Es importante rectificar las relaciones entre el hombre y Dios

Al establecer una relación normal con Dios, la clave está en la forma en la que abordamos Sus palabras. Cualquiera sea la manera en la que Dios hable, cualquiera sea el tema o la envergadura de aquello a lo que se refiera, en efecto, todo cuanto Él dice es lo que el hombre más necesita, lo que el hombre debe entender y aquello de lo que este debe estar provisto. Además, las palabras que Dios dice están perfectamente dentro del alcance de la mente y el pensamiento humanos, es decir, de la facultad innata del hombre. Son inteligibles y comprensibles para el hombre. Todo cuanto Dios diga o haga, ya sea a través del Espíritu Santo cuando obra en una persona o mediante lo que Dios disponga con respecto a distintas personas, acontecimientos, cosas o situaciones, no supera el alcance de la facultad innata del hombre ni el ámbito de su pensamiento; en cambio, es concreto, genuino y real. Si alguien no lo entiende, algo no está bien en ella. Significa que su calibre es excesivamente escaso. De cualquier modo, la forma en la que Dios habla y Su tono, el ímpetu de Su discurso y todas las palabras que le provee al hombre son todas cosas que los creyentes deben comprender, y todas resultan comprensibles para el hombre. Esto se debe a que Dios le habla al hombre y para ello utiliza el lenguaje humano, y al expresar estas palabras Suyas, las transmite y pone a disposición del hombre el lenguaje y el vocabulario más coloquial y variado posible que está al alcance y es accesible a los seres humanos. De esta manera, las personas con ideas y perspectivas diversas, con diferentes niveles de alfabetización y con antecedentes educativos y familiares distintos pueden aprehenderlas y comprenderlas. En todas estas palabras que Dios pronuncia, es necesario que entiendas que no existe nada demasiado esotérico ni abstracto en Sus palabras, no hay palabras que el hombre no logre interpretar. En la medida que alguien posea cierta aptitud y se concentre en practicar y experimentar las palabras de Dios, puede llegar a comprender la verdad y captar Sus intenciones. Las verdades que Dios expresa provienen de Él, pero las formas del lenguaje que utiliza para expresarlas, en cuanto a su fraseología específica, son todas humanas. No se apartan de los límites del lenguaje humano. Más allá de la forma, el método o el tono que Dios utilice para expresar Sus palabras, ya sea que Su fraseología provenga de occidente o de oriente o que Él hable en un lenguaje humano antiguo o moderno, ¿existe algún lenguaje en Su discurso que la humanidad considere ininteligible o no humano? (No). A la fecha, nadie lo ha notado. Algunos dicen: “No es así, yo encontré dos palabras: ‘justicia’ y ‘majestad’”. “Justicia” y “majestad” son dos descriptores o términos sobre un aspecto de la esencia divina, pero ¿acaso estas dos palabras no son comunes entre los seres humanos? (Sí, así es). Sin importar en qué medida entiendas estas dos palabras, al menos puedes encontrar sus definiciones más básicas y primordiales en el diccionario. Al comparar esas dos definiciones absolutamente primordiales con la esencia de Dios, Su carácter y lo que Él tiene y es, en dicha combinación, las palabras se tornan más concretas para los seres humanos y dejan de ser abstractas. Sumado eso a las extensas exposiciones de hechos, comentarios y explicaciones de estas palabras en las palabras de Dios, se vuelven más concretas para toda la gente, las imágenes son más vivas, más auténticas, cada vez más cercanas a la esencia, las posesiones y el ser de Dios que la gente debería conocer. Así pues, el vocabulario y los enunciados que tienen que ver con cosas tales como el carácter de Dios no os parecen abstractos ni misteriosos. Entonces, decidme: ¿existe algo abstracto en aquellas verdades que atañen a la práctica habitual del hombre, la senda que recorre y los principios-verdad? (No). Una vez más, no hay nada abstracto en ello.

Desde que comencé a expresar Mis palabras y a dar sermones, he realizado enormes esfuerzos por utilizar el lenguaje humano —un lenguaje que los seres humanos puedan entender, con el cual puedan interactuar y que puedan aprehender— para predicar y para hablar sobre la verdad y debatir los principios-verdad, de modo que podáis comprender mejor la verdad. ¿No es este un planteamiento más humano? ¿Qué ventaja tiene esto para vosotros? Os hace capaces de entender la verdad en mayor medida. ¿Y cuál es Mi propósito al hablar de este modo? Permitiros escuchar un lenguaje más rico y diverso, luego utilizar ese lenguaje diverso para que a la gente le resulte más fácil entender la verdad y para que no sienta que es tedioso. La variante lingüística de la Biblia, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, corresponde en su totalidad a determinado tipo idiomático, de manera que la gente de inmediato nota que ciertas palabras son bíblicas, que provienen de la Biblia. Existe cierto significado o simbolismo en estas palabras. Lo que Yo hago es esforzarme por hacerlo de tal manera que los estilos y el fraseo del lenguaje actual no contengan características icónicas, para que la gente pueda ver que este lenguaje va más allá del lenguaje bíblico. Si bien las personas pueden ver a partir del contenido y el tono del discurso de Dios que su origen parece muy similar a Sus palabras en la Biblia, por su fraseo pueden notar que van más allá de la Biblia, más allá del Antiguo y del Nuevo Testamento e incluso transciende a la terminología espiritual utilizada por todas las personas espirituales a lo largo de milenios. Así pues, ¿qué términos se encuentran entre los que Dios utiliza en la actualidad? Algunos son parte del lenguaje positivo y elogioso que la gente utiliza a menudo, mientras que otras palabras y expresiones Suyas son más adecuadas para poner en evidencia y expresar el carácter corrupto del hombre. Asimismo, existen ciertos términos específicos, relativos a la literatura, la música, la danza, la traducción, etc. Esto está orientado a posibilitar que cualquier persona, más allá del ámbito de su deber o de sus conocimientos profesionales, perciba que las verdades que Yo digo están estrechamente relacionadas con la vida real y el deber que cumplen y que no existe desconexión entre la verdad en ninguno de sus aspectos y la vida real de las personas o los deberes que realizan. Pues bien, ¿no son de gran ayuda estas verdades para vosotros? (Sí). Si no me importaran tales cosas y evitara categóricamente todo cuanto tuviera que ver con los temas relacionados con la traducción, la cinematografía, el arte, la literatura y la música, si jamás usara tales palabras y las evitara adrede, ¿sería capaz de ejecutar bien Mi obra? Si fuera así, aún podría ser capaz de realizar parte de ella, pero sería muy dificultoso comunicarme con vosotros. Por tanto, me esfuerzo por estudiar y dominar ese lenguaje. Por un lado, esto puede ayudaros con la teoría y los principios de vuestra labor profesional; por el otro, cuando cumplís vuestros deberes en estas áreas, os ayuda a sentir que la labor profesional que involucran vuestros deberes no está alejada de la verdad. Cualquiera que sea tu especialidad, tu punto fuerte o la profesión que estudies, puedes leer y comprender estas palabras. Ellas te permiten alcanzar el objetivo de entrar en la verdad mientras cumples con el deber. ¿No es algo bueno? (Sí). Es algo bueno. Así pues, ¿cómo puede lograrse tal buen resultado? Esto requiere que Dios, en Su humanidad, posea ciertas cosas. ¿Y qué cosas son? La humanidad normal de Dios encarnado debe entender una cierta parte respecto de distintas especialidades, aunque no necesito esforzarme en ello ni estudiarlas hasta dominarlas. Se trata solamente de que pueda emplear los conocimientos de todos los campos cuando comparto la verdad y doy testimonio de Dios. Esto permite que la gente de cualquier campo comprenda y valore los testimonios de la casa de Dios, así como sus diversas obras audiovisuales, lo cual es sumamente beneficioso para la obra de difusión evangélica. Si solo utilizara el lenguaje de la casa de Dios para compartir la verdad y no utilizara ninguno de los lenguajes y conocimientos de los distintos campos especializados de la sociedad, los resultados serían muy pobres. Así pues, para realizar bien esta obra, ¿qué debo lograr? Debo tener cierto grado de conocimiento profesional, razón por la cual a veces escucho canciones, miro las noticias, leo revistas y leo el periódico ocasionalmente. A veces, también presto atención a algunos de los asuntos de los no creyentes. Estos asuntos comprenden muchas cosas diferentes y parte de su lenguaje no está presente en la casa de Dios; no obstante, si ese lenguaje se utiliza en el lenguaje de los sermones, en ocasiones será altamente eficaz y os ayudará y os hará sentir que la senda de la fe en Dios es amplia, no es tediosa ni poco interesante. Esto os será de gran ayuda y deberíais aprender algunas cosas útiles de ello. Si bien la mayoría de vosotros no tendréis éxito en vuestro aprendizaje, aquellos que sean lo suficientemente aptos podrán aprender algunas cosas útiles, lo que será beneficioso para el cumplimiento de su deber. Cuando no tengo nada que hacer, sin pensarlo, aprendo algunas cosas mirando las noticias y escuchando música. No requiere de especial esfuerzo; simplemente paso Mi tiempo libre aprendiendo, mirando, escuchando cosas y, sin proponérmelo, domino algunas de ellas. ¿Impactará Mi dominio de esas cosas en la obra? En lo más mínimo; de hecho, es necesario que lo haga. Es beneficioso para la obra de la casa de Dios y la difusión del evangelio. ¿Qué quiero decir al comunicaros estas cuestiones? Que estas palabras que Dios utiliza deberían resultaros accesibles, que todas ellas deberían ser comprensibles y fáciles de poner en práctica. Como mínimo, son algo que la humanidad debería poseer. Cuando digo que estas son cosas que la humanidad debería poseer, quiero decir que cuando Dios hace Su obra y expresa Sus palabras, estas ya han sido procesadas a través de Su humanidad. ¿Qué significa “procesadas”? A modo de ejemplo, es como el trigo triturado, que se trilla y muele para convertirlo en harina, luego se convierte en pan, pasteles y fideos. Tras ser procesadas, os serán entregadas y, en definitiva, participáis del producto final, un alimento elaborado. ¿Qué participación tenéis vosotros en ello? Comer y beber de la totalidad de las palabras que Dios dice en la actualidad, lo más rápido posible. Comed y bebed más de ellas, aceptad más de ellas y experimentadlas, digeridlas y absorbedlas poco a poco. Haced de ellas vuestra vida, vuestra estatura, y dejad que las palabras de Dios controlen cada día de tu vida y el deber que cumples. Todas las palabras que Dios dice están en el lenguaje de la humanidad y, si bien se entienden fácilmente, de ningún modo es sencillo entender o entrar en la verdad que contienen; aunque el lenguaje es fácil de comprender, entrar en la verdad es un proceso de múltiples etapas. Dios ha dicho muchas palabras y ha traído al hombre hasta el presente, y cada palabra que Él dice se está cumpliendo en vosotros, poco a poco, y la verdad que Él expresa, así como el procedimiento que guía a las personas a medida que entran en la verdad y se embarcan en la senda de la salvación, de forma bastante clara y evidente, se están haciendo realidad en vosotros y se están cumpliendo poco a poco. Tales resultados se manifiestan en vosotros de a poco. Esto no tiene nada de abstracto. Ahora, no nos preocupemos por cómo se procesan las palabras de Dios a través de Su humanidad. No es necesario analizar ese proceso; contiene un misterio en el que el estudio del hombre no puede penetrar. Preocúpate solo por aceptar la verdad. Esa es la decisión más sabia y la actitud más correcta. No sirve de nada desear siempre analizar las cosas. Es un desperdicio de tiempo y esfuerzo. La verdad no es algo que se obtenga mediante el estudio y mucho menos algo que descubra la ciencia. Dios la expresa de manera directa, y solo se la puede comprender y conocer a través de la experiencia. Únicamente se puede obtener la verdad experimentando la obra de Dios. Si uno solo utiliza un proceso mental para estudiar las cosas, pero no practica y no tiene experiencia, no puede obtener la verdad. ¿Qué sería una actitud positiva hacia las palabras de Dios, aparte de no analizar las cosas? La aceptación, la cooperación y la sumisión incondicional. En realidad, si hay alguien que está más cualificado para el estudio, ese soy Yo, y, sin embargo, jamás lo hago. Jamás digo: “¿De dónde provienen estas palabras? ¿Quién me las dijo? ¿Cómo las conozco? ¿Cuándo llegué a conocerlas? ¿Las conocen los demás? Cuando las pronuncie, ¿darán resultados? ¿Qué resultará de ellas? Conduzco a tanta gente, ¿qué haré si al final no logro los resultados deseados, si no los conduzco a la senda de la salvación?”. Dime, ¿deberíamos analizar estas cosas? (No). Yo jamás las analizo. Lo que sea que desee deciros, lo que sea que desee contaros, os lo cuento directamente. No tengo necesidad de aplicar el proceso mental de estudiarlo. Lo único que tengo que considerar es si podéis entenderlo si lo presento de cierto modo; si tengo que hablar de manera más concreta; si tengo que contar más ejemplos y anécdotas, a partir de los cuales obtendríais información más específica y una senda de práctica más concreta; si habéis entendido lo que digo; si hay algo en Mi fraseo, en el estilo y el tono de Mi discurso, o en Mi gramática o giros lingüísticos que haya hecho que lo malinterpretéis o que os confundáis; o si hay algo en mi discurso que os parece abstracto, misterioso o vacío. Estas cosas son lo único que he de observar y considerar. No analizo el resto. Para Mí es normal no analizar las cosas, pero ¿es normal para vosotros? Para vosotros, analizar las cosas es bastante normal; sería anormal no hacerlo. Esto deriva de las exhortaciones del instinto y la naturaleza de la humanidad corrupta. Os aseguráis de analizarlo todo. No obstante, hay algo que puede resolver este problema y es que, a medida que el hombre llega gradualmente a interactuar con Dios, la relación entre este y Dios se vuelve más normal, y el hombre corrige su posición y le otorga a Dios el lugar adecuado en su corazón. A medida que esto progrese favorablemente, en un sentido cada vez más positivo, se profundizarán la conciencia, el conocimiento, la seguridad y la aceptación del hombre respecto a lo que Dios hace, y, cuando eso suceda, su certeza, conciencia, conocimiento y reconocimiento de la encarnación también se profundizarán. A medida que se profundicen tales cosas, estudiaréis a Dios y dudaréis de Él cada vez menos y en menor medida.

¿Por qué estudia a Dios el hombre? Porque tiene demasiadas nociones y figuraciones acerca de Él, demasiados factores inciertos, demasiadas dudas, demasiadas cosas que no comprende, demasiadas cosas que encuentra inescrutables, demasiados misterios, y, así, desea desentrañarlos a través del estudio. Todo estudio que lleves a cabo que utilice fenómenos externos, de tu conocimiento especializado o tu juicio mental, no te conducirá al conocimiento; habrás desperdiciado mucho esfuerzo y seguirás sin entender de qué se tratan Dios y la verdad. Pero a aquellos que persiguen la verdad tan solo les toma unos pocos años ver resultados, adquirir un conocimiento genuino de Dios y desarrollar un corazón temeroso y sumiso. Algunos no creen que las palabras de Dios sean prácticas o fácticas, así que siempre desean estudiar a Dios, Sus palabras, e incluso la encarnación. Los asuntos de la vida y del espíritu no se someten a estudio. Cuando llegue el día en que experimentes estas verdades y dediques toda tu mente, todo el precio que pagues y todo el énfasis en practicar la verdad y cumplir con el deber, te habrás embarcado en la senda de la salvación y ya no estudiarás a Dios encarnado. Es decir, el interrogante sobre si Él es humano o si es Dios habrá encontrado respuesta. Por muy normal que sea Su humanidad, por muy similar que sea a la gente común, eso ya no será importante. Lo más significativo es que finalmente habrás descubierto Su esencia divina y habrás reconocido las verdades que Él expresa y, para entonces, habrás aceptado desde el fondo de tu corazón el hecho de que esta persona es la carne en la cual Dios está encarnado. Debido a ciertos hechos, procesos y experiencias, a ciertas lecciones que has aprendido a partir de tropezar y fracasar, muy en el fondo, serás capaz de comprender un poco de la verdad y admitir que estabas equivocado. Ya no dudarás de esta persona ni la estudiarás, sino que sentirás que es el Dios práctico, que eso está establecido como un hecho irrefutable. Entonces habrás aceptado instintivamente que Él es Dios encarnado, sin lugar a duda. Por muy normal que sea Su humanidad, y aunque hable y actúe como una persona corriente y no sea para nada extraordinario ni grandioso, no tendrás dudas de Él ni lo despreciarás. Antes, no habrías creído que Dios encarnado concordaba con tus nociones, lo habrías estudiado y hubieras sentido desprecio, te habrías burlado y tu corazón lo habría desafiado, pero hoy las cosas son diferentes. En la actualidad, a medida que saboreas y escuchas Sus palabras con gran detalle, aceptas todo cuanto Él expresa desde otro punto de vista. ¿Y qué punto de vista es ese? “Soy un ser creado. Puede que Cristo no sea alto y que no hable en voz alta, y tal vez Su aspecto no tenga nada de especial, pero Su identidad es diferente a la mía. Él no forma parte de la humanidad corrupta; no es uno de nosotros. No estamos en pie de igualdad con Él, no estamos a su altura”. Aquí hay una diferencia respecto de tu punto de vista anterior. ¿Cómo se produce esa diferencia? En tu interior, haces la transición desde el rechazo y el estudio involuntario iniciales a aceptar Sus palabras como la vida, como tu senda de práctica, a sentir que Él tiene la verdad, que Él es la verdad, el camino y la vida, que parece tener la sombra de Dios y una revelación de Su carácter y que en Su persona están la comisión y la obra de Dios. Es entonces que lo habrás reconocido y aceptado por completo. Cuando cualquier reacción y actitud que tengas hacia Él se haya convertido en la reacción instintiva y correcta que debería tener un ser creado, habrás adquirido la capacidad de tratar a este Hijo del hombre en la carne como Dios y de dejar de estudiarlo, aunque te digan que lo hagas, al igual que no estudiarías por qué naciste de tu madre y de tu padre ni por qué te pareces a ellos. Cuando has llegado a esta instancia, instintivamente dejas de estudiar tales cosas. No son temas relacionados con el ámbito de tu vida diaria y dejan de ser interrogantes. Tu actitud hacia estas cosas ha pasado del reflejo condicionado de estudio inicial a un rechazo instintivo hacia el estudio y, al haber cambiado así tu instinto, Dios encarnado se elevará cada vez más en estatus y medida, nadie más ocupará Su lugar, se convertirá en Dios mismo en tu corazón y tendrá el estatus de Dios. Tu relación con Dios entonces será completamente normal. ¿Por qué pasa esto? Porque no puedes ver el reino espiritual y, para cualquier persona, el Dios del reino espiritual es relativamente abstracto. Dónde está, cómo es, qué actitud tiene hacia el hombre, qué expresión lleva cuando habla con el hombre; la gente no conoce ninguna de estas cosas. En la actualidad, Aquel que se encuentra frente a ti es una persona en forma y semejanza que se llama Dios. Al principio, no lo entiendes, pues te resistes, dudas, albergas suposiciones, malentendidos e incluso desprecio, luego, experimentas Sus palabras y pasas a aceptarlas como la vida y la verdad, como los principios de tu práctica y el objetivo y la dirección de la senda que recorres; y a partir de allí, aceptas a esta persona genuina, como si Él fuera una imagen materializada de Dios en tu corazón a quien no puedes ver. Cuando llegues a sentir esto, ¿será tu relación con Dios algo vacío? (No). No, no lo será. Cuando consideras a Dios como una imagen vaga e invisible y lo reduces hasta el punto en el que Él se convierte en un cuerpo carnal, una persona entre las personas, a quien nadie miraría dos veces, si sigues siendo capaz de mantener la relación entre un ser creado y el Creador con Él, tu relación con Dios será tan normal como puede ser. Cualquier cosa que le hagas entonces será fundamentalmente la reacción instintiva que debería tener un ser creado. No podrías dudar de Él, aunque te lo pidieran, ni podrías estudiarlo; no intentarías estudiarlo, diciendo: “¿Por qué habla así Dios? ¿Por qué tiene esa expresión? ¿Por qué sonríe y se comporta de ese modo?”. Tales cosas no podrían resultarte más normales. Te dirás a ti mismo: “¡Sí, Dios es así y es así como debe ser! Independientemente de lo que Él haga, mi relación con Él será normal y no cambiará”.

Dentro de los pensamientos y de las nociones de toda la humanidad, que Dios se convierta en un ser humano corriente a través de la encarnación es la última imagen que Dios debería adoptar, porque la gente corriente ocupa un lugar bajo en la sociedad y es despreciada por los demás, y Dios, que es tan elevado, no debería encarnarse en alguien tan poco notable. Esto es algo totalmente contrario a las nociones de la gente. Que seáis capaces de aceptar y reconocer que Dios es tu Dios cuando, hoy en día, se ha convertido en carne y se ha transformado en un ser humano tan común, es en sí mismo un testimonio. Y siendo así, ¿qué podría afectar o perjudicar tu relación normal con Dios? Nada. Teniendo esto en cuenta, ser capaz de reconocer a Cristo como tu Dios es un criterio sumamente importante para medir la relación entre tú y Dios. Muchas personas creen en Dios, pero no reconocen que Él es la verdad, ¿y son capaces de reconocer que Dios es su Dios aquellos que no reconocen que Él es la verdad? ¿Qué tipo de relación tienen con Dios aquellos que no reconocen que Él es la verdad? ¿Son capaces de someterse a Dios de verdad? ¿No son capaces de resistirse a Él? Debes ver estas cosas con claridad. Tanto tú como Dios encarnado tenéis apariencia humana, forma humana, predilecciones humanas, un lenguaje humano, y ambos vivís en el mundo del hombre. Pero tú eres capaz de rectificar tu posición, puedes distinguir la diferencia entre tu estatus y el de Dios, y puedes rectificar tu relación con Dios. No debes sobrepasar esta relación ni ir más allá de ella. Si puedes alcanzar esta estatura, entonces estás cualificado para Dios y ninguna fuerza puede destruir tu relación con Él. Esta debería ser la relación más estable de todas, y así se alcanzará el estándar. Si tu relación con este cuerpo carnal no llega al nivel de la relación entre el hombre y Dios, si no posees tal relación, entonces cuando dices: “Tengo una buena relación con Dios en el cielo, y es una relación muy normal”, ¿acaso es cierto? No. Afirmas tener una buena relación con Dios, ¿pero quién la ha visto alguna vez? ¿Dónde se demuestra? No tiene ninguna base en los hechos. Dado que la gente vive en la carne y no puede penetrar en el reino espiritual ni tener acceso a Dios, ¿cómo puede interactuar con el Espíritu de Dios? ¿Sois capaces en este momento de alcanzar una relación normal entre el hombre y Dios con el Dios en la carne? (No). ¿Dónde se halla la dificultad? Existen muchas verdades que el hombre no entiende. ¿Qué significa que el hombre no entiende? Significa que la humanidad, que es corrupta, tiene puntos de vista y opiniones que, en muchos aspectos, no concuerdan con los puntos de vista y opiniones de Dios encarnado, que los principios a partir de los que el hombre maneja las cosas no concuerdan con los de Dios encarnado, y que el hombre incluso tiene muchas nociones y figuraciones acerca de Dios. Estos problemas aún no se han resuelto. ¿Y dónde radica la raíz de estos problemas? ¿Qué factor afecta a las relaciones entre Dios y el hombre? El carácter corrupto de la humanidad. Es decir, la humanidad sigue estando del lado de Satanás y vive confiando en el veneno de Satanás, y es el carácter y la esencia de Satanás lo que las personas viven. La esencia de Dios es la verdad. Su esencia es inmutable. Así que, ¿quién debe cambiar para lograr concordar con Dios? La especie humana, por supuesto; sin lugar a duda. Entonces, ¿qué aspectos de la especie humana deberían cambiar? Debe someterse a la obra de Dios, aceptar la verdad, aceptar el juicio y castigo y la poda. Esta es la única senda del hombre para llegar a concordar con Dios. Solo cuando tomas esta senda puedes llegar gradualmente a comprender la verdad, desechar tu carácter corrupto y ver a las personas y las cosas de acuerdo con las palabras de Dios y la verdad. De este modo, los principios según los cuales actúas, la perspectiva desde la cual contemplas las cosas, tu punto de vista sobre la vida y tus valores concordarán con los de Dios. Las barreras entre tú y Dios serán cada vez menos, no habrá más contradicciones, estudiarás a Dios cada vez menos, tu sumisión aumentará naturalmente cada vez más y, poco a poco, lograrás ser totalmente compatible con Dios.

¿Tenéis miedo de interactuar conmigo? (No). Tal vez vosotros no, pero Yo sí. ¿De qué tengo miedo? Todos vosotros tenéis muy escasa estatura y hay muchas verdades que no comprendéis. Por eso, respecto de ciertas cosas que Yo hago y digo, debo considerar si vuestra estatura puede mantenerse a la par. No puedo decirlas ni hacerlas directamente, sino que debo daros espacio y tiempo suficientes para que tengáis una vivencia de esas verdades y las experimentéis. Entonces, espero. Espero a que entendáis esas verdades, que las aceptéis poco a poco, que aumente vuestra estatura, momento en el cual vuelvo a intentar, de a poco, acercarme a vosotros. Entonces os observo y veo si vuestra estatura ha aumentado. Si es así, os hablo un poco más; si vuestra estatura sigue siendo escasa, mantengo algo más de distancia. ¿Por qué debo mantener algo de distancia de vosotros? Si llegara a acercarme demasiado a vosotros y os pidiera demasiado, demasiado pronto, el apuro estropearía fácilmente las cosas. Y si eso sucediera, ¿cuáles serían las consecuencias? Podrían ser peligrosas, más de lo que podríais soportar. Tal como están las cosas actualmente, no solo no podemos lograr la armonía y el consenso en nuestra interacción, sino que incluso no podríamos mantener una relación genuina. Si Yo insistiera en mantener un contacto frecuente con vosotros o en vivir con vosotros, y os orientara en cada aspecto de los asuntos relativos a vuestro deber, os resultaría estresante. En tal caso, sentiríais que estáis sufriendo. ¿No debería ser Yo quien deba soportarlo? Y, al soportarlo, ¿sufriría? Yo también tendría que sufrir. Si ese sufrimiento os beneficiara, si pudiera acelerar vuestro progreso, no me importaría sufrir un poco. Simplemente, soportaría más, hablaría un poco menos, sería más indulgente y os esperaría un poco más, tendría algo de paciencia. Eso no sería problema. Si sufrierais algunas cosas antes de tiempo, ¿obtendríais en cierta medida algún resultado? Tal vez en algunas personas en particular, en el caso de aquellos que pueden entender la verdad y que poseen tanto conciencia como razón, que son justos y razonables y que, asimismo, aman especialmente la verdad, pueden perseguirla con persistencia y que, en el fondo de su corazón, son inflexibles en su amor y su búsqueda de la luz y de las cosas positivas —la gente como Pedro, que persiguió la verdad de manera proactiva y positiva—; solo las personas con tal humanidad, con tal afán y con esa comprensión podrían someterse a semejante sufrimiento antes de tiempo. ¿Hay alguno entre vosotros que cumpla con estos criterios? (No). Pues bien, lamento decir que tendremos que mantener la distancia para que no os sometáis a semejante sufrimiento en forma prematura. Así pues, ¿cuándo os someteréis a él? Cuando hayáis alcanzado cierta estatura, Dios naturalmente dispondrá entornos, personas, acontecimientos y cosas para vosotros. Al igual que con Job, cuando alcanzó cierta estatura, Satanás fue ante Dios y acusó a Job. Dios permitió que Satanás tentara a Job, que lo sometiera a la tentación. En consecuencia, Job se vio privado de toda su fortuna. ¿Está esto muy alejado de vosotros? ¿Qué tan lejos? Por un lado, depende de vuestra búsqueda; por el otro, depende de las exigencias de la obra de Dios, del momento oportuno que Él haya establecido para Su plan. ¿Y qué momento oportuno es ese? El momento en el que la gente está esencialmente dotada de toda la verdad y la comprende. No obstante, si algunas personas aún no han llegado a ese nivel en términos de estatura, ¿qué se debe hacer? Cuando sea el momento correcto, Dios actuará. ¿Crees que puedes esconderte? No hay nadie que pueda escabullirse de este momento crítico. A esto se lo denomina la inspección de la obra del hombre y todo el mundo debe pasar por ella. Nadie puede superarla antes ni quedarse atrás. “Nadie puede superarla antes” significa que, si la estatura de una persona no es la adecuada ni escuchó mucho acerca de la verdad, posteriormente, cuando le pida a Dios que la ponga a prueba, Él no lo hará. Nadie estará exento de esto, ya que Dios considera a todos como iguales y les da a todos idénticas oportunidades, y Él provee y obra del mismo modo para todos. Así pues, que Yo adopte tal actitud de acuerdo con vuestro estado y la estatura que poseéis, ¿no os beneficia? (Sí). Es lo adecuado para vosotros, justo lo que necesitáis ahora. Mientras cumplís normalmente con vuestro deber en cada área, también se os provee de las verdades que necesitáis poseer y comprender, sin la menor demora, de modo que os sirváis de la provisión y la ayuda a tiempo y en justa medida. Entonces, a medida que cumpláis con vuestro deber, poco a poco asimilaréis, absorberéis y experimentaréis estas verdades y encontraréis los principios de la verdad y la senda de práctica; poco a poco, captaréis las intenciones de Dios y, de este modo, se corregirá la relación entre el hombre y Dios y ocuparéis el lugar de un ser creado, lo que implica asumir vuestra posición y ser firmes en vuestro deber. Y después de eso, quizá haya gente que, sin darse cuenta, experimentará las pruebas y el refinamiento. ¿Cuándo sucederá eso? Os lo diré, del modo que corresponde: las pruebas llegarán conforme a lo planeado. Esto tal vez sea un poco abstracto, pero, para Dios, simplemente es así. Cuando llegue el momento en el que Dios actúe, no podrás esconderte, por mucho que lo intentes. ¿Qué haré Yo ahora? Mantendré Mi posición, ocuparé Mi lugar y haré Mi obra, sin contenerme ni apresurarme, sino siguiendo el orden prescripto. Todas vuestras sendas a la salvación están abiertas; Yo no las voy a cerrar y, mucho menos, voy a demoraros.

¿Acaso alguien pregunta preocupado si siguiéndome pueden salvarse? Quizá algunos jamás se lo hayan preguntado, pero eso no significa que no hayan dudado y es probable que esta duda aún exista. Así pues, te diré algo cierto: no hay necesidad de preocuparte. Yo debería preocuparme antes que tú; soy Yo quien más debería preocuparse, pero jamás lo hago, así que ¿de qué te preocupas? ¿No te estás preocupando demasiado? Te preocupas demasiado y no hay necesidad de ello. Jamás me preocupo por este asunto porque no es algo de lo cual deba hacerme responsable. ¿No es positivo? Entonces, ¿quién se hace responsable de ello? Algunos dicen: “¡Qué irresponsable de Tu parte decir eso! Si Tú no eres responsable, ¿quién lo es?”. No necesito hacerme responsable porque nunca tengo tales preocupaciones. No tengo por qué sentir temor ni necesito analizar este asunto. Si me preocupara y dijera: “¡Oh! No puedo soportar la carga de vuestros desenlaces y destinos. Debo asegurarme de estudiar y analizar cada paso que doy y cada palabra que digo, y actuar tras ver sus resultados”, sería negligente de Mi parte. No obstante, Yo jamás me preocupo; nunca evalúo a qué podría conducir algo. ¿Por qué? Algunos dicen: “Tú has desentrañado este asunto”. No. En general, solo puede decirse que uno ha desentrañado algo tras haberlo sometido a investigación y análisis, pero Yo instintivamente nunca evalúo esas cosas, no existen en Mi pensamiento. No evaluar las cosas sería un gran resultado, así que ¿no deberíais aprender a hacerlo? Tal vez algunos digan: “Tú instintivamente no evalúas las cosas. ¿Cómo se supone que aprendamos a hacerlo? ¡No lo podremos aprender!”. Aquí hay algo sobre lo cual es necesario hablar un poco. La encarnación de Dios, Su materialización en la carne, Su transformación en ser humano, es decir, cómo, exactamente, esta persona llegó a existir, es un proceso que no necesita ser evaluado. En pocas palabras, Dios se ha convertido en un ser humano. ¿Existe algún misterio en lo que Dios hace en este cuerpo humano y en la manera en la que Él se manifiesta? (Sí). ¿Requiere de investigación este tema? No requiere de investigación, sino de que vosotros busquéis su verdad. ¿Cuál es su verdad? ¿Lográis desentrañarlo? La esencia, el estatus y la misión de una persona se unifican. Su misión es su esencia, su instinto; lo que vive, lo que revela, lo que está dispuesta a hacer y qué la llena: esa es su esencia, así como su instinto y su misión, todo lo cual puede constituir una unión. ¿Qué os dice esto? Aquí hay un hecho que deberíais ser capaces de ver, que es que el asunto de la encarnación de Dios es irrefutable. Dios expresa muchísimas verdades y, cuanto más las lee el hombre, más las entiende; cuanto más las lee, más siente que son la verdad, y cuanto más las experimenta y las pone en práctica, más se ilumina su corazón, y a medida que esto sucede, su relación con Dios asimismo se torna más normal. ¿Es realmente necesario investigarlo? Investiga todo lo que quieras; no entenderás qué es la verdad a través de la investigación. Comprender la verdad requiere de experiencia. A medida que uno adquiere más experiencias, naturalmente comprende de qué se trata la verdad y, una vez comprendida, naturalmente llega a conocer a Dios. Es por ello que digo que lograr conocer la obra de Dios se basa en entender la verdad. Algunas personas absurdas no aman la verdad y jamás la ponen en práctica y, desde el momento en que llegaron a creer en Dios, lo han estado estudiando. Por mucho que estudien, ¿pueden llegar a conocer a Dios de esta manera? Es imposible. El mundo religioso ha estado estudiando a Dios durante milenios y ni una sola persona lo ha conocido de verdad. Creen en Dios durante años y, al final, lo único que saben decir es “Creo profundamente en la existencia de Dios”. ¿Son esas las palabras de alguien que conoce a Dios? ¿Aún sigues estudiando a Dios? ¿Cuántos años hace que lo estudias? ¿Ha dado resultados tu estudio? Esto te digo: Dios encarnado jamás investiga quién es ni tampoco hay otra voz en Él, solo hay una. Tal como lo ve el hombre, todo lo que Él piensa, vive y hace son los pensamientos y actos de una persona, y Él también se considera una persona que actúa y piensa. ¿Qué ocurre? En Él, solo hay una vida, no hay ninguna otra. Así pues, ¿cuál es la esencia de esta vida? Por fuera, tal vez uno no sea capaz de desentrañarla, pues cree que se trata solo de la vida de una persona corriente, pero al contemplarla a la luz de Su misión y de la esencia de la obra que Él realiza, ¿cómo es que la sombra de Dios está sobre Él? Vale la pena entenderlo. Saber quién es exactamente este cuerpo carnal que tiene la sombra de Dios y revela Su esencia es digno de búsqueda e investigación profunda. ¿Es normal entonces que este cuerpo carnal no sepa por qué es tal persona ni quién es en esencia? Es sumamente normal; no es sobrenatural. Algunos dirán: “¿No es sobrenatural? Eso no parece propio de Dios. Dios debería ser sobrenatural”. ¿De dónde viene ese “debería”? Viene de las nociones y figuraciones de la gente. De hecho, ¿cuál es el primer acto, el primer comportamiento de Dios que el hombre conoce y del cual tiene una impresión? En el principio, Dios creó los cielos y la tierra y todas las cosas y, el sexto día, recogió un poco de barro y a partir de él creó a una persona a la cual llamó Adán. Luego, hizo que Adán se durmiera y tomó una costilla de su cuerpo, con la cual creó a otra persona, Eva. Al observar toda esta secuencia de actos y comportamientos de Dios, ¿no resulta sumamente pictórica? Todas sus acciones son muy reales y esto no concuerda con el Dios de las figuraciones y nociones de la gente. Supera las figuraciones del hombre acerca de lo sobrenatural. Así pues, ahora, cuando la gente toma contacto con Dios encarnado, escucha las palabras que Él dice y ve todo lo que hace y, posteriormente, compara esas cosas con los actos y comportamientos reales de Dios cuando creó al hombre en el principio, ¿existen discrepancias en ello? ¿Hay alguna diferencia? Tal vez sí, porque nunca has visto esas acciones. Sin embargo, al analizarlo de forma práctica, cuando uno compara la forma y el origen de las declaraciones de Dios en el principio con la forma y el origen de Su discurso actual, no existe ninguna disparidad fundamental. ¿Por qué digo “fundamental”? La palabra “fundamental” tiene su significado. ¿Qué significa “fundamental” aquí? Significa que, en el corazón del hombre, aún existe cierto elemento sobrenatural en las cosas reales que el hombre cree que Dios hace y en la manera en la cual cree que Él habla, mientras que la manera, el método y el tono del discurso de Dios que el hombre ve y escucha actualmente son bastante prácticos, es posible captarlos y verlos, sin un elemento sobrenatural y sin lugar para las figuraciones humanas. Hay una distancia entre estas dos cosas y esa distancia es, en definitiva y fundamentalmente, idéntica desde vuestro punto de vista. De allí proviene ese “fundamental”.

¿Es necesario compartir estas palabras tan veraces y sinceras hoy? (Sí). ¿Por qué hablar de tales cosas? Muchas personas han sentido constantemente que estas cuestiones de Dios encarnado son bastante misteriosas, insondables y siempre desean estudiarlas. Estudiar estas cosas interfiere en tu relación con Dios. ¿Puedes entrar en la verdad si estudias a Dios en todo momento? Si siempre lo estás estudiando, no tomarás Sus palabras como la verdad, y tu relación con Él se distorsionará, se pervertirá y será anormal. Así pues, ¿cómo puedes hacer que tu relación sea cada vez más normal? Considerando que todo cuanto Él hace es normal, incluido este cuerpo carnal Suyo y buscando poco a poco aceptarlo de corazón. Acéptalo en todos los aspectos, en la forma y el tono de Su discurso, e incluso Su apariencia, Su aspecto. Debes aceptarlo. Si no lo haces, sino que siempre lo estudias, estudias esto y aquello, al final, serás tú el que se lleve la peor parte y se vea perjudicado. Este hecho, causado por Dios, es inamovible. Dios ha inaugurado una nueva era, e influirá en ella y la conducirá en su totalidad. Este es un hecho inamovible. Entonces, ¿qué decisión debería tomar una persona con respecto a este asunto? No debería estudiar a Dios, sino aceptarlo y conocerlo, corregir constantemente su relación con Él y recordarse en todo momento: “Soy un ser creado y soy parte de la raza humana corrupta; Dios es una persona corriente por fuera, pero Su esencia interior es la de Dios. El hecho de que Él es Dios es innegable; cualquier cosa que Él haga por fuera, cualquier cosa que diga y, más allá de la manera en la que actúe, no corresponden a mi ámbito de estudio. Esa es la clase de razón que debo tener y este es el lugar que debo ocupar”. Hoy he hablado un poco con vosotros acerca de Mí, para que podáis entender y tener claridad sobre estas cosas y no estar siempre confundidos al respecto, como si Yo estuviera ocultando algo que no quisiera que supierais. A decir verdad, no tengo secretos que no pueda contaros. Esto es lo que pienso y es cómo actúo. No tiene nada de abstracto ni nada de misterioso. Eso de Mí que vosotros veis es así y eso de Mí que está detrás de escena y que no podéis ver también es así. Así es, verdaderamente. No obstante, hay algo que debéis entender: con independencia de los hechos y fenómenos externos que veas ante ti, si no comprendes la verdad, tomarás esos fenómenos como la verdad y como un hecho; y si de veras entiendes la verdad, llegarás a conocer la esencia y la verdad a través de esos fenómenos y exterioridades, con lo cual tu relación con Dios se volverá cada vez más normal. Para ti, la identidad, el estatus y la esencia de Dios jamás cambiarán. Él es el Creador, el Único que es soberano sobre todo. Eso es inamovible. Tú eres un ser creado y, si siempre estudias el aspecto de la carne de Dios, estás en problemas. Tu relación con Dios dejará de existir, lo que implica que tu relación de ser creado con el Creador dejará de existir. No es necesario detallar las consecuencias de ello. Son muy malas. Podría dar lugar a absolutamente cualquier consecuencia, todo podría pasar. Sin esta relación, no se puede hablar de ninguna comunicación entre nosotros. ¿Eso lo explica claramente? Para mantener nuestro vínculo cercano, para conservar nuestra relación, ¿cuál debería ser entonces la identidad del hombre? (La de un ser creado). Por siempre la de un ser creado. Esa es la única manera en la que nos podemos relacionar, el único modo en el que puede existir una relación real. Si no aceptas que eres un ser creado, no tenemos ninguna relación en absoluto. No me relacionaré contigo ni desearé saber quién eres. Nada nos unirá. No me meteré contigo. Vive como quieras, no tiene nada que ver conmigo. No es necesario que me estudies ni me condenes. Mi identidad, Mi estatus y todo cuanto Yo hago no son cosas que tú, una persona corriente, puedas condenar ni de las cuales puedas extraer conclusiones. No es el hombre quien juzga todo esto, sino Dios. Eso lo explica claramente, ¿no es así? ¿Acaso no es la verdad? (Sí). ¿Y cuál es la verdad que la gente debe entender en todo esto? ¿Sobre qué base, sobre qué fundamento puede una persona tener una relación normal con Dios? Debe saber que es un ser creado. Si reconoces que eres un ser creado y tienes ese fundamento, entonces, a medida que avances, habrá muchos asuntos en los que evitarás descarriarte. Sin embargo, si siempre deseas estudiar a Dios y no encaras la relación desde la perspectiva de un ser creado, las consecuencias serán problemáticas, contemplarlas será absolutamente terrible. Lo entiendes, ¿verdad?

Algunos dicen: “Si no reconozco que soy un ser creado, ¿entonces no tenemos nada que ver el uno con el otro? ¿No nos conocemos? Sin una relación de ese tipo, podemos ser colegas, amigos, parientes, ¿verdad?”. No. Yo no tengo “colegas” ni tengo amigos y, sin duda, no tengo tal parentesco. Alguien pregunta: “¿Y quiénes son tus verdaderos parientes? ¿Tu familia?”. No. Yo no tengo parientes ni tengo aliados. No tengo subordinados ni asistentes. Para el Creador, las únicas cosas que tienen relación con Él son los seres creados. Para toda la raza humana creada, para todos los seres creados, Dios solo tiene una identidad: la del Creador. Esa es la única relación. Si alguien preguntara: “Tenemos una relación bastante buena. ¿No podemos ser amigos? ¿No podemos llegar a ser colegas?”. No. Yo no te conozco; no sé quién eres. ¿Por qué sería tu amigo? No existe tal relación entre nosotros. Dicen: “Hablas de forma muy terminante, ¿verdad? ¿No eres demasiado cruel?”. Es así de terminante. No tengo necesidad de tales relaciones. Todo cuanto hago y digo es para que existan destinatarios viables de la provisión; ¿y quiénes son esos destinatarios? Es la humanidad creada, la humanidad que ama la verdad; y aquellos que Dios salvará, y solo existe esta relación. Además de esta relación, no existe ninguna otra que Yo reconozca. ¿Lo entiendes? (Sí). Probablemente algunos digan: “¡Qué difícil es relacionarse contigo!”. No es que sea difícil relacionarse conmigo, sino que esa relación no puede existir. Así pues, que nadie diga: “Hace años que estoy en contacto contigo. ¿No somos amigos?”. Si reconoces que eres un ser creado, entonces tenemos la relación más cercana, la mejor, la relación más legítima y pura. Algunos dicen: “Te he servido durante muchos años. ¿No nos conocemos bastante bien? ¿No soy Tu confidente, Tu amigo íntimo?”. No. Yo no tengo amigos íntimos. Algunos dicen: “Siempre me cuentas qué te gusta vestir y qué personas te agradan, y yo te cuento lo mismo. No hay nada de lo que no hablemos; entonces, ¿no somos amigos?”. No. Yo no me hago amigo de la gente. No tengo amigos. Si eres un ser creado, entonces tenemos algo de lo que hablar; podemos interactuar, establecer un vínculo y desarrollar camaradería. ¿Pero somos amigos una vez que hemos desarrollado la camaradería? No. La relación entre los seres creados y el Creador jamás cambia. Algunos me han recibido y me han protegido y, por eso, creen que tienen mérito, que me han rescatado. Esa no es la forma de expresarlo; todo está instrumentado por Dios. Y si preguntan: “¿No eres un desagradecido?”. ¿Cómo se explica tal afirmación? Si alguien no ve algo con claridad, no puede aplicarle preceptos arbitrariamente. Hacerlo conduce fácilmente a un juicio. Si sabes que eres un ser creado, ¿cómo debes abordar este asunto? Si presumes de esta relación para coaccionarme, para acercarte a Mí o congraciarte conmigo, entonces te digo que estás equivocado. No intentes hacerlo, y si intentas congraciarte conmigo, me hartaré de ti. Algunos preguntan: “¿No lo tolerarías?”. No. Está mal que la gente intente congraciarse conmigo, no constituye una relación normal. Algunos pueden decir: “Soy joven, atractivo y elocuente. ¿Acaso a Dios no le agrada la gente como yo?”. No debes hablar así. Si piensas esas cosas, puedes buscar las respuestas en las palabras de Dios. Jamás me disgustes así. ¿Eso lo deja claro? No puede ser más claro. Así pues, ¿cómo deberíais comprenderlo? (La única relación entre el hombre y Dios es la de un ser creado y el Creador). Correcto. El hombre debe corregir su posición. En ningún momento hagas alarde de tus cualificaciones ni te ampares en los años de servicio, no hagas trampas ni utilices ninguna filosofía para los asuntos mundanos con la intención de alterar tu identidad o tu relación con Dios. No lo intentes en ninguna circunstancia; estarías incitando al rechazo. No te embarques en un esfuerzo tan inútil. ¡No sirve de nada! ¿Por qué la gente siempre vuelve a las andadas? Después de la charla de hoy, la mayoría de vosotros no volveréis a equivocaros sobre esto, ¿verdad? (No). Eso me ahorra mucha preocupación. No quiero insistir en estas cosas, me hacen sufrir. Para una persona con razón, son fáciles de entender. Muchas de las palabras de Dios mencionan estas cosas y aquellos que de verdad poseen cierta capacidad de comprensión no deberían encontrarlas difíciles de entender. Para aquellos que han seguido a Dios durante muchos años y comprenden algo de la verdad, no será un problema entender estas cosas, porque la gente ha ganado mucho de Dios y conoce Su obra por completo.

23 de enero de 2019

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