino humano, incluyendo la vida y la muerte, está en manos de Dios y no sujeto a la voluntad humana. Nadie muere sencillamente porque así lo quiera, y nadie sobrevive solo porque quiera vivir y tema a la muerte. No logró captar un hecho tan simple, no consiguió desentrañarlo ni siquiera cuando se enfrentó a una muerte inminente, y siguió sin saber que la vida y la muerte de una persona no están determinadas por sí mismas, sino que dependen de la predestinación del Creador. ¿Acaso no es algo trágico? (Sí).
La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (6)
Si reconoces que eres un ser creado, debes prepararte para sufrir y pagar un precio por cumplir con tu responsabilidad de difundir el evangelio y por cumplir adecuadamente con tu deber. El precio podría consistir en padecer una dolencia física o una adversidad, sufrir persecuciones del gran dragón rojo o malentendidos de la gente mundana, así como las tribulaciones que se padecen al difundir el evangelio: traiciones, palizas e injurias, ser condenado e incluso hostigado y correr peligro de muerte. Es posible que, en el transcurso de la difusión del evangelio, mueras antes de la consumación de la obra de Dios y no llegues a ver el día de Su gloria. Debéis estar preparados para esto. No pretendo atemorizaros; es una realidad. Ahora que lo he dejado claro y lo habéis entendido, si todavía tenéis esta aspiración y estáis seguros de que no cambiará, y permanecéis fieles hasta la muerte, esto demuestra que tenéis cierta estatura. No deis por supuesto que la difusión del evangelio en estas naciones extranjeras con libertad religiosa y derechos humanos estará libre de peligro ni que todo lo que hagáis irá viento en popa, que todo tendrá la bendición de Dios y vendrá acompañado de Su gran poder y autoridad. Este es el material de las nociones e imaginaciones humanas. Los fariseos también creían en Dios, pero prendieron a Dios encarnado y lo crucificaron. Entonces, ¿qué cosas malas es capaz de hacerle el mundo religioso actual al Dios encarnado? Han hecho muchas, como juzgar a Dios, condenarlo o blasfemar contra Él; no hay nada malo de lo que no sean capaces. No olvidéis que los que prendieron al Señor Jesús y lo crucificaron eran creyentes. Fueron los únicos que tuvieron ocasión de hacer una cosa así. A los incrédulos no les importaban esas cosas. Fueron esos creyentes los que se confabularon con el gobierno para prender al Señor Jesús y crucificarlo. Por otro lado, ¿cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Los condenaron, golpearon, acusaron y ajusticiaron porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. No hablemos del fin último de esos mártires ni de la definición de su conducta por parte de Dios; en cambio, preguntémonos esto: al llegar al final, ¿las formas en que afrontaron el fin de su vida se correspondieron con las nociones humanas? (No). Desde la perspectiva de las nociones humanas, pagaron un precio muy grande por difundir la obra de Dios, pero al final los mató Satanás. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero es precisamente lo que les sucedió. Es lo que permitió Dios. ¿Qué verdad es posible buscar en esto? Que Dios permitiera que murieran así, ¿fue Su maldición y Su condena, o Su plan y Su bendición? Ninguna de las dos. ¿Qué fue? La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas. Los que creían en Dios morían de esa manera, ¿cómo se explica esto? Cuando mencionamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿se os entristece entonces el corazón y sentís un dolor oculto? Pensáis: “Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin y a tal resultado?”. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redención que Él realizó para toda la humanidad le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir Su evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor. La gente de hoy alberga miedo y preocupación, pero ¿de qué sirven esos sentimientos? Si Dios no necesita que hagas esto, ¿de qué te sirve preocuparte por ello? Si Dios necesita que lo hagas, no debes eludir ni rechazar esta responsabilidad. Debes cooperar de manera proactiva y aceptarla sin preocuparte. Muera como muera una persona, no debe morir ante Satanás ni tampoco en las manos de este. Si uno va a morir, debe morir en las manos de Dios. Las personas vinieron de Dios y a Él regresan; estos son el sentido y la actitud que ha de tener un ser creado. Esta es la verdad definitiva que hay que entender al difundir el evangelio y cumplir con el deber: hay que pagar con la propia vida por difundir y dar testimonio del evangelio de Dios encarnado, que lleva a cabo Su obra y la salvación de la humanidad. Si tienes esta aspiración, si puedes dar testimonio de este modo, es maravilloso. Si todavía no tienes esta clase de aspiración, debes, como mínimo, cumplir adecuadamente con la responsabilidad y el deber que tienes por delante y confiarle lo demás a Dios. Tal vez entonces, a medida que pasen los meses y años, aumenten tu experiencia y edad y ahondes en la comprensión de la verdad, te darás cuenta de que tienes la obligación y la responsabilidad de ofrecer tu vida, incluso hasta el último momento de esta, a la obra del evangelio de Dios.
Ahora es el momento adecuado para empezar a hablar de estos temas porque ya ha comenzado la difusión del evangelio del reino. Con anterioridad, en la Era de la Ley y en la Era de la Gracia, algunos antiguos profetas y santos dieron su vida para difundir el evangelio, así que aquellos nacidos en los últimos días también pueden dar la suya por la causa. No es algo nuevo o repentino, ni mucho menos un requerimiento excesivo. Se trata del deber que los seres creados deben cumplir y desempeñar. Esta es la verdad, es la más elevada verdad. Si lo único que haces es gritar consignas sobre lo que quieres hacer por Dios, cómo quieres cumplir con tu deber y cuánto quieres gastarte por Él, eso es inútil. Cuando te des de bruces con la realidad, cuando se te pida que sacrifiques la vida, ¿te quejarás en el último momento, estarás dispuesto, te someterás realmente? Esa es la prueba de tu estatura. Si justo antes de que te vayan a quitar la vida estás tranquilo, dispuesto y te sometes sin quejarte, si sientes que has cumplido con tus responsabilidades, obligaciones y deberes hasta el final, si tu corazón está alegre y en paz; si partes así, entonces, para Dios, no te has ido en absoluto. En cambio, vives en otro reino y en otra forma. Lo único que has hecho es cambiar tu manera de vivir. En ningún caso estás realmente muerto. Tal como lo ve el hombre: “Esta persona murió a una edad temprana, ¡qué pena!”. Pero a ojos de Dios, no has muerto ni has partido para sufrir. Por el contrario, has partido para disfrutar de las bendiciones y acercarte más a Dios. Como ser creado, a ojos de Dios ya has desempeñado satisfactoriamente tu deber, ahora ya lo has completado. Dios ya no necesita que sigas cumpliendo con tu deber entre las filas de los seres creados. Para Dios, tu “partida” no se llama “partida”, sino que eres “llevado”, “traído” o “conducido”, y eso es algo bueno.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes
Según las nociones humanas, se recompensa el bien y se castiga el mal, se recompensa a los buenos con el bien y a los malvados con el mal, y aquellos que no hacen el mal deberían ser recompensados con el bien y recibir bendiciones. Se diría que en todos los casos en que las personas no hacen el mal, deberían ser recompensadas con el bien; solo eso es la justicia de Dios. ¿Acaso no es esta la noción que tienen? Pero ¿y si no consiguen que se le recompense con el bien? ¿Dirías entonces que Dios no es justo? Por ejemplo, en los tiempos de Noé, Dios le dijo: “He decidido poner fin a toda carne, porque la tierra está llena de violencia por causa de ellos; y he aquí, voy a destruirlos juntamente con la tierra” (Génesis 6:13). Entonces le ordenó a Noé que construyera el arca. Después de que Noé aceptara la comisión de Dios y construyera el arca, una enorme tromba de agua cayó sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, el mundo entero quedó sumergido bajo las inundaciones y, con la excepción de Noé y los siete miembros de su familia, Dios destruyó a todos los humanos de su era. ¿Qué opinas de esto? ¿Dirías que Dios no es amoroso? Para el hombre, por muy corrupta que sea la humanidad, si Dios la destruye, eso significa que Él no es amoroso; ¿tiene razón al tener esta creencia? ¿Acaso no es absurda? Dios no amaba a aquellos a los que destruyó, pero ¿puedes decir con honestidad que no amaba a aquellos que sobrevivieron y lograron Su salvación? Pedro amaba a Dios hasta lo más profundo y Dios amaba a Pedro, ¿de verdad puedes decir que Dios no es amoroso? Dios ama a los que de veras lo aman, y odia y maldice a los que se oponen a Él y se niegan a arrepentirse. Dios posee tanto amor como odio, esa es la verdad. No se debe encasillar o juzgar a Dios según las nociones e imaginaciones de la humanidad, porque estas son sus formas de contemplar las cosas y en absoluto poseen ninguna verdad. A Dios hay que conocerlo por Su postura ante el hombre, por Su carácter y esencia. En absoluto se debe tratar de definir qué esencia tiene Dios a partir del aspecto externo de las cosas que Él hace y aborda. La humanidad está profundamente corrompida por Satanás; no conoce la esencia naturaleza de la humanidad corrupta, y mucho menos lo que la humanidad corrupta es ante Dios, ni cómo se la debe tratar conforme a Su carácter justo. Mira a Job, era un hombre justo y Dios lo bendijo. Esto fue la justicia de Dios. Satanás hizo una apuesta con Jehová: “¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No has hecho tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, verás si no te maldice en tu misma cara” (Job 1:9-11). Jehová Dios dijo: “Todo lo que tiene está en tu poder; pero no extiendas tu mano sobre él” (Job 1:12). Así que Satanás fue donde Job y lo atacó y lo tentó, y Job se enfrentó a pruebas. Se le desposeyó de todo lo que tenía, de sus hijos y sus propiedades, y se le llenó el cuerpo de úlceras. Entonces, ¿contenían las pruebas de Job el carácter justo de Dios? No se puede decir con claridad, ¿cierto? Incluso si eres una persona justa, Dios tiene derecho a someterte a pruebas y permitirte dar testimonio. El carácter de Dios es justo; Él trata a todos por igual. No es que las personas justas no necesiten someterse a pruebas, aunque puedan soportarlas, o que entonces deban ser protegidas; ese no es el caso. Dios tiene derecho a hacer que las personas justas pasen por pruebas. Tal es la revelación del carácter justo de Dios. Finalmente, cuando Job terminó de pasar por las pruebas y de dar testimonio de Jehová, este lo bendijo todavía más que antes, incluso mejor que antes, y le dio el doble de bendiciones. Además, Jehová se le apareció y le habló desde el viento, y Job lo vio como si lo tuviera delante. Fue una bendición que le concedió Dios. Fue la justicia de Dios. Si cuando Job terminó de pasar por las pruebas y Jehová contempló que Job había dado testimonio de Él en presencia de Satanás y lo avergonzó, Jehová se hubiera dado entonces la vuelta para marcharse, ignorándolo, y Job después no hubiera recibido bendiciones, ¿tendría esto la justicia de Dios? No importa que Job fuera bendecido o no después de las pruebas, o que Jehová se le apareciera o no; todo esto contiene la benevolencia de Dios. Tanto aparecer ante Job como no hacerlo, ambas cosas habrían sido la justicia de Dios. ¿En qué te basas tú, un ser creado, para imponer exigencias a Dios? La gente no está cualificada para imponer exigencias a Dios. No hay nada más irracional que imponer exigencias a Dios. Él hará lo que deba hacer y Su carácter es justo. La justicia no es en modo alguno justa ni razonable; no se trata de igualitarismo, de concederte lo que merezcas en función de cuánto hayas trabajado, de pagarte por el trabajo que hayas hecho ni de darte lo que merezcas a tenor de tu esfuerzo, esto no es justicia, es simplemente ser imparcial y razonable. Muy pocas personas son capaces de conocer el carácter justo de Dios. Supongamos que Dios hubiera eliminado a Job después de que este diera testimonio de Él: ¿Sería esto justo? De hecho, lo sería. ¿Por qué se denomina justicia a esto? ¿Cómo ve la gente la justicia? Si algo concuerda con las nociones de la gente, a esta le resulta muy fácil decir que Dios es justo; sin embargo, si considera que no concuerda con sus nociones —si es algo que no comprende—, le resultará difícil decir que Dios es justo. Si Dios hubiera destruido a Job en aquel entonces, la gente no habría dicho que Él era justo. En realidad, no obstante, tanto si la gente ha sido corrompida como si no, y si lo ha sido profundamente, ¿tiene que justificarse Dios cuando la destruye? ¿Debe explicar a las personas en qué se basa para hacerlo? ¿Debe Dios decirle a la gente las reglas que Él ha ordenado? No hay necesidad de ello. A ojos de Dios, alguien que es corrupto y que es susceptible de oponerse a Dios no tiene ningún valor; cómo lo maneje Dios siempre estará bien, y todo está dispuesto por Él. Si fueras desagradable a ojos de Dios, si dijera que no le resultas útil tras tu testimonio y, por consiguiente, te destruyera, ¿sería esta también Su justicia? Lo sería. Tal vez no sepas reconocerlo ahora mismo a partir de la realidad, pero debes entenderlo en doctrina. ¿Qué opináis? ¿Es la destrucción de Satanás a manos de Dios una expresión de Su justicia? (Sí). ¿Y si Él permitiera que Satanás perdurara? No os atrevéis a decir nada, ¿verdad? La esencia de Dios es la justicia. Aunque no es fácil comprender lo que hace, todo cuanto hace es justo, solo que la gente no lo entiende. Cuando Dios entregó a Pedro a Satanás, ¿cómo respondió Pedro? “La humanidad es incapaz de comprender lo que haces, pero todo cuanto haces tiene Tu benevolencia; en todo ello hay justicia. ¿Cómo sería posible que no alabara Tu sabiduría y Tus obras?”. Ahora debes ver que la razón por la que Dios no destruye a Satanás durante la época de Su salvación del hombre es que los seres humanos puedan ver con claridad cómo Satanás los ha corrompido y hasta qué punto lo ha hecho, y cómo Dios los purifica y los salva. En última instancia, cuando la gente haya comprendido la verdad y haya visto claramente el odioso semblante de Satanás, y haya contemplado el monstruoso pecado de la corrupción de Satanás sobre ellos, Dios destruirá a Satanás, mostrándoles Su justicia. El momento en que Dios destruye a Satanás rebosa del carácter y la sabiduría de Dios. Todo cuanto Él hace es justo. Aunque los humanos no sean capaces de percibir la justicia de Dios, no deben juzgarlo a su antojo. Si alguna cosa que haga les parece irracional o tienen nociones al respecto y por eso dicen que no es justo, están siendo completamente irracionales. Tú ya ves que a Pedro le parecían incomprensibles algunas cosas, pero estaba seguro de que la sabiduría de Dios estaba presente y que esas cosas albergaban Su benevolencia. Los seres humanos no pueden comprenderlo todo; hay muchísimas cosas que no pueden entender. Por lo tanto, no es fácil conocer el carácter de Dios.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte
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