Así me perjudicó ser oportunista

23 Oct 2022

Por Samantha, Japón

En una ocasión, mientras estábamos resumiendo nuestro trabajo, un líder de la iglesia indicó que nuestra labor evangelizadora no iba muy bien últimamente y me pidió que explicara el motivo. Justo entonces me di cuenta de que había caído nuestra productividad. Me apresuré a estudiar el asunto tras la reunión y descubrí que nuestra productividad había caído a la mitad comparada con el mes anterior. Eso me puso bastante nerviosa: “De seguir así de mal, ¿me acabarán destituyendo? Esto no me vale, tengo que llegar al fondo del asunto y mejorar de nuevo nuestra productividad”. Entonces hablé con los hermanos y hermanas uno por uno para preguntarles por los problemas o dificultades en su deber. En las reuniones hablaba de estos asuntos en concreto y pedía a aquellos que lo hacían bien que compartieran experiencias. Los siguientes días empezó a irnos algo mejor y por fin recobró la calma mi corazón: “Si siguen así las cosas, nos irá algo mejor que el mes pasado. Si continúo así, no cometo ninguna maldad ni hago nada perturbador, podré quedarme en la iglesia y no acabar descartada”. Después de aquello comenzó a aliviarse mi tensión. Casi a fin de mes, me di cuenta de que los resultados de nuestro trabajo eran iguales que los del mes anterior. Pensé: “Si nos va bien este mes, tendremos que hacerlo mejor todavía el próximo para que parezca que hago progresos. Eso implica esforzarme aún más. ¿De verdad necesito tanta presión? Este mes nos ha ido bien de todas formas, no me van a destituir ni descartar”. Cuando lo pensé de ese modo, me relajé por completo. Al cumplir con el deber, me limité a actuar por inercia, me volví complaciente y dejé de seguir tan de cerca el trabajo. Cuando los hermanos y hermanas comentaban sus dificultades, no les enseñaba para resolverlas. En ocasiones no hacía nada al respecto cuando descubría que había quienes vulneraban los principios en el deber. Me limitaba a creer que se trataba de problemas individuales y que no pasaba nada mientras no afectara a nuestra eficacia global. A veces notaba que mis hermanos y hermanas se volvían perezosos en el deber y carecían de un sentido de urgencia. Sabía que eso era un problema que había que abordar, pero en cuanto recordaba que estábamos logrando resultados decentes, me parecía normal ser permisiva, por lo que hacía la vista gorda. Cuando vivía en ese estado percibía una auténtica oscuridad espiritual. No recibía esclarecimiento o iluminación de las palabras de Dios. Tampoco estaba descubriendo problemas en mi trabajo, y hasta tenía sueño y me dormía mientras lo resumíamos. Solo empecé a asustarme al ver que nuestra productividad no paraba de caer; entonces contacté enseguida con los hermanos y hermanas para buscar en qué fallábamos.

Entonces escuché a una hermana hablar en una reunión: “Cuando alguna gente se da cuenta de que no han estado haciendo bien su deber, sienten miedo de ser reasignados o destituidos. Ahí es cuando empiezan a esforzarse. Sin embargo, una vez logrados algunos resultados, codician la comodidad y ya no sienten el peso de la responsabilidad. Se trata de una manera astuta de cumplir con el deber propio, es un comportamiento falso”. Esto me revolvió algunos sentimientos. No pude evitar hacer introspección: cuando caía nuestra productividad, reunía toda mi energía por miedo a que me dieran otro destino o me destituyeran. Quería mejores resultados. Cuando los lograba o se quedaban igual, codiciaba la comodidad y en el deber actuaba por inercia y holgazaneaba. Creía que bastaba con lograr resultados constantes cada mes y no ser destituida. ¿Acaso no era eso ser taimada y escurridiza? Me di cuenta de que cada vez que me encontraba en esa situación, lo que revelaba y la manera en la que me comportaba era siempre similar. En ese momento sentí algo de miedo.

Leí las palabras de Dios durante mis devociones: “En la actualidad no hay muchas oportunidades para cumplir con un deber, así que debes aprovecharlas cuando puedas. Es precisamente cuando te enfrentas a un deber que debes esforzarte, entonces es cuando debes ofrecerte, gastarte por Dios, y cuando se te requiere que pagues el precio. No te guardes nada, no albergues ningún plan, no dejes ningún margen de maniobra, no te concedas una salida. Si dejas margen, eres calculador o astuto y traicionero, acabarás por hacer un trabajo deficiente. Supón que dices: ‘Nadie me ha visto actuar con astucia. ¡Qué bien!’. ¿Qué manera de pensar es esta? ¿Crees haber engañado a la gente y también a Dios? En realidad, no obstante, ¿sabe Dios lo que has hecho o no? Él lo sabe. De hecho, cualquiera que se relacione contigo durante un tiempo conocerá tu corrupción y vileza, y aunque no lo diga abiertamente, guardará sus valoraciones sobre ti en su corazón. Muchos han sido los desenmascarados y descartados porque tantos otros llegaron a comprenderlos. En cuanto otros desentrañaron su esencia, desenmascararon a esas personas por lo que eran y las expulsaron. Por lo tanto, persigan o no la verdad, las personas deben cumplir bien con su deber, lo mejor que puedan; deben emplear su conciencia para hacer cosas prácticas. Puede que tengas defectos, pero si puedes ser efectivo al cumplir tu deber, no serás descartado. Si siempre piensas que estás bien, que con seguridad no serás descartado, si sigues sin reflexionar ni tratar de conocerte a ti mismo, e ignoras tus tareas pertinentes, si siempre eres superficial, entonces, cuando el pueblo escogido de Dios se quede sin tolerancia hacia ti, te expondrá por lo que eres, y es muy probable que seas descartado. La razón es que todos te han calado y has perdido tu dignidad e integridad. Si nadie confía en ti, ¿acaso podría hacerlo Dios? Él escruta lo más profundo del corazón del hombre: no puede confiar en absoluto en una persona así(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida comienza con el cumplimiento del deber). Según las palabras de Dios, la actitud que ha de tener la gente en el deber es la de volcarse en él y pagar un precio, darlo todo. Si puede lograr buenos resultados pagando algo más de precio, pero se refrena, conforme con conseguir solo un poco en el deber, entonces está engañando a Dios, y siendo taimada. Me di cuenta de que, en cuanto a mi propia conducta en el deber, me conformaba con conseguir un poco para que no me reasignaran ni destituyeran. No buscaba el modo de resolver los problemas y dificultades de los hermanos y hermanas. Cuando resumía nuestro trabajo solo actuaba por inercia, y cuando veía a algunos ir en contra de los principios en el deber o ser perezosos, me parecía bien siempre que ello no afectara a nuestros logros globales. Hacía la vista gorda. Evidentemente, volcarme en el trabajo y pagar algo más de precio podría mejorar los resultados, pero no quería cansarme ni estresarme, así que empleaba la picardía. En el deber albergaba una sagacidad mezquina, tramaba y engañaba a Dios. ¡Qué falsa! Al hacerles encargos a otros, todo el mundo quiere encontrar a alguien honesto y confiable, la clase de persona que es cumplidora y da tranquilidad a la gente. Pero si le encargas algo a alguien con una sagacidad mezquina y que engaña, no solo no realizará la tarea, sino que podría incluso echarla a perder. Esa clase de persona no tiene conciencia ni razón o siquiera unas normas básicas de conducta. No es ni remotamente digna de crédito ni de que se le confíe nada. Vi que yo era así. Acepté un deber, pero no lo daba todo en él. Engañaba a Dios y era taimada. Parecía que lograba resultados en el deber y los demás no advertían ningún problema, pero Dios lo ve todo. Si seguía siendo superficial mucho tiempo, terminaría revelada y descartada. Pensé en las palabras de Dios: “El Señor Jesús dijo en una ocasión: ‘Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará’ (Mateo 13:12). ¿Qué significan estas palabras? Significan que, si ni siquiera cumples ni te dedicas a tu deber o trabajo, Dios te quitará lo que antes era tuyo. ¿Qué significa ‘quitar’? ¿Qué tal hace sentir esto a la gente? Puede ser que no logres lo que tu aptitud y tus dones te hubieran permitido, no sientas nada y seas igual que un no creyente. En eso consiste que Dios te lo haya quitado todo. Si en el deber eres negligente, no pagas un precio y no eres sincero, Dios te quitará lo que antes era tuyo, te retirará tu derecho a cumplir con el deber, no te dará este derecho(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). Dios es justo. Yo era taimada y superficial en el deber y no hacía lo que debía ni tampoco lo que sabía hacer, por lo que ya no podía detectar problemas obvios, siempre tenía sueño en el deber y mi productividad caía. Así me revelaba Dios Su carácter. Me presenté ante Dios en oración, dispuesta a arrepentirme ante Él y a pedirle que me guiara para conocerme mejor a mí misma.

Luego, leí en una reunión un pasaje de las palabras de Dios que me impactó mucho. Las palabras de Dios dicen: “A Dios le gustan los honestos y detesta a los falsos y escurridizos. Si eres una persona astuta y te comportas de manera escurridiza, ¿acaso Dios no te detestará? ¿La casa de Dios dejará que eludas las consecuencias? Tarde o temprano tendrás que rendir cuentas. A Dios le agradan los honestos y le desagradan los astutos. Todo el mundo debería entender esto claramente y dejar de ser atolondrado y de hacer tonterías. La ignorancia momentánea es excusable pero, si una persona no acepta la verdad en absoluto, entonces es demasiado obstinada. Los honestos pueden asumir la responsabilidad. No se preocupan de sus propios beneficios y pérdidas, solo salvaguardan la obra y los intereses de la casa de Dios. Tienen un corazón bondadoso y honesto que es como un recipiente de agua cristalina cuyo fondo puede verse de un vistazo. También hay transparencia en sus actos. Una persona falsa se comporta de una manera escurridiza, se dedica siempre a fingir, se oculta y esconde cosas, y se enmascara increíblemente bien. Nadie puede desentrañar a esta clase de persona. La gente no puede dilucidar los pensamientos en tu interior, pero Dios puede escrutar lo más profundo de tu corazón. Cuando Él ve que no eres una persona honesta, que eres algo escurridiza, que nunca aceptas la verdad, que siempre te dedicas a engañarlo y nunca le entregas tu corazón, no le gustas a Dios, te detesta y te abandona. ¿Qué clase de personas son aquellas que prosperan entre los no creyentes? ¿Y aquellas que tienen labia e ingenio? ¿Lo veis claro? ¿Cuál es su esencia? Se puede decir que son todas extraordinariamente inescrutables, falsas y astutas hasta el extremo, que son auténticos diablos y satanases. ¿Podría Dios salvar a la gente así? No hay nada que Dios deteste más que a los diablos, a las personas falsas y astutas, y no cabe duda de que no las va a salvar. No debéis ser así en ningún caso. […] ¿Cuál es la actitud de Dios hacia las personas que son falsas y astutas? Las desdeña, las aparta y no les presta atención, las considera de la misma clase que los animales. A ojos de Dios, tales personas simplemente visten piel humana y, en su esencia, son diablos y satanases, son cadáveres andantes, y Dios no las salvará en ningún caso. Por tanto, ¿en qué estado están ahora estas personas? Hay oscuridad en su corazón, carecen de verdadera fe, y les pase lo que les pase, nunca experimentan el esclarecimiento o la iluminación. Le oran a Dios cuando se enfrentan a los desastres y las tribulaciones, pero Él no está con ellos y no tienen nada en su corazón de lo que puedan depender de veras. Para obtener bendiciones, tratan de dar un buen espectáculo, pero no pueden reprimirse porque carecen de conciencia y razón. No podrían ser buenos ni aunque quisieran, ni aunque su intención fuera dejar de hacer cosas malas; no podrían controlarse, eso no funcionaría. ¿Serán capaces de conocerse a sí mismos después de haber sido despedidos y descartados? Aunque sabrán que merecían esto, no se lo admitirán a nadie y, aunque parezcan capaces de cumplir algo de deber, seguirán intentando comportarse de manera escurridiza y su trabajo apenas generará resultados. Entonces, ¿qué decís? ¿Son estas personas capaces de arrepentirse de verdad? Para nada. Esto es porque no poseen conciencia ni razón y no aman la verdad. Dios no salva a este tipo de persona astuta y malvada. ¿Qué esperanza en creer en Dios hay para este tipo de personas? Su fe carece ya de significado y están destinadas a no recibir nada de esta. Si en el transcurso de su fe en Dios la gente no persigue la verdad, da igual cuántos años crea, no tendrá ningún efecto; aunque crea hasta el final, no recibirá nada(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Leer las palabras “escurridizos”, “falsos”, “extraordinariamente inescrutables”, “Dios no las salvará en ningún caso” y “están destinadas a no recibir nada de esta” me punzó el corazón. Me parecía que Dios me estaba exponiendo y condenando. Siempre había pensado que no se puede ser muy sincero, que hay que ser calculador y guardar ases en la manga. Vivía según la filosofía satánica de que debes aprovecharte, no dejar que se aprovechen de ti, sopesaba si me beneficiaría antes de hacer algo y esperaba la máxima rentabilidad a cambio del menor esfuerzo. Creía que era eso lo que hacía sagaz a una persona. Seguí practicando esa filosofía de vida tras recibir la fe. Creía que no podía ser demasiado honesta en el deber ni dedicarle toda mi energía, que eso sería una necedad. Si al final no era bendecida, ¿no me supondría eso una tremenda pérdida? No podía soportar perder. Lo mejor era dedicar poco esfuerzo, pero lograr grandes bendiciones, ¡ese es el camino inteligente! Así, me esforzaba en el deber solo cuando lo creía necesario, y siempre estaba calibrando si el esfuerzo valía la pena. Era muy calculadora. Cuando la productividad era alta, gozaba de un par de días de descanso. Incluso cuando detectaba problemas en el trabajo, si ello no repercutía en nuestra eficacia y yo no iba a ser destituida y descartada, no tenía sentido de urgencia y simplemente dejaba pasar los días. Si lo hacíamos mal y yo tenía que asumir las consecuencias, me esforzaba, buscaba los motivos y resolvía los problemas. Una vez logrados algunos resultados, se me calmaba la ansiedad, comenzaba a deleitarme en mis comodidades y descansaba más. ¡Qué taimada y falsa! ¿Qué tenía eso de cumplimiento de un deber o de lealtad a Dios? Me creía lista, pero Él lo ve todo. De ninguna manera salvará Dios a quienes son siempre taimados en el deber. A Dios le agradan los honestos; los honestos le abren su corazón. Son incondicionales en el deber. Cumplen sus responsabilidades, dan todo cuanto tienen y no se dejan una puerta abierta a sí mismos ni piensan en si recibirán bendiciones. Dios bendice a esa clase de personas. Había sido la encargada de la labor evangelizadora, y al ser taimada, superficial y despreocupada respecto a los progresos, había impedido que los demás resolvieran a tiempo sus problemas y sus estados negativos y causé que nuestra productividad laboral decayera. Ello no solo perjudicaba a los hermanos y hermanas, sino que también entorpecía la labor evangelizadora de la iglesia. Al pensarlo, sentí mucho pesar y muchos reproches hacia mí misma. Oré a Dios, preparada para arrepentirme, y le juré que desde entonces dedicaría toda mi energía al deber y dejaría de ser taimada y superficial.

En mis devociones leí un pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a entender el sentido de cumplir un deber. Las palabras de Dios dicen: “No importa el deber que desempeñe uno, cumplirlo es lo más correcto, lo más bello y recto que podría hacer entre la especie humana. Como seres creados, las personas deben ejecutar su deber y, solo entonces, pueden recibir la aprobación del Creador. Los seres creados viven bajo el dominio del Creador y aceptan todo lo que Dios les proporciona, todo lo que viene de Él, así que deben cumplir con sus responsabilidades y obligaciones. Es perfectamente natural y está totalmente justificado y ha sido ordenado por Dios. Esto evidencia que, para la gente, cumplir el deber de un ser creado es más recto, hermoso y noble que ninguna otra cosa que se haga mientras se viva en la tierra; no hay nada en la humanidad más importante ni digno y nada aporta mayor sentido y valor a la vida de una persona creada que cumplir el deber de un ser creado. En la tierra, solo el grupo de personas que cumplen verdadera y sinceramente el deber de un ser creado es el que se somete al Creador. Este grupo no sigue las tendencias mundanas; se someten al liderazgo y la guía de Dios, solo escuchan las palabras del Creador, aceptan las verdades expresadas por Él y viven según Sus palabras. Este es el testimonio más auténtico y rotundo y es el mejor testimonio de creencia en Dios. Para un ser creado, poder cumplir su deber como tal, poder satisfacer al Creador, es lo más hermoso entre la humanidad y algo que se debe difundir como una historia que todos elogien. Cualquier cosa que el Creador encomiende a los seres creados debe ser aceptada incondicionalmente por ellos; para la especie humana es una cuestión tanto de felicidad como de privilegio y, para todo aquel que cumpla el deber de un ser creado, nada es más hermoso ni digno de conmemoración; es algo positivo. […] Algo tan bello y grande es tergiversado por la calaña de los anticristos para convertirlo en una transacción en la que solicitan coronas y recompensas de manos de Dios. Dicha transacción convierte algo tan hermoso y recto en algo muy feo y perverso. ¿Acaso no es eso lo que hacen los anticristos? A juzgar por esto, ¿no son perversos los anticristos? ¡Son muy perversos! Esta es una manifestación de su perversidad(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Me impactó mucho la lectura de las reveladoras palabras de Dios. Dios lo da todo en silencio por salvar a la humanidad corrupta, sustentándonos con lo necesario y dándonos la ocasión de cumplir con un deber para que, entretanto, podamos perseguir la verdad, corregir nuestro carácter corrupto, someternos a Él, ser leal a Él y recibir Su salvación. Tenemos la responsabilidad, la obligación, de cumplir un deber en la iglesia, y eso supone que Dios nos da una oportunidad de alcanzar la verdad y salvarnos. Es la tarea más maravillosa y recta que pueda asumir una persona. Pero los anticristos toman esta cosa hermosa y recta y la convierten en un negocio, en una transacción. Se aferran a la esperanza de recibir bendiciones en su fe y su deber. Es imposible que tengan sinceridad o que sufran y paguen un precio. Son unos incrédulos y unos oportunistas de manual. Al observar mi conducta en el deber, ¿no era igual que ellos? No consideraba en las intenciones de Dios en mi deber, y siempre reprimía algo. Quería mucho a cambio de muy poco. ¿No estaba convirtiendo el deber en una transacción? Antes siempre creía que, mientras tuviera resultados en el deber, pudiera quedarme en la iglesia y no me destituyeran ni me descartaran, podría salvarme, pero al final vi que esas eran unas nociones y fantasías mías en desacuerdo con las palabras de Dios. Dios jamás dijo que lograr un poco en el deber, no hacer el mal y no ser destituido o descartado supusieran tu salvación. Dios decide si la gente puede ser salvada o no en función de si persigue la verdad, entra en la realidad-verdad en el deber y corrige su carácter corrupto. No hay más atajos. Dios quiere que la gente sea sincera. Si siempre es maliciosa y superficial en el deber, aunque pueda lograr cosas, Dios las detesta. Terminará revelada y descartada por Dios. Recordé unas palabras del Señor Jesús: “Puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca(Apocalipsis 3:16). No pensaba en progresar en el deber, me limitaba a actuar por inercia. Esa actitud de tibieza, ¿no era desinterés? ¿No me regurgitaría Dios? Me asustaba saber que el carácter de Dios no tolera ofensa. Oré: “Dios mío, quiero arrepentirme. De ahora en adelante lo daré todo en el trabajo. Te pido que me disciplines si solo salgo del paso”.

Leí después otro pasaje de las palabras de Dios que me aportó una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Cuando la gente cumple el deber, en realidad hace lo que tiene que hacer. Si lo haces ante Dios, si cumples el deber y te sometes a Dios con honestidad y de corazón, ¿no será esta actitud mucho más correcta? Por consiguiente, ¿cómo deberías aplicarla a tu vida diaria? Debes hacer que tu realidad sea ‘adorar a Dios de corazón y con honestidad’. Cuando quieras holgazanear y hacer las cosas por inercia, cuando quieras actuar de manera descuidada y ser un vago, y cada vez que te distraigas o prefieras estar pasándotelo bien, deberías plantearte: ‘Si me comporto de esta manera, ¿estoy siendo indigno de confianza? ¿Pongo el corazón en la realización de mi deber? ¿Estoy siendo desleal al hacer esto? Si hago esto, ¿estoy fracasando en estar a la altura de la comisión que me ha confiado Dios?’. Esa debe ser tu autorreflexión. Si llegas a descubrir que siempre eres superficial en tu deber, que eres desleal y que le has hecho daño a Dios, ¿qué deberías hacer? Deberías decir: ‘En ese momento percibí que algo andaba mal, pero no lo consideré un problema; lo pasé por alto despreocupadamente. Hasta ahora no me he dado cuenta de que en realidad había sido superficial, de que no había estado a la altura de mi responsabilidad. Ciertamente me falta conciencia y razón’. Has detectado el problema y has llegado a conocerte un poco a ti mismo, así que ahora debes dar un giro a tu vida. Tu actitud respecto al cumplimiento de tu deber fue equivocada. Fuiste descuidado con él, como si se tratara de un trabajo extra, y no te dedicaste a ello de corazón. Si vuelves a ser superficial, debes orar a Dios y permitir que te discipline y te reprenda. Debes tener una voluntad semejante en el cumplimiento de tu deber. Solo entonces puedes arrepentirte de verdad. Es posible que únicamente cambies cuando tu conciencia esté limpia y tu actitud hacia el cumplimiento de tu deber se transforme. Y mientras te arrepientes, también debes reflexionar a menudo sobre si realmente has dedicado todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas al cumplimiento de tu deber. Así, utilizando las palabras de Dios como medida y aplicándolas a ti mismo, aprenderás qué problemas siguen existiendo en el cumplimiento de tu deber. Al resolver constantemente los problemas de esta manera, de acuerdo con la palabra de Dios, ¿acaso no estás consiguiendo desempeñar tu deber con todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas? Al desempeñar tu deber de esta forma, ¿acaso no lo has cumplido ya con todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad). Las palabras de Dios me dieron una senda clara de práctica. He de actuar de corazón y ser honesta en el deber, estar dispuesta a pagar un precio, ser atenta y responsable y dedicar toda mi energía para poder cumplir bien con el deber y satisfacer a Dios. Además, cuando tenga ganas de ser superficial y perezosa, debo orar, rebelarme contra la carne y pedir la disciplina y reprensión de Dios. Así será improbable que obedezca a la carne.

Posteriormente, obedecía las palabras de Dios. Meditaba cómo cumplir bien con el deber y ser más productiva. Sabía que todos los hermanos y hermanas del equipo tenían puntos fuertes y débiles, así que pensaba en cómo organizar el trabajo de todos para que se desarrollaran sus puntos fuertes y les aporté una guía y los ayudé de verdad en las áreas en que fallaban. Asimismo, antes me había sentido como una supervisora: mientras dominara bien el trabajo y los demás lo hicieran bien en el deber, eso significaba que yo lo hacía bien, y podía disfrutar de un poco de ocio. Ahora me puse por objetivo cumplir con el deber lo mejor que pudiera. La agenda se me llenaba a tope cada día, más que antes, y a veces me cansaba mucho, pero me sentía muy tranquila, en paz. Y para mi sorpresa, al mes siguiente aumentó notablemente nuestra productividad. Estaba encantada. Comprobé que Dios quiere que seamos sinceros. Cuando cambié de perspectiva y llevé a cabo mi deber, pude ver Su guía y obtener resultados en mi deber. ¡Gracias a Dios!

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