Las responsabilidades de los líderes y obreros (13)
La enseñanza de nuestra última reunión versó sobre la undécima responsabilidad de los líderes y obreros. Hablamos sobre la responsabilidad que los líderes y obreros deberían cumplir y sobre el trabajo que deberían realizar para custodiar las ofrendas. ¿Qué labor deberían realizar los líderes y los obreros en lo que respecta a custodiar las ofrendas? (La primera tarea es custodiarlas. La segunda, revisar las cuentas. La tercera, hacer un seguimiento, investigar e inspeccionar si los diversos gastos se ajustan a los principios. Deben llevarse a cabo verificaciones estrictas y restringirse rigurosamente los gastos poco razonables. Lo mejor es prevenir los despilfarros y derroches antes de que se produzcan. Si ya se han producido, los responsables deben rendir cuentas. No basta con dar advertencias, sino que también hay que exigir indemnizaciones). Eso es todo, básicamente. Lo principal es custodiar las ofrendas; luego revisar las cuentas, y después, inspeccionar los gastos y hacer un seguimiento de estos, así como emplearlas y destinarlas correctamente. Tras concluir la enseñanza sobre la undécima responsabilidad, la gente ha adquirido una comprensión y un conocimiento precisos de las ofrendas y ya conoce también el trabajo que los líderes y obreros tienen que realizar a la hora de custodiar las ofrendas, así como la manera de trabajar y las conductas específicas de los falsos líderes al respecto. El propósito principal de nuestra enseñanza, ya sea que esta verse sobre las responsabilidades de los líderes y obreros o sobre las diversas conductas de los falsos líderes, tanto si hablamos sobre los aspectos positivos como si exponemos los negativos, estriba en lograr que la gente comprenda cómo desempeñar bien la labor de custodiar las ofrendas y cómo eliminar las prácticas poco razonables en lo que se refiere a la custodia, el gasto y la distribución de las ofrendas. Todo el pueblo escogido de Dios —sean o no líderes u obreros— debería cumplir con su responsabilidad en lo concerniente a custodiar las ofrendas. Así pues, ¿en qué consiste esta responsabilidad? Consiste en supervisar y en informar con prontitud de cualquier problema que uno encuentre; es decir, desempeñar las funciones de supervisión y denuncia. No penséis que “custodiar las ofrendas es responsabilidad de los líderes y obreros, y que no tiene nada que ver con nosotros, los creyentes comunes”. Se trata de un punto de vista incorrecto. Ya que las personas han comprendido estas verdades, deberían cumplir con su responsabilidad. En cuanto a los problemas que los líderes y obreros son incapaces de identificar, o en cuanto a los puntos ciegos, lugares que no son fáciles de detectar, si alguien descubre que existe un problema de irracionalidad o que se han violado los principios relativos a la custodia, la distribución y el uso de las ofrendas, debería informar con prontitud a los líderes y obreros en aras de garantizar la custodia, el uso y la distribución razonables de las ofrendas. Esta es la responsabilidad de todos y cada uno de los miembros del pueblo escogido de Dios.
Punto 12: Detectar con prontitud y precisión a las diversas personas, acontecimientos y cosas que perturban y trastornan la obra de Dios y el orden normal de la iglesia; pararlos y restringirlos, y darles la vuelta a las cosas; asimismo, compartir la verdad de manera que el pueblo escogido de Dios desarrolle discernimiento por medio de estas cuestiones y aprenda de ellas (I)
Una vez concluida la enseñanza sobre la undécima responsabilidad de los líderes y obreros, pasamos a hablar sobre la duodécima responsabilidad: “Detectar con prontitud y precisión a las diversas personas, acontecimientos y cosas que perturban y trastornan la obra de Dios y el orden normal de la iglesia; pararlos y restringirlos, y darles la vuelta a las cosas; asimismo, compartir la verdad de manera que el pueblo escogido de Dios desarrolle discernimiento por medio de estas cuestiones y aprenda de ellas”. ¿En qué consiste principalmente esta responsabilidad? Se trata, en esencia, de exigir que los líderes y obreros se ocupen de las diversas personas, acontecimientos y cosas de la iglesia —así como de los diversos problemas— que trastornan, perturban y dañan el orden normal de la iglesia. ¿Qué deben entender en primer lugar los líderes y obreros para abordar y resolver estos problemas con eficacia, cumplir bien con sus responsabilidades y desempeñar bien esta labor? Esta responsabilidad consiste en “detectar con prontitud y precisión a las diversas personas, acontecimientos y cosas que perturban y trastornan la obra de Dios y el orden normal de la iglesia”; este es el alcance del trabajo. Al definir un objetivo y un alcance, queda claro qué problemas deben resolverse y qué tareas y responsabilidades se espera que asuman los líderes y obreros. En el ámbito de la duodécima responsabilidad, ¿cuál es el requisito principal para los líderes y obreros? Consiste en parar y restringir a las diversas personas, acontecimientos y cosas que causan trastornos y perturbaciones, así como en darles la vuelta a las cosas al mismo tiempo que se comparte la verdad, de manera que el pueblo escogido de Dios desarrolle discernimiento por medio de estas cuestiones y aprenda de ellas. ¿Qué condiciones previas deben satisfacerse para lograr esto? Si observas diversas personas, acontecimientos y cosas que trastornan, perturban y dañan el orden normal de la iglesia y, sin embargo, no crees que representen ningún problema, ahí pasa algo. Esto indica que no desentrañas la esencia del problema; es decir, que no entiendes el daño que los trastornos y perturbaciones hacia la vida de iglesia causaría a la obra de la iglesia, ni las consecuencias e impactos que tendría en la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios. ¿Pueden aún esos líderes y obreros desempeñar bien el trabajo de la iglesia? ¿Pueden resolver los problemas y darles la vuelta a las cosas? (No). ¿Cuál es entonces el aspecto clave de la enseñanza? Radica en que los líderes y obreros solo podrán desentrañar la esencia de las distintas circunstancias y solucionar con eficacia los diversos problemas reales si primero comprenden los principios-verdad. Para desempeñar bien el trabajo de la iglesia, los líderes y obreros han de conocer en primer lugar qué problemas surgen comúnmente en este trabajo. Luego, deben comprender, discernir y juzgar con precisión la naturaleza de los problemas que se presentan, si afectan a la obra de la iglesia y al orden normal de la vida de iglesia, y si encierran una naturaleza de trastorno y perturbación de la obra de esta. Se trata de una cuestión importantísima que los líderes y obreros deberían comprender desde el primer momento. Solo con esta comprensión será posible solucionar estos problemas con eficacia, así como “pararlos y restringirlos, y darles la vuelta a las cosas”, tal como se menciona en la duodécima responsabilidad. En resumen, antes de solucionar un problema, es necesario primero comprender dónde radica el problema, cuáles son los estados y situaciones implicados, su naturaleza y su gravedad, cómo diseccionarlo y discernirlo, y cómo practicar con precisión. Esto es lo que los líderes y obreros tienen que comprender desde el primer momento, y dado que estos necesitan comprender estas cosas, vamos a compartir detalladamente estas cuestiones desde varias facetas en aras de que tanto los líderes y obreros como el pueblo escogido de Dios puedan entender cómo afrontar estos problemas cuando surjan, cómo correlacionarlos con las palabras de Dios y cómo aplicar los principios-verdad para resolverlos. De este modo, cuando los líderes y obreros se encuentren con dificultades que no puedan resolver, todos los miembros del pueblo escogido de Dios podrán afrontarlas conjuntamente y buscar soluciones en la verdad, y cuando se hallen en situaciones que trastornan y perturban el trabajo de la iglesia, todos podrán alzarse para pararlos y restringirlos. Al mismo tiempo, en el caso de personas y asuntos negativos, pueden celebrar una disección, un discernimiento y una caracterización públicos, y de este modo parar, restringir y erradicar estos problemas de raíz. Vamos a empezar pues compartiendo las cuestiones más específicas.
Las diversas personas, acontecimientos y cosas que trastornan y perturban la vida de iglesia
A fin de detectar problemas que trastornan y perturban la obra de Dios y el orden normal de la iglesia, ¿por qué áreas deberían empezar los líderes y obreros? Para descubrir estos problemas, deberían empezar observando la vida de iglesia. ¿Conocéis en parte cuáles de los problemas que surgen normalmente en la vida de la iglesia tienen la naturaleza de causar trastornos y perturbaciones? Con independencia del número de miembros que pertenezcan a la iglesia, seguramente no son pocas las personas que trastornarían y perturbarían el trabajo de la iglesia. ¿Qué actos de trastorno y perturbación habéis observado? (Desviarse del tema a menudo cuando se comparte la verdad en las reuniones, sin centrarse en las cuestiones básicas). (También, predicar habitualmente palabras y doctrinas). Desviarse del tema cuando se comparte la verdad. Por ejemplo, cuando otros hablan sobre cómo ser leal en el cumplimiento del deber, algunos charlarán sobre cómo cuidar a su marido (o su esposa) y a sus hijos. Cuando otros hablen sobre cómo la lealtad en el cumplimiento del deber significa satisfacer a Dios y someterse a Él, algunos charlarán sobre cómo la lealtad en el cumplimiento del deber significa obtener bendiciones para la propia familia y los seres queridos. ¿No es esto desviarse del tema? (Sí). Si nadie los interrumpe, no se callarán nunca. Si los restringes, se enfadarán y montarán en cólera por vergüenza, de modo que llevarán aún más lejos su mala conducta. Por lo tanto, se trata de una cuestión que, por naturaleza, se sitúa en el nivel del trastorno y la perturbación, lo cual es gravísimo. Aunque desviarse del tema cuando se comparte la verdad es un problema común, desde un punto de vista objetivo puede trastornar y perturbar la vida de iglesia. Esta es la primera cuestión. En cuanto a la segunda, “predicar palabras y doctrinas”, se calificará como trastorno y perturbación en función de la gravedad del caso. Algunas personas predican palabras y doctrinas porque carecen de la realidad-verdad; en cuanto abren la boca, lo único que pronuncian son palabras y doctrinas, teorías vacías nada más. No obstante, su intención no es desorientar a los demás y granjearse su estima. Con restricciones y disuasión, adquirirán conciencia de sí mismos, después de lo cual predicarán menos palabras y doctrinas y dejarán de obstaculizar la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Esto no se considera un trastorno ni una perturbación. Sin embargo, quienes predican palabras y doctrinas con la intención deliberada de desorientar a los demás lo hacen incluso a sabiendas de que lo que dicen son solo eso, palabras y doctrinas. Su objetivo consiste en granjearse la estima de los demás; quieren atraer a la gente a su lado, desorientarla y obtener estatus. Esto es de una naturaleza sumamente grave, aunque distinta de cuando solo se predican palabras y doctrinas porque no comprende la verdad. Semejante conducta constituye un trastorno y una perturbación. Las diversas personas, acontecimientos y cosas que causan trastornos y perturbaciones en la vida de iglesia lo invaden todo. No se reducen solo a predicar palabras y doctrinas o desviarse del tema. ¿Qué otras situaciones ocurren? (Se forman camarillas, se siembra la discordia y se mina la positividad de los otros). (También se da rienda suelta a la negatividad, se crean problemas y surgen molestias constantes para la gente). (Algunos, cuando tienen nociones sobre los arreglos de la obra de la casa de Dios, las difunden y dan rienda suelta a su negatividad, lo que provoca que en otras personas también surjan nociones sobre la organización del trabajo). Esas cosas sí se califican como trastornos y perturbaciones. Formar camarillas es una; sembrar la discordia es otra, junto con atormentar y atacar a la gente, difundir nociones, dar rienda suelta a la negatividad, propagar rumores infundados y competir por el estatus; todas estas acciones constituyen trastornos y perturbaciones. Son problemas mucho más graves en naturaleza que desviarse del tema cuando se comparte la verdad. Asimismo, existe una cuestión relacionada con las elecciones. ¿Qué tipos de problemas que surgen durante las elecciones se consideran trastornos y perturbaciones? Incluyen, por ejemplo, la manipulación de votos —prometer beneficios para asegurarse apoyos para uno mismo— lo cual representa una manera de socavar unas elecciones. Y las acciones encubiertas, como actuar entre bastidores, influyendo en la mente de las personas para atraerlas hacia el bando de uno, desorientarlas y conseguir que voten por uno. Todas estas cuestiones ocurren durante las elecciones. ¿Constituyen trastornos y perturbaciones? (Sí). En conjunto, estos problemas se denominan violación de los principios de la elección. Otra de las cuestiones que se dan es parlotear sobre cuestiones domésticas, establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno. Habrá quien asista a las reuniones por estas cosas, no para comprender la verdad o compartir las palabras de Dios, sino para ocuparse de los asuntos propios de uno. ¿Se trata de un problema grave? (Sí). También equivale a causar trastornos y perturbaciones.
Bien, resumamos las diversas cuestiones que surgen en la vida de iglesia que causan trastornos y perturbaciones. Primero, desviarse del tema a menudo cuando se comparte la verdad; segundo, pronunciar palabras y doctrinas para desorientar a la gente y ganarse su estima; tercero, parlotear sobre cuestiones domésticas, establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno; cuarto, formar camarillas; quinto, competir por el estatus; sexto, sembrar la discordia; séptimo, atacar y atormentar a la gente; octavo, difundir nociones; noveno, dar rienda suelta a la negatividad; décimo, propagar rumores infundados; y undécimo, violar los principios de la elección. Once en total. Estas once manifestaciones son circunstancias que causan frecuentes trastornos y perturbaciones a la vida de iglesia. Cuando surgen estos problemas al vivir la vida de la iglesia, es necesario que los líderes y obreros se alcen para pararlos y restringirlos y no permitan que crezcan sin control. Si los líderes y obreros no son capaces de restringirlos, entonces todos los hermanos y hermanas deberían unirse para restringirlos. Si la persona implicada no posee una humanidad malvada ni tiene la intención de causar trastornos y perturbaciones, sino que simplemente carece de una comprensión de la verdad, se le puede brindar ayuda y apoyo por medio de las enseñanzas de la verdad. Si la persona que causa trastornos y perturbaciones es malvada y se trata de un caso menor, habría que parar y restringir sus actos por medio de las enseñanzas y la exposición. Si dicha persona está dispuesta a arrepentirse y sus acciones y palabras dejan de causar trastornos y perturbaciones, si está dispuesta a ser el miembro más insignificante de la iglesia, si sabe escuchar y obedecer sumisamente, si cumple con lo que la iglesia disponga y acepta las restricciones establecidas por los hermanos y hermanas, entonces podrá permanecer en la iglesia durante un tiempo. Sin embargo, si en vez de aceptar, se opone y se vuelve hostil hacia la mayoría, entonces habría que dar el segundo paso: echarla. ¿Se trata de un enfoque apropiado? (Sí).
I. Desviarse del tema a menudo cuando se comparte la verdad
Vamos a hablar ahora sobre las diversas personas, acontecimientos y cosas que aparecen en la vida de la iglesia y que por naturaleza constituyen trastornos y perturbaciones. La primera es desviarse del tema a menudo cuando se comparte la verdad. ¿Cómo se determina si uno se desvía del tema cuando comparte la verdad? ¿Cómo podemos percibir con claridad que las palabras de enseñanza se han desviado del tema? ¿Vosotros, cuando compartís la verdad, os desviáis a menudo del tema? (Sí). ¿Hasta dónde debe llegar este problema para que su naturaleza se considere como trastorno y perturbación? Si cada vez que alguien se desviara del tema cuando comparte la verdad se describiera como un caso de trastorno y perturbación, ¿no ocurriría que, en el futuro, la gente temería hablar o compartir en la vida de la iglesia? Y si la gente tiene miedo de compartir, ¿no significa eso que no ha percibido el problema con claridad? (Sí). Así pues, cuando se defina con precisión qué tipos de desviaciones durante las enseñanzas de la verdad constituyen un trastorno y una perturbación, la mayoría de las personas se liberarán de sus limitaciones. Viendo que os desviáis del tema incluso en una conversación normal, que ocurra cuando se comparte la verdad es aún más común. Por lo tanto, es necesario hablar de esto con gran claridad para evitar que os sintáis constreñidos. No dejéis que el temor a desviaros del tema y causar un trastorno y una perturbación os disuada de hablar y que por ello no os atreváis a compartir vuestro conocimiento; ni que —cuando queráis compartir— ese temor os obligue a plantearos primero: “¿Lo que quiero decir está relacionado con el tema? ¿Se desvía del tema? Antes de hablar, debería preparar un borrador y esbozar mis ideas y luego ceñirme a él para no desviarme del tema, pase lo que pase. Si me desvío del tema, no beneficiaría a nadie y desperdiciaría el precioso tiempo de la reunión, y afectaría a la comprensión de la verdad por parte de los hermanos y hermanas. Y si es grave, podría incluso trastornar y perturbar la vida de la iglesia”. ¿Cómo deberíamos contemplar la cuestión de desviarse del tema, entonces? En primer lugar, hemos de considerar si las desviaciones resultan beneficiosas para los hermanos y hermanas, y luego debemos entender con claridad qué consecuencias tendrían estas para la vida de la iglesia. De este modo, podemos observar claramente que no se trata de una cuestión menor; en casos graves, puede incluso constituir una perturbación y un trastorno para la vida de iglesia y el trabajo de esta. Supongamos que, en cierto tema, buscas un pasaje de las palabras de Dios para compartir tu conocimiento y comprensión; o supongamos que, sobre cierto tema, compartes el conocimiento que has adquirido, las verdades que has comprendido y las intenciones de Dios que has percibido a partir de alguna experiencia; o supongamos que tu charla sobre un tema determinado es algo verboso y no te expresas con demasiada claridad y te repites varias veces; en estas situaciones, ¿estás desviándote del tema? Nada de esto cuenta como desviación. ¿Qué significa entonces desviarse del tema? Ocurre cuando lo que dices tiene poca o nula relación con el tema de la enseñanza, cuando solo divagas sobre asuntos externos y no resulta nada edificante para la gente. Esto es una desviación absoluta. Abordemos ahora qué significa causar trastornos y perturbaciones. En el caso de desviarse del tema cuando se comparte la verdad, ¿qué tipos de palabras y conductas conllevan trastornos y perturbaciones? ¿Cuál es la esencia del problema? ¿En qué sentido desviarse del tema constituye por naturaleza un trastorno y una perturbación? ¿No merece la pena compartir una enseñanza sobre esto? Después de la enseñanza, ¿comprenderéis qué significa desviarse del tema? (Sí). Pues responded a la pregunta. (Cuando alguien habla de temas que no tienen nada que ver con la verdad —cháchara ociosa sobre cuestiones domésticas, por ejemplo, y charlas sobre cosas relacionadas con tendencias sociales que perturban el corazón de la gente y de este modo le impiden estar en silencio ante Dios y contemplar Sus palabras—, tal enseñanza se ha desviado del tema). ¿Cuántos puntos principales se mencionan aquí? (Uno es que los temas no están relacionados con la verdad). Este es un aspecto muy importante: la falta de relación con la verdad. Por un lado, están la cháchara ociosa y el parloteo sobre cuestiones domésticas. Por otro, el hablar sobre la cultura tradicional, sobre pensamientos morales humanos y sobre cosas que la gente considera nobles como si fueran la verdad. Esto representa un problema de comprensión distorsionada; ninguna de estas cosas está relacionada con la verdad. Por ejemplo, las palabras de Dios dicen: “Los jóvenes no deberían carecer de ideales”. Habrá quien comparta: “Desde la antigüedad, los héroes han surgido durante su juventud” o “La ambición no está limitada por la edad”. O, cuando tú hablas sobre cómo temer a Dios, ellos comunican: “Hay un dios un metro por encima de ti”; “Cuando el hombre actúa, el cielo vigila”; “Si tienes la conciencia limpia, no debes temer que los demonios llamen a tu puerta”, o “El corazón debe inclinarse hacia la bondad”. ¿No es esto desviarse del tema? ¿No están estas palabras desvinculadas de la verdad? ¿Qué son estas palabras? (Filosofías satánicas). Son filosofías satánicas, que también pertenecen a la cultura tradicional de cierta etnia. La primera manifestación de las desviaciones ocurre cuando el tema mencionado no guarda relación con la verdad; ocurre cuando se introducen filosofías y teorías que los no creyentes consideran correctas y elevadas, y se las vincula a la fuerza con la verdad. Eso es desviarse del tema. La falta de relación con la verdad es una manifestación que debería resultar fácil de entender. La segunda manifestación sucede cuando los temas mencionados perturban la mente de las personas. Cuando en una reunión no se comparte la verdad y, en su lugar, se habla sobre conocimientos, estudios académicos, filosofía y leyes, o fenómenos sociales y diversas relaciones interpersonales complejas, se perturba la mente de las personas. Esto sucede cuando alguien comparte temas que, en esencia, no implican la verdad ni tienen nada que ver con ella, y los presenta como si fueran la verdad, lo cual causa confusión en la mente de los demás, que cuando escuchan dichos temas, sus pensamientos se alejan de la enseñanza de la verdad y derivan hacia asuntos externos. ¿Cómo se comportan estas personas entonces? Empiezan a centrarse en los conocimientos y los estudios académicos. Perturbar la mente de las personas es, por su naturaleza, una cosa seria. La tercera manifestación se da cuando los temas mencionados llevan a que las personas malinterpreten a Dios, lo cual resulta en una falta de claridad con respecto a las visiones. Hay personas que no tienen muy clara la verdad, pero quieren fingir que poseen claridad y comprensión. De modo que, cuando comparten la verdad, añaden doctrinas profundas a su discurso y mezclan doctrinas religiosas que han oído y comprendido y hablan de manera infundada y extravagante. Después de escucharlas, los demás pierden claridad con respecto a las visiones; no saben con certeza qué verdad querían tratar esas personas. Cuanto más escuchan, más atolondrados se sienten y más disminuye su fe en Dios; puede que incluso se generen malentendidos acerca de Dios. La gente no solo sale de esta charla sin haber comprendido la verdad; su mente queda atolondrada, lo cual tiene un efecto negativo. Esto es lo que ocurre cuando uno se desvía del tema.
Desviarse del tema cuando se comparte la verdad se manifiesta de diversas formas, cada una de las cuales constituye, por su naturaleza, una perturbación para la entrada en la vida de la gente. Después de escuchar una enseñanza de este tipo, las personas no solo carecen de una comprensión clara de la verdad y de una senda de práctica, sino que, por el contrario, su mente se atolondra, su entendimiento de la verdad se vuelve más nebuloso y también desarrollan ciertos malentendidos e ideas erróneas. Este es el impacto y la consecuencia adversa que produce en la gente el hecho de desviarse del tema cuando se comparte la verdad. Cada una de estas tres manifestaciones es de una naturaleza bastante grave. Por ejemplo, la primera de ellas: “el tema mencionado no guarda relación con la verdad”. Decir cosas que parecen correctas pero que no lo son, y predicar y analizar en la iglesia elementos satánicos, como el conocimiento humano, la filosofía, las teorías, la cultura tradicional y los dichos famosos de figuras de renombre, aprovechando una enseñanza de la verdad para desorientar a las personas, constituye una perturbación para ellas. Es algo de una naturaleza gravísima. Si una persona con discernimiento escuchara esa enseñanza, diría: “Lo que dices no es correcto; no representa la verdad. Estás hablando de conductas morales y dichos que los no creyentes consideran buenos. Son reglas de los no creyentes sobre cómo comportarse y manejar sus asuntos mundanos, los cuales no guardan, en esencia, ninguna relación con la verdad”. Sin embargo, algunas personas que carecen de discernimiento, después de oír estas falacias, incluso las aceptan y se adhieren a ellas como si fueran la verdad. Si en tales ocasiones los líderes y obreros no paran esto ni lo restringen, si no hablan sobre ello y lo diseccionan para que la gente gane discernimiento, algunos de los escogidos de Dios podrían verse desorientados. ¿Cuáles son las consecuencias de esta desorientación? Creerán que las prédicas de no creyentes famosos que la gente considera correctas, buenas y profundas, como los proverbios populares y las máximas de los famosos y teorías sobre cómo vivir como persona, son todas correctas y que son la verdad, equiparables a las palabras de Dios. ¿No se han visto desorientados? A primera vista, parece que están compartiendo la verdad, pero en realidad la mezclan con algunas ideas humanas y algunas de las filosofías desorientadoras de Satanás, lo cual constituye una perturbación obvia para la gente. Si alguien desorienta a las personas haciendo pasar la filosofía de Satanás y el conocimiento humano por la verdad, los líderes y obreros deberían exponer y diseccionar el asunto, a fin de que los hermanos y hermanas crezcan en discernimiento y comprendan cuál es realmente la verdad. Esta es la labor que los líderes y obreros deberían realizar. La segunda manifestación es “perturbar la mente de las personas”. Algunas personas siempre aprovechan las enseñanzas de la verdad para hablar de cosas que parecen correctas pero que no lo son, exaltando el conocimiento humano, los estudios académicos, los dones y los talentos. Asimismo, hablan de normas morales, tradiciones culturales, etcétera. Hacen pasar estas cosas que provienen de Satanás como si fueran algo positivo, como si fueran la verdad, lo cual lleva a la gente a creer equivocadamente que se debe abogar por ellas, difundirlas y ensalzarlas en la iglesia, hacer que todo el mundo se adhiera a ellas; provoca en la mente de las personas un aumento de falacias y herejías, que son incorrectas aunque no lo parezcan; y confunde a las personas, de modo que se sienten perdidas, sin saber cuál es en realidad la verdad o cómo practicarla acertadamente cuando afrontan un problema, o cuál es la senda correcta. Esto sume en tinieblas el corazón de la gente. Tal es la consecuencia de propagar herejías y falacias para desorientar a las personas. En cuanto a la tercera manifestación, no la compartiremos en detalle. En resumen, algunas de las charlas que se desvían del tema tienen que ver con el conocimiento; otras tratan sobre nociones humanas o sobre buenas conductas morales, entre otras cosas. Pero ninguna de estas cuestiones guarda relación con la verdad; todas son contrarias a ella. Por lo tanto, cuando surjan estos problemas, los líderes y obreros deben pararlos y restringirlos. Si, después de oír la enseñanza de alguien, las personas no solo carecen de claridad sobre la verdad en su corazón, sino que también se ven perturbadas, se les atolondra la mente —antes libre de confusión— y no saben cómo practicar de forma apropiada, la enseñanza de esa persona debería pararse y restringirse. Por ejemplo, al compartir verdades relativas a la humanidad normal, algunas personas dicen: “Lo que Dios más valora en la humanidad normal es la capacidad de soportar penurias; de no codiciar las comodidades y el placer carnal; de privarse de los manjares; de no disfrutar de lo que uno debería disfrutar o de lo que Dios ha preparado; de poder rebelarse contra estos deseos carnales; de reprimir todos los deseos de la carne; de someter el cuerpo y de impedir que la carne se salga con la suya. De modo que, cuando sientas ganas de dormir por la noche, has de rebelarte contra la carne. Si no puedes, has de ingeniártelas para refrenarla. Cuanto mayor sea tu voluntad de rebelarte contra la carne y cuanto más lo hagas, más manifestaciones de práctica de la verdad y más lealtad a Dios demostrarás poseer. Creo que la manifestación más destacada de la humanidad normal —y la que más debería propugnarse— es la de someter el propio cuerpo, rebelarse contra los deseos de la carne, no codiciar las comodidades carnales y ser frugal en el disfrute material. Cuanto más frugal seas, mayores serán las bendiciones que acumules en el reino de los cielos”. ¿No suenan estas palabras muy positivas? ¿Hay algo erróneo en ellas? Al medirlas según la lógica, las reglas y las nociones humanas, estas palabras se aceptarían en cualquier grupo religioso o social; todos les darían el visto bueno, expresarían su aprobación y convendrían en que el mensaje es correcto, que su fe es buena y pura. ¿Acaso no hay miembros de la iglesia que también lo creerían? Al medirlas según las nociones humanas, todas estas palabras son correctas; ¿qué es lo correcto? Habrá quien diga: “Las personas así le gustan a Dios. Él también vive con la misma frugalidad”. ¿No es esta una noción humana? Las personas albergan esta clase de nociones, de modo que si alguien realmente comunicara este tipo de enseñanza, ¿no se ajustaría a las nociones de la mayoría? (Sí). Cuando la gente aprueba nociones de este tipo, ¿acaso no concuerdan con el punto de vista de esa persona? Y cuando han convenido con el punto de vista de esa persona y lo han aceptado, ¿no están también de acuerdo con sus acciones? ¿No intentarán entonces imitarlas? Y cuando lo logren, ¿no quedará entonces fijada la senda que siguen, su senda de práctica? ¿Qué significa que quede fijada? Significa que están resueltos a actuar y practicar de esa manera. Como en su corazón creen que Dios ama a estas personas y que le agrada que actúen de esta forma, que solo así pueden llegar a ser alguien que Dios acepte, alguien que pueda entrar en el reino de los cielos y recibir las bendiciones en el cielo, alguien que tenga un buen destino, entonces deciden actuar de esa manera. Al tomar esta resolución, ¿su mente no se ha visto ya perturbada y desorientada por este tipo de pensamientos y puntos de vista? Esto es un hecho; esta es la consecuencia. Su mente se ha visto perturbada y ni siquiera se percatan de ello. Aquí también existe otro problema: cuando su mente queda paralizada y perturbada por estos pensamientos y puntos de vista, ¿no pierden entonces claridad sobre las intenciones y los requisitos de Dios? ¿No empiezan entonces a desarrollar malentendidos acerca de Dios y se distancian de Él? ¿No indica esto que no tienen claras las visiones? Piénsalo detenidamente: cuando te ves descarriado por algún pensamiento o punto de vista que la gente considera correcto, pero que es erróneo, ¿no queda entonces tu mente perturbada? En ese momento, ¿pueden seguir siendo claras las visiones en tu corazón? (No). Entonces, ¿tu conocimiento de Dios es preciso o es un malentendido? Se trata, a todas luces, de un malentendido. Así pues, ¿lo que entiendes y crees que es correcto representa en realidad la verdad? No, en absoluto; contradice las palabras de Dios, la verdad; va en su contra. Por lo tanto, esta manera de desviarse del tema cuando se comparte la verdad constituye efectivamente una perturbación para la mente de las personas. Dado que estas desviaciones causan una gran perturbación en su mente, ¿cabe afirmar que constituye un trastorno para la obra de Dios? Conducen a las personas hacia nociones y hacia la filosofía y lógica de Satanás, por lo que ¿no las apartan de la presencia de Dios? Cuando las personas malinterpretan a Dios, cuando no comprenden Sus intenciones y no pueden practicar conforme a Sus intenciones y requisitos, sino que lo hacen según la lógica de Satanás y las nociones humanas, ¿se hallan más cerca de Dios o más lejos? (Se hallan más lejos de Él). Se hallan más lejos de Él. Así pues, ¿no deberían restringirse las enseñanzas de estos temas en las reuniones? (Sí). La naturaleza de este tipo de desviaciones es de perturbación para las personas, por lo que deben restringirse, desde luego. Si no se las para ni se restringen, habrá un cierto número de personas atolondradas, de pobre calibre y adormecidas —en particular, aquellas que carecen de entendimiento espiritual—, que imitarán y seguirán a la persona que se desvía del tema. Es en este momento cuando los líderes y obreros deberían actuar con prontitud para parar la situación. No deben permitir que esa persona siga desviándose del tema; no deben permitir que el contenido de su enseñanza desoriente a más personas y les perturbe la mente. Esta es una responsabilidad que los líderes y obreros deberían cumplir, una función que deberían atender.
Esto es todo en cuanto a nuestra enseñanza sobre la cuestión de desviarse del tema cuando se comparte la verdad. A continuación, resumiremos hasta qué punto debe desviarse uno del tema en su enseñanza de la verdad y qué asuntos debe comunicar para que la naturaleza de esta conducta se califique de trastorno y perturbación. Algunos tipos de desviaciones resultan evidentes: cuando alguien se desvía completamente del tema, cuando empieza a charlar sobre frivolidades o sobre asuntos domésticos, eso resulta fácil de discernir. Por ejemplo, cuando todos están hablando sobre cómo cumplir con el deber, quizá alguien comparta su “glorioso” pasado y refiera las buenas obras que ha realizado, o cómo ha ayudado a los hermanos y hermanas, o cosas por el estilo. Nadie quiere escuchar esto, por lo que irán sintiendo cada vez más aversión hacia ello a medida que lo sigan escuchando hasta que llegue un punto en que dejarán de hacer caso a la persona, la cual entonces se sentirá avergonzada. Mientras la mayoría sepa discernir a esta persona, no podrá continuar. No se necesita mucha comprensión de la verdad para ser capaz de discernir estas desviaciones del tema de la enseñanza. La cháchara ociosa, el parloteo sobre cuestiones domésticas, el enaltecimiento y la exhibición de uno mismo y el uso ventajoso de la enseñanza para hablar del pasado “glorioso” de uno son tipos de desviaciones que resultan fáciles de discernir. Básicamente, no constituyen una gran perturbación, porque la mayoría de la gente siente repulsión por esas cosas y no está dispuesta a escucharlas; la mayoría sabe que la persona está alardeando, no compartiendo la verdad, que se ha desviado del tema. Al principio, cuando la persona empieza a hablar, puede que el grupo no intente avergonzarla; sin embargo, conforme avanza, la gente siente rechazo y pierde el interés en escucharla; prefieren leer las palabras de Dios por su cuenta. Si la persona prosiguiera, los demás se levantarían y se irían. Cuando la persona observe que la situación ha dado un vuelco y que se está avergonzando a sí misma, dejará de hablar. ¿Qué tipo de desviaciones ha ejercido ya una influencia adversa en las personas y, aun así, estas no la desentrañan como algo negativo, sino que consideran el contenido ajeno al tema como si fuera la verdad y lo escuchan con atención? Este tipo de desviación puede convertirse en una perturbación para las personas, por lo que uno debería ser capaz de discernir estos casos. Dadme un ejemplo de este tipo de desviaciones del tema. (Que alguien que haya sido podado no reflexione sobre sí mismo, sino que centre su discurso únicamente en lo correcto o incorrecto del asunto, genera confusión en la mente de todo el mundo. No solo impide que los demás desarrollen discernimiento, sino que, por lo contrario, los demás crean que las palabras de esa persona son conformes a la verdad y que son acertadas, lo cual hace que todos se pongan de su lado). Con el pretexto de hablar sobre cómo aceptar la poda, se defiende y se justifica, y de ese modo consigue que los demás piensen que fue podado injustamente, que se pongan de su lado y lo compadezcan. Asimismo, consigue que los demás admiren su capacidad para someterse y aceptar la poda en semejantes circunstancias. Esto desorienta a las personas; se trata de una desviación intencionada y deliberada, la cual no solo provoca que los oyentes sean incapaces de someterse cuando se enfrentan a la poda, así como de aceptarla y de reflexionar y conocerse a sí mismos, sino que, por el contrario, hace que muestren recelo y se resistan a ser podados. Tal enseñanza no ayuda a las personas a comprender qué significa ser podado, cómo deberían adoptar la actitud correcta cuando se enfrentan a la poda, cómo aceptarla y cómo practicar. En lugar de eso, lleva a la gente a escoger otra manera de afrontarla, una manera que no representa la práctica de la verdad y que no supone actuar conforme a los principios-verdad, sino que la vuelve más astuta. Tal enseñanza sirve para desorientar a las personas. Desviarse del tema cuando se comparte la verdad es un tipo de problema que surge en la vida de la iglesia. Si este tipo de problema alcanza un nivel en el que causa trastornos y perturbaciones, los líderes y obreros deberían intervenir para pararlo y restringirlo, compartirlo y diseccionarlo a fin de que la mayoría crezca en discernimiento, aprenda de la experiencia y asimile una lección.
II. Pronunciar palabras y doctrinas para desorientar a la gente y ganarse su estima
La segunda manifestación de personas, acontecimientos y cosas que causan trastornos y perturbaciones en la vida de la iglesia ocurre cuando las personas pronuncian palabras y doctrinas para desorientar a la gente y ganarse su estima. Normalmente, es posible que la mayoría de las personas expresen algunas palabras y doctrinas. La mayoría ha pasado por eso. Deberíamos tener en cuenta que el hecho común de que alguien pronuncie palabras y doctrinas se debe a que carece de suficiente estatura y no comprende la verdad. Siempre que no se exceda en el tiempo, no lo haga de manera intencionada, evite monopolizar la conversación y no exija que los demás toleren que hable a su antojo, no demande que lo escuchen, no desoriente a las personas ni busque ganarse su estima, esto no constituye un trastorno ni una perturbación. Debido a que la mayoría de las personas carece de la realidad-verdad, es muy común decir palabras y doctrinas. Hablar de manera un tanto inapropiada, es justificable, se puede perdonar y es posible no tomarlo demasiado en serio. Sin embargo, hay una excepción y esta se da cuando la persona que dice palabras y doctrinas lo hace de forma deliberada. ¿Qué es lo que hace de manera deliberada? Lo que hace a propósito no es decir palabras y doctrinas, porque además carece de la realidad-verdad. Sus acciones, como decir palabras y doctrinas, gritar consignas y hablar sobre teorías, no difieren de las de los demás. Sin embargo, existe una diferencia y es que, cuando dice palabras y doctrinas, siempre busca que los demás la tengan en estima y compararse con los líderes y obreros y con quienes persiguen la verdad. Y lo todavía más ilógico es que, independientemente de lo que diga o cómo lo diga, su objetivo es atraer a las personas a su lado, desorientar los corazones de la gente, con la única intención de ganarse su estima. ¿Con qué propósito busca ganarse su estima? Desea tener estatus y prestigio en el corazón de la gente, convertirse, en medio de la multitud, en una persona destacada o en un líder, convertirse en un ser extraordinario o inusual, y transformarse en una figura fuera de lo normal, en alguien cuyas palabras tengan autoridad. Esta situación es diferente a los casos comunes de personas que hablan palabras y doctrinas, y constituye un trastorno y una perturbación. ¿Qué la distingue de aquellas personas que pronuncian palabras y doctrinas de la manera más habitual? Que tiene un deseo constante de hablar y, cuando se presenta la oportunidad, habla. Siempre que haya una reunión o un grupo de personas congregadas, en tanto tenga una audiencia, habla y se muestra particularmente deseosa de hacerlo. No lo hace con el deseo de contarles a sus hermanos y hermanas sus pensamientos más íntimos, sus logros y experiencias, ni aquello que entiende y percibe para permitir que la verdad se comprenda ni con la intención de propiciar una senda que permita practicarla. En cambio, su objetivo es aprovechar la oportunidad de exponer doctrinas para exhibirse a sí misma, hacer que otros sepan cuán erudita es, demostrar que es inteligente y posee conocimientos y formación, y mostrarse superior a una persona promedio. Quiere ser reconocida como una persona capaz, no alguien simplemente corriente. Desea esto de modo que, para cualquier asunto, todos acudan a ella y le consulten. Para cualquier cuestión de la iglesia o dificultad que enfrenten los hermanos y hermanas, desea ser la primera persona en la que los demás piensen, de modo que otros no puedan hacer nada sin ella, y que, por lo tanto, no se atrevan a abordar ningún asunto sin su presencia y todos esperen su orden. Este es el efecto que desean lograr. Su propósito al decir palabras y doctrinas es hacer caer a las personas en una trampa y controlarlas. Para ella, decir palabras y doctrinas es simplemente un método, un enfoque, no es que lo haga porque no entiende la verdad, sino que, al actuar de esta manera, su objetivo es que las personas la admiren de corazón, la respeten e incluso le tengan miedo, y queden sujetas a su limitación y control. Esta forma de decir palabras y doctrinas constituye, por lo tanto, trastornos y perturbaciones. En la vida de iglesia, tales personas deben ser restringidas, y el comportamiento de decir palabras y doctrinas debe, asimismo, pararse y no debe permitirse que continúe sin control. Habrá quien diga: “Se tendría que restringir a esas personas; entonces, ¿aún se les debería dar la oportunidad de hablar?”. Siendo justos, se les puede dar la oportunidad de hablar, pero en cuanto retornen a sus viejas costumbres y empiecen a lucirse, cuando su ambición esté a punto de estallar nuevamente, se las debería interrumpir con prontitud para que se calmen y recuperen la lucidez. ¿Qué habría que hacer si se lucen de esta manera a menudo, si su ambición aún se revela con frecuencia y si sus deseos son difíciles de refrenar? Habría que restringirlas de forma tajante y evitar que hablen. Si nadie quiere escuchar lo que dicen, si su tono y su semblante, la expresión de sus ojos y sus gestos resultan repulsivos para quienes los oyen y ven, es que se trata de un problema serio. Llega un punto en que todo el mundo siente aversión. ¿Estas personas, que interpretan un papel de contrapunto en la iglesia, no deberían abandonar el escenario? Es hora de que dejen su papel. ¿Acaso no significa que han terminado de rendir servicio? ¿Qué habría que hacer cuando han prestado el último de sus servicios? Habría que depurarlas. En cuanto empiezan a hablar, sueltan su misma charla de siempre, ninguna restricción puede ponerle fin. Están todos cansados de escucharla. Su horrible rostro, ese rostro de Satanás, de un diablo, se hace visible. ¿Qué clase de personas son estas? Son anticristos. Si se las echa demasiado pronto, la mayoría de la gente albergará nociones, en el fondo no estará convencida y dirá: “La casa de Dios carece de amor, ha echado a alguien sin siquiera someterlo a un período de observación, no le ha dado ni una mínima oportunidad de arrepentirse. Lo único que hizo fue decir unas cuantas palabras impropias, revelar un pequeño carácter corrupto y ser un poco arrogante, pero no tenía malas intenciones. Es injusto tratarlo así”. Sin embargo, cuando una mayoría puede discernir y desentrañar la esencia de las personas malvadas, ¿resulta apropiado permitir que dichas personas malvadas continúen con sus temerarias fechorías, trastornos y perturbaciones en la iglesia? (No). Es injusto para todos los hermanos y hermanas. En esos casos, el hecho de deshacerse de ellas resuelve el problema. Una vez que hayan prestado su último servicio y haya una mayoría que las discierna, la mayoría de la gente no pondrá objeciones cuando las eches; no se quejarán ni malinterpretarán a Dios. Si aún quedan personas que las defienden, cabría decir: “Esa persona cometió muchas maldades en la iglesia. Ha sido identificada como un anticristo y se la ha echado. Sin embargo, aún la compadeces muchísimo; aún piensas en la bondad que te ha mostrado y sales en su defensa. Eres demasiado sentimental y careces totalmente de principios. ¿Cuáles son las consecuencias? Basta con que te ayude un poco para que no lo olvides; obedeces fervientemente a cualquier cosa que te diga, siempre con el deseo de corresponderla. Y se ha echado a esa persona. ¿Quieres acompañarla? Si también deseas que te echen, que así sea”. ¿Se trata de una manera apropiada de manejar la situación? Llegados a este punto, así es. Si estas personas pronuncian en todo momento palabras y doctrinas para desorientar a los demás, y perturban así a la gente de una manera tan insoportable que ya nadie quiere asistir a las reuniones, ¿no es porque los líderes y obreros están adormecidos y embotados, carecen de discernimiento y son incapaces de manejar a estas personas a tiempo? Se trata de una incapacidad para desempeñar su labor, de un incumplimiento de sus responsabilidades.
A estas alturas, la mayoría de las personas poseen cierto grado de discernimiento hacia esos anticristos que pronuncian palabras y doctrinas. Salvo que mantengan la cabeza gacha, en cuanto enseñen el rostro, actuando de una manera específica en diversos aspectos, y basten sus varias manifestaciones para que sean identificados como anticristos, no deberían producirse demoras ni vacilaciones. Habría que restringirlos y aislarlos con prontitud. Si su servicio ya no aporta ningún valor, habría que echarlos de inmediato. Resulta fácil discernir a estos anticristos hipócritas que pronuncian palabras y doctrinas, porque salta a la vista que semejantes individuos son anticristos. Lo que ocurre es que este tipo de gente siempre aprovecha la oportunidad de pronunciar palabras y doctrinas para desorientar a las personas y lograr su objetivo de detentar el poder. Esta constituye una de las formas en que se manifiestan los anticristos, la cual resulta fácil de discernir. Ya hemos tratado suficientemente este tema en ocasiones anteriores, por lo que no profundizaremos más aquí. En resumen, los líderes y obreros deberían prestar mucha atención a esas personas en aras de entender y captar con prontitud y precisión sus movimientos, pensamientos y puntos de vista, así como sus planes y acciones y los comentarios erróneos que difunden, para luego ocuparse de ellos en consecuencia y sin demora. Esta es una responsabilidad de los líderes y obreros, de modo que estos, como mínimo, deberían ser espiritualmente perspicaces y mentalmente meticulosos en esta tarea, no estar adormecidos ni ser torpes. Si un anticristo desorienta a un gran número de personas pronunciando palabras y doctrinas durante las reuniones, el hecho de que los líderes de la iglesia no lo identifiquen como anticristo ni puedan desenmascararlo y manejarlo con prontitud supone un fracaso en el cumplimiento de sus responsabilidades. Si muchas personas ya se han visto desorientadas por los anticristos y consideran que las reuniones en las que estos no pronuncian palabras y doctrinas carecen de sentido, por lo cual pierden el interés en asistir a ellas y ni siquiera están dispuestas a comer y beber las palabras de Dios y escuchar los sermones, porque prefieren escuchar las prédicas de los anticristos —si los líderes de la iglesia solo se percatan de la gravedad de la situación y empiezan a tomar medidas y darles la vuelta a las cosas cuando las personas se han visto desorientadas y controladas por los anticristos hasta este extremo—, ¡esto provocaría retrasos significativos! La entrada en la vida de buena parte del pueblo escogido de Dios se resentiría debido al adormecimiento y la torpeza de esos falsos líderes. Cuando se disecciona, se discierne y se echa a los anticristos, habrá personas que se vean desorientadas y los sigan. Algunas incluso dirán: “Si los echas, dejaremos de creer en Dios. Si los obligas a irse, ¡nos iremos todos!”. Llegados a este punto, queda totalmente claro que los líderes de la iglesia no están llevando a cabo ninguna labor real, lo cual supone un grave incumplimiento de sus responsabilidades.
En la vida de la iglesia, lo primero que deben hacer los líderes y obreros es captar el estado de los diversos individuos. Deben observar y comprender con detenimiento qué senda ha tomado cada miembro de la iglesia y su esencia-carácter por medio de la interacción, para luego descubrir e identificar con prontitud y precisión quién está recorriendo la senda de un anticristo y quién posee su esencia. A continuación, deberían centrarse en estos individuos, prestarles mucha atención y comprender y captar con prontitud los puntos de vista y los enunciados que difunden, así como las acciones que se disponen a llevar a cabo en ese momento. Cuando los anticristos buscan desorientar, atrapar y controlar a la gente, los líderes y obreros deberían levantarse de inmediato para frenarlos, en lugar de esperar pasivamente. Si uno aguarda hasta que Dios los revele o hasta que los hermanos y hermanas se vean desorientados o hasta que estos adquieran una comprensión y discernimiento antes de desenmascarar a los anticristos, eso ya retrasaría las cosas. Por lo tanto, a la hora de protegerse contra los anticristos, los líderes y obreros deberían tomar la iniciativa de atacar primero y prepararse con antelación. El primer paso consiste en ascender y promover a quienes son relativamente rectos y pueden perseguir la verdad; es decir, regar y proveer adecuadamente a los que asumen una función de liderazgo en diversos elementos de la obra, así como promoverlos para que sean pilares de la iglesia. Solo de esta manera los diversos elementos de la obra de la iglesia podrán progresar sin contratiempos ni obstáculos y se podrá seguir difundiendo el trabajo evangélico. Resulta complicado llevar a cabo cualquier obra, sea cual sea, sin la presencia de un buen líder. La principal manifestación de la oposición de los anticristos hacia Dios consiste en desorientar a Su pueblo escogido para que este los siga, con el fin de trastornar y perturbar cada aspecto del trabajo en la casa de Dios. En una iglesia, el primer objetivo de los anticristos es perjudicar a quienes tienen un sentido de la rectitud y a quienes asumen una función de liderazgo en diversas tareas. Atraen a su lado a aquellos a los que pueden desorientar y controlar, mientras que incriminan, entrampan, hunden y finalmente echan al resto. Esto allana el camino para que los anticristos controlen la iglesia. Primero hunden a las pocas personas clave que pueden perseguir la verdad; el resto, en su mayor parte, son aquellos que se mueven según la dirección en que sople el viento. Después de esto, les resulta mucho más fácil tratar específicamente con los líderes y obreros, los cuales, sin la cooperación y ayuda de aquellos que persiguen la verdad, luchan esencialmente solos. Ellos se hallan en la luz, mientras que los anticristos acechan en la oscuridad, listos para lanzar ataques furtivos, tenderles trampas, atraparlos y calumniarlos en cualquier momento; los hacen caer y evitan que puedan levantarse, y luego buscan a otros para que les peguen patadas mientras están en el suelo, lo que los deja completamente descorazonados y sin esperanzas. Por lo tanto, resulta muy difícil resolver a fondo el problema de los anticristos si quienes persiguen la verdad no unen fuerzas contra ellos. En la vida de la iglesia, lo primero que deben hacer los líderes y obreros es mantener el orden normal de la iglesia. La presencia de estas personas malvadas que caminan por la senda de los anticristos impide que se obtengan buenos resultados de la vida de la iglesia, dificultará que se emprenda el camino correcto y la mayoría de la gente se verá perturbada e influida con frecuencia. Por lo tanto, descubrir, comprender, captar e identificar a las personas malvadas, a los anticristos y a quienes caminan por su senda constituye la primera y más importante tarea que los líderes y obreros han de acometer en lo que respecta a la vida de la iglesia. Solo restringiendo o echando a estas personas puede mantenerse el orden normal de la iglesia. Si no son restringidas y se les permite actuar con obstinada temeridad y causar perturbaciones, los diversos elementos de la obra de la iglesia quedarán paralizados. Dado que la mayoría carece de discernimiento hacia esas personas, es incapaz de desentrañar su esencia y hasta llega a verse perturbada y desorientada por sus diversos pensamientos y puntos de vista falaces, resulta difícil que el pueblo escogido de Dios emprenda el camino correcto y entre en la realidad-verdad en la vida de iglesia. Si, durante este período, la vida de iglesia transcurre con normalidad, el pueblo escogido de Dios consigue ganancias y progresos al comer y beber las palabras de Dios y al compartir la verdad, y finalmente adquiere cierta entrada en la vida y un atisbo de la realidad-verdad, pero luego se deja desorientar y perturbar por los anticristos que pronuncian palabras y doctrinas, no solo pierde esa pequeña comprensión pura y el entendimiento genuino que ha ganado, sino que también absorbe muchas falacias y herejías engañosas. Enseguida este vuelve a estar atolondrado, como remeros que son arrastrados por la corriente en el momento en que dejan de remar, lo cual resulta muy problemático. No es fácil que las personas experimenten crecimiento en la vida; pueden transcurrir años hasta que se observe un pequeño progreso, es un proceso sumamente lento. Resulta complicado que la gente adquiera la pequeña estatura que posee; no se gana con facilidad. Por culpa de la desorientación y las perturbaciones que causan los anticristos, las personas pierden la poca comprensión pura que poseen. Lo más grave es que, tras las perturbaciones causadas por Satanás y los anticristos, las personas se impregnan de muchas filosofías, intrigas y artimañas satánicas, así como del veneno que Satanás planta en ellas. Estas cosas no solo impiden que las personas conozcan y se sometan a Dios, sino que además provocan lo contrario; es decir, que desarrollen nociones y malentendidos acerca de Dios y se alejen de Él, lo cual agrava todavía más sus actitudes corruptas y favorece aún más su traición hacia Dios. Las consecuencias de esto son gravísimas. Decidme, ante dichas consecuencias, ¿se hace necesario parar y restringir a quienes desorientan a las personas con palabras y doctrinas? ¿No se trata de una tarea importante que los líderes de la iglesia deberían asumir? (Sí). Por lo tanto, restringir a las personas malvadas y a los incrédulos es una labor importante para la iglesia. Hay quien dice: “Carezco de discernimiento. No sé hacerlo”. En realidad, mientras tengas la voluntad, observes con detenimiento y examines en todo momento las intenciones y motivos de las personas, irás desarrollando un discernimiento gradual. En cuanto estas personas malvadas e incrédulas se manifiestan, tienen sus propias intenciones y motivos, todos ellos destinados a conseguir que los demás las admiren e idolatren, así como a que escuchen lo que dicen. Si puedes percibir sus intenciones y motivos, es que ya posees un cierto discernimiento. Si no estás seguro, puedes hablar sobre este asunto con personas que comprendan relativamente la verdad. Durante la enseñanza, por un lado, cabe alcanzarse una resolución por medio de la verdad comprendida por todos y las distintas pruebas factuales entendidas. Por el otro, gracias al esclarecimiento y la guía de Dios, así como a la luz aportada por Él durante la enseñanza, también cabe obtener confirmación sobre este asunto, y confirmar si la persona en cuestión es efectivamente un anticristo y si se trata de alguien al que haya que restringir. Por medio de la enseñanza, si todos obtienen confirmación y se acuerda por unanimidad que dicha persona es efectivamente un anticristo al que habría que restringir —y después de que se alcance un consenso con los hermanos y hermanas y todos compartan una misma perspectiva—, el siguiente paso que deben dar los líderes y obreros estriba en manejar y echar con celeridad a ese sujeto en conformidad con los principios-verdad. Este es el principio. Una vez que las personas lo hayan comprendido, deben llevar a cabo el trabajo real, lo cual implica cumplir con su responsabilidad y ser leales. Comprender los principios no es algo que se haga para predicarlos ni para llenarse la cabeza con ellos, sino para aplicarlos a la obra real de tu deber. En la obra real, la comprensión de los principios te permite cumplir con tus responsabilidades y obligaciones más eficaz y concienzudamente. Por lo tanto, esto también forma parte de la labor de los líderes y obreros. Para mantener el orden normal de la vida de iglesia y permitir que los hermanos y hermanas vivan la vida de iglesia con normalidad y entren en todas las verdades exigidas por Dios, cuando aparecen anticristos que pronuncian palabras y doctrinas, los líderes y obreros deberían ser los primeros en alzarse para pararlos y restringirlos. No se trata de restringir a estos anticristos solo porque hayan dicho algunas cosas equivocadas. Si la observación a largo plazo, las respuestas de la mayoría y sus manifestaciones específicas bastan para determinar que efectivamente pertenecen a la categoría de los anticristos, entonces los líderes y obreros deberían salir a pararlos y restringirlos; no deben permitir que continúen actuando sin control. Consentirlos equivale a dejar que los diablos, los satanases, los demonios inmundos y los espíritus malvados campen a sus anchas en la iglesia, lo que implicaría que esos líderes y obreros estarían descuidando sus responsabilidades y, en esencia, trabajando para Satanás. Aquí concluye la enseñanza sobre el segundo tipo de problema relativo a los trastornos y perturbaciones en la vida de la iglesia.
III. Parlotear sobre cuestiones domésticas, establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno
A continuación, vamos a hablar sobre el tercer punto: parlotear sobre cuestiones domésticas, establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno. Está claro que los problemas englobados aquí, que abordaremos en nuestra enseñanza, no deberían producirse en la vida de iglesia. En la vida de iglesia, la gente acude a comer y beber las palabras de Dios, a poner en común Sus palabras, a comunicar la verdad y a compartir sus testimonios vivenciales personales, mientras que a la vez buscan las intenciones de Dios y una comprensión de la verdad. Entonces, ¿deberían pararse y restringirse problemas como el hecho de parlotear sobre cuestiones domésticas, establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno en el seno de la vida de iglesia? (Sí). Hay quien dice: “¿No está bien saludarse? Si dos personas que ya se conocen y tienen una relación relativamente cercana se encuentran mientras hacen vida en la iglesia y charlan un rato, ¿cuenta como parlotear sobre cuestiones domésticas? ¿Debería restringirse esto también?”. ¿Este tercer punto se refiere a este tipo de circunstancias? (No). Está claro que no. Si hubiera que restringir hasta los simples saludos educados, en el futuro la gente tendría miedo de hablar cuando se reuniera. Este tercer punto —parlotear sobre cuestiones domésticas, establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno— quizá conste solo de tres elementos, pero los problemas que representan no son las simples charlas o saludos corteses. Son las acciones malvadas que pueden trastornar, perturbar y dañar la vida de iglesia. Ya que conllevan trastornos y perturbaciones, merecen una enseñanza. ¿Qué debería compartirse? Precisamente qué problemas, qué cosas que dicen y hacen las personas, así como cuáles de sus discursos, comportamientos y conductas pueden alcanzar un nivel tal que trastornan y perturban la obra de la iglesia. Analizaremos varios ejemplos concretos para ver si producen problemas graves, si conllevan trastornos y perturbaciones y si deberían pararse y restringirse.
En la vida de iglesia, hay gente que habla a menudo de asuntos familiares triviales y de sus propias nociones e ideas como si fueran los temas principales de discusión. Una mujer dice: “La sociedad ahora es muy tenebrosa; resulta agotador relacionarse con los no creyentes y vivir entre ellos. Esos no creyentes son capaces de cualquier cosa; ¡es realmente insoportable!”. A lo que algunos hermanos y hermanas responden: “Nosotros creemos en Dios; no importa qué situaciones afrontemos, debemos ser capaces de ejercer el discernimiento y buscar la verdad y las sendas de práctica. Si vives de esta manera, no te sentirás agotada”. Sin embargo, la mujer dice: “La palabra de Dios es la verdad, pero no una panacea. Me preocupaba que mi marido tuviera una aventura y se demostró que era cierto; encontró a alguien más joven y guapa que yo. ¿Cómo se supone que voy a vivir mis días?”. Con este parloteo, empieza a llorar amargamente. Su manera de hablar suscita pena en otras personas, algunas de las cuales, que comparten su difícil trance, enseguida congenian con ella y se ponen a charlar allí mismo. Durante una reunión de dos horas, ella explica con todo detalle la discusión que mantuvo con su marido al descubrir su aventura, las ideas que concibió para transferir las propiedades compartidas, las consultas con el abogado para evitar sufrir pérdidas tras el divorcio, etcétera. ¿Se trata de la clase de tema que debería hablarse en la vida de iglesia? (No). Si tus asuntos familiares no están arreglados y te distraen de las reuniones, es mejor que no asistas a ellas. El lugar de reunión de la iglesia no es un sitio para que descargues tus quejas personales, ni para parlotear sobre cuestiones domésticas. Si en casa tienes problemas y no quieres verte enredado, constreñido o restringido por tales asuntos; si quieres buscar la verdad para comprender la intención de Dios, si quieres desprenderte de todo esto, durante la reunión puedes compartir tus problemas brevemente a fin de que los hermanos y hermanas te ayuden con las enseñanzas de la verdad. Esto puede ayudarte a comprender la intención de Dios y a fortalecerte, a no verte constreñido por estos asuntos y a salir de la negatividad y la debilidad, así como a elegir la senda correcta y más adecuada para ti. Sobre esto es sobre lo que deberías hablar. Sin embargo, ¿es apropiado que te traigas de tu casa estas irritantes trivialidades para soltarlas y pregonarlas en la vida de iglesia, y que la mayoría de la gente, por vergüenza, no te detenga ni te interrumpa, sino que se arme de paciencia y se obligue a escucharte hablar de ellas? ¿Es una muestra de amor? ¿Significa esto ser tolerante y paciente? Este comportamiento tuyo ya ha causado perturbaciones en la vida de iglesia. ¿Quién sufre por ello? El pueblo escogido de Dios. Especialmente en el entorno de la China continental, donde reunirse es complicado y los creyentes deben esconderse en todas partes y hasta tienen que programar las cosas con antelación, ¿es apropiado que alguien suelte todos sus irritantes asuntos familiares en el lugar de reunión para que todos los oigan y comenten? Las personas, en su mayoría, acuden a las reuniones para comprender la verdad y las intenciones de Dios, no para oír estas trivialidades irritantes, ni para escucharte parlotear sobre cuestiones domésticas. Hay quien dice: “No tengo allegados, conque ¿qué tiene de malo hablar con los hermanos y hermanas de estos temas?”. Puedes hacerlo, pero el momento importa. Fuera de las reuniones, siempre y cuando la otra parte esté dispuesta a escuchar, puedes hablar de ellos; esa es una libertad de la que gozas y la casa de Dios no te restringirá. Sin embargo, el lugar y el momento que has elegido para hablar de esos temas no son oportunos. Esto ha ocurrido en la vida de iglesia, durante el período de reunión, y tu interminable cháchara sobre tus asuntos familiares perturba sin cesar a los hermanos y hermanas, por lo que debe restringirse. ¿No se trata acaso de una regla? En efecto, se trata de una regla. No entender las normas resulta inaceptable, pues puede llevar a que uno actúe sin razón y perturbe a los demás. Los comportamientos, discursos y conductas que causan perturbaciones deberían restringirse, lo cual es la responsabilidad de los líderes y obreros, así como la de todos los hermanos y hermanas. Hay personas que, por lo general, tienen poco que compartir en las reuniones, pero cada vez que afloran problemas en su vida familiar, descargan estas irritantes trivialidades sobre los demás. ¿Están ellos obligados a escucharlas? ¿Están obligados a juzgar lo bueno y lo malo en nombre de esas personas? No es su obligación. Son asuntos personales de esos individuos, quienes deberían manejarlos por su cuenta; no deberían hablar de ellos durante las reuniones. Su comportamiento va en contra de las reglas, es irracional y debería restringirse.
Hay personas que, preocupadas por el futuro de sus hijos que van a la universidad, buscan contactos para ellos, sin dejar de cavilar: “En nuestra familia no hay ningún funcionario; ¿qué tipo de trabajo puede encontrar mi hijo después de graduarse? ¿Qué será de su futuro? ¿Podrá mantenerme en mi vejez? Tengo que hallar la manera de asegurarle un buen empleo para después de su graduación”. Cuando asisten a reuniones, dicen: “Mi hijo es muy obediente. No solo apoya mi fe en Dios, sino que también quiere ser creyente una vez que termine la universidad. Pero la cosa es que, aunque creamos en Dios, aún tenemos que ganarnos la vida, ¿no? No sé qué clase de trabajo podrá encontrar después de graduarse. ¿Qué oficios están bien pagados en la actualidad? Hermana Menganita, he oído que tu marido es gerente. ¿Puede ayudar de algún modo? Mi hijo es culto, ha visto el mundo, posee mejor calibre que yo y tiene maña con los ordenadores; en el futuro podrá desempeñar deberes en la casa de Dios. Pero por ahora lo primero que hay que resolver es la cuestión del trabajo; sería duro para él no conseguir un empleo”. Cada vez que acuden a una reunión, sacan a relucir estos temas y la charla se prolonga interminablemente. Buscan a personas que las compadezcan y luego intentan establecer vínculos con ellas. Durante las reuniones, tratan de arrimarse a ellas y atender sus gustos, incluso les hacen regalos, les llevan manjares o les compran algún detalle. ¿No es esto plantar los cimientos para establecer conexiones personales? ¿Cuál es el propósito de plantar cimientos? Es utilizar a los demás para manejar los asuntos personales de uno a fin de conseguir los objetivos propios. Durante las reuniones, no están dispuestas a escuchar los testimonios vivenciales que comparten los hermanos y hermanas, no hacen caso de ninguna tarea que la casa de Dios organice para ellas ni están dispuestas a escuchar a los hermanos y hermanas que procuran ofrecerles ayuda y consejos sobre su estado. Solo muestran un especial entusiasmo por el asunto del empleo de su hijo, sobre el cual hablan incesantemente. No solo se dirigen a cualquier persona que vean, sino que también charlan durante las reuniones. En resumen, prestan una especial atención a este asunto, en el que invierten un gran esfuerzo. En cada reunión, acaparan parte del tiempo de los hermanos y hermanas para hablar de ello. Ni siquiera se olvidan de mencionarlo cuando comparten sus propias experiencias; continúan hablando hasta que todos se impacientan y se indignan, y la mayoría se siente demasiado avergonzada para pararlos. Llegados a este punto, los líderes y obreros deberían cumplir con su responsabilidad y restringirlos; deberían decir: “Todos se hallan al tanto de tu situación. Si algunos hermanos y hermanas están dispuestos a ayudar, eso concierne a vuestra relación personal. Pero no deberías obligar a nadie que no quiera ayudarte. Ayudar a tu hijo a encontrar empleo no es obligación ni responsabilidad de los hermanos y hermanas; se trata de una cuestión personal que no debería acaparar el valioso tiempo que los hermanos y hermanas dedican a comer y beber las palabras de Dios y compartir la verdad. No molestes a los que comen y beben las palabras de Dios al hablarles sobre tus temas personales. Después de la reunión puedes hablar con quien quieras y buscar ayuda de quien quieras, pero no malgastes el tiempo de la reunión. Utilizar el período de reunión para tratar los temas personales de uno es vergonzoso y carece de razón; lo que se manifiesta es una perturbación de la vida de iglesia. Este asunto queda zanjado aquí”. Esto es lo que los líderes y obreros deberían hacer.
Durante las reuniones, algunas señoras mayores descubren que las hermanas jóvenes de las familias de acogida son guapas y honestas, creen sinceramente en Dios y persiguen la verdad, por lo que se encariñan con ellas y quieren que se conviertan en sus nueras. Durante las reuniones, no solo mencionan continuamente el tema, sino que también ofrecen pequeños favores y cuidados especiales a las hermanas jóvenes cada vez que asisten a ellas. Aun cuando estas hermanas expresan su desacuerdo, las molestan y acosan con insistencia, no las dejan en paz. ¿Qué clase de personas son? ¿No son personas de una calidad humana escasa? Dado que todas son hermanas en la fe, la mayoría solo puede compartir las intenciones y las palabras de Dios para resolver estos problemas. Sin embargo, algunas personas carecen de conciencia, razón y autoconocimiento; albergan enormes anhelos personales y quieren satisfacer cualquier deseo egoísta que tengan sin ningún sentido de la vergüenza. Por lo tanto, algunas personas se convierten en víctimas y se sienten incómodas durante las reuniones. ¿No es esto una perturbación hacia los demás? ¿Qué habría que hacer en semejantes situaciones? Los líderes de la iglesia deben dar un paso al frente para restringir y eliminar este tipo de asuntos de la vida de iglesia y entre los hermanos y hermanas. Además, algunas personas acuden a las reuniones con toda suerte de estados de ánimo: un hijo que no es filial, una nuera que siempre lleva cosas a la casa de sus padres, un conflicto entre suegra y nuera, etcétera. Hablan de estas irritantes trivialidades en cada reunión, introduciendo sus quejas de esta manera: “Todo cuanto dice Dios es verdad; ¡qué corrompido está ahora el género humano! Mirad a mi hijo y a mi nuera, que carecen de conciencia, carecen de razón. Esta es la falta de humanidad de la que habla Dios, son peores que animales. Hasta los corderos saben arrodillarse cuando lactan, pero ¡mi hijo se olvida de su madre nada más casarse!”. Expresan estas quejas cada vez que acuden a una reunión. Asimismo, hay personas que, cuando asisten a las reuniones, hablan de las cosas de su empresa: quién tiene un alto rendimiento en el trabajo y recibe más bonificaciones; quién obtendrá un ascenso el próximo mes, mientras que ellos no abrigan ninguna esperanza; quién viste mejor y compra artículos de las mejores marcas; quién se ha casado con un marido rico, etcétera. Los creyentes más veteranos que tienen cierta base no sienten ningún deseo de oír charlas de este tipo; estas charlas les repugnan. Sin embargo, algunos nuevos creyentes, que aún no han establecido una base ni han desarrollado un interés por las palabras de Dios, consideran esos temas estimulantes, pues creen haber hallado un lugar para charlar y crear vínculos personales. Durante las reuniones, hablan con unos y con otros hasta que, de manera gradual, dos personas empiezan a congeniar y forman un vínculo, de modo que desarrollan una relación íntima. El lugar de reunión se ha convertido en un espacio de transacciones, un sitio para que la gente entable conversaciones ociosas, establezca conexiones personales, lleve a cabo negocios y operaciones comerciales. Estas cuestiones son las que los líderes y obreros deberían identificar y parar con prontitud.
Algunas personas asisten a las reuniones con el objetivo de encontrar un buen trabajo para ellas mismas; otras, para ayudar a sus maridos a obtener un ascenso; otras, para conseguir un buen empleo para sus hijos, y otras para comprar productos a un precio rebajado. Otros acuden para encontrar un buen médico jefe para los familiares enfermos sin tener que hacer tantos regalos. En resumen, estos incrédulos que no persiguen la verdad y albergan motivos ocultos consideran que las reuniones de la iglesia son el mejor momento para establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno. A menudo, con el pretexto de compartir las palabras de Dios o de conocer este mundo perverso y la esencia de esta humanidad corrupta, plantean sus propias dificultades y las cuestiones que desean tratar y al final, poco a poco, ponen al descubierto sus motivos egoístas ocultos y los asuntos personales que pretenden resolver. Exponen sus propias intenciones y hacen creer erróneamente a los demás que están pasando por dificultades, y de este modo sugieren que todos deberían mostrarles amor y ayudarlos incondicionalmente y sin esperar nada a cambio. Enarbolan la bandera de la fe en Dios para aprovechar diversos resquicios, y buscan hacer amigos en los lugares de reunión que puedan solucionarles las cosas. Algunos, con la intención de comprar un automóvil a precio de saldo, investigan si entre los hermanos y hermanas hay alguien que trabaje en un concesionario o que tenga conexiones con el propietario de uno. En cuanto identifican a su objetivo, se arriman, hacen buenas migas con él y establecen un vínculo. Si ese individuo gusta de leer las palabras de Dios, hacen visitas frecuentes a su casa para leerlas juntos y en las reuniones se sientan a su lado e intercambian información de contacto. Entonces inician su ofensiva, decididos a no rendirse hasta conseguir su objetivo. Todas estas son cuestiones que afloran a menudo en el seno de la iglesia y entre las personas. Si surgen en los lugares de reunión y durante su transcurso, causarán, en efecto, trastornos y perturbaciones en la vida de iglesia, los cuales la afectarán. Si una iglesia carece de vida de iglesia durante un largo período, dicha iglesia se convierte en un grupo social, un recinto para realizar transacciones, un lugar para establecer conexiones personales, buscar favores bajo mano y ocuparse de los asuntos propios. La naturaleza de este lugar se transforma, y ¿qué consecuencias tiene esto? Como mínimo, lleva a que se pierda la vida de iglesia, lo cual significa la pérdida del precioso tiempo que se dedica a orar-leer las palabras de Dios con los hermanos y hermanas, y comprender la verdad. Además, y lo que es más importante, lleva a que se pierda una preciosa oportunidad para que obre el Espíritu Santo, para que esclarezca a la gente a fin de que comprenda la verdad. Todo esto perjudica la entrada en la vida de las personas. Por lo tanto, para el beneficio y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, y para ser responsables de la vida de todos, se hace necesario parar y restringir a semejantes individuos; este es el trabajo que los líderes y obreros deberían realizar. Por supuesto, si los hermanos y hermanas corrientes pueden desentrañar a estas personas y sus acciones, también deberían alzarse para rechazarlas y decirles “no”. Especialmente mientras se vive la vida de iglesia, que son los momentos más importantes para las personas, si alguien acapara el tiempo de las reuniones para hablar de estos asuntos y ocuparse de ellos, los hermanos y hermanas tienen derecho a desoírlos y, lo que es más, tienen derecho a parar y rechazar estas cosas. ¿Es correcta esta forma de proceder? (Sí). Hay personas que piensan que, al hacer esto, la casa de Dios demuestra una falta de calidez humana. ¿La calidez humana pertenece a la humanidad normal? ¿Se ajusta a la verdad? Si tienes calidez humana y dedicas el período de reunión para tus asuntos personales, haces incluso que la mayoría de la gente te acompañe y apoye, logras el propósito de manejar tus asuntos personales y perturbas el orden normal del pueblo escogido de Dios que lee Sus palabras y comparte la verdad, y malgastas su precioso tiempo, ¿esto resulta justo para ellos? ¿Se ajusta a tener calidez humana? Constituye el enfoque más inhumano e inmoral, por lo que la gente debería alzarse y denunciarlo. Si los líderes y obreros son unos pusilánimes inútiles, unos ineptos, incapaces de parar y restringir con prontitud semejantes comportamientos, sin involucrarse en una labor real, entonces los hermanos y hermanas que poseen sentido de la rectitud deben unirse para impedir que estas conductas y esta atmósfera se propaguen en la iglesia. Si no quieres malgastar el precioso tiempo destinado a leer las palabras de Dios y compartir la verdad, no quieres que tu entrada en la vida se vea perturbada y sufra pérdidas, ni arruinar así tu oportunidad de alcanzar la salvación, deberías alzarte para rechazar, parar y restringir estas incidencias. Esta manera de proceder resulta apropiada y conforme a las intenciones de Dios. A algunos os da vergüenza hacer esto; quizá tú sientas vergüenza, pero los malvados no. Ellos tienen el descaro de acaparar el precioso tiempo de las reuniones: los momentos en los que obra el Espíritu Santo y Dios te esclarece. Si rechazarlos te resulta vergonzoso, ¡te mereces la pérdida en tu vida! Si estás dispuesto a mostrar amor a los satanases, diablos e incrédulos, ofrecerles ayuda, sacrificándote y despreciando los principios, ¿a quién puedes culpar de la pérdida en tu vida? Por lo tanto, todos los casos en los que se establezcan conexiones personales y se manejen los asuntos propios de uno deben erradicarse por completo de la vida de iglesia. Si, durante las reuniones, alguien persiste en seguir su propio camino e insiste en charlar sobre cuestiones domésticas, en entablar conversaciones ociosas, en ocuparse de los asuntos propios de uno o en buscarles un trabajo o una pareja a otros, de modo que siempre encuentran excusas diversas para pasar ese tiempo, ¿cómo habría que manejar a semejantes personas? En primer lugar, hay que pararlas; si siguen sin escuchar, deberían aplicarse medidas de aislamiento y restricciones. Si continúan causando perturbaciones entre bastidores, se arriman a quien pueden y hostigan la vida normal de los hermanos y hermanas en cualquier sitio, entonces habría que echarlas y no contemplarlas como hermanos o hermanas. No están capacitadas para vivir la vida de iglesia ni son dignas de participar en las reuniones. Semejantes personas deberían ser restringidas y rechazadas. Esta labor, por supuesto, también constituye una tarea importante que deberían realizar los líderes y obreros en todos los niveles. Cuando surgen estos asuntos y situaciones, los líderes y obreros deberían ser los primeros en alzarse y pararlos. ¿Cómo deberían pararlos? Tienen que decirles: “¿Sabes que este comportamiento tuyo ya ha causado trastornos y perturbaciones en la vida de iglesia? Es algo que todos los hermanos y hermanas aborrecen y consideran repugnante y que también está condenado por Dios. Deberías poner fin a este comportamiento. Si no escuchas la persuasión y te empeñas en seguir por tu propio camino, tu vida de iglesia terminará, se te quitarán tus libros de las palabras de Dios y la iglesia ya no te reconocerá”. Por supuesto, hay personas que, debido a su pequeña estatura y su falta de comprensión de la verdad, de vez en cuando charlan sobre cuestiones domésticas, forjan un vínculo con alguien o se ocupan de algún asunto menor, pero no se trata de una situación demasiado grave. ¿Esto está bien? (Sí). En circunstancias que no causen ninguna perturbación a nadie, resulta aceptable que los hermanos y hermanas se ayuden entre sí y se muestren un poco de amor mutuo. Pero ¿de qué hablamos en nuestra enseñanza? De cuando esos comportamientos y acciones ya han causado trastornos y perturbaciones en la vida normal de la iglesia; en tales casos, habría que parar y restringir a los implicados. No debemos consentir que continúen trastornando y perturbando la vida de iglesia. Estas medidas benefician la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Algunas personas exhiben conductas similares, pero al no ser situaciones graves, no constituyen trastornos y perturbaciones; no son más que las simples interacciones normales que se dan entre los hermanos y hermanas cuando se ayudan entre sí, consultan información con normalidad o preguntan sobre conocimientos comunes que no entienden. Mientras no ocupe el tiempo de las reuniones y mientras ambas partes consientan, tengan buena disposición, sin imponerse nada la una a la otra, y se trate de una relación que pertenezca al ámbito de la humanidad normal, será algo permisible y la iglesia no lo restringirá. No obstante, hay un detalle: si las acciones y los discursos imprudentes que hace alguien en la vida de iglesia derivan en acoso o perturbaciones hacia los hermanos y hermanas, de modo que algunas personas se sienten indignadas y expresan sus objeciones, entonces los líderes y obreros deberían dar un paso al frente para resolver el problema. O si otros ya han denunciado a una persona que, en vez de compartir las palabras de Dios durante las reuniones, parlotea sobre sus cuestiones domésticas y establece conexiones personales, que trata el lugar de reunión como un recinto para establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno, que pide favores a los demás y se aprovecha de quien puede; si otros afirman que la calidad humana de esta persona es escasa, que es egoísta, despreciable y vil, que no persigue la verdad, sino que busca ventajas en todas partes, así como oportunidades diversas para su propio beneficio, entonces habría que aislar a dicha persona.
Algunos individuos se aprovechan de ciertos hermanos y hermanas ricos e influyentes para que les resuelvan sus cosas y, si no se satisfacen sus peticiones, a menudo los critican a sus espaldas, afirman que estas personas carecen de amor y que no son auténticos creyentes, y llegan al punto de querer denunciarlos. ¿Os habéis topado con individuos así? ¿No habría que dirigirse a esas personas? Ante una situación semejante, ¿qué habría que hacer? Los líderes y obreros deberían intervenir para resolver el problema, actuando conforme a los principios, para garantizar que los hermanos y hermanas no se vean perturbados. ¿Está mal que alguien se niegue a hacer algo por ellas? ¿Negarles la ayuda equivale a no practicar la verdad o a no profesar amor a Dios? (No). Cada uno es libre de ayudar o no; cada uno tiene derecho a elegir. La casa de Dios no estipula que los hermanos y hermanas tengan que ayudarse a resolver sus dificultades familiares en el seno de la iglesia. La vida de iglesia no es el sitio indicado para ello, sino un lugar de reunión para comer y beber las palabras de Dios y crecer en la vida. Algunas personas utilizan la vida de iglesia para solucionar sus propios problemas; ¿qué consecuencias puede acarrear esto? ¿Acaso no afecta al pueblo escogido de Dios a la hora de comer y beber Sus palabras y de equiparse con la verdad? Los problemas personales cotidianos de cada uno pueden solucionarse en privado con los hermanos y hermanas; no hay necesidad de llevarlos a la iglesia para resolverlos. Todos deberían saber qué consecuencias se derivan cuando el manejo de los asuntos personales interfiere en la vida de iglesia del pueblo escogido de Dios. Una vez que los líderes y obreros descubran tales asuntos, deberían intervenir para zanjarlos. Deberían proteger a los miembros de la iglesia que pueden cumplir con sus deberes con normalidad, proteger a quienes persiguen realmente la verdad, restringir a las personas malvadas y evitar que logren sus objetivos. Esta es la responsabilidad de los líderes y obreros. Habría que establecer distinciones claras en cuanto a cómo tratar los casos normales de este tercer punto, qué manifestaciones son de una circunstancia o naturaleza grave y qué tipos y qué manifestaciones conllevan trastornos y perturbaciones. Una vez que la gravedad de una circunstancia queda definida con claridad, debería manejarse de acuerdo con su naturaleza. Esto es algo que los líderes y obreros han de comprender y que todo el mundo debería asimilar.
IV. Formar camarillas
La cuarta manifestación de los trastornos y perturbaciones en la vida de iglesia se produce cuando se forman camarillas, una circunstancia que es gravísima por naturaleza. ¿Qué conductas constituyen la formación de camarillas? El hecho de que dos personas sean creyentes desde hace más o menos el mismo tiempo, que tengan edades, situaciones familiares, intereses y personalidades similares, entre otras cosas, que se lleven bien, que a menudo se sienten juntas durante las reuniones y que se conozcan mucho, ¿significa que forman una camarilla? (No). Se trata de un fenómeno común de relación interpersonal normal, que no supone ninguna perturbación para los demás; por lo tanto, no se considera que eso sea formar camarillas. Entonces, ¿a qué se refiere la formación de camarillas como se menciona aquí? Por ejemplo, se reúnen cinco hermanos y hermanas, hay tres trabajadores urbanos y dos granjeros rurales. Los tres trabajadores urbanos se juntan a menudo y comentan que la vida en la ciudad es mejor que en el campo, donde las personas carecen de educación, amplitud de horizontes y modales. Menosprecian a la gente de campo, siempre hablan con condescendencia a los dos granjeros, que entonces se sienten agraviados y quieren enfrentarse a ellos, de modo que dicen que la gente de ciudad es mezquina y calcula cada detalle, mientras que la gente de campo es generosa. Durante las reuniones, nunca parecen estar de acuerdo, lo que a menudo genera disputas y debates innecesarios. ¿Estos cinco tienen una relación armoniosa? ¿Están unidos en la palabra de Dios? ¿Son compatibles entre sí? (No). Cuando los unos no dejan de decir: “nosotros, los de ciudad”, y los otros: “nosotros, los de campo”, ¿qué están haciendo? (Están formando camarillas). Este es el cuarto aspecto del que vamos a hablar: formar camarillas. Esta conducta de formar camarillas lleva a que se formen grupos y facciones. Las diversas bandas, facciones y otros grupos exclusivos que se crean en función de la región, las condiciones económicas y la clase social, así como los puntos de vista discrepantes constituyen la formación de las camarillas. Con independencia de quién las lidere, la formación de distintas bandas y facciones en el seno de la iglesia, así como la formación de grupos incompatibles, son todos un fenómeno asociado con la formación de camarillas. En algunos sitios, hay clanes familiares enteros que creen en Dios, de modo que en el lugar de reunión, aparte de dos personas con apellido diferente, el resto pertenece a la misma familia, la cual forma entonces una facción o banda, por lo que las dos personas de distinto apellido se convierten en marginados. Así, no importa qué miembro de esta familia afronte un problema o sea podado, si una persona expresa una queja, el resto se une para hacerse eco de su mismo sentir. Si alguien actúa en contra de los principios, los demás lo encubren y ocultan sus acciones, hasta prohíben que las personas lo desenmascaren; ni siquiera se acepta la más mínima mención a este asunto, ni mucho menos la poda. ¿Dónde radica el problema? ¿Puedes discernirlo? Cuando los miembros de esta familia se reúnen, es como si todos cantaran la misma melodía y estuvieran sincronizados, observan en qué dirección sopla el viento y prestan atención a las señales antes de hablar. Si su cabecilla adopta una postura concreta, todos los demás siguen su ejemplo y nadie se atreve a provocarlo ni a expresar objeciones. ¿Acaso la aparición de este fenómeno en la vida de iglesia no conlleva trastornos y perturbaciones en el orden normal de la iglesia? Las personas de esta banda dictan qué pasajes de las palabras de Dios han de comerse y beberse durante las reuniones, por lo que todos deben escucharlas; incluso los líderes de la iglesia deben mostrar respeto y no pueden objetar nada. Ellas son quienes deciden qué líderes y obreros elegir, y los líderes de la iglesia deben dar más importancia a su opinión y no tomarla a la ligera. Al mismo tiempo, no dejan de reclutar “talentos”, atraen hacia ellos a quienes las escuchan, a quienes son de fiar y a quienes son de utilidad con el fin de usarlos para conseguir los propósitos del grupo, para extender su influencia de forma continua. Esta camarilla aspira a controlar la vida de iglesia; su cabecilla pretende controlar la iglesia. Este grupo detenta un poder significativo; sus miembros se alían para actuar en el seno de la iglesia, quieren estar involucrados en cualquier cosa que suceda allí. Los demás deben interpretar sus expresiones antes de hablar o de llevar a cabo alguna gestión, hasta el extremo de que el contenido de cada reunión para comer y beber ha de ceñirse a sus arreglos y deseos. Incluso si los líderes de la iglesia quieren hacer algo, primero tienen que pedirles opinión y escuchar sus ideas. Los hermanos y hermanas, en su mayoría, están controlados por los miembros de la camarilla, que también ejercen control sobre muchos de los aspectos relacionados con la obra de la iglesia. Estas personas que forman camarillas trastornan y perturban en grado sumo la vida y la obra de la iglesia. ¿Se trata de un problema serio? ¿Deberían restringirse estas acciones? ¿Habría que abordarlas? Los cabecillas de estas camarillas deberían ser restringidos y echados o expulsados, mientras que los individuos atolondrados que los siguen ciegamente deberían recibir primero enseñanzas y ayuda. Si no se arrepienten ni cambian de rumbo, habrá que restringirlos. ¡No les muestres ninguna cortesía!
¿Se entiende bien lo que significa formar camarillas? Si una persona plantea una cuestión y varias más respaldan su opinión, ¿eso cuenta como formar una camarilla? (No). Si algunos hermanos y hermanas, que tienen un sentido de la rectitud y soportan una carga relativamente mayor, solicitan a otros que se unan a ellos para completar una tarea importante, o si, con el propósito de lograr resultados en una reunión y poder comprender la verdad y las intenciones de Dios sobre un tema importante, dirigen a todos a través de la enseñanza y los demás siguen sus razonamientos al momento de la plática y la oración-lectura de las palabras de Dios, ¿cuenta esto como formar una camarilla? (No). En la iglesia, ¿qué personas son propensas a formar camarillas? ¿Qué clase de conductas constituyen la formación de camarillas? (Varias personas que se encubren entre sí, que son indulgentes unas con otras, o que se enzarzan en envidias y disputas, todo lo cual trastorna y perturba la obra de la iglesia; esto es formar camarillas). Este es un aspecto. ¿Cuál es el punto clave aquí? La indulgencia y el encubrimiento mutuos generan trastornos y perturbaciones; saber que una cierta acción está mal, que no se ajusta a los principios-verdad, y aun así ocultarlo deliberadamente, elaborar argumentos sofísticos y ocultar la verdad, preferir dañar la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios solo para proteger la figura y el estatus de alguien, encubrir a quienes perpetran maldades y causan trastornos y perturbaciones a costa de traicionar los intereses de la casa de Dios: esto es formar camarillas. Otro escenario implica instigar y tentar a las personas a oponerse colectivamente a los arreglos de la casa de Dios. Esto es grave por naturaleza, así como una forma de trastornar y perturbar la obra de Dios y el orden normal de la iglesia. ¿Cuál es el propósito principal de formar camarillas? Es controlar la iglesia, así como al pueblo escogido de Dios.
También existe una manera de formar camarillas que consiste en ganarse a distintos tipos de individuos con labia y zalamerías. A primera vista, parece que todos los miembros de esta clase de bandas pueden hablar con libertad y expresar sus propias opiniones. Sin embargo, al mirar los resultados finales, se aprecia que en realidad siguen el camino que les marca una sola persona; esa persona es su veleta. Así pues, ¿cómo atraen a los demás a su lado? Observan a quiénes pueden atraer, quiénes son fáciles de atraer, les hacen pequeños favores, les brindan un poco de ayuda amorosa. Luego buscan información sobre ellos, averiguan cuáles son sus gustos, su manera de hablar, su personalidad y sus aficiones. Al mismo tiempo, durante las conversaciones, coinciden con ellos a menudo para ganarse su corazón y, al final, los “mueven” poco a poco hasta que, sin que se den cuenta, los introducen en su camarilla y pasan a engrosar sus filas. En términos generales, ganarse a la gente con labia y zalamerías es un método muy delicado, está lleno de “calidez humana” y resulta muy eficaz. Por ejemplo, si alguien muestra amor hacia otra persona con regularidad, así como comprensión y tolerancia, y en las conversaciones está de acuerdo con ella, dicha persona desarrollará de forma inconsciente una impresión favorable, se arrimará a él y luego se incorporará a sus fuerzas. ¿En qué situaciones ejercerán algún efecto estas bandas y facciones? En cuanto uno de sus acérrimos seguidores se vea expuesto, se sienta agraviado o sus intereses, estatus o reputación sufran alguna perturbación o daño por parte de algo o alguien ajeno a su facción, un individuo de esta calaña se alzará para hablar en su nombre, luchará por sus intereses y derechos; así es como forma una camarilla. Las dos formas de la formación de camarillas más evidentes son las que encubren y complacen a la gente y las que hacen una oposición conjunta. Sin embargo, la formación de camarillas por medio de la labia y las zalamerías no parece tan contundente como los otros dos tipos mencionados, y sus miembros suelen pasar desapercibidos dentro de la iglesia. No obstante, cuando llega el momento de tomar una decisión, de adoptar una postura clara, estas facciones se hacen visibles de manera ostensible. Por ejemplo, si el cabecilla de una facción declara que cierto líder de la iglesia tiene calibre, sus seguidores se apresurarán a enumerar un puñado de casos que demuestran cómo exhibe tal calibre. Por el contrario, si declara que el líder carece de capacidad de trabajo, que tiene poco calibre y mala humanidad, los demás miembros seguirán su ejemplo, comentarán que ese líder es un incompetente, que no es capaz de compartir la verdad, que solo predica palabras y doctrinas, y dirán que todos deberían elegir a una persona más adecuada para sustituirlo. Se trata de un tipo de camarilla invisible. Aunque no manifiestan públicamente su intención de hacerse con el poder y controlar a las personas de la iglesia, existe una fuerza invisible en el seno de estas facciones y bandas que domina la vida de iglesia y el orden de esta. Se trata de una forma más terrorífica y oculta de la formación de camarilla. Aparte de las dos problemáticas situaciones mencionadas anteriormente, que se disciernen con facilidad y que constituyen problemas que los líderes de la iglesia deberían resolver, las camarillas que se forman de manera oculta suponen un problema que los líderes de la iglesia deberían manejar y resolver con más empeño si cabe. ¿Cómo deberían abordarlo? Deberían dirigirse directamente al cabecilla de este tipo de banda por medio de las enseñanzas. ¿Por qué centrarse primero en compartir con el cabecilla? A simple vista, parece que los miembros de estas camarillas no están controlados por nadie, pero en el fondo todos saben realmente a quién obedecen; y desean obedecer a esa persona. Por lo tanto, hay que manejar y abordar a ese al que idolatran y que los controla; se le debe comunicar la verdad para que comprenda la naturaleza de sus acciones. Aunque quizá el cabecilla no se haya opuesto abiertamente a la casa de Dios ni haya clamado contra los líderes, es quien controla el derecho de los miembros a hablar, así como sus pensamientos, puntos de vista y la senda que siguen. Se trata de un anticristo oculto. Estos individuos deben ser identificados, discernidos y diseccionados. Si no se arrepienten, hay que restringirlos y aislarlos. Luego debe investigarse a cada uno de los miembros de su camarilla para averiguar quién de entre ellos es de su misma calaña. Primero, hay que separar a estos individuos y luego brindar enseñanzas a los atolondrados que son tímidos, cobardes y se han visto desorientados. Si se arrepienten y renuncian a seguir al anticristo, podrán permanecer en la iglesia; si no, habrá que aislarlos. ¿Se trata de un enfoque apropiado? (Sí). ¿Existe este fenómeno en el seno de la iglesia? ¿Debería resolverse este tipo de problema? (Debería resolverse). ¿Por qué? Desde que la casa de Dios empezó a difundir el evangelio, las fuerzas de los anticristos han estado omnipresentes en la vida de iglesia y muchos de entre el pueblo escogido de Dios se han visto afectados, limitados o controlados por estas fuerzas en distinta medida. Siempre que estas personas hablan o actúan, no se hallan en un estado de libertad y liberación, sino que más bien están movidas, influidas, controladas y apresadas por los pensamientos y puntos de vista de determinados individuos. Estas personas se sienten obligadas a hablar y actuar de cierta manera; de lo contrario, se inquietan y temen sufrir las consecuencias que se produzcan. ¿Esto no ha afectado y perturbado la vida en la iglesia? ¿Se trata de una manifestación de la vida de iglesia normal? (No). Este estilo de vida de iglesia no tiene un orden normal, sino que está bajo el control de personas malvadas. Mientras estos tipos tengan poder en la iglesia, no será la palabra de Dios ni la verdad lo que reine allí. Los líderes y obreros y los hermanos y hermanas que comprenden la verdad estarán oprimidos. Se trata de una iglesia que está controlada por las fuerzas de los anticristos. Asimismo, se trata de un fenómeno y un problema en el que se trastorna y perturba la obra de Dios y el orden normal de la iglesia, un problema que los líderes y obreros deberían abordar y resolver. Algunas personas que pertenecen a la banda de un anticristo temen perder la confianza de su grupo, perder a sus defensores, quedarse sin amigos y sin apoyo en tiempos de necesidad, etcétera. Por lo tanto, se esfuerzan al máximo para permanecer en la banda. ¿No se trata de una situación grave? ¿No debería resolverse? (Sí). Cuando surgen situaciones de este tipo en el seno de la iglesia, ¿la mayoría de la gente lo percibe? ¿La mayoría lo discierne? Hay personas que están controladas por alguien sin darse cuenta, siempre tienen que seguir los pensamientos y puntos de vista de ese individuo, sus enunciados, acciones y enseñanzas, y tienen miedo de decir “no”, miedo de ir en contra de él, y hasta se ven obligadas a asentir falsamente y sonreír cuando ese individuo habla, por temor a ofenderlo. ¿Estas situaciones se dan? ¿Cuál es el problema que debería resolverse aquí? Los líderes de la iglesia tendrán que abordar y manejar a ese cabecilla anticristo que es capaz de desorientar y controlar a los demás. En primer lugar, tienen que compartir la verdad para facilitar que la mayoría de la gente discierna a este anticristo, pero luego deben restringirlo ellos mismos. Si el anticristo no se arrepiente, habría que echarlo con prontitud para evitar que continúe perturbando el orden normal de la iglesia.
En resumen, en la vida normal de la iglesia, los hermanos y hermanas deberían ser capaces de compartir libremente y sin restricciones las palabras de Dios, así como sus percepciones, comprensiones, experiencias y dificultades personales. Por supuesto, también deberían gozar del derecho a hacer sugerencias, criticar y exponer cualquier acción de los líderes y obreros que viole los principios; al mismo tiempo, también gozan del derecho a brindar ayuda y consejo. Todo esto debería ser libre; todos estos aspectos deberían ser normales; ningún individuo tendría que poder controlarlos ni constreñir al pueblo escogido de Dios; eso no representa una vida de iglesia normal. La casa de Dios cuenta con requisitos, reglas y principios que dictan cómo deben hablar, actuar y comportarse los hermanos y hermanas; también dictan, cómo entablar relaciones interpersonales normales en la vida de iglesia entre otras cosas. Ninguno de estos aspectos los puede determinar un individuo. Cuando los hermanos y hermanas hacen algo, no tienen que observar la expresión de ningún individuo, no necesitan seguir las órdenes de nadie ni verse constreñidos por ninguna persona. Nadie debería servir de veleta o timonel; lo único que puede proporcionar una dirección es la palabra de Dios, la verdad. Por lo tanto, el pueblo escogido de Dios debe adherirse a la palabra de Dios, la verdad y a los principios para compartirla en las reuniones. Si siempre estás constreñido por otra persona, siempre recibiendo sus indicaciones, y no te atreves a continuar hablando cuando observas su mirada contrariada o su rostro ceñudo, si esa persona siempre te restringe mientras compartes las palabras de Dios y tus propios conocimientos vivenciales, si siempre te sientes limitado e incapaz de actuar conforme a los principios-verdad, y si las palabras de esa persona, sus miradas, sus expresiones faciales, su tono de voz y las amenazas implícitas en su discurso te atan en todo momento, es que están controlándote en el seno de una camarilla liderada por esa persona; lo cual resulta problemático. Esto no es la vida de iglesia, sino la vida de una facción gobernada por un anticristo. En lo concerniente a esta clase de problemas, los líderes y obreros deben dar un paso al frente para resolverlos, y los hermanos y hermanas también tienen la obligación y el derecho de defender el orden normal de la iglesia. Quienes trastornan y perturban la vida de iglesia, en especial aquellos que forman camarillas y quieren dominar la iglesia, deberían ser frenados, expuestos y diseccionados, procurando que todos ganen discernimiento y desentrañen la esencia del problema, que es intentar instaurar un reino independiente. La formación de camarillas y la segmentación de la iglesia no están permitidas bajo ningún concepto en la iglesia. Por ejemplo, la segmentación en grupos basados en la identidad y el estatus sociales, los vecindarios, las regiones o la denominación religiosa, o basados en el nivel de educación, la riqueza, la raza y el color de la piel, etcétera; todo esto va en contra de los principios-verdad y no debería ocurrir en la iglesia. No importa qué pretexto se utilice para separar a las personas en jerarquías, rangos, facciones y camarillas, se trata de una circunstancia que trastornará y perturbará la obra de la iglesia y el orden normal de la vida de iglesia, por lo que los líderes y obreros deberían resolver la situación con prontitud. En resumen, con independencia de los motivos que llevan a que las personas se dividan en camarillas, facciones o bandas, si estas han acumulado una cierta fuerza y constituyen una perturbación para la obra de la iglesia y el orden de la vida de esta, es necesario pararlas y restringirlas. Si no resulta posible disuadir a los miembros de estas camarillas, se puede aislar y echar a estos malhechores. El manejo de estos asuntos también forma parte de la labor y las responsabilidades que los líderes y obreros deberían cumplir. Así pues, ¿qué es necesario comprender aquí? Es que cuando algunas personas han formado fuerzas en la iglesia y son capaces de enfrentarse y oponerse a los líderes, la obra de la iglesia y las palabras de Dios, así como de perturbar y dañar el orden normal de la vida de iglesia, semejantes conductas, manifestaciones y situaciones deberían restringirse y manejarse con prontitud. En lo que concierne a la formación de camarillas, no se hacen distinciones basadas en el número de personas involucradas. Si dos personas se llevan bien y no causan ninguna perturbación a la iglesia, no hace falta interferir. Sin embargo, una vez que empiezan a causar perturbaciones y forman una fuerza con el fin de controlar la iglesia, hay que parar y restringir a estos individuos. Si no se arrepienten, se los debería echar o expulsar con prontitud. Este es el principio.
22 de mayo de 2021