Sobre los decretos administrativos de Dios en la Era del Reino

En primer lugar, hablemos de qué son los decretos administrativos y sobre su definición. Esto es algo que hay que entender. Cuando algunas personas escuchan hablar de “decretos administrativos”, se preguntan: “¿Qué significa decretos administrativos? ¿Son normas jurídicas? ¿Son reglas? ¿Se trata de un sistema? ¿Acaso son un conjunto de prohibiciones de clan? ¿Son mandamientos? ¿Qué es lo que son?”. La gente no comprende. Nadie entiende con exactitud qué son los decretos administrativos ni cómo operan. La gente suele decir “Dios tiene Sus decretos administrativos. Si eres desobediente, Dios los utilizará para mantenerte bajo control y castigarte”. Lanzan las palabras “decretos administrativos” sin entender su significado esencial. Entonces, ¿qué son los decretos administrativos exactamente? Son una clase de palabras establecidas por Dios que abordan la naturaleza y el carácter corrupto de las personas, con el fin de mantenerlas bajo control. Los decretos administrativos no son leyes ni normas jurídicas, y ni mucho menos son comparables con las constituciones del mundo humano. Son un conjunto de parámetros definidos por Dios con el fin de mantener el comportamiento de las personas bajo control. Los detalles relativos a los decretos administrativos atañen a cómo temer a Dios, cómo adorarlo, cómo obedecerlo, cómo actuar como un ser creado, cómo actuar como persona, cómo dar testimonio de Dios y cómo evitar humillar Su nombre. Los detalles relativos a los decretos administrativos atañen a muchas cosas. Algunos dicen: “El Espíritu de Dios puede hacer cosas. Puede castigar a las personas y retribuir a cada una lo que merece. Dios también ha pronunciado la verdad para enseñar a todas las personas. ¿Por qué debe haber decretos administrativos?”. La verdad se refiere a la entrada en la vida de las personas y a su comprensión del carácter corrupto. Los decretos administrativos son estipulaciones claramente definidas. Cualquiera que sea tu estado, seas la clase de persona que seas, si crees en Dios, debes llevar a cabo todo lo estipulado por los decretos administrativos dentro de la casa de Dios. Si no puedes hacerlo, se borrará tu nombre y, a ojos de Dios, serás detestado y rechazado. Los decretos administrativos, en verdad, son lo mínimo que se les exige a los creyentes en Dios respecto de sus actos, al igual que los israelitas adoraban a Jehová haciendo sacrificios y respetando el sabbat. En la Era de la Ley, Jehová realizó cierta obra, pronunció muchas palabras y estableció numerosas leyes. Naturalmente, aquellas leyes incluían mucho de lo que el hombre debía hacer: por ejemplo, cómo debía adorar a Jehová u ofrecerle sacrificios, pagar diezmos, hacer ofrendas, etc. En aquella época se llamaban leyes, y, en la época de la Era de la Gracia, otras estipulaciones similares se llamaron mandamientos, y todas las personas debían obedecerlos. En la actualidad, en la Era del Reino, en esta etapa de la obra de los últimos días, se han expresado los mandamientos de una nueva era, y ahora se denominan decretos administrativos. En la Era del Reino, estos mandamientos forman parte de los decretos administrativos. Sin embargo, los mandamientos de la Era de la Gracia no pueden servir como decretos administrativos hoy en día, porque lo que Dios requiere del hombre es diferente en cada era.

Cada era tiene mandamientos, y cada una tiene requerimientos y criterios de Dios para el hombre, criterios que cambian según los cambios en la era y los requerimientos de la obra de Dios. No sería apropiado utilizar algunas de las leyes de la Era de Ley hoy en día, pero, por supuesto, algunas siguen siendo adecuadas. De los mandamientos de los cuales habló Jesús en la Era de la Gracia, la mayoría son adecuados para la actualidad, y algunos, no. Hay personas que dicen: “Honra a tu padre y a tu madre, no peques, no cometas adulterio, no adores ídolos; ¿cómo no van a ser adecuados estos mandamientos?”. Estoy hablando de solo algunos de ellos. Respecto de algunos, como “honra a tu padre y a tu madre”, depende de las circunstancias, así que no me malinterpretes. Algunas personas absurdas dicen: “Dios dijo que las leyes y los mandamientos de antaño han sido abolidos, y que muy pocos se pueden seguir usando”. No debes transmitir esta idea. Difundir tal mensaje es un error y causa perturbación. Se trata de una interpretación errónea de las palabras de Dios. Quienes malinterpretan las palabras de Dios ofenden Su carácter, y quienes ofenden Su carácter son demonios. Más allá de la época, debes mantener el mínimo de decencia que se requiere de un santo. Esto, como mínimo, se requiere para tener al menos algo de semejanza humana. Todas esas leyes y mandamientos se crearon de acuerdo con la era y el contexto respectivos, y conforme a la obra contemporánea y las necesidades del hombre. En la era actual, Dios ha pronunciado algunas palabras más, y le ha dado a la gente algunas reglas más para mantenerla controlada. Es decir, les ha dado criterios, tales como cómo creer en Dios, lo que deberían o no deberían hacer como parte de su fe en Dios, etc. En la Era de la Gracia, Jesús dijo: “No he venido a abolir la ley, sino a cumplirla”. No obstante, posteriormente Él abolió muchas leyes. Esas leyes no eran apropiadas para esa era, no eran adecuadas para la obra de ese momento, y no se ajustaban al entorno de ese momento, así que Él las abolió. Hoy en día, por supuesto, es aun más necesario abolirlas. Del mismo modo, en la nueva era, algunos mandamientos del Nuevo Testamento tendrían que abolirse, y otros deben continuar, porque el entorno de la obra actual es diferente y lo que la gente necesita también lo es. Cada etapa de la obra es superior a la anterior. Algunas personas absurdas afirman: “El Señor Jesús dijo que vino a cumplir las leyes, entonces ¿por qué abolió y eliminó tantas de ellas? ¿Por qué Sus actos vulneraron la ley?”. Al abolirlas, de hecho, las cumplía. Esto se debe a que la obra que Él realizó logró esta clase de resultado, así que ya no era necesario observar tales leyes. Al igual que, una vez que Jesús sirvió de ofrenda por el pecado, ya no fue necesario realizar ofrendas por el pecado de acuerdo con esa ley, porque la obra de Dios no sigue reglas. Ciertas leyes y mandamientos pueden abolirse, y se puede utilizar una nueva obra en su lugar. Si vosotros difundierais el mensaje de “Todos los mandamientos anteriores han sido abolidos. Ya no son útiles”, eso sería absurdo. Hoy en día, Dios ha emitido decretos administrativos según los estados y las necesidades de la humanidad. Algunos se preguntan: “¿Por qué emitiría Dios decretos administrativos en cada era? Ya se hizo una vez, la gente es consciente de ellos, y hacemos lo que se nos pide. Con eso debería bastar. ¿Por qué seguir emitiendo otros nuevos?”. Dime, siendo la gente tan corrupta como es ahora, ¿sería posible no emitir decretos administrativos? Todas las personas tienen un carácter corrupto. ¿Puede la gente obedecer a Dios estando controlada por su naturaleza corrupta? No puedes afirmar que, una vez que las personas obtienen la fe en Dios y son capaces de llevar a cabo los mandamientos y obedecerlos, se convierten en santas y justas. No es así como funciona. Las personas tienen un carácter corrupto y viven siempre en medio de él, por lo que siempre hay necesidad de los correspondientes decretos administrativos para mantener su comportamiento bajo control. Si la gente de verdad infringe estos decretos administrativos, se le puede disciplinar, se le puede imponer limitaciones o puede ser descartada y expulsada. Hay todo tipo de consecuencias. En la Era de la Ley y la Era de la Gracia, existían leyes y mandamientos. Actualmente, en la Era del Reino, además de los mandamientos, debe haber decretos administrativos. Así pues, ¿cuáles son los principales decretos administrativos de la Era del Reino? Ahora, han de dictarse diez.

  1. El hombre no debe magnificarse ni exaltarse a sí mismo. Debe adorar y exaltar a Dios.

“El hombre no debe magnificarse ni exaltarse a sí mismo. Debe adorar y exaltar a Dios”. Estas cuatro cosas en realidad se refieren a un asunto: al hablar, la gente debe adoptar una posición humana, y no debe hacer alarde de sí misma. No alardees sobre lo bien que condujiste cierta iglesia, no alardees de que te pertenece ni de que Dios hace uso de ti y es especialmente bueno contigo. No lances cosas como “Dios comió y conversó con nosotros”. Estas cosas que dices no concuerdan con la realidad. Dios trata a todo Su pueblo escogido de la misma manera. Siempre y cuando una persona no haya sido puesta en evidencia y descartada, Dios tiene la misma actitud con todo el mundo. Si Dios te ha enseñado sobre la verdad, eso no demuestra que seas mejor que los demás; más bien, fue solo porque a ti se te presentó la ocasión. Así pues, ¿qué es razonable decir? Si no sabes compartir sobre la verdad, y si eres incapaz de proveer vida a tus hermanos y hermanas, debes practicar la introspección y conocerte, analizarte, ser capaz de expresar lo que hay en tu interior, sincerarte y mostrarte tal como eres ante todo el mundo. Poner esto en práctica dará resultados. Sincerarte no significa justificarte. Significa presentar las motivaciones y los pensamientos incorrectos que hay dentro tuyo para analizarlos, para que todos lleguen a conocerse, y permitir que los demás también se beneficien de ello. Al hacer esto, no te estás enalteciendo. Si te tratas de manera correcta y adoptas el lugar que te corresponde, lo que implica que puedas dejar de lado tus motivaciones y analizarlas, revelar las cosas inmundas de tu interior y, al hacer eso, ponerte en evidencia, eso demuestra que te encuentras en la posición correcta. He observado que muchos líderes solo son capaces de sermonear a la gente, de predicarle desde una posición elevada, y que no pueden comunicarse con ella como pares. Son incapaces de interactuar con la gente de manera normal. Cuando algunas personas hablan, es como si siempre estuvieran dando un discurso o haciendo un informe. Sus palabras solo se dirigen a los estados de otras personas, pero nunca se sinceran sobre sí mismos. Nunca analizan sus propias actitudes corruptas, sino que solo analizan los problemas de otros, utilizándolos como ejemplos para que los demás adquieran conocimiento. ¿Por qué hacen esto? ¿Por qué predican tales sermones y dicen tales cosas? Eso demuestra que no tienen ningún conocimiento de sí mismos, que carecen demasiado de razonamiento y que son demasiado arrogantes y santurrones. Piensan que su capacidad para reconocer el carácter corrupto de los demás demuestra que están por encima de otros, que son mejores que los demás para discernir sobre las personas y las cosas, y que son menos corruptos que el resto de las personas. Son capaces de analizar y sermonear a los demás, pero no se ponen al descubierto, no ponen en evidencia ni analizan sus propias actitudes corruptas, no muestran su verdadero rostro ni dicen nada sobre sus propias motivaciones. Se limitan a sermonear a los demás por comportarse de manera inapropiada. Esto es magnificarse y exaltarse a uno mismo. ¿Cómo puedes ser líder y, a la vez, ser tan irrazonablemente conflictivo? ¿Por qué, tras convertirte en líder de una iglesia, reprendes a los demás a la ligera, te comportas de forma arbitraria y actúas como te da la gana? ¿Por qué jamás consideras las consecuencias de tus palabras, nunca consideras tu propia identidad? ¿Por qué actúas así? Eso se debe a que, si bien eres líder, no conoces tu propio estatus o identidad. Designarte líder no es más que elevarte y darte la oportunidad de practicar. No es porque poseas más realidad que el resto o porque seas mejor que los demás. De hecho, eres igual que todos los demás. Ninguno de vosotros posee la realidad y, de cierta manera, tal vez tú seas más corrupto que otros. Entonces, ¿por qué causarías problemas irrazonablemente y sermonearías, reprenderías y limitarías a los demás de forma arbitraria? ¿Por qué obligar a otros a que te hagan caso, aunque estés equivocado? ¿Qué demuestra eso? Demuestra que te encuentras en la posición equivocada. No estás obrando desde la posición de un ser humano, estás obrando desde la posición de Dios, una posición superior a la de los demás. Si lo que dices es correcto y concuerda con la verdad, los demás pueden hacerte caso. En ese caso es aceptable. Pero cuando estás equivocado, ¿por qué los obligas a hacerte caso? ¿Acaso tienes autoridad? ¿Eres supremo? ¿Eres tú la verdad? Cuando algunos van a un lugar a predicar el evangelio, y ven a la gente de allí y las condiciones en las que viven no son de su agrado, acaba por no gustarles el lugar y quieren irse a otro lado. Otra persona puede decirles: “Se necesita a alguien aquí para predicar el evangelio. Demorarás el trabajo si te marchas”. Pero ellos no escuchan, e insisten en marcharse, diciendo: “Entonces, ¿por qué no te quedas tú? ¡Me tengo que ir! Deberías hacerme caso y aprender a obedecer”. Prefieren demorar el trabajo de la iglesia con tal de salirse con la suya y elegir un lugar que les guste. Hacen lo que quieren y exigen que los demás hagan lo que ellos dicen. ¿Acaso no se están magnificando? ¿No se están enalteciendo? ¿No son personas arrogantes? En su deber, siguen sus preferencias tanto como sea posible sin practicar la verdad en lo más mínimo. Así pues, cuando dirigen a la gente, no les piden a quienes conducen que practiquen la verdad. En cambio, exigen que los demás escuchen lo que ellos dicen y sigan sus métodos. ¿Eso no es pedir que la gente los trate como a Dios y los obedezca como a Dios? ¿Están en posesión de la verdad? Están desprovistos de la verdad, rebosantes del carácter de Satanás, y son demoníacos. Entonces, ¿por qué siguen pidiendo que la gente los obedezca? ¿Las personas así no se engrandecen a sí mismas? ¿No se enaltecen? ¿Pueden unos individuos como estos llevar a la gente ante Dios? ¿Pueden hacer que la gente adore a Dios? Quieren que la gente los obedezca a ellos. Al trabajar así, ¿guían realmente a la gente para que entre en las realidades verdad? ¿Hacen realmente el trabajo que Dios les ha encomendado? No, tratan de fundar su propio reino. Quieren ser Dios, y quieren que la gente los trate como a Dios y los obedezca como a Dios. ¿No son unos anticristos? Los anticristos siempre se han comportado así; por mucho que retrasen el trabajo de la iglesia, por mucho que obstaculicen o perjudiquen la entrada en la vida de los escogidos de Dios, todo el mundo ha de obedecerlos y escucharlos a ellos. ¿No es esta la naturaleza de los demonios? ¿No es el carácter de Satanás? Las personas así son demonios vivientes con piel humana. Pueden tener rostro humano, pero, en su interior, todo es demoníaco. Todo lo que dicen y hacen es demoníaco. Nada de lo que hacen está en consonancia con la verdad, nada de ello es lo que hace la gente con razonamiento y, por tanto, no cabe duda de que se trata de los actos de unos demonios, de Satanás, de unos anticristos. Deberíais ser capaces de discernir esto claramente. Entonces, cuando actuáis, habláis e interactuáis con los demás, en todo lo que hagáis en la vida, debéis mantener este decreto en vuestro corazón: “El hombre no debe magnificarse ni exaltarse a sí mismo. Debe adorar y exaltar a Dios”. Así se ponen limitaciones sobre la gente, y esta no llegará al extremo de ofender el carácter de Dios. Este decreto administrativo es crucial, y todos vosotros deberíais pensar bien qué significa, por qué Dios exige esto a la humanidad y qué pretende lograr. Consideradlo con cuidado. Que no os entre por un oído y salga por el otro. Eso será realmente beneficioso para vosotros.

  1. Haz todo lo que sea beneficioso para la obra de Dios y nada que vaya en detrimento de los intereses de la misma. Defiende el nombre, el testimonio y la obra de Dios.

Debes defender y asumir la responsabilidad de todo lo que se relacione con los intereses de la casa de Dios o que se refiera a la obra de la casa de Dios y a Su nombre. Cada uno de vosotros tiene esta responsabilidad y obligación, y es eso lo que debéis hacer.

  1. El dinero, los objetos materiales y todas las propiedades en la casa de Dios son las ofrendas que los hombres deben dar. Nadie puede disfrutar de estas ofrendas, excepto el sacerdote y Dios, porque las ofrendas del hombre son para el goce de Dios y Él sólo las comparte con el sacerdote; nadie más está calificado ni tiene derecho a gozar parte alguna de ellas. Todas las ofrendas del hombre (incluido el dinero y las cosas materiales que pueden disfrutarse) se entregan a Dios, no al hombre; por tanto, el hombre no debe disfrutar de ellas; si el hombre disfrutara de ellas, entonces estaría robándolas. Cualquiera que haga esto es un Judas, porque, además de ser un traidor, Judas también echó mano de lo que se ponía en la bolsa del dinero.

Necesito explicar estas palabras. Si no lo hago, hay ciertas personas que son tan desvergonzadas e inmutables que robarán ofrendas. Actualmente, los líderes y obreros de todos los niveles de la iglesia están temporalmente a prueba. Los que sean idóneos continuarán siendo utilizados, pero los que no, serán destituidos o descartados. Estos puestos no son fijos. No creas que ser líder u obrero significa que tu puesto es fijo y que jamás serás destituido o descartado. No te permitas esta ilusión. Es un deseo extravagante. El sacerdote no es un líder común. Tiene el derecho y la cualificación para servir a Dios directamente. Por supuesto, este derecho y esta cualificación le son dados por Dios. Es igual que con los sacerdotes de la Era de la Ley. Podían entrar al templo, pero nadie más podía entrar, y podían comer las ofrendas sacrificiales, pero nadie más podía comerlas. En la actualidad, en la Era del Reino, ¿qué clase de persona es un sacerdote? A una persona que en el pasado se la hubiera conocido como sacerdote, ahora se la conoce como alguien que es usado por el Espíritu Santo. Así pues, ¿esto os describe a vosotros? ¡No sois sacerdotes en absoluto! Un sacerdote es alguien que es usado por el Espíritu Santo, y nadie más que esa persona puede disfrutar de las ofrendas. Nadie más es digno. Si sostienes que eres digno, esa afirmación la haces por cuenta propia. No se te permitirá disfrutar de las ofrendas. No son para ti.

Hablaré más de vuestra situación. Para la gente como vosotros, los líderes y obreros que hacen un trabajo concreto en las iglesias, la iglesia puede cubrir vuestros gastos por viáticos, pero no es responsable de vuestras necesidades diarias. Tú crees en Dios, y esforzarse por Dios es voluntario. Si dices: “No hago esto voluntariamente, fue dispuesto por la casa de Dios”, entonces, puedes marcharte. Algunos dicen: “Dios me llamó, Él quería usarme, así que vine. No vine voluntariamente”. De ser así, Yo no te necesito ahora. Puedes marcharte. Jamás obligo a la gente. Incluso si estás aquí voluntariamente, que se te retenga depende de tus cualificaciones. Si no estás cualificado, no serás utilizado. Se puede encontrar a otra persona para que ocupe tu lugar. Este es el principio según el cual la casa de Dios usa a las personas. No se conceden excepciones especiales. El dinero de la casa de Dios se gasta en su obra, no está destinado a sustentar la vida de personas individuales, y tampoco está destinado al disfrute personal de la gente.

  1. El hombre tiene un carácter corrupto y, además, posee emociones. Por tanto, queda absolutamente prohibido que dos miembros del sexo opuesto trabajen juntos, solos, en el servicio a Dios. Cualquiera que sea descubierto haciendo eso será expulsado, sin excepción.

Algunos hermanos insisten en compartir solo con las hermanas, e incluso en hacerlo solos. Se sinceran con las hermanas cuando hablan con ellas, pero se niegan a hacerlo con cualquier otra persona. ¡Estas personas no son buenas! Algunas hermanas no comparten con otras y nunca se sinceran con ellas, buscan exclusivamente hermanos con los que hablar. ¿Qué clase de personas son estas? ¿No hay ni una sola hermana que pueda apoyarte? ¿No hay ni una que hable contigo? ¿Te desprecian todas? ¿Ninguna es adecuada para ti? ¿Solo puedes llevarte bien con los hermanos? ¡Creo que tienes otras motivaciones! Hay gente que siempre coquetea con el sexo opuesto. Esto es peligroso. Debéis controlaros, desarrollar cierta perspicacia y emplear algo de razón. La gente tiene un carácter corrupto, así que no os consintáis deliberadamente. Debéis tener cierto control y, así, vuestra conducta mejorará. Sin control, y sin un corazón temeroso de Dios, la gente se vuelve extremadamente disoluta. Una vez que vulneran los decretos administrativos, las consecuencias son graves, así que siempre deben recordar este decreto administrativo.

  1. No juzgues a Dios ni discutas a la ligera asuntos relacionados con Él. Haz lo que el hombre debe hacer y habla como el hombre debe hablar, y no sobrepases los límites ni traspases fronteras. Refrena tu lengua y ten cuidado dónde pisas para evitar hacer algo que ofenda el carácter de Dios.

  2. Haz lo que el hombre debe hacer, lleva a cabo tus obligaciones, cumple tus responsabilidades y cíñete a tu deber. Puesto que crees en Dios, debes hacer tu contribución a Su obra; si no lo haces, entonces no eres apto para comer y beber las palabras de Dios ni para vivir en Su casa.

El Decreto Seis se refiere a los deberes de los seres humanos. Independientemente de tu anterior entrada en la vida o de cómo haya ido tu búsqueda personal, y sin importar tu calibre o humanidad, siempre que la obra de la iglesia exija que hagas algo, más allá de lo enorme que sea la adversidad o la dificultad, debes hacerlo. Si no lo haces, no eres apto para quedarte en la casa de Dios. ¡La casa de Dios no da alojamiento gratuito y no alberga a buenos para nada! Si alguien no busca la verdad, debe al menos ser capaz de ser un hacedor de servicio. Si no quiere ofrecer ni siquiera el más mínimo servicio, o si solo hace el menor esfuerzo con tal de conseguir un bocado de comida, se lo debe expulsar, se le deben retirar sus libros de las palabras de Dios y se debe lidiar con él como un no creyente. Como mínimo, la gente debe creer sinceramente en Dios, tener un corazón algo temeroso de Dios y mostrar algunas manifestaciones de adorar a Dios para ser digno de permanecer en Su casa. La casa de Dios no le pide mucho a la gente. Siempre y cuando alguien tenga conciencia y razón, pueda entender y aceptar la verdad, y sea responsable en su deber, con eso basta. Como mínimo, tu comportamiento y la manera en la que actúas deben ser aceptables. Debes tener un corazón algo temeroso de Dios, y debes mostrarle algo de obediencia. Si ni siquiera eres capaz de eso, deberías irte a casa lo antes posible y no seguir arreglándotelas en la casa de Dios. Si te niegas a cumplir incluso el más mínimo deber y solo quieres aprovecharte de la casa de Dios, ¿eres alguien que cree sinceramente en Él? Desde Mi punto de vista, una persona así no es creyente, no se diferencia de un incrédulo. ¡Es repugnante de contemplar! Si deseas creer en Dios, hazlo adecuadamente, o no lo hagas en absoluto. Creer en Dios es voluntario. Nadie te obliga. Si no puedes entender este asunto menor, ¿qué más hay que decir sobre la fe en Dios? La casa de Dios no quiere basura. La iglesia no es una planta de residuos. ¡Aquellos que carecen incluso de la más mínima aceptación de la verdad serán descartados y destituidos! La verdad impera en la casa de Dios. Si alguien intenta hacer alguna tontería o si causa alguna perturbación o interrupción, debe ser destituido y descartado por completo.

  1. En el trabajo y en los asuntos de la iglesia, además de obedecer a Dios, debes seguir las instrucciones del hombre usado por el Espíritu Santo en todas las cosas. Hasta la más mínima infracción es inaceptable. Cumple de manera absoluta y no analices si algo es correcto o incorrecto; lo correcto o incorrecto no tiene nada que ver contigo. Solo preocúpate por la obediencia total.

Debes escuchar y obedecer al hombre usado por el Espíritu Santo, independientemente de lo que él diga o haga. Haz lo que se te ha mandado hacer y de la manera en la que se te ha mandado hacerlo. No digas: “¿Lo sabe Dios? Debo preguntarle”. No hay necesidad de preguntar, simplemente haz lo que el hombre usado por el Espíritu Santo te ha mandado hacer. ¿Lo entiendes? No es necesario hablar más al respecto. Ya deberíais entenderlo claramente.

  1. Las personas que creen en Dios deben obedecerle y adorarle. No exaltes ni admires a ninguna persona; no pongas a Dios en primer lugar, a las personas a las que admiras en segundo y, en tercer lugar, a ti. Ninguna persona debe tener un lugar en tu corazón y no debes considerar que las personas —particularmente a las que veneras— están a la par de Dios o que son Sus iguales. Esto es intolerable para Él.

Algunas personas tienen la especial capacidad de subirse al tren y congraciarse con los demás. A cualquiera que me vean felicitar, tratar bien o con quien a menudo me vean compartir, ellos se aseguran de congraciarse con tales personas. En su mente se ha formado un concepto: después de Dios, viene este hermano en particular y, después de ellos, viene esta hermana en particular. No tengas jerarquías en tu mente: Dios está primero, alguien está segundo, tercero o cuarto… ¿Acaso tales rangos sirven para algo? ¿No es igual que una corte imperial, donde el emperador está primero, el primer ministro, segundo, y otro funcionario está tercero? En la casa de Dios no existen tales jerarquías, solamente existe Dios y Su pueblo escogido, y ¡este solo debe obedecer y adorar a Dios! A decir verdad, vosotros sois todos iguales. Más allá de que hayáis aceptado a Dios antes o después, e independientemente de vuestro género, edad o aptitud, todos sois iguales ante Dios. No adoréis a las personas, y no os creáis la gran cosa. No creéis rangos ni jerarquías. Si lo haces, eso demuestra que lo que hay en tu corazón ha sido contaminado con muchas nociones y figuraciones humanas y, así, eres propenso a infringir los decretos.

  1. Mantén tus pensamientos en la obra de la iglesia. Deja de lado las perspectivas de tu propia carne, sé decidido en los asuntos familiares, conságrate sin reservas a la obra de Dios y ponla en primer lugar y, tu propia vida, en segundo. Esta es la decencia de un santo.

  2. Los familiares que no comparten tu misma fe (tus hijos, tu marido o tu esposa, tus hermanas o tus padres, etcétera) no deben ser forzados a ir a la iglesia. La casa de Dios no está escasa de miembros y no hay necesidad de maquillar sus cifras con personas que no son de utilidad. No se debe llevar a la iglesia a todos aquellos que no creen de buen grado. Este decreto va dirigido a todas las personas. Debéis controlar, monitorear y haceros recordatorios los unos a los otros respecto a este asunto y nadie puede violarlo. Incluso, cuando los parientes que no comparten la fe entran en la iglesia con reticencia, no se les deben dar libros ni un nuevo nombre; tales personas no son de la casa de Dios y se debe detener su entrada a la iglesia por todos los medios necesarios. Si se ocasionan problemas a la iglesia por la invasión de los demonios, entonces tú mismo serás expulsado o se te pondrán restricciones. En resumen, todo el mundo tiene responsabilidad en este asunto, aunque no debes ser imprudente ni usarla para saldar cuentas personales.

Estos son los diez decretos administrativos de Dios que Sus escogidos deben seguir en la Era del Reino. Recuérdalos todos.

Fines de 1995

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