Cómo hallar la manera de resolver la mentira
Yo estaba a cargo del trabajo de riego en varias iglesias. Sabía que podía cumplir este deber gracias a la elevación y la gracia de Dios y quería hacerlo bien para retribuirle Su amor. Sin embargo, como no sentía una carga, retrasé el trabajo. No reflexioné sobre mí misma y mentí para proteger mi reputación y estatus. A la luz de los hechos, me di cuenta de que era falsa y no era digna de confianza.
Hace un tiempo, el contexto era horrible y a muchos hermanos y hermanas los arrestaron. El líder superior me escribió y me instó a que hablara más sobre la verdad de las visiones a los miembros nuevos para que pudieran entender la obra de Dios y permanecer firmes en esta terrible situación. Al recibir esta carta, inmediatamente les hablé a los regadores sobre la implementación, pero luego no hice un seguimiento de los detalles de este trabajo. Pensé que, como había hablado con los regadores, ellos hablarían con los nuevos miembros, y también que, como no habían arrestado todavía a nadie de las iglesias de las que estaba a cargo, no debería haber mayores problemas. Pero inesperadamente, poco después de esto, las tres iglesias de las que estaba a cargo sufrieron arrestos masivos. El líder me escribió de nuevo, preguntando cuántos miembros nuevos de cada iglesia asistían regularmente a las reuniones, cuántos no asistían de forma regular debido a la terrible situación, a cuántos los habían arrestado y cuántos no tenían a nadie que los regara, y que respondiera con estos detalles a la brevedad. Recibir esta carta me hizo darme cuenta de esto: “Aunque llevé a cabo esta tarea, no hice un seguimiento detallado. No tengo idea de los detalles que me pide el líder, ¿cómo se supone que debo responder? ¿Qué pensará de mí si le digo la verdad? ¿Dirá que no hago un trabajo real? ¿Cómo voy a dar la cara si me poda? No, no puedo decir la verdad”. Me senté frente a la computadora, pensando en mis opciones, sin saber cómo responder, hasta que finalmente se me ocurrió una idea. Le escribí al líder diciendo: “El riego de los miembros nuevos sobre la verdad de las visiones ya se implementó y se le está dando seguimiento”. Después de esto, me apresuré a hacer un seguimiento del trabajo, pues pensaba: “Cuando el líder pregunte de nuevo, le daré un informe sobre la situación a la que acabo de dar seguimiento. De esta manera, no sabrá que he sido irresponsable y que no he dado seguimiento al trabajo”. Más tarde, cuando fui a ver a los regadores para conocer los detalles de la situación, descubrí que, aunque habían hablado con los miembros nuevos, no habían conseguido nada, y además, que ellos tampoco tenían clara la situación de estos. Al enterarme de estas cosas, finalmente me di cuenta de que todo esto se debía a que yo no había llevado las cargas y no había hecho un seguimiento real del trabajo, y que la entrada en la vida de los miembros nuevos se había retrasado. Sin embargo, seguía sin buscar la verdad ni reflexionar sobre mí misma, así que la situación siguió igual.
No mucho después, el líder superior arregló una reunión con nosotros para conocer los detalles del trabajo de riego, de cuántos miembros nuevos era responsable cada regador, como resolvían sus dificultades y nociones, si prestaban atención a su alimentación, etc. Entonces me sentí ansiosa y pensé: “Espero que el líder no me pregunte primero, hay algunos trabajos que no he implementado del todo y algunos detalles que sería realmente incómodo no poder explicar”. Pero las cosas sucedieron como me temía, y el líder me preguntó a mí primero. Sin otra opción, tuve que poner cara de tranquilidad, pero, por dentro, solo quería correr. Pensé: “¿Y si pregunta demasiados detalles que no puedo explicar, no parecerá que no he hecho un trabajo real? Sería muy humillante. ¿Me despreciarían el líder y los demás obreros?”. El líder empezó a hacer algunas preguntas, que fueron difíciles de responder una a una, pero cuando preguntó sobre el riego de los miembros nuevos de la Hermana Yang Fan, entré en pánico y pensé: “No sé nada del trabajo de Yang Fan con los miembros nuevos, estoy acabada, ¿qué se supone que debo decir? Si soy sincera con él y le digo que no lo sé, ¿diría él: ‘Has estado a cargo del trabajo de riego durante tanto tiempo y ni siquiera conoces detalles tan básicos, ¿cómo haces tu trabajo?’? ¿Esto no lo decepcionaría y haría que me menospreciara?”. Con esto en mente, le informé del trabajo de riego previo de Yang Fan. La culpa y la ansiedad de haber dicho esto hizo que me palpitara el corazón y se me enrojeciera el rostro. Aunque me las había arreglado para salirme con la mía y proteger mi reputación y estatus, me invadió un sentimiento de acusación y un dolor indefinible. “¿No estoy acaso mintiendo con descaro? ¡Qué hipócrita soy!”. Aquella noche, en la cama, daba vueltas, sin poder dormir, llena de arrepentimiento por las mentiras que había dicho. Pero lo que se había dicho, dicho estaba, y como cuando se derrama agua, no se podía revertir, era demasiado tarde para sincerarme y decir la verdad. Si el líder se enteraba, ¿me llamaría falsa? Estos pensamientos me rondaban la mente y no me atrevía a sincerarme. Sentía que no tenía integridad ni dignidad, y que era una auténtica hipócrita. El corazón me latía con ansiedad, como si tuviera mariposas en el estómago, y no paraba de preguntarme: “¿Por qué no fui capaz de decirle la verdad al líder? ¿Cuál es el sentido de esta falta de sinceridad?”. Cuanto más pensaba en ello, más culpable me sentía, así que oré a Dios en mi corazón: “¡Oh Dios! Cuando el líder me preguntó hoy sobre los detalles del trabajo, claramente no los sabía, pero como tuve miedo de que me menospreciaran y de quedar mal, mentí con descaro para engañar al líder. ¡Oh Dios! Soy tan falsa, te pido que me des el valor para ser pura y sincera y vivir como una persona honesta”.
Un día, vi un video testimonial llamado “El suplicio de decir mentiras”, en el que había un pasaje de las palabras de Dios que realmente me conmovió. Dios Todopoderoso dice: “La gente suelta a menudo tonterías en su vida cotidiana, cuenta mentiras, dice cosas ignorantes y necias, y se pone a la defensiva. La mayoría de estas cosas se dicen en aras de la vanidad y el orgullo, para satisfacer sus propios egos. Decir tales falsedades revela sus actitudes corruptas. […] Estas se han vuelto demasiado numerosas. Cada palabra que dices está adulterada y no es sincera, ni una sola se puede considerar veraz u honesta. Aunque cuando dices mentiras no te parezca que has perdido prestigio, en el fondo, te sientes desgraciado. Tienes cargo de conciencia y una mala opinión de ti mismo, piensas: ‘¿Por qué llevo una vida tan penosa? ¿Tan difícil es decir la verdad? ¿He de recurrir a las mentiras en aras de mi orgullo? ¿Por qué es tan agotadora mi vida?’. No tienes que vivir una vida tan agotadora. Si puedes practicar ser una persona honesta, podrás llevar una vida relajada, libre y liberada. Sin embargo, has escogido defender tu orgullo y vanidad contando mentiras. En consecuencia, vives una existencia agotadora y desdichada, es algo que te causas a ti mismo. Uno puede obtener un sentimiento de orgullo al contar mentiras, pero ¿en qué consiste eso? Solo es algo vacío y completamente inútil. Contar mentiras significa vender el propio talante y la propia dignidad. Te despoja de tu propia dignidad y de tu talante, desagrada a Dios y Él lo detesta. ¿Merece la pena? No. ¿Es esta la senda correcta? No, no lo es. Aquellos que mienten con frecuencia viven según sus actitudes satánicas, bajo el poder de Satanás. No viven en la luz, no viven en presencia de Dios. Piensas constantemente en cómo mentir y, después de hacerlo, tienes que pensar en cómo tapar esa mentira. Y cuando no la tapas lo bastante bien y queda en evidencia, tienes que devanarte los sesos e intentar aclarar las contradicciones para que sea plausible. ¿Acaso no es agotador vivir de este modo? Es extenuante. ¿Merece la pena? No. Devanarse los sesos para contar mentiras y luego taparlas, todo en aras del orgullo, la vanidad y el estatus, ¿qué sentido tiene nada de eso? Al final, reflexionas y piensas para tus adentros: ‘¿Qué sentido tiene? Es demasiado agotador contar mentiras y tener que taparlas. Comportarme de este modo no sirve de nada; sería más fácil convertirme en una persona honesta’. Deseas convertirte en una persona honesta, pero no puedes desprenderte de tu orgullo, tu vanidad y tus intereses personales. Por tanto, solo puedes recurrir a decir mentiras para conservar esas cosas. Si eres alguien que ama la verdad, sufrirás distintas adversidades para poder practicarla. Aunque signifique sacrificar tu reputación, tu estatus y aguantar que te ridiculicen y humillen, nada de eso te va a importar; mientras seas capaz de practicar la verdad y satisfacer a Dios, con eso basta. Aquellos que aman la verdad eligen practicarla y ser honestos. Esa es la senda correcta y Dios la bendice. Si una persona no ama la verdad, ¿qué elige? Elige servirse de mentiras para mantener su reputación, su estatus, su dignidad y su talante. Prefieren ser falsos y que Dios los deteste y rechace. Tales personas rechazan la verdad y a Dios. Eligen su propia reputación y estatus; quieren ser taimados. No les importa si Dios está complacido o si los va a salvar. ¿Acaso pueden salvarse aún? Desde luego que no, porque han escogido la senda equivocada. Solo pueden vivir por la mentira y el engaño; solo pueden llevar vidas penosas basadas en decir mentiras, taparlas y devanarse los sesos para protegerse día tras día. Si crees que las mentiras sirven para mantener la reputación, el estatus, la vanidad y el orgullo que anhelas, estás completamente equivocado. En realidad, al contar mentiras no solo no mantienes tu vanidad y orgullo, ni tu dignidad y tu talante sino, lo que es más grave, pierdes la oportunidad de practicar la verdad y ser una persona honesta. Aunque te las arregles para proteger tu reputación, tu estatus, tu vanidad y tu orgullo en ese momento, has sacrificado la verdad y has traicionado a Dios. Esto significa que has perdido por completo la oportunidad de que Él te salve y te perfeccione, lo cual supone una enorme pérdida y un remordimiento de por vida. Aquellos que son taimados nunca entenderán esto” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). Las palabras de Dios dejaron en evidencia mi estado exacto. Para proteger mi vanidad y mi orgullo, y evitar que la gente me menospreciara, elegí mentir y engañarlos, y sacrifiqué mi integridad y dignidad, en lugar de decir la verdad. En relación con la última ola de detenciones, el líder me escribió para preguntarme cuántos miembros nuevos de la zona de la que yo me encargaba se reunían con frecuencia y cuántos no, y sobre los resultados recientes en el riego y el apoyo a los miembros nuevos. Estaba claro que no había hecho un seguimiento de estas tareas, y debería haber sido sincera en mi informe al líder, pero para proteger mi vanidad y mi estatus, mentí y dije que ya estaba haciendo un seguimiento. Durante la reunión, el líder me preguntó por el riego de los miembros nuevos de Yang Fan. Como no sabía los detalles, mentí con descaro y di información vieja como si fuera actual en un esfuerzo por salirme con la mía. Aunque reconocía que estaba mintiendo y me sentía acusada, seguía sin querer sincerarme. Para evitar que los demás me menospreciaran, mentí una y otra vez. ¡Había sido tan evasiva y falsa! No podía dejar de preguntarme: “¿Acaso no eres creyente?”. Un verdadero creyente es capaz de decir la verdad, ser honesto y tener integridad y dignidad, y sin importar la situación, tiene el coraje de enfrentarse a la verdad y llamar a las cosas por su nombre, y si bien practicar de esta manera puede hacer que otros vean sus defectos e insuficiencias, practicar la verdad y vivir con sinceridad complace a Dios y permite que los demás le tengan confianza. Pero yo había mentido para proteger mi reputación y estatus, carecía de toda integridad y dignidad, y no cumplía ni con los requisitos mínimos de la conducta humana. Dios me había honrado y me había dado la oportunidad de cumplir un deber de riego, con la esperanza de que podría ser sincera en mi cooperación con Él y regar adecuadamente a los miembros nuevos que de verdad creen en Dios. Esto también era Dios dándome la oportunidad de practicar para adquirir la verdad, pero yo no había logrado estar a la altura de Su genuina intención. No solo no había llevado ninguna carga en mi deber, sino que también, frente a los problemas, elegí mentir en lugar de practicar la verdad. Realmente había decepcionado a Dios. Cuanto más pensaba en ello, más me disgustaba y más me odiaba por haber sido tan falsa.
Más tarde, busqué en la palabra de Dios para encontrar la raíz de mis mentiras y engaños. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “Cuando los anticristos son desenmascarados y podados, lo primero que hacen es buscar diversos motivos en su defensa, buscar todo tipo de excusas para tratar de salir del atolladero y así lograr su objetivo de eludir sus responsabilidades y alcanzar su propósito de ser perdonados. Lo que más temen los anticristos es que el pueblo escogido de Dios descubra su calidad humana, sus debilidades y defectos, su debilidad vital, su aptitud real y su capacidad de trabajo, por eso hacen todo lo posible por disfrazarse para disimular sus fallos, problemas y actitudes corruptas. Cuando se desenmascara y expone su maldad, lo primero que hacen es no admitir ni aceptar este hecho ni hacer todo lo posible por subsanar y compensar sus errores, en lugar de eso tratan de pensar en diversos métodos para encubrirlos, de engañar y desorientar a los que están al tanto de sus actos, de no dejar que el pueblo escogido de Dios vea la realidad del asunto, de no dejar que sepa lo perjudiciales que han sido sus actos para la casa de Dios, lo mucho que han trastornado y perturbado la obra de la iglesia. Por supuesto, lo que más temen es que se entere lo Alto, porque en cuanto lo Alto lo sepa, se les tratará según los principios y todo terminará para ellos, y están destinados a ser destituidos y descartados. Por eso, cuando se exponen las fechorías de los anticristos, lo primero que hacen no es reflexionar acerca de en qué se equivocaron, en qué han vulnerado los principios, por qué han hecho lo que han hecho, qué carácter los gobernaba, cuáles eran sus intenciones, en qué estado se encontraban en ese momento, si fue por terquedad o por las adulteraciones de sus intenciones. En lugar de diseccionar estas cosas, y mucho menos reflexionar sobre ellas, se devanan los sesos buscando cualquier forma de encubrir los hechos reales. Al mismo tiempo, hacen todo lo posible por explicarse y justificarse ante el pueblo escogido de Dios a fin de engañarlos, haciendo que los problemas graves parezcan pequeños y que los pequeños parezcan inofensivos, y salir del paso con disimulo, para poder permanecer en la casa de Dios cometiendo felonías con imprudencia y abusando de su poder, y seguir desorientando y controlando a la gente y haciendo que los admiren y hagan lo que ellos digan, satisfaciendo así sus ambiciones y deseos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 11). A partir de la exposición de las palabras de Dios, entendí que cuando hay desviaciones o agujeros en el trabajo de los anticristos, en lugar de aprender las lecciones y corregir rápidamente los problemas y desviaciones en su trabajo, intentan por todos los medios mentir, encubrir la verdad e impedir que los líderes se enteren de los problemas y agujeros en su trabajo, y que intentan utilizar trucos y artimañas para ganarse la confianza de los demás. Este es el carácter malvado de los anticristos. ¿No era lo que yo había revelado el carácter de un anticristo? Cuando el líder vino a supervisar y hacer un seguimiento de mi trabajo, había muchas tareas que yo no había hecho, pero no solo no le informé de la situación real, sino que también le oculté la verdad y lo engañé, haciendo todo lo posible por ocultar que no había hecho un trabajo real. Más tarde, mientras el líder evaluaba el riego de los miembros nuevos que hacía cada regador, como yo no había hecho un trabajo real y no sabía los detalles específicos, mentí una vez más e informé del trabajo de riego anterior como si fuera reciente para engañar al líder. Sabía que hacer esto era engañar y ser deshonesta, pero para preservar la buena impresión que el líder tenía de mí, mentí con descaro para engañarlo. Entendí que el carácter que yo había revelado era el mismo carácter malvado y despreciable de un anticristo. Las preguntas del líder sobre mi trabajo mostraban que él era responsable, y esto le permitiría descubrir rápidamente las desviaciones y los problemas de mi trabajo. Guardé silencio sobre estos problemas y fingí ante el líder para darle la falsa impresión de que estaba haciendo un trabajo real. Como resultado, el líder no pudo descubrir la verdad y los problemas de mi trabajo quedaron sin resolver. Al hacer esto, obstaculizaba la obra de la iglesia. Entendí que ocultar la verdad para impedir que el líder supervisara el trabajo era, por naturaleza, mucho peor que no hacer un trabajo real. Al darme cuenta de esto, sentí que estaba en peligro. No había tenido un corazón temeroso de Dios y había estado caminando por la senda de un anticristo. En mi interior, oré a Dios y me arrepentí: “Oh Dios, al estar expuesta a Tus palabras, veo que mi carácter es malvado y despreciable, y que mi corazón está lleno de miedo. Te pido que me guíes para deshacerme de este carácter corrupto y aceptar la supervisión de los demás”.
Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Que Dios les pida a las personas que sean honestas demuestra que verdaderamente aborrece y detesta a los taimados. La aversión de Dios a las personas taimadas es una aversión a su manera de hacer las cosas, a su carácter, a sus intenciones y a sus métodos de engaño; a Dios le disgustan todas estas cosas. Si las personas taimadas son capaces de aceptar la verdad, admiten sus actitudes taimadas y están dispuestas a aceptar la salvación de Dios, entonces también tienen la esperanza de ser salvadas, porque Dios trata a todas las personas por igual, tal como lo hace la verdad. Por eso, si queremos llegar a ser personas que agrademos a Dios, lo primero que debemos hacer es cambiar de principios de conducta: no podemos seguir viviendo de acuerdo con las filosofías satánicas, no podemos seguir valiéndonos de la mentira y el engaño. Debemos desechar todas las mentiras y volvernos honestos. De este modo cambiará la visión que Dios tiene de nosotros. Antes, la gente siempre se basaba en mentiras, engaños y tretas mientras vivía con los demás, y utilizaba las filosofías satánicas como base de su existencia y como su vida para su conducta, y como fundamento para esta. Esto era algo que Dios repudiaba. Entre los no creyentes, si hablas con franqueza, dices la verdad y eres una persona honesta, entonces serás calumniado, juzgado y rechazado. Por tanto, sigues las tendencias mundanas, y vives conforme a las filosofías satánicas, te vuelves cada vez más hábil para mentir y más falso. También aprendes a utilizar medios infames para lograr tus objetivos y protegerte. Te vuelves cada vez más próspero en el mundo de Satanás, y como resultado, te hundes cada vez más en el pecado hasta que no puedes salir de él. En la casa de Dios, las cosas son precisamente lo contrario. Cuanto más mientas y juegues a ser falso, más se cansará de ti el pueblo escogido de Dios y te rechazará. Si te niegas a arrepentirte y sigues aferrándote a las filosofías y a la lógica satánicas, y te vales de ardides y tramas elaboradas para disimular y presentarte a ti mismo, entonces es muy probable que seas revelado y descartado. Esto es porque Dios repudia a la gente falsa. Solo la gente honesta puede prosperar en la casa de Dios, y la gente falsa acabará siendo rechazada y descartada. Todo esto está predestinado por Dios. Solo la gente honesta puede formar parte del reino de los cielos. Si no tratas de ser una persona honesta, y si no experimentas y prácticas en la dirección de perseguir la verdad, si no expones tu propia fealdad, y si no te expones, entonces nunca podrás recibir la obra del Espíritu Santo y el visto bueno de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica más fundamental de ser una persona honesta). A partir de las palabras de Dios, entendí que a Él le gustan las personas honestas, que estas tiene el valor de enfrentar sus defectos y deficiencias, que son capaces de decir la verdad, no engañan a la gente ni a Dios, y que cuando enfrentan problemas, son capaces de buscar y practicar la verdad. Dios introduce a tales personas en el reino para que vivan eternamente. Él detesta a los mentirosos, a los que engañan y a los que emplean trucos. Dichas personas son mentirosas y falsas. Como dice la Biblia: “Sois de vuestro padre el diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él fue un homicida desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira” (Juan 8:44). Entendí que los mentirosos son todos diablos. Los diablos son los enemigos de Dios, y él los odia. Dios no salvará en absoluto a tales personas. Así lo determina su esencia justa y fiel. En mi deber, había mentido para proteger mi vanidad y estatus, tratando de ocultar las deficiencias de mi trabajo. Al hacerlo, estaba traicionando la verdad, poniéndome del lado de Satanás y resistiéndome a Dios. Además, si dependo de ocultar y fingir al cumplir con mis deberes en la iglesia, solo podré ocultar la verdad temporalmente, y, a la larga, muchas desviaciones en el trabajo quedarán al descubierto, y cuando todos se enteren de la verdad, discernirán y me rechazarán, lo que significa que destrozaría cualquier apariencia de integridad y dignidad que pudiera tener y se arruinarían mis posibilidades de arrepentirme. Al reflexionar sobre esos anticristos, no importa cuántas cosas malas hagan o cuánto dañen la obra de la casa de Dios, nunca reflexionan ni se arrepienten, y si alguien supervisa o evalúa su trabajo, emplean una serie de trucos para engañarlos y ocultar la verdad, lo que muestra que no aceptan la verdad para nada. Finalmente, a causa de todo el mal que cometen, son expulsados de la iglesia. Aquellos que tienen el valor de ser sinceros y que pueden practicar la verdad son honestos a los ojos de Dios y son los que se salvarán y permanecerán. Por el contrario, quienes tratan de engañarlo para su beneficio personal son extremadamente necios y falsos, y con el tiempo, Dios los descartará.
Más tarde, leí más de las palabras de Dios: “Cuando cumplen su deber o cualquier trabajo ante Dios, las personas han de tener un corazón puro. Debe ser como un cuenco de agua fresca, cristalina, sin impurezas. Entonces, ¿qué clase de postura es la correcta? Hagas lo que hagas, puedes debatir con los demás lo que habita en tu corazón, sean cuales sean las ideas que tengas. Si alguien dice que tu manera de hacer las cosas no va a funcionar y propone otra idea, y si te parece que se trata de una bastante buena, entonces renuncias a tu propio método y haces las cosas conforme a su propuesta. Si obras así, todo el mundo se da cuenta de que eres capaz de aceptar sugerencias de otros, de elegir la senda correcta, de actuar según los principios y con transparencia y claridad. No existe oscuridad en tu corazón, y obras y hablas con sinceridad, apoyándote en una postura de honestidad. Llamas a las cosas por su nombre. Lo que es, es; lo que no es, no es. Sin trucos ni secretos, tan solo una persona muy transparente” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Dios espera que abordemos nuestros deberes con un corazón sincero, que hablemos según los hechos, y que aceptemos Su escrutinio en todas las cosas. Cuando el líder volvió a preguntar por mi trabajo, decidí decir la verdad si no había hecho un trabajo real, tener el valor de enfrentar mis problemas, dejar de mentir para proteger mi reputación y estatus, y practicar ser una persona honesta. Más adelante, tomé la iniciativa de contarle al líder que había mentido para proteger mi reputación y estatus. Cuando me sinceré, él me contó su propia experiencia para ayudarme. Al practicar así, me sentí mucho más liberada. A partir de entonces, seguí los consejos del líder para rápidamente corregir las desviaciones en mi trabajo, por ejemplo, al despedir de inmediato a los regadores inadecuados, hablar en detalle con los regadores sobre sus deberes, y darle seguimiento y supervisar su progreso en el trabajo. Cuando me ocupé de los detalles del trabajo de esta manera, pudo verse una clara mejoría.
Una semana más tarde, el líder me envió una carta preguntándome por mi trabajo de alimentación de los regadores. Cuando la recibí, me di cuenta de que había estado tan ocupada haciendo el seguimiento de otros trabajos que había pasado por alto el trabajo de alimentación del personal, y que no sabía a cuántas personas se podía alimentar. ¿Cómo debía responder? ¿Qué pensaría el líder de mí si descubriera que había estado descuidando un trabajo tan importante? ¿Diría que no estaba haciendo un trabajo real? Pensé: “¿Por qué no le contesto que estoy en el proceso de seguimiento de este trabajo? Así no se enterará de la verdad”. Pensando así, de repente me di cuenta: “¿No estaré queriendo mentir de nuevo para proteger mi reputación y estatus?”. Así que oré a Dios en mi interior: “¡Oh Dios! Ya no quiero mentir ni engañar. No hice esta tarea, y es porque fui irresponsable. Estoy dispuesta a decirle la verdad al líder”. Después de orar, sentí una profunda sensación de paz. Pensé en que a Dios le gustan las personas honestas que llaman a las cosas por su nombre, que tenía que enfrentar las cosas con calma, no ocultar la verdad, y que no importaba lo que el líder pensara de mí, tenía que practicar ser una persona honesta. Así que le dije la verdad: “No he prestado suficiente atención a alimentar a los talentos, pero estoy dispuesta a cambiarlo de aquí en adelante”. Entonces, empecé a cooperar de verdad, y unos días más tarde, encontré a dos personas que podían ser alimentadas. Después de esto, cuando el líder me volvió a escribir para evaluar y dar seguimiento a otros trabajos, incluso cuando algunos trabajos no estaban dando buenos resultados, estuve dispuesta a enfrentarlo con calma e informar de estas cosas con honestidad. Aunque todavía no logro cumplir con los estándares de una persona honesta, estoy dispuesta a perseguir la verdad, a practicar según la palabra de Dios y a deshacerme de a poco de mi carácter falso.