El segundo aspecto del significado de la encarnación

¿Cuál es el significado de que Dios encarnado sea corriente y normal? ¿Son solo cosas que existen para que Él pueda obrar? ¿Para demostrar que Él es Cristo? Algunas personas dicen: “Dios encarnado con seguridad debe ser de carne corriente y normal”. ¿Significa solo esto? Al decir “si Él es Cristo, con seguridad debe ser de carne corriente y normal”, ¿no delimita esto a Dios? ¿Qué se pretende decir con “con seguridad”? Algunas personas dicen: “Es para expresar las palabras de Dios, de forma que el hombre pueda entrar fácilmente en contacto con Él”. ¿Es este el único propósito? Si lo analizamos en términos de la esencia de Cristo, Su esencia es Dios mismo, total y completamente. Todo lo que Dios hace tiene significado. Un cuerpo de carne escogido de manera especial que tiene un aspecto, una familia y un entorno vital escogidos de manera especial; todas estas cosas que Dios hace tienen un significado. Algunas personas preguntan: “¿Cómo es que no puedo ver el gran significado subyacente a que Dios vista carne corriente y normal? ¿No es Su carne tan solo una cáscara externa? Una vez que Dios haya terminado Su obra, ¿no se volverá inútil esta cáscara externa?”. En sus fantasías y en su conciencia, las personas piensan que la cáscara externa de esta carne corriente y normal no tiene gran utilidad, que no cumple un gran propósito ni en la obra de Dios ni en Su plan de gestión, y que su cometido es, simplemente, completar esta etapa de la obra. Las personas creen que existe para que ellas puedan entrar fácilmente en contacto con Él y oír Sus palabras, de modo que sean capaces de verlo y sentirlo, y que no sirve para ningún otro fin. En el pasado, así entendían las personas el significado de la encarnación. Pero, en realidad, durante la obra de la carne corriente y normal, y durante el tiempo de la encarnación, además de emprender la obra que Él mismo debía hacer, Él también acomete una tarea que nadie ha considerado aún. ¿De qué clase de obra se trata? Aparte de hacer la obra de Dios mismo, Él también viene a experimentar el sufrimiento del hombre. En el pasado, las personas no eran conscientes de esto.

Antes, la gente jamás entendía por qué Dios encarnado siempre sufría enfermedades ni para qué servía tal sufrimiento. Algunos decían: “Dios es humilde y está oculto, Él padece este sufrimiento para salvar al hombre, Dios ama al hombre”. Esta es la explicación atolondrada que dan. ¿Es absolutamente necesario que Él padezca estas cosas para salvar a la humanidad? Si Dios encarnado no padeciera este sufrimiento, ¿podría Dios mismo conseguirlo? Sí, podría. Algunas personas afirman: “En la Era de la Gracia solo necesitábamos orar a Dios para que cualquier enfermedad sanase tan pronto como surgiera. Jamás tomábamos medicinas, y algunos oraban y hasta se curaban de cáncer. Así pues, ¿por qué Dios encarnado siempre está atormentado por la enfermedad? ¿Por qué nunca tiene buena salud? ¿Por qué Dios encarnado no ha recibido tanta gracia como el hombre?” Esto siempre ha sido un misterio para la humanidad. Es un nudo en el corazón del hombre, y sin embargo las personas no lo tratan con mucha seriedad. En cambio, solo ofrecen explicaciones confusas, diciendo que Dios ama al hombre y que Él sufre por la humanidad. Incluso ahora, las personas no lo entienden de la forma correcta. Experimentar el sufrimiento del mundo es una responsabilidad de Dios encarnado. ¿Qué propósito tiene experimentar el sufrimiento del mundo? Este ya es otro asunto. Dios viene para experimentar el sufrimiento del mundo, lo cual es algo que el Espíritu no puede lograr en absoluto. Solo Dios encarnado, que es de carne corriente, normal y completa, y que se ha hecho totalmente humano, puede experimentar por completo el sufrimiento del mundo. Si el Espíritu tuviese que hacer esta obra, sería absolutamente incapaz de experimentar cualquier sufrimiento. Solo podría ver y comprender. ¿Es ver, comprender y experimentar lo mismo? No, no lo es. Anteriormente, Dios dijo: “Conozco el vacío del mundo y las adversidades que existen en la vida del hombre. He caminado aquí y allá en el mundo y he visto una desdicha extrema. He visto las penurias, la miseria y el vacío de la vida del hombre”. Pero en cuanto a la cuestión de si Él lo ha experimentado o no, eso es otro asunto totalmente distinto. Pensemos, por ejemplo, en una familia que lucha por salir adelante. Lo ves y lo entiendes un poco, ¿pero has experimentado su situación por ti mismo? ¿Has percibido sus dificultades, su sufrimiento y has tenido estos sentimientos o esta experiencia? No, no es así. Es decir, ver y experimentar son dos cosas diferentes. Se puede decir que esto, esta obra, debe ser hecha necesariamente por Dios encarnado. En tales asuntos, el Espíritu es totalmente incapaz. Este es otro aspecto del significado de la encarnación: Dios viene para experimentar el sufrimiento del mundo y el sufrimiento que el hombre soporta. ¿Qué sufrimiento experimenta? Experimenta las dificultades que existen en la vida del hombre, los infortunios familiares, los engaños del hombre, el abandono y la persecución, así como la enfermedad del cuerpo; todos estos constituyen los sufrimientos del mundo. La aflicción de la enfermedad, los ataques de las personas cercanas y las cosas, los infortunios en la familia, el abandono por parte de las personas, la blasfemia, la difamación, la resistencia, la rebeldía, los insultos y los malentendidos, etc. Dios encarnado experimenta todo esto como un ataque. Para quienes padecen todo esto, también lo es. Se trate de una gran persona, de una persona extraordinaria o de alguien de mente abierta, este sufrimiento y todas estas cosas son un ataque para ella. Dios padece la persecución del mundo, no tiene donde reposar Su cabeza, ningún lugar donde estar, ningún confidente… Todo esto es doloroso. Si bien es posible que estas cosas no alcancen el cénit del sufrimiento, Él de todos modos lo experimenta todo. Algunos solían preguntarse: “En la obra de Dios encarnado, ¿no puede Él eliminar estas enfermedades? Permitirse hacer Su obra con comodidad, y no dejar que las personas se rebelen o se resistan contra Él; ¿no podría Él hacer estas cosas? Si Él castigara a las personas, estas no se atreverían a resistirse a Él. Dios tiene la autoridad, entonces ¿por qué se dejaría caer en la enfermedad? Si alguien está enfermo, solo necesita orar para curarse. ¿Por qué Dios mismo, pues, padece la enfermedad?”. Él lo hace para poder experimentar el sufrimiento del mundo. No elimina las adversidades ni la aflicción de las enfermedades de la carne que adopta como encarnación, ni tampoco elimina el abandono que sufre a manos del hombre. Él solo crece de forma natural y obra dentro de este difícil entorno. Así puede experimentar el sufrimiento del mundo. De no existir ninguna de estas cosas, Él no probaría este sufrimiento. Si no le sobrevinieran enfermedades, o si no padeciera ninguna de las dolencias que afligen a las personas normales, ¿no sería menor Su sufrimiento? ¿Podría disponerse que Él jamás padeciera un dolor de cabeza, ni sintiera cansancio, después de usar demasiado Su cerebro, mientras otras personas sí los padecen? Sí, podría disponerse; pero esta vez las cosas se están haciendo de forma diferente. Durante la era en la que obraba Jesús, Él fue capaz de pasar cuarenta días y cuarenta noches sin comida ni agua sin sentirse hambriento. No obstante, en la era actual, Dios encarnado tiene hambre incluso si se saltea una comida. Algunas personas dicen: “¿No es Dios todopoderoso? A mi modo de ver, no lo es. Ni siquiera puede hacer algo tan pequeño como eso. Por Su forma de hablar, vemos que Él es Dios; entonces ¿por qué no puede conseguir estas cosas?”. No es que Dios no pueda conseguirlas, sino que no las hace de esa forma. El propósito de Su encarnación no es hacer las cosas que las personas piensan que Dios puede hacer. Él experimenta el sufrimiento del mundo y hay significado en que lo haga. Después están los que preguntan: “¿Qué utilidad hay, Dios, en que experimentes el sufrimiento del mundo? ¿Puedes sufrir en el lugar del hombre? ¿No están sufriendo ahora mismo las personas?”. Dios no hace nada de manera aleatoria. Él no se marcha una vez que ha padecido el sufrimiento del mundo, cuando ha mirado y visto cómo es el mundo, sino que viene para completar meticulosamente toda la obra que requiere Su encarnación. Algunas personas piensan que, sencillamente, Dios puede estar demasiado acostumbrado a disfrutar de una vida de comodidad y confort, que solo quiere sufrir un poco, que vive feliz sin haber probado el sufrimiento, de modo que solo quiere conocer el sabor del sufrimiento. Todo esto no es más que producto de la imaginación de las personas. Experimentar ahora el sufrimiento del mundo es algo que solo puede hacerse durante el tiempo de la encarnación. Si la obra de Dios encarnado ya se hubiera completado con minuciosidad y la siguiente etapa de la obra hubiera empezado ya, no debería existir más lo de “experimentar el sufrimiento del mundo”. ¿Por qué razón exacta experimenta Dios el sufrimiento del mundo? ¿Lo sabe alguien? Se ha profetizado que el hombre no tendrá lágrimas, llanto, ni sufrimiento, y que no habrá enfermedad en el mundo. Dios encarnado está experimentando ahora ese sufrimiento, y cuando haya terminado conducirá a la humanidad al hermoso destino, y todo el sufrimiento anterior ya no existirá más. ¿Por qué dejará de existir? Dejará de existir porque Dios mismo encarnado ya habrá experimentado todo este sufrimiento y lo habrá eliminado de la humanidad. Es con este propósito que Dios experimenta el sufrimiento del hombre.

Dios encarnado experimenta el sufrimiento del mundo con el fin de preparar mejor el destino futuro de la humanidad, para hacerlo más hermoso, más perfecto. Este es el aspecto más importante de la encarnación, y es una parte de la obra de la encarnación. Hay otro asunto aquí. Al hacerse carne y experimentar este sufrimiento, Dios lo eliminará después de la humanidad. Pero si no hubiera encarnación ni experiencia, ¿podría eliminarse este sufrimiento? Sí, de todos modos podría eliminarse. En la Era de la Gracia, cuando Jesús fue crucificado, Él era un hombre justo que tomó la semejanza de la carne pecaminosa y se hizo ofrenda por el pecado, con lo cual redimió a toda la humanidad y la liberó de las garras de Satanás. Este fue el propósito y el significado de la crucifixión de Jesús: estaba redimiendo a la humanidad con Su sangre preciosa, de modo que se perdonaran los pecados de la humanidad. Dios experimenta ahora el sufrimiento humano, y esto significa que lo hace en el lugar del hombre, tras lo cual no será necesario que este lo sufra de nuevo. No puedes olvidar las siguientes palabras: en cada etapa de la obra de Dios, Él está en guerra con Satanás, y toda etapa de Su obra está de algún modo relacionada con esta guerra contra Satanás. En la etapa de la obra llevada a cabo durante la Era de la Gracia, se perdonaron todos los pecados de la humanidad: estos se redimieron a través de la crucifixión. De no haber existido este hecho, el hecho de la crucifixión, y si, en cambio, el perdón de los pecados del hombre se hubiera basado únicamente en palabras, no se habría convencido a Satanás. Este habría dicho: “Tú no has sufrido nada ni has asumido los pecados del hombre. ¿Con una sola palabra quedan perdonados los pecados de la humanidad? ¡Eso es inaceptable! Tú creaste a la humanidad, así que si no asumes los pecados en nombre de ella no puedes perdonar sus pecados”. Ahora, en la etapa actual de la obra, todas las personas salvas serán llevadas al hermoso destino, llevadas a la era siguiente. La humanidad ya no sufrirá más, la enfermedad no la afligirá más. ¿Pero basado en qué el hombre ya no padecerá más la aflicción de la enfermedad? ¿Basado en qué ya no existirá el sufrimiento en el mundo? Es razonable afirmar que, dado que las personas tienen un carácter corrupto y son capaces de resistirse a Dios, deberían padecer este sufrimiento. ¿Cómo puede resolverse este problema? Por tanto, Dios encarnado también hace esta vez algo muy importante, y es tomar el lugar de la humanidad y sufrir todo su dolor. Esta “experiencia” de Dios que se hace carne y experimenta el dolor humano se trata de que Él sufre en el lugar de la humanidad. Algunas personas dicen: “Ahora que Dios sufre en el lugar de la humanidad, ¿por qué seguimos sufriendo?”. Actualmente estás experimentando la obra de Dios. Aún no has sido totalmente perfeccionado, todavía no has entrado por completo en la era siguiente y tu carácter sigue siendo corrupto. La obra de Dios aún no ha alcanzado su apoteosis y sigue en curso. Por tanto, las personas no deben quejarse de su sufrimiento. Dios encarnado sigue sufriendo; no digamos ya el hombre. ¿No es de gran importancia que Dios experimente el sufrimiento humano? Dios encarnado no ha venido a hacer un poco de obra y después marcharse. El entendimiento de las personas es demasiado superficial; creen que Dios encarnado ha venido a hacer la obra de Dios mismo, que esta carne sólo ha venido para expresar la palabra de Dios y obrar en Su nombre. Algunos piensan incluso que esta carne sólo es una forma externa, pero esta es una visión completamente errónea, y no es más que una blasfemia contra Dios encarnado. La obra de la carne significa que Dios mismo ha venido y que se ha hecho carne para experimentar el sufrimiento humano; significa que Dios se ha convertido en ser humano para experimentar el sufrimiento del hombre. ¿Tiene razón la gente al creer que la forma exterior de la carne de Dios ha venido a experimentar este sufrimiento, y que Su Espíritu no sufre por dentro? El Espíritu de Dios sufre como sufre la carne. Cuando Jesús iba a ser crucificado, suplicó: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras” (Mateo 26:39). Deseó esto porque, del mismo modo que Su carne sufría, Su Espíritu también padecía dentro de la carne. Si dices que sólo es la cáscara externa de la carne la que sufre, que Dios en Su divinidad no sufre en absoluto, que no padece tormento alguno, estás equivocado. Si lo entiendes de esta forma, eso demuestra que no has visto el aspecto de la esencia de Dios encarnado. ¿Por qué se dice que Dios está materializado ahora en un cuerpo de carne? Dios podría ir y venir cuando quisiera, pero no lo hace. Él se ha hecho humano para padecer este sufrimiento, real y tangible, para que las personas puedan verlo y sentirlo conforme ocurre. Él puede sentir el sufrimiento que padece, lo experimenta por sí mismo. Ni una sola vez siente Su carne alguna parte del sufrimiento o del tormento que no sienta Su Espíritu; Su carne y Su Espíritu son uno al sentir y soportar el sufrimiento. ¿Es esto fácil de entender? No es fácil. No es fácil porque lo único que el hombre puede ver es la carne, y no percibe que el Espíritu sufre en el momento en que la carne sufre. ¿Crees que cuando alguien sufre, su alma también lo hace? ¿Por qué dice la gente que siente esto y aquello profundamente en su corazón? Es porque la carne y el espíritu del hombre son uno. El espíritu y la carne de cada persona son una misma cosa; sufren y sienten gozo de la misma manera. No hay una persona que, al sufrir un dolor real, lo sienta sólo en la carne mientras su corazón se regocija; y nadie diría tampoco que su carne no sufre en absoluto cuando su corazón está padeciendo. Las cosas del corazón que despiertan sentimientos o dolor, o las cosas que se pueden experimentar por dentro, la carne también las puede percibir.

Dios encarnado ha venido a hacer Su obra —a experimentar el sufrimiento del mundo— con el fin de asumir todo el dolor del hombre. Una vez que haya soportado este sufrimiento hasta el final, ya no será necesario que se repita este tipo de obra en la siguiente etapa de la obra. En su lugar, la humanidad podrá ser llevada al hermoso destino. Como Él ha sufrido este dolor en el lugar del hombre, está cualificado por tanto para llevar a este al hermoso destino; ese es Su plan. Algunas personas absurdas dicen: “¿Por qué no he visto a Dios encarnado soportando todo este sufrimiento? No se ha soportado todo por completo. Deberían soportarse todas las clases de sufrimiento y, como mínimo, debería sufrir la crucifixión”. El dolor de la crucifixión ya se ha soportado antes y no es necesario padecerlo de nuevo. Además, las personas no deben decir tales cosas. ¿Acaso Dios encarnado no ha sufrido mucho durante estos años? Sólo las personas absurdas piensan de esta forma. Dentro del ámbito del sufrimiento que Dios encarnado puede soportar, básicamente todo el sufrimiento que aflige a la humanidad puede sobrevenirle a Él. En cuanto al sufrimiento demasiado grande, ese que sólo un hombre entre mil puede soportar, Dios no necesita sufrirlo porque todo ese padecimiento ya ha sido representativo. Dios puede experimentar esas clases de sufrimiento, y eso demuestra que Él no es diferente de las personas normales, que no hay distinción ni separación entre Él y las personas, y que Él sufre igual que ellas. Cuando las personas sufren, Dios también. De vez en cuando, la gente se enferma y padece dolor, y Dios lo experimenta en forma personal, ha probado todo ese sufrimiento. En esta ocasión, el sufrimiento de Dios encarnado no es como la anterior, cuando tuvo que probar la muerte en la cruz. No es necesario porque ya se ha experimentado. Esta vez sólo se trata de experimentar el sufrimiento humano y asumir el sufrimiento del hombre. Anteriormente, Jehová obró como el Espíritu y el hombre pudo aprender algunas cosas de ello. Sin embargo, las personas pueden ver y sentir la obra de Dios encarnado, haciéndola más conveniente y accesible para ellas que la obra del Espíritu. Este es un aspecto. El otro es que Dios encarnado puede experimentar el sufrimiento del mundo. Esto de ninguna manera se puede conseguir por medio de la obra del Espíritu; necesariamente, sólo puede conseguirse mediante la encarnación. Si se tratara del Espíritu que obra, diría lo que tiene para decir y, luego, se marcharía. Incluso cuando está en contacto con las personas, sigue sin poder experimentar el sufrimiento del mundo. Tal vez algunos quieran preguntar: “Si el Dios encarnado sufre, ¿no lo hace también el Espíritu? ¿No puede el Espíritu experimentarlo también?”. ¿No es también absurda esta idea? El Espíritu sólo puede experimentar el sufrimiento una vez que se ha revestido de la carne. El Espíritu y la carne son indivisibles; el Espíritu también experimenta el sufrimiento de esta. Si el Espíritu no se revistiera de carne, no sería capaz de experimentarlo. Los sentimientos de padecimiento de la carne son mucho más detallados, más reales y concretos. Estas son cosas que el Espíritu no puede alcanzar. Existen algunas cosas dentro del mundo físico que la obra del Espíritu no puede suplir. Este es el significado más exhaustivo de la encarnación.

Se ha dicho con anterioridad que Cristo no participó en la felicidad familiar del mundo. Algunos dicen: “Cristo fue bien recibido allí donde iba. Algunos incluso le compraban cosas buenas y lo tenían en alta consideración en todas partes. Las cosas debieron de resultarle bastante agradables y no sufrió mucho en absoluto, entonces ¿cómo puede decirse que Él no participó en ella?”. ¿Qué hay de esa declaración? Decir que no participó en ella no quiere decir que no disfrutara de estas cosas, sino más bien que no sufrió menos por ello. Eso es lo que quiere decir “no participó en ella”. Por ejemplo, supón que contraes una enfermedad y alguien te regala ropa buena. ¿Aliviaría la ropa el sufrimiento de tu enfermedad? No. Tu sufrimiento no se aliviaría en absoluto. Sigues teniendo que sufrir lo que debes sufrir, y eso es lo que significa “no participar en ella”. Por ejemplo, el sufrimiento que acarrea una enfermedad o las limitaciones de la situación de uno no pueden aliviarse a través de los placeres del cuerpo, y Cristo no tomaba estas cosas para Su disfrute. De allí que se dice: “Él no participó en ella”. Algunas personas absurdas piensan: “Si Dios no participa en la felicidad familiar del mundo, no importa cómo lo recibamos ya que Él sufrirá independientemente de lo que hagamos”. Esta comprensión es profundamente absurda y demuestra que su corazón contiene malicia. Los corazones de las personas deben usarse de la mejor manera posible; sus deberes deben cumplirse al máximo de sus capacidades. También están los que entienden lo siguiente: “Dios solía disfrutar de la felicidad total, y ahora viene a probar algo diferente: el sufrimiento del mundo”. ¿Es así de simple? Debes entender por qué Dios viene a experimentar el sufrimiento del mundo. El significado de todo lo que Él hace tiene una profundidad considerable. Pensemos, por ejemplo, en la crucifixión de Jesús. ¿Por qué tuvo que ser crucificado Jesús? ¿No fue para redimir a toda la humanidad? También es de gran importancia la encarnación actual de Dios y Su experimentación del sufrimiento del mundo: es para el hermoso destino de la humanidad. En Su obra, Dios hace siempre exactamente lo más práctico. ¿Por qué Dios ve al hombre sin pecado, y que el hombre puede tener la buena fortuna de presentarse ante Dios? Es porque Jesús fue clavado en la cruz, cargó con los pecados del hombre y redimió a la humanidad. Entonces, ¿por qué no sufrirá más la humanidad, no sentirá pesar, no derramará lágrimas ni suspirará más? Esto se debe a que la encarnación actual de Dios ha asumido todo este sufrimiento por sí mismo, y lo ha soportado ahora en representación del hombre. Es como la madre que vela a su hijo que ha caído enfermo y ora al cielo, deseando que se trunque su propia vida si eso significa que su hijo podrá curarse. Dios también obra de esta forma, ofrece Su dolor a cambio del hermoso destino que entonces llegará para la humanidad. No habrá más pesar, más lágrimas, más suspiros ni más sufrimiento. Dios paga este precio, el coste de experimentar el sufrimiento del mundo a cambio del hermoso destino que seguirá para la humanidad. Decir que esto se hace “a cambio de” el hermoso destino no quiere decir que Él no tenga poder o autoridad para concederle a la humanidad un hermoso destino, sino más bien que Él quiere encontrar una prueba más práctica y poderosa para convencer totalmente a las personas. Dios ya ha experimentado este sufrimiento, por lo que está cualificado, tiene el poder y, es más, tiene la autoridad para llevar a la humanidad al hermoso destino y para entregarle este hermoso destino y promesa. Satanás se convencerá por completo; todas las creaciones del universo quedarán totalmente convencidas. Al final, Dios permitirá a la humanidad recibir Su promesa y amor. Todo lo que Dios hace es práctico, nada de lo que hace está vacío y lo experimenta todo Él mismo. Dios paga el precio de Su propia experiencia de sufrimiento a cambio de un destino para la humanidad. ¿Acaso no es esto una obra práctica? Los padres pueden pagar un precio sincero por el bien de sus hijos, y esto representa su amor hacia ellos. Al hacerlo, Dios encarnado está siendo, por supuesto, sumamente sincero y fiel a la humanidad. La esencia de Dios es fiel; Él hace lo que dice y todo lo que hace se logra. Todo lo que Él hace por los seres humanos es sincero. No sólo declara palabras; cuando dice que pagará un precio, realmente lo paga. Cuando dice que tomará el sufrimiento de la humanidad y sufrirá en su lugar, viene en verdad a vivir entre ellos y siente y experimenta este sufrimiento de manera personal. Después de eso, todas las cosas en el universo reconocerán que todo lo que Dios hace es correcto y justo; que todo lo que Dios hace es realista: se trata de evidencia poderosa. Además, la humanidad tendrá un hermoso destino en el futuro y todos aquellos que permanezcan alabarán a Dios; elogiarán que las obras de Dios ciertamente se hicieron a partir de Su amor por la humanidad. Dios se presenta entre los hombres humildemente, como una persona corriente. No se limita a llevar a cabo un poco de obra, a decir unas palabras y luego irse; por el contrario, habla y obra realmente mientras experimenta el dolor del mundo. Sólo se marchará una vez que haya terminado de experimentar este dolor. Así de real y práctica es la obra de Dios; todos los que perduren lo alabarán por ella y verán Su fidelidad al hombre y Su bondad. La esencia de belleza y bondad de Dios puede verse en el significado de Su venida en la carne. Todo lo que Él hace es sincero; todo lo que Él dice es serio y leal. Todo lo que Él pretende hacer, realmente lo hace; cuando hay un precio que pagar, lo paga de verdad, no se limita a declarar palabras. Dios es un Dios justo; Dios es un Dios leal.

Primavera de 1997

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