Las lecciones que aprendí en mi camino del disfraz a la franqueza

3 Sep 2025

Por Zhou Xusheng, China

A finales de 2023, me eligieron líder en la iglesia. Al principio, me preocupaba que solo tenía un entendimiento superficial de la verdad y no estaba capacitada para asumir este deber. Sin embargo, también pensaba que la intención de Dios era darme la oportunidad de cumplir este deber y que debía someterme y esforzarme para hacer bien el trabajo. Más adelante, participé activamente en los distintos aspectos del trabajo y siempre me encargaba de los problemas y respondía lo antes posible. Sin embargo, a medida que me adentré más en el trabajo, me di cuenta de que muchos problemas requerían que señalara sendas concretas basadas en principios. Había tareas de las que no me había encargado antes y no entendía del todo los principios relacionados, así que estaba un poco confundida y me solía poner más nerviosa, sobre todo, cuando hablaba del trabajo. Pensé: “Si digo lo correcto, no pasa nada. Pero, si digo algo incorrecto o con poca claridad, ¿qué pensarán mis socios de mí? ¿Pensarán tengo una aptitud y una capacidad de trabajo muy malas y que no estoy a la altura de este deber?”. Cada vez que hablábamos del trabajo, tenía que reflexionar durante mucho tiempo antes de expresar una opinión y lo hacía con timidez y cautela. Una vez, la líder superior nos pidió que evaluáramos si se podía cultivar a una hermana para ser supervisora y nos dijo que intercambiaríamos opiniones en una reunión al día siguiente. Yo me sentía un poco nerviosa y pensé: “Tener discernimiento sobre las personas es un claro reflejo de si uno es capaz de ver las cosas con cierta profundidad. Si digo algo equivocado, ¿qué pensará de mí la líder superior? ¿Pensará que no tengo discernimiento, que tengo poca aptitud y que no soy apta para que me cultiven?”. Por lo tanto, leí varias veces el currículum y las valoraciones de esa hermana, y consulté los principios relevantes para leerlos. Me llevó toda la noche, así que no hice ningún otro trabajo. Tenía cierta conciencia en el momento de que, aunque en apariencia lo hacía para discernir con precisión a esa persona, en realidad, era para satisfacer mi propio orgullo y mi deseo de estatus, y que no valía de nada sufrir así. Sin embargo, no buscaba la verdad para resolver mi problema.

A medida que surgieron cada más cosas en el trabajo, empecé a estar muy ocupada cada día y, a menudo, no daba un seguimiento adecuado al trabajo relacionado con textos, que era mi responsabilidad principal. Aunque la líder superior me había organizado el trabajo y me había compartido sendas para hacer el trabajo, cuando por fin me ponía a hacerlo y me topaba con dificultades, seguía sin saber cómo resolverlas. Además, me daba demasiada vergüenza pedir ayuda a la líder superior por miedo a que pensara que tenía poca aptitud, que no estaba capacitada para hacer el trabajo y que no era apta para que me cultivaran. Así que me esforzaba por encontrar los principios por mi cuenta. Pasaban los días, pero aún había problemas que no sabía cómo resolver, lo que afectaba el trabajo. Sentía cada vez más que tenía muy poca aptitud y que no podía hacer nada bien. Hasta me arrepentía de haber aceptado este deber. Durante esa época, la idea de renunciar no paraba de rondarme por la cabeza y tenía el corazón compungido. Me sentía tan avergonzada que no podía mirar a la cara a la líder superior ni a mis compañeros. Pensaba que ya me habrían calado y se habrían dado cuenta de que no me merecía que me cultivaran y que lo mejor sería mostrar algo de autoconciencia y renunciar cuanto antes para no hacer el ridículo. Sin embargo, tenía miedo de que renunciar fuera actuar de forma irresponsable con el trabajo, así que me aguantaba a regañadientes. En apariencia, me llevaba bien con todo el mundo cada día y hasta aparentaba de forma intencionada tener una imagen relajada, pero la ansiedad me carcomía el corazón por dentro. Prefería pasarme la noche en vela buscando maneras de resolver los problemas antes que sincerarme con todos sobre mis dificultades. La líder superior percibió que yo solía dar suspiros y me preguntó si tenía alguna dificultad. Tuve miedo de que, si se lo contaba, ella pensara que tenía poca aptitud, así que mentí y le dije que no tenía ninguna dificultad. Más adelante, ante las insistentes preguntas de la líder superior, finalmente le conté, desmoralizada, sobre las dificultades que estaba teniendo al cumplir mis deberes. No esperaba que la líder hablara sobre mi problema y lo resolviera de inmediato. Incluso me dijo: “¿Por qué no me hablaste antes de este problema? Si me lo hubieras contado, lo habríamos resuelto más pronto”. Pensé en cómo, durante toda esa época, había sido muy ineficaz al hacer mi deber y mi vida había sido desdichada. ¿Por qué no fui capaz de hablar de un problema que podría haberse resuelto meramente con abrir el corazón y buscar? Después, oré a Dios: “Dios, me importa demasiado la reputación y el estatus. Doy mucha importancia a la imagen que mis compañeras y la líder superior tienen de mí y mantengo con cuidado mi orgullo y mi estatus. Estoy muy agotada. No quiero seguir viviendo así, pero no puedo evitarlo. Dios, te ruego que me guíes para salir de este estado incorrecto”.

Una vez, durante mis prácticas devocionales, leí un pasaje de las palabras de Dios citado en un video de un testimonio vivencial y solo entonces obtuve cierta comprensión sobre mi estado. Dios Todopoderoso dice: “Las propias personas son seres creados. ¿Pueden los seres creados alcanzar la omnipotencia? ¿Pueden alcanzar la perfección y la impecabilidad? ¿Pueden alcanzar la destreza en todo, llegar a entenderlo todo, ver la esencia de todo y ser capaces de cualquier cosa? No pueden. Sin embargo, dentro de los humanos hay un carácter corrupto y una debilidad fatal. En cuanto aprenden una habilidad o profesión, las personas sienten que son capaces, que tienen estatus y valor, que son profesionales. Sin importar lo mediocres que sean, quieren presentarse como figuras famosas o excepcionales, convertirse en una celebridad de poca importancia, y hacer creer a la gente que son perfectos y sin ningún defecto. A ojos de los demás, desean hacerse famosos, poderosos o figuras importantes y quieren volverse imponentes, capaces de cualquier cosa y sin que haya nada que no puedan lograr. Creen que si pidieran ayuda parecerían incapaces, débiles e inferiores y la gente los despreciaría. Por eso siempre quieren mantener las apariencias. Algunos, cuando se les pide que hagan algo, dicen que saben hacerlo, cuando en realidad no saben. Después, a escondidas, lo consultan e intentan aprender a hacerlo, pero, tras estudiarlo varios días, siguen sin entender cómo llevarlo a cabo. Cuando se les pregunta cómo lo llevan, dicen: ‘¡Pronto, pronto!’. Pero en su corazón piensan: ‘Todavía no lo entiendo, no tengo ni idea, no sé qué hacer. No puedo delatarme, he de seguir fingiendo, no puedo dejar que la gente vea mis fallos y mi ignorancia. No puedo dejar que me menosprecien’. ¿De qué problema se trata? Intentar guardar las apariencias a toda costa es vivir un infierno. ¿Qué tipo de carácter es este? La arrogancia de estas personas no tiene límite, han perdido toda razón. No quieren ser como los demás, no quieren ser gente corriente, gente normal, sino superhumanos, personas excepcionales, peces gordos. ¡Este es un problema descomunal! En cuanto a las debilidades, deficiencias, ignorancia, estupidez y falta de entendimiento dentro de la humanidad normal, lo ocultan todo y no dejan que otras personas lo vean y siguen disfrazándose. Hay quienes no ven nada con claridad y, sin embargo, afirman que, en su corazón, comprenden. Cuando les pides que lo expliquen, no saben hacerlo. Después de que lo haya explicado otra persona, alegan que estaban a punto de decir lo mismo, pero no pudieron expresarlo a tiempo. Hacen todo lo posible por disfrazarse para tratar de quedar bien. ¿Qué os parece? ¿No vive esa gente con la cabeza en las nubes? ¿No está soñando? Ni ellos mismos saben quiénes son, no saben vivir una humanidad normal. Ni una vez han actuado como seres humanos prácticos. Si te pasas los días con la cabeza en las nubes, saliendo del paso, sin hacer nada de forma realista y viviendo siempre de acuerdo con tu imaginación, esto es un problema. La senda que eliges en la vida no es correcta(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). Tras leer las palabras de Dios, entendí que los humanos son seres creados y no pueden alcanzar la perfección. Si uno nunca consigue juzgarse a sí mismo de forma correcta y aspira siempre a la perfección, entonces, es una persona arrogante e irrazonable a los ojos de Dios. Las personas siempre quieren distanciarse de los arreglos y la predestinación de Dios para cambiar su aptitud, pero esto no es realista y va en contra de lo que Él exige. Me di cuenta de que yo era así. Después de que me eligieron líder en la iglesia, me puse en un pedestal y empecé a buscar ser una líder “digna ese título” y que tuviera “bien merecido” ese estatus. Creía que, como estaba cumpliendo este deber, tenía que reunir todas las condiciones de una líder. Si no lograba desentrañar un asunto o no entendía otro, ¿acaso no significaría eso que era una líder incompetente? Nunca era capaz de juzgarme a mí misma de forma correcta y no quería exponer mis problemas delante de los demás, por miedo a que dijeran que no estaba a la altura del deber de líder. Por eso, cuando tenía que expresar mi opinión, me ponía muy nerviosa y me preocupaba que, si las opiniones que daba no eran correctas, la gente pensaría que tenía poca aptitud. Para proteger mi orgullo y estatus, me esforzaba mucho en buscar información, lo que acabó afectando la eficacia al cumplir mi deber. Cuando surgían problemas en el trabajo que no sabía cómo resolver, no me atrevía a sincerarme ni a preguntar al respecto, incluso cuando la líder superior estaba a mi lado. Pasaba mucho tiempo dándole vueltas a los problemas, pero seguía sin saber cómo resolverlos. Como consecuencia, el trabajo se retrasó y yo me volví negativa. Por proteger mi orgullo y mi estatus, cada día cumplía mi deber con mucha timidez y cautela. Me preocupaba a menudo que las personas me calarían si no hacía las cosas bien, por lo que evitaba hacer preguntas sobre las cosas que no sabía hacer. Esto hizo que la eficacia al cumplir mi deber fuera muy baja y, aunque la líder superior percibió que mi estado no era bueno y se ofreció para ayudarme, yo seguí aparentando y disfrazándome para ocultar mi verdadero estado. Como aparentaba y fingía que entendía, cuando estaba claro que no sabía cómo hacer las cosas, no solo me ponía a mí misma bajo una presión psicológica, sino que también ralentizaba el avance del trabajo. Pensándolo bien, da igual quién seas, siempre hay un proceso de adaptación y para familiarizarse con una tarea cuando uno la empieza a hacer. Yo era joven, no tenía experiencia ni captaba los principios, así que era normal que tuviera una comprensión limitada. Lo que debía haber hecho era afrontar mis defectos de forma correcta y usar ese entorno para buscar la verdad y compensar mis carencias.

Luego, leí más de las palabras de Dios: “Independientemente del contexto, sea cual sea el deber que desempeñe, el anticristo tratará de dar la impresión de que no es débil, de que siempre es fuerte, de que está lleno de fe y de que nunca es negativo, de modo que las personas nunca vean su verdadera estatura o su auténtica actitud hacia Dios. En realidad, en el fondo de su corazón, ¿de verdad creen que no hay nada que no puedan hacer? ¿De verdad piensan que no tienen debilidad, negatividad ni revelaciones de corrupción? En absoluto. Se les da bien fingir, son expertos en ocultar cosas. Les gusta mostrar a la gente su lado fuerte y espléndido, no quieren que perciban su lado débil y verdadero. Su propósito es obvio, sencillamente mantener su vanidad y orgullo, proteger el lugar que ocupan en el corazón de las personas. Piensan que si se abren a los demás sobre su propia negatividad y debilidad, si revelan su lado rebelde y corrupto, esto supondrá un daño grave para su estatus y reputación, sería peor el remedio que la enfermedad. Así que prefieren morir antes que admitir que por momentos son débiles, rebeldes y negativos. Y si llega un día en el que todo el mundo percibe su lado débil y rebelde, cuando vean que son corruptos y que no han cambiado en absoluto, seguirán fingiendo. Consideran que si admiten que tienen un carácter corrupto, que son personas normales e insignificantes, perderán entonces su lugar en el corazón de los demás, la idolatría y adoración de todos, y así habrán fracasado por completo(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (X)). Para proteger su reputación y estatus, los anticristos hacen esfuerzos enormes para aparentar y disfrazarse cuando están en grupo. No se atreven a sincerarse sobre su negatividad, sus debilidades o carencias por miedo a que, una vez que sus problemas queden al descubierto, dejen de recibir admiración. Reflexioné sobre mí misma y vi que yo era justo así. Cuando, aquella vez, me eligieron líder en la iglesia, tenía miedo de que mis carencias y defectos quedaran al descubierto y que el resto de las personas me calaran y dijeran que no estaba a la altura del deber de líder. Así que, por muy débil y ansiosa que me sintiera, no me atrevía a sincerarme con los demás y pensaba que, cuantos más problemas y deficiencias expusiera, más quedaría demostrado que no daba la talla y me daría demasiada vergüenza mirar a todos a la cara si calaban como era. Aunque por fuera parecía que cumplía mi deber, lo primero en lo que pensaba no era cómo tener consideración con las intenciones de Dios y cumplir bien con mi deber. En cambio, pensaba todo el tiempo en tomar la senda equivocada y en cómo salvar las apariencias y evitar que los demás me calaran. Dios me dio una oportunidad de formarme, con la esperanza de que me centrara en buscar la verdad para resolver problemas, pusiera todo mi corazón y fuerzas en cumplir bien con mi deber, fuera siempre considerada con los intereses de la iglesia, a pesar de mis defectos y carencias, y aprendiera a colaborar con los demás para cumplir bien con mi deber al aprender de sus puntos fuertes para compensar mis debilidades. Sin embargo, defraudé las intenciones de Dios. Cuando cumplía mi deber, lo único en lo que pensaba era mi orgullo, mi estatus y en cómo me veían los demás. Para proteger mi orgullo y estatus, aparentaba y me disfrazaba en todo momento, no planteaba de inmediato los problemas que no podía desentrañar ni entender para buscar respuestas y siempre daba a la gente la impresión de que estaba haciendo las cosas bien y lo entendía todo. Como consecuencia, no solo no contribuí a que el trabajo avanzara, sino que, en realidad, lo retrasé. Vi que la senda que estaba siguiendo era la misma senda que la de los anticristos. Si no cambiaba de rumbo, solo haría que Dios me aborreciera. Cuando pensé en esto, tuve algo de miedo, así que, arrepentida, oré a Dios y ya no quise seguir viviendo por mi propio orgullo, sino que estuve dispuesta a vivir ante Dios y cumplir bien con mi deber.

Más tarde, las palabras de Dios también me permitieron entender cómo debía tratar de manera correcta el hecho de que me hubieran elegido líder. Dios Todopoderoso dice: “La iglesia asciende y cultiva a algunas personas, con lo cual reciben una bonita oportunidad para formarse. Eso es algo bueno. Se puede decir que han sido elevadas y agraciadas por Dios. Entonces, ¿cómo deben cumplir con su deber? El primer principio al que deben atenerse es el de comprender la verdad; cuando no entiendan la verdad, deben buscarla, y si todavía no entienden después de buscar por su cuenta, pueden encontrar a alguien que sí entienda la verdad y con el que compartir y buscar, lo cual hará que la solución del problema sea más rápida y oportuna. Si solo te concentras en dedicar más tiempo a leer las palabras de Dios por tu cuenta y en pasar más tiempo reflexionando sobre estas palabras, a fin de lograr la comprensión de la verdad y resolver el problema, se trata de un proceso demasiado lento; como dice el refrán: ‘Las soluciones lentas no resuelven las necesidades urgentes’. Si, en lo que respecta a la verdad, deseas progresar rápidamente, entonces debes aprender a cooperar en armonía con los demás, a hacer más preguntas y a buscar más. Solo entonces tu vida crecerá rápidamente y serás capaz de resolver los problemas con prontitud, sin ninguna demora en ninguno de ellos. Ya que acabas de ser ascendido y aún estás en periodo de prueba, y además no posees un auténtico entendimiento de la verdad ni la realidad-verdad —porque aún te falta esta estatura— no pienses que tu ascenso significa que posees la realidad-verdad; no es así. Se te selecciona para el ascenso y el cultivo simplemente porque tienes un sentido de carga hacia el trabajo y posees el calibre de un líder. Has de tener tal razón. Si, después de que se te ha ascendido y te has convertido en líder u obrero, comienzas a reafirmar tu estatus y crees que eres alguien que persigue la verdad y que tienes la realidad-verdad, y si, independientemente de los problemas que tienen los hermanos y hermanas, finges que entiendes y que eres espiritual, entonces esta es una estúpida manera de ser, y es la misma de los hipócritas fariseos. Debes hablar y actuar con la verdad. Cuando no entiendas, puedes preguntar a otros o buscar la enseñanza de lo Alto; esto no tiene nada de vergonzoso. Aunque no preguntes, lo Alto conocerá tu verdadera estatura, y sabrá que la realidad-verdad está ausente en ti. Lo que deberías hacer es buscar y comunicar; esta es la razón que debería tener la humanidad normal, y el principio al que deberían atenerse los líderes y los obreros. No es algo de lo que haya que avergonzarse. Si piensas que una vez que eres líder es bochornoso no entender los principios o estar preguntando en todo momento a otras personas o a lo Alto, y temes que otros te menosprecien y luego montas un numerito, fingiendo que lo entiendes y lo sabes todo, que tienes capacidad para trabajar, que puedes hacer cualquier trabajo de la iglesia, y no necesitas que nadie te recuerde o comunique contigo, o que alguien te provea o te apoye, entonces esto es peligroso, y eres demasiado arrogante y sentencioso, demasiado falto de razón. Ni siquiera conoces tu propia medida, ¿acaso eso no te convierte en una persona atolondrada? Tales personas en realidad no cumplen con los criterios para ser ascendidas y cultivadas por la casa de Dios, y tarde o temprano serán destituidas y descartadas. Y, por tanto, cada líder u obrero a quien acaben de ascender debería tener claro que no posee la realidad-verdad, debería tener esta conciencia de sí mismo. Ahora eres un líder u obrero no porque Dios te haya designado, sino porque otros líderes y obreros te han ascendido para que lo seas, o porque el pueblo escogido de Dios te ha elegido; esto no significa que tengas la realidad-verdad y una estatura real. Cuando entiendas esto, tendrás un poco de razón, que es la razón que los líderes y obreros deben poseer(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). Las palabras de Dios me permitieron entender que no comprendía el verdadero significado detrás de que la iglesia promueva y cultive a las personas. En mi mente, creía que las personas que recibían promociones no podían tener defectos ni carencias y que no podía haber nada que no entendieran o no supieran hacer. Por eso, cuando me convertí en líder, tenía mucho miedo de cometer errores, temía hacer el ridículo si no lo hacía bien y temía que los demás pensaran que no merecía que me cultivaran. Ahora veo que todas estas opiniones son erróneas. La iglesia promueve y cultiva a las personas para darles oportunidades para formarse y, de esta manera y durante ese periodo de formación, pueden centrarse en buscar los principios-verdad, aprender a hablar sobre la verdad para resolver problemas, colaborar en armonía con los demás en las cosas que no entiendan o no sepan hacer, y tener una actitud de búsqueda activa y de responsabilidad sincera. Así es como deben practicar las personas. Pensé en una hermana que conocía. Cuando ella era líder, preguntaba sin demora a los demás cuando tenía dificultades y problemas. No pensaba en salvar las apariencias, sino en cómo resolver los problemas. Después, la formación le permitió progresar con rapidez y llegó a captar algunos de los principios en todos los ámbitos. En cambio, yo siempre quería que los demás creyeran que sabía y era capaz de hacerlo todo. Esto no solo vulneraba las leyes de la humanidad normal, sino que además me ponía bajo muchísima presión. Cuando lo pensé, mi corazón se iluminó un poco y entendí cómo debía tratar mi deber de manera correcta. Llevaba poco tiempo en este deber. Aún no tenía claros muchos principios y tenía muchas carencias, pero lo que sí podía hacer era buscar de forma proactiva y preguntar sin demora sobre las cosas que no pudiera desentrañar.

Durante mis prácticas devocionales, leí estas palabras de Dios: “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de falsedades y engaños, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia. No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y vivirás completamente en la luz. Aprender a abrirse cuando se comparte es el primer paso para la entrada en la vida. Luego has de aprender a diseccionar tus pensamientos y actos para ver cuáles están equivocados y cuáles no agradan a Dios, y es preciso que los corrijas inmediatamente y los rectifiques. ¿Cuál es el propósito de rectificarlos? Es aceptar y asumir la verdad, al tiempo que te deshaces de las cosas en tu interior que son propias de Satanás y las reemplazas con la verdad. Antes, hacías todo según tu carácter falso, que es mentiroso y engañoso; sentías que no podías lograr nada sin mentir. Ahora que entiendes la verdad y desdeñas la forma de hacer las cosas que tiene Satanás, ya no te comportas de ese modo, actúas con una mentalidad de honestidad, pureza y sumisión. Si no te guardas nada, si no te pones una careta, una impostura, si no encubres las cosas, si te expones ante los hermanos y hermanas, si no ocultas tus ideas y pensamientos más íntimos, sino que permites que los demás vean tu actitud sincera, entonces la verdad echará raíces poco a poco en ti, florecerá y dará frutos, dará gradualmente resultados(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Dios dice que, para vivir en la luz, uno debe ser una persona honesta y, tanto con Dios como con las demás personas, abrir su corazón, aceptar y reconocer sus propios defectos, y después centrarse en buscar la verdad para resolver sus propios problemas. Solo así puede uno entender y obtener la verdad. Empecé a estar dispuesta a practicar según las palabras de Dios y a ser una persona sencilla y abierta. Una vez, después de comer, me sinceré con la líder superior sobre mi estado durante esa época. La líder superior no solo no me menospreció, sino que también compartió conmigo y me ayudó. Me sentí muy conmovida y experimenté que, al practicar según las palabras de Dios y al buscar y hablar sobre las cosas que no entiendo sin demora, no solo puedo compensar mis carencias, sino que también puedo resolver con rapidez los problemas del trabajo. Esto me beneficia para cumplir bien con mi deber.

Desde entonces, cuando enfrento problemas y dificultades al cumplir mi deber, tomo conscientemente la iniciativa de hablar sobre ellos y comentar los problemas con todos. En cuanto a los problemas que nunca he visto antes o que no entiendo, busco sendas para resolverlos con la guía de la líder superior. La eficacia al cumplir mi deber ha mejorado, lo que ha hecho que mi corazón se sienta más tranquilo y liberado. ¡Gracias a Dios!

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