Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber

Para poder cumplir el deber propio de forma satisfactoria, lo más importante es hacer un gran esfuerzo por la verdad. Las personas solo pueden actuar conforme a los principios-verdad una vez que los han llegado a comprender. Además, necesitan aprender acerca de las diversas áreas de conocimiento y las habilidades especializadas relacionadas con sus deberes, y es fundamental que aprendan algunas técnicas sencillas y prácticas. Hay quienes cuentan con cierto conocimiento técnico, pero desconocen cómo aplicarlo a sus deberes. Cuando hacen las cosas sus corazones nunca están seguros. No saben cuál es la forma correcta de hacer las cosas, cuál cumple con los principios-verdad y puede beneficiar a los demás, o cuál es incorrecta y vulnera los principios. Sus mentes se encuentran confusas. Si bien para ellos este camino aparenta ser correcto, hay otros que también parecen viables. Nunca están seguros de cómo obrar de forma adecuada y no saben cómo practicar de tal forma que sigan la senda correcta. ¿Qué demuestra esto? (No entienden la verdad). Estas personas no comprenden la verdad y se encuentran en un estado de ambigüedad en lo que respecta a su estado interior y a su comprensión y estándares de evaluación de muchas cosas. Cuando no están implicadas en algo, sienten que lo entienden todo y que todo les resulta fácil. No obstante, cuando verdaderamente se enfrentan a una situación de la vida real, no saben cómo abordarla, cómo afrontarla o cuál es el camino adecuado a seguir. Solo entonces advierten que no tienen nada y que no comprenden la verdad en lo más mínimo. Las doctrinas acerca de las que hablaron anteriormente son inútiles. No tienen más opción que recurrir a otras personas y hablar de la situación con ellas. Esto es lo que sucede cuando las personas que no entienden la verdad se enfrentan a una situación: están desorientadas, llenas de ansiedad, sienten que está mal hacer esto y que lo otro es incorrecto, y no logran encontrar la senda correcta. ¡Solo entonces comprueban que, sin la verdad, es realmente difícil dar un solo paso! ¿Qué es lo que más necesitan esas personas en este momento? ¿Necesitan de la filosofía satánica y el conocimiento o bien de una comprensión de la verdad? Lo más crucial es entender la verdad. Si no entiendes la verdad, aun cuando completes un trabajo, te sentirás inseguro al respecto. No sabrás si lo hiciste adecuadamente o cuál será el resultado una vez completado el trabajo. No puedes medir estas cosas. ¿Por qué no puedes medirlas? ¿Por qué tu corazón está siempre lleno de incertidumbre? Es porque, cuando haces las cosas, no tienes claro si tu forma de hacerlas se ajusta de un modo real y genuino a los principios, si lo que practicas son principios y si tu práctica es conforme a la verdad o no. No puedes verificarlo. Si logras algún pequeño resultado en el cumplimiento de tu deber, tendrás la sensación de ser muy capaz y de haber acumulado cierto capital, con lo que te sentirás satisfecho contigo mismo. No obstante, si no hay un resultado evidente o si no se ajusta a los estándares de los principios, la negatividad se apoderará de ti de inmediato y pensarás: “¿Cuándo me esclarecerá Dios? ¿Por qué Dios siempre esclarece a los demás, mientras que yo no recibo inspiración, esclarecimiento ni iluminación alguna?”. Puede que en ocasiones sientas que tus intenciones al hacer las cosas han sido correctas, y que te has esforzado mucho, de modo que tienes la esperanza de que Dios acepte, apruebe y ratifique de buen grado tu esfuerzo. Sin embargo, al mismo tiempo también temes que Dios diga que obraste de forma incorrecta y que no lo apruebe. ¿No muestra esto una preocupación por las ganancias y las pérdidas? Cuando ves que tu estatura es escasa, que eres demasiado rebelde y arrogante, y que te vuelves complaciente ante el menor logro, sentirás que eres demasiado corrupto, que eres un diablo y Satanás, e indigno de la salvación de Dios. Luego, tras conseguir algunos pequeños logros, pensarás que, a fin de cuentas, no eres tan malo, que cuentas con cierta capacidad y puedes lograr algunos resultados, de modo que debes ser recompensado. ¿Muestra eso una preocupación por las ganancias y las pérdidas? ¿Qué es lo que desencadena ese estado de desasosiego por las ganancias y las pérdidas? Está directamente relacionado con una falta de comprensión de la verdad. Cuando las personas no entienden la verdad, se producen muchos estados y manifestaciones. Lo principal es que las personas suelen vivir en un estado de preocupación por las ganancias y las pérdidas. Ese es su estado normal. No puedes calibrar tus propias capacidades debido a que no entiendes la verdad; no sabes lo que puedes hacer y lo que no. No sabes qué principios y estándares seguir en el cumplimiento de tu deber, ni el resultado al que debes aspirar, debido a que no entiendes la verdad. Y tampoco entiendes cuál es la meta y la dirección de la vida. No sabes por qué Dios siente ira hacia ti, por qué te aprueba o por qué es indulgente contigo; desconoces todo eso. No sabes cuál es el lugar que te corresponde, y tampoco puedes calibrar si lo que has hecho ha cumplido tu deber como ser creado y si lo has hecho de forma satisfactoria. En ocasiones, haces las cosas con timidez, mientras que en otras eres atrevido y alocado. Te encuentras siempre en un estado inestable. ¿Cómo se desestabiliza el estado de una persona? En última instancia, eso está ligado a una falta de comprensión de la verdad. Cuando las personas no la entienden, gestionan las cosas sin principios. Se vuelven muy erráticas en su conducta e, invariablemente, se desvían en un sentido u otro. Cuando no están haciendo nada, parece como si lo entendiesen todo y hablan bien de la doctrina. En cambio, cuando sucede algo y se les pide que lo arreglen, que apliquen a la vida real todas las verdades que entienden, carecen de senda alguna, no saben qué principio utilizar, y dicen para sus adentros: “Entiendo que debo cumplir mi deber con lealtad, que debo ser honesto, y que no debo albergar nociones ni malentendidos acerca de Dios, debo tener una actitud sumisa hacia Él, pero ¿cómo debo gestionar esto realmente?”. Lo piensan una y otra vez, intentan aplicar los preceptos y, al final, acaban sin tener idea alguna de cuáles deben aplicar. ¿Pensáis que alguien que necesita examinar un libro de las palabras de Dios cuando algo le sucede es alguien que entiende la verdad? Esa no es una verdadera comprensión de la verdad. Esas personas se limitan a entender unas pocas doctrinas, pero no han llegado a comprender la realidad de esas verdades. Eso demuestra que lo que dicen habitualmente, y lo que creen entender, no son más que doctrinas. Si entiendes la verdad, si posees la realidad-verdad, cuando algo te suceda sabrás cómo obrar de acuerdo con las intenciones de Dios, y cómo obrar dentro de los límites de los principios. Si tu comprensión se basa únicamente en la doctrina, y no en la verdad, cuando te suceda algo realmente, si te apoyas en la doctrina y sigues los preceptos, no tendrás manera de salir adelante. Serás incapaz de encontrar el principio o la senda de práctica. Dicho de otra manera: puede que parezca que entiendes un aspecto de la verdad, como si entendieras el significado de esas palabras de la verdad y tuvieses una pequeña comprensión de las intenciones de Dios y de lo que Él pide, como si supieras todo eso, pero cuando luego te sucede algo eres incapaz de poner en práctica la verdad, aplicas preceptos ciegamente y lo echas todo a perder. ¿No es eso vergonzoso? Cuando algo sucede a quienes realmente entienden la verdad, son capaces de encontrar los principios de práctica, cuentan con una senda de práctica, y pueden poner en práctica los principios-verdad. En lo que respecta a quienes se limitan a lanzar palabras y doctrinas, parece como si entendiesen la verdad, pero luego, cuando llega el momento de actuar, quedan completamente atolondrados. Esto demuestra que las personas que lanzan palabras y doctrinas no entienden la verdad en lo más mínimo. Quienes hacen esto procuran desorientar a los demás, son engañadores. Se están engañando a sí mismos y a los demás, ¡lo que significa que están perjudicando a ambos!

¿Qué entendéis ahora? ¿Más verdades o más doctrinas? (Más doctrinas). ¿A qué responde eso? (Es el resultado de no perseguir la verdad). (Una falta de esfuerzo para ir y ponderar la verdad). Está relacionado con todas esas cosas, pero todas las razones que habéis ofrecido son subjetivas. También existe una razón objetiva que tiene que ver con el calibre de las personas. Algunos llevan escuchando sermones más de una década, pero son incapaces de distinguir la verdad de la doctrina, ni pueden discernir la diferencia entre seguir los preceptos y practicar la verdad. Escuchan sermones con fervor y trabajan de forma meticulosa para poder discernir, pero son incapaces de ver la diferencia. Creen que las pláticas que brinda todo el mundo son prácticamente idénticas, es decir, que todas ellas son bastante buenas y prácticas. Tras escucharlas son incapaces de diferenciar entre lo que es doctrina y lo que es verdad. ¿Es eso un problema de calibre? (Sí). ¿Puede vuestro calibre alcanzar el nivel de la realidad-verdad? Cada vez que los líderes y los obreros hablan en las reuniones o se relacionan e interactúan con vosotros en otros momentos, ¿podéis diferenciar qué parte de lo que dicen es la realidad-verdad y qué parte es doctrina? (Sí). Si podéis diferenciarlo, demuestra que tenéis cierto discernimiento, y que no sois completamente incapaces de discernir. Si podéis advertir la diferencia, demuestra que no tenéis un calibre escaso. El calibre de las personas se clasifica en diversos grados: escaso, promedio, bueno y excepcionalmente bueno. Esos son, en esencia, los cuatro grados. Quienes tienen un calibre peor aún que un calibre escaso son incapaces de llegar a entender la verdad; no tienen calibre alguno. No pueden entender nada de lo que oyen y obran sin pensar, sin lógica y sin principios en todo lo que hacen. Todo es un desastre confuso en sus cabezas. Son personas atolondradas, lo que podríamos calificar coloquialmente como brutos. Si tienen un calibre extremadamente escaso, son discapacitados intelectuales, carecen de la razón de las personas normales. Son lo que podríamos describir como estúpidos, cuasilocos o cuasinecios.

Las personas cuyo calibre es extremadamente escaso son discapacitadas intelectuales; no hace falta que ahondemos más en ello. Abordemos ahora la forma en que se manifiesta el calibre escaso. Algunos llevan muchos años creyendo en Dios, pero siguen sin entender la verdad. Ni siquiera son capaces de llevar a cabo el deber básico de difundir el evangelio, son incapaces de compartir la verdad y no pueden dar testimonio. Esas son manifestaciones de un calibre escaso. ¿Cuáles son sus otras manifestaciones? Tras escuchar sermones durante muchos años, las personas de un calibre escaso tienen la sensación de que todos son iguales, que todos tratan de las mismas cosas. Son incapaces de diferenciar con claridad entre los detalles de las diversas verdades, por no hablar de la diferencia entre verdad y doctrina. Ni siquiera son capaces de pronunciar las palabras y las doctrinas más sencillas, ni mucho menos de entender la verdad. ¿Tienen esas personas el peor calibre de todos? Para ellas, no importa la forma en que escuchen los sermones o durante cuántos años lo hagan, esas personas son incapaces de comprenderlos, ni pueden entender lo que es la verdad o lo que significa conocerse a uno mismo. Da igual cuánto tiempo hayan creído en Dios o cuántos sermones hayan escuchado, al final siguen siendo incapaces de practicar la verdad. Solo pueden seguir unos pocos preceptos y recordar unas pocas cosas que consideran importantes; no podrán recordar nada que se salga de eso. ¿A qué se debe? Debido a que su calibre es escaso, no pueden estar a la altura de la verdad, ni comprender un gran número de cosas. Como mucho, pueden entender algunas doctrinas superficiales. Eso es todo a lo que pueden llegar. Dichas personas suelen ser bastante arrogantes y se vanaglorian. Algunos dicen: “Creí en el Señor cuando aún me encontraba en el vientre de mi madre. Hace mucho tiempo que soy santo, que me bautizaron y purificaron”. Algunos de ellos han aceptado la nueva obra de Dios desde hace tres, cinco o hasta diez años, pero siguen repitiendo lo mismo. ¿No es eso una muestra de un calibre escaso? Algunos afirman: “Decís que no me conozco a mí mismo, pero sois vosotros quienes no os conocéis. Soy santo desde hace mucho tiempo”. Quienes afirman eso son los que más carecen de comprensión espiritual, los del peor calibre. ¿Puedes seguir hablando de la verdad con esas personas? No. Por mucho que hables, no entenderán lo que es la verdad, lo que implica practicarla, lo que es someterse a Dios, lo que es la entrada en la vida, y lo que es cambiar el carácter propio. No pueden entender esas cosas ni alcanzar ese nivel. En su creencia en Dios, se centran en seguir determinados preceptos, tales como abstenerse de asuntos mundanos, renunciar al mundo, no tener trato con los diablos, no hacer el mal, cometer menos pecados, aferrarse a Su nombre, no traicionar a Dios, y orar a Dios y confiar en Él para todas las cosas; solamente esas cuestiones. En esencia, se mantienen confinados a los formalismos de la creencia religiosa. Tras escuchar tantas palabras de Dios y sermones acerca de la verdad, no entienden lo que oyen. Cuanto más escuchan, mayor es su confusión, de modo que no asimilan nada de ello. Si les preguntas lo que Dios requiere de las personas en esta fase de la obra, serán incapaces de responderte. Tan solo pueden enunciar algunas cosas básicas acerca de las doctrinas. Eso significa que son de un calibre extremadamente escaso e incapaces de entender las palabras de Dios.

¿Cómo se manifiestan las personas de un calibre promedio? Su principal manifestación es su incapacidad para comprender las palabras de Dios. Tras escuchar sermones, tan solo entienden algunas palabras y doctrinas, pero no pueden descubrir ninguna luz nueva. Cuando les sobreviene algo, son incapaces de gestionarlo, ni pueden practicar la verdad. Tan solo son capaces de lanzar algunas doctrinas vacías y de seguir los preceptos. Cuando escuchan sermones, parecen entender, pero luego, cuando les suceda algo, seguirán apegadas a los preceptos y obrando conforme a su propia voluntad. Además, se la pasan regañando a otros lanzándoles palabras y doctrinas. Tras creer en Dios durante muchos años, entienden numerosas doctrinas y, cuando hablan con otros, son capaces de transmitir algo más de conocimiento. Pueden expresar lo que quieren decir de una forma plena y concreta, y pueden mantener conversaciones normales con los demás. Sin embargo, siguen sin entender lo que es la verdad o la realidad. Creen que las doctrinas de las que hablan son la realidad-verdad, y son incapaces de discernir lo que los demás dicen acerca de sus experiencias en lo relativo a la realidad-verdad, su comprensión personal o las sendas de práctica. Esas personas que tienen un calibre promedio no ven diferencia alguna entre la verdad y la doctrina. Por muchos sermones que escuchen, son incapaces de discernir las verdades que deberían practicar y las que deben poseer para ser salvadas. Tampoco saben entenderse a sí mismas, y desconocen las verdades que deberían practicar para despojarse de sus actitudes corruptas. En sus vidas reales solo pueden seguir preceptos y rituales religiosos, asistir constantemente a reuniones, predicar constantemente doctrinas a otros y esforzarse constantemente en el cumplimiento de sus deberes. Sin embargo, cuando se trata de las verdades que implican cambios de carácter, un conocimiento de su carácter corrupto o la entrada en la vida, no entran ni profundizan en ello. Eso es lo que significa tener un calibre promedio y las personas que tienen esta clase de calibre solo pueden alcanzar este nivel. Hay personas que llevan veinte o treinta años creyendo en Dios y siguen hablando únicamente de doctrinas. ¿Habéis tenido trato alguna vez con personas que han creído en Dios durante más de una década y, sin embargo, solo son capaces de lanzar doctrinas? (Sí). Ese tipo de personas tiene un calibre promedio.

¿Cómo se manifiestan las personas que tienen un calibre bueno? Con independencia del tiempo que lleven creyendo en Dios, al escuchar un sermón son capaces de advertir que es diferente respecto a lo que dice la Biblia y que es radicalmente distinto de lo que enseña la religión. Pueden advertir que es más profundo y detallado, y que es completamente práctico. Por tanto, tras aceptar la nueva obra de Dios, comienzan a centrarse en practicar la verdad y entrar en la realidad. En sus vidas reales, se forman para saber cómo practicar y experimentar las palabras de Dios. Por ejemplo, Dios dice: “Debéis ser personas honestas”. Al comienzo de todo, esas personas se limitan a respetarlo como un precepto y dicen todo lo que se les pasa por la cabeza. Poco a poco, en su proceso de escuchar sermones y en su experiencia real, van sintetizando lo que han aprendido y, al final, experimentan y entienden en qué consiste realmente la verdad de ser una persona honesta y qué es en realidad la vida. Tienen la capacidad de aplicar a sus vidas reales las palabras que Dios ha pronunciado y las verdades que han entendido al escuchar sermones, y de convertir ambas cosas en su realidad personal. Al tener una experiencia real, su experiencia vital alcanza una profundidad cada vez mayor. Cuando esas personas escuchan sermones o leen las palabras de Dios, son capaces de comprender la verdad que contienen. ¿Qué entendemos aquí por verdad? No es una doctrina vacía, ni una forma de hablar, ni una teoría acerca de algo en concreto. En lugar de eso, implica las dificultades que se afrontan en la vida real y los diversos estados corruptos que uno revela. Las personas cuyo calibre es bueno pueden identificar esos estados y compararlos con lo que Dios dice y expone. Así, pues, sabrán cómo amoldar su práctica a las palabras de Dios. Eso es lo que significa un calibre bueno. ¿En qué se refleja eso principalmente? En la capacidad de entender lo que se dice en los sermones, de comprender la relación entre esas palabras y el estado real propio, de comprender el efecto que esas palabras tendrán en uno mismo y de vincular esas palabras a uno mismo. Eso es un calibre bueno. Además de ser capaz de entender esas palabras y vincularlas a sí mismas, las personas que tienen un calibre bueno pueden llegar a entender los principios de práctica en la vida real, y aplicarlos a cada dificultad o situación a la que se enfrenten en sus vidas reales. Eso es lo que significa tener perspectiva. Tan solo quienes gozan de tal perspectiva pueden verdaderamente poseer un calibre bueno.

Cuando las personas de calibre promedio revelan algo de su carácter corrupto, no pueden discernir con claridad su propio estado o la esencia del problema. Simplemente los juzgan comparándolos con las doctrinas que ellas comprenden. No alcanzan a ver la esencia del problema ni reconocen la raíz de dicha esencia y el aspecto que involucra la verdad. Al enfrentarse a alguna situación, después de ser podadas, después de diseccionarla y analizarla, ganan una impresión profunda y algo de comprensión de la situación en sí misma. Sin embargo, cuando se enfrentan a un nuevo estado o circunstancia, siguen sin comprenderlo, no saben qué hacer y no encuentran los principios que deben seguir. Eso es lo que significa tener un calibre promedio. En cuanto a aquellos que tienen un calibre bueno, ¿por qué decimos que lo tienen? Cuando se enfrentan a una situación, puede que las personas con calibre bueno no tengan una senda de práctica inmediata, pero son capaces de encontrarla escuchando sermones o buscando las palabras de Dios. Entonces sabrán cómo abordar la situación. ¿Sabrán qué hacer la próxima vez que se encuentren en una situación similar? (Sí). ¿Por qué? (No se limitan a seguir preceptos. Pueden sopesar una situación para encontrar una senda y luego aplican lo aprendido a situaciones similares). Correcto, han hallado el principio y comprenden ese aspecto de la verdad. Una vez que comprenden la verdad conocen los estados, revelaciones y actitudes corruptas de las personas a los que refiere ese aspecto de la verdad, así como también a los asuntos, circunstancias de la vida y demás que esta involucra. Tienen claros los principios de acción para esos casos y, cuando se encuentran con casos similares en el futuro, saben cómo practicar de acuerdo con los principios-verdad. Eso es lo que implica tener una comprensión genuina de la verdad. Por eso, por poder comprender la verdad, por tener el calibre para poder hacerlo, esas personas pueden convertirse en líderes de grupo o de la iglesia. Otras, en cambio, solo pueden comprender al nivel de la doctrina y por eso no pueden ser líderes de grupo, ya que no son capaces de llegar a entender los principios o encargarse de la supervisión. Pedirte que sirvas como líder de grupo es pedirte que asumas un liderazgo y te encargues de supervisar. ¿Qué debes usar para supervisar? Ni doctrina ni eslóganes ni conocimiento ni nociones. Se te pide que uses los principios-verdad para encargarte de supervisar. Ese es el principio más básico y elevado para hacer cualquier cosa en la casa de Dios. Si tu calibre es promedio o escaso y no puedes entender la verdad, ¿cómo puedes encargarte de supervisar? ¿Cómo puedes asumir esa responsabilidad? No estás a la altura de ese trabajo, de ese deber. A algunas personas se las elige como líderes de grupo, pero no comprenden la verdad y no pueden lograr nada en absoluto; no son dignas de ser llamadas así y deberían ser reemplazadas. A algunas personas se las elige como líderes de grupo y, gracias a que poseen cierta comprensión de los principios-verdad, pueden encargarse del trabajo y resolver algunos problemas prácticos. Eso es lo que hace que una persona esté capacitada para el trabajo y sea adecuada para ser líder de grupo. Algunas personas no pueden asumir el trabajo o llevar a cabo sus deberes de forma adecuada. ¿Cuál es el motivo principal? En la minoría de los casos, es porque tienen una humanidad pobre. Sin embargo, para la mayoría, la razón es el bajo calibre. Ese es el motivo por el que no pueden hacer su trabajo o realizar sus deberes adecuadamente. Ya sea que se trate de comprender la verdad o de aprender una profesión o una habilidad especializada, la gente de calibre bueno puede entender los principios implicados, llegar a la raíz de las cosas e identificar su realidad y su esencia. De esa manera, en todo lo que hacen, en cada trabajo que emprenden, realizan los juicios correctos y determinan los estándares y principios acertados. En eso consiste el calibre bueno. La gente que tiene este tipo de calibre puede encargarse de supervisar las diferentes obras de la casa de Dios. Aquellos que tienen un calibre promedio o escaso no son capaces de hacer ese trabajo. Esto no significa de ninguna manera que la casa de Dios favorezca o menosprecie a algunas personas o las trate de manera diferente; simplemente, son muchos los que no pueden encargarse de la supervisión a causa de su calibre. ¿Por qué no pueden? ¿Cuál es la causa? Que no comprenden la verdad. ¿Y por qué no la comprenden? Porque su calibre es promedio o incluso escaso. Es por eso que la verdad está fuera de su alcance y no son capaces de entenderla cuando la oyen. Puede ser que algunos no comprendan la verdad porque no escuchan con atención o podría ser porque son jóvenes y aún no tienen un concepto de la fe en Dios y no les resulta demasiado interesante. Sin embargo, ninguna de esas es la razón principal. La razón principal es que no tienen suficiente calibre. No importa cuál sea su deber o cuánto tiempo lleven haciendo el trabajo ni cuántos sermones escuchen o cómo les hables sobre la verdad, a las personas con un calibre inferior seguirá sin entrarles en la cabeza. Dilatan la realización de su deber, hacen un completo desastre y no logran nada. Algunas de las personas que sirven como líderes de grupo y se encargan de la supervisión de una parte de la obra tampoco comprenden los principios cuando recién asumen la responsabilidad del trabajo. Después de varios fracasos llegan a entender la verdad y captan los principios buscando y haciendo preguntas. Luego, en función de esos principios, pueden encargarse de la supervisión y asumir el trabajo por ellos mismos. Eso significa tener calibre. A otras personas puedes decirles todos los principios e incluso describirles en detalle la manera de implementarlos y parecerán comprender lo que les dices, pero, de todas formas, no podrán entender los principios cuando hagan las cosas; en cambio, confiarán en sus propias ideas y figuraciones, incluso creyendo que eso es correcto. Pero no pueden asegurar —y, en realidad, no lo saben— si hacen las cosas conforme a los principios. Si lo Alto hace preguntas, se ponen nerviosas y no saben qué decir. Solo se sienten seguras cuando lo Alto se encarga de la supervisión y las guía. Eso indica que su calibre es muy escaso. Con un calibre tan escaso, no pueden cumplir con los requisitos de Dios ni vivir a la altura de los principios-verdad y mucho menos llevar a cabo sus deberes de una manera satisfactoria.

Hace un momento mencioné que había otro nivel por encima del calibre bueno, que es tener un calibre muy bueno. Después de llegar a creer en Dios, las personas con un calibre muy bueno leen Sus palabras y, en su experiencia, atraviesan, sienten y comprenden gradualmente a qué se refieren los distintos estados mencionados en las palabras de Dios. Incluso cuando reciben muy poca provisión o ayuda pueden encontrar la senda de práctica en las palabras de Dios, plantearse requisitos para ellas mismas conforme a los principios, direcciones y estándares de acuerdo con lo que mencionan las palabras de Dios, y evitar desviaciones y distorsiones. Pueden comprender la verdad y llegar a conocerse a ellas mismas y a Dios comiendo y bebiendo Sus palabras por cuenta propia. Ese es el calibre más alto y esas personas son las que más percepción tienen. Decidme, ¿hay personas así entre los humanos? Quizás no podéis encontrar personas así entre los humanos de hoy día, pero ¿podéis pensar en alguien de ese tipo que esté en la Biblia? (Sí, Job y Pedro). Tanto Job como Pedro son de ese tipo. Están entre los seres humanos con mayor calibre. Haciendo a un lado su humanidad, su talante y su fe en Dios, en términos de calibre son las dos personas con mayor nivel. ¿Sobre qué base se puede decir esto? (Job nunca leyó las palabras de Dios, sin embargo, llegó a conocerlo, a temerle y a apartarse del mal). Dios nunca le habló a Job, así que ¿de dónde venían su experiencia y su conocimiento? Él hacía observaciones y descubrimientos en su vida, luego los saboreaba cuidadosamente, lo que generaba ciertas impresiones en su interior y le proporcionaba algo de esclarecimiento e iluminación. Poco a poco comprendía las verdades y, después, practicaba de acuerdo con su comprensión y entendimiento de la verdad, y de este modo llegaba gradualmente a temer a Dios y a apartarse del mal. “Temer a Dios y apartarse del mal” es lo que la gente debería observar y practicar. Es el camino más elevado que debería seguir. A los ojos de las generaciones posteriores, parece que Job puso en práctica este dicho con bastante facilidad. Crees que fue simple y fácil porque no sabes o no has experimentado el lado práctico de esas palabras. ¿Cómo fue que Job dio con ese dicho? Lo obtuvo a través de su propia experiencia práctica. A los ojos de la gente, las palabras “temer a Dios y apartarse del mal” deben servir como lema; deben seguirlas y practicarlas como un principio-verdad. Eso es correcto. Pero Job no se centró en cómo decirlas, se centró en cómo actuar. Entonces, ¿cómo llegó al principio que puso en acción? (Por medio de la experiencia de su vida cotidiana). ¿Cómo pudo seguir ese principio en su accionar? (A través de sus experiencias en la vida llegó a tener conocimiento de Dios). En su vida normal, veía las obras de Dios y el trabajo que Él hacía en las personas. A través de esas experiencias desarrolló temor de Dios, una fe genuina en Él, admiración verdadera y sumisión y confianza reales. Así fue que se produjo su temor de Dios. No nació con ese conocimiento. El temor de Dios es la síntesis de todas sus prácticas y de su comportamiento después de creer en Dios y de seguirlo durante muchos años. Podríamos decir que era la esencia de su comportamiento, de su conocimiento y de sus principios de acción. Su conducta, lo que revelaba y la forma en que se comportaba ante Dios, así como sus intenciones más profundas y sus principios de acción, la esencia de todas esas manifestaciones era que tenía temor de Dios. Así es como Dios lo definió. Job pudo hacer esas cosas, pero no porque Dios le dijera muchas palabras o le proveyera una gran cantidad de verdad, tras lo cual él adquirió temor de Dios poco a poco a través de su propia comprensión. En esos tiempos, Dios no le decía ninguna palabra clara. Lo que Job podía ver, cuanto mucho, era a los mensajeros de Dios, y lo que podía oír eran, a lo sumo, las leyendas o historias sobre Él heredadas de sus ancestros. Eso era todo lo que podía saber. Sin embargo, apoyándose tan solo en esa información, Job paulatinamente aprendió más y más cosas prácticas viviendo su vida. Poco a poco, su fe en Dios se volvió cada vez más fuerte y también surgió en él un verdadero temor de Dios. Después de que esas dos cosas se generaran en él, su verdadera estatura y calibre se hicieron evidentes. ¿Qué vemos en Job? Podemos ver que hay muchas verdades —verdades que tienen que ver con las intenciones de Dios, con conocerlo, con Sus requisitos para con la humanidad y con la salvación de esta— que de hecho las personas pueden llegar a comprender poco a poco en su vida diaria siempre y cuando posean un razonamiento humano normal y calibre. Job es un ejemplo de ello. Él pudo comprender algunas cosas prácticas. ¿Qué comprendió? Su máximo lema, que se confirmó cuando pasó por sus pruebas; esa fue, también, su comprensión más elevada. ¿Cuál es ese lema, esa comprensión superior? (“Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” [Job 1:21]).* En relación con este asunto, ¿hay alguien en la raza humana actual que tenga la misma comprensión verdadera que Job? ¿Hay alguien que pueda alcanzar esa comprensión? (No). Lo que la gente entiende hoy es solo una doctrina. Aquellas palabras surgieron de la experiencia de Job. Las generaciones posteriores pueden decir esas palabras, pero no tienen un entendimiento de ellas en su corazón. Job tampoco lo tenía al principio, pero esas palabras vinieron de él y son el resultado de su experiencia directa. Esa fue la realidad de Job. No importa en qué medida las generaciones siguientes hayan imitado y repetido a Job como loros: solo entendieron una doctrina. ¿Por qué digo que es solo una doctrina? Primero, porque la gente no puede ponerla en práctica. Segundo, las personas simplemente no tienen las mismas experiencias que tuvo Job y no tienen el conocimiento que él ganó a partir de ellas, por lo que su conocimiento está vacío. Independientemente de la cantidad de veces o de lo fuerte que grites “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová.* Me someto por voluntad propia a todas las instrumentaciones y arreglos de Dios”, cuando algo te sucede en la vida, ¿puedes reconocer en tu interior que es obra de Dios? Si Dios despoja y destruye, ¿puedes igualmente bendecir Su nombre en tu corazón? Eso te resulta difícil. ¿Por qué? Porque no conoces las intenciones originales de Dios al actuar y tampoco reconoces Su soberanía. No puedes comprender esas dos cosas. No puedes entender las intenciones de Dios y no puedes entender la posición que debe tener un ser creado, la sumisión que debe mostrar o las acciones que debe tomar. No puedes hacer nada de eso. Así, cuando recitas las palabras de Job, imperceptiblemente se vuelven vacías, meras palabras ornamentales y elegantes. Por eso, aunque tus palabras y las de Job sean las mismas, el entendimiento y la comprensión que Job tenía de ellas en su corazón era diferente del que tienes tú, y él las dijo en un contexto emocional diferente al tuyo. Se trata de dos estados mentales completamente distintos. Job no decía esas palabras de manera habitual. Más bien, cuando Dios lo despojó de todo, se postró en el suelo y alabó Sus obras. Tú, en cambio, predicas a menudo estas palabras, pero ¿cómo te comportarías si te enfrentaras a esas privaciones por parte de Dios? ¿Serías capaz de ponerte de rodillas y orar? No serías capaz de someterte. Incluso si de la boca para afuera dices “Debo someterme. Dios hizo esto y los humanos no tenemos aptitud ni podemos oponernos, así que dejaré que las cosas sigan su curso”, ¿se trata de sumisión verdadera? Más allá de la naturaleza de tus emociones negativas, rebeldes y de resistencia, ¿hay alguna diferencia entre tu actitud y la de Job? (Sí). Hay una diferencia inmensa. Es la diferencia entre poseer y no poseer la realidad-verdad. Es la diferencia obvia entre las cosas que uno ha experimentado y comprendido, que se han convertido en la revelación natural de la propia vida, y la mera comprensión de doctrinas que no involucran la realidad. Mientras no estén enfrentándose a nada, las personas predicarán las palabras de Job, pero cuando les sucedan cosas, muchas no podrán decir dichas palabras. Eso demuestra que solo entienden doctrinas. Esas palabras no se han convertido en su vida y no guían sus pensamientos y su actitud cuando les pasan cosas. Sin embargo, cuando le suceden cosas a la gente que sí tiene estas palabras en su vida, se ve claramente cómo esas palabras no son solo un lema que predican en lo cotidiano sino también su actitud real hacia las personas, los acontecimientos y las cosas. Aún más: es su actitud real hacia Dios. Esas palabras son la materialización de su vida, no un mero eslogan que dicen a gritos. Eso resalta la diferencia entre comprender o no la verdad.

Ahora consideremos a Pedro. ¿Por qué decimos que Pedro tiene un calibre bueno? Es porque podía comprender la verdad que expresaba el Señor Jesús, así como Sus palabras. Pedro vivió durante la Era de la Gracia. El camino de redención que enseñó el Señor Jesús en la Era de la Gracia era más elevado que el de la Era de la Ley. Involucraba algunas verdades básicas sobre la entrada del hombre en la vida y también algunas verdades iniciales sobre cambiar el carácter humano. Por ejemplo, abarcaba someterse a Dios, someterse a Su soberanía e instrumentaciones y también la forma en que debería reaccionar la gente cuando revela algunas de sus actitudes corruptas. Si bien no se hablaba de estas cuestiones de manera extensa y sistemática, sí se las mencionaba. Se hablaba mucho más de ellas que en los tiempos de Job, por supuesto, pero en una medida mucho menor que en la actualidad. Aunque no hay registro en la Biblia de palabras sobre aspectos de la verdad tales como los cambios en el carácter humano, la actitud de los humanos hacia Dios, la esencia de la corrupción en lo profundo del corazón humano o la revelación del carácter corrupto de una persona, el Señor Jesús sin duda hablaba de esas cosas de algún modo. Solo que las personas no estaban a la altura y, por lo tanto, esas palabras no se registraron. Por ejemplo, el Señor Jesús le dijo esto a Pedro: “En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mateo 26:34). A eso, Pedro respondió: “Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré” (Mateo 26:35). ¿Qué clase de palabras son esas? (Son palabras de arrogancia que indican falta de autoconocimiento). Son palabras arrogantes dichas por alguien que no se conoce a sí mismo. Entonces esto se relaciona con conocerse a uno mismo. ¿De qué se dio cuenta Pedro después de que cantó el gallo? (De que había hablado de sí mismo con arrogancia). Cuando se dio cuenta, ¿sintió algo en su corazón? (Sí). Después de que pasó eso, ¿cuál fue su primera reacción? (Remordimiento; su corazón se llenó de culpa). Su primera reacción fue sentir culpa y remordimiento. Dijo: “Lo que el Señor dijo era cierto. Lo que dije sobre amar al Señor era solo un deseo, un ideal y una especie de eslogan. No tengo tanta estatura”. Frente a la situación de ver que arrestaban al Señor Jesús, Pedro fue cobarde y miedoso. Alguien le preguntó: “¿No es ese vuestro Señor? ¿Acaso no lo conoces?”. ¿Y qué pensaba Pedro por dentro en ese momento? “Sí, lo conozco, pero si lo admito me arrestarán a mí también”. Por su cobardía y su miedo a sufrir y porque temía ser arrestado junto con el Señor Jesús, no admitió conocerlo. Su falta de coraje prevaleció sobre su fe. Su fe, entonces, ¿era genuina o falsa? (Falsa). En ese momento se dio cuenta de que cuando había dicho, antes, “Señor, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte”, sus palabras habían sido un mero deseo. No eran su fe genuina, sino solo palabras vacías, un eslogan y doctrina. No poseía verdadera estatura. ¿Cuándo se dio cuenta de que no tenía verdadera estatura? (Cuando los hechos se revelaron). Fue recién cuando se enfrentó con los hechos y cuando se sintió culpable y arrepentido que se dio cuenta: “Resulta que mi fe y mi estatura son muy pequeñas, tal como dijo el Señor. Lo que el Señor dijo era correcto. Lo que yo le dije fue solo arrogancia. Eso no era fe genuina, sino un impulso del momento. Al tener que enfrentarme con algo, fui cobarde, reacio a sufrir, tuve mis propias ideas egoístas, hice mis propias elecciones, no me sometí y no tuve un corazón que realmente amara al Señor. Así de escasa era mi fe, ese era el tamaño de mi estatura”. El remordimiento hizo que surgieran en él esos pensamientos, ¿no es así? Su remordimiento demuestra que él ya tenía un conocimiento de sí mismo y una dimensión precisa de su estatura, estado y fe. El Nuevo Testamento solo registra que Pedro negó al Señor tres veces, pero no registra su testimonio vivencial de cómo se arrepintió, se reformó y cambió. De hecho, Pedro escribió cartas sobre eso, pero los editores de la Biblia decidieron no incluirlas. Es un problema obvio que demuestra que todos los líderes de la iglesia en aquel momento prestaban atención a cómo predicar y testimoniar, pero ninguno entendía la experiencia de vida. Todos se concentraban en cómo los apóstoles predicaban y trabajaban y en cómo sufrían, sin saber que lo más crucial es la entrada en la vida de las personas, así como su comprensión de la verdad y su conocimiento de Dios. Quienes editaron la Biblia registraron lo que le ocurrió a Pedro en términos demasiado generales y simplificados, mientras que registraron los acontecimientos de la vida de Pablo en abundancia y con gran detalle. Esto demuestra que esas personas no eran imparciales. No entendían lo que era la verdad ni lo que significaba dar testimonio por Dios. Adoraban a Pablo, por eso escogieron más de sus cartas, mientras que solo seleccionaron unas pocas de Pedro. Al editar la Biblia de esa manera, cometieron un error de principios que hizo que quienes creían en el Señor adoraran e imitaran a Pablo durante dos mil años. Esto condujo a todo el mundo religioso por la senda de la resistencia a Dios y se convirtió en un reino religioso controlado por anticristos. Ellos ignoraron el excelente testimonio de Pedro al registrar solo dos de sus cartas, la primera y la segunda epístola de Pedro. Pero con respecto a cómo él experimentó realmente lo que le ocurrió; cómo Dios lo esclareció; lo que le dijo Jesús cuando se le apareció; cómo aceptó el juicio de Dios y el castigo, la poda, las pruebas y el refinamiento de Su parte; cómo fue, finalmente, crucificado voluntariamente con la cabeza hacia abajo y cómo fue que llegó hasta ese punto; cómo logró semejante cambio en su carácter-vida y cómo logró tal fe y sumisión; con respecto a eso, no hay registro del proceso de esa experiencia. Esto definitivamente no debería ser así. ¡Es una lástima que esas cosas tan valiosas no hayan sido registradas!

Desde las tres veces que Pedro negó al Señor registradas en los cuatro Evangelios hasta el momento final en que lo crucificaron a causa de Dios con la cabeza hacia abajo, ¿qué ven las personas cuando conectan esos dos acontecimientos? Pedro pasó de negar al Señor tres veces a ser, finalmente, crucificado con la cabeza hacia abajo a causa de Dios. ¿Acaso no hubo aquí un proceso difícil, digno de ser explorado? ¿Cuál fue este proceso? (El de la entrada del hombre en la vida y su cambio de carácter). Así es, el cambio del carácter humano es un viaje de vida que implica ser capaz de renunciar y entregarse por Dios y de someterse de forma voluntaria a todas Sus instrumentaciones. La experiencia de vida es exactamente ese proceso; no es una exageración en absoluto. Desde el principio de todo, cuando Pedro no se atrevió a admitir que era un seguidor del Señor Jesús, hasta el final, cuando tuvo coraje y fe, y estuvo dispuesto a ser crucificado a causa de Dios con la cabeza hacia abajo y ascendió hasta alcanzar este nivel. ¡Qué proceso de transformación sufrieron su fe, su carácter y su sumisión! Sin duda hubo un proceso de crecimiento. La gente moderna no necesita saber exactamente de qué tipo de proceso de crecimiento se trató porque las palabras compartidas hoy son las verdades que aquellos que experimentan la obra de Dios deben comprender. Hoy, Dios ya ha dejado claras estas cosas a la gente y la ha provisto de esas verdades. Entonces, ¿cómo fue la experiencia de Pedro? Después de la partida del Señor Jesús, nadie le dijo en términos claros qué era lo que debía experimentar para alcanzar la sumisión a Dios. En esa época en que no tenía palabras claras de Dios a su alcance, terminó alcanzando una estatura y una fe de sumisión voluntaria sin quejas ni elecciones personales. Decidme, ¿qué verdades ganó al final? ¿Y cómo las ganó? Fue a través de la oración, la búsqueda y luego, de manera gradual, mediante la experiencia y el tanteo. Claro que, durante ese tiempo, Pedro recibió el esclarecimiento y la iluminación de Dios, y Su gracia y guía especiales. Fuera de eso, solo podía ganar percepción por medio de sus propios esfuerzos. Durante ese proceso, el conocimiento que Pedro tenía de sí mismo, de las intenciones de Dios y de todos los aspectos de la verdad en los que las personas deberían entrar, pasó gradualmente de ser borroso a tener claridad, luego precisión y luego pasó a ser una senda de práctica funcional y definitiva. El proceso se extendió hasta el final, en el que él fue capaz de someterse por completo sin ninguna desviación. Solo se atrevió a practicar de esa manera después de obtener confirmación en su corazón. ¿De dónde vino esa confirmación? Del tanteo, así como de la oración y la búsqueda. Permitió que Dios actuara y que el Espíritu Santo actuara. No hubo ningún obstáculo ni disciplina. Recibió el esclarecimiento del Espíritu Santo, paz, alegría y, al mismo tiempo, el apoyo de Dios, Su bendición y Su guía. Así es como recibió la confirmación. Tras recibirla continuó avanzando de forma resuelta, buscando, tanteando y practicando. Después de pasar por un proceso tan complicado, Pedro alcanzó poco a poco una comprensión precisa de los aspectos de la naturaleza humana, del autoconocimiento y del carácter humano, así como también de los distintos estados que produce el carácter corrupto del hombre en varios entornos. Una vez que entendió esas cosas, se puso a trabajar en ellas para buscar las sendas de práctica correspondientes. Al final, resolvió cada uno de los estados que surgieron a raíz de distintas actitudes corruptas en diferentes entornos. ¿Cómo los resolvió? Poco a poco, usando las verdades y los principios en los que Dios lo había esclarecido. Por supuesto que pasó por muchas pruebas y refinamientos durante ese período. ¿Hasta qué punto Dios lo puso a prueba y lo refinó? En última instancia, entendió la intención de Dios y comprendió que Él quiere que la gente aprenda la lección de sumisión. Entonces, ¿hasta qué punto Dios trabajó en Pedro para hacer que se diera cuenta de que las personas deben practicar la sumisión? Antes mencionamos algo que dijo Pedro. ¿Recordáis qué era? (“Si Dios me tratara como a un juguete, ¿cómo no iba a estar listo y dispuesto?”). Correcto, eso mismo. En el proceso de experimentar y someterse al trabajo o a la guía de Dios, Pedro, sin saberlo, desarrolló este sentimiento: “¿No trata Dios a las personas como si fueran juguetes?”. Pero no hay duda de que eso no es lo que motiva las acciones de Dios. Cuando evalúa este tema, la gente confía en su perspectiva, razonamiento y conocimiento humanos, y siente que Dios juega con las personas de manera indiferente, como si fuesen juguetes. Un día dice que hay que hacer una cosa y al otro día, otra. Sin darte cuenta, empiezas a sentir: “Vaya, Dios ha dicho muchas cosas. ¡No entiendo qué es lo que quiere hacer!”. La gente se siente confundida y un poco abrumada y no sabe qué decisiones tomar. Dios utilizó ese método para poner a prueba a Pedro. ¿Cuál fue el resultado final de esa prueba? (Pedro alcanzó la sumisión hasta la muerte). Alcanzó la sumisión. Ese era el resultado que Dios quería, y Dios lo vio. ¿Qué palabras de Pedro nos demuestran que se había vuelto sumiso y que había aumentado su estatura? ¿Qué dijo? ¿Cómo aceptó y vio todo lo que Dios había hecho y Su actitud de tratar al hombre como si fuese un juguete? ¿Cuál fue la actitud de Pedro? (Dijo: “¿Cómo no iba a estar listo y dispuesto?”). Así es, esa fue la actitud de Pedro. Esas fueron sus palabras exactas. Las personas que no han experimentado las pruebas de Dios y Su refinamiento no podrían jamás decir esas palabras porque no comprenden la narrativa de la historia y nunca la han vivido. Al no tener la experiencia, sin duda no tienen claro el tema. Y si no lo tienen claro, ¿cómo podrían decir algo así de manera tan casual? Esas son palabras que a un humano jamás se le podrían ocurrir. Pedro pudo pronunciarlas gracias a la cantidad de pruebas y refinamientos que había vivido. Dios lo privó de muchas cosas, pero al mismo tiempo también le concedió mucho. Después de darle, le volvió a quitar. Tras quitarle algunas cosas, Dios hizo que Pedro aprendiera a someterse, y entonces volvió a concederle. Desde el punto de vista del hombre, muchas de las cosas que Dios hace parecen un capricho, y eso le da a la gente la impresión de que Él trata a las personas como si fueran juguetes, de que no las respeta y no las trata como seres humanos. La gente cree que vive sin dignidad, como juguetes: piensan que Dios no les da derecho a elegir con libertad y que Él puede decir lo que sea que quiera. Cuando Él te da algo, dice: “Mereces esta recompensa por lo que has hecho. Esta es la bendición de Dios”. Cuando te quita algunas cosas, simplemente tiene otra cosa para decir. En ese proceso, ¿qué deberían hacer las personas? No te corresponde a ti juzgar si lo que Dios hace es correcto o incorrecto; no te corresponde identificar la naturaleza de las acciones de Dios; y sin duda no te corresponde darle una mayor dignidad a tu vida en ese proceso. Esa no debe ser tu elección. Ese no es tu papel. Entonces ¿cuál es tu papel? A través de la experiencia, deberías aprender a entender las intenciones de Dios. Si no puedes entenderlas y no puedes cumplir con los requisitos de Dios, tu única opción es someterte. En esas circunstancias, ¿te resultará fácil someterte? (No). No es fácil hacerlo. Esa es una lección que debes aprender. Si te resultara fácil someterte, no sería necesario que aprendieras lecciones ni que fueras podado y sometido a pruebas y refinamientos. Dios te pone a prueba constantemente porque te resulta difícil someterte a Él, y juega contigo de manera deliberada como si fueses un juguete. El día que te resulte fácil someterte a Él, cuando tu sumisión se dé sin dificultad ni obstáculos, cuando puedas someterte de manera voluntaria y alegre, dejando de lado tus elecciones, intenciones y preferencias, entonces Dios no te tratará como un juguete y harás exactamente lo que debes. Y si un día dices “Dios me trata como si fuese un juguete y vivo sin dignidad. No estoy de acuerdo con esto y no me someteré”, ese podría ser el día en que Él te abandone. Imagina que tu estatura ha alcanzado el nivel en el que dices “Aunque las intenciones de Dios no sean fáciles de entender y Él siempre se esconda de mí, todo lo que hace está bien. Sin importar lo que Él haga, me someteré por propia voluntad. Incluso si no puedo hacerlo, igualmente adoptaré esta actitud y no me quejaré ni tomaré decisiones propias. Eso es porque soy un ser creado; mi deber es someterme y esa es una obligación clara de la que no puedo escapar. Dios es el Creador y lo que sea que Él haga es correcto. No albergaré nociones ni figuraciones sobre lo que Él hace. Eso no es lo que corresponde a un ser creado. Agradezco a Dios por lo que me ha dado. También le agradezco por lo que no me ha dado o por lo que me dio y luego me quitó. Todas las acciones de Dios son para mi beneficio; aunque no pueda ver ese beneficio, de todas formas, lo que debo hacer es someterme”, ¿qué sucedería entonces? ¿No tienen esas palabras el mismo efecto que las de Pedro cuando dijo “Cómo no iba a estar listo y dispuesto”? Solo quienes poseen una estatura así pueden comprender realmente la verdad.

Ahora hablemos del calibre de la gente. Al evaluar si una persona posee calibre o no, fijaos si es capaz de comprender las intenciones y las actitudes de Dios cuando le suceden cosas en la vida diaria, así como también la posición que debe tomar, los principios que debe seguir y la actitud que debe tener. Si eres capaz de entender todas esas cosas, entonces tienes calibre. Si lo que comprendes no tiene nada que ver con todo lo que Dios instrumenta para ti en tu vida real, entonces o no tienes calibre o el que tienes es escaso. ¿Cómo surgieron las estaturas reales de Pedro y de Job, y cómo llegaron, en última instancia, a ganar lo que ganaron y a cosechar lo que cosecharon de su fe en Dios? Ellos de ninguna manera disfrutaban de lo que vosotros disfrutáis hoy. Vosotros siempre tenéis con quién hablar sobre la verdad, tenéis quien os provea lo que necesitáis, quien os apoye y os ayude. Siempre hay alguien que puede ayudaros a verificar las cosas. Ellos no tenían nada de eso. La mayoría de las verdades que entendían las habían ganado a través de la experiencia, de la comprensión, de lo que habían ido descubriendo y atravesando en su vida cotidiana. Eso es lo que significa tener un calibre alto. Cuando las personas no tienen un calibre como ese ni una actitud de ese tipo frente a la verdad y a la salvación, no buscarán la verdad ni estarán atentos a practicar la verdad en todo. Como resultado, son incapaces de obtener la verdad. Después de escuchar las historias de Job y de Pedro, la mayoría de las personas sienten envidia. Sin embargo, tras envidiarlos durante un tiempo, no se toman el asunto en serio. Sienten que ellas también pueden decir las clásicas palabras de Job y Pedro cuando les suceden cosas y por eso creen que se trata de cosas simples. Al considerarlas ahora, no son cosas simples.

En el Nuevo Testamento, aparte de los cuatro Evangelios, las epístolas de Pablo son las que ocupan mayor espacio. Durante el mismo período, Pablo y Pedro probablemente hicieron más o menos el mismo trabajo, pero la reputación de Pablo fue mucho mayor que la de Pedro. ¿Qué podemos ver de esas dos situaciones? Podemos ver las sendas que tomaron esos dos hombres. Las generaciones subsiguientes adoptaron como lema muchas líneas de las epístolas de Pablo y todo el mundo ha usado sus dichos famosos para motivarse. Como resultado, todos terminaron en la senda incorrecta y muchos incluso terminaron tomando la senda de los anticristos. Pedro, por el contrario, pocas veces hacía de sí mismo un espectáculo público. Básicamente, no escribió libros, no presentó doctrinas profundas y enigmáticas, y no produjo eslóganes ni teorías grandilocuentes para enseñar y ayudar a los hermanos y hermanas de aquella época, y tampoco elaboró teorías elevadas para influir sobre las generaciones futuras. Solo buscaba amar y satisfacer a Dios de una manera práctica y sensata. Esa es la diferencia entre las sendas que ambos tomaron. Al final, Pablo tomó la senda de los anticristos y pereció, mientras que Pedro tomó la senda de la búsqueda de la verdad y el amor a Dios y fue perfeccionado. Teniendo en cuenta las sendas que ellos tomaron, puedes ver el tipo de persona que quiere Dios, el tipo de persona que no le agrada, las revelaciones y manifestaciones propias de las personas que a Él no le agradan, el tipo de senda por la que ellas caminan, la clase de relación que tienen con Dios y las cosas a las que están atentas. ¿Diríais que Pablo tenía calibre? ¿Cómo calificaríais el calibre de Pablo? (Era muy bueno). Habéis oído tantos sermones y aún no comprendéis. ¿Podría considerarse muy bueno el calibre de Pablo? (No, era escaso). ¿Por qué era escaso? (Porque no se conocía a sí mismo y no podía comprender las palabras de Dios). Porque no comprendía la verdad. Él también había oído los sermones del Señor Jesús y, durante el período en que trabajó, estaba, por supuesto, la obra del Espíritu Santo. Entonces ¿cómo es posible que, habiendo hecho todo ese trabajo, escrito todas esas epístolas y viajado a todas esas iglesias, haya seguido sin entender nada de la verdad y no haya predicado otra cosa que una doctrina? ¿Qué clase de calibre es ese? Un calibre escaso. Es más, Pablo persiguió al Señor Jesús y arrestó a Sus discípulos, tras lo cual el Señor Jesús lo derribó con una gran luz desde el cielo. ¿Cómo abordó Pablo ese gran acontecimiento que le sobrevino y cómo lo entendió? Su forma de entender fue diferente a la de Pedro. Pensó: “El Señor Jesús me derribó; he pecado, así que debo esforzarme más para resarcirme y, una vez que mis virtudes hayan equilibrado mis deméritos, seré recompensado”. ¿Acaso se conocía a sí mismo? No. No dijo: “Me opuse al Señor Jesús por culpa de mi naturaleza malévola, de mi naturaleza de anticristo. Me opuse al Señor Jesús: ¡no hay nada bueno en mí!”. ¿Acaso poseía ese conocimiento de sí mismo? (No). ¿Y cómo registró ese acontecimiento en sus epístolas? ¿Cuál fue su mirada al respecto? (Sintió que Dios lo había llamado para trabajar). Creyó que Dios lo había llamado al arrojar una luz enorme sobre él y que Él comenzaría a valerse de él en grande. Como no tenía ni un ápice de conocimiento de sí mismo, creyó que aquella era la prueba más poderosa de que iba a ser recompensado y coronado, y también que era el capital más importante que podría utilizar para ganar recompensas y una corona. Asimismo, en lo profundo de su ser, sentía que una espina lo pinchaba. ¿Qué era esa espina? Era una enfermedad que Dios le dio como castigo por su resistencia absurda al Señor Jesús. ¿Cómo lidió con ese asunto? Siempre tenía el corazón enfermo y pensaba: “Este fue el peor error de mi vida. No sé si Dios podrá perdonarlo. Por fortuna, el Señor Jesús salvó mi vida y me encomendó difundir el evangelio. Es una buena oportunidad para redimirme. Debo difundir el evangelio con todas mis fuerzas y quizás así no solo se me perdonen mis pecados, sino que también reciba una corona y recompensas. ¡Eso sería maravilloso!”. Sin embargo, nunca pudo deshacerse de aquella espina, que le causaba consternación en su interior. Siempre se sentía inquieto al respecto. “¿Cómo puedo compensar este error flagrante? ¿Cómo lo puedo contrarrestar para que no afecte mi futuro o el recibir la corona que espero recibir? Debo hacer más trabajo para el Señor, pagar un precio más alto, escribir más epístolas y pasar más tiempo de aquí para allá luchando contra Satanás y dando un hermoso testimonio”. Así fue como lidió con el asunto. ¿Tenía algún remordimiento? (No). No tenía el más mínimo remordimiento y mucho menos conocimiento de sí mismo. No tenía ninguna de esas cosas. Esto demuestra que había un problema con el calibre de Pablo y que él no tenía la capacidad de comprender la verdad. En parte por su humanidad y por lo que perseguía y en parte por su calibre, no podía entender esas cosas y tampoco caía en la cuenta de que: “El hombre ha sido corrompido muy profundamente por Satanás. La naturaleza del hombre está demasiado podrida, es demasiado perversa. La suya es la naturaleza de Satanás y de los anticristos. Eso forma parte de la raíz de la redención de la humanidad por parte de Dios. El hombre tiene la necesidad de ser redimido. Así que, ¿cómo debe presentarse ante Dios para aceptar Su redención?”. Nunca hablaba de ese modo. No entendía en absoluto por qué se había opuesto a Jesús y lo había condenado. Aunque admitía que era el principal culpable, no reflexionaba sobre el tema en lo más mínimo. Solo rumiaba de qué manera podía compensar por aquellos pecados tan graves, cómo podía expiarlos, cómo podía repararlos con obras meritorias para, finalmente, lograr obtener la corona y las recompensas que anticipaba. Sin importar lo que le pasara, no podía comprender la verdad o las intenciones de Dios a partir de las cosas que le sucedían. No entendía, ni por asomo, las intenciones de Dios. En lo que a comprender la verdad se refiere, Pablo era la peor persona, por eso podemos decir que su calibre era el peor.

¿Puede comprender la verdad una persona que tiene un calibre muy escaso? (No). ¿Puede ser salvada una persona que no comprende la verdad? (No). La gente que quiere alcanzar la salvación debe poseer suficiente calibre. Debe tener, al menos, un calibre promedio; no puede tener uno demasiado escaso. Debe alcanzar una comprensión de la verdad. Independientemente de hasta qué punto entienda la verdad debe, al menos, llegar a conocerse a sí misma en función de esa comprensión de la verdad y saber cómo practicarla. De esa manera podrán ser salvados. ¿Por qué digo que de esa manera pueden ser salvados? Porque cuando puedas relacionar las cosas con las que te encuentras en la vida cotidiana con la verdad y puedas verlas y tratarlas en función de las palabras de Dios, entonces serás capaz de aplicar las palabras de Dios a tu vida real y, sobre esos cimientos, podrás aceptar los juicios de las palabras de Dios, ser podado por ellas, y podrás aceptar las pruebas y el refinamiento de Sus palabras. De lo contrario, si no comprendes la verdad, ni siquiera estarás calificado para aceptar los juicios, las pruebas y los refinamientos de Sus palabras. Antes de aceptar el juicio y el castigo de Dios, debes, al menos, entender algunas verdades, tener una actitud sumisa hacia Él y haber cambiado en algunos aspectos. También debes saber qué actitud, mentalidad y perspectiva debes tener al tratar con los actos de Dios. Todas esas cosas involucran la verdad. No es cierto que usar eslóganes, ceremonias religiosas y preceptos sencillos para lidiar con estas cosas de manera indiferente tenga alguna relación con la verdad ni es cierto que el solo hecho de hacer algunas buenas obras implique practicar la verdad. No es tan sencillo. Con respecto a lo que conoces, lo que experimentas y lo que sucede a tu alrededor, tienes que saber, en tu corazón, los principios que debes respetar. Solo de esa manera te involucras con la verdad. Asimismo, tu forma de tratar las cosas que Dios te pide que hagas, la forma en que manejas la actitud de Dios hacia ti y Su manera de tratarte, y también la actitud y perspectiva que tú mismo adoptas, todo esto debe involucrar la verdad. Solo así podrás tener entrada en la vida. De lo contrario, Dios no podrá trabajar en ti. ¿Lo entendéis? (Lo entendemos). Mirad a esas personas, en las religiones, que respetan los preceptos, hablan sobre doctrinas y simulan ser buenas. Sus acciones se ven bien desde fuera, pero ¿por qué Dios nunca obra en ellas? Porque las cosas que hacen y todas sus buenas obras no involucran la verdad. Solo han cambiado su comportamiento, pero eso no implica un cambio en su carácter. Es porque no están a la altura de los requisitos y los estándares de Dios. Es como si un niño que recién ha terminado la escuela primaria quisiera pasar directamente a la universidad. ¿Es eso posible? De ninguna manera; no es posible porque no está calificado. Por eso, cuando se trata de la senda que toma la gente o de su humanidad y calibre, las personas deben cumplir, por lo menos, con las condiciones necesarias para su salvación. Específicamente, deben comprender la verdad, despojarse de sus actitudes corruptas y ser capaces de someterse realmente a Dios.

¿Cómo medimos el calibre de las personas? La forma apropiada de hacerlo es observando su actitud hacia la verdad y si pueden o no comprenderla. Hay personas que pueden aprender muy rápido algunas especializaciones, pero, cuando escuchan la verdad, se sienten confundidas y se adormecen. En su interior, se vuelven atolondradas, no les entra nada de lo que oyen ni entienden lo que están escuchando; eso es el calibre escaso. Algunas personas no están de acuerdo cuando les dices que tienen un calibre escaso. Piensan que tener una buena educación y ser cultos es lo mismo que tener buen calibre. ¿Acaso una buena educación demuestra un calibre alto? No. ¿Cómo se debe medir el calibre de una persona? En función del punto hasta el que comprendan las palabras de Dios y la verdad. Esa es la forma más certera de hacerlo. Hay personas que son elocuentes, espabiladas y tienen una habilidad especial para tratar con los demás, pero cuando escuchan sermones nunca pueden entender nada y cuando leen las palabras de Dios no las comprenden. Al hablar de su testimonio vivencial, siempre dicen palabras y doctrinas, y de este modo revelan que son novatos y dan a otros la sensación de que no tienen comprensión espiritual. Esas personas tienen un calibre escaso. Entonces, ¿son personas competentes para trabajar para la casa de Dios? (No). ¿Por qué? (No tienen los principios-verdad). Correcto. Eso es algo que deberíais entender a esta altura. Un sinónimo de trabajar para la casa de Dios es llevar a cabo el deber de uno. La acción de llevar a cabo el deber de uno involucra la verdad, la obra de Dios, los principios de conducta y las formas y métodos usados para tratar a las personas de todo tipo. Todos esos asuntos influyen en que una persona pueda cumplir o no sus deberes de manera efectiva y satisfactoria. Y esos asuntos relacionados con cumplir el deber de uno ¿involucran la verdad? Si la involucran, pero tú no comprendes la verdad y simplemente confías en tu insignificante ingenio, ¿podrás resolver problemas y llevar a cabo tu deber de manera adecuada? (No). No. Incluso si nada sale mal en ciertos casos, puede que esas cosas no tengan nada que ver con la verdad y que sean puras cuestiones externas. De cualquier manera, aun así es preciso que poseas principios al hacer cosas externas y que las manejes de una manera que todos consideren apropiada. Supón que te piden que te encargues de algo tú solo, de una manera conforme a los principios, y mientras lo estás haciendo surge una situación inesperada y no sabes cómo manejarla. Piensas que deberías proceder de acuerdo con tu experiencia, pero actuar exactamente sobre la base de lo que has aprendido de la experiencia no hace más que trastornar y perturbar lo que estás haciendo y lo arruinas. ¿No es eso un error? ¿Cuál es la causa de ese error? Que no tienes una comprensión pura, no entiendes la verdad y no comprendes los principios. En el momento en que te encuentras con asuntos que involucran la verdad y los principios, no eres capaz de encargarte de ellos y tu voluntad estalla. Como resultado, perjudicas la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios y te pones en vergüenza. ¿Es efectivo lidiar con los problemas a partir de la experiencia y los métodos humanos? (No). ¿Por qué? Porque la experiencia y los métodos humanos no son la verdad y el pueblo escogido de Dios no los aceptará. Si siempre lidias con los problemas basándote en la experiencia y los métodos humanos, ¿no significa que te crees más inteligente de lo que en realidad eres? ¿No es una actitud arrogante y sentenciosa? Hay quienes incluso argumentan: “No es que no entienda la verdad sobre el asunto; en mi interior, la entiendo. Es solo que no he reflexionado en ello lo suficiente. Si hago un mayor esfuerzo y considero el asunto con más detenimiento, puedo manejarlo bien. En el pasado, al interactuar y ocuparme de cuestiones con personas no creyentes, debía usar ciertos métodos y medios. Pero la casa de Dios no permite esos enfoques, así que no supe qué hacer. Lo manejé a mi manera, por lo que no es una sorpresa que haya cometido un pequeño error”. ¿Se conocen a sí mismas esas personas? (No). ¿Por qué no se conocen? ¿No tiene algo que ver con la verdad? Ellas no buscan la verdad en este asunto, sino que inventan formas de tapar su error. Piensan que solo se han equivocado y han sido negligentes en términos de comportamiento. No creen que ese error involucre la verdad o que haya surgido por su falta de comprensión de ella y por el hecho de que actuaron a partir de sus actitudes corruptas. Eso es lo que significa tener un calibre escaso. Cuando las cosas suceden, estas personas están siempre buscando razones y excusas. Creen que, simplemente, han cometido un error. En un primer momento, no saben que deben buscar la verdad. En un segundo momento, siguen sin saber que deben buscar la verdad. En un tercer momento, siguen sin saber que deben buscar la verdad y conocerse a ellos mismos. Eso es lo que significa tener un calibre muy escaso. Sin importar cómo los guíes, los dejes en evidencia y compartas con ellos, seguirán sin darse cuenta de qué principios-verdad han vulnerado y qué verdades deberían poner en práctica. No importa de qué manera los guíes, nunca serán conscientes de esas cosas. Carecen de la más mínima capacidad para comprender la verdad. Eso es lo que significa tener un calibre escaso. No importa con cuánta claridad les hables de la verdad, no se percatarán de que se trata de la verdad. Usarán sus propias razones y excusas o dirán que fue solo una equivocación o un error, con el objetivo de esconder los hechos. No admitirán ni por asomo que han vulnerado la verdad o revelado sus actitudes corruptas. No importa qué errores hayan cometido, qué actitudes corruptas hayan revelado o cuántos estados corruptos hayan mostrado, nunca se darán cuenta de cuáles son realmente esas actitudes corruptas que revelaron y mucho menos de cuál es su esencia corrupta. Tampoco saben cómo buscar la verdad o conocerse a ellos mismos en ese asunto. Lo desconocen por completo. Están adormecidos espiritualmente y no tienen el más mínimo sentimiento hacia estas cosas. Esa es una manifestación de calibre escaso.

Pongamos algunos ejemplos para hablar un poco sobre cómo se mide el calibre de una persona. He dicho, por ejemplo, que hay personas que procrastinan y hacen las cosas de manera superficial. Al oír eso, las personas de buen calibre se darán cuenta enseguida de que ellas también experimentan ese estado y que a menudo viven un estado y una actitud así cuando no se sienten bien físicamente o cuando se sienten negativas o perezosas. Además, vendrán a su mente algunas imágenes de momentos en los que procrastinaron o hicieron ciertas tareas de manera superficial. Se compararán a ellas mismas con las palabras de Dios y admitirán que lo que Dios pone al descubierto es la realidad de la corrupción humana y que eso se relaciona con las actitudes corruptas del hombre. También admitirán que las palabras de Dios son la verdad y las comprenderán de una manera pura, sin malentendidos y sin sus propias nociones. Eso es lo que significa tener buen calibre. Al oír esas palabras, su primera reacción será compararse con ellas. Entonces, ellas se darán cuenta de que también experimentan ese estado y relacionarán dichas palabras de Dios con sus propios estados y vidas cotidianas. Luego reflexionarán sobre sí mismas, examinarán ese estado propio y aceptarán que las palabras de Dios son la verdad. Así reaccionan las personas de buen calibre cuando escuchan las palabras de Dios. En el caso de las personas de calibre promedio, no puedes simplemente decir “procrastinar” y “superficial”. Debes señalar sus problemas directamente poniendo al descubierto cómo se manifiestan y combinando esto con las cosas que hacen, diciendo: “A menudo estás atolondrado y no te tomas las cosas en serio. Al hacer tu deber de esa manera estás siendo superficial. ¿Cómo puedes no darte cuenta? ¿Cuántas veces te lo he dicho? Eso se llama ser superficial y procrastinar”. Señálales sus problemas de esta manera. Después de escucharte, reflexionarán sobre cómo han procrastinado y hecho las cosas de manera superficial. Tras reflexionar de verdad y llegar a entender esto, admitirán sus errores y podrán corregirlos. Sin embargo, lo que reconocerán es algo fijo, un estado fijo. Solo pueden aceptar y admitir lo que les dices si está de acuerdo con sus propias figuraciones. A eso llamamos un calibre promedio. Trabajar en personas con calibre promedio requiere de esfuerzo y solo se las puede convencer completamente cuando se les habla desde los hechos. ¿Cuál es el estado de las personas que poseen un calibre escaso? ¿Cómo se las debería abordar? Las personas de calibre escaso son ingenuas y les falta un golpe de horno. No logran ver a través de ninguna de las situaciones que enfrentan y no buscan la verdad. Si no se les dicen las cosas de una manera clara y directa, no las pueden descifrar por su cuenta. Por eso, al hablar con personas de calibre escaso, debes ser más claro y directo y también debes dar ejemplos. Debes hablar desde los hechos y repetir las cosas una y otra vez. Es la única forma de que tus palabras surtan algún efecto. Así debes hablar: “¡Estás procrastinando y haciendo las cosas de manera superficial al llevar a cabo tu deber de esta manera!”. ¿Cuál será su primera reacción? “¿Yo? ¿Yo he procrastinado? Ni bien me levanto por la mañana comienzo a pensar en cosas relacionadas con mi deber y las hago primero. Cuando salgo, también pienso en cómo hacer bien esas cosas. No procrastino ni actúo de manera superficial. ¡Dedico mucho esfuerzo a esos asuntos!”. Su primera reacción será negar lo que has dicho. No tienen consciencia y, en esencia, no se dan cuenta de que están procrastinando y llevando a cabo sus deberes de manera superficial. Entonces tendrás que explicarles cuáles son las manifestaciones de la procrastinación y de actuar de forma superficial, y deberás hablarles de una manera que realmente los convenza, para que luego acepten tus palabras. No les resulta sencillo admitir que no han hecho algo bien o que han cometido errores en asuntos externos. Los asuntos que involucran la verdad, los principios de práctica o el carácter de Dios son mucho más complicados para la gente de calibre escaso. No entenderán nada de lo que dices y, cuanto más hables, más confundidos e ignorantes se sentirán, y no querrán seguir escuchando. Estas son las personas de calibre extremadamente escaso; esa es una manifestación de su incapacidad para alcanzar la verdad. En el caso de las personas de calibre escaso, no importa cómo hables sobre la verdad, pues no sirve de nada. No importa cuánto intentes hablarles, no pueden entender. Como máximo, podrán entender algunas doctrinas y preceptos. Por lo tanto, no es necesario hablar sobre la verdad en gran detalle con esas personas cuyo calibre es extremadamente escaso. Simplemente diles, de manera sencilla, lo que tienen que hacer; si pueden ceñirse a eso, estará bastante bien. Las personas con un calibre extremadamente escaso carecen por completo de capacidad de comprensión, al punto en que jamás serán capaces de entender la verdad, y desde luego que no se puede esperar que alcancen un nivel en el que actúen de acuerdo con los principios. Si algo sucede justo frente a sus narices y tú se lo explicas a estas personas con lujo de detalles, seguirán sin ser capaces de vincularlo con ellas mismas. A eso llamamos un calibre escaso. Cuando se trata, por ejemplo, de mentir, veamos cómo reacciona la gente de buen calibre. Cuando escuchan a otros hablar sobre cómo manejaron y solucionaron los estados de mentira y engaño, hablando sobre su propio estado de mentira y dando ejemplos, las personas de buen calibre reflexionarán sobre sí mismas y compararán lo que oyen con sus propios estados. Después, serán capaces de reconocer situaciones en las que han mentido y las intenciones que tenían al actuar de esa manera. Tomando como referencia revelaciones de su vida cotidiana y por medio del examen de sus intenciones, motivos y pensamientos, las personas de buen calibre podrán descubrir cuáles de sus palabras eran mentiras y cuáles contenían engaño. Al oír los testimonios vivenciales de otras personas, pueden beneficiarse y ganar algo. Incluso si hablas solo de unos pocos principios, ellas entenderán y aprenderán a aplicarlos. Luego tomarán esas palabras como principios-verdad, convirtiéndolas en su propia realidad y, poco a poco, se cambiarán a sí mismas. Cuando una persona de calibre promedio escucha los testimonios vivenciales de otras personas, puede ver cómo casos evidentes se relacionan con ellos mismos, pero no podrán relacionar con ellos mismos las cosas menos evidentes o aquellas que están en el fondo del corazón de esas personas y que no se han expresado en palabras. Además, su comprensión de los principios-verdad es un poco más superficial, como las doctrinas, y su nivel de comprensión es mucho más bajo que el de la gente de buen calibre. Cuando las personas de calibre escaso, por su parte, escuchan los testimonios de otros, no importa cuán cuidadosamente esos otros diseccionen qué cosas son mentiras y palabras vacías y cuáles son estados falsos: no podrán relacionarlos con ellas mismas ni serán capaces de hacer una autorreflexión ni de llegar a conocerse. Esas personas no solo no logran reconocer sus propios estados de mentira y engaño, sino que hasta se consideran gente muy honesta que no puede decir mentiras. Incluso si otros les mienten y las engañan, no pueden discernirlo y son fácilmente embaucadas. Mucho menos pueden entender los principios-verdad que otros comparten; no tienen ni la más remota capacidad de comprensión. Esa es una manifestación de calibre escaso.

De los tres tipos de personas que acabamos de mencionar según su calibre, ¿cuál puede lograr un cambio de carácter? ¿Qué tipo de persona puede entrar en la realidad-verdad? (La gente de buen calibre). La gente de buen calibre puede entrar en la realidad-verdad de una forma un poco más rápida y profunda. La gente de calibre promedio entra de manera más lenta y superficial. La gente de calibre escaso directamente no puede entrar. Esa es la diferencia. ¿Puedes ver cómo esas personas se diferencian unas de otras? (Sí). ¿Cuáles son sus diferencias? Las diferencias residen en su calibre y en su actitud hacia la verdad. Las personas que aman la verdad y tienen buen calibre entran en la realidad-verdad rápidamente y pueden ganar la vida. Aquellas de calibre promedio son obstinadas y están adormecidas. Su entrada en la verdad es lenta, así como también su progreso en la vida. Las personas de calibre escaso no solo son ingenuas y arrogantes, sino también tontas y de rostro vacío y apagado; tienen el espíritu adormecido y son lentas para reaccionar y para comprender la verdad. Esas personas carecen de vida porque no entienden la verdad y no hacen nada más que hablar sobre doctrinas, gritar eslóganes y seguir los preceptos. Dado que no comprenden la verdad, no pueden entrar en la realidad-verdad. ¿Hay vida en aquellos que no pueden entrar en la realidad-verdad? Carecen de vida. Cuando les suceden cosas a las personas que no tienen vida, estas siguen su propia voluntad y actúan sin pensar, a veces toman un desvío para un lado y a veces para otro sin una senda de práctica precisa y siempre con una sensación de duda y desamparo. Verlas da lástima. A lo largo de los años, he oído constantemente a personas decir que no saben qué hacer cuando les suceden cosas. ¿Cómo puede ser así después de haber escuchado tantos sermones? Su expresión demuestra que de verdad están perdidas. Tienen el rostro vacío y apagado. Algunas dicen: “¿Cómo pueden decir que estoy adormecido? Soy muy sensible a todo lo que está de moda en el mundo. Sé usar todo tipo de computadoras, teléfonos móviles y consolas de videojuegos. Vosotros sois unos tontos que no sabéis usarlos. ¿Cómo puede ser que tengáis un calibre tan escaso?”. Pero esa pizca de ingenio es solo una habilidad, un poco de astucia; no cuenta como calibre. Si les pides que escuchen un sermón o que hablen sobre la verdad, quedan en evidencia: por dentro, están terriblemente adormecidas. ¿Cuán adormecidas? Llevan años creyendo en Dios, pero aún no están seguras de si serán salvadas y no pueden calcularlo, y tampoco tienen claro el tipo de persona que son. Si les preguntas qué piensan de su calibre, dirán: “Es un poco más bajo que el calibre bueno, pero mucho mejor que el calibre promedio”. Eso demuestra lo escaso que es su calibre. ¿No es esto un poco tonto? Las personas con un calibre realmente escaso revelan esa clase de estupidez. Si algo, sin importar qué sea, involucra la verdad o los principios, no lo entenderán para nada y no podrán estar a la altura. Eso es lo que significa tener un calibre escaso.

Ahora que hemos hablado sobre estas cosas, ¿seríais capaces de medir qué es el calibre bueno y qué es el calibre escaso? Si podéis entenderlo y veis con claridad vuestro propio calibre y vuestra esencia-naturaleza, eso os ayudará a conoceros a vosotros mismos. Una vez que tengáis una idea clara de vuestro lugar, tendréis un poco de razón y conoceréis vuestra propia talla. No tenderéis a volveros arrogantes y os sentiréis más resueltos y tranquilos cuando estéis cumpliendo vuestro deber. Ya no tendréis expectativas tan altas y podréis ocuparos del trabajo que os concierne. Que las personas no se conozcan a ellas mismas genera muchos problemas. ¿Qué tipo de problemas? Incluso si su calibre es claramente promedio, siempre piensan que tienen buen calibre, mejor que el de otros. Siempre tienen algún impulso en su corazón y quieren servir como líderes y guiar a otros. Si siempre tienen ese tipo de cosas en su interior, ¿eso afectará el desempeño de sus deberes? Esas cosas las perturban constantemente, su corazón no está tranquilo y no pueden calmarse. No solo no pueden llevar a cabo sus deberes adecuadamente, sino que también hacen algunas cosas tontas y vergonzosas, y algunas cosas sin razón que Dios detesta. Tienen problemas así de serios. ¿Está bien si continúan sin resolverlos? Claro que no, esas personas deben buscar la verdad para resolverlos. Primero que nada, deben orar a Dios y reflexionar sobre por qué tienen esos pensamientos, por qué son tan ambiciosas y de dónde vienen esas cosas. Si solo las consideran de una forma simple, ¿serán capaces de penetrar hasta la esencia de los problemas? Por supuesto que no. Deben orar a Dios y leer Sus palabras para hallar la raíz de los problemas, solo así les resultará sencillo resolverlos. Sus ambiciones y deseos solo podrán ser erradicados cuando hayan resuelto sus actitudes corruptas. De esa manera, podrán cumplir sus deberes de una forma sensata y ser mucho más diligentes; ya no se andarán pavoneando tanto ni se creerán mejores que todo el resto o actuarán con tanta arrogancia y no se sentirán diferentes a los demás. Esas actitudes corruptas ya no las molestarán y se volverán mucho más maduras. Como mínimo, poseerán una decencia santa digna y recta. Solo de esa manera podrán estar seguros de vivir ante Dios. Cuando las personas creen en Dios y vienen a Su casa, deben tener, al menos, consciencia y razón para poder aceptar la verdad. Si son como los no creyentes, como animales salvajes indómitos, no podrán presentarse ante Dios. Algunas personas dicen: “¿Qué tiene de difícil presentarse ante Dios? Yo lo hago a menudo”. Presentarse ante Dios no es algo simple. Debes tener una actitud correcta y un corazón entregado a Él para que te acepte. Si las personas que son como bestias se presentan ante Dios, Él sin duda las odiará y las aborrecerá. Por eso, presentarse ante Dios no es algo que se pueda conseguir por el mero deseo de una persona; no es que Dios vaya a reconocer el que te hayas presentado ante Él sólo porque tú así lo deseas. El derecho a decidir sobre eso está en las manos de Dios. Solo te habrás presentado ante Dios cuando Él te reconozca. Solo cuando tienes las intenciones correctas, buscas la verdad y oras a Dios con frecuencia puedes recibir el esclarecimiento del Espíritu Santo. Solo entonces te has presentado realmente ante Dios. Si Dios dice que eres un plebeyo ignorante, un animal salvaje indómito, ¿te prestará atención? (No). Dios te ignorará, te dará solo cosas superficiales como algo de gracia y unas pocas bendiciones. En sentido estricto, no podrás acercarte verdaderamente a Dios ni presentarte ante Él en absoluto. Así que, antes de que Dios te reconozca como Su seguidor, debes realizar algunos cambios hasta alcanzar el punto en el que Él te reconozca como un miembro de Su casa. Solo entonces comenzará a probar tu deber y cada una de tus palabras y de tus obras, cada pensamiento e idea; solo entonces comenzará a trabajar en ti. Antes de traspasar la puerta de la casa de Dios, algunos de los comportamientos y las manifestaciones de la gente, de las revelaciones de su humanidad, de sus prácticas, pensamientos e ideas y de sus actitudes hacia Dios le resultan a Él detestables y repulsivas. ¿Tomará Él la mano de las personas a las que considera detestables y repulsivas, y las guiará para cruzar la puerta de Su casa? (No). ¿Entonces por qué algunas de esas personas se sienten tan complacidas y felices? ¿De dónde viene ese sentimiento? De la simulación. ¿No es eso un poco irracional? (Sí). Ciertamente Dios —el Creador— tiene estándares para elegir a Sus seguidores. No es suficiente con que las personas crean. A Dios le agrada la gente honesta y bendice a los que se esfuerzan por Él de forma genuina. Usa a quienes pueden exaltarlo y dar testimonio de Él. Los estándares de Dios con respecto a las personas son diferentes de los del hombre. Cuando eliges un amigo con quien relacionarte, debes considerar su talante, si se adapta a tus gustos, el tipo de personalidad que tiene, si tiene algún pasatiempo en común contigo y su apariencia. Hasta tú tienes estándares a la hora de elegir a la gente, ¿y Dios, entonces? Algunas personas dicen: “¿Qué estándar usa Dios para seleccionar a las personas? ¿Es tan difícil acercarse a Él? ¿Es tan difícil que la gente se presente ante Dios y cruce la puerta de Su casa?”. En realidad, no es difícil; la vara no está alta, pero hay estándares. Primero, las personas deben tener, al menos, una actitud devota y saber cuál es su lugar. Además, deben acercarse a Dios con un corazón honesto y puro. También se deben comportar con una decencia santa en todo lo que hacen y dicen y, como mínimo, deben tener en su haber algunas buenas palabras y obras, modales y educación. Si ni siquiera cumples con esas condiciones básicas, honestamente, Dios no te prestará ningún tipo de atención. ¿Sabes qué es lo que pasa? Cuando se trata de algunas personas que creen en Dios, mira lo que hacen, lo que manifiestan y lo que revelan. ¿Por qué le resultan tan desagradables y detestables a Dios? Es porque esas personas no tienen humanidad, consciencia ni razón, y tampoco la más básica y fundamental decencia santa. Ese tipo de personas quieren que Dios las lleve de la mano a cruzar la puerta de Su casa, pero eso es imposible. Solo un tonto difundiría el evangelio a personas así que carecen de humanidad. Algunas personas se maquillan mucho y usan ropa provocativa en su vida cotidiana, vistiéndose de una manera mucho más seductora que las bailarinas que viven entre los no creyentes. En su vida privada y en su conducta, no puedes ver en qué se diferencian de los no creyentes. Cuando están entre los hermanos y hermanas claramente se ven como no creyentes e incrédulas. Esas personas pueden parecer creyentes verdaderos por fuera; pueden haber renunciado a cosas, pueden ser capaces de llevar a cabo sus deberes y algunas de ellas pueden no retroceder cuando se enfrentan a persecuciones y tribulaciones, pero ¿pueden aceptar la verdad? ¿Pueden aceptar el juicio y el castigo de Dios? Tomando como referencia las cosas que viven, ¿son gente digna y recta? ¿Son personas honestas? ¿Son personas que aman la verdad? ¿Son personas que se entregan por Dios sinceramente? ¿Quiere Dios personas así? Por supuesto que no. Esos son no creyentes que se han metido a hurtadillas en la casa de Dios. Están afuera de la puerta de Su casa y aún no han entrado. Las cosas que hacen por la casa de Dios constituyen una ayuda y un esfuerzo; son amigos de la iglesia, pero no forman parte de la casa de Dios. Dios no quiere no creyentes ni animales salvajes. También existen algunas personas que, a partir de sus muchos años de creer en Dios, de la pizca de capital que poseen y de los deberes importantes que han llevado a cabo en el pasado, se dan aires en la casa de Dios, queriendo controlar a la iglesia y tener toda la autoridad. Las actitudes de esas personas hacia Dios y la verdad le resultan detestables a Él. Por su esencia y por las cosas que tienen en el fondo del corazón es que Dios no las reconoce como miembros de Su casa. Pero si no las reconoce como tales, ¿por qué les permite trabajar en ella? Dios les permite ayudar o hacer trabajos temporales. En ese proceso de ayudar y hacer trabajos temporales, si realmente tienen consciencia y razón, si saben escuchar, someterse y aceptar la verdad y si tienen decencia santa y un corazón algo temeroso de Dios y hacen las cosas con sinceridad desde el corazón; si pasan esas pruebas, Dios las conducirá hacia Su casa y se convertirán en miembros de la casa de Dios. En ese momento, el trabajo que hagan y lo que Dios les encomiende se convertirán en sus deberes. Lo que las personas hacen puertas afuera de la casa de Dios no es cumplir con un deber, sino ayudar y trabajar para ella; esas personas son contribuyentes de mano de obra.

Ahora, ¿podéis determinar si sois miembros de la casa de Dios? Si te guías por la cantidad de tiempo que llevas creyendo en Él, deberías serlo, pero ¿es ese un método preciso para determinarlo? (No). ¿En qué deberías basarte para hacerlo? En si tienes o no alguna reacción interna cuando oyes la verdad, si te sientes culpable, regañado y disciplinado en lo profundo de tu corazón cuando la vulneras o cuando te opones a Dios y te rebelas contra Él. Para algunas personas, la disciplina viene en forma de llagas en la boca después de decir palabras sentenciosas; a otras, que actúan de manera superficial y no se toman las cosas en serio, Dios las somete a enfermedades. Si, cuando se mencionan estas cuestiones, esas personas sienten remordimientos en lo profundo de su ser y son capaces de arrepentirse —si muestran esas manifestaciones—, entonces son miembros de la casa de Dios. Dios las trata como a miembros de Su casa, de Su propia familia. Él las reprende, las disciplina, las regaña y las poda; en eso consiste ser un miembro de la casa de Dios. Cuando tu actitud hacia Dios cambia y eres capaz de arrepentirte, Él también cambia Su actitud hacia ti. Cuando has entrado en la vida y ha habido algunos cambios en tu mirada sobre las cosas y en la dirección de tu vida, y la fe y el temor de Dios que albergas en el fondo de tu corazón han crecido y se han transformado poco a poco, es que te has vuelto parte de la casa de Dios. Algunas personas llevan muchos años creyendo en Dios, pero no han hecho demasiado para el beneficio de Su casa. De hecho, han realizado bastantes cosas malas. Han mentido y engañado, han obrado de manera superficial, han actuado de manera arbitraria y unilateral, han robado ofrendas, sembrado la discordia, causado perturbaciones y trastornos, y han arruinado la obra de la iglesia. Han cometido muchas transgresiones, pero nunca se lo han reprochado a sí mismos; su corazón no siente remordimiento y no tienen ni el más mínimo sentido de la culpa. Esas son las personas que se quedan fuera de la puerta de la casa de Dios. La gente de ese tipo siempre vive fuera de la casa de Dios. No sigue principios en lo que hace y no está interesada en las palabras de Dios o en la verdad. Se centra solamente en realizar tareas, ir de un lado a otro, esforzándose, haciendo de sí misma un gran espectáculo y acumulando capital personal. Estas personas actúan de manera superficial cuando se trata de la obra de la iglesia y sus deberes; mienten y engañan a Dios y hasta desorientan y controlan a los hermanos y hermanas. No se sienten ni un poco regañadas ni tienen remordimiento y tampoco sienten la disciplina de Dios. Esa gente no es miembro de la casa de Dios. Por fuera, ese tipo de personas muestran mucho entusiasmo por ir de aquí a allá y por esforzarse; tienen mucha fe y están dispuestas a entregarse. Parecen amar a Dios y amar realmente la verdad y querer practicarla. Sin embargo, tan pronto escuchan los sermones se quedan adormecidas, no pueden estar sentadas sin moverse y se sienten ahuyentadas. En su interior, piensan: “¿Acaso hablar de estas cosas no es solo señalar los estados de las personas, decirles que deben conocerse a sí mismas y luego hacer que entiendan un poco de la verdad y, finalmente, que logren la sumisión? Yo ya entiendo todo eso, así que ¿por qué deben compartirlo de nuevo?”. Esas personas de ningún modo aman la verdad y, así y todo, no se lo reprochan a sí mismas ni reciben disciplina, como si directamente no tuviesen corazón. Todas ellas están fuera de la casa de Dios. Son no creyentes. Desde el momento mismo en que aceptaron la obra de Dios hasta hoy, jamás han reconocido realmente que son seres creados y que Dios es su Creador. No aceptan la verdad en lo más mínimo y no cumplen sus deberes voluntariamente. Sin embargo, como tienen una pizca de inteligencia sagaz y algo de entusiasmo además de ambición, se concentran en correr por todas partes trabajando para ganar la admiración de la gente, todo con el objetivo de forjarse un lugar en la casa de Dios. Piensan: “Haciendo estas tareas y correteando de esta manera he ganado prestigio y credibilidad en varios sitios. He asegurado mi lugar en la iglesia y, donde sea que voy, los hermanos y hermanas me respetan. Tener esta reputación entre ellos es suficiente; eso significa que tengo vida. En cuanto a cómo la define Dios, no es necesario ser tan meticulosos”. ¿Qué clase de personas son estas? En sentido estricto, son incrédulos. ¿Sobre qué base se puede decir esto? La base es su actitud hacia la verdad y hacia Dios. Ellos jamás se arrepintieron, nunca llegaron a conocerse a ellos mismos ni supieron lo que es someterse a Dios. En vez de eso, hacen lo que quieren, involucrándose en gestiones personales bajo el pretexto de llevar a cabo sus deberes y satisfaciendo sus propios deseos y preferencias. Han creído en Dios durante muchos años y escuchado muchos sermones, pero no tienen idea de la verdad y tampoco de que creer en Dios implica que uno la practique. Después de haber escuchado tantos sermones, aún no han entendido de qué se trata realmente el camino. Desde lo profundo de su corazón, no sienten que el hombre sea sumamente corrupto y necesite de la salvación de Dios. Tampoco tienen un deseo genuino y un anhelo de la verdad y de Dios en lo más íntimo de su ser. ¿No es eso un problema? (Sí). Es un gran problema. Para ellos, Dios, la verdad y la salvación no son más que retórica, simplemente un tipo de argumento o eslogan. Eso es muy problemático.

¿Cuál os parece la diferencia más obvia entre Pablo y Pedro? Pablo trabajó durante muchos años, viajando, esforzándose, contribuyendo y soportando mucho sufrimiento, pero la senda que tomó no involucraba la verdad, ni la sumisión a Dios, ni un cambio de carácter, y desde luego que no involucraba ser salvado. Por lo tanto, no importa cuán buena sea su reputación ni cuánto hayan influido sus escritos en las generaciones siguientes: él no era alguien que amara de verdad al Señor Jesús. No tenía una comprensión genuina de Él, no lo reconocía como el único Dios verdadero, sino que solo admitía que era el Hijo de Dios, una persona común. Como resultado, no se sometía al Señor Jesús de verdad, solo hacía todo lo que podía para difundir el evangelio y convertir a las personas, fundar iglesias y pastorearlas personalmente con la esperanza de ganar la aprobación de Dios; pero Él escrutó su corazón y no lo aprobó. Pedro, por el contrario, actuaba discretamente y su corazón siempre estaba lleno con las cosas que el Señor Jesús le había dicho. Buscaba amar y entender a Dios conforme a los requisitos del Señor Jesús. En ese tiempo, había aceptado que Dios lo regañara, lo podara e incluso lo amonestara. ¿Qué palabras usó Dios para amonestarlo? (“¡Quítate de delante de mí, Satanás!” [Mateo 16:23]). Correcto: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”. Dios dijo esas palabras, pero ellas no determinaron el desenlace de Pedro, fueron solo una amonestación. ¿Dios amonestó a Pablo durante su obra? (No). En un sentido, teniendo en cuenta los elementos subjetivos, Dios no lo amonestó. En otro sentido, desde la perspectiva de los elementos objetivos, Pablo no aceptaba la verdad ni la buscaba, así como tampoco buscaba en absoluto el camino de la salvación, por lo que no podía recibir o experimentar esas cosas. La obra que Dios hizo en él fue para usar su servicio: si Pablo podía ser mano de obra hasta el final sin cometer grandes males, podría continuar como contribuyente de mano de obra; sin embargo, si cometía alguna gran maldad, el resultado sería otro. Esa es la diferencia. Pedro, por otro lado, recibió mucha disciplina, reprensión y amonestación de parte de Dios. Desde afuera, parecería que Pedro no estaba de acuerdo con las intenciones de Dios y por eso Él estaba disconforme, pero desde la perspectiva de las intenciones de Dios, así era exactamente la persona que Él quería y que le agradaba. Por eso es que constantemente lo reprendía y lo podaba, para que creciera poco a poco, entrara en la verdad y llegara a entender las intenciones de Dios para, finalmente, lograr la sumisión y el cambio verdaderos. Ese era el amor de Dios y Su salvación.

Ahora, ¿está claro en vuestro corazón si sois miembros de la casa de Dios? ¿Habéis entrado realmente en ella? En función de lo que acabo de compartir, ¿podéis determinarlo? ¿Podéis estar seguros de que habéis atravesado la puerta de la casa de Dios y de que sois miembros de ella? (Estamos seguros). Es bueno que podáis estarlo. Eso demuestra que vuestra fe en Dios ya tiene una base y que os habéis afianzado en la casa de Dios. Aquellos que no tienen una base están fuera de Su casa y Dios no los reconoce. ¿Qué pasa si das testimonio por Dios y les dices a otros que eres Su seguidor y un miembro de la Iglesia de Dios Todopoderoso, pero Él dice que no te conoce? Eso sería un problema, ¿no es así? ¿Sería una bendición o una maldición para la gente? No es una buena señal. Por eso, si quieres ganar la aprobación de Dios y decir que eres un verdadero creyente, debes hacer algunas cosas que beneficien a la obra de la casa de Dios, preparar buenas obras, dirigir tu corazón hacia Él y tener un corazón que honre Su grandeza. Solo entonces Él te reconocerá. Primero, debes corregir los errores en tu punto de vista, en tus actitudes y prácticas con respecto a Dios y a la verdad, así como también la senda incorrecta que has tomado. Esas cosas se deben corregir. Esa es la base. Después, debes aceptar todas las verdades que Dios expresa y cumplir tus deberes como Él pide. Una vez que logres esas cosas, Él estará satisfecho y te reconocerá como Su seguidor. Segundo, debes dejar, poco a poco, que Dios te reconozca como un verdadero ser creado, uno que da la talla. Si todavía estás afuera de la casa de Dios y Él aún no te ha reconocido como miembro de esta, pero dices que quieres ser salvado, ¿no es solo el sueño de un tonto? Ahora vosotros habéis experimentado un poco de reprensión y disciplina, y tenéis la gracia y la bendición de Dios, y vuestra fe en Él tiene una base. Eso es algo bueno. El próximo paso es ser capaces de obtener entrada en la vida a partir del entendimiento de la verdad, convertir esas verdades en vuestra propia vida y vivirlas, aplicarlas al llevar a cabo vuestro deber y en todas las cosas que Dios os ha encomendado. Entonces tendréis esperanza de salvación. La mayoría de vosotros no tenéis un calibre escaso, podríais ser considerados de calibre promedio. Hay esperanzas de salvación para vosotros, aunque todos tenéis ciertas limitaciones y defectos en vuestra humanidad. Algunos sois perezosos, algunos alardeáis, algunos sois arrogantes y otros algo sosos, adormecidos e intransigentes. Esas son cuestiones de carácter. Para algunos problemas de humanidad y carácter debéis buscar la verdad por medio de la experiencia, reflexionar sobre vosotros mismos y aceptar ser podados para poder hacer cambios progresivos y alcanzar experiencia y profundidad en vuestra comprensión y entendimiento de la verdad. De esa manera, poco a poco creceréis en la vida. Si uno tiene vida, hay esperanza. Sin vida, no la hay. ¿Poseéis vida en este momento? ¿Tenéis entendimiento y experiencia de la verdad en vuestro corazón? ¿Cuánto y hasta qué punto os sometéis a Dios? Debéis tener esas cosas claras en vuestro interior. Si no estáis claros sino atolondrados, os será difícil crecer en la vida.

En la iglesia hay quienes piensan que esforzarse mucho o hacer algunas cosas arriesgadas significa que han acumulado méritos. De hecho, teniendo en cuenta sus actos estas personas son ciertamente dignas de elogio, pero su carácter y su actitud hacia la verdad son abominables y repugnantes. No aman la verdad, sino que sienten aversión por ella. Esto por sí solo los hace individuos abominables. Esas personas son despreciables. Cuando Dios ve que la gente tiene un calibre escaso, ciertos defectos y un carácter corrupto o una esencia que se opone a Él, no siente rechazo ni la mantiene lejos de Él. Esa no es la intención de Dios ni Su actitud hacia el hombre. Dios no aborrece el calibre escaso de la gente, su necedad ni que tenga un carácter corrupto. ¿Qué es lo que más aborrece Dios en la gente? Que sienta aversión por la verdad. Si sientes aversión por la verdad, solamente por eso, Dios nunca se deleitará en ti. Esto es inamovible. Si sientes aversión por la verdad, si no la amas, si tu actitud hacia ella es ser indiferente, despectivo, arrogante, o incluso de repulsa, resistencia y rechazo… Si te comportas de este modo, Dios sentirá una repulsión total hacia ti y estás acabado, sin posibilidad de salvarte. Si realmente amas la verdad en tu corazón, pero tienes un calibre un tanto escaso y careces de perspicacia, además de ser un poco necio; si a menudo cometes errores, pero no tienes la intención de hacer el mal, y simplemente has hecho algunas tonterías; si estás dispuesto a escuchar de corazón la enseñanza de Dios sobre la verdad, y anhelas sinceramente la verdad; si la actitud que adoptas en tu trato con la verdad y las palabras de Dios es de sinceridad y anhelo, y puedes atesorar y apreciar las palabras de Dios, con eso basta. A Dios le gustan esas personas. Aunque a veces seas un poco necio, a Dios le sigues gustando. Dios ama tu corazón, que anhela la verdad, y ama tu actitud sincera hacia la verdad. Por lo tanto, Dios tiene misericordia de ti y siempre te concede gracia. Él no tiene en cuenta tu calibre escaso ni tu necedad, ni tampoco tus transgresiones. Como tu actitud hacia la verdad es sincera y entusiasta y tu corazón es sincero, entonces, teniendo en cuenta la sinceridad de tu corazón y esta actitud tuya, Él siempre será misericordioso contigo, y el Espíritu Santo obrará en ti y tendrás esperanzas de salvación. Por el contrario, si eres intransigente de corazón y autocomplaciente, si sientes aversión por la verdad, nunca estás atento a las palabras de Dios ni a todo lo que implica la verdad y eres hostil y desdeñoso desde el fondo de tu corazón, ¿cuál es la actitud de Dios hacia ti? De aborrecimiento, repugnancia y constante ira. ¿Qué dos características evidencia el carácter justo de Dios? Abundante misericordia y profunda ira. En “abundante misericordia”, “abundante” significa que la misericordia de Dios es tolerante, paciente, indulgente y el máximo amor, eso significa “abundante”. Dado que la gente es ingenua y de calibre escaso, Dios debe actuar de esta manera. Si tú amas la verdad, pero eres ingenuo y de calibre escaso, la actitud de Dios hacia ti es de una abundante misericordia. ¿Qué implica la misericordia? Paciencia y tolerancia: Dios es tolerante y paciente con tu ignorancia; te da la fe y la tolerancia suficientes para sostenerte, para proveerte y ayudarte para que puedas entender la verdad poco a poco y madures de manera gradual. ¿Sobre qué base se construye eso? Sobre la base del amor y el anhelo de una persona por la verdad y de su actitud sincera hacia Dios, Sus palabras y la verdad. Esos son los comportamientos fundamentales que se deberían manifestar en las personas. Pero si alguien siente aversión por la verdad en su corazón, esta le genera rechazo o incluso la odia; si jamás la toma en serio y siempre está hablando de sus propios logros, de cómo ha trabajado, de cuánta experiencia tiene, de las cosas por las que ha pasado, de cuánto lo estima Dios y de las grandes tareas que le ha encomendado; si alguien solo habla de esas cosas, de sus cualificaciones, logros y talentos, siempre alardeando, y jamás habla sobre la verdad ni da testimonio a Dios ni habla sobre el entendimiento ganado a partir de la experiencia con Su obra ni de su conocimiento de Él, ¿acaso no siente aversión por la verdad? Así es como se manifiesta la aversión por la verdad y la falta de amor hacia ella. Algunas personas dicen: “¿Cómo pueden escuchar sermones si no aman la verdad?”. ¿Acaso todos los que escuchan sermones aman la verdad? Hay quienes solo lo hacen por inercia. Se los obliga a actuar frente a otros y temen que la casa de Dios no reconozca su fe si no participan en la vida de la iglesia. ¿Cómo define Dios esa actitud hacia la verdad? Dios dice que no aman la verdad, que sienten aversión por ella. Dentro de su carácter hay una cosa que es la más destructiva, incluso más que la arrogancia y la falsedad, y es que sienten aversión por la verdad. Dios ve eso. Dado Su carácter justo, ¿cómo trata Dios a esas personas? Siente ira hacia ellas. Cuando Dios siente ira hacia alguien, a veces lo amonesta o lo disciplina y lo castiga. Si no se opone a Él de manera deliberada, Dios será tolerante, esperará y observará. Dependiendo de la situación u otras razones objetivas, puede utilizar a ese incrédulo para que le rinda servicio. Pero en cuanto las circunstancias lo permitan y sea el momento adecuado, esa persona será echada de la casa de Dios, ya que ni siquiera está calificada para rendir servicio. Así es la ira de Dios. ¿Por qué se pone tan iracundo? Es una expresión del odio enorme que le generan quienes sienten aversión por la verdad. La ira intensa de Dios indica que ha definido el final y el destino de esas personas que sienten aversión por la verdad. ¿Cómo clasifica a esas personas? Las clasifica del lado de Satanás. Como está iracundo con ellas y le repugnan, Dios les cierra la puerta y no les permite poner un pie en la casa de Dios ni les da la posibilidad de ser salvadas. Esa es una manifestación de la ira de Dios. También las pone al mismo nivel que Satanás, como demonios inmundos y espíritus malignos, como incrédulos; y cuando llegue el momento, las descartará. ¿No es esa una manera de lidiar con ellas? (Sí). Así es la ira de Dios. ¿Y qué les espera una vez que hayan sido descartadas? ¿Podrán volver a disfrutar alguna vez de la gracia de Dios y de Sus bendiciones y Su salvación? (No). En la Era de la Gracia, la gente decía con frecuencia algo como esto: “Dios quiere que todas las personas se salven y que nadie sufra la perdición”. La mayoría de las personas puede entender lo que significan esas palabras. Es la emoción y la actitud que Dios tiene al salvar a la raza humana corrupta. Pero ¿cómo salva a la raza humana? ¿La salva en su totalidad o solo a una parte de ella? ¿A qué parte salva y a qué personas abandona? Pocas personas pueden llegar al fondo de esta cuestión. Solo pueden hablarle a la gente de doctrinas. “Dios quiere que todas las personas se salven y que nadie sufra la perdición”. Hay demasiadas personas que dicen eso, pero no comprenden ni remotamente la intención de Dios. De hecho, la intención de Dios es salvar solo a aquellos que aman la verdad y que pueden aceptar Su salvación. Aquellos que sienten aversión por la verdad y se rehúsan a aceptar Su salvación son quienes niegan y se resisten a Dios. Él no solo no los salvará, sino que, en última instancia, los destruirá. Si bien quienes creen en Dios saben que Su amor es infinito, inmensamente incomparable y poderoso, Dios no está dispuesto a darles ese amor y Su gracia a quienes sienten aversión por la verdad. No les dará Su amor y salvación a esas personas por nada. Esa es la actitud de Dios. Aquellos que sienten aversión por la verdad y no aceptan Su salvación son como un mendigo en busca de comida: sin importar a quién le pida, en su corazón no solo no tiene respeto hacia sus benefactores, sino que se burla de ellos y los odia. Incluso preferiría arrebatarles sus pertenencias y quedárselas. ¿Podrían los benefactores estar dispuestos a darle comida a un mendigo así? Desde luego que no, ya que no es digno de lástima en verdad, sino más bien demasiado detestable. ¿Cuál es la actitud del benefactor hacia una persona así? Antes le darían de comer a un perro que a un mendigo de esa clase. Eso es lo que realmente sienten. ¿Cuál creéis que es la clase de gente que siente aversión por la verdad? ¿La que se resiste y opone a Dios? Puede que no se resista abiertamente a Dios, pero su esencia-naturaleza es negar y resistirse a Él, lo que equivale a decirle abiertamente: “No me gusta oír lo que dices, no lo acepto, y como no acepto que Tus palabras sean la verdad, no creo en Ti. Creo en quien me es provechoso y beneficioso”. ¿Es esta la actitud de los no creyentes? Si esta es tu actitud hacia la verdad, ¿no eres abiertamente hostil a Dios? Y si eres abiertamente hostil a Dios, ¿Él te salvará? No. De ahí la ira de Dios hacia todos los que lo niegan y se resisten a Él. La esencia de la gente así, de quienes sienten aversión por la verdad, es la esencia de la hostilidad hacia Dios. Dios no considera personas a los que tienen dicha esencia. A Sus ojos, son enemigos y diablos; Él jamás los salvaría. Al final, se hundirán en la desgracia y serán destruidos. ¿Qué opináis? Si un mendigo se come la comida de un benefactor y lo increpa, lo ridiculiza, se burla de él e incluso lo ataca, ¿acaso el benefactor no lo odiará? Es lo más probable. ¿Cuál es el motivo de ese odio? (No solo el mendigo no le agradece a su benefactor por haberle dado comida, sino que, en su lugar, se burla de él, lo ridiculiza y lo ataca. Una persona así no tiene consciencia ni razón en absoluto y tampoco tiene humanidad). ¿Qué actitud debería tener ese benefactor hacia el mendigo? Debería quitarle las cosas que le había dado y luego, echarlo. Debería, mejor, alimentar con eso a los perros o a los animales salvajes antes que a ese mendigo. Esa es la consecuencia que el propio mendigo se ha buscado. Hay un motivo por el que Dios siente una ira tan intensa hacia una persona o un tipo de persona. Ese motivo no está determinado por una preferencia de Él, sino por la actitud de esa persona hacia la verdad. El que una persona sienta aversión por la verdad es, sin duda, fatal para su posibilidad de obtener la salvación. Eso no es algo que pueda o no ser perdonado, no es una forma de comportarse ni algo que se revele fugazmente en el individuo: es la esencia-naturaleza de la persona, y esa es la gente que a Dios más le repugna. Si tú revelas ocasionalmente la corrupción de sentir aversión por la verdad, debes examinar, a partir de las palabras de Dios, si esas revelaciones se deben a tu antipatía hacia la verdad o a la falta de entendimiento de ella. Eso implica una búsqueda y precisa del esclarecimiento y la ayuda de Dios. Si en tu esencia-naturaleza está el sentir aversión por la verdad, y nunca la aceptas y sientes repulsión y hostilidad hacia ella, entonces tienes un problema. Ciertamente eres una persona malvada y Dios no te salvará.

¿Cuál es la diferencia entre los no creyentes y aquellos que creen en Dios? ¿Es solo una diferencia en cuanto a sus creencias religiosas? No. Los no creyentes no reconocen a Dios y, específicamente, no pueden aceptar la verdad que Él expresa. Eso demuestra que todos los no creyentes sienten aversión por la verdad y la odian. ¿Es un hecho, por ejemplo, que el hombre fue creado por Dios? ¿Es la verdad? (Sí). Entonces, ¿cuál es la actitud de las personas que creen en Dios al oír eso? Lo admiten y lo creen plenamente. Abrazan ese hecho, esa verdad, como la base de su fe en Dios. Eso es aceptar la verdad. Significa aceptar, desde lo profundo de nuestro ser, el hecho de que el hombre es una creación de Dios; significa ser, con alegría, un ser creado, aceptar de buena gana la guía de Dios y Su soberanía, y reconocer que Él es nuestro Dios. ¿Y cuál es la actitud de quienes no creen en Él cuando oyen que “El hombre fue creado por Dios”? (No lo aceptan ni lo reconocen). Aparte de no reconocerlo, ¿cuál es su reacción? Se burlarán de ti y harán todo lo posible para usarlo en tu contra, para ridiculizarte y reírse de ti, mirarte con desdén y despreciar abiertamente esas palabras y ese hecho. Incluso puede que tomen una actitud de burla, sarcasmo, menosprecio y hostilidad hacia todos aquellos que sí los reconozcan. ¿No es eso sentir aversión por la verdad? (Sí). ¿No odias a esa gente cuando la ves? Y tú, ¿qué piensas? Reflexionas: “El hombre fue creado por Dios. Eso es un hecho. Es una verdad indiscutible. No aceptas eso, no reconoces tus orígenes, eres realmente desagradecido, no tienes conciencia y eres un traidor. ¡De verdad eres de la índole de Satanás!”. ¿Es eso lo que piensas? (Sí). ¿Y por qué piensas así? ¿Piensas de esa manera solo porque a ellos no les agrada esa afirmación? (No). ¿Y qué hace que surja esa mentalidad tan reacia en ti? (La actitud que tienen ellos hacia la verdad). Tu ira no sería tan grande si ellos respetaran esas palabras como palabras comunes, como una teoría o una creencia religiosa. Pero cuando ves surgir en ellos repulsión, hostilidad y desdén; cuando ves que salen con palabras, posturas y actitudes que denigran esa afirmación de la verdad, te enojas. ¿Es así? Hay personas que, si bien no creen en Dios, respetan la fe de otras personas y no tratan de tirar abajo los asuntos de fe de los que estas hablan. Esas personas no te generan repugnancia ni las aborreces; aún puedes ser amigo y convivir con ellas en paz. No se convertirán en enemigos. De hecho, hay un pequeño número de no creyentes con los que puedes llevarte bien; aunque ellos no puedan aceptar el camino verdadero y convertirse en miembros de la casa de Dios, igualmente puedes tener una buena relación y tratar con ellos. Al menos tienen una consciencia y razón. No conspiran en tu contra y tampoco te darán una puñalada por la espalda, así que puedes asociarte con ellos. Contra los que intentan tirar abajo la verdad —los que sienten aversión por ella—, guardas ira en tu interior. ¿Podrías ser su amigo? (No). Además de no poder ser amigos, ¿qué otra cosa piensas de ellos? Si pudieras elegir cómo tratarlos, ¿cómo los tratarías? Dirías: “El hombre fue creado por Dios. Eso es un hecho, esa es la verdad, ¡y es algo tan sublime y sagrado! Tú no solo no lo aceptas, sino que intentas tirarlo abajo. ¡Realmente no tienes consciencia! Si Dios me diera el poder, te maldeciría, te destruiría, ¡te reduciría a cenizas!”. ¿Así te sientes? (Sí). Ese es el sentido de la rectitud. Pero al ver que son diablos, lo sensato sería ignorarlos y mantenerte lejos de ellos. Cuando te hablan, está bien simplemente seguirles el juego. Es lo más sabio. Sin embargo, en el fondo, sabes que estás en una senda diferente a la de esas personas. Ellas jamás podrían tener fe en Dios. Nunca, bajo ninguna circunstancia, aceptarán la verdad. Aunque creyeran en Dios, Él no las querría. Niegan y se oponen a Dios; son bestias, diablos, no siguen la misma senda que nosotros. Aquellos que tienen fe genuina en Dios no están dispuestos a relacionarse con diablos. Están bien cuando no ven a ninguno, pero cuando lo hacen, de inmediato se oponen a ellos. Sus corazones solo estarán en paz si nunca ven diablos. Hay personas que se la pasan hablando de los asuntos de la casa de Dios con diablos no creyentes. Esas son las personas más tontas. No distinguen entre los de dentro y los de fuera; son tontos incompetentes que no entienden nada de nada. ¿Puede Dios salvar a gente capaz de hacer cosas tan absurdas? Por supuesto que no. Las personas que tienen trato constante con diablos son incrédulas. Definitivamente no pertenecen a la casa de Dios y, tarde o temprano, tendrán que regresar con Satanás. Hay quienes no pueden discernir entre los hermanos y hermanas y los no creyentes. Esas son las personas más atolondradas. Les cuentan a los incrédulos y a los diablos sobre los asuntos de la casa de Dios. Eso es como lanzar perlas a los cerdos y darles a los perros aquello que es sagrado, pues esos incrédulos y diablos son como cerdos y perros, se los clasifica como brutos. Si hablas con ellos de los asuntos de la casa de Dios, quedarás como un tonto. Después de escuchar, ellos difamarán con indiferencia a la casa de Dios y a la verdad. Si haces eso, le fallarás a Dios y estarás en deuda con Él. Los asuntos de la casa de Dios jamás se deben conversar con incrédulos y diablos. La gente se fastidia, se resiste y no está dispuesta a tener trato con aquellos que no aprecian la verdad, sienten aversión por ella o la difaman; por lo tanto, ¿qué crees que siente Dios? El carácter de Dios, Su esencia, lo que Él tiene y es, la vida de Dios y Su esencia tal como Él la revela, todas esas son verdades. Una persona que siente aversión por la verdad es, sin duda, alguien que se opone a Dios y es Su enemigo. Es más que una cuestión de incompatibilidad con Él. Con personas como esas, la ira de Dios es inmensa.

Ahora todos vosotros tenéis un poco de base y podéis ser contados entre los miembros de la casa de Dios. Debéis perseguir la verdad con esmero y, en el proceso de llevar a cabo vuestro deber, examinar constantemente vuestras propias palabras y acciones, vuestros diversos estados, y esforzaros para ganar algunos cambios en vuestro carácter. Eso es algo valioso. Entonces realmente podréis presentaros ante Dios. Como mínimo, debes hacer que Él te acepte. Si no puedes alcanzar el nivel de Job y careces de las aptitudes que harían que Dios apostara por ti personalmente con Satanás para verificarte, al menos puedes vivir bajo Su luz por tus acciones y conducta y Él se ocupará de ti y te protegerá y te reconocerá como uno de Sus seguidores y como un miembro de Su casa. ¿Por qué? Porque desde que has reconocido a Dios y crees en Él, has buscado de manera constante la forma de seguir Su camino. Porque Dios está conforme con tu comportamiento y tu sinceridad, Él te ha guiado para que entres en Su casa para que recibas entrenamiento, seas podado y aceptes Su salvación. ¡Qué gran bendición! Comenzaste como una persona ajena a la casa de Dios que no sabía nada sobre Él ni sobre la verdad, aceptaste Su primera verificación y, después de pasarla, Él mismo te guio para que entraras en Su casa y te llevó ante Él, te encomendó una comisión, te asignó deberes para que realizaras y te permitió llevar a cabo algunos deberes humanos dentro de Su plan de gestión. Aunque es un trabajo que pasa algo inadvertido, después de todo tienes el cuidado y la protección de Dios, y has recibido una promesa de Su parte. Esa bendición ya es suficientemente grande. Dejemos de lado el ser coronado y recompensado en el mundo venidero, y hablemos simplemente de lo que las personas pueden disfrutar en esta vida: las verdades que oyes, la gracia, la misericordia, el cuidado y la protección de Dios de los que gozas e incluso los diversos tipos de disciplina y reprensión que Dios te aplica y la provisión de todas esas verdades que Dios le da al hombre. Dime, ¿cuánto estás recibiendo? Al final, además de comprender esas verdades, Dios también te salvará por completo del campamento de Satanás para que puedas convertirte en alguien que conoce a Dios, posee la verdad como su vida y es útil para la casa de Dios. ¿No se trata de una bendición de las grandes? (Sí). Esa es la promesa de Dios. Después de hacerte entrar en Su casa, Él te dice: “Eres bendecido. Al entrar en la iglesia obtienes la esperanza de ser salvado”. Puede que no sepas lo que está sucediendo, pero, de hecho, ya has recibido la promesa de Dios. Al mismo tiempo, Él está haciendo todas estas cosas para cumplir con esa promesa —proveerte de la verdad, podarte, darte deberes y encomendarte comisiones—, para que tu vida crezca poco a poco y te conviertas en una persona que se somete a Él y lo adora. ¿La gente ya ha recibido esa promesa? Aún falta un tiempo para que llegue el día en que esta se logre y se cumpla. De hecho, algunos de vosotros ya la habéis recibido y otros tenéis la determinación, pero no la habéis recibido todavía. Depende de si tenéis la determinación de entenderla y si sois capaces de llevarla a cabo. Todo lo que Dios hace le es dado a la gente poco a poco, en el momento oportuno y en la medida adecuada. Nunca hay errores, por lo que no debe preocuparte si eres ingenuo o de calibre escaso o joven, o si llevas poco tiempo creyendo en Dios. No dejes que esas razones objetivas afecten tu entrada en la vida. Todo lo que Dios dice permite, primero, que las personas conozcan y midan con precisión su estatura y su calibre reales y que conozcan su propia medida. Segundo, en el aspecto positivo, le brinda a la gente un entendimiento más profundo de la verdad y le permite entrar en la realidad-verdad y llevar a cabo sus deberes de manera adecuada para satisfacer, así, las intenciones de Dios. Esos son los objetivos de las palabras de Dios. Lograr esas cosas es, en verdad, bastante simple. No habrá ninguna dificultad siempre y cuando tengas un corazón que ame la verdad. ¿Cuál es la mayor dificultad para los humanos? Que sientas aversión por la verdad y no la ames en absoluto. Esa es la mayor dificultad e involucra un problema de naturaleza. Si no te arrepientes en serio, puede traerte problemas. Si sientes aversión por la verdad y siempre la difamas y la menosprecias, si tienes ese tipo de naturaleza, no cambiarás fácilmente. Incluso aunque cambies, habrá que ver si la actitud de Dios ha cambiado. Si lo que haces puede cambiar Su actitud, entonces aún hay esperanza de que seas salvado. Si no puedes cambiar Su actitud y, en lo profundo de Su corazón, Él siente aversión por tu esencia desde hace tiempo, entonces no hay esperanza de que alcances la salvación. Por eso tenéis que examinaros a vosotros mismos. Si estás en un estado en el que sientes aversión por la verdad y te opones a ella, es muy peligroso. Si a menudo muestras ese tipo de estado o caes en él o si eres, en esencia, esa clase de persona, el problema es aún mayor. Si en ocasiones te encuentras en ese estado de sentir aversión por la verdad podría ser, primero, a causa de tu estatura pequeña; segundo, el mismo carácter corrupto del hombre tiene ese tipo de esencia, que, inevitablemente, conduce a dicho estado. Sin embargo, este no representa tu esencia. A veces, una emoción pasajera puede producir un estado en el que sientes aversión por la verdad. Es algo temporario. No es porque tu esencia-carácter siente aversión por la verdad. Si es un estado temporal; se puede revertir, pero ¿cómo? Debes presentarte ante Dios de inmediato para buscar la verdad sobre ese aspecto y así volverte capaz de reconocer la verdad y someterte a ella y a Dios. Entonces, ese estado se resuelve. Si no lo resuelves y permites que continúe indefinidamente, estás en peligro. Por ejemplo, algunas personas dicen: “De todas maneras tengo un calibre escaso y no puedo entender la verdad, así que dejaré de perseguirla; y tampoco tengo que someterme a Dios. ¿Cómo pudo Él darme este calibre? ¡Dios no es justo!”. Niegas la justicia de Dios. ¿No es eso sentir aversión por la verdad? Es la actitud de sentir aversión por la verdad y es una manifestación de esa actitud. Esa manifestación ocurre en un contexto, por lo que se hace necesario resolver ese contexto y la raíz de ese estado. Una vez que la raíz esté resuelta, tu estado desaparecerá junto con ella. Algunos estados son como síntomas, como una tos, que puede ser causada por un resfrío o una pulmonía. Si curas el resfrío o la pulmonía, la tos también cederá. Cuando se resuelve la raíz, el síntoma desaparece. Pero ciertos estados de sentir aversión por la verdad no son síntomas, sino tumores. La raíz de la enfermedad está en el interior. Quizás no puedas encontrar ningún síntoma si miras desde fuera, pero una vez que la enfermedad aparece, es fatal. Ese es un problema muy grave. Las personas así nunca aceptan ni reconocen la verdad; incluso la difaman constantemente, como los no creyentes. Aunque las palabras nunca salgan de su boca, seguirán difamándola, rechazándola y refutándola en su corazón. No importa de qué verdad se trate: ya sea conocerse a uno mismo, reconocer el propio carácter corrupto, aceptar la verdad, someterse a Dios, no hacer las cosas de manera superficial o ser una persona honesta, esas personas no aceptarán ni admitirán ni le prestarán atención a ningún aspecto de la verdad o incluso la refutarán y la difamarán en todos sus aspectos. Ese es el carácter de sentir aversión por la verdad; es una especie de esencia. ¿A qué tipo de desenlace lleva esa esencia? A ser desdeñado y descartado por Dios y luego a perecer. Las consecuencias son muy graves.

¿Os ha ayudado la charla de hoy sobre estas cosas? (Sí. Sé lo que es el calibre bueno y el malo, tengo cierto entendimiento real de mi propio calibre y puedo medirme a mí mismo con precisión cuando me suceden las cosas. No seré arrogante ni sentencioso, sino que llevaré a cabo mi deber con sensatez). Sin importar de qué aspecto de la verdad hablemos, será provechoso para vuestra entrada en la vida. Si podéis tomar estas palabras e incorporarlas en vuestra vida diaria, entonces lo que he dicho no habrá sido en vano. Cada vez que lleguéis a entender un pedacito de la verdad, seréis más precisos al actuar y vuestra senda se ensanchará un poco. Si conocéis pocas verdades y no tenéis una comprensión clara de vuestra estatura real y de vuestro calibre real, siempre haréis las cosas de manera incorrecta, siempre os sobreestimaréis y tendréis un concepto de vosotros mismos demasiado elevado, y haréis las cosas en función de nociones y figuraciones pero sin saberlo, creyendo, en cambio que estáis actuando de conformidad con la verdad. Consideraréis esas nociones y figuraciones como principios-verdad y las cosas que hagáis estarán sumamente desviadas. Si esas nociones, figuraciones, conocimientos y aprendizajes humanos dominan el corazón de las personas, ellas no buscarán la verdad. Si la verdad se transforma en lo segundo, tercero o incluso en lo último para ti, entonces ¿qué es lo que tiene poder sobre ti? Es tu carácter satánico y tus nociones, filosofías, conocimientos y aprendizajes humanos. Esas cosas tienen soberanía sobre ti, por eso el trabajo que Dios haga en tu persona no será eficaz. Si, en tu interior, las palabras de Dios y la verdad no se han convertido en tu vida, entonces aún estás lejos de ser salvado. Todavía no estás transitando la senda de la salvación. ¿Crees que el corazón de Dios no está ansioso? ¿Cuánta misericordia debe mostrarte para que tomes la senda de la salvación? Si podéis escapar de la cultura y el conocimiento tradicionales, y de la filosofía satánica, aprender a medir todas esas cosas con la verdad y en función de las palabras de Dios, usar los principios-verdad como estándares a la hora de supervisar las cosas y llevar a cabo vuestros deberes de manera adecuada, entonces de veras os convertiréis en personas que poseen la realidad-verdad, personas con la capacidad de vivir de manera independiente. Hoy en día no estáis a ese nivel; aún tenéis un camino que recorrer. Solo tenéis un poco de vida y aún tenéis que vivir de la misericordia de Dios, Su amor y Su tolerancia. Eso significa que vuestra estatura es muy pequeña. Si te dieran una tarea, ¿serías capaz de completarla por tu cuenta? ¿Podrías hacer bien el trabajo? Si lo arruinas todo, entonces te opones a Dios y lo deshonras. Si haces tu trabajo a medias, pero luego te marchas y sales a divertirte, ¿eso no demuestra que eres algo inestable? Demuestra que no eres un obrero confiable y que no haces bien tu trabajo; siempre necesitarás que alguien te vigile y te supervise para que cumplas tu deber. Algunas personas aún tienen ese talante a sus treinta o cuarenta años. Todo se ha acabado para ellas. No lograrán nada en su vida. Si estás en tus veinte y solo llevas unos dos o tres años creyendo en Dios, puedes ser perdonado por ser una persona de poca estatura. Ser inestable, no ser digno de confianza, que Dios siempre deba cuidarte, protegerte, hacerte acordar de todo, exhortarte y guiarte; tener que gozar constantemente de esas gracias de Dios, vivir dependiendo de ellas y no ser capaz de arreglártelas si te faltan estas cosas; eso es tener poca estatura. Vosotros, ahora, estáis en esa situación. Si las cosas no se os explican con lujo de detalles, a veces cometeréis un error y arruinaréis vuestro trabajo. Si alguna pequeñez no se os explica, os extraviáis, lo que es una preocupación constante para los demás. Por fuera sois todos adultos, pero, en realidad, vuestro espíritu no tiene mucha vida. Aunque tenéis voluntad y honestidad para cumplir con vuestros deberes, así como también algo de fe genuina, entendéis muy poco sobre la verdad. Cuando lleváis a cabo vuestro deber, dependéis por completo de la gracia de Dios y de Sus bendiciones, Su guía y Sus recordatorios para avanzar. De cualquier otra manera, algo sale mal. Así que, ¿qué aspecto del carácter justo de Dios se manifiesta en vosotros? Su abundante misericordia, que, por supuesto, es el principio de la obra de Dios. ¿Por qué no habéis gozado aún de Sus pruebas y refinamientos? Es porque aún no poseéis suficiente estatura. Tenéis una estatura demasiado pequeña, entendéis muy poco de la verdad, no podéis llegar al fondo de ningún asunto, os confundís cuando os topáis con dificultades, no sabéis por dónde comenzar, siempre estáis haciendo que los demás se preocupen y, sin importar el deber que llevéis a cabo, otras personas tienen que enseñaros a hacerlo paso por paso, lo que les demanda demasiado esfuerzo. Todo se os debe explicar con lujo de detalles y se os debe repetir más de una vez, de lo contrario, sale mal. Las cosas normales se os deben repetir dos o tres veces, pero, pasado un tiempo, os olvidaréis y será necesario que se os repitan varias veces más. ¿Qué clase de persona es esa? Una persona atolondrada que no pone el corazón o la mente en lo que hace y que no es apta para contribuir con mano de obra. ¿Puede una persona así entender la verdad? Desde luego que no le será fácil hacerlo porque su calibre es muy escaso y no puede estar a la altura de la verdad. Algunas personas tienen una estatura pequeña, pero pueden aprender algo tras experimentarlo una, dos o tres veces. Si pueden comprender, entender y captar la verdad después de escuchar hablar sobre ella, son personas de calibre. Tener calibre y, a su vez, una estatura pequeña, no es un gran problema. Eso tiene que ver, simplemente, con la profundidad de la experiencia de las personas y se relaciona directamente con la profundidad de su comprensión de la verdad. Después de ganar más experiencia y una mayor profundidad en su entendimiento de la verdad, su estatura crecerá naturalmente.

2 de marzo de 2019

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