Qué significa perseguir la verdad (8)

La última vez hablamos de cuatro enunciados de la cultura tradicional sobre la conducta moral. Decidme cuáles eran. (“De bien nacidos es ser agradecidos”, “Sacrifica tus intereses por los demás”, “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral” y “Al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó”). ¿Tenéis claro qué hay que analizar y comprender en cada enunciado? Todos los enunciados de la cultura tradicional están estrechamente relacionados con la vida real de la gente y con su forma de comportarse. No cabe duda de que estos enunciados de la cultura tradicional tienen cierta influencia en la vida real de la gente y en su forma de comportarse. Los principios de las palabras, acciones y conductas de las personas en la vida real se derivan fundamentalmente de estos enunciados y puntos de vista de la cultura tradicional. Es evidente que están bastante arraigados en la gente tanto la influencia de la cultura tradicional como lo que esta inculca. Después de lo que enseñé en la última reunión, ¿meditasteis y hablasteis más entre vosotros? (Hablamos y comprendimos un poco estos enunciados de conducta moral y pudimos modificar ligeramente nuestras ideas y perspectivas sobre este tipo de cosas, pero aún no las comprendemos a fondo). En parte, para lograr comprenderlas a fondo, debéis basar vuestra comprensión en aquello que Yo he enseñado. Por otra parte, debéis comprenderlas a la luz de los puntos de vista que tenéis en la vida real, así como de los pensamientos y actos que tienen lugar cuando os ocurre algo. No basta con escuchar sermones. Al escuchar sermones, el objetivo es poder reconocer las cosas negativas en la vida real, saber distinguirlas con mayor precisión y, posteriormente, poder comprender las cosas positivas y hacerlo de manera pura, de modo que las palabras de Dios se conviertan en el criterio de comportamiento y conducta en la vida real de uno. Por un lado, el ejercicio del discernimiento de estas cosas negativas tiene un efecto corrector en la conducta y el comportamiento de las personas, en tanto que puede corregir las ideas y opiniones equivocadas de la gente y sus actitudes ante los acontecimientos y las cosas. Por otro lado, en su labor positiva, puede hacer que la gente adopte formas y métodos correctos, además de unos principios de práctica precisos, en lo que se refiere a sus ideas sobre las personas y las cosas, a su conducta y a sus actos. Estos son el objetivo y el efecto deseado al enseñar y analizar estos enunciados sobre la conducta moral.

Ya hemos compartido dos veces enunciados sobre la conducta moral de la cultura tradicional china, los cuales son, básicamente, requisitos para la conducta moral de las personas surgidos en un amplio contexto social. A nivel individual, dichos enunciados pueden restringir y regular el comportamiento de la gente hasta cierto punto; desde una perspectiva más amplia, su objetivo era generar un buen “ethos” social y, por supuesto, posibilitar que los gobernantes gobernaran mejor al pueblo. Si el pueblo tiene ideas propias, si puede pensar libremente y aspirar a sus propias normas morales de comportamiento, o si puede expresar sus opiniones, vivir según sus propias ideas, comportarse como crea conveniente y adoptar su propia forma de ver las cosas, a la gente, su sociedad y el país en que vive, sin duda eso no es algo bueno ni buena señal para los gobernantes, ya que amenaza directamente su posición de dominio. En resumen, estos enunciados de conducta moral fueron propuestos, fundamentalmente, por supuestos moralistas, pensadores y educadores como una manera de complacer y contentar a los gobernantes con el objetivo de demostrar que podían servirlos a ellos por medio de estos pensamientos y teorías, con su reputación y con su prestigio. Esta es, básicamente, la naturaleza de todos estos enunciados de conducta moral de los que hemos hablado; su objetivo no era sino restringir las ideas de la gente, su conducta moral y sus opiniones sobre las cosas a un abanico moral que la gente creyera un poco mejor, más positivo y más noble, con el fin de reducir los conflictos entre personas, armonizar sus relaciones y producir tranquilidad, lo que sería beneficioso para el dominio de los gobernantes sobre el pueblo y, además, consolidaría el estatus de la clase dirigente y mantendría la armonía y la estabilidad de la sociedad. Así, estas personas que propusieron las normas de conducta moral lograron todo lo que deseaban: ser valoradas y asignadas a puestos importantes por la clase dirigente. Esa era, en gran medida, la carrera a la que aspiraban y que esperaban y, aunque no pudieran ser altos funcionarios, al menos serían recordadas por las generaciones venideras y pasarían a la historia. Pensadlo: ¿a qué persona de las que propusieron estos enunciados de conducta moral no venera esta sociedad? ¿A cuál no admira la humanidad? Incluso hoy en día, entre el pueblo chino, estos supuestos pensadores, educadores y moralistas, como Confucio, Mencio, Laozi, Han Feizi y otros, tienen una popularidad imperecedera y son muy valorados y venerados. Por supuesto, hemos especificado un número limitado de enunciados de conducta moral, y los ejemplos citados son solo algunos de los más representativos. Aunque dichos enunciados de conducta moral provienen de muchas personas, las ideas y los puntos de vista defendidos por estas presuntas lumbreras concuerdan plenamente con el deseo de los gobernantes y de la clase dirigente, y todos sus conceptos de gobernanza y sus ideas centrales son los mismos: formular normas morales de conducta y acciones que obedezcan los seres humanos para que estos se comporten, contribuyan dócilmente a la sociedad y a su país y vivan dóciles entre sus semejantes; eso es prácticamente todo. Sus ideas y puntos de vista tienen el mismo objetivo, independientemente de la dinastía o persona de la que procedan estos enunciados de conducta moral: servir a la clase dirigente y engañar y controlar a la humanidad.

Ya hemos hablado de ocho enunciados de conducta moral. La naturaleza de estos ocho enunciados es, básicamente, la exigencia de que la gente renuncie a sus deseos egoístas y a su voluntad y, por el contrario, sirva a la sociedad, a la humanidad y a su país y alcance la abnegación. Por ejemplo, sin importar a qué grupo pertenezcan enunciados sobre la conducta moral como “Sacrifica tus intereses por los demás”, “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral” y “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, todos exigen a la gente autocontrol —control de sus deseos y conductas inmorales— y que tenga unos puntos de vista ideológicos y morales favorables. Independientemente de cuánto influyan estos enunciados en la humanidad, y de si esa influencia es positiva o negativa, el objetivo de estos supuestos moralistas era, en pocas palabras, restringir y regular la conducta moral del pueblo proponiendo dichos enunciados para que la gente tuviera un código básico sobre cómo comportarse y actuar, sobre cómo contemplar a las personas y las cosas, y sobre cómo percibir su sociedad y su país. Desde un punto de vista positivo, la invención de estos enunciados de conducta moral ha contribuido hasta cierto punto a restringir y regular la conducta moral de la humanidad. Sin embargo, si nos fijamos en los hechos objetivos, ha llevado a la gente a adoptar pensamientos y puntos de vista falsos y pretenciosos, con lo que las personas influenciadas y educadas por la cultura tradicional son más insidiosas y traicioneras, se les da mejor fingir y son más cerradas de mente. Por la influencia y lo inculcado por la cultura tradicional, la gente ha ido adoptando esos puntos de vista y esos enunciados falsos de la cultura tradicional como cosas positivas, y adora como santos a esas lumbreras y grandes figuras que inducen a error al pueblo. Una vez inducido a error, a aquel se le queda la mente confundida, adormecida y embotada. No sabe lo que es la humanidad normal ni lo que deberían perseguir y obedecer las personas con una humanidad normal. No sabe cómo debe vivir la gente en este mundo ni qué forma o reglas de vida debe adoptar, y ni mucho menos cuál es el objetivo correcto de la existencia humana. Debido a la influencia, a lo inculcado y hasta al aislamiento de la cultura tradicional, se han suprimido las cosas positivas, las exigencias y las reglas de Dios. En este sentido, y en gran medida, los diversos enunciados de la cultura tradicional sobre la conducta moral han extraviado el pensamiento de la gente e influido profundamente en él, con lo que le han cerrado la mente y la han llevado por mal camino, alejada de la senda correcta en la vida y cada vez más lejos de las exigencias de Dios. Esto implica que, cuanto más influenciado estés por las diversas ideas y opiniones de la cultura tradicional sobre la conducta moral, y cuanto más tiempo te sean inculcadas, más te apartarás de los pensamientos, las aspiraciones, el objetivo de búsqueda y las reglas de vida que deben tener las personas con una humanidad normal, y más te apartarás del nivel que exige Dios a las personas. Una vez infectada, adoctrinada y educada por estas ideas de la cultura tradicional, la gente las adopta como códigos, hasta el punto de considerarlas verdades, y como criterios según los cuales contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar. La gente ya no piensa ni duda si estas cosas son correctas o no, ni ahonda en los diversos enunciados de la cultura tradicional sobre la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad para reflexionar sobre cómo debe vivir. La gente no lo sabe ni piensa en ello. ¿Por qué no piensa en ello? Porque sus pensamientos se han visto embargados y ocupados por estas lecciones morales que predican benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad. Aunque muchas personas creen en el Dios verdadero y leen la Biblia, siguen confundiendo las palabras de Dios y la verdad con los muchos enunciados de conducta moral derivados de la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad. Algunas personas incluso consideran muchos de estos enunciados de la cultura tradicional como lecciones de cosas positivas y los hacen pasar por la verdad, predicándolos y promoviéndolos como tales y llegando a citarlos como forma de enseñar a los demás. Este es un problema muy grave, algo que Dios no desea, algo de lo que abomina. ¿Y pueden descubrir todos aquellos que aceptan la obra de Dios de los últimos días las cosas de la cultura tradicional y discernirlas con claridad? No necesariamente. Debe de haber gente que sigue siendo bastante adoradora de las cosas de la cultura tradicional y favorable a ellas. Si no se eliminan por completo estos venenos satánicos, será muy difícil que la gente comprenda y alcance la verdad. El pueblo escogido de Dios debe entender algo: la palabra de Dios es la palabra de Dios, la verdad es la verdad, y las palabras humanas son palabras humanas. Benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad son palabras humanas, y la cultura tradicional son palabras humanas. Las palabras humanas jamás son la verdad ni llegarán a serlo nunca. Esto es así. Por mucho que la gente se identifique en sus ideas y opiniones con la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad, estas cosas no pueden reemplazar las palabras de Dios; por muy correctos que se hayan considerado dichos valores tras verificarlos y confirmarlos a lo largo de miles de años de existencia humana, no pueden convertirse en palabras de Dios ni sustituirlas, y ni mucho menos ser confundidas con ellas. Aunque coincidan con la conciencia y la razón de la gente, los enunciados relativos a la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad no son palabra de Dios ni pueden reemplazar Sus palabras, y menos todavía ser calificados de la verdad. Los enunciados y exigencias de la cultura tradicional sobre la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad solamente sirven a la sociedad y a la clase dirigente. Dichos enunciados y exigencias únicamente pretenden restringir y regular el comportamiento de la gente para lograr un mejor “ethos” social, uno que conduzca a estabilizar el poder de la clase dirigente. Naturalmente, por muy bien que obedezcas los valores de benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad, no serás capaz de comprender la verdad, no sabrás someterte a Dios ni llegarás a ser finalmente un ser creado aceptable. Por muy bien que obedezcas estas cosas, si no comprendes la verdad, no sabrás cumplir con tu deber a un nivel aceptable. ¿Qué serías entonces a ojos de Dios? Continuarías siendo un no creyente perteneciente a Satanás. Alguien con una cualidad moral supuestamente excepcional y una ética noble, ¿tiene la conciencia y el sentido de la humanidad normal? ¿Puede aceptar sinceramente la verdad? ¿Puede creer en Dios y seguirlo? ¡Por supuesto que no! Porque lo que adora es a Satanás, a los diablos, a aparentes santos y a santones falsos. En el fondo de su corazón y de sus huesos, siente aversión por la verdad y la odia. Por tanto, debe de ser una persona que se resiste a Dios y es enemiga Suya. La gente que adora a los diablos y Satanás es la más arrogante, engreída e insensata, los degenerados de la humanidad, cuyos huesos están rebosantes de veneno satánico, de herejías y falacias satánicas. En cuanto reciben las palabras de Dios y la verdad, se les inyectan los ojos en sangre y montan en cólera, con lo que revelan el horrendo rostro de un diablo. Por consiguiente, todo aquel que venere la cultura tradicional y crea ciegamente en falacias tradicionales como la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad siente aversión por la verdad y la odia. No tiene el menor sentido de la humanidad normal y nunca aceptará la verdad. Las cosas de la cultura tradicional y los enunciados de conducta moral respecto a la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad no concuerdan para nada con la verdad ni con las palabras de Dios. Por muy escrupulosamente que ponga en práctica la gente estos valores o por muy bien que los defienda, no es lo mismo que vivir con una humanidad normal. Esto se debe a que la gente tiene un carácter corrupto. Eso es lo cierto. A la gente le embargan todo tipo de enseñanzas satánicas, y “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” se ha convertido en su esencia-naturaleza. Por muy agradables que los pronuncies, por muy elevado que sea tu lenguaje o por muy grandiosas que sean tus teorías, estos enunciados de la cultura tradicional sobre la conducta moral no pueden ponerse en práctica. Aunque obedezcas cada uno de los preceptos impuestos con base en los valores de benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad de la cultura tradicional, tú no eres más que alguien superficialmente educado. Sin embargo, cuando se trata de creer en Dios, seguirlo, cumplir con tu deber y someterte a Él, así como de tu actitud y tus opiniones hacia Él y la verdad, estos valores de la cultura tradicional no sirven de nada. No pueden refrenar tu rebeldía ni cambiar tus nociones sobre Dios, ni corregir el carácter corrupto de la gente, y ni mucho menos resolver el problema de su superficialidad en el cumplimiento del deber. Estos valores no sirven en absoluto para limitar el comportamiento corrupto de la gente y, fundamentalmente, no pueden lograr que la gente viva con una humanidad normal.

La mayoría de la gente, en cuanto empieza a creer en Dios, piensa que la fe es muy sencilla. Piensa que creer en Dios y seguir a Dios implica aprender a ser paciente y tolerante, dar limosna de buena gana, estar dispuesto a ayudar a los demás, ser comedido de palabra y obra, y no ser demasiado arrogante ni demasiado duro con los demás. Creen que, si se comportan así, Dios estará satisfecho, y que no serán podados en el cumplimiento del deber. Si sirven como líderes u obreros, creen que no serán relevados ni descartados. Creen tener garantizada la salvación. ¿Es realmente tan sencillo creer en Dios? (No). No son pocas las personas que sostienen este punto de vista, pero, a la larga, sus ideas, sus opiniones y su forma de conducirse en la vida acaban siendo un fracaso. Al final, algunas personas que no conocen su lugar en el universo lo resumen todo en una sola frase: “¡He fracasado como ser humano!”. Creen que comportarse como un ser humano implica obedecer los valores de la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad. No obstante, ¿se puede calificar eso de comportamiento propio de un ser humano? Eso no es comportarse como un ser humano; es el comportamiento de un demonio. A los que dicen “He fracasado como ser humano”, Yo les preguntaría: ¿te has comportado como un ser humano? Si ni siquiera has procurado comportarte como tal, ¿cómo puedes decir “He fracasado como ser humano”? Este es un fracaso de los valores de la cultura tradicional, como la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad, a la hora de cumplir su función sobre la gente, no un fracaso tuyo a la hora de comportarte como un ser humano. Cuando la gente cumple con su deber en la casa de Dios, cosas como la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad no sirven absolutamente para nada y dejan de ser útiles. Para cuando quiere darse cuenta, la gente acaba concluyendo: “¡Oh, la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad no funcionan! Pensaba que era fácil comportarme y que creer en Dios también era muy fácil, no tan complicado. Es ahora cuando me doy cuenta de que he simplificado demasiado la fe en Dios”. Tras escuchar sermones durante mucho tiempo, por fin se da cuenta de que no sirve de nada no comprender la verdad. Si la gente no comprende algún ámbito de la verdad, es propensa a cometer errores en ese ámbito y a ser podada, a fracasar y a ser juzgada y castigada. Las cosas que antes creía correctas, buenas, positivas y nobles se vuelven insignificantes y pierden todo valor ante la verdad. Todos los diversos enunciados sobre la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad han tenido cierta influencia sobre los pensamientos y puntos de vista de las personas, así como sobre su forma de dirigir sus asuntos. Si la obra de gestión de Dios para salvar a la humanidad no se viera implicada y la humanidad continuara viviendo como está, bajo el poder de Satanás, la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad, cosas relativamente positivas, desempeñarían un papel positivo menor en el pensamiento de las personas y en el “ethos” y el medio sociales. Por lo menos esas cosas no incitan a la gente a cometer maldades, asesinatos e incendios ni a ir por ahí violando y saqueando. Ahora bien, cuando se trata de la obra de Dios para salvar a la gente, ninguna de esas cosas —ni la benevolencia, ni la rectitud, ni el decoro, ni la sabiduría ni la fiabilidad— es relevante para la verdad, el camino o la vida que Dios quiere otorgar a la humanidad. Y eso no es todo: al observar las diversas ideas defendidas por los valores de la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad, las exigencias que estos imponen a la conducta moral de las personas —así como sus influencias y limitaciones sobre ella—, ninguno ha desempeñado papel alguno a la hora de guiar a las personas de regreso a Dios ni de conducirlas por la senda correcta en la vida. Por el contrario, se han convertido en grandes obstáculos que impiden que la gente persiga y acepte la verdad. En principio hemos dejado claro en la charla los enunciados sobre la conducta moral que hemos compartido y analizado antes —no te quedes el dinero que te encuentres; disfruta ayudando a otros; sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás; devuelve el bien por mal; de bien nacidos es ser agradecidos; sacrifica tus intereses por los demás; la mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral; al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó—, y al menos todo el mundo entiende su sentido general. El hecho es que, sea cual sea el aspecto de la conducta moral al que se refieran dichos enunciados, estos limitan el pensamiento de la gente. Si no distingues estas cosas, no comprendes de manera clara la esencia de estos enunciados y no cambias estos puntos de vista falaces, no puedes dejar atrás estos enunciados de conducta moral ni librarte de su influencia sobre ti. Si no puedes dejar atrás estas cosas, te será difícil aceptar la verdad de Dios, los criterios de las palabras de Dios y las exigencias concretas del Creador en cuanto a la conducta moral de las personas, y te será difícil observar y practicar las palabras de Dios como principios y criterios de la verdad. ¿No es un problema grave?

Prosigamos hoy compartiendo y diseccionando el siguiente enunciado de conducta moral: “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Esto describe un método para interactuar con los demás que Satanás ha inculcado en las personas. Significa que cuando interactúas con otros, debes darles cierto margen. No has de ser demasiado duro con los demás, no puedes mencionar sus errores pasados, tienes que mantener su dignidad, no puedes dañar las buenas relaciones con ellos, debes ser indulgente, etcétera. Este dicho sobre la moralidad describe principalmente un tipo de filosofía para los asuntos mundanos que dicta las interacciones entre los seres humanos. Hay un dogma en las filosofías para los asuntos mundanos que dice: “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena”. Esto significa que, para preservar una relación amistosa, uno debe guardar silencio sobre los problemas de su amigo, incluso si los percibe claramente, que debe respetar los principios de no pegarle a la gente en la cara ni llamarle la atención por sus defectos. Han de engañarse mutuamente, ocultarse el uno del otro, intrigar contra el otro; y aunque sepan con claridad absoluta qué clase de persona es el otro, no lo dicen abiertamente, sino que emplean métodos taimados para preservar su relación amistosa. ¿Por qué querría uno preservar esas relaciones? Se trata de no querer hacer enemigos en esta sociedad, dentro del propio grupo, lo cual significaría someterse a menudo a situaciones peligrosas. Al saber que alguien se convertirá en tu enemigo y te perjudicará después de que le hayas llamado la atención por sus defectos o le hayas hecho daño, y al no desear colocarte en esa situación, empleas el dogma de las filosofías para los asuntos mundanos que dice que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. A la luz de esto, si dos personas mantienen una relación de este tipo, ¿consideran que son verdaderos amigos? (No). No son verdaderos amigos, y mucho menos el confidente del otro. Entonces, ¿de qué tipo de relación se trata exactamente? ¿No es una relación social fundamental? (Sí). En este tipo de relaciones sociales, las personas no pueden expresar sus sentimientos, tener intercambios profundos ni hablar sobre lo que les venga en gana. No pueden decir en voz alta lo que hay en su corazón o los problemas que perciben en el otro, ni tampoco palabras que puedan beneficiar al otro. En cambio, optan por decir cosas agradables para conservar el favor del otro. No se atreven a decir la verdad ni a defender los principios por temor a suscitar la animadversión de los demás hacia ellos. Cuando nadie amenaza a una persona, ¿acaso esta no vive en relativa tranquilidad y paz? ¿No es este el objetivo de las personas que promueven el dicho “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? (Así es). Es evidente que se trata de una forma de existencia taimada y engañosa, con un elemento defensivo, cuyo objetivo es la propia preservación. Las personas que viven así no tienen confidentes, ni amigos íntimos a los que puedan decirles lo que quieran. Están a la defensiva unos con otros, y son calculadores y estrategas, cada uno toma de la relación lo que le conviene. ¿No es así? En el fondo, el objetivo de “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es evitar ofender a otros y ganarse así enemigos, protegerse no causando daño a nadie. Se trata de una técnica y un método que uno adopta para evitar ser lastimado. Si observamos estas facetas diversas de su esencia, ¿es noble exigir de la conducta moral de la gente “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? ¿Es positivo? (No). Entonces, ¿qué es lo que enseña esto a la gente? Que no debes ofender ni herir a nadie para que no seas tú el que termine herido; asimismo, que no se debe confiar en nadie. Si haces daño a un buen amigo tuyo, la amistad empezará a cambiar sutilmente; pasará de ser un buen amigo, un amigo íntimo, a ser un desconocido o un enemigo. ¿Qué problemas se resuelven enseñando a las personas a actuar así? Aunque al actuar de esta manera no te crees enemigos e incluso pierdas unos cuantos, ¿acaso esto hará que la gente te admire o te apruebe y te tenga siempre como amigo? ¿Con esto se alcanza plenamente el estándar de conducta moral? En el mejor de los casos, no es más que una filosofía para los asuntos mundanos. ¿Se puede considerar una buena conducta moral la obediencia a este enunciado y a esta práctica? En absoluto. Así es como algunos padres educan a sus hijos. Si su hijo recibe una paliza en algún sitio, le dicen: “Eres un gallina. ¿Por qué no te defendiste? Si te da un puñetazo, ¡dale tú una patada!”. ¿Es esta la manera correcta? (No). ¿Cómo se llama esto? Incitación. ¿Cuál es el propósito de la incitación? Evitar perjuicios y aprovecharse de los demás. Si alguien te da un puñetazo, como mucho te dolerá un par de días; si luego tú le das una patada, ¿no habrá consecuencias más graves? ¿Y quién lo habrá provocado? (Los padres con su incitación). ¿Y no es un poco parecido al punto de vista del enunciado “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? ¿Es correcto relacionarse con los demás de acuerdo con este enunciado? (No). No, no lo es. Visto desde este ángulo, ¿no es un modo de incitar a la gente? (Sí). ¿Enseña sabiduría a la gente en sus relaciones con los demás, a saber diferenciar a las personas, a contemplar a las personas y las cosas de forma correcta y a relacionarse con la gente con sabiduría? ¿Te enseña que si conoces a gente buena, gente con humanidad, debes tratarla con sinceridad, darle ayuda si puedes y que, si no puedes, debes ser tolerante y tratarla como es debido, aprender a tolerar sus defectos, soportar sus malentendidos y juicios sobre ti y aprender de sus puntos fuertes y sus buenas cualidades? ¿Es eso lo que enseña a la gente? (No). ¿Y qué resulta al final de lo que enseña este dicho a la gente? ¿Hace que la gente sea más honesta o más falsa? El resultado es que la gente se vuelve más taimada; los corazones de la gente se alejan más, se dilata la distancia entre las personas y sus relaciones se complican, lo que equivale a que se complican las relaciones sociales de la gente. Se pierde la comunicación sincera entre las personas y surge una mentalidad de recelo mutuo. ¿Pueden seguir siendo normales las relaciones de la gente de esta manera? ¿Mejorará el clima social? (No). Por eso es evidente que el dicho “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” está equivocado. Enseñar a la gente a hacer esto no puede servir para que viva con una humanidad normal ni tampoco puede hacer a la gente abierta, recta ni sincera. No puede lograr nada positivo en absoluto.

El dicho “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” alude a dos acciones: la de pegar y la de increpar. En las relaciones normales de las personas con los demás, ¿está bien o mal pegar a alguien? (Mal). Pegar a alguien, ¿es una demostración y una conducta propias de una humanidad normal en las relaciones con los demás? (No). Está claramente mal pegar a alguien, sea en la cara o en otro sitio. Por tanto, el enunciado “Si pegas a otro, no le pegues en la cara” es intrínsecamente incorrecto. Según este dicho, aparentemente no está bien pegar a alguien en la cara, pero sí pegarle en otro sitio, ya que, tras el golpe, la cara se enrojece, se hincha y resulta herida. Esto hace que la persona se vea mal y poco presentable y, además, demuestra que tratas a la gente de una manera muy grosera, burda e innoble. Entonces, ¿es noble pegar a la gente en otro sitio? No, eso tampoco es noble. En realidad, este dicho no se centra en dónde pegar a alguien, sino en la propia palabra “pegar”. Si, al relacionarte con los demás, siempre les pegas como forma de enfrentarte a los problemas y abordarlos, tu método en sí está equivocado. Lo haces por impetuosidad, no se fundamenta en la conciencia y razón de la humanidad de uno y, por supuesto, menos aún constituye una práctica de la verdad u obediencia a los principios-verdad. Algunas personas no atacan la dignidad de los demás en su presencia: tienen cuidado con lo que dicen y se abstienen de pegarle al otro en la cara, pero siempre juegan sucio a sus espaldas: dándole la mano sobre la mesa, pero patadas por debajo; diciéndole cosas buenas a la cara, pero conspirando contra él a sus espaldas; sacando ventaja en su contra; esperando la ocasión de vengarse; incriminando y maquinando; difundiendo rumores, o tramando conflictos y utilizando a otras personas para meterse con él. ¿Cuánto mejores son estos métodos solapados con respecto a pegarle a alguien en la cara? ¿No son incluso más graves que pegarle a alguien en la cara? ¿No son incluso más solapados, desalmados y carentes de humanidad? (Sí). Así pues, el enunciado “Si pegas a otro, no le pegues en la cara” carece intrínsecamente de sentido. Este punto de vista es en sí mismo un error, con un toque de falsas apariencias. Es un método hipócrita, lo que lo hace tanto más aborrecible, repugnante y detestable. Ya tenemos claro que se pega a la gente por impetuosidad. ¿En qué te basas para pegar a alguien? ¿Lo autoriza la ley, o es un derecho divino que tienes? Nada de eso. Entonces, ¿por qué pegar a la gente? Si puedes llevarte bien con alguien normalmente, puedes aplicar maneras correctas de llevarte bien con él y relacionarte. Si no puedes llevarte bien con él, cada cual puede seguir su camino sin necesidad de actuar impetuosamente ni de llegar a las manos. En el ámbito de la conciencia y la razón de la humanidad, esto es lo que debería hacer la gente. En cuanto actúas impetuosamente, aunque no pegues a la persona en la cara, sino en otra parte, se trata de un problema grave. No es una forma normal de relacionarse. Así se relacionan los enemigos, no es la forma normal en que se relaciona la gente. Está fuera de todo sentido de la humanidad. ¿La frase “llamar la atención” en el dicho “si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es buena o mala? ¿La frase “llamar la atención” tiene un sentido en el cual hace referencia a que las personas sean reveladas o puestas en evidencia en las palabras de Dios? (No). A Mi entender, la frase “llamar la atención” tal y como se encuentra en el lenguaje humano, no significa eso. Su esencia es cierta forma maliciosa de poner en evidencia; significa revelar los problemas y las deficiencias de la gente, o ciertas cosas y comportamientos desconocidos para los demás, como bien algunas intrigas, ideas o puntos de vista que operan en segundo plano. Este es el significado de la frase “llamar la atención” en el dicho “si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Si dos personas se llevan bien y son confidentes, sin ninguna barrera entre ellas, y ambas confían en poder beneficiar y ayudar a la otra, entonces lo mejor será que se sienten juntas y expliquen los problemas de ambas de una forma franca y sincera. Esto es lo correcto, y no es llamar la atención sobre los defectos de los demás. Si descubres que otra persona tiene problemas, pero observas que aún no es capaz de aceptar tus consejos, basta con que no digas nada, para evitar peleas o conflictos. Si quieres ayudarla, puedes pedirle su opinión y primero preguntarle: “Veo que tienes un pequeño problema y me gustaría darte algún consejo. No sé si podrás aceptarlo. Si puedes, te lo digo. Si no, por ahora me lo guardaré para mí y no diré nada”. Si dice: “Confío en ti. Lo que digas no estará fuera de lugar; puedo aceptarlo”, eso significa que te concede permiso, y entonces puedes comunicarle sus problemas uno a uno. No solo aceptará completamente lo que digas, sino que también se beneficiará de ello, y los dos podréis seguir manteniendo una relación normal. ¿Acaso no es eso tratarse con sinceridad? (Sí). Este es el método correcto para relacionarse con los demás; no es llamarles la atención por sus defectos. ¿Qué significa no “llamar la atención por los defectos de los demás”, como dice el dicho en cuestión? Supone no hablar de las deficiencias de los demás, no hablar de aquellos problemas que constituyen su mayor tabú, no exponer la esencia de sus problemas y no ser tan descarado a la hora de llamar la atención al respecto. Supone limitarse a hacer algunos comentarios someros, decir cosas que todo el mundo suele decir, decir cosas que la propia persona ya es capaz de percibir, y no revelar errores que la persona haya cometido anteriormente ni tampoco temas delicados. ¿En qué beneficia a la otra persona si actúas así? Puede que no la hayas ofendido o no te hayas enemistado con ella, pero lo que has hecho no le ayuda ni le beneficia en absoluto. Por tanto, la propia frase “no le llames la atención por sus defectos” es esquiva y una forma de engaño que no permite que exista sinceridad en el trato recíproco de las personas. Se podría decir que actuar así es albergar malas intenciones; no es la manera correcta de relacionarse con los demás. Los no creyentes incluso consideran que la frase “si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es algo que debería hacer una persona de noble moral. Se trata claramente de una manera taimada de interactuar con los demás, que las personas adoptan para protegerse a sí mismas; en absoluto es un modo adecuado de interacción. No llamar la atención por los defectos de los demás es en sí mismo poco sincero y, al llamar la atención sobre los defectos ajenos, quizá haya una segunda intención. Generalmente, ¿en qué circunstancias se llaman las personas la atención unas a otras por sus defectos? Un ejemplo: en la sociedad, si dos candidatos se presentan a un determinado cargo, se llamarán mutuamente la atención por sus defectos. Uno dirá: “Tú has hecho tal cosa mal y has malversado tanto dinero”, y el otro responderá: “Tú has perjudicado a tanta y cuanta gente”. Se dejan mutuamente en evidencia con esas cosas. ¿Eso no es llamar la atención a los demás por sus defectos? (Sí). Los que denuncian los defectos de otros en la escena política son adversarios políticos, mientras que cuando lo hace la gente normal, son enemigos. Simplemente se diría que estas dos personas no se llevan bien. Cada vez que se encuentran, se ponen a discutir, a señalarse los respectivos defectos, a juzgarse y condenarse mutuamente, y hasta a inventarse cosas de la nada y a acusar en falso. Siempre que hay algo sospechoso en los asuntos de la otra persona, lo ponen en evidencia y la condenan por ello. Si la gente se llama mutuamente la atención por muchas cosas, pero no por sus defectos, ¿es eso algo noble? (No). No, pero la gente sigue considerando este principio una conducta moral noble y lo alaba, ¡lo cual es realmente repugnante! En sí, el dicho “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” no defiende nada positivo, a diferencia de los refranes “De bien nacidos es ser agradecidos”, “Devuelve el bien por mal” y “la mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral”, que al menos defienden una conducta moral loable. La expresión “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es un enunciado de conducta moral que incita a tener una conducta negativa y no ejerce ninguna función positiva sobre las personas. No le indica a la gente cuáles son las formas o los principios correctos para conducirse por la vida en este mundo. No proporciona esa información. Lo único que hace es decirle a la gente que no pegue a nadie en la cara, como si estuviera bien pegar en cualquier parte menos en la cara. Pega a alguien todo lo que quieras; déjalo amoratado, mutilado, hasta medio muerto, siempre y cuando aún respire. Y cuando se enfrenta la gente, cuando se encuentran quienes son enemigos o adversarios políticos, pueden increparse lo que quieran mientras no se llamen la atención por sus defectos. ¿Qué clase de talante es ese? ¿No estabais antes bastante de acuerdo con este dicho? (Sí). Supongamos que dos personas se enfrascan en una disputa y se ponen a discutir. Una dice: “Sé que tu marido no es el padre de tu hijo”, y la otra contesta: “Yo conozco los trucos de tu empresa familiar para ganar dinero”. Algunas personas comentan la pelea: “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos. Observad cómo sacan a relucir los defectos y secretos culpables de los demás y se rasgan las vestiduras por ellos. ¡Qué conducta más mezquina! Y, además, qué falta de integridad. Al menos podríais mostrar un poco de respeto por la gente; si no, ¿cómo podrá comportarse en el futuro?”. ¿Está bien o mal hacer comentarios así? (Mal). ¿Tiene el más mínimo efecto positivo? ¿Concuerda algo de esto mínimamente con la verdad? (No). ¿Qué clase de ideas y puntos de vista debe tener alguien para hacer semejantes comentarios? ¿Provienen dichos comentarios de alguien con sentido de la rectitud que haya comprendido la verdad? (No). ¿En qué se basan esos comentarios? ¿Se hicieron porque están totalmente influenciados por la idea de la cultura tradicional de que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? (Sí). Estos comentarios se basan exclusivamente en esta idea y este punto de vista de la cultura tradicional.

En cuanto a la disputa entre las dos personas de la que acabamos de hablar, si se examina este asunto desde la perspectiva de alguien que cree en Dios, ¿cómo debería abordarse según las palabras de Dios y con la verdad por criterio? ¿No es una cuestión sobre la que la gente debería reflexionar? (Sí, así es). Es algo sobre lo que deberíais reflexionar. ¿Qué principios deben obedecer los creyentes? Deben contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en un todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Si se produce una disputa entre hermanos y hermanas, deben ser tolerantes y pacientes unos con otros y tratarse con amor. En primer lugar, deben reflexionar y conocerse a sí mismos, y luego resolver la cuestión según la verdad en las palabras de Dios, de modo que reconozcan sus errores y puedan rebelarse contra la carne y tratar a los demás según los principios-verdad. Así resolverán el problema de raíz. Debéis comprender a fondo este problema. El dicho “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” no es un criterio por el que medir la humanidad, sino una mera filosofía básica para los asuntos mundanos que no puede restringir la conducta corrupta de la gente en absoluto. Este dicho carece de sentido y no es preciso que los creyentes obedezcan ese precepto. Las personas deben relacionarse según las palabras de Dios y los principios-verdad. Eso es lo que deben obedecer los creyentes. Si la gente cree en Dios, pero sigue creyendo en los puntos de vista de la cultura tradicional y en las filosofías satánicas y aplica ideas de la cultura tradicional como “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” para evaluar a otras personas y limitarlas o para exigirse cosas a sí misma, es absurdo y ridículo que lo haga y es incrédula. El dicho “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es una filosofía satánica para relacionarse con los amigos que no resuelve los problemas esenciales de raíz de las relaciones interpersonales. Por tanto, este dicho es un precepto muy superficial, una filosofía para los asuntos mundanos muy superficial. Es muy inferior a los estándares de los principios-verdad, y obedecer un precepto tan superficial no puede alcanzar nada y carece de sentido. ¿Cabe expresarlo de esta manera? (Sí, así es). Cuando surja una disputa entre hermanos y hermanas, ¿cuál debe ser el principio para tratar este asunto y resolverlo? ¿Obedecer los preceptos de la cultura tradicional, o adoptar como principio la verdad en las palabras de Dios? Decidme vuestra opinión. (Primero debemos diseccionar y llegar a conocer la naturaleza de su disputa y de sus impetuosas acusaciones mutuas según las palabras de Dios, reconociendo que son manifestaciones de un carácter corrupto. Después debemos enseñarles la senda pertinente de práctica. Deben tratarse con amor, deben tener conciencia y razón, y lo que digan y hagan debe edificar al otro en vez de lastimarlo. Si el otro tiene defectos o ha cometido errores, deben abordarlo correctamente ayudándolo si pueden, en lugar de atacarlo, juzgarlo o condenarlo). Esta es una forma de ayudar a la gente. ¿Y qué se puede decir para ayudarla y resolver su disputa? (Discuten en la iglesia, cosa en sí misma indigna de los santos y que no coincide con las exigencias de Dios. Así pues, podemos hablarles diciendo: “Cuando descubráis que alguien tiene problemas, ayudad si podéis. Si no podéis, no hay necesidad de discutir; de lo contrario, eso perturbará la vida de iglesia y, si insistís a pesar de las reiteradas amonestaciones, la iglesia lo abordará de acuerdo con sus decretos administrativos”). Parece que todos sabéis que debéis ocuparos de las personas que perturban la vida de iglesia según los principios, pero todavía no sabéis muy bien cómo abordar las disputas entre personas ni qué palabras de Dios emplear para ello; todavía no sabéis aplicar las palabras de Dios y los principios-verdad para resolver problemas. En este asunto, ¿qué problemas tiene cada una de las partes? ¿Tienen ambas un carácter corrupto? (Sí). Dado que ambas tienen un carácter corrupto, observad qué actitudes corruptas brotaron de cada persona cuando se produjo la disputa y qué las originó. Encontrad las actitudes corruptas que brotaron de ellas, y exponedlas y diseccionadlas con las palabras de Dios, para que ambas personas regresen ante Él y se conozcan a sí mismas según Sus palabras. ¿Y cuáles son las principales cosas que hay que enseñarles? Podrías decir algo como: “Si los dos os reconocéis seguidores de Dios, no discutáis, porque las discusiones no resuelven los problemas. No tratéis así a los que creen en Dios y lo siguen, y no tratéis a los hermanos y hermanas como los no creyentes tratan a la gente. Eso no concuerda con las intenciones de Dios. ¿Cómo exige Dios que se trate a los demás? Las palabras de Dios son muy claras: sed compasivos, tolerantes y pacientes y amaos los unos a los otros. Si ves que la otra persona tiene graves problemas y estás descontento con lo que ha hecho, debes hablarlo con ella de forma razonable y eficaz, con una actitud compasiva, tolerante y paciente. Mejor si la persona es capaz de asumirlo y aceptarlo de parte de Dios. Si no puede aceptarlo de parte de Dios, tú de todos modos habrás cumplido con tu responsabilidad y no te hará falta lanzarle ataques impetuosos. Cuando los hermanos y hermanas discuten y se señalan los respectivos defectos, esa es una conducta indigna de los santos y no concuerda con las intenciones de Dios. Así no deben comportarse los creyentes. Y en cuanto a la persona acusada, aunque creas haber actuado de forma razonable y que no te debería criticar, debes dejar atrás tus prejuicios personales y afrontar el asunto y las acusaciones de la otra parte con calma y abiertamente. Nunca debes contraatacar de manera impetuosa. Si ambos os exaltáis hasta un estado de impetuosidad y no podéis controlaros, debéis empezar por retiraros de la situación. Calmaos y no sigáis insistiendo en el asunto para no caer en la trampa de Satanás y en su tentación. Podéis orar en privado, presentándoos ante Dios en busca de ayuda y procurando resolver vuestros problemas con Sus palabras. Cuando ambos seáis capaces de calmaros y de trataros con calma y racionalidad, sin actuar ni hablar impetuosamente, podréis reuniros a hablar de los asuntos en disputa hasta que alcancéis un consenso, os unáis en las palabras de Dios y logréis solucionar el problema”. ¿No sería apropiado decir eso? (Sí). El caso es que, cuando dos personas discuten, ambas dejan brotar su carácter corrupto y su impetuosidad. Todo ello constituye una conducta satánica. Ninguna de las dos personas tiene razón ni deja de tenerla y la conducta de ninguna de ellas está de conformidad con la verdad. Si tú hubieras sabido considerar y abordar el asunto según las palabras de Dios y la verdad, la disputa no habría tenido lugar. Si tan solo una de las partes hubiera sido capaz de contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar según las palabras de Dios, la disputa no habría tenido lugar. Por tanto, si dos personas se llaman la atención por sus defectos y se pegan en la cara, estas personas son dos gallitos impetuosos. No tienen nada de bueno; ninguno tiene razón ni deja de tenerla. ¿En qué nos basamos para evaluar el bien y el mal? Eso depende de la perspectiva y la postura que adoptes en este asunto, de cuáles sean tus motivaciones, de si te basas en las palabras de Dios y de si lo que haces concuerda con la verdad. Obviamente, la motivación de vuestra disputa es someter y abrumar a la otra persona. Os dejáis en evidencia y os hacéis daño mutuamente con palabras desagradables. Da igual si lo que reveláis es correcto o no y si la cuestión de vuestra disputa es correcta o no, porque no abordáis este asunto según las palabras de Dios, con la verdad por criterio, y lo que dejáis brotar es la impetuosidad y el procedimiento y los principios de vuestros actos se fundamentan exclusivamente en la impetuosidad y os habéis visto obligados a hacerlo por vuestro corrupto carácter satánico; por consiguiente, no importa quién tiene la razón ni quién está en ventaja y quién en desventaja: el caso es que ambos estáis equivocados y sois responsables. Vuestra manera de abordar el asunto no se fundamenta en las palabras de Dios. Ambos debéis calmaros y pensar detenidamente en vuestros propios problemas. Hasta que ambos no os quedéis en silencio ante Dios y abordéis el problema con la cabeza fría, no podréis sentaros a hablarlo con calma y serenidad. Siempre y cuando los puntos de vista de ambas personas sobre las personas y las cosas, así como sus conductas y actos, se fundamenten en las palabras de Dios y en los principios-verdad, por muy distintas que sean sus ideas y opiniones sobre un asunto en particular, en realidad no hay una diferencia real ni problema alguno. Siempre y cuando aborden sus diferencias con las palabras de Dios y la verdad como principios, en última instancia, seguro que sabrán llevarse bien y resolver sus diferencias. ¿Así abordáis vosotros los problemas? (No). Sencillamente, no sabéis aplicar la verdad para resolver problemas, con la excepción de vuestro método del recurso a las sanciones administrativas. Entonces, ¿cuál es la principal lección para abordar el asunto en su totalidad? No se trata de exigir a la gente que deje de lado sus diferencias, sino de resolverlas de forma correcta y alcanzar un acuerdo. ¿Cuál es el fundamento para resolver las diferencias? (Las palabras de Dios). Exacto: buscad el fundamento en las palabras de Dios. No se trata de analizar quién tiene razón y quién no, quién es superior y quién inferior ni quién es justificable y quién no. Se trata, más bien, de resolver el problema de las ideas y opiniones de la gente; o sea, de corregir las ideas y opiniones equivocadas de la gente y su forma errónea de abordar un asunto concreto. Solo si se busca un fundamento en las palabras de Dios y si se comprenden los principios-verdad, pueden resolverse realmente los problemas y puede vivir realmente la gente en armonía, en unidad. De lo contrario, si aplicáis enunciados de la cultura tradicional y procedimientos como “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” para abordar las cosas, los problemas jamás se resolverán, o al menos no se resolverán las diferencias entre las ideas y las opiniones de la gente. Por tanto, todo el mundo debe aprender a buscar un fundamento en las palabras de Dios. Las palabras de Dios son toda la verdad y no hay nada contradictorio en ellas. Son el único criterio para evaluar a toda persona, cuestión y cosa. Si todo el mundo busca un fundamento en las palabras de Dios y sus puntos de vista sobre las cosas concuerdan con aquellas, ¿no es fácil que la gente llegue a un consenso? Si todo el mundo es capaz de aceptar la verdad, ¿seguirá habiendo diferencias entre las personas? ¿Seguirá habiendo disputas? ¿Seguirá siendo necesario utilizar ideas, puntos de vista y enunciados como “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” para cohibir a la gente? No, porque las palabras de Dios pueden resolver todo problema. Sean cuales sean las discrepancias de la gente o sus muchos puntos de vista diferentes, todos han de ser llevados ante Dios, discernidos y analizados según Sus palabras. Entonces se podrá determinar si concuerdan con la verdad. Cuando la gente ha comprendido la verdad, puede apreciar que la mayoría de las ideas y los puntos de vista de la humanidad corrupta provienen de la cultura tradicional, de las lumbreras y grandes figuras a quienes adora. Sin embargo, se originan en las filosofías satánicas. Por consiguiente, estas ideas y estos puntos de vista falaces son, en realidad, fáciles de corregir. ¿Por qué afirmo que son fáciles de corregir? Porque, si evalúas estas ideas y estos puntos de vista humanos con las palabras de Dios, descubrirás que todos ellos son distorsionados, insostenibles e inviables. Si la gente es capaz de aceptar la verdad, es fácil dejar atrás estas cosas y todos los problemas pueden resolverse como corresponde. ¿Qué se consigue una vez resueltos los problemas? Que todo el mundo es capaz de dejar atrás sus opiniones, así como sus ideas y puntos de vista personales y subjetivos. Por muy nobles y correctos que te parezcan, por mucho tiempo que lleven difundiéndose entre la gente, mientras no concuerden con la verdad, debes renegar de ellos y desecharlos. Al final, una vez que toda persona haya adoptado como fundamento las palabras de Dios y haya renegado de todo lo que proviene de la gente, ¿no se unificarán sus ideas y opiniones? (Sí). Cuando se hayan unificado todas las ideas y opiniones que determinan la perspectiva de la gente sobre las personas y las cosas, así como su conducta y sus actos, ¿qué diferencias habrá entre las personas? Como mucho, algunas diferencias en la dieta y los hábitos de vida. Sin embargo, en asuntos que realmente atañen al carácter corrupto de las personas, a la senda por la que van y a la esencia de la humanidad, si toda persona adopta las palabras de Dios como fundamento y la verdad por criterio, llegará a ser una con los demás. Seas oriental u occidental, mayor o joven, hombre o mujer, intelectual, trabajador o agricultor, mientras puedas relacionarte con los demás según la verdad en las palabras de Dios, ¿seguirá habiendo peleas y conflictos entre las personas? No. Entonces, ¿pueden seguir planteándose como solución a las disputas de la gente exigencias infantiles como “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? ¿Pueden seguir siendo estas las máximas que obedezca la gente en sus relaciones con los demás? Esos preceptos superficiales no tienen valor para la humanidad y no pueden afectar a la opinión de la gente sobre las personas y las cosas, ni a su conducta y sus actos en la vida cotidiana. Pensadlo: ¿no es así? (Sí, así es). Puesto que están demasiado alejadas de la verdad y no tienen efecto alguno sobre la opinión de la gente acerca de las personas y las cosas, ni tampoco sobre su conducta y sus actos, habría que renunciar a ellas de una vez por todas.

Observando lo que hemos compartido más arriba, ¿no puede afirmarse con certeza que las palabras de Dios y la verdad son los criterios con los que deben evaluarse todas las personas, circunstancias y cosas, y que la cultura tradicional y las lecciones morales de la humanidad son insostenibles e indignas de mención frente a las palabras de Dios y la verdad? (Sí). En cuanto a esa “noble” exigencia moral de que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, venerada por la humanidad, ¿bajo qué punto de vista y perspectiva debe contemplarla ahora la gente? ¿Debe seguir adorando y obedeciendo la gente esas palabras? (No). ¿Y cómo se renuncia a ellas? Empieza por no ser impetuoso ni impulsivo cuando te sucedan las cosas. Trata a todos y todo correctamente, cálmate, preséntate ante Dios, busca los principios-verdad en Sus palabras y halla una senda de práctica, a fin de que puedas abordar a las personas y los acontecimientos exactamente según las palabras de Dios, en vez de verte encadenado o limitado por el enunciado de conducta moral que dice que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. ¿No te resultaría más fácil y gozoso vivir así? Si la gente no acepta la verdad, es imposible que se libere de las limitaciones de las actitudes corruptas y le cuesta relacionarse con los demás en el grupo en que vive. Puede haber alguien a quien tú no intimides, pero que quiera intimidarte a ti. Quieres llevarte bien con alguien, pero siempre te está causando problemas. Te pones en guardia contra ciertas personas y las evitas, pero siguen acosándote y dándote la lata a pesar de todo. Si no comprendes la verdad y no te fundamentas en las palabras de Dios, lo único que puedes hacer es continuar batallando contra ellas hasta el final. Si llegas a encontrarte con un matón temible, creerás que no te queda más remedio que seguir el dicho “La venganza siempre se sirve en plato frío”. Aguardarás la ocasión adecuada para vengarte de él con métodos ingeniosos para derribarlo. No solo podrás desahogar tu agravio, sino que también conseguirás que todos aplaudan tu sentido de la rectitud y les harás creer que tú eres el caballero, y él, el villano. ¿Qué opinas de este planteamiento? ¿Es la forma correcta de comportarse en el mundo? (No). Ahora lo entendéis. Entonces, ¿quién es el bueno: el caballero o el villano? (Ninguno). A esos caballeros venerados por los no creyentes les falta una descripción: “falsos”. Son “falsos caballeros”. Así pues, hagáis lo que hagáis, no seáis caballeros, pues todos los caballeros fingen serlo. ¿Y cómo debe comportarse uno para permanecer en la senda correcta? ¿Está bien actuar como un “auténtico caballero”, que “si pega a otro, no le pega en la cara, y si increpa a alguien, no le llama la atención por sus defectos”? (No). Todos esos caballeros y personajes famosos son hipócritas, taimados y unos falsos caballeros. ¡Pueden irse todos al infierno! Entonces, ¿cómo debe comportarse uno? Siendo alguien que persiga la verdad, que contemple a las personas y las cosas, se comporte y actúe en un todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Solo se es una persona auténtica si uno se comporta de esa manera. ¿Es este el camino correcto o no? (Sí). ¿Qué debes hacer si alguien no deja de señalarte tus defectos? Podrías decir: “Si tú me llamas la atención a mí, ¡yo también te llamaré la atención a ti!”. ¿Es bueno atacarse así? ¿Así debe comportarse, actuar y tratar a los demás la gente? (No). Quizá la gente sepa que no debe hacer esto por cuestiones de doctrina, pero muchas personas no pueden vencer esas tentaciones y trampas todavía. Es posible que no hayas oído a nadie que te llame la atención por tus defectos, que te ataque o te juzgue a tus espaldas, pero cuando oigas a alguien decir semejantes cosas, no lo soportarás. Se te acelerará el corazón y te acalorarás: “¿Cómo te atreves a increparme? Si eres desagradable conmigo, yo te haré daño. Si me llamas la atención por mis defectos, ¡no creas que yo no te señalaré tu talón de Aquiles!”. Otros dicen: “Según el dicho, ‘Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos’, así que no te llamaré la atención por tus defectos, pero buscaré otra manera de ocuparme de ti y de bajarte los humos. ¡A ver quién es el duro!”. ¿Son buenos estos métodos o no? (No). Para casi todo el mundo, si se entera de que alguien le ha llamado la atención, lo ha juzgado o ha dicho algo malo de él a sus espaldas, su primera reacción es de ira. Explota de ira, no puede comer ni dormir y, si consigue dormir, ¡hasta dice palabrotas en sueños! ¡Su impetuosidad no conoce límites! Es un asunto realmente insignificante, pero no puede superarlo. Esta es la repercusión de la impetuosidad sobre la gente, los malvados resultados derivados de las actitudes corruptas. Cuando un carácter corrupto se convierte en la vida de alguien, ¿en qué se demuestra principalmente? En que, cuando la persona se encuentra con algo que le resulta desagradable, esa cosa afecta primero a sus sentimientos y luego estalla la impetuosidad de esa persona. Y, al hacerlo, esta vive inmersa en la impetuosidad y contempla el asunto en virtud de su carácter corrupto. Las ideas filosóficas de Satanás brotan en su interior y comienza a pensar en la manera de vengarse, lo que deja al descubierto sus actitudes corruptas. Las ideas y opiniones de la gente al abordar problemas como este, y los medios y recursos que se le ocurren, e incluso sus sentimientos y su impetuosidad, son fruto de sus actitudes corruptas. ¿Y qué actitudes corruptas surgen en este caso? La primera es, ciertamente, la malicia, seguida de la arrogancia, el engaño, la perversidad, la intransigencia, la aversión por la verdad y el odio hacia ella. De estas actitudes corruptas, la arrogancia puede ser la menos influyente. ¿Cuáles son, entonces, las actitudes corruptas más capaces de dominar los sentimientos y pensamientos de una persona y de determinar cómo abordará finalmente este asunto? La malicia, la intransigencia, la aversión por la verdad y el odio hacia ella. Estas actitudes corruptas son el abrazo de la muerte para una persona, y es obvio que esta vive en la red de Satanás. ¿Cómo aparece la red de Satanás? ¿No son las actitudes corruptas las que la propician? Tus actitudes corruptas han tejido toda clase de redes satánicas para ti. Por ejemplo, cuando te enteras de que alguien hace algo como juzgarte, maldecirte o señalar tus defectos a tus espaldas, dejas que las filosofías satánicas y las actitudes corruptas sean tu vida y dominen tus pensamientos, ideas y sentimientos, lo que genera una serie de actos. Estos actos corruptos son, principalmente, fruto de tu naturaleza y tu carácter satánicos. Sean cuales sean tus circunstancias, mientras estés ligado, controlado y dominado por el carácter corrupto de Satanás, todo lo que vives, todo lo que revelas y todo lo que exhibes, o tus sentimientos, pensamientos y puntos de vista, además de tu manera de hacer las cosas, todo ello es satánico. Todas estas cosas vulneran la verdad y son hostiles a las palabras de Dios y a la verdad. Mientras más te alejes de la palabra de Dios y de la verdad, más te controla y te enreda la red de Satanás. Si, en cambio, puedes liberarte de las cadenas y el control de tus actitudes corruptas, rebelarte contra ellas, presentarte ante Dios, y actuar y resolver los problemas con los métodos y principios que te indican las palabras de Dios, te liberarás paulatinamente de la red de Satanás. Ya libre, dejas de vivir a semejanza de una persona satánica controlada por sus actitudes corruptas y vives a semejanza de una persona nueva que considera las palabras de Dios su vida. Cambia toda tu manera de vivir. Sin embargo, si cedes a los sentimientos, pensamientos, puntos de vista y prácticas a que dan lugar las actitudes satánicas, obedecerás una letanía de filosofías satánicas y técnicas diversas, como “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, “La venganza siempre se sirve en plato frío”, “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero” y “Quien no se venga no es hombre”. Las llevarás dentro y dictarán tus actos. Si basas tus actos en estas filosofías satánicas, la naturaleza de aquellos cambiará y estarás haciendo el mal y resistiéndote a Dios. Si basas tus actos en estos pensamientos y puntos de vista negativos, es obvio que te has apartado mucho de las enseñanzas y palabras de Dios y que has caído en la red de Satanás y no puedes salir. Vivís casi toda vuestra vida cotidiana rodeados de actitudes satánicas, en la red de Satanás. La causa del tormento de la gente es que está tan controlada por sus actitudes satánicas que no puede salir de ellas. Vive en pecado y sufre haga lo que haga. Te sientes atormentado, incluso cuando has derrotado a tu oponente, porque no sabes quién será el próximo enemigo al que te enfrentarás ni si podrás derrotarlo igual. Tienes miedo y estás atormentado. ¿Y el derrotado? Por supuesto, también está atormentado. Tras haber sido intimidado, cree no tener dignidad ni integridad en la vida. Cuesta asimilar la intimidación; por eso espera constantemente el momento oportuno para atacar y busca la ocasión de vengarse —ojo por ojo y diente por diente— para cantarle las cuarenta a su oponente. Una mentalidad así también es un tormento. En resumen, tanto el que se venga como el que recibe la venganza viven en la red de Satanás, donde hacen constantemente el mal, buscan constantemente el modo de salir de su riesgosa situación y, entretanto, desean hallar paz, felicidad y seguridad. Por un lado, las personas están controladas por el carácter corrupto y viven en la red de Satanás, adoptando los diversos métodos, pensamientos y puntos de vista que Satanás les ofrece para resolver los problemas que se producen a su alrededor. Por otra parte, las personas todavía esperan alcanzar la paz y la felicidad de Dios. Sin embargo, como siempre están ligadas al carácter corrupto de Satanás y atrapadas en su red, incapaces de rebelarse contra ella y salir de allí de forma consciente, y como se apartan de la palabra de Dios y de los principios-verdad, las personas nunca son capaces de alcanzar el consuelo, el gozo, la paz y la felicidad que provienen de Dios. ¿En definitiva, en qué estado viven las personas? No están a la altura de la tarea de perseguir la verdad, aunque les gustaría hacerlo, y no llegan a los requerimientos de Dios, aunque desean cumplir adecuadamente con el deber. Permanecen estancadas donde están. Es un tormento agónico. Las personas viven en el carácter corrupto de Satanás, no pueden evitarlo. Se parecen más a demonios que a personas, a menudo viven en rincones oscuros, buscando métodos vergonzosos y malvados para resolver las numerosas dificultades a las que se enfrentan. El hecho es que, en el fondo de su alma, las personas desean ser buenas y aspiran a la luz. Esperan vivir como seres humanos, con dignidad. También esperan poder perseguir la verdad y apoyarse en la palabra de Dios para vivir, y hacer de ella su vida y su realidad, pero nunca pueden poner en práctica la verdad, y aunque entienden muchas doctrinas, no consiguen resolver sus problemas. Las personas están acechadas por este dilema, incapaces de avanzar y reacias a dar marcha atrás. Están atrapadas en su lugar. Y la sensación de estar “atrapadas” es de agonía, una agonía tremenda. Las personas tienen la voluntad de aspirar a la luz y no están dispuestas a abandonar la palabra de Dios y la senda correcta. Sin embargo, no aceptan la verdad, no pueden poner en práctica las palabras de Dios, y permanecen incapaces de desechar las ataduras y el control de su carácter satánico corrupto. En última instancia, solo pueden vivir en agonía, sin ninguna verdadera felicidad. ¿No son así las cosas? (Sí). En cualquier caso, si la gente quiere practicar la verdad y alcanzarla, debe experimentar las palabras de Dios poco a poco, empezando por las cosas pequeñas, para disipar la influencia de estos enunciados de conducta moral sobre sus ideas y puntos de vista y sobre su búsqueda de la verdad. Esto es clave; hay que resolver estas cuestiones.

Si la gente quiere transformar su carácter y alcanzar la salvación, no solo debe tener determinación, sino también una mentalidad indomable. Debe extraer experiencias de sus fracasos y adquirir una senda de práctica a partir de ellas. No seas negativo ni te desanimes cuando fracases y, desde luego, no te rindas. No obstante, tampoco debes caer en la complacencia cuando consigas algún pequeño logro. Independientemente de aquello en lo que fracases o de en qué flaquees, eso no determina que no puedas ser salvo en un futuro. Debes comprender las intenciones de Dios, levantar la cabeza, acatar las palabras de Dios y continuar luchando contra tus actitudes satánicas corruptas. Uno debe comenzar por apreciar claramente el perjuicio y los impedimentos de los diversos requisitos y enunciados de conducta moral, provenientes de Satanás, sobre la búsqueda de la verdad por parte de las personas: que estos enunciados de conducta moral limitan y cohíben constantemente la mente de las personas, a la par que favorecen su carácter corrupto. Naturalmente, también restan importancia a la aceptación de la verdad y de las palabras de Dios en distinta medida, con lo que la gente duda de la verdad y se resiste a ella. Uno de estos dichos reza así: “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Esta filosofía para los asuntos mundanos ha arraigado en las almas jóvenes de la gente, y la gente está inconscientemente influenciada por este tipo de ideas y opiniones en su consideración de los demás y en su forma de abordar lo que sucede a su alrededor. Estas ideas y opiniones blanquean y encubren imperceptiblemente las actitudes de perversidad, engaño y malicia entre las actitudes corruptas de la gente. No solo no resuelven el problema de las actitudes corruptas, sino que, además, hacen a la gente más astuta y taimada, lo que exacerba aún más su carácter corrupto. En resumen, estos enunciados sobre la conducta moral y las filosofías para los asuntos mundanos de la cultura tradicional no solo influyen en los pensamientos e ideas de la gente, sino que también tienen honda repercusión en su carácter corrupto. Por tanto, es preciso entender la influencia que ejercen sobre la gente ideas y puntos de vista de la cultura tradicional como “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. No hay que ignorarlo.

Acabamos de hablar, principalmente, de si, cuando surgen disputas entre las personas, hay que abordarlas por medio de los dichos y puntos de vista de la cultura tradicional, o según las palabras de Dios y los principios-verdad; de si son los puntos de vista de la cultura tradicional los que pueden resolver los problemas, o si son las palabras de Dios y la verdad las que pueden resolver los problemas del hombre. Cuando la gente tenga claras estas cosas, tomará las decisiones correctas y le será más fácil resolver las disputas con los demás según la verdad en las palabras de Dios. Cuando se resuelvan estos problemas, también se habrá resuelto en esencia la cuestión de que los pensamientos de las personas se ven influidos y coartados por el enunciado de conducta moral que dice que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Por lo menos, la conducta de las personas no se verá afectada por este tipo de ideas y puntos de vista; podrán liberarse de la red de desorientación de Satanás, alcanzar la verdad de las palabras de Dios, descubrir los principios-verdad con los que relacionarse con los demás y hacer de las palabras de Dios su vida. Con solo analizar y discernir, de acuerdo con las palabras de Dios, los puntos de vista equivocados de la cultura tradicional y las cadenas y ataduras de las filosofías satánicas, uno puede comprender la verdad y desarrollar el discernimiento. Así puede despojarse de la influencia de Satanás y liberarse de la esclavitud del pecado. De este modo, las palabras de Dios y la verdad se convierten en tu vida en sustitución de tu antigua vida, cuya esencia eran las filosofías y actitudes satánicas. Entonces te habrás convertido en otra persona. Aunque sigas siendo tú, ha surgido una nueva persona, una que considera las palabras de Dios y la verdad su vida. ¿Estáis dispuestos a ser esa persona? (Sí). Es mejor ser así: al menos seréis felices. Cuando comiences a practicar la verdad habrá dificultades, obstáculos y dolor, pero, si sabes buscar la verdad para resolver tus dificultades hasta que te hayas asentado en las palabras de Dios, el dolor cesará y, conforme avance tu vida, te sentirás más feliz y tranquilo. ¿Por qué lo digo? Porque disminuirán paulatinamente la influencia y el control de esas cosas negativas dentro de ti y, a medida que lo hagan, cada vez penetrarán más en tu interior las palabras de Dios y la verdad, y la impresión de las palabras de Dios y las verdades en tu interior será cada vez más profunda. Se reforzará y agudizará tu conciencia en la búsqueda de la verdad y, cuando te sucedan las cosas, tu senda interior, así como tu sentido y objetivo de práctica, estarán cada vez más claros; y cuando luches internamente, las cosas positivas tomarán cada vez un mayor control. ¿No se intensificará entonces la felicidad de tu vida? ¿No se intensificarán la paz y el gozo que recibes de Dios? (Sí, así es). Habrá menos cosas en tu vida que te provoquen inquietud, angustia, depresión y resentimiento, entre otros sentimientos negativos. En lugar de estas cosas, las palabras de Dios se convertirán en tu vida y te traerán esperanza, felicidad, gozo, libertad, liberación y honor. Cuando se intensifiquen estas cosas positivas, la gente cambiará por completo. Cuando llegue ese momento, comprueba cómo te sientes y compara las cosas con las de antes: ¿no son totalmente distintas de tu forma de vida anterior? No habrás alcanzado la auténtica felicidad hasta que no te hayas soltado de la red de Satanás y de sus actitudes corruptas, sus pensamientos y sus puntos de vista, así como de sus diversos métodos, puntos de vista y principios filosóficos para contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar. No habrás alcanzado la auténtica felicidad hasta que no te hayas despojado de estas cosas en su totalidad, seas capaz de practicar la verdad y de contemplar a las personas y las cosas, tratar a los demás y relacionarte con ellos según las palabras de Dios, experimentes en Sus palabras lo verdaderamente bueno que es tratar a las personas según los principios-verdad, y vivas con tranquilidad y gozo.

Hoy hemos compartido y analizado el enunciado de conducta moral “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. ¿Entendéis los problemas de esta expresión? (Sí). ¿Entendéis también cuáles son las exigencias de Dios a las personas? (Sí). Entendido esto, ¿cómo lo materializaréis a la larga en vosotros mismos? No siendo impulsivos cuando os suceda algo y no buscando una base en la cultura tradicional, en las tendencias sociales, en la opinión pública ni, por supuesto, en las normas jurídicas. Buscad, por el contrario, una base en las palabras de Dios. Da igual lo profunda o superficial que sea vuestra comprensión de la verdad; basta con que pueda resolver el problema. Debes tener claro que vives en un mundo malvado y peligroso. Si no comprendes la verdad, lo único que puedes hacer es seguir las tendencias de la sociedad y dejarte llevar por la vorágine del mal. Así pues, cuando te suceda algo, ¿qué debes hacer primero, sea lo que sea? En primer lugar, tranquilizarte, sosegarte ante Dios y leer a menudo Sus palabras. Esto te permitirá tener una visión y un pensamiento claros y apreciar nítidamente que Satanás está desorientando y corrompiendo a esta humanidad y que Dios ha venido a rescatarla de la influencia de Satanás. Esta, desde luego, es la lección más elemental que debes aprender. Debes orar a Dios y buscar la verdad en Él, y pedirle que te guíe: que te guíe hacia la lectura de Sus palabras pertinentes, que te guíe para que recibas el esclarecimiento y la iluminación pertinentes, de modo que entiendas la esencia de lo que está sucediendo ante ti y cómo debes considerarlo y abordarlo. Aplica después el método que Dios te ha enseñado e indicado para afrontar y manejar el asunto. Confía plena y totalmente en Dios. Que Dios gobierne. Que Dios sea el Amo. Ya tranquilo, no se trata de utilizar tu mente para pensar en qué técnica o método aplicar ni de actuar en función de tu experiencia o de filosofías y trucos satánicos. Más bien, se trata de esperar el esclarecimiento de Dios y la guía de Sus palabras. Lo que debes hacer es renunciar a tu voluntad, dejar de lado tus pensamientos y opiniones, presentarte respetuosamente ante Dios, y escuchar las palabras y verdades que te dice y las enseñanzas que te da. Luego, debes sosegarte y contemplar al detalle y orar-leer una y otra vez las palabras que Dios te ha enseñado, a fin de que comprendas exactamente lo que Él quiere que hagas y lo que debes hacer. Si eres capaz de comprender claramente lo que quiere decir realmente Dios y cuáles son Sus enseñanzas, primero debes dar gracias a Dios por disponer el entorno y darte la oportunidad de constatar Sus palabras, hacerlas realidad y vivirlas para que se conviertan en tu vida interior y para que aquello que vivas pueda dar testimonio de que las palabras de Dios son la verdad. Naturalmente, conforme abordes estos problemas, puede haber muchos altibajos, dificultades y penurias, así como algunas batallas, y afirmaciones y comentarios de distintas personas. No obstante, mientras estés seguro de que las palabras de Dios son muy claras con respecto a dichos problemas y de que aquello que comprendes y obedeces son enseñanzas de Dios, debes ponerlas en práctica sin vacilar. No debes dejar que te lo impida tu entorno ni ninguna persona, circunstancia o cosa. Debes permanecer firme en tu postura. La obediencia a los principios-verdad no es arrogancia ni sentenciosidad. Una vez que has comprendido las palabras de Dios y contemplas a las personas y las cosas, te comportas y actúas según Sus palabras y eres capaz de obedecer los principios sin cambiar jamás, estás practicando la verdad. Esta es la clase de actitud y determinación que deben tener quienes practican y persiguen la verdad.

Ya hemos hablado bastante de los problemas relativos a la expresión “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. ¿Todavía os cuesta comprender estos problemas? ¿Habéis comprendido de una forma totalmente nueva este enunciado de conducta moral de la cultura tradicional por medio de la enseñanza y disección de hoy? (Sí). A tenor de esta comprensión totalmente nueva que tenéis, ¿seguiríais sosteniendo que este dicho es la verdad y una cosa positiva? (No). Puede que perviva la influencia de este dicho en lo más profundo de la mente de las personas y en su subconsciente, pero, gracias a la enseñanza de hoy, la gente ha desalojado de sus pensamientos y su conciencia este enunciado de conducta moral. Entonces, ¿seguirás obedeciéndolo en tus relaciones con los demás? Ante una disputa, ¿qué deberías hacer? (En primer lugar, deberíamos abandonar esta filosofía satánica de que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Deberíamos presentarnos en silencio ante Dios para orar y buscar la verdad, y buscar en las palabras de Dios los principios-verdad que hay que poner en práctica). Si no habláramos de estas cosas, creeríais que nunca habéis contemplado a las personas y las cosas, ni os habéis comportado o actuado, según el criterio moral de que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Una vez expuesto este problema, comprueba por ti mismo si estás influenciado por esas ideas y opiniones cuando te suceda algo similar; es decir, si estas cosas se hallan entre tus ideas y opiniones. En ese momento descubrirás de manera natural que hay muchas cuestiones en las que estás influenciado por dichas ideas y opiniones; es decir, que, en numerosas situaciones y cuando ocurren muchas cosas, aún estás influenciado por esas ideas y opiniones y que estas han arraigado hondamente en tu alma y continúan dictando tus palabras, actos y pensamientos. Si no te has dado cuenta de ello y no prestas atención a este asunto o no profundizas en él, es indudable que no serás consciente de ello, y no sabrás si estás influenciado por esas ideas y opiniones. Si profundizas realmente en este asunto y eres meticuloso con él, descubrirás que a menudo brotan venenos de la cultura tradicional en tu mente. No es que no los tengas, es que antes no los tomabas en serio o no te dabas cuenta de cuál era exactamente la esencia de esos dichos de la cultura tradicional. ¿Y qué debes hacer para tomar conciencia de tales problemas presentes en las profundidades de tu mente? Debéis aprender a contemplar y reflexionar. ¿Cómo se debe contemplar y reflexionar? Estos dos términos parecen muy sencillos; entonces, ¿cómo deben comprenderse? Por ejemplo, supongamos que estás predicando el evangelio y dando testimonio de Dios a algunas personas que están investigando el camino verdadero. Al principio puede que estén dispuestas a escuchar, pero, tras enseñarles durante un tiempo, algunas ya no quieren hacerlo. En ese momento has de pensar: “¿Qué está pasando? ¿No están adaptadas mis enseñanzas a sus nociones y problemas? ¿No les he enseñado la verdad de forma clara y comprensible? ¿O acaso los ha perturbado algún rumor o falacia que han oído? ¿Por qué no siguen investigando algunos? ¿Cuál es exactamente el problema?”. Esto es contemplar, ¿no? Pensar en el asunto teniendo en cuenta todos los aspectos, sin obviar ni un solo detalle. ¿Cuál es tu objetivo al reflexionar sobre estas cosas? Descubrir la raíz y esencia del problema y resolverlo. Si no hallas respuesta a estos problemas por más que los medites, debes encontrar a alguien que comprenda la verdad y buscar a partir de eso. Observa cómo predica el evangelio y da testimonio de Dios, cómo se hace una idea exacta de las principales nociones de las personas que están investigando, y cómo las corrige después enseñándoles la verdad según las palabras de Dios. ¿Eso no pone en marcha la acción? La reflexión es el primer paso; la acción, el segundo. Se actúa para comprobar si el problema sobre el que estás reflexionando es el correcto, si has perdido el rumbo. Cuando descubras el origen del problema, empezarás a comprobar si el problema sobre el que estás reflexionando es el correcto o no. Luego, ponte a resolver el problema que has comprobado que es el correcto. Por ejemplo, cuando aquellos que estén investigando el camino verdadero oigan rumores y falacias y comiencen a tener nociones, léeles las palabras de Dios de una manera que esté orientada a sus nociones. Al enseñarles claramente la verdad, analiza a fondo y corrige sus nociones, y elimina los obstáculos que hay en su interior. Entonces estarán dispuestos a continuar investigando. Esto es empezar a resolver el problema, ¿no? El primer paso para resolver el problema es reflexionarlo, contemplarlo y descifrar por completo su esencia y su causa fundamental en tu mente. Una vez comprobado de qué se trata, ponte a resolver el problema según las palabras de Dios. Al final, cuando se resuelva el problema, estará alcanzado el objetivo. Así pues, ¿todavía se hallan entre tus pensamientos e ideas enunciados de conducta moral como el de que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, o no? (Sí, así es). ¿Cómo se resuelven estos problemas? Debes reflexionar acerca de todo lo que te ocurre habitualmente. Este es un paso crucial. En primer lugar, recuerda cómo te comportabas cuando te ocurrían cosas semejantes en el pasado. ¿Te dominaban dichos como “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? Y en tal caso, ¿qué intenciones tenías? ¿Qué decías? ¿Qué hacías? ¿Cómo actuabas? ¿Cómo te comportabas? Una vez que te tranquilices y reflexiones sobre estas cosas, descubrirás algunos problemas sin ni siquiera darte cuenta. En ese momento debes buscar la verdad, hablar con otras personas y resolver estos problemas de acuerdo con las palabras pertinentes de Dios. Esfuérzate en la vida real por abandonar por completo esas ideas equivocadas que defiende la cultura tradicional, adopta las palabras de Dios y la verdad como principios para relacionarte con la gente, y aborda a las personas, las circunstancias y las cosas según los principios-verdad. Esta es la manera de resolver los problemas, analizando las diversas ideas, opiniones y dichos de la cultura tradicional según las palabras de Dios, para luego ver con total claridad si la cultura tradicional es realmente positiva y correcta a tenor de las consecuencias de la obediencia por parte de la humanidad a estas ideas equivocadas. Entonces tendrás claro que lo de que “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” no es más que una técnica conductual evasiva que adopta la gente para mantener relaciones interpersonales. Sin embargo, si no cambia la esencia-naturaleza de las personas, ¿podrán estas congeniar a largo plazo? Tarde o temprano, las cosas se desmoronarán. Por tanto, en el mundo humano no hay verdaderos amigos; el mero hecho de poder mantener una relación física ya es bastante bueno de por sí. Si la gente tiene un poco de conciencia y sentido y buen corazón, puede mantener una relación superficial con los demás sin que se rompa; si es perversa, insidiosa y desalmada en su humanidad, le será imposible relacionarse con los demás y únicamente podrán aprovecharse unos de otros. Después de apreciar estas cosas con claridad —es decir, tras haber apreciado con claridad la esencia-naturaleza de las personas—, se puede fijar en general el método que aquellas deben adoptar en sus relaciones mutuas, y puede ser correcto, infalible y conforme a la verdad. Con su experiencia del juicio y castigo de Dios, Su pueblo escogido ya puede apreciar un poco la esencia de la humanidad. Así, en las relaciones interpersonales —o sea, en las relaciones interpersonales normales— puede apreciar la importancia de ser una persona honesta y que tratar a las personas según las palabras de Dios y la verdad es el principio más elevado y el método más aconsejable. Nunca provoca angustia ni congoja a la gente. Sin embargo, es inevitable que la gente tenga algún conflicto en el alma cuando experimente las palabras de Dios y practique la verdad, en el sentido de que con frecuencia aflorarán actitudes corruptas que la perturbarán y le impedirán practicar la verdad. Esas ideas, sensaciones y opiniones variopintas, producto de las actitudes humanas corruptas, siempre te impedirán, en distinta medida, que pongas en práctica la verdad y las palabras de Dios y, cuando lo hagan, te enfrentarás sin darte cuenta a muchas cosas que son interferencias y obstáculos para la práctica de la verdad. Cuando aparezcan estos obstáculos, ya no dirás, como dices ahora, que es sencillo practicar la verdad. No lo dirás tan fácilmente. Para entonces estarás sufriendo y triste, sin comer y sin poder dormir bien. A algunas personas incluso les parecerá que creer en Dios es demasiado duro y querrán abandonar. Estoy convencido de que muchas personas han sufrido enormemente para practicar la verdad y entrar en la realidad, han sido podadas en innumerables ocasiones, han librado innumerables batallas en su interior y han derramado infinidad de lágrimas. ¿No es así? (Sí). Sufrir estos tormentos es un proceso necesario, y todo el mundo, sin excepción, debe pasar por él. En la Era de la Ley, David cometió un error, y luego se arrepintió y confesó ante Dios. ¿Cuánto lloró? ¿Cómo lo describía el texto original? (“Todas las noches inundo de llanto mi lecho, con mis lágrimas riego mi cama” [Salmos 6:6]). ¡Cuántas lágrimas debió de derramar para inundar de llanto su lecho! Esto demuestra la inmensidad y profundidad del remordimiento y el tormento que sintió entonces. ¿Habéis derramado vosotros tantas lágrimas? La cantidad de lágrimas que habéis derramado no es ni la centésima parte de las suyas, lo que demuestra que el grado en que odiáis vuestro carácter corrupto, vuestra carne y vuestras transgresiones dista mucho de ser suficiente, y que vuestra determinación y perseverancia en la práctica de la verdad distan mucho de ser suficientes. Todavía no estáis a la altura; estáis lejos del nivel de Pedro y David. Bueno, concluyamos aquí la enseñanza de hoy.

16 de abril de 2022

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