La razón por la que estaba tan ocupado

10 Nov 2024

Por Stanley, Corea del Sur

Soy líder del equipo de riego en la iglesia. Pensaba que alguien que quisiera ser un líder de equipo preparado y competente tenía que hacerse cargo de todo por sí solo, y eso era lo que esperaba de mí mismo. En cuanto me daba cuenta de que había algo que hacer en el equipo, no importa lo grande o pequeño que fuera, tomaba la iniciativa y lo hacía yo, incluyendo algunos asuntos generales. Incluso me ocupaba de tareas que mis hermanos y hermanas podían hacer, y les decía generosamente: “No hace falta que hagan eso, yo lo haré”. Cuando ocurría algo así, sentía un orgullo inexplicable, y que era un líder de equipo realmente responsable y considerado. Con el tiempo, mis hermanos y hermanas empezaron a acudir a mí cuando tenían cualquier tipo de problema. Mi supervisor también me elogiaba por dedicar horas extra a desempeñar mi deber y ser capaz de soportar adversidades y pagar un precio. Escuchar esto era muy gratificante, pues me hacía sentir un líder de equipo muy competente.

Cada vez más creyentes aceptaban la obra de Dios de los últimos días y tenía muchos más recién llegados que antes para regar. Además de reunirme con los nuevos creyentes cada día, también los formaba, enseñándoles cómo organizar reuniones, divulgar el evengelio y demás. Tenía una agenda ya muy apretada, pero encima, los hermanos y hermanas de mi equipo querían mi visto bueno hasta para organizar reuniones con los nuevos creyentes. Con tantas cosas por hacer, a veces me quedaba atascado en estos asuntos triviales, lo cual trastornaba mi agenda y me absorbía tanto tiempo que ni siquiera podía prestarle atención a mis devocionales. Como estaba muy ocupado todos los días y nunca tenía un momento de descanso, no hacía un seguimiento frecuente de las tareas prioritarias. Esto con frecuencia me producía ansiedad, pero no sabía qué hacer al respecto. Una vez, la hermana con la que trabajaba me preguntó: “Siempre dices que tienes mucho que hacer, pero ¿que haces realmente cada día?”. Al enfrentarme a la pregunta de la hermana, me sentí agraviado por su falta de empatía. Después, cuando los hermanos y hermanas se encontraban con problemas al regar nuevos creyentes y venían a hablar conmigo, refunfuñaba para mis adentros: “Este es un principio básico que los regadores deben dominar. ¿Por qué acuden a mí para resolver problemas tan sencillos? ¿No pueden aprender a hacerlo ustedes? ¿Es que no quieren esforzarse?”. Ya no quería seguir ocupándome de esos asuntos y sentía que mis hermanos y hermanas debían manejarlos por sí solos. Pero entonces pensé: “Soy el líder de equipo. Si no me ocupo de estos problemas y en cambio dejo que los hermanos y hermanas los manejen, ¿no minará eso mi valor como líder de equipo? ¿Podría alguien decir que no he cumplido con mis responsabilidades y que eludo mis deberes? Si la líder se entera, ¿diría que soy incompetente? No importa; si se trata de algo que puedo hacer yo mismo, simplemente lo haré”. Así que, la mayoría de las veces, seguía haciendo todo el trabajo del grupo yo solo: desde tareas importantes, como organizar reuniones y resolver los problemas de los nuevos creyentes, hasta otras menores, como ayudar a los hermanos y hermanas a pasar mensajes y buscar gente para encargarse de asuntos generales. Me apresuraba a hacer estas cosas, aunque realmente no quería hacerlas, para que nadie dudara de mía como líder de equipo. No puedo siquiera describir lo agotado que me sentía a veces, haciendo malabares con tantas tareas distintas a la vez. Lo único que podía hacer para consolarme era pensar: “Después de todo, soy líder de equipo. Los líderes deben estar dispuestos a trabajar duro”. Y así, seguí encargándome de todos los asuntos, tanto grandes como pequeños, viviendo en un estado de ocupación perpetua. A pesar de que ir a mil por hora todos los días me hizo ganar la admiración y el apoyo de algunos de mis hermanos y hermanas, en mi corazón no había paz ni alegría. Siempre sentía que hacía un desastre de mi deber y no tenía tiempo para realizar muchas tareas críticas porque estaba abrumado por los asuntos triviales.

Una vez, mencioné mis dificultades a la líder, y solo después de su plática fue que pude adquirir algunos principios de práctica. Me preguntó: “¿No estás asumiendo demasiado trabajo? Si no dejas que los hermanos y hermanas hagan su trabajo, y en lugar de eso, te lo cargas todo tú solo, seguramente estarás muy ocupado. Puedes dejar que practiquen haciendo las tareas menos importantes. Aunque no las hagan bien, el impacto en la obra de la iglesia será mínimo. Si realmente se trata de un trabajo que nadie más puede hacer, entonces debes hacerlo tú. Pero si otros lo pueden hacer, y no les dejas intentarlo ni les das la oportunidad de practicar, sino que asumes todo tú solo, ¿no estás subestimándolos y tratando solo de lucirte? Eso es una revelación de corrupción”. Su enseñanza dio en el clavo en cuanto a mi estado. Había creido que hacer más demostraba que llevaba una carga, pero no reflexioné sobre si mis acciones se basaban en los principios o si estaban adulteradas. Al pensar en ello, mi motivación secreta para encargarme de todo en mi deber era querer lucirme, más que llevar una carga. En ciertos casos, no era que los demás no podían o no tenían tiempo para hacer una tarea, más bien, era porque yo pensaba que, cuanto más hiciera, más aprobación tendría, y dirían que era un líder de equipo competente, responsable y que llevaba una carga en el deber. Consideraba cumplir con mi deber como un medio para ganar la admiración de los demás. Me mantenía “ocupado” y “llevaba una carga” para demostrar mi valía como líder de equipo y ganarme un lugar en el corazón de los demás. Como tenía las intenciones equivocadas en mi deber y siempre buscaba proteger mi estatus, gran parte del trabajo del equipo recaía sobre mí, lo que impedía que mis hermanos y hermanas tuvieran oportunidades para practicar. Y dado que había un límite en lo que podía hacer, algunas tareas clave terminaron retrasándose, lo que perjudicó la obra de la iglesia y la vida de mis hermanos y hermanas.

Más tarde, tras leer las palabras de Dios, gané cierto entendimiento sobre mis problemas. Dios Todopoderoso dice: “Ciertas personas dan testimonio de sí mismas sirviéndose del lenguaje y pronuncian palabras que las ensalzan, mientras que otras recurren a comportamientos diversos. ¿Cuáles son las manifestaciones de una persona que se sirve del comportamiento para dar testimonio de sí misma? A primera vista, adopta ciertos comportamientos que encajan bastante bien con las nociones de la gente, que atraen su atención y que son vistos como muy nobles y en consonancia con los estándares morales. Estos comportamientos consiguen que la gente piense que se trata de una persona honorable, con integridad, que ama de verdad a Dios, que es muy piadosa y que realmente posee un corazón temeroso de Dios, y que se trata de una persona que persigue la verdad. A menudo exhiben en la superficie buenos comportamientos para desorientar a la gente; ¿esto no huele a un caso de enaltecimiento y testimonio de uno mismo? Por lo general, las personas que se enaltecen y dan testimonio de sí mismas por medio de las palabras, usando discursos claros para expresar en qué se diferencian de las masas y por qué sus opiniones valen más que las del resto, a fin de que la gente las tenga en alta estima y las admire. Sin embargo, hay diversos métodos, que no implican discursos explícitos, en los cuales las personas recurren a prácticas externas para declararse mejores que los demás. Esta clase de prácticas están bien planeadas, encierran un motivo y cierta intención, y son realmente deliberadas. Se han envuelto y manipulado para que la gente perciba comportamientos y prácticas que están en consonancia con las nociones humanas, que son nobles, piadosos y conformes a la decencia santa, y que muestran amor y temor a Dios, y son conformes a la verdad. Así se logra también el objetivo del enaltecimiento y testimonio de uno mismo, que la gente tenga en alta estima a estas personas y las admire. ¿Os habéis topado alguna vez con algo similar o lo habéis visto? ¿Poseéis estas manifestaciones? ¿Se hallan estas cosas, así como el tema del que estoy tratando, muy alejadas de la vida real? En realidad no. […] Hay individuos que, para poder quedarse hasta tarde cumpliendo con los deberes, beben café por la noche porque eso les proporciona energía. Los hermanos y hermanas, preocupados por su salud, les preparan sopa de pollo. Y cuando esos individuos se la terminan, dicen: ‘¡Gracias sean dadas a dios! He disfrutado de la gracia de dios. No me merezco esto. Ahora que he terminado esta sopa de pollo, ¡tengo que ser más eficiente en la ejecución de los deberes!’. En realidad, seguirán llevando a cabo sus deberes de la misma manera que siempre, sin aumentar su rendimiento ni un ápice. ¿No están fingiendo? Fingen, es un tipo de comportamiento que también encubre el enaltecimiento y el testimonio de uno mismo; el resultado que obtienen es que otras personas los aprueban, los tienen en alta estima y se convierten en seguidoras acérrimas. Si la gente tiene este tipo de mentalidad, ¿no ha olvidado a Dios? Ya no alojan a Dios en su corazón, así que ¿en quién piensan día y noche? Es su ‘buen líder’, en su ‘amado líder’. A primera vista, algunos anticristos se muestran muy afectuosos con la mayoría de las personas, y emplean tácticas diversas al hablar, para que vean lo afectuosos que son y estén dispuestas a acercarse a ellos. Sonríen radiantes a cualquiera que se les acerque y confraternice con ellos, y le hablan con tono amabilísimo. Aunque observen que algunos hermanos y hermanas, en sus acciones, han faltado a los principios y perjudicado así los intereses de la iglesia, no los podan en lo más mínimo, simplemente los exhortan, consuelan y engatusan mientras cumplen con los deberes; engatusan y engatusan a la gente hasta que consiguen atraer a todo el mundo ante ellos. De forma gradual, la gente se ve conmovida por estos anticristos; todos aprueban en gran medida sus bondadosos corazones y los describen como personas amantes de Dios. A la larga, todos los idolatran y buscan sus enseñanzas en cualquier tema, les cuentan a estos anticristos sus pensamientos y sentimientos más íntimos, hasta el punto de que dejan de orar a Dios o de buscar la verdad en Sus palabras. ¿No se ha visto desorientada esta gente por los anticristos? Es otro de los medios que emplean para desorientar. Cuando os entregáis a estos comportamientos y prácticas, o albergáis intenciones así, ¿sois consciente del problema que hay? Y cuando os dais cuenta de ello, ¿podéis alterar el curso de vuestras acciones? Si eres capaz de reflexionar acerca de ti mismo y de sentir un remordimiento sincero cuando descubres y examinas que tu comportamiento, tus prácticas o tus intenciones son problemáticos, esto demuestra que has revertido el rumbo(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). A partir de la revelación de las palabras de Dios, vi que las personas adoptan externamente diversos comportamientos “buenos” que se ajustan a las nociones humanas para ganar la admiración y el aprecio de los demás, pero, en esencia, estos comportamientos son simplemente una forma encubierta de ensalzarse y dar testimonio de sí mismos, lo cual es muy hipócrita y puede desorientar a la gente con mucha facilidad. Cuando lo pensé, vi que yo era esa clase de persona. Exteriormente, parecía estar ocupado cumpliendo con mi deber todos los días, soportando dificultades, pagando un precio, y asumiendo todo yo solo; parecía ser un líder de equipo preparado y competente. Pero detrás de todo eso, albergaba una intención oculta y despreciable, que era ganar la admiración de las personas. Pensaba en cómo los hermanos y hermanas venían a preguntarme sobre todo tipo de asuntos, tanto grandes como pequeños, en el transcurso de sus deberes, y cómo confiaban en mí para resolverlo todo. La realidad era que podían haber discutido y resuelto algunos de esos problemas sin mi intervención. Pero la idea de que todos confiaban en mí y me admiraban me llevó a dejar de lado nuestras prioridades de trabajo y a hacer todo yo mismo, incluso sin tener tiempo, solo para proteger mi orgullo y estatus. A veces, si me saltaba una comida para organizar una reunión para los nuevos creyentes, mis hermanas me instaban a que fuera a comer. En realidad, me complacía secretamente pensar que me veían tan ocupado con mis deberes que ni siquiera podía comer. Creía que debían admirarme y pensar que realmente podía soportar las dificultades y pagar un precio, y que era un líder de equipo competente. Por estar “ocupado”, también disfrutaba de toda clase de “privilegios” y ganaba la simpatía de los demás, que utilizaba para encubrir algunas de mis desviaciones e insuficiencias. Por ejemplo, si no escribía un artículo sobre un testimonio de experiencia de vida, me justificaba diciéndome que estaba demasiado ocupado. Cuando algunas de las tareas del equipo que eran mi responsabilidad no se realizaban a tiempo, me daba el gusto de decir que era porque estaba demasiado ocupado. Y cuando aparecieron desviaciones y errores en mi deber y no obtuve buenos resultados al regar a los nuevos creyentes, les di a los hermanos y hermanas la misma excusa para que tuvieran consideración conmigo. Así, me mantenía ocupado todo el día, demostrando a la gente que era un buen líder de equipo con una agenda llena. No solo me apreciaba mi supervisor, sino que también me admiraban y confiaban en mí algunos de los hermanos y hermanas. Y, sin embargo, estaba encubriendo desviaciones y errores en el trabajo. Mis intenciones eran realmente despreciables. Pensaba en por qué a los hermanos y hermanas les gustaba acudir a mí cada vez que se encontraban con problemas y confiaban en mí para hacer todo; era principalmente porque yo trataba de encargarme de todo. Mis hermanos y hermanas me admiraban, ocupaba un lugar en sus corazones y, cada vez que se encontraban con problemas, no oraban ni confiaban en Dios, ni buscaban los principios-verdad, sino que simplemente venían a pedirme ayuda. Al mantenerme ocupado de esa manera, en realidad solo estaba actuando obstinadamente, exhibiendo mis habilidades de forma encubierta, ganándome el corazón de las personas y alejándolas de Dios.

En ese momento, pensé en un pasaje de las palabras de Dios que una vez leí: “Algunas personas parecen bastante entusiastas en su fe en Dios. Les encanta atender los asuntos de la iglesia y preocuparse por ellos y siempre van por delante. Y sin embargo, de manera inesperada, decepcionan a todo el mundo cuando se convierten en líderes. No se centran en resolver los problemas prácticos del pueblo escogido de Dios, sino que se esfuerzan al máximo para actuar en aras de su propia reputación y estatus. Les encanta exhibirse para hacer que los demás las estimen y siempre hablan sobre cómo se esfuerzan y sufren por Dios, sin embargo, no dedican sus esfuerzos a perseguir la verdad ni a su entrada en la vida. Eso no es lo que cualquiera espera de ellas. Aunque se mantienen ocupadas con su trabajo, alardean siempre que pueden, predican algunas palabras y doctrinas, se ganan la estima y la adoración de algunos, desorientan el corazón de la gente y consolidan su estatus. ¿Y cuál es el resultado de todo esto? Con independencia de si esas personas usan pequeños favores para comprar a los demás o alardean de sus dones y habilidades, o de si emplean diversos métodos para desorientar a las personas y de ese modo ganarse su buena opinión, sea cual sea el método que usen para ganarse el corazón de la gente y ocupar una posición en él, ¿qué es lo que han perdido? Han perdido la oportunidad de obtener la verdad mientras realizan los deberes de un líder. Al mismo tiempo, debido a sus diversas manifestaciones, también han acumulado acciones malvadas que les acarrearán su desenlace definitivo. Al margen de si usan pequeños favores para comprar y atrapar a las personas, o de si alardean de sí mismas o se sirven de fachadas para desorientar a la gente, y por muchos beneficios y satisfacción que parezca que obtienen al hacer esas cosas, si lo analizamos ahora, ¿se trata de una senda correcta? ¿Es la senda de la búsqueda de la verdad? ¿Es una senda que pueda llevar a la salvación? Está claro que no. Independientemente de lo inteligentes que sean esos métodos y trucos, no pueden engañar a Dios, y al final Él los condena y detesta, ya que, detrás de tales comportamientos se esconden la ambición del ser humano y una actitud y esencia de antagonismo hacia Dios. De ninguna manera Dios reconocería jamás en Su corazón a esas personas como aquellas que cumplen con su deber, sino que las definiría como malhechores. ¿Qué veredicto dicta Dios cuando trata con malhechores? ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. Cuando Dios dice ‘apartaos de mí’, ¿dónde quiere que vayan esas personas? Se las está entregando a Satanás, a los lugares habitados por hordas de satanases. Al final, ¿qué consecuencia sufren? Los espíritus malignos las atormentan hasta la muerte, lo que equivale a decir que Satanás las devora. Dios no quiere a esas personas, lo que significa que no las salvará, no son las ovejas de Dios y menos aún Sus seguidores, por lo que no se hallan entre aquellos a los que Él salvará. Así es como Dios define a esas personas. Por tanto, ¿cuál es la naturaleza de intentar ganarse el corazón de los demás? Es caminar por la senda de un anticristo; es el comportamiento y la esencia de un anticristo. Todavía más grave es la esencia de competir contra Dios por Su pueblo escogido; tales personas son enemigas de Dios. Así es como se define y cataloga a los anticristos, y es del todo acertado(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 1: Tratan de ganarse el corazón de la gente). Las palabras de Dios revelaron mi problema con exactitud. Desde que me convertí en líder de equipo, había intentado asumir todo yo solo. Por fuera, era un líder comprensivo y considerado que ayudaba activamente a mis hermanos y hermanas con lo que necesitaban, pero mi verdadera intención y objetivo era realizar acciones que sirviesen a mi propia reputación y estatus, ganar el corazón de las personas y obtener su admiración. ¡Eso era un tipo de fraude y engaño! Era como los funcionarios del gran dragón rojo, que engañan a la gente común al trabajar un poco solo para lucir bien bajo la apariencia de “servir al pueblo”, para que así los veneren y canten sus alabanzas. Yo era igual que ellos: en apariencia, estaba ocupado cumpliendo con mi deber, pero en el fondo deseaba que las personas pensaran que trabajaba arduamente, y quería que me admiraran y venerasen. Debido a que asumía todo yo solo, nadie más tenía muchas oportunidades para practicar en sus deberes. Aun así, me admiraban tanto que, cada vez que se encontraban con algún problema, no buscaban a Dios, sino que confiaban en mí para resolverlos. No tenían un lugar para Dios en sus corazones. ¡No estaba cumpliendo con mi deber en absoluto! Claramente, estaba haciendo el mal y siguiendo la senda del anticristo. Oré a Dios y le pedí que me guiara en la búsqueda de los principios-verdad para resolver mis problemas y dejar de actuar basánsome en mi carácter corrupto.

Después, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Al cumplir con tu deber, no se te pide que lo asumas todo tú mismo, ni que trabajes sin descanso, ni que seas ‘la única flor en el tiesto’ o un individualista; más bien, se te pide que aprendas a cooperar con los demás en armonía, y que hagas todo lo que puedas, que cumplas con tus responsabilidades, que ejerzas toda tu energía. Eso es lo que significa cumplir con tu deber. Cumplir con tu deber es ejercer todo el poder y la luz que posees para lograr un resultado. Con eso es suficiente. No trates siempre de presumir, de decir cosas altisonantes, de hacer las cosas en solitario. Debes aprender a cooperar con otra gente y centrarte más en escuchar las sugerencias de otros y en descubrir sus puntos fuertes. De este modo, cooperar en armonía resulta fácil. Si siempre intentas alardear y tener la última palabra, no estás cooperando en armonía. ¿Qué estás haciendo? Estás causando una perturbación y socavando a los demás. Eso es lo mismo que hacer el papel de Satanás; no es el cumplimiento del deber. Si siempre haces cosas que causan una perturbación y socavan a los demás, entonces no importa cuánto esfuerzo gastes o cuánto cuidado pongas, Dios no lo recordará. Puede que tengas poca fuerza, pero si eres capaz de trabajar con otros y de aceptar sugerencias adecuadas, y si tienes las motivaciones correctas y puedes proteger la obra de la casa de Dios, entonces eres una persona idónea. A veces, con una sola frase, puedes resolver un problema y beneficiar a todos; otras, después de que compartes una sola declaración de la verdad, todos tienen una senda que practicar, y son capaces de trabajar armoniosamente juntos, y todos se esfuerzan hacia un objetivo común, y comparten los mismos puntos de vista y opiniones, con lo que el trabajo resulta particularmente efectivo. Aunque nadie recuerde que desempeñaste este papel, y tú no sientas que te has esforzado mucho, Dios verá que eres una persona que practica la verdad, una persona que actúa según los principios. Dios recordará que lo has hecho. A eso se le llama cumplir lealmente con tu deber(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El correcto cumplimiento del deber requiere de una cooperación armoniosa). A partir de las palabras de Dios, vi mis problemas con claridad y encontré algunas sendas de práctica. Si quería cumplir bien con mi deber, tenía que aprender a coordinarme de manera armoniosa con los demás, y centrarme en permitirles utilizar sus fortalezas. Hay límites en lo que una persona puede hacer sola; nadie es capaz de realizar todo el trabajo por sí mismo. Solo podemos lograr buenos resultados en nuestros deberes cuando todos tenemos el mismo sentir y cuando se ponen en práctica todas nuestras respectivas fortalezas. Solo cuando las personas tienen las intenciones correctas, es decir, proteger la obra de la iglesia, es que están cumpliendo con sus deberes de acuerdo con las intenciones de Dios. Eso es mucho más eficaz que si una persona se encarga de todo el trabajo. En el pasado, no solo me agoté al estar ocupado yendo de un lado para el otro y tratando de ser el único que brillaba, sino que el desempeño de mis deberes fue un desastre también. Las fortalezas de mis hermanos y hermanas no se aprovecharon, y se retrasó mucho trabajo importante. Al comparar la revelación de las palabras de Dios con mi propio comportamiento, finalmente comprendí por qué Dios dice que el hecho de siempre presumir en el cumplimiento del deber y no cooperar de manera armoniosa con los demás trastorna la obra de la iglesia.

Después de eso, de manera consciente puse en práctica las palabras de Dios. Dividí el trabajo de manera lógica: yo me encargué principalmente de hacer un seguimiento de las tareas clave, y asigné otras labores a los hermanos y hermanas adecuados según sus áreas de especialización. Cuando los demás se encontraban con problemas que no podían resolver, buscábamos juntos los principios. Una vez que los hermanos y hermanas comprendieron los principios, encontraron de forma natural una dirección y senda para cumplir con sus deberes. Ahora que llevo un tiempo poniendo en práctica las palabras de Dios, descubro que mis hermanos y hermanas llevan más carga en sus deberes que antes. Son capaces de tomar la iniciativa y buscar los principios para resolver algunos problemas, y pueden completar algunas tareas por sí mismos confiando en Dios. A veces, cuando encuentro dificultades en las tareas de las que soy responsable, también busco la ayuda de mis hermanos y hermanas, y aprendo mucho de ello. Al colaborar de esta manera, nuestro equipo ha logrado obtener resultados cada vez mejores en el trabajo. Los hermanos y hermanas pueden practicar en distintos grados y han logrado algunos progresos. Yo estoy más relajado y me siento en paz. Poco a poco he logrado encontrar tiempo para reflexionar sobre los problemas en mi propio trabajo y he vuelto a escribir artículos de testimonio vivencial con normalidad. Ya no parezco tan ocupado como solía, pero ahora me resulta más fácil identificar desviaciones y problemas en el trabajo, y me he vuelto más eficiente en mi deber.

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