Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes
En la última reunión hablamos sobre realizar vuestro deber de manera adecuada. Lograr esto es la primera y más básica de las cuatro condiciones fundamentales que se requieren para que Dios perfeccione al hombre. La vez anterior, hablamos sobre la definición de desempeñar el propio deber y los principios que implica. También discutimos algunos ejemplos, y compartimos diversas señales externas que indican que las personas no están cumpliendo con los deberes de un modo adecuado. Al hacer esto, hice ver con claridad al pueblo escogido de Dios que tales problemas se deben corregir, y le ayudé a entender la postura que Dios adopta hacia aquellos que realizan sus deberes de tal manera. Tras hablar sobre esto, adquiristeis un entendimiento general sobre cómo cumplir con vuestro deber de manera adecuada, a qué es necesario prestarle atención, qué cosas no podéis hacer y qué acciones pueden ofender el carácter de Dios y conducir a la destrucción. Al participar en la plática sobre cómo cumplir con vuestro deber de una manera adecuada, ¿sois capaces de contemplar y entender conceptualmente algo de la verdad sobre este asunto? ¿Qué principios han de acatar los diversos tipos de personas y qué verdades deben practicar en el cumplimiento de los diversos deberes? ¿Tenéis una comprensión clara respecto a estos asuntos específicos? (No lo entendemos con claridad). Entonces tenemos que entrar en más detalle. Debemos establecer clasificaciones más detalladas para discutir qué significa realizar el deber propio de manera adecuada.
La obra de la casa de Dios se divide en varias categorías principales. La primera de todas las obras de la casa de Dios es la difusión del evangelio. Implica a un gran número de personas, afecta a un amplio abanico de cosas y conlleva muchísimo trabajo. Se trata de la primera categoría de la obra y la tarea más relevante en la obra general de la iglesia. El trabajo de difundir el evangelio es la tarea más importante del plan de gestión de Dios. Por eso se debe clasificar como la primera categoría de trabajo. Entonces, ¿qué título ostentan aquellos que cumplen con su deber? Son los difusores del evangelio. En cuanto a la segunda categoría, ¿cuál es el deber más importante en el trabajo interno de la iglesia? (El de los líderes y obreros). Cierto, es el deber de los líderes y obreros en todos los niveles de la iglesia, incluyendo a los supervisores y líderes de equipo de varios grupos. Este deber cuenta con una enorme relevancia, y todo el trabajo que hace esta gente es importante. Esta es la segunda categoría. Respecto a los deberes de la tercera categoría, ¿cuáles son relativamente importantes en la obra de difusión del evangelio? (Algunos deberes especiales). Sí, la tercera categoría comprende a aquellos que desempeñan varios deberes especiales, incluyendo la escritura, la traducción, la música, la producción cinematográfica, el arte y el trabajo en los asuntos externos. Los de la cuarta categoría desempeñan sobre todo deberes corrientes que tienen que ver con trabajo logístico, como recepción, cocina y compras. No es necesario hacer una clasificación detallada de estos deberes. La quinta categoría se reserva a aquellos que solo pueden cumplir con los deberes durante su tiempo libre debido a su situación familiar, condiciones físicas o razones de ese estilo. Cumplen con sus deberes lo mejor que pueden. Esta es la quinta categoría. Los demás, los que no cumplen con sus deberes, están encuadrados en la sexta. Son aquellos que no tienen nada que ver con el cumplimiento de los deberes; por lo tanto, ¿por qué se les habría de incluir siquiera en una categoría? Aparecen en esta porque se los considera miembros de la iglesia. Si han escuchado muchos sermones, pueden entender la verdad y se prestan voluntarios para cumplir deberes, debemos permitir a tales personas que los realicen y darles la oportunidad de arrepentirse, siempre y cuando tengan una fe sincera y no tengan un calibre extremadamente bajo ni tampoco sean personas malvadas, y siempre que prometan no causar perturbaciones. Básicamente, todos los miembros de la iglesia caben en alguna de las seis categorías que acabamos de mencionar. Los únicos que quedan son los nuevos creyentes. De ellos no se puede decir que no lleven a cabo sus deberes. En cambio, como tienen poca estatura y solo tienen una comprensión superficial de la verdad, no pueden hacer nada. Aunque el calibre de algunos sea bueno, no entienden la verdad ni los principios, así que todavía no pueden cumplir con ningún deber. Pueden empezar a cumplir con su deber tras creer en Dios durante dos o tres años. En ese momento, podemos incluirlos en una de las varias categorías donde entran las personas que llevan a cabo deberes. Para concluir, acabamos de delimitar con claridad las seis categorías. La primera es la de aquellos que difunden el evangelio; la segunda es la de los líderes y obreros de todos los niveles de la iglesia; la tercera categoría es la de aquellos que cumplen con deberes especiales; la cuarta es la de los que desempeñan deberes corrientes; la quinta es la de los que realizan deberes cuando el tiempo se los permite; y la sexta es la de aquellos que no cumplen deberes. ¿En base a qué principios se ordenan estas categorías? Se dividen según la naturaleza del trabajo, el tiempo requerido para hacerlo y la carga e importancia de ese trabajo. Cuando hemos hablado con anterioridad sobre cumplir con los deberes, sobre todo hemos mencionado los diversos aspectos de la verdad relacionados con ese asunto. Nuestra charla se refirió a los principios-verdad que todo el mundo ha de seguir a la hora de cumplir con su deber. No determinamos ninguna categoría y no compartimos en detalle a qué principios debe atenerse cada tipo de persona, ni las verdades específicas en las que debe concentrarse en entrar. A continuación, vamos a hablar sobre este aspecto de la verdad con más detalle y describiremos cada categoría una a una, para que quede todo más claro.
Voy a empezar por compartir las verdades que deben comprender los que difunden el evangelio. ¿Qué verdades básicas deben comprender y de cuáles han de equiparse los que difunden el evangelio? ¿Cómo debes realizar esta tarea para cumplirla bien? Debes equiparte con algunas verdades sobre la visión que se necesita para difundir el evangelio y has de dominar los principios para difundirlo. Una vez hayas dominado los principios de la difusión del evangelio, ¿de qué otras verdades debes equiparte para resolver las nociones y los problemas de los demás? ¿Cómo debes tratar a los que investigan el camino verdadero? Lo más importante es aprender a tener discernimiento. El primer principio que debes comprender es a quién puedes predicar el evangelio y a quién no. Si le predicas a quien no debes, no solo resultará un esfuerzo inútil, sino que no será extraño que acarree peligros ocultos. Esto hay que entenderlo. Además, incluso las personas a las que se les puede predicar el evangelio no lo van a aceptar si solo dices unas pocas palabras o hablas de algunas doctrinas profundas. No es tan fácil. Es posible que hables hasta que se te seque la lengua, que te quedes sin paciencia y desees abandonar a los que están investigando el camino verdadero. En circunstancias así, ¿qué resulta más importante poseer? (Amor y paciencia). Has de tener amor y paciencia. Si careces de todo sentimiento de amor, entonces sin duda no tienes paciencia. Además de comprender la verdad con respecto a la visión, difundir el evangelio también requiere un gran amor y una gran paciencia. Es la única manera de cumplir adecuadamente con el deber de difundir el evangelio. ¿De qué manera se define tal deber? ¿Cómo contemplas el deber de difundir el evangelio? ¿En qué difieren los que se encargan de ello de los que realizan otras tareas? Dan testimonio de la obra de Dios en los últimos días y de Su venida. Hay quien dice que son mensajeros del evangelio, que se los envía a una misión, que son ángeles descendidos de lo alto. ¿Se los puede definir así? (No). ¿Cuál es la misión de aquellos que difunden el evangelio? ¿Qué imagen tienen en la mente de la gente? ¿Cuál es su papel? (El de predicadores). El de predicadores, mensajeros ¿y qué más? (El de testigos). La mayoría los definiría así. Pero ¿son realmente exactas estas definiciones? Los términos comunes son “predicador” y “testigo”; “mensajero del evangelio” es un título más prestigioso. Estos tres términos se oyen a menudo. Cualquiera que sea el modo que tenga la gente de entender y definir los títulos de aquellos que cumplen con este deber, todos ellos están ligados de manera ineludible a la palabra “evangelio”. ¿Cuál de estos tres términos es más relevante y apto para el deber de difundir el evangelio, convirtiéndolo en un título más racional? (Predicador). La mayoría de la gente piensa que el título de predicador es el más adecuado. ¿Alguien está de acuerdo con el título de testigo? (Sí). ¿Qué hay del título de mensajero del evangelio? (No). Básicamente nadie está de acuerdo con el título de mensajero del evangelio. Vamos a debatir primero si el título de predicador es apropiado. “Predicar” significa difundir, diseminar, transmitir y dar a conocer algo, ¿y sobre qué “camino” predican los predicadores? (El camino verdadero). Es una buena manera de decirlo. El “camino” es el camino verdadero de la obra de Dios y de la salvación del hombre por parte de Él. Así es como explicamos y definimos el término predicador. Hablemos ahora del testigo. ¿De qué da testimonio un testigo? (De la obra de Dios en los últimos días). No resulta erróneo afirmar que un testigo da testimonio de la obra de Dios en los últimos días. Estos dos títulos parecen relativamente apropiados. ¿Qué tal mensajero del evangelio? ¿A qué se refiere “evangelio”? Son las buenas nuevas y la alegre noticia de la obra de Dios, la salvación del hombre por parte de Dios y Su venida. ¿Cómo podemos explicar “mensajero”? Una buena explicación de “mensajero” es que es alguien a quien Dios ha enviado, a quien se ha encomendado directamente que difunda el evangelio, o una persona a quien Dios envía en un momento determinado para trasmitir Sus palabras o un mensaje importante. Eso es un mensajero. ¿Cumplen ese papel los que difunden el evangelio? ¿Realizan este tipo de trabajo? (No). ¿Qué tipo de trabajo hacen entonces? (Dan testimonio de la obra de Dios en los últimos días). ¿Es su testimonio de la obra de Dios en los últimos días una misión que han aceptado directamente de Dios? (No). Entonces, ¿cómo se puede explicar esta misión? (Es el deber de los seres creados). Se trata del deber de las personas. Con independencia de que Dios te haya encargado, contado o confiado la proclamación de Su nueva obra y la divulgación del evangelio, tienes la responsabilidad y la obligación de hablarle del evangelio a más gente, de divulgarlo y transmitírselo a más personas. Cuentas con la responsabilidad y la obligación de facilitar que más gente conozca esta noticia, acuda ante Dios y regrese a Su casa. Este es el deber y la responsabilidad de las personas, así que no se puede decir que Dios les haya hecho tal encargo ni que Él las haya enviado. Por consiguiente, la palabra “mensajero” no es apropiada. ¿Cuál es la naturaleza de esta palabra? Es falsa, exagerada y vacía. La palabra “mensajero” es demasiado exagerada para considerarla apropiada. Desde los tiempos del Antiguo Testamento hasta el presente, desde el comienzo de la obra de gestión de Dios hasta ahora, el papel de mensajero básicamente nunca ha existido. Es decir, ningún rol semejante ha formado parte de la obra del plan de gestión de Dios para la salvación de la humanidad a lo largo de todo su transcurrir. ¿Cómo puede la gente corriente llevar a cuestas lo que implica la palabra “mensajero”? Nadie puede encargarse de un trabajo semejante. Por tanto, este papel no está disponible para el hombre, y no se puede vincular ni asociar a nadie con esa palabra. Un mensajero, como lo entiende la gente, es alguien al que Dios ha enviado para hacer algo o para trasmitir un mensaje. Semejante persona tiene poco que ver con la obra global y magnífica de Dios para gestionar la humanidad. Es decir, el papel del mensajero es casi inexistente en las tres etapas de la obra de Dios. Por tanto, no uses esta palabra en el futuro. Es una ingenuidad hablar de esta manera. ¿Puede asumir una persona el título de “mensajero del evangelio”? No. Para empezar, es de carne y hueso. Además, pertenece a la humanidad corrupta. ¿Qué clase de ser es un mensajero? ¿Lo sabéis? (No lo sabemos). No lo sabéis, y sin embargo os seguís atreviendo a usar ese apelativo. Esto es suplantación. Se puede decir sin lugar a la duda que los mensajeros no tienen nada que ver con la humanidad, ni los humanos pueden tener nada que ver con la palabra “mensajero”. La humanidad no puede echarse al hombro esta responsabilidad. Los mensajeros del evangelio, el descenso de estos desde lo alto y la obra que hicieron llegó básicamente a su fin en el tiempo de Abraham en el Antiguo Testamento. Esto ya se ha acabado y ha llegado a su fin. Desde que Dios desempeñó la obra de la salvación de la humanidad formalmente, esta debería dejar de usar la palabra “mensajero”. ¿Por qué no se debería usar más esa palabra? (El hombre no puede asumir esta responsabilidad). No es cuestión de que pueda llevar esto a cuestas o no, sino más bien de que los mensajeros no tienen nada que ver con la humanidad corrupta. Entre la humanidad corrupta, no existe semejante papel, ni tampoco hay un título similar. Regresemos a la palabra “predicador”. Si tuviéramos que dar una definición objetiva, precisa y profunda del “camino” sobre el que predican, ¿cómo lo definiríamos? (La palabra de Dios). Este es un término relativamente general. En concreto, ¿se refiere solo al evangelio y al mensaje de la obra de Dios en el momento presente? (No). Entonces, ¿qué proclaman realmente las personas que difunden el evangelio? ¿Hasta qué punto está relacionado el trabajo de aquellos que difunden el evangelio con el “camino”? ¿Qué clase de trabajo pertenece en realidad al ámbito de estos deberes? Simplemente transmiten algo de información básica a los destinatarios del evangelio, como que Dios ha venido en los últimos días, la obra que Él ha realizado, las palabras de Dios y Sus intenciones, de modo que las personas puedan oír y aceptar esta información y luego regresar a Dios. Después de llevar a la gente ante Él, su responsabilidad de difundir el evangelio queda cumplida. ¿Contiene la información que comunican algo de lo que se entiende por “camino”? En este caso, los términos “información” y “evangelio” son prácticamente equivalentes. Entonces, ¿tienen algo que ver con el “camino”? (No). ¿Por qué no existe tal asociación? ¿A qué se refiere en concreto el “camino”? La palabra más sencilla que podemos utilizar como explicación es “senda”. El término “senda” abarca la definición de “camino”, que es más específica. Para ser más concretos, el “camino” es el conjunto de palabras que Dios proporciona para la salvación de la humanidad, para liberar a los seres humanos de sus actitudes satánicas corruptas y hacer posible que escapen de las ataduras y la influencia oscura de Satanás. ¿Se trata de una descripción exacta y concreta? Ahora que nos centramos en ella, ¿es la palabra “predicador” una definición adecuada para aquellos que cumplen con el deber de difundir el evangelio? (No). El deber de un predicador es mucho mayor que el de difundir el evangelio. Solo aquellos que conocen a Dios y dan testimonio de Él pueden asumir este título. ¿Puede una persona normal que difunde el evangelio asumir el trabajo de un predicador? En absoluto. Difundir el evangelio no es más que proclamar la buena nueva y dar testimonio de la obra de Dios. Tales personas no pueden asumir en modo alguno el trabajo de los predicadores, no pueden desempeñar el deber de estos, por lo que no se les puede llamar predicadores. El título de predicador confiere una posición superior, y los que difunden el evangelio no merecen este título. No es un título adecuado para ellos. Solo nos queda ya el término “testigo”. ¿De qué da testimonio un testigo? (De la obra de Dios en los últimos días). ¿Es adecuado decir que proclaman y dan testimonio de la obra de Dios en los últimos días? Si hubiera que definir con exactitud el significado de “testigo”, debería referirse a alguien que da testimonio de Dios, en vez de a alguien que da testimonio del evangelio. ¿Y si llamáramos testigos de Dios a estas personas que difunden el evangelio? ¿Son capaces de dar testimonio de Dios? (No). ¿Cómo podemos explicar el término “testigo” tal y como se utiliza aquí? Si se investiga con detenimiento, la palabra “testigo” tampoco es apropiada. Ya que los que difunden el evangelio solo proclaman las palabras que Dios les dice a todos aquellos sedientos de ellas y les cuentan sobre Su palabra a los que aceptan la aparición de Dios, esto no alcanza a abarcar el verdadero significado de la palabra “testigo”. ¿Por qué digo que esto no es lo que significa dar testimonio? Dar testimonio se refiere a aquello que una persona comparte y proclama para que la gente llegue a conocer a Dios y para llevar a esta gente ante Él. En la actualidad, los que difunden el evangelio se limitan a llevar a la gente a la iglesia, al lugar de trabajo de Dios en la tierra. No dan testimonio del carácter de Dios, de lo que Él tiene y es, ni de Su obra. ¿Resulta adecuado para ellos el título de testigos? Si somos precisos, no es ni adecuado ni apto. Ya hemos investigado y contemplado estos tres términos: mensajeros del evangelio, predicadores y testigos, y todos nos han parecido inadecuados para referirnos a los que difunden el evangelio. Sin importar si estos términos provienen de la religión o si se usan comúnmente por los miembros de la casa de Dios, estos títulos no son ni apropiados ni aptos. Llegamos ahora a una pregunta: ¿Son importantes los títulos? (Sí). ¿De verdad? Por ejemplo, si tu nombre original era Juan López, pero ahora te llamas Jaime García, ¿acaso has cambiado? ¿No sigues siendo tú? Esto quiere decir que el título o nombre que utilices no es importante. Si no lo es, ¿para qué diseccionar estas palabras? Las he diseccionado para que la gente pueda tener una visión exacta del deber de difundir el evangelio, para que defina con precisión lo que es realmente este deber y para que sepa cómo ha de cumplirlo y tratarlo de un modo adecuado. Lo primero es determinar tu propia posición dentro de este deber. Se trata de algo muy importante. Por consiguiente, este título debe ser preciso.
Acabo de diseccionar a grandes rasgos varios títulos o términos que se refieren a aquellos que cumplen con el deber de difundir el evangelio. Estos títulos y definiciones de testigos, predicadores y mensajeros del evangelio son todos imprecisos. ¿Por qué digo esto? Porque las personas que simplemente difunden el evangelio no realizan ningún trabajo sustancial digno de tales apelativos. No dan testimonio de las acciones de Dios, de su obra y Su esencia. Este no es el trabajo que hacen ni el deber que cumplen. Por tanto, no son dignos de ostentar el título de testigos. El de predicador posee también la misma naturaleza, por no hablar del de mensajero del evangelio. Este último título carece de significado, no tiene base alguna. Solo es una palabra muy altisonante con la que la gente se define a sí misma. ¿De dónde proviene el título de mensajero? ¿Acaso no proviene del inflado carácter arrogante del hombre? (Sí). ¿No es solo el deseo de otorgarse a sí mismo un título elevado? Cuando alguien se corona a sí mismo con un título semejante, tal comportamiento no implica poseer razón. Otros títulos son incluso menos apropiados y adecuados, así que no los vamos a enumerar ni diseccionar uno a uno. Ya que estos títulos son inapropiados, echemos un vistazo a lo que en realidad constituye la esencia del deber de difundir el evangelio. En una religión, ¿cómo se le llama al hecho de convertir a alguien mediante la difusión del evangelio? (Dar fruto). Cuando aquellos que difunden el evangelio convierten a una persona, dicen que han dado fruto. Cuando quedan para hablar, siempre discuten cuántos frutos han dado difundiendo el evangelio en tal o cual lugar. Se miden unos respecto a otros para ver quién ha dado más fruto y de qué clase de fruto se trata. ¿Por qué hacen tales comparaciones? Al comparar superficialmente el número de frutos, ¿qué están comparando en realidad? Comparan los méritos y cualificaciones para entrar en el reino de los cielos. Si hacen tales comparaciones entre ellos, ¿consideran el trabajo de difundir el evangelio como su deber? ¿Por qué le dan tanta importancia al fruto que dan? Creen que los frutos que dan están relacionados de alguna manera con ir al cielo, recibir bendiciones y obtener recompensas. Si estos frutos no están conectados con estas cosas, ¿harían tales comparaciones cada vez que se encuentran? Se compararían entre sí en otros aspectos. Entrarían en comparaciones sobre cualquier aspecto relacionado con recibir recompensas y entrar en el reino de los cielos. Ya que convertir a la gente y dar fruto al difundir el evangelio guardan relación con ir al cielo y recibir recompensas, a fin de conseguir ambas cosas, la gente nunca se aburre de comparar quién ha convertido a más gente y ha dado más fruto al difundir el evangelio. Luego planean en sus corazones la manera de convertir a más gente y de dar más fruto para mejorar sus cualificaciones y confianza a la hora de entrar en el cielo y obtener recompensas. De esta manera, se vuelve evidente la actitud de cualquier tipo de persona con respecto a la difusión del evangelio. ¿Es su actitud y motivación respecto a la difusión del evangelio el deseo de cumplir bien con sus deberes como seres creados? (No). Este es un punto de vista incorrecto. No tienen como objetivo cumplir bien con sus deberes, ni con la comisión de Dios, sino obtener recompensas. Cumplir con el deber de una manera tan transaccional no está, obviamente, de acuerdo con la verdad, sino que la vulnera. No es conforme a la intención de Dios, sino que Él lo aborrece. La cantidad de fruto que den estas personas carece de importancia, no guarda relación con sus destinos finales. Consideran la difusión del evangelio como una profesión, una forma o un puente para obtener bendiciones y recompensas. La intención de estas personas al realizar sus deberes y aceptar esta comisión no es cumplir la comisión de Dios o realizar bien sus deberes, sino solo obtener bendiciones y recompensas. Así, por mucho fruto que den, esta clase de personas no son ni testigos ni predicadores. El trabajo que realizan no es el cumplimiento de un deber, sino un mero esfuerzo y mano de obra con el fin de obtener bendiciones para sí mismas. Aquí el problema más grave no es simplemente que su propósito al difundir el evangelio sea obtener bendiciones y recompensas, sino que se valen del hecho de convertir a la gente difundiendo el evangelio como una ficha para intercambiarla con Dios por recompensas y la bendición de entrar en el cielo. ¿Acaso no es esto un problema muy grave? ¿Cuál es la esencia de este problema? Están poniendo el evangelio a la venta, “vendiéndolo” a cambio de bendiciones. ¿Acaso no hay en esto un poco de una naturaleza de intentar hacer un trato con Dios? Esta es la esencia de sus intenciones, de sus prácticas y la naturaleza de sus acciones. Parece que el problema que se da entre los supuestos “predicadores” en el mundo religioso es que venden el evangelio a cambio de recompensas. Entonces, ¿comparten el mismo problema los que ahora cumplen con el deber de difundir el evangelio en la casa de Dios? (Sí). ¿Cuál es el problema fundamental común a ambos? Resulta que están vendiendo el evangelio a cambio de la satisfacción y el reconocimiento de Dios para lograr su objetivo de obtener bendiciones y de poseer ese hermoso destino. Al presentarlo de este modo, puede que algunos no os quedéis convencidos, pero lo cierto es que muchas personas se comportan así.
Una vez que han logrado la conversión de las personas, muchos de los que difunden el evangelio sienten que tienen la capacidad de salvar a la gente y que han desempeñado un gran servicio. A menudo les dicen a los que han aceptado de ellos el evangelio: “Si yo no te lo hubiera predicado, nunca hubieras creído en Dios. Has tenido la suerte de recibir el evangelio gracias a mi amoroso corazón”. Y luego de haber aceptado de ellos el evangelio, a esta gente siempre le sueltan la misma pregunta: “¿Quién compartió contigo el evangelio?”. Estas personas meditan la pregunta y piensan: “Es cierto que tú me predicaste el evangelio, pero se trató de la obra del Espíritu Santo; no puedo concederte a ti el mérito”. Así que no les responden. Como no recibe respuesta, el que hizo la pregunta se enfada y sigue interrogándolos. ¿Qué intención hay detrás de ese constante interrogatorio? Quieren llevarse el mérito. Entre los que difunden el evangelio, están también los que, tras compartirlo con alguien, rehúsan entregar a tal persona a la iglesia cuando esta cumple con las condiciones para entrar. Hay algunos difusores del evangelio que lo comparten con varias personas y luego no las entregan; algunos han llegado a compartírselo a 20 o 30 personas, suficientes para fundar una iglesia, pero tampoco las han entregado. ¿Por qué no le entregan a esta gente a la iglesia? Dicen: “Todavía no tienen una base muy sólida. Vamos a esperar a que la tengan, a que no alberguen dudas, a que no se las pueda desorientar tan fácilmente, entonces se las entregaré a la iglesia”. Pasado medio año, tales personas ya tendrán cierta base y cumplirán los principios para entrar en la iglesia, pero estos difusores del evangelio seguirán sin llevarlas. Quieren liderarlas ellos mismos. ¿Qué intención hay detrás de esto? Si no ganaran un beneficio con ello, ¿querrían liderarlas? ¿Qué beneficio buscan? Quieren obtener de ellas ganancias y ventajas personales. Si las entregaran a la iglesia, no podrían obtener tales beneficios. Entonces, has de tener discernimiento de este problema. Es el mismo caso de los muchos pastores y ancianos del mundo religioso que saben perfectamente cuál es el camino verdadero, pero no lo aceptan y no permiten que los creyentes lo acepten. De hecho, lo hacen por su propio prestigio y beneficio. Si los creyentes aceptaran el camino verdadero, esos pastores y ancianos no podrían sacar beneficio de su fe. Tales difusores del evangelio temen que, una vez que sus destinatarios se unan a la iglesia, ellos acabarán olvidados y por tanto ya no podrán beneficiarse de su fe. Por eso no entregan a esas personas a la iglesia. ¿Cuándo van a entregarlas estos difusores del evangelio? En cuanto todas esas personas los escuchen y obedezcan, entonces las entregarán. Una vez entren en la iglesia, algunas de ellas que tienen una humanidad bastante buena, una comprensión pura y aman la verdad, escucharán con frecuencia los sermones y llegarán a entender algunas verdades, y, de esta manera alcanzarán a discernir a los que les compartieron el evangelio. Entonces dirán: “Esa persona parece un anticristo, como Pablo”. La próxima vez que se encuentren con estos difusores del evangelio, no les prestarán atención. Cuando se los ignora, se enfadan y dicen: “¡Eres un desagradecido! Si no te hubiera difundido el evangelio, ¿habrías llegado a creer en Dios? ¿Habrías encontrado el camino verdadero? ¿Acaso me has olvidado, a mí, tu madre, ahora que tienes a alguien que te guía?”. Pretenden que los consideren como a una madre. ¿Las personas que hablan de este modo poseen razón? (No). Si alguien es capaz de decir esto, no cabe duda de que no es bueno. ¿Por qué digo esto? Cuando difunden el evangelio de Dios, ¿a quién pertenece la gente que convierten? (A Dios). Aunque trabajen duro para difundir el evangelio, la gente a la que convierten no les pertenece a ellos, sino a Dios. Los que aceptan el evangelio quieren seguir a Dios, no creer en aquellos que les han predicado el evangelio, pero esta clase de difusor no les permite unirse a la iglesia y seguir a Dios. En cambio, quieren tener a estas personas en sus manos, controladas, y obligarlas a que los sigan. ¿Acaso no se trata de un robo a mano armada, esto que hacen durante la difusión del evangelio? Esta clase de difusor del evangelio impide a la gente acudir ante Dios, la obliga a pasar por ellos para llegar hasta Él, a que toda comunicación sea a través de ellos. ¿Acaso no tratan de sacar beneficio de su fe? ¿Acaso no quieren controlar a estas personas? (Sí). ¿Qué clase de comportamiento es ese? ¡Es puramente el de Satanás! Esto significa que un anticristo ha mostrado su verdadero ser, y quiere controlar a la iglesia y al pueblo escogido de Dios. Se puede encontrar a los de esta clase en las iglesias de todas partes. En casos graves, pueden llegar a controlar a docenas o incluso cientos de personas. En los más moderados, exigirán constantes muestras de gratitud al predicarles el evangelio a unos pocos; les sacarán a relucir la deuda que tienen con ellos cada vez que se encuentren y siempre mencionarán cosas de la época en la que empezaron a creer. ¿Por qué mencionan siempre estas cosas? Para que nadie olvide su amabilidad y quién les predicó para permitirles entrar en la casa de Dios, y quién merece llevarse el mérito. Albergan un objetivo al sacar esos temas, y si no lo alcanzan, regañan a esa gente. ¿Qué es lo primero que le dicen? (Que son unos desagradecidos). ¿Poseen razón tales palabras? (No). ¿Por qué decís que carecen de razón? (Porque estos difusores del evangelio no se hallan en el lugar correcto. Difundir el evangelio es su deber, es algo que han de hacer. Sin embargo, tras acercarle el evangelio a las personas, consideran que han realizado una contribución, no un deber). Siempre piensan que han hecho una contribución al difundir el evangelio. Eso es un error. Por una parte, no ocupan el lugar que les corresponde. Es Dios el que salva a las personas, y la gente solo puede cooperar en eso. ¿Qué podría lograr alguien sin que obrara Dios? Por otro lado, difundir el evangelio a otras personas no es su contribución. No han realizado ninguna gran contribución, se trata de su deber. Es Dios el que quiere ganarse a las personas, los difusores del evangelio solo están cooperando un poco con Él. Salvar y ganarse a las personas es asunto de Dios y no tiene nada que ver con estos difusores. No pueden hacer tales cosas. Al difundir el evangelio, solo están desempeñando el trabajo de transmitirlo, simplemente comparten el evangelio de Dios de los últimos días con otras personas. No se puede decir que esto sea una especie de amabilidad que conceden a la gente, así que si estas personas no les prestan atención, no están siendo desagradecidas. ¿Acaso no ocurren a menudo tales cosas cuando la gente está cumpliendo con sus deberes de difundir el evangelio? ¿Se ha revelado esta clase de corrupción en vosotros? (Sí). ¿Fue una revelación grave? ¿Habéis llegado al punto de regañar a alguien? ¿De odiar? ¿Habéis llegado a desear maldecir y controlar a la gente? Deseas dominar y controlar a cualquiera que reciba de ti el evangelio. Quieres quedarte para ti a esa gente en lugar de entregársela a Dios. Esperas que cualquiera que reciba el evangelio de ti sea tu progenie leal. ¿Albergas tales pensamientos? Muchos tratan la predicación del evangelio como dar fruto. Les parece que cualquiera que reciba el evangelio de ellos se convierte en su fruto y su seguidor, y debe seguirlos con obediencia y tratarlos como su Dios y su maestro. ¿Pensáis así? Aunque no alcancéis un extremo tan evidente, seguís poseyendo este aspecto de un carácter corrupto. ¿Por qué es esto? Básicamente se reduce a dos puntos. Uno es que la gente no ocupa el lugar que le corresponde y no sabe quién es; otro es que no consideran difundir el evangelio como su deber. Si percibes la difusión del evangelio como tu deber, entenderás que da igual lo que hagas, a cuánta gente le prediques o a cuánta conviertas, solo se trata de cumplir con el deber de un ser creado, es una responsabilidad y obligación que debes cumplir y no se trata de una gran contribución que sea digna de destacar. Comprender el asunto de esa manera se ajusta a la verdad. Sin embargo, ¿por qué algunos de los que difunden el evangelio son capaces de controlar a aquellos que lo reciben y se apropian de esas personas? Porque por naturaleza son demasiado arrogantes y sentenciosos y carecen de la más mínima razón. Porque además no entienden la verdad y no han resuelto este aspecto de su carácter corrupto. Por eso pueden hacer cosas tan estúpidas, arrogantes y brutales que disgustan a los demás y que Dios detesta.
Cuando las personas hacen algo, cuando poseen un pequeño capital o realizan una contribución, quieren alardear, controlar a los demás, quieren intercambiar lo que han hecho por recompensas o para asegurarse un buen destino. Algunos llegarían al extremo de intentar negociar usando el evangelio de Dios. ¿Qué negocio quieren hacer? Aquí va un ejemplo. Cuando un difusor así llega a la casa de un destinatario potencial del evangelio y percibe que su familia es pobre, piensa que lo más probable es que no vaya a obtener beneficio al compartir el evangelio con esa persona. Por consiguiente, no siente interés en ella o incluso la discrimina. Se muestra contrariado al verla y le dice a su líder: “No va a ser capaz de creer en Dios. Y aunque lo lograra, no obtendría la verdad”. Esa es la excusa que usa para evitar compartirle el evangelio. No mucho después, alguien más comparte el evangelio con esa misma persona y esta lo acepta. ¿Cómo puede explicar eso el primero que lo intentó? ¿Cómo fue posible que dijera que esa persona no iba a creer en Dios? ¿Cómo pudo ser tan arbitrario? ¿Cómo podía saber si alguien iba a creer o no sin compartirle el evangelio? No podía saberlo. ¿Por qué no convirtió a esta persona? El motivo fue que tenía prejuicios contra ella, la menospreció y no le mostró un corazón amoroso, por eso fracasó a la hora de convertirla. Al cumplir de esa manera con su deber, estaba siendo negligente. No mostró un corazón amoroso y falló en el cumplimiento de su responsabilidad. A ojos de Dios, ¿es eso un mérito o un demérito? (Un demérito). Es una total transgresión. ¿Por qué surgió esa transgresión? ¿Acaso no fue porque no podía extraer ningún beneficio de ese destinatario del evangelio? Cuando vio que compartir el evangelio con esa persona no le reportaría ningún beneficio, sintió aversión por ella y tomó represalias, no quiso permitirle obtener la salvación, y luego buscó todo tipo de razones y excusas para evitar compartir el evangelio con ella. Se trata de una negligencia grave en el deber y una seria transgresión. ¿Qué clase de actitud es la de negarse a difundir el evangelio a alguien cuando no se puede obtener un beneficio? ¿No es la típica manifestación de una persona que vende el evangelio? (Sí). ¿De qué manera lo está vendiendo? Explicadme los detalles y el proceso. (El difusor del evangelio tomó la decisión de compartirlo o no con alguien en base a si podía beneficiarse de ello. Eso equivale a tratar el evangelio de Dios como una mercancía y a venderlo para obtener los beneficios que uno desea. Cuando supo que no había beneficios que obtener, se negó a difundir el evangelio). Consideran el evangelio de Dios como su propio bien privado. Si ven a alguien de una familia rica y poderosa, bien alimentado y vestido, piensan: “Si comparto el evangelio con ella, puedo quedarme en su casa y además comer bien y llevar ropa buena”, y es entonces cuando deciden predicarle el evangelio a esta persona. ¿Qué clase de comportamiento es este? Es el típico ejemplo de alguien que vende el evangelio. El difusor del evangelio trata el evangelio de Dios y la alegre noticia de la nueva obra de Dios como mercancía y un bien privado, engaña y embauca a los demás en todo momento, con el fin de asegurarse el beneficio y cualquier cosa que le haga falta. ¿Implica eso cumplir con el deber propio? A eso se le llama hacer negocios y beneficiarse de mercadear con el evangelio. Mercadear significa vender cosas que uno posee mediante el comercio, y obtener a cambio dinero o cosas materiales que desea. Entonces, ¿cómo mercadean con el evangelio? Depende de si pueden obtener beneficios de sus destinatarios potenciales, lo cual significa: “Compartiré contigo el evangelio si para mí supone un beneficio. Si no es así, buscaré una excusa para no predicártelo. Será como un negocio que no ha funcionado”. ¿Por qué no ha funcionado el negocio? No ha funcionado porque el difusor del evangelio no pudo beneficiarse de ello. ¿Cómo llamamos a este tipo de persona? “Estafadores ambulantes”. No tienen nada real que ofrecer, pero van por todas partes engañando y embaucando, valiéndose de sus palabras para hacer dinero y obtener beneficios. Al predicar el evangelio de esta manera, ¿están cumpliendo con su deber? Lo que hacen es pura maldad. Sus acciones no tienen nada que ver con cumplir un deber, porque no consideran la difusión del evangelio como tal, y no lo ven como su responsabilidad u obligación, o como una comisión que Dios les ha confiado. En cambio, lo ven como un trabajo, una profesión que se hace a cambio de cosas que necesitan, para satisfacer sus propios intereses y cumplir con sus propias exigencias. Hay incluso algunas personas que no quieren marcharse cuando van a zonas ricas a predicar el evangelio, porque allí comen bien, visten bien y se hospedan en buenos sitios. Empiezan a llorar delante de los destinatarios del evangelio por lo pobres que son. “Contemplad la gracia y bendiciones de Dios que os rodean aquí. Cada familia tiene su propio coche, vive en su propia pequeña mansión y viste bien. Incluso coméis carne todos los días. Eso no es posible en el lugar de donde nosotros venimos”. Tras oír esto, los destinatarios del evangelio dicen: “Ya que el lugar donde vivís es tan pobre, venid cuando queráis y hospedaros con nosotros”, y entonces les dan algunas cosas a los difusores del evangelio. Esta es una manera encubierta de pedirle y extorsionarle dinero y cosas materiales a la gente. ¿En qué se basa su extorsión? “Os hemos predicado el evangelio de Dios y no hemos obtenido nada a cambio. Hemos cumplido con la comisión de Dios. Habéis recibido grandes bendiciones, así que debéis devolver el amor de Dios y darnos un poco de caridad. ¿Acaso no es eso lo que merecemos?”. De esta manera, se sirven de varias maneras para extorsionar bienes materiales y dinero a la gente de un modo encubierto, directo o indirecto. Emplean la difusión del evangelio como una oportunidad de buscar beneficios personales. La primera manifestación de esto es vender el evangelio, que por su naturaleza es la más grave. La segunda es la extorsión encubierta. Por tanto, de manera casi imperceptible, los bolsillos de algunos de los que integran las filas de los que cumplen con el deber de difundir el evangelio empiezan a engordar mientras predican, y su situación pasa a ser acomodada. Hay quienes dicen: “¿Acaso no es bueno hallarse en una situación acomodada? ¿No es una bendición de Dios?”. ¡Eso es una estupidez! Confías en tus propias artimañas y estratagemas para extorsionar y timarle cosas a la gente, y luego afirmas que es la bendición de Dios. ¿Cuál es la naturaleza de tales palabras? Son una blasfemia contra Dios. Esta no es Su bendición. Él no bendice a la gente de esa manera. Entonces, ¿por qué surgiría en alguien una idea semejante? Es el fruto de sus ambiciones y de su naturaleza satánica y avariciosa.
Todos aquellos que difunden el evangelio sufren mucho. En ocasiones, los religiosos los persiguen y acosan, o incluso los entregan al régimen de Satanás. Si son algo incautos, es probable que el gran dragón rojo los arreste. Sin embargo, los que aman la verdad pueden abordar tales cosas correctamente, mientras que aquellos que no la aman se quejarán con frecuencia sobre el menor sufrimiento. Algunos de los que difunden el evangelio han dicho cosas como esta: “Le prediqué el evangelio a alguien y, después de hablar un montón de tiempo, no me dio ni un vaso de agua. No quiero predicarle a esa persona”. ¿Supone un problema que no le diera un vaso de agua? Existe cierto carácter oculto en las palabras de estos difusores del evangelio. La implicación es que difundir el evangelio solo merece la pena cuando se disfruta y reporta beneficios. Si implica sufrir o ni siquiera se saca de ello un vaso de agua, entonces no merece la pena. Alberga la intención de pedir algo y de negociar un trato. Si siempre hay una naturaleza transaccional en el modo en que una persona difunde el evangelio, ¿se está gastando con sinceridad por Dios? Si ni siquiera pueden soportar este pequeño sufrimiento cuando cumplen con su deber, y cualquier nimiedad los puede volver negativos, ¿pueden cumplir con su deber de manera adecuada? Dirán también: “No es que no me diera agua, ni siquiera me dio de comer a la hora del almuerzo”. ¿Es un problema que la gente no permita a los difusores del evangelio quedarse a comer? Llevan años difundiendo el evangelio y siempre les preocupa cómo los acoge la gente, qué les dan de comer y beber, y qué regalos reciben. ¿Por qué es esto? ¿No saben tratar a la gente que está investigando el camino verdadero? Se trata de un problema de su talante. ¿Sienten siquiera un poco de amor hacia la gente en sus corazones? ¿Y por qué siguen sin entender los tipos de sufrimiento que aquellos que difunden el evangelio deben soportar y cómo deben practicar la verdad? ¿Por qué no han puesto esto en práctica en absoluto? ¿Supone un problema que aquellos a los que estés predicando no te den agua o comida? No. Difundir el evangelio es cumplir con una obligación, es nuestro deber. No hay condiciones adicionales. Las personas a las que predicas no están obligadas a alimentarte, servirte o sonreírte. No han de escuchar todo lo que digas ni obedecerte. No se hallan bajo semejante obligación. Si eres capaz de pensar de ese modo, eso es lo objetivo y racional. Así podrás considerar tales cosas de la manera correcta. Entonces, ¿cómo se debe tratar a alguien que está investigando el camino verdadero? Mientras se ajuste a los principios de la casa de Dios para la difusión del evangelio, tenemos la obligación de predicárselo; e incluso si su actitud presente es pobre e inaceptable, debemos ejercer la paciencia. ¿Por cuánto tiempo y hasta qué punto debemos ser pacientes? Hasta que te rechacen y no te dejen entrar en su casa, hasta que no funcionen las charlas, ni llamarles, ni que otra persona vaya a invitarles y no te reconozcan. En este caso, no habrá manera de difundirles el evangelio. En ese momento habrás cumplido con tus responsabilidades. Eso es lo que significa cumplir con tu deber. Sin embargo, mientras exista algo de esperanza, debes buscar todas las maneras que se te ocurran y hacer todo lo posible para leerles las palabras de Dios y darles testimonio de Su obra. Digamos, por ejemplo, que has estado en contacto con alguien durante dos o tres años. Has tratado de difundir el evangelio y de dar testimonio de Dios ante ellos muchas veces, pero no tienen intención de aceptarlo. Sin embargo, su comprensión es bastante buena, y sin duda son un destinatario potencial del evangelio. ¿Qué debes hacer? En primer lugar, en absoluto debes renunciar a intentarlo, sino que debes mantener interacciones normales con ellos, y seguir leyéndoles las palabras de Dios y dando testimonio de Su obra. No te des por vencido con ellos; sé paciente hasta el final. Cualquier día inesperado, se despertarán y sentirán que es hora de investigar el camino verdadero. Por eso, practicar la paciencia y ser perseverante hasta el final es un aspecto muy importante de difundir el evangelio. ¿Y por qué hacer esto? Porque es el deber de un ser creado. Ya que estás en contacto con ellos, tienes la obligación y la responsabilidad de predicarles el evangelio de Dios. Muchos procesos tienen lugar desde que oyen por primera vez las palabras de Dios y el evangelio hasta que se transforman, y eso lleva tiempo. Este periodo requiere que seas paciente y esperes, hasta que llegue el día en que se transformen y los lleves ante Dios, de vuelta a Su casa. Esa es tu obligación. ¿Qué es una obligación? Es una responsabilidad que no se puede eludir, a la que obliga el honor. Es igual que cómo trata una madre a su hijo. Por muy desobediente o travieso que sea el niño, o si está enfermo y no quiere comer, ¿cuál es la obligación de la madre? Al saber que se trata de su hijo, lo adora, lo quiere y lo cuida con mimo. Da igual que el niño la reconozca como su madre o no, y no importa cómo la trate: ella se queda igualmente a su lado, protegiéndolo, sin marcharse ni un instante, esperando siempre que crea que es su madre y vuelva a su seno. De este modo, ella vela constantemente y cuida de él. Esto es lo que significa la responsabilidad; esto es lo que significa que te obligue el honor. Si los que se dedican a la difusión del evangelio practicaran de esta manera, albergando este tipo de corazón amoroso por la gente, estarían defendiendo los principios de la difusión del evangelio, y serían plenamente capaces de obtener resultados. Si siempre están poniendo excusas y hablando sobre sus condiciones, no podrán difundir el evangelio y no cumplirán con su deber. Algunos de los que difunden el evangelio son siempre muy quisquillosos respecto a los destinatarios potenciales del evangelio que tienen demasiadas preguntas y dificultades y que son de bajo calibre y, en consecuencia, no están dispuestos a sufrir y a pagar un precio para convertirlos. Pero si sus propios padres y parientes tienen muchas dificultades y un calibre bajo, los pueden seguir tratando con un corazón amoroso. ¿No significa esto que no tratan a la gente de forma justa? ¿Tienen un corazón amoroso? ¿Muestran consideración hacia las intenciones de Dios? Por supuesto que no. Al difundir el evangelio, siempre andan en busca de cualquier motivo y excusa que puedan encontrar basada en condiciones objetivas para no predicarlo o, vean a quién vean, nunca les agrada y los consideran inferiores a ellos, y siempre piensan que no hay nadie al que predicarle el evangelio. El resultado es que no le acercan el evangelio a ni una sola persona. ¿Tiene principios difundirlo de esa manera? Alguien así no tiene en cuenta las intenciones o los requerimientos de Dios en absoluto. Cualquiera que sea capaz de reconocer que las palabras de Dios son la verdad y que pueda aceptar la verdad es un destinatario potencial del evangelio, a menos que resulte evidente que se trata de alguien malvado o absurdo. Si la gente realmente mostrara consideración por las intenciones de Dios, cumpliría con sus deberes y trataría a los demás con principios. Sean cuales sean los problemas que tengan quienes investigan el camino verdadero o cuánto revelan de sus actitudes corruptas, siempre que puedan reconocer y aceptar la verdad, debes leerles incansablemente las palabras de Dios y dar testimonio de Su obra. Este es el principio que se ha de seguir al difundir el evangelio.
He oído que algunos de aquellos que difunden el evangelio no albergan amor alguno en sus corazones. Mientras lidian con las nociones y cuestiones de los que investigan el camino verdadero, estos difusores del evangelio muchas veces se involucran en charlas. No obstante, cuando esa gente sigue sin entender y no para de hacer preguntas una y otra vez, estos difusores del evangelio ya no pueden soportarlo y empiezan a sermonearles: “Hacéis demasiadas preguntas. No entendéis la verdad por mucho que hable con vosotros. Vuestro calibre es demasiado bajo, no poseéis la capacidad de comprensión y no podéis obtener la verdad y vida. Sois todos contribuyentes de mano de obra”. Algunos no pueden soportar oír semejantes palabras y durante un tiempo se vuelven negativos. La gente difiere entre sí. Algunas personas ven que las palabras de Dios son la verdad cuando investigan el camino verdadero. Aunque tengan ciertas nociones y problemas, estos se resuelven a medida que leen las palabras de Dios. Son personas tan puras que pueden aceptar la verdad con facilidad. Leen las palabras de Dios por su cuenta, buscan e investigan, y entonces, cuando alguien habla con ellos, aceptan de buen grado el camino verdadero y se unen a la iglesia. Sin embargo, otros tienen muchas preguntas. Han de seguir investigando hasta haber aclarado todos los aspectos. Si hay un solo punto que no han investigado hasta aclararlo, no aceptarán el camino verdadero. Son cuidadosos y cautos en todo lo que hacen. Algunos de aquellos que difunden el evangelio no tienen ningún amor en sus corazones para esa gente. ¿Cuál es su postura ante ellos? “Puedes creer o no creer. No supondrás una gran pérdida para la casa de Dios, ni tampoco serás una gran ganancia. Si no crees, márchate y ya está. ¿Cómo pueden surgirte tantas preguntas? Ya se te han respondido todas”. De hecho, estos difusores del evangelio no responden con claridad las preguntas que plantean estos destinatarios potenciales del evangelio, no comparten la verdad de forma clara, no disipan por completo las dudas que estas personas albergan en el corazón, sino que quieren que abandonen sus nociones y acepten el evangelio lo más rápido posible. ¿Es esto algo a lo que se pueda forzar a la gente aunque no esté dispuesta? Si alguien dice que no entiende, siendo verdad, entonces debes leerles unos cuantos pasajes de las palabras de Dios respecto a sus problemas y nociones, y luego hablar sobre la verdad para facilitar su comprensión. A algunos destinatarios potenciales del evangelio les gusta llegar a la raíz del asunto. La gente así quiere averiguarlo todo. No te están complicando la vida, no son puntillosos ni buscan faltas, solo se toman las cosas en serio. Cuando se topan con gente tan seria, algunos de los que difunden el evangelio no son capaces de darles respuestas y sienten que están haciendo el ridículo. En consecuencia, no quieren hablar con tales personas, y dicen: “He estado difundiendo el evangelio durante tantos años, pero nunca he tenido una piedra así en el zapato”. Estos difusores del evangelio llaman a esa gente piedras en el zapato. De hecho, ellos mismos solo comprenden a medias cualquier aspecto de la verdad, hablan sobre algunas grandes doctrinas y palabras vacías, e intentan convencer a la gente de que acepte la verdad. ¿No es esto complicarles la vida a los demás? Si las personas no los entienden y les hacen preguntas minuciosas, eso no les gusta nada, y dicen: “Te he explicado las tres etapas de la obra de Dios, y lo he hecho con claridad. Si sigues sin entenderlo después de todo lo que he dicho, deberías leer tú mismo las palabras de Dios para resolver tus nociones. Tienes la palabra de Dios ahí a tu lado. Si la lees y la entiendes, entonces cree. Si no eres capaz de entenderla, entonces no creas”. Después de oír esto, los destinatarios potenciales del evangelio piensan: “Si sigo haciendo preguntas, es posible que pierda la ocasión de salvarme y de recibir bendiciones. Así que dejaré de preguntar, me limitaré a aceptar enseguida lo que dice y a creer”. Luego, estas personas no paran de asistir a las reuniones y de escuchar los sermones con atención, y poco a poco llegan a entender algunas de las verdades y van paulatinamente resolviendo sus nociones. Con independencia de cómo haya evolucionado su fe, ¿es esa una manera apropiada de difundir el evangelio? ¿Se puede decir que esos difusores del evangelio han cumplido con su responsabilidad? (No). Al difundir el evangelio, primero debes cumplir con tu responsabilidad. Debes seguir tu conciencia y tu razón para hacer todo lo que puedas y debas. Siendo amoroso, debes proporcionar soluciones a cualquier noción que la persona que está investigando el camino verdadero pueda tener o cualquier pregunta que se plantee. Si de verdad no puedes proporcionar una solución, puedes buscar algunos pasajes relevantes de las palabras de Dios para leerles, vídeos de testimonios vivenciales o algunas películas evangélicas de testimonio pertinentes que mostrarles. Es muy posible que esto sea efectivo; al menos estarás cumpliendo con tu responsabilidad y no te remorderá la conciencia. Pero si eres superficial y quieres salir del paso, es probable que retrases las cosas, y no será fácil ganarse a esa persona. Al difundir el evangelio a los demás, uno debe cumplir con su responsabilidad. ¿Cómo debe entenderse la palabra “responsabilidad”? ¿Cómo, concretamente, debe ponerse en práctica y aplicarse? Pues bien, debes entender que, habiendo acogido al Señor y experimentado la obra de Dios en los últimos días, tienes la obligación de dar testimonio de Su obra a aquellos que anhelan Su aparición. Entonces, ¿cómo les vas a compartir el evangelio? Ya sea en Internet o en la vida real, debes difundirlo de cualquier modo que sirva para ganarse a la gente y sea efectivo. La difusión del evangelio no es algo que se hace cuando te apetece, solo cuando estás de humor, y que no haces cuando no estás de buen humor. Tampoco es algo que se haga según tus preferencias, decidiendo tú quién recibe un trato preferente, difundiendo el evangelio a aquellos que te gustan y no difundiéndolo a los que no. El evangelio debe ser difundido de acuerdo con las exigencias de Dios y los principios de Su casa. Debes cumplir con la responsabilidad y el deber de un ser creado, haciendo todo lo que puedas para dar testimonio a los que estén investigando el camino verdadero de las verdades que entiendes, de las palabras de Dios y de Su obra. Así es como cumples con la responsabilidad y el deber de un ser creado. ¿Qué debe hacer una persona mientras difunde el evangelio? Debe cumplir con su responsabilidad, hacer todo lo que pueda y estar dispuesto a pagar cualquier precio. Es posible que hayas estado predicando el evangelio durante un corto espacio de tiempo, te falte experiencia suficiente, no seas muy elocuente y no tengas un alto nivel de educación. De hecho, estas cosas no son de vital importancia. Lo más importante es que elijas pasajes adecuados de la palabra de Dios y hables sobre las verdades que dan en el clavo y pueden resolver problemas. Tienes que adoptar una postura sincera que te permita conmover a la gente, de modo que digas lo que digas, los destinatarios potenciales del evangelio estén todos dispuestos a escucharte, en especial cuando hables sobre tus experiencias reales y desde el corazón. Si puedes ser del agrado de los destinatarios potenciales del evangelio para que se asocien contigo de buena gana, compartan contigo de buen grado y escuchen tu testimonio con gusto, entonces eso ya es un éxito. A partir de ahí te tratarán como a un confidente, y estarán dispuestos a escuchar todo lo que digas, todos los aspectos de la verdad que elijas compartir serán, para ellos, buenos y muy prácticos, y podrán aceptarlos todos. De este modo, puedes convertirlos fácilmente. Esta es la sabiduría que has de poseer al difundir el evangelio. Si no puedes ayudar a la gente con un corazón amoroso ni ser para otros un confidente, te parecerá un esfuerzo demasiado grande difundir el evangelio y convertir a la gente. ¿Por qué sucede que aquellos que hablan de manera simple y abierta, los que son directos y de buen corazón son tan efectivos al difundir el evangelio? Porque a todo el mundo le gustan los difusores del evangelio de este tipo, y están dispuestos a interactuar y entablar una amistad con ellos. Si los difusores del evangelio como esos entienden la verdad y hablan sobre ella de una manera especialmente práctica y clara, si pueden compartir con paciencia la verdad con otros, resolver los diversos problemas, dificultades y perplejidades que tiene la gente, iluminar sus corazones y ofrecerles gran consuelo, a la gente le gustará y confiarán en ellos en sus corazones, los tendrán como confidentes y escucharán de buena gana cualquier cosa que digan. Si un difusor del evangelio siempre se pone a sí mismo en un pedestal y sermonea a los demás, los trata como a niños y estudiantes, lo más probable es que lo vean como molesto y repulsivo. Por tanto, la sabiduría que debes poseer para difundir el evangelio es esta: primero, da una buena impresión a los demás, habla de una manera que resulte agradable al que te escucha. Tras escucharte, deberían poder ganar algo de ello y recibir algún beneficio. De este modo, tu difusión del evangelio irá viento en popa, no encontrará dificultades y logrará resultados fructíferos. Aunque puede que algunos no acepten el evangelio, verán que eres una buena persona y se asociarán contigo con gusto. Los que predican el evangelio deben ser capaces de socializar con la gente. Si tienes un amplio abanico de amigos estás yendo por buen camino. Además, sigue habiendo una cosa de suma importancia. Da igual a quién le prediques el evangelio, primero debes hacer mucho trabajo preparatorio. Debes equiparte con la verdad, dominar los principios, ser capaz de discernir a las personas y de emplear métodos sabios. Debes ser persistente en la práctica realizando este trabajo preparatorio. Antes que nada, durante tus conversaciones con la gente que está investigando, debes entender y captar sus orígenes, a qué denominaciones pertenecen, cuáles son sus nociones principales, si son introvertidos o extrovertidos, cómo son sus habilidades de comprensión y cómo es su talante. Eso es lo fundamental. Una vez hayas afianzado tu conocimiento sobre los destinatarios potenciales del evangelio en todos los aspectos, tu predicación será mucho más efectiva y sabrás cómo prescribir la medicina adecuada para resolver sus nociones y problemas. Si te encuentras con tentaciones por parte de las personas malvadas, los ateos o los demonios, podrás sentirlas, discernirlas tal como son y abandonarlas a toda prisa. Leer las palabras de Dios sirve para revelar a toda clase de personas. Las personas malvadas y los ateos sentirán repulsión al oírlas, y los diablos odiarán escucharlas. Solo mostrarán interés aquellos sedientos de la verdad. Buscarán la verdad y harán preguntas. Así es como puedes confirmar si son destinatarios potenciales del evangelio. Una vez confirmemos esto, podemos entablar con ellos una charla sistemática sobre la verdad. Cuando hablamos sobre la verdad, nos es posible captar por completo el calibre de estos destinatarios potenciales del evangelio, lo bien que pueden comprender la verdad y el estado de su talante. De este modo, sabremos en qué personas obrar y cómo hablar sobre la verdad. Da igual cuánto esfuerzo le pongamos, no será en vano. En el proceso de difundir el evangelio, si no entiendes y captas la situación de la otra parte y no prescribes la medicina correcta, no será fácil ganarse a otras personas. Aunque resulte que conviertes a unas cuantas, solo será por casualidad. Aquellos que entienden la verdad y ven el fondo de las cosas se equivocan menos al difundir el evangelio, o directamente no se equivocan. Les predican a las personas que deben, en lugar de a las que no. Realizan una evaluación adecuada antes de predicar y evitan hacer trabajo inútil. De este modo, realizan su deber con mayor eficiencia y menos esfuerzo malgastado, y de este modo logran buenos resultados. Así, si quieres difundir el evangelio de una manera efectiva, equípate con la verdad y realiza suficiente trabajo preparatorio. ¿Qué sucede si te topas con una persona religiosa que conoce bien la Biblia pero tú no la has leído? ¿Qué puedes hacer? En ese momento, es demasiado tarde para que te equipes con la verdad de la Biblia, así que debes presentarle enseguida a un difusor del evangelio que la comprenda. Conduce a esa persona ante alguien que entienda la Biblia. Esto se ajusta a los principios-verdad. Si te pones a alardear a ciegas y le predicas el evangelio de todas formas, esa persona no lo va a aceptar. Tu irresponsabilidad desencadenará ese resultado. Además, has de encontrar tiempo para equiparte con algo de conocimiento de la Biblia cuando no estés trabajando. Difundir el evangelio sin saber nada de la Biblia no es muy funcional. Muchas de las preguntas que hacen los investigadores tienen que ver con las palabras presentes en la Biblia. Si la entiendes, puedes usar la verdad en ella para resolver tales cuestiones. Da igual qué nociones tengan los destinatarios potenciales del evangelio, puedes buscar los versículos bíblicos y palabras de Dios correspondientes para resolverlas. El resultado deseado solo se puede alcanzar de esta manera. Por tanto, difundir el evangelio requiere algo de conocimiento de la Biblia. Por ejemplo, debes saber qué profecías del Antiguo Testamento y qué versículos del Nuevo Testamento dan testimonio de la venida de Dios y de Su obra en los últimos días. Debes leer más de estas palabras, considerarlas con mayor detenimiento y guardarlas en el corazón. Además, has de comprender cómo entienden las personas religiosas tales versículos de la Biblia, reflexionar sobre cómo hablar a fin de conducirlas a un entendimiento preciso y puro de estos y luego incorporar esos versículos bíblicos para guiarlas a una comprensión de la obra de Dios en los últimos días. ¿Es eso hacer un trabajo preparatorio? Eso es exactamente lo que conlleva. Tienes que entender las necesidades de las diferentes clases de personas que investigan el camino verdadero, y luego realizar algo de trabajo preparatorio conforme a la situación. Solo entonces podrás hacer todo lo posible y cumplir con tus responsabilidades. Esa es tu responsabilidad. Algunos dirán: “No me hace falta hacer todo eso. Solo necesito leer la Biblia unas cuantas veces. Da igual a quién le comparta el evangelio, siempre digo las mismas cosas. Las palabras que uso para predicar el evangelio son inmutables y no cambian. Emplearé esas palabras y da igual si las creen o no. Los que no crean, no recibirán bendiciones. No pueden achacarme eso a mí. Después de todo, he cumplido con mi responsabilidad”. ¿Han cumplido con su responsabilidad? ¿Cuál es la situación de la persona que investiga? ¿Qué edad tiene, qué nivel educativo, cuál es su estado civil, sus aficiones, su personalidad, su humanidad, su situación familiar y todo lo demás? No sabes nada de eso, pero aun así le predicas. No has hecho ningún trabajo preparatorio ni te has esforzado en absoluto. ¿Y sigues afirmando que has cumplido con tu responsabilidad? ¿No es eso simplemente engañar a la gente? Tratar así tu deber demuestra la postura superficial e irresponsable que adoptas. Es una postura precipitada. Predicas el evangelio de esa manera y cuando no conviertes a alguien, dices: “Si no cree, mala suerte para él. Aparte, le falta entendimiento espiritual, así que, aunque creyera, no sería capaz de obtener la verdad o salvarse”. Eso es una irresponsabilidad. Estás eludiendo tu responsabilidad. Resulta obvio que no hiciste bien tu trabajo preparatorio. Es evidente que no cumpliste con tu responsabilidad, que no realizaste tu deber de forma leal. Y sigues poniendo excusas y dando toda clase de motivos, tratando de eludir tu responsabilidad con palabras. ¿Qué clase de comportamiento es este? Se llama engaño. Para eludir tu responsabilidad, emites juicios y sacas conclusiones sobre la gente y dices tonterías irresponsables. A eso se le denomina arrogancia y ser sentencioso, es insidia y perversidad. También se le llama engaño. Es un intento de engañar a Dios.
Si Dios te ha encomendado el deber de difundir el evangelio, debes aceptar la comisión de Dios con deferencia y sumisión. Debes esforzarte por tratar con amor y paciencia a toda persona que esté investigando el camino verdadero, y debes ser capaz de soportar las dificultades y el trabajo duro. Muestra diligencia y responsabilidad a la hora de compartir el evangelio, habla de manera clara sobre la verdad y llega al punto en que seas capaz de rendir cuenta de tus actos ante Dios. Esta es la actitud que hay que tener hacia el cumplimiento del deber. Si alguien que está investigando el camino verdadero busca en ti la verdad y tú le das de lado, no eres capaz de compartir con sinceridad la verdad con él y resolver su problema, e incluso buscas excusas, diciendo: “Ahora no estoy de humor. Quienquiera que sea, por mucha sed que tenga de la verdad o de la aparición y la obra de Dios, eso no es asunto mío. No depende de mí que puedan creer. Si el Espíritu Santo no se pone a obrar, por mucho trabajo de preparación que yo haga, eso no servirá de nada, así que no haré tal esfuerzo. De todos modos, ya he dicho todas las verdades que entiendo. Que puedan aceptar el camino verdadero ya es asunto de Dios. No tiene nada que ver conmigo”. ¿Qué clase de actitud es esta? Se trata de una actitud irresponsable, endurecida. ¿Acaso no hay muchos que difunden el evangelio de esta manera? ¿Puede una difusión semejante del evangelio cumplir con un estándar adecuado? ¿Puede exaltar a Dios y dar testimonio de Él? No, en absoluto. Tal difusión del evangelio no implica más que realizar un poco de mano de obra; no se acerca en absoluto al cumplimiento de un deber. Entonces, ¿cómo se puede difundir el evangelio de manera adecuada? Independientemente de quién investigue el camino verdadero, debes primero hacer trabajo de preparación y equiparte con la verdad, y luego apoyarte en el amor, la paciencia, la tolerancia y el sentido de la responsabilidad para cumplir bien con este deber tuyo. Sé puro y haz todo lo que puedas y debas. Resulta adecuado difundir el evangelio de esta manera. Si las circunstancias no te permiten difundir el evangelio, o si la persona que investiga se niega a escuchar y se marcha, no es tu culpa. Has hecho lo que debes, y no te remorderá la conciencia. Eso significa que has cumplido con tu responsabilidad. Puede que alguna gente cumpla con los principios para que se les comparta el evangelio, pero tal vez no sea el momento adecuado. No es todavía el momento de Dios. En este caso, la obra de difundir el evangelio se debe dejar de lado por ahora. ¿Dejarla de lado significa no compartir el evangelio con esa persona? No significa eso, solo que vas a esperar al momento adecuado para hacerlo. ¿A qué otros no se les debe predicar? Por ejemplo, cuando una persona habla en lenguas, no un día o dos, o siquiera un año o dos, sino durante mucho tiempo, y puede hablar de este modo en cualquier momento y lugar, se trata de un espíritu malvado y no se le puede compartir el evangelio. También hay personas que parecen buenas por fuera, pero al indagar y obtener más comprensión, descubres que han cometido adulterio con mucha gente. Si se le comparte el evangelio a alguien así, esto causará muchos problemas. Es probable que acabe causando perturbaciones para el pueblo escogido de Dios, así que no se le debe predicar el evangelio. Para que algunos pastores religiosos acepten la verdad se requiere mucho esfuerzo. Aunque estén dispuestos a aceptarla, siguen poniendo condiciones. Solo les vale servir como líderes y obreros. La mayoría de los de esta clase son anticristos. Según los principios, no se les debe compartir el evangelio. Solo está permitido difundirles el evangelio a semejantes personas si ellos están dispuestos a contribuir con mano de obra difundiendo el evangelio y son capaces de atraer a muchos otros. Si la humanidad de alguien es demasiado malvada y solo por su apariencia percibes que se trata de una persona malvada, entonces alguien de esta clase nunca aceptará la verdad ni se arrepentirá. Aunque llegara a entrar en la iglesia, acabaría expulsada, así que nunca se le debería compartir el evangelio. Predicarle a alguien así equivaldría a llevar a Satanás, a llevar a un diablo a la iglesia. Una situación de otro tipo surge cuando algunos menores están dispuestos a creer en Dios. Sin embargo, en algunos países democráticos los menores requieren del consentimiento de sus tutores si quieren participar en la vida de iglesia y cumplir con su deber. No ignores este requerimiento. Hace falta una solución razonable y se requiere sabiduría. En China, mientras uno de los padres conduzca al menor a creer en Dios, no hay problema alguno. Si un joven que ya no es menor es capaz de comprender la verdad y quiere creer en Dios, pero sus padres se oponen y lo limitan, ese joven puede abandonar a su familia y venir a la iglesia para creer en Dios y seguirlo, ya liberado de las restricciones y obstáculos de sus padres. Eso es del todo adecuado. Es la misma situación que cuando Pedro empezó a creer en Dios. En resumen, sea cual sea la situación, se puede difundir el evangelio mientras que las condiciones objetivas lo permitan y no vulnere la ley. Este asunto necesita abordarse según los principios-verdad y los dictados de la sabiduría.
A la hora de difundir el evangelio, ¿cómo puede alguien cumplir con su deber de manera adecuada? Primero, debe ser capaz de comprender y entender la verdad concerniente a la difusión del evangelio. Solo cuando entienda la verdad puede poseer los puntos de vista correctos, saber cómo lidiar con las perspectivas equivocadas o absurdas y cómo manejar los asuntos y tratar los problemas de acuerdo con los principios-verdad. Podrá entonces discernir varias prácticas, las incorrectas y las de los anticristos que vulneran los principios-verdad. Como tal, entenderá con naturalidad qué principios-verdad ha de dominar a fin de desempeñar su deber de difundir el evangelio. Para cumplir con este deber, ¿cuál es la primera verdad que es de suma importancia entender? Debes comprender que difundir el mensaje de la obra de Dios es la responsabilidad y obligación de cada uno de los integrantes del pueblo escogido de Dios. Es una comisión que Dios ha encargado a todos. Ese es el origen de este deber. Algunos dicen: “No estoy en el equipo evangélico, ¿tengo entonces esa responsabilidad y obligación?”. Todos tienen esa responsabilidad y obligación. La verdad que concierne a este aspecto del deber es útil para todos. No sé si habéis notado cierto fenómeno en la asignación de varios miembros del personal de la iglesia. Algunos fueron antes líderes, pero luego se los sustituyó porque no podían realizar trabajo práctico. Tras su sustitución, como no poseían ninguna habilidad o destreza, no podían desempeñar deberes especiales. Así que, al final, se les reasignó en el equipo evangélico para difundir el evangelio, regar a los recién llegados o cumplir ciertos deberes ordinarios. Si fallaran igualmente en el desempeño de otros deberes en la iglesia, ¿qué les debería suceder? Dichas personas son basura y se las debe descartar. Entonces, si se te destituye como líder de la iglesia por incompetencia y no tienes talentos ni habilidades especiales, entonces tienes que estar preparado para difundir el evangelio. Si puedes difundir el evangelio y realizar tu deber como parte del equipo evangélico, entonces la verdad concerniente al cumplimiento de los deberes de manera adecuada te resulta relevante. Si fracasas al cumplir con tu deber de difundir el evangelio, la verdad sobre el cumplimiento adecuado de los deberes no tiene relevancia alguna para ti, y en la casa de Dios, en la época de la obra de Dios, el trabajo de cumplir con un deber no te concierne. En tu corazón, debes saber con claridad todo lo que esto implica. Si no cumples con ningún deber, ¿qué relación tienes con la obra de Dios? Por tanto, con independencia del tipo de deber que uno cumpla, lo mejor es, naturalmente, que puedas perseverar hasta el final y desempeñarlo bien. Hay quien dice: “No quiero difundir el evangelio porque eso siempre me pone en contacto con desconocidos. Hay toda clase de personas malas que son capaces de hacer todo tipo de cosas malas. En particular, los religiosos tratan a aquellos que difunden el evangelio de Dios de los últimos días como enemigos y son bastante capaces de entregárselos al régimen de Satanás. Son peores que los no creyentes. Yo no podría soportar ese dolor. Me golpearían hasta matarme, me mutilarían o me entregarían al gran dragón rojo. Eso acabaría conmigo”. Dado que no puedes soportar las adversidades y tu estatura es tan pequeña, debes realizar bien las tareas de tu trabajo actual. Esa sería la opción prudente. Por supuesto, sería incluso mejor si pudieras desempeñar varios deberes además de difundir el evangelio. La difusión del evangelio no es solo responsabilidad de los miembros del equipo evangélico, lo es también de todo el mundo. Dado que todos han oído de parte de Dios la buena nueva y la alegre noticia de la nueva obra de Dios, tienen la responsabilidad y la obligación de proclamar este evangelio para que más gente acuda a la casa de Dios al oír la buena nueva y se presente ante Él para aceptar Su salvación. Eso permitirá que la obra de Dios llegue a su conclusión lo antes posible. Esa es la comisión de Dios, esa es Su intención.
Algunos de los que difunden el evangelio se pasan el día ocupados predicando, y sin embargo fracasan a la hora de convertir siquiera a una persona tras varios años de predicación. ¿Qué ha ocurrido? Parecen muy ocupados, y da la impresión de que cumplen con su deber con gran esmero. Entonces, ¿por qué no convierten a nadie? La verdad que se ha de entender del deber de difundir el evangelio es en realidad similar a las verdades que deben entenderse para otros deberes. Si alguien predica el evangelio durante varios años sin convertir a nadie, eso significa que esa persona tiene problemas. ¿Cuáles son esos problemas? El problema principal es que no hablan con claridad sobre la verdad de la visión al difundir el evangelio. ¿Por qué no es clara su plática? Es posible que su calibre sea demasiado bajo para esto o que ellos mismos estén ocupados todo el día sin motivo alguno, por lo que no tengan tiempo para leer las palabras de Dios o meditar sobre la verdad, y no entiendan nada sobre esta y así no puedan resolver ninguna noción, herejía o falacia. Si se dan ambas cosas, ¿puede esta persona desempeñar bien su deber de difundir el evangelio? Me temo que será muy difícil para ellos convertir a la gente. Da igual los años que trabajen difundiendo el evangelio, no van a obtener resultados evidentes. Para difundir el evangelio, primero debes entender la verdad de la visión. Sean cuales sean las preguntas de la gente, mientras hables sobre la verdad para que esta quede clara, puedes responderlas. Si no entiendes la verdad de la visión y no puedes hablar con claridad por mucho que compartas, entonces da igual el modo en el que difundas el evangelio, no vas a obtener resultados. Si no entiendes la verdad, debes concentrarte en buscarla y hablar sobre ella. Si lees más palabras de Dios, escuchas más sermones, hablas más sobre la verdad de difundir el evangelio y siempre trabajas duro al compartir la verdad de la visión, para así entenderla realmente y ser capaz de resolver las nociones y problemas más comunes de las personas religiosas, entonces podrás lograr algunos resultados, en lugar de ningún resultado en absoluto. Por tanto, el no ser capaz de entender la verdad de la visión de la obra de Dios es una de las razones por la que la gente no puede lograr resultados cuando difunde el evangelio. Además, no puedes captar o entender las preguntas que plantean los que investigan el camino verdadero, y eres incapaz de ver dentro de sus corazones para hallar dónde radican sus mayores problemas y determinar cuáles son los problemas fundamentales que les impiden aceptar el camino verdadero. Si no puedes tener certeza sobre estos problemas, entonces no puedes difundir el evangelio ni dar testimonio de Dios a otros. Si solo practicas la predicación del evangelio haciendo uso de teorías vacías, eso no va a funcionar. En cuanto aquellos que están investigando empiecen a hacer preguntas, no podrás responderlas. Solo serás capaz de esquivarlas de manera superficial hablando de algunas doctrinas. ¿Se convierte a la gente difundiendo el evangelio de esta manera? Desde luego que no. En muchas ocasiones, cuando aquellos que están investigando el camino verdadero no pueden aceptarlo de inmediato, se debe a que no les proporcionas respuestas claras a sus preguntas. En este caso, se preguntarán por qué alguien como tú, que lleva creyendo tanto tiempo, no sabe darles una explicación clara a tales interrogantes. En sus corazones, dudarán de si se trata del camino verdadero, así que no se arriesgarán a creerlo o aceptarlo. ¿Acaso no es eso lo que sucede en realidad? Esta es la segunda razón por la que puede que no se obtengan resultados al difundir el evangelio. Si quieres difundirlo, pero no puedes resolver los problemas reales, entonces no hay manera de que le difundas el evangelio a la gente. Si no entiendes la verdad, ¿cómo vas a resolver sus problemas? Por tanto, si quieres lograr resultados al difundir el evangelio, debes trabajar duro en buscar la verdad y entender minuciosamente todas las preguntas que planteen los que están investigando. De este modo, puedes responder a sus interrogantes hablando sobre la verdad con ellos. Algunos difusores del evangelio siempre buscan alguna razón objetiva que pueda valer como excusa, y dicen: “Es muy complicado lidiar con estas personas. Cada cual es más propenso a las distorsiones que el anterior, y ninguno acepta la verdad. Son rebeldes y testarudos, y siempre se aferran a nociones religiosas”. Tales difusores del evangelio no van a esforzarse por solucionar las dificultades y problemas de estas personas, así que fallarán todas y cada una de las veces que traten de difundir el evangelio. Carecen del más mínimo amor y son incapaces de perseverar durante mucho tiempo en su deber. Desde fuera, parece que están muy ocupados, pero en realidad no se han esforzado lo suficiente en cada persona que está investigando el camino verdadero. No tratan las preguntas que les hacen de un modo serio y responsable. No buscan la verdad para encontrar una solución, resolver tales cuestiones paso a paso y, al final, convertir a esa gente. En cambio, se limitan a salir del paso. No importa cuánta gente hayan perdido, siguen empeñados en el mismo enfoque. Trabajan unos cuantos días y luego se toman otros tantos libres. ¿En qué convierten la difusión del evangelio? Lo convierten en un juego, una especie de interacción social. Piensan: “Hoy voy a encontrarme con esta clase de persona y voy a pasar un buen rato. Mañana me reuniré con alguien de esta otra clase y resultará nuevo e interesante”. Al final nunca convierten a nadie. Nunca sienten ningún reproche o sensación de carga por su incapacidad para convertir a la gente. Al difundir el evangelio de esta manera, ¿pueden cumplir bien con su deber? ¿Acaso no están siendo superficiales e intentan engañar a Dios? Alguien que siempre ha difundido el evangelio de esta manera no está cumpliendo realmente con su deber porque no ha desempeñado en absoluto su responsabilidad. Son superficiales respecto a todo. ¿Qué otras razones provocan el fracaso a la hora de convertir a las personas cuando se difunde el evangelio? Decidme. (No difundir el evangelio acorde a los principios). Sucede que a la gente solo le importan los números cuando difunde el evangelio. Tales personas no predican de acuerdo con los principios y a menudo no logran convertir a la gente. También sucede que algunos en el equipo evangélico luchan con ansia por los destinatarios potenciales del evangelio, y piensan que el que se lo difunda a más personas obtendrá más méritos. Cuando los destinatarios potenciales del evangelio los vean competir de ese modo, no serán edificados. Por el contrario, en sus mentes surgirán nociones como esta: “Vosotros, los creyentes en Dios no estáis unidos, hay celos y luchas entre vosotros”. Entonces, no querrán creer. Esto es un obstáculo. ¿Constituye esto también parte de la causa por la que fracasan a la hora de convertir a la gente cuando difunden el evangelio? (Sí). Algunos destinatarios potenciales del evangelio han vivido en la sociedad durante mucho tiempo y se encuentran en guardia contra toda clase de gente, en especial los desconocidos. Si no hay intermediarios que se encarguen de presentarlos, se mostrarán desconfiados al conocer a alguien. Por ejemplo, si acabas de conocer a un desconocido, desde luego no vas a decirle tu nombre, dirección y teléfono así como así. Cuando te hayas familiarizado con él, cuando hayáis llegado a conoceros, cuando sepas que no tiene malas intenciones contigo, os haréis amigos. Solo entonces le darías esa información. Sin embargo, algunos de los que difunden el evangelio no entienden a la gente, así que cuando notan que alguien siente desconfianza hacia ellos, lo llaman falso y perverso. Condenan su mentalidad defensiva, y traspasan su propia responsabilidad a los demás. ¿Acaso esos difusores del evangelio no desconfían también de los desconocidos? ¿Por qué no se condenan a sí mismos, sino que creen que es prudente ser desconfiados? No es justo tratar a la gente de esa manera. Algunos de los que difunden el evangelio les preguntan a los destinatarios potenciales por su información personal nada más conocerlos. Si esa persona no quiere proporcionársela, un difusor del evangelio de este tipo no querrá predicarle. ¿Qué clase de carácter muestra? Uno malicioso. Se enfada y se niega a predicar el evangelio solo porque alguien no se ciñe a sus exigencias en un asunto tan menor. ¡Qué despreciable! ¿Por qué quieres difundirles el evangelio a los demás? ¿No es eso realizar tu deber? Si obras como te place, ¿sigue siendo eso realizar tu deber? ¿Acaso no es meramente ser mano de obra? ¿Cómo rendirías cuentas de ti mismo ante Dios? Si nunca te arrepientes, Dios te condenará y te descartará. Tú mismo te estás buscando problemas.
Me enteré del caso de dos miembros de sendos equipos evangélicos que conocieron a un destinatario potencial del evangelio. Ambos discutieron porque tanto el uno como el otro afirmaban ser los que habían contactado primero con él. ¿Qué sentido tiene pelearse por eso? ¿Es una cuestión de ignorancia? Es algo que no se puede hacer. Entonces, ¿qué es lo adecuado en este caso? Todos han de discutir juntos la cuestión. No importa quién haya sido el primero en contactar. Cuando veáis que os habéis puesto en contacto con la misma persona, difundid juntos el evangelio, dividid el trabajo y cooperad. Si vuestro plan original era pasar dos meses acercándole el evangelio a esta persona, tratad de hacerlo en un solo mes ya que sois más en la tarea. Entonces, todo el mundo debe hablar sobre los problemas y dificultades del destinatario potencial del evangelio, sobre qué aspectos de la verdad necesita buscar todo el mundo para resolver estas cuestiones, sobre cómo deberían coordinarse los dos equipos y cosas así. ¿Cuál es el propósito de esto? Convertir a la persona y desempeñar vuestro deber. Si todos se unen en mente y en espíritu, si comparten juntos y dirigen todos sus esfuerzos al mismo objetivo, el Espíritu Santo los esclarecerá y guiará. Cuando está unida, la gente es capaz de conseguir cosas con facilidad, y recibirá las bendiciones y la guía de Dios. Sin embargo, si no obras de esta manera, si siempre compites con los demás, si siempre vas a lo tuyo, si trazas una clara línea entre tú y el resto, y si solo te importa convertir a la gente cuando eres tú el que difunde el evangelio, si piensas “tú predica para ti que yo convertiré a las personas por mi cuenta”, entonces, ¿puedes cumplir bien con tu deber unido en mente y en espíritu? A veces la gente puede realizar sus deberes por su cuenta, pero en otras ocasiones todos necesitan trabajar juntos y en armonía para desempeñar adecuadamente el trabajo de la iglesia. Si todo el mundo obra por su cuenta y no coopera en armonía, eso estropeará el trabajo de la iglesia. ¿Quién asumirá la responsabilidad de esto? Todo el mundo es responsable, y el supervisor principal carga con una parte más grande de la responsabilidad. Cuando estropeas el trabajo de la iglesia, no solo no cumples con tu deber de forma adecuada, sino que cometes una gran maldad, ocasionando el aborrecimiento y la repulsión de Dios. Entonces, te habrás metido en un lío. Si Dios te condena y declara que eres una persona malvada o un anticristo que perturba el trabajo de la iglesia, será todavía peor. No cabe duda de que se te pondrá en evidencia y se te descartará, e incluso recibirás castigo. Si abandonas tu deber, ¿a qué equivale eso? No te corresponderá nada de la obra de Dios y no recibirás Su salvación. Serás uno más de los no creyentes, y tu vida perderá su sentido. ¿Para qué vives a día de hoy? ¿Qué valor aportas al equipo evangélico? ¿Cómo puedes reflejar tu valor como individuo? Debes cumplir con tus responsabilidades de una manera realista, realizar bien tu deber y ser capaz de ofrecerle garantías a Dios, diciendo: “He convertido a algunas personas al difundir el evangelio. He hecho todo lo que estaba en mi mano. Aunque tengo poco calibre y solo poseo unas pocas realidades-verdad, lo he hecho lo mejor que he podido. He realizado mi deber sin tirar la toalla, sin molestarme ni sentirme negativo u holgazanear, sin tratar de obtener fama o beneficio. En vez de eso, he sufrido no pocas humillaciones al predicar el evangelio, he soportado insultos y expulsiones de círculos religiosos, y he dormido en la calle. Aunque he experimentado negatividad y debilidad, no he abandonado mi deber, sino que tuve perseverancia al difundir el evangelio en todo momento. Le agradezco a Dios la protección y guía que me ha dado”. Esto es lo que significa desempeñar realmente tus responsabilidades. Cuando llegue el día, serás capaz de acudir ante Dios con la conciencia tranquila y rendir cuentas de ti mismo. Tal vez has conocido a muchos destinatarios potenciales del evangelio, pero no has convertido a demasiados. Sin embargo, en base a tu calibre y tus acciones, convertiste a todos los que pudiste dedicando tus mejores esfuerzos. En este caso, ¿cómo va a evaluarte Dios? Has cumplido con tu deber de manera adecuada. Has dado lo mejor de ti y te has entregado a ello por completo. Has trabajado duro para equiparte con la verdad de la visión y te has familiarizado con los versículos relevantes de la Biblia para difundirles el evangelio a los destinatarios potenciales. Memorizaste lo que hizo falta y escribiste lo que no pudiste memorizar. Al difundir el evangelio, dio igual a quién te encontraras y qué preguntas te hiciera, fuiste capaz de aportar una solución. De este modo, tu trabajo difundiendo el evangelio se volvió cada vez más efectivo y pudiste convertir a más personas. Para convertir a más personas mientras difundías el evangelio, para cumplir bien con este deber y desempeñar tus responsabilidades, superaste muchas dificultades en tu interior, incluidos tus propios defectos, debilidades y emociones negativas. Superaste todo esto, y dedicaste mucho tiempo a esta tarea. ¿Acaso no es necesario superar tales dificultades para cumplir bien con tu deber? (Lo es). Además, para llevar a aquellos que investigan el camino verdadero a oír la voz de Dios, a entender y conocer la obra de Dios y aceptar el camino verdadero, necesitas entender más de la verdad, de modo que puedas dar un mejor testimonio de la obra de Dios. No importa lo profunda o superficial que sea tu plática sobre la verdad, deberías tener amor y paciencia. Tal vez los que te escuchen te ridiculicen, te insulten, te rechacen o no te entiendan; eso no importa, si puedes lidiar correctamente con esto y hablar pacientemente sobre la verdad con ellos, y si has invertido un gran esfuerzo y has pagado un alto precio con este fin, entonces has desempeñado tus responsabilidades. Realizar tu deber de este modo supone hacerlo de forma adecuada.
Cuando algunos difusores del evangelio se encuentran con un destinatario potencial que es arrogante debido a la riqueza de su familia y su estatus social, siempre se sienten inferiores e incómodos al estar frente a él. ¿Afectará esta incomodidad al cumplimiento de tu deber? Si te afecta de tal modo que no puedes realizar bien tu deber ni cumplir con tus responsabilidades, entonces no estás desempeñando tu deber. Si solo afecta a tu estado anímico, si te hace sentir infeliz e incómodo, pero no abandonas tu deber ni olvidas tus responsabilidades y obligaciones, de forma que, al final, completas tu trabajo y además lo haces bien, entonces sí has cumplido realmente con tu deber. ¿Es esta la verdad? (Sí). Es la verdad y todo el mundo debería aceptarla. ¿Es posible que te halles en esta situación? Por ejemplo, quizá algunos destinatarios del evangelio te menosprecien porque vienes del campo. Puede que incluso te infravaloren. ¿Cómo te enfrentas a ello? Les dices: “Nací en la pobreza del campo, mientras que tú naciste con una vida privilegiada en la ciudad. Dios ordenó que así fuera. Sin embargo, Dios es misericordioso con independencia de dónde hayamos nacido. Vivimos en esta era, y todos tenemos la bendición de haber coincidido con la obra de Dios en los últimos días”. Estas palabras son reales y no son un intento de congraciarte contigo mismo. Los destinatarios del evangelio dirán: “Entonces no estás tan bendecido como nosotros. Nosotros disfrutamos de las bendiciones de esta vida y del mundo venidero, pero vosotros solo podéis disfrutar de las de este último. Por tanto, nosotros disfrutamos más bendiciones que vosotros”. Dices: “Todo esto es por la gracia de Dios”. Como no conocen la obra de Dios, ¿es necesario entrar en disputas con ellos? Si no valoras tales cosas, no discutirás con ellos. Debes entender esto claramente en tu corazón: “Tengo un deber en mi corazón, una carga sobre mis hombros, una misión y una obligación. No voy a discutir con ellos sobre esto. Llegará el día en el que crean y regresen a la casa de Dios, cuando hayan oído más sermones y entendido algo de la verdad, pensarán en su conducta y sus acciones de hoy y se sentirán avergonzados”. Si lo consideras de este modo, se abrirá tu corazón. Eso es lo que sucede en realidad. Si los conviertes realmente y persiguen la verdad, entonces, a los tres o cinco años de creer, reconocerán que fue inapropiado, carente de humanidad e inconsistente con la verdad tratarte como lo hicieron cuando te conocieron. Entonces tendrán que disculparse contigo la próxima vez que te vean. En el transcurso de la difusión del evangelio, te encontrarás a menudo con este tipo de situación. Cuando esto ocurre, ¿cómo lo afronto? No le presto mucha atención a estas cosas. No es para tanto. Si no crees que sea para tanto, entonces sus palabras no te afectarán. A esto se le llama poseer estatura. Si entiendes la verdad y posees la realidad-verdad, podrás desentrañar muchos dichos o prácticas que supuestamente hacen daño a la gente. Podrás resolverlos. Sin embargo, si no puedes desentrañar tales cosas, recordarás esas palabras y acciones toda tu vida y cualquiera podrá dañarte con un guiño, una palabra o un gesto. ¿Son muy graves esas heridas? Dejarán una marca en tu corazón. Cuando ves a gente rica, con un estatus mayor que el tuyo o que una vez te menospreciaron y te atacaron, tendrás miedo y sentirás timidez. ¿Cómo puedes deshacerte de esa timidez? Tienes que desentrañar su esencia. Da igual lo grandiosos que sean, no importa el estatus o posición que ostenten, no son más que gente corrupta. No tienen nada de especial. Si ves esto, tu corazón no estará limitado. En el trabajo de difundir el evangelio, te encontrarás sin duda con estos problemas. Son muy comunes. Alguna gente no te va a entender o tendrá prejuicios hacia ti, o llegará incluso a insinuar y soltar indirectas muy feas para ridiculizarte. Habrá quienes digan que predicas el evangelio para ganar dinero, buscar un beneficio o encontrar el amor. ¿Cómo manejarías tales situaciones? ¿Debes discutir con esa gente? En especial, cuando un destinatario potencial del evangelio proviene de una familia con dinero, ¿qué debes hacer si estás comiendo en su casa y ves esa mirada en su rostro? Si no comes en su casa para conservar tu dignidad, ¿puedes continuar predicando el evangelio con el estómago vacío? Debes considerar el asunto de esta manera: “Hoy puedo comer en su casa y compartir el evangelio con ellos. Pueden recibir a los que difunden el evangelio. Tienen esa buena fortuna”. De hecho, en realidad es así como son las cosas. Tienen esa fortuna. No se dan cuenta, pero tú has de ser consciente de ello en tu corazón. Al difundir el evangelio, a menudo nos toparemos con mofas, escarnios, burlas y difamaciones, e incluso podremos hallarnos en situaciones peligrosas. Por ejemplo, hay gente malvada que denuncia o rapta a algunos hermanos y hermanas, y otros son delatados a la policía y entregados al Gobierno. Algunos pueden ser arrestados y encarcelados, mientras que a otros hasta pueden matarlos a golpes. Todas estas cosas suceden. Pero ahora que sabemos esto, ¿deberíamos cambiar de actitud hacia la obra de difusión del evangelio? (No). La difusión del evangelio es responsabilidad y obligación de todos. En cualquier momento, independientemente de lo que oigamos o veamos o del tipo de tratamiento que recibamos, siempre debemos mantener esta responsabilidad de difundir el evangelio. Bajo ninguna circunstancia podemos renunciar a este deber por negatividad o debilidad. El deber de difundir el evangelio no es pan comido, sino que está lleno de peligros. Cuando difundáis el evangelio, no os enfrentaréis a ángeles, extraterrestres ni robots. Solo os enfrentaréis a la humanidad malvada y corrupta, a demonios vivientes, bestias; todos son humanos que sobreviven en este espacio maligno, este mundo malvado, que han sido hondamente corrompidos por Satanás y se oponen a Dios. Por lo tanto, durante la difusión del evangelio hay, ciertamente, todo tipo de peligros, por no hablar de mezquinas calumnias, burlas y malentendidos, que son moneda corriente. Si realmente consideras la difusión del evangelio una responsabilidad, una obligación y tu deber, podrás considerar correctamente estas cosas y hasta ocuparte correctamente de ellas. No renunciarás a tu responsabilidad y obligación ni te desviarás de tu intención original de difundir el evangelio y dar testimonio de Dios por ellas, y jamás dejarás de lado esta responsabilidad, pues es tu deber. ¿Cómo debe entenderse este deber? Es el valor y la obligación principal de la vida humana. Difundir la buena nueva de la obra de Dios en los últimos días y el evangelio de Su obra es el valor de la vida humana.
Hoy hemos hablado sobre la verdad de cumplir con el propio deber de difundir el evangelio. ¿Habéis obtenido algo de ello? (Sí). En ocasiones anteriores, nuestra charla sobre la verdad de difundir el evangelio se centró en la visión, es decir, hablamos expresamente sobre la verdad relacionada con la visión y no discutimos muchos temas en detalle, como hemos hecho hoy. Dado que la mayoría de la gente está familiarizada con el esquema general de la verdad de la visión, pero puede que no tenga claros los detalles respecto a las sendas de práctica y los principios para temas concretos, hoy he traído estos asuntos específicos a nuestra charla. Al hablar sobre ciertos casos y sobre la conducta de las personas —o sobre la forma correcta e incorrecta de actuar al encontrarse en situaciones así, los puntos de vista que defiende la gente y cómo ha de cumplir con esta responsabilidad y con esta obligación—, al hablar sobre todos estos temas, ¿os parece que la verdad de difundir el evangelio se vuelve más concreta y resulta más fácil de aplicar en la vida real? Creo que vuestros corazones se volverán mucho más luminosos después de escuchar este aspecto de la verdad. Cuando os encontréis con ciertos problemas específicos en el transcurso de la difusión del evangelio, os beneficiaréis de estas palabras, ya que son prácticas y atañen a los principios-verdad. No son palabras vacías. En vuestra vida diaria, cuando os encontréis con tales asuntos relativos a la difusión del evangelio y viváis en algunos estados incorrectos, o cuando os topéis con algunos problemas en vuestro trabajo de difusión del evangelio, ¿podréis utilizar estas verdades para resolver los problemas a los que os enfrentéis? Si eres capaz de resolver tales problemas, entonces las palabras de hoy no se habrán dicho en vano. Si sigues sin poder resolverlos o haces las cosas a tu manera, tomas tus propias decisiones y te limitas a ellas, haces lo que quieres y obras de manera obstinada e imprudente sin considerar tus deberes y responsabilidades, entonces para vosotros estas verdades son mera charla vacía y no sirven para nada. No es que no sirvan para nada porque la verdad no pueda ayudarte o porque la verdad no vaya a resultarte beneficiosa, sino porque no sientes ni un poco de amor por la verdad y no la practicas. Percibes el deber de difundir el evangelio como una simple afición o como una manera de pasar el tiempo. ¿Qué ocurrirá si abordáis el deber de difundir el evangelio con este punto de vista? ¿Seréis capaces de desempeñar vuestro deber de manera adecuada? (No). Si os parece algo remoto eso de hablar de desempeñar el deber de un modo adecuado, entonces permitidme que primero os pregunte lo siguiente: si abordáis el deber de difundir el evangelio con este punto de vista, ¿podéis satisfacer la intención de Dios? (No). Debéis tener esto claro en vuestros corazones. Si afrontas el deber desde esta clase de punto de vista y con esta postura, sentirás que tu corazón está inseguro. Pensarás que tu postura no es la que le gustaría a Dios. Si obras de esta manera, aunque conviertas a alguna gente y desde fuera parezca que estás haciendo buenas obras, tus intenciones y motivos para cumplir con tu deber son contrarios a los principios-verdad. Eres igual que esas personas religiosas que difunden el evangelio para obtener bendiciones y hacer tratos con Dios. Tanto sus intenciones como el origen de su motivación son equivocados. Al considerar cómo desempeñan sus deberes, Dios juzga las intenciones y motivaciones de las personas. Él observa la postura que adoptan y la mentalidad con la que abordan dichos deberes. En base a esto, Dios obra para limpiarlas de su corrupción y salvarlas, de modo que puedan apartarse del pecado. Por tanto, con independencia de cómo difundas el evangelio, debes aceptar el escrutinio de Dios. No importa la clase de persona que seas o qué calibre tengas, qué tipo de deber hayas desempeñado y cuál realizabas antes de unirte a las filas de aquellos que difunden el evangelio, debes atenerte a estos principios-verdad relativos a la difusión del evangelio, debes contemplar la difusión del evangelio como tu deber y tu responsabilidad, y llevar esa carga sobre los hombros.
A algunos líderes y obreros que no pueden hacer trabajo práctico o resolver problemas prácticos se los sustituye y se les asigna difundir el evangelio como parte del equipo evangélico. Cuando conocen a alguien, puede que le digan: “Yo era líder. Me enviaron al equipo evangélico a difundir el evangelio porque no hice un buen trabajo. Tal vez Dios me ha mandado difundir el evangelio para que me atempere durante un tiempo, para equiparme con la verdad y formarme. Eso significa que no tengo que dedicar mucho esfuerzo a difundir el evangelio. Con cualquier cosa que haga valdrá. Después de todo, tengo madera de líder. En cuanto mi estatura crezca, se me debe hacer líder. Como tengo tan buen calibre, sería un desperdicio de talento que no lo fuera. Ahora mismo la iglesia tiene escasez de líderes y obreros”. Sus palabras implican que la casa de Dios no puede subsistir sin que ellos sean líderes. Solo se les ha asignado difundir el evangelio para darles la oportunidad de practicar, para equiparlos con la verdad y para que hagan un trabajo de base como parte de su cultivo y formación. Por tanto, contemplan su deber de difundir el evangelio como algo temporal, solo lo hacen para engrosar su currículo, pasar un buen rato y ampliar sus horizontes. Piensan que, si logran resultados en la difusión del evangelio, entienden la verdad y son capaces de hacer algo de trabajo, se les ascenderá para servir como líderes u obreros. Si adoptan esta mentalidad hacia desempeñar su deber de difundir el evangelio, ¿pueden alcanzar el verdadero arrepentimiento? No han reflexionado sobre sí mismos ni han llegado a conocerse. No tienen autoconciencia. ¿Estas personas se hallan en problemas? No comprenden correctamente la difusión del evangelio. Tienen un concepto demasiado alto de sí mismos, no se conocen en absoluto. No tienen idea de lo que sucede realmente. De hecho, esto ha ocurrido porque no son personas que persigan la verdad y carecen por completo de cualquier habilidad de comprensión. En apariencia, son elocuentes, disfrutan de encargarse de los asuntos y parece que tienen cierto calibre, pero cuando sirven como líderes y obreros, su talante y calibre no están a la altura de las circunstancias. No pueden cumplir los estándares y criterios para ser líderes y obreros, así que se los descarta. No son conscientes de que son insignificantes, sino que alardean descaradamente y se vanaglorian de sí mismos. Aunque algunos nunca lo dirán, según su estimación personal creen que solo aquellos que no pueden hacer otra cosa son asignados para difundir el evangelio. En sus corazones, dividen todos los deberes en la casa de Dios en altos, medios y bajos. Consideran el deber de difundir el evangelio como el más bajo de los deberes en la casa de Dios. Se envía a difundir el evangelio a cualquiera que comete un error o no desempeña su deber de manera adecuada. Así es como estas personas entienden este deber. ¿Existe alguna diferencia entre este entendimiento y tomarse la difusión del evangelio como una responsabilidad propia y una obligación que se ha de llevar a cabo en la vida de uno mismo? Si alguien lo entiende de ese modo, ¿puede realizar bien su deber? (No). ¿En qué se equivoca? Considera que la mayor responsabilidad y obligación que una persona debe desempeñar en su vida —el trabajo de difundir el evangelio— son el trabajo más humilde. No se lo toma como si fuera su propia responsabilidad y obligación, y no lo entiende como un deber. Da igual cómo hable la casa de Dios sobre la necesidad de desempeñar lealmente un deber, y que difundir el evangelio sea uno de esos deberes, ellos no reconocen que sea así. Creen de corazón que los distintos niveles de líderes, obreros y personas a cargo en la casa de Dios están en lo alto. Estos poseen autoridad absoluta, acabarán recibiendo grandes recompensas y Dios los perfeccionará. Los seguidores a su cargo son meros soldados de a pie, en especial los difusores del evangelio que siempre interactúan con personas fuera de la iglesia. Entre todos los trabajos, es posible que el suyo sea el más difícil y agotador. Al final, no puedes saber a ciencia cierta si estas personas van a ser perfeccionadas. ¿Es un error que conciban el deber de difundir el evangelio de este modo? ¿Hay quienes consideran esta sagrada responsabilidad y obligación de difundir el evangelio como la tarea más humilde y la colocan en el peldaño más bajo de una jerarquía de rangos y grados? Menosprecian este deber y también a quienes lo desempeñan. Entonces, ¿qué punto de vista aportan cuando realizan este deber? (Lo contemplan como algo temporal). ¿Algo más? Cuando convierten a alguien, no le dan mucha importancia; cuando fracasan al convertir a la gente, no les importa. No consideran la difusión del evangelio como parte de su propio trabajo y no se esfuerzan por desempeñar bien tal deber. En sus corazones, desprecian el deber de difundir el evangelio; por lo tanto, ¿qué resultado obtendrán entonces al realizar ese trabajo? ¿Pueden equiparse con todos los aspectos de la verdad a fin de cumplir bien con su deber de difundir el evangelio? A fin de convertir a más personas, ¿memorizan pasajes de la palabra de Dios y versículos de la Biblia y se familiarizan con una serie de testimonios vivenciales para poder resolver los distintos problemas con los que se encuentran al difundir el evangelio? (No). Si cuando difunden el evangelio, aquellos que tienen una comprensión distorsionada y albergan muchas nociones les hacen preguntas difíciles, ¿cómo lidian con ellas? (Se dan por vencidos). Esa es una postura. O se quejarán de Dios, diciendo: “¿Por qué he tenido que encontrarme con una persona tan ridícula y sin entendimiento espiritual mientras difundo el evangelio? ¡Qué mala suerte!”. No sienten amor alguno por los destinatarios potenciales del evangelio, y esperan que Dios no salve a esa clase de persona. En cuanto a este asunto, no le oran a Dios ni buscan Sus intenciones, ni mucho menos muestran consideración alguna hacia las intenciones de Dios. Eligen cómo tratar a los destinatarios potenciales del evangelio según las preferencias de la carne, y cuando se encuentran con gente con multitud de problemas y nociones graves, la abandonan. Solo eligen difundir el evangelio a aquellos con pocas nociones o con ninguna en absoluto, y no quieren pagar ningún precio. Siempre que algo va en detrimento de su vanidad o de su dignidad, o de su reputación o estatus, siempre que algo contradice las preferencias de la carne o entra en conflicto con los placeres de esta, ¿qué eligen hacer? Eligen darse por vencidos, huir, no cumplir con esa responsabilidad, sino rechazarla. Al mismo tiempo, por dentro se quejan de Dios en sus corazones: “¿Por qué tuve que encontrarme con una persona tan ridícula y con tantas nociones? ¿Por qué tengo que sufrir tal cosa? He perdido imagen, he malgastado mi esfuerzo y no he conseguido convertir a nadie”. En secreto, sus corazones están llenos de resentimiento hacia Dios. Por consiguiente, no están dispuestos a aceptar el deber de difundir el evangelio, ni tampoco a cumplir con la responsabilidad que conlleva. Si esa es su postura ante el deber de difundir el evangelio, no falta mucho para que se los descarte.
En el transcurso de difundir el evangelio, muchos de aquellos que lo difunden tratan su trabajo desde una postura superficial y descuidada. Nunca cambian. Jamás lo tratan adoptando una posición de esmerada atención, prudencia y temor a Dios. En su lugar, piensan: “En cualquier caso, no tengo nada que hacer, puedo dedicarme a cualquier cosa. El equipo evangélico parece divertido, así que me uniré a ellos”. Entonces, lo siguen y difunden el evangelio. De hecho, hacen una contribución muy limitada a este proceso. Solo emplean algo de tiempo y viajan un poco, pero no pagan un precio real. Siempre predican el evangelio según las preferencias de su carne y sus propias nociones y figuraciones. Nunca siguen en lo más mínimo los principios-verdad. Hay muchos a los que les gusta predicarles a los pudientes y a la gente con dinero, pero no a los pobres. Prefieren predicar a gente bien parecida antes que a la de aspecto normal; a aquellos con los que se llevan bien antes que a los que no; prefieren predicar a los que tienen unas pocas nociones antes que a los que tienen demasiadas; gustan de predicarles a aquellos a los que es fácil llevarles el evangelio, a los que lo aceptan sin necesidad de escuchar mucha charla. No quieren predicar si eso les supone hablar hasta agotarse. Por dar un ejemplo, digamos que una mujer está difundiendo el evangelio y se encuentra a un hombre que proviene de una familia acomodada, con casa y coche, cuyos padres tienen buenos trabajos, es hijo único y bien parecido. A ella le parece que podría vivir una vida de riqueza si se pudiera casar con él, así que quiere predicarle el evangelio a este hombre, ya que piensa que sería una maravilla si lo aceptara. Algunos tratan de detenerla, le dicen que el hombre no busca la verdad, que no se trata de alguien al que se le pueda predicar, pero ella dice: “Si le hablamos más sobre la verdad, es posible que acabe por aceptarla. Si no le llevamos el evangelio a una persona tan buena y no la salvamos, ¿no iría eso en contra de las intenciones de Dios?”. De hecho, ella alberga su propio objetivo. No está tratando de convertir a este hombre para llevarlo ante Dios, sino que busca promocionarse y venderse a él. Después de mucho márquetin, al final consigue lo que quiere y logra formalizar una relación con él para sus propios fines. ¿Dónde reside aquí el problema? Ella tiene sus propias motivaciones en todo lo que hace, las cuales vulneran los principios-verdad. Al final, se sirve de varios medios para “llevarle” el evangelio, e incluso se casa con él, diciendo: “El mayor logro de mi trabajo de difundir el evangelio ha sido encontrar a un espíritu tan afín. Es algo que debo aceptar de parte de Dios. Él ordena el matrimonio. Fue por completo disposición de Dios que conociera y me casara con esta persona. Se trató de Su favor y Su bendición”. Entonces acaba formando una pequeña familia y viviendo una vida feliz; ¿sigue siendo capaz de difundir el evangelio? (No). Transcurridos un año o dos, a veces va a difundir el evangelio cuando se siente bien, pero pasa casi todo su tiempo haciendo vida familiar, y su corazón cada vez está más vacío. Al final, se da cuenta de que la vida familiar no consiste en más que ollas y cacerolas, en comer, beber, jugar y en alboroto. Le parece que nada tiene sentido. Echando la vista atrás, reflexiona y piensa: “La fe en Dios tiene todavía significado. Permíteme que vuelva atrás y retome la fe y continúe difundiendo el evangelio”. Al final, habla de sus experiencias de manera grandilocuente, diciendo: “Dios creó al hombre, así que él no puede dejar a Dios. El hombre no puede vivir sin Él. Igual que un pez muere fuera del agua, si el hombre deja a Dios, no cabe duda de que no va a disponer de un camino para avanzar en la vida. Por eso he regresado. Porque Dios me ha llamado”. Menuda desvergüenza. Tras regresar, exige cumplir con su deber, diciendo: “Todo está vacío si no realizo mi deber. Todo el mundo tiene que cumplir con su deber”. Las palabras de aquellos que no practican la verdad y no tienen amor por ella repugnan a los que las oyen. Aseguras que no puedes abandonar a Dios, entonces, ¿por qué no le preguntas si Él te quiere a ti? Encontraste a un compañero en el transcurso de cumplir con tu deber, abandonaste tu deber y saliste corriendo. ¿Por qué no le oraste a Dios para preguntarle si estaba de acuerdo con esto y averiguaste Su postura al respecto? ¿Desempeñaste tus responsabilidades? ¿Cumpliste con la comisión que te encargó Dios? ¿Trataste a Dios como tal? ¿Contemplaste tu deber como tal? Para todas estas preguntas, la respuesta es no. ¿Qué es Dios para ti? No es más que un amigo al que conociste a un lado del camino. Lo saludas y ya enseguida te crees que sois amigos. Si conviene a tus intereses, continúas junto a Él, pero si no te beneficia, le dices adiós. Sin embargo, luego vuelves a pensar en Él cuando lo necesitas. Esa es la clase de relación que tenéis. Si consideras a Dios como a un amigo al que conociste una vez, ¿qué pensará Él de ti? ¿Cómo te tratará? Te sientes triste, tus días están vacíos, así que necesitas a Dios. Regresas y quieres cumplir con tu deber. ¿Te va a conceder Dios un deber, así como si nada? (No). ¿Por qué no? No te lo mereces. Aunque tales personas puedan cumplir con sus deberes justo después de haber empezado a creer en Dios, antes de completar dichos deberes, abandonarán a Dios sin advertencia previa, y dejarán sus puestos y su trabajo. ¿Cómo contempla esto Dios? ¿Cuál es la naturaleza de esta conducta? (Es una traición). La traición no es poca cosa. Tales personas son desertores. ¿Cómo desempeñan los desertores su deber? Buscan su propio interés personal bajo la bandera del cumplimiento del deber. Hacen planes para asegurar su propio futuro y su sustento mientras vulneran la intención original de cumplir con sus deberes. Al final, huyen en mitad del desempeño de sus deberes, lo que los convierte en desertores. Tales personas no se gastan por Dios con un corazón sincero. En su lugar, albergan sus propias intenciones y propósitos personales e intentan engañar a Dios, y terminan revelando su verdadera cara. ¿Acaso no se trata de personas que traicionan a Dios? Hay quien dice: “¿No existe en la casa de Dios la libertad de entrar y salir?”. La hay, eso es verdad, pero uno debe someterse a un examen al entrar en la casa de Dios. Eres libre de abandonar la casa de Dios y nadie se interpondrá en tu camino. Sin embargo, si quieres regresar a la casa de Dios, no te será tan fácil. Los líderes y obreros de la iglesia deben examinarte e inspeccionarte en todos los niveles para comprobar que tu arrepentimiento es sincero. Solo entonces se te va a aceptar. Por tanto, salir es fácil, volver a entrar es difícil. He oído que a algunas personas les resultó tan difícil difundir el evangelio y sufrieron tanto que arrojaron su carga y salieron huyendo. ¿Cuál es el problema? Que son desertores. ¿Qué es lo más importante a la hora de trabajar difundiendo el evangelio? Todos los que lo difunden, sobre todo los que son responsables en puestos importantes, asumen un papel significativo a ojos de Dios. Si desempeñas un papel importante en la difusión del evangelio y abandonas tu puesto sin el permiso de Dios, no existe mayor transgresión. ¿Acaso no cuenta como un acto de traición contra Dios? (Sí). Entonces, en vuestra opinión, ¿cómo debería tratar Dios a los desertores? (Deben ser apartados). Ser apartado significa ser ignorado, que te dejen hacer lo que quieras. Si las personas que son apartadas sienten arrepentimiento, es posible que Dios vea que adoptan una postura lo bastante arrepentida y siga queriendo que vuelvan. Sin embargo, con los que desertan de su deber, y solo con estas personas, Dios no tiene esta actitud. ¿Cómo trata a esas personas? (Dios no las salva. Él las desdeña). Eso es del todo correcto. Para ser más concretos, las personas que cumplen un deber importante han sido comisionadas por Dios y, si desertan de su puesto, entonces, da igual lo bien que lo hayan hecho antes o lo hagan después, para Dios se trata de personas que le han traicionado, y nunca más se les dará la oportunidad de cumplir un deber. ¿Qué significa que no te concedan una segunda oportunidad? Si dices: “Estoy muy arrepentido. Tengo una deuda con Dios. No debí haber hecho esa elección al principio. En ese momento estaba hechizado y me desvié, y ahora me arrepiento. Suplico a Dios que me dé otra oportunidad de cumplir con mi deber de modo que tenga ocasión de arrepentirme de lo que he hecho mediante obras dignas de mérito y de subsanar mis errores”, ¿cómo lidiará Dios con este asunto? Como Dios afirma que no dispones de esa oportunidad, Él nunca se volverá a fijar en ti. Esa es la postura que adopta Dios hacia los desertores. Al tratar a los que cometen transgresiones normales, Dios podría decir que fue una transgresión momentánea, o que se debió a un entorno adverso, a la poca estatura, a la falta de comprensión de la verdad o a alguna otra razón semejante. En este caso, puede que Dios le dé la oportunidad de arrepentirse. Sin embargo, a los desertores es a los únicos a los que Dios no les ofrece segundas oportunidades. Hay quien dice: “¿Qué significa que Dios no da segundas oportunidades? Si quisieran desempeñar su deber, ¿acaso no lo permitiría Dios?”. Puedes cumplir con tu deber, puedes difundir el evangelio, puedes también escuchar sermones y unirte a la iglesia. La iglesia no va a eliminar tu nombre de sus registros, pero en cuanto a Dios, da igual cómo cumplas con tu deber y cuánto te arrepientas, no le haces falta a Dios ni tampoco te da Su aprobación, aunque estés siendo mano de obra para Él. Esa es la postura de Dios. Es posible que alguna gente no entienda este asunto y diga: “¿Por qué Dios es tan cruel y categórico al tratar con este tipo de personas?”. Al hombre no le hace falta entender este asunto. Se trata del carácter de Dios. Es Su postura. Tú puedes pensar lo que quieras. Dios tiene el poder de decidir. Él tiene el poder de actuar de esta manera y de manejar así el asunto. ¿Qué puede hacer un humano ante eso? ¿Acaso puede protestar? ¿Quién te dijo que no siguieras la senda adecuada desde el principio, que traicionaras a Dios y te convirtieras en un desertor? La obra de difundir el evangelio no puede llegar a buen término solo por medio de una persona, requiere de mucha gente. Si no puedes realizar tu deber, Dios elegirá a otro que pueda. Si no cooperas y no llevas a cabo tu deber, eso demuestra que estás ciego. Prueba que eres atolondrado y estúpido. No sabes que eso es una bendición, así que no vas a tenerla. Deberías irte y ya está. Si te marchas y luego vuelves pasado un tiempo, ¿te seguiría queriendo Dios? No, a Él le trae sin cuidado. Esta es la postura de Dios hacia los desertores, solo hacia ellos. Hay quienes dijeron: “Cuando regrese y cumpla con mi deber, el Espíritu Santo me esclarecerá”. Cuando empezaste a cumplir con tu deber, huiste sin pedir permiso y el Espíritu Santo no te puso ningún impedimento. Ahora que has vuelto, ¿puede el Espíritu Santo seguir esclareciéndote? No les des tanta importancia a tus sentimientos emotivos. Dios no va a hacer nada en contra de Sus deseos, y Él se rige por principios cuando trata con todo el mundo. ¿Qué advertencia subyace aquí? Has de perseverar en tu deber, mantenerte firme y cumplir con tus responsabilidades. ¿Es demasiado extrema la posición de Dios hacia los desertores? (No). ¿Por qué dices que no lo es? ¿Cómo entiendes que no es demasiado extrema? Con independencia de qué deber desempeñe una persona, en el periodo actual, ¿tiene relación cada deber que realice con lo que ordena Dios? Tiene una estrecha relación. Al considerarlo de esa manera, si eres capaz de cumplir con tu deber, ¿significa eso que Dios ha hecho mucho trabajo? Dios te ha predestinado desde la creación del mundo. Ha predestinado la época y la era en la que has nacido, la clase de familia en cuyo seno te criaste, la influencia que ha tenido esta en ti, el deber que Dios requiere que cumplas y las cosas que se te ha permitido aprender de antemano. Por ejemplo, si has aprendido un idioma extranjero, ahora posees ese calibre, ese talento, lo cual te permite desempeñar con éxito tu deber. Dios ha hecho mucho trabajo de preparación. ¿Con qué propósito hace Dios tales preparativos? ¿Para que puedas destacar entre el resto? ¿Para que puedas hacer búsquedas mundanas y servir a Satanás? ¡En absoluto! Él quiere que ofrezcas las cosas que te ha dado en la casa de Dios, en la difusión de Su evangelio y en Su plan de gestión. Sin embargo, si no eres capaz de ofrecer lo que Él te ha dado, pero en cambio sirves a Satanás, ¿cómo se sentirá Dios? ¿Cómo va a tomarse eso? ¿Cómo debe manejarlo de acuerdo con Su carácter? Dios te apartará de una patada. No te quiere. Te has olvidado de Su amabilidad y has traicionado Su confianza. No reconoces ni regresas a tu Hacedor. No le dedicas a Dios lo que te ha dado, sino que en su lugar se lo ofreces a Satanás. Se trata de una grave traición, y Dios no quiere a un traidor semejante.
En la obra de Dios de salvar a la humanidad, el calibre que posee cada persona la hace estar a la altura de la tarea de cumplir con el deber que le corresponde. Además, la experiencia y el conocimiento que obtiene desde que empieza a creer en Dios, junto a las verdades que comprende, han de emplearse para llevar a cabo su deber. Solo de este modo puede contribuir con su humilde esfuerzo al trabajo de difundir el evangelio del reino. ¿Cuál es ese humilde esfuerzo? Es el deber que debe desempeñar una persona. Dios te permite entender la verdad y poseer inteligencia y sabiduría, de modo que cumplas bien con tu deber. Este es el valor y significado de tu vida. Si no vives este valor y significado, eso demuestra que no has ganado nada de tu fe en Dios. Te has convertido en un trasto inútil en la casa de Dios. Si vives a semejanza de Satanás y la carne, ¿puede seguir queriéndote Dios? El valor y significado de tu vida han desaparecido. Desde el punto de vista de Dios, debes simplemente desaparecer de Su casa, para siempre. Ya no te quiere. Además, en el periodo de expansión de la obra de gestión de Dios, todo el mundo que le sigue está cumpliendo con su propio deber, y todos han pasado una y otra vez por la represión y la cruel persecución del gran dragón rojo. La senda de seguir a Dios es abrupta y accidentada, y es excepcionalmente difícil. Cualquiera que haya seguido a Dios durante más de dos o tres años habrá experimentado esto por sí mismo. El deber que desempeña cada uno, ya sea un deber permanente o un arreglo temporal, proviene de la soberanía y los arreglos de Dios. Puede que a menudo se produzcan arrestos, y que el trabajo de la iglesia se perturbe y estropee, y es posible que haya una evidente escasez de gente que cumpla con los deberes, sobre todo de aquellos con buen calibre y experiencia profesional, que son minoría. Sin embargo, debido al liderazgo de Dios, a Su poder y autoridad, la casa de Dios ya ha resurgido de sus momentos más complicados, y toda su obra se ha encaminado por la senda correcta. Para el hombre, esto parece imposible, pero para Dios nada es difícil de conseguir. Los treinta años desde que apareció Dios y empezó a obrar hasta el momento presente se han visto marcados por tempestades y por toda clase de tribulaciones. Si no fuera por el liderazgo de Dios, y Sus palabras que imbuyen a la gente de fe y fuerza, nadie habría llegado tan lejos. Todos en el pueblo escogido de Dios han experimentado esto personalmente. Nada en la obra de la casa de Dios transcurre sin sobresaltos, todo empezó desde cero y se hizo con gran dificultad, asediado por los problemas. ¿Por qué es así? Porque no solo nos enfrentamos a la desenfrenada represión y persecución del régimen del gran dragón rojo, sino también a la discriminación, las calumnias y las condenas de toda la comunidad religiosa y de la humanidad corrupta; incluso toda la época nos abandona y nos inhibe. La totalidad de la obra de gestión de Dios se inicia y opera en un entorno y bajo unas condiciones repletas de las tendencias malvadas de Satanás, y en las que este ocupa el poder. Esto no resulta en absoluto sencillo, sino que es extraordinariamente difícil. Por tanto, cada persona que puede cumplir con un deber es un consuelo para Dios, y el hecho de que lo desempeñe es algo excepcional y precioso. La seriedad, la lealtad y el gasto que puede ofrecer cada persona, así como su postura de sinceridad y responsabilidad hacia su deber, de sumisión hacia la comisión de Dios y de reverencia hacia Él, son cosas que Dios aprecia y considera muy importantes. En contraste, Dios siente una gran repugnancia por las personas que abandonan sus deberes o no se los toman en serio, y por las distintas conductas, acciones y manifestaciones de traición contra Dios, porque en el conjunto de los diversos contextos, personas, acontecimientos y cosas dispuestos por Dios, estas personas desempeñan el papel de impedir, dañar, retrasar, perturbar o afectar el progreso de la obra de Dios. Y por esta razón, ¿cómo se siente Dios respecto a los desertores y las personas que lo traicionan y cómo reacciona ante ellos? ¿Qué actitud tiene Dios? (Los odia). Solo siente repugnancia y odio. ¿Siente piedad? No, Él nunca podría sentir piedad. Algunas personas dicen: “¿Acaso Dios no es amor?”. ¿Por qué no ama Dios a tales personas? No son dignas de amor. Si las amas, entonces tu amor es necio, y el hecho de que las ames no significa que Dios lo haga; puede que tú las valores, pero Dios no, porque en esas personas no hay nada digno de ser apreciado. Por eso, Dios abandona con decisión a esas personas y no les da ninguna segunda oportunidad. ¿Es esto razonable? No solo es razonable, sino que es ante todo un aspecto del carácter de Dios, y también es la verdad. En el transcurso de la difusión del evangelio, hay quienes no aceptan ninguna parte de la verdad. Siempre actúan conforme a su propia voluntad, de manera arbitraria e imprudente. Son impedimentos y obstáculos en el trabajo de difundir el evangelio. Desempeñan un papel negativo al perturbar, trastornar y estropear la obra evangélica, y obstaculizan su expansión. Por tanto, la postura que adopta Dios hacia estas personas es de repugnancia y odio. Su destino es ser descartadas. Así es como se revela el carácter justo de Dios. Hay quien dice: “¿No es un poco excesivo encargarse así de tales personas?”. No tiene nada de excesivo. Ante tales diablos, Dios solo puede sentir repugnancia y odio. Él no se disfraza. El carácter de Dios es justo y se observa con claridad. ¿Cuáles son los dos aspectos más importantes del carácter justo de Dios? (La abundante misericordia y la ira profunda). ¿Qué importancia tiene esto aquí? ¿Quién soporta la ira profunda de Dios? Recae sobre los que se oponen a Dios, rechazan la verdad y siguen a Satanás. Dios no quiere a aquellos decididos a seguir a Satanás ni a los traidores y desertores. Dicen algunos: “En un momento de debilidad, decidí no cumplir con el deber, pero en realidad no quería abandonar a Dios ni regresar al mundo y al bando de Satanás”. Depende de la situación, aunque fueras débil o quisieras regresar al mundo, Dios puede mostrar misericordia y tolerancia ante tu debilidad. Dios es abundantemente misericordioso. La gente vive entre sus actitudes corruptas y en algunas circunstancias es inevitable que se sienta débil, negativa o perezosa. Dios lo escruta todo y la tratará en función de la situación. Si no eres un desertor, no te tratará como tal. Si eres débil, sin duda te tratará de acuerdo con tu debilidad. Si temporalmente revelas corrupción, estás débil o te extravías, Dios te dará esclarecimiento, te guiará y te sustentará. Te tratará como a alguien de poca estatura que no comprende la verdad, ya que no se trata de un problema de tu esencia-naturaleza. ¿Por qué no trata Dios a esas personas abandonándolas? Porque no quieren rechazarlo a Él ni a la verdad y porque no quieren seguir a Satanás. Únicamente manifiestan un momento ocasional de debilidad y no son capaces de dar un paso adelante, por lo que Dios les da otra oportunidad. Entonces, ¿cómo se debe tratar a estas personas que experimentan una debilidad momentánea y no saben cumplir con el deber, pero luego regresan para cumplir con él? Hay que aceptarlas. Este caso es de naturaleza diferente al de los desertores, por lo que no puedes aplicar la misma regla o adoptar el mismo enfoque para tratarlos. Algunas no sufren de debilidad; a decir verdad, son unas desertoras. Si las vuelves a acoger, desertarán nuevamente cuando se encuentren en una situación similar. Alguien así no es un desertor pasajero; siempre será un desertor. Por eso Dios expulsa a tales personas y nunca las vuelve a acoger. Esto no es ni mucho menos excesivo. Dado que nunca las vuelve a acoger, eso significa que salve a quien salve Dios, no será a ellas. Cuando Dios nota que falta una persona en el equipo de salvación, puede que añada a alguien más. Sin embargo, no quiere a las de esta clase. Quedan excluidas para siempre y son indeseadas.
Hay otra categoría de personas que a menudo perturban y estropean la obra evangélica mientras difunden el evangelio, pero también han realizado algo de trabajo y han convertido a alguna gente. ¿Se puede considerar que se trata de buenas obras por su parte? Por ahora dejemos a un lado la cuestión de si han hecho buenas obras o no. En primer lugar, digamos que tales personas a menudo perturban y estropean la obra evangélica mientras difunden el evangelio. Por ejemplo, si una persona está a cargo de la obra evangélica y siempre compite con los demás por el estatus y el poder, o a menudo se mete en disputas con otros, y de este modo perturba y estropea la obra evangélica, ¿cómo contemplará Dios este asunto? ¿Equilibrará Dios los logros y defectos de esta persona o los abordará de alguna otra manera? (Dios le quitará mérito). ¿Por qué le quitará mérito? Aunque le ha predicado a alguna gente, ha hecho algo de trabajo y ha logrado ciertos resultados, ha seguido perpetrando acciones malvadas. Aunque no comete errores importantes, a menudo comete errores pequeños. ¿Qué implica esto de cometer errores pequeños? Que no practica la verdad, que lucha por la fama, las ganancias y el estatus, que habla sin la menor piedad, que no busca nunca los principios-verdad, que a menudo actúa arbitrariamente y sin restricciones, que nunca hace ningún cambio y que es como los no creyentes, lo cual tiene una influencia nociva en la vida de la iglesia y en el pueblo escogido de Dios y provoca el tropiezo de algunos fieles nuevos. ¿No son estas acciones malvadas? (Sí). Si la gente ha cometido tales acciones malvadas, aunque hayan trabajado duro para realizar sus deberes, ¿han desempeñado en realidad sus responsabilidades? ¿Realmente han llevado a cabo sus deberes de una manera adecuada? ¿Cómo contempla Dios a estas personas? Aunque han realizado algo de trabajo, todavía pueden hacer el mal de manera imprudente; ¿están llevando entonces a cabo sus deberes? (No). Por tanto, ¿por qué pueden hacer maldad con tanta temeridad? Por un lado, se debe a sus actitudes corruptas. Por otro, estas personas abrazan la mentalidad del azar. Piensan: “He hecho mucho bien difundiendo el evangelio. En esta o aquella iglesia, cientos de personas están allí porque yo les llevé el evangelio. Si se salvan, eso supondrá para mí un gran mérito. Entonces, ¿cómo iba Dios a olvidarse de mí? Si Dios tiene a esta gente en cuenta, no puede condenarme”. ¿No se están sobrevalorando? ¿Tienen un corazón temeroso de Dios? ¿Se gastan por Dios con un corazón sincero? Como Pablo, buscan obtener recompensas y coronas. No hay espacio para Dios en su corazón. No entienden el carácter de Dios y se atreven a hacer tratos con Él. Esto demuestra que no poseen nada de la realidad-verdad. Había una persona que llevaba unos años predicando el evangelio y tenía cierta experiencia en ello. Padeció muchas dificultades mientras lo difundía e incluso la encarcelaron y condenaron a muchos años de prisión. Después de salir, continuó difundiendo el evangelio y se ganó a varios cientos de personas, algunas de las cuales resultaron ser de notable talento; algunas incluso fueron elegidas líderes u obreras. En consecuencia, esta persona se creía merecedora de grandes elogios y usaba esto como un capital del que se jactaba dondequiera que iba, mientras presumía y daba testimonio de sí misma: “Pasé ocho años en la cárcel y me mantuve firme en el testimonio. Me he ganado a muchas personas mientras difundía el evangelio, algunas de las cuales son ahora líderes u obreras. En la casa de Dios merezco honor, he contribuido”. Allá donde estuviera difundiendo el evangelio, se aseguraba de jactarse ante los líderes u obreros del lugar. Además, decía: “Debéis escuchar lo que yo diga; incluso vuestros líderes superiores deberán ser educados cuando me hablen. Le daré una lección al que no lo sea”. Esta persona es igual que un matón, ¿me equivoco? Si alguien así no hubiera difundido el evangelio ni se hubiera ganado a esa gente, ¿se le ocurriría ser tan flagrante? Sí, en efecto. Que pueda ser tan flagrante demuestra que esto está en su naturaleza. Se trata de su esencia-naturaleza. Se vuelve tan arrogante que carece de toda razón. Tras difundir el evangelio y ganarse a algunas personas, su naturaleza arrogante se hincha y se vuelve aún más flagrante. Dichas personas se jactan de su capital dondequiera que van, tratan de reclamar el mérito dondequiera que van e incluso presionan a líderes de diversos niveles, con quienes intentan estar en igualdad de condiciones, y llegan a pensar que ellas mismas deberían ser líderes superiores. En función de lo que manifiesta la conducta de alguien así, todos debemos tener claro qué tipo de naturaleza tiene y cuál es su final probable. Cuando un demonio se infiltra en la casa de Dios, contribuye un poco con mano de obra antes de mostrar su verdadera cara; no escucha sin importar quién lo pode, e insiste en luchar contra la casa de Dios. ¿Cuál es la naturaleza de sus actos? A ojos de Dios, está cortejando a la muerte y no descansará hasta que se haya matado. Esta es la única manera apropiada de decirlo. La expresión “cortejar a la muerte” tiene un significado práctico. ¿Cuál es? Es bueno que las personas puedan cumplir con sus deberes. Algunas nacen con ciertos dones, lo cual es una bendición, pero si no siguen la senda correcta, se meterán en problemas. Por ejemplo, algunas hablan con elocuencia. Saben cómo hablar con gente diferente y pueden conversar fácilmente con cualquiera. Esto también se puede considerar como una habilidad innata. En lugar de decir primero si es una cosa buena o una mala, la clave es mirar la naturaleza de la persona y si está recorriendo la senda correcta o la malvada. Durante el periodo de la obra de Dios de difundir el evangelio, has dedicado tus talentos, has gastado muchos pensamientos y has convertido a muchas personas. Esto no es algo malo en sí mismo. Has contribuido con tus esfuerzos a la obra evangélica, algo que merece ser recordado por Dios. Si realizas bien tu deber, sin alarde, los hermanos y hermanas te respetarán cuando vean tu trabajo, y aquellos que no entiendan algo te buscarán y te pedirán consejo al respecto. Si tienes humanidad y persigues la verdad, le gustarás a la gente y Dios te bendecirá. Sin embargo, puede ocurrir que no tomes la senda correcta. Es posible que consideres este pequeño regalo de Dios como un capital y llegues al extremo de jactarte allá donde vas de haber estado en prisión. De hecho, estar en prisión no es gran cosa. En el país del gran dragón rojo, muchos han sido arrestados y encarcelados por difundir el evangelio o hacer trabajo de iglesia. Esto no debe considerarse como capital, sino como una especie de sufrimiento que es apropiado que la gente padezca. Si las personas tienen testimonio que dar después de su sufrimiento, pueden dar testimonio de las obras de Dios, sobre cómo dependieron de Dios para superar a Satanás durante el momento de su persecución, sobre qué clase de sufrimiento soportaron y lo que ganaron de ello. Esta es la manera correcta. Sin embargo, no toman la senda correcta de manera deliberada, sino que van por ahí alardeando sobre sí mismos. “Estuve en prisión durante tantos años y sufrí tanto; por ende, así es cómo debéis tratarme. Si no me tratáis así, estáis ciegos, sois ignorantes y no tenéis corazón”. ¿Acaso no están dejando de tomar la senda correcta? En su origen, que estuvieran encarcelados y sufrieran sin venderse y manteniéndose firmes en su testimonio después de su condena era algo bueno. Algo digno de que Dios lo recordara. Sin embargo, de forma deliberada, no hicieron lo que debían. A cualquier lugar que fueran, alardeaban de sus logros para ganarse el respeto y la simpatía de los demás. Incluso llegaban al punto de pedir cosas materiales. Esto es buscar recompensas por sus logros. ¿Qué significado implícito tiene que hagan esto? Le pueden pedir recompensas a la gente, así pues, ¿pueden pedírselas a Dios? Se dirigen a la gente y piden recompensas suficientes, piden estatus, fama y ganancias, prestigio y el disfrute de la carne, y luego le piden recompensas a Dios. ¿No es lo mismo que hizo Pablo? Es más, han convertido a muchos cumpliendo con su deber. En cuanto a Dios, si pueden continuar desempeñando sus deberes sobre la base de un entendimiento de la verdad y siguen cumpliendo bien con esta responsabilidad, Él seguirá confiando en ellos para difundir el evangelio. Sin embargo, eligen no hacerlo, pues consideran que tienen crédito y cualificaciones suficientes para proclamarlas ante todo el mundo. Por tanto, ya no trabajan en absoluto, sino que empiezan a pedir que les recompensen. Presumen allá donde van, alardean de su capital, comparan méritos y se jactan de a cuántos cientos o miles de personas les han llevado el evangelio. Nunca le dan gloria a Dios ni dan testimonio de Su omnipotencia y sabiduría respecto a ello. ¿Acaso no es eso cortejar a la muerte? Creen en Dios, pero no caminan por la senda correcta. Entonces, ¿qué postura adoptan al escuchar los sermones y pláticas? Piensan: “No me hace falta escuchar, he estado en la cárcel, no me he convertido en un Judas, tengo testimonio que dar. Aparte de eso, he convertido a más gente que nadie, he pagado el precio más alto. He soportado todas las penurias, me he escondido entre arbustos y he dormido en cuevas. No existe sufrimiento que no pueda soportar ni lugar en el que no haya estado. ¿Quién de vosotros puede compararse conmigo? Por tanto, no necesito entender del todo los sermones que escucho. ¿Acaso escuchar sermones no sirve solo para practicar? Yo ya lo he hecho todo, lo he vivido. Ni siquiera la encarnación de Dios es tan impresionante”. ¿Qué tipo de persona pronuncia palabras parecidas a estas? (Pablo). Se trata de Pablo revivido. Dicen también: “No sois tan diestros como yo. Si lo fuerais, no tendríais que escuchar tantos sermones, y no tendríais que escribir, copiar y memorizar con atención las palabras de Dios a diario. Fijaos en mí. He convertido a tanta gente predicando el evangelio. ¿Cuándo he estudiado yo como vosotros? No me hace falta, basta con que el Espíritu Santo realice Su obra, yo lo tengo todo”. ¿Acaso no es esto una enorme estupidez? Su arrogancia no tiene límites. ¿Qué entienden por la aceptación de la obra de Dios y la búsqueda de la salvación? Piensan que se trata de un juego de niños. Se creen que han mostrado algo de buen comportamiento y han hecho algo de trabajo, que han concluido su trayectoria y han librado su batalla, así que lo único que les queda por hacer es recibir su corona. Para ellos, un Dios que no da coronas no es tal. Comparten la misma opinión que los religiosos sobre ese asunto. También dicen: “Ya he sufrido todo lo que hay que sufrir y he pagado todos los precios. He sufrido casi tanto como Dios. Debería poder recibir Su recompensa”. ¿Es que no son como Pablo? Siempre categorizan a las personas según sus calificaciones y su antigüedad. Casi dijeron que para ellos vivir es Cristo. Si de verdad quieren ser Cristo, van a acabar teniendo problemas. Son como otro Pablo. ¿Sigue quedando margen para que alguien que camina por esta senda cambie? En absoluto. Esta senda es el callejón sin salida de los anticristos.
¿Por qué caminan por la senda de los anticristos algunos que llevan muchos años creyendo en Dios? Esto viene determinado por la esencia-naturaleza de una persona. Todas las personas malvadas, todos los que no tienen conciencia ni razón, son gente que no ama la verdad. Por eso eligen naturalmente caminar por la senda de los anticristos cuando empiezan a creer en Dios. Todo el mundo cree en Dios, lee Sus palabras y escucha sermones, entonces, ¿por qué algunos eligen tomar la senda de perseguir la verdad? ¿Por qué otros eligen la senda de buscar fama, ganancias, estatus y bendiciones? Sus entornos objetivos son similares, pero la calidad de su humanidad y sus preferencias personales son diferentes, así que eligen sendas distintas. Las ovejas de Dios escuchan Su voz. Él ha dicho muchas palabras en los últimos días, y las palabras de Dios llevan expresándose casi 30 años, pero esta gente no las entiende. ¿Se trata entonces de ovejas de Dios? (No). Si no son ovejas de Dios, no son dignas de llamarse seres humanos. ¿En qué se concentran estas personas que no aman ni persiguen la verdad? ¿Qué es lo que persiguen? Debería resultar fácil percibir que su deseo de buscar estatus y bendiciones es especialmente fuerte, y que no van a escuchar la verdad, da igual cómo se les comparta. No solo no pueden aceptar la verdad, sino que continúan obstinadamente buscando fama, ganancias y estatus. No solo carecen de todo autoconocimiento, sino que siempre comparan los méritos y alardean de su propio capital por todas partes. ¿Cuál es la naturaleza de esa conducta y de tales prácticas? (Cortejar a la muerte). Correcto. De este modo Pablo cortejó a la muerte. Tras escuchar los sermones durante tantos años, la gente sigue siendo capaz de ser como Pablo sin arrepentirse. Carecen de cualquier entendimiento sobre la verdad y no la aceptan en absoluto. ¿No es eso cortejar a la muerte? En principio, cuando no entienden la verdad, exhiben algunas conductas y prácticas que provienen de la voluntad humana y están adulteradas, o puede que exhiban cierta negociación o intenciones y deseos individuales. Como no entienden la verdad, Dios no se fija en esto. Cuando al hombre aún no le habían quedado claras las palabras de Dios, Él le permitió tener su corrupción, adulteración, debilidad y negociación. Ahora Dios ha hablado mucho y con bastante extensión, y sin embargo sigues insistiendo en creer que las cosas a las que debes agarrarte y las conductas que practicas son correctas. Niegas estas palabras de Dios, o incluso las desprecias y las ignoras; miras sin ver y escuchas sin oír. ¿Qué postura adopta Dios ante tales personas? ¿Cómo contempla Él tales cosas? Dios dirá que no amas la verdad, que no amas las cosas positivas y que eres un incrédulo. Tales personas no creen que haya verdad ni que todo lo que Dios ha dicho sea la verdad y la senda de salvación para el hombre. No aceptan este hecho. Aunque las personas como estas no niegan tales palabras de Dios, tampoco las aceptan. A partir de su conducta y de lo que revelan, puedes observar que no se hallan en la senda de perseguir la verdad. ¿Qué senda están caminando? Al confiar en su propio capital y logros para buscar recompensas de Dios, caminan por la senda de Pablo. Da igual cuánto se diseccione a Pablo, no identificarán dentro suyo esos mismos elementos. Por mucho que se diseccione a Pablo, ellos no van a cambiar, a arrepentirse o llegar a conocerse a sí mismos. Siguen creyendo que todo lo que hacen es correcto y concuerda con la verdad. No importa cuántas palabras exprese Dios, da igual cómo diseccione y condene a tales personas, estas nunca reflexionarán sobre sí mismas. Sus puntos de vista sobre la fe en Dios, su intención de ganar bendiciones y su práctica de hacer tratos con Dios se mantienen, inquebrantables e inmutables. ¿Esto a qué se debe? Son incapaces de entender la voz de Dios y no la escuchan. Da igual lo que diga Dios, para ellos tiene poca importancia. “Di lo que te parezca, pero déjame a mí seguir mi camino. Tú eres Tú, yo soy yo. Hagas lo que hagas o sea cual sea Tu intención, ¿a mí qué más me da? No tiene nada que ver con mi vida o mi muerte”. ¿Qué clase de personas son estas? (Incrédulos). ¿En qué creen? En sí mismos. ¿Acaso no son detestables? (Lo son). Son detestables y deben perecer. No son a los que Dios va a salvar. Por tanto, entre aquellos que difunden el evangelio, si hay muchos que siempre se duermen en los laureles, alardean de antigüedad y le piden a Dios recompensas por sus méritos pasados, se hallarán en problemas. Debido a su conducta, su desenlace vendrá determinado por su cortejo a la muerte. Entonces, cuando te encuentras con esta clase de persona, ¿es apropiado que les adviertas contra cortejar a la muerte? Si todavía pueden difundir el evangelio, no les digas eso. Puedes recordarles, advertirles y guiarlos dándoles consejos indirectos para ofrecerles la máxima ayuda posible. Sin embargo, si su esencia y carácter son de verdad idénticos a los de Pablo, ¿cómo debemos tratarlos? Sabes que están cortejando a la muerte, pero no les cuentas la verdad y sigues animándolos y les permites continuar rindiendo servicio: a esto se le llama humillar a Satanás. ¿Resulta apropiado hacer esto? (Sí). Aprovecharse del servicio de Satanás forma parte de la sabiduría de Dios. Si tratas a tus hermanos y hermanas de esta manera, cometes una acción malvada y Dios la detesta. Si te aprovechas del servicio de Satanás, eso equivale a humillarlo. Se considera sabiduría. El gran dragón rojo, Satanás y los diablos sirven al pueblo escogido de Dios. ¿Es esto obra de Dios? (Sí). ¿Cómo debemos contemplarlo? Se trata de la sabiduría de Dios. Es algo que no se puede condenar. Es la verdad. Tienes que usar a Satanás, emplear esta cosa para tu ventaja. Si no lo usas para el propósito del servicio, no se hará bien parte del trabajo y no será fácil conseguir resultados. Aquellos que caminan por la senda de perseguir la verdad y de la salvación pasan también por una etapa de mano de obra, pero no es permanente. Dios no usa la sabiduría para hacerte rendir servicio, sino que en cambio debes pasar por esta etapa. Como no entiendes la verdad, haces muchas cosas sin principios, pero de acuerdo con tu propia voluntad. En términos de tu esencia, no estás dispuesto a ser mano de obra, pero en cuanto al hecho objetivo, estás siendo mano de obra. Solo cuando la gente contribuye bien con mano de obra y entienda poco a poco las intenciones de Dios y la verdad podrá transitar, paso a paso, a la búsqueda de la verdad, desempeñar realmente sus deberes, someterse a Dios y ajustarse a Sus intenciones, y, poco a poco, embarcarse en la senda de la salvación. Sin embargo, esta contribución de mano de obra es algo completamente distinto a aprovecharse del servicio de Satanás. Posee una naturaleza diferente. Dios solo se aprovecha del servicio de Satanás, pero no lo salva. Los contribuyentes de mano de obra que creen en Dios con un corazón sincero y pueden perseguir la verdad son los destinatarios de la salvación de Dios. En el caso de algunos contribuyentes de mano de obra, se emplean sus servicios cuando resultan útiles, pero si trastornan y perturban el trabajo de la iglesia, hay que advertírselo con firmeza. Si no se arrepienten, se los echará de una patada y se los expulsará. Así es como hay que tratarlos. Si pueden contribuir con mano de obra normalmente con honestidad y no perturban el trabajo, entonces permíteles seguir contribuyendo con mano de obra. Tal vez algún día entiendan la verdad y puedan salvarse. Se trata de algo bueno, ¿así que por qué no hacerlo de buen ánimo? No puedes condenar a alguien antes de tiempo. ¿Por qué razón se condena a alguna gente? Porque las perturbaciones que causan son demasiado graves. No importa cuánto hables sobre la verdad con ellos, no van a ser capaces de aceptarla y desempeñarán sus deberes de manera mediocre. Sus esencias-naturaleza son idénticas a las de Pablo. Se niegan tercamente a arrepentirse. Sin duda, están cortejando a la muerte. Tales personas están seguras de estar en la iglesia. También de hallarse entre los que difunden el evangelio. ¿Qué os parece, es buena idea dejar que conozcan la verdad auténtica? ¿Os da miedo que la conozcan? (No nos da miedo). Si las personas así pueden reconocerse a sí mismas en esto y arrepentirse, eso es bueno. Hay que darles una oportunidad. No los descartéis. Sin embargo, si conocen la verdad auténtica, pero no pueden cambiar su forma de ser y siguen causando perturbaciones, eso es verdaderamente cortejar a la muerte. Cuando no están en la senda correcta, no se les ofrece ninguna cortesía. A la gente así hay que echarla y descartarla.
Estos son los principios fundamentales relativos a la práctica de difundir el evangelio. Al difundir el evangelio, la gente debe cumplir con su responsabilidad y tratar con seriedad a cada destinatario potencial del evangelio. Dios salva al hombre en la mayor medida posible, y la gente ha de tener consideración con Sus intenciones, no debe ignorar descuidadamente a quien esté buscando e investigando el camino verdadero. Es más, al difundir el evangelio, debes captar los principios. En cuanto a cada persona que esté investigando el camino verdadero, debes observar, entender y captar cosas tales como su trasfondo religioso, si su calibre es bueno o malo y la calidad de su humanidad. Si encuentras a una persona que tenga sed de verdad, que pueda comprender las palabras de Dios y aceptar la verdad, entonces esa persona ha sido predestinada por Dios. Deberías intentar dedicar todo tu empeño a tener comunicación sobre la verdad con ella y ganártela. Sin embargo, si es de pobre humanidad y tiene un talante horrible, y su sed es una pretensión, no para de discutir y se aferra a sus nociones, debes dejarla de lado y renunciar a ella. Algunas personas que están investigando el camino verdadero tienen capacidad de comprensión y un gran calibre, pero son arrogantes y sentenciosas. Se apegan demasiado a las nociones religiosas, así que debes comunicarles sobre la verdad con amor y paciencia para ayudarlas a resolver esto. Solo debes rendirte si no aceptan la verdad, por mucho que hayas comunicado con ellas. Entonces habrás hecho todo lo posible. En resumen, no abandones a la ligera a nadie que pueda reconocer y aceptar la verdad. Mientras estén dispuestos a investigar el camino verdadero y sean capaces de buscar la verdad, debes hacer todo lo que puedas para leerles más palabras de Dios y compartir más con ellos sobre la verdad, y para dar testimonio de la obra de Dios y resolver sus nociones y preguntas, de tal modo que puedas ganártelos y llevarlos ante Dios. Esto concuerda con los principios de la difusión del evangelio. Así pues, ¿cómo se los puede convertir? Si, al relacionarte con ella, determinas que la persona tiene buen calibre y buena humanidad, debes hacer todo lo posible por cumplir con tu responsabilidad; debes pagar cierto precio y utilizar ciertos métodos y medios, y no importa cuáles, siempre y cuando los emplees para convertir a esa persona. En resumen, a fin de ganártela, debes cumplir con tu responsabilidad, usar el amor y hacer todo lo que esté a tu alcance. Debes hablar acerca de todas las verdades que comprendes y hacer todas las cosas que debes hacer. Aunque no te ganes a esta persona, te quedarás con la conciencia tranquila. Habrás hecho todo lo posible. Si no compartes la verdad claramente, y la persona se sigue aferrando a sus nociones, y si pierdes la paciencia y renuncias a ellos por decisión propia, eso es desatender tu deber, y eso será una transgresión y una mancha para ti. Algunos dicen: “¿Tener esta mancha significa que he sido condenado por Dios?”. Eso depende de si la gente hace esas cosas de manera intencional y habitual o no. Dios no condena a las personas por transgresiones ocasionales; solo tienen que arrepentirse. Pero cuando hacen el mal a sabiendas y se niegan a arrepentirse, son condenadas por Dios. ¿Cómo podría Dios no condenarlas cuando son claramente conscientes del camino verdadero y, sin embargo, pecan adrede? A la luz de los principios-verdad, eso es ser irresponsable y superficial; y como mínimo, estas personas no han cumplido con su responsabilidad; así es como Dios juzga sus errores. Si se niegan a arrepentirse, serán condenados. Y, por lo tanto, a fin de reducir o evitar tales errores, la gente debería hacer todo lo posible por cumplir con sus responsabilidades, intentando abordar de manera activa todas las inquietudes que tengan quienes estén investigando el camino verdadero y, definitivamente, no posponiendo ni demorando las cuestiones cruciales. Si una persona que está investigando el camino verdadero reitera una pregunta, ¿cómo debes responder? No debería importarte tomarte el tiempo y la molestia de contestarle, y deberías buscar el modo de hablarle con claridad acerca de su pregunta hasta que la entienda y no la vuelva a hacer. Entonces habrás cumplido con tu responsabilidad y tu corazón estará libre de culpa. Ante todo, tú estarás libre de culpa respecto a Dios en esta materia, pues Él te encomendó este deber, esta responsabilidad. Cuando todo lo hagas ante Dios, mirándolo, cuando todo se contraste con Su palabra, y se haga según los principios-verdad, entonces tu práctica estará totalmente de acuerdo con la verdad y los requerimientos de Dios. De esta manera, todo lo que hagas y digas será de beneficio para la gente, y ellos lo aprobarán y lo aceptarán fácilmente. Si las palabras que dices son esclarecedoras, prácticas y claras, podrás evitar la disputa y la confrontación, permitirás a los demás entender la verdad y los edificarás. Si las palabras que dices son confusas y ambiguas, y si tu enseñanza de la verdad es poco clara, carece de iluminación y no es práctica, no serás capaz de resolver las nociones y los problemas de la gente, y es posible que esta se aproveche de tus fallos, te juzgue y te condene. Tales problemas te serán todavía menos sencillos de resolver; tal vez debas enseñar varios pasajes más de las palabras de Dios para que la gente pueda entender la verdad y aceptarla. Así pues, uno debe ser sabio al hablar cuando difunde el evangelio, y debe enseñar con transparencia sobre la verdad, de tal manera que pueda resolver las nociones y figuraciones de la gente, para así ganarse su admiración y convencerlos con sinceridad. Es fácil lograr resultados haciendo esto; permite a las personas aceptar la obra de Dios sin fisuras, lo cual es beneficioso para la expansión del evangelio.
En cuanto a los principios que se han de seguir en la práctica de difundir el evangelio, por otro lado, aquellos que difunden el evangelio deben ser dignos y rectos en su conducta, hablar y comportarse a semejanza de los santos, ejercer la restricción apropiada en todo lo que hacen durante el transcurso de la difusión del evangelio, y comportarse de manera disciplinada. A algunos destinatarios potenciales del evangelio no les agrada que los perturben los desconocidos, entonces, ¿cómo deberías predicarles? Hay quienes predican el evangelio llamando por teléfono tres veces diarias, corriendo a la casa de quien sea cuando esa persona llega del trabajo, y leyéndoles las palabras de Dios a los destinatarios potenciales en cuanto los ven, sin importarles lo ocupados que estén. Nunca eligen el momento adecuado, así que corren el riesgo de convertirse en una molestia. Algunos son tan estúpidos que incluso les hablan de este modo a aquellos que investigan el camino verdadero: “Este mundo es muy malvado, así que deja lo que estés haciendo, no vayas a trabajar. ¿Sabes en qué tiempos estamos? La gran catástrofe es inminente. ¡Es urgente que creas en Dios!”. ¿Es apropiado difundir el evangelio de esta manera? ¿Qué consecuencias traerá? Son no creyentes que no han aceptado todavía la obra de Dios. ¿Es necesario hablarles de esta manera? Además, no te metas en la vida privada o en los puntos de vista personales de los destinatarios potenciales del evangelio. Por ejemplo, alguna gente les dice lo siguiente a aquellos que están intentando convertir: “Oye, ¿sigues creyendo en Dios? Los creyentes no llevamos esas ropas de no creyentes”. “La gente que cree en Dios no come esta clase de comida, tienes que tomar esto o aquello”. ¿No es eso meter la nariz en los asuntos de los demás? Es una necedad. Si en cierto momento tus palabras y acciones no son adecuadas, pueden causar que el precio que pagaste al difundir el evangelio se malgaste. Por esta razón, debes actuar con cautela en todo momento, refrenarte y regular tu conducta, y comportarte de manera disciplinada. ¿A qué llamamos disciplina? Significa hacer las cosas de acuerdo con las reglas, pensar en qué clase de palabras serían aptas para el deber que estás desempeñando, y qué clase de palabras estaría dispuesto a oír un destinatario del evangelio. No hagas ni digas cosas que les desagraden o les vayan a molestar, no hagas preguntas invasivas y nunca interfieras en sus asuntos privados. Imagina que alguien tiene dos hijos y le dices: “Está bien tener dos hijos, pero ¿no sería mejor tener también una hija?”. ¿Qué te importa a ti eso? Cuando un destinatario potencial del evangelio sabe inglés, dices: “Tu inglés es realmente excelente. Sería maravilloso que creyeras en Dios y cumplieras con tu deber en Su casa. Hacen falta en ella personas como tú”. ¿Es apropiado hablar de esa manera? No hay dos personas iguales. Cuando empiecen a creer, puede que sean más activas y entusiastas que tú, pero todavía ni creen ni han aceptado, así que no fuerces las cosas antes de que llegue el momento oportuno, y nunca te metas en la vida de nadie. ¿Lo entiendes?
Se puede dar otra situación. En el transcurso de la difusión del evangelio, hay quienes aceptan la obra de Dios de los últimos días y entienden algunas verdades. Entonces, creen que están muy por encima de las personas normales y corrientes. Desprecian a todos los no creyentes e incluso también desprecian y menosprecian a aquellos que conocen y están investigando el camino verdadero. Piensan: “Eh, vosotros, si no aceptáis la obra de Dios de los últimos días, estáis ciegos, sois necios e ignorantes, solo le valéis a la muerte y no tenéis ningún valor. Mi deber de hoy es predicarte el evangelio, pero en otras circunstancias te ignoraría”. ¿Qué clase de postura es esa? No has hecho nada más que aceptar la obra de Dios de los últimos días. No estás por encima de nadie. Aunque fueras un rey, ¿acaso no serías solo uno más entre la raza humana corrupta? ¿En qué eres mejor que los demás? No desprecies a los que están investigando el camino verdadero. Aunque les prediques tú el evangelio, no eres más grande ni mejor que ellos. No olvides que eres un ser humano corrupto, igual que ellos. Debes tener claro este asunto en tu corazón. No mires siempre a otros como si estuvieras prestando un gran servicio al mundo o guiando a todos los seres sintientes hacia su salvación. Siempre piensas: “Los que no habéis aceptado el evangelio sois lamentables. Todos los días me quema la ansiedad por vosotros”. ¿Qué es ese fuego que te quema? No has resuelto todavía tus propios problemas, pero te quema la ansiedad a causa de los asuntos ajenos. ¿No es eso hipócrita? ¿No estás engañando a los demás? No te escondas detrás de una máscara de virtud. De hecho, no eres nada en absoluto. Aunque hayas aceptado la nueva obra de Dios durante 20 o 30 años, sigues siendo un donnadie. Aunque vivas con Dios todos los días y le hables cara a cara, sigues siendo una persona corriente. Tu esencia permanece inmutable. Difundir el evangelio a otros es cumplir con tu deber. Es tu obligación, tu responsabilidad. Debes entender que no importa a cuánta gente conviertas, sigues siendo tú. No te has convertido en otra persona, sigues siendo un ser humano corrupto. Aunque has convertido a mucha gente, no debes estar orgulloso ni mucho menos mostrarte arrogante. No alardees por ahí de tus logros, diciendo: “Llevo muchos años difundiendo el evangelio, y he acumulado cantidad de experiencia y muchas lecciones. A quienquiera que le predique, soy capaz de saber de un solo vistazo si es bueno o malo y sé cuándo predicar y cuándo abstenerme de hacerlo. Cuando es adecuado difundir el evangelio, sé si será fácil o posible. Siempre puedo encontrar una manera de llevarles el evangelio a aquellos a los que es posible difundírselo”. Aunque tengas experiencia en la difusión del evangelio, tu entrada en la vida sigue siendo muy superficial. A pesar de que tienes cierta experiencia de vida y has cambiado de algún modo, a veces presumes para lucirte. ¿No supone eso un problema? La gente que tiene dones es más propensa a ser pomposa y a soltar charla vacía. Siempre se creen mejores que otros, les gusta aleccionar constantemente a los destinatarios potenciales del evangelio, y siempre quieren que los admiren y veneren. ¿No es este un problema de carácter? ¿Puede alguien dar testimonio de Dios solo cambiando su comportamiento y no su carácter? Si no puedes ofrecer ningún testimonio de cambio de carácter, si solo puedes hablar sobre la verdad del evangelio para dar testimonio de Dios, ¿eres apto para que te use Dios? Después de aceptar el camino verdadero, las personas han de entender la verdad de la entrada en la vida y la verdad de practicar. Si no tienes experiencia real ni sabes cómo hablar sobre tu testimonio vivencial, ¿acaso no se trata de deficiencias? Si siempre te concentras en hablar sobre doctrinas para que te admiren y te tengan en alta estima, si siempre quieres estar en una posición elevada, ¿es eso dar testimonio de Dios? De ninguna manera. Es dar testimonio de uno mismo. Es tener un carácter corrupto. Si no experimentas juicio y castigo, ¿cómo puedes lograr un cambio en tu carácter? Algunos de los que difunden el evangelio hablan de testimonios vivenciales, y los que los escuchan se benefician mucho de ello, se conmueven y admiran desde el fondo de su corazón a esos que hablan. Y sin embargo, estos difusores del evangelio siguen teniendo corazones temerosos de Dios. No desprecian a ningún destinatario potencial del evangelio. Son capaces de hablar desde el corazón, llevarse bien con la gente y hacer amigos con normalidad, y sin duda poseen un poco de la razón de la humanidad normal. ¿Cómo logran eso? Esto demuestra que han ganado algo en su fe en Dios. Cuanto menos, entienden algunas verdades, tienen algo de conocimiento de sí mismos y su carácter-vida ha cambiado de alguna manera, así que ya no se vuelven arrogantes. Cuando ven a alguien que no ha aceptado el evangelio, piensan: “Yo era igual en otros tiempos, así que no debería ningunearlo. Yo mismo no soy tan grande”. Su mentalidad ya no es la que era. Una vez que reconocen su propia naturaleza, pensarán que es natural ver a destinatarios potenciales del evangelio revelar un poco de ignorancia, necedad o debilidad. No ridiculices a nadie, y no te aferres a la sensación o la postura de que todo el mundo forma parte de las masas de la gente común y ordinaria. Si mantienes esa postura, obstaculizará y comprometerá tu trabajo de difundir el evangelio. Sin embargo, a veces esta clase de estados corruptos surgen en tu corazón cuando ves a mucha gente que acaba de empezar a creer en Dios. Por ejemplo, digamos que aceptaste la obra de Dios de los últimos días hace veinte años y llevas diez difundiendo el evangelio. Cuando te hallas entre los destinatarios potenciales del evangelio, a ellos siempre les pareces alguien superior, y dicen: “Llevas 20 años creyendo en Dios, mientras que nosotros apenas acabamos de aceptarlo. Nuestra estatura es todavía muy pequeña y, en comparación, no cabe duda de que estamos muy por debajo de ti. Eres un adulto y nosotros solo somos unos recién nacidos”. ¿Qué debes pensar cuando hacen esas comparaciones? “Aunque acepté a Dios antes que ellos y llevo creyendo más tiempo, sigo estando muy rezagado en cuanto a la entrada en la vida y la verdad. No he aceptado todavía el juicio y castigo real de Dios, y sigo muy lejos de salvarme y de ser perfeccionado”. Sabes cómo eres en realidad en tu corazón. No importa cuánto te admiren o la alta estima en que te tengan, ¿cómo te sientes tú? “Soy solo una persona corriente, no me admires”. Estarás asqueado y no sentirás ningún placer porque, en tu corazón, percibes claramente que no eres nada en absoluto, que no entiendes ninguna verdad y que solo sabes decir algunas palabras y doctrinas. La gente es necia y propensa a admirar a otros. Si disfrutas alegremente de la sensación de que te admiren y eso te proporciona placer, estás en problemas. Si eso te molesta y quieres abandonar este tipo de situación, si no te gusta que otros te traten de ese modo, eso prueba que tienes algo de conocimiento de ti mismo. Este es el estado correcto y, si te hallas en él, es poco probable que cometas errores o hagas cosas equivocadas.
Las situaciones de las que estoy hablando ahora son básicamente las que se suelen dar en el transcurso de difundir el evangelio. En el lado negativo de las cosas, es necesario que evitéis ciertas maneras de hablar, prácticas y conductas inapropiadas, y que os aseguréis de que vuestro carácter no revele cosas inapropiadas que no concuerden con la verdad. En el lado positivo, mientras cumplís con el deber, ante este debéis adoptar una postura de lealtad y de asumir responsabilidades hasta el final. Así, podréis desempeñar vuestros deberes de manera adecuada. En este proceso, debes poco a poco buscar la verdad y los principios de modo que satisfagas las intenciones de Dios, y esforzarte por perseverar y permanecer leal hasta el final en el cumplimiento de cada deber que tengas. No importa qué clase de deber cumplas, has de ser capaz de satisfacer a Dios y de que Él te recuerde por estas cosas que has hecho de un modo adecuado y encomiable. Durante el periodo de difusión del evangelio, debes esforzarte por cometer cada vez menos transgresiones y errores. Deben de ser cada vez menos las veces en las que te embarques en negociaciones o en la búsqueda de recompensas, o tengas la ambición y el deseo de hacerlo, mientras cumples con tu deber. Al mismo tiempo, debes buscar activamente cumplir con tus responsabilidades, desempeñarlas por completo y considerar tu deber como algo que recae sobre ti. Además, esfuérzate por realizar tu deber de tal modo que, cuando pienses en ello tras muchos años, tengas la conciencia tranquila. Eso significa que debes reducir poco a poco el número de cosas que te hacen sentir que tienes una deuda. No puedes avanzar sin cambiar en absoluto. Supón que no realizaste bien tu deber cuando difundiste el evangelio a un destinatario potencial, y eso te incomodó, como si tuvieras una deuda, y te pareció que no habías hecho suficiente trabajo preparatorio. Sin embargo, cuando difundiste el evangelio después de eso, tu estado era idéntico y no realizaste ningún cambio. Eso significa que durante este periodo no creciste en absoluto. ¿Qué representa esta falta de crecimiento? Implica que no has practicado o ganado este aspecto de la verdad, implica que esto sobre lo que estoy hablando nunca fue para ti otra cosa que doctrina. Si cometes cada vez menos transgresiones, menos errores, te sientes menos en deuda y con menos remordimientos de consciencia, ¿qué representa esto? Significa que estás cumpliendo con tu deber con cada vez mayor pureza, y que tu sentido de la responsabilidad se está tornando más fuerte por momentos. En otras palabras, te estás volviendo más leal a la hora de cumplir con este deber. Por dar un ejemplo, en el pasado, difundir el evangelio dependía de los métodos humanos, no de compartir la verdad o de interpretar los versículos de la Biblia. Ahora parece que ese enfoque no es apropiado, que no es lo que debe hacer alguien que acepta la comisión de Dios, y que para Él es algo así como una deshonra. ¿Habéis tenido esta sensación? Tal vez ahora no os sintáis así, pero algún día, después de haberte equipado con más y más verdades de varios tipos y haber ganado una cierta estatura, adoptarás una postura y una perspectiva más precisas y prácticas al fijarte en tus prácticas pasadas. Esto demuestra que tu estado interno se ha vuelto normal. Ahora mismo no sientes nada respecto a tus prácticas anteriores, no las desprecias ni tienes una opinión o una evaluación correctas de ellas. En cambio, te resultan indiferentes. ¿Acaso no es esto muy problemático? Demuestra que no posees ninguna de las verdades relevantes para tales cosas. Incluso adoptas una postura insensible ante las diversas acciones malvadas y trucos del hombre y aquellas prácticas suyas que no se ajustan a la verdad, y aceptas, secundas e incluso estás de acuerdo con estas inmundicias. Entonces, ¿cuál es tu estado interno? Amas las cosas injustas, las relacionadas con el pecado, y las que no se ajustan a la verdad, sino que son contrarias a ella. Esto es muy problemático. Si sigues actuando de acuerdo con estas prácticas, te enfrentarás a una consecuencia muy seria. ¿Cuál? Estás acumulando constantemente acciones malvadas y desviándote cada vez más de la senda de la salvación. ¿Por qué digo que te desvías cada vez más? Porque mientras cumples con este deber no buscas la verdad ni te atienes a los principios en nada de lo que haces. Solo sigues tu propia voluntad y tus preferencias. Entonces, ¿cómo puedes cumplir con tu deber de manera adecuada? No realizas tu deber con el propósito de entrar en la verdad, sino con el de completar una tarea y luego rendir cuentas de ti mismo. Lo que sigues no es la voluntad de Dios, y lo que aceptas no es Su comisión. La naturaleza de estas cosas es diferente. Por tanto, mientras vas por ahí difundiendo el evangelio no estás caminando por la senda que lleva a la salvación, sino por la senda de la mano de obra, la senda de Pablo, que negoció con Dios. Tarde o temprano, en base a todo lo que haces, Dios determinará para ti el mismo final que para Pablo. ¿Acaso no será ese el resultado? Será así con absoluta seguridad. Por el contrario, si en el proceso de difusión del evangelio, todos tus métodos y medios son prácticos, tu punto de partida y tu intención son satisfacer a Dios y devolverle Su amor, y los principios con los que actúas y la senda por la que caminas concuerdan con los requerimientos de Dios y se ajustan por completo a la verdad, ¿qué resultado se conseguirá con esa práctica? Tu entendimiento de la verdad se volverá cada vez más profundo, manejarás los asuntos con creciente conformidad a los principios, tu vida crecerá de forma gradual, y tu fe, tu amor y tu lealtad a Dios se incrementarán poco a poco. De este modo, te embarcarás en la senda de la salvación. Al mismo tiempo, en el proceso de cumplir con tu deber, examinarás paulatinamente tu propia rebelión y corrupción, además de tus diversas actitudes corruptas. Entonces, en el transcurso del cumplimiento de este deber, serás capaz de refrenarte cada vez más y de poseer un corazón temeroso de Dios y sumisión. Después, tu sentido de la responsabilidad se hará más y más fuerte y la pureza de tu lealtad se incrementará cada vez más. Tu miedo a Dios también se volverá más profundo. Al mismo tiempo, ganarás más experiencia y conocimiento de la realidad de distintas verdades. De este modo, la senda que camines será completamente opuesta a la que tomó Pablo. Se trata de la senda de búsqueda de la verdad de Pedro. Esta senda es la de la salvación. En cuanto al resultado final, lo experimentarás por ti mismo. Dios te aprobará y tu corazón conocerá cada vez más paz y alegría. A ojos de Dios, no importa cuántas vueltas y giros haya experimentado tu senda, cuántos rodeos hayas dado, o qué negatividad, debilidad o incluso fracasos y tropiezos hayas tenido. Cuando lo que hayas hecho, lo que hayas revelado y lo que hayas manifestado se contemple como un todo, la senda que camines será la de la salvación. Entonces, ¿cómo determinará Dios tu desenlace? Él no se dará prisa en hacerlo. De manera metódica y con delicada paciencia, Dios te apoyará, te ayudará y te guiará por la senda de la salvación. Te permitirá aceptar Su juicio y castigo, las pruebas y los refinamientos, y te acabará perfeccionando. De este modo, te salvarás exhaustiva y completamente. Por consiguiente, desde esta perspectiva, al cumplir con el deber de difundir el evangelio, ¿acaso no cuentan las personas con la oportunidad y la posibilidad de embarcarse en la senda de la salvación? (Sí). Cuentan con esta oportunidad y es del todo posible. Solo depende de si son capaces de perseguir la verdad y de tomar la senda de la búsqueda de la verdad.
Hoy hemos hablado primordialmente sobre varias verdades relativas a desempeñar el deber de difundir el evangelio. Volvamos al tema con el que empezamos nuestra charla. ¿Cómo debemos llamar a aquellos que cumplen con el deber de difundir el evangelio? (Personas que realizan el deber de difundir el evangelio). Eso es lo correcto. No se les puede llamar testigos, predicadores y, desde luego, tampoco mensajeros del evangelio. Después de todo, son personas que difunden el evangelio. No te llames testigo a ti mismo. La gente no puede ser testigo de nada, y ya es suficiente con que no avergüencen a Dios. Llamarte a ti mismo predicador es peor si cabe. Te encuentras incluso más alejado de ello. Lo que predicas no es el “camino” y las cosas sobre las que predicas distan bastante del “camino”. Por tanto, si nos quedamos con la denominación “persona que difunde el evangelio”, todo el mundo tendrá una definición precisa de este deber, pues se trata simplemente de personas que cumplen este deber. No son para nada testigos ni predicadores. Se hallan muy lejos de tales cosas. Si los llamas testigos o predicadores, ¿acaso no se sentirán superiores a los demás? No hace falta mucho para que alguien se ponga a alardear y a vanagloriarse. ¿Es eso algo bueno o malo? (Malo). Aquellos a los que no exaltas ni enalteces siempre quieren vanagloriarse. Si los exaltas, los llamas testigos, predicadores o mensajeros del evangelio, ¿puedes siquiera imaginar cómo se pondrían tras recibir tal elogio? Se vanagloriarían tanto que se elevarían flotando en el aire. ¿Tienes ahora una comprensión básica de las diversas verdades involucradas en el deber de difundir el evangelio? (Sí). Para cumplir bien con el deber de difundir el evangelio, has de estar equipado de muchas verdades. Hay quien dice: “Yo no difundo el evangelio, ¿tengo entonces que equiparme con la verdad?”. Otros dicen: “No sé cuándo seré capaz de difundir el evangelio. Nunca lo he hecho y no se me da bien hablar, así que ¿cómo voy a difundir el evangelio?”. Puede que no seas capaz de difundir el evangelio, pero ¿acaso no puedes equiparte de las verdades relacionadas con esta tarea? ¿No puedes practicar tu forma de hablar y conocer gente? Si posees un sentido de la misión y de la responsabilidad, si quieres cumplir bien con tu deber y cooperar con Dios, entonces debes equiparte con las verdades relativas a difundir el evangelio. Debes equiparte con las verdades de la visión y de la práctica. Para el pueblo escogido de Dios es imperativo equiparse con las verdades relativas a estos dos aspectos porque hacerlo nunca resulta superfluo. No solo atañen a la difusión del evangelio, sino que son verdades que la humanidad debe comprender. ¿Cómo se benefician las personas de la comprensión de estas verdades? ¿Qué bendiciones pueden aportarles? Tal vez todo el mundo sea capaz de entender la idea general, pero a medida que Su obra sigue progresando y profundizándose, la gente continuará experimentando la obra de Dios y su comprensión de la verdad seguirá progresando y profundizándose del mismo modo. Su relación con Dios se volverá cada vez más cercana y su asociación con Él se tornará más frecuente. Paso a paso, la gente comparará las verdades referentes a la visión y a la obra de Dios con Sus obras y con Su postura respecto a cada individuo. Este proceso de comparación paulatino es el de conocer a Dios. Como ser creado, llevas mucho tiempo creyendo en Dios, pero no sabes quién es ni cómo aparece y actúa. ¿Acaso no se trata de una creencia demasiado desorientada y confusa? Has cumplido con tu deber durante muchos años. Pero si al final sigues sin saber nada sobre Dios, entonces tu fe en Él ha sido inútil. Si oyeras a diablos difundiendo rumores sobre Dios, ¿les creerías? (No). Ahora dices que no te creerías tales cosas, pero si de verdad no entiendes a Dios, al llegar el día en que oigas esos rumores, tendrás dudas y meditarás las palabras en tu corazón, pensando: “¿Será verdad? ¿Haría Dios tal cosa?”. Dado que te sientes incómodo, no estarás dispuesto a realizar tu deber. Al haber caído bajo la influencia de los rumores, te parecerá que el camino que tienes por delante es sombrío y lúgubre, así que te sentirás perdido y confuso. La gente siempre está perdida y confusa, ¿por qué? No sabe dónde está Dios, o ni siquiera si hay un Dios, por lo que siempre está perdida y confusa. ¿En qué condiciones surge esta confusión? Surge cuando las personas se sienten desconcertadas ante muchas cosas que son, en apariencia, contradictorias, lo cual provoca que no puedan discernir con claridad la dirección a seguir ni sepan qué rumbo tomar. Así, se pierden y se confunden. ¿Podéis ver con claridad y discernir las muchas cosas que tenéis ante vuestros ojos y seguir la senda correcta? Esto guarda relación con tu entendimiento de Dios, tu comprensión de la verdad y hasta qué punto estás equipado con ella. ¿Qué significa que la gente esté siempre perdida y confusa? ¿Acaso son incapaces realmente de ver el camino que tienen por delante? ¿Están en realidad ciegos los perdidos y los confusos? No, se trata de una ceguera en el corazón y una insensibilidad hacia la verdad, hacia Dios, y hacia los juicios a todas las personas, acontecimientos y cosas. ¿Por qué están insensibilizados? Porque no entienden la verdad, no conocen las obras de Dios ni tampoco Su carácter, y no poseen una base sobre la que emitir juicios acertados sobre todas las cosas. Por tanto, no tienen estándar para juzgar ni calificar nada. Son difusos, no ven nada con claridad o entendimiento, y no pueden emitir juicios. Tampoco pueden definir o desentrañar el fondo de las cosas. Esto es insensibilidad. La insensibilidad lleva a la ceguera, y la ceguera lleva a sentirse perdido y confuso. Así es como funciona. Entonces, ¿por qué aquellos que han escuchado sermones durante tantos años siguen sin discernir las cosas? Porque no entienden la verdad. No pueden desentrañar nada, sino que siguen los preceptos a ciegas y sacan conclusiones precipitadas. ¿Se puede considerar eso ceguera? Aunque no se puede decir que estén completamente ciegos, lo están parcialmente. De hecho, si no entiendes la verdad, no puedes desentrañar nada hasta el fondo. Por mucho tiempo que lleve alguien creyendo en Dios o por muchos sermones que haya escuchado, si nunca es capaz de entender la verdad, eso significa que el problema es su calibre. Esto tiene una directa correlación con si tiene o no comprensión espiritual. La mayoría de la gente que ha escuchado sermones durante muchos años es capaz de entender algo de la verdad, y puede que en realidad entiendas bastante, pero solo te faltaba un entorno adecuado, así que no has usado algunas verdades y te sigue pareciendo que no las entiendes. Cuando las experimentes tú mismo, cuando debas hacer una elección o te haga falta considerar en serio las cosas, tal vez el aspecto relevante de la verdad te irá quedando claro poco a poco. Ahora mismo, tus impresiones están llenas de burdos esquemas vacíos y de cosas doctrinales. A medida que vayas creciendo paulatinamente en experiencia y edad, poco a poco, muchas verdades se volverán para ti más prácticas y realistas. Esto te permitirá percibir cada vez más la esencia de la verdad. De este modo, podrás llegar realmente a comprender la verdad y contemplar los problemas con sensibilidad. Por muchos sermones que escuchen aquellos que no entienden la verdad, no serán capaces de desentrañar las manifestaciones de humanidad, de actitudes corruptas, de los distintos estados humanos y de las esencias de los diferentes tipos de personas, incluso con los ojos abiertos de par en par. Están ciegos. Sin embargo, desde fuera, alguien que persigue la verdad no parece estar prestando atención, pero tendrá una reacción al comportamiento y la conducta de los demás en su corazón e inconscientemente se formará una impresión del tema. ¿De dónde proviene esta impresión, este sentimiento? Las verdades que comprenden las personas les confieren la capacidad de discernimiento. Esto les proporciona una definición de la esencia de ese tipo de conducta, práctica o manifestación. ¿De dónde procede esta definición? La verdad es lo que lleva a la gente a comprender, y es lo que le otorga discernimiento y juicio. Ahora mismo, comprendéis algunas verdades y tenéis un poco de discernimiento sobre ciertas cosas. Sin embargo, vuestro discernimiento no es muy preciso, razón por la que aún no sentís nada parecido a una sensación de reafirmación, y os halláis todavía avanzando a tientas hacia delante. Hay quien dice: “En ese caso, deberías hablar con nosotros sobre todas y cada una de las cosas”. No es necesario. Los humanos tienen responsabilidades humanas, y Dios tiene Su propio ámbito de trabajo. Os he contado todos los aspectos de la verdad, lo que os queda es experimentar todo tipo de personas, acontecimientos y cosas en vuestra vida diaria. El Espíritu Santo actuará e instrumentará. Se pide una cosa de las personas: que participen en la cooperación y en la búsqueda humanas. Si no te embarcas en esta búsqueda, por muy claro que yo lo explique, no lo vas a ganar. No voy a adoctrinarte por la fuerza, ni a obligarte a que lo conozcas, a que lo entiendas y a ganar la entrada. Yo no haré tal cosa, y el Espíritu Santo tampoco. Solo con tu práctica y entrada en la verdad deliberadas, voluntarias y activas, esta dará fruto de forma inconsciente en tu interior. Cuando la verdad dé fruto, tu corazón se llenará de luz. Eso es comprender la verdad. Pero si no la comprendes, entonces te mostrarás insensible a todo, reaccionarás con lentitud y te resultará imposible conocer el fondo de las cosas. Por ejemplo, cuando alguien haga algo y otro diga que se trata de una acción malvada y que pertenece a tal o cual naturaleza, tú no lo sabrás y te resultará imposible comprobarlo por ti mismo. Cuando alguien te da la respuesta, puede que la aceptes y la admitas en base a doctrinas, pero en cuanto a esencia, seguirás siendo incapaz de dar tu consentimiento. Si no puedes darlo, ¿acaso comprendes realmente? No, así que solo puedes seguir preceptos para lidiar con las cosas que te encuentres. Esto sucede porque no entiendes la verdad.
¿Cómo puedes cumplir bien con tu deber de difundir el evangelio? Primero, debes entender las diversas verdades implicadas en ello. Por ejemplo, se ha de considerar la definición y el posicionamiento del deber de difundir el evangelio, además de la propia postura a adoptar, el sufrimiento adecuado que se ha de soportar, el precio a pagar y las verdades adecuadas que se han de practicar y a las que se ha de entrar cuando se cumple con el deber. Si se entienden tales verdades, será fácil cumplir bien con el deber de difundir el evangelio. Asimismo, en el lado negativo, se debe reflexionar sobre las cuestiones relativas a qué prácticas incorrectas se deben evitar, cuáles se clasifican como buenas intenciones del hombre y sobre si las ideas y prácticas de las personas concuerdan en última instancia con los principios de difundir el evangelio. Esto significa que toda conducta, toda práctica, todo principio y toda conclusión en el transcurso de la difusión del evangelio deben examinarse con claridad para comprobar si, al final, concuerdan con los principios-verdad. Persevera solo en aquellas cosas que concuerden con los principios-verdad. Las que no se ajustan a ellos se deben abandonar. Los resultados que provienen de cumplir con el deber de difundir el evangelio solo mejorarán progresivamente de este modo. Además, debes practicar la colaboración armoniosa, lo cual es muy beneficioso para el trabajo evangélico. Resulta complicado llevar a cabo el trabajo sin la colaboración armoniosa. Los hermanos y hermanas debéis ser tolerantes y pacientes unos con otros y apoyaros. Para cumplir bien con tu deber, se requiere de la coordinación armoniosa. Hay que obedecer a quien diga lo que es correcto. No saques siempre la conclusión precipitada de que tienes razón y los demás están equivocados. Debes tomar decisiones acordes con las palabras de Dios. Comparte la verdad según los principios establecidos por la casa de Dios para llegar a un consenso. Asimismo, en el proceso de colaborar en el cumplimiento del deber, debéis aprender unos de otros, permitir que el punto fuerte de una persona compense los defectos de otra, y no ser demasiado duros con los demás. Además, has de ser cuidadoso y prudente y confiar en el amor al tratar con las personas que están investigando el camino verdadero. Esto se debe a que todos los que investigan el camino verdadero son no creyentes, incluso los religiosos entre ellos son más o menos no creyentes, y todos ellos son frágiles: si algo no concuerda con sus nociones, son susceptibles de contradecirlo, y si alguna frase no se ajusta a su voluntad, son propensos a rebatirla. Por lo tanto, predicar el evangelio a estas personas requiere tolerancia y paciencia por nuestra parte. Nos exige un amor extremo, y precisa de algunos métodos y enfoques. Sin embargo, lo fundamental es leerles las palabras de Dios, transmitirles todas las verdades que Dios expresa para salvar al hombre y hacerles oír la voz de Dios y las palabras del Creador. De este modo, obtendrán beneficios. El principio más importante de difundir el evangelio es permitir a los que están sedientos de la aparición de Dios y que aman la verdad leer Sus palabras y oír Su voz. Por tanto, pronuncia menos palabras del hombre con ellos y léeles más palabras de Dios. Después de que hayas acabado de leer, habla sobre la verdad para que puedan oír la voz de Dios y entender algo de la verdad. Entonces, es probable que regresen a Dios. Difundir el evangelio es la responsabilidad y obligación de todos y cada uno. No importa a quién le llegue esta obligación, no debe eludirla ni valerse de excusas o razones para rechazarla. Hay quien dice: “No se me da bien hablar, no entiendo la Biblia y además soy muy joven. ¿Qué haría si me encontrara ante una tentación o un peligro?”. Tales palabras son equivocadas. Difundir el evangelio no significa que se te encomiende hacer cosas peligrosas. La casa de Dios no te permitirá ir a un lugar donde exista peligro. La iglesia sigue principios cuando designa a los que difunden el evangelio. No se trata de hacerles correr riesgos, sino de establecer arreglos razonables en función de las condiciones, el calibre y los puntos fuertes de cada uno de ellos. Los hermanos y hermanas colaboran unos con otros, y se asignará el trabajo a quienes sean aptos para realizarlo. No es que se pueda decir que no existe ningún riesgo. Cualquiera que esté vivo se enfrenta a veces con el peligro. Si Dios te encarga directamente un trabajo, entonces el honor te obliga a aceptarlo, aunque eso signifique que te vayas a enfrentar a la tentación, el dolor o el peligro. ¿Por qué debes considerarte obligado por el honor a aceptar? (Es la responsabilidad de las personas). Cierto, solo de esta manera te tomas realmente la difusión del evangelio como tu responsabilidad y tu deber. Esta es la postura adecuada que ha de adoptarse. Se trata de la verdad, y como tal, las personas la deben aceptar, y deben hacerlo sin reservas. Si un día no es apropiado que cumplas con otros deberes, o si hace falta gente para difundir el evangelio y se te asigna a ti esa tarea, ¿qué vas a hacer? Debes aceptarla como algo a lo que te obliga el honor, sin emociones contradictorias, sin análisis ni escrutinio. Es la comisión de Dios. Es tu responsabilidad, es tu deber. A ti no te compete elegir. Dado que sigues a Dios, no te corresponde tomar tus propias decisiones. ¿Por qué no deberías tomar decisiones? Porque difundir el evangelio es la comisión de Dios, y todos los del pueblo escogido de Dios participan en esta tarea. Algunos dicen: “Tengo más de 80 años, ni siquiera puedo salir de casa. ¿Puede Dios encomendarme todavía esta comisión?”. Otros dicen: “Apenas tengo 18 o 19 años, conozco poco del mundo y no sé cómo relacionarme con la gente. Soy muy tímido y me da miedo hablar en público. ¿Me puede encargar Dios a mí este deber?”. Dios te encarga esta comisión a pesar de todo. Da igual la edad que tengas, debes hacer todo lo que puedas para desempeñar tu deber de difundir el evangelio. Difúndelo tanto como puedas y a cuanta más gente sea posible. No importa qué deber estés cumpliendo en la actualidad, has de hacer lo posible para difundir el evangelio. Si un día se te presenta la oportunidad de difundirle el evangelio a alguien, ¿deberías hacerlo? (Claro). Eso es. Muchos tienen sus propios deberes, pero pueden compartir el evangelio en su tiempo libre e incluso lograr algunos resultados. Dios lo aprueba. Por tanto, todo el mundo tiene la responsabilidad de difundir el evangelio. No debes tomar tus propias decisiones ni eludir dicha responsabilidad, sino cooperar activa y voluntariamente. No adoptes una postura pasiva o negativa, no te niegues y no te inventes razones o excusas para no cumplir con este deber. Hay quien dice: “El entorno en el que me hallo es demasiado peligroso. ¿Puedo renunciar a difundir el evangelio?”. Si tu estatura es pequeña en estos momentos, si hay alguien que pueda ocupar tu puesto y eres apto para desempeñar otros deberes, entonces puedes intercambiar un deber por otro. Pero ¿qué has de hacer si eres tú el que debe cumplir con ese deber? (El honor me obliga a aceptar). Cierto. El honor te obliga a aceptarlo y aceptarlo de parte de Dios. Esta es la responsabilidad y la obligación de todo ser creado. Alguna gente dice: “Mi cuerpo es débil, así que no puedo soportar la dificultad de salir a difundir el evangelio”. Si no puedes soportar esta gran dificultad, ¿puedes al menos soportar otras más pequeñas? Si no puedes cargar con ninguna dificultad en absoluto, ¿no deberías entonces sufrir la gran dificultad del castigo? Mientras vivas y respires, debes cumplir con tu deber, has de difundir el evangelio. Es perfectamente natural y justificado. Si rechazas tu deber, no predicas el evangelio y eliges evadirte y huir de tus responsabilidades, esa no es la postura adecuada de un ser humano; asimismo, las personas tampoco han de adoptar una postura defensiva y de resistencia. Todo el mundo debe estar preparado para aceptar la difusión del evangelio como su obligación y su deber en todo momento y lugar. Hay quien dice: “Llevo muchos años creyendo en Dios, pero la iglesia nunca me ha encargado que difunda el evangelio”. ¿Es esto algo bueno o malo? No se trata de una cuestión de si es bueno o malo. Tal vez Dios no necesite que vayas todavía a difundir el evangelio, pero te necesita para realizar otros deberes. Todos son importantes, entonces, ¿cómo debes elegir entre ellos? Has de someterte a los arreglos de la iglesia, sin albergar deseos personales. Cuando Dios necesita que difundas el evangelio, te dice: “No es apropiado ni tampoco importante que desempeñes tu deber actual. El deber de difundir el evangelio es más crucial”. ¿Qué debes hacer entonces? Debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor, sin analizarlo, juzgarlo o escrutarlo, ni mucho menos resistirte a ello o rechazarlo. Esta es la postura correcta que debe adoptar un ser creado hacia el Creador. Cuando las personas adoptan esa postura, ¿se puede decir que, en cierto sentido, la relación entre ellos y Dios es normal y apropiada? ¿En qué se manifiesta la relación entre el hombre y Dios? En cómo tratas las cosas que Dios te manda hacer. Si Dios te confía hacer algo y deliberas y meditas el asunto y preguntas: “¿Por qué quieres que haga esto? ¿Me va a beneficiar?”; si puedes pensar de este modo, entonces tu relación con Dios es anormal y no te habrás sometido a Él. Si dices: “Lo que Dios me ha dicho que haga es algo importante. No puedo ser descuidado con lo que Él me pide. Lo debo manejar con cuidado. Mi deber es cualquier cosa que Dios me pida, lo que Él me encargue. Escucharé a Dios y haré cualquier cosa que Él disponga. No puedo negarme. Si no puedo mantenerme firme en mi deber, si me niego, si no me lo tomo en serio, si no lo cumplo bien, entonces eso es traicionar a Dios”, en tal caso, posees la razón que es propia de un ser creado y la postura correcta que le corresponde adoptar a un ser creado ante su deber. Si sabiendo perfectamente que se trata de la comisión de Dios, sigues negándote a aceptarla y justificas esa elusión de tu deber, entonces la naturaleza del problema es grave. Esto no es solo rebelarse contra Dios, supone traicionarlo. Si crees en Dios, debes asumir la posición y el estatus de un ser creado y aceptar y someterte a las comisiones del Creador. Esta es la postura adecuada. Si careces de la postura adecuada respecto a tu deber, la naturaleza de este problema es muy grave. Si cuando acabas de empezar a creer, no entiendes la verdad, no hace falta ponerse serio contigo. Si has creído en Dios durante unos pocos años y entiendes algunas verdades, pero sigues siendo capaz de rechazar la comisión de Dios, si no difundes el evangelio y eres aún superficial cuando cumples con tu deber, ¿cuál es la naturaleza de este problema? Esto no solo muestra una falta de conciencia y razón, sino algo más importante: rebelión y resistencia contra Dios, una traición hacia Él. Se puede considerar una desobediencia importante, y no sería una exageración. Una persona así no es digna de llamarse ser humano y sufrirá castigo de manera inevitable. Ya que admites que eres un ser creado, ¿cuál es la razón que corresponde a los seres creados? Hacer cualquier cosa que el Creador te diga que hagas, y someterte a todos Sus arreglos. Esta es la conciencia y razón que corresponde a los seres humanos. En cuanto a aquellos que comprenden la verdad, se tiene una expectativa incluso más alta de que se sometan por completo a la instrumentación y los arreglos de Dios. Jamás deben rebelarse siquiera en lo más mínimo.
La verdad relativa a la difusión del evangelio incumbe a un amplio conjunto de personas. Debería incumbir a todo el mundo. Al principio, cuando algunos oían comunicación sobre este aspecto de la verdad, pensaban que a ellos no les afectaba. Sin embargo, ahora ya todo el mundo debe adoptar una postura de aceptación respecto al deber de difundir el evangelio, y ha de tener conciencia de este aspecto de la verdad. Además, se debe tener una definición precisa de este deber. Entonces, ¿cómo se ha posicionado la gente? (Como un ser creado). Eres un ser creado, así que, ¿cuál es la primera prioridad de un ser creado? (Someterse al Creador). ¿Cuál es la primera manifestación concreta de someterse al Creador? (Cumplir con nuestro deber como seres creados). Entonces, ¿cuál es el primer deber que debe cumplir un ser creado? (Difundir el evangelio y dar testimonio de Dios). Eso es. Esa es la respuesta que estoy buscando. Habéis dado un gran rodeo antes de dar en el clavo con la respuesta correcta. La primera prioridad de todo ser creado es difundir el evangelio, dar testimonio y difundir la obra de Dios a lo largo del mundo entero y hasta los confines de la tierra. Esta es la responsabilidad y obligación de todo el que acepte el evangelio de Dios. Están obligados a ello por el honor. Puede darse la circunstancia de que no estés cumpliendo actualmente con este deber, o que te quede muy distante, o que nunca hayas pensado que se trate de un deber que debas cumplir. Sin embargo, tu corazón debe tener algo claro: este deber está conectado a ti. No es solo una responsabilidad para otros, es tu responsabilidad y también tu deber. Solo porque en este momento no se te haya asignado cumplir con este deber no significa que no tenga nada que ver contigo, que no sea cosa tuya cumplirlo o que Dios no te haya confiado hacerlo. Si tu comprensión puede llegar a este nivel, ¿no significa esto que la perspectiva que mantienes en tu corazón sobre el deber de difundir el evangelio concuerda con la verdad y con la intención de Dios? Cuando tu comprensión llegue a este nivel, cierto día, después de que todos hayáis finalizado la obra que tenéis entre manos, Dios dará la orden de dispersaros y distribuiros por todas partes, incluso a lugares que os parecerán extraños, muy desagradables y complicados. ¿Qué haréis entonces? (El honor nos obligará a aceptar). Eso es lo que decís ahora, pero cuando llegue el día es muy posible que se os llenen los ojos de lágrimas. Ahora debéis prepararos de este modo, debéis llegar a tener esa conciencia: “Esta es la era en la que he nacido. Soy afortunado de haber aceptado la obra de Dios de los últimos días y de formar parte de la obra del plan de gestión de Dios. Por tanto, el valor y significado de mi vida deben ser dedicar mi completa energía vital a la expansión de la obra evangélica de Dios. No pensaré en nada más”. ¿Tenéis esa aspiración? (Sí). Debéis tener esta aspiración y haber realizado esta preparación y este plan. Solo así podéis ser un auténtico ser creado al que Dios ama y que a Él le resulte adecuado. Hay quien dice: “No estoy listo, y tendría miedo si me pidieran que difundiera el evangelio ahora”. No temas, Dios no te va a obligar a hacerlo hasta que no estés listo. Y aunque digas que estás listo, puede que Dios no te use todavía. Entonces, ¿cuándo se te dará uso? Depende de Dios, así que no tienes que preocuparte de eso. Dios lo dispondrá todo cuando quiera usarte. Cuando tengas la estatura y experiencia necesarias y cumplas con todas las demás condiciones requeridas, puede que Él disponga que difundas el evangelio en varios lugares. Llegado ese momento, ¿se te podrá llamar mensajero del evangelio? (No). En ningún momento se les puede llamar mensajeros del evangelio a aquellos que cumplen con este deber. Eso no cambiará nunca. ¿Cómo se debe llamar a esas personas? (Gente que difunde el evangelio). Eso es más preciso. No importa cómo se les llame, el deber que cumplen es ese. Esta es la verdad y nunca cambiará. Si cambia el nombre y la identidad de esas personas, entonces cambiará la esencia del trabajo. Una vez que cambie la esencia, se apartará del camino de la verdad. Cuando el trabajo se aparta del camino de la verdad, se convierte en comportamiento religioso. En ese caso, la gente se apartará cada vez más de la senda de salvación, partirán hacia el sur cuando pretenden ir al norte. Por tanto, nunca vayas por la senda incorrecta. En todas las ocasiones en las que a aquellos que difunden el evangelio se les envía a diversos lugares, no hacen otra cosa que desempeñar su deber. No son testigos, no son predicadores, y ni mucho menos son mensajeros del evangelio. Esta es una verdad eterna e inmutable.
Con lo que he dicho hasta ahora, la mayoría de la gente habrá sentido que una luz brilla en su corazón, y muchos se frotarán las manos con el ansia de la anticipación, pensando: “Eso es maravilloso, el futuro parece muy prometedor. La senda que ha preparado Dios para nosotros resplandece con una luz brillante”. Esto no es necesariamente así. Dios tiene un plan para cada uno de Sus seguidores. Cada cual tiene un entorno, acondicionado por Dios para el hombre, en el que cumplir con su deber, y tiene la gracia y el favor de Dios para disfrute del hombre. Tiene también unas circunstancias especiales, planteadas por Dios para el hombre, y debe experimentar mucho sufrimiento; no es nada parecido al camino de rosas que imagina el hombre. Aparte de esto, si reconoces que eres un ser creado, debes prepararte para sufrir y pagar un precio por cumplir con tu responsabilidad de difundir el evangelio y por cumplir adecuadamente con tu deber. El precio podría consistir en padecer una dolencia física o una adversidad, sufrir persecuciones del gran dragón rojo o malentendidos de la gente mundana, así como las tribulaciones que se padecen al difundir el evangelio: traiciones, palizas e injurias, ser condenado e incluso hostigado y correr peligro de muerte. Es posible que, en el transcurso de la difusión del evangelio, mueras antes de la consumación de la obra de Dios y no llegues a ver el día de Su gloria. Debéis estar preparados para esto. No pretendo atemorizaros; es una realidad. Ahora que lo he dejado claro y lo habéis entendido, si todavía tenéis esta aspiración y estáis seguros de que no cambiará, y permanecéis leales hasta la muerte, esto demuestra que tenéis cierta estatura. No deis por supuesto que la difusión del evangelio en estas naciones extranjeras con libertad religiosa y derechos humanos estará libre de peligro ni que todo lo que hagáis irá viento en popa, que todo tendrá la bendición de Dios y vendrá acompañado de Su gran poder y autoridad. Este es el material de las nociones e imaginaciones humanas. Los fariseos también creían en Dios, pero prendieron a Dios encarnado y lo crucificaron. Entonces, ¿qué cosas malas es capaz de hacerle el mundo religioso actual al Dios encarnado? Han hecho muchas, como juzgar a Dios, condenarlo o blasfemar contra Él; no hay nada malo de lo que no sean capaces. No olvidéis que los que prendieron al Señor Jesús y lo crucificaron eran creyentes. Fueron los únicos que tuvieron ocasión de hacer una cosa así. A los no creyentes no les importaban esas cosas. Fueron esos creyentes los que se confabularon con el gobierno para prender al Señor Jesús y crucificarlo. Por otro lado, ¿cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Los condenaron, golpearon, acusaron y ajusticiaron porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. No hablemos del fin último de esos mártires ni de la definición de su conducta por parte de Dios; en cambio, preguntémonos esto: al llegar al final, ¿las formas en que afrontaron el fin de su vida se correspondieron con las nociones humanas? (No). Desde la perspectiva de las nociones humanas, pagaron un precio muy grande por difundir la obra de Dios, pero al final los mató Satanás. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero es precisamente lo que les sucedió. Es lo que permitió Dios. ¿Qué verdad es posible buscar en esto? Que Dios permitiera que murieran así, ¿fue Su maldición y Su condena, o Su plan y Su bendición? Ninguna de las dos. ¿Qué fue? La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas. Los que creían en Dios morían de esa manera, ¿cómo se explica esto? Cuando mencionamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿se os entristece entonces el corazón y sentís un dolor oculto? Pensáis: “Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin y a tal resultado?”. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redención que Él realizó para toda la humanidad le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir Su evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor. La gente de hoy alberga miedo y preocupación, pero ¿de qué sirven esos sentimientos? Si Dios no necesita que hagas esto, ¿de qué te sirve preocuparte por ello? Si Dios necesita que lo hagas, no debes eludir ni rechazar esta responsabilidad. Debes cooperar de manera proactiva y aceptarla sin preocuparte. Muera como muera una persona, no debe morir ante Satanás ni tampoco en las manos de este. Si uno va a morir, debe morir en las manos de Dios. Las personas vinieron de Dios y a Él regresan; estos son la razón y la actitud que ha de tener un ser creado. Esta es la verdad definitiva que hay que entender al difundir el evangelio y cumplir con el deber: hay que pagar con la propia vida por difundir y dar testimonio del evangelio de Dios encarnado, que lleva a cabo Su obra y la salvación de la humanidad. Si tienes esta aspiración, si puedes dar testimonio de este modo, es maravilloso. Si todavía no tienes esta clase de aspiración, debes, como mínimo, cumplir adecuadamente con la responsabilidad y el deber que tienes por delante y confiarle lo demás a Dios. Tal vez entonces, a medida que pasen los meses y años, aumenten tu experiencia y edad y ahondes en la comprensión de la verdad, te darás cuenta de que tienes la obligación y la responsabilidad de ofrecer tu vida, incluso hasta el último momento de esta, a la obra del evangelio de Dios.
Ahora es el momento adecuado para empezar a hablar de estos temas porque ya ha comenzado la difusión del evangelio del reino. Con anterioridad, en la Era de la Ley y en la Era de la Gracia, algunos antiguos profetas y santos dieron su vida para difundir el evangelio, así que aquellos nacidos en los últimos días también pueden dar la suya por la causa. No es algo nuevo o repentino, ni mucho menos un requerimiento excesivo. Se trata de lo que los seres creados deben hacer y del deber que deben cumplir. Esta es la verdad, es la más elevada verdad. Si lo único que haces es gritar consignas sobre lo que quieres hacer por Dios, cómo quieres cumplir con tu deber y cuánto quieres gastarte y esforzarte por Él, eso es inútil. Cuando te des de bruces con la realidad, cuando se te pida que sacrifiques la vida, si te quejas en el último momento, si estás dispuesto y te sometes realmente, todo eso es la prueba de tu estatura. Si justo antes de que te vayan a quitar la vida estás tranquilo, dispuesto y te sometes sin quejarte, si sientes que has cumplido con tus responsabilidades, obligaciones y deberes hasta el final, si tu corazón está alegre y en paz; si partes así, entonces, para Dios, no te has ido en absoluto. En cambio, vives en otro reino y en otra forma. Lo único que has hecho es cambiar tu manera de vivir. En ningún caso estás realmente muerto. Tal como lo ve el hombre: “Esta persona murió a una edad temprana, ¡qué pena!”. Pero a ojos de Dios, no has muerto ni has partido para sufrir. Por el contrario, has partido para disfrutar de las bendiciones y acercarte más a Dios. Como ser creado, a ojos de Dios ya has alcanzado el nivel requerido en el cumplimiento de tu deber, ahora ya lo has completado. Dios ya no necesita que sigas cumpliendo con tu deber entre las filas de los seres creados. Para Dios, tu “partida” no se llama “partida”, sino que eres “llevado”, “traído” o “conducido”, y eso es algo bueno. ¿Queréis que Dios os lleve? (Eso deseamos). No lo deseéis. En esta vida, hay muchas cosas que el hombre no entiende. No te apresures a llegar a ese paso. Antes de que llegue ese día, debes esforzarte por entender más de la verdad y saber más del Creador. No dejes atrás ningún remordimiento. ¿Por qué digo esto de no dejar atrás los remordimientos? En esta vida, la gente cuenta con un tiempo limitado para pasar de entender las cosas a tener esta oportunidad, poseer este calibre y satisfacer las condiciones para entablar diálogo con el Creador, a fin de alcanzar un auténtico entendimiento, conocimiento y temor del Creador, y tomar el camino de temer a Dios y evitar el mal. Si ahora quieres que Dios te lleve enseguida, no estás siendo responsable con tu propia vida. Para ser responsable, debes trabajar más duro para dotarte de la verdad, reflexionar más sobre ti mismo cuando te ocurren cosas y compensar rápidamente tus propios defectos. Debes llegar a practicar la verdad, actuar según los principios, entrar en la realidad-verdad, saber más de Dios, ser capaz de conocer y entender Sus intenciones y no vivir tu vida en vano. Debes llegar a saber dónde está el Creador, cuáles son Sus intenciones y cómo expresa alegría, rabia, pena y felicidad; aunque no puedas alcanzar una conciencia más profunda o un conocimiento completo, debes al menos poseer un entendimiento básico de Dios, nunca traicionarle, ser compatible con Él en lo fundamental, mostrarle consideración, ofrecerle un consuelo básico y hacer lo que para un ser creado es adecuado y alcanzable de una manera básica. No son cosas fáciles. En el proceso de llevar a cabo sus deberes, la gente puede llegar a conocerse a sí misma poco a poco, y a partir de ahí conocer a Dios. Este proceso es en realidad una interacción entre el Creador y los seres creados, y debe ser un proceso que merezca la pena recordar a lo largo de la propia vida. Se trata de un proceso que la gente debería ser capaz de disfrutar, en lugar de resultarle doloroso y difícil. Por consiguiente, deberían valorar los días y las noches, los años y los meses que pasan cumpliendo con sus deberes. Deben disfrutar de esta fase de la vida y no considerarla un impedimento o una carga. Han de saborear y obtener conocimiento experiencial de esta etapa de su vida. Entonces, lograrán un entendimiento de la verdad y vivirán la apariencia de un ser humano, poseerán un corazón temeroso de Dios y harán el mal cada vez menos. Entiendes mucha verdad, no haces cosas que apenen a Dios o por las cuales Él sienta aversión. Cuando acudes ante Él, sientes que ya no te aborrece. ¡Qué maravilla! Una vez que alguien ha logrado esto, ¿acaso no estaría en paz aunque fuera a morir? Entonces, ¿qué pasa con esos que ahora ruegan por su muerte? Lo único que quieren es escapar y no sufrir. Solo quieren un fin rápido a esta vida, de modo que puedan partir y presentarse ante Dios. Quieres presentarte ante Dios, pero Él todavía no quiere que lo hagas. ¿Por qué ibas a presentarte ante Dios antes de que siquiera te llame? No te presentes ante Él sin que te toque aún. Eso no está bien. Si vives una vida significativa y valiosa y Dios te lleva, eso es algo maravilloso.
¿Todos entendéis lo que hemos discutido hoy? Espero que estas palabras no coloquen ninguna carga adicional sobre vosotros, y espero que el contenido de la comunicación de hoy no os asuste. En cambio, espero que os permita entender algunas de las verdades que debéis entender, de modo que comprendáis mejor el asunto de la fe en Dios y os sintáis más centrados y lo tengáis más claro. ¿Han conseguido Mis palabras este efecto? (Sí). Describídmelo. (En el pasado, en realidad no me tomé difundir el evangelio como mi deber. Albergaba muchos puntos de vista falaces en mi corazón. Pensaba que se me asignaría difundir el evangelio solo si cumplía con el resto de mis deberes de una manera deficiente. Me parecía que difundir el evangelio era el peor deber, y en realidad no lo consideré una comisión que Dios le confía al hombre. Hoy, la comunicación de Dios nos ha contado que difundir el evangelio y dar testimonio de Dios es responsabilidad del hombre y la gente debe sentirse obligada por honor a salir a desempeñar esta responsabilidad. Solo entonces noté que mis opiniones eran demasiado absurdas y que así parecía que en realidad no quería desempeñar adecuadamente mi deber de difundir el evangelio. Escuchar la comunicación de Dios hoy les ha dado la vuelta a mis puntos de vista). Excelente. ¿Quiere hablar alguien más? (Yo solía pensar que era solo un pequeño ser creado, y no me tomaba el cumplimiento de este deber como algo importante. Me parecía que no era gran cosa y que no merecía atención. Sin embargo, hoy he oído a Dios decir que los deberes que realizan todas las personas que Él ha predestinado los ha ordenado Dios, y que todos han sido planeados y arreglados cuidadosamente por Él. Si la gente no cumple con su deber de forma leal, está evadiendo sus responsabilidades y obligaciones. En particular, cuando oí en Su comunicación que difundir el evangelio y dar testimonio de Dios es una comisión que Él le confía a todo el mundo y es responsabilidad de los seres creados, me proporcionó una enorme fe y una gran aspiración para caminar por la senda que Dios ha ordenado. Quiero hacerme responsable de mi vida, realizar bien mi deber y completar mi misión. Entonces seré capaz de ofrecerle un poco de consuelo a Dios. Tras escuchar la comunicación de Dios, mi corazón estaba especialmente conmovido. Me pareció que ya no podía subestimar la comisión que Dios me había encomendado). Bien dicho. Todo el mundo se siente igual, ¿verdad? (Sí). Como puedes ver, aquellos que no entienden la verdad se vuelven atolondrados y pueden ignorar incluso algo tan grande como difundir el evangelio. Sin embargo, cuando la verdad se comparte con claridad, la gente se da cuenta de la importancia de este asunto, llega a conocer su propio lugar y el valor de su propia vida. ¿Significa esto que tienen un rumbo? (Sí). La verdad puede cambiar el corazón de las personas. Aparte de la verdad, ¿existe alguna teoría que pueda conmover tu corazón y cambiarte los puntos de vista? Ninguna, solo el camino de la verdad puede cambiarte los puntos de vista. ¿Por qué es así? Porque estas verdades son tan prácticas que nadie puede refutarlas. Están relacionadas con la vida del hombre y la misión de esta. Están muy vinculadas a los seres humanos, a ellos no les resultan irrelevantes. No son cosas insignificantes, sino que están vinculadas a la misión de la vida del hombre y al valor y el significado de vivir. Por tanto, cuando se dicen con claridad, estas palabras pueden cambiar el corazón de las personas de modo que lleguen a aceptar estas palabras y cambiar sus puntos de vista. La comunicación de hoy debe haber desempeñado cierto papel en cambiar la postura de la gente hacia los deberes. Si estas verdades pueden cambiar la vida de las personas, cómo viven y el rumbo que siguen en su búsqueda, eso sería maravilloso. Significaría que hoy no he pronunciado estas palabras en vano. Ahora que he completado Mi comunicación sobre estas verdades, hará falta que las apliquéis poco a poco, las experimentéis y las digiráis en vuestra vida cotidiana. Cuando estas verdades se conviertan en tu realidad y tu vida, Dios no borrará tu título de ser creado y realmente habrás ganado algo. En esos momentos, cuando Dios realmente te pida que ofrezcas tu vida y la uses para dar testimonio de Sus actos y des testimonio de Su evangelio, serás libre de preocuparte y temer, y desde luego no te negarás. Aceptarás gozoso. Al tratarse de una comisión que te ha confiado el Creador, la aceptarás de Dios. Por tanto, para aguardar y dar la bienvenida a ese día, aparte de poder entender estas verdades, la gente debe ahora trabajar duro para dotarse de las palabras de Dios y obtener un conocimiento mayor y más profundo de Su obra y Su carácter. Esto es lo más importante.
25 de diciembre de 2018