Lo que gané por hablar con honestidad
Por Clara, Estados UnidosHace un tiempo, leí un pasaje de las palabras de Dios que decía: “Halagos, adulación y palabras bonitas: en...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Un día, a finales del año 2019, mi nieta dijo de repente que le dolía la pierna. La llevé al hospital para que le realizaran algunas pruebas médicas de imagenología, pero no encontraron nada, así que no lo tomé en serio. Al día siguiente, dijo que su pierna seguía palpitando dolorosamente. El hecho de verla llorar de dolor me hizo llorar a mí también. Llegada esa noche, la pierna le estaba doliendo con más frecuencia y apenas pudo dormir. Mientras le masajeaba la pierna, estuve orando a Dios y le encomendé su enfermedad a Él. Al tercer día por la mañana, mi hijo y mi nuera llevaron a mi nieta al hospital del condado.
Después de ser hospitalizada, tuvo fiebre elevada en forma constante, la cual permanecía en 40 grados y no cedía. La examinaron en el departamento de cirugía y en el de medicina interna, pero no encontraron nada y los doctores no tenían una cura. Con una gran impotencia, mi hijo la llevó a un hospital en la capital provincial. El diagnóstico de los expertos fue lupus en un momento, y sepsis al siguiente. Cuando los padres de mi nuera regresaron del hospital y me contaron, me preocupé mucho. Tanto el lupus como la sepsis eran enfermedades fatales. Incluso si se hacía a un lado el diagnóstico, mi nieta seguía teniendo fiebre elevada de 40 grados, lo que le provocaría un gran daño a su salud si continuaba durante mucho tiempo. Su situación no auguraba nada bueno. Cuanto más pensaba en ello, más preocupada me sentía. Yo había criado a mi nieta y no podía soportar ver que algo le ocurriera. Traté de consolarme una y otra vez, pensando: “Ella estará bien. Dios es omnipotente. Él protegerá a mi nieta. No dejará que muera”. Cuando pensaba en la enfermedad de mi nieta, a menudo lloraba de angustia. Ella era muy joven y estaba teniendo que pasar por todo esto. Deseaba ser yo quien tuviera su enfermedad, para poder sufrir en su lugar. También pensé: “Yo creo en Dios, entonces ¿por qué le está pasando esto a mi familia?”. Pero luego, lo pensé nuevamente: “En realidad, esta situación debe haber venido a mí con el permiso de Dios. Quizá Dios está poniendo a prueba mi fe. No puedo culpar a Dios. Mientras persista en el cumplimiento de mi deber, la enfermedad de mi nieta se curará”. Después de eso, comí y bebí las palabras de Dios como siempre y continué realizando mi deber. Cuando cumplía mi deber de acogida con mis hermanos y hermanas, hacía todo lo que podía por ellos. Mis hermanos y hermanas querían ayudarme, pero yo no les permitía hacerlo. Pensaba que siempre que llevara a cabo mi deber tanto como pudiera, Dios me mostraría Su gracia y mi nieta mejoraría.
Aproximadamente medio mes después, mi hijo me llamó para decirme que se había confirmado que mi nieta sufría de sepsis, que la fiebre elevada iba y venía y que se le habían formado crecimientos en el pericardio, lo cual amenazaba su vida. Cuando me enteré, sentí cómo el corazón se me encogía. No podía aceptarlo, así que le exigí a Dios: “Mi nieta está enferma, pero yo he seguido realizando mi deber, ¡por lo que ella debería estar mejorando! Pero ahora, su enfermedad no sólo no ha mejorado, sino que en realidad ha empeorado. ¿Es en verdad imposible que su enfermedad se cure?”. Un día, mi esposo vino a mí llorando y dijo: “Nuestra nieta está muriendo. En el hospital dicen que tiene una enfermedad terminal y los doctores dicen que no hay nada que ellos puedan hacer. Nos han dicho que la traigamos a casa”. Las palabras de mi esposo fueron como un relámpago que cayó de repente. No podía creer que fuera cierto; no podía aceptarlo. Mi mente estaba llena de imágenes de mi vida con mi nieta. Cuando pensaba cuán adorable era, no podía evitar que me brotaran las lágrimas. Una y otra vez, clamé a Dios que cuidara mi corazón y me guiara para someterme. Pero cuando vi su foto en mi teléfono, todo su rostro estaba hinchado y perdí toda voluntad de seguir adelante. No quería leer las palabras de Dios y no sentía motivación para realizar mi deber. Lo único que me interesaba era la enfermedad de mi nieta. Posteriormente, mi yerno llevó el historial médico de mi nieta a un hospital grande en Shanghai para una consulta, pero los expertos también dijeron que no había nada que pudieran hacer y sugirieron que dejáramos de gastar dinero en una causa perdida. Esto en particular me molestó: “He creído en Dios durante muchos años, jamás he dejado de realizar mis deberes y siempre hice mi mejor esfuerzo por llevar a cabo cualquier trabajo que la iglesia dispusiera para mí. Incluso cuando mi nieta enfermó, no abandoné mi deber. Seguí cumpliendo mi deber de acogida con mis hermanos y hermanas. Después de pagar ese precio, ¿por qué mi nieta contrajo esta enfermedad terrible?”. Cuanto más pensaba en ello, más agraviada me sentía. No podía evitar llorar. Con todo y mi dolor, oré a Dios: “Dios, mi nieta está muriendo. Me siento desdichada y débil. No sé qué hacer y sigo teniendo quejas contra Ti. Por favor, guíame para comprender Tu intención”.
En medio de mi sufrimiento, pensé en la palabra de Dios:
4. Si, después de que invertiste en Mí, Yo no satisfago tus insignificantes demandas, ¿estarás desalentado y decepcionado de Mí o, incluso, te pondrás furioso y gritarás que es abuso?
5. Si siempre has sido muy leal y amoroso conmigo, pero sufres el tormento de la enfermedad, las penurias económicas y el abandono de tus amigos y parientes, o soportas cualquier otra desgracia en la vida, ¿aun así continuarán tu lealtad y amor por Mí?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Un problema muy serio: la traición (2)
Cuando me topé cara a cara con las preguntas de Dios, me sentí profundamente avergonzada. La enfermedad de mi nieta era una prueba real para mí, para ver si era leal y sumisa a Dios. En el pasado, siempre pensé que había estado haciendo un esfuerzo y realizando mi deber para Dios, y que eso significaba que yo era leal a Él. Sin embargo, cuando mi nieta tuvo sepsis y su condición empeoró, me volví negativa y me quejé. Dejé de tener ganas de leer la palabra de Dios y perdí la motivación en mi deber. Vi que yo no era en verdad sumisa y leal a Dios. Oré a Dios y le pedí que me guiara para aprender mis lecciones y para ser auténticamente sumisa en el asunto de la enfermedad de mi nieta. Pensé en la palabra de Dios: “Lo que buscas es poder ganar la paz después de creer en Dios, que tus hijos no se enfermen, que tu esposo tenga un buen trabajo, que tu hijo encuentre una buena esposa, que tu hija encuentre un esposo decente, que tu buey y tus caballos aren bien la tierra, que tengas un año de buen clima para tus cosechas. Esto es lo que buscas. Tu búsqueda es solo para vivir en la comodidad, para que tu familia no sufra accidentes, para que los vientos te pasen de largo, para que el polvillo no toque tu cara, para que las cosechas de tu familia no se inunden, para que no te afecte ningún desastre, para vivir en el abrazo de Dios, para vivir en un nido acogedor. Un cobarde como tú, que siempre busca la carne, ¿tiene corazón, tiene espíritu? ¿No eres una bestia? Yo te doy el camino verdadero sin pedirte nada a cambio, pero no buscas. ¿Eres uno de los que creen en Dios? […] no persigues ninguna meta; ¿no es tu vida la más innoble de todas? ¿Tienes las agallas para mirar a Dios? Si sigues teniendo esa clase de experiencia, ¿vas a conseguir algo? El camino verdadero se te ha dado, pero que al final puedas o no ganarlo depende de tu propia búsqueda personal” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). La palabra de Dios reveló mi estado. Desde que comencé a creer en Dios, pensé que siempre que hiciera un esfuerzo por Dios y realizara mi deber, Dios bendeciría a mi familia con paz y prosperidad y todos estarían libres de enfermedad y desastre. Así pues, desde el momento en que comencé a creer en Dios, siempre estuve deseosa de realizar mis deberes. Dios me había mostrado Su gracia. En poco tiempo, algunos de mis padecimientos se sanaron y mi búsqueda se volvió todavía más intensa. Aunque el Partido Comunista me arrestó, seguí realizando mi deber tras ser liberada. Sin embargo, cuando a mi nieta le dio esta terrible enfermedad, por dentro me quejaba de que Dios no la había protegido. Aunque seguía realizando mi deber, yo solo quería que Dios protegiera a mi nieta curando su enfermedad. Quería intercambiar mi esfuerzo exterior y mi sacrificio por la bendición de Dios. Cuando la enfermedad de mi nieta no mejoró, su vida estaba en peligro y el hospital abandonó todo tratamiento, y yo me sentí completamente destrozada. Malinterpreté a Dios y me quejé contra Él; pensé que Dios era injusto y me volví negativa y me resistí a Él. Me di cuenta de que creía en Dios solo para tener gracia y bendiciones, que buscaba lo fácil en la vida y la seguridad física en lugar de la verdad, y que mis sacrificios y mis esfuerzos no eran muestra de una sumisión sincera a Dios, sino que estaban llenos de deseos extravagantes y requisitos para Dios. Esto era engañar a Dios e intentar hacer una transacción con Él. Posteriormente, leí un pasaje de la palabra de Dios: “Dios hará lo que deba hacer y Su carácter es justo. La justicia no es en modo alguno justa ni razonable; no se trata de igualitarismo, de concederte lo que merezcas en función de cuánto hayas trabajado, de pagarte por el trabajo que hayas hecho ni de darte lo que merezcas a tenor de tu esfuerzo, esto no es justicia, es simplemente ser imparcial y razonable. Muy pocas personas son capaces de conocer el carácter justo de Dios. Supongamos que Dios hubiera eliminado a Job después de que este diera testimonio de Él: ¿Sería esto justo? De hecho, lo sería. ¿Por qué se denomina justicia a esto? ¿Cómo ve la gente la justicia? Si algo concuerda con las nociones de la gente, a esta le resulta muy fácil decir que Dios es justo; sin embargo, si considera que no concuerda con sus nociones —si es algo que no comprende—, le resultará difícil decir que Dios es justo. Si Dios hubiera destruido a Job en aquel entonces, la gente no habría dicho que Él era justo. En realidad, no obstante, tanto si la gente ha sido corrompida como si no, y si lo ha sido profundamente, ¿tiene que justificarse Dios cuando la destruye? ¿Debe explicar a las personas en qué se basa para hacerlo? ¿Debe Dios decirle a la gente las reglas que Él ha ordenado? No hay necesidad de ello. A ojos de Dios, alguien que es corrupto y que es susceptible de oponerse a Dios no tiene ningún valor; cómo lo maneje Dios siempre estará bien, y todo está dispuesto por Él. Si fueras desagradable a ojos de Dios, si dijera que no le resultas útil tras tu testimonio y, por consiguiente, te destruyera, ¿sería esta también Su justicia? Lo sería. Tal vez no sepas reconocerlo ahora mismo a partir de la realidad, pero debes entenderlo en doctrina. ¿Qué opináis? ¿Es la destrucción de Satanás a manos de Dios una expresión de Su justicia? (Sí). ¿Y si Él permitiera que Satanás perdurara? No os atrevéis a decir nada, ¿verdad? La esencia de Dios es la justicia. Aunque no es fácil comprender lo que hace, todo cuanto hace es justo, solo que la gente no lo entiende. Cuando Dios entregó a Pedro a Satanás, ¿cómo respondió Pedro? ‘La humanidad es incapaz de comprender lo que haces, pero todo cuanto haces tiene Tu benevolencia; en todo ello hay justicia. ¿Cómo sería posible que no alabara Tu sabiduría y Tus obras?’. […] Todo cuanto Él hace es justo. Aunque los humanos no sean capaces de percibir la justicia de Dios, no deben juzgarlo a su antojo. Si alguna cosa que haga les parece irracional o tienen nociones al respecto y por eso dicen que no es justo, están siendo completamente irracionales. Tú ya ves que a Pedro le parecían incomprensibles algunas cosas, pero estaba seguro de que la sabiduría de Dios estaba presente y que esas cosas albergaban Su benevolencia. Los seres humanos no pueden comprenderlo todo; hay muchísimas cosas que no pueden entender. Por lo tanto, no es fácil conocer el carácter de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de contemplar la palabra de Dios, me di cuenta de que la justicia de Dios no es como yo imaginaba. Yo imaginaba que era realizar una cierta cantidad de obra y recibir el pago equivalente a ella, o hacer un esfuerzo y recibir una recompensa a cambio. Esta era mi propia noción e imaginación. Dios es la verdad, y la esencia de Dios es la justicia. No importa lo que Dios haga y si eso se ajusta o no a las nociones humanas; lo que Dios hace es justo. Yo evaluaba la justicia de Dios desde el punto de vista de hacer una transacción o un trueque. Creía que recibiría las bendiciones de Dios si hacía un esfuerzo y renunciaba a muchas cosas. Pensaba que si trabajaba duro para realizar mis deberes, Dios debía proteger a mi familia y evitaría que mi nieta sufriera enfermedades y desastres. Así que cuando se enfermó de gravedad, yo razoné con Dios, me quejé contra Él y pensé que era injusto. Mi punto de vista era absurdo. Yo estaba ciega y no conocía a Dios en absoluto. Soy un ser creado, así que realizar mi deber y retribuir el amor de Dios es algo natural y correcto; es mi deber y mi responsabilidad. Yo no debí haber intentado hacer tratos con Dios. Así como los hijos deben ser filiales con sus padres, yo debía someterme incondicionalmente a Sus orquestaciones y arreglos, independientemente de que Dios me diera Su gracia y Sus bendiciones o hiciera que yo sufriera desastres, porque Dios es justo. De lo contrario, no sería digna de ser llamada humana. Las personas que no creen en Dios experimentan el nacimiento, la edad avanzada, la enfermedad, la muerte, los desastres, las bendiciones y los infortunios, y aquellos que creen en Dios no son una excepción. Dios jamás dijo que quienes creen en Dios siempre estarían a salvo y seguros. Más bien, sin importar las situaciones que vengan a nosotros, Dios nos exige que tengamos una fe auténtica y seamos sumisos, y que cumplamos con el deber de un ser creado. Sin embargo, yo creía en Dios solo para buscar bendiciones. Le pedí a Dios que mantuviera a mi familia segura y libre de enfermedades y desastres, pero yo no buscaba la verdad ni me sometía a Dios. La mía era simplemente una creencia religiosa que usaba para saciarme. Dios no reconoce esa creencia en absoluto. Sin la revelación de esos hechos, yo jamás reconocería mi punto de vista equivocado al creer en Dios sólo para buscar bendiciones. Jamás obtendría la verdad si creía de esta manera, y solo sería descartada por Dios. Dios permitía una situación que no se ajustaba a mis nociones como un medio para purificar mi deseo de obtener bendiciones por creer en Dios, para purificar mi adulteración y mi corrupción, y para cambiarme y salvarme. ¡Esto era el amor de Dios! Cuando pensé en esto, sentí un cierto alivio.
A continuación, seguí reflexionando sobre qué naturaleza dictaba mi creencia transaccional en Dios. Leí la palabra de Dios: “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí misma; cuando abandona las cosas y se esfuerza por Dios, lo hace para recibir bendiciones, y cuando es leal a Él, lo hace también por la recompensa. En resumen, todo lo hace con el propósito de recibir bendiciones y recompensas y de entrar en el reino de los cielos. En la sociedad, la gente trabaja en su propio beneficio, y en la casa de Dios cumple con un deber para recibir bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. No existe mejor prueba de la naturaleza satánica del hombre” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Dios pide a las personas que lo traten como tal porque la humanidad está profundamente corrompida, y la gente no lo trata como a Dios, sino como a una persona. ¿Qué problema hay con que las personas siempre le pongan exigencias a Dios? ¿Y qué problema hay con que siempre tengan conceptos sobre Dios? ¿Qué contiene la naturaleza del hombre? He descubierto que, independientemente de lo que les ocurra, o de aquello que estén afrontando, las personas siempre protegen sus propios intereses, prestan atención a su propia carne, y siempre buscan razones o excusas que les sirvan. No buscan ni aceptan la más mínima verdad, y todo lo que hacen tiene como fin defender su propia carne y conspirar en aras de sus propias perspectivas. Todas solicitan la gracia de Dios, y tratan de sacar todo el provecho posible. ¿Por qué le hacen tantas exigencias a Dios? Esto demuestra que las personas son codiciosas por naturaleza y que, ante Dios, no poseen razón alguna. En todo lo que hacen —ya sea que oren, compartan enseñanzas o prediquen—, sus búsquedas, pensamientos y aspiraciones son todas exigencias a Dios e intentos de ganar algo de Él; la gente hace todas estas cosas con la esperanza de obtener algo de Dios. Algunos dicen que ‘la naturaleza humana es así’, lo que es correcto. Además, que las personas le pongan demasiadas exigencias a Dios y tengan demasiados deseos extravagantes demuestra que son muy carentes de conciencia y razón. Todos exigen y solicitan cosas por su propio bien, o tratan de discutir y buscar excusas por su propio beneficio; hacen todo esto para sí mismos. En muchas cosas se puede ver que lo que hacen carece totalmente de razón, y esto es una prueba plena de que la lógica satánica de ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’ ya se ha convertido en la naturaleza humana” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las personas le ponen demasiadas exigencias a Dios). Contemplé la palabra de Dios y me di cuenta de que creía en Dios para buscar bendiciones y beneficios porque me controlaban toxinas satánicas como “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “No muevas un dedo si no hay recompensa”. El hecho de vivir según estos venenos satánicos me volvía especialmente egoísta y engañosa. Yo solo buscaba beneficios e intentaba hacer transacciones con Dios al llevar a cabo mi deber. Aunque había hecho mucho esfuerzo y había pagado un precio en mis años de creencia en Dios, todo lo hice en aras de mis propias bendiciones y beneficios. Quería intercambiar el bajo precio que había pagado por las grandes bendiciones de Dios. No me estaba sometiendo a Dios ni siéndole leal. Por tanto, cuando mi nieta se enfermó de gravedad y mi ambición de bendiciones se frustró, me sentí agraviada y me quejé con Dios, y no sentí motivación alguna para llevar a cabo mi deber. Utilicé el poco esfuerzo que había hecho y el precio que había pagado como capital para argumentar con Dios y oponerme a Él. Me di cuenta de que al desempeñar mi deber estaba engañando a Dios, que le exigía e intentaba negociar con Él. Satanás me había corrompido profundamente y era demasiado egoísta y engañosa. Pensé en Pablo, quien predicó, trabajó, renunció, hizo un esfuerzo, sufrió mucho e incluso murió como mártir. Sin embargo, no persiguió la verdad ni practicó las palabras del Señor Jesús. Todo este esfuerzo y toda esta renuncia fueron para obtener recompensas y una corona. Dijo que había luchado y finalizado su curso, y que había una corona de justicia reservada para él. Quiso decir que Dios era justo solo cuando le daba recompensas y una corona, y que si Dios no lo recompensaba ni lo coronaba, entonces Dios no era justo. A partir de esto, podemos ver que el sufrimiento y el esfuerzo de Pablo en su creencia en Dios fueron para hacer una transacción con Él. Al final, ofendió el carácter de Dios y fue castigado por Él. Yo era igual. Solo creía en Dios para buscar la gracia y bendiciones, y consideraba mi renuncia y mi esfuerzo como un método y un capital para obtener bendiciones. Si no cambiaba mi perspectiva de búsqueda equivocada, sin importar cuánto esfuerzo hiciera, jamás obtendría la aprobación de Dios y, al igual que ocurrió con Pablo, Dios me revelaría y me descartaría. Luego, leí otro pasaje de la palabra de Dios: “Como ser creado, el hombre debe procurar cumplir con el deber de un ser creado y buscar amar a Dios sin hacer otras elecciones, porque Dios es digno del amor del hombre. Quienes buscan amar a Dios no deben buscar ningún beneficio personal ni aquello que anhelan personalmente; esta es la forma más correcta de búsqueda. Si lo que buscas es la verdad, si lo que pones en práctica es la verdad y si lo que obtienes es un cambio en tu carácter, entonces, la senda que transitas es la correcta” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). Después de leer la palabra de Dios, comprendí que soy un ser creado que disfruta del alimento, del agua y la abundancia de vida que Dios otorga. Debo perseguir la verdad, realizar correctamente mi deber y buscar la sumisión y el amor por Dios. Esta es la conciencia y la razón que debe poseer un ser creado. Pensé en cómo Dios se encarnó dos veces para salvar a la humanidad y cómo fue sometido al ridículo, a la calumnia y el rechazo del mundo, y sufrió la persecución y la condenación del Partido Comunista y el mundo religioso. A pesar de eso, sin embargo, Él expresó en silencio la verdad para regarnos y proveernos. También configuró varias situaciones para revelar nuestra corrupción, purificarnos y cambiarnos. Aunque todavía había en mi interior mucha rebelión y corrupción, y podía tener un entendimiento equivocado y quejarme contra Dios cuando las cosas no salían como yo quería, Dios jamás se dio por vencido para salvarme. Él utilizó Sus palabras para juzgarme, exponerme, recordarme, exhortarme, consolarme y alentarme mientras esperaba que regresara del camino equivocado ¡El amor de Dios es verdaderamente abnegado y Él es verdaderamente adorable! Sin embargo, yo había creído en Dios únicamente para obtener bendiciones y beneficios, y no buscaba el amor y la sumisión a Dios. Ciertamente, yo no tenía conciencia ni razón. Cuando reconocí esto, tuve una profunda sensación de reproche y remordimiento y me sentí profundamente en deuda con Dios.
Unos días después, el hospital emitió otro aviso de que mi nieta se encontraba gravemente enferma y la dieron de alta para desocupar su cama para otros pacientes. Cuando me enteré de esto, me sentí muy triste, así que oré a Dios: “Dios, tú le diste a mi nieta el aliento. Cualquier cosa que hagas y dispongas es apropiado y justo. Aun si muere, no me quejaré. Seguiré creyendo en Ti y te seguiré”. Después de eso, mi hijo la llevó a otro hospital en la capital provincial para que recibiera tratamiento. El doctor leyó el historial médico de mi nieta y dijo que no podía aceptarla porque sus enfermedades eran incurables, así que regresó mi hijo sin poder hospitalizarla. En ese momento, pensé: “Si Dios ha ordenado que mi nieta muera, nadie puede salvarla. Si Dios no quiere que ella muera, siempre que tenga un solo aliento, nada puede terminar con su vida. Todo está en manos de Dios. Me someteré a la soberanía y las disposiciones de Dios”. Cuando pensé en esto de esta manera, no me sentí tan mal como antes. Unos días después, cuando fui a ver a mi nieta, la vi estaba atormentada por el dolor. Su rostro estaba tan delgado que era irreconocible. Me rompió el corazón y no podía dejar de llorar. El solo hecho de pensar que mi nieta podría morir me hacía sentir muy triste y yo no quería enfrentarlo. Oré en silencio a Dios: “Dios, yo no puedo superar esta situación por mí misma. Por favor, cuida mi corazón y guíame para someterme a Tí”. En ese momento, pensé en la experiencia de Abraham cuando dio en ofrenda a Isaac. Dios le pidió a Abraham que ofreciera a su hijo como una ofrenda quemada. En aquel momento, Abraham estaba muy consternado pero, aun así, colocó a Isaac en el altar como Dios lo requirió. Cuando levantó el cuchillo para matar a su hijo, Dios vio la sinceridad y la sumisión de Abraham y lo detuvo. Abraham tenía verdadera fe y sumisión a Dios y se mantuvo firme en su testimonio por Dios frente a las pruebas, por lo cual recibió la aprobación y las bendiciones de Dios. La experiencia de Abraham me dio ánimos. Pensando en mí misma, cuando vi a mi nieta a las puertas de la muerte, dije que me sometería a la soberanía y las disposiciones de Dios, pero no podía desprenderme de ella. Cuando la vi sufrir, yo todavía no quería enfrentarlo. Seguía esperando un milagro, que Dios curara a mi nieta y la dejara tener una vida feliz. En mi corazón le hacía exigencias a Dios una y otra vez, y seguía sin tener razón ni someterme para nada. Pensé en la palabra de Dios: “¿Quién en toda la humanidad no recibe cuidados a los ojos del Todopoderoso? ¿Quién no vive en medio de la predestinación del Todopoderoso? ¿Acaso la vida y la muerte del hombre ocurren por su propia elección? ¿Controla el hombre su propio porvenir? Muchas personas piden la muerte a gritos, pero esta está lejos de ellas; muchas personas quieren ser fuertes en la vida y temen a la muerte, pero sin saberlo, el día de su fin se acerca, sumergiéndolas en el abismo de la muerte” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 11). Sí, la vida y la muerte, la fortuna y la desdicha de las personas, todo está en manos de Dios. El momento en que las personas nacen y cuándo mueren, eso está preordenado por Dios. Las personas no intervienen en el asunto. La curación de mi nieta y el tiempo que podría vivir, todo estaba en manos de Dios. Ningún humano tenía influencia al respecto. Cuando pensé en esto, oré a Dios. Aunque la enfermedad de mi nieta pudiera curarse o no, estaba lista para someterme a la soberanía y las disposiciones de Dios.
Un día, una hermana me habló de un remedio casero. Se lo preparé a mi nieta según el método que describió la hermana. No sabía si iba a curarla, pero pensé que valía la pena intentarlo. De forma inesperada, la enfermedad de mi nieta comenzó a mejorar día tras día, la fiebre cedió gradualmente y pronto estaba fuera de peligro. Poco después, encontramos otro remedio y tras tomarlo por un tiempo, ¡a mi nieta ya no le dolía la pierna! Estaba muy agradecida con Dios. Unos meses después, mi nieta pudo caminar unos pasos mientras se sujetaba de algo para sostenerse, y poco a poco su enfermedad mejoró. Un año después, ya podía vivir y caminar con normalidad y el daño a su corazón quedó reparado. Posteriormente, cuando los expertos del hospital en la capital provincial se enteraron de que mi nieta no sólo no había muerto, sino que, de hecho, se había recuperado por completo, no podían creerlo. Habíamos gastado mucho dinero intentando tratar su enfermedad en ese hospital, pero ellos no pudieron curarla. Varios hospitales importantes habían sentenciado que mi nieta moriría, pero cuando abandoné mi deseo de tener bendiciones, estuve dispuesta a someterme a la soberanía y las disposiciones de Dios y le entregué mi nieta a Él, su enfermedad se curó inesperadamente usando algunos remedios caseros baratos. Vi verdaderamente la omnipotencia y soberanía de Dios. En este momento, mi nieta no parece tener nada, excepto por una ligera cojera y una frecuencia cardíaca ligeramente más alta. Las personas que sabían de su enfermedad dicen que es un milagro que se haya recuperado como lo hizo.
Las palabras de Dios dicen: “En su creencia en Dios, lo que las personas buscan es obtener bendiciones para el futuro; este es el objetivo de su fe. Todo el mundo tiene esta intención y esta esperanza, pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas y refinamiento. En los aspectos en los que no estás purificado y revelas corrupción, en esos aspectos debes ser refinado: este es el arreglo de Dios. Dios crea un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción. Finalmente, llegas a un punto en el que preferirías morir para renunciar a tus planes y deseos y someterte a la soberanía y el arreglo de Dios. Por tanto, si las personas no pasan por varios años de refinamiento, si no soportan una cierta cantidad de sufrimiento, no serán capaces de deshacerse de la limitación de la corrupción de la carne en sus pensamientos y en su corazón. En aquellos aspectos en los que la gente sigue sujeta a la limitación de su naturaleza satánica y en los que todavía tiene sus propios deseos y sus propias exigencias, esos son los aspectos en los que debe sufrir. Solo a través del sufrimiento pueden aprenderse lecciones; es decir, puede obtenerse la verdad y comprenderse las intenciones de Dios. De hecho, muchas verdades se entienden al experimentar sufrimiento y pruebas. Nadie puede entender las intenciones de Dios, reconocer la omnipotencia de Dios y Su sabiduría o apreciar el carácter justo de Dios cuando se encuentra en un entorno cómodo y fácil o cuando las circunstancias son favorables. ¡Eso sería imposible!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). A través de esta experiencia, obtuve cierto entendimiento del deseo de tener bendiciones y de las impurezas de mi propia creencia en Dios. La opinión que tengo de la fe en Dios ha cambiado y he obtenido un entendimiento real de la soberanía todopoderosa de Dios y de Su carácter justo. En verdad sentí que era algo bueno experimentar estas dificultades, y esta fue la forma como Dios me purificó y me salvó.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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