Cuando echaron a mis padres de la iglesia

23 Oct 2022

Por Ai Yi, China

Un día de octubre del 2018, un líder me dijo: “Han echado a tus padres de la iglesia”. Me quedé perpleja, sencillamente no podía creerlo. Mis padres habían causado trastornos, lo sabía, pero ¿era tan malo como para echarlos? Me quedé allí sentada con el corazón en un puño. Mi hermana mayor había sido expulsada de la iglesia anteriormente por ser cómplice de un anticristo y por no arrepentirse, a pesar de todos los esfuerzos por hablar con ella. Ahora también habían echado a mis padres, lo que me convirtió en la única creyente de nuestra familia. En ese momento, me sentí muy sola. Hacía dos décadas desde que nuestra familia se unió a la fe. Durante ese tiempo, habíamos sufrido la opresión del PCCh. Mi padre había sido detenido dos veces por difundir el evangelio, y había pasado cinco años en prisión. Mi madre, mi hermana y yo habíamos vivido sin domicilio fijo, de un lado a otro para evitar ser detenidas. Habíamos enfrentado todo tipo de dificultades, y ahora la obra de Dios estaba cerca de su fin. Por tanto, ¿cómo podían echarlos de la iglesia? Habían pasado momentos difíciles y sufrido mucho. ¿Todo había sido en vano? Con ese pensamiento, no pude contener las lágrimas. En mi interior, traté de razonar con Dios: Puede que mis padres no hubieran alcanzado la distinción, pero habían padecido mucho. Teniendo en cuenta sus largos años de sacrificio, ¿no merecían otra oportunidad para arrepentirse? ¡Incluso aunque eso implicase quedarse solo como mano de obra! Cuanto más lo pensaba, más oscuro y doloroso se volvía para mí, y perdí la motivación para llevar a cabo mi deber. La hermana con la que me emparejaron me dijo unas sabias palabras: “Cuando ocurre algo así, debes aceptarlo de parte de Dios. No puedes quejarte. Lo que Él haga es justo”. Aunque en aquel momento entendí su razonamiento, no podía cambiar mi forma de pensar.

Unas semanas después, leí los documentos en los que se echaba a mis padres. Decían que mi padre era especialmente arrogante y siempre gestionaba los asuntos generales a su manera, en lugar de hacer su deber según los principios. Él no aceptaba sugerencias de los hermanos y hermanas, lo que generó importantes pérdidas económicas para la iglesia. Es más, había seguido distribuyendo libros de las palabras de Dios, a pesar de ser plenamente consciente de los problemas de seguridad relacionados específicamente con él. Se limitó a ignorar los consejos de los hermanos y hermanas y, a pesar de todo, siguió haciéndolo. Por consiguiente, fue detenido y encarcelado, y los libros fueron incautados. Esto tuvo consecuencias muy negativas para la iglesia. Mi padre también había tergiversado las cosas cuando expulsaron a mi hermana, afirmando que eso solo sucedió porque la líder le tenía manía. También había hecho un escándalo porque supuestamente la líder había mostrado un carácter corrupto, amenazándola con desacreditarla y hundirla. Otras personas, desorientadas para que se pusieran de su parte, comenzaron a tener prejuicios contra la líder. Esto le había impedido cumplir su deber con normalidad. El trabajo de la iglesia se había visto gravemente trastornado por las acciones y la conducta de mi padre, quien no había mostrado remordimientos ni arrepentimiento por el mal causado. Terminó siendo declarado como una persona malvada y echado de la iglesia. Por su parte, a mi madre la echaron, también de acuerdo con los principios, porque no dejaba de oponerse a la expulsión de mi hermana. No había dejado de quejarse de la líder delante de los demás hermanos y hermanas, lo que suscitó la desconfianza de ambas partes. Además, había tergiversado los hechos durante las reuniones, defendiendo a varias personas que habían sido expulsadas y diciendo que la líder había estado detrás de ellas. Esto también trastornó gravemente la vida de la iglesia A pesar de los grandes esfuerzos de los hermanos y hermanas por hablar con ella, se había negado rotundamente a aceptar la verdad. Ella no veía las cosas conforme a los principios-verdad, y, al perturbar el trabajo de la iglesia, se había puesto del lado de las personas malvadas. Al final, fue echada de la iglesia sin mostrar signos de arrepentimiento. En principio, debido a sus acciones malvadas, yo era consciente de que lo correcto era echar a mis padres, pero cuando pensaba en que finalmente se iba a producir, no sabía cómo iba a lidiar con ello. Fue muy angustiante. La lectura de los documentos en los que se les echaba me dejó paralizada y no podía dejar de llorar. Empecé a razonar con Dios: “Dios, Tú amas a la humanidad. Mis padres son creyentes desde hace más de 20 años y han pasado muchas penurias. ¿No merecen algo de reconocimiento por todo lo que han sacrificado?”. Yo vivía en la negatividad y la confusión. Con toda mi familia echada y siendo yo la única creyente, me preguntaba cómo podría continuar en la senda. Estuve más de dos años en este estado de confusión, y finalmente me destituyeron por no haber hecho avances en mi deber. Sentí una gran angustia y oré una y otra vez entre lágrimas: “¡Oh, Dios! He estado resentida contigo y Te he malinterpretado por el hecho de que echaran a mis padres de la iglesia. Sé que es un estado peligroso, pero no tengo fuerzas para librarme de él. Por favor, Dios, guíame y sálvame”.

Entonces leí unas palabras de Dios en mis devocionales. Dios Todopoderoso dice: “Cuando se enteran de que Él ama a la humanidad, las personas lo definen como un símbolo de amor. Creen que no importa lo que hagan, cómo se comporten, cómo traten a Dios o lo rebeldes que puedan ser, nada de esto importa realmente porque Dios tiene amor y Su amor es ilimitado e inconmensurable. Dios tiene amor, así que puede ser tolerante con las personas, y Dios tiene amor, así que puede ser misericordioso con ellas, con su inmadurez, con su ignorancia, y con su rebeldía. ¿Son realmente así las cosas? En el caso de algunas personas, cuando han experimentado la paciencia de Dios una o incluso más veces, tratarán estas experiencias como un capital en su propio entendimiento de Dios, y creen que Él será por siempre paciente y misericordioso con ellas, y que, entonces, a lo largo de su vida tomarán esta paciencia de Dios y la considerarán el estándar de cómo Él las trata. También están los que, tras haber experimentado una vez la tolerancia de Dios, lo definirán por siempre como tolerante, y, en su mente, esta tolerancia es indefinida, incondicional, e, incluso, totalmente carente de principios. ¿Son correctas estas creencias?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra). “Dios es justo en Su trato hacia todas y cada una de las personas, y Él es serio al abordar la obra de la conquista y la salvación de las personas. Esta es Su gestión. Él trata a cada persona con seriedad, no como a una mascota con la que se juega. El amor de Dios hacia los seres humanos no es de la clase que mima o consiente; tampoco Su misericordia y tolerancia hacia la humanidad son indulgentes ni desconsideradas. Por el contrario, el amor de Dios hacia la humanidad consiste en apreciar, compadecer y respetar la vida; Su misericordia y tolerancia transmiten las expectativas que Él tiene de ella, y son lo que la humanidad necesita para sobrevivir. Dios está vivo, y en verdad existe; Su actitud hacia la humanidad se basa en principios; no es, en absoluto, un montón de reglas dogmáticas, y puede cambiar. Sus intenciones hacia la humanidad cambian y se transforman gradualmente con el tiempo, dependiendo de las circunstancias que surjan, y acorde a la actitud de todas y cada una de las personas. Así pues, debes saber en tu corazón con toda claridad que la esencia de Dios es inmutable y que Su carácter surgirá en diferentes momentos y en distintos contextos. Podrías pensar que este asunto no es serio, y usar tus propias nociones personales para imaginar cómo debería hacer Dios las cosas. Sin embargo, hay ocasiones en las que lo cierto es exactamente lo opuesto a lo que opinas, y, al usar tus propias nociones para tratar de medir a Dios, lo has hecho enojar. Esto se debe a que Él no opera como tú crees que lo hace y Dios no tratará este asunto como tú dices que lo hará(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra). Tras leer las palabras de Dios, comprendí que Él es amoroso, pero Su amor por el hombre se basa en principios. No es ciego ni sin principios, como el tipo de amor que profesan las personas. Él es un Dios justo, que se pronuncia sobre la conducta y las acciones de cada persona. Dios tiene amor y misericordia para los que aman la verdad, aunque la hayan transgredido. Pero en cuanto a las personas malvadas, las que sienten aversión por la verdad y trastornan el trabajo de la iglesia, Él las condena y las descarta. Que Dios sea amoroso no significa que sea compasivo y tolerante con las personas malvadas ni que les permita trastornar el trabajo de la iglesia. Yo había malinterpretado el carácter de Dios y Su esencia y lo había definido conforme a mis propias nociones. Había supuesto que, como Dios ama a los seres humanos, Él seguiría dándonos la oportunidad de arrepentirnos, sin importar el mal cometido, siempre que lo siguiéramos y nos sacrificáramos por Él. Por eso no había podido aceptar que echaran a mis padres, y había empezado a razonar con Dios y a resistirme a Él. Pensándolo bien, la iglesia había dado a mis padres muchas oportunidades antes de echarlos, y las cosas llegaron tan lejos porque nunca se arrepintieron. El carácter de Dios es justo y santo. Dios es extremadamente misericordioso y tolerante, siempre y cuando las personas estén dispuestas a arrepentirse de sus transgresiones y sus revelaciones de corrupción. Pero aquellos como mis padres, que hicieron tanto mal sin arrepentirse de forma sincera y cuyas maldades empeoraron, en realidad, son personas malvadas. Dios no puede seguir mostrando misericordia y tolerancia a esas personas. Especialmente, Él no puede ser indulgente con ellos solo porque sean creyentes de toda la vida y hayan sufrido mucho por la fe.

Un día, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Las personas dicen que Dios es un Dios justo, y en tanto que el hombre lo siga hasta el final, seguramente será imparcial hacia el hombre porque Él es el más justo. Si un hombre lo sigue hasta el final, ¿lo podría desechar? Soy imparcial con todos los hombres y juzgo a todos los hombres con Mi carácter justo, sin embargo, hay condiciones adecuadas para las exigencias que le hago al hombre, y lo que Yo exijo, todos los hombres lo deben cumplir, sin importar quiénes sean. No me importa cómo sean tus cualificaciones ni hace cuánto que las tengas; solo me importa si sigues Mi camino y si tienes o no amor y sed por la verdad. Si careces de la verdad y más bien traes vergüenza sobre Mi nombre y no actúas de acuerdo a Mi camino y solo lo sigues sin cuidado ni preocupación, entonces en ese momento te derribaré y te castigaré por tu maldad y ¿qué tendrás que decir entonces? ¿Podrás decir que Dios no es justo? Hoy, si has cumplido con las palabras que he hablado, entonces eres la clase de persona que apruebo. Dices que siempre has sufrido mientras sigues a Dios, que lo has seguido contra viento y marea y que has compartido con Él los buenos y los malos momentos, pero no has vivido las palabras pronunciadas por Dios; solo quieres ir de un lado a otro por Dios y esforzarte por Él todos los días y nunca has pensado vivir una vida que tenga sentido. También dices: ‘En cualquier caso, creo que Dios es justo. He sufrido por Él, he ido de un lado a otro por Él y me he dedicado a Él y me he esforzado mucho a pesar de no recibir ningún reconocimiento; seguro se debe acordar de mí’. Es verdad que Dios es justo, pero Su justicia no está manchada con ninguna impureza: no contiene voluntad humana alguna y no está manchada por la carne o por las transacciones humanas. Todos los que son rebeldes y se oponen y no actúan conforme a Su camino serán castigados; ¡ninguno será perdonado y ninguno será pasado por alto!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). De las palabras de Dios aprendí que Su justicia no es como yo pensaba, que lo que recibimos depende de cuánto damos. Dios no está obligado a favorecer a los que van por ahí esforzándose, trabajando y sufriendo por Él. Para Dios, no existe eso de “hay virtud en trabajar duro, independientemente de la aportación”. Dios no determina el desenlace de una persona según cuánto sufre por su trabajo o su antigüedad. No se fija en cuánto se sacrifican externamente. Lo que importa es si persiguen la verdad y la ponen en práctica, y si se hay un cambio en su carácter-vida. Nunca obtendrán la aprobación de Dios si no ponen en práctica Sus palabras, por más antigüedad que tengan o por mucho que hayan sufrido a causa del trabajo. Serán justamente castigados por Dios por el mal que han hecho. Yo había estado evaluando la justicia de Dios con una visión transaccional. Pensaba que, como mis padres se habían sacrificado y habían sufrido mucho durante sus años de fe, debían tener más oportunidades para arrepentirse y mantenerse en la iglesia, por mucho mal que hubieran hecho. De lo contrario, no sería justo para ellos. Pero mi forma de pensar no era adecuada. Pensé en Pablo, quien recorrió Europa para difundir el evangelio del Señor. Fue arrestado varias veces y sufrió mucho, pero dondequiera que iba, se mantenía firme y daba testimonio de sí mismo. Al final, dijo que vivía como cristo, y que morir sería una ganancia. Como resultado, fue venerado durante dos mil años. En la mente de las personas, ocupó un lugar superior al del Señor Jesús, pero finalmente Dios lo castigó por resistirse a Él. Por tanto, entendí que Dios no se fija en lo mucho que trabajan las personas y lo que sufren externamente. Él castiga, en función de sus acciones, a aquellos que hacen el mal y ofenden Su carácter, pero se niegan obstinadamente a arrepentirse. Por ejemplo, mis padres trabajaron, sufrieron y se sacrificaron mucho por Dios, pero nunca aceptaron la verdad. Todo lo que hicieron trastornó el trabajo de la iglesia y socavó la vida normal de esta, perjudicando la de los hermanos y hermanas y dañando los intereses de la misma. Echarlos de la iglesia se ajustaba a los principios y fue justicia de Dios. Al no entender el carácter justo de Dios, me había aferrado al concepto transaccional de que “había virtud en trabajar duro, independientemente de la aportación”. Había intentado razonar con Dios al respecto y armar un escándalo, mientras vivía en un estado negativo y me mostraba desafiante hacia Él. ¡Fui tan rebelde! Al darme cuenta de esto, me sentí fatal y arrepentida, y, entre lágrimas, oré: “¡Dios! He tenido fe en Ti todos estos años sin conocerte en absoluto. He medido Tu amor y Tu justicia según mis propias nociones y figuraciones, yendo siempre contra Ti y tratando de razonar contigo. Oh, Dios, ahora soy consciente de que el haber echado a mis padres fue justicia Tuya”. Me sentí en paz después de aquella oración.

Más tarde, llegué a la conclusión de que mi disgusto por el hecho de que la iglesia echara a mis padres se debía a la fuerza del afecto que sentía por ellos. Eso me hizo pensar en unas palabras de Dios: “Dios creó este mundo y trajo a él al hombre, un ser vivo al que le otorgó la vida. Después, el hombre tuvo padres y parientes y ya no estuvo solo. Desde que el hombre puso los ojos por primera vez en este mundo material, estuvo destinado a existir dentro de la predestinación de Dios. El aliento de vida proveniente de Dios sostiene a cada ser vivo hasta llegar a la adultez. Durante este proceso, nadie siente que el hombre esté creciendo bajo el cuidado de Dios. Más bien, la gente cree que lo hace bajo el amor y el cuidado de sus padres y que es su propio instinto de vida el que dirige este crecimiento. Esto se debe a que el hombre no sabe quién le otorgó la vida o de dónde viene esa vida, y, mucho menos, la manera en la que el instinto de la vida crea milagros. El hombre solo sabe que el alimento es la base para que su vida continúe, que la perseverancia es la fuente de su existencia y que las creencias de su mente son el capital del que depende su supervivencia. El hombre es totalmente ajeno a la gracia y la provisión de Dios y, así, desperdicia la vida que Dios le otorgó… Ni uno solo de esta humanidad a quien Dios cuida día y noche toma la iniciativa de adorarlo. Dios simplemente continúa obrando en el hombre —sobre el cual no tiene expectativas— tal y como lo planeó. Lo hace así con la esperanza de que, un día, el hombre despierte de su sueño y, de repente, comprenda el valor y el significado de la vida, el precio que Dios pagó por todo lo que le ha dado y la ansiedad con la que Dios espera que el hombre regrese a Él(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). “Ni un solo no creyente tiene fe en que hay un Dios, o en que Él ha creado los cielos, la tierra y todas las cosas, o en que el hombre es una creación de Dios. Incluso algunos dicen: ‘Los padres dan la vida al hombre, y este debería honrarlos’. ¿De dónde proviene este tipo de pensamiento o punto de vista? ¿De Satanás? Han sido milenios de cultura tradicional, en los que se ha educado y desorientado al hombre de esta manera, lo que lo ha llevado a negar la creación y la soberanía de Dios. Si Satanás no desorientara y controlara a la gente, el hombre investigaría la obra de Dios, leería Sus palabras y sabría que Él lo ha creado, que le ha dado la vida, que le ha proporcionado todo lo que tiene y que es a Dios a quien debe dar las gracias. Si alguien nos hace un favor, deberíamos aceptarlo de parte de Dios, en particular en el caso de nuestros padres, que nos tuvieron y criaron; Dios ha arreglado todo esto. Él detenta la soberanía sobre todo; el hombre no es más que una herramienta de servicio. Si alguien puede dejar de lado a los padres, a su esposo (o esposa) y a los hijos para esforzarse por Dios, entonces será más fuerte y tendrá un sentido de la justicia más elevado ante Él(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). De Sus palabras comprendí que Dios es la fuente de la vida humana, y que todo lo que poseemos nos lo ha concedido Dios. Solo hemos llegado a donde estamos hoy gracias al cuidado y la protección de Dios, y quienes son bondadosos o serviciales con nosotros lo son por disposición de Él. Debemos aceptar esto de parte de Dios y estarle agradecidos por Su amor. Me percaté de que, en lugar de seguir las palabras de Dios, solo había pensado en la bondad que me habían demostrado mis padres. No había entendido que el gobierno y las disposiciones de Dios estaban detrás de todo lo que hacían mis padres. Fue Su cuidado, protección y guía lo que me trajo hasta el día de hoy. No le había dado las gracias a Dios por Su cuidado y protección ni lo había recompensado por Su amor. En cambio, me había mostrado rebelde y desafiante hacia Él. Cuanto más reflexionaba sobre ello, más desmesurada me sentía. ¡Había decepcionado a Dios!

Más tarde, leí otro pasaje de Sus palabras: “¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios? ¿No son esas las personas que son rebeldes contra Dios? ¿No son esos los que verbalmente afirman tener fe, pero carecen de la verdad? ¿No son esos los que solo buscan el obtener las bendiciones, mientras que no pueden dar testimonio de Dios? Todavía hoy te mezclas con esos demonios y los tratas con conciencia y amor, pero, en este caso, ¿no estás teniendo buenas intenciones con Satanás? ¿Acaso no te estás compinchando con los demonios? Si las personas han llegado a este punto y siguen sin ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo, y continúan siendo ciegamente amorosas y misericordiosas sin ningún deseo de buscar las intenciones de Dios o sin ser capaces de ninguna manera de considerar las intenciones de Dios como propias, entonces su final será mucho más desdichado. Cualquiera que no cree en el Dios en la carne es Su enemigo. Si puedes tener conciencia y amor hacia un enemigo, ¿no careces del sentido de justicia? Si eres compatible con los que Yo detesto y con los que estoy en desacuerdo, y aun así tienes amor o sentimientos personales hacia ellos, entonces ¿acaso no eres rebelde? ¿No estás resistiéndote a Dios de una manera intencionada? ¿Posee la verdad una persona así? Si las personas tienen conciencia hacia los enemigos, amor hacia los demonios y misericordia hacia Satanás, ¿no están perturbando de manera intencionada la obra de Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). La palabra de Dios reveló mi estado exacto. Dios exige que amemos lo que Él ama y que odiemos lo que Él odia. Los que odian la verdad y se resisten a Dios, en esencia, son personas malvadas que Él detesta y odia; por tanto, nosotros también debemos odiarlas. No había discernido la esencia de mis padres según las palabras de Dios. Por mucho que perjudicaran el trabajo de la iglesia, yo me había puesto de su parte, razonando con Dios y resistiéndome a Él. Incluso había perdido la motivación para cumplir con mi deber. Pero ahora entendía por qué Dios dijo: “Los sentimientos son Su enemigo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 28). Por afecto, había mostrado amor y misericordia hacia las personas malvadas. Incluso había esperado que Dios les diera otra oportunidad para arrepentirse y permanecer en la iglesia. ¡Qué tonta había sido! Las personas malvadas nunca se arrepienten de verdad, pase lo que pase. Es algo intrínseco a su esencia. Permitir que mis padres se quedaran en la iglesia habría sido aprobar el mal que seguían haciendo, así como su trastorno del trabajo de la iglesia. ¡Habría sido ponerse de parte de las personas malvadas y en contra de Dios!

Más tarde leí, otro pasaje de las palabras de Dios que me esclareció un poco. Las palabras de Dios dicen: “Un día, cuando comprendas algo de la verdad, ya no pensarás que tu madre es la mejor persona ni tus padres las mejores personas. Te darás cuenta de que ellos también son miembros de la raza humana corrupta y de que sus actitudes corruptas son iguales. Lo único que los diferencia es su consanguinidad contigo. Si no creen en Dios, son lo mismo que los no creyentes. Ya no los mirarás desde la perspectiva de un familiar ni desde la de tu relación carnal, sino desde el lado de la verdad. ¿Cuáles son los principales aspectos en que debes fijarte? Debes fijarte en sus opiniones sobre la fe en Dios, en sus opiniones sobre el mundo, en sus opiniones acerca de cómo abordar los asuntos y, ante todo, en sus actitudes hacia Dios. Si evalúas estos aspectos con precisión, verás claro si son buenas o malas personas. Puede que un día veas con claridad que son personas con actitudes corruptas, igual que tú. Puede quedarte incluso más claro que no son las personas bondadosas, con verdadero amor por ti que imaginabas que eran, y que en absoluto saben guiarte hacia la verdad ni hacia la senda correcta en la vida. Puede que veas claro que lo que han hecho por ti no te resulta de gran provecho y que no te sirve de nada a la hora de tomar la senda correcta en la vida. Puede que también descubras que muchas de sus prácticas y opiniones son contrarias a la verdad, que son de la carne y que esto hace que los desprecies y sientas repulsión y aversión. Si llegas a ver estas cosas, entonces podrás considerar a tus padres en tu interior de la manera correcta y ya no los echarás de menos, no te preocuparán, ni serás incapaz de vivir separado de ellos. Habrán concluido su misión como padres, así que ya no los considerarás las personas más cercanas a ti ni los idolatrarás. Por el contrario, los considerarás gente normal, y en ese momento te librarás por completo de la esclavitud de los sentimientos y te desprenderás verdaderamente de ellos y del afecto familiar(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se corrige el propio carácter corrupto es posible lograr una auténtica transformación). Esta lectura me conmovió profundamente. Debido a la fuerza de mis afectos hacia mis padres, solo había visto lo buenos que eran conmigo, y no su actitud con respecto a la verdad y a Dios. No había podido ver su esencia con claridad ni la senda que transitaban, y por eso no había tratado correctamente el hecho de que los echaran. Embargada por los afectos, había intentado razonar con Dios, y durante más de dos años me había mostrado negativa y desafiante. Mi vida se había dañado mucho, y había cometido transgresiones. Poco a poco, mediante el riego y el apoyo de las palabras de Dios, mi duro y rebelde corazón había despertado y mi incomprensión de Dios había desaparecido. Ahora me siento mucho más libre y he recuperado la motivación para cumplir con mi deber. Gracias a Dios por Su salvación.

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