La lucha para admitir los errores

17 Ene 2025

Por Kristina, Estados Unidos

Sábado, 3 de diciembre de 2022. Estaba lloviendo ligero.

Hoy, mientras organizaba la hoja de trabajo, encontré por accidente un video que se había asignado incorrectamente y se había repetido la tarea de producción. Me sorprendió mucho. Después de revisar con cuidado, me di cuenta de que sucedió porque me olvidé de revisar los registros antes de la producción. Recordé que ya había cometido ese error antes en dos ocasiones por no haber revisado los registros. En ese entonces, la líder me criticó por no ser diligente, resumió las causas de mis errores y me pidió que evitase el mismo error en el futuro. No pensé que volvería a pasarme. Me sentí rematadamente débil. “¡Solo he sido supervisora por unos días y ya he vuelto a cometer un error tan básico! Si la líder se entera, ¡qué decepcionada estará de mí! ¿Cómo haré para tener la cabeza en alto si me vuelve a podar y a criticar?”. También recordé que, unos días antes, habían destituido a la hermana Xin Jing de nuestro grupo, porque siempre hacía sus deberes de manera superficial. En ese entonces, incluso hablé sobre el tema y expuse la naturaleza y las consecuencias de cumplir sus deberes de manera superficial. Pero, ahora, yo también cometí un error tan básico por ser superficial. Si los hermanos y hermanas se enterasen, seguro que dirían que predico bien las palabras y las doctrinas, pero hago mis deberes de manera superficial y no tengo la realidad-verdad, lo que me descalifica para ser supervisora. Cuanto más lo pensaba, más incómoda me sentía y lamentaba no haber revisado con cuidado en ese momento. Me sentía demasiado avergonzada para admitir mi error ante todos, así que borré el registro de la producción anterior. En ese momento, recordé una frase de las palabras de Dios: “Las palabras y acciones secretas del hombre permanecen siempre ante Mi trono de juicio(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de difundir el evangelio es también la obra de salvar al hombre). Sentí miedo y un escalofrío en el corazón: Dios escruta lo más profundo del ser humano. Aunque se lo puedo ocultar a las personas, no puedo engañar a Dios. Si recurro al engaño, Dios lo verá claramente y me condenará. Estaba muy asustada, así que restauré rápidamente el registro que había eliminado. Ver ese registro era como ver una mancha indeleble. Pero realmente no tenía el valor de admitir mi error ante la líder. Pensé que nadie se daría cuenta si no decía nada, así que cerré rápidamente la hoja de trabajo.

A la noche, daba vueltas en la cama sin poder dormir y me sentía inquieta. Estaba claro que había cometido un error que había ocasionado pérdidas al trabajo, pero fingí que no sabía nada al respecto y no tenía ninguna intención de contarle a la líder sobre el problema. ¡Estaba siendo descaradamente engañosa! Más tarde, leí lo siguiente en las palabras de Dios: “Dios no hace perfectos a quienes son falsos. Si tu corazón no es honesto, si no eres una persona honesta, entonces no serás ganado por Dios. Asimismo, tampoco obtendrás la verdad y serás incapaz de ganar a Dios. ¿Qué significa no ganar a Dios? Si no ganas a Dios y no has comprendido la verdad, entonces no conocerás a Dios, y entonces no habrá manera de que puedas ser compatible con Dios, en cuyo caso eres Su enemigo. Si eres incompatible con Dios, Él no es tu Dios; y si Él no es tu Dios, no puedes ser salvado. Si no intentas alcanzar la salvación, ¿por qué crees en Dios? Si no puedes alcanzar la salvación, serás, por siempre, un enemigo acérrimo de Dios y tu resultado estará determinado. Por lo tanto, si la gente desea salvarse, debe empezar por ser honesta. Al final, aquellos que han sido ganados por Dios están marcados con una señal. ¿Sabéis cuál es? Está escrito en el Apocalipsis, en la Biblia: ‘Y en su boca no se halló mentira alguna; están sin mancha’ (Apocalipsis 14:5). ¿De quiénes se trata? Son los salvados, perfeccionados y ganados por Dios. ¿Cómo los describe Dios? ¿Cuáles son las características y manifestaciones de su conducta? Están sin mancha. No mienten. Probablemente todos podáis comprender y captar qué significa no mentir: significa ser honesto(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). “Todo el mundo tiene un carácter falso; la única diferencia radica en su gravedad. Aunque abras tu corazón y compartas tus problemas en las reuniones, ¿significa eso que no tienes un carácter falso? No, tú también lo tienes. ¿Por qué digo esto? Aquí va un ejemplo: puedes ser capaz de abrirte en una charla acerca de cosas que no toquen tu orgullo o vanidad, cosas que no son vergonzosas, y cosas por las que no serás podado; pero, si hubieras hecho algo que vulnera los principios-verdad, algo que cualquiera aborrecería y por lo que sentiría asco, ¿podrías compartir abiertamente acerca de ello en las reuniones? Y, si hubieras hecho algo inconfesable, sería incluso más difícil para ti abrirte y revelar la verdad al respecto. Si alguien fuera a investigarlo o echar culpas de ello, usarás todos los medios a tu disposición para ocultarlo, y estarías aterrado de que este asunto acabara desenmascarándose. Siempre estarías intentando encubrirlo y librarte de ello. ¿Acaso no se trata esto de un carácter falso? Puede que creas que, si no lo dices en voz alta, nadie lo sabrá, y que ni siquiera Dios tendrá modo de saberlo. ¡Eso es un error! Dios escruta el corazón más profundo de las personas. Si eres incapaz de percibir esto, no conoces a Dios en absoluto. Las personas falsas no solo engañan a los demás, sino que incluso se atreven a intentar engañar a Dios y usan métodos de falsedad para resistirse a Él. ¿Pueden tales personas alcanzar la salvación de Dios? El carácter de Dios es justo y santo, y lo que más odia Dios es a las personas falsas. Por tanto, las personas falsas son las que tienen más difícil alcanzar la salvación. Las personas de naturaleza falsa son las que más mienten. Le mienten incluso a Dios y tratan de engañarlo, y no se arrepienten de forma obstinada. Esto significa que no pueden alcanzar la salvación de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo conocer los seis tipos de actitudes corruptas es el auténtico autoconocimiento). Al comparar las palabras de Dios con mis pensamientos y acciones tras haber cometido el error, me di cuenta de que mi carácter falso había quedado en evidencia. Era un hecho que hacía mis deberes de manera superficial, lo que provocaba la repetición del trabajo y malgastaba tanto recursos humanos como materiales. Debía ser una persona honesta, admitir mi error con sinceridad ante la líder y asumir la responsabilidad. Pero temía que ella y los hermanos y hermanas me menospreciaran, así que decidí encubrir mi error y borré la grabación de la producción previa, pensando que así evitaría que descubrieran el problema. Aunque recuperé la grabación más tarde, seguía negándome a admitir mi error y esperaba que pasara desapercibido. Mientras nadie lo descubriera más tarde, podía dejar el asunto sin resolver. Pero, si alguien lo fuera a descubrir al final, diría que me había percatado en su momento, pero que olvidé mencionarlo y que no estaba ocultándolo a propósito. Así podría encubrir mi error sin parecer engañosa. ¡Fui tan falsa! La esencia de Dios es santa, a Él le agradan las personas honestas y aborrece a las falsas. A pesar de saber que Dios lo escruta todo, seguí recurriendo al engaño y la artimaña. Mis acciones ofendieron a Dios. Si no me arrepentía y me convertía en una persona honesta, no importaría cuánto sacrificara por fuera, al final, no me salvaría. Sin embargo, admitir mi error ante la líder era muy humillante. Temía que se sintiera decepcionada de mí y me podaría, así que me faltó el valor para hablar. Me sentía conflictuada y me dolía el corazón.

Lunes, 5 de diciembre de 2022. Estaba cubierto.

Han pasado dos días y aún no tengo la valentía para contárselo a la líder. Durante los últimos dos días, he ansiado borrar el incidente de mi memoria para no tener que admitir mi error y pasar vergüenza. Me he dedicado de lleno a mi trabajo, lo que me ayuda temporalmente a olvidarme del incidente. Sin embargo, cuando tengo un rato libre, no puedo evitar recordarlo. Este error me persigue como una pesadilla. No importa si estoy comiendo, limpiando o caminando, pensar en ello hace que se me retuerza el corazón de dolor. Es como si tuviera una voz en la cabeza que me acusa constantemente: “No eres una persona honesta; no podrás ser salva”. Por la noche, tampoco puedo dormir bien y me atormenta el corazón. Pienso en las palabras de Dios: “En pocas palabras, ser honesto es ser puro en tus acciones y palabras, y no engañar ni a Dios ni al hombre. Lo que hablo es muy simple, pero es doblemente arduo para vosotros. Mucha gente preferiría ser condenada al infierno que hablar y actuar con honestidad. No es de extrañar que Yo tenga otro trato reservado para aquellos que son deshonestos(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tres advertencias). Antes, cuando leí estas palabras de Dios, no las había entendido del todo. Pensé: “¿Realmente es tan difícil ser una persona honesta? Dios dice con claridad que, si no nos convertimos en personas honestas, no podemos salvarnos. Dado que conozco las consecuencias, para salvarme y entrar en el reino de los cielos debería hablar y actuar con honestidad acorde a las palabras de Dios, sin importar el sufrimiento que deba soportar. ¡No debería ser difícil! Además, tengo una personalidad directa por naturaleza y soy rápida para decir lo que pienso, así que ser honesta y decir la verdad no me debería resultar difícil”. Pero ante la revelación de los hechos, me di cuenta de que ser una persona honesta no es tan simple como pensaba. Ni siquiera tengo la valentía de admitir mi propio error. Incluso recurrí a artimañas para encubrir el hecho y proteger mi orgullo y estatus. A pesar de que sé claramente que no puedo salvarme si no soy honesta, sigo sin querer admitir mi error. ¿Acaso no soy el tipo de persona que Dios describe como alguien que preferiría que la condenen al infierno antes que hablar con honestidad? Pienso en cómo he creído en Dios durante más de diez años, pero sigo sin poder ser una persona que actúa con honestidad en un asunto tan pequeño ni puedo admitir mi error con sinceridad. ¡No poseo ni la más mínima realidad-verdad! Me siento muy desanimada y estoy decepcionada conmigo misma. Siempre proclamo que quiero practicar la verdad, pero no consigo hacerlo a sabiendas cuando me enfrento a algo que concierne a mi orgullo y estatus. Estoy deprimida y no quiero hablar con los hermanos y hermanas; siempre siento que no practico la verdad ni soy una persona honesta, por lo que no me da la cara para verlos. Por la noche, antes de dormir, oro a Dios con lágrimas en los ojos y me desahogo de todo el dolor que llevo en el corazón: “Dios, veo cuán patética soy. Ni siquiera puedo practicar la verdad respecto a un asunto tan pequeño; ni siquiera puedo decir una sola afirmación veraz o admitir un error. ¡Satanás me ha corrompido profundamente! Dios, estoy muy desanimada. No quiero vivir así; te ruego que me salves”.

Lunes, 12 de diciembre de 2022. Estaba nublado, despejándose.

Al principio, quería admitir mi error ante la líder, pero cuando llegó el momento de hablar, seguía sintiéndome bastante nerviosa. No podía evitar preguntarme: ¿Por qué me resulta tan difícil admitir mi error y decir la verdad? ¿Qué es lo que realmente me impide ser honesta? Compartí mi estado con la hermana Li Tong y ella me envió un pasaje de las palabras de Dios, que finalmente me ayudó a comprender un poco el asunto. Dios Todopoderoso dice: “Si tienes voluntad cuando haces una cosa, puedes hacerla bien con un único esfuerzo; pero decir una sola vez la verdad sin mentir ya no te vuelve una persona honesta para siempre. Ser una persona honesta involucra cambiar tu carácter, y esto requiere diez o veinte años de experiencia. Debes despojarte de tu carácter falso de mentira y duplicidad para poder cumplir el estándar básico para ser una persona honesta. ¿Acaso esto no le resulta difícil a todo el mundo? Es un reto enorme. Ahora Dios quiere perfeccionar y ganarse a un grupo de personas, y todos los que persiguen la verdad deben aceptar el juicio y el castigo, las pruebas y el refinamiento, cuyo propósito es corregir su carácter falso y convertirlos en personas honestas, personas que se sometan a Dios. Esto no es algo que pueda lograrse con un único esfuerzo; exige fe sincera y hay que padecer muchas pruebas y refinaciones para lograrlo. Si Dios te pidiera ahora que fueras una persona honesta y dijeras la verdad, algo que afectara a los hechos y a tu futuro y tu destino, cuyas consecuencias podrían no resultar en tu beneficio, sino en que los demás ya no te tengan en alta estima y te parezca que tu reputación ha sido destruida… en tales circunstancias, ¿podrías ser franco y decir la verdad? ¿Podrías ser igualmente honesto? Esto es lo más difícil de hacer, mucho más que entregar tu vida. Podrías decir: ‘No voy a decir la verdad. Prefiero morir por Dios a decir la verdad. No quiero ser para nada una persona honesta. Prefiero morir a que todo el mundo me desprecie y piense que soy una persona corriente’. ¿Qué es lo que más aprecia la gente según esto? Lo que más aprecia la gente es su estatus y su reputación, cosas controladas por sus actitudes satánicas. La vida es secundaria. Si la situación la obligara a ello, reuniría la fortaleza necesaria para dar su vida, pero no es fácil renunciar al estatus y la reputación. Para quienes creen en Dios, dar la vida no es lo más importante; Dios exige a la gente que acepte la verdad, y que sea realmente gente honesta que dice lo que hay en su corazón, se abre y se expone ante todos. ¿Es esto fácil de hacer? (No). Dios, a decir verdad, no te pide que des la vida. ¿Acaso no te la ha dado Dios? ¿De qué le serviría a Él tu vida? Dios no la quiere. Quiere que hables con sinceridad, que muestres a los demás quién eres y lo que piensas en tu corazón. ¿Puedes mostrar tales cosas? Aquí, esta empresa se vuelve difícil, y puedes decir: ‘Hazme trabajar duro, y tendría fuerzas para hacerlo. Pídeme que sacrifique todos mis bienes, y podría hacerlo. Podría abandonar fácilmente a mis padres y a mis hijos, mi matrimonio y mi carrera. Sin embargo, decir lo que pienso, hablar con honestidad, eso es lo único que no puedo hacer’. ¿Por qué no puedes? Porque una vez que lo hagas, cualquiera que te conozca o esté familiarizado contigo te verá de manera diferente. Ya no te admirarán. Habrás perdido tu imagen y habrás sido humillado totalmente, y tu integridad y dignidad habrán desaparecido. Ya no existirá tu elevado estatus y prestigio en el corazón de los demás. Por eso, en esas circunstancias, no dirás la verdad pase lo que pase. Cuando la gente se encuentra con esto, se produce una batalla en sus corazones, y cuando esta termina, algunos finalmente superan sus dificultades, mientras que otros no lo hacen y siguen controlados por su corrupto carácter satánico y por su estatus, su reputación y lo que ellos llaman dignidad. Esto es una dificultad, ¿verdad? El mero hecho de hablar con honestidad y decir la verdad no es una gran gesta y, sin embargo, a muchos héroes valientes, a muchas personas que han jurado dedicarse, entregarse y gastar su vida por Dios, a muchos que le han dicho cosas grandiosas a Dios, les resulta imposible hacerlo(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El correcto cumplimiento del deber requiere de una cooperación armoniosa). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que no me atrevo a admitir mi error ante la líder porque valoro demasiado mi orgullo y estatus, y me preocupa en exceso mi imagen ante los demás. Al reflexionar, me di cuenta de que, desde que era pequeña, siempre he pensado que los venenos de Satanás, como “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar” y “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela” eran dichos sabios. Siempre he dado una gran importancia a mi orgullo y estatus. Siempre quiero dar una buena impresión y recibir el elogio de los demás en todo lo que hago. Cuando no hago las cosas bien y quedo mal, me siento muy angustiada. Cuando estaba en la escuela, recuerdo que el maestro pedía a los estudiantes que cometían errores que levantaran la mano. Cuando cometía errores a menudo, creía que el maestro y mis compañeros pensarían que era estúpida y se me reirían, así que no me atrevía a levantar la mano. Cuando el maestro pasaba a mi lado, ocultaba mis errores para que no los viera. Aprendí a utilizar artimañas y el engaño desde pequeña para proteger mi orgullo. Después de empezar a creer en Dios, trabajé en la producción de vídeos en la iglesia. Sabía que era un trabajo que requería prestar mucha atención a los detalles, ya que cualquier pequeño error podía generar grandes pérdidas. Por lo tanto, trataba de ser lo más meticulosa posible y quería que los hermanos y hermanas pensaran que era diligente y responsable para darles una buena impresión. También tenía la esperanza de que la líder me valorara. Sobre todo, porque me habían puesto a cargo del trabajo de video, lo que debía significar que todos me daban su aprobación y me consideraban una persona seria, responsable y de confianza. Así que, al equivocarme, lo primero en que pensé fue mi orgullo y estatus. Temía que, si la líder se enteraba de que había cometido un error tan básico, seguro que dejaría de confiar en mí y de valorarme, y los hermanos y hermanas me menospreciarían y pensarían que era irresponsable y ruin, lo que destruiría la buena imagen que había esculpido a lo largo de los años. Para proteger mi orgullo y mantener la buena imagen que los demás tenían de mí, recurrí a engaños y trapacerías, e intenté encubrir mi error. Incluso pensé en dejar de lado el asunto y no mencionárselo a nadie con la esperanza de quitarle importancia y salir impune. ¡Fui tan falsa! Sabía muy bien que Dios escruta todo, pero aun así traté de encubrir mi error lo que demostró que no solo soy falsa, sino también muy intransigente. Me di cuenta de que mi orgullo y estatus son los mayores obstáculos para ser una persona honesta. Si no puedo liberarme de las ataduras y limitaciones de mi orgullo y estatus, no podré practicar la verdad y, al final, seré descartada.

También leí las palabras de Dios que decían: “A medida que las personas experimentan la honestidad, surgen muchos problemas prácticos. A veces hablan sin pensar, cometen deslices momentáneos y dicen una mentira porque los gobierna una motivación o un objetivo equivocados, o la vanidad y el orgullo. En consecuencia, tienen que decir cada vez más mentiras para tapar la anterior. Al final, no tienen el corazón tranquilo, pero no pueden retractarse de esas mentiras, les falta valor para corregir sus errores, para admitir que han mentido, y de este modo tales errores nunca tienen fin. Después, es como si esa persona tuviera siempre una roca oprimiéndole el corazón; siempre quiere buscar una oportunidad de sincerarse, admitir su error y arrepentirse, pero nunca pone esto en práctica. En definitiva, lo piensa y se dice: ‘Lo enmendaré cuando cumpla con mi deber en el futuro’. Siempre dice que lo va a enmendar, pero nunca lo hace. No es tan sencillo como simplemente pedir disculpas tras mentir. ¿Puedes enmendar el perjuicio y las consecuencias de contar mentiras y engañar? Si en mitad de un fuerte odio hacia ti mismo eres capaz de practicar el arrepentimiento y nunca más vuelves a hacer ese tipo de cosas, entonces puede que recibas la tolerancia y misericordia de Dios. Si hablas con palabras edulcoradas y dices que enmendarás tus mentiras en un futuro, pero en realidad no te arrepientes y luego continúas mintiendo y engañando, entonces te niegas a arrepentirte con una terquedad extrema, y no cabe duda de que serás descartado. […] Que engañar a las personas es la manifestación de un carácter corrupto, es rebelarse y oponerse a Dios, y por eso te acarreará dolor. Cuando mientes y engañas, puede que te parezca haber hablado con mucha inteligencia y tacto, y que no has dado ninguna pequeña pista de tu engaño. Sin embargo, después tendrás una sensación de reproche y acusación que es posible que te persiga toda la vida. Si mientes y engañas intencionada y deliberadamente, y cierto día llegas a darte cuenta de la gravedad de esto, te atravesará el corazón como un cuchillo y no pararás de buscar la ocasión de enmendarte. Y eso es lo que debes hacer, a menos que carezcas de conciencia y nunca hayas vivido acorde a ella, y tampoco poseas humanidad, ni talante ni dignidad. Si tienes un poco de talante y dignidad, y algo de conciencia, cuando te des cuenta de que estás mintiendo y engañando, te parecerá que tu conducta es vergonzosa, que es desgraciada e inferior. Te despreciarás y te detestarás a ti mismo, y abandonarás la senda de las mentiras y el engaño(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). Después de leer las palabras de Dios, me sentí profundamente conmovida. En los últimos días, no le he contado a nadie sobre el error que cometí al hacer mis deberes. Aunque no me han herido el orgullo, siento una constante punzada en el corazón cada vez que estoy ociosa. Me hace sentirme intranquila e incómoda todos los días, no puedo dormir bien por las noches y me duele el corazón por la culpa. Siento profundamente que no existe la paz ni la alegría si uno no es una persona honesta. Al recurrir al engaño y al fingir, salvé mi orgullo temporalmente, pero perdí la dignidad e integridad, y me abruma el dolor de la culpa. Al repasar lo sucedido, me doy cuenta de que cometí los mismos errores varias veces debido a que no revisé los registros anteriores antes de hacer los vídeos. Si hubiera seguido los procedimientos de trabajo y revisado todo de forma adecuada, podría haber evitado los errores por completo. Aunque la líder hizo hincapié en la importancia de llenar y revisar los formularios después de que cometí mis dos primeros errores, el proceso me pareció demasiado tedioso y decidí arriesgarme, pensando que probablemente esto no causaría problemas. A veces, cuando estaba ocupada, me saltaba ese paso. Veo que no solo fui superficial en el cumplimiento de mis deberes, sino también arrogante, sentenciosa y demasiado ruin. Cuando ocurrían errores, incluso trataba de encubrirlos; me disfrazaba para ocultar mi verdadero yo y engañaba a los demás con una imagen falsa. ¡Qué despreciable y vergonzoso! Al darme cuenta de la gravedad del problema, oré a Dios y me arrepentí.

También leí otro pasaje de las palabras de Dios y encontré la senda para practicar. Dios Todopoderoso dice: “Solo la gente honesta puede formar parte del reino de los cielos. Si no tratas de ser una persona honesta, y si no experimentas y prácticas en la dirección de perseguir la verdad, si no expones tu propia fealdad, y si no te expones, entonces nunca podrás recibir la obra del Espíritu Santo y el visto bueno de Dios. Sin importar qué hagas ni qué deber lleves a cabo, debes tener una actitud honesta. Sin una actitud honesta no puedes cumplir bien con el deber. Si siempre cumples con tu deber de una manera superficial y no consigues hacer algo bien, entonces debes hacer introspección, conocerte a ti mismo, y sincerarte para diseccionarte. Entonces debes buscar los principios-verdad y esforzarte en hacerlo mejor la próxima vez en lugar de ser superficial(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica más fundamental de ser una persona honesta). Después de leer las palabras de Dios, de repente hubo claridad en mi corazón. Cuando ocurren errores al cumplir los deberes, debo reflexionar sobre mí misma, resumir las desviaciones y abrirme, exponerme y diseccionarme ante todos, y aceptar su supervisión. Eso me puede ayudar a prevenir errores en el futuro y también es una práctica para ser una persona honesta. Mi papel de supervisora es una oportunidad que Dios me da para practicar. Además, la casa de Dios nunca ha exigido que las personas no cometan ningún error al cumplir sus deberes y, mucho menos, las catalogará por esto. La clave está en si, después de cometer un error, es capaz de resumir rápidamente los motivos, reflexionar sobre sí misma, buscar los principios-verdad y evitar repetir los mismos errores. Siempre que cumplir los deberes de forma superficial e irreformable no sea una constante, la casa de Dios los tratará de manera correcta y les dará oportunidades. Debido a que me impulsan mis actitudes corruptas, mi superficialidad al cumplir mis deberes produjo errores, que ocasionaron pérdidas a los intereses de la iglesia. Es un hecho. Debo ser una persona honesta, exponerme, diseccionarme, concentrarme en buscar la verdad para arreglar mis actitudes corruptas y hacer mis deberes con diligencia. Esta es la actitud para aceptar la verdad. Si oculto y engaño cuando cometo errores y los encubro con una imagen falsa mientras hago mis deberes de manera claramente superficial para engañar a los demás, incluso aunque pueda preservar temporalmente mi orgullo y estatus, no resolveré el problema de ser superficial ni podré desempeñar mis deberes bien y de manera adecuada. En realidad, esto me perjudica a mí misma. Ya no puedo presentar una imagen falsa para proteger mi orgullo; debo practicar la verdad y ser una persona honesta. Pensé en otros hermanos y hermanas que también habían tenido problemas al repetir la producción. Como supervisora, debo dar el ejemplo y sacar a la luz mis propios problemas, resumirlos con todos, buscar una senda y evitar que todos cometan los mismos errores que podrían afectar el trabajo. Pensar en esto me dio la motivación para practicar la verdad y el valor para admitir mi error.

Miércoles, 14 de diciembre de 2022. Soleado.

Durante la reunión, compartí abiertamente mi estado con todos, desenmascaré mi corrupción y mi error, y recordé a todos que aprendieran de esas lecciones. Después de la reunión, sentí como si finalmente me hubiera quitado un gran peso de encima. Sentí un alivio en el corazón y experimenté la dulzura y tranquilidad que vienen de ser abierta y decir la verdad. Al contrario de lo que esperaba, la líder no me menospreció, sino que compartió las palabras de Dios para ayudarme, lo que fue muy edificante. Me decidí a concentrarme en resolver el problema de hacer mis deberes de manera superficial para poder obtener buenos resultados.

Esta experiencia me demostró que ser una persona honesta no es tan simple como imaginaba. No se trata de tener una personalidad directa y hablar sin rodeos. Esa era mi comprensión distorsionada. Estoy profundamente corrompida por Satanás, llena de actitudes corruptas, como la falsedad, arrogancia y egoísmo. Soy capaz de mentir y engañar para proteger mi orgullo y estatus. Necesito aceptar el juicio, castigo y la poda de las palabras de Dios para experimentar una transformación. Recordé un pasaje de las palabras de Dios que había leído antes: “A ojos de Dios, ser capaz de ser una persona honesta implica más que un cambio de conducta y comportamiento, también se requieren cambios esenciales en la mentalidad y los puntos de vista sobre las cosas. Ya no se tiene la intención de mentir o engañar, y no existe en absoluto falsedad o engaño en lo que se dice y se hace. Sus palabras y actos se vuelven cada vez más sinceros, con cada vez más palabras honestas. Por ejemplo, cuando se te pregunta si has hecho algo, aunque admitirlo conduciría a que te lleves una bofetada o se te castigue, sigues siendo capaz de decir la verdad. Aunque admitirlo conlleva cargar con una responsabilidad significativa, afrontar la muerte o la destrucción, eres capaz de decir la verdad y estás dispuesto a practicarla para satisfacer a Dios. Esto indica que tu actitud hacia las palabras de Dios se ha vuelto bastante firme. No importa cuándo, elegir cualquiera de los estándares de práctica que Dios requiere ya apenas te supone un problema; puedes lograrlo y ponerlo en práctica con naturalidad y sin que te acompañen las contenciones de las circunstancias externas, la guía de los líderes y obreros o el sentido del escrutinio de Dios. Eres capaz de hacer estas cosas por tu cuenta sin apenas esfuerzo. Sin las contenciones de las circunstancias externas, y no por miedo a la disciplina de Dios, ni al reproche de tu conciencia, ni desde luego al ridículo o la supervisión de los demás, no por ninguna de estas cosas, puedes examinar de manera proactiva tu propio comportamiento, medir su corrección y evaluar si se atiene a la verdad y satisface a Dios. Llegado ese punto, has cumplido fundamentalmente con los estándares de ser una persona honesta a ojos de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se resuelven las propias nociones es posible emprender el camino correcto de la fe en Dios (3)). Al compararme con lo que Dios requiere de una persona honesta, sé que todavía me falta mucho. Sin embargo, estoy dispuesta a esforzarme por cumplir con los requisitos de Dios, practicar Sus palabras en cualquier situación, concentrarme en hablar con sinceridad y practicar la verdad para ser una persona honesta.

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