Palabras diarias de Dios: La encarnación | Fragmento 112

4 Mar 2021

La obra que Dios viene a realizar en esta tierra es únicamente guiar la era, inaugurar una era nueva y poner fin a la anterior. No vino a vivir el curso de la vida de un hombre en la tierra, a experimentar por sí mismo las alegrías y los pesares del mundo humano ni a perfeccionar a una persona concreta por Su mano ni a observar el crecimiento de una persona determinada. Esta no es Su obra: Su obra es únicamente comenzar la era nueva y poner fin a la antigua. Es decir, Él mismo abrirá una era, Él mismo pondrá fin a la anterior y derrotará a Satanás al llevar a cabo Su obra en persona. Cada vez que realiza Su obra en persona, es como si estuviera poniendo pie en el campo de batalla. Primero, vence al mundo y prevalece sobre Satanás mientras está en la carne; toma posesión de toda la gloria y levanta la cortina que cubre la totalidad de la obra de los dos mil años, y lo hace para que todas las personas de la tierra tengan el camino correcto para andar y una vida de paz y alegría por vivir. Sin embargo, Dios no puede vivir mucho tiempo en la tierra con el hombre, puesto que Dios es Dios y, después de todo, distinto del hombre. No puede vivir la vida de una persona normal, es decir, no puede residir en la tierra como una persona que no es nada extraordinaria, puesto que tiene únicamente una parte diminuta de la humanidad normal de una persona normal para mantener Su vida humana. En otras palabras, ¿cómo podría Dios fundar una familia, tener una carrera y criar hijos en la tierra? ¿No sería esto una desgracia para Él? El que esté provisto de humanidad normal tiene la única finalidad de llevar a cabo la obra de una manera normal, no de permitirle tener una familia y una carrera como una persona normal. Su sentido normal, Su mente normal y la alimentación y la vestimenta normales para Su carne son suficientes para demostrar que tiene una humanidad normal; no es necesario que tenga familia ni carrera para demostrar que está provisto de una humanidad normal. ¡Esto sería completamente innecesario! La venida de Dios a la tierra es el Verbo hecho carne; simplemente le está permitiendo al hombre entender Su verbo y ver Su verbo, es decir, le permite al hombre ver la obra realizada por la carne. Su intención no es que las personas traten Su carne de una manera concreta, sino únicamente que sean obedientes hasta el final, es decir, que obedezcan todas las palabras que salgan de Su boca y que se sometan a toda la obra que Él haga. Únicamente está obrando en la carne; Él no está pidiendo intencionadamente que el hombre exalte la grandeza y la santidad de Su carne, sino que está mostrando al hombre la sabiduría de Su obra y toda la autoridad que ejerce. Por lo tanto, aunque tiene una humanidad extraordinaria, no hace anuncios y se centra únicamente en la obra que tiene que hacer. Vosotros debéis saber por qué Dios se hizo carne y aún así no lo publica ni testifica de Su humanidad normal, sino que simplemente lleva a cabo la obra que desea realizar. Por lo tanto, todo lo que podéis ver del Dios encarnado es lo que es Él divinamente; esto se debe a que nunca proclama lo que es humanamente para que lo emule el hombre. Únicamente el hombre, cuando lidera a las personas, habla de lo que es humanamente con el fin de ganarse su admiración y sumisión y, de esa manera, lograr el liderazgo sobre otros. Dios, en cambio, conquista al hombre únicamente mediante Su obra (es decir, obra inalcanzable para el hombre); no hay duda de que el hombre lo admira o de que hace que el hombre lo adore. Todo lo que hace es inculcar en el hombre un sentimiento de veneración por Él o una sensación de lo insondable de Él. Dios no tiene necesidad de impresionar al hombre; todo lo que necesita es que lo veneres cuando hayas sido testigo de Su carácter. La obra que realiza Dios es suya; no la puede hacer el hombre en su lugar ni la puede alcanzar el hombre. Sólo Dios mismo puede realizar Su propia obra y marcar el inicio de una nueva era para llevar al hombre a una vida nueva. La obra que realiza es la de permitir que el hombre adquiera una vida nueva y entre en una era nueva. El resto de la obra se entrega a aquellos con una humanidad normal que son admirados por otros. Por lo tanto, en la Era de la Gracia, completó la obra de dos mil años en sólo tres años y medio de Sus treinta y tres años en la carne. Cuando Dios viene a la tierra para llevar a cabo Su obra, siempre completa la obra de dos mil años o de toda una era en un plazo muy breve de unos pocos años. No aplaza y no demora; simplemente condensa la obra de muchos años para que se complete en apenas unos pocos años. Esto es porque la obra que realiza en persona es enteramente para la apertura de un camino nuevo y para dar entrada a nueva era.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (2)

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