¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?

En la reunión anterior, el tema principal de la charla eran las cuatro condiciones básicas para que una persona sea hecha perfecta mediante la aceptación del juicio y el castigo. ¿Cuáles son estas cuatro condiciones básicas? (La primera es un adecuado cumplimiento del deber. La segunda es tener una mentalidad de sumisión a Dios. La tercera es ser una persona fundamentalmente honesta. Y la cuarta es tener un corazón arrepentido). Cada una de estas cuatro condiciones incluye algunos detalles, así como prácticas concretas y referencias específicas. De hecho, estos cuatro temas se han debatido durante años. Si volvemos hoy a hablar de ellos, ¿se consideraría regresar por los mismos derroteros? (No). ¿Por qué no? Porque el contenido de cada una de estas cuatro condiciones involucra la realidad de la verdad y la entrada en la vida, que son temas que jamás se agotan. La mayoría de las personas todavía no ha llegado al punto de entrar en la realidad de la verdad; solo entienden el significado superficial de la verdad y algunas doctrinas simples. Aunque son capaces de compartir algunas realidades, se quedan cortos a la hora de entrar en las realidades-verdad. Por tanto, no importa de qué aspecto de la verdad se trate, se debe compartir y escuchar con frecuencia. De esta manera, el entendimiento de las personas sobre diversas verdades se volverá más profundo mediante su experiencia real, y sus experiencias se volverán cada vez más precisas.

Acabamos de resumir las cuatro condiciones básicas para ser hecho perfecto mediante la aceptación del juicio y el castigo. A continuación, empecemos a debatir sobre la primera condición: el adecuado cumplimiento del deber. Hay quien dice: “Todas las discusiones de estos dos años han versado sobre cumplir con el deber; en concreto, sobre cómo cumplirlo, cómo llevarlo bien a cabo y a qué principios ceñirse mientras se cumple. En mi corazón, conocía estas cosas como la palma de mi mano, no podía tenerlas más claras. Y a lo largo de estos últimos años, mi día a día ha girado por entero en torno a las verdades relacionadas con cumplir con mi deber. Desde que empecé a llevarlo a cabo, he buscado, he comido y bebido y he escuchado las verdades relacionadas con este tema, que se sigue discutiendo incluso ahora. Ya hace mucho que lo entendí en mi corazón, ¿acaso no consiste en realizar bien tu deber? ¿No es cumplir de manera adecuada con tu deber limitarse a seguir estos principios que hemos mencionado antes? Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas; busca los principios, no confíes en tus propias inclinaciones y coordínate armoniosamente mientras cumples con tu deber; sincroniza su cumplimiento con la entrada en la vida; eso es todo”. Lo que os encontráis y experimentáis en vuestra vida diaria son precisamente estos temas, así que es lo único que entendéis. Da igual cuánto comprendáis, aún es necesario que debatamos hoy esta verdad. Si algo se repite, eso también os resultará beneficioso y lo podéis volver a contemplar; si es algo que no se ha debatido antes, asimiladlo. Ya sea repetitivo o no, deberíais escuchar con atención. Considerad qué verdades hay aquí involucradas, si resultan beneficiosas para vuestra entrada en la vida y si pueden ayudaros a cumplir con el deber de manera adecuada. Por tanto, resulta en efecto necesario revisitar este tema del adecuado cumplimiento del deber.

En cuanto al adecuado cumplimiento del deber, dejemos primero de lado el significado de “adecuado” y hablemos en su lugar sobre qué es el deber. Al final sabréis lo que es el deber, qué se considera adecuado y cómo se debe cumplir. Dispondréis de una senda de práctica para cumplirlo a la altura del estándar. Entonces, ¿qué es el deber? (El deber es lo que Dios le encarga al hombre que haga, es lo que ha de hacer un ser creado). Esta afirmación solo es correcta a medias. En teoría, no tiene nada de malo, pero tras un examen más minucioso, es una explicación incompleta; debería existir una condición previa. Vamos a ahondar en este tema. En lo que respecta a cualquier creyente y no creyente, ¿acaso no ha predestinado Dios todo lo referente a cómo viven sus vidas, lo que hacen en el mundo humano y el destino de su vida? (Sí). Por ejemplo, en este mundo hay quienes se dedican a la música. Es su misión en la vida; ¿puede esta misión considerarse su deber? (No). Algunas personas han hecho cosas extraordinarias en el mundo; han impactado a toda la humanidad, han realizado contribuciones e incluso han cambiado una era; esa es su misión en la vida. ¿Se puede decir que sea su deber? (No). Sin embargo, ¿acaso esta misión de vida y lo que han hecho a lo largo de ella no es algo que les haya encomendado Dios? ¿No se trata de algo que le corresponda hacer a un ser creado? (Sí). Correcto. Dios les ha concedido una misión, les ha encargado esta comisión y, dentro de la humanidad al completo, como parte de la humanidad misma, hay algo que deben hacer, una responsabilidad que han de cumplir. Sea cual sea el campo en el que participan, ya sea el arte, los negocios, la política, la economía, la investigación científica, etcétera, está predestinado por Dios. Sin embargo, hay una diferencia; da igual cómo lo haya ordenado Dios, esta gente queda fuera de Su obra de gestión. Se les considera no creyentes, y que lo que hacen es ajeno a la obra de gestión de Dios. Por tanto, ¿se puede llamar deber a sus responsabilidades, a la comisión que han aceptado y a su misión en la vida? (No). No cumplen con su deber, porque aquello que hacen no está relacionado con la obra de Dios de salvar a la humanidad. Todos los humanos de este mundo aceptan con pasividad la comisión del Creador y la misión que le ha encargado, pero la misión que aceptan aquellos que no creen en Dios y las responsabilidades que desempeñan no son deber, ya que no están relacionadas con el plan de gestión de Dios para salvar a la humanidad ni tienen nada que ver con eso. No aceptan a Dios, y Él no obra en ellos, así que da igual de qué responsabilidades se encarguen, ni qué comisión acepten o qué misión logren en esta vida, no se puede decir que estén cumpliendo con su deber. Entonces, ¿qué es el deber? ¿Qué tipo de requisitos previos se deberían añadir para explicar con claridad, precisión y exhaustividad este concepto y la verdad sobre este tema? ¿Habéis entendido algún concepto a partir de la charla que acabamos de tener? ¿Cuál? Que para cualquier individuo entre la humanidad, por muy importante que sea la misión que haya aceptado o la magnitud del cambio que haya experimentado, o por muy amplia que sea su contribución a la humanidad, no se puede denominar como deberes a tales misiones y comisiones. Eso es porque no están relacionadas con el plan de gestión de Dios de salvar a la humanidad; son simplemente misiones. Ya actúen de manera activa o pasiva, lo único que hacen es completar una misión; es lo que ha predestinado Dios. En otras palabras, mientras sus acciones no tengan nada que ver con el plan de gestión de Dios ni con la obra de Dios para salvar a la humanidad, no se puede llamar cumplir con el deber al desempeño de tales misiones. Esto queda fuera de toda duda. ¿Qué es entonces el deber? Se ha de entender así: el deber es la comisión y la misión que encomienda Dios dentro del ámbito de Su obra de gestión para salvar a la humanidad. ¿No resulta completo y preciso si lo expresamos así? Solo lo preciso es la verdad, lo que es impreciso y sesgado no es la verdad, sino mera doctrina. Sin comprender por completo ni reconocer a fondo qué es el deber, no sabrás cuáles son las verdades relacionadas con este. Con anterioridad, es posible que la gente tuviera multitud de ideas erróneas sobre la comprensión del deber. Eso es porque no entendían la verdad, lo que condujo a toda clase de nociones y ambigüedades. Se servían de esas nociones y ambigüedades para explicar el deber, y por consiguiente lo trataban en función de sus ideas. Por ejemplo, alguna gente piensa que, ya que Dios predestina la vida entera de uno, tanto el tipo de familia donde nace, como si es rico o pobre en la vida y la carrera a la que se dedica, todo lo que alguien haga y consiga en la vida son comisiones que le ha encomendado Dios y su propia misión. Solo porque hay una misión involucrada, creen que se trata de un deber. Así es como van dando tumbos en su concepción del deber. ¿Acaso no se trata de un malentendido? Algunos que se casan y tienen hijos dicen: “Tener hijos es la comisión de Dios, Él nos lo ha encargado, es nuestra misión. Es nuestro deber criar a nuestros hijos hasta la edad adulta”. ¿Acaso no es este un entendimiento erróneo? Y hay otros que dicen: “Se nos puso en esta tierra para ser agricultores. Ya que tal es nuestro destino, mejor será que hagamos un buen trabajo, porque se trata de la comisión y la misión que nos ha encargado Dios. No importa lo pobres que lleguemos a ser o lo difícil que resulte, no podemos quejarnos. Nuestro deber en esta vida consiste en ser buenos agricultores”. Equiparan el destino de uno con su misión y su deber. ¿Acaso no es una malinterpretación? (Sí). No cabe duda de que lo es. Están también aquellos que hacen negocios en el mundo y dicen: “Antes nunca había triunfado en nada, pero tras emprender negocios, he tenido una vida bastante buena y estable. Parece que Dios me ha destinado a hacer negocios en esta vida, a mantener a mi familia con ellos. Por consiguiente, si me va bien en los negocios y amplío mis actividades, si sustento a todos los miembros de mi familia, entonces esta es mi misión y tal vez se trate de mi deber”. ¿Acaso no es esta una malinterpretación? La gente considera como su deber todo lo relacionado con su misión, es decir, sus asuntos cotidianos, su manera de ganarse la vida, el estilo de vida que consiguen y la calidad de vida que disfrutan. Eso es incorrecto; es un entendimiento distorsionado de lo que es el deber.

Así pues, ¿qué es el deber? La mayoría de las personas tienen una comprensión deformada y distorsionada de este asunto. Si la casa de Dios dispone que plantes cereales y verduras, ¿cómo consideras este arreglo? Puede que algunos no lo entiendan y argumenten: “La agricultura es para sustentar a tu familia, no es un deber. El concepto de deber no incluye este aspecto”. ¿Por qué comprenden las cosas de esta manera? Porque no entienden las verdades relacionadas con cumplir con el deber ni tampoco qué es el deber. Los que entiendan este aspecto de la verdad, estarán dispuestos a ponerse a trabajar la tierra. Sabrán que en la casa de Dios no se practica la agricultura para sustentar a la familia, sino con el fin de permitir a aquellos que desempeñan el deber a tiempo completo que lo continúen cumpliendo con normalidad. De hecho, es una comisión que Dios ha encomendado; es posible que la labor en sí misma no sea más importante que una semilla de sésamo o incluso que un grano de arena, pero al margen de su relevancia, es un trabajo que se ejerce dentro del ámbito de la obra de gestión de Dios. Ahora Él dice que se te exige completar este trabajo, ¿cómo entiendes eso? Deberías aceptarlo como tu deber y sin poner excusas. Si solo te sometes de manera pasiva y haces labores de agricultura porque eso es lo que se ha dispuesto para ti, no va a servir de nada. Aquí hay un principio que debes entender: si la iglesia dispone que te dediques a la agricultura y plantes verduras no es para que te hagas rico ni para que puedas sobrevivir y sustentar a tu familia; es para que satisfagas las necesidades del trabajo en la casa de Dios durante épocas de desastres. Es para asegurar que todos aquellos que cumplan con el deber en la casa de Dios a tiempo completo tengan su sustento diario, de modo que puedan llevar a cabo sus deberes con normalidad sin demorar la obra de la casa de Dios. Por tanto, se considera que algunas de las personas que trabajan en una granja de la iglesia están cumpliendo con su deber; esto difiere en su naturaleza de la labor de los agricultores comunes. ¿Cuál es la naturaleza de la agricultura para estos? Trabajan para sustentar a sus familias y sobrevivir; es lo que Dios ha dispuesto para ellos. Ese es su destino, de modo que se dedican a la agricultura generación tras generación; no tiene nada que ver con su deber. Ahora has venido a la casa de Dios y también cultivas la tierra en ella, pero se trata de un requerimiento de la obra de la casa de Dios, es una forma de gastarse para Él. Es de naturaleza diferente a labrar tu propia tierra, pues aquí hablamos de cumplir con tus responsabilidades y obligaciones. Este es el deber que una persona debería llevar a cabo; es la comisión y responsabilidad que te ha confiado el Creador. Este es tu deber. Por tanto, cuando comparas este deber con tu misión mundana, ¿cuál es más importante? (Mi deber). ¿Por qué? El deber es lo que Dios te exige que hagas, es lo que Él te ha encomendado; esa es una de las razones. La otra razón, la principal, es que, cuando asumes el deber en la casa de Dios y aceptas Su comisión, te vuelves relevante para la obra de gestión de Dios. En la casa de Dios, cuando se dispone que hagas algo, ya sea que implique alguna penuria o trabajo extenuante, y sea que te agrade o no, es tu deber. Si puedes considerarlo una comisión y responsabilidad que Dios te ha dado, entonces eres relevante en Su obra de salvar al hombre. Y si lo que haces y el deber que cumples son relevantes para la obra de Dios de salvar al hombre, y puedes aceptar seria y sinceramente la comisión que Dios te ha dado, ¿cómo te considerará Él? Te considerará un miembro de Su familia. ¿Es eso una bendición o una maldición? (Una bendición). Es una gran bendición. Hay quienes se quejan cuando se enfrentan a una pequeña dificultad mientras cumplen con su deber, ignoran con despreocupación las inmensas bendiciones que han recibido. ¿Acaso no es simplemente una necedad quejarse de Dios después de haber obtenido tantas ventajas? Llegado este punto, es crucial entender la verdad, reconocer que este es tu deber y que se debe aceptar de Dios. ¿Tenéis ahora una nueva comprensión o una nueva perspectiva de qué es el deber? ¿Lo habéis entendido en profundidad? ¿Es importante el deber para recibir la salvación? (Sí). ¿Cómo de importante? Se puede decir que existe una conexión directa entre cumplir con el deber y recibir la salvación. Con independencia de qué misiones completes en esta vida, si no has cumplido con tu deber, no tienes opción de recibir la salvación. En otras palabras, por muy importantes que sean las hazañas que hayas logrado en esta vida entre los humanos, solo estabas completando una misión; no has cumplido el deber de un ser creado, así que no tienes posibilidades de recibir la salvación o la obra de Dios de gestionar a la humanidad.

En la casa de Dios se hace referencia constante a aceptar la comisión de Dios y cumplir con el deber propio adecuadamente. ¿Cómo surge el deber? En términos generales, surge como resultado de la obra de gestión de Dios de traer la salvación a la humanidad; hablando de manera más concreta, a medida que la obra de gestión de Dios se desarrolla entre la humanidad, surgen diversos trabajos que requieren de la gente que colabore para completarlos. Esto ha hecho que surjan responsabilidades y misiones que las personas tienen que cumplir y estas responsabilidades y misiones son los deberes que Dios confiere a la humanidad. En la casa de Dios, las diversas tareas que requieren la cooperación de las personas son los deberes que han de cumplir. Entonces, ¿se diferencian los deberes entre mejores y peores, nobles y humildes o grandes y pequeños? No existen tales diferencias; todo aquello que guarde relación con la obra de gestión de Dios, sea requisito de la obra de Su casa y sea un requerimiento para la difusión del evangelio de Dios, entonces es el deber de una persona. Este es el origen y la definición del deber. Sin la obra de gestión de Dios, ¿tendrían deberes las personas en la tierra, independientemente de cómo vivan? No. Ahora lo ves con claridad. ¿Con qué está relacionado el deber de uno? (Con la obra de gestión de Dios de la salvación de la humanidad). Así es. Existe una relación directa entre los deberes de la humanidad, los deberes de los seres creados y la obra de gestión de Dios de la salvación de la humanidad. Se puede decir que, sin la salvación de Dios de la humanidad y sin la obra de gestión que el Dios encarnado ha emprendido entre la humanidad, la gente carecería de deber alguno. Los deberes surgen de la obra de Dios; es lo que Él exige a las personas. Míralo desde esa perspectiva, el deber es importante para todo aquel que sigue a Dios, ¿no es cierto? Es muy importante. En términos generales, formas parte de la obra del plan de gestión de Dios; más en concreto, cooperas con las diversas clases de labores de Dios que se requieren en diferentes momentos y entre diferentes grupos de personas. Con independencia de cuál sea tu deber, es una misión que te ha encomendado Dios. A veces se te puede pedir que cuides o que mantengas a buen recaudo un objeto importante. Es posible que sea un asunto trivial en comparación, del que solo se puede decir que es responsabilidad tuya, pero es una tarea que Dios te ha encargado; la has aceptado de Él. La has aceptado de manos de Dios y es tu deber. Si partimos de la raíz del asunto, tu deber te lo ha confiado Dios. Sobre todo implica difundir el evangelio, dar testimonio, hacer vídeos, ser un líder u obrero en la iglesia, o podría tratarse de una obra incluso más peligrosa e importante. A pesar de esto, mientras tenga relación con la obra de Dios y con las necesidades de la obra de difundir el evangelio, la gente debería aceptarlo como un deber de parte de Dios. El deber, explicado en términos incluso más generales, es la misión de una persona, una comisión que le ha encomendado Dios; más en concreto, es tu responsabilidad, tu obligación. Dado que se trata de tu misión, de una comisión que te encomienda Dios, y es tu responsabilidad y obligación, cumplir con tu deber no tiene nada que ver con tus asuntos personales. ¿Por qué se saca a colación este tema? Porque las personas deben entender cómo tratar y cómo comprender su deber. El deber es la comisión que los seres creados aceptan y la misión que deben completar en la obra de gestión de Dios. La gente conoce la premisa general, pero ¿qué ocurre con los detalles más concretos? ¿Cómo debería uno abordar sus deberes para que se considere que tiene un entendimiento correcto? Algunas personas tratan su deber como sus asuntos personales, ¿es este el principio correcto? (No). ¿Qué tiene de malo? Hacer cosas para ti mismo no es cumplir con tu deber. Cumplir con tu deber no consiste en hacer cosas para ti mismo, sino en desempeñar la obra que Dios te ha encomendado; existe una diferencia entre ambas cosas. ¿Qué principio se aplica en lo que respecta a hacer las cosas para ti mismo? Es hacer lo que te apetece sin consultárselo a nadie, y sin orar ni buscar a Dios; es actuar de acuerdo con tu propio capricho y sin considerar las consecuencias, mientras a ti te beneficie. ¿Resulta aceptable este principio para cumplir con tu deber en la casa de Dios? (No). Hay quien dice: “Ni siquiera me tomo tan en serio mis asuntos ni les dedico tanto esfuerzo. Trato mi deber como si fuera un asunto propio y seguramente este principio es apropiado”. ¿Es esta la forma correcta de aceptar el deber? Desde luego que no. ¿Cuál debería ser entonces la actitud de alguien hacia el deber? (Aceptarlo de Dios). “Aceptarlo de Dios”. Estas tres palabras son fáciles de decir, pero la forma de poner realmente en práctica la verdad contenida en ellas depende de cómo trates tu deber. Acabamos de definir lo que es el deber. El deber viene de Dios, es una comisión que Él te encomienda, está relacionada con la obra de Su plan de gestión y la salvación del hombre. Desde este punto de vista, ¿tiene el deber algo que ver con tus principios personales de conducta? ¿Tiene algo que ver con tus preferencias personales, tus hábitos o rutinas de vida? Ni lo más mínimo. ¿Con qué está relacionado entonces el deber? Con la verdad. Algunos dicen: “Ya que se me ha asignado este deber, es asunto mío. Además, poseo el principio más alto para cumplirlo, algo que ninguno de vosotros tiene. Dios exige que la gente cumpla con su deber con todo su corazón, toda su alma, toda su mente y todas sus fuerzas. Sin embargo, además de esto, cuento con un principio incluso más elevado, que es tratar mi deber como si fuera mi principal preocupación, y hacerlo de manera diligente y esforzarme por lograr el mejor resultado”. ¿Es correcto este principio? (No). ¿Por qué está mal? Si aceptas de Dios tu deber y tienes claro en tu corazón que Él te lo encomienda, ¿cómo deberías tratar esta comisión? Esto tiene relación con los principios de cumplir con el deber. ¿Acaso no es más elevado tratar el deber de uno como la comisión de Dios en lugar de como un asunto propio? No es lo mismo, ¿verdad? Si tratas tu deber como una comisión de Dios, como cumplir con tu deber ante Él y como satisfacer a Dios mediante su cumplimiento, entonces tu principio para cumplir con el deber no solo consiste en tratarlo como un asunto propio. ¿Cuál es la actitud que debes tener hacia el deber, la que se puede considerar correcta y acorde con las intenciones de Dios? En primer lugar, no puedes analizar quién lo ha dispuesto, ni qué categoría de liderazgo lo ha asignado; has de aceptarlo de Dios. No puedes analizar esto, has de aceptarlo de Dios. Es una condición. Además, sea cual sea tu deber, no discrimines entre lo superior y lo inferior. Supongamos que dices: “Aunque esta tarea es una comisión proveniente de Dios y la obra de Su casa, si la hago, la gente podría menospreciarme. Otros llevan a cabo una obra que les permite destacar. Se me ha asignado esta tarea que no me permite destacar, sino que me hace trabajar entre bastidores, ¡es injusto! No haré este deber. Mi deber tiene que hacerme destacar ante los demás y permitirme forjarme un nombre, y aunque no me forje un nombre o me haga destacar, aun así, debería poder recibir algún beneficio de él y sentirme cómodo físicamente”. ¿Es aceptable esta actitud? Ser quisquilloso es no aceptar cosas de Dios; es tomar decisiones de acuerdo con tus propias preferencias. Esto no es aceptar tu deber; es rechazarlo, es una manifestación de tu rebeldía contra Dios. Tal quisquillosidad es adulterada con tus propias preferencias y deseos. Cuando consideras tus propios beneficios, tu reputación y otras cosas similares, tu actitud hacia tu deber no es de sumisión. ¿Qué actitud debes tener ante tu deber? Primero, no lo debes analizar ni tratar de determinar quién fue el que te lo asignó, sino que debes aceptarlo de Dios como un deber encargado por Él, y has de obedecer la instrumentación y los arreglos de Dios y aceptar de Él tu deber. Segundo, no discrimines entre lo superior y lo inferior, y no te preocupes por su naturaleza: que te permita destacar o no, que se haga delante de la gente o entre bastidores. No tomes en consideración estas cosas. Existe además otra actitud: la sumisión y la cooperación activa. Si te parece que puedes cumplir con un determinado deber, pero también temes cometer un error y ser descartado, y entonces estás cohibido, estancado, y no puedes progresar, ¿acaso no es esa una actitud sumisa? Por ejemplo, si tus hermanos y hermanas te eligen como líder, puede que te sientas obligado a cumplir este deber porque te han elegido, pero no lo consideras con una actitud proactiva. ¿Por qué no eres proactivo? Porque piensas cosas al respecto y te parece que: “Ser líder no es nada bueno. Es como caminar por el filo de la navaja o pisar en hielo fino. Si hago un buen trabajo, no obtendré ninguna recompensa, pero si lo hago mal, se me podará. Y la poda no es siquiera lo peor de todo. ¿Y si me sustituyen o me descartan? Si eso ocurriera, ¿acaso no sería mi final?”. En ese momento, empiezas a sentirte en conflicto. ¿Qué es esta actitud? Eso es ser precavido y no comprender. Esta no es una actitud que la gente deba tener hacia su deber. Es una actitud desmoralizada y negativa. Entonces, ¿cómo debe ser una actitud positiva? (Deberíamos ser francos y sinceros, y tener el valor de asumir cargas). Debería ser una sumisión y una cooperación proactiva. Lo que decís resulta un poco vacío. ¿Cómo puedes ser franco y sincero si estás así de asustado? ¿Y qué significa tener valor para asumir cargas? ¿Qué mentalidad te concederá el valor de aceptarlas? Si siempre tienes miedo de que algo vaya mal y de que no vas a ser capaz de lidiar con ello y tienes muchos obstáculos internos, entonces en el fondo carecerás del valor para asumir las cargas. Eso que decís de “ser franco y sincero”, de “tener el valor de asumir cargas” o “no retroceder ni siquiera ante la muerte” suena un poco como las consignas que gritan los jóvenes furiosos. ¿Pueden estas resolver algún problema práctico? Lo que hace falta ahora es una actitud correcta. Para poseer una actitud correcta, debes entender este aspecto de la verdad. Esta es la única manera de resolver tus dificultades internas y permitir que aceptes sin reservas esta comisión, este deber. Esta es la senda de práctica, y solo esta es la verdad. Si utilizas términos como “ser franco y sincero” y “tener el valor de asumir cargas” para abordar el miedo que sientes, ¿será efectivo? (No). Eso indica que estas cosas no son la verdad ni son una senda de práctica. Puedes decir: “Soy franco y sincero, tengo una estatura indomable, no hay otros pensamientos ni contaminantes en mi corazón, y tengo el valor de asumir cargas”. Por fuera, tú asumes tu deber, pero más tarde, después de meditarlo durante un tiempo, sigues sintiendo que no puedes asumirlo. Puede que sigas sintiendo miedo. Además, puede que veas cómo podan a otros, y te vuelvas aún más temeroso, como un perro azotado que teme la correa. Sentirás cada vez más que tu estatura es demasiado pequeña, y que este deber es como un abismo inmenso e infranqueable, y finalmente seguirás siendo incapaz de asumir esta carga. Por eso entonar consignas no puede resolver los problemas prácticos. Entonces, ¿cómo puedes resolver realmente este problema? Debes buscar activamente la verdad y adoptar una actitud sumisa y cooperativa. Eso puede resolver completamente el problema. La timidez, el miedo y la preocupación resultan inútiles. ¿Existe alguna relación entre ser revelado y descartado y ser un líder? Si no eres un líder, ¿desaparecerá tu carácter corrupto? Tarde o temprano debes resolver el problema de tu carácter corrupto. Además, si no eres un líder, entonces no tendrás más oportunidades de practicar y progresarás lentamente en la vida, contando con pocas oportunidades para ser perfeccionado. Aunque se sufre un poco más al ser un líder o un obrero, también genera muchas ganancias, y si puedes recorrer la senda de la búsqueda de la verdad, puedes ser perfeccionado. ¡Qué gran bendición es esa! Así que debes someterte y colaborar activamente. Es tu deber y tu responsabilidad. Sin importar el camino que tengas por delante, deberías tener un corazón sumiso. Esta debe ser la actitud con la que has de cumplir con tu deber.

El tema del cumplimiento del propio deber no le resulta desconocido a nadie; no es una materia nueva. Sin embargo, para aquellos que creen en Dios, es muy importante; se trata de una verdad que se debe entender y en la que se ha de entrar. Los seres creados han de cumplir bien con su deber antes de que el Creador les conceda Su aprobación. Por tanto, es muy importante que la gente entienda qué significa cumplir con el deber. No se trata de una especie de teoría ni de una consigna; es un aspecto de la verdad. Por tanto, ¿qué significa cumplir con el deber? ¿Y qué problemas es posible resolver al entender este aspecto de la verdad? Al menos puede solucionar el asunto de cómo debes aceptar y tratar la comisión de Dios, y qué clase de actitud y determinación deberías tener cuando completes la comisión que Dios te ha encomendado. También se puede decir que al mismo tiempo resolverá algunas relaciones anormales entre las personas y Dios. Hay quienes perciben el cumplimiento de su deber como capital, otros lo perciben como sus tareas personales y los hay que lo ven como su propio trabajo y sus empresas, o que consideran el deber como una especie de pasatiempo, entretenimiento o afición para matar el tiempo. En resumen, no importa qué tipo de actitud adoptes hacia tu deber; si no lo aceptas de Dios ni lo consideras una tarea que deberían realizar los seres creados en la obra de gestión de Dios o con la que deberían cooperar, entonces lo que haces no es cumplir con tu deber. ¿Es correcto que consideres tu deber como tu negocio familiar? ¿Es correcto que lo trates como parte de tu propio trabajo o como una afición? ¿Es correcto percibirlo como una cuestión personal? Nada de esto es correcto. ¿Por qué es necesario mencionar estos temas? ¿Qué problema se resolverá al hablar de ellos? El de que la gente adopte actitudes incorrectas hacia su deber y la multitud de maneras en las que cumplen con este de manera superficial. La actitud de las personas hacia su deber solo cambiará cuando entiendan este aspecto de la verdad relacionado con cumplir el propio deber. Dicha actitud se volverá poco a poco compatible con la verdad, satisfará las exigencias de Dios y estará de acuerdo con Sus intenciones. Si la gente no entiende este aspecto de la verdad que pertenece a cumplir con el propio deber, surgirán problemas en su actitud hacia su deber y en los principios que hay detrás de este, y serán incapaces de lograr el resultado de cumplir el deber. Los deberes son tareas que Dios encomienda a las personas, misiones que la gente debe cumplir. Sin embargo, un deber no es, desde luego, tu gestión personal ni un peldaño para que destaques entre la multitud. Algunos utilizan sus deberes como una oportunidad para dedicarse a su propia gestión y formar camarillas; otros, para satisfacer sus deseos; otros, para llenar sus vacíos internos y, otros más, para satisfacer su mentalidad de confiar en la suerte, y piensan que, siempre que cumplan con sus deberes, participarán de la casa de Dios y del maravilloso destino que Dios dispone para el hombre. Dichas actitudes respecto al deber son incorrectas; Dios las detesta y deben corregirse urgentemente.

En lo relativo a qué es el deber, a cómo deben afrontarlo las personas y a las actitudes y puntos de vista que deberían tener hacia él, ya se ha hablado largamente de estos asuntos. Todos debéis meditar sobre esto, entender las verdades relativas a estos aspectos es lo más crucial y urgente. ¿Cuál es la verdad que más os hace falta entender ahora mismo? Por un lado, necesitáis comprender las verdades relativas a las visiones; por otro, uno debe saber dónde están sus malentendidos y su comprensión distorsionada de estas verdades en la práctica y en la vida real. Cuando te encuentras con problemas en cuanto a las verdades relacionadas con el cumplimiento del deber, si estas palabras y verdades pueden resolver tu estado interior, esto prueba que has entendido de veras y a fondo el contenido del que se ha hablado; si no pueden resolver las dificultades que afrontas a diario en cuestiones de cumplir con tu deber, eso demuestra que no has entrado en estas verdades. Después de escuchar estas verdades, ¿las habéis resumido y habéis reflexionado sobre ellas? ¿Es que cada vez que tomáis notas lo entendéis por el momento, pero lo olvidáis a medida que pasa el tiempo, como si nunca lo hubierais oído? (Sí). Esto es porque vosotros mismos carecéis de la menor entrada; lo que practicáis no tiene básicamente nada que ver con estas verdades ni guarda relación alguna con la verdad. De hecho, estas verdades sobre cumplir con el deber son las más básicas que uno debería entender y en las que entrar durante el proceso de creer en Dios. Si después de oír las palabras de la verdad sigues confundido y atolondrado, entonces es que tu calibre es simplemente demasiado pobre y te falta estatura. Solo eres capaz de leer las palabras de Dios, orar y asistir a las reuniones; haces cualquier cosa que se te pide, igual que alguien que participa en la fe religiosa. Esto significa que no tienes entrada en la vida y ninguna estatura en absoluto. ¿Qué significa no tener estatura? Significa que en el proceso de creer en Dios y cumplir con tu deber, en cuanto alguien te desorienta, lo sigues y dejas de creer en Dios; si haces algo mal y alguien te poda un poco y te habla de una manera un tanto brusca, es posible que renuncies a tu fe; si te topas con reveses o con diversas dificultades en la vida, podrías quejarte de Dios, y al ver que Él no te concede la gracia ni resuelve tus dificultades, es posible que te des la vuelta y abandones la casa de Dios, y que dejes de creer. Si has entrado en algunos aspectos de la verdad de cumplir el deber —la más fundamental de las verdades—, eso prueba que ya estás conectado con la verdad; ya estás conectado con la realidad-verdad, y has efectuado alguna entrada. Si no tienes nada de esta realidad-verdad, ni siquiera un poco, eso prueba que la verdad todavía no ha arraigado en tu corazón.

Acabo de compartir qué es el deber, además de hablar sobre los orígenes y la generación de este, a fin de hacer entender a la gente qué es el deber exactamente. ¿Qué beneficios se obtienen de saber esto? Una vez que la gente ha entendido la verdad sobre qué es el deber, conocerán su importancia. Como poco, muy en el fondo, sentirán que deberían adoptar una actitud correcta ante el deber y que no pueden actuar de manera arbitraria. Al menos este concepto estará presente en sus mentes. Aunque el deber es lo que deberías llevar a cabo, y es la comisión y la misión que te ha encargado Dios, no se trata de un asunto personal ni tampoco de tu propio trabajo. Aunque pueda sonar contradictorio, es en efecto la verdad. Sea cual sea la verdad, tiene su lado práctico relacionado con la práctica y la entrada de las personas, además de con los requerimientos de Dios. No está vacía. Así es la verdad; solo mediante la experiencia y la entrada en la realidad de esa verdad puede aumentar tu entendimiento de este aspecto de la verdad. Si siempre cuestionas la verdad, sigues alimentando dudas y escrutando y analizando, para ti la verdad nunca será tal. No tendrá relación con tu vida real y no podrá cambiar nada de ti. Si alguien acepta la verdad desde el fondo de su corazón y la toma como una guía para vivir y actuar, como una guía para comportarse y creer en Dios, la verdad cambiará su vida. Transformará los objetivos de su vida, el rumbo de esta y la manera en la que se relaciona con el mundo. Este es el efecto de la verdad. Entender qué es el deber supondrá sin duda un gran beneficio y ayudará a las personas a cumplirlo. Como poco, sabrán que el deber es muy importante para cualquiera que crea en Dios, y que ostenta incluso mayor importancia para aquellos que están interesados en ser salvados y perfeccionados o tienen exigencias o aspiraciones específicas relativas a estas cuestiones. Esta es la verdad más fundamental que cualquiera debería entender para salvarse, así como la más esencial en la que uno debería entrar. Si no entiendes qué es la verdad, no sabrás cómo cumplir tu deber de manera adecuada, ni tampoco conocerás la actitud correcta con la que aceptar y considerar tu deber. Esto es peligroso; por una parte, posiblemente no podrás cumplir bien con tu deber y obrarás de manera arbitraria y superficial; por otra, puede que hagas cosas que perturben y trastornen el trabajo de la iglesia, o incluso que cometas acciones malvadas que vulneren los decretos administrativos de Dios. En términos moderados, podrías acabar aislado para que reflexiones y, en los casos más graves, se te podría descartar. Por tanto, entender qué es el deber, aunque sea un aspecto muy básico de la verdad, guarda relación con la salvación de uno; no es irrelevante: es algo muy importante. Después de entender qué es el deber, no se trata solo de estar familiarizado con una doctrina; el resultado pretendido es permitir a las personas comprender las intenciones de Dios y tratar su deber con la actitud correcta. En el cumplimiento de cualquier deber, no se puede lograr ningún resultado solo con esfuerzo; pensar siempre que esforzarse basta para cumplir bien con el deber demuestra falta de entendimiento espiritual. De hecho, cumplir con el deber implica muchos detalles, entre ellos tener la mentalidad correcta, principios de práctica y una auténtica sumisión, además de poseer sabiduría espiritual. Solo cuando alguien posee estos aspectos de la verdad puede cumplir bien con su deber y resolver por completo el problema de llevar a cabo el deber de manera superficial. Aquellos sin la actitud correcta hacia sus deberes carecen de la realidad-verdad; no tienen un corazón temeroso de Dios y están desprovistos de conciencia y razón. Por tanto, para seguir a Dios hay que entender el significado de cumplir con el deber: esto es muy importante para seguir a Dios.

Después de entender qué es el deber y cuáles son sus orígenes, diferenciarás la naturaleza del deber de la naturaleza del trabajo en la sociedad. ¿Cuál es el rasgo distintivo entre considerar el trabajo que te ha encomendado la casa de Dios como un deber o como un trabajo mundano? Si lo concibes como un deber, has de buscar las intenciones de Dios y la verdad. Dirás: “Este es mi deber, así que ¿cómo debo tomármelo? ¿Qué requiere Dios? ¿Cuáles son los preceptos de la iglesia? He de tener claros los principios que hay detrás”. Practicar de esta manera es la única actitud correcta para considerar tu deber; esta es la única actitud que la gente debería tener hacia su deber. Sin embargo, ¿qué clase de actitud debería tener la gente cuando lidia con el trabajo mundano o las cuestiones de su vida personal? ¿Hay entonces alguna necesidad de buscar la verdad o los principios? Puede que también busques principios, pero estos solo estarán relacionados con ganar más dinero, vivir una buena vida, acumular riqueza, tener éxito y obtener tanto fama como ganancias; solo serán principios de este estilo. Son completamente mundanos, pertenecen a las tendencias actuales; son los de Satanás y esta perversa humanidad. ¿Cuáles son los principios de cumplir con el deber? Sin duda, han de satisfacer los requerimientos de Dios; están íntimamente relacionados con la verdad y las exigencias de Dios y son inseparables de ambas. En cambio, las profesiones o trabajos en los que participan las personas en el mundo no tienen nada que ver con la verdad ni con las exigencias de Dios. Mientras seas competente, estés dispuesto a soportar dificultades y seas lo bastante diligente, malvado y audaz, puedes destacar en la sociedad e incluso llegar a desarrollar una carrera importante. Sin embargo, estos principios y filosofías no hacen falta en la casa de Dios. En ella, da igual qué tipo de deber cumplas, no importa la naturaleza de ese deber, ya se considere superior o inferior, noble o humilde, ya sea notorio o discreto, si te lo ha encomendado Dios o te lo ha asignado un líder de la iglesia. Da igual qué trabajo te asigne la casa de Dios, los principios a los que te atienes a la hora de realizarlo no deberían prevalecer sobre los principios de la verdad. Deberían estar conectados con la verdad, con las exigencias de Dios y con los preceptos y los arreglos de obra de la casa de Dios. En resumen, debería ser posible distinguir entre el deber y el trabajo que uno ejerce en el mundo.

¿Por qué hablamos sobre la diferencia entre cumplir con el deber y dedicarse al trabajo mundano? ¿Es esto importante? (Sí). ¿Dónde radica su importancia? Está relacionada con la actitud que las personas tienen hacia cumplir con su deber. No lleves las actitudes y principios que tienes en tu trabajo mundano al terreno del cumplimiento de tu deber. ¿Qué consecuencias tiene hacerlo? (Se actúa de acuerdo con los propios deseos). Es un problema común; significa no querer consultar con los demás cuando se desempeñan las tareas, querer tener la última palabra y hacer lo que uno quiere, sentir que actuar de este modo aporta comodidad y una satisfacción desprovista de cualquier sentido de opresión o infelicidad. Además, a menudo lleva a la intriga, los celos, las disputas y la formación de camarillas, así como a buscar recompensas y reconocimiento, alardear, actuar de manera superficial, a la irresponsabilidad, a engañar a aquellos por encima y por debajo de uno mismo, y a fundar un reino propio. En resumen, cumplir con el deber es diferente a dedicarse al trabajo mundano; el primero es un requerimiento y un arreglo de Dios; esta es la mayor diferencia entre cumplir con el deber y ejercer un trabajo mundano. Cumplir con el deber se debe hacer de acuerdo con las exigencias de Dios y en función de los principios-verdad. No se trata de una gestión ni un asunto personal y, desde luego, no es una cuestión privada de nadie. No tiene relación alguna con los intereses personales, el orgullo, el estatus, la influencia o las expectativas futuras; solo guarda relación con la entrada en la vida y el cambio de carácter de las personas, y con la obra de gestión de Dios. Por el contrario, cuando ejerces un trabajo mundano, estás enfocado por completo en la gestión personal. Ya estés desempeñando un trabajo o llevando un negocio, por muy grande que sea el precio que pagues, no importa lo mucho que puedas desechar o cuánto sufrimiento padezcas —tanto si es emocional o físico—, o si te acosan, humillan o malinterpretan, o incluso si afrontas una tremenda presión pública, todo lo que haces gira en torno a tu voluntad, tus aspiraciones, ambiciones y deseos personales. Solo posee esa naturaleza. Tal naturaleza no es más que involucrarse en una gestión personal y dirigir una empresa personal. Entre la humanidad no hay ni una sola persona que dé un paso adelante para decir: “Estoy realizando un servicio público en aras de la humanidad; quiero actuar de acuerdo con los dogmas y principios divinos que proporciona el Cielo”. No existe ninguna persona así. Aunque alguien dé un paso al frente para decir: “Quiero llevar a cabo la labor más altruista y grandiosa para la humanidad, crear bienestar y hacer buenas acciones para las personas”, su objetivo no es tan puro; lo hacen por la fama. ¿No es esto dedicarse a la gestión personal? Es todo en aras de esta. No importa lo bien que suenen sus palabras, da igual cuánto sufrimiento hayan padecido, lo alto que sea el precio que han pagado, la magnitud de la contribución que han hecho, o si han cambiado a la humanidad, han transformado una era o inaugurado una nueva época; hagan lo que hagan, su propósito no va dirigido a otros sino a sí mismos. Todos los seres humanos corruptos hacen las cosas de esta manera. Si alguien lleva a cabo algo grande o pequeño, su intención es obtener fama o beneficios. ¿Cuál es la naturaleza de sus acciones? La de dedicarse a la gestión personal. ¿Tiene la gestión personal algo que ver con la gestión de Dios? No guardan ninguna relación. Hay quien dice: “Eso no es verdad. Algunas personas vienen a este mundo y cambian una era; ¿acaso no está eso también predestinado por Dios? ¿No tiene que ver además con Su gestión?”. ¿Están relacionadas? (No). ¿Por qué dices que no hay conexión? (Porque no tiene nada que ver con la obra de gestión de Dios de salvar a la humanidad). Bien dicho; no tiene nada que ver con la obra de Dios de salvar a la humanidad, por tanto no guarda relación con la gestión de Dios. Sin embargo, esta afirmación solo es verdad a medias; hay aquí otra condición previa, una cuestión de esencia. Si no guarda relación con el plan de gestión de Dios, se trata por completo de gestión humana. Este es un aspecto, pero permitidme que os puntualice algo: la naturaleza de lo que hacen va dirigida a la fama y el beneficio personales; los beneficiarios finales son ellos mismos. ¿A quién favorecen la naturaleza, los principios y la consecuencia final de todo lo que hacen? (A ellos mismos). Eso es, y en un sentido más oculto, ¿a quién? (A Satanás). Correcto, a Satanás. ¿Cuál es la naturaleza de hacer las cosas para Satanás? (Ser un enemigo de Dios). ¿Y cuál es la esencia que subyace tras ser un enemigo de Dios? ¿Por qué decimos que esto es ser enemigo de Dios? (El punto de partida, el origen y los principios de sus acciones van todos en contra de las palabras de Dios). Este es un aspecto y es una cuestión fundamental. El punto de partida, el origen y los principios de lo que están haciendo pertenecen todos a Satanás y son perversos, así que ¿cuál es el resultado definitivo? ¿De quién están dando testimonio? (De Satanás). Correcto, dan testimonio de Satanás. A lo largo de la historia humana, ¿ha habido algún historiador o escritor que haya atribuido los logros de lo que han hecho los humanos de cada era al Creador? (No). Solo dirán que se trata de los legados o grandes logros que nos han dejado las grandes empresas de la humanidad. A ojos de la humanidad, ¿a quién representan estas grandes personas y figuras famosas que dejan tal legado? Los seres humanos corruptos veneran a todo el que sea una figura famosa o una persona importante, o a aquellos que han realizado contribuciones notables a la humanidad. El lugar que ocupan en el corazón de las personas es el que consideran la posición de Dios. ¿No es esta la esencia del problema? (Sí). Acabamos de exponer que los orígenes, motivos, puntos de partida y principios detrás de las acciones de las personas están todos arraigados en la lógica satánica y no concuerdan con la verdad. La gente logra algo por medios humanos o mediante sus dones y se vuelven famosos entre los demás, y la consecuencia última es que la humanidad le atribuye todo esto a Satanás; del mismo modo que mucha gente ahora venera a las figuras famosas y a personas notables de la historia como Confucio y Guan Yu. No importa lo grandes que fueran las gestas que realizaran estas personas, en lo fundamental, realmente es Dios el que dispuso que esos personajes de distinta índole llegaran a este mundo y que llevaran a cabo acciones específicas en eras diferentes. Sin embargo, a lo largo de la historia humana de la que hay registros, ya sea antigua o moderna, no hay ni un solo ejemplo en el que se dé testimonio de las acciones del Creador. Solo la Biblia recuerda algunos elementos de las dos etapas de la obra de Dios en la Era de la Ley y la Era de la Gracia, pero incluso las palabras de Dios registradas en ellas son bastante limitadas. De hecho, Dios ha expresado muchas palabras y realizado numerosas acciones, pero lo registrado por los humanos es extremadamente escaso. A modo de contraste, existen incontables libros que registran, dan testimonio o alaban a personas famosas e importantes. ¿No clarifica esto la esencia del problema que acabamos de debatir? Acabamos de mencionar que a lo largo de la historia los famosos y las grandes personas han obrado en su propio beneficio; han obrado, en esencia, para Satanás. Esto demuestra que no cumplían con su deber, sino que, en cambio, se dedicaban a su propia gestión o a sus empresas. ¿Cuál es la naturaleza, la esencia, de cualquier obra que la gente emprende en el mundo? (Dedicarse a su propia gestión). ¿Por qué se considera así? ¿Cuál es la causa original? Porque de quien dan testimonio es de Satanás; sus principios y motivaciones para actuar provienen todos de Satanás y no tienen nada que ver con la verdad ni con las exigencias de Dios. Pero ¿cuál es la naturaleza del deber? Se refiere al trabajo que se lleva a cabo conforme a los requerimientos de Dios, lo que significa que el trabajo debe basarse en la verdad, se ha de conducir de acuerdo con los principios-verdad y hacerse conforme a las exigencias de Dios. Como resultado, las personas pueden dar testimonio de Dios, poseer sumisión hacia Dios y tener conocimiento de Él; cuentan con un entendimiento más profundo y una sumisión más auténtica al Creador, e incluso pueden hacer lo que les corresponde a los seres creados. Esta es la mayor diferencia entre los dos. Cuando las personas asumen sus deberes de acuerdo con los requerimientos de Dios, su relación con Él se vuelve cada vez más normal. ¿Y puede cualquier trabajo al que las personas se dediquen en el mundo lograr este efecto? Desde luego que no, el resultado es precisamente lo contrario. Mientras más años pase uno realizando trabajo mundano, más se rebela contra Dios y más se aleja de Él. Cuanto mejor vaya tu gestión personal, más te alejas de Dios; cuanto más exitosa sea tu gestión personal, más te alejas de los requerimientos de Dios. Por tanto, cumplir con el deber y dedicarse al trabajo mundano cuentan con dos naturalezas completamente diferentes.

Acabamos de debatir la diferencia entre el deber de una persona y que esta se dedique al trabajo mundano. ¿Qué aspecto de la verdad se pretende ayudar a comprender con este debate? No importa qué deber recibas, debes llevarlo a cabo como lo pide Dios. Por ejemplo, cuando se te escoge como líder de una iglesia, tu deber es desempeñar el trabajo que le corresponde a uno. ¿Y qué has de hacer una vez que hayas asumido este trabajo como tu deber? Primero, ser consciente de que únicamente el buen desempeño de tu trabajo como líder supone cumplir tu deber. No estás sirviendo como funcionario en el mundo exterior; si te conviertes en líder y te consideras un funcionario, es que te has descarriado. Pero, si dices: “Ahora que me he convertido en líder de la iglesia, no debo ser condescendiente. He de posicionarme por debajo de todos los demás, debo elevarlos y hacer que sean más importantes que yo”, entonces esta mentalidad está también equivocada; cualquier forma de fingir es inútil si no entiendes la verdad. Lo único que sirve es un entendimiento correcto de tu deber. Para empezar, debes apreciar la importancia del trabajo del líder de la iglesia. Es posible que una iglesia tenga varias docenas de miembros y has de pensar en cómo conducir a esas personas ante Dios y cómo permitir que la mayoría entienda la verdad y entre en la realidad-verdad. Asimismo, has de emplear más tiempo en regar y apoyar a aquellos que son negativos y débiles para que dejen de serlo y permitirles cumplir su deber. Debes también guiar a todos los que sean capaces de cumplir su deber para que entiendan la verdad y entren en la realidad, y para que actúen según los principios y cumplan adecuadamente su deber y, por ende, con mayor eficacia. Hay ciertas personas que llevan varios años creyendo en Dios, pero tienen una humanidad bastante malvada y siempre perturban y trastornan la obra de la iglesia. A estas personas se las debería podar como corresponde; habría que deshacerse de aquellos que se niegan con terquedad a arrepentirse. Se debería lidiar con ellos de acuerdo a los principios y disponer de ellos de una manera adecuada. Y lo más importante de todo: algunos en la iglesia poseen una humanidad relativamente buena y un poco de calibre y son capaces de llevar a cabo ciertos aspectos de la obra. A todas esas personas se las debe educar sin demora, más pronto que tarde. Necesitarán formación para ser competentes y, si nunca la reciben, no podrán hacer nada bien. ¿Acaso no son estas las tareas que un líder o un obrero necesitan realizar bien de un modo urgente? Si te has convertido en líder y no tienes en mente tales asuntos, si no llevas a cabo el trabajo de esta manera, ¿puedes cumplir bien tu deber? (No). Como líder, es esencial que organices todos y cada uno de los aspectos de la obra de la iglesia. Primero, el asunto más importante es cultivar a las personas con talento. Elevar a aquellos de buena humanidad y que poseen calibre, y cultivarlos y formarlos. Segundo, conducir a los hermanos y hermanas a entrar en la realidad-verdad y permitirles realizar introspección, conocerse a sí mismos, distinguir las herejías y las falacias, discernir a las personas y cumplir bien sus deberes; esta es una parte de la entrada en la vida. Tercero, facilitar que la mayoría de los que realmente son capaces de cumplir sus deberes, así lo hagan (excluyendo a los de inferior humanidad), y asegurarte de que obtienen resultados a la hora de cumplir su deber, en vez de solo actuar de manera superficial. Cuarto, ocuparte enseguida de aquellos que trastornan y perturban la obra de la iglesia. Si rechazan la verdad tras una enseñanza, se los debe podar. Y, si no se arrepienten en ningún momento, se los debe aislar para que reflexionen, e incluso echarlos o expulsarlos. Quinto, capacitar al pueblo escogido de Dios para que discierna a los incrédulos, los falsos líderes y los anticristos, a fin de garantizar que no se desoriente y pueda entrar en la senda correcta de creer en Dios en cuanto sea posible. Los cinco puntos anteriores son importantes y son las tareas inherentes al liderazgo. Cumplir bien estos cinco aspectos de la obra es lo que hace que alguien sea un líder cualificado de la iglesia. Asimismo, se han de gestionar las circunstancias especiales de un modo apropiado. Por ejemplo, la negatividad y debilidad de algunas personas podrían ser temporales y las debes tratar de un modo adecuado. No puedes emitir juicios indiscriminados; si alguien es negativo de forma transitoria y lo etiquetas como “pesimista” o “negativo crónico” y aseguras que Dios ya no lo quiere, eso no es apropiado. Además, todo el mundo debería desempeñar sus roles individuales y contribuir de acuerdo a sus habilidades. Lo más conveniente es que la organización para cumplir el deber se base en los dones, los talentos, el calibre y la edad de cada uno, así como en el periodo de tiempo que lleve creyendo en Dios. Este enfoque se debe ajustar a las diferentes clases de personas, permitiéndoles cumplir su deber en la casa de Dios y maximizar su función. Si mantienes estas consideraciones en mente, entonces desarrollarás una carga y tendrás que concentrarte siempre en observar. ¿En observar qué? No a quienes tengan una apariencia agradable a fin de relacionarte más con ellos; ni a quienes consideres feos para que los puedas excluir; ni a los que parezca que poseen capacidades y estatus para así poder congraciarte con ellos; ni desde luego a aquellos que no se inclinan ante ti, de modo que puedas intentar castigarlos. No observes nada de eso. En cambio, ¿qué deberías observar? Deberías discernir a las personas con base en las palabras de Dios, en Sus actitudes y requerimientos hacia diversos tipos de personas, y tratarlas según los principios, lo cual se ajusta a la verdad. Primero, categorizar a todas las clases de personas en la iglesia. Aquellos de buen calibre y con capacidad para aceptar la verdad pertenecen a una; los de pobre calibre e incapaces de aceptar la verdad, a otra; los que son capaces de cumplir sus deberes pertenecen a una distinta, y los que no, a otra más. Al final, esos incrédulos que siempre se quejan, que difunden nociones, que caen en la negatividad y que provocan perturbaciones deberían encuadrarse también en la misma categoría. Una vez que hayas categorizado a todo el mundo y hayas percibido minuciosamente el verdadero estado de cada grupo de acuerdo con las palabras de Dios, que hayas visto con claridad a quién se puede salvar y a quién no, entonces serás capaz de desentrañar a toda clase de personas; entenderás las intenciones de Dios y sabrás a quién quiere salvar Él y a quién quiere descartar. ¿Acaso no surge todo esto a causa de tu carga? ¿No es esta la actitud correcta hacia el deber? Si posees esta actitud correcta y surge una carga en ti, podrás hacer bien tu trabajo. Si no tratas tus deberes de esta manera y, en cambio, contemplas su desempeño como si tuvieras un puesto de autoridad y siempre piensas: “Ser líder es como tener un cargo oficial, ¡es una bendición de Dios! Ahora que tengo estatus, la gente ha de escucharme, ¡y eso es bueno!”. Si piensas que ser líder es lo mismo que ser un funcionario, tienes problemas. Sin duda, vas a liderar como un funcionario y basándote en cómo operan ellos. ¿Podrás cumplir entonces con la obra de la iglesia de manera adecuada? Con semejante punto de vista, no cabe duda de que te pondrán en evidencia y descartarán. Siempre te verías a ti mismo como un funcionario, rodeado de personas dondequiera que fueras, y la gente acataría cualquier cosa que dijeras. Además, tendrías prioridad respecto a cualquier beneficio en la iglesia. En cualquier obra de la iglesia, solo tendrías que dar órdenes sin hacer nada más. ¿Qué clase de mentalidad es esta? ¿Acaso no consiste en aprovecharse de los beneficios del estatus? ¿No es un carácter corrupto? Todos aquellos que no persiguen la verdad cumplen su deber sobre la base de un carácter satánico. Muchos líderes y obreros han sido revelados y descartados porque cumplían siempre con su deber conforme a un carácter satánico, sin aceptar ni un ápice de la verdad. Hoy en día, algunos líderes se siguen comportando así. Después de llegar a serlo, se sienten un poco eufóricos y un tanto satisfechos de sí mismos. Es difícil describir ese sentimiento, pero en cualquier caso, creen que lo han hecho bastante bien. Sin embargo, luego reflexionan: “No puedo ser altivo. La altivez es una señal de arrogancia, y la arrogancia es la antesala del fracaso. He de ser discreto”. En apariencia, obran con discreción y le dicen a todo el mundo que es una elevación y una comisión de Dios, que no les queda más remedio que hacerlo. Sin embargo, por dentro, se regocijan en secreto: “Al fin me han escogido. ¿Quién dice que mi calibre no sea bueno? Si mi calibre fuera pobre, ¿cómo podrían haberme elegido? ¿Por qué no eligieron a otro? Parece que cuento con ventaja respecto a los demás”. Cuando este deber recae sobre ellos, son estas las cosas que primero piensan en sus corazones. No meditan: “Ahora que este deber ha recaído sobre mí, ¿cómo debo desempeñarlo? ¿Quiénes han hecho un buen trabajo en el pasado para que pueda aprender de ellos? ¿Cuáles son los requerimientos de Dios para cumplir este deber? ¿Existen tales requerimientos en la organización del trabajo de la iglesia? No solía preocuparme nunca sobre estos aspectos del trabajo de la iglesia, pero, ahora que me han elegido líder, ¿qué debería hacer?”. En realidad, mientras poseas determinación y seas capaz de buscar la verdad, existe una senda. Si tratas el trabajo como tu deber, será fácil que lo hagas bien. Algunas personas se convierten en líderes y dicen: “¿Ahora me han encomendado a estas personas? ¿Va a depender de mí cómo se reúnan y qué trabajo se les encargue? Oh, vaya, ahora mismo siento un gran peso en el corazón”. ¿Qué implican estas palabras? Es como si pudiera conseguir grandes logros; todo es palabrería y doctrinas. ¿No es este tipo de persona un poco hipócrita? ¿Ha dicho alguno de vosotros tales cosas alguna vez? (Sí). Entonces también sois todos bastante hipócritas. Sin embargo, este comportamiento es normal en las personas. Incluso aquellos que se convierten en funcionarios menores alardean un poco. De repente sienten que su valor personal ha aumentado y, en cuanto saborean un poco de estatus y de fama y ganancia, sus corazones se agitan como un mar embravecido y se convierten en personas diferentes. Emergen todas sus actitudes corruptas y deseos extravagantes. Todo el mundo tiene estos comportamientos negativos, pasivos; son comunes en la humanidad corrupta. Cualquier ser humano que sea corrupto los tiene. Algunas personas, tras convertirse en líderes, ya no están seguras ni de cómo deben caminar; otras no lo están de cómo han de hablar a las personas. Por supuesto, no es una cuestión de timidez, sino más bien de incertidumbre respecto a cómo debe conducirse un líder. Otros, tras llegar al puesto de líder, no saben qué comer o qué ropa ponerse. Se producen toda clase de conductas. ¿Alguno de vosotros muestra estos comportamientos? En mayor o menor medida, seguro que todos los reveláis. ¿Cuánto tiempo llevará dejar atrás estos estados y comportamientos? ¿Uno o dos años, de tres a cinco o tal vez diez? Depende de la determinación que tenga uno a la hora de perseguir la verdad y de la intensidad con que lo haga.

Durante el proceso de perseguir la verdad, la comprensión de algunas personas sobre esta es directamente proporcional a su entrada; las dos son equivalentes. Pueden entrar en tanta verdad como sean capaces de entender; la profundidad de su entendimiento de la verdad es también la de su entrada, así como la profundidad de su comprensión, sus sentimientos y experiencias. Sin embargo, algunas personas entienden muchas doctrinas, pero su práctica y entrada son nulas. Por tanto, no importa cuántos sermones hayan escuchado, nunca van a ser capaces de resolver sus dificultades internas. Al enfrentarse a un asunto menor, aparece de inmediato su aspecto más desagradable y no pueden controlarlo por mucho que lo intenten; no importa cuánto lo disfracen, su corrupción se sigue revelando. Siguen siendo incapaces de aceptar la verdad o de buscarla para obtener soluciones. Aprenden incluso a levantar una fachada, a engañar y a fingir que son buenos. Durante todo ese tiempo, no desechan ni cambian sus actitudes corruptas; este es el resultado de no perseguir la verdad. Así que, al fin y al cabo, todo se reduce a la misma frase: perseguir la verdad es muy importante. Lo mismo se aplica a cumplir con el propio deber. No importa qué deber recibas, da igual cuál recaiga sobre ti, ya sea un deber que conlleve una gran responsabilidad o uno más simple; incluso si no es muy destacable, si eres capaz de buscar la verdad y tratarlo de acuerdo con los principios-verdad, podrás cumplirlo bien. Asimismo, durante el proceso de cumplir con tus deberes, experimentarás diversos grados de crecimiento, tanto en tu entrada en la vida como en el cambio de carácter. Sin embargo, si no persigues la verdad y tratas simplemente tu deber como tu propia gestión, tu propia tarea, o lo consideras tu preferencia o trabajo personal, tendrás problemas. Es diferente tratar tu deber como un asunto propio o tratarlo conforme a los principios-verdad. Cuando tratas tu deber como tu gestión, ¿qué persigues? Buscas la fama, la ganancia y el estatus, esperas que otros satisfagan tus demandas. ¿Cuál será el resultado final de cumplir con tu deber de esta manera? Por una parte, no satisfará el estándar; supone un esfuerzo inútil. Aunque en apariencia hayas hecho un gran esfuerzo, no has buscado la verdad, así que los frutos de tu deber serán pobres y Dios no quedará complacido. Por otra parte, cometerás a menudo transgresiones y trastornarás y perturbarás y con frecuencia cometerás errores que tendrán consecuencias adversas. Ahora muchas personas se quedan muy cortas en el cumplimiento de sus deberes. Actúan de forma obstinada y arbitraria, sin lograr básicamente ningún resultado y a veces incluso causan pérdidas a la obra de la iglesia. Cumplir con tu deber de esta forma supone trastornar y perturbar de veras la obra de la iglesia; es el comportamiento de una persona totalmente malvada. Se ha de desenmascarar a aquellos que adoptan de manera constante una aproximación superficial al cumplimiento de su deber, a fin de que puedan reflexionar sobre sí mismos. Si de verdad pueden hacerlo, reconocer sus errores y odiarse a sí mismos, pueden quedarse y continuar cumpliendo sus deberes. Sin embargo, si nunca admiten sus errores y se siguen defendiendo y justificando, si aseguran que no hay amor en la casa de Dios y que se los trata de manera injusta, eso es señal de una obstinada falta de arrepentimiento y se les debería echar de la iglesia. ¿Cuál es la causa principal de los trastornos y perturbaciones de estas personas? ¿Es porque planearon de manera intencionada trastornar y perturbar? No, la razón principal es que no aman la verdad en absoluto y su humanidad es muy mala. Algunos de estos individuos poseen algo de calibre y pueden entender la verdad, pero no la aceptan en lo más mínimo, y mucho menos la practican. Su humanidad es extremadamente vil. Al margen del deber que lleven a cabo, siempre causan trastornos y perturbaciones, arruinan la obra de la iglesia y ocasionan muchos desenlaces malignos con una influencia terrible. No cabe duda de que estas personas son incrédulos y que todos ellos son malvados. Por esto principalmente se los descarta. Ahora, la mayoría de la gente puede identificar a los incrédulos. Cuando ven los diversos comportamientos de estos individuos, se enfadan. ¿Cómo se puede considerar a estas personas creyentes en Dios? Son lacayos de Satanás, enviados para trastornar y perturbar la obra de la iglesia. Algunos son meros vividores, de esos que aman la comodidad y odian el trabajo; no quieren hacer nada, pero pretenden comer bien a diario. ¿Acaso no son parásitos? Son incluso inferiores a los perros guardianes. Por lo tanto, se los ha descartado. Aquellos que realmente creen en Dios son personas dispuestas y con ansias de cumplir con su deber. Aunque la mayoría no sabe qué significa en realidad el deber, al menos son conscientes en su corazón de que las personas han de cumplirlo y están dispuestas a hacerlo. Sin embargo, ¿estar dispuesto a cumplir con los deberes de uno quiere decir que uno está practicando la verdad? ¿Significa esta voluntad interna que uno ha cumplido bien con sus deberes? En absoluto. Uno debe poner la verdad en práctica y satisfacer el estándar de obrar de acuerdo con los principios para que se considere que ha cumplido bien con sus deberes. Antes de poner la verdad en práctica, no importa cuánta fe asegures tener, o lo ansioso y dispuesto que digas estar, ser capaz de arriesgar tu vida, de no vacilar a la hora de cruzar el fuego y el agua, no son más que consignas que no sirven para nada. Basándote en esta disposición, también debes actuar de acuerdo con los principios-verdad. Dices: “No amo especialmente la verdad ni tampoco la persigo y no he cambiado mucho de carácter mientras llevo a cabo mis deberes. Sin embargo, hay una cosa a la que me he aferrado: hago lo que me mandan. No causo trastornos ni perturbaciones, puede que no logre la sumisión, pero escucho”. ¿Acaso alguien que actuara así no lograría permanecer en la iglesia y cumplir sus deberes con normalidad? Sin embargo, estas personas malvadas y los incrédulos a los que se echó no eran siquiera capaces de cumplir con este mínimo requerimiento y causaron perturbaciones. A semejantes incrédulos o personas malvadas no se les debería permitir quedarse en la iglesia para cumplir con sus deberes. El pueblo escogido de Dios debe discernir entre los incrédulos y las personas malvadas; de lo contrario, será fácilmente desorientado por ellos. Cualquier persona con conciencia y razón debería adoptar una actitud de rechazo hacia los incrédulos y los malvados.

Cumplir con los deberes de uno es el aspecto más crucial de creer en Dios. Primero, uno debe entender qué es el deber, y luego obtener gradualmente una experiencia y una comprensión auténticas de ello. ¿Cuál es la actitud mínima que debe tener una persona hacia su deber? Si dices: “La casa de Dios me encargó este deber, así que me pertenece. Puedo hacer lo que me plazca, porque es asunto mío y nadie puede interferir”, ¿es esta una actitud aceptable? En absoluto. Si esta es tu actitud cuando cumples con tu deber, tienes un problema, porque no coincide con los principios-verdad. Tu actitud es hacer lo que te dé la gana en lugar de buscar la verdad y mucho menos tener un corazón temeroso de Dios. Si una persona es demasiado obcecada, será negligente con el trabajo que le corresponde mientras cumple con su deber. ¿Qué actitud debería tener una persona a la hora de llevar a cabo su deber? Ha de tener el deseo de someterse a Dios y satisfacerlo. Si no completa la comisión que Dios le ha encomendado, siente que lo ha decepcionado, y si no ha cumplido de manera adecuada con su deber, siente que no es digno de llamarse humano. Tener esta clase de actitud mientras cumples con tu deber te hace leal. Para cumplir bien con tu deber, primero debes saber qué exige Dios y buscar la verdad y los principios. Una vez que te hayas cerciorado de que la comisión que Dios te ha encargado es tu deber, deberías buscar pensando: “¿Cómo puedo cumplir bien con mi deber? ¿Qué principios-verdad debería practicar? ¿Qué exige Dios de las personas? ¿Qué obra debería hacer yo? ¿Cómo debería actuar para llevar a cabo mis responsabilidades y ser leal?”. ¿A quién le estás siendo leal? A Dios. Debes serle leal a Él y cumplir tus responsabilidades con las personas. Deberías cumplir con tu deber de acuerdo con las palabras de Dios y los principios-verdad y atenerte a él. ¿Qué significa atenerte a tu deber? Por ejemplo, si se te ha encargado un deber durante un año o dos, pero hasta ahora nadie te ha supervisado, ¿qué deberías hacer? Si nadie te vigila, ¿significa que ya no existe el deber? No. No te preocupes por si alguien te vigila o inspecciona lo que estás haciendo; esta tarea se te encomendó a ti, así que es tu responsabilidad. Deberías considerar cómo llevar a cabo este trabajo y cómo se puede realizar bien y así es como deberías hacerlo. Supón que siempre esperas a que los demás te controlen, te supervisen y te insten a continuar, ¿es esa la actitud que deberías adoptar con tu deber? ¿Qué clase de actitud es esta? Es negativa; no es la que deberías adoptar hacia tu deber. Si tienes esta conducta, tu cumplimiento del deber será ciertamente inadecuado. Para desempeñarlo de manera apropiada, primero debes tener una actitud adecuada y esta debe estar en consonancia con los principios-verdad. Es la única manera de garantizar que cumplas bien con tu deber.

En cuanto a qué es el deber, a la actitud de uno hacia este, así como a la diferencia entre cumplir con el propio deber y dedicarse a cualquier clase de trabajo mundano, nuestra charla acerca de estos temas va a concluir aquí por ahora. Todos deberíais meditar sobre el contenido que hemos compartido. Por ejemplo, ¿por qué debatir la relación entre cumplir con el propio deber y ejercer una gestión personal? ¿Qué resultado se pretende conseguir al discutir estos temas? Por el lado positivo, puede proporcionar a la gente una senda, un rumbo y unos principios correctos para cumplir su deber. Por el negativo, puede ayudar a identificar qué comportamientos cuentan como dedicarse a la gestión personal. Estos dos aspectos están interconectados y son distintos el uno del otro. Comprender estas dos vertientes no consiste en entender palabras de la verdad; has de comprender qué estados y manifestaciones están involucrados, contar con un concienzudo entendimiento de estos y poder discernirlos. De esta forma, si eres una persona que persigue la verdad, la próxima vez que exhibas un estado incorrecto o una manifestación equivocada, la buscarás para encontrar una salida. Si no entiendes este aspecto de la verdad, puede que te dediques a la gestión personal y pienses que estás esforzándote por Dios e incluso creas que estás cumpliendo tu deber y eres muy leal. Tales consecuencias surgirán de no entender la verdad. Por ejemplo, durante el proceso de cumplir tu deber, cuando se revelan algunos de tus pensamientos y métodos —además de tus intenciones y de los motivos tras tus acciones—, te das cuenta de que te has desviado de los principios y del ámbito de cumplir tu deber y de que no lo estás llevando a cabo. Se ha producido un cambio de naturaleza y en realidad te dedicas a la gestión personal. Solo cuando entiendes estas verdades puedes encontrar una salida y poner fin a tales pensamientos, acciones y manifestaciones. Sin embargo, si no entiendes la verdad y te dedicas a tu propia gestión personal mientras cumples tu deber, serás ajeno al hecho de que has vulnerado los principios. Como Pablo, por ejemplo. Después de trabajar y correr de un lado a otro durante muchos años, acabó gritándole a Dios: “¡Si no me concedes una corona, Tú no eres Dios!”. Como ves, aún se atrevió a pronunciar tales palabras. Si las personas de hoy en día, tras haber entendido la verdad, todavía siguen la senda de Pablo es que no son de los que aman la verdad. Si eres una persona que cree de veras en Dios, entender la verdad resulta crucial para ti. Sin entender la verdad, sin duda estás viviendo en función de un carácter satánico. En el mejor de los casos, solo acatarás algunos preceptos y evitarás cometer fechorías evidentes, al tiempo que piensas que todavía practicas la verdad. Eso sería bastante lamentable. Por tanto, si uno desea perseguir la verdad y pretende entrar en la realidad-verdad, primero debe entender la verdad. El propósito de entenderla es que la gente pueda percibir con certeza a otras personas y acontecimientos, tener discernimiento, contar con principios para la acción, disponer de una senda de práctica y lograr la sumisión a Dios. Cuando entiendes la verdad, puedes discernir a toda clase de personas, acontecimientos y cosas, elegir la senda correcta de práctica, hablar y obrar de acuerdo con los principios, desechar tus actitudes corruptas y lograr la sumisión a Dios. Si no entiendes la verdad, la senda por la que caminas será sin duda la equivocada y no tendrás ninguna entrada en la vida ni tampoco te podrás salvar. Algunas personas son especialmente hábiles a la hora de disfrazarse, aparentan que persiguen la verdad, pero no cuentan con principios en sus acciones y todo lo que hacen causa trastornos y perturbaciones y le crean muchos problemas a la obra de la iglesia; tales personas no tienen salvación. Por tanto, el propósito de escuchar con frecuencia los sermones y de comer y beber las palabras de Dios a menudo no es el de tener un compromiso superficial ni el de llenar el corazón, tampoco es para equiparse a uno mismo con doctrinas ni practicar la elocuencia; el objetivo es equiparse con la verdad y alcanzar un entendimiento de esta. Lo que acabamos de discutir no es en realidad especialmente profundo en lo referente a la verdad de conocer a Dios; se trata de la verdad más básica. El entendimiento que las personas poseen de esta es limitado y varía en su profundidad, además de que depende del calibre individual. Algunas personas comprenden con mayor profundidad; en otras palabras, tienen capacidad de comprensión. Otras entienden de una manera bastante superficial. Al margen de lo profunda que sea la comprensión de alguien, lo fundamental es la práctica de la verdad. Sin embargo, la verdad no se puede clasificar en grande o pequeña, en noble o inferior, ni en profunda o superficial. Es decir, la verdad se puede catalogar como lo más básico o lo más elemental, pero no se puede dividir en grados de profundidad; lo que sucede es que la gente comprende y experimenta con distinta profundidad. Cualquier cosa que atañe a la esencia de la verdad es igualmente profunda y no es algo que cualquiera pueda experimentar del todo o poseer por completo. No importa qué aspecto de la verdad esté implicado, la gente ha de empezar por la capa más superficial en su comprensión y práctica, y luego progresar de una manera paulatina de lo superficial a lo profundo, alcanzar un verdadero entendimiento de la verdad y entrar en la realidad. La parte más superficial de la verdad es lo que se puede entender literalmente. Si la gente no practica ni entra, solo entiende algunas palabras y doctrinas. Limitarse a entender palabras y doctrinas queda muy lejos de la esencia de la verdad. La gente que no entiende la verdad considera la capacidad de explicar el significado literal como entendimiento de la verdad; eso no es más que ignorancia humana. Si tu práctica de la verdad solo consiste en seguir preceptos y aplicarlos con rigidez, sin ningún principio, no creas que eso es practicar la verdad y entrar en la realidad; todavía estás lejos de ello. Si continúas practicando y experimentando durante algunos años más y descubres mucha más luz, con eso te bastará para practicar y experimentar durante varios meses o años adicionales. Luego, una vez poseas una mayor experiencia, será posible que descubras una nueva luz, de modo que así avances desde lo superficial a lo profundo, paso a paso; eso es que has entrado realmente en la realidad-verdad. Solo alguien que haya entrado totalmente en la realidad-verdad ha alcanzado la verdad. Aunque un día vivas la realidad de la verdad y se pueda decir que has obtenido la verdad, en realidad lo que has experimentado y has llegado a conocer sigue siendo limitado. No puedes afirmar que tú eres la verdad ni, como hizo Pablo, asegurar que: “Para mí, el vivir es Cristo” (Filipenses 1:21), porque la verdad es demasiado profunda y lo que uno experimenta y entiende durante varias décadas de una vida es extremadamente limitado. Entonces, como es obvio, resulta factible que la gente pueda entender la verdad hasta cierto punto, pero obtenerla no es nada fácil. Si alguien no puede entender ni poner en práctica ni siquiera las verdades más superficiales, se trata de una persona que no ama la verdad y sin duda carece de entendimiento espiritual. Aquellos que no están nada cerca de la verdad no se pueden salvar. Aquellos que nunca entienden la verdad no pueden cumplir bien su deber; son vidas desperdiciadas, bestias con atuendo humano. Algunas personas creen que entienden la verdad solo porque comprenden algunas doctrinas. Si de verdad entienden algunas verdades, ¿por qué no les resulta posible cumplir bien sus deberes? ¿Por qué no cuentan con principios en sus acciones? Esto demuestra que entender doctrinas es inútil; comprender más doctrinas no implica entender la verdad.

Después de compartir acerca del tema del deber, vamos a continuar con la cuestión del adecuado cumplimiento del deber. El énfasis de este asunto se halla en la palabra “adecuado”. Por tanto, ¿cómo se puede definir “adecuado”? En esto también hay que buscar verdades. ¿Es adecuado realizar simplemente un trabajo pasable? En cuanto a los detalles específicos de cómo comprender y considerar la palabra “adecuado”, has de entender muchas verdades y hablar más sobre la verdad. Durante el cumplimiento de tu deber, has de entender la verdad y los principios; solo entonces puedes alcanzar un adecuado cumplimiento del deber. ¿Por qué debe la gente cumplir con sus deberes? Una vez que creen en Dios y han aceptado Su comisión, las personas tienen su parte de responsabilidad y obligación en la obra de la casa de Dios y en el lugar donde obra Dios, y, a su vez, debido a esta responsabilidad y obligación, se han convertido en un elemento en la obra de Dios, en uno de los destinatarios de Su obra y de Su salvación. Hay una relación bastante sustancial entre la salvación de las personas y cómo cumplen su deber, si pueden cumplirlo bien y ejecutarlo de la manera adecuada. Desde que te has convertido en parte de la casa de Dios y has aceptado Su comisión, tienes un deber. A ti no te corresponde decir cómo se debe llevar a cabo este deber; le corresponde decidirlo a Dios. También es algo que concierne a la verdad y lo dictan los estándares de esta. Por tanto, la gente debe saber, comprender y tener claro cómo evalúa Dios los deberes de las personas, en qué se basa para hacerlo; esto es algo sobre lo que merece la pena investigar. En la obra de Dios, las diferentes personas reciben deberes distintos. Es decir, gente con diversos dones, calibres, edades y condiciones reciben diferentes deberes en momentos distintos. Da igual qué deber has recibido, y no importa en qué momentos o circunstancias ocurra, tu deber es solo una responsabilidad y obligación que se supone que has de cumplir, no es tu gestión, ni mucho menos tu negocio. El estándar que Dios exige para el cumplimiento de tu deber es que sea “adecuado”. ¿Qué significa ser “adecuado”? Que cumple con las demandas de Dios y lo satisface. Dios es el que decide si es adecuado y si debe recibir Su aprobación. Solo entonces el cumplimiento de tu deber será adecuado. Si Dios dice que no es adecuado, es que no lo es, no importa cuánto tiempo lo lleves cumpliendo y cuán alto sea el precio que hayas pagado. ¿Qué resultado se producirá? Todo se catalogará como contribuir con mano de obra. Solo será perdonada una minoría de la mano de obra con corazones leales. Si no son leales siendo mano de obra no existe esperanza de que se les perdone. Hablando claro, los destruirá un desastre. Si uno nunca da la talla en el cumplimiento de su deber, se le retirará el derecho a cumplirlo. Después de que se retire este derecho, a algunas personas se las apartará. Después de apartarlas, se lidiará con ellas por otros medios. ¿Eso de “por otros medios” significa que se las descartará? No necesariamente. Dios se fija ante todo en si una persona se ha arrepentido. Por tanto, resulta crucial cómo cumplas tu deber y la gente debería tomárselo en serio y a conciencia. Debido a que cumplir tu deber está directamente conectado a tu entrada en la vida y a la entrada en las realidades-verdad, así como a grandes cuestiones como la salvación o el ser perfeccionado, debes tratar el cumplimiento de tu deber como la primera y principal tarea a la hora de creer en Dios. No puedes mostrarte atolondrado a este respecto. En el transcurso del cumplimiento de su deber, diversas personas exhibirán una gama de comportamientos diferentes. Estos distintos comportamientos no solo resultan visibles a las personas, sino también a Dios. No es solo la iglesia la que pone nota y evalúa; en última instancia, Dios también calificará y realizará evaluaciones a todos aquellos que cumplan su deber. Algunos alcanzan el estándar a un nivel básico, mientras que otros son totalmente inadecuados. Algunas personas inadecuadas seguirán bajo observación, mientras que Dios ya habrá categorizado de manera definitiva a otras. ¿A qué personas considera Dios inadecuadas? A las de pobre humanidad y a las que carecen de conciencia y razón, que cumplen sistemáticamente su deber de una manera superficial. Con independencia de cuánta gracia de Dios disfruten, no están interesados en corresponder y carecen de gratitud. Naturalmente, esto incluye también a las personas malvadas. Se puede decir que alguien con pobre humanidad y que carece de conciencia y razón cumple su deber de manera inadecuada. Aquellos que son claramente malvados cometerán incontables actos malvados durante el cumplimiento de sus deberes. Mientras nadie les eche, seguirán cometiendo maldades. Hay que echar enseguida a esas personas. Por supuesto, aparte hay otras que aparentan tener algo de semejanza humana y que no parecen ser malas personas, pero su cumplimiento del deber es superficial y no da frutos. Tras ser podadas y recibir enseñanzas sobre la verdad, dependerá, en última instancia, de cómo actúen y de si se han arrepentido con sinceridad o no. En el caso de estas personas, Dios sigue a la espera y observando. En cuanto a aquellos de pobre humanidad y carentes de conciencia y razón, así como los que son claramente malvados, Dios ya ha alcanzado un veredicto concluyente respecto a ellos; se les ha de descartar por completo.

A continuación, vamos a hablar sobre las manifestaciones de un cumplimiento inadecuado del deber. Voy a compartir primero un ejemplo y todos podréis discernir si esta persona está cumpliendo su deber de manera adecuada y de acuerdo con los requisitos de Dios. En una ocasión, la iglesia eligió a un líder, que fue acogido por una familia que era creyente a medias: algunos miembros eran creyentes y otros no. Sin embargo, todos contaban con un rasgo peculiar, que consistía en que eran especialmente hábiles percibiendo los estados de ánimo de los que tenían autoridad y adulándolos. ¿Qué creó este rasgo inadvertidamente en el líder? (Una tentación). Le creó una tentación. ¿Fue esto una bendición o una desgracia para él? Está por ver si fue una bendición o una desgracia; continuemos. Cuando esta familia acogió al líder, le servían carne y buenos alimentos en cada comida. ¿Por qué lo recibieron así? ¿Fue por amor? ¿Habrían recibido así a los hermanos y hermanas? Por supuesto que no. Cuando el líder estaba allí, le preparaban carne todos los días. Al final, el líder, complacido con las comidas, le dijo a la familia: “Toda vuestra familia ama a Dios. Tu madre puede entrar en el reino, tu hijo puede entrar en el reino, y tú y tu esposa podéis entrar también en el reino. En un futuro, toda vuestra familia podrá entrar en el reino”. Al oír esto, la familia se puso eufórica y pensó: “Todos podremos entrar en el reino, incluso los no creyentes. Parece que la carne que le hemos estado ofreciendo no ha sido en vano; se la debemos seguir sirviendo”. En realidad, esta familia entendía muy poco sobre lo que conlleva entrar en el reino, pero sabían que era algo bueno. ¿Qué creyente en Dios no querría entrar en el reino de los cielos y recibir bendiciones? Pensaban: “Mientras el líder diga que podemos entrar en el reino, es que podemos, ¿no? La palabra del líder es decisiva; después de todo, ¡el líder representa a Dios!”. Más adelante, a medida que el líder repetía con mayor frecuencia que podrían entrar en el reino, más copiosas eran las comidas que le ofrecían. Con el tiempo, este líder ya no quería visitar a otras familias porque no le ofrecían tantas cosas buenas ni lo agasajaban de esa manera. No pasó mucho tiempo hasta que el líder comenzó a engordar cada vez más; su cabeza también engordó y pasó de ser una “cabeza humana” a ser una “cabeza de cerdo”. Esto se hizo evidente enseguida durante una reunión de colaboradores. Apenas hacía un mes que no lo veían y había aumentado tanto de peso que le preguntaron con insistencia por su trabajo. Descubrieron problemas serios y le aplicaron una severa poda; diseccionaron la esencia de su problema antes de sustituir finalmente a este falso líder. Una investigación más exhaustiva reveló más problemas: este falso líder no había realizado ningún trabajo real y se deleitaba a diario con los beneficios de su estatus. Favorecía a los que le adulaban, promocionándolos, al tiempo que reprimía a los que no le ofrecían regalos. Incluso exigía que su mujer le trajera más pollo para comer. Así pues, ¿qué pensáis de la manera que tenía este falso líder de cumplir su deber? ¿Cuál era su actitud hacia este? En realidad, no hacía el trabajo; más bien parecía que se había trasladado únicamente para ejercer de funcionario. Si no, ¿cómo podía haber engordado tanto? Existen dos razones: por un lado, eligió a propósito quedarse con familias de acogida en las que podía comer carne y permitirse constantes lujos; por otro, no tenía sensación alguna de carga mientras llevaba a cabo su deber y no sufrió ninguna adversidad. Si un líder u obrero tiene conciencia de la carga, ¿no se sentiría estresado y ansioso al ver la gran cantidad de trabajo en la iglesia y los muchos asuntos que requieren solución urgente? Esta ansiedad lo llevaría a la acción; de inmediato comenzaría a abordar estas cuestiones gastando energía y soportando algunas penurias. Desde el punto de vista físico, lo único que haría sería perder peso; es una ley natural. ¿En qué condiciones podría alguien comer cada vez más y ganar peso? Solo si comiera hasta hartarse durante todo el día y no se centrara en nada más, si estuviera libre de cargas y se sentara en un lugar elevado y poderoso, desconectado de la comunidad y del lugar de trabajo, entregado a las comodidades carnales. Esa es la única manera en la que alguien podría seguir engordando, pasar de ser una “cabeza humana” a una “cabeza de cerdo” en poco más de un mes. ¿Hasta qué punto estaba cumpliendo bien este líder su deber? Había cambiado la naturaleza de su papel de líder; la cuestión ya no era cumplir su deber, sino recrearse en la comodidad y los beneficios del estatus. Actuaba como un funcionario del gobierno. No solo rehuía el trabajo real, sino que también cometía fechorías. Si alguien no lo adulaba o no le proporcionaba alimentos deliciosos, lo reprimía. Además, incitaba a los hermanos y hermanas a que se unieran a él para podarlos, lo que acabó por despertar la ira pública. La gente empezó a sentir repulsión por él y a distanciarse. Más allá de las razones de su destitución, hablemos de si su cumplimiento del deber era adecuado. Su complacencia hacia los beneficios del estatus y la falta de trabajo real son las cuestiones más graves. No servía al pueblo escogido de Dios; se comportaba con ellos como un funcionario y no cumplía en ningún caso su deber. En su trabajo como líder, no evidenció ni una pizca de lealtad en el cumplimiento de su deber y menos aún le dedicó su corazón y sus energías, los cuales solo volcaba en comer, beber y divertirse. Se devanaba los sesos pensando en cómo disfrutar de los beneficios del estatus y no compartió la verdad con la familia de acogida para ponerle coto a su comportamiento adulador. Además, les engañó al afirmar que solo si lo acogían de esa manera tendrían acceso al reino y a obtener recompensas. ¿No es esto hacer el mal? Si trataba así a la familia anfitriona, ¿qué haría en el trabajo de la iglesia? ¿Cómo trataría al pueblo escogido de Dios? Sin duda, rebosaba de engaños y superficialidad. ¿Sabía esta persona realmente lo que era el deber? ¿Conocía cuál era la obra que Dios le había encomendado? ¿Cómo se tomaba este encargo? Lo tomó como un capital y como base para disfrutar de los beneficios de su estatus y, a consecuencia de ello, cometió numerosas maldades, perturbando la vida de la iglesia y causando pérdidas a la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Tal forma de cumplir el deber no solo es inadecuada, sino que también se ha convertido en malas acciones. Al carecer de cualquier elemento adecuado para cumplir el deber, ¿acaso es posible que Dios los recuerde? (No). Es evidente que no, lo cual resulta bastante lamentable. Ya es deplorable no entender la verdad; ¿acaso no resulta aún más lamentable entenderla y no practicarla? (Sí). Este es el Primer Caso, el de “La cabeza humana que se convirtió en cabeza de cerdo”. Este caso es relativamente sencillo: implica disfrutar de los beneficios del estatus, cumplir el deber sin una pizca de lealtad y carecer incluso de un corazón un poco temeroso de Dios. Este líder trató el deber que le encargó Dios como capital para disfrutar de los beneficios de su estatus. Esto resulta fácil de discernir. Recordad el nombre del Primer Caso para que en el futuro podáis establecer una comparación, discernir a otros y motivaros a vosotros mismos. ¿Qué os parece este caso del que os he hablado? ¿Detestáis a esas personas y esas acciones? (Sí). Si aceptarais la comisión de Dios, ¿podríais cometer tales actos? Si pudierais tener más razón que ese falso líder y ser un poco comedidos y pudierais esforzaros por la verdad, entonces todavía queda alguna esperanza. Sin embargo, si sois capaces de abandonaros a la comida y a la bebida y a disfrutar de los beneficios del estatus, igual que él, entonces se os pondrá en evidencia y se os descartará; seréis meros falsos líderes y personas a las que Dios detesta. Ahora contáis con algo de discernimiento y comprendéis algunas verdades. La medida en la que puedas frenarte y controlarte determina cuánta esperanza tienes de salvación; son directamente proporcionales. Si no te puedes frenar y continúas obrando de acuerdo con tus propias preferencias, vives con un carácter corrupto y te entregas a los beneficios del estatus, complacido y embriagado cuando alguien te adula, sin hacer ninguna introspección ni tener auténtico arrepentimiento, entonces tus esperanzas de recibir la salvación son nulas.

A continuación, hablemos sobre otro caso. Durante la expansión del evangelio, muchas personas en la iglesia se desplazan a diversos lugares para difundirlo. La obra de divulgar el evangelio es un deber para cualquiera. Al margen de cómo la percibas o de si piensas que este deber es bueno o no, en general, se trata de una comisión que Dios les encarga a las personas. Hablando de las comisiones que encarga Dios, estas conllevan tanto la responsabilidad como el deber de las personas. Al tener esta relación con el deber, también tienen que ver con cómo uno lo cumple. Durante el proceso de difundir el evangelio, hay quienes buscan específicamente zonas y viviendas ricas. Cuando ven a alguien que conduce un buen coche o vive en una gran casa, sienten envidia y celos. Si encuentran un hogar donde los acogen bien, se quedan allí y su corazón se llena de codicia. Creen que, ya que han realizado contribuciones para difundir el evangelio, deberían disfrutar de algo de gracia. Así, ¿en qué se convierte su difusión del evangelio? En vender su mano de obra. Lo único que hacen es abandonarse a los placeres de la carne, intercambiar su mano de obra por el goce físico. Pasados dos o tres años, han ganado a algunas personas tras difundir allí el evangelio e incluso han fundado una iglesia, por lo que acumulan algo de capital. Luego empiezan a dejarse llevar, y para cuando regresan “gloriosamente” a su hogar, lucen radiantes, prácticamente se han convertido en una persona a la moda. Traen electrodomésticos y productos electrónicos de última generación y van vestidos con ropa buena de la cabeza a los pies. Sus vecinos ya no son capaces de reconocerlos, les da la sensación de que se han hecho ricos en alguna parte. ¿Acaso no existe aquí un problema? Han sido creyentes durante muchos años y siempre cumplen su deber lejos del hogar. En sus inicios, no poseían nada de valor en su casa, pero ahora vuelven con ropa de calidad y con sofisticados aparatos que les da la gente; están bien vestidos y provistos de tecnología. Lo consideran la gracia de Dios. Pero ¿de dónde provienen en realidad estas cosas? Se puede decir que las intercambiaron por su trabajo de difundir el evangelio. Algunas personas se han fijado en sus muchos años de fe y en su arduo esfuerzo en la difusión del evangelio, así que les entregan algunos buenos obsequios. ¿Es esto “dar” limosnas? ¿Se trata de misericordia? Si estas cosas tan buenas las obtienen por difundir el evangelio, si otros se las regalan para adularlos, ¿resulta apropiado que las consideren el favor o la gracia de Dios? Dicho sin tapujos, se están aprovechando de la oportunidad de difundir el evangelio para conseguir estos presentes. Si siempre se lamentan de su pobreza delante de los demás, a la vez que mencionan que les gusta esto o aquello, de forma que la gente se lo regala de manera reticente, ¿no se asemeja esto a la extorsión o el chantaje? A algunos de los que predican el evangelio les gusta decirles a los demás: “Nosotros, los que difundimos el evangelio, somos mensajeros de Dios, Él nos ha enviado. Recibís el evangelio de Dios de nosotros, ¡qué tremenda bendición y ventaja obtenéis! Ya que sois tan ricos y habéis disfrutado de tanta gracia de Dios, ¿no deberíais mostrar un poco de agradecimiento? ¿No deberíais compartir con nosotros algunos de los objetos que os sobran o que no usáis?”. Después de haber sido persuadidos de esa manera, algunas personas, por vergüenza, acaban por ceder, y los difusores del evangelio piensan que está del todo justificado. Aquellos que dan, ¿lo hacen en realidad por su propia voluntad? Con independencia de que sea así o no, ¿deberían los difusores del evangelio recibir tales obsequios? (No). Algunos lo racionalizan: “¿Por qué no? He trabajado sin descanso para predicar el evangelio, ¿no es la gracia de Dios que reciba estas pocas cosas?”. ¿Qué haces cuando predicas el evangelio? ¿Te ganas la vida con ello? Predicar el evangelio no es una transacción, es tu deber. Al exigirle cosas a la gente, básicamente, se las estás exigiendo a Dios. Sin embargo, ya que no puedes llegar hasta Él ni te atreves a pedírselas, se las pides a la gente y los desorientas con una sarta de teorías espirituales. Te parece que has hecho méritos al ganar a algunas personas mediante la difusión del evangelio y que tienes derecho a recibir alguna compensación por tus esfuerzos. No te parece correcto pedir dinero directamente, así que, en vez de hacerlo, pides cosas, pues crees que de este modo tus esfuerzos no han sido en vano. ¿Es esto cumplir tu deber? (No). La naturaleza de tus acciones ha cambiado. ¿En qué has convertido la difusión del evangelio? Has comercializado el evangelio de Dios, haces trueques con él a cambio de cosas materiales. ¿Qué clase de comportamiento es este? (Es oportunismo). ¿Es en realidad oportunismo? ¿Llamarlo así es restarle gravedad? ¿No se trata en realidad de hacer el mal, acaso no es una acción malvada? (Sí). ¿Por qué se la considera una acción malvada? Difundir el evangelio es cumplir el deber y dar testimonio de Dios; a medida que das testimonio de Dios, se produce un proceso simultáneo en el que tú le llevas el evangelio a una persona y Dios la gana, y así cumples con tu misión. Lo que tengas que recibir por completarla, Dios te lo dará; no hace falta que se lo pidas a nadie, ni tampoco nadie tiene razón alguna para intercambiar caridad por este evangelio. El evangelio de Dios no tiene precio, no existe la cifra que pueda comprarlo ni es posible cambiarlo por nada. Cuando utilizas la difusión del evangelio como una oportunidad de obtener beneficios materiales, pierdes tu testimonio; este enfoque es blasfemo e indica que deshonras a Dios. Además, ¿qué naturaleza queda de manifiesto al hacer que la gente te esté agradecida después de que le difundas el evangelio? ¡Es robarle la gloria a Dios! El evangelio y la obra de Dios no son mercancías. Dios concede libremente Su evangelio al hombre, es gratis y no involucra ningún tipo de transacción. Sin embargo, las personas convierten el evangelio de Dios en una mercancía que venden a los demás, exigiéndoles dinero y bienes materiales. Esto carece de testimonio y deshonra el nombre de Dios. ¿No es eso una acción malvada? (Sí). Lo es, sin duda. ¿Es cumplir el deber adecuadamente? (No). ¿Es esto más grave en su naturaleza que el caso del que acabamos de hablar, “La cabeza humana que se convirtió en cabeza de cerdo”? (Sí). ¿Dónde radica la gravedad? (En deshonrar a Dios). Esto es deshonrar a Dios, blasfemar contra Él y robarle Su gloria. Tomar el evangelio de Dios y vendérselo a la gente, ofrecerlo como si fuera mercancía, y luego sacar exorbitantes beneficios y buscar ganancia personal de ello, ¿qué clase de criaturas harían una cosa así? ¡Son bandidos y personas malvadas que se comportan como Satanás! Está claro que Dios creó el cielo, la tierra y todas las cosas, además de la humanidad, sin embargo, Satanás y los espíritus malvados desorientan a las personas cuando aseguran que fueron ellos los que crearon a los humanos, el cielo y la tierra, y hacen que la gente los alabe como si fueran Dios y el Creador. ¿No es esto robar la gloria de Dios? Es un pecado, es una acción malvada, es oponerse a Dios. ¿Equivale la venta del evangelio por parte del hombre al comportamiento de Satanás? (Sí). ¿Qué propósito tiene vender el evangelio? Hacer que la gente los considere los mensajeros del evangelio, como si este proviniera de ellos y ostentaran el poder de tomar decisiones. ¿No es esto robarle la gloria a Dios? (Sí). ¿Qué clase de pecado se comete al robarle la gloria a Dios? ¿Cuál es su naturaleza? A esta mala acción se la llama oponerse a Dios; se trata de una conducta que blasfema contra Él. ¿Difundir el evangelio de esta manera sigue contando como cumplir con el propio deber? Esto es una completa muestra de maldad, es oponerse a Dios. Difundir el evangelio de esta manera no es dar testimonio de Dios en absoluto, así que no es cumplir con el propio deber; consiste únicamente en hacer el mal. Algunos dicen: “Difundir el evangelio es un trabajo muy arduo, lo justo es que obtengamos algunos beneficios. ¿Acaso es para tanto? Esto no cuenta como nada malo entre los no creyentes”. ¿Es correcta esta afirmación? Depende de cuáles sean tus intenciones, de lo que codicies y de la naturaleza de aquello que codicias. Si lo haces en aras de tu ganancia personal, lo que vendes es el evangelio de Dios, lo que vendes es la verdad, y lo que al final obtienes es tu beneficio personal; entonces, en efecto, se trata de una acción malvada. ¿Resulta excesivo catalogar esto como una acción malvada? (No). No es para nada exagerado. Cuando alguien ha recibido su deber y lo ha llevado a cabo, pero luego surgen tales consecuencias, ¿a quién hay que culpar? (A las propias personas). Solo se pueden culpar a sí mismas. Por tanto, ¿cómo surgen estas consecuencias? Guardan relación directa con la naturaleza perversa de las personas. Algunas de ellas no persiguen la verdad, pero tienen sentido de la vergüenza, talante y conciencia, así que no harían este tipo de cosas. Si alguien participa en tales acciones, eso demuestra que esta persona carece de humanidad; es avariciosa y tiene un carácter despiadado. Esto lleva no solo al fracaso en el adecuado cumplimiento de su deber, sino que en realidad lo convierte en hacer el mal. Hay quien dice: “¿Cómo se lo puede catalogar como hacer el mal? Se las han arreglado para ganarse a bastantes personas a lo largo de su difusión del evangelio; solo el hecho de que hayan obtenido evidentes resultados debería negar la idea de que cometen maldades, ¿no?”. ¿Es correcta esta afirmación? (No). ¿Por qué es incorrecta? Difundir el evangelio es su deber, su responsabilidad. ¿Qué intención y propósito hay detrás de su deber? ¿Qué principios lo guían? ¿Son responsables de sus acciones? En función de estos factores, uno puede determinar si la persona cumple su deber o está haciendo el mal. Aunque han estado cumpliendo su deber, el punto de partida para su cumplimiento es equivocado; no han obrado de acuerdo con los principios y han cometido muchas acciones malvadas. No existe la menor manifestación de la práctica de la verdad. ¿Cuál es la esencia de esta clase de difusión del evangelio? (Vender el evangelio). ¿Cómo se debería llamar a este caso? El caso de “Vender el evangelio”. Solo con oír este nombre, ya sabes que la naturaleza de esta cuestión es muy seria. ¿Cómo podría alguien vender el evangelio de Dios? La naturaleza de este asunto de vender el evangelio es muy grave. Por tanto, cada vez que se menciona la venta del evangelio, ¿no debería la gente saber cuál es el problema y cuáles son los estados, comportamientos y métodos? Este es el Segundo Caso y su naturaleza es más grave que la del anterior.

El siguiente caso es uno que además tuvo lugar durante el proceso de difundir el evangelio. Con anterioridad, la casa de Dios había establecido algunos principios y métodos para difundir el evangelio, incluidos métodos relacionados con la misericordia y con hacer amigos. Esto permitió a algunas personas encontrar lagunas que podían explotar. ¿Qué personas se aprovecharon de estas lagunas? Gente con una naturaleza perversa y que no ama la verdad. En el proceso de difundir el evangelio, hay en efecto algunos perversos que aprovechan esta oportunidad para encontrar parejas amorosas y entablar relaciones románticas e íntimas. Cuando tales cosas ocurren, creen que existen razones para ello, cuando de hecho son individuos perversos de Satanás que se aprovechan de estas lagunas. Como estos individuos usan la oportunidad de difundir el evangelio para establecer contacto con el sexo opuesto, cuando encuentran una persona adecuada o deseable hacen todo lo posible para buscar oportunidades de relacionarse con ella y seducirla. A primera vista, parece que es con el fin de ganar gente por medio de la difusión del evangelio, pero en realidad, lo hacen para satisfacer su lujuria personal. Todo esto lo hacen con la excusa de difundir el evangelio, con la excusa de expandir la obra de Dios, con el pretexto de dar testimonio de Él y dedicarse a Dios, y también con el de cumplir su deber. Nadie hace nada de esto de manera accidental; de hecho, son plenamente conscientes, pero fingen con obstinación estar confundidos. Cuando hacen estas cosas, saben en su corazón que son pecado, que Dios las detesta y no las permite, pero no pueden controlar su lujuria carnal y se empeñan en buscar excusas y justificaciones para los pecados que cometen. ¿Acaso esto sirve para ocultar sus propios problemas? Si cometes tales pecados una o dos veces y luego te arrepientes, puede que Dios todavía te perdone, pero si insistes en negarte a cambiar, estás en peligro. Algunas personas pueden sentirse algo incómodas cada vez que cometen un pecado así y se preguntan: “¿Podré salvarme si obro de este modo?”. Sin embargo, luego piensan: “No es que sea una gran maldad; como mucho se trata de una simple revelación de corrupción. No lo volveré a hacer; no afectará a mi desenlace ni a mi destino”. ¿Representa esta actitud hacia cometer una transgresión un arrepentimiento auténtico? Si ni siquiera existe remordimiento en su corazón, ¿acaso no seguirán reincidiendo? Creo que es muy arriesgado. ¿Puede una persona así cumplir su deber de forma adecuada? En el cumplimiento de su deber, todavía se dan elementos de una “actividad privada”; mezclan “lo público y lo privado”, ¡lo que supone una gran adulteración! Lo cierto es que esto ofende el carácter de Dios. No se puede considerar a estas personas “adecuadas” en el cumplimiento de su deber; esto es más grave que pedir cosas o vender el evangelio. ¿Cómo que es más grave? Es repugnante; es un comercio de carne y lujuria. Entonces, ¿qué naturaleza entraña este asunto? Es pecar deliberadamente a pesar de conocer la verdad. La palabra “deliberadamente” altera la naturaleza del asunto. De hecho, saben que los preceptos y principios en los arreglos de obra están diseñados para incitar a la gente a practicar la prudencia y evitar que Satanás se aproveche de ellos. El objetivo es conducir a las personas ante Dios, pero explotan las lagunas y aprovechan las oportunidades para dar rienda suelta a sus perversas lujurias; a esto se le denomina cometer pecado a sabiendas. ¿Qué dice la Biblia sobre esto? (“Porque si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados” [Hebreos 10:26]). Si incluso la ofrenda por el pecado de la cruz ya no está disponible, ¿guardan estas personas alguna relación con la salvación? Eso depende de la situación. Algunas obran por necesidad o se denuncian a sí mismas en su interior, pero se ven forzadas a actuar de este modo debido a las circunstancias de ese momento. Si no son demasiadas las veces, no más de tres, se les puede perdonar. ¿Qué significa que se les puede perdonar? Que, tras la primera transgresión, si entran en razón, buscan la verdad, muestran señales de arrepentimiento y dan marcha atrás sin cometer de nuevo una transgresión, todo eso mientras solicitan cumplir su deber, se les puede dar la oportunidad de expiar sus pecados. Siguen quedando esperanzas de salvación en tales casos, pero cuántas sean depende de su búsqueda individual. Nadie puede emitir un juicio definitivo por ti, nadie puede concederte garantías; depende sobre todo de tu propia búsqueda. No voy a hacerte ninguna promesa, ni decirte que mientras no vuelvas a pecar, tu salvación está asegurada. No voy a hacer esta promesa porque desconozco cómo será tu desempeño en el futuro. Si sobrepasas el número de veces en las que el perdón es posible, te niegas en repetidas ocasiones a cambiar y no cuentas con buenas acciones en el transcurso de la divulgación del evangelio que puedan compensar las malvadas, entonces estás acabado por completo. Has cometido muchas maldades, sin rastro de buenas acciones; tu predicación del evangelio es solo para entablar de manera imprudente relaciones íntimas, no para cumplir bien tu deber; está desconectada de tu cumplimiento de este. Ya no es cuestión de tener o no tener ofrenda por el pecado. ¿Cómo se puede catalogar a tales personas? Se las debería catalogar como demonios inmundos y espíritus malignos. No son seres humanos normales. No solo cometen pecados, no guardan relación alguna con el cumplimiento de su deber. ¿Les quedan todavía esperanzas de salvación? No, ninguna. A esas personas las han expulsado de la casa de Dios; las han excluido y Dios no las va a salvar. Lo que hacen y cómo se comportan no solo no afecta a su deber, sino que ni siquiera puede considerarse una cuestión relativa al adecuado cumplimiento de este. El resultado final y el desenlace para tales personas se determinarán en función de su clasificación. ¿No es este un caso bastante repugnante? La naturaleza de este caso es aún más grave que la del segundo, el que acabamos de debatir. Entre estas personas, hay algunas cuyos casos son de naturaleza más grave. ¿Pueden dar marcha atrás? ¿Acaso pueden tener un corazón arrepentido y dejar de hacer tales cosas y aun así contribuir con mano de obra difundiendo el evangelio en la casa de Dios? ¿Existen personas semejantes? (No). ¿Pueden ser mano de obra de buen grado? (No). De hecho, algunas han ganado a ciertas personas durante su época de difundir el evangelio. Sin embargo, ¿para qué ha servido todo este trabajo que han hecho? Ha sido como ser mano de obra, no es cumplir su deber. En realidad, no han ahorrado esfuerzos, pero la senda que han tomado ha determinado su destino y su desenlace. Entre los que también difunden el evangelio, ¿es cierto que cada uno de ellos se va a encontrar con tales tentaciones? Puede decirse que todos se enfrentarán a este tipo de tentaciones a diversos niveles y en diferentes situaciones, pero ¿significa eso que cada uno de ellos sucumbirá a la tentación y cometerá pecados? (No). No todos pueden cometer pecados, no todos pueden dedicarse a este tipo de actividades, lo cual condena a aquellos que sí lo hacen y, por tanto, quedan así en evidencia. Esto demuestra que hay algo malo en su carácter y en su humanidad. ¿A quién pueden culpar por tener tal desenlace? (A sí mismos). Solo pueden culparse a sí mismos y a nadie más.

Algunas personas, no importa qué transgresiones cometan durante su época de difundir el evangelio, nunca buscan la verdad para resolverlas, no le oran a Dios y nunca realizan introspección, lo que demuestra que son unos obstinados irredentos. A esta gente se la acaba descartando. Me enteré de que alguien, mientras difundía el evangelio, se apropió de una mujer y ni siquiera le permitía buscar pareja y casarse; la naturaleza de este asunto es muy grave. ¿Qué clase de persona es esta? (Una malvada). ¿Es posible que estos malvados individuos permanezcan en la casa de Dios? (No). En la casa de Dios no hay espacio para tales tiranos; ¡ellos deshonran a Dios! Al hacer tales cosas, ¡afectan a la percepción que tienen de Dios innumerables personas y provocan que muchos lo malinterpreten! La gente dirá: “¿Cómo puede alguien que cree en Dios hacer tales cosas?”. Esto ya es una deshonra para Dios. Si la iglesia no expulsa ni se encarga de esos individuos, pero en cambio les permite continuar difundiendo el evangelio y les ofrece una oportunidad de arrepentirse, eso es una completa equivocación. Esta persona no es la primera vez que comete una infracción; su comportamiento es grave por naturaleza y se la debería expulsar directamente. De lo contrario, deshonraría a Dios y proporcionaría a Satanás una ventaja para juzgar y condenar a la casa de Dios. Por tanto, a Satanás no se le puede dar la oportunidad de ganar ventaja; aquellos que son libertinos por costumbre deben ser expulsados de la iglesia. Estos individuos son espíritus licenciosos que ya han deshonrado a Dios, y Él no los va a salvar de ninguna manera. Al margen de lo eficaz que sea su predicación del evangelio o de cuánta gente hayan ganado, si no recorren la senda correcta, se habrán destruido y abandonado a sí mismos. No se permite que tales personas existan dentro de la casa de Dios; son objetivos a los que hay que excluir. Así pues, ¿cuentan sus actos como el cumplimiento de su deber? No, sus contribuciones se han borrado por completo a ojos de Dios y Él no las va a recordar. No solo son inadecuados, es que la naturaleza de su cumplimiento del deber ha cambiado, y se ha convertido en hacer maldad. ¿Cómo trata Dios a los que hacen el mal? Los excluye. ¿Qué significa ser excluido? Significa que se les aparta de las personas que Dios ha escogido y preparado para salvar; no pertenecen a ese grupo. En vez de eso, se les categoriza entre los espíritus malignos, los demonios inmundos y los que no se van a salvar. ¿Qué posibilidades tendrían de obtener la salvación? (Cero). Aunque cumplieron su deber y siguieron a Dios de la misma manera, al final este tipo de personas alcanza este punto y se las descarta. Así que ya ves, este es otro tipo de persona. ¿Es la naturaleza de este caso más grave que la del anterior? (Sí). Es todavía más grave; está focalizado. Este caso debería combinarse con el tercero; entra en la categoría de caso típico y especial del tercer ejemplo, y está enfocado a un objetivo. ¿Cómo debería llamarse este caso? “Los perversos serán excluidos”, vamos a quedarnos con ese nombre. En estos tres casos, el cumplimiento del deber de los tres tipos de personas consistía básicamente en ser mano de obra sin ningún efecto. ¿Qué significa ser mano de obra sin efecto? Quiere decir que convirtieron su deber en mera mano de obra y, aun así, no lo hicieron bien ni cumplieron su deber como es debido. No trataron su deber como tal, e incluso cometieron varias fechorías y malas acciones, hasta que al final se los descartó, sin obtener ningún buen desenlace. La naturaleza de estos tres casos es muy grave.

Hay otro caso cuya naturaleza es también bastante grave. Hubo un individuo que llevó a cabo trabajo durante muchos años y, a nivel superficial, parecía perseguir la verdad y esforzarse de manera real. Renunció al matrimonio y a la familia, abandonó su carrera y sus perspectivas, se desplazó a muchos lugares para cumplir su deber, y además se ocupó de ciertas tareas de poca importancia. Sin embargo, durante el proceso de cumplir su deber, entendió pocas verdades porque en realidad no perseguía la verdad, y creía que le iba bien porque sabía hablar de palabras y doctrinas. Lo más grave era que esta persona no practicaba la verdad en absoluto. Así que su cumplimiento del deber se limitaba a predicar algunas doctrinas y a seguir ciertos preceptos, a comportarse con amabilidad hacia los demás y no ofender a nadie. En cuanto a cómo cumplir la obra de la iglesia y a los problemas que se seguían produciendo, no prestaba atención, no dedicaba esfuerzo ni buscaba la verdad para resolverlos. En resumen, su actitud hacia el trabajo era superficial e indiferente; no se portaba como un holgazán, pero tampoco se cansaba mucho. No parecía que actuara de una manera superficial, pero los resultados de su trabajo no eran especialmente buenos. En un incidente concreto, debido a su negligencia y actitud superficial, causó la pérdida de más de 10 millones de yuanes de las ofrendas de Dios. ¿Qué cifra es esa de 10 millones de yuanes? La gente corriente que oyera tal cantidad la consideraría astronómica. Se les escaparía un jadeo de incredulidad y no se atreverían siquiera a pensar en ello, porque no han visto tanto dinero junto en toda su vida. No obstante, este “viejo caballero”, tras causar la pérdida de más de 10 millones de yuanes en ofrendas, no sentía remordimientos ni un ápice de arrepentimiento, y tampoco estaba triste. Cuando la iglesia lo expulsó, incluso se quejó. ¿Qué clase de criatura haría eso? Vamos a debatir dos puntos. Primero, esa suma de dinero se perdió mientras trabajabas, y al margen de quién tuviera la culpa, tú eras el responsable. Tenías la responsabilidad de protegerlo, pero fallaste. Eso supone una negligencia en el deber, ya que no se trata de dinero humano; es una ofrenda, y hay que tratarla con suma lealtad. Si se sufre una pérdida en las ofrendas, ¿cómo habría que reaccionar? ¡Ni siquiera la muerte es suficiente compensación! ¿Cuánto dinero vale la vida humana? Si la pérdida es demasiado grande, ¡ni siquiera entregar la propia vida bastará para retribuirla! La clave es que la naturaleza de este problema es demasiado grave. Este “viejo caballero” no se tomó en serio la pérdida de tantas ofrendas, ¡es una persona detestable hasta el extremo! Para él, perder más de 10 millones de yuanes de ofrendas fue como perder algo así como 100; no informó a lo Alto, no sentía remordimiento alguno y no les dijo a los que tenía alrededor: “Analicemos cómo se ha perdido este dinero y qué hacer al respecto. ¿Deberíamos devolverlo o encontrar otra solución? ¿O tal vez informar a lo Alto, admitir la responsabilidad y renunciar, así como orar a Dios para confesar nuestros pecados?”. Ni siquiera tenía esta actitud; ¿no es algo detestable? (Sí). ¡Totalmente detestable! Su capacidad para semejante fechoría revela su actitud hacia el deber y hacia Dios. En segundo lugar, después de ser expulsado, no solo no lo aceptó, no confesó su pecado ni se arrepintió, sino que incluso se quejó. Una persona semejante escapa a la razón. Imaginaos cuál podría ser su protesta. Se quejó así: “Llevo 20 años creyendo en Dios, nunca me casé, renuncié a mucho, padecí grandes sufrimientos y ahora me expulsan, me rechazan. ¡Buscaré mi propio lugar!”. No mucho después, se casó. Decidme, si una persona normal, con conciencia y humanidad, tuviera un poco de sentido de la conciencia, ¿se casaría tan rápido? ¿Estaría de humor para eso? En general, una persona con apenas un poco de conciencia y humanidad, al enfrentarse a un problema tan grave, consideraría incluso la muerte, y pensaría: “Se acabó mi vida, ¿cómo pude cometer semejante acto después de creer en Dios durante 20 años? ¡Solo me puedo culpar a mí mismo y merezco que me expulsen! No me puedo permitir devolver un millón, ya ni hablemos de diez. Aunque me vendieran, no podría compensarlo, ¡mi vida no vale nada!”. ¿Por qué te empeñaste en hacerlo si sabías que no te lo podías permitir? ¿No sabes que ese dinero era una ofrenda destinada a Dios? Ese dinero no era tuyo; tu responsabilidad era salvaguardarlo. No era algo que no tuviera relación contigo, sino que lo tenías que mantener a salvo. Era lo más importante y tu descuido supuso una negligencia en el deber. Al haberlo perdido, no cabe duda de que no podías eludir la responsabilidad. Como creyente en Dios, ¿acaso no tenías la obligación y la responsabilidad de mantener estas ofrendas a salvo e impedir cualquier contratiempo? ¿No deberías haber minimizado el riesgo de que algo saliera mal? Si ni siquiera puedes hacer eso, ¿qué eres? ¿Acaso no eres un demonio viviente? (Sí). ¡Eso es del todo repugnante y carece de humanidad! Además, después de ser expulsado, no solo dejó de creer en Dios y se casó, sino que además perturbó a los creyentes de su familia, lo cual es algo de naturaleza aún más grave. Cumplió su deber durante muchos años, renunció a mucho, hizo multitud de sacrificios, realizó bastante trabajo, se arriesgó y pasó un tiempo en la cárcel. Sin embargo, estos factores externos no determinan el destino de la persona. ¿Qué si no? La senda que uno elige. De haber tomado la senda de perseguir la verdad, no hubiera terminado así ni habría causado una pérdida tan grande en la casa de Dios. No fue para nada arbitrario que ocurriera un percance tan grave; estuvo directamente relacionado con la calidad de su humanidad y la senda que eligió. ¿Creéis que Dios es consciente de la senda en la que se halla? (Sí). Dios lo sabe. Por tanto, ¿el incidente tenía la misión de revelarlo o de descartarlo? Así es, ambas cosas. Desde la perspectiva humana, él parecía estar cumpliendo bien su deber, con lealtad, esfuerzo, voluntad de pagar el precio y capacidad para soportar el sufrimiento. Entonces, ¿por qué le haría Dios algo así? ¿Por qué lo puso en evidencia? ¿Qué se pretendía revelar? ¿Se trataba solo de revelar su desenlace? No, la intención era revelar su fe, su humanidad, así como su esencia y naturaleza; todo eso se ha puesto ahora en evidencia. ¿Todavía puede Dios salvar a alguien así? ¿Le reserva Él siquiera un atisbo de esperanza? Dios no guarda esperanza alguna hacia esa persona. ¿Siente Dios algo de amor o misericordia hacia él? En absoluto. Algunos podrían decir: “Si Dios no tiene amor ni misericordia hacia él, ¿entonces solo le queda justicia, majestad e ira?”. Eso es. Una persona tan malvada ya no necesita amor ni misericordia, ya no hay necesidad de ello, pues ha ofendido gravemente el carácter de Dios. Lo único que Dios reserva para él es justicia, majestad e ira. Su desenlace no tiene nada que ver con la obra de gestión de Dios ni con Su obra de salvar a la humanidad; se le ha descartado y despedido. Por tanto, da igual dónde esté ahora esta persona, a ojos de Dios, no es más que un muerto viviente, un cadáver que camina y habita entre demonios inmundos y espíritus malignos, entre aquellos que tienen rostro humano pero que poseen corazones salvajes y son bestias con atuendo humano. Estas son sus cualidades, y se le ha extirpado de la vista del Creador. Si tenemos en cuenta su desenlace y su actitud final ante este importante acontecimiento que se produjo en su vida, su cumplimiento del deber durante todo este tiempo, ¿se acercó siquiera a la definición de “adecuado”? (No). ¿Cómo sabes que su cumplimiento del deber no fue adecuado incluso antes de que se produjera tal acontecimiento? ¿Por medio de juicios y deducción, o es que has realizado esta evaluación observando su esencia? (La he hecho observando su esencia). Exacto. Tomemos a Pablo como ejemplo: si hubiera perseguido la verdad, si hubiera sido capaz de buscar ser perfeccionado como Pedro, no habría dicho palabras tan blasfemas. Todo desenlace conlleva una causa; el desenlace con el que se encontró este individuo cuenta con sus razones subyacentes. El hecho de que esta persona fuera capaz de llegar hoy hasta este punto, y teniendo en cuenta su actitud hacia Dios, su actitud hacia las ofrendas y hacia sus propias acciones malvadas, es suficiente para que la gente perciba claramente por qué senda estaba caminando y cuál era en realidad su fe en Dios. Esto revela por completo su esencia y la senda que recorría. Si estuviera en la senda de perseguir la verdad, la senda de temer a Dios y evitar el mal, y si de veras fuera capaz de tratar su deber como su responsabilidad y obligación, ¿cómo habría afrontado esta situación cuando se produjo de forma inevitable? Desde luego, no habría tenido la actitud que tiene ahora, de resistencia y queja. Su lado demoníaco ha quedado al descubierto; la esencia-naturaleza en lo más hondo de su alma ha quedado completamente desenmascarada. No es un ser humano, es un diablo. Si fuera humano, no habría acabado así tras creer en Dios durante más de 20 años. Si fuera humano, ¿cuánto arrepentimiento sentiría por una pérdida tan grande de ofrendas? ¿Cuántas lágrimas derramaría? ¿Hasta qué punto se estremecería? Se sentiría responsable y culpable absoluto de un terrible pecado, creería que no tiene perdón, sentiría que debería arrepentirse y le confesaría sus pecados a Dios. Como mínimo, aunque la iglesia le expulsara, no dejaría de creer ni traicionaría a Dios, y mucho menos perturbaría la fe de su familia en Él. ¿Qué se deduce de los diversos comportamientos posteriores de esta persona? Que se trata de un incrédulo que no ama la verdad, y que además posee una humanidad maliciosa. Este es el cuarto caso. ¿Cómo deberíamos llamarlo? (“El caso de la pérdida de diez millones en ofrendas”). Deberíamos agregar su reacción y llamarlo “Perder diez millones en ofrendas sin mostrar ningún arrepentimiento”. ¿Acaso no es mejor ese nombre? Serviría de advertencia a los demás; como poco, hace que la gente sea consciente de dónde radica la gravedad de sus acciones.

El hecho de que se produjeran todos estos acontecimientos, los diversos comportamientos que mostraron estas personas, así como sus actitudes hacia Dios después de que ocurrieran los hechos; todo ello surgió y quedó al descubierto en el transcurso del cumplimiento de su deber. Por tanto, hasta cierto punto, la senda que uno toma al creer en Dios y su desenlace final guardan una estrecha relación con el cumplimiento del propio deber; incluso podría decirse que hay una relación directa. El tema del cumplimiento del deber debería ser perenne, como debería serlo también la verdad sobre este aspecto. Se trata de la verdad que la gente debe entender de manera más absoluta, y es un tema que se ha de discutir continuamente a lo largo del proceso de crecimiento en la vida de las personas y de su creencia en Dios. Esto se debe a que está conectado de manera inseparable con los cambios en las actitudes de las personas, con su entrada en la vida, y con el tipo de senda que recorren y la clase de desenlace que tienen al final. Hoy hemos hablado en profundidad sobre el cumplimiento del deber y también sobre varios casos. El principal propósito de la charla ha sido haceros entender cómo cumplir vuestro deber de una manera que apruebe Dios, qué consecuencias conlleva que cometáis maldad, y la importancia de llevar a cabo vuestro deber a la altura del estándar. En estos casos, los acontecimientos se volvieron cada vez más graves y aterradores, pero no me los he inventado Yo. Se produjeron de veras entre aquellos que creen en Dios y que se cuentan entre las filas de los que cumplen su deber. ¿Qué significa esto? Algunas personas dicen: “Eh, si no cumplimos nuestro deber, no hay problema, pero, siempre surge alguna adversidad cuando lo llevamos a cabo. Por tanto, ¿tan malo es que no cumplamos nuestro deber?”. ¿Cómo se puede definir esta manera de pensar? ¿Acaso no es como dejar de comer por miedo a atragantarse? ¿No es una necedad? Debes aprender a buscar la verdad para resolver estas cuestiones; se trata de una actitud proactiva y que coincide con las que debe tener una persona normal. Si temes que puedan surgir problemas en el cumplimiento de tus deberes que te conduzcan a ser condenado, expulsado, descartado o excluido y, en definitiva, a perder toda esperanza de alcanzar la salvación, y simplemente dejas de cumplir tus deberes o adoptas un enfoque negativo y antagonista hacia ellos, ¿qué clase de actitud es esa? (Una mala actitud). Hay otros que dicen: “Nuestra humanidad es demasiado pobre para que ejecutemos cualquier deber, así que ¿por qué no nos contentamos con contribuir con mano de obra? Dios no le plantea grandes exigencias a la mano de obra y no hay estándares ni principios: basta con hacer un esfuerzo. Haz lo que se te pida, sé obediente, no asumas responsabilidades importantes ni albergues ambiciones de convertirte en líder u obrero. El mero hecho de poder perdurar hasta el final sería la mayor bendición”. ¿Cómo son estas motivaciones? ¿Acaso no son más bien rastreras y viles? ¿Pueden tales individuos sin ambiciones obtener la salvación de Dios? ¿Le es posible a una persona sin humanidad ser mano de obra de manera adecuada? Los que carecen de humanidad no pueden contribuir con mano de obra adecuadamente; no llegarán a convertirse en leales contribuyentes de mano de obra que logren perdurar.

El número de ejemplos mencionados durante las últimas charlas que hemos tenido es relativamente alto. Se trata de acontecimientos fáciles de recordar, pero las verdades de las que he hablado son complicadas de entender. Sin embargo, hay un beneficio en esto. Al debatir estos acontecimientos, es posible que recordéis o lleguéis a entender las verdades que se abordan de pasada. Si no habláramos sobre estos casos, lograr un resultado así probablemente requeriría un mayor esfuerzo. Debatir sobre ellos sirve tanto de aliciente como de advertencia, pues ayuda a las personas a encontrar la senda correcta en estos casos. Os guía para que sepáis qué senda recorrer en vuestra fe para evitar vulnerar los decretos administrativos de Dios, cometer errores importantes o tomar el rumbo equivocado. El objetivo principal es ayudar a las personas a cumplir de manera adecuada su deber. Después de oír estos cuatro casos, ¿cómo os sentís? ¿Recibís una nueva comprensión del cumplimiento adecuado del deber? ¿Resulta fácil que la gente lleve a cabo su deber de forma adecuada? (No). ¿Dónde radica la dificultad? ¿El motivo es que la gente no entiende la verdad y no es capaz de hallar los principios, así que sigue cometiendo errores? (No). Así pues, ¿dónde estriba la dificultad? En que la gente no ama la verdad ni la persigue. Si en el proceso de cumplir su deber las personas no persiguen la verdad ni la practican, esta circunstancia, sumada a sus actitudes despiadadas, perversas y arrogantes, puede fácilmente llevarlas a ciertas consecuencias y desembocar en desenlaces que no esperan ni desean ver. ¿Prevé alguien un mal desenlace para ellos? (No). ¿Hay quienes solo esperan un desenlace mediocre y se contentan con ir tirando hasta el final sin morir? (Sí). ¿A qué clase pertenecen? A una clase de persona que no persigue la verdad, sino que simplemente deja que pase el tiempo hasta que muere. Lo más probable es que, para esas personas, el cumplimiento del deber resulte por completo superficial, por lo que es fácil que cometan errores o pecados, y muy complicado que lleven a cabo su deber a la altura del estándar. ¿Qué clase de personas pueden cumplir su deber a la altura del estándar? (Aquellos que persiguen la verdad). ¿Quién más? (Los que poseen humanidad). ¿Qué engloba la humanidad? (Conciencia y razón). Aquellos que tienen conciencia y razón, que poseen humanidad, ejecutarán con facilidad su deber a la altura del estándar si persiguen la verdad. Hay quien dice: “Sigues hablando sobre estos graves ejemplos negativos de personas que fracasan a la hora de cumplir de manera adecuada su deber y eso nos está haciendo perder confianza. ¿Cuándo llegaremos al estándar de cumplir de un modo adecuado nuestro deber? ¿Existen otros ejemplos positivos de esto?”. Así pues, vamos a discutir algo más edificante y positivo. En la actualidad, muchos empiezan a centrarse en perseguir la verdad, así como a convertirse en personas más diligentes a la hora de cumplir su deber. Por ejemplo, los hay que pueden cooperar en armonía con otros mientras cumplen su deber. ¿Qué implica la cooperación armoniosa? Aquí se da una manifestación de ella. No consiste solo en que todo el mundo se lleve bien en apariencia, sin conflictos ni intrigas. La cooperación armoniosa implica que cuando te enfrentes a diversas cuestiones en el trabajo, ya tengas o no una percepción sobre ellas y poseas o no una perspectiva correcta, todavía te sea posible consultar y hablar con los demás, buscar los principios-verdad y luego alcanzar un consenso. Esa es una cooperación armoniosa. ¿Cuál es el propósito de alcanzar un consenso? El de cumplir mejor tus deberes, llevar mejor a cabo el trabajo de la iglesia y poder dar testimonio de Dios. Si quieres dar la talla en el desempeño de tu deber, primero debes lograr una cooperación armoniosa. Ahora hay algunos que ya practican la cooperación armoniosa. Después de entender la verdad, aunque son incapaces de practicarla por completo, y aunque se produzcan fracasos, debilidades y desvíos a lo largo del camino, siguen haciendo esfuerzos en pos de los principios-verdad. Así pues, tienen esperanza de lograr una cooperación armoniosa. Por ejemplo, es posible que a veces pienses que lo que estás haciendo es lo correcto, pero eres capaz de no ser sentencioso. Puedes debatir con los demás y hablar juntos sobre los principios-verdad hasta que resulten claros y evidentes, de modo que todo el mundo entienda y se muestre conforme en que esta es la manera de obtener los mejores resultados. Del mismo modo, también se coincide en no apartarse de los principios, en tomar en consideración los intereses de la casa de Dios y en proteger dichos intereses en la mayor medida posible. Practicar de este modo se ajusta a los principios-verdad. Aunque el resultado final puede no ser siempre el que habías imaginado, la senda, la dirección y el objetivo de tu práctica eran acertados. ¿Cómo lo ve Dios? ¿Cómo define Él este asunto? Dios afirmará que el cumplimiento de tu deber es adecuado. ¿Querrá decir eso que tu deber se cumplió de acuerdo con las intenciones de Dios? No, no significa eso. Lo adecuado todavía está lejos de satisfacer las intenciones de Dios, de recibir Su afirmación y de ponerse en práctica con total adhesión a los requisitos de Dios. Que sea adecuado solo significa que te hallas en la senda correcta, que tus intenciones y tu rumbo son los adecuados, pero que aún no has alcanzado el elevado estándar de actuar de acuerdo con los principios-verdad, tal y como Dios lo exige. Por ejemplo, en lo que respecta a la sumisión, digamos que la casa de Dios dispone que hagas algo en el cumplimiento de tu deber. ¿Cómo has de practicar para estar a la altura en el cumplimiento de tu deber? Cuando oyes hablar por primera vez de la tarea, puede que te sobrevengan algunas opiniones. Tras meditarlo un poco, piensas: “Dios ha dicho que debemos aprender a buscar y a someternos en los asuntos que no entendemos. Por tanto, he de buscar. Aunque no entienda la verdad ni sepa cómo debo practicar, la tarea ha recaído en mí, así que debo acatarla y someterme. Aunque solo se trate de seguir los preceptos, lo primero que debo hacer es cumplirlos”. Si puedes practicar de esta manera, es que estás dando la talla. Sin embargo, ¿existe una brecha entre hacer esto y recibir la afirmación de Dios? (Sí). Esta brecha la determina el grado en que entiendes la verdad. Aunque puedas someterte, no comprendes las intenciones de Dios y no has identificado por completo los principios-verdad ni los has puesto en práctica; simplemente te has adherido a los preceptos. Te has adherido a las cosas básicas que uno debe hacer, conforme a los estándares de conciencia y a los preceptos, así que, en términos de ejecución, no hay problema alguno, y en cuanto a la naturaleza de tus acciones, no hay nada de malo. Sin embargo, esto no cumple con el estándar de practicar la verdad; sigues sin entender las intenciones de Dios. Solo has defendido tus deberes de manera pasiva y negativa; no los has cumplido como es debido de acuerdo con los principios-verdad. No has llegado a un nivel en el que puedas dar testimonio de Dios o satisfacer Sus intenciones. No has alcanzado el estándar para dar testimonio. Por tanto, cumplir tu deber de esta manera apenas es adecuado, y todavía no recibe la aprobación de Dios.

¿Cuál es el estándar para determinar si alguien ha cumplido su deber de manera adecuada? Si la senda de cumplir con el propio deber, el rumbo y la intención son los correctos; si el origen es correcto y los principios también, entonces, si todos estos aspectos son correctos, el deber que uno ha llevado a cabo es adecuado. Muchas personas lo entienden en la teoría, pero se quedan confusas cuando de veras les sucede algo. A modo de resumen, os expresaré un principio: no obres con arbitrariedad y por tu cuenta a la hora de afrontar situaciones. ¿Por qué no? Por un lado, porque obrar así no concuerda con los principios de cumplir el deber. Por otro, porque un deber no es un asunto privado y no lo estás realizando para ti mismo ni vas por tu cuenta, no te dedicas a tu propia gestión. En la casa de Dios, hagas lo que hagas, no estás trabajando en tu propia empresa, es la obra de la casa de Dios, la obra de Dios. Debes tener en cuenta este conocimiento y percepción constantemente y decir: “Este no es un asunto personal; estoy llevando a cabo mi deber y cumpliendo con mi responsabilidad. Estoy llevando a cabo la obra de la iglesia. Esta es una tarea que Dios me encomendó y la hago por Él. Este es mi deber, no un asunto propio y privado”. Esta es la primera cosa que debe entender la gente. Si tratas un deber como tus propios asuntos personales y no buscas los principios-verdad cuando actúas, y lo llevas a cabo según tus propias motivaciones, puntos de vista y agenda, es muy probable que cometas errores. Por tanto, ¿cómo deberías actuar si haces una distinción muy clara entre tu deber y tus asuntos personales y eres consciente de que se trata de un deber? (Busca lo que Dios pide y los principios). Es cierto. Si te ocurre algo y no comprendes la verdad, si tienes alguna idea pero no tienes todavía las cosas claras, debes encontrar a hermanos y hermanas que comprendan la verdad con los que puedas compartir; esto es buscar la verdad y, antes que nada, esta es la actitud que debes tener hacia tu deber. No debes decidir las cosas basándote en lo que crees que es apropiado y luego dar un portazo dar carpetazo al caso y decidir que está cerrado; esto sin duda provoca problemas. Un deber no es un asunto personal tuyo; ya sean mayores o menores, los asuntos de la casa de Dios no son un tema personal de nadie. Siempre que se relacione con el deber, entonces no se trata de un asunto privado, no es un asunto personal: incumbe a la verdad y a los principios. Por tanto, ¿qué es lo primero que debéis hacer? Buscar la verdad y los principios. Y si no entendéis la verdad, debéis buscar primero los principios; si ya entendéis la verdad, resultará fácil identificarlos. ¿Qué deberías hacer si no comprendes los principios? Hay una manera y es que puedes compartir con aquellos que los entiendan. No des por hecho que lo entiendes todo y que siempre tienes razón, es una forma fácil de cometer errores. ¿Qué clase de carácter se da cuando siempre quieres tener la última palabra? Es arrogancia y sentenciosidad, supone actuar arbitraria y unilateralmente. Hay quienes piensan: “Tengo formación universitaria, más cultura que vosotros, poseo capacidad de comprensión, todos sois de pequeña estatura y no entendéis la verdad, así que debéis escuchar todo lo que digo. ¡Soy capaz de tomar las decisiones por mi cuenta!”. ¿Cómo es este punto de vista? Si tienes esta clase de punto de vista, te meterás en problemas, nunca cumplirás bien tu deber. ¿Cómo vas a llevar bien a cabo tus deberes si siempre quieres ser el que tenga la última palabra, sin una cooperación armoniosa? Cumplir tu deber de esta manera no va a dar la talla en absoluto. ¿Por qué digo esto? Siempre quieres limitar a los demás y hacer que te escuchen; no aceptas nada de lo que te dicen. Esto es sesgado y terco, se trata además de arrogancia y sentenciosidad. De este modo, no solo vas a fracasar a la hora de cumplir bien tu deber, sino que obstaculizarás que otros lo hagan. Esta es la consecuencia de un carácter arrogante. ¿Por qué exige Dios cooperación armoniosa a las personas? Por una parte, resulta beneficioso para revelar las actitudes corruptas, al permitir que se conozcan a sí mismos y las desechen; esto beneficia su entrada en la vida. Por otra parte, la cooperación armoniosa es también beneficiosa para la obra de la iglesia. Ya que todo el mundo carece de entendimiento de la verdad y cuenta con actitudes corruptas, si no puede haber cooperación armoniosa, entonces no serán capaces de cumplir bien su deber, lo cual causará un impacto en la obra de la iglesia. La consecuencia de esto es grave. En resumen, para lograr un adecuado cumplimiento del deber, uno debe aprender a cooperar en armonía y, al enfrentarse a las situaciones, compartir la verdad para buscar soluciones. Esto es esencial, pues no solo beneficia a la obra de la iglesia, sino también a la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios. Algunas personas simplemente no pueden entenderlo, piensan que la cooperación armoniosa da demasiados problemas y que a veces, compartir la verdad no da resultados fácilmente. Estas personas generan dudas, dicen: “¿De verdad es necesario cooperar en armonía para lograr un adecuado cumplimiento del deber? Al abordar alguna situación, ¿de verdad va a producir resultados que todos compartan juntos? Creo que todo esto es actuar por inercia; seguir estos preceptos es inútil”. ¿Es correcto este punto de vista? (No). ¿Qué problema desenmascara? (Su actitud hacia cumplir el deber es problemática). Algunas personas tienen un carácter arrogante y sentencioso; no están dispuestas a compartir la verdad y siempre quieren tener la última palabra. ¿Puede alguien tan arrogante y sentencioso cooperar en armonía con otros? Dios requiere que la gente coopere en armonía al cumplir su deber, a fin de resolver sus actitudes corruptas, de ayudarlos a aprender a someterse a la obra de Dios en el transcurso de cumplir su deber, y de desechar sus actitudes corruptas, por tanto, así logran el adecuado cumplimiento del deber. Negarse a cooperar con otros y querer obrar de manera arbitraria y unilateral y obligar a todo el mundo a que te escuche; ¿es esta la actitud que deberías tener hacia tu deber? Tu actitud hacia el cumplimiento de tu deber guarda relación con tu entrada en la vida. A Dios no le preocupa lo que te ocurre cada día, ni cuánto trabajo haces ni cuánto esfuerzo inviertes; lo que mira es tu actitud hacia estas cosas. ¿Y con qué guardan relación la actitud con que haces estas cosas y la forma en que las haces? Guardan relación con el hecho de si buscas o no la verdad y, además, con tu entrada en la vida. Dios se fija en esta y en la senda por la que vas. Si vas por la senda de la búsqueda de la verdad y tienes entrada en la vida, sabrás cooperar en armonía con los demás en los deberes y cumplirás fácilmente con ellos de manera adecuada. Sin embargo, si en el cumplimiento de tu deber recalcas constantemente que tienes capital, que entiendes tu ámbito de trabajo, que tienes experiencia, que eres considerado con las intenciones de Dios y que persigues la verdad más que nadie; y si piensas que por estas razones estás cualificado para tener la última palabra, no debates nada con nadie, siempre haces lo que te da la gana, te dedicas a gestionar por tu cuenta y siempre quieres ser la estrella, entonces, ¿vas por la senda de entrada en la vida? No, eso es ir en pos del estatus, ir por la senda de Pablo, no por la senda de entrada en la vida. La manera en la que Dios hace a la gente caminar por la senda de la entrada en la vida y la de perseguir la verdad no involucra tales comportamientos ni exhibe estas manifestaciones. ¿Cuál es el estándar para el adecuado cumplimiento del deber? (Buscar la verdad en todas las cosas, ser capaz de actuar de acuerdo con los principios). Así es. Para desempeñar adecuadamente tu deber, da igual cuántos años lleves creyendo en Dios, cuántos deberes hayas cumplido y cuánto hayas contribuido a la casa de Dios e importa menos aún cuánta experiencia tengas en el deber. Dios se fija principalmente en la senda que toma una persona. En otras palabras, se fija en la actitud de uno hacia la verdad y los principios y en el rumbo, origen y punto de partida que subyacen a sus actos. Dios se centra en estas cosas; son las que determinan la senda que sigues. Si a medida que cumples el deber no se aprecia ninguna de estas cosas positivas en ti y los principios, la senda y la base de tu acción son tus propias ideas, objetivos y planes, tu punto de partida es el de proteger tus intereses y salvaguardar tu reputación y posición; tu modus operandi consiste en tomar decisiones, actuar en solitario y tener la última palabra sin debatir las cosas con los demás ni cooperar armónicamente nunca, y jamás escuchar los consejos cuando has cometido un error, menos aún buscar la verdad, ¿cómo te contemplará Dios? Todavía no estás a la altura si cumples así el deber y no has emprendido la senda de perseguir la verdad, ya que, al llevar a cabo tu deber, no buscas los principios-verdad y actúas siempre como quieres, haciendo lo que te place. Por eso la mayoría no cumple de manera adecuada el deber. Así pues, ¿cómo se debe resolver este problema? ¿Diríais que es difícil cumplir adecuadamente el deber? En realidad, no; la gente solo debe ser capaz de tener una actitud humilde, un poco de sentido y una posición adecuada. Independientemente de la formación que tengas, de los premios que hayas ganado o lo que hayas conseguido, y por muy elevados que sean tu estatus y tu jerarquía, debes dejar de lado todas estas cosas, debes bajarte del pedestal; todo eso no vale nada. Por muy grandes que sean tales glorias, en la casa de Dios no pueden estar por encima de la verdad, pues esas cosas superficiales no son la verdad ni pueden ocupar su lugar. Debes tener esto claro. Si dices: “Soy muy talentoso, tengo una mente muy aguda y reflejos rápidos, aprendo enseguida y tengo excelente memoria, por lo que soy idóneo para tomar la decisión final”, si siempre utilizas tales cosas como capital, y las consideras valiosas y positivas, eso es un problema. Si esas cosas ocupan tu corazón, si han arraigado en él, te será difícil aceptar la verdad, y las consecuencias de eso son impensables. Por lo tanto, en primer lugar debes dejar y rechazar esas cosas que amas, que parecen agradables, que son valiosas para ti. No son la verdad; más bien pueden impedirte entrar en ella. Lo más urgente ahora es que busques la verdad en el cumplimiento de tu deber y practiques de acuerdo con la verdad, de manera que tu cumplimiento del deber sea adecuado, pues el cumplimiento adecuado del deber no es más que el primer paso en la senda de entrada a la vida. ¿Qué significa aquí “el primer paso”? Significa comenzar un viaje. En todo hay algo con lo que comenzar el viaje, algo que es lo más básico, lo fundamental, y lograr el cumplimiento adecuado del deber es una senda de entrada en la vida. Si el cumplimiento de tu deber simplemente parece adecuado en su ejecución, pero no está en consonancia con los principios-verdad, no estás cumpliendo tu deber adecuadamente. Entonces, ¿cómo se debe trabajar esto? Hay que trabajar y buscar los principios-verdad; estar dotado de ellos es lo fundamental. Si te limitas a mejorar tu comportamiento y tu temperamento, pero no estás dotado de las realidades-verdad, es inútil. Puede que tengas algún don o especialidad. Eso es bueno, pero solo lo utilizarás correctamente si lo pones en práctica en el cumplimiento de tu deber. Cumplir bien tu deber no requiere una mejora en tu humanidad o personalidad, ni que dejes de lado tu don o talento. Eso no es lo que se precisa. Lo fundamental es que comprendas la verdad y aprendas a someterte a Dios. Es casi inevitable que reveles actitudes corruptas mientras cumples tu deber. ¿Qué debes hacer en esos momentos? Debes buscar la verdad para resolver el problema y llegar a actuar de acuerdo con los principios-verdad. Si lo haces, no te será difícil cumplir bien tu deber. Sea cual sea el ámbito al que corresponda tu don o especialidad, o dondequiera que tengas algo de conocimiento vocacional, usar estos talentos en el cumplimiento de un deber es lo más adecuado, es la única manera de cumplirlo bien. Uno de los aspectos es confiar en la conciencia y la razón para cumplir tu deber y el otro es que has de buscar la verdad para resolver tu carácter corrupto. Uno gana la entrada en la vida al cumplir su deber de este modo y se vuelve capaz de cumplirlo de manera adecuada.

Como hemos visto, el adecuado cumplimiento del deber no se puede separar de buscar la verdad y de actuar de acuerdo con los principios-verdad. Si alguien no puede buscar la verdad para resolver los problemas y alcanzar el nivel de actuar de acuerdo con los principios, entonces no puede lograr un adecuado cumplimiento del deber. La definición de adecuado cumplimiento del deber es como se ha explicado. ¿Son elevados los requisitos que Dios le pide al hombre? En realidad, no tanto. Él solo te pide que adoptes una actitud, una intención y un punto de vista correctos en tus acciones. Sobre esta base, puedes obtener la obra del Espíritu Santo y profundizar en tu conocimiento de ti mismo. De esta forma, serás capaz de experimentar pruebas y refinamientos, lo que te capacitará para entrar en verdades más profundas y experimentar cambios en el carácter. Antes de pasar por esas pruebas y refinamientos, sobre la base de tu entendimiento de la verdad, Dios te concederá algo de juicio y castigo. Sin embargo, ¿cuál es la base para el juicio y el castigo, así como para las pruebas y el refinamiento? El hecho de haber alcanzado el nivel de cumplir de manera adecuada tu deber; en otras palabras, haber logrado la entrada en la vida. Tu entrada en la vida no está desconectada de tu trabajo ni de tus responsabilidades en la iglesia. Si pasas todo el día en casa leyendo las palabras de Dios y hablas de manera vacía sobre cumplir tu deber y la entrada en la vida, eso no es realista y no da frutos. Es como viajar desde el sofá; hablas todo el día sobre cumplir de manera adecuada tu deber, sobre recibir la comisión de Dios, pero sin ninguna dedicación ni esfuerzo, y, desde luego, sin sufrir ni experimentar adversidades. Aunque a veces te eches a llorar al cantar himnos o leer las palabras de Dios, esto no producirá ningún efecto. Desde esta perspectiva, ¿existe relación entre llegar al nivel de cumplir tu deber de manera adecuada y lograr la salvación? ¿O acaso guarda relación con recibir el juicio y castigo de Dios? Están conectados. Para recibir el juicio y castigo de Dios, uno debe lograr un adecuado cumplimiento de su deber. ¿Por qué establece Dios ese estándar y requiere que las personas logren un adecuado cumplimiento de sus deberes? Porque Dios usa tu cumplimiento del deber para calibrar el grado de tu entrada en la vida. Si has logrado cumplir adecuadamente con tus deberes, eso significa que tu entrada en la vida ha alcanzado un estándar que te hace apto para aceptar el juicio y el castigo, lo cual también significa que eres elegible para aceptar la obra de perfeccionamiento de Dios en ti. Así, ¿qué condiciones tiene Dios que imponerle al hombre para lograr esto? Tu cumplimiento del deber ha de ser considerado adecuado a ojos de Dios, lo cual significa que, en otras palabras, existen una senda y un rumbo fundamentales en tu entrada en la vida que Dios reconoce y considera aptos. ¿Cómo verifica esto Dios? Sobre todo, por medio de tu cumplimiento del deber. Una vez que te has ganado la afirmación de Dios al cumplir tu deber de manera adecuada, el siguiente paso comienza de inmediato. Dios empezará a someterte al juicio y al castigo. Da igual qué errores cometas, se te va a disciplinar; es como si Dios hubiera empezado a vigilarte a conciencia. Eso es algo bueno; significa que Dios te ha validado, ya no estás en peligro y eres la clase correcta de persona que de ninguna manera va a cometer actos flagrantes de maldad. En un sentido, Dios te protegerá; en otro, expresado de un modo subjetivo, la senda en la que estás, tus objetivos de vida y tu rumbo se han arraigado en el camino verdadero. No vas a dejar a Dios ni te vas a desviar. Lo siguiente es sin duda que Dios te perfeccione; esta bendición recae sobre ti. Por tanto, si alguien desea recibir esta bendición y recorre la senda de ser perfeccionado, el primer requisito es lograr un adecuado cumplimiento de los propios deberes. Dios observa tus diversos desempeños en la casa de Dios, así como las tareas, comisiones y misiones que Él te encarga, a fin de entender tus actitudes hacia Dios y la verdad. Por medio de estas actitudes, Dios evalúa con exactitud qué senda recorres. Si te hallas en la senda de perseguir la verdad, darás la talla en el cumplimiento del deber y además tendrás entrada en la vida y diferentes grados de cambio de carácter. Todo esto se consigue durante el proceso de cumplir tu deber. Antes de que Dios te perfeccione formalmente, esto es todo lo lejos que serás capaz de llegar si confías en el esfuerzo humano. Sin la obra de Dios, solo puedes alcanzar este nivel; esforzarte para ir más allá te resultaría muy difícil. Solo puedes confiar en ti mismo para llevar a cabo lo que entra dentro de tus posibilidades y de tu capacidad humana, como refrenarte a base de fuerza de voluntad, soportar el sufrimiento, pagar el precio, renunciar, podar sentimientos, abandonar el mundo, reconocer las tendencias malvadas, rebelarse contra la carne, cumplir lealmente el deber, discernir y no seguir al hombre. Una vez que has logrado todo esto, eres apto para que Dios te perfeccione. En lo fundamental, Dios no interfiere en lo que pueden lograr los seres humanos. Él continuamente te provee con la verdad, te riega sin cesar, te apoya para que entiendas la verdad, te dice cómo comprenderla en varios aspectos y cómo entrar en las realidades-verdad. Una vez que hayas comprendido y entrado en ellas, Dios te otorgará un certificado de cualificación y tus posibilidades de salvación ascenderán al 80 por ciento. Sin embargo, antes de alcanzar ese porcentaje, debes invertir la totalidad de tus energías y esfuerzos; no puedes vivir esta vida en vano. Hay quienes dicen: “Llevo veinte años creyendo en Dios; ¿he invertido todas mis energías?”. No es algo que se mida según el número de años. Algunos dicen: “Llevo cinco años creyendo en Dios y he llegado a comprender algunas verdades. Sé cómo cumplir con mi deber de forma adecuada y me estoy esforzando en esa dirección. Ahora conozco algunos caminos y parece que, me siento algo más tranquilo y aliviado en el corazón”. Este sentimiento es en esencia acertado, pero ¿significa que tengas un 80 por ciento de posibilidades de salvarte? No. ¿A qué porcentaje has llegado en realidad? Entre el 10 y el 15 por ciento. Porque en el proceso de cumplir bien y de manera adecuada tu deber, aún tienes que experimentar muchas veces la poda; has de experimentar multitud de circunstancias. En ellas, desde el lado positivo, Dios te mostrará muchas cosas. Durante el proceso de revelar a estas personas, acontecimientos y cosas —es decir, en tales circunstancias prácticas—, Dios te permite entender algunas verdades. ¿Por qué te permite entender verdades a través de estas circunstancias prácticas? Si no experimentas estas cosas, tu comprensión de la verdad permanecerá para siempre al nivel de las palabras, las doctrinas y las consignas. Una vez que hayas experimentado diversas circunstancias en la vida, esas doctrinas que previamente llegaste a entender o que has sido capaz de comprender y captar en tu memoria se convertirán en una especie de realidad. Esta realidad es el lado práctico de la verdad y es aquello que debes comprender y en lo que debes entrar.

¿Qué posibilidades existen de que alguien se salve si todavía no ha satisfecho el estándar de cumplir de manera adecuada el deber? Como mucho, de entre el 10 y el 15 por ciento, ya que estas personas no entienden la verdad y les resulta del todo imposible alcanzar la auténtica sumisión. ¿Puede alguien que no entiende la verdad obrar de acuerdo con los principios? ¿Se puede tomar su deber en serio y de manera responsable? Para nada. Todos aquellos que no entienden la verdad actúan sin duda de acuerdo con su propia voluntad, hacen las cosas de manera superficial, a lo que añaden un montón de motivaciones egoístas, y obran según sus propias preferencias. Aunque seas capaz de expresar muchas doctrinas y de soltar teorías y consignas, eso no significa que poseas la realidad-verdad, así que tus posibilidades de salvarte no son altas. Para lograr la verdadera salvación y librarte de la influencia de Satanás y vivir según la palabra de Dios, el siguiente paso es dedicar esfuerzo a varias verdades. ¿Qué propósito tiene este esfuerzo? Entrar en la realidad-verdad con mayor precisión y solidez. Solo cuando hayas entrado en la realidad-verdad, puedes emprender la senda correcta para tu vida. Si solo sabes soltar doctrinas y consignas, pero no captas los principios-verdad de cumplir tu deber e, incluso, eres capaz de actuar de manera imprudente en función de tus propios caprichos, careces de realidad-verdad y te queda un largo camino. Después de que alguien ha experimentado muchas cosas en el transcurso de cumplir su deber y se da cuenta de que no entiende la verdad, así como de lo mucho que le falta para entenderla, empieza a dedicarle esfuerzo. Poco a poco, pasa de soltar doctrinas y consignas a tener un verdadero entendimiento, a practicar la verdad de manera precisa y a someterse de veras a Dios. De este modo, aumentan sus esperanzas de salvarse y las probabilidades se incrementan. ¿En qué se basa este incremento? (En hasta qué punto entienden la verdad). El grado en el que entienden la verdad no es el factor más significativo; importa más practicar y entrar en la realidad-verdad. Solo puedes comprender la verdad si la practicas; nunca la entenderás si no lo haces. Limitarse a comprender palabras y doctrinas no es lo mismo que entender la verdad. Cuanto más practiques la verdad, más realidad posees, más cambias y mejor entiendes la verdad. Por tanto, tus esperanzas de salvarte aumentarán de manera proporcional. Desde el lado positivo, si puedes tratar tu deber de la manera correcta en el transcurso de su cumplimiento, sin abandonarlo nunca —al margen de las circunstancias a las que te enfrentes—, e incluso, cuando otros pierdan la fe y dejen de cumplir con el suyo, tú te sigues aferrando al que te corresponde y jamás renuncias a él y permaneces firme y leal a él hasta el final, entonces lo tratas de verdad como lo que es, un deber, y demuestras una completa lealtad. Si puedes satisfacer este estándar, en lo esencial das la talla para cumplir de manera adecuada con tus deberes; este es el aspecto positivo. Sin embargo, antes de alcanzar este estándar, en el aspecto negativo, uno debe resistir diversas tentaciones. ¿Qué clase de problemas surgen cuando alguien es incapaz de vencer las tentaciones durante el proceso de cumplir su deber, de tal modo que lo traiciona al abandonarlo y huir? Eso es lo mismo que traicionar a Dios. Traicionar la comisión de Dios equivale a traicionar a Dios. ¿Tiene todavía salvación aquel que traiciona a Dios? Esa persona está acabada; ha perdido toda esperanza y los deberes que realizaba antes consistían meramente en ser mano de obra y se han esfumado en la nada con su traición. Por tanto, es esencial aferrarse al propio deber; al hacerlo, quedan esperanzas. Al cumplir lealmente el deber, uno puede salvarse y ganarse la aprobación de Dios. ¿Cuál piensa todo el mundo que es la parte más difícil de cumplir con el propio deber? Saber mantenerse firme ante la tentación. ¿Cuáles son estas tentaciones? El dinero, el estatus, las relaciones íntimas, los sentimientos. ¿Qué más? Si algunos deberes conllevan riesgos, incluso para la propia vida, y su cumplimiento puede suponer la detención y el encarcelamiento, o incluso sufrir persecución hasta la muerte, ¿puedes seguir cumpliendo tu deber? ¿Puedes perseverar? La eficacia con la que se pueden superar estas tentaciones depende de si uno persigue la verdad. Depende de la capacidad de uno para discernir y reconocer poco a poco estas tentaciones mientras persigue la verdad, para reconocer su esencia y los trucos satánicos que se esconden tras ellas. Asimismo, requiere reconocer las propias actitudes corruptas, la esencia-naturaleza personal y las propias debilidades. También hay que pedir sin cesar la protección de Dios para ser capaces de resistir estas tentaciones. Si uno puede sobrellevarlas, mantenerse firme en su deber sin traicionar ni escapar bajo ninguna circunstancia, entonces la probabilidad de salvarse asciende al 50 por ciento. ¿Es fácil alcanzar este 50 por ciento? Cada paso es un reto lleno de peligros, ¡no es sencillo alcanzarlo! ¿Existen personas a las que perseguir la verdad les resulta tan difícil que la vida les parece demasiado agotadora y preferirían estar muertas? ¿Qué clase de personas se sienten así? Así es como se sienten los incrédulos. Simplemente para sobrevivir, la gente puede devanarse los sesos, soportar cualquier dificultad y seguir aferrándose tenazmente a la vida durante los desastres, sin rendirse hasta su último aliento. Si creyeran en Dios y persiguieran la verdad con semejante vigor, alcanzarían los resultados con toda seguridad. Si la gente no ama la verdad y no está dispuesta a luchar por ella, ¡son unos inútiles! La búsqueda de la verdad no es algo que pueda lograrse mediante el mero esfuerzo humano; precisa una combinación de este con la obra del Espíritu Santo. Requiere que Dios instrumente diversos entornos para verificar y refinar a las personas, y que el Espíritu Santo obre para iluminarlas, esclarecerlas y guiarlas. El sufrimiento por el que se pasa para obtener la verdad está totalmente justificado. Al igual que los alpinistas que arriesgan la vida para escalar hasta las cumbres no temen las dificultades en su búsqueda de desafiar los límites, hasta el punto de arriesgar la vida. ¿Creer en Dios y alcanzar la verdad es más difícil que escalar una montaña? ¿Qué clase de personas desean bendiciones sin estar dispuestas a sufrir? Son unos inútiles. No puedes perseguir y obtener la verdad sin fuerza de voluntad; es imposible hacerlo sin capacidad de sufrimiento. Debes pagar un precio para obtenerla.

La gente ha llegado a entender la definición y el estándar de lo adecuado, la razón por la que Dios ha establecido dicho estándar, la relación entre el cumplimiento adecuado del propio deber y la entrada en la vida, y otros factores similares relacionados con la verdad del adecuado cumplimiento del deber. Si son capaces de llegar a mantenerse firmes en su deber sin que importe el momento o el lugar, sin renunciar a él, y pueden resistirse a cualquier clase de tentación, así como luego comprender y obtener conocimiento y entrada en todas las diversas verdades que Dios requiere en todas las distintas situaciones que Él dispone para ellos, eso es porque, desde el punto de vista de Dios, en lo fundamental han conseguido lo adecuado. Hay tres ingredientes principales para lograr lo adecuado en el cumplimiento del propio deber. Primero, tener una actitud correcta hacia su deber y no abandonarlo en ningún momento; segundo, ser capaz de experimentar toda clase de tentaciones mientras cumplen su deber y no tropezar; tercero, la capacidad de entender cada aspecto de la verdad mientras cumplen su deber, y entran en la realidad. Cuando la gente logre estas tres cosas y haya dado la talla, se habrá completado el primer requisito previo para aceptar el juicio y castigo y ser perfeccionado: cumplir de manera adecuada el deber.

En cuanto al adecuado cumplimiento del deber, se ha discutido antes una parte del contenido que implica el término “adecuado”. ¿Qué definición básica dimos de “adecuado” en los debates anteriores? (Obrar según los principios). Lo “adecuado” que se debate hoy se eleva a las intenciones de Dios y los estándares que Él requiere para el hombre. ¿Por qué demanda Dios que las personas cumplan su deber según un estándar adecuado? Esto se relaciona con la intención de Dios de salvar a las personas y Sus estándares para salvarlas y perfeccionarlas. Si no logras un adecuado cumplimiento del deber, Dios no va a perfeccionarte, pues esa es la condición más fundamental para que Dios perfeccione a las personas. Por tanto, que alguien pueda ser perfeccionado depende en esencia de si su cumplimiento del deber es adecuado. Si el tuyo es inadecuado, la obra de Dios de perfeccionar a las personas no tiene nada que ver contigo. Ahora hay algunos que se hallan en la senda correcta del cumplimiento de su deber, y, además, su rumbo es el correcto, pero todavía no se puede considerar que estén cumpliendo su deber de manera adecuada. ¿Por qué? Porque las personas entienden demasiado poco de la verdad. Es igual que ciertos hijos que quieren compartir algunas responsabilidades domésticas con sus padres, pero puede que no cuenten con estatura para hacerlo. ¿En qué momento poseerán la estatura para compartir de verdad algunas responsabilidades domésticas? Cuando sean capaces de hacer algunas cosas sin preocupar a los adultos podrán compartir los deberes domésticos; en ese momento podrán hacerlo. Aunque ahora puedas hacer algunas cosas, aún permaneces en la etapa de esforzarte y ser mano de obra, porque la verdad que entiendes es demasiado superficial, la que puedes poner en práctica es demasiado escasa, y eres capaz de captar demasiado pocos principios. Te hallas a menudo en un proceso de tanteo, sueles actuar en un estado de confusión, así que es muy difícil para ti confirmar si lo que haces está de acuerdo con las intenciones de Dios; nunca tienes la mente clara. ¿Puede entonces tu cumplimiento del deber considerarse adecuado? Todavía no, porque entiendes demasiado poco de la verdad y tu entrada en la vida no ha alcanzado el nivel que requiere Dios, tu estatura es demasiado pobre. ¿Qué significa que tu estatura sea demasiado pobre? Algunos dicen que se trata de un entendimiento superficial de la verdad, pero en realidad no es solo eso. Además, está relacionado de manera directa con la humanidad inmadura de alguien, con su pobre calibre y con poseer demasiadas cosas negativas. Por ejemplo, si un deber recae ahora sobre ti y no sabes cómo hacerlo, puede que sientas que eres un inútil y que no puedes ser considerado con las intenciones de Dios. Esto te lleva a volverte negativo y débil, a sentir que los arreglos de Dios son malos y no puedes hacer nada, a dar por seguro que te descartarán. Entonces, ya no quieres cumplir tu deber. ¿No es esta una manifestación de una estatura pobre? Asimismo, ahora hay muchos hermanos y hermanas jóvenes que no se han casado aún. Si se encuentran con una mujer o un hombre atractivos, puede que se enamoren, y que se generen sentimientos tras intercambiar unas cuantas miradas. Con unos afectos tan fuertes en ciernes, ¿podrán seguir cumpliendo bien su deber cuando empiecen a tener citas? Esto es caer en la tentación. ¿Acaso no indica una estatura pobre? No cabe duda. Además, hay quienes tienen dones especiales, y cumplen con deberes especiales en la casa de Dios. Esto les hace sentir que tienen algo de capital, así que quieren darse aires, siempre pretenden lucirse. En cuanto se lucen, pierden principios a la hora de hacer las cosas. Y, si otros los elogian, aunque sea un poco, sin duda también perderán principios a la hora de hacer las cosas, y se volverán complacientes y olvidarán sus deberes. Eso también es caer en la tentación. ¿Acaso no indica esto una pobre estatura? Esos problemas menores pueden incluso provocar que alguien de estatura pobre tropiece. Por ejemplo, algunas personas trabajan como actores en la casa de Dios, tienen buena apariencia y carisma, aparecen en unas cuantas películas y luego les parece que han obtenido algo de fama. Piensan: “Ahora me he hecho un nombre, si esto fuera el mundo secular, ¿acaso no me pediría la gente autógrafos? ¿Por qué nadie quiere mi autógrafo en la casa de Dios? Lo mejor será que salga en otra buena película”. Sin embargo, cuando no consiguen el papel protagonista en la próxima, les dan ganas de renunciar a su deber, lo consideran inútil. Siempre quieren interpretar papeles protagonistas y ser un actor famoso, y cuando no lo logran, se desaniman, se ponen de mal humor y hasta se plantean renunciar. Esto es tener una pobre estatura, lo cual implica que no eres apto para responsabilidades importantes. Aunque Dios te ha concedido un deber, no puedes todavía ganarte Su confianza. Solo con un pensamiento equivocado o una cosa que va en contra de tus deseos, podrías abandonar tus deberes y volverte contra Dios. ¿No es esto también un indicativo de pobre estatura? (Sí). Es una estatura excesivamente pobre. Con tan pobre estatura y estos comportamientos, ¿cómo de lejos está alguien de cumplir de manera adecuada su deber? ¿Dónde radica la brecha? En hasta qué punto ame uno la verdad. Hay también quienes, en el transcurso del cumplimiento del deber, se enteran de que su familiar más cercano ha caído enfermo. Entonces dejan de asistir a las reuniones y son negligentes en sus deberes, creen que saltárselos un par de días no tiene importancia. Después de todo, si su familiar muriera, se iría para siempre. Sin embargo, no atinan a considerar que el cumplimiento de su deber es un asunto crucial relacionado con ganar la vida, que es la única posibilidad de que alguien obtenga la salvación. Colocan sus sentimientos y a la familia por encima de sus deberes y de lograr la salvación. ¿No es esto indicativo de su pobre estatura? ¡Su estatura es demasiado pobre! Esto demuestra que no entienden los asuntos pertinentes en la vida ni saben dedicarse a las tareas apropiadas. ¿La estatura de alguien depende de su edad? No. Los seres humanos corruptos, ya sean hombre o mujer, y con independencia de su edad, lugar de nacimiento o nacionalidad, todos tienen el mismo carácter corrupto. Todos poseen la naturaleza de Satanás y pueden rebelarse contra Dios y resistirse a Él, y cometer todo tipo de maldades. Si alguien no persigue la verdad, ¿se puede arrepentir realmente? De ningún modo; no va a cambiar. Algunas personas caen enfermas y hablan a gritos sobre confiar en Dios y no temer a la muerte, sin embargo, a pesar de ello sienten que no pueden quedarse sentadas sin hacer nada. Creen que si no cumplen su deber, sin duda van a morir, así que se ponen de inmediato a hacerlo. Se fijan en qué deber conlleva las tareas más laboriosas y es de mayor importancia, cuál valora Dios, y se apresuran a ponerse con él. A lo largo del proceso de cumplir su deber, no paran de preguntarse: “¿Se puede curar esta enfermedad? Espero que así sea. He llevado una vida de dedicación, ¿acaso no debería curarme?”. En realidad, la enfermedad que tienen es terminal, van a morir cumplan o no su deber. Aunque ahora han venido a cumplir su deber, Dios observa el corazón del hombre. Con tan pobre estatura y tal motivación, ¿acaso pueden cumplir bien su deber? En absoluto. La gente de este tipo no persigue la verdad y su humanidad no es buena. Siempre tienen en mente sus propias pequeñas intrigas. Una vez que su enfermedad se agrava o se sienten un poco mal, empiezan a pensar: “¿De verdad me ha bendecido Dios? ¿De verdad me ha cuidado y protegido? Parece que no, así que no voy a cumplir más con mi deber”. En el momento que sienten la menor incomodidad, quieren renunciar a su deber. ¿Acaso poseen algo de estatura? (No). Por tanto, no pienses que solo porque haya personas que puedan sentarse aquí y escuchar sermones, o que puedan abandonar a sus familias y sus carreras para cumplir su deber en algún puesto de la casa de Dios —donde desempeñan un trabajo relacionado con sus habilidades profesionales o en campos donde son expertos—, eso es que ya están cumpliendo su deber. Tampoco significa que todo el mundo que cumple su deber lo hace de manera voluntaria, mucho menos que todos aquellos que ejecutan un deber poseen cierta estatura. A primera vista, la gente parece ocupada y dispuesta a hacer cosas y gastarse para Dios sobre la base de creer de manera auténtica en Él. En realidad, en el fondo de su corazón, todo el mundo suele mostrarse débil. A menudo albergan pensamientos de renunciar a su deber, con frecuencia cuentan con sus propios planes e, incluso más a menudo, esperan que la obra de Dios finalice pronto para enseguida poder recibir bendiciones. Su objetivo es justo ese. Lo que Dios apunta a resolver son esas debilidades humanas, la rebeldía y la pobre estatura, además de los pensamientos y acciones ignorantes de las personas. Cuando estos problemas quedan todos resueltos y ya no son problemas, cuando nada de lo que surja pueda afectar a tu capacidad para cumplir tu deber, entonces eso será suficiente y tu estatura habrá crecido. La senda que alguien acabe tomando y en qué medida vaya a hacerlo, no la determina el volumen al que griten las consignas, ni sus emociones o deseos pasajeros. Más bien depende de su búsqueda y de hasta qué punto amen la verdad.

¿En qué situaciones renunciaréis a vuestro deber? ¿Sucederá cuando afrontéis la muerte? ¿O cuando os encontréis con alguna pequeña decepción en la vida? Hay quien plantea muchas exigencias a la hora de cumplir su deber. Por un lado, a esta persona no se la debe exponer al viento ni al sol y su entorno de trabajo ha de ser cómodo. No es capaz de soportar siquiera la menor inconveniencia. Asimismo, a menudo debe pasar tiempo con su marido (o su mujer), vivir en un mundo de ellos dos y, además, tener su vida privada en la que salir para disfrutar del ocio, irse de vacaciones y demás, cosas todas ellas que han de satisfacerle. Si no se encuentra siquiera un poco satisfecho, se incomodará y sentirá un constante resentimiento en el corazón, e incluso perturbará a los demás difundiendo nociones. Algunos que entienden la verdad pueden discernir que estas personas no son buenas, que son incrédulos, y se distanciarán de ellas. Sin embargo, hay quienes no entienden la verdad; tienen una estatura pobre y les falta discernimiento, y se verán afectados por las perturbaciones de esta gente. Decidme, ¿se debería echar a tales malhechores de la iglesia? (Sí). A esta clase de personas, que perturban y trastornan la obra de la iglesia de manera constante, hay que echarlas para proteger a aquellos de pobre estatura y que son ignorantes. ¿En qué circunstancias podríais abandonar vuestros deberes y marcharos sin avisar? Por ejemplo, mientras difundes el evangelio, ves a alguien especialmente atractivo y que habla con carisma, y cuanto más lo miras, más aumenta tu adoración, y piensas: “¡Sería maravilloso no cumplir mi deber y encontrar una pareja así!”. Una vez que piensas de ese modo, estás en peligro; será fácil sucumbir a la tentación. Y una vez que lo has pensado demasiado, estás decidido a aspirar a esta relación. Sin embargo, cuando te acabas ganando a esa persona, te das cuenta de que también es un ser humano corrupto y de que, en realidad, no es tan maravillosa, aunque para entonces ya es demasiado tarde para arrepentirse. Una vez que se cae en la tentación del enredo romántico, no es fácil salir. No será sencillo dar marcha atrás sin emplear uno o dos años, o entre tres y cinco. Durante este periodo de tres a cinco años a los que has renunciado, ¿cuánta verdad te perderás? ¿Cómo de grande será la pérdida para tu vida? ¿Cuánto se demorará tu crecimiento en la vida? Algunas personas ven a otras hacer mucho dinero en el mundo secular, llevar ropa de diseño, comer y beber bien, y se les remueve algo en el corazón; ellos también quieren salir a hacer dinero. Así es como surge la tentación. Alguien cuya mente empieza a acelerarse al enfrentarse a las situaciones, que busca abandonar su deber, no es capaz de resistir la tentación; está en peligro. Esto indica su pobre estatura. Te sientes molesto y descontento cuando ves a alguien que disfruta de buena comida. También te sientes infeliz al ver a otro con una buena pareja. Y te afliges cuando ves que una persona que ronda tu edad y cuenta con un atractivo similar, viste mejor que tú e incluso es famosa. Empiezas a pensar que, si no hubieras abandonado tu educación y te hubieras graduado y encontrado una carrera, no cabe duda de que te iría mejor a ti que a ellos. Cada vez que afrontas estas situaciones, te sientes atribulado durante días. Las tentaciones son una especie de limitación, una especie de molestia para ti, lo que demuestra que tu estatura es pobre. Cuando estáis difundiendo el evangelio y conocéis a un miembro adecuado del sexo opuesto, alguien del tipo “alto, rico y guapo” o a una mujer de tez clara, rica y bella, es posible que no podáis evitar esa tentación. ¿Qué significa que podríais no ser capaces de evitarla? Quiere decir que tu estatura no ha alcanzado un nivel en el que puedas superar diversas tentaciones; no puedes evitarlas, así que se apoderan de tu corazón y lo seducen. Todo en lo que piensas, lo que rumias en tu cabeza, incluso aquello en lo que sueñas y debates con otros, pasa a estar relacionado con estos asuntos. Afecta al cumplimiento de tu deber. Mientras compartes la verdad, otros tienen mucho que decir mientras tú contribuyes cada vez menos, y pierdes interés en creer en Dios. ¿Acaso no es esto dejarse seducir? Es caer en la tentación y es peligroso. Algunas personas creen que solo has caído en la tentación cuando empiezas a salir con alguien o te has marchado con él, pero para cuando has llegado a ese punto, estás acabado. ¿Surgirían situaciones así si os encontrarais con tales asuntos? (No lo sé). Si no lo sabéis, eso prueba que vuestra estatura es pobre. ¿Por qué lo prueba? Por una parte, nunca te has enfrentado a tales asuntos, así que no sabes cómo reaccionarías; no tienes control sobre tu persona. Por otra, al enfrentarte a esta clase de situación, no tienes la actitud ni el enfoque correctos para lidiar con problemas de este tipo. Si no puedes buscar la verdad para resolver el problema, eso significa que eres pasivo. Ser pasivo prueba que eres de pobre estatura e ignorante. Si bien es posible que tú no seduzcas de manera activa a otros, no cabe duda de que otros pueden seducirte a ti, lo que te lleva a la tentación. Si no puedes vencerla, eso es un problema. Por ejemplo, ¿y si alguien te ofrece dinero y estatus? ¿Y si aparece una persona incluso mejor y trata de engatusarte? ¿Sería fácil superar eso? ¿Qué posibilidades hay de que lo logres? Se dice que algunas personas, al recibir solo dos bombones de alguien que les gusta, se encaprichan y se plantean empezar una relación; así de pobre es su estatura. ¿Acaso no se trata de que no han creído en Dios durante el tiempo suficiente? No necesariamente. Hay quienes han sido creyentes durante más de una década y todavía pueden caer en la tentación al hallarse en tales situaciones. Ya sea la primera, la segunda o la tercera vez que les ocurre algo así, todavía se les puede seducir. ¿Qué razón hay para ello? Su estatura es pobre y realmente carecen de entendimiento acerca de algunas verdades. ¿Por qué carecen de entendimiento? Porque no persiguen la verdad; siempre están atolondrados. Según su punto de vista, tales cuestiones no son significativas. Piensan: “Si aparece una pareja apropiada, ¿por qué no puedo casarme? Lo que sucede es que todavía no he conocido a nadie adecuado ni que me impresione, así que saldré del paso y ya está”. Salir del paso no es una actitud para perseguir la verdad; no es caminar por la senda de lograr la salvación y ser perfeccionado; no se trata de esa mentalidad. Solo quieren apañárselas, vivir cada día como venga, ir a dondequiera que la vida los lleve. Y, si de verdad llega un día en el que no pueden continuar, que así sea. No les interesan la intención de Dios de salvar a las personas o la obra que Él lleva a cabo para esta salvación. Asimismo, no buscan con sinceridad las diversas verdades relacionadas con la salvación de Dios para el hombre ni se las toman en serio. Hay quien podría decir: “Pero siempre acuden a los sermones; ¿cómo puedes decir que no se lo toman en serio?”. Sin embargo, la mera observación del ritual de asistir a las reuniones y escuchar sermones es diferente a aceptar la verdad. Hay muchas personas que escuchan sermones, pero ¿cuántas practican realmente la verdad? Son incluso menos las que se embarcan en la senda de perseguirla. Muchas de ellas solo se concentran en comprender doctrinas y enriquecer sus propias nociones y figuraciones cuando escuchan sermones. Aquellos que aman la verdad escuchan con intención de buscarla y aceptarla. Les es posible escuchar sermones y hacer introspección, comparar lo que oyen con sus propios estados y centrarse en resolver sus actitudes corruptas. Se agarran a los aspectos prácticos de la verdad; enfatizan practicar y experimentar estos aspectos, así como obtener la verdad. Por tanto, aquellos que aman la verdad escuchan sermones para obtener vida, para entender la verdad y transformarse. Aceptan la verdad en su corazón y, cuando la practican, la verdad que entienden los beneficia; entender la verdad proporciona una senda. En cuanto a los que no persiguen la verdad, escuchan sermones de manera atolondrada. Los escuchan enteros, de principio a fin y, cuando luego les preguntas qué han entendido, dirán: “Lo he entendido entero. He tomado unos apuntes claros sobre todo ello”. Sin embargo, si les preguntas en qué les ha ayudado esto, afirmarán de manera vaga que, en cierto modo, les ha resultado útil. ¿De veras es así? No, porque no han adquirido las verdades del sermón. ¿Por qué no? Porque no lo han aceptado, ¿cómo van a adquirirlas? Algunos dicen: “¿Cómo que no las han adquirido? ¿Cómo es que no las han aceptado? Han escuchado con suma atención e incluso han tomado apuntes”. Hay quienes solo toman apuntes como una mera formalidad, no porque anhelen la verdad. Algunos que comparten la verdad puede que no la acepten; depende de si su corazón la anhela realmente. ¿Qué significa entonces aceptar de veras la verdad? Quiere decir que, tras leer las palabras de Dios, uno las puede adaptar a sus propios estados, a su propia conducta y sus acciones, a los principios de creer en Dios, a las comisiones y responsabilidades que Él encargó y a la senda que están recorriendo. Pueden reflexionar sobre sí mismos respecto a todas estas cosas, discernirlas con claridad, lograr un entendimiento de la verdad y luego practicar y entrar en ella. Solo alguien así acepta la verdad y la persigue.

Acabamos de hablar de las manifestaciones de las personas de pobre estatura. En el proceso gradual de entendimiento de la verdad, la gente resolverá poco a poco los problemas propios de su pobre estatura, como la necedad, la ignorancia, la timidez y la debilidad. ¿A qué hace referencia la debilidad? A que el porcentaje de tu creencia en Dios es particularmente pequeño; tu creencia está bajo mínimos. En la doctrina, crees que Dios puede conseguirlo todo y que reina soberano sobre todas las cosas, pero a la hora de enfrentarte a situaciones reales, no te atreves a confiar en Dios; no te atreves a entregarle todo sin reservas en el corazón ni eres capaz de someterte: eso es debilidad. La necedad, la ignorancia, la timidez y la rebeldía de las personas, estos elementos negativos, solo pueden resolverse poco a poco o mejorar en diverso grado mediante la búsqueda de la verdad en el cumplimiento del deber. ¿Qué significa mejorar? Quiere decir que estas cosas negativas se resuelven de forma gradual; los resultados de tu cumplimiento del deber son cada vez mejores, y ahora eres capaz de soportar más que antes a la hora de enfrentarte a situaciones. Por ejemplo, cuando antes te enfrentabas a circunstancias de este tipo, debido a tu pobre estatura te mostrabas débil, te volvías pasivo e incluso afectaban a tu actitud hacia el cumplimiento del deber. Tenías rabietas, abandonabas tus obligaciones, eras superficial y no demostrabas lealtad. Ahora, ante tales situaciones, no disminuye el grado de tu lealtad para cumplir el deber; si albergas dificultades o debilidades en el corazón, eres capaz de buscar la verdad para resolverlas. Es decir, la cuestión de la entrada en la vida ya no afectará al cumplimiento de tu deber. Tus estados de ánimo, tu estado y tu debilidad ya no afectarán a tu trabajo previsto ni a tus responsabilidades, deberes y obligaciones. ¿Acaso no supone esto un incremento en tu capacidad para manejar los asuntos y lidiar con los acontecimientos externos? Se trata de crecer en estatura. Hay quienes se ponen muy contentos cuando se les pide que interpreten el papel principal, e incluso caminan como si flotaran en el aire; pero si se les pide que hagan de extra, se muestran reacios, se ponen de mal humor y caminan con la cabeza gacha. Algunas personas siempre quieren destacar cuando difunden el evangelio, pero no pueden compartir la verdad. No practican la formación, aunque siempre quieren colocarse en los puestos altos y mostrar su rostro. ¿Es esto auténtica sumisión? ¿Es la actitud correcta hacia el cumplimiento del deber? Cuando la mentalidad de alguien es incorrecta y su estado es confuso, debe buscar la verdad para hallar la solución y ser capaz al final de buscar y practicar la verdad, sin importar la situación que se presente; eso es tener experiencia de vida. Una vez que puedas discernir todo tipo de asuntos, habrás obtenido inmunidad. No importa con qué te encuentres o cuándo ocurra, no afectará a tu ejecución del deber ni este se verá comprometido por cualquier asunto menor, cualquier estado de ánimo leve o por los cambios en las personas, acontecimientos, cosas y circunstancias. Se fortalecerá tu capacidad para superar el pecado y sobreponerte a diversas circunstancias y estados de ánimo; esto significa que aumentará tu estatura. ¿Cómo crece la estatura? Es el resultado que se obtiene cuando las personas entran poco a poco en la realidad-verdad al buscar la verdad para resolver los problemas. Una vez que has entendido algunas verdades y estas se convierten en tu vida, en la base de tu conducta, en tu punto de vista para observar las cosas y en la luz que te guía, entonces eres resiliente; no te sentirás débil tan a menudo. Por ejemplo, antes, si te hubieran hecho líder serías muy feliz; pero si se te sustituyera, te pasarías en un estado negativo un mes o dos, incapaz de hacer nada que se te pidiera, ejecutarías cualquier deber con una actitud negativa, actuarías de manera superficial, incluso hasta el punto de renunciar por completo. Ahora, si se te fuera a sustituir, dirías: “Aunque me sustituyeran, no me va a afectar. No permaneceré negativo ni un solo día. Si hoy me reemplazan, continuaré con lo que debía hacer mañana. Acepto y me someto a las instrumentaciones y arreglos de Dios”. Eso es resiliencia. ¿Cómo surge esta resiliencia? Si no persigues la verdad, y al enfrentarte a los asuntos no buscas la verdad para su resolución ni te concentras en actuar con principios, ¿tendrás esta estatura? Ni siquiera serás resiliente si vives según las filosofías de los no creyentes para los asuntos mundanos. Solo si vives según la verdad puedes desprenderte poco a poco del orgullo, del estatus y de la vanidad, de modo que, al final, nada pueda derribarte ni afectar al buen cumplimiento de tu deber. Eso es tener estatura, ser resiliente. Cuando eres resiliente y tu estatura ha crecido, ¿acaso no cumples tu deber cada vez más a la altura del estándar? Cuándo cumples de manera adecuada tu deber, ¿no significa eso que cuentas con cierta estatura? ¿Qué incluye esta estatura? La auténtica fe en Dios, la auténtica sumisión a Él, la lealtad a Dios, además de la capacidad para tratar de manera correcta tus deberes, aceptarlo todo de parte de Dios y ser capaz de someterte a Él, temerlo y evitar el mal. Estas son las manifestaciones del crecimiento de estatura.

Así pues, ¿habéis sentido en vuestra conciencia que salvarse es algo que se ha de apuntar en la agenda y que ya no podéis ser atolondrados al respecto? Entender todas y cada una de las verdades tiene una importancia extrema para salvarse. No puedes confundirte con respecto a ninguna verdad. Creer en Dios no es meramente esforzarse, correr de un lado a otro, soportar algo de sufrimiento y ser capaz de perseverar por medio de las pruebas, sin tropezar. Si la gente que de veras cree en Dios considera salvarse como un asunto significativo en la vida y trata como tal la obtención de la verdad, entonces serán capaces de desprenderse de cualquier cosa; desprenderse les resultará fácil. Si uno no ha sentido aún lo importante que es salvarse, eso sería algo estúpido e inconsciente; su fe es demasiado pobre, y todavía vive en una situación desesperada. Si alguien no ama la verdad, le resultará difícil lograr un adecuado cumplimiento del deber. Esto se debe a que, para lograrlo, uno necesita entender muchas verdades y también entrar en ellas. En el proceso de comprender y entrar en la verdad, el deber que uno cumple se volverá poco a poco adecuado; sus diversas debilidades y estados de ánimo cambiarán de manera paulatina, y sus diferentes estados mejorarán del mismo modo. Durante el proceso de entender la verdad y entrar en la realidad-verdad, uno tendrá cada vez más interiorizada la visión relativa a la creencia en Dios y a ser salvado y, al mismo tiempo, el deseo y la exigencia de salvarse se volverán cada vez más urgentes. ¿Qué quiere decir urgente? Significa que puedes sentir que salvarse es un asunto urgente, una cuestión de extrema importancia y, que no resolver tus actitudes corruptas podría resultar muy peligroso y no podrías lograr la salvación. Esta es la clase de mentalidad que conlleva un sentido de urgencia. Al principio, no dispones del concepto de ser salvado ni perfeccionado. Poco a poco, llegas a entender que los humanos tienen actitudes corruptas y necesitan que Dios los salve. Descubres que las personas viven en pecado, atrapadas en un carácter corrupto en el que no hay libertad, que llevan una vida de extremo sufrimiento y que, tarde o temprano, las tendencias malvadas de Satanás las van a arrollar. Te das cuenta de que los seres humanos no pueden mantenerse firmes por sí solos; por muy resiliente o decidido que seas, no puedes garantizar que vayas a seguir a Dios hasta el final. Asimismo, has de perseguir la verdad, debes experimentar el juicio, el castigo, las pruebas y el refinamiento para entender la verdad y conocerte a ti mismo, y solo entonces contarás con la determinación de seguir a Dios hasta el final. Llegado este punto, empiezas a sentir algo de urgencia respecto a salvarte. Entender la verdad es crucial para lograrlo. Perseguir la verdad es un asunto significativo que uno nunca debe abandonar ni pasar por alto. El hecho de perseguir la verdad o de no hacerlo guarda relación directa con salvarse y está ligado de manera ineludible con si Dios puede o no perfeccionarte. En el proceso de cumplir tu deber, todos los problemas y dificultades que te encuentres se deben resolver buscando la verdad; tu debilidad, ignorancia y necedad cambiarán también poco a poco. ¿A qué se refiere este cambio? Significa que tu capacidad para superar el pecado se ha vuelto mucho más fuerte y te estás tornando cada vez más sensible a tus actitudes corruptas y a las cosas perversas. Ganas mayor discernimiento y sentimiento hacia estos asuntos en tu corazón. En este momento, hay algunas personas que todavía carecen de esta conciencia y no sienten nada cuando perciben pecado, perversidad o cosas satánicas; esto es inaceptable y demuestra que su estatura aún queda muy lejos. Algunos otros no tienen sentimientos ni discernimiento, y ni siquiera un rastro de auténtico odio hacia los diversos comportamientos pecaminosos y los distintos feos aspectos de Satanás. Tampoco tienen ninguna conciencia ni discernimiento, ni mucho menos odio alguno, hacia sus propias acciones y la corrupción que revelan, ni hacia las actitudes corruptas y las cosas feas que hay en el fondo de su corazón. Tales personas distan todavía bastante de tener estatura. Sin embargo, por grande que sea la brecha, lo débil que uno sea o lo pequeño de su estatura en este momento, eso no supone un problema, porque Dios ha provisto a la gente con una senda y un rumbo para resolver estas cuestiones. A medida que alcanzas de un modo paulatino el estándar de cumplir de manera adecuada tu deber, persigues además un entendimiento de la verdad y la entrada en las realidades-verdad. Mientras persigues ambos aspectos, tu capacidad para vencer al pecado se vuelve más fuerte, y la de discernir las cosas perversas también aumenta, y así se resuelven en diferente grado tu debilidad y tu rebeldía. Por ejemplo, cuando tu estatura es pobre y te topas con una situación, aunque sepas que no es buena todavía podrías verte limitado y atado a esta, e incluso participar en ella. Una vez que entiendes la verdad y puedes practicar algunas verdades, aparte de detestar tales asuntos en tu corazón, rechazarás y rehusarás participar en ellos; al mismo tiempo, también ayudarás a otros a librarse de ellos. Esto es progreso; es el crecimiento de estatura. ¿Cuáles son los indicadores del crecimiento de estatura? Para empezar, uno demuestra lealtad en el cumplimiento del deber, ya no hay más comportamiento superficial. La propia fe en Dios se convierte también en más auténtica y práctica y existe verdadera sumisión a Él. Asimismo, uno puede discernir y superar las tentaciones y perturbaciones de Satanás; este ya no lo puede desorientar ni controlar, y puede liberarse de su influencia. Con esto, se cumple de veras el estándar de salvarse.

Después de la charla de hoy, ¿sabéis cómo medir si los deberes que cumplís están a la altura del estándar? Si es así, eso prueba que tienes algo de entendimiento de estas verdades y has hecho progresos; si no, se evidencia que no has entendido lo que se ha dicho y te has quedado corto. Necesitas claridad en dos aspectos. Uno es la capacidad de evaluarte a ti mismo y el otro es saber cómo cumplir tu deber de modo que satisfagas el estándar y conozcas la senda. En el pasado, la discusión estaba centrada la mayoría del tiempo en el cumplimiento del deber, con escasa mención a llevarlo a cabo de manera adecuada. El principal debate de hoy ha versado sobre los estándares para el adecuado cumplimiento del deber. Se ha compartido con bastante claridad acerca de esto, así como sobre las distintas verdades implicadas en este aspecto. Además, también sobre qué problemas se deben evitar y qué principios se han de respetar durante el proceso de cumplir los deberes, así como acerca de los errores que no se deben cometer; todo esto es muy importante. En especial, no robes ofrendas, no te metas de manera imprudente en relaciones románticas ni desafíes los arreglos de la obra. Si cometes estos errores, entonces estás totalmente acabado; no hay esperanzas de salvarse. Por tanto, no tomes la senda equivocada, no camines por la de una persona malvada. Una vez que emprendas ese camino, en realidad ya no queda esperanza, nadie puede salvarte. Si Dios no te salva, entonces está claro que tampoco puedes salvarte a ti mismo. Si alguien llega a este punto, supone un problema grave; no es fácil dar marcha atrás. En esencia, es un camino que no va a ninguna parte.

28 de noviembre de 2018

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