31. Cómo practicar ser una persona honesta

Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días

Honestidad significa dar tu corazón a Dios; ser auténtico y abierto con Dios en todas las cosas, nunca esconder los hechos, no tratar de engañar a aquellos por encima y por debajo de ti, y no hacer cosas solo para ganarte el favor de Dios. En pocas palabras, ser honesto es ser puro en tus acciones y palabras, y no engañar ni a Dios ni al hombre. Lo que hablo es muy simple, pero es doblemente arduo para vosotros. Mucha gente preferiría ser condenada al infierno que hablar y actuar con honestidad. No es de extrañar que Yo tenga otro trato reservado para aquellos que son deshonestos. Por supuesto, sé muy bien lo difícil que es para vosotros ser honestos. Como todos sois tan inteligentes, tan buenos para juzgar a la gente con vuestra mezquina vara de medir, esto hace Mi obra mucho más simple. Y puesto que cada uno de vosotros alberga secretos en su corazón, entonces os enviaré uno por uno al desastre para ser “instruidos” por el fuego, para que a partir de ese momento creáis a muerte en Mis palabras. Por último, arrancaré de vuestra boca las palabras “Dios es un Dios fiel”, tras lo cual os golpearéis el pecho y os lamentaréis, diciendo: “¡Falso es el corazón del hombre!”. ¿Cuál será vuestro estado de ánimo en ese momento? Me imagino que no seréis tan triunfantes como sois ahora y que, mucho menos, seréis tan “profundos y abstrusos”. En presencia de Dios, algunas personas son mojigatas y decentes, se esfuerzan por ser “bien educados”, pero sacan los colmillos y blanden sus garras en presencia del Espíritu. ¿Contaríais a esas personas en las filas de los honestos? Si eres un hipócrita, alguien con habilidad para las “relaciones interpersonales”, entonces Yo te digo que definitivamente eres alguien que intenta jugar con Dios. Si tus palabras están llenas de excusas y justificaciones que nada valen, entonces Yo te digo que eres alguien muy poco dispuesto a practicar la verdad. Si tienes muchas confidencias que eres reacio a compartir, si eres tan reticente a dejar al descubierto tus secretos, —tus dificultades—, ante los demás para buscar el camino de la luz, entonces digo que eres alguien que no logrará la salvación fácilmente ni saldrá de las tinieblas. Si buscar el camino de la verdad te causa placer, entonces eres alguien que vive siempre en la luz. Si te sientes muy contento de ser un servidor en la casa de Dios, trabajando de forma diligente y concienzuda en la oscuridad, siempre dando y nunca quitando, entonces Yo te digo que eres un santo leal, porque no buscas ninguna recompensa y estás simplemente siendo una persona honesta. Si estás dispuesto a ser franco, si estás dispuesto a esforzarte al máximo, si eres capaz de sacrificar tu vida por Dios y mantenerte firme en tu testimonio, si eres honesto hasta el punto en que solo sabes satisfacer a Dios y no considerarte o tomar las cosas para ti mismo, entonces Yo digo que tales personas son las que se alimentan en la luz y vivirán para siempre en el reino.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tres advertencias

Hoy en día, la mayoría de las personas tienen demasiado temor a presentar sus acciones delante de Dios; aunque puedes engañar a Su carne, no puedes engañar a Su Espíritu. Cualquier asunto que no pueda resistir el escrutinio de Dios está en conflicto con la verdad y debe hacerse a un lado; no hacerlo así es cometer un pecado contra Dios. Así pues, debes poner tu corazón delante de Dios en todo momento: cuando oras, cuando hablas y te comunicas con tus hermanos y hermanas, y cuando llevas a cabo tu deber y te dedicas a tus asuntos. Cuando cumples con tus funciones, Dios está contigo y, siempre que tu intención sea correcta y sea para la obra de la casa de Dios, Él aceptará todo lo que hagas; debes dedicarte sinceramente a cumplir con tus funciones. Si, cuando oras, tienes un corazón amante de Dios y buscas el cuidado, la protección y el escrutinio de Dios, si todo esto es tu intención, tus oraciones serán eficaces. Por ejemplo, si, cuando oras en las reuniones, abres tu corazón y oras a Dios, y le dices lo que hay en tu corazón sin falsedades, entonces con toda seguridad tus oraciones serán eficaces. […]

Ser creyente en Dios significa que todo lo que haces debe ser llevado delante de Él y sometido a Su escrutinio. Si lo que haces puede ser llevado delante del Espíritu de Dios, pero no delante de Su carne, esto muestra que no te has sometido al escrutinio de Su Espíritu. ¿Quién es el Espíritu de Dios? ¿Quién es la persona de quien Dios da testimonio? ¿No son la misma persona? La mayoría los ve como dos seres separados, pues creen que el Espíritu de Dios es el Espíritu de Dios y que la persona de quien Dios da testimonio es meramente, un humano. Pero ¿acaso no te equivocas? ¿En nombre de quién obra esta persona? Aquellos que no conocen a Dios encarnado no tienen entendimiento espiritual. El Espíritu de Dios y Su encarnación son uno porque el Espíritu de Dios se ha materializado en la carne. Si esta persona no es amable contigo, ¿será amable el Espíritu de Dios? ¿Acaso no estás confundido? Hoy, todos aquellos que no pueden aceptar el escrutinio de Dios no pueden recibir Su aprobación, y aquellos que no conocen a Dios encarnado no pueden ser perfeccionados. Mira todo lo que haces y ve si puede ser llevado delante de Dios. Si no puedes llevar delante de Dios todo lo que haces, esto muestra que eres un hacedor de maldad. ¿Pueden los hacedores de maldad ser perfeccionados? Todo lo que haces —cada acción, cada intención y cada reacción— debe ser llevado delante de Dios. Incluso tu vida espiritual diaria —tus oraciones, tu cercanía con Dios, cómo comes y bebes las palabras de Dios, tu charla con tus hermanos y hermanas y tu vida dentro de la iglesia, además de tu servicio en colaboración— puede ser llevado delante de Dios para Su escrutinio. Es esta práctica la que te ayudará a crecer en la vida. El proceso de aceptar el escrutinio de Dios es el proceso de la purificación. Cuanto más puedas aceptar el escrutinio de Dios, más eres purificado y más estás de acuerdo con las intenciones de Dios, de modo que no serás atraído hacia el libertinaje y tu corazón vivirá en Su presencia. Cuanto más aceptes Su escrutinio, mayor es la humillación de Satanás y tu capacidad de rebelarte contra la carne. Así pues, la aceptación del escrutinio de Dios es una senda de práctica que las personas deben seguir. No importa lo que hagas, incluso cuando compartes con tus hermanos y hermanas, puedes llevar tus actos ante Dios y buscar Su escrutinio e intentar someterte a Dios mismo; esto hará que tu práctica sea mucho más correcta. Solo si llevas todo lo que haces delante de Dios y aceptas Su escrutinio, puedes ser alguien que vive en la presencia de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios perfecciona a quienes son conformes a Sus intenciones

Para perseguir ser una persona honesta, debes comportarte según los requerimientos de Dios; debes sufrir el juicio, el castigo y la poda. Cuando se limpie tu carácter corrupto y seas capaz de practicar la verdad y vivir según las palabras de Dios, solo entonces serás una persona honesta. Las personas que son ignorantes, necias e inocentes no son en absoluto personas honestas. Al exigir que la gente sea honesta, Dios les está pidiendo que posean una humanidad normal, que desechen su engaño y sus disfraces, que no mientan o engañen a los demás, que cumplan su deber con lealtad y sean capaces de amarlo y someterse a Él realmente. Solo estos individuos son el pueblo del reino de Dios. Dios exige que las personas sean los buenos soldados de Cristo. ¿Qué son los buenos soldados de Cristo? Deben estar equipados con la realidad-verdad y tener un solo corazón y mente con Cristo. En cualquier momento y lugar, deben ser capaces de exaltar a Dios y dar testimonio de Él, y de usar la verdad para librar la guerra contra Satanás. Deben estar del lado de Dios en todas las cosas, dar testimonio y vivir la realidad-verdad. Deben ser capaces de humillar a Satanás y ganar maravillosas victorias para Dios. Eso es lo que significa ser un buen soldado de Cristo. Los buenos soldados de Cristo son vencedores, son los que vencen a Satanás. Al exigir que las personas sean honestas y no falsas, Dios no les pide que sean necias, sino que se despojen de sus actitudes falsas, consigan someterse a Él y le den gloria. Esto es lo que se consigue practicando la verdad. No se trata de un cambio en el propio comportamiento, no es cuestión de hablar más o hablar menos, ni de cómo se actúa. Más bien, se trata de la intención que hay detrás de las palabras y las acciones de uno, de sus pensamientos e ideas, de sus ambiciones y deseos. Todo lo que pertenece a las revelaciones de las actitudes corruptas y al error se debe cambiar de raíz para que concuerde con la verdad. Si uno ha de lograr un cambio de carácter, debe ser capaz de calar la esencia del carácter de Satanás. Si puedes calar la esencia de un carácter falso, que es el carácter de Satanás y el rostro del diablo; si puedes odiar a Satanás y renunciar al diablo, entonces te será fácil despojarte de tu carácter corrupto. Si no sabes que hay un estado falso dentro de ti, si no reconoces las revelaciones de un carácter falso, entonces no sabrás cómo buscar la verdad para resolver esto, y te costará cambiar tu carácter falso. Primero debes reconocer qué cosas se revelan en ti, y de qué aspectos de un carácter corrupto se trata. Si lo que revelas pertenece a un carácter falso, ¿lo odiarías en tu corazón? Y, si lo haces, ¿cómo deberías cambiar? Tienes que podar tus intenciones y corregir tus puntos de vista. Primero debes buscar la verdad sobre este asunto, para así resolver tus problemas, esforzarte por lograr lo que pide Dios y satisfacerlo y convertirte en alguien que no intenta engañar a Dios ni a otras personas, ni siquiera a aquellas que son un poco necias o ignorantes. Tratar de engañar a alguien que es necio o ignorante es muy inmoral: te convierte en un diablo. Para ser una persona honesta, no debes engañar ni mentir a nadie. Con los demonios y Satanás, sin embargo, debes elegir tus palabras sabiamente; si no lo haces, eres propenso a que te dejen en ridículo y deshonres a Dios. Solo escogiendo sabiamente tus palabras y practicando la verdad podrás vencer y humillar a Satanás. Las personas que son ignorantes, necias y obstinadas nunca podrán comprender la verdad; solo pueden dejar que Satanás las desoriente, juegue con ellas, las pisotee y, en última instancia, las devore.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo conocer los seis tipos de actitudes corruptas es el auténtico autoconocimiento

¿Cuál es la práctica más importante para un individuo honesto? El acto de abrirle el corazón a Dios. Pero ¿qué significa abrirse? Significa compartir con Él tus pensamientos, tus intenciones y todo lo que te gobierna, y luego buscar la verdad de Dios. Él lo ve todo con excepcional claridad, con independencia de lo que reveles. Si puedes expresarle a Dios tus propios sentimientos, sincerarte con Él respecto a las cosas que les ocultas a los demás, enunciarlas claramente sin esconder nada, y expresar tus pensamientos tal y como son, sin ninguna intención, eso es ser abierto. A veces, hablar con honestidad puede hacer daño u ofender a los demás. En tales casos, ¿acaso alguien diría: “Hablas con demasiada honestidad, es demasiado doloroso y no puedo aceptarlo”? No. Aunque digas de vez en cuando cosas que de verdad hacen daño a los demás, si te sinceras y te disculpas, si reconoces que tus palabras carecían de sabiduría y que fuiste insensible con su debilidad, reconocerán que no tienes malas intenciones. Entenderán que eres una persona honesta que simplemente comunica de una manera un tanto directa y falta de tacto. No discutirán contigo y, en el fondo, les agradarás. De este modo, ¿pueden existir barreras entre vosotros? Si no existen barreras, se pueden evitar los conflictos y los problemas pueden resolverse con presteza, permitiéndote vivir en un estado de liberación y relajación. Esto es lo que significa que “solo la gente honesta puede vivir feliz”. Lo más importante de ser una persona honesta es sincerarte primero ante Dios y luego aprender a abrirte a los demás. Habla con honestidad, con sinceridad y desde el corazón. Esfuérzate por ser una persona digna, con talante e integridad, evita hablar usando cumplidos vacíos o de manera taimada, y abstente de expresarte de forma engañosa o equívoca. Otro aspecto de ser una persona honesta es cumplir con tu deber desde una postura y con un corazón honestos. Como poco, confía en tu conciencia para guiar tus acciones, esfuérzate por atenerte a los principios-verdad y por cumplir con los requerimientos de Dios. No basta con reconocer estas cosas solo de palabra, y limitarte a adoptar cierta postura no significa que estés practicando la verdad. ¿Dónde queda ahí la realidad de ser una persona honesta? Limitarse a entonar consignas sin tener la realidad no es suficiente. Al escrutar a cada individuo, Dios no solo observa su corazón, sino también sus acciones, conductas y prácticas. Si aseguras que deseas ser una persona honesta pero cuando te sucede algo sigues siendo capaz de mentir y engañar, ¿acaso es esa la conducta de una persona honesta? No, eso es decir una cosa, pero querer decir otra. Dices una cosa y haces otra, engañas a los demás descaradamente y actúas como un santurrón. Eres igual que los fariseos, que podían recitar las escrituras del derecho y del revés mientras se las explicaban a la gente, pero les resultaba imposible practicar de acuerdo con ellas cuando les ocurría algo. Siempre les impulsaba un deseo por los beneficios del estatus, no estaban dispuestos a renunciar a su fama, su ganancia y su estatus. Los fariseos eran así de hipócritas. No caminaban por la senda correcta, la suya no era la adecuada, y Dios detesta a los de su clase.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana

Para practicar ser una persona honesta, primero debes aprender a abrir tu corazón a Dios y a decirle palabras sinceras cada día en oración. Por ejemplo, si hoy has dicho una mentira que ha pasado desapercibida para otras personas, pero te ha faltado valor para abrirte delante de todo el mundo, como mínimo, deberías plantearte los errores que has examinado y descubierto y las mentiras que has contado ante Dios para reflexionar sobre todo ello, y decir: “Oh, Dios, he vuelto a mentir para proteger mis propios intereses, y estaba equivocado. Te ruego que me disciplines si vuelvo a mentir”. Dios se muestra encantado con esa postura y quedará en Su recuerdo. Puede que te suponga un denodado esfuerzo resolver este carácter corrupto de decir mentiras, pero no te preocupes, Dios está a tu lado. Te guiará y te ayudará a superar esta dificultad recurrente, proporcionándote el coraje para que pases de no reconocer nunca tus mentiras a hacerlo y ser capaz de revelarte abiertamente. No solo reconocerás tus mentiras, sino que también podrás revelar abiertamente por qué mientes, y la intención y los motivos detrás de tus mentiras. Cuando tengas el coraje para romper esta barrera, para romper la jaula y el control de Satanás, y alcanzar de manera paulatina un punto en el que ya no vuelvas a mentir, poco a poco llegarás a vivir en la luz, bajo la guía y bendición de Dios. Cuando rompas esa barrera de restricción carnal y seas capaz de someterte a la verdad, revelarte abiertamente, declarar en público tu posición y no tener reservas, estarás liberado y libre. Cuando vivas de este modo, no solo le vas a gustar a la gente, sino que Dios también estará complacido. Aunque puede que a veces cometas errores y cuentes mentiras, y a veces puede que sigas teniendo intenciones personales, motivos ocultos, o conductas y pensamientos egoístas y despreciables, serás capaz de aceptar el escrutinio de Dios, de revelar tus intenciones, tu estado actual y tus actitudes corruptas ante Él y de buscar la verdad que viene de Dios. Cuando hayas entendido la verdad, entonces tendrás una senda de práctica. Cuando tu senda de práctica sea la correcta y te muevas en la dirección adecuada, tu futuro será maravilloso y resplandeciente. De este modo, vivirás con paz en el corazón, tendrás nutrido el espíritu y te sentirás realizado y gratificado. Si no puedes liberarte de las limitaciones de la carne, si estás constreñido de un modo constante por los sentimientos, los intereses personales y las filosofías satánicas, si hablas y actúas de manera reservada y siempre te escondes en las sombras, entonces estás viviendo bajo el poder de Satanás. Sin embargo, si entiendes la verdad, te liberas de las limitaciones de la carne y practicas la verdad, poco a poco llegarás a poseer semejanza humana. Serás franco y directo en tus palabras y acciones, y podrás revelar tus opiniones, ideas y los errores que has cometido, permitiendo que todo el mundo los vea con claridad. Al final, reconocerán que eres una persona transparente. ¿Y qué es una persona transparente? Es alguien que habla con excepcional honestidad, a quien todo el mundo cree sincero en sus palabras. Aunque mienta o diga algo equivocado sin tener intención, se le perdona, sabiendo que fue sin pretenderlo. Si se da cuenta de que ha mentido o ha dicho algo equivocado, se disculpa y rectifica. Eso es una persona transparente. Se trata de alguien que gusta a todo el mundo, todos confían en ella. Debes alcanzar este nivel para ganarte la confianza de Dios y la de los demás. No es una tarea simple, se trata del nivel más alto de dignidad que puede poseer una persona. Alguien así se respeta a sí mismo. Si no eres capaz de ganarte la confianza de otras personas, ¿cómo esperas ganarte la de Dios? Hay individuos que llevan vidas deshonrosas, inventan mentiras constantemente y abordan las tareas de manera superficial. No tienen el menor sentido de la responsabilidad, se niegan a ser podados, siempre recurren a argumentos engañosos y no son del agrado de nadie con quien se encuentran. Viven sin ningún sentido de la vergüenza. ¿Acaso se les puede considerar seres humanos? Aquellos a los que los demás perciben como irritantes y carentes de fiabilidad han perdido por completo su humanidad. Si nadie puede depositar en ellos su confianza, ¿puede Dios confiar en ellos? Si despiertan antipatía en los demás, ¿pueden agradarle a Dios? A Dios no le gustan esas personas, las aborrece, y es inevitable que sean descartadas. Como ser humano, uno debe ser honesto y honrar los propios compromisos. Ya estén las acciones que uno desempeñe destinadas a los demás o a Dios, debe mantener su palabra. Cuando alguien se ha ganado la confianza de la gente y puede satisfacer y reafirmar a Dios, entonces es una persona relativamente honesta. Si eres de fiar en tus acciones, no solo les gustarás a los demás, sino que no cabe duda de que le vas a gustar también a Dios. Al ser un individuo honesto, puedes complacer a Dios y vivir con dignidad. Por tanto, la honestidad debe ser el punto de partida de la propia conducta.

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Para ser una persona honesta, primero debes exponer tu corazón de modo que todos puedan mirarlo, ver todo lo que estás pensando y contemplar tu verdadero rostro. No debes tratar de disfrazarte ni encubrirte a ti mismo. Solo entonces confiarán los demás en ti y te considerarán una persona honesta. Esta es la práctica más fundamental y un prerrequisito para ser una persona honesta. Si siempre estás fingiendo, aparentando santidad, nobleza, grandeza y una gran calidad humana; si no permites que nadie vea tu corrupción y tus fallos; si presentas una falsa imagen de ti a las personas, para que crean que tienes integridad, que eres grande, abnegado, justo y desinteresado, ¿acaso no es esto engaño y falsedad? ¿No será capaz la gente de calarte, con el tiempo? Así que no te pongas un disfraz y no te encubras. En su lugar, ponte al descubierto y desnuda tu corazón para que los demás lo vean. Si puedes abrir tu corazón para que otros lo vean, si puedes exponer todos tus pensamientos y planes, tanto positivos como negativos, entonces ¿no es eso honestidad? Si puedes exponerte para que otros te vean, entonces Dios también te verá. Dirá: “Si te has expuesto para que otros te vean, por tanto, no cabe duda de que también eres honesto delante de Mí”. Pero si solo te expones delante de Dios, fuera de la vista de los demás, y siempre finges ser grande y noble, o justo y desinteresado cuando estás con ellos, entonces ¿qué pensará de ti? ¿Qué dirá Él? Dirá: “Eres una persona completamente falsa. Eres totalmente hipócrita y vil y no eres una persona honesta”. Así pues, Dios te condenará. Si deseas ser una persona honesta, entonces, ya estés delante de Dios o de otra gente, debes ser capaz de dar una descripción pura y sincera de tu estado interno y de las palabras en tu corazón. ¿Es esto fácil de lograr? Requiere un periodo de formación, así como oración frecuente a Dios y confianza en Él. Debes formarte para decir las palabras en tu corazón de un modo sencillo y sincero en todas las cosas. Con este tipo de formación, puedes progresar. Si te topas con una dificultad importante, debes orar a Dios y buscar la verdad; tienes que luchar dentro de ti y vencer la carne hasta que puedas poner en práctica la verdad. Al prepararte de este modo, tu corazón se abrirá poco a poco. Te volverás cada vez más puro, y los efectos de tus palabras y acciones serán distintos a los de antes. Tus mentiras y tretas disminuirán cada vez más y podrás vivir ante Dios. Entonces te habrás vuelto, en esencia, una persona honesta.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica más fundamental de ser una persona honesta

Formarse a uno mismo para ser una persona honesta es fundamentalmente una cuestión de resolver el problema de contar mentiras, además de resolver el propio carácter corrupto. Hacer esto implica una práctica clave: cuando te das cuenta de que le has mentido a alguien y lo has engañado, debes abrirte, exponerte y disculparte. Esta práctica es muy beneficiosa para la resolución de la mentira. Por ejemplo, si has engañado a alguien o si había alguna adulteración o intención personal en las palabras que le dijiste, debes acercarte a él y diseccionarte. Debes decirle: “Lo que te conté era una mentira diseñada para proteger mi orgullo. Me sentí incómodo después de decirlo, así que ahora te pido disculpas. Por favor, perdóname”. A esa persona le parecerá bastante novedoso. Se preguntará cómo puede haber una persona que, habiendo dicho una mentira, se disculpe por ello. Admiran de verdad este tipo de valentía. ¿Qué beneficio se obtiene de realizar una práctica así? Su propósito no es ganarse la admiración de los demás, sino contenerse e inhibirse más eficazmente de mentir. Por eso, después de mentir, hay que practicar la disculpa por haberlo hecho. Cuanto más te formes para diseccionar, exponerte y pedir disculpas a la gente de esta manera, mejores serán los resultados, y el número de mentiras que digas será cada vez menor. Diseccionar y exponerte para ser una persona honesta y evitar mentir requiere valor, y pedir disculpas a alguien después de haberle mentido requiere aún más valor. Si practicáis esto durante uno o dos años —o quizás de tres a cinco—, tendréis garantizados resultados evidentes, y no os será difícil libraros de las mentiras. Deshacerse de las mentiras es el primer paso para convertirse en una persona honesta, y no puede darse sin tres o cinco años de esfuerzo. Una vez resuelto el problema de la mentira, el segundo paso es resolver el problema de la falsedad y el engaño. A veces, la falsedad y el engaño no requieren que una persona mienta; estas cosas solo pueden lograrse a través de la acción. Puede que, por fuera, una persona no mienta, pero que siga albergando la falsedad y el engaño en su corazón. Lo sabrán mejor que nadie, porque han pensado en ello a fondo y lo han considerado con detenimiento. Les resultará fácil reconocerlo tras una reflexión posterior. Una vez resuelto el problema de la mentira, resolver los problemas de la falsedad y el engaño será un poco más fácil en comparación. Pero uno debe poseer un corazón temeroso de Dios, porque el hombre se gobierna por la intención cuando se involucra en la falsedad y el engaño. Las personas no pueden percibir esto desde fuera, ni pueden discernirlo. Solo Dios puede examinarlo, y solo Él lo sabe. Por tanto, uno solo puede resolver los problemas de la falsedad y el engaño confiando en la oración a Dios y aceptando Su escrutinio. Si uno no ama la verdad ni teme a Dios en su corazón, dichos problemas no pueden ser resueltos. Puedes orar ante Dios y admitir tus errores, puedes confesar y arrepentirte, o puedes diseccionar tu carácter corrupto: declarar con sinceridad lo que estabas pensando en ese momento, lo que dijiste, cuál era tu intención, y cómo te involucraste en la falsedad. Todo esto es relativamente fácil de hacer. Sin embargo, si se te pide que te expongas ante otra persona, es posible que pierdas el valor y la resolución porque quieres salvar las apariencias. En ese caso, te resultará muy difícil abrirte y exponerte. Quizás seas capaz de admitir, de forma general, que a veces hablas o actúas basándote en tus propios objetivos e intenciones personales; que hay un grado de falsedad, adulteración, mentira o engaño en las cosas que haces o dices. Pero entonces, cuando ocurre algo y te obligan a diseccionarte a ti mismo, a exponer cómo se desarrollaron las cosas de principio a fin, a explicar cuáles de las palabras que dijiste eran engañosas, qué intención había detrás de ellas, qué estabas pensando y si estabas siendo malévolo o siniestro, no quieres entrar en detalles ni ofrecerlos. Algunas personas incluso restan importancia a ciertas cosas, diciendo: “Es así y ya está. Simplemente soy una persona falsa, insidiosa y poco fiable”. Esto demuestra su incapacidad para afrontar de forma adecuada su esencia corrupta, o lo falsos e insidiosos que son. Estas personas siempre están en un modo y un estado de evasión. Siempre se están perdonando y acomodando, y son incapaces de sufrir o pagar un precio por practicar la verdad de ser una persona honesta. Muchas personas llevan años predicando las palabras y la doctrina, diciendo siempre: “Soy tan falso e insidioso, a menudo actúo de forma engañosa, y no trato a la gente con sinceridad en absoluto”. Sin embargo, después de gritar eso durante tantos años, siguen siendo tan falsos como antes, porque nunca se oye de ellos una disección o remordimiento genuinos cuando revelan este estado falso. Nunca se exponen a los demás ni se disculpan después de mentir o engañar a la gente, y mucho menos comunican sobre su testimonio vivencial de autodisección y autoconocimiento en las reuniones. Tampoco dicen nunca cómo llegaron a conocerse a sí mismos o cómo se arrepintieron de tales asuntos. No hacen ninguna de estas cosas, lo que demuestra que no se conocen a sí mismos y que no se han arrepentido de verdad. Cuando dicen que son falsos y quieren ser personas honestas, se limitan a gritar consignas y a predicar doctrina, nada más. Puede ser que hagan estas cosas porque intentan nadar a favor de la corriente y seguir al rebaño. O puede ser que el entorno de la vida de iglesia los obligue a actuar por inercia y de forma superficial, y a fabricarse una fachada. En cualquier caso, esos que gritan eslóganes y predican doctrinas nunca se arrepentirán de verdad, y desde luego no podrán alcanzar la salvación de Dios.

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Para practicar la honestidad, debes tener una senda y un objetivo. Resuelve primero el problema de decir mentiras. Debes conocer la esencia que hay detrás de que digas esas mentiras. Debes además diseccionar qué intenciones y motivos te impulsan a decirlas, por qué tienes tales intenciones y cuál es su esencia. Cuando hayas aclarado todos estos temas, habrás comprendido a fondo los problemas de mentir, y cuando te suceda algo, tendrás principios de práctica. Si continúas con tal práctica y experiencia, entonces seguramente verás resultados. Un día dirás: “Resulta fácil ser honesto. ¡Ser falso es agotador! Ya no quiero ser una persona falsa, teniendo siempre que pensar qué mentiras decir y cómo encubrirlas. Es como ser una persona con una enfermedad mental, que se contradice cuando habla, alguien que no merece ser llamado ‘humano’. Esta clase de vida es muy agotadora y no quiero vivir más así”. En ese momento, tendrás la esperanza de ser realmente honesto, lo cual demostrará que has empezado a realizar progresos para ser una persona honesta. Es un avance. Por supuesto, algunos de vosotros, tras empezar a practicar, os avergonzaréis después de decir palabras honestas y exponeros. Se te pondrá la cara roja, te sentirás avergonzado y temerás que los demás se rían de ti. ¿Qué debes hacer entonces? Aun así, debes orar a Dios y pedirle que te dé fuerza. Dices: “Oh, Dios, quiero ser una persona honesta, pero temo que la gente se ría de mí al decir la verdad. Te pido que me salves de las ataduras de mi carácter satánico; permíteme vivir según Tus palabras, y ser libre y liberado”. Cuando ores de esta forma, habrá mucha más luminosidad en tu corazón y te dirás: “Es bueno poner esto en práctica. Hoy he practicado la verdad. Al fin, por una vez, he sido una persona honesta”. Conforme ores así, Dios te esclarecerá. Obrará en tu corazón y te conmoverá, permitiéndote comprender cómo es sentirse una persona honesta. Así es como debe ponerse en práctica la verdad. Al principio no tendrás ninguna senda, pero a través de la búsqueda de la verdad encontrarás una. Cuando la gente empieza a buscar la verdad, no necesariamente tiene fe. No tener una senda es duro para la gente, pero una vez que entienden la verdad y tienen una senda de práctica, sus corazones encuentran gozo en ella. Si son capaces de practicar la verdad y actuar de acuerdo con los principios, sus corazones encontrarán consuelo, y obtendrán libertad y emancipación.

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La práctica de la honestidad abarca muchos aspectos. En otras palabras, el estándar para ser honesto no se logra simplemente con un solo aspecto; debes estar a la altura en muchos otros antes de poder ser honesto. Algunas personas siempre piensan que basta con no mentir para ser honesto. ¿Es correcto este punto de vista? ¿Ser honesto consiste tan solo en no mentir? No, también tiene que ver con otros aspectos. En primer lugar, no importa a qué te enfrentes, ya sea a algo que hayas visto con tus propios ojos o a algo que otra persona te haya contado, ya sea a la hora de relacionarte con la gente o de resolver un problema, ya sea a la tarea que debas realizar o a algo que Dios te haya encomendado, siempre debes abordarlo con un corazón honesto. ¿Cómo hay que abordar las cosas con un corazón honesto? Di lo que piensas y habla con honestidad; no digas palabras vacías, pomposas o que suenen bonitas, no digas cosas falsas halagadoras o hipócritas, en cambio, di las palabras que hay en tu corazón. Esto es ser alguien honesto. Expresar los verdaderos pensamientos y opiniones que hay en tu corazón: esto es lo que se supone que hacen las personas honestas. Si nunca dices lo que piensas, y las palabras se enconan en tu corazón, y lo que dices no coincide siempre con lo que piensas, eso no es propio de una persona honesta. Por ejemplo, supón que no cumples bien con tu deber, y cuando la gente te pregunta qué pasa, dices: “Quiero cumplir bien con mi deber, pero por diversas razones no lo he hecho”. En realidad, en el fondo de tu corazón sabes que no has sido aplicado, pero no dices la verdad. En vez de eso, buscas todo tipo de razones, justificaciones y excusas para encubrir los hechos y evitar la responsabilidad. ¿Es ese el proceder de una persona honesta? (No). Engañas a la gente y sales del paso diciendo estas cosas. Pero la esencia de lo que hay dentro de ti, de las intenciones que hay en ti, es un carácter corrupto. Si no puedes sacar a la luz y analizar las cosas y las intenciones que hay dentro de ti, no se pueden purificar, y eso no es poca cosa. Debes hablar con la verdad: “He estado postergando un poco el cumplimiento de mi deber. He sido superficial y poco atento. Cuando estoy de buen humor, puedo esforzarme un poco. Cuando estoy de mal humor, aflojo y no quiero esforzarme, y ansío las comodidades de la carne. Así, mis intentos de cumplir con mi deber resultan ineficaces. La situación ha cambiado estos últimos días, y estoy intentando darlo todo, mejorar mi eficiencia y cumplir bien con mi deber”. Esto es hablar desde el corazón. La otra forma de hablar no era desde el corazón. Debido a tu miedo a ser podado, a que la gente descubra tus problemas y te hagan responsable, has buscado todo tipo de razones, justificaciones y excusas para encubrir los hechos, primero haciendo que otras personas dejen de hablar de la situación, y luego trasladando la responsabilidad a fin de evitar ser podado. Este es el origen de tus mentiras. En cualquier caso, parte de lo que digan los mentirosos será seguramente verdad y hechos. Pero algunas cosas clave que dicen contendrán un poco de falsedad y otro poco de sus motivaciones. Por lo tanto, es muy importante discernir y diferenciar lo que es verdadero de lo falso. Sin embargo, esto no es fácil de hacer. Una parte de lo que dicen estará contaminado y adornado, otra parte estará de acuerdo con los hechos y otra los contradirá; con la realidad y la ficción así mezcladas, es difícil distinguir lo verdadero de lo falso. Este es el tipo de persona más falsa, y la más difícil de identificar. Si no pueden aceptar la verdad o practicar la honestidad, sin duda serán descartados. ¿Qué senda debe elegir la gente entonces? ¿Cuál es el camino para practicar la honestidad? Debéis aprender a decir la verdad y ser capaces de hablar abiertamente sobre vuestros estados y problemas reales. Así es como practica la gente honesta, y tal práctica es correcta. Todas las personas que poseen conciencia y razón están dispuestas a esforzarse por ser honestas. Solo las que son honestas se sienten realmente alegres y tranquilas, y solo practicando la verdad para lograr la sumisión a Dios puede uno disfrutar de la auténtica felicidad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana

Al relacionarte con los demás, primero debes hacer que perciban tu corazón veraz y tu sinceridad. Si al hablar, trabajar juntos y establecer contacto con los demás, las palabras de alguien son superficiales, grandilocuentes, amables, aduladoras, irresponsables e imaginarias, o si simplemente habla para buscar el favor del otro, entonces sus palabras carecen de toda credibilidad y no tienen la menor sinceridad. Es su modo de relacionarse con los demás, sean quienes sean. Una persona así no tiene un corazón honesto. No es una persona honesta. Supón que alguien se halla en un estado negativo y te dice con sinceridad: “Dime por qué exactamente soy tan negativo. ¡Es que no lo entiendo!”. Y supongamos que, de hecho, en el fondo comprendes su problema, pero no se lo dices, sino que contestas: “No es nada. No estás siendo negativo; yo también suelo ponerme así”. Estas palabras suponen un gran consuelo para esa persona, pero la postura que adoptas no es sincera. Estás siendo superficial con ella, con tal de que se sienta cómoda y de proporcionarle consuelo, has evitado hablarle con honestidad. No la estás ayudando de veras ni estás exponiéndole claramente su problema, de modo que pueda dejar atrás su negatividad. No has hecho lo que debe hacer una persona honesta. Por intentar consolarla y asegurarte de que no exista ningún distanciamiento o conflicto entre vosotros, has sido superficial con ella, y eso no es ser una persona honesta. Entonces, ¿qué debes hacer en este tipo de situaciones para ser una persona honesta? Has de decirle lo que has visto e identificado: “Te diré lo que he visto y experimentado. Tú decides si tengo o no razón en lo que digo. Si no la tengo, no tienes que aceptarlo. Si la tengo, espero que lo hagas. Si digo algo que te resulte duro de escuchar y te duela, espero que seas capaz de aceptarlo de Dios. Tengo la intención y el objetivo de ayudarte. Veo claro el problema. Ya que te parece que se te ha humillado, y nadie alimenta tu ego y piensas que los demás te menosprecian, que se te está atacando y nunca te habías sentido tan ofendido, no lo aceptas y te vuelves negativo. ¿Qué opinas? ¿Se trata de esto realmente?”. Al oír esto, creen que, efectivamente, así es. Esto es lo que piensas en realidad, pero, si no eres honesto, no lo dices. Dirás: “A menudo también yo me vuelvo negativo”, y cuando la otra persona oye que todo el mundo se vuelve negativo, considera normal serlo ella y, al final, no supera la negatividad. Si eres una persona honesta y la ayudas con una actitud y un corazón honestos, puedes ayudarla a comprender la verdad y a olvidar la negatividad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana

Ser una persona honesta es una exigencia que le hace Dios al hombre. Es una verdad que el hombre debe practicar. ¿Cuáles son, entonces, los principios que debe seguir el hombre al tratar con Dios? Ser sincero. Este es el principio que debe seguirse cuando se interactúa con Dios. No caigas en la práctica de los no creyentes de halagar y adular; Dios no necesita que el hombre halague ni adule. Basta con ser sincero. ¿Y qué significa ser sincero? ¿Cómo hay que ponerlo en práctica? (Simplemente abrirse a Dios, sin colocar una fachada ni ocultar nada ni guardar ningún secreto, interactuando con Dios con un corazón honesto y ser franco, sin malas intenciones ni artimañas). Así es. Para ser sincero, antes debes dejar de lado tus deseos personales. En vez de centrarte en la forma en que Dios te trata, debes descubrirte ante Dios y decir lo que sea que tengas en el corazón. No medites ni tengas en cuenta las consecuencias de tus palabras; di lo que estés pensando, deja de lado tus motivaciones y no digas cosas solo para lograr algún objetivo. Tienes demasiadas intenciones y adulteraciones personales, siempre calculas la manera en la que hablas, considerando: “Debo hablar de esto y no de aquello, debo tener cuidado con lo que digo. Lo expresaré de manera que me beneficie, que cubra mis defectos y deje una buena impresión en dios”. ¿No es esto albergar motivos? Antes de abrir la boca, vuestra mente se llena de pensamientos tortuosos, modificáis varias veces lo que queréis decir, de modo que cuando las palabras salen de vuestra boca ya no son tan puras y no son en absoluto auténticas, pues contienen vuestras propias motivaciones y las artimañas de Satanás. Esto no es ser sincero, sino tener motivos siniestros y albergar malas intenciones. Es más, cuando hablas, siempre te basas en las expresiones faciales de la gente y en la mirada en sus ojos: si tienen una expresión positiva en su rostro, continúas hablando; si no, te aguantas y no dices nada; si la mirada en sus ojos es negativa y parece que no les gusta lo que están oyendo, lo piensas y te dices a ti mismo: “Bueno, diré algo que te interese, que te haga feliz, que te guste y que te haga tener una buena disposición hacia mí”. ¿Acaso es esto ser sincero? No. Algunas personas, cuando ven a alguien hacer el mal y provocar perturbación en la iglesia, no lo reportan. Piensan: “Si yo fuese el primero en reportarlo, ofendería a esa persona y, si resultara estar equivocado, me tendrían que podar. Esperaré a que otros lo reporten y me sumaré a ellos. Incluso si estamos equivocados, no será tan grave; después de todo, no se puede condenar a una multitud. Como afirma el dicho: ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’. Yo no seré esa primera espiga. Hay que ser un tonto para insistir en sobresalir”. ¿Eso es ser sincero? Desde luego que no lo es. Una persona así es astuta, ciertamente; si se convirtiera en un líder en la iglesia, en una persona a cargo, ¿no le causaría una pérdida a la obra de la iglesia? Claro que sí. Tal persona no debería ser usada bajo ningún concepto. ¿Podéis discernir a esta clase de persona? Pongamos, por ejemplo, que hay un líder que ha hecho algunas cosas malas y ha perturbado la obra de la iglesia; sin embargo, nadie comprende qué está sucediendo realmente con esta persona, y lo Alto tampoco está al tanto de cómo es; solo tú sabes lo que ocurre con ella. ¿De verdad transmitirías el problema a lo Alto en esas circunstancias? Este problema es el que más pone en evidencia al hombre. Pongamos que tú ocultas el asunto y no le dices nada a nadie, ni siquiera a Dios, y esperas hasta que llegue el día en que el líder haya hecho tanto mal que haya arruinado la obra de la iglesia y ya todos lo hayan desenmascarado y se hayan encargado de él, y solo entonces te pones de pie y dices: “Yo siempre supe que no era una buena persona. Es solo que algunas personas creían que sí lo era; si hubiese dicho algo, nadie me hubiera creído. Por eso no alcé la voz. Ahora que ha hecho algunas cosas malas y todos se dan cuenta de quién es, puedo hablar de lo que realmente está sucediendo con él”. ¿Estás siendo sincero? (No). Si, cada vez que se sacan a la luz los problemas de alguien o que se reporta un problema, tú sigues a la multitud y eres el último en levantarte y dejarlo en evidencia o en reportar el asunto, ¿estás siendo sincero? Nada de eso es ser sincero. Si desarrollas antipatía hacia alguien o alguien te ha ofendido y sabes que no es una persona malvada, pero, por tu mezquindad, empiezas a odiarlo y deseas vengarte y ponerlo en ridículo, puede que pienses en maneras de decirle algunas cosas malas sobre él a lo Alto y que busques la oportunidad de hacerlo. Puede que solo estés exponiendo los hechos y no condenando a la persona, pero, cuando expones esos hechos, se revela tu intención: quieres servirte de la mano de lo Alto o hacer que Dios diga algo para encargarte de ella. Reportando los problemas a lo Alto, buscas lograr tu objetivo. Esto está obviamente contaminado por intenciones personales y, sin duda, no es ser sincero. Si es una persona malvada que está perturbando la obra de la iglesia y tú la reportas a lo Alto para proteger esa obra y, además, los problemas sobre los que informas son completamente verídicos, es diferente a que manejes las cosas por medio de filosofías satánicas. Esto nace de un sentido de la rectitud y de la responsabilidad y es la realización de tu lealtad; de esta manera se manifiesta ser sincero.

La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (II)

Si alguien es sincero y recto, entonces es honesto. Le ha abierto por completo a Dios su corazón y su alma, y no tiene nada que esconder ni de lo que esconderse. Le ha entregado su corazón a Dios y se lo ha mostrado, es decir, le ha entregado a Él todo su ser. Así pues, ¿puede seguir distanciado de Dios? No, no puede, y, por lo tanto, le resulta fácil someterse a Dios. Si Dios dice que es falso, esa persona lo admite. Si Él dice que es arrogante y sentencioso, también lo reconoce; y no se limita a admitir estas cosas y ya está: es capaz de arrepentirse, de luchar por los principios-verdad, de rectificarse al darse cuenta de que está equivocado y de corregir sus errores. Sin darse cuenta, habrá corregido muchos de sus hábitos erróneos, y será cada vez menos falso, engañoso y superficial. Cuanto más tiempo viva así, más sincero y honrado se volverá y más cerca estará de la meta de convertirse en una persona honesta. Eso es lo que significa vivir en la luz. ¡Toda esta gloria va para Dios! Cuando las personas viven en la luz, eso es obra de Dios, no es algo de lo que puedan jactarse. Cuando viven en la luz, comprenden todas las verdades, tienen un corazón temeroso de Dios, saben que deben buscar y practicar la verdad en cada asunto con el que se encuentran, y viven con conciencia y razón. Aunque no se les puede llamar personas justas, a ojos de Dios tienen cierta semejanza humana y, como mínimo, sus palabras y actos no compiten con Él, pueden buscar la verdad cuando algo les sucede y tienen un corazón sumiso a Dios. En consecuencia, están relativamente a salvo y seguros, y no podrían traicionar a Dios. Aunque no tienen una comprensión muy profunda de la verdad, son capaces de obedecer y someterse, tienen un corazón temeroso de Dios y pueden evitar el mal. Cuando se les asigna una tarea o un deber, son capaces de hacerlo de todo el corazón y con toda la mente, y lo hacen lo mejor que pueden. Este tipo de persona es digna de confianza y Dios confía en ella; la gente así vive en la luz. ¿Son capaces de aceptar el escrutinio de Dios aquellos que viven en la luz? ¿Le seguirán ocultando su corazón a Dios? ¿Todavía tienen secretos que no pueden contarle? ¿Siguen teniendo algún truco turbio bajo la manga? Nada de eso. Se han sincerado por completo con Dios, y no hay nada que sigan escondiendo o que hayan ocultado de la vista. Pueden confiar sinceramente en Dios, hablar con Él acerca de cualquier cosa y contárselo todo. No hay nada que no le digan a Dios y que no le muestren. Cuando las personas son capaces de alcanzar este nivel, sus vidas se vuelven fáciles, libres y liberadas.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte

¿Puedes ser una persona honesta solo con decirlo? (No, debes mostrar las manifestaciones de una persona honesta). ¿Cuáles son las manifestaciones de una persona honesta? Primero, no tener dudas acerca de las palabras de Dios. Esa es una de las manifestaciones de una persona honesta. Además de esto, la manifestación más importante es buscar y practicar la verdad en todo: esto es crucial. Dices que eres honesto, pero siempre pasas por alto las palabras de Dios y simplemente haces lo que te parece. ¿Acaso es esa la manifestación de una persona honesta? Dices: “Aunque tengo poco calibre, tengo un corazón honesto”. Y, sin embargo, cuando te llega un deber te da miedo sufrir y asumir la responsabilidad si no lo haces bien, por eso pones excusas para evadir tu deber o sugieres que lo haga otro. ¿Es esta la manifestación de una persona honesta? Claramente, no lo es. Entonces, ¿cómo debería comportarse una persona honesta? Debe someterse a los arreglos de Dios, ser leal al deber que le corresponde cumplir, y esforzarse por satisfacer las intenciones de Dios. Esto se manifiesta de diferentes maneras. Una es aceptar tu deber con un corazón honesto, no considerar tus intereses carnales, no ser desganado en él, y no conspirar por tu propio bien. Estas son manifestaciones de honestidad. Otra es dedicar todo el corazón y todas tus fuerzas a cumplir bien con tu deber, haciendo las cosas en forma adecuada y poniendo el corazón y tu amor en el deber a fin de satisfacer a Dios. Estas son las manifestaciones que debería tener una persona honesta cuando cumple con su deber. Si no llevas a cabo lo que conoces y entiendes, y si solo dedicas un esfuerzo del 50 o 60 por ciento, entonces no estás poniendo todo el corazón y la fuerza en ello. En cambio, eres astuto y holgazaneas. ¿Son honestas las personas que cumplen con su deber de esta manera? En absoluto. A Dios no le sirven de nada las personas escurridizas y falsas; estas deben descartarse. Dios solo usa a las personas honestas para cumplir deberes. Incluso los contribuyentes de mano de obra leales han de ser honestos. Los que son siempre superficiales, astutos y que buscan maneras de holgazanear, son todos gente falsa, y son todos unos demonios. Ninguno de ellos cree de verdad en Dios y todos deben descartarse. Alguna gente piensa: “Ser una persona honesta es sencillamente decir la verdad y no contar mentiras. En realidad es fácil ser una persona honesta”. ¿Qué te parece esta opinión? ¿Ser una persona honesta es algo tan limitado? En absoluto. Debes revelar tu corazón y dárselo a Dios; esta es la actitud que una persona honesta debe tener. Es por ello que un corazón honesto es muy valioso. ¿Qué implica esto? Que un corazón honesto puede controlar tu comportamiento y cambiar tu estado. Te puede conducir a hacer las elecciones correctas y a someterte a Dios y ganar Su aprobación. Un corazón como este es verdaderamente preciado. Si tienes un corazón honesto como este, entonces ese es el estado en el que debes vivir, así es como debes comportarte y así es como debes entregarte.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte

Debes ser una persona honesta, debes tener sentido de la responsabilidad al enfrentarte a los problemas e intentar por todos los medios posibles buscar la verdad para resolverlos. No debes ser una persona astuta bajo ningún concepto. Si solo te preocupas de eludir la responsabilidad y de lavarte las manos cuando surgen problemas, incluso los no creyentes te condenarían por este comportamiento, ¡ya no digamos en la casa de Dios! Él va a condenar y maldecir este comportamiento con total seguridad, y el pueblo escogido de Dios lo detesta y rechaza. A Dios le gustan los honestos y detesta a los falsos y escurridizos. Si eres una persona astuta y te comportas de manera escurridiza, ¿acaso Dios no te detestará? ¿La casa de Dios dejará que eludas las consecuencias? Tarde o temprano tendrás que rendir cuentas. A Dios le agradan los honestos y le desagradan los astutos. Todo el mundo debería entender esto claramente y dejar de ser atolondrado y de hacer tonterías. La ignorancia momentánea es excusable pero, si una persona no acepta la verdad en absoluto, entonces es demasiado obstinada. Los honestos pueden asumir la responsabilidad. No se preocupan de sus propios beneficios y pérdidas, solo salvaguardan la obra y los intereses de la casa de Dios. Tienen un corazón bondadoso y honesto que es como un recipiente de agua cristalina cuyo fondo puede verse de un vistazo. También hay transparencia en sus actos. Una persona falsa se comporta de una manera escurridiza, se dedica siempre a fingir, se oculta y esconde cosas, y se enmascara increíblemente bien. Nadie puede desentrañar a esta clase de persona. La gente no puede dilucidar los pensamientos en tu interior, pero Dios puede escrutar lo más profundo de tu corazón. Cuando Él ve que no eres una persona honesta, que eres algo escurridiza, que nunca aceptas la verdad, que siempre te dedicas a engañarlo y nunca le entregas tu corazón, no le gustas a Dios, te detesta y te abandona. ¿Qué clase de personas son aquellas que prosperan entre los no creyentes? ¿Y aquellas que tienen labia e ingenio? ¿Lo veis claro? ¿Cuál es su esencia? Se puede decir que son todas extraordinariamente inescrutables, falsas y astutas hasta el extremo, que son auténticos diablos y satanases. ¿Podría Dios salvar a la gente así? No hay nada que Dios deteste más que a los diablos, a las personas falsas y astutas, y no cabe duda de que no las va a salvar. No debéis ser así en ningún caso. Aquellos que siempre se muestran observadores y alertas cuando hablan, que son diestros y hábiles y desempeñan un papel para ajustarse a la ocasión cuando manejan sus asuntos; esos, te digo, son aquellos a los que más aborrece Dios, la gente así está más allá de la salvación. Respecto a todos aquellos que pertenecen a la categoría de falsos y astutos, por muy bien que suenen sus palabras, estas no dejan de ser engañosas, endiabladas. Cuanto más bonitas suenan sus palabras, más diabólicos y satanases son tales personas. Este es exactamente el tipo de persona que Dios más detesta. Esto es tal que así. A ver qué me decís de esto: ¿puede la gente falsa, que miente a menudo y tiene labia obtener la obra del Espíritu Santo? ¿Puede obtener el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo? Por supuesto que no. ¿Cuál es la actitud de Dios hacia las personas que son falsas y astutas? Las desdeña, las aparta y no les presta atención, las considera de la misma clase que los animales. A ojos de Dios, tales personas simplemente visten piel humana y, en su esencia, son diablos y satanases, son cadáveres andantes, y Dios no las salvará en ningún caso.

La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)

Cuando cumplen su deber o cualquier trabajo ante Dios, las personas han de tener un corazón puro. Debe ser como un cuenco de agua fresca, cristalina, sin impurezas. Entonces, ¿qué clase de postura es la correcta? Hagas lo que hagas, puedes debatir con los demás lo que habita en tu corazón, sean cuales sean las ideas que tengas. Si alguien dice que tu manera de hacer las cosas no va a funcionar y propone otra idea, y si te parece que se trata de una bastante buena, entonces renuncias a tu propio método y haces las cosas conforme a su propuesta. Si obras así, todo el mundo se da cuenta de que eres capaz de aceptar sugerencias de otros, de elegir la senda correcta, de actuar según los principios y con transparencia y claridad. No existe oscuridad en tu corazón, y obras y hablas con sinceridad, apoyándote en una postura de honestidad. Llamas a las cosas por su nombre. Lo que es, es; lo que no es, no es. Sin trucos ni secretos, tan solo una persona muy transparente. ¿Acaso no es esa una actitud? Se trata de una postura respecto a la gente, los acontecimientos y las cosas que es representativa del carácter de la persona. Por otro lado, puede que alguien nunca se abra y no comunique a los demás lo que piensa, y que en todo lo que haga nunca consulte con nadie, sino que mantienen el corazón cerrado para los demás, siempre en aparente guardia hacia ellos en todo momento. Se protege todo lo posible. ¿No es esta una persona falsa? Por ejemplo, se le ocurre una idea que le parece ingeniosa, y piensa: “Por ahora, me la guardo para mí. Si la comparto, a lo mejor la usáis y me quitáis protagonismo, y eso no me vale. Os la ocultaré”. O si hay algo que no entiende del todo, piensa: “No hablaré ahora. Si hablo y alguien dice algo más sublime, ¿no pareceré tonto? Todos me conocerán, verán mi debilidad en esto. No debo decir nada”. Con independencia de las apreciaciones, sea cual sea el motivo subyacente, tiene miedo de que todos lo conozcan. Siempre se plantea el deber y la gente, los acontecimientos y las cosas con esta perspectiva y esta actitud. ¿Qué tipo de carácter es este? Un carácter torcido, falso y perverso. A primera vista, parecen haberle dicho a los demás todo lo que creen que pueden decir, pero bajo la superficie, se guardan algunas cosas. ¿Qué se guardan? Nunca dicen cosas que afecten a su reputación e intereses, les parecen temas privados y nunca hablan de ellos con nadie, ni siquiera con sus padres. Nunca dicen tales cosas. Eso supone un problema. ¿Crees que si no dices estas cosas Dios no las va a saber? Dicen que Dios las sabe, ¿pero están seguros en su corazón de que es así? Nunca se dan cuenta de que: “Dios lo sabe todo, lo que pienso en mi corazón, aunque no lo haya revelado, Él lo escruta en secreto, lo sabe perfectamente. No puedo esconderle nada a Dios, así que debo alzar la voz, compartir abiertamente con mis hermanos y hermanas. Con independencia de si mis pensamientos e ideas son buenos o malos, debo decirlos desde la verdad, no puedo ser torcido, falso, egoísta y despreciable, he de ser una persona honesta”. La postura adecuada es pensar de esta manera. En vez de buscar la verdad, la mayoría de la gente tiene sus propios planes mezquinos. Sus propios intereses, su imagen y el lugar o posición que ocupan en la mente de los demás tienen gran importancia para ellos. Estas son las únicas cosas que aprecian. Se aferran a ellas con mucha fuerza y las consideran como su propia vida. Y cómo los vea o los trate Dios tiene para ellos una importancia secundaria. Es algo que, de momento, ignoran. Lo único que les importa es si son el jefe del grupo, si otros los admiran y si sus palabras tienen peso. Su primera preocupación es la de ocupar esa posición. Cuando se encuentran en un grupo, casi todas las personas buscan este tipo de posición, este tipo de oportunidades. Si tienen un gran talento, por supuesto que quieren estar en lo más alto; si tienen una capacidad normal, querrán tener una posición superior en el grupo; y si están en una posición baja, siendo de calibre y habilidades normales, también desearán que los demás los admiren, no querrán que los miren por encima del hombro. La imagen y la dignidad de estas personas es donde marcan el límite: tienen que aferrarse a tales cosas. Puede que no tengan integridad, y no posean ni la aprobación ni la aceptación de Dios, pero en absoluto pueden perder entre los demás el respeto, el estatus o la estima por los que se han esforzado. Ese es el carácter de Satanás. Sin embargo, las personas no son conscientes de ello. Creen que tienen que aferrarse a ese poquito de imagen hasta el final. No son conscientes de que solo cuando renuncien por completo a estas cosas vanas y superficiales y las den de lado, se convertirán en una persona real. Si una persona protege como a su vida estas cosas que deberían desecharse, su vida está perdida. Desconocen lo que está en juego. Y así, cuando actúan, siempre se guardan algo, siempre tratan de proteger su propia imagen y estatus, los colocan en primer lugar, hablan solo para sus propios fines, para su propia defensa espuria. Lo hacen todo para ellos mismos. Se lanzan hacia cualquier cosa que destaque, para hacer saber a todo el mundo que formaron parte de ella. En realidad no tuvieron nada que ver, pero jamás quieren quedar en segundo plano, siempre tienen miedo de que los demás los desprecien, temen siempre que los demás digan que no son nada, que no son capaces, que no tienen aptitudes. ¿Acaso no está todo esto dirigido por sus actitudes satánicas? Cuando seas capaz de desprenderte de cosas como la imagen y el estatus, estarás mucho más relajado y libre; habrás puesto el pie en la senda de ser honesto. Pero para muchos, no es algo fácil de conseguir. Cuando aparece la cámara, por ejemplo, las personas se lanzan a ponerse delante; les gusta que les enfoque, cuanto más lo haga, mejor. Temen que no sea suficiente, y pagarán el precio que sea necesario para tener la oportunidad de que así sea. ¿Y acaso no está todo ello dirigido por sus actitudes satánicas? Estas son sus actitudes satánicas. Entonces logras estar en el foco, ¿y ahora qué? La gente piensa bien de ti, ¿y qué? Te idolatran, ¿y qué? ¿Demuestra algo de esto que poseas la realidad-verdad? No tiene ningún valor. Cuando puedas superar estas cosas, cuando te vuelvas indiferente hacia ellas y ya no las consideres importantes, cuando la imagen, la vanidad, el estatus y la admiración de las personas ya no controlen tus pensamientos y tu comportamiento, y mucho menos la forma en que cumples con tu deber, entonces serás cada vez más eficaz y más puro en el cumplimiento de esos deberes.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte

Si eres alguien que ama la verdad y que es capaz de aceptarla, ser una persona honesta no será demasiado difícil. Te parecerá mucho más fácil. Aquellos con experiencia personal saben muy bien que las mayores barreras para ser una persona honesta son la insidia de la gente, su engaño, su malicia y sus intenciones despreciables. Mientras permanezcan estas actitudes corruptas, será muy difícil ser una persona honesta. Todos vosotros os estáis formando para ser personas honestas, así que tenéis cierta experiencia en esto. ¿Cómo han sido vuestras experiencias? (Cada día escribo toda la basura y las mentiras que he dicho. Luego me examino y autodisecciono. He descubierto que detrás de la mayoría de esas mentiras hay algún tipo de intención, y que las he contado por vanidad y para salvar las apariencias. Aunque soy consciente de que lo que digo no se ajusta a la verdad, no puedo evitar mentir y fingir). Esto es lo difícil de ser una persona honesta. Que seas o no consciente de ello no es importante; lo fundamental es que sigues mintiendo obstinadamente sabiendo que lo que haces está mal, a fin de conseguir tus objetivos y para mantener tu propia imagen y las apariencias, y si aseguras que ignoras que lo haces, estás mintiendo. La clave para ser una persona honesta es resolver tus motivaciones, tus intenciones y tus actitudes corruptas. Esta es la única manera de resolver de raíz el problema de contar mentiras. Lograr los propios objetivos personales, es decir, beneficiarse personalmente, sacar provecho de una situación, quedar bien o ganarse la aprobación de los demás: esas son las intenciones y los objetivos de las personas cuando mienten. Esta manera de mentir revela un carácter corrupto, y este es el discernimiento que necesitas con respecto a decir mentiras. Entonces, ¿cómo se debe resolver este carácter corrupto? Todo depende de si amas o no la verdad. Si puedes aceptar la verdad y hablar sin defenderte a ti mismo; si puedes dejar de considerar tus propios intereses y en su lugar considerar la obra de la iglesia, las intenciones de Dios y los intereses del pueblo escogido de Dios, entonces dejarás de decir mentiras. Serás capaz de hablar con sinceridad y sin rodeos. Sin esta estatura, no serás capaz de hablar con sinceridad, lo cual demuestra que te falta estatura y que eres incapaz de practicar la verdad. Por tanto, ser una persona honesta requiere un proceso de comprensión de la verdad, un proceso de crecimiento en estatura. Si lo vemos de este modo, es imposible ser una persona honesta sin ocho o diez años de experiencia. Este período es el proceso de crecer en la propia vida, el proceso de comprender y obtener la verdad. Algunas personas se preguntarán: “¿De verdad puede ser tan difícil resolver el problema de la mentira y convertirse en una persona honesta?”. Eso depende de quién se trate. Si es alguien que ama la verdad, entonces podrá renunciar a mentir cuando se trate de ciertos asuntos. Pero si es alguien que no ama la verdad, entonces dejar de mentir será mucho más difícil.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica más fundamental de ser una persona honesta

La exigencia de honestidad que hace Dios es de extrema importancia. ¿Qué debes hacer si experimentas muchos fracasos en el transcurso de la práctica de la honestidad y te parece extremadamente difícil? ¿Debes volverte negativo y echarte atrás, y abandonar tu práctica de la verdad? Este es el indicativo más claro de si una persona ama o no la verdad. Tras practicar con honestidad durante cierto tiempo, algunos individuos piensan: “Ser honesto es demasiado difícil, no puedo soportar el daño que le causa a mi vanidad, mi orgullo y mi reputación”. En consecuencia, ya no quieren seguir siendo honestos. En realidad, aquí es donde radica el desafío de ser una persona honesta, y la mayoría de los individuos se atascan en este punto y son incapaces de experimentarlo. Entonces, ¿qué se requiere para la práctica de ser una persona honesta? ¿Qué clase de persona es capaz de practicar la verdad? Ante todo, uno debe amar la verdad. Tienes que ser una persona que ame la verdad, eso seguro. Algunos consiguen resultados reales después de varios años experimentando la práctica de la honestidad. Reducen poco a poco sus mentiras y engaños y, desde luego, se vuelven fundamentalmente personas honestas. ¿Puede ser que, durante su experiencia de práctica de la honestidad, no se enfrentaran a dificultades ni sufrieran durante el proceso? Padecieron sin duda gran cantidad de sufrimiento. Dado que amaban la verdad, pudieron sufrir al practicarla, insistir en hablar con sinceridad y hacer cosas prácticas, ser personas honestas y al final obtener la bendición de Dios. Para ser una persona honesta, uno debe amar la verdad y poseer un corazón sumiso a Dios. Estos dos factores tienen una enorme importancia. Todos aquellos que aman la verdad tienen un corazón amante de Dios. Y a los que aman a Dios les resulta especialmente fácil practicar la verdad y pueden soportar todo tipo de sufrimientos a fin de satisfacer a Dios. Si alguien tiene un corazón amante de Dios, cuando su práctica de la verdad se topa con humillaciones, reveses y fracasos, podrá soportar tal humillación y el sufrimiento de satisfacer a Dios, siempre y cuando Él quede complacido. Por tanto, son capaces de poner la verdad en práctica. Por supuesto, practicar cualquier aspecto de la verdad conlleva cierto grado de dificultad, y ser una persona honesta es incluso más difícil. La mayor dificultad es el obstáculo de las actitudes corruptas propias. Todos los humanos tienen actitudes corruptas y viven según las filosofías satánicas. Fíjate por ejemplo en los dichos “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” o “No se pueden lograr grandes hazañas sin decir mentiras”. Ambos son ejemplos de una filosofía satánica y de un carácter corrupto. La gente recurre a contar mentiras para hacer las cosas, obtener ventajas personales y lograr sus objetivos. No es fácil ser una persona honesta cuando uno posee esta clase de carácter corrupto. Uno debe orarle a Dios y confiar en Él, y hacer frecuente introspección y llegar a conocerse a sí mismo, a fin de poco a poco rebelarse contra la carne, renunciar a los intereses personales y abandonar la vanidad y el orgullo. Asimismo, uno debe soportar distintas clases de difamación y juicio antes de poder convertirse en una persona honesta capaz de decir la verdad y abstenerse de contar mentiras. Durante el periodo en el que uno practica ser una persona honesta, resulta inevitable encontrarse con muchos fallos y momentos en los que se revela la corrupción propia. Habrá momentos en los que las palabras y los pensamientos no se correspondan, u otros de falsedad y engaño. Sin embargo, con independencia de lo que te ocurra, si quieres decir la verdad y ser una persona honesta, debes ser capaz de desprenderte de tu orgullo y vanidad. Cuando no entiendas algo, di que no lo entiendes; cuando no tengas algo claro, di que no lo tienes claro. No temas que los demás te menosprecien o infravaloren. Si hablas consistentemente desde el corazón y dices la verdad de este modo, encontrarás la alegría, la paz y una sensación de libertad y liberación en tu corazón, y la vanidad y el orgullo ya no te constreñirán. Da igual con quién interactúes, si puedes expresar lo que piensas de verdad, ábrele el corazón a los demás y no pretendas saber cosas que no sabes, esa es la postura honesta. A veces, la gente puede menospreciarte y llamarte necio porque siempre dices la verdad. ¿Qué debes hacer en tal situación? Debes decir: “Aunque todo el mundo me llame necio, decido ser una persona honesta y no alguien taimado. Hablaré con la verdad y según los hechos. Aunque soy repugnante, corrupto y no valgo nada ante Dios, seguiré contando la verdad sin fingir ni disfrazarme”. Si hablas de este modo, tu corazón estará en calma y en paz. Para ser una persona honesta, debes desprenderte de tu vanidad y tu orgullo, y para hablar de la verdad y expresar tus verdaderos sentimientos, no debes temer el ridículo y el desprecio de los demás. Aunque otros te traten como a un necio, no debes discutir ni defenderte. Si eres capaz de practicar la verdad de este modo, puedes convertirte en una persona honesta. Si te resulta imposible desprenderte de las preferencias carnales y de la vanidad y el orgullo, si buscas constantemente la aprobación de los demás, fingiendo saber lo que no sabes y viviendo en aras de la vanidad y el orgullo, entonces no te puedes convertir en una persona honesta; se trata de una dificultad práctica. Si tu corazón siempre está constreñido por la vanidad y el orgullo, es probable que cuentes mentiras y aparentes lo que no eres. Asimismo, cuando otros te ninguneen o pongan en evidencia tu auténtico ser, te resultará difícil aceptarlo y te parecerá que has sufrido una gran desgracia; te ruborizarás, se te acelerará el corazón y te sentirás agitado e intranquilo. Para resolver este problema, será necesario que padezcas un poco más de dolor y sufras unos cuantos refinamientos más. Necesitarás entender dónde radica la raíz del problema, y una vez que desentrañes estos asuntos, serás capaz de aliviar algo de tu dolor. Cuando hayas entendido a fondo estas actitudes corruptas y seas capaz de deshacerte de tu vanidad y tu orgullo, te resultará más fácil convertirte en una persona honesta. No te importará que otros se burlen de ti cuando digas la verdad o lo que piensas, y por mal que te traten o te juzguen, lo soportarás y responderás con corrección. Estarás entonces libre de sufrimiento, y tu corazón siempre permanecerá pacífico y alegre, y obtendrás libertad y liberación. De este modo, te despojarás de la corrupción y vivirás con semejanza humana.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana

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