Una elección en medio de la crisis
Fue hace un tiempo. Recibí una carta del hermano Zhao. Habían arrestado al líder de su iglesia, a un hermano y a una hermana, mientras esparcían el evangelio. El lugar donde escondían los libros corría peligro. Podían registrarlo y confiscarlos. Él y otros diáconos tenían contacto con personas arrestadas, y los vigilaban, por lo que no podían ayudar a sacarlos. Entonces, me pidió llevar los libros de las palabras de Dios a otro lugar. Tras leer la carta, me sentí en conflicto. Para arrestar a cristianos, el PCCh promovió el “sistema de responsabilidad de cinco casas”, y vigilaba las casas visitadas por extraños. Así, denunciaban a los creyentes. Habían arrestado a estos hermanos y los ojos del PCCh estaban por todos lados. Mover los libros era muy peligroso. Si alguien malvado nos denunciaba o si la policía nos descubría, incautaría el coche y nos atraparía. Si veían tantos libros, me torturarían durante el interrogatorio. Moriría o quedaría malherido. Si no toleraba la tortura y era un Judas, sería maldecido y castigado, y sería mi fin, ¿no? Sin embargo, si no movíamos los libros a tiempo y los incautaban, los hermanos no podrían leer las palabras de Dios. No podía quedarme quieto y ver cómo los incautaban. Luchaba con qué hacer, por lo que fui ante Dios y oré: “Dios, tengo mucho miedo. Me preocupa que me arresten, no tengo el coraje para cooperar. Por favor, dame fe y fuerza”.
Después, leí un pasaje de las palabras de Dios. “Las personas que son leales a Dios conocen claramente los riesgos que existen, y están dispuestos a asumirlos con el fin de afrontar las consecuencias y que las pérdidas de la casa de Dios sean mínimas antes de retirarse. No priorizan su propia seguridad. ¿Qué decís de esto? ¿Es posible que la gente no se preocupe ni siquiera un poco por su propia seguridad? ¿Quién no es consciente de los peligros de su entorno? Sin embargo, debes asumir riesgos para cumplir con tu deber. Esa es tu responsabilidad. No debes priorizar tu propia seguridad personal. La obra de la casa de Dios y lo que Dios te confía son lo más importante, y tienen prioridad sobre todo lo demás” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (II)). Tras leer estas palabras, me sentí avergonzado. Cuando los fieles ven perjudicados los intereses de la casa de Dios, cumplen con sus responsabilidades, incluso sabiendo que es peligroso. Pero ¿yo? Entendía la crisis del momento. Sabía que si no movía los libros pronto, podrían encontrarlos y confiscarlos. En un momento tan crítico, me preocupé por si me arrestaban. No me preocupaban los intereses de la casa de Dios y no pensaba en cómo usar mi fuerza para cumplir mis deberes. ¡Esto no era lealtad! Solo era egoísta. Entonces, me lo reproché. A pesar del frenesí del gran dragón rojo, ¿no está en manos de Dios? Ha dificultado mucho tiempo la obra de Dios, pero, aun así, ¿esta no se ha extendido a muchos países? Temía porque no conocía la omnipotencia y soberanía de Dios. Tenía muy poca fe en Dios. Dios usaba este entorno para ayudarme a ganar la verdad, a conocer Su omnipotencia y sabiduría, y debía confiar en Él. Al darme cuenta, ya no temí tanto, e iba a mover los libros en cuanto pudiera.
Pronto a la mañana siguiente, conduje hasta la iglesia del hermano Zhao. Primero, busqué a una hermana y le pedí que me llevara donde los guardaban, pero, en la puerta, me dijo en voz baja que su esposo la vigilaba y no la dejaba salir por miedo a que la arrestaran. Oír eso me preocupó aún más. Ella no podía llevarme, pero yo no conocía a nadie más, y la situación era crítica. ¿Qué pasaría si incautaban los libros? No se me ocurría otra alternativa que volver a casa. En el camino, no dejaba de preguntarme quién podría llevarme. Aunque encontrara a alguien, si volvía al pueblo, podría llamar la atención. ¿Me denunciarían? Cuanto más lo pensaba, más temía. El peligro me rodeaba. Ya en casa, oré a Dios en busca de respuestas y leí este pasaje: “No debes tener miedo de esto o aquello; no importa a cuántas dificultades y peligros puedas enfrentarte, eres capaz de permanecer firme delante de Mí sin que ningún obstáculo te estorbe, para que Mi voluntad se pueda llevar a cabo sin impedimento. Este es tu deber, […] Debes soportarlo todo; por Mí, debes estar preparado para renunciar a todo lo que posees y hacer todo lo que puedas para seguirme, y debes estar preparado para gastarte por completo. Este es el momento en que te probaré, ¿me ofrecerás tu lealtad? ¿Puedes seguirme hasta el final del camino con lealtad? No tengas miedo; con Mi apoyo, ¿quién podría bloquear el camino? ¡Recuerda esto! ¡No lo olvides! Todo lo que ocurre es por Mi buena intención y todo está bajo Mi observación. ¿Puedes seguir Mi palabra en todo lo que dices y haces? Cuando las pruebas de fuego vengan sobre ti, ¿te arrodillarás y clamarás? ¿O te acobardarás, incapaz de seguir adelante?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). “Cuando comienzo formalmente Mi obra, todas las personas se mueven cuando Yo me muevo, de tal manera que, en todo el universo, las personas se mantienen ocupadas siguiendo el mismo paso que Yo; hay ‘júbilo’ por todo el universo y el hombre es impulsado por Mí. Como consecuencia, el gran dragón rojo mismo es puesto por Mí en un estado de frenesí y de desconcierto y sirve a Mi obra, y, a pesar de no estar dispuesto, es incapaz de seguir sus propios deseos, pero no le queda otra opción más que someterse a Mi control. En todos Mis planes, el gran dragón rojo es Mi contraste, Mi enemigo, y, también, Mi sirviente; así pues, nunca he flexibilizado Mis ‘requisitos’ con respecto a él. Por lo tanto, la etapa final de la obra de Mi encarnación se completa en su casa. De esta manera, el gran dragón rojo es más capaz de darme un servicio apropiadamente, por medio de lo cual Yo lo conquistaré y completaré Mi plan” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 29). Las palabras de Dios me dieron fe. Dios es omnipotente. Controla todo y dirige cada acción. Su obra en los últimos días ocurre en el país del gran dragón rojo para que la persecución del gran dragón rojo se use para perfeccionar al pueblo escogido. No importa lo malvado que sea, está sometido a las instrumentaciones soberanas de Dios. No puede dañarnos sin permiso de Dios. El PCCh ha reprimido cruelmente a los cristianos desde que llegó al poder, y ha usado medios viles para proscribir en vano la iglesia de Dios, pero sus conspiraciones nunca han tenido éxito. En cambio, sus conductas han servido a Dios. Le han permitido al pueblo elegido discernir su esencia malvada de odiar la verdad y resistirse a Dios y conocer la autoridad de Dios. Dios usa al gran dragón rojo para clasificar a las personas según su tipo. Quienes leen la palabra de Dios y cumplen su deber ante la adversidad, y no se rinden a Satanás tras ser arrestados y torturados, tienen el testimonio de vencedores. Pero los temerosos que no se atreven a cumplir sus deberes son la cizaña y los incrédulos revelados por la obra de Dios, y acaban eliminados. En ese momento, comprendí que Dios usaba este entorno para probarme. Si estaba temeroso para cumplir mi deber, ¿no significaría que Dios me revelaba? Entonces, supe que no podía esquivar más mi deber. Debía mover los libros lo antes posible.
Por eso, hablé rápido con mis hermanos sobre cómo moverlos. Había dos hermanas más que conocían la casa donde los guardaban, por lo que las recogí y las llevé a las casas. En el camino, estaba tenso y oré a Dios continuamente. Al entrar al pueblo, había algún tipo de ceremonia de inauguración. Había mucha gente reunida. Me di cuenta de que Dios nos abría una senda. Le agradecí de corazón y mientras los vecinos estaban distraídos, entramos por un camino lateral. Sacamos los libros con éxito. Después de almacenar los libros, nos avisaron de que nos habían denunciado. La policía nos buscaba, pero ya estábamos lejos. Agradecí a Dios, porque vi que todo está en manos de Dios, cada minuto y cada segundo. Dios movilizó a las personas y las cosas para abrirnos una senda, que nos permitió mover los libros.
Poco tiempo después, cinco hermanos y hermanas fueron arrestados durante una reunión. Los arrestos surgieron de la nada, por lo que no sabíamos cuántos hermanos estaban bajo vigilancia. Debíamos avisar a los que habían estado en contacto con ellos para que se escondieran. También había que mover los libros lo antes posible. Yo conocía la iglesia de esa zona, por lo que estaba mejor preparado para asistir a los líderes de la iglesia. Pero temía que me arrestaran y me torturaran, por lo que hablé con mi esposa sobre ello y me leyó un pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “De todo lo que acontece en el universo, no hay nada en lo que Yo no tenga la última palabra. ¿Hay algo que no esté en Mis manos? Todo lo que Yo digo se hace, y ¿quién entre los seres humanos puede hacerme cambiar de opinión? ¿Podría ser el pacto que Yo hice en la tierra? Nada puede impedir que Mi plan avance; Yo estoy siempre presente en Mi obra, así como en el plan de Mi gestión. ¿Quién entre los seres humanos puede entrometerse? ¿No soy Yo quien ha hecho personalmente estos arreglos?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 1). Leer las palabras de Dios me dio fe. Todas las cuestiones están en manos de Dios. Todo lo que me pasa, incluso si me arrestan, está en manos de Dios. Sin el permiso de Dios, a pesar de la frenética persecución del PCCh, nunca me arrestarían. Y si me arrestaran, sería momento de dar testimonio para Dios. Al darme cuenta, oré a Dios, quería confiar en Él y cooperar.
Al día siguiente, me disfracé de comerciante de granos y fui al pueblo a averiguar más cosas. Allí, tuve que evitar cámaras y lugares concurridos, por lo que me desvié, hasta llegar a la casa del líder de la iglesia, pero no estaba ahí. Me sentí preocupado y esperé hasta que se puso el sol, pero no lo vi. Tuve que dormir en casa de un familiar que también es creyente. Esa noche, pensé en cuánto me había arriesgado sin haber logrado nada, y me sentí abatido. Tenía que volver al día siguiente. ¿Qué me pasaría si me denunciaban y me arrestaban? No podía evitar mis deberes como en el pasado. Debía pensar en cómo mover los libros, pero tenía miedo y pensaba que era demasiado peligroso. Por eso, oré a Dios: “¡Dios! Estoy asustado. Por favor, dame fe. No importa el peligro, quiero confiar en ti y resolver esto lo antes posible para que no se perjudiquen los intereses de la casa de Dios”. Después recordé un pasaje de las palabras de Dios: “El gran dragón rojo persigue a Dios y es Su enemigo, y por lo tanto, en esta tierra, los que creen en Dios son sometidos a humillación y opresión y, como resultado, estas palabras se cumplirán en este grupo de personas, vosotros. Al embarcarse en una tierra que se opone a Dios, toda Su obra se enfrenta a tremendos obstáculos y cumplir muchas de Sus palabras lleva tiempo; así, la gente es refinada a causa de las palabras de Dios, lo que también forma parte del sufrimiento. Es tremendamente difícil para Dios llevar a cabo Su obra en la tierra del gran dragón rojo, pero es a través de esta dificultad que Dios realiza una etapa de Su obra, para manifestar Su sabiduría y acciones maravillosas, y usa esta oportunidad para hacer que este grupo de personas sean completadas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). Antes no entendía el significado de estas palabras, pero, en este entorno, vi lo prácticas que son las palabras de Dios. El gran dragón rojo odia la verdad y se resiste a Dios. Como creyentes en el país del gran dragón rojo, es seguro que nos perseguirán, pero Dios usa esta persecución para perfeccionar un grupo de vencedores. Esta es la sabiduría de la obra de Dios. Antes sentía que tenía fe en Dios, pero en esa peligrosa situación, mi temor, falta de fe y egoísmo fueron revelados. Temía no tolerar la tortura, convertirme en un Judas y llegar a un mal final. Pensé en todos mis comportamientos, en cómo antepuse mis intereses y seguridad e ignoré la obra de la iglesia. No había lealtad a Dios ni testimonio en eso. Estaba en este entorno porque Dios lo permitió. Dios lo usaba para perfeccionar mi fe, para darme coraje y sabiduría y así ganar experiencia práctica de Sus obras y ver Sus actos. Nacer en China y poder experimentar la obra de Dios en los últimos días eran la exaltación y el amor de Dios por mí. Si no sufría para ganar la verdad, si fracasaba en cumplir este deber, no habría significado ni valor en mi vida. Al darme cuenta, reflexioné: “¿Por qué siempre consideraba primero mis intereses en los entornos peligrosos? ¿Cuál era la causa?”.
Después, leí en las palabras de Dios: “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí mismos; abandonan las cosas, se esfuerzan por Él y le son fieles, pero aun así, todo lo que hacen es para sí mismos. En resumen, su único propósito es ganarse bendiciones para sí mismos. En la sociedad, todo se hace para beneficio personal; se cree en Dios solamente para lograr bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. Todo esto es una prueba empírica de la naturaleza corrupta del hombre. Sin embargo, las personas que han experimentado un cambio en su carácter son diferentes; creen que la manera en que se vive con sentido, en que se cumple con los deberes de una persona para ser dignos de ser llamados humanos, en que se adora a Dios, y en que se satisface y somete a Dios, todo esto es el fundamento de lo que significa ser un humano y es una obligación ordenada por el Cielo y reconocida por la tierra. De otra manera, ellas no serían dignas de ser llamadas humanas; sus vidas estarían vacías y no tendrían significado. Ellas sienten que las personas deben vivir para satisfacer a Dios, para cumplir bien con sus deberes y para vivir una vida significativa, de manera que, incluso cuando llegue la hora de su muerte, se sentirán contentas y no tendrán el menor remordimiento, y que no habrán vivido en vano” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La diferencia entre los cambios externos y los cambios en el carácter). Al leer las palabras de Dios, comprendí que anteponía mis intereses, me protegía en todo y quería evitar mis deberes en entornos peligrosos porque vivía según “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “Deja las cosas vagar si no te afectan” Estas filosofías se habían convertido en mi naturaleza y controlaban mis ideas y actos. Me hacían egoísta y despreciable. No tenía en cuenta la obra de la casa de Dios. Sabía que esos libros eran importantes y debía protegerlos; pero todavía anteponía mis intereses, y en un momento tan crucial, no cumplía mis deberes con lealtad. Pensé en Dios que, para salvar a la humanidad de la corrupción, corrió el gran riesgo de venir a China a obrar, donde lo perseguía el PCCh y sufría la condena del mundo religioso. Dios nunca tuvo en cuenta Su seguridad y ha expresado la verdad para proveernos. Aunque somos rebeldes y corruptos, nunca nos ha abandonado, y ha usado Sus palabras para guiarnos. Cuando reconocí esto, me di cuenta de cuánto le debo a Dios y odié lo egoísta que me había vuelto. Había disfrutado de la gracia de Dios y de Su palabra, pero me había protegido a mí, sin pensar en los intereses de Su casa. No tenía humanidad. ¡No merecía vivir ante Dios! Me arrodillé y oré a Dios: “¡Dios! He sido tan corrompido por Satanás, soy muy egoísta y despreciable, y carezco de humanidad. Ya no quiero vivir así, quiero abandonar mi carne, cumplir mis deberes lo mejor que pueda y sostener la obra de la casa de Dios”.
Después, leí estas palabras, “‘Capítulo 11’ de Las palabras de Dios al universo entero”. “¿Quién en toda la humanidad no recibe cuidados a los ojos del Todopoderoso? ¿Quién no vive en medio de la predestinación del Todopoderoso? ¿Acaso la vida y la muerte del hombre ocurren por su propia elección? ¿Controla el hombre su propio destino? Muchas personas piden la muerte a gritos, pero esta está lejos de ellas; muchas personas quieren ser fuertes en la vida y temen a la muerte, pero sin saberlo, el día de su fin se acerca, sumergiéndolas en el abismo de la muerte” (“La Palabra manifestada en carne”). “Cuando las personas están preparadas para sacrificar su vida, todo se vuelve insignificante y nadie puede conseguir lo mejor de ellas. ¿Qué podría ser más importante que la vida? Así pues, Satanás se vuelve incapaz de hacer nada más en las personas, no hay nada que pueda hacer con el hombre. Aunque, en la definición de la ‘carne’, se dice que Satanás la ha corrompido, si las personas se entregan, y no son dominadas por Satanás, nadie puede conseguir lo mejor de ellas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 36). Mientras consideraba la palabra de Dios, entendí que la vida y la muerte están en manos de Dios. Cuando la crueldad de Satanás visitó a Job, sin el permiso de Dios, Satanás no se atrevió a tomar la vida de Job. Al lidiar con este problema, que me arrestaran dependía de Dios. Si Dios permitía que me arrestaran, incluso si me mataban a golpes, debía mantenerme firme y dar testimonio para Dios. Que me martirizaran por Él tendría significado y valor. Como dijo el Señor Jesús: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí, ese la salvará” (Lucas 9:24). Pensé en los santos del pasado. Cuando los amenazaban de muerte, no consideraban sus intereses o planes para su vida. Producían un rotundo testimonio para Dios, como Daniel, arrojado a los leones, o Jacobo, que fue decapitado, o Pedro, crucificado cabeza abajo. Yo debería imitar su fe, su lealtad y su obediencia a Dios. Ya no podía temer la oscura influencia de Satanás o vivir una vida egoísta e indigna. Debía arriesgarlo todo para cumplir mis deberes.
A la mañana siguiente, pensé que la hermana Wang quizás conocía la casa donde estaban los libros, por lo que fui a su casa. Me dijo, sorprendida: “Ayer, la policía y los funcionarios del pueblo vinieron a investigar a los creyentes. Si hubieras visto al líder y hubieras movido los libros, te habrían atrapado”. Cuando la hermana Wang dijo eso, agradecí a Dios. Al enterarme de la situación, llevé los libros a un lugar seguro, y, al fin, pude dejar de preocuparme. Aunque había sufrido un poco por la gran ansiedad del proceso, vi los efectos prácticos de la omnipotencia y soberanía de Dios. A pesar del frenesí del gran dragón rojo, este sirve a Dios. Es usado para perfeccionar al pueblo elegido de Dios y ayudarlo a crecer en la vida, y no puede hacernos nada sin el permiso de Dios.
Tras esta experiencia, mi fe en Dios creció. También entendí mi corrupción. Ya no me escondo ante la oscura influencia de Satanás, y cumplo mi deber y protejo los intereses de la iglesia. Gracias a la guía de Dios, he crecido y me he beneficiado. Nunca habría ganado estas cosas en un entorno cómodo. ¡Gracias a Dios!